La literatura auto ficcional como fuente de la historia reciente: El caso de La Interlengua, de Mónica Zwaig
La literatura auto ficcional como fuente de la historia reciente: El caso de La Interlengua, de Mónica Zwaig[1]
Autofictional Literature as a Source of Recent History: The Case of "La Interlengua" by Mónica Zwaig
Ayelén Colosimo
Centro de Investigaciones Sociales,
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas,
Instituto de desarrollo económico y social,
Universidad Nacional Tres de Febrero (Argentina)
https://orcid.org/0000-0002-1511-4487
Resumen
En este trabajo se aborda la relación historia reciente, memoria y literatura. Para ello, propongo trabajar con la literatura autoficcional de hijas e hijos de detenidos y desaparecidos por la última dictadura cívico militar argentina, quienes han emergido como sujeto político organizado y orgánico en el año 1994 con la agrupación H.I.J.O.S. Sin embargo, a partir de los años 2000 han proliferado en las artes y en especial, en la escritura de narraciones autoficcionales.
La propuesta es utilizar la literatura autoficcional como fuente para la historia reciente, puesto que permite comprender la obra como un producto de su tiempo, generando comprensión del contexto social, político e histórico en el que fue escrita. Por otro lado, se puede analizar la discursividad en el contexto de la producción: qué se dice, cómo se dice y qué temáticas del proceso de escritura se vislumbran en la producción. Este tipo de abordaje facilita conocer cuáles eran los intereses y los temas que circulaban en tiempos de la escritura que analizamos. Finalmente, permite comprender al enunciador y trazar la biografía de ese autor protagonista e inscribirlo dentro -o fuera- del relato. En este caso, analizaremos la obra, La interlengua de Mónica Zwaig (2023).
Palabras clave: Historia reciente; Memoria social; Literatura; Hijxs.
Abstract
In this paper, the relationship between recent history, memory, and literature is addressed. To this end, I propose working with the autofictional literature of the sons and daughters of those detained and disappeared during the last civic-military dictatorship (hereinafter referred to as "children"). They emerged as an organized and organic political subject in 1994 with the formation of the group H.I.J.O.S. However, since the 2000s, they have proliferated in the arts and especially in the writing of autofictional narratives.
The proposal is to use autofictional literature as a source for recent history, as it allows the work to be understood as a product of its time, generating an understanding of the social, political, and historical context in which it was written. On the other hand, it is possible to analyze discursivity in the context of production: what is said, how it is said, and what themes of the writing process are glimpsed in the production. This type of approach facilitates understanding what the interests and topics circulating at the time of writing were. Finally, it allows us to understand the enunciator and trace the biography of that protagonist author, situating them within—or outside—the narrative.
Here, we will analyze "La Interlengua" by Mónica Zwaig (2023).
Keywords: Recent History; Social memory; literatura; Hijxs.
Introducción
En este estudio se pretende ahondar en la conexión entre la historia y la memoria, así como en las tensiones entre la narrativa y la reconstrucción. Con este propósito, se propone examinar la producción literaria de hijas e hijos de personas que fueron detenidas desaparecidas, asesinadas, encarceladas por motivos políticos o exiliadas (en adelante, hijxs) por el terrorismo de Estado ocurrido en Argentina entre los años 1975-1983.
Estos hijxs, han surgido como una entidad política organizada desde 1994 con la formación del grupo de Hijos e Hijas por la Identidad y la Justica, contra el Olvido y el Silencio (H.I.J.O.S.). Sin embargo, a partir de la década de 2000, han proliferado en las expresiones artísticas y, en particular, en la escritura de narrativas autoficcionales. Estas obras literarias ofrecen nuevas perspectivas y enfoques sobre el proceso de memoria, permitiendo comprender mejor el fenómeno del terrorismo de Estado y sus repercusiones.
Examinar esta literatura como un recurso histórico abre la puerta a un análisis exhaustivo y diversificado. Por un lado, facilita la comprensión de la obra como un reflejo de su tiempo, proporcionando información sobre el contexto social, político e histórico en el que fue escrita. Por otro lado, permite analizar la construcción discursiva dentro del contexto de su creación: qué se comunica, cómo se hace y qué aspectos del proceso de escritura se revelan en la obra. Este enfoque ayuda a entender los intereses y temas prevalentes durante el período en que se escribió la obra que estamos examinando. Por último, nos permite entender al narrador y trazar su biografía, situándose dentro o fuera del relato según corresponda.
En este análisis, nos enfocaremos en La interlengua de Mónica Zwaig (2023) para destacar la reconstrucción histórica y narrativa que este género literario nos ofrece.
¿Cuál es la relación entre el pasado reciente, la memoria y la Historia? Aquí, propongo pensarlo como un espacio de encuentro y a las memorias como insumos para la tarea de historizar. Comenzaré por definir qué entendemos por Historia y qué por memoria social. Esto lo haré retomando la bibliografía que, desde hace décadas se preocupa por esta relación, señalando que las nuevas historiografías contemplan el pasado reciente como objeto disciplinar de la Historia y el vínculo estrecho con las memorias sociales.
Con esta perspectiva, abordaremos el rol de la literatura autoficcional de hijxs[2] como una fuente histórica. A lo largo de este trabajo, espero demostrar que la literatura de lxs hijxs es una fuente que vincula estrechamente la historia reciente y que la memoria social constituye insumo de valor en la reconstrucción del pasado reciente, sopesó el análisis la reflexión acerca del rol que adoptamos como historiadores y los trabajos[3] que se realizan con y por las memorias.
Esbozando una definición de Historia
Para pensar la construcción de un relato histórico, vale preguntarnos primero qué entendemos por Historia y cuál es su función. Coincidiendo con Marc Bloch entendemos que el objeto de la historia son por naturaleza las personas (Bloch, 2001), y no solo el tiempo pasado como tal, ya que, lo que en verdad interesa a las/os historiadoras/es es el ser humano en las distintas épocas, sus modos de vida, su política, su cultura, sus organizaciones económicas, los modos de comprender y justificar sus construcciones, entre otras cosas. No el tiempo pasado en abstracto.
