Los destinatarios del discurso martiano convocados a través de Patria:

un periódico para juntar y amar

Los destinatarios del discurso martiano convocados a través de Patria:

un periódico para juntar y amar[1]

The recipients of Martí's discourse convened through Patria: a newspaper for gathering and loving

Aldana Ratuschny

Universidad: Universidad de Sevilla (España),

Universidad Nacional del Sur (Argentina)

aldana.ratuschny@hotmail.es

aratuschny@us.es

https://orcid.org/0000-0003-0313-6512

Resumen

La problemática de estudio de este artículo se relaciona con la formación del movimiento independentista cubano a finales del siglo XIX y la función que la prensa ejerció en dicha coyuntura. Nos proponemos analizar el discurso proselitista que José Martí difundió a través del periódico Patria con el fin de convocar, unir y convencer a la población cubana sobre la necesidad de emprender la guerra anticolonial (1895-1898). A partir del análisis crítico de su contenido y su discurso, junto a un enfoque hermenéutico, observaremos en la fuente periodística las estrategias de persuasión y las cualidades de un mensaje que se propuso ser lo suficientemente amplio y cohesivo para congregar a gran parte del pueblo cubano en torno a la causa emancipatoria. Sostenemos que el rol desempeñado por este medio de comunicación y las características de su mensaje fueron claves para gestar un incipiente sentimiento nacionalista en Cuba y articular el movimiento que pasaría a la acción con el estallido de la revolución en 1895.

Palabras clave:  Independencia de Cuba; José Martí; prensa; Patria; proselitismo.

Abstract

The problematic under study in this article relates to the formation of the Cuban independence movement in the late 19th century and the role that the press played in this juncture. We aim to analyze the proselytizing discourse disseminated by José Martí through the newspaper Patria to rally, unite, and persuade the Cuban population about the necessity of undertaking the anti-colonial war (1895-1898). Through hermeneutic analysis of the texts and critical discourse analysis, we will observe in the journalistic source the strategies of persuasion and the qualities of a message that aimed to be sufficiently broad and cohesive to rally a large part of the Cuban people around the emancipatory cause. We argue that the role played by this means of communication and the characteristics of its message were key in fostering an incipient nationalist sentiment in Cuba and articulating the movement that would act with the outbreak of the revolution in 1895.

Keywords: Independence of Cuba; José Martí;  press;  Patria; proselytism.

Introducción

A finales del s. XIX, Cuba y Puerto Rico eran las únicas colonias americanas del antiguo Imperio Español que no habían alcanzado la independencia política. El proceso de lucha por la emancipación de Cuba fue extenso, complejo y atravesado por diversos avances y retrocesos: durante la segunda mitad del s. XIX tuvieron lugar la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y la Guerra Chiquita (1879-1880), las cuales antecedieron a la denominada Guerra Necesaria (1895-1898), última contienda del siglo ante la cual se obtuvo finalmente la independencia (al menos su reconocimiento formal). El fracaso de aquellos primeros intentos no se debió únicamente a las estrategias y ofensivas metropolitanas, sino también a la debilidad y fragmentación interna del propio grupo separatista. La falta de un proyecto suficientemente cohesivo con capacidad de aunar y congregar la amplia diversidad de grupos sociales que convivían en Cuba, muchos con necesidades y aspiraciones contradictorias, representó una dificultad en el desarrollo exitoso de la revolución.  

Esta situación de desunión se vio en gran parte superada con la fundación del Partido Revolucionario Cubano (PRC) en 1892 y la actuación de José Martí, quien dedicó ingentes esfuerzos a saldar la segmentación del pueblo cubano y convocarlo a la causa independentista. En el marco de este cometido, no solo fundó el partido, sino también el periódico Patria, el cual operó como su órgano de difusión y estaría direccionado a concretar tal misión de unión y movilización.

El objetivo de este artículo es analizar la construcción discursiva de Patria para interpelar, conciliar y movilizar a la población cubana hacia la guerra anticolonial. Si bien esta publicación se editó desde 1892 a 1898 –año en que finaliza la contienda– aquí focalizamos en el período 1892-1895, etapa en la que Martí estuvo a cargo de su dirección (hasta su fallecimiento al inicio del conflicto armado el 19 de mayo de 1895). Consideramos este momento previo al estallido bélico de fundamental importancia en relación al proceso de adoctrinamiento y difusión del ideal decolonial, cuestiones necesarias a la hora de reclutar a la población que, una vez unida y organizada, pasaría a la acción tomando parte en la revolución.

En efecto, luego de introducir al periódico, analizaremos cuáles son sus destinatarios, a qué sectores sociales se dirige y cómo lo hace, construyendo un mensaje específico para cada grupo poblacional. Además de identificar y distinguir los diferentes interlocutores a los que se encauza la publicación, pondremos en relación las cualidades del mensaje con las condiciones contextuales que vivenciaban estos colectivos en la coyuntura finisecular. Al mismo tiempo, no solo repararemos en las diferencias y particularidades de este discurso que se disgrega en función de distintas sensibilidades históricas y culturales, sino también en los nexos o puentes discursivos que se construyen para coaligar a la diversidad social a la que se dirige en un proyecto común nacional.

Diseño metodológico

Este trabajo de investigación se inserta dentro del paradigma cualitativo e interpretativo, y para analizar la fuente periodística  en cuestión hemos recurrido a una triangulación de herramientas metodológicas: el Análisis Crítico del Contenido (ACC), Análisis Crítico del Discurso (ACD) y la Crítica Hermenéutica.

En primer lugar, hemos aplicado a nuestra fuente un conjunto de técnicas tomadas del Análisis Crítico del Contenido (ACC). De esa forma, realizamos una lectura completa de la fuente para identificar los destinatarios potenciales o ideales de cada nota editorial y relocalizado cada unidad de análisis (artículos enteros o fragmentos de artículos) en una grilla de decodificación y sistematización, cuyas categorías hemos ido construyendo a medida que avanzamos en un barrido exhaustivo de la fuente, delimitando cada grupo social percibido como interlocutor predilecto del periódico (Bardin, 1986; Krippendorff, 1990 López-Aranguren, 2015; Nogales Bocio, 2013).

Una vez redistribuido y clasificado el contenido en la estructura diseñada, procedimos a examinar e interpretar las unidades que hemos puesto en relación, buscando responder a ciertos interrogantes sugeridos por los enfoques metodológicos escogidos y que han guiado nuestro análisis: a partir del Análisis Crítico del Discurso, nos hemos planteado ¿Qué relación establece el discurso del Periódico Patria con el poder dominante en Cuba? ¿Contribuye a su reproducción y legitimación o, por el contrario, lo resiste y trata de impugnarlo o transformarlo? (De la Fuente García, 2002, Fairclough y Wodak, 2000; van Dijk, 2013, 2016).

De la Crítica hermenéutica nos interesó explorar las inquietudes que nos despierta Ricoeur (2003): ¿Cuál es la proposición-de-mundo que construye el texto? ¿Ofrece a sus lectores nuevas posibilidades de ser-el-mundo? ¿permite repensar y re-constituir la propia identidad de quien lee?. Sirvan estas preguntas para problematizar las posibilidades que brindan los textos de fusionar horizontes, esto es, el horizonte de referencia del texto sobre el cual se proyecta y actúa, y los horizontes existenciales de los lectores según sus condiciones de vida particulares (Ricoeur,2002:93).

Por último, nos interesa precisar que coincidimos con Ricoeur (2002, 2003) en su planteamiento sobre el trabajo de quienes realizamos cualquier estudio crítico del discurso: la dialéctica interpretativa de la hermenéutica, que oscila entre el comprender y explicar, se corresponde con las acciones de conjeturar y validar, aclarando que validar no es lo mismo que comprobar. A quien practica la hermenéutica le compete formular hipótesis de sentido y defenderlas con argumentos, no experimentos, a tiempo de que las validen y aprueben quienes sitúan su ámbito de reflexión en el campo de las humanidades, a la espera de que sean disputadas por hipótesis diversas o contrarias (Ricoeur, 2002:186).

