Redes de poder durante el “Estado Novo” brasileño: los intelectuales
autoritarios y la constelación Capanema
Power networks during the brazilian
"Estado Novo": authoritarian intellectuals and Capanema constellation
Gabriela De Lima Grecco
Departamento de Historia
Contemporánea
(Universidad Autónoma de Madrid),
España
gabriela.lima@uam.es
Resumen
Este artículo tiene por objetivo
analizar las redes que existieron entre algunas figuras del sector intelectual brasileño y su rol al interior
del Estado Novo (1937-1945). Para ello, se examinan las relaciones personales,
profesionales e ideológicas entre este grupo de escritores, así como sus
vínculos con los órganos estatales, y con el espacio público que ocuparon. Se
busca de este modo comprender su rol dentro de la estructura de poder, y
desentrañar sus mecanismos de adaptación frente al conjunto de actores que
convergieron en la construcción de un proyecto de Estado. Se entiende
que existió una red de relaciones entre los proyectos de la política cultural
oficial y estos intelectuales, cuya colaboración confirió una cohesión a la
misma mediante su participación.
Palabras
claves
Brasil, Estado Novo, Intelectuales, Redes,
Burocracia.
Abstract
This article attempts to
analyze the networks that existed among some intellectual figures of Brazilian
industry and the place occupied within the state structure during the Estado
Novo (1937-1945). To do this, through the analysis of primary sources,
personal, professional and ideological ties of this group of writers are
discussed, and the relationship they established with state bodies, and public
space they occupied within the state apparatus. It seeks to understand the role
played by men and women of letters within the power structure, and unravel what
were your mechanisms of adaptation that took place in a large group of actors
who converged on the building of a state project.
Key words
Brazil, Estado Novo, Intellectuals, Networks,
Bureaucracy.
Introducción
Todos los
hombres son intelectuales, podríamos decir, pero no todos los hombres tienen en
la sociedad la función de intelectual.
Antonio Gramsci
Durante el periodo
comprendido entre 1930 y 1954, el escenario político brasileño fue dominado por
la figura de Getulio Dornelles Vargas. El término Estado Novo se refiere a la etapa histórica que empezó el 10 de
noviembre de 1937, cuando se puso en marcha la disolución del Congreso Nacional
y se impuso una nueva Constitución. Este acontecimiento
dio inicio a una nueva etapa en la historia brasileña, en que se implementó un régimen autoritario que apeló de manera
constante a las masas, y cuya misión fue el fortalecimiento del poder coactivo
estatal y el desarrollo de formas de control de las diferentes esferas de la
vida social. Vargas buscó la continuidad de una política marcadamente
autoritaria, favorecida por la creación de órganos y ministerios
centralizadores, la concentración de poder en el
Ejecutivo, la disolución de partidos y la elaboración de discursos
legitimadores desde el Estado. Para la consolidación de un régimen de
estas características, se necesitó contar con la colaboración de grupos de
intelectuales que pudiesen ejercer una influencia importante dentro del
régimen, y que compartiesen argumentos políticos e ideológicos para poner en
marcha un nuevo discurso y una nueva política cultural.
El concepto de intelectual
utilizado en este trabajo corresponde al de hombre
de pensamiento y acción. Mientras que la visión clásica sobre los
intelectuales ha sido siempre relacionada con la acción teórica, a partir de
finales del siglo xix, se produjo
un cambio sustancial: los intelectuales pasaron a contribuir al juego de las
pasiones políticas.[1]
De este modo se tornaron agentes políticos, capaces de intervenir en los
asuntos sociales por medio de su participación en los aparatos ideológicos del
Estado.[2]
En particular, trataremos de analizar las redes[3] que
existieron entre algunas figuras del sector intelectual brasileño y el lugar que
ocuparon dentro de la estructura estatal. Para ello, se examinarán las relaciones
personales que tuvieron lugar entre los escritores a través del análisis de
cartas, prontuarios y del espacio público que ellos ocuparon. La selección de
los sujetos para este estudio fue determinada por la documentación disponible
en los fondos del CPDOC/FGV –disponible en los fondos
del Centro de Pesquisa e Documentação de Historia Contemporanea do Brasil de la
Fundação Getulio Vargas– y del Archivo Público de
Sao Paulo, y por estudios ya consagrados como los de Sergio Miceli, Intelectuais à brasileira, y de la obra
organizada por Heloisa Bomeny, Constelação
Capanema.