Estudiar la Historia significa tender un puente entre el pasado y presente buscando una continuidad o la raíz de consecuencias que se mantienen en el presente del historiador/a, o puede significar buscar la manera en la que un acontecimiento fue entendido y asimilado por una sociedad. Walter Benjamín advierte que articular históricamente lo pasado no significa reconocerlo tal y como verdaderamente ha sido (Benjamín, 2012 [1973]) sino que significa adueñarse de un recuerdo tal y como se relumbra en el presente. Es inherente a la comprensión del pasado, su vínculo con el presente, ya que desde nuestro ahora intentamos reconstruir eventos históricos que consideramos, en ese presente, relevantes.
El discurso histórico recupera la voluntad de construcción de un relato. La historia produce conocimiento crítico y construye a partir de las fuentes, un relato histórico que en la mayoría de los casos puede tener un sentido político. La Historia nunca podrá contarse del todo y nunca tendrá un cierre: no podremos recorrer las diversas posturas detrás de un conflicto político, ni todas las formas sociales de comprender un determinado cambio cultural, ni todas las variables que se pueden poner en juego en una reconstrucción de un suceso ajeno a quien lo relata. Además, según los cambios de época con los que conviva la/el historiador/a, se mirarán con otros ojos el pasado y se esperará contemplar problemáticas antes ignoradas por los relatos previamente construidos.
Definiciones sobre la memoria social
Jedlowski explica que la memoria social puede ser “Entendida como un conjunto de representaciones del pasado, producidas, conservadas y transmitidas dentro de los grupos sociales” (2000: 127). Así, la memoria es inherentemente una selección: ciertos aspectos serán conservados, otros relegados y olvidados. Un componente fundamental de la memoria es su capacidad de selección (Todorov, 2000); el olvido forma parte de la memoria (Yerushalmi, 1999). La formación de la memoria social se erige sobre la base de recuerdos, historia, olvidos y omisiones. Por lo tanto, la memoria no se contrapone al olvido, sino que implica una interacción de ambas.
Entendemos la memoria social como un relato del pasado construido y compartido por un grupo social. Hay tantas memorias como grupos sociales, produciéndose disputas entre ellas (Jelin, 2022b [2002]) por la imposición en el plano de la hegemonía. Está moldeada, informada y condicionada por el contexto histórico y social y se produce y reproduce dentro de los marcos sociales (Halbwach, 2004 [1964]) que habitamos. Las memorias se convierten en un objeto de estudio de relevancia, incitando a explorar las conexiones entre historias pasadas y recuerdos recientes, así como el qué y el cómo se recuerda (Jelin, 2002b).
Enzo Traverso (2007) sostiene el carácter subjetivo y dinámico de las memorias, su influencia por el presente, la mantiene en perpetua transformación. Sin embargo, aquí pensamos en los relatos memoriales que historizan y establecen relaciones entre el pasado, el presente y -siempre- la política. En este sentido, Elizabeth Jelin (2022) explica que hablar de memorias implica abordar el presente. En realidad, la memoria no es el pasado en sí, sino la manera en que los individuos construyen un significado del pasado, un pasado que se actualiza al vincularlo con el presente en el acto de recordar u olvidar, también en función de un futuro deseado. Situar temporalmente la memoria implica referirse al "espacio de la experiencia" en el presente, que engloba y construye la experiencia pasada y las expectativas futuras. La experiencia constituye un "pasado presente, cuyos eventos han sido incorporados y pueden ser recordados" (Koselleck 1993, p. 338). El pasado ya aconteció, es algo determinado, inalterable. Sin embargo, lo que puede cambiar es el sentido atribuido a ese pasado, puesto que está sujeto a interpretaciones arraigadas en la intencionalidad y las expectativas hacia el futuro. Este sentido del pasado es activo, elaborado por agentes sociales en contextos de confrontación y lucha contra otras interpretaciones, frecuentemente en oposición a olvidos y silencios.
Entre la Historia y las memorias: la Historia reciente
Tal como señalan Franco y Levin (2007: 33) la historia reciente no tiene acuerdo para la fechación ni la cronología[4]. ¿Qué es la historia reciente? Podríamos decir que es ese periodo cercano al momento en que el/la investigador/a lo está analizando y que
“(...) no se define según reglas o consideraciones temporales, epistemológicas o metodológicas sino, fundamentalmente, a partir de cuestiones siempre subjetivas y siempre cambiantes que interpelan sociedades contemporáneas y que transforman los hechos y proceso del pasado cercano en problemas del presente” (Franco y Levín 2007: 35).
La primera y más significativa característica reside en que la Historia reciente se centra en procesos históricos aún en curso cuyas repercusiones directas continúan ejerciendo fuertes influencias sobre el presente, ya sea en términos de conflictos sociales y procesos políticos en desarrollo, en el ámbito de la memoria colectiva, en el contexto de luchas sociales o en debates actuales. Es decir, se trata de narrativas del pasado que persisten en el presente y que ejercen influencia en las proyecciones y representaciones futuras de los colectivos sociales y los individuos. Por consiguiente, esta modalidad de Historia suele surgir en naciones que han experimentado situaciones de considerable violencia social y política, tales como conflictos bélicos, guerras civiles, formas de terrorismo estatal y episodios de victimización de sectores de la sociedad. Estas realidades generan demandas de reparación y continúan siendo temas vigentes en la actualidad incluso décadas después de los eventos en cuestión.
De esta premisa se deriva otro aspecto fundamental del ámbito histórico en cuestión: su naturaleza intrínsecamente política, entendida en un sentido amplio. Se establece así un vínculo, no siempre explícito, pero generalmente consciente entre la labor investigativa, el tema u objeto de estudio y la búsqueda de determinados objetivos éticos o políticos, como por ejemplo la recuperación de memorias históricas o la aspiración de justicia por parte del/a investigador/a.
Otro rasgo distintivo de la Historia del presente o Historia reciente es la presencia de testigos vivos que han experimentado el pasado objeto de estudio y que pueden aportar sus testimonios. Estos testigos constituyen las fuentes orales con las que el historiador trabaja y que han sido previamente mencionadas. Por consiguiente, algunos investigadores definen la Historia reciente como aquella que involucra "recuerdos de al menos una de las generaciones que comparten un mismo presente histórico", lo cual puede abarcar hasta tres generaciones vivas simultáneamente, es decir, unos 80 o 90 años hacia el pasado (Mudrovcic, 2000).