Patria: el periódico de revolución

Como anticipamos, el periódico Patria[2] fue creado en 1892 por Martí y otros emigrados cubanos radicados en Nueva York, con el objetivo explícito de difundir las ideas a favor de la independencia de Cuba, así como alentar y contribuir a la organización de la guerra. Su fundación fue paralela a la del Partido Revolucionario Cubano y, aunque según las declaraciones de su equipo editorial, no buscaba convertirse en vocero oficial del movimiento separatista, pronto se consolidó como el órgano de mayor aval y legitimación dentro de la agrupación. A medida que surgieron los distintos clubes políticos que compusieron y articularon en torno al PRC, estos enviaban por propia iniciativa comunicados a la Dirección del periódico (publicados en sus páginas) anunciando que se había escogido en asamblea democrática y unánimemente delegar en Patria la representación oficial.

Por lo tanto, categorizamos a Patria como prensa político-ideológica[3] y partidaria.  Esta careció de vocación empresarial, no perseguía fines lucrativos, ni tenía una proyección temporal más allá de la concreción de la independencia. Su desarrollo –al igual que la actividad del partido– fue posible gracias al esfuerzo y financiación de diversos grupos de exiliados –en su mayoría antillanos– que, radicados en EE.UU hicieron del territorio norteamericano base de operaciones para la planificación clandestina de la revolución. Los fondos que recaudaba a través de las suscripciones, anuncios publicitarios, y recolección de donaciones, se destinaron, lo imprescindible a la supervivencia de la publicación, y la mayor parte a la financiación de la guerra.

A pesar de que su producción –y el grueso de su distribución– tuviera lugar en territorio norteamericano, Patria aspiraba a difundirse también dentro de Cuba, por lo que, dada su naturaleza ideológica, se veía forzada a sortear un sinnúmero de desafíos para ingresar a la isla y circular en la clandestinidad, en tanto el contexto colonial coartaba la libertad de expresión e implicaba diferentes peligros y castigos para quienes cuestionaran la soberanía peninsular. Aunque los destinatarios inmediatos del medio fueron los mismos exiliados que se asentaron en diversos núcleos de emigración dentro de Estados Unidos[4] –donde hallaban mayores márgenes de expresión y de acción que en la colonia española– el equipo directivo de Patria jamás perdió de vista el objetivo de hacer llegar el periódico también al interior insular, buscando alcanzar al mayor y más diverso público posible.

Su frecuencia era semanal y su equipo editorial realizaba ingentes esfuerzos para que un nuevo ejemplar saliera a la luz cada sábado. Aunque a veces complicaciones coyunturales generaban desfasajes de unos pocos días, es digno resaltar que jamás se interrumpió su edición, lo cual implicaba un inmenso desafío para la prensa de su tipo. Tal misión fue posible, no solo gracias a la formidable voluntad y dedicación grupal, sino también a la férrea convicción sobre el poder de impacto veraz y efectivo del periodismo para la transformación de la realidad.  

Antecedentes de la Guerra Necesaria: desunión en la contienda y segmentación en la paz

Como adelantamos en la introducción, el extenso proceso de lucha por la independencia cubana contó con diferentes etapas bélicas y otras de pacificación o suspensión del enfrentamiento armado, siendo los principales antecedentes bélicos de la guerra organizada por el PRC que aquí nos compete, la Guerra de los Diez Años (1868-1878) y la Guerra Chiquita (1879-1880).  Esta última encarnó la voluntad del sector más radicalizado de los combatientes, que consideraron una claudicación al resultado de la guerra anterior, en la que varios líderes criollos decidieron poner fin a la lucha armada que se sostenía ya por más de una década firmando el Pacto del Zanjón (1878), negociando con la corona ciertos derechos y promesas de autonomía, pero desistiendo de la independencia y la propia soberanía.

Entre los elementos que intervinieron en el desarrollo de dicho proceso de disgregación del grupo armado, cabe mencionar el temor racial a la negritud del sector social que inició la primera guerra compuesto por hacendados criollos, propietarios de plantaciones y mano de obra esclava–, y proseguía un ideario liberal, apelando a mayores libertades políticas y económicas propensas a un mayor progreso material. En efecto, este grupo concedió la libertad a sus esclavos buscando aunar fuerzas en el combate, aunque en muchos casos existía una concordancia genuina entre la manumisión y los valores sociales que sustentaban el proyecto de república libre al que aspiraban.

Sin embargo, la población liberada, naturalmente se apropiaría de la lucha de una manera más radical, y batallaría enérgicamente por romper de forma abrupta con las estructuras sociales de un sistema que la oprimía y sojuzgaba. En efecto, ante este abrumador número de combatientes negros en las filas separatistas, se produjo en gran parte de las elites una actitud temerosa ante la radicalización de la revolución y la posible repetición de una experiencia similar a la haitiana, con la consecuente fundación de un Estado negro (González-Ripoll Navarro, 2004; Guerra, 2005; Scott, 2000, 2002; Zeuske, 2002).

Dicho antecedente incentivó la búsqueda de un pacto conciliador con el gobierno español, dispuesto a explotar los temores latentes y conceder algunas reformas para poner fin al conflicto. De esta forma, se negociaron los puntos más urgentes pero con condiciones: se abolió la esclavitud (realmente ya la habían abolido los cubanos, pero se aceptó y reguló el proceso); se declaró una supuesta libertad de expresión (más de papel que real, ya que la persecución y censura siguieron a la orden del día); y se permitió la formación de partidos políticos (siempre que no cuestionaran la soberanía española), tolerando incluso, como una especie de mal menor, la formación de un movimiento anarquista, prefiriendo que se canalizara el descontento hacia la cuestión de clase y no hacia la cuestión nacional (Codina, 1995, 2003 Piqueras, 1997).

Como resultado, la etapa que se abre post Zanjón (1878) estuvo marcada por importantes transformaciones políticas, económicas y socioculturales, de las cuales emergieron nuevas fragmentaciones sociales y fuentes de conflictividad. En el plano económico, la sociedad cubana transitaría un proceso de reestructuración a una sociedad de clases en el sentido moderno. En simultáneo, se conformaría un amplio movimiento de trabajadores urbanos y rurales –acrecentado por la incorporación de los ex esclavos– organizado en una variedad de agrupaciones colectivas –sindicales, cooperativas y partidarias– pero a la vez muy disgregado, en tanto las diferencias y tensiones no solo se proyectarían en el sentido patrones vs. obreros, sino también entre los propios trabajadores, que comenzarían a incorporar y enarbolar ideologías diferentes (Codina, 1995, 2003; Navarro, 1996; Opatrný & Orovio, 2002; Piqueras, 1997).

En la dimensión política partidaria, a la faccionalización preexistente, se sumarían nuevos partidos con las posibilidades de institucionalización que habilitó el pacto. Sin embargo, las agrupaciones que cuestionaran la dominación colonial continuarían excluidas de lo legal, ya que la nuevas libertades de expresión y asociación establecía límites claros, demarcados por la aceptación de la soberanía hispana sobre la isla. Respecto al movimiento separatista, este había perdido bastante fuerza luego de la desmoralización de la derrota anterior, y no lograría recomponerse ni recuperar el vigor suficiente para lanzarse a una nueva lucha armada hasta la  década de 1890.