Con el objetivo de
dar un tratamiento sistemático a las fuentes y a los datos históricos a partir
de un prisma crítico, se busca comprender el rol del régimen y sus mecanismos de
control frente al conjunto de actores que convergieron en la construcción de un
proyecto de Estado. Los ideólogos del
Estado Novo tenían una preocupación por demostrar que el régimen se sostenía en
una base cultural sólida y que respondía al empeño de renovación nacional. En este sentido, existió
una red de relaciones que conectaban los proyectos de la política cultural con
los intelectuales, en especial aquellos formulados por el ministro de
Educación, Gustavo Capanema, cuya colaboración confirió una cohesión a la
cultura oficial. De esta manera, los escritores participaron activamente en el proyecto
pedagógico–literario oficial, en una
simbiosis clara entre praxis política y literaria.
La política
cultural y el papel de los escritores
Las relaciones entre
el poder político y los intelectuales configuran un tema de gran relevancia, ya
que su estudio nos fuerza a adentrarnos en los complejos vínculos que se
construyen entre el campo de la política y el resto de campos sociales.[4] Por ello, el concepto de red constituye un instrumento útil para
producir nuevas perspectivas y profundizar los conocimientos sobre las
conexiones existentes entre los intelectuales y el ámbito político. En este
sentido, durante el Estado Novo en Brasil, los literatos tuvieron un papel destacado como agentes capaces de negociar[5]
con el gobierno. Cierto es que hubo una profunda inserción de este grupo
social en la organización político-ideológica del régimen a través de la
creación de redes formales e informales dentro de las estructuras administrativas
del poder central, capaces de crear canales de negociación con las autoridades
políticas.
Los intelectuales participaron de forma activa en
movimientos organizados durante los años veinte y treinta como estrategia para adentrarse en los espacios y debates
políticos y culturales. Estos puntos de encuentro, como cafés literarios,
tertulias y la Semana de Arte Moderna,
sirvieron como espacios de cambio y construcción de una nueva identidad. Si la
construcción de una red depende del contacto entre sus integrantes a lo largo
del tiempo, esta convivencia irá cambiando, y muchos agentes irán entrando y
saliendo, dado el carácter dinámico y variable de la red. Estas redes de
intelectuales fueron construyéndose a lo largo de los años y de los distintos
procesos históricos, como el movimiento modernista, la crisis del sistema
liberal de la República Vieja, y la Revolución de 30. Todos ellos contribuyeron
a la construcción del Estado Novo, y los intelectuales se vieron a sí mismos
como sujetos destacados para el desarrollo de las instituciones estatales.[6]
Durante
el primer tercio del siglo XX se dieron las
condiciones socio-históricas para la profesionalización del trabajo
intelectual, sobre todo respecto a su forma literaria. En este sentido, como
señala Miceli[7],
el campo intelectual[8] pudo
desplegarse de forma más o menos autónoma. En el contexto del nuevo régimen, los escritores contribuyeron de forma destacada en
el complejo sistema de dominación, y su participación asumió formas muy
complejas dentro de la red institucional. En esta lucha política –a la
vez, teórica y práctica– por conservar o transformar las categorías de
percepción del mundo[9] se estructuraron
diferentes tipos de relaciones: mientras el poeta Carlos Drummond de Andrade
sirvió al Estado pero no se sometió intelectualmente a la ideología oficial
(ejemplo de eso fue la publicación de su obra Sentimento do mundo), Cassiano Ricardo dio apoyo a través de su
palabra y su acción política.[10]
La creación de nuevos frentes de colaboración con el sistema de poder,
reflejados en el rol del Estado como principal inversor y difusor cultural,
supuso desde luego un elemento nuevo en el sistema político. De ahí que el
artículo 128 de la nueva Constitución confiriese al Estado el deber de
contribuir directa o indirectamente al desarrollo de la cultura del país y,
para ello, se debía favorecer la creación de innumerables órganos burocráticos
como agencias, institutos, consejos o entidades autárquicas que centralizasen
las diferentes demandas de la sociedad. El 1 de julio de 1938, Vargas
estableció, a través del Decreto-ley n° 526, el Consejo Nacional de Cultura,
encargado de coordinar todas las actividades relativas al desarrollo de la
cultura nacional, bajo supervisión del Ministerio de Gustavo Capanema. A partir
del mismo se promovió, entre otras cosas, el desarrollo de la producción
literaria, filosófica, científica y artística[11]
de cara a conducir un proyecto cultural nacionalista, en el cual «las plumas
oficiales» se mostraron agentes imprescindibles para su construcción.
