Reseña bibliográfica

Remes Lenicov, J. 115 días para desactivar la bomba. Historia íntima de la última vez que se sinceró la economía. ¿Cuáles fueron las lecciones de la crisis de 2001 que la política no quiso aprender?. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Ariel, 2023, 224 páginas.

Uno de los debates más relevantes que atraviesan hoy tanto a los círculos políticos como a los espacios académicos es si el ciclo abierto el 10 de diciembre de 2023, con la llegada al poder de una fuerza que se autodefine como la gran ruptura histórica de la última centuria, marca efectivamente el fin de una forma de concebir al Estado que se consolidó en los veinte años posteriores al estallido social de diciembre de 2001. Quienes rechazan esta hipótesis sostienen, en cambio, que más que una ruptura cabría hablar de una continuidad agónica, con el mismo punto de partida: la crisis del orden neoliberal de comienzos del siglo XXI. Más allá de las diferencias entre los elencos gobernantes y sus respectivas apoyaturas sociales

-que perciben en la administración de Javier Milei una suerte de borrón y cuenta nueva-, resulta evidente la necesidad transversal de discutir los límites estructurales que la economía argentina arrastra, con matices, desde al menos 2012. Es en este marco que se inscribe el aporte del economista Jorge Remes Lenicov, dirigente peronista con una extensa trayectoria en la gestión pública desde mediados de los años ´80, tanto en la provincia de Buenos Aires como en el ámbito nacional. Su figura alcanzó máxima centralidad institucional cuando asumió como ministro de Economía del primer gobierno de transición surgido tras la aplicación de la Ley de Acefalía, luego de la renuncia de Fernando de la Rúa, el 20 de diciembre de 2001. Tras una secuencia caótica de sucesiones fallidas, marcada por la represión, decenas de muertos en las calles y motines de hambre en los centros urbanos más grandes, fue finalmente el senador bonaerense Eduardo Duhalde, con el aval de su par Raúl Alfonsín, quien asumió la presidencia interina con el mandato de completar el período iniciado por el radicalismo en 1999.

El libro puede ubicarse en un registro híbrido, que combina elementos de memoria política, testimonios técnico-gubernamentales y análisis retrospectivo de la coyuntura. Sin ser una obra puramente académica ni una crónica periodística, 115 días para desactivar la bomba se posiciona como una intervención político-intelectual con pretensión explicativa, escrita por un actor central de los hechos que reconstruye su propia gestión. Desde el punto de vista disciplinar, el libro se inscribe en lo que podríamos llamar una historia inmediata o historia desde adentro (en este caso del Estado), con fuerte énfasis en los dilemas de la política económica a ejecutar en contextos de crisis. Su valor reside menos en la sistematicidad teórica o metodológica, ya que no es un trabajo de economía empírica ni de historia económica tradicional, sino más bien en ofrecer una mirada situada, sustentada en la experiencia de gobierno, sobre uno de los momentos más traumáticos -sino él más- de la historia argentina contemporánea.

La tarea de revisar las condiciones que condujeron a la crisis terminal de 2001 es asumida en el prólogo por Bernardo Kosacoff, quien con sobriedad y claridad expone una síntesis estructural de largo plazo. El laureado economista argentino ubica el inicio del proceso de estancamiento del aparato productivo en 1975, en el contexto de la crisis global de precios que golpeó con fuerza a las economías periféricas, entre ellas a la Argentina. Sin nombrarlo directamente, Kosacoff remite al paquete de medidas impulsado por el recién asumido ministro de Economía Celestino Rodrigo durante el breve gobierno de María Estela Martínez de Perón. El “Rodrigazo”, incluyó una fuerte devaluación del peso de más del 100 %, la liberalización de tarifas y precios administrados, y la eliminación de subsidios en áreas específicas, lo que provocó un violento salto inflacionario que produjo una brusca caída del salario real y por ende una escalada en la conflictividad social, fundamentalmente por parte de un aliado lógico del gobierno, cómo era en ese entonces la Confederación General del Trabajo. Resulta claro para Kosacoff que ese momento marca el punto de inflexión en el modelo industrializador, dando inicio a una fase prolongada de deterioro macroeconómico y pérdida de capacidad de control por parte de la gestión estatal. Es sobre ese trasfondo que, para él, Remes Lenicov propone leer la experiencia del colapso de 2001 y su intento de estabilización, cómo un caso exitoso.

Tal como lo anticipa el título, el núcleo del libro gira en torno al conjunto de medidas adoptadas por el autor durante los primeros cuatro meses de 2002, en su intento por estabilizar una economía desbordada en todas sus dimensiones. Remes Lenicov organiza su relato apoyándose en tres pilares políticos que, a su juicio, hicieron posible la intervención estatal en un contexto de anomia institucional. El primero fue el respaldo político pleno encarnado en el acuerdo interpartidario que sellaron Duhalde y Alfonsín, lo que permitió dotar de cierta legitimidad y cohesión a la frágil administración nacida de la acefalía. En segundo lugar, el autor remarca que el diagnóstico sobre la inviabilidad del modelo estaba formulado desde tiempo atrás; ya en la campaña electoral de 1999, Duhalde había cuestionado abiertamente la sostenibilidad de la Convertibilidad, lo que, según Remes, facilitó una reacción rápida y articulada una vez en el gobierno. Finalmente, destaca la composición técnica y política del equipo económico que lo acompañó desde el 1º de enero de 2002; funcionarios con experiencia en gestión pública y con sensibilidad política, preparados para enfrentar la complejidad que implicaba desactivar, en sus términos, una bomba de tiempo. A partir de estos puntos de apoyo, el libro se aboca a reconstruir, semana a semana, las decisiones clave que, en la mirada del autor, resultaron fundamentales para frenar el derrumbe y así evitar una recaída estructural en una crisis de la misma magnitud.

Las medidas adoptadas fueron desde un enfoque que iba de lo general a lo particular. El diagnóstico inicial formulado por el equipo económico giraba en torno a tres objetivos centrales e inmediatos tras la salida de la Convertibilidad: en primer lugar, recuperar consistencia macroeconómica mediante el restablecimiento del funcionamiento de instituciones básicas del Estado; en segundo término, detener la caída de la actividad económica para retomar un sendero de estabilización y crecimiento; y, por último, evitar un escenario de hiperinflación mediante la vigilancia en la dinámica de precios. Frente a la posibilidad de optar por un enfoque gradualista, Remes Lenicov insiste a lo largo de todo el libro en la necesidad de un programa que debía ser de shock, anclado en la idea de que los tiempos de la política, marcados por la urgencia, no siempre pueden acompasarse con los tiempos más morosos y fragmentados de la economía. Las tensiones derivadas de esa asincronía atraviesan buena parte del relato, sobre todo cuando el autor reconstruye las presiones ejercidas por diversos grupos de interés que, en un contexto de crisis generalizada, buscaban preservar posiciones. Remes destaca la figura de Duhalde como un actor clave para sostener el rumbo, aun en innumerables momentos de zozobra, apelando a la necesidad de construir un consenso mínimo en torno a los costos del proceso, buscando plasmar la convicción de que todos los sectores debían ceder algo, si se pretendía evitar una recaída inmediata en el caos social e institucional que aún estaba fresco en la memoria colectiva.

El marco legal que habilitó la puesta en marcha del programa fue la sanción de la Ley de Emergencia Económica N.º 25.561, aprobada en enero de 2002, que otorgó al Poder Ejecutivo amplias facultades para intervenir sobre los contratos, los precios relativos y el régimen cambiario. A partir de allí, Remes Lenicov sistematiza en el libro las principales decisiones adoptadas durante su gestión, organizándolas en una secuencia de diez medidas clave, según su importancia estratégica. En primer lugar, la salida de la Convertibilidad, con una devaluación inicial y un esquema parcial de control del tipo de cambio. En segundo término, la pesificación de la economía mediante la conversión forzosa de contratos y obligaciones dolarizadas. En tercer lugar, el desarme progresivo del esquema de restricciones bancarias, conocido como “corralito”. A estas le siguen: el rediseño del presupuesto nacional con foco en la disciplina fiscal y el superávit primario; la redefinición del rol del Banco Central como prestamista de última instancia y regulador del mercado de cambios; la imposición de derechos de exportación sobre productos con ventajas comparativas; la pesificación de la deuda interna para reducir su peso en moneda extranjera; la pesificación y congelamiento transitorio de tarifas de servicios públicos; el congelamiento salarial como mecanismo transitorio para contener precios y promover empleo; y, por último, la apertura de negociaciones con organismos multilaterales de crédito y otros acreedores internacionales. Para el autor, estas medidas componían un conjunto articulado, orientado a generar un shock productivo que permitiera revertir el colapso sin recurrir a lo que califica como “falsos atajos”: la dolarización definitiva o la emisión monetaria sin ancla.

El subtítulo del libro: “¿Cuáles fueron las lecciones de la crisis de 2001 que la política no quiso aprender?”, resume con claridad el eje de la segunda y tercera parte de la obra. En estos capítulos, Remes abandona el tono narrativo de su gestión para adoptar una postura más abiertamente crítica hacia las administraciones que lo sucedieron, especialmente los gobiernos kirchneristas. A su juicio, una de las falencias más significativas fue la negativa a reconocer que la situación heredada por Néstor Kirchner en mayo de 2003 era, en muchos aspectos, sustancialmente mejor que la que había enfrentado el propio Duhalde en 2002. El autor construye una periodización que identifica momentos clave en los que, según su interpretación, el gobierno desperdició la oportunidad de profundizar el saneamiento económico iniciado en la posconvertibilidad. Entre ellos señala: el aumento sostenido del índice de precios a partir de 2005; la crisis de los términos de intercambio, agudizada por la recesión global de 2008, que en Argentina se expresó en la disputa por la Resolución 125 impulsada por el entonces ministro de Economía Martín Lousteau; el abandono de una política fiscal austera, sintetizada en la pérdida de los “superávits gemelos” (el fiscal y el comercial) entre 2009 y 2010; por último, las tensiones en el mercado cambiario, resueltas, según el autor, de forma errónea con la implementación de múltiples restricciones a la compra de divisas: el denominado “cepo”. En todos estos casos, Remes sostiene que la clase política optó por evitar decisiones difíciles, postergando reformas necesarias y reeditando prácticas que incubaron nuevas fragilidades.