Sirvan estas breves pinceladas históricas para dar una idea sobre la conflictividad y fragmentación que atravesaba la sociedad cubana y que José Martí, a la cabeza del PRC, se propondría superar; tarea a la que dedicaría diversos recursos –entre ellos el periódico Patria para articular una red lo más amplia y sólida posible en torno a la causa emancipatoria. Ante la imposibilidad de operar desde Cuba, se radicaría en EE.UU y desde allí orientaría sus esfuerzos a conformar un nuevo bloque revolucionario dispuesto a emprender una nueva lucha por la independencia. Para ello, debía superar desafíos relacionados con la desarticulación social, interpelar a una diversidad de sectores con posiciones e intereses muy diferentes, y congregarlos en torno a un sentimiento nacionalista del cual aún restaba mucho por cimentar.

Destinatarios diversos, una causa común

Sin dudas, dos elementos fundamentales a destacar en el proceso de andamiaje de la revolución fueron: el Partido Revolucionario Cubano, plataforma institucional que buscó reunir y organizar a la emigración distribuida en el exilio, y el periódico Patria, que actuó no solo como un canal de comunicación unidireccional, sino también de mediación de especial relevancia a la hora de articular el movimiento. En este trabajo nos enfocaremos únicamente en analizar cuál fue el discurso que emitió Patria con la intención de concientizar sobre la urgencia de la descolonización, y la importancia de librar una guerra que contara con mayor unidad, estrategia, y disciplina que las experiencias anteriores.

Para ello se desplegó una amplia vocación proselitista, y los mayores esfuerzos editoriales se orientaron a remarcar la necesidad de la unión, que debía coaligar una gran diversidad de identidades sociales. En el número fundacional la publicación afirmaba: “Nace este periódico (…) para mantener la amistad entrañable que une, y debe unir, a las agrupaciones independientes entre sí, y a los hombres buenos y útiles de todas las procedencias, que persistan en el sacrificio de la emancipación o se inicien sinceramente en él” (Patria, 14 de marzo de 1892:1). El aislamiento debía dar paso a la unión, declaraba Martí al expresar Para juntar y amar... nace este periódico” (Patria, 14 de marzo de 1892:1).

Los vínculos que debían fundarse requerían orientarse hacia múltiples dimensiones: generacionales, geográficas y sociales. En primer lugar, había que conectar a las antiguas y últimas generaciones: “...este periódico viene a mantener la guerra que anhelan juntos los héroes de mañana, que aconsejan del juicio su fervor, y los héroes de ayer, que sacaron ilesa de la lección de los diez años su fe en el triunfo” (Patria, 14 de marzo de 1892:1). Además, debían tenderse nexos territoriales entre la población dentro de Cuba y la emigración en el exilio. Los dos objetivos iniciales de las Bases del PRC –repetidas en cada ejemplar del periódico– proponían: “1) Unir en un esfuerzo continuo y común la acción de todos los cubanos residentes en el extranjero. 2) Fomentar relaciones sinceras entre los factores históricos y políticos de adentro y fuera de la isla” (Patria, 14 de marzo de 1892:1). Por último, la unión debía superar todo tipo de diferenciación socioeconómica: “apena ver a hermanos de nuestro corazón negándose, por defender aspiraciones pecuniarias, a defender la aspiración primera de la dignidad. Apena ver a los hombres reducirse, por el mote exclusivo de obreros, a una estrechez más dañosa que benigna” (Patria, 14 de marzo de 1892:1).

En este sentido, la publicación se dedicó a una misión persuasiva, intentando conseguir la aquiescencia y apoyo de quienes se mantenían distantes, indecisos o indiferentes a la lucha, y robustecer la convicción y el vigor de los adeptos. Tal empeño proselitista se desarrolla a través de diversos métodos: desde intentos de convencimiento del pueblo a sumarse a la revolución mediante múltiples estrategias que podrían calificarse de positivas, al buscar predisponer o exacerbar su adhesión, a la pronunciación de juicios fuertemente negativos, de carácter crítico o condenatorio sobre aquellos neutrales o contrarios al propósito decolonial.

Entre los primeros hallamos, tanto adulaciones a la buena moralidad, como la exaltación de las distintas recompensas que seguirían al sacrificio revolucionario, anunciando los beneficios que se conseguirían con la emancipación: “…la guerra que se ha de hacer para el decoro y bien de todos los cubanos” ... “porque por la guerra se obtendrá un estado de felicidad superior a los esfuerzos que se han de hacer por ella” (Patria, 14 de marzo de 1892:1). Por el contrario, se juzga a los que no muestran disposición a la misión redentora, combinando de igual forma argumentaciones que refieren a la ética —“Ni la guerra asusta sino a las almas mediocres, incapaces de preferir la dignidad peligrosa a la vida inútil” (Patria, 14 de marzo de 1892:1)— y a las compensaciones materiales —“El honor veda al hombre pedir su parte en el triunfo a que se niega a contribuir” (Patria, 14 de marzo de 1892:1)—. Su sanción alcanza el paroxismo al decretar “Es criminal quien promueve en un país la guerra que se le puede evitar; y quien deja de promover la guerra inevitable” (Patria, 14 de marzo de 1892:1).

Una metáfora recurrente sería la alusión al vínculo padre-hijo, junto al mandato que demanda luchar por un mundo mejor para quienes habrán de heredarlo:

“cuando la política tiene por objeto salvar para la virtud y para la felicidad un pueblo de seres humanos que la opresión pudre en el vicio y el hambre lanza al crimen, cuando la política tiene por objeto salvar a aquel pueblo... donde los seres humanos que se envilecen sutilmente, de la vileza que les rodea, son nuestro hijo y nuestra hija, solo pueden desertar de la política los que deserten de sus propios hijos…” (Patria, 19 de marzo de 1892:1)

Podemos vincular las constantes alusiones a las cualidades éticas en el discurso de Patria con la afirmación de Gramsci: “Es prácticamente imposible que un partido político no cumpla también una especie de función de policía, de tutela, de moralización. Esta función puede ejercerse con un carácter reaccionario o progresivo, mediante la represión o la difusión, para conservar un orden (...) o ejercerla en un sentido que tienda a elevar al pueblo” (Gramsci, 1971). Percibimos cómo la publicación erige un deber ser donde la dignidad radica en el desinterés y la abnegación a lo material, junto a la completa entrega a la causa emancipatoria.

Este propósito enfrentará desafíos específicos según el sector particular de la sociedad al que se busque convocar. A continuación, disgregaremos el discurso periodístico de Patria hacia sus diversos destinatarios, ahondando en las especificidades de su mensaje en función de las situaciones particulares e identidades culturales de los distintos grupos sociales. Analizaremos sintéticamente los principales asuntos o controversias que interpelaban a cada sector y ejemplificaremos con fragmentos periodísticos el posicionamiento editorial de Patria sobre cada cuestión.  

De Patria, a los trabajadores

Martí partía de un profundo conocimiento del movimiento obrero; esta comprensión nacía no sólo de su inserción en las fábricas y del contacto cotidiano y continuo con los propios trabajadores, sino también de los asiduos encuentros y diálogos con sus principales representantes. Sabía que, hasta el momento y sobre todo en el interior de Cuba, dicho sector se había encontrado bastante alejado de la causa nacional, preocupado por problemáticas que los propios trabajadores consideraban más urgentes e inmediatas, vinculadas con sus condiciones de vida, de trabajo (más bien de explotación) y de supervivencia económica. A su vez, entendía que esta visión predominante se relacionaba con las principales ideologías obreras, que habían sembrado ese distanciamiento entre la cuestión social y la cuestión nacional, pero que, al mismo tiempo, dichos movimientos habían logrado generar un sentimiento de unión y de lucha entre los trabajadores.

Patria intentará rebatir a las ideologías obreras los argumentos que considera contraproducentes para la causa cubana por disgregar al movimiento y apartar a los trabajadores de la lucha independentista. Para ello, debía construir un discurso alternativo que incluyera e interpelara al pueblo trabajador:

…el problema, picado de innecesario extranjerismo, de nuestra culta clase obrera-; y se nos queman los labios, de estas palabras innecesarias de “obreros” y de “clase”; por la demostración diaria y elocuente en sus columnas de la capacidad dichosa del cubano para defender su interés sin olvidar culpablemente el interés de los demás, para defender a la vez los derechos particulares del oficio mudable en que trabaja y los derechos superiores y radicales de la patria inmutable en que los oficios han de padecer bajo la colonia militar y de ensancharse con la república libre; por la total ausencia del odio en sus francas columnas…(Patria, 2 de julio de 1892:2)

Observamos en la cita anterior el esfuerzo por gestar un nacionalismo transversal a la cuestión de clase, en el que la noción de la propia patria y la independencia nacional fuesen de un orden supremo a las contradicciones sociales internas y segmentación de intereses. Martí se empeñaría en problematizar el ideal internacional que enarbolaban las principales ideologías obreras de finales del siglo XIX, el anarquismo y el marxismo (aunque realmente la primera tenía verdadero peso en Cuba) y que establecían que la única solidaridad legítima era hacia la clase obrera universal, debiéndose superar y derruir todo tipo de sentimientos patrióticos. Estos eran considerados creación o artilugio de las elites políticas, invención que funcionaba como instrumento de dominio para manipular al pueblo hacia la defensa de los intereses estatales, que no eran otros que los de los sectores dominantes, quienes poseían el monopolio del Estado. Esta idea lógicamente exacerbaba la rivalidad dentro de la propia sociedad, al plantear como única lucha legítima la de propietarios vs. desposeídos de los medios de producción.

Martí advierte que necesita captar la voluntad trabajadora y que requiere de una coalición del movimiento obrero-popular y el movimiento separatista (tildado tradicionalmente de burgués por el primero). Para esto, elabora un pensamiento alternativo, original y autóctono del contexto latinoamericano, situando el problema cubano en la estructura colonial. Para ello, buscará evidenciar los riesgos de trasladar doctrinas ajenas a sociedades en donde no nacieron de forma autóctona, la inadaptabilidad de muchos postulados y lo perjudicial que podía ser al escenario local o regional. Así planteaba los riesgos que para el trabajador cubano podía generar la introducción de dichos antagonismos: “…llevado de ideas extranjerizas, y los rencores que fomentan, olvidará, esclavo de las palabras ajenas y de los libros traducidos, que el amor, administrado por la vigilancia, es el único modo seguro de felicidad” (Patria, 18 de junio de 1892:2).

En Cuba, para la década de 1880, el movimiento de trabajadores había conseguido una fuerza considerable; pero al principio sus demandas se habían contenido en un marco reformista, direccionando la lucha a la transformación de sus condiciones específicas en tanto trabajadores, pero sin incorporar en su agenda el problema colonial. Según Codina (1995), las primeras expresiones separatistas del movimiento obrero surgieron cuando se incrementó la represión contra éste, coyuntura de clivaje que situamos especialmente en torno a 1890. La nueva política metropolitana iniciada en estas fechas alimentó el sentimiento anticolonial entre los trabajadores, propiciando a su vez el acercamiento entre los líderes obreros y los líderes independentistas del PRC. A esta reacción gubernamental represiva, se sumó simultáneamente la intención y esfuerzo de Martí por manifestar en su discurso un programa de carácter popular que incorporase varios de los propósitos por los que el movimiento obrero luchaba hacía tiempo. 

Para lograr una alianza frentista que integrara a los trabajadores con aquellas fuerzas sociales consideradas contrarias —patrones, terratenientes, dueños de fábricas— resultaba necesario que considerasen esta fase de la lucha como un primer estadio necesario, para luego, desde un Estado libre y soberano, fraguar y disputar los diversos proyectos de nación. Hasta entonces, el proyecto futuro se asentaba sobre la base común que establecía el carácter democrático y republicano del Estado por construir, aunque sin precisiones arriesgadas, pero anticipando la búsqueda consensuada de una mayor equidad social en pos de: “…el ajuste equitativo de los intereses encontrados y la razón que ha de venir a los arreglos económicos entre los factores de la producción…” (Patria, 2 de julio de 1892:2). La moderación en las declaraciones refleja el cuidado por evitar, al menos momentáneamente, radicalizaciones o fragmentaciones del movimiento que pudieran peligrar el éxito de la revolución. Aquella era la hora de la unidad contra el enemigo común, que no era otro que el sistema colonial, y el movimiento independentista no podía prescindir, ni de la fuerza popular, ni del apoyo financiero de cierta elite.

De Patria, a los propietarios

La política de conciliación necesitaba a su vez de la contribución de la clase propietaria, a quien también se direcciona el discurso moralizante o aleccionador del periódico: se la exhorta a aportar a la causa, a situar el bienestar común delante de sus ambiciones materiales e intereses inmediatos, pero explicando que la misión histórica a la que debían contribuir fundaría posibilidades de crecimiento y riqueza que en el largo plazo las recompensaría:

“La conservación de la propiedad que se puede reponer importa menos que la conservación, o la creación, del carácter, que ha de producir y mantener la propiedad. ... Los propietarios que no se determinan … a contribuir con los productos de su hacienda amenazada a crear un estado en que prospere sin cargas ajenas y con el entusiasmo de lo propio, su hacienda libre; los propietarios que, en las regiones más castigadas, no se decidan a sacrificar unos cuantos años de producción agonizante, o meses acaso, al bien perenne y mayor de levantar un pueblo cuya producción se quede en la casa y en manos de sus hijos,… los propietarios incautos e indecisos, que, como padres culpables, miran más su comodidad de hoy; aunque vean que apenas les durará lo que la vida…”(Patria, 9 de Julio de 1892:1).

Observamos en dicho fragmento que, a las referencias más pragmáticas sobre beneficios del orden material, se superponen también, al igual que en el caso anterior, con un fuerte componente ético. Si con la clase trabajadora el separatismo debía cuestionar varios postulados de las ideologías obreras, con los sectores propietarios la situación era aún más compleja, ya que debía enfrentarse al conservadurismo, al instinto de acumulación y preservación del propio capital:

“…esa penosa reducción de los deberes de la vida al menor de ellos, el de conservar la riqueza material, en virtud de cuya reducción llegan los hombres a ver serenamente, con tal que no les altere el balance anual, las ofensas que ensangrientan sus propias mejillas, y la de sus propios hijos… Pena es que la sangre no le hierva al hombre en las venas…” (Patria, 9 de julio de 1892:1)

Ante esta realidad, se exhortará a los hombres a disolver el egoísmo individualista y encarnar una actitud altruista, de abnegación, y entrega a la idea de patria como valor superior, pero también y, sobre todo, registramos una constante alusión nuevamente a la relación padre-hijo, que funciona como recurso de apelación a la moralidad y de persuasión, en tanto exhortación a pensar sobre las consecuencias futuras de la propia actuación. Según Mora Sánchez (2008), nociones permanentes en el discurso de Martí como las de generosidad, responsabilidad, solidaridad, desinterés, confluyen en la configuración del pensamiento humanista de José Martí y en la construcción conceptual del “amor como concepto afectivo y cognoscitivo no sólo ético sino político, como voluntad de ser, de existir con dignidad” (2008:4).

Patria publica en 1894 una nota titulada Los pobres-ricos y los ricos-pobres, en la que este cruce de palabras alude a la penuria de carácter que muchas veces subyace a la riqueza material, y, por el contrario, la fortuna que representa el desapego y la entrega a un ideal social:

“No responden a nada que no sea egoísmo personal; que no vaya encaminado a aumentar sus proventos o sus apetitos exclusivistas. La patria es para ellos un nombre vano, o un centro explotable en que todo debe cotizarse, hasta los impulsos más nobles del corazón… Vedlos! Indiferentes al deber patriótico, a la causa de la independencia nacional, que daría más seguridad a sus capitales, y más prestigio a su nombre…” (Patria, 30 de octubre de 1894:2)

Como vemos, ética y recompensa serán dos elementos intercalados permanentemente en todo argumento que se oriente a interpelar a la clase más acaudalada. Y aunque la cita anterior refleje un sentimiento de enfado e indignación ante la actitud de dicho sector, no se puede menospreciar el apoyo financiero que finalmente se recibió, sobre todo, de los emigrados propietarios de las fábricas tabacaleras de La Florida, quienes se dispusieron a prestar su capital personal por la consecución de la libertad.  

De Patria, a la población afrocubana

La vocación integracionista de Patria no solo se corroboró en sentido clasista o socioeconómico; sino también étnico o racial según las concepciones de la época. Si bien la esclavitud se había abolido oficialmente apenas unos años atrás como resultado de la guerra de 1868-1878, las condiciones de vida de la comunidad afrocubana diferían por mucho aún de las que disfrutaba la población blanca. Todavía existían diferentes disposiciones jurídicas que restringían sus derechos civiles, y una arraigada tradición basada en prejuicios tácitos y hábitos culturales discriminatorios estigmatizaba sus personalidades y limitaba sus libertades[5].

La inclusión de la población negra dentro del movimiento independentista constituía un aspecto fundamental para la lucha por la emancipación. Por un lado, en términos numéricos, hubiera sido poco inteligente iniciar una guerra sin intentar captar la voluntad de un colectivo que representaba un tercio de la población[6]. Según Zeuske (2002), el potencial cuantitativo tan significativo del sector afrocubano, con su capacidad de incidir tanto en la lucha armada como en la política institucional en tiempos de paz, había generado que, desde hacía ya un tiempo, antes de que estallara la guerra en 1895, los distintos grupos políticos opositores dentro de Cuba se disputaran la hegemonía y el influjo sobre esta comunidad (lo que a su vez le posibilitó a esta última nuevas herramientas de negociación y participación política). Por otra parte, más allá de lo estratégico, cualitativamente, las ideas de libertad, igualdad y equidad social por las que abogaba el ideario martiano, conllevaban a expresar gran preocupación por su respeto y su inclusión en igualdad de condiciones que el resto de la sociedad en el proyecto de nación por edificar.

De esta forma lo expresó la dirección del PRC y el equipo editorial de Patria, construyendo un discurso específico y sensible a los intereses y necesidades de dicho grupo. El movimiento separatista se propuso interpelar activamente a este sector y manifestó un arduo compromiso con sus demandas. En este sentido, se publica en el periódico un artículo para expresar apoyo a los acuerdos de la “Asamblea de las Sociedades de Color”, reunida en La Habana en 1892, al considerarse que contribuía a “la lucha noble y necesaria (...) que libra el hombre batallador contra todo lo que no le asegure su bienestar, contra todo lo que le niega su decoro de hombre” (Patria, 10 de septiembre de 1892:1). En dicha nota, se presentan los ejes debatidos durante el evento y se expresa adhesión a las decisiones arribadas, entre las que destacaron: necesidad de contar con medios propios para el desarrollo de la instrucción de la comunidad negra, pero también la de exigir el derecho a la educación común sin distinción por color. Se reclamaba la disolución de las ordenanzas que prohibían o restringían el ingreso de la población negra a ciertos espacios públicos. A su vez, se acordó no solicitar tratos especiales, sino un régimen de igualdad real; ni orientar la política a la fundación de un partido electoral negro, que podría “perturbar la marcha de los asuntos generales del país”; por el contrario, se apelaba al respeto y la inclusión en los partidos políticos existentes.

Este último ítem particularmente, abría la posibilidad de una estrecha vinculación y solidaridad entre el movimiento afrocubano organizado y el movimiento independentista, aunque también generaba riesgos de un acercamiento a otros partidos. Durante los años previos al estallido de la revolución, Patria publica distintos artículos donde cuestiona con indignación los intentos y esfuerzos por parte del gobierno español de atraer bajo su órbita y desde un rol paternalista a los ex-esclavos redimidos. Como consecuencia, hallamos diversas editoriales que buscan arrojar luz sobre la hipocresía y contradicción de tal estrategia, habiéndose resistido el estado colonial a liberarlos y dignificarlos como humanos durante siglos y hasta hacía pocos años:

El gobierno de España en Cuba, veinticinco años después de que la revolución cubana abolió la esclavitud y suprimió en su primer constitución y en la práctica de sus leyes toda distinción entre negros y blancos, acaba de declarar, a petición del Directorio de la ¨clase de color¨, que los cubanos negros pueden tener asiento en los lugares públicos y sitio en los paseos y en las escuelas… ¿Quién abrió las puertas de la sociedad cubana, para que el gobierno español pudiese imitar tardíamente lo que la revolución hizo, con sublime espontaneidad y franqueza hace veinticinco años? ...

Sobre espectáculos del mayor horror brillaba el sol de Cuba antes de la revolución de 1868… España, sorda, era la única nación del mundo cristiano que mantenía a los hombres en esclavitud… El látigo, lo mismo que el sol, se levantaba allí todos los días. Los hombres, como bestias, eran allí arreados, castigados, puestos a engendrar, despedazados por los perros en los caminos… La revolución fue la que devolvió a la humanidad la raza negra, fue la que hizo desaparecer el hecho tremendo…
Allá, veinticinco años hace, concedió la revolución cubana al negro el paseo igual, el saludo igual, la escuela igual ¡España ha llegado muy tarde!… ¿Y cree el español astuto que, por esta imitación tardía de la justicia de la revolución, por este plato de lentejas –de derechos que están hace veinticinco años por la revolución reconocidos– les ha comprado a los cubanos negros la primogenitura de su honor? Se engaña España. (
Patria, 6 de enero de 1894:2)

Los fragmentos citados, emanados de la pluma de Martí y pertenecientes a la nota titulada Plato de lentejas que Patria publica en 1894, son tan solo unos de los muchos que exhiben el insistente esfuerzo por concientizar y difundir la idea de que la solución jamás podría ser la continuidad del colonialismo, sino la emancipación. La población negra constituiría al final el 60% del Ejército Libertador (aunque distintas posturas hacen oscilar la cifra entre el 40 y el 90%), denotando semejante participación el evidente poder de impacto que la prédica del movimiento independentista y su vocación de congregación logró materializar.

De Patria, a las mujeres

Es interesante reparar en el lugar otorgado a la mujer tanto en el discurso de Patria como en la estructura y funcionamiento del PRC. A pesar de que se ha estudiado bastante la imagen o concepción de la mujer elaborada por Martí, sobre todo en su obra poética y literaria[7] –resaltando su mirada más contemplativa o paternalista–, creemos que las ideas que se han destacado en dichas expresiones de su escritura no se corresponden con el rol que efectivamente se les confirió a las mujeres dentro del movimiento revolucionario. Consideramos que ha sido insuficientemente explorado el papel propiamente político que estas desempeñaron en el movimiento independentista y que se les ha reconocido tanto como estimulado por parte de la institución partidaria y el periódico Patria, de un gran valor en la historia de las luchas emancipatorias del siglo XIX.  

Un elemento privilegiado a resaltar en este sentido tiene que ver con la existencia de clubes políticos femeninos, integrados exclusivamente por mujeres, concebidos como parte de la estructura del PRC en igualdad de condiciones que los masculinos. Este tema ha sido estudiado por Estrade (1987), quien afirma que la inclusión de la mujer en las luchas por la liberación política de América en el S.XIX se ha presentada como subalterna y excepcional, resaltándose unos pocos nombres femeninos aislados que denotan fuertes individualidades, en lugar de grupos organizados de mujeres. Y en los pocos casos donde se ha reconocido la inserción de la mujer dentro de alguna organización, su actuación se enmarca dentro del colectivo general, pero no como manifestación de un movimiento exclusivo de mujeres hispanoamericanas.

Sin embargo, en el proceso de lucha por la independencia cubana, durante las últimas décadas del s.XIX nacieron en América diversas organizaciones exclusivamente femeninas que perseguían objetivos políticos. Estos primeros clubes surgieron inicialmente en territorio norteamericano, donde las reivindicaciones femeninas emergían con ímpetu desde 1848. A partir de 1892, comenzaron a proliferar aceleradamente,[8] y podemos observar cómo Patria los presenta públicamente a medida que van constituyéndose en la sección titulada “clubs nuevos”, incorporando los mensajes redactados por sus fundadoras en los que anuncian su adhesión al partido. A modo ilustrativo, cuando se difunde la conformación del club “Obreras de la independencia”, se publica el siguiente comunicado: “Hijas de Cuba, de esa infortunada tierra nuestra, y ansiosas de coadyuvar a prestar nuestro humilde y desinteresado concurso a la obra de la redención de la patria, por medio de la Revolución, aquí nos congregamos y aceptamos las Bases y Estatutos...” (Patria, 6 de agosto de 1892:3).

A veces, las nuevas incorporaciones son presentadas en artículos especiales. Por ejemplo, en la nota titulada “Nuestras Mujeres”, no solo se da a conocer la fundación del “Club Mercedes Varona nº2” en La Florida, sino también se desarrollan reflexiones y apreciaciones sobre el papel de la mujer y su importancia dentro del movimiento independentista:

“No es solamente aquí, en Nueva York, donde la mujer antillana se manifiesta activamente en los Clubs Revolucionarios: en Tampa, y Cayo Hueso, en esos centros hospitalarios en donde palpita viril el alma cubana, surgen también las asociaciones patrióticas de señoras, y los fondos redentores se aumentan con su óbolo, cuyo valor es extraordinario por la fuerza moral que en sí lleva…

Y no se crea que solo colectivamente la mujer antillana ha respondido a la voz del patriotismo revolucionario, no. Son innumerables las pruebas que tenemos de la acción resuelta e individual de la mujer, en pro de nuestros ideales. En el hogar, ella se muestra conforme con la actitud de nuestro partido, y sabemos de no pocas que apartan solícitas la cuota que debe pagarse al Club en que están afiliados los miembros de la familia; y en las manifestaciones públicas, ella, con su presencia, les da mayor prestigio, y robustece con sus aplausos los períodos rotundos y elocuentes de sus oradores. Las hay a quienes la nieve de los años no ha entibiado el fuego del corazón y que reparten el escaso jornal que sus manos cansadas logran ganar semanalmente, entre las asociaciones filantrópicas y los Clubs revolucionarios; las hay que peregrinan animosas por nuestros centros de emigración enardeciendo a los tibios, robusteciendo con su actitud a los decididos, despertando a los perezosos, en una palabra, levantando a todos los corazones. ¡Ah! Si alguna vez falta la virtud en la tierra, es porque ha desaparecido la mujer, que en sí la resume y compendia, y que la sabe llevar a los corazones varoniles…” (Patria, 27 de agosto de 1892:2).

La cita anterior nos permite afirmar que Patria genera un discurso que, si bien no cuestiona el lugar tradicional de la mujer en la sociedad de la época, sí enuncia otros roles que podemos considerar novedosos y disruptivos para su contemporaneidad: reconoce a la mujer como agente política, en tanto militante que actúa en el espacio público y toma un rol activo en las manifestaciones; como trabajadora y agente económica, que cede a la causa parte del salario que produce con su trabajo, como exiliada, forzada a peregrinar a los centros de emigración; como agitadora que aviva a los indiferentes o indecisos. Claramente la alusión a todos estos roles contiene un valor referencial moralizante y aleccionador que construye un modelo de conducta ejemplar basada en la abnegación y el sacrificio por la causa. El artículo concluye afirmando: “Idea que cuenta con tan valiosas propagandistas, triunfará indefectiblemente. ¡A ellas, pues, la corona más hermosa en la hora de nuestro triunfo!” (Patria, 27 de agosto de 1892:2).

Otra cuestión que contiene gran interés y que por razones de extensión no podemos más que mencionar aquí, postergando su desarrollo en profundidad, se relaciona con los testimonios que hallamos en Patria sobre la experiencia de lectura y buena recepción que algunas mujeres atestiguan en la correspondencia enviada al periódico y que dan fe de esa fusión de horizontes -el del texto y la lectora en este caso- que teoriza Ricoeur (2002). Tal es el caso de la siguiente carta que comienza: “déjame contarte (...) el efecto mágico que en mi ánimo produjo la lectura del último número de Patria” y prosigue “Apenas había transcurrido un minuto cuando ya no me acordaba de la lluvia ni de la tristeza, y con el corazón henchido de amor patrio sigo devorando aquellas columnas que despertaban en mí el más vivo interés y la admiración más profunda” (Patria, 7 de mayo de 1892:2-3). La capacidad de interpelación de la narrativa de Patria corroboran, en este caso, la dialéctica de interpretación, apropiación del texto y re-subjetivación del sujeto que vive la lectura como un proceso activo y transformador.

De Patria, a los españoles

Aunque en principio pueda causar cierta sorpresa, la comunidad española también resultó destinataria del llamamiento a la guerra contra España. Los motivos que llevaron a Martí a intentar atraerla a la lucha contra su propia Madre Patria, tenían que ver, por un lado, con que los peninsulares representaban un grupo poblacional muy significativo dentro de Cuba, no solo cuantitativamente, sino también cualitativamente, por su importancia y capacidad de influir en la política de la isla[9]. Sin embargo, la intención de incluirlos respondía además a los valores del movimiento y a un sentimiento fidedigno de fraternidad. Esta idea llevará a invitarlos a ser partícipes en la construcción de la nación soberana, asegurándoles un lugar digno en la futura república.

En este sentido, se procurará diferenciar a los españoles en tanto individuos, del gobierno que se cuestiona. Se recalcará cuidadosamente en el discurso de Patria que la guerra no buscaba atentar contra el pueblo español, sino contra un sistema que perjudicaba tanto a cubanos como a españoles por igual. Se insistirá en que la política colonial, con sus arbitrariedades, abusos y vejaciones, afectaba también negativamente a los propios españoles que buscaban allí trabajar y cultivar una vida digna. Con estos argumentos se intentará engendrar un sentimiento de empatía y solidaridad, así como concientizar de que la lucha no era unos contra otros, sino en unidad contra una dominación que sometía a un pueblo entero, favoreciendo solo a un muy restringido estrato de la sociedad, connivente con el gobierno peninsular:

Nada menos que enemigo de Cuba sería quien pretendiese levantar una valla funesta entre cubanos  y españoles … cuando oprimidos por igual bajo la tradición española, con su séquito de contratistas, beneficiarios y militares, el hijo de Cuba y el de España, y cerrados a ambos por igual el porvenir legítimo y su entidad humana, líguense el cubano y el español por el bien de la tierra común y la rebelión del decoro, contra el sistema incurable e insolente de gobierno que les ahoga la personalidad, anula el esfuerzo de su industria, cría a los hijos sin rumbo en el hogar inquieto, y les pudre el aire que respiran (Patria, 1 de noviembre de 1892:1-2)

La nota anterior se propone interpelar directamente a los españoles residentes en Cuba, explicando que también serían para ellos las recompensas de quebrantar el dominio colonial. Las menciones al cortejo de “contratistas, beneficiarios y militares” evidencian que no era la comunidad española en su conjunto quien gozaba de las gratificaciones producto de la explotación de Cuba, sino grupos muy acotados y precisos: al interior de la isla, la clase política, militar, y comerciante favorecida por el monopolio español; en la península las recompensas se repartían desigualmente, concentrándose sobre todo en las burguesías de determinadas comunidades[10]. 