Dentro de esta política, el régimen apostó por un trabajo de cooptación y,
a partir de ello, la ilustración brasileña pasó a participar en la construcción
de la cultura oficial. La defensa del papel de los intelectuales como actores–impulsores del proceso de
cambio social fue un componente predominante del proyecto de Estado. Para ello
las redes se estructuraron para cohesionar a los grupos políticos y establecer
una visión compartida del mundo. Así se configuró la gran ambigüedad y complejidad
del régimen getulista, que incorporó a intelectuales de distintas tendencias
ideológicas –los modernistas, comunistas,
liberales o integralistas– que trabajaron mano a mano en
favor de la construcción de un proyecto de Estado nacional. Asimismo, esta heterogeneidad
puede ser explicada por las redes formadas en torno a los diferentes núcleos de
intelectuales: por un lado, los dipeanos
y los integralistas; y por el otro, los de la constelación Capanema. De
este modo, en un esfuerzo de creación de una cultura literaria nacionalista se
consolidó una relación directa entre los hombres
y mujeres de letras y la política: así, las artes y la política se tornaron
inseparables como señala Randal Johnson.[12]
Por otra parte, tal y como observa la historiadora De Castro Gomes,[13] el Estado, y más
específicamente el ministro Capanema, utilizó los «recursos» de los que
disponía para rodearse de intelectuales a los que otorgó una posición clave y
estratégica para llevar a cabo ciertas políticas públicas. Por esta razón, la
labor de cooptación se tradujo en un mecanismo de doble vía: no solo los
intelectuales tuvieron interés y buscaron participar del aparato cultural del
Estado, sino que también las autoridades gubernamentales «pidieron» la
cooptación de algunos de ellos. De ahí la importancia del llamado poeta–de–gabinete como retrato de esta nueva etapa de la política
brasileña, durante la cual los intelectuales se sumergieron en la dinámica
burocrática del Estado a través de la construcción de múltiples canales de
conexión entre lo público y los grupos formados por escritores.
Los escritores
autoritarios: los dipeanos y los
integralistas
El Departamento de Imprensa e Propaganda (en adelante DIP) fue creado a través del
Decreto-ley presidencial n° 1.915, el 27 de diciembre de 1939 y su objetivo fue
el monopolio de la prensa y del libro, así como la coordinación de la
comunicación social del Estado Novo. Estuvo subordinado a la persona de Getulio
Vargas y era él quien nombraba directamente todos los cargos de confianza. Fue así
como designó a Lourival Fontes –escritor de la revista Hierarquia, admirador del Duce, y conocido como el «Goebbels tupiniquim»– como director general.
Asimismo, el DIP buscó consolidar un auténtico control alrededor de todo el
territorio nacional, creando para ello los Departamentos
Estaduales de Imprenta y Propaganda (DEIP´s), que nacieron ya subordinados
directamente al propio DIP. Así, alrededor de la figura de Lourival Fontes se
formó un complejo cuadro de intelectuales, los dipeanos, que realizaron una labor de control y censura en el campo
cultural. Sin embargo, este conjunto de intelectuales que pasaron a formar una
red en torno a Fontes ya se había organizado anteriormente,[14]
más concretamente durante la década de veinte, a través del periódico Correio Paulistano[15]
(órgano oficial del Partido Republicano Paulista) y en torno a la
celebración de la Semana de Arte Moderna.
Los directores generales del DEIP de Sao Paulo, Candido Mota Filho,
Cassiano Ricardo y Menotti Del Picchia, se constituyeron como los modernistas de derechas que participaron de la Semana de Arte Moderna. Celebrada en la
ciudad de Sao Paulo en febrero de 1922, representó el acