Los facciosos. Análisis de un pasaje de militantes entre organizaciones políticas rivales

Los facciosos. Análisis de un pasaje de militantes entre organizaciones políticas rivales

The factious. Analysis of a transfer of militants between rival political organizations

Fernando Aiziczon

Facultad de Filosofía y Humanidades,

Universidad Nacional de Córdoba,

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)

feraizic@gmail.com

https://orcid.org/0000-0003-1559-3083

Resumen

Entre los años 1974-1975 ocurrió en la provincia de Córdoba el pasaje de activistas de Política Obrera (PO) al Partido Socialista de los Trabajadores (PST). En su mayoría obreros agremiados al sindicato de mecánicos (SMATA), estos activistas desplegaron una intensa discusión con la dirección nacional de su partido, cuyo resultado fue la expulsión y posterior integración a la organización rival, el PST, que por entonces desarrollaba debates con PO en torno a varios tópicos: las vías de construcción del partido revolucionario, las estrategias para la toma del poder en América Latina, el retorno de Perón, entre otros aspectos. Indagando documentos internos, nuestro propósito es reconstruir el desarrollo de aquellas discusiones y proponer pistas que alumbren, en clave de cultura política y subjetividad militante, el significado posible de las rupturas, pasajes y reconversiones militantes.  

Palabras clave:  Facciones; Militantes, Izquierda, Trotskismo, Córdoba.

Abstract

Between 1974 and 1975, activists from the Workers' Party (PO) joined the Socialist Workers' Party (PST) in the province of Córdoba. Most of them workers belonging to the mechanics' union (SMATA), these activists engaged in an intense discussion with the national leadership of their party, which resulted in their expulsion and subsequent integration into the rival organization, the PST, which at that time was developing debates with the PO on various topics: the ways to build a revolutionary party, the strategies for taking power in Latin America, the return of Perón, among other aspects. By investigating internal documents, our purpose is to reconstruct the development of those discussions and propose clues that shed light, in terms of political culture and militant subjectivity, on the possible meaning of the ruptures, passages and militant reconversions.

Keywords: Factions, Militants, Left, Trotskyism, Córdoba.

Introducción

Este artículo busca adentrarse a un terreno poco transitado en la literatura especializada sobre organizaciones políticas de izquierda en Argentina: ¿cómo es que suceden procesos de ruptura al interior de ellas, bajo qué modalidad ocurren, qué aspectos son puestos en cuestión?, y fundamentalmente ¿qué nos dicen las rupturas sobre la lógica que da existencia a las organizaciones políticas? En un libro reciente, Slipak (2023) se pregunta cuánto discutieron los militantes de la organización político-militar Montoneros al interior de la misma, poniendo el acento en aquellos grupos que lanzaron críticas a la dirección, y concluyeron en procesos de ruptura y reorganización por fuera de ella. Su estudio resulta de relevancia al nuestro pues evidencia que la baja tolerancia a la disidencia, que no pocas veces culmina en ruptura con el núcleo originario adquiriendo los desafiantes el estatus de traidores, ha sido un dato constitutivo de las organizaciones autodenominadas revolucionarias (Longoni, 2007, Calveiro, 2005). Y aunque esto último no resulte una novedad, toda vez que la historia de grupos radicalizados estuvo atravesada por la dialéctica entre compromiso y traición, sí lo es la manera en que cada caso se presenta, alumbrando la complejidad de procesos de (re)constitución de aquello que suele denominarse como una subjetividad o razón militante (Palti, 2010). Por lo mismo, la escasez de estudios sobre rupturas y discusiones internas en organizaciones de izquierda trotskistas locales, caracterizadas por cierto ethos en cuanto a su origen en la disidencia, acentúa la carencia de reflexiones sobre qué nos dice la dinámica de esos procesos (Cormick, 2005, Hilb, 2010, Casola, 2021). De modo complementario, algunas señas identitarias del trotskismo se han interpretado en clave de tradición organizacional universalizada, cuyos rasgos serían las divisiones permanentes, la hostilidad inter-organizacional, liderazgos carismáticos, y rigidez ideológica (Kelly, 2018).

En relación a lo anterior, sostenemos que los momentos donde sucede una puesta en cuestión de los mecanismos internos de funcionamiento, o emerge una interpretación divergente a la oficial, constituyen una vía de entrada privilegiada que permite comprender los modos de existencia de organizaciones políticas autodenominadas revolucionarias, fundamentalmente en lo que hace a la estructura y lógica del compromiso político (Giraud, 2013).

En tanto campo social, el de las organizaciones políticas es un espacio con un sistema de reglas de pertenencia -y de clasificaciones- que establecen una legitimidad y autoridad determinadas, dinamizado por algo que se pone en juego, que no es otra cosa que aquello por lo que sus integrantes están dispuestos a luchar (Bourdieu, 2001). La lucha política, entonces, no se restringe a la literalidad de un enunciado ideológico (el imperialismo, el enemigo de clase), sino también a la continua disputa interna por sostener la autoridad de quien domina un campo político. Tal como lo demuestra Yurchak (2024) en el estudio de la conformación de un discurso autoritativo en la última generación soviética, el análisis de las formas de representaciones ideológicas (documentos, prácticas ritualizadas, consignas, etc) nos permite acceder a como aquellas se normalizan y se tornan ciertamente predecibles, sobre todo cuando adquieren, en el terreno textual, una lógica citacional y reiterativa. Si bien nuestro caso de estudio no presenta la magnitud de la experiencia soviética tardía, sí contiene elementos de cultura política similares tales como la apelación a citas de autoridad, la descalificación del disidente mediante la sanción de un veredicto sobre su actuar (Eribon, 2019), el establecimiento de puntos de sutura irrefutables (el partido revolucionario), entre otros, mostrando las tensiones de un campo político en construcción –el trotskismo en Argentina-, donde la legitimación desde un lugar de enunciación que se supone externo al debate militante (la dirección del partido) debe lidiar con la emergencia de desafiantes. En nuestra interpretación, aspectos de lo que ilumina Yurchak valen para nuestro caso, con sus matices de ocasión: los sujetos suelen estar preparados para que una organización que parece inmutable cambie su condición (y con ella, la de los sujetos implicados), porque desde su constitución ha existido una dimensión performativa en el discurso que permitió conciliar formalidad y sentido: ser un militante al que en un momento se lo descalifica en su condición, luego ser expulsado, reingresar a otra organización del mismo espectro ideológico, son situaciones que pueden comprenderse no como paradójicas sino como posiciones y desplazamientos subjetivos esperables.              

La reciente apertura parcial del archivo del Partido Obrero[1], con materiales de su organización madre, Política Obrera, y el acceso a documentación sobre la constitución de una fracción en Córdoba durante los años ’70, fue clave para ingresar a aquel universo. Se trata de documentos internos donde se relatan los hechos y se interpretan sus sentidos, conectados al contexto político, histórico e internacional, y atravesados por disputas entre organizaciones rivales, que en nuestro caso fue el Partido Socialista de los Trabajadores (PST). De modo que el desafío de su lectura obedece en parte al tipo de discusiones en cuestión (política, organizativa, de coyuntura) y sobre todo a la constante puesta en valor de lo narrado, en el sentido normativo de lo actuado.