Otro argumento esgrimido por los historiadores tradicionales era que el pasado reciente no podía ser estudiado debido a la falta de fuentes, ya que los documentos públicos y políticos no solían ser accesibles. Sin embargo, rápidamente se ha constatado que el estudio del tiempo presente cuenta con otro tipo de documentos que permiten diversificar sus fuentes, como el archivo oral. Y en este trabajo, propondremos, que ante el aumento y proliferación de narrativas biográficas/autobiográficas y autoficcionales en relación a sobrevivientes del terrorismo de Estado y de sus familiares, se puede considerar el uso de la literatura con las características indicadas, como una fuente de la historia reciente.
Tradiciones y tensiones
A medida que avanzaron los estudios sobre memoria social, distintos autores se han posicionado al respecto de la relación teórica y práctica de la Historia y la memoria social. Aquí presentamos una breve organización de los principales aportes.
En virtud de entender a la memoria social y a la Historia como opuestos, sobresale la postura de Maurice Halbwachs (1968 [1964]), el creador del concepto de la memoria colectiva y el impulsor de los estudios sociológicos sobre las memorias considera que la dupla que nuclea este trabajo, es antitética. Este sociólogo dirá que “la historia sólo comienza en el punto en que acaba la tradición, momento en que se apaga o descompone la memoria social” (212), vemos así que la respuesta a la oposición que propone es cronológica: tiene que acabar la memoria para que comience la Historia. En un registro similar se ubica el pensamiento de Pierre Nora quien sostiene que:
“Memoria e historia funcionan en dos registros radicalmente diferentes, aun cuando es evidente que ambas tienen relaciones estrechas y que la historia se apoya, nace, de la memoria. La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado. Por esa razón, la memoria siempre es portada por grupos de seres vivos que experimentaron los hechos o creen haberlo hecho. (...) La memoria es siempre un fenómeno colectivo, aunque sea psicológicamente vivida como individual. Por el contrario, la historia es una construcción siempre problemática e incompleta de aquello que ha dejado de existir, pero que dejó rastros” (Corradini, 2006).
Es notorio que en el planteo de Nora sobresale una perspectiva que reproduce en el par historia/memoria la contraposición propia de lo racional y lo emocional. Por su parte, el ya mencionado Enzo Traverso (2007) entiende que estos dos espacios se mantienen distantes puesto que
“(...)la memoria es eminentemente subjetiva (...) es cualitativa, singular, poco cuidadosa de las comparaciones, de la contextualización, de las generalizaciones; no tiene necesidad de pruebas” (73)
y justificando la plausibilidad de la investigación en la lejanía temporal, sostiene que:
“(...) la historiografía exige una toma de distancia, una separación, incluso una ruptura con el pasado al menos en la conciencia de sus contemporáneos, lo que es la condición esencial que permite proceder a una historización, es decir, a una puesta en perspectiva histórica del pasado” (81).
Este historiador explica la diferencia en relación a la construcción del relato que traza cada una. Así, dirá que la memoria organiza las representaciones del pasado del modo en que se forjan en el presente, estructura y organiza las relaciones sociales y permite trazar la continuidad histórica entre el tiempo pasado y el actual. De modo que entiende la memoria como la construcción siempre atravesada por los conocimientos subjetivos del testigo -protagonista clave de este modo de narración. Mientras que la escritura de la Historia, requiere un alejamiento epistemológico del objeto de estudio. Reconstruir un relato del pasado implica alejarse temporalmente del suceso y repensarlo en relación con actores, fuentes y contextos que permitan comprenderlo. Desde ya, advierte Traverso, esto no quiere decir que la Historia sea objetiva, siempre hay una elección temática que se ve impregnada en decisiones subjetivas. Sin embargo, la elaboración y reconstrucción del hecho pasado requiere cierto alejamiento.
Por otro lado, encontramos perspectivas que comprenden a las memorias sociales como complementos para la disciplina histórica. En esta línea, podemos ubicar el trabajo de Franco y Levin, en el cual sostienen que “(...) La memoria puede ser útil para reconstruir ciertos datos del pasado a los cuales es imposible acceder a partir de otro tipo de fuentes” (2007: 43). Vemos que, en la perspectiva de estas autoras, la memoria da acceso a las/os historiadoras/es a fuentes, datos y archivos que habilitan el trabajo de la historia. En línea similar, se ubica la perspectiva de Federico Lorenz: este historiador sostiene que:
“(...) entre Historia y memoria existe más bien una relación de retroalimentación. Esto coloca en un plano de gran importancia la condición de agentes públicos de los historiadores: sus relatos acerca del pasado influyen en la visión que otros actores sociales tienen acerca de éste. La historia crítica y se relaciona con el discurso de la memoria bajo tres modalidades: una “documental”, una “explicativa y otro “crítica” (Lorenz, 2006:270)
Vemos que la perspectiva no niega las dificultades que señalan los primeros investigadores que diferenciaban en los registros del pasado. Sino, que las nuevas generaciones historiográficas, considerando estas tensiones, proponen tomar de las memorias sociales los insumos que le permitan dar una profundidad y complejidad a la reconstrucción del relato histórico que como historiadoras/es hacemos. Vale resaltar que otra forma de relación entre estos tópicos también se ha llevado a cabo como una historia de las memorias[5]. En este sentido, y luego de este breve repaso, me ubico en este segundo grupo y considero que la Historia puede valerse de las reconstrucciones sociales propias de los procesos memoriales en sus múltiples formas.
De vector a fuente: el rol de la literatura como fuente de la historia reciente.
Nos referimos aquí a los objetos que relatan y generan perspectivas memoriales, utilizamos la expresión vectores de memoria, siguiendo el planteo de Henry Rousso, quien explicó que en su investigación
“(...) hice hincapié en las modalidades y contenidos de ciertos “vectores de memoria” (las conmemoraciones, las obras fílmicas, los escritos históricos) o sea, indicadores que ofrecían todos de manera explícita o implícita (para mi mirada de observador) representaciones singulares, claramente fechadas en el tiempo y bien ubicadas en el espacio” (2012:7)
Con una impronta similar, Elizabeth Jelin se refirió a estos mismos mecanismos como
“(...) vehículos de la memoria, tales como libros, museos, monumentos, películas, o textos de historia. También se manifiesta en actuaciones y expresiones que, antes que re-presentar el pasado, lo incorporan performativamente” (2022 [2002]: 58).