Respecto de la experiencia de gobierno de la coalición Juntos por el Cambio, encabezada por el PRO de Mauricio Macri, el autor adopta inicialmente un tono más indolente. Para Remes Lenicov, uno de los errores fundamentales de aquella administración fue la ausencia de un diagnóstico económico honesto y la negativa a construir un contrato político claro con la ciudadanía respecto de los costos del reordenamiento macroeconómico. En lugar de convocar a un esfuerzo social sostenido, el gobierno optó por un camino de gradualismo discursivo sostenido en promesas infundadas, como el eslogan de “pobreza cero”, sin un sustento técnico ni un diseño de políticas coordinadas. Esta falta de cohesión programática se reflejó, para el autor, en la dispersión de los equipos de gestión y en la falta de acuerdo sobre las medidas a adoptar. No obstante, es en dos dimensiones donde Remes se muestra más tajante: por un lado, la desregulación del sistema financiero que habilitó el auge del carry trade como mecanismo transitorio para sostener la entrada de divisas ante la persistente escasez estructural de dólares; por otro, en la posterior y acelerada búsqueda de asistencia externa, que culminó en la firma de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional cuasi draconiano, no sólo por su magnitud (el mayor préstamo de la historia del organismo) sino porque, para Remes, respondió más a los intereses geopolíticos de los acreedores y aliados internacionales del entonces presidente que a una estrategia económica racional. Lejos de evitar el colapso, el acuerdo con el FMI agudizó la fragilidad financiera y condicionó severamente el margen de maniobra para enfrentar la recesión que sobrevino en 2018 y 2019. El recorrido culmina con un breve pero contundente análisis del gobierno del Frente de Todos, encabezado por Alberto Fernández entre 2019 y 2023. En línea con sus críticas anteriores, el autor advierte una preocupante continuidad respecto de los déficits estructurales que, a su juicio, atravesaron tanto la gestión de Juntos por el Cambio como los ciclos kirchneristas previos. Por un lado, señala la persistencia de una gestión económica caracterizada por la falta de diagnóstico riguroso (sobre todo en lo relativo al peso del endeudamiento), la descoordinación técnica y la ausencia de un programa integral. Por otro, remarca la reedición de prácticas que ya había objetado en su evaluación de la década anterior: inexistencia de una política antiinflacionaria consistente, mantenimiento de un esquema tarifario regresivo, con subsidios a la oferta más que a los sectores vulnerables, crecimiento del empleo público y del gasto estatal sin respaldo genuino, y sobredependencia del control de cambios como mecanismo de contención. A estos factores se sumaron los efectos devastadores de la pandemia de COVID-19, cuya recesión inicial en 2020, sostiene Remes, fue de magnitud comparable a la que enfrentó él mismo en 2002. Finalmente, la llegada de Sergio Massa al Ministerio de Economía -cargada de expectativas de racionalización del rumbo macroeconómico- no logró revertir la dinámica inflacionaria, que hacia el tercer año de gobierno alcanzaba niveles mensuales alarmantes, reflejo de una inercia que parecía ya instalada.

La tercera parte del libro, concebida como epílogo, abandona el terreno del balance para esbozar algunas sugerencias de política económica orientadas a los gobiernos que vendrán. Lejos de ofrecer una receta cerrada, Remes Lenicov insiste en la necesidad de construir, desde los equipos gubernamentales, un diagnóstico realista, técnicamente informado y socialmente discutido sobre los desafíos estructurales que enfrenta la economía argentina en la tercera década del siglo XXI. Entre los principales obstáculos identifica la persistencia de un régimen de alta inflación sin resolución sustentable, las deficiencias en la administración de los recursos públicos, la escasa inversión en educación, investigación y desarrollo, y el anacronismo de ciertas regulaciones laborales. Desde su experiencia como funcionario y como diplomático -en la ONU y la Unión Europea-, el autor interpela a la dirigencia política a actuar con madurez, asumiendo los costos que implica abandonar una larga etapa de estancamiento y declive, apelando a un gesto de responsabilidad cívica, y así poder dar pie a “la legítima aspiración de los argentinos a ser parte de una sociedad civilizada, con buena calidad de vida para todos y con razonables esperanzas de un futuro mejor” (Remes Lenicov, 2023, p.17).

Martín Carranza

Universidad Nacional de Rosario,

 Universidad Católica Argentina (Argentina)
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