A continuación, presentamos la trayectoria de PO en el campo político mayor donde se jugaba la identidad trotskista; luego, ubicamos el escenario político y sindical cordobés, para continuar presentando a las organizaciones competidoras, PO y PST, en un intento de acercamiento que no prosperó pero que mostró claves de estas subculturas políticas. Finalmente, reconstruimos el origen y desenlace de un grupo disidente en el interior del PO que se desplazó al PST. Hacia el final esbozamos las conclusiones del caso.      

Política Obrera en el contexto de los años ‘60- ‘70

Política Obrera (PO) se fundó en 1964 a partir de un pequeño grupo de militantes provenientes de la agrupación Praxis, liderada por Silvio Frondizi. Su principal publicación fue la revista ‘‘Política Obrera”, cuyo primer ejemplar salió en marzo de 1964. En sus números 2/3 se reivindicaron trotskistas y pasaron a conformar el pequeño pero intenso campo político de esa corriente dominada entonces por figuras de cierta trayectoria: Juan Posadas, Jorge Abelardo Ramos, y Nahuel Moreno, a la sazón fundador del Partido Socialista de los Trabajadores (PST) a inicios de los ‘70.

Los desacuerdos de aquel pequeño grupo inicial con Praxis tenían que ver con la idea de liberación nacional esbozada por Silvio Frondizi, donde quedaba en segundo plano una estrategia de acción ordenada por el clivaje de clase; los desacuerdos con otras organizaciones de izquierda radical –además del clásico enfrentamiento con el estalinismo representado por el Partido Comunista, PC- obedecían a la crítica contra la estrategia guerrillera y sus diversas expresiones que predominaban por entonces, frente a las cuales se sostenía la idea de construir un partido obrero revolucionario, trotskista, que se desarrollara en el movimiento obrero y compitiera para desbancar la hegemonía que el peronismo y su ideología tenían, caracterizada genéricamente como “nacionalismo burgués” (Coggiola, 1986).

Para superar la marginalidad respecto al movimiento obrero pero también como modo de contrapesar el predominio de lo que se entendía como elementos pequeño burgueses e intelectuales en sus filas, hacia 1965 se decidió la proletarización de sus miembros, logrando al poco tiempo cierta inserción en importantes fábricas como la General Motors, o en sindicatos como la UOM. Además de Buenos Aires, el grupo se extendió a Bahía Blanca y Córdoba. En 1969 se conformó en aquella provincia la agrupación Vanguardia Obrera Mecánica, dirigida por Cristian Rath, militante que provenía de la regional Bahía Blanca y que logró ingresar a Thompson Ramco. Para el año 1970 sus activistas obreros participaron de la ocupación de General Motors que se extendió por 2 meses (Laufer, 2018, Paris, 2019). Un año más tarde, conquistaron posiciones en fábricas dirigidas por el SMATA Córdoba y llegaron a tener una treintena de delegados, participando del congreso liderado por los sindicatos clasistas de Sitrac-Sitram. Al mismo tiempo se organizó su rama juvenil, la Unión de Juventudes por el Socialismo (UJS), que en diciembre de 1975 obtuvo el segundo lugar en varias facultades de la Universidad de Buenos Aires (Asiner, 2014).

Frente al llamado a elecciones presidenciales en setiembre de 1973, PO publicitó su posición y llamó a votar en blanco, luego de haber promovido el lanzamiento de la frustrada candidatura del dirigente cordobés del sindicato de Luz y Fuerza, Agustín Tosco, junto al referente de la CGT clasista de Salta, Armando Jaime, impulsada por el PST. Durante el mismo mes, se realizó el 1° Congreso de PO, que editó “Bases para un balance político organizativo”, su documento programático.

Como la mayoría de las corrientes trotskistas, el carácter internacionalista, esto es, la elaboración de una estrategia política de acción pensada sobre una dimensión mundial de procesos históricos en rumbo, así como la vinculación con otras organizaciones similares de otros países, hicieron a la compleja construcción de un perfil identitario.

En términos de contexto mundial, la organización madre en la que intentaban reorganizarse los trotskistas, la IV Internacional, se había dividido en 1953 en un ala liderada por Michel Pablo (pablismo), denominada Secretariado Internacional (SI), que sostenía la inminencia de una III Guerra Mundial entre la URSS y EEUU; y aquellos que rechazaban ese pronóstico, y acusaban a Pablo de practicar formas burocráticas de organización: allí estaban el Socialist Workers Party norteamericano (SWP), el Partido Comunista Internacionalista francés (PCI), la Socialist Labour League inglesa (SSL), y los argentinos de Palabra Obrera (luego Partido Revolucionario de los Trabajadores, PRT-La Verdad, y PST, sucesivamente), agrupados en torno al Comité Internacional (CI). En 1963 el SI y el CI se fusionaron creando el Secretariado Unificado (SU), que mediante la publicación del documento titulado “Dinámica de la revolución mundial hoy” señaló 3 sectores de la revolución mundial, entre ellos la revolución colonial en los países atrasados. Más adelante, el X Congreso Mundial de la IV Internacional realizado en febrero de 1974, aprobó la polémica resolución que respaldaba la lucha armada en América Latina, opción combatida por el PST y PO en extensas polémicas, al considerarla una táctica que se desentendía del trabajo que todo partido revolucionario debía realizar en el movimiento obrero[2]. Esta posición chocó con la que sostenía al PRT-ERP, que hasta entonces era la sección reconocida por la IV Internacional; lo paradójico fue que el PRT-ERP abandonó al poco tiempo la IV Internacional.

Al igual que todas las organizaciones de izquierda, PO sufrió la represión y proscripción antes y durante la última dictadura militar, no obstante, sostuvo su militancia de manera clandestina. El 15 de diciembre de 1975 fueron asesinados los militantes Jorge Fisher, Miguel Ángel Bufano, Marcelo Arias, Fernando Sánchez, entre otros. A pesar de las condiciones represivas, PO siguió publicando su prensa durante la dictadura militar. En junio de 1978 se realizó clandestinamente el II Congreso del PO; en los veranos de 1980 y de 1981 se realizaron escuelas de formación política en el exterior del país, con la participación de unos 300 militantes, mientras en diciembre de 1982, el III Congreso, también clandestino, votó por unanimidad luchar por la legalización electoral bajo el nombre de Partido Obrero.

Ahora bien, existen escasas menciones a individuos o grupos disidentes en PO (Coggiola, 1986). El texto de Barraza (2021)[3] trabajó las dificultades a la hora de implementar la proletarización (votada en el año 1967), describiendo presiones que los militantes experimentaron desde la dirección, o la preocupación por generar organismos de control y vigilancia de la actividad de agrupaciones y militantes, razón por la cual llegaron a distintas regionales miembros de la dirección nacional como el caso de Cristian Rath o Mario López (alias Mario Díaz) en Córdoba. A continuación, nos aproximaremos al panorama político y sindical cordobés donde PO desplegó su accionar.