Ambos, Jelin y Rousso, reconocen en estos objetos la capacidad evocativa de la memoria, a la que aquí proponemos utilizar como fuentes históricas. En este sentido, además de la fuente oral -fuente de uso privilegiado por investigadoras/es de la memoria social y de la historia reciente- se pueden utilizar expresiones artísticas que desde un relato autoficcional o biográfico o autobiográfico, que permitan reconstruir el proceso de producción del objeto/obra, este análisis nos ayudará a comprender el contexto de producción, y a su vez, como fuente de la historia reciente.
El trabajo y uso de las fuentes orales ha sido ampliamente analizado por Pollak (2006) como ejercicio que permite acceder a las historias que permanecen subalternas en diversas coyunturas. El mayor representante es el historiador Alessandro Portelli (1991), quien estableció las características distintivas de la historia oral, tradición retomada por historiadores recientes como Benadiba (2007), Pozzi (2017), Flier (2018), Jaschek y Raggio (2005), entre otros. En lo concerniente al empleo de la literatura como recurso para comprender el pasado, es esencial destacar que la comunidad historiográfica la reconoce como una fuente de validez incuestionable en la disciplina histórica. Aquí, la propuesta es revisitar la literatura autoficcional y leerla en la conjunción de testimonio y fuente.
Al analizar la literatura como fuente, se efectúa un análisis multifacético: por un lado, permite entender la obra como un objeto en sí mismo. En otras palabras, posibilita comprender la temporalidad en que la obra fue publicada, lo cual a su vez nos proporciona una visión del tiempo social, político e histórico del entorno en que se produjo. La investigación sobre la circulación de una obra literaria ofrece una comprensión de los circuitos culturales de distribución y lectura. Investigar quién lee, en qué época y bajo qué condiciones son interrogantes relativamente simples de responder, según afirma Laboranti (2017). Para corroborar este planteamiento, recurrimos a uno de los análisis más notables en la historiografía: El queso y los gusanos (1999 [1976]) de Carlo Ginzburg quien, a partir de conocer el acceso a bienes culturales, reconstruye el circuito de circulación de ideas de los sectores subalternos en Italia durante el siglo XVI.
Por otro lado, se puede emplear la fuente escrita para comprender la discursividad en el contexto de su producción: qué se está diciendo. Este enfoque facilita entender los intereses y temas que circulaban en la época de la escritura que estamos analizando. Ya sea en un género ficcional o biográfico, nos permite comprender el contenido producido como un interés de la época. Georges Duby y Michelle Perrot (2018 [1992]) sostienen que las imágenes literarias proporcionan una perspectiva amplia, ya que permiten entender la idiosincrasia cultural que se refleja en el relato. Aunque el arte y la literatura no fueron creados como fuentes históricas, su potencial como tales nos permite acceder a un conocimiento diferente del pasado: modismos, expresiones, o inferir costumbres a partir de descripciones de prácticas cotidianas de una época pasada a las que no podríamos acceder de otra manera.
Finalmente, la literatura permite comprender al emisor y trazar la biografía de ese autor y/o protagonista, o representante de un sector, e integrarlo dentro o fuera del relato. Siguiendo la corriente historiográfica de los sectores populares o subalternos, representada por historiadores marxistas como Hobsbawm (1983, 1989), Thompson (1989) o Aries y Duby (1985), es posible cuestionar el papel de los sectores narrados en la propia narrativa histórica. Ejemplos notables incluyen las narraciones sobre mujeres escritas por hombres (Duby y Perrot 2018 [1992]), o narraciones sobre sectores populares escritas por élites (Reid Andrews 1998, Di Meglio 2008, Fradkin 2008). Las presencias y ausencias en las polifonías literarias dan cuenta de los procesos sociales y del papel de los individuos en ellos. Las lecturas y análisis de clases oprimidas presente en las producciones literarias se hacen presentes en las propuestas de Williams (2009 [1977]) y Caudwell (1938).
De esta manera, empezaremos diferenciando estos géneros: autobiografía y ficción. Retomando la definición desarrollada por Paul De Man, decimos que:
“La autobiografía no es un género o un modo, sino una figura de lectura y de entendimiento que se da, en cierto punto, en todo texto. El momento autobiográfico tiene lugar como una alineación entre los dos sujetos implicados en el proceso de lectura, en el cual se determinan mutuamente por una sustitución reflexiva mutua” (1984: 112).
Este autor parte de la definición y la discusión planteada por Philippe Lejeune, quien desde un análisis literario define que la autobiografía es un “relato retrospectivo en prosa que una persona real hace de su propia existencia poniendo énfasis en su vida individual y en particular, en la historia de su personalidad” (1986:50). Lejeune explica que “la autobiografía (narración que cuenta la vida del autor) supone que existe una identidad de nombre entre el autor (tal como figura, con su nombre, en la cubierta), el narrador de la narración y el personaje de quien se habla” (61) para reforzar diciendo “lo que define la autobiografía para quien la lee es ante todo un contrato de identidad que es sellado por el nombre propio” (72), lo que se establece entonces es un pacto de credibilidad a la identidad de autor por parte del lector.
La idea de espacio autobiográfico es implementada por Lejeune para plantear estas escrituras que quedan disponibles y que vinculan el relato con el autor. Continuando con esta idea, Arfuch explicará, que en este espacio biográfico se produce un tercer tiempo que es el resultado del entrecruzamiento de la historia y de la ficción que produce la articulación entre ambos (2010:90). Basándonos en que estas narrativas se consolidan sobre el espacio autobiográfico y, siguiendo a Arfuch, decimos que el mismo sostiene
“[una] construcción narrativa de lo privado como esfera de la intimidad -contracara de un espacio público que se afirmaba a su vez en la doble dimensión de lo social y lo político” (2010: 34).
Así, la autora desarrolla la configuración subjetiva que se realiza sobre el espacio biográfico y los límites y posibilidades de este.