Patria afirma que no existían razones para diferenciar según criterio de nacionalidad en aquella coyuntura histórica, ya que el factor fundamental tenía que ver con la dignidad, y una serie de valores consecuentes, sin distinción de origen. En este sentido se inscribía la siguiente nota:

El mundo tiene dos campos: todos los que aborrecen la libertad, porque solo la quieren para sí, están en uno; los que aman la libertad y la quieren para todos, están en otro. En Cuba, como en Puerto Rico, los dos campos son esos: españoles y criollos del alma autocrática… y los cubanos y los naturales de España que bajo ella ven ofendidas sus almas libres (Patria, 16 de abril de 1892:3)

Más que el lugar de nacimiento, era una determinación ética lo que distinguía, según el discurso de Patria, a unos hombres de otros: de un lado los oprimidos, del otro los que abusaban de esa opresión en su provecho. Sobre esta idea se afirmaba que cubanos y españoles de buenas intenciones y generosos deseos podían convivir pacífica y armoniosamente, así como construir conjuntamente un orden de cosas diferente, y beneficioso para ambas partes. Se insistiría en recalcar que la nación por fundar daría la bienvenida a todo aquel que desease vivir en ella, y jamás se ejercería discriminación alguna sobre distinciones raciales, culturales, económicas, nacionales ni diferenciación sobre ningún otro criterio que no fuese la honestidad, la bondad y la laboriosidad.

Con tales declaraciones, se intentaba mitigar los temores a una venganza, resentimiento desenfrenado, o política agresiva por parte de cubanos hacia españoles, durante la guerra o finalizada la misma, en tanto esta era la idea que se encargaban de propagar, en su mayoría, los medios peninsulares. La campaña comunicativa que tuvo lugar en España desde el principio del conflicto atribuía cualidades bestiales y despiadadas al ejército revolucionario, demonizando al enemigo para exacerbar el terror y rechazo por parte de la sociedad. Martí, anticipándose a tal operación propagandística que explotaría un cúmulo de prejuicios, falsas creencias y estereotipos, ya en 1892, antes del inicio de la guerra, publica:  

Los cubanos no hacemos, ni queremos, campaña de exterminio de nuestros padres, ni nos animan sentimientos de odio y de desprecio a nuestros antepasados; a España, es decir, a su explotación en América, es a la que combatimos: para el bienestar de peninsulares y de criollos es que convidamos a nuestro país al sacrificio… Degollar, quemar, aniquilar, no es nuestro programa, sino conservar, fundar, aunar, levantar, engrandecer. Con los españoles buenos queremos hacer la patria; pero con o sin los españoles estamos dispuestos a constituirla (Patria, 16 de junio de 1894:1).

Distintas notas apuntarán en este mismo sentido a derribar ideas artificiales y a contender la falsa información que circularía intencionalmente al respecto. En una editorial de Patria se responde a un artículo de la publicación francesa Le Monde Ilustré, que aludía a las preocupaciones por parte de la población española a ser maltratada luego de la, ya predecible, independencia cubana:  

“Nuestros padres… los que aman en sus hijos, con esa cabezada romántica de español castizo, la potencia de rebelión que desde su aldea infeliz y la quinta despótica y el arranque sangriento a las Américas ardió en su propia almalos españoles buenos, los españoles trabajadores, los españoles rebeldes, esos no tendrán nada que temer de sus hijos, no tendrán nada que temer de un pueblo que no se lanza a la guerra para la satisfacción de un odio que no siente, sinopara la conquista de la justicia” (Patria, 16 de marzo de 1894:2).

Patria levantará como bandera la consigna libertad sin ira, que intentaba impulsar una guerra lo más reducida y menos dañina posible. En una nota titulada Recomendaciones, Martí solicitaba: “Que continuamos la revolución sin odio a los españoles, y sin lisonja, con el propósito sincero de atraer a la neutralidad, o a la independencia … a los españoles, arraigados en Cuba, o deseosos de vivir en ella sin perturbarla ni dañarla” (Patria, 3 de septiembre de 1892). Se procurará disminuir al mínimo los efectos nocivos del conflicto sobre la comunidad, incluidos los españoles, y de demostrar especialmente a estos últimos que serían bienvenidos en el Estado por crear, asentado sobre los valores de la democracia, el respeto y la ecuanimidad. Se quería fundar una nación sin resentimientos ni enemigos, donde se respetasen los derechos de todos los elementos diversos para su convivencia en paz y armonía.  

Finalmente, un importante número de españoles apoyó la causa separatista y muchos incluso participaron activamente en la guerra combatiendo contra su patria natal. Esto incluyó no solo a la población hispana radicada en Cuba desde hacía tiempo, que había desarrollado cierto arraigo o un incipiente sentimiento nacionalista, sino además españoles que no vivían en Cuba sino en Norteamérica junto a la emigración antillana allí radicada, e incluso, también se mudarían de bando españoles que habrían viajado desde España especialmente a luchar en la guerra, uniéndose al ejército revolucionario durante el transcurso de la misma[11].

Reflexiones finales

La formación de un movimiento separatista dispuesto a emprender la guerra de independencia de Cuba fue viable mediante la congregación de diversos actores que hasta entonces no habían sido interpelados por un discurso común, pero que la vocación unificadora de Martí subsanó, al aunar una gran heterogeneidad social en el proyecto revolucionario. Para esto se requería articular toda una red que integrara y conectara tanto a la emigración como a distintos sectores de Cuba en torno al Partido Revolucionario Cubano, y predispusiera a múltiples grupos al esfuerzo, colaboración y entrega a una acción de tal magnitud. La emancipación sólo era posible sobre la base de lo colectivo, y esta premisa se reflejó en el periódico Patria que, igual que la idea de patria, se sostenía sobre una comunión de vínculos y sentimientos compartidos.         

Patria comenzó por cultivar los valores democráticos en su propio seno, y no únicamente como aspiración futura. Si bien inició auto-definiéndose como la voz de los independentistas de Nueva York, rápidamente vio ampliada su influencia por territorios diversos, mientras múltiples voces y lectores se sumaron progresivamente, y las agrupaciones y clubes elegían por su propia iniciativa adherir al PRC y nombrar a Patria como su legítimo portavoz. Es decir, alcanzó su rol de órgano oficial del partido gracias a una dinámica social que surgió desde las bases, al ser los propios adherentes quienes decidieron, voluntariamente y desde abajo, otorgarle ese poder de representatividad.  

Al mismo tiempo, la publicación destinó a su comunidad un discurso ampliamente inclusivo, pero sin perder de vista que, en su propósito de abarcar, no debía homogeneizar, por lo que tuvo especial cuidado en no disolver aquellas singularidades y diferencias que distinguían y complejizaban al entramado social. En este sentido, reflejó en su mensaje una profunda comprensión de las particularidades de cada grupo social y sus necesidades, mostrando a su vez que las soluciones requeridas por los diversos sectores no se excluían entre sí; al contrario, a todos favorecería la lucha revolucionaria. Si bien cada grupo proyectaría sus propio horizonte de expectativas y anhelos para la futura república, la unidad constituía una condición primera e indispensable, siendo menester superar el colonialismo y conseguir la independencia como marco fundamental desde donde negociar las distintas aspiraciones e ideas de nación. En efecto, se configuró y difundió a través del periódico un discurso que logró diversificarse y adaptarse a diferentes destinatarios, interpelando a actores que históricamente no habían sido considerados interlocutores ni sujetos protagónicos en la construcción de la política nacional. 