Sindicalismo cordobés: ortodoxia, desafío de las bases y represión estatal

El contexto local en el que se desarrollaron estos hechos estuvo marcado por los efectos de la insurrección obrera y popular del Cordobazo (1969), que mostró la disposición a la acción colectiva directa de amplios sectores, lo que incluía el uso de la violencia contra la represión estatal. Este aspecto fue determinante para que las organizaciones de izquierda leyeran la oportunidad de lanzarse a conquistar a los sindicatos cordobeses. Muchas enviaron militantes e incluso trasladaron sus órganos directivos a la provincia tras el Cordobazo para acompañar más de cerca un proceso de radicalización que procuraron acaudillar, y aunque semejante objetivo estuvo lejos de que así ocurriera, para el Viborazo de 1971[4] y años posteriores la intervención de la izquierda en los sindicatos resultó un dato insoslayable (Mignon, 2014).

La geografía industrial cordobesa poseía grandes establecimientos como IAME, Kaiser, FIAT, Grandes Motores Diesel, Renault, que compartían escena con una considerable cantidad de medianas y pequeñas fábricas proveedoras de autopartes, como Ilasa, Transax, Perkins (Brennan y Gordillo, 2008). La mayoría sufrió a mediados de los ‘60 un proceso de racionalización de la producción, mientras ocurría otro en el plano sindical: la normalización de la CGT en 1957. En la regional cordobesa asumió Atilio López (UTA) como secretario general, continuando el predominio peronista ahora bajo una nueva generación ortodoxa o “auténtica”, tal como ocurrió con los metalúrgicos de la UOM liderada por Alejo Simó, y los “legalistas” (legalizados por no haber tenido participación en la conducción durante el Gobierno peronista) comandados por el mecánico Elpidio Torres (SMATA). En menor medida también participaron los “independientes” del sindicato de Luz y Fuerza (SLyF) y gremios mas pequeños.

Pero la primacía peronista en los sindicatos venía siendo cuestionada desde las bases tiempo antes del Cordobazo, se vio sacudida por aquel, continuó en importantes huelgas como las ocurridas en el SMATA en 1970, y cristalizó en la emergente dirigencia clasista en los sindicatos de planta Sitrac-Sitram, que alcanzó su cenit entre el Viborazo y la asunción de una conducción combativa en el SMATA, donde el “torrismo” (corriente liderada por Elpidio Torres) fue desplazado por René Salamanca (Laufer, 2017, Ortiz, 2019).

En 1971 la CGT regional Córdoba colocó en su secretariado a Atilio López (UTA) y Agustín Tosco (SLyF), quienes fueron reelectos en 1972. La impronta del sindicalismo fue tal que en 1973 Atilio López fue electo vicegobernador en la fórmula que encabezaba Obregón Cano, vinculado a sectores de la izquierda peronista.

Con todo, ese mismo año marcó la última presidencia de Perón, acompañada de un fuerte reforzamiento de la ortodoxia sindical, con un tinte represivo hacia los sectores díscolos del peronismo operado vía juventud sindical peronista y bandas paraestatales que se encargaron del asesinato de dirigentes obreros. En Córdoba, por orden de Rucci, electo secretario general de la CGT en el congreso normalizador de 1970, se presionó para regularizar la CGT regional declarando caducas sus autoridades. En julio de 1973 Rucci anunció la revocación de los Consejos Directivos de las CGT Regionales, pero la conducción de la CGT Córdoba lo rechazó, quedando sin efectivizar hasta el 28 de febrero de 1974, al día siguiente del Navarrazo. Previamente, junto a la policía, se había clausurado su local, bajo el accionar de la Juventud Sindical Peronista y las 62 organizaciones peronistas cordobesas. Fue entonces cuando sucedió el golpe policial conocido como Navarrazo durante febrero de 1974, que destituyó por la fuerza y con el aval del propio Perón, aquella singular experiencia de gobernación de Obregón Cano y Atilio López, iniciando el fin del ciclo de protestas abierto con el Cordobazo (Servetto, 2010). Por otro lado, la muerte de Perón en 1974 y su relevo en el ejecutivo a manos de su última esposa, Isabel Martínez de Perón (Isabelita), incrementó la represión sobre sectores obreros radicalizados, profundizando la depuración interna que el viejo líder había iniciado al interior del peronismo, pero que contenía, desde sus formulaciones iniciales, la intención de declarar enemigo a todo aquello que pudiera ser calificado de “marxista”. Comenzó entonces otra etapa en donde estas organizaciones debieron aplicar políticas de seguridad internas a fin de preservarse de los ataques físicos.        

     

Clandestinidad, legalidad y repliegue militante en la lectura de PO

debemos utilizar y combinar la clandestinidad con la legalidad. Los equipos deben funcionar de un modo rigurosamente clandestino, organizar las entradas a las reuniones, no tener teléfonos ni direcciones en ningún lado…romper todos los lazos horizontales, no andar por cafés, no girar, hablar poco por teléfono... La táctica organizativa es el repliegue” (Boletín Interno de Política Obrera, 7/11/1974, p.6.)

Apenas trascurridos poco más de 11 años de su fundación, una minuta[5] de análisis político y medidas organizativas elaborada por PO intentaba precisar la situación política nacional, a la que calificaba como “terrorista”, y la declaración de estado de sitio lanzada desde el gobierno de Isabel Perón en 1975.

El uso de la noción de “terrorista” en PO tenía alcance internacional y refería a la respuesta represiva frente a los procesos revolucionarios que se producían desde inicios de los años ‘70 en países sudamericanos como Chile, Argentina, Uruguay, Bolivia, que mostraban además un “ascenso obrero”, esto es, movilizaciones y acciones de carácter ofensivo encabezadas por los trabajadores. El “imperialismo yanqui”, continuaba el documento, personificado en la figura de Henry Kissinger, presionaba al continente en sentido “reaccionario y contrarrevolucionario”. En ese contexto, el caso argentino presentaba al fenómeno del peronismo como gobierno popular, en una línea similar a los “nacionalismos moderados” de Venezuela, Perú y Costa Rica, aunque pronosticaba su descomposición “inevitable” fruto de la movilización obrera. Para PO, “terrorismo” refería tanto al accionar represivo del Estado para “detener la radicalización de las masas” (“terrorismo antiobrero”, como lo fue el ejemplo del Navarrazo) pero también al “foquismo” practicado por las organizaciones guerrilleras (Ídem, 2)

Ahora bien, ¿qué política orientaba a los militantes de PO?, junto a una necesaria flexibilidad organizativa que la represión imponía se creía urgente sostener la propaganda y la agitación, sobre todo contra 2 organizaciones que PO calificaba de competidores políticos: el ERP y el PST. PO no excluía la posibilidad de crisis gubernamentales profundas, ni de golpes militares, que de suceder lo harían con anterioridad al estallido de una crisis política generada por el ascenso de las luchas obreras. Con todo, el problema de la adhesión política de los trabajadores al peronismo trajo consigo dilemas irresolubles para el esquema de PO, pues en su visión del proceso político en desarrollo la misma confianza en el peronismo desarmaba a la clase obrera incluso contra la violencia que provenía desde aquel, a lo que se sumaba el “desconcierto, desorientación y vacilación” (ídem, p. 5) que generaban las acciones foquistas de la guerrilla. En el “programa” de acción de PO se indicaba que el foquismo era el “enemigo político”, por lo que se trataba de impulsar luchas ancladas en territorio obrero y sus demandas específicas.

Estos posicionamientos y caracterizaciones al interior del campo de la izquierda tendían a aproximar a PO y al PST, apoyados en la familiaridad ideológica sobre la cual se constituían. No fue extraño que un acercamiento haya sucedido, bajo un modo que mostró diferencias en la interpretación de la situación pero también sobre otras cuestiones menos explícitas que los documentos no suelen presentar.      

PO-PST: una discusión, varias discusiones

Hacia fines de marzo de 1974 se entrevistaron 8 partidos políticos (UCR, PI, PRC, PDP, PSP, PC, Udelpa y PST)[6] con el entonces presidente Perón para expresarle la preocupación por la escalada de atentados perpetrados por grupos de ultraderecha, en especial la Triple A, y luego del Navarrazo. Esta participación del PST fue advertida por PO que a través del documento titulado “Informe sobre las reuniones mantenidas con el PST” anoticiaba además de una invitación originada desde la dirección del PST, con la idea de discutir “fraternalmente” los números 189 y 191 del periódico de PO donde se interpretaban negativamente esos hechos. Con anterioridad, según se informaba, ya se habían realizado 2 reuniones entre las direcciones ejecutivas de ambos partidos[7].

Sobre la declaración que se publicó tras la reunión en Olivos, PO declaró en su prensa que:

“el documento es, desde el principio hasta el fin… un resumen del punto de vista…del sector de los partidos burgueses que quieren frenar y regimentar al movimiento obrero, que firmaron y defienden el pacto social… que hicieron quorum para intervenir a Córdoba, pero que también tratan de que Perón incline su política de arbitraje entre las distintas fracciones de la burguesía”. (Política Obrera, 30 de marzo de 1974, año VIII, N°189, p.12)  

PO incluía al PST en la estrategia del Gran Acuerdo Nacional (GAN) liderada por Perón, el árbitro bonapartista, con vistas a contener las movilizaciones obreras mediante el acatamiento al Pacto Social, en un contexto de sistemáticos ataques de bandas de ultraderecha al activismo obrero y de izquierdas. El PST incurría, a ojos de PO, en la práctica de Frente Popular, contraindicada en la tradición trotskista por significar la realización de alianzas con sectores burgueses.

En términos de la época, la idea rectora era la defensa de la “institucionalización”, es decir, de las libertades democráticas, zona donde el PST habría cedido principios en pos de alianzas con el orden burgués. Aquí podemos preguntarnos: si la lectura ya estaba hecha, ¿para qué reunirse? Las razones del encuentro PO-PST parecen ser menos la de una voluntad de síntesis que la de un juego de diferenciaciones con el fin de reforzar la propia identidad. Por su parte, el PST venía de intentar infructuosamente candidaturas para las presidenciales de setiembre de 1973, a cuya cabeza buscaba colocar a la fórmula del dirigente sindical cordobés Agustín Tosco junto a Armando Jaime, del peronismo revolucionario. El ofrecimiento fue votado en el plenario del Frente de los Trabajadores desarrollado en Córdoba durante agosto de 1973, donde también se decidió que de no prosperar el ofrecimiento otra dupla oficiaría de reserva: la constituida por Carlos Coral y el “petiso” Páez, referente principal del Partido Socialista que se unió en 1972 con el PRT-LV para conformar el PST, y uno de los más destacados dirigentes obreros del clasismo cordobés perteneciente al Sitrac Sitram, respectivamente (Aiziczon, 2024).

Para ponderar el escenario de la disputa entre PO y PST, hay que destacar que el PST tenía más desarrollada la discusión internacional que PO. Había sido declarado sección “simpatizante” de la IV Internacional, y su máximo referente, Nahuel Moreno, había elaborado junto a otros militantes sendas polémicas como la publicada bajo el título de “Argentina y Bolivia: un balance” (1972), y otra en respuesta al texto de Mandel de principios de 1973 conocido como “En defensa del leninismo. En defensa de la Cuarta Internacional”. Aquel escrito fue traducido por el PST y criticado por Moreno en un célebre texto que se conoció como “el morenazo”, texto canónico de esa corriente, editado luego como libro titulado “El partido y la revolución” (1973). A la par que traducía y publicaba textos que distribuía entre su militancia para el conocimiento de las polémicas internacionales, el PST contaba con una revista de alcance internacional, la Revista de América (desde 1970), sucesora de Estrategia (1964), además de Ediciones Avanzada y editorial Pluma, que publicó escritos clásicos de Trotski.        

Por el contrario, PO comenzó a esforzarse por revertir su posición marginal y decidió considerar de importancia el desarrollo de la discusión internacional. Para argumentarlo, realizó una interpretación del contexto mundial: si el mayo francés marcó una nueva etapa de la revolución mundial en curso, caracterizada por un ascenso de luchas obreras, resultaba imperioso “clarificar” en qué posición estaba la organización mundial que marcaba el pulso de las organizaciones trotskistas: la IV Internacional y su Secretariado Unificado (“Introducción para la discusión de la carta del PST”, s/f.). El SU era caracterizado por PO como revisionista y “liquidacionista” de la IV Internacional, en base a que sostenía ideas respecto de que el proletariado (y su Partido) podía ser eventualmente relevado por otras clases u organizaciones como por ejemplo el caso de luchas de liberación nacional; al mismo tiempo, el pablismo dominante en la IV Internacional, afirmaba PO, negaba el papel contrarrevolucionario del estalinismo (“Informe sobre las reuniones mantenidas con el PST”, p.1.), y aún más: mantenía las tesis del “neocapitalismo” según las cuales el capitalismo experimentaba un impetuoso desarrollo de las fuerzas productivas, tesis opuesta a la idea de estancamiento de las mismas, sostenida por Trotski hasta su muerte (“Informe sobre las reuniones mantenidas con el PST”, p.1.).

¿Y el PST? En la mirada de PO, el morenismo era también considerado “oportunista y revisionista”: podía revisar aspectos de la Teoría de la Revolución Permanente, diluirse en el peronismo, avalar y luego renegar del guerrillerismo, buscar construir un partido obrero con sectores participacionistas del sindicalismo, o con el Partido Socialista de Coral, racconto que en definitiva mostraba su inclinación a un Frente Popular (Ídem p.2). Podemos pensar que en realidad poco importaba la interpretación de estos movimientos, toda vez que la lógica de plantearlas de ese modo buscaba en realidad no ceder en las hostilidades frente a lo que se constituía ya como un rival político de primera magnitud. En ese sentido adquiere significación el reclamo de PO hacia el PST respecto de que se retracte de las acusaciones que lanzaba sobre PO:

“[se] exige la consideración de un punto final: la calumniosa campaña de vuestra organización [el PST], manejada alevosamente y alternativamente en función de objetivos faccionales, en el sentido de que somos agentes de la FORD y de la CIA.” (Carta a la DN del PST, p.6., negritas nuestras)

Como se puede concluir, el PST no ahorraba tinta al momento de retrucar acusando a PO de semejante vinculación, caracterizada como faccional. Ahora bien, el ataque hacia el PST no implicaba a toda su militancia, sino que establecía una diferencia en la base militante del PST, a la que considerada “ganada para una orientación clasista y de independencia de clase” (ídem, p.2).

¿Y quién era el lector imaginario de estas enconadas disputas?, puede arriesgarse que el escenario de estas reyertas era un amplio campo donde se estaba produciendo una ruptura de la clase obrera con el peronismo, por ello la clarificación de PO ante el PST adquirió significación en vistas de que el interpelado imaginado por estos textos eran precisamente los sectores en ruptura con el peronismo y la base militante del PST, con lo cual el objetivo se pudo formular de la siguiente manera:

“¿qué nos proponemos con este debate? ¿el deschave del PST o la unidad? …El PST al adherir al planteo del “grupo de los 8” y al mismo tiempo decir que está por la independencia obrera revela que tiene una pata metida en la burguesía y otra en el proletariado” (Ídem, p.3.)

PO sugería que el PST no era honesto en sus planteos, poniéndolo en falta al estar en posición de descubrir sus verdaderos intereses. En la lógica del discurso que estamos analizando, la situación así planteada abrió las puertas a la ansiada “clarificación interna” de PO. Desenmascarar al competidor fungía como método que verificaba la certeza de la línea trazada; un elemento externo sobre el cual se aplicaba un veredicto, operaba reafirmando la verdad enunciada desde una posición que se atribuía claridad.

Para el PST la participación en el “grupo de los 8” significó otra cosa: una acción política tras los atentados a sus locales partidarios y al asesinato de sus militantes. El PST justificó en su prensa partidaria que su participación obedecía a la táctica de defensa de libertades democráticas y que constituía una oportunidad de amplificar sus denuncias y propuestas[8]. Sin embargo, la polémica no fue solo criticada desde PO: llegó hasta el SU quien publicó una nota acusatoria que tildó al PST de practicar el frentepopulismo, apoyado en la solicitada que se publicó en diarios con posterioridad a aquella reunión, y que fue interpretada como un alineamiento del PST a políticas “patronales y reformistas” (De Titto, 2018: 202).

Evidentemente, la discusión sobrevoló la interpretación del canon trotskista, pero por sobre todo, mostró los lineamientos de disputas hacia afuera, entre organizaciones. Veamos a continuación la dinámica de disensos hacia dentro de PO[9].        

Entre el Anticordobazo y la invención del enemigo interno: los facciosos

Como la mayoría de las apreciaciones sobre la clase obrera cordobesa elaboradas desde la izquierda, PO celebraba su disposición a la acción y la ubicaba también, después de protagonizar el Cordobazo, en el lugar de “vanguardia indiscutida”. Sin embargo, se argumentaba que entre la caída del onganiato y el retorno del peronismo al gobierno se había obstaculizado ese camino ascendente[10].

En territorio cordobés, PO consideraba que la gestión de Obregón Cano y Atilio López había tenido un efecto desmovilizador en el movimiento obrero. Tras el Navarrazo, y con la huelga derrotada de los trabajadores de SMATA, que implicó la intervención del sindicato, ocurría una seguidilla de fracasos que, sumados a la desarticulación de los sindicatos clasistas de Sitrac-Sitram y la intervención de Luz y Fuerza, conformaban una “iniciativa reaccionaria” o “anti Cordobazo”. Sin embargo, PO no elaboró ni precisó qué política desplegar en aquel contexto, limitándose a denunciar la situación y establecer con insistencia en que el ascenso de luchas obreras eventualmente iba a destronar la reacción. Pero el problema mayor era la burocracia sindical; para ello, se trataba de conformar la VOM (vanguardia obrera mecánica) cuya base era la discusión sobre las causas de la derrota reciente en la huelga del SMATA:

“debemos reunir la decena de compañeros vinculados a nosotros y proponerles iniciar el trabajo preparatorio con dos tareas básicas: formación política… y discusión semanal de la marcha de las fábricas y del gremio, por medio de una circular que nosotros prepararíamos (…) La relación es bien clara: sólo como partido de combate suscitamos la atracción hacia nuestras filas” (ídem, p.11, negritas nuestras).          

Pero la relación… no fue tan clara, sobre todo porque iniciaba y concluía en y desde el mismo punto de vista: el partido. Sin mayores registros sobre cantidad de militantes que permitan establecer algún grado de profundidad de su participación política, útil para conectar las definiciones políticas con una intervención efectiva en ellas, la apertura de un frente interno de tensiones es un buen punto de vista desde el cual podemos seguir aproximándonos a lo que sucedía en la regional cordobesa de PO.

Según Barraza (2021), entre los años 1972 y 1973 la regional Córdoba de PO sufrió una división en dos sectores, razón por la cual fue intervenida mediante el envío de un militante de la dirección nacional, Mario López, quien desde entonces fue el responsable político de la misma. Y si bien López consiguió ingresar a IKA-Renault apuntalando la inserción de PO en el movimiento obrero local, a finales del año 1975 encabezó una fracción de militantes obreros afiliados al SMATA que presentó un documento donde dieron a conocer profundas diferencias que motivaron a posteriori su alejamiento de PO y su ingreso al PST. Veamos más de cerca lo sucedido.

El día 5 de diciembre de 1974 en una reunión de célula del SMATA se informaba de la existencia de 5 militantes cuyo fin era, según se interpretó, la destitución del CRC (Comité Regional Córdoba). Luego de enumerarse los hechos, se destacaba que el militante ‘G.’, quien junto a 3 militantes “muy bien ponderados” que lideraban el grupo, no asistían a reuniones ni actividades partidarias a las que consideraban una pérdida de tiempo, mientras iniciaban una “tarea fraccional”. En vistas de la emergencia de este grupo, se resolvió intimarlos a que en 48hs rectificasen su conducta y se disciplinaran en los marcos del “centralismo democrático”. De inmediato, los documentos dejaron en claro que aquellos se autodenominaron “fracción”, sin embargo, serán renombrados desde PO como “facciosos”. El núcleo de la fracción fue señalado en ‘G’, y su emergencia se dató a 90 días de las Conferencia Nacional de PO, donde ‘G’ votó los documentos aprobados (documentos políticos y programa del Comité Ejecutivo Nacional, CEN), y luego del Plenario Provincial que ratificó aquellas resoluciones por unanimidad (Primer documento del CRC sobre los facciosos, 18/12/1974). La estrategia del documento era mostrar la vulneración del principio de “centralismo democrático” como clave de análisis de la conducta de este grupo:

“[centralismo democrático] significa la unidad de acción sin fisuras en el combate anticapitalista (centralismo) y el ejercicio, en ese cuadro de la democracia interna para la elaboración de la línea y la resolución de las divergencias” (Ídem, p.1)

Si bien las divergencias resultaban inevitables en su construcción, éstas, de acuerdo a la tradición, eran plausibles de ser expresadas bajo la forma excepcional de fracciones, posibles de existir bajo autorización del Comité Central (CC), en una suerte de divergencia controlada. Pero el argumento que exhibió la dirección de PO contenía todo el peso del contexto, emplazaba a la rectificación y cerraba la posibilidad de pensar otras motivaciones a su surgimiento:

“Nuestra organización es la única que postula una alternativa de clase…Somos el único partido que plantea la articulación de la respuesta democrática y obrera a los ataques de la reacción sobre la base de la movilización y de la independencia política de los trabajadores…en este contexto la constitución de una fracción divisionista constituye un hecho doblemente grave: en primer lugar es un ataque a estas posiciones políticas. En segundo lugar…La represión es un factor que aumenta la obligación de los militantes de respetar la vía organizativa del partido como un aspecto de su defensa.” (Ídem, p.2).      

Un segundo documento del CRC vinculado a los ahora denominados “facciosos”, los señalaba como enteramente dedicados “a la difamación de PO y… de nuestra regional” (Segundo documento del CRC sobre los facciosos, p.1). Se los acusaba de actitudes de sabotaje de actividades partidarias, de efectuar campañas con infamias hacia los miembros de la regional, lo que demostraba “su descomposición y corrupción políticos” (Ídem, p1).

Ahora bien, ¿cómo podemos acercarnos a la voz de los acusados?, por fortuna, el archivo de PO del cual obtuvimos estos documentos contiene también un apartado titulado por la dirección de PO: “1er documento de los facciosos”, allí leemos:     

“hemos llegado a la conclusión de que una serie de problemas aparentemente tácticos o de organización, sobre los cuales siempre divergimos con la dirección, han llegado a convertirse en problemas políticos fundamentales. Ahora ya está suficientemente probado que las camarillas, el burocratismo, el sectarismo, la irresponsabilidad orgánica del CR tienen un hilo conductor. Nosotros pensamos que este hilo es una determinada concepción antimarxista sobre la construcción del partido. Alrededor de este eje y en oposición, nos constituimos en fracción” (1er documento de los facciosos, p.1. El documento lleva 5 firmas en iniciales: G, J, V, R, RIC)

La fundamentación para erigirse en fracción obedeció a que en PO, tras 10 años de existencia, predominaban rasgos burocráticos tales como la ausencia de balances de la actividad política o la inexistencia de una práctica real de “centralismo democrático”, por ejemplo, “pisoteando resoluciones de plenarios regionales” (Ídem, p.2). Los problemas tácticos o de organización eran solo aparentes, pues las divergencias ya existían, y al no resolverse derivaron en la conformación de una fracción. Pero también, el grupo disidente buscaba polemizar desde la idea de Frente Único como método fundamental, mostrando aciertos de PO (el Frente Nacional Antiburocrático, la Tendencia Nacional Clasista, entre otros intentos de ponerlo en práctica), y remarcando que en muchos casos se trató de un “sello”, una “pantalla” para “encubrir fracasos”, en especial de la regional cordobesa (Ídem, p.2). En otros términos, se cuestionaba que el CRC al mismo tiempo que los alentaba, los saboteaba, o en el mejor de los casos buscaba transformarlos en un “apéndice del partido”, malogrando los principios de su creación. Luego, abandonada esta táctica, a posteriori, la dirección nacional y su representación local nunca respondían por las razones de semejante decisión. De resultas de esta situación así interpretada, se concluyó lo contrario de sus acusadores:

“En PO no existe el centralismo democrático; nadie afirma lo contrario. En primer lugar atacamos la irresponsabilidad de la dirección. No le creemos a nadie que diga que en un futuro se va a establecer el centralismo democrático, si mientras tanto se practica el burocratismo y no se hace responsable de nada frente a la base del partido” (Ídem, p.4, negritas nuestras)

La posición de los miembros de la fracción se inscribió en el uso de otro lenguaje que jugó por fuera del campo de reglas que estableció la dirección de PO, aunque fue enunciado todavía en condición de miembros de la organización. Justamente porque lo impugnó, pareció necesitar de ese otro dispositivo: aquel que pone en cuestión la autoridad de quien se dice buscar la unidad “sin fisuras” en una organización que se autodefine como la “única” alternativa de clase a los objetivos que le dan vida. En otras palabras, este particular desacuerdo tuvo como estrategia otro decir: “No le creemos a nadie que diga…”. La fracción buscó una posición que abrió la disputa por la verdad, o sobre los modos de producción de una verdad. ¿cuál fue entonces el destino del desafío?

Armada la confrontación, cada bando eligió su reaseguro, que para el caso de los disidentes fue apelar a la noción de “metodología obrera”, axioma que indicaba que, si lo practicado obedecía a las leyes de esa condición, era lo correcto, porque permitía hacer coherentes ideas, prácticas y sujeto. Entonces, si no se ejercía centralismo democrático sino su desviación –el burocratismo- en la organización que lo sostenía discursivamente, ¿cómo era pensable probar el programa político e intervenir con solvencia en el destinatario de la acción, la clase obrera? Finalmente, los disidentes se explayaron sobre la situación de PO en Córdoba, que graficaban con la idea de disolución, fruto de la inoperancia de los que conducían: “varios de los principales activistas obreros postulantes se han negado a ingresar aludiendo a la inmoralidad o incapacidad de los miembros de dirección” (Ídem, p. 4).

Hasta aquí, el grupo disidente apostaba a evitar la salida de PO, y para ello propuso un plenario a realizarse en 15 días, para discutir la situación partidaria, distribuir sus documentos de fracción que habían sido “ocultados por la dirección” (Ídem, p.4.), la presentación de un balance del CRC, de normas provisorias de centralismo democrático, y la fijación de un criterio político de elección de una nueva dirección regional en vistas de que se proponía la destitución de la hasta entonces vigente.[11]

Un segundo escrito titulado “Documento de los facciosos. Respuesta a la dirección del partido”, describe las idas y vueltas en las exigencias de PO, vía CEN, que era mediada por Mario López, quien parece haber sido el encargado de terciar para una discusión abierta. Pero ante las exigencias de autocrítica, los disidentes no estuvieron de acuerdo en realizarlas pues veían allí una trampa: la autocrítica podría ser usada por la dirección para desacreditarlos. En ese sentido, los disidentes fijaron su posición en la defensa del centralismo democrático, convocando a un Plenario en Córdoba donde pudieran asistir aquellos que estaban de algún modo vinculados a PO pero que se fueron o se sintieron manipulados por la dirección. El mecanismo de asegurar aquella propuesta consistía en la elaboración de un reglamento interno que permitiría reestablecer las normas del aludido “centralismo democrático” y que, exigencia poco probable de ser concedida, eligiese también una nueva dirección de la regional.

Como texto adjunto se encontraba el denominado “documento de los 17 puntos”, un texto que, luego de realizar una caracterización del gobierno de Isabel Perón, culminaba en un llamado al activismo obrero a organizarse en “agrupaciones clasistas del Partido Obrero”. Sobre todo el punto 10 señalaba que la estrategia a seguir debía ser la construcción del partido obrero junto al activismo de carácter antiburocrático, punto neurálgico de la acción militante, para lo cual era menester desarrollar organismos de base como los comités de fábrica, y más en general, persistir en confrontar las tendencias foquistas y frentepopulistas que anidaban entre los trabajadores, sugiriendo como norte ideológico la adhesión a la IV internacional. Si bien estas propuestas estaban en la misma órbita que las elaboradas por PO, contenían puntos que abrieron otra polémica:

“16) Nosotros reivindicamos la consigna de Partido Obrero como consigna de transición hacia el Partido Revolucionario porque reconocemos que la diferenciación política de la vanguardia obrera abarca sectores mucho más amplios que los que puede captar toda la izquierda existente”(ídem)

“17) La consigna de Partido Obrero, es además una consigna de Frente único, bien entendido éste. Nosotros no nos disolvemos para llevarla a cabo, ni tampoco necesitamos que otra organización nos de bolilla para aplicarla. Es un llamado a todo el activismo obrero sobre la base de una necesidad política real.” (ídem)      

La apelación a sectores mucho más amplios, la idea de partido obrero como momento transicional hacia una organización revolucionaria mayor, o también como táctica de frente único “bien entendido”, dejaba entrever diferencias programáticas que no podían ser escuchadas en PO, ya por la dificultad para discutir desde afuera de los órganos centrales, ya porque la sola práctica del cuestionamiento a una línea oficial con estas características expresaba algo más que los documentos no permitían leer. Hizo falta otro escrito posterior que despejó estas dudas, pero solo pudo elaborarse desde un espacio exterior a PO.        

El pasaje y sus formas

A poco menos de un año de ocurridos estos episodios los denominados facciosos se habían reorganizado en una agrupación sindical del SMATA a la que denominaron “28 de abril”, y la definieron así: “agrupación obrera independiente”. De inmediato, elaboraron y publicaron el 8 de octubre de 1975 una Carta abierta a Política Obrera, también conocida en la jerga militante como libro azul, en alusión al color de las tapas del documento. ¿Qué había sucedido? Los documentos antes citados, correspondientes al grupo disidente, no obtuvieron respuesta de PO bajo el argumento, según señalaba esta Carta abierta, de que no todos los implicados eran militantes de PO; en otros términos, esa fue la respuesta, continuada con la expulsión del grupo disidente. Estas medidas son las que originaron la conformación de la agrupación 28 de abril, que a poco de constituirse se unificó con la Tendencia Avanzada Mecánica Socialista, núcleo obrero del PST en el SMATA, quedando luego la denominación de TAMS-28.

La Carta abierta fue un extenso documento de más de 60 páginas. Según testimonios, fue escrito casi en su totalidad por Mario López (bajo el seudónimo de Mario Díaz) en discusión con una veintena de militantes obreros del SMATA (Aiziczon, 2024). López, a quien en apartados anteriores identificamos como encargado de la regional cordobesa, enviado desde Buenos Aires tras una escisión local entre los años 1972/3, se convirtió en el máximo referente de los expulsados de PO.

Sobre el contenido de la Carta abierta, hay que decir que en extensos pasajes no se privó de contratacar en duros términos a PO, en especial al momento de caracterizarlo en cuanto organización: “[PO] se caracteriza por el origen pequeño burgués…de sus cuadros” (Carta abierta a Política Obrera, 8/10/1975, p.6). La condición de clase, según juzgaba la Carta abierta, no lograba superarse practicando la “proletarización”, ya que aquellos mantuvieron una serie de “costumbres, vicios de clase, y hasta un lenguaje…que puede explicar la vida política de una secta” (Ídem).

Comparando a PO con una secta quedaba inhabilitaba toda consideración posible respecto de la práctica concreta del tantas veces aludido “centralismo democrático”. En este sentido, la caracterización de PO por momentos era tan virulenta que dejaba atrás toda apreciación sobre el uso de un registro discursivo que salía al cruce precisamente de los violentos ataques de su dirección; de allí que no sea extraño, por ejemplo, que el libro azul haya incluido aspectos antisemitas al referirse a las agrupaciones juveniles de PO, al estilo de considerarlo: “el ‘club’ de los hijos profesionales y pequeñoburgueses judíos acomodados donde se mantiene en el terreno intelectual el espíritu de los clubes hebraicos” (Ídem, p.6-7).

Siguiendo el desarrollo de la Carta, se indicaba la ausencia por más de 10 años de congresos partidarios, de un programa escrito, de estatutos, de balances de las actividades desarrolladas, de análisis autocríticos de la actividad del partido. En varias oportunidades se agregaron también descripciones casi etnográficas que mostraban un universo de sociabilidad de difícil acceso, plagado de gestualidades, formas de hablar y disposiciones corporales intimidantes: “las reuniones de célula son verdaderas maratones en las que se libran campeonatos de cretinismo detallista, enfermizo y temblequeante, donde a los militantes se les indica hasta cómo deben caminar” (ídem, p.7).

Sobre cuestiones políticas, los disidentes reclamaban que PO no aprovechaba la oportunidad de integrar listas y fusionarse con el PST en ocasión de las elecciones, aunque coincidía con aquel en las críticas respecto de la participación en el “grupo de los 8”. Al mismo tiempo, se valoraba la discusión publicada en las respectivas prensas partidarias, en especial el acuerdo programático propuesto por el PST que incluía la unificación de ambas organizaciones y que no se logró porque, según la Carta, PO acusaba al PST de apoyar al gobierno peronista usando la “institucionalización”. Por el contrario, gravitando sin rodeos sobre la posición de Nahuel Moreno, la Carta adhirió a la idea de una “utilización revolucionaria” bajo una consigna que se ajustaba “al nivel de conciencia de las masas”, buscando que las consignas se tornen herramientas de politización, en un clásico ejemplo de cómo el morenismo pensaba y desplegaba su práctica política. Esta plasticidad chocaba con la rigidez de PO, señalada como una organización marcada por definiciones taxativas, lo cual constituía: “la negación de la dialéctica: todo es blanco o negro, las luchas son al todo o nada; vamos camino a la guerra civil, [o que] el peronismo está muerto” (Ídem, p. 55).

Se podría suponer que estamos frente a una ruptura total, sin concesiones, donde se daba por terminada toda posibilidad de acuerdo, diálogo o intercambio. Esto fue así al menos hasta este punto en donde, hacia el final del documento, los disidentes insistieron en proponer una salida conjunta a PO:

“Para salvar la escisión en el seno de PO proponemos: 1) se acepte nuestra participación en el Primer Congreso de PO y que el documento que aquí presentamos se considere como documento para el Congreso. 2) en un plazo razonable nos comprometemos a la presentación de un documento sobre el trabajo sindical y nuestra contrapropuesta de Estatutos. 3) solicitamos la publicación de este documento en Boletín Interno” (Carta de los militantes de PO SMATA al CEN de PO, 9/07/1975)

La respuesta fue, otra vez, el silencio.

Conclusiones provisorias

Esta reconstrucción histórica buscó contribuir al conocimiento de casos que permitan acercarnos a fenómenos de ruptura en organizaciones de izquierda, sobre todo en el modo en que sucedieron, bajo el supuesto de que estas experiencias pueden alumbrar mejor respecto de cómo se constituyen subjetividades militantes en culturas políticas radicales. Más allá del valor histórico de reconstruir organizaciones políticas poco estudiadas, creemos que la presentación de posiciones frente al guerrillerismo, al peronismo, de actitudes en contextos represivos, y sobre todo la interpretación del canon trotskista en el derrotero de construcción de un partido, son relevantes para conocer no la certeza de las decisiones, aspecto válido en el campo de luchas aludido, sino la lógica de las disputas, pues tal como pudimos reconstruir, cada término establecía su validez si era extensivo a los diversos planos mencionados.

Por otra parte, buscamos analizar como un grupo que emprendió un desacuerdo al interior de una organización, culminó en la expulsión de los mismos, aunque de inmediato continuaron su actividad militante en otra organización rival. Lo anterior nos conduce a pensar en que la ruptura dejó ver 2 dimensiones, los sujetos del compromiso y el objeto de compromiso. De esta manera, es posible establecer modos de existencia militante que se reconfiguran en el espacio, donde el compromiso se continua de otra manera, mientras el objeto de compromiso es el mismo.

Las acusaciones cruzadas entre disidentes, grupo dirigente y organización rival, pueden pensarse como referencias a modos de concebir aquel atributo esquivo a cualquier verdad: la fidelidad a la causa, materializada en Partido. El veredicto que cayó sobre los disidentes en tanto “facciosos” muestra además un aspecto central de la naturaleza del compromiso político en la cultura de izquierdas en marras: la amenaza a los enunciados verdaderos, dirigida a la lectura dominante hecha por la dirección de la organización, fue respondida con un acto de clasificación que es también acto de autoridad, o en términos de Bourdieu, poder de constitución que hace existir lo que dice.

Por otra parte, quien fuera enviado a resolver tensiones internas, un cuadro de la dirección nacional de PO, fue el mismo que encabezó luego la disidencia y escribió la Carta abierta. Es que en el compromiso político no existen posiciones univocas. Al contrario, aún en grupos de fuerte autorreferencialidad es posible ver la plasticidad del fenómeno del compromiso político que, abordado desde sus rupturas (o desafíos) evidencia que la rigidez es más bien un atributo de respuesta de carácter conservador que ayuda a comprender las propiedades de un campo en disputa. Ese campo de lucha fue el trotskismo en sus años formativos, y que al momento de nuestra pesquisa se encontraba en pleno desarrollo.

En el desarrollo del conflicto, los disidentes primero criticaron a la dirección de su organización con argumentos inaceptables para los aludidos, luego se abrieron paso al ingreso en otra organización rival, tras lo cual comenzaron su reconversión publicando un texto en el que echaron mano a los modos de disputa beligerantes de los cuales habían renegado, sobre todo en lo que hace al dispositivo deslegitimador del adversario. Quizás ese recurso fue el que les brindó la posibilidad de permanecer en el campo, relegitimándose ahora en la nueva organización que los alojó, que a su turno explotó semejante oportunidad aunque por poco tiempo, pues el advenimiento del último golpe de estado en Argentina truncó trágicamente el desarrollo de estas experiencias.              

Bibliografía

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Recibido: 21/10/2024

Evaluado: 09/03/2025

Versión Final: 10/03/2025

páginas / año 18 – n° 46/ ISSN 1851-992X /2026                         


[1] El archivo se encuentra en etapa de ordenamiento, con materiales disponibles en la sede del Partido Obrero, calle Bartolomé Mitre 2162, CABA. Agradezco a los militantes de PO que facilitaron el acceso.

[2] PO integró por entonces el Comité Internacional (luego CORCI), una pequeña articulación trotskista que había solicitado participar, sin éxito, en el X Congreso.

[3] Con todo, la proletarización se practicó y a su modo redundó en cierto crecimiento organizacional, alcanzando unos 300 militantes hacia 1975 (Barraza, 2021:20). Otros aportes fragmentarios sobre PO pueden encontrarse en Malaspina (2017) Paris (2019).  

[4] También denominado como segundo Cordobazo, el Viborazo fue una protesta obrera ferozmente reprimida por fuerzas policiales especiales, ocurrida tras una huelga general y plan de lucha lanzada por sindicatos cordobeses, en donde ya participaban los obreros clasistas del Sitrac-Sitram y grupos armados marxistas y peronistas.

[5]   En adelante, todos los documentos de PO consultados y citados pertenecen al Archivo del Partido Obrero, CAJA 2, Hoja índice “BI PO 1973-75”, Boletín Interno de Política Obrera, 7/11/1974.

[6] Unión Cívica Radical, Partido Intransigente, Partido Revolucionario Cristiano, Partido Demócrata Progresista, Partido Socialista Popular, Partido Comunista, Unión Del Pueblo Adelante, y PST.

[7] El PST ya había enviado “cartas públicas” publicadas en su prensa, Avanzada Socialista, hacia el PC para conformar un frente obrero, y a la JTP durante 1973 donde se los invitaba a profundizar sus críticas a la burocracia sindical peronista y sumarse a agrupaciones clasistas. Ver “Carta abierta a la JTP”, y “A los compañeros comunistas”, en Avanzada Socialista N°69, 25/07/1973.  

[8] “Para frenar la escalada de la derecha, defender las libertades democráticas”, Avanzada Socialista N°97, 28 de marzo de 1974.

[9] La respuesta del PST al SU fue publicada en Avanzada Socialista Nº 119, 4/9/1974. La polémica por la participación del PST en el “grupo de los 8” tuvo coletazos décadas posteriores al momento de construir diversas historizaciones de su trayectoria como partido. Ver Werner, Ruth y Aguirre, Facundo. El PST en la mira de la Triple A: Un debate sobre el Frente democrático”. Bs As, Ideas de Izquierda Nº 24, Octubre 2015, y la respuesta a ese artículo, Laura Marrone “Sobre un artículo del PTS: La pluma, impune en tiempos de ‘paz’, puede ser riesgosa en las luchas decisivas”, disponible en: https://www.izquierdasocialista.org.ar/index.php/noticias/aniversario/2889-sobre-un-articulo-del-pts-la-pluma-impune-en-tiempos-de-paz-puede-ser-riesgosa-en-las-luchas-decisivas. En este artículo Marrone reproduce declaraciones del PST en el diario cordobés La Voz del Interior para destacar que se señaló sin titubeos a Perón como instigador de esta ofensiva, y en especial del Navarrazo: “[quien] ha instigado el golpe provincial no ha sido otro que el mismo Perón”, y más adelante, que el PST denunció que los hechos eran “parte de la ofensiva derechizante que lleva adelante el gobierno nacional en todo el país cercenando cada vez más las libertades democráticas”.

[10] A partir de estos documentos se pierde la numeración de páginas, por lo que optamos por usar numeración por orden de aparición. “Córdoba: situación política provincial [comité regional Córdoba]”, p.7.

[11] También se reclamaba la reincorporación de Betty, suponemos una militante de PO expulsada por motivos que desconocemos.