Este espacio autobiográfico se conjuga con la ficción. En estos casos, entendemos que es la práctica artística de la narración y representación que no tiene el requisito de cumplir con el pacto autobiográfico, puesto que lo que narra puede tener o no vinculaciones con la realidad y la veracidad. En el caso de nuestro objeto de estudio, podríamos comprender que aquellos escritores que no siendo hijxs, escribieron narraciones con protagonistas hijxs forman parte del género ficcional, puesto que -retomando el pacto biográfico de Lejeune- no se cumple la relación identidad/relato.
Finalmente, encontramos que hay una amplia interseccionalidad entre la autobiografía y la ficción, que podemos llamar autoficción o testimonial-ficcional en el que ubicamos la literatura de hijxs. En este sentido, considero oportuno el planteo de Teresa Basile (2019) al preguntarse ante la escritura de cada autor hijx, ¿es antes hijx o es antes escritor? En caso de que hubiera una antes que la otra, agregamos ¿cuál de estas variables influye sobre la otra? Si bien, la autora no brinda una respuesta categórica, entenderemos aquí que ambas se manifiestan en conjunto, de modo que la figura autoral se proyecta en las obras (Maingueneau 2004).
Partiendo entonces del pacto autobiográfico que se establece a partir de que conocemos, por las escrituras previas del autor (Maingueneau: 2018), o por la información de la portada, o por la construcción pública de la persona que quien escribe es hijx, se predispone una lectura en la que se espera que lo narrado, sea verídico. Aquí, la particularidad de la literatura hijx ha sido sumar improntas ficcionales a un estilo biográfico testimonial[6].
La literatura, y podemos pensar toda la producción artística de sobrevivientes del terrorismo de Estado, está inserta en un estilo que podemos llamar autobiográfico y en el caso de hijxs, autoficcional. Éste tiene contenidos veraces sobre su propia historia personal y familiar y al mismo tiempo tiene situaciones ficticias. Para Regine Robin la autoficción “se trataría de una ficción qué alguien decide hacer de sí mismo (...)” (citado en Arfuch 2008: 46). Esta ficción es una aliada de lxs hijxs, ya que la reconstrucción y la elaboración de la identidad narrativa -sin sus padres presentes o disponibles para la elaboración conjunta- se asienta fuertemente en la narración ficcional. García (2018) promueve que la autoficción no es una invención de hijxs, sino que “la articulación de testimonio y ficción en la narrativa argentina de posdictadura se deriva de las características complejas de la experiencia social que estos textos proponen representar” (376). Esta narración recupera el pacto autobiográfico (Lejeune 1986); así el libro en nuestras manos relata una historia real, de una persona real acerca de su vida real. De esta manera se nos presenta un sujeto narrador que es autor y protagonista de su autoficción, ubicado en un contexto sociopolítico particular que le habilita su decibilidad (Pollak y Heinich 2006) y el testimonio[7].
El análisis de La interlengua de Mónica Zwaig (2023)
Como venimos sosteniendo, la literatura le permite a la Historia comprender una obra como un producto de su tiempo, generando comprensión del contexto social, político e histórico en el que fue escrita. Por otro lado, nos permite comprender al enunciador y trazar la biografía de ese autor y/o protagonista o representante de un sector e inscribirlo dentro -o fuera- del relato. Por el otro, se puede analizar la discursividad en el contexto de la producción: qué se dice, cómo se dice y qué temáticas del proceso de escritura se vislumbran en la producción. Este tipo de abordaje facilita conocer cuáles eran los intereses y los temas que circulaban en tiempos de la escritura que analizamos.
La autora publicó en 2021 su primera novela, Una familia bajo la nieve, y en 2023, La interlengua. Ambas fueron publicadas por la editorial Blatt&Ríos. Las dos novelas cumplen con las características propias de la literatura de hijxs que he definido anteriormente. En las dos, se relata biográficamente parte de la vida de la autora y al mismo tiempo contienen hechos ficcionales. Por ejemplo, en ambas novelas se cambia su nombre, en Una familia, la protagonista se llama Harmonia, mientras que, en La interlengua, se llama Amanda. A partir de los hechos que se relata en esta última, analizaremos la decibilidad y la reconstrucción del pasado que podemos construir a partir de la misma.
Enunciador entre autor y protagonista
Mónica Zwaig nació en Francia en 1981, durante el exilio de sus padres. Ambos están vivos y siguen residiendo en Europa. Ella estudió derecho en París y se especializó en Derechos Humanos. En 2007 viajó a Argentina para realizar una pasantía como abogada, posteriormente comenzó a trabajar en el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS). Desde entonces, continúa residiendo en el país, donde aprendió a hablar el castellano y se desempeña como abogada en juicios de lesa humanidad. Además de la profesión y la escritura, es actriz en Cuarto Intermedio: Guía práctica para asistir a audiencias de lesa humanidad.
Zwaig y Amanda, el personaje de La interlengua, tienen puntos en común. En la novela, Amanda al igual que la autora, es abogada especializada en derechos humanos, llegó a la Argentina sin saber muy bien porqué, pero buscando algo. Su llegada fue de la mano de la pasantía laboral, pero como señala en la novela perdió su pasaje de avión y se fue quedando en el país, en donde ya lleva 10 años. La novela relata la experiencia de Amanda tomando clases de italiano, lo que la enfrenta a exponerse ante un grupo de desconocidos. Ante la necesidad de presentarse: “Después de esta afirmación, di mis explicaciones de siempre: soy francesa pero mis padres son argentinos, vine para conocer mis orígenes. Esta es mi versión oficial” (2023: 24). Ante la pregunta de un compañero por el motivo del viaje de sus padres “Le dije que mis padres se habían ido en el 75 a probar suerte a Francia y que con la dictadura no quisieron volver. Podría haber contado un poquito más, pero la dejé ahí” (27).
Esta versión oficial, como la define la autora/protagonista nos permite preguntarnos por la construcción que realiza de sí, la identidad narrativa (Arfuch; 2008) que ella misma elabora y relata. En la cual la vemos tensionada entre el exilio de sus padres y su relación, no siempre conflictiva, con la decisión de ellos y su imagen -por momentos ocultada- de la Argentina durante su infancia.