A lo largo del artículo contemplamos cómo Patria desempeñó un rol de mediación que posibilitó la comunicación y articulación de diversos actores que concertaron una voluntad común a favor de la descolonización de las Antillas. Observamos el discurso que Patria construyó para cada grupo particular, atendiendo a diversas problemáticas, necesidades, condiciones y sensibilidades que debía integrar para su interpelación y convocación. Entre estas, notamos que: las mejoras socio-económicas, el trabajo digno y el pago justo a los trabajadores; las condiciones beneficiosas para la prosperidad de las industrias; la verdadera igualdad e integración de la población afrocubana; el reconocimiento y valoración del rol político de la mujer en la sociedad; el respeto y trato equitativo a la población española, eran todas cuestiones presentes y recurrentes en el discurso sobre la futura república por cimentar. Pero para esto, era imprescindible primero librar la Guerra Necesaria: luchar por la independencia de Cuba no implicaba desviar el potencial de cada grupo hacia fines ajenos o indiferentes a sus verdaderas necesidades, sino que constituía condición sine qua non para superar el estado colonial y debatir un proyecto de país desde la democracia y libertad.  

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Anexo

Imagen ilustrativa de una portada modélica del periódico Patria (ejemplar nº9, 7 de mayo de 1892)

Recibido: 19/03/2024

Evaluado: 10/05/2024

Versión Final: 06/06/2024

páginas / año 18 – n° 46/ ISSN 1851-992X /2026                         


[1] A lo largo del trabajo utilizaremos mayoritariamente el masculino genérico, aunque importa aclarar que este plural masculinizado no excluye al género femenino. Nuestra decisión está basada en el propósito de esta investigación, que, más que realizar una reconstrucción histórica, busca llevar a cabo el análisis discursivo de una fuente periodística, por lo que nos proponemos ser lo más fieles posibles al lenguaje y a los términos empleados por el propio periódico estudiado. Consideramos que resultaría anacrónico colocar especial énfasis en la cuestión de género en el caso de esta fuente en particular, producida en el siglo XIX, donde tal asunto no era una preocupación primordial para su equipo editorial. Sin embargo, damos constancia de que, aunque no se especificara explícitamente en el lenguaje, las mujeres se consideraban parte integrante del movimiento en igualdad de condiciones que los hombres, y expondremos las razones de esta afirmación en el último apartado del artículo.

[2] Sobre sus rasgos físicos, su formato era similar al tabloide, contaba con cuatro carillas y la información se dividía en cuatro columnas bajo la cabecera (ver anexo). En cuanto a su estructura, algunos elementos se mantuvieron constantes y otros variaron con el tiempo. Un componente inamovible en la portada fueron las Bases del Partido Revolucionario Cubano, seguidas de los nombres de los integrantes del Directorio y Cuerpos de Consejos. Continuaba una lista de clubes afiliados al partido según localidades y eventualmente algunas comunicaciones oficiales. Respecto a sus secciones, aunque no estaban claramente delimitadas, solían dedicarse las primeras dos planas a notas editoriales, ensayos y crónicas, donde la información del acontecer político se fusionada con la opinión, y se materializaba a través de un estilo literario, incluso poético, fiel a la pluma martiana, quien escribía los artículos más importantes. Su temática versaba prioritariamente sobre la situación política de Cuba, o de los centros de emigración cubanos más importantes de EE.UU. El contenido de la tercera carilla solía ser de índole cultural, aunque por períodos concretos existieron secciones más o menos fijas como Episodios de la Revolución (narraciones históricas sobre las guerras independentistas previas con un carácter instructivo, moralizante y ejemplificante) o La verdad sobre los Estados Unidos (destinada a exponer sus problemas internos y sus políticas imperialistas). También se publicaba correspondencia escrita por lectores/as y otros comunicados enviados por diferentes clubes o miembros partidarios. La última página se destina a anuncios publicitarios de profesionales, industrias y comercios de cubanos/as residentes en EE.UU, quienes no solo buscaban promocionar sus emprendimientos sino, especialmente contribuir financieramente al movimiento.

[3] Con esta afirmación no queremos decir que no pueda pensarse a toda la prensa en general como portadora de una ideología. En este caso, aludimos a que la difusión ideológica de las ideas separatistas consistía para Patria su objetivo prioritario y superior a cualquier otro interés. Y esta característica distinguía a la publicación del modelo de prensa hegemónico que se consolida y vive su edad de oro no solo en la misma época sino también con epicentro en la ciudad de Nueva York, donde se editaba Patria, aunque respondiendo a un modelo de producción y unos objetivos muy diferentes. Nos referimos a la prensa industrial o prensa de masas (incluida su vertiente más popular, la prensa de a centavos, siendo sus claros exponentes contemporáneos el  New York Journal y New York World, y su vertiente más elitista relacionada con la prensa de calidad en torno al modelo del New York Times). Para este tipo de prensa, orientada al mercado, la búsqueda de la masividad y por ende, de beneficios económicos, se sobreponía a cualquier tipo de compromiso con agrupación política o ideológica alguna; por el contrario, en numerosas ocasiones solía presentarse como neutral y ajena a la política partidaria, lo que muchas veces permitía contar una nutrida variedad de fuentes de ingresos (Gómez Mompart & Marín Otto, 1999; Vázquez-Montalbán, 2014)

[4]A finales del S.XIX existían importantes comunidades cubanas en varias ciudades norteamericanas, algunas incluso fundadas y pobladas en su mayoría por cubanos o antillanos, sobre todo en el área de La Florida, por su proximidad geográfica con el Caribe hispano. Ejemplos de ciudades donde se fundaron clubes afiliados al PRC fueron: Key West, Atlanta, New York, Brooklyn, Tampa, Jacksonville, Thomasville, Chicago, Philadelphia, Ocala, New Orleans, entre otras.

[5] Si bien con los años se sucedieron distintas declaraciones oficiales y pronunciamientos en contra de la segregación, la necesidad de estas medidas demuestra la persistencia de la misma (Piqueras, 1997).

[6] Según el censo realizado en 1898 por el gobierno estadounidense, la población de Cuba era de 1.572.797 habitantes, 1.052.397 blancos y 520.400 “de color”, este último grupo se dividía a su vez en negros, mulatos y chinos (Tinajero, 1998)

[7] (Por ejemplo, ver: Bejel, 2006; Cruz, 1992; Febles, 2010)

[8] Aunque se conocen algunas agrupaciones exclusivamente femeninas durante la Guerra de los Diez Años (1868-1878) como la Junta Patriótica de Damas en Nueva York, Las Hijas del Pueblo en Nueva Orleans, y un Comité Central de Señoras que funcionó clandestinamente desde La Habana, fue en 1892 que se crearon 8 clubes femeninos revolucionarios, siendo 49 al final de Guerra Necesaria (1895-1898), (Campos, 2010).

[9] Según el censo realizado en 1899 por el gobierno norteamericano, en Cuba vivían 129.240 españoles (oriundos de España, excluyendo a sus descendientes nacidos en la isla). Esta cifra, que representaba el 75% de los extranjeros en Cuba, es posterior al desenlace de la guerra, por lo que incluye solo a los españoles que habían permanecido a pesar de los hechos convulsivos (Alonso Valdés 2000:8-9; Tornero, 1998:27).

[10] La política de la Restauración se asentaba en la conciliación de intereses siderúrgicos del País Vasco, los textiles de Cataluña, y los cerealistas de Castilla y León. Así, los mercados ultramarinos, especialmente el cubano, al ser un mercado coactivo en términos casi monopólicos, constituían un elemento de estabilidad para el régimen, al otorgar ganancias aseguradas a los productores y comerciantes de los sectores aludidos (Alonso-Valdés & Blanco-Rodríguez, 1996:77).

[11] Para profundizar en las diversas experiencias y razones que influyeron en estas decisiones ver Ratuschny, 2021.