Reconocer el rol de la protagonista/autora evidencia la decibilidad a la que se abren lxs hijxs como sujeto político, pero en particular, la de lxs hijxs del exilio. Desde su origen la agrupación H.I.J.O.S -y tomándola solo como un ejemplo de la disputa- ha diferenciado la población de la agrupación según sus “orígenes” (Cueto Rúa 2008), dos orígenes si sus padres fueron detenidos-desaparecidos o si fueron asesinados; cuatro orígenes cuando a los dos anteriores se sumaban la posibilidad de que sus padres hayan sido exiliados o presos políticos. Las regionales más radicales sólo permitían en su formación a los hijxs de los dos orígenes. Notando así que el rol de lxs hijxs de exiliados quedaron relegados del núcleo duro de H.I.J.OS.[8]
En este sentido cabe señalar que en 2006 Violeta Burkant Noé y Analía Miller realizaron su película documental, ArgenMex, lo pensable en relación a lxs hijxs del exilio se hizo presente en las postrimerías del 30º aniversario del golpe de Estado. En relación a ello, surgió la agrupación Hijas e hijos del exilio. Como primera carta pública presentan:
“Somos Hijas e Hijos del Exilio. Nacimos o crecimos en otro país a causa del Terrorismo de Estado impuesto en la Argentina en la década del ´70. Nuestros padres y madres fueron perseguidos políticos y se tuvieron que exiliar porque sus vidas y las nuestras corrían peligro. Desde pequeños sufrimos las consecuencias de un plan sistemático de exterminio que logró imponer un modelo económico-político, dejando como legado exclusión social, desigualdad e impunidad.
El exilio es una violación a los Derechos Humanos que coarta violentamente el derecho a vivir y crecer libremente en tu propia tierra y cerca de tus afectos. Se está forzado a irse del país, no hay elección.
La salida de la Argentina, en la mayoría de los casos, implicó “irse con lo puesto”, dejando la familia, el trabajo, las amistades. Desterrados, muchos vivieron en varios países hasta que encontraron donde quedarse; siempre añorando volver. Así pasaron los días, los meses y finalmente largos años. Había que adaptarse a otro sitio, otra cultura y rearmar una vida cotidiana sin pasado y sin historia.
Para nosotros la vida en el exilio fue criarnos lejos de la tierra de nuestros padres y donde muchos nacimos, sin abuelas, sin tíos, ni primos. Tuvimos que cantar nuevas canciones, cambiar de escuela y, en muchos casos, aprender otra lengua. Nuestra historia transcurrió entre el miedo y el silencio ya que debíamos callar la razón por la que nos habíamos ido de nuestro país.” (HDE: 2023)
Lo que expresan los HDE va en sintonía con los trabajos de reparación para las personas que debieron exiliarse durante el terrorismo de Estado argentino. Estos hijos del exilio resaltan que “Nuestros padres y madres fueron perseguidos políticos y se tuvieron que exiliar porque sus vidas y las nuestras corrían peligro”. Ese salto a la explicitud de la politización de sus padres es concordante con los reconocimientos sociales y estatales de los exiliados[9]. La narración de lxs hijxs siguen siendo una herramienta poderosa y resignificada[10]. En este sentido, cabe señalar que a partir de 2017 ha surgido la organización Historias Desobedientes, que nuclea a las hijas e hijos de los genocidas y represores. Si bien, no es objeto de este articulo la narracion de este sujeto, si es necesario señalar la proliferación de escrituras de hijxs que ocupan el espacio editorial y que surgen en distintas temporalidades.[11]
Según se indica entonces en la novela, Amanda se embarca al país de sus padres en el 2013. Pensando este hecho como parte de la autoficción, podemos comprender que en ese contexto se están produciendo y pensando desde la voz de las hijas e hijos del exilio, ya que se produce en paralelo a las novelas de Laura Alcoba[12] -quien de niña se exilió junto a su madre en Francia- y que es posterior al surgimiento de HDE. Sin embargo, ella no menciona una incidencia de la formación de estos colectivos como un proceso propio. Considero que esto tiene que ver con su el camino que le lleva a nuestra escritora/protagonista reconocerse como hija de exiliados y las posibles subjetivaciones que ello permea[13].
Qué se dice: La discursividad en el contexto de producción
Su relación con la extranjería es la columna que estructura esta narración. En principio con su llegada a Argentina, país al que no siente ajeno, pero del que necesitó aprender el idioma y los modos de habitarlo. Pero, además, esta incomodidad se pone en evidencia al comenzar a aprender un nuevo idioma, el italiano. Volviendo a sentirse extranjera en un idioma que ella eligió para hacer cuando “(...) ya no supiera más que hacer con mi vida” (43). Ante la lejanía que produce aprender el nuevo idioma, Amanda hace evidente que su situación migrante acompaña su relación con su cotidianidad y que ha marcado su infancia. Desde la dificultad de la comprensión del castellano como sinónimo de la dificultad de comprender a su madre.
“(...) La lengua materna es la lengua de la madre. En el pasado me generaba orgullo cuando llegaba a la conclusión de que mi lengua materna era el castellano por más que no supiera hablar (...) Pero tal vez es siempre difícil entender a una madre y la lengua materna y la lengua materna no es más que una metáfora de todos los años de análisis necesarios para desenredar los hilos de las letras que las madres cosen en secreto en habitaciones oscuras. Estoy hablando de la lengua, una lengua no es un idioma. El idioma es de varios, la lengua materna es de una sola persona. Tampoco hay que confundir lengua materna con lengua madre porque no son lo mismo.” (79)
Desde su vida en el exilio de sus padres, podemos pensar que comprender a su madre, no es una situación meramente lingüística, sino entender sus decisiones, motivaciones y formas de vida, que no se explicitan en esta obra. Sin embargo, tal como refiere la autora, hay algunas palabras que ella “escuchaba detrás de las puertas de mi infancia” (10)
“(...) cuando llegué ya conocía las palabras `plata, `boluda´, `hijo de puta, `macana, `terapia´y `trabajo´. Además, recordaba palabras de mi madre que nunca había logrado traducir al francés, como camiseta, milanesa, empanada, repasador, y cheto o cheta” (9)
Esto nos permite acercarnos a la forma de vida de esta familia en el exilio. La autora indica que estas palabras las recuerda de las peleas entre los padres, así se puede comprender que las discusiones versaban sobre el dinero, el trabajo y lo cotidiano.
A partir de la experiencia de la protagonista, nos enfrentamos a la dificultad de una llegada a un país desconocido, y su forma de habitarlos. En relación con esta dificultad, Parisi (2013) señala el desexilio como una experiencia difícil para aquellas familias que han debido exiliarse. El retorno se vive como algo obligado para lxs hijxs que ya han aprendido a vivir en ese otro país, que en muchos casos sienten propio. Sin embargo, en el caso de Amanda, y también el de Mónica Zwaig, el retorno es de adulta e individual. Su familia sigue viviendo en Francia. Su volver/llegar a Argentina implicó un camino solitario de conocimiento y de adquisición cultural. En su novela, se aprecia su sensación de vivir en medio de dos vidas, dos lugares, dos idiomas: “Le quería proponer hacer un club de los que vivimos sentados con el culo entre dos sillas” (2023: 46 subrayado propio). Ese estar en medio es representado en esta obra por la lengua, “querer traducir al castellano frases que me venían a la mente en francés y que demuestran que no se puede ser la misma persona en dos idiomas” (86). Pero también se hace presente con formas de su carácter, o de ser que es vista como de “europeos”.
De este extrañamiento que produce enfrentarse a un nuevo idioma, que en la narración se inicia con el aprendizaje de italiano, pero que remonta a su aprendizaje del castellano, produce la autorreflexión sobre cómo aprender y habitar el lenguaje. En este sentido, se indica que durante su aprendizaje del italiano su profesor le dice al curso:
“Ustedes están en esa etapa ahora. Son niños que están aprendiendo a hablar y escribir. Un niño no sabe lo que es una mesa, escucha mil veces esa palabra hasta que un día la entiende. Esto es la interlengua. En este periodo de no entender, de no tener las palabras para nombrar los sentimientos y las cosas. No se asusten, bánquensela” (14).
Este es un concepto que para nuestra protagonista se vuelve importante:
“Fue para mí una revelación. Había una palabra para nombrar todos estos años de aprendizaje del castellano también. No era solo una sensación mía, era algo comprobado. Cuando uno aprende un idioma nuevo es un idiota sin defensa por mucho tiempo” (14).
Podemos pensar que el reconocimiento de nuestra narradora como hija de exiliada es el objeto descubierto tras la revelación: la interlengua es habitar los dos países; las dos costumbres; las dos familias. La interlengua como forma de vivir el exilio.
Otro hito que nos marca el contexto de producción, es el mundial de fútbol que se jugó durante el 2023 del cual la selección nacional de fútbol masculino, resultó campeón. Este hecho resalta al menos dos cuestiones, que se entremezclan y mixturan a lo largo del texto con gran maestría. Por un lado, la incomprensión que puede generar con ojos de extrañamiento el suceso social que se produce alrededor del evento futbolístico. Del cual, Amanda, aunque vive inmersa se ve dejada de lado. En tanto por las cábalas de su novio, quien promete mirar todos los partidos en casa de un amigo, y termina quedándose en esa casa durante todo el mundial; y luego porque a su entorno le genera desconfianza que ella pudiera alentar a otra selección que no sea la francesa.
“Me autopercibo hincha de Argentina, aunque no haya nacido acá, aunque no sepa hablar bien el idioma, aunque no sea de Bangladesh” (155), responde nuestra protagonista ante la pregunta de por qué equipo hinchará en la final entre Argentina y Francia. Sobresale que se autopercibe hincha de Argentina, y no argentina. Una tenue diferenciación que acompaña su incomodidad. Este hecho anecdótico sirve en la narración para explicitar esa doble nacionalidad que tiene la protagonista: debe explicar por qué hincha por Argentina y por qué no por Francia, el estar “entre dos sillas” como se refiere la propia Amanda a su situación.
Por otro lado, por la soledad que le produce ese no compartir estos encuentros y estas cábalas. Ese lenguaje cultural que prima, mayoritariamente, durante este tipo de eventos deportivos. Primero, su pareja, Mario, que dejó de escribirle mientras iba avanzando el fixture, por otro lado:
“Sé que había todo un mundo alrededor de mi casa lleno de fiestas, de juntadas entre amigos, de orgasmos para mandar energía a la Scaloneta, pero quedé afuera de esa ebullición. (...) Tenía un solo amigo que no seguía el tema, y de casualidad era argentino y vivía en Francia. (...) Él hacía el chiste de que era un exiliado argentino que se había ido por eso de ese país, porque acá no había lugar para los que no les gusta el fútbol.” (156-157)
En este ejemplo, llama la atención que la autora no utiliza el término exilio para referir a la identidad narrativa de la protagonista, pero sí lo utiliza como chiste en boca de su amigo argentino que vive en Francia.
Conclusiones
A lo largo de este trabajo fuimos mostrando las tensiones y acercamientos que rodean la construcción del relato de la historia reciente. Para ello, definimos y establecimos modos de comprender la Historia y la memoria para vincularlas de modo complementarias.
En este trabajo hemos demostrado que la literatura autoficcional es un insumo de la disciplina histórica que nos permite reconstruir el pasado reciente y nos permite acceder a formas diferentes de interpretar el relato. Asimismo, al abordar la discursividad dentro del contexto de la creación literaria, posibilitó una indagación profunda sobre los mensajes, estilos y temáticas que emergieron en el proceso de escritura, proporcionando valiosas pistas sobre las tendencias ideológicas y estéticas vigentes en el período en cuestión. Este enfoque reveló los intereses y debates que animaban la escena intelectual y social de la época, permitiendo así una reconstrucción más completa y matizada del contexto de producción.
Además, al analizar el texto literario desde esta perspectiva, nos brindó la oportunidad de trazar los perfiles de la autora y de la protagonista para encontrar en la conjunción de ambas una reconstrucción narrativa de la identidad de una hija del exilio. Este ejercicio de contextualización biográfica no solo enriqueció nuestra comprensión del texto en sí mismo, sino que también nos ofreció una visión más amplia de los actores que participaron en su gestación y recepción. En este sentido, la obra La interlengua de Mónica Zwaig (2023) emergió como un ejemplo paradigmático de la riqueza interpretativa que puede alcanzarse al adentrarse en la reconstrucción histórica y narrativa que ofrece el género literario como fuente para la comprensión de la Historia. Este análisis nos permitió visibilizar las complejas interacciones entre pasado y presente, realidad y ficción, sujeto y colectividad, propiciando una comprensión más profunda y matizada de los procesos históricos y culturales que moldearon su producción y recepción.
Pensar que esta obra es una fuente histórica nos permite, primero, jerarquizar las narraciones autobiográficas como herramientas válidas para la reconstrucción del pasado reciente. Pero también, para pensarlas en contexto de producción y circulación de discursos sociales (Angenot: 2012), en este sentido: la final del mundial de futbol permite establecer el escenario para esta obra. El mundial, evento futbolístico y social, que despierta pasiones nacionalistas sirvió como llave para evidenciar un malestar en Amanda que provocó un giro: autopercibirse hincha de Argentina.
Estas narrativas de lxs hijxs demuestran las dinámicas alrededor de las construcciones memoriales, las subjetividades y posicionamientos políticos/sociales que se van construyendo en cada etapa. Así, vemos que no solo los testimonios orales permiten vislumbrar esos claroscuros de las temporalidades y las dinámicas; sino que la literatura autoficcional habilita interpretaciones en tanto su momento de producción, como de la memoria prevalente en la narración.
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Recibido: 04/06/2024
Evaluado: 10/10/2024
Versión Final: 11/11/2024
páginas / año 18 – n° 46/ ISSN 1851-992X /2026
[1] Este trabajo se realiza en el marco de mi beca doctoral PICT “Genética y derechos humanos Imaginarios, creencias y gestión de la salud, la justicia y la identidad en la argentina (1980-2020) financiado por la Agencia I+D+I.
[2] Me refiero con hijxs, a las hijas e hijos de personas que hayan sido detenidas desaparecidas, asesinadas, exiliadas o presas políticas por el terrorismo de Estado argentino (1975-1983), resulta indiferente para este análisis la militancia política en la agrupación H.I.J.O.S.
[3] Retomo lo planteado por Elizabeth Jelin (2022b [2002]) al decir: “El trabajo como distintivo de la condición humana pone a la persona y a la sociedad en el lugar activo y productivo. (...) la actividad agrega valor. Referirse entonces a que la memoria implica “trabajo” es incorporarla al quehacer que genera y transforma el mundo social” (35)
[4] Al respecto de la fechación, Franco (2022) señala que este problema del distanciamiento requerido con respecto a lo que se busca comprender no se resuelve simplemente con la distancia temporal, sino que demanda otras formas de reflexión, elaboración y vigilancia para gestionar la relación con los objetos de estudio, especialmente cuando se trata de sujetos vivos, eventos dolorosos o temas de intenso debate y conflicto pasado y presente.
[5] Una muestra de la historización de la memoria la elaboré en mi tesis de licenciatura en Historia (AUTOR/A 2014)
[6] Siguiendo a García (2018) podemos decir que a partir de los años 60 la literatura latinoamericana en general, y la argentina en particular, ha estrechado la relación entre la ficción y el testimonio. Circunscribiendo el recorrido en los relatos del terrorismo de Estado, a grandes rasgos, podemos reconocer que en los primeros años de la democracia las narraciones que proliferaron en el espacio editorial contenían una fuerte carga testimonial de denuncia con visos de ficción que habilitaban modos de relatar (Colosimo 2022). Estos permisos ficcionales solían limitarse a cambios de nombres propios o cambios en pequeños desenlaces narrativos. De modo similar, encontramos que, durante los años 90, se produjeron narrativas que se sustentaron en relatos autobiográficos que buscaban posicionar al autor dentro del rol de los acontecimientos y no, exclusivamente en la denuncia de las vejaciones.
[7] Es necesario que como al considerarlo “autoficcional” contiene densidad testimonial. Es por ello, que la veracidad de lo expresado no es objeto de análisis. Por el contario, se analizan estas obras como producto posible de la coyuntura de enunciación.
[8] Referente a la construcción de lxs hijxs como colectivo político, se encuentran los estudios que historizan el origen de la agrupación H.I.J.O.S y su posterior ingreso en el campo de los organismos de derechos humanos, en esta línea están los trabajos como los de Alonso (2021), Bravo (2012), Bonaldi (2006), Cueto Rúa (2016) y Tavano (2021) en estos trabajos se sigue un trazado histórico que explica y contextualiza el surgimiento de la organización, sus disputas y tensiones. En su autonomía federal, cada regional ha adoptado diferentes posturas y acciones, al respecto de las particularidades, así hay trabajos que analizan las regionales La Plata (Cueto Rúa, 2009), Rosario (Cinto, 2021), Mar del Plata (Ghigliazza, 2019); Córdoba (Puttini, 2020).
[9] Cfr. Jensen (2017) y López (2012)
[10] Cfr. Basile (2015); Casali (2020); Colosimo (2022); Peller (2012, 2015, 2016); entre muchos otros. En lo particular sobre el imaginario de los hijxs argenmex, vease Argañaraz (2021)
[11] Historias Desobendientes se origina en 2017 tras el intento del ex presidente argentino, Mauricio Macri, de aprobar el beneficio de reducción de condena (conocido como 2x1) a los condenados por los crímenes de lesa humanidad, está integrada por hijxs y por familiares que no están de acuerdo, ni defienden el accionar de su familiar represor y deciden acompañar a las víctimas del terrorismo de Estado. Al respecto, puede verse Llevare su nombre (2018), la novela de, Analia Kalinec, la hija de un genocida.
[12] Además de la renombrada novela “La casa de los conejos” (2008), Laura Alcoba publicó “Jardín blanco” (2010), “Los pasajeros del Anna C” (2012) y “El azul de las abejas” (2013)
[13] En este sentido, es más extenso el desarrollo de esta comprensión histórica de la narradora/protagonista en “Una casa bajo la nieve” de Mónica Zwaig (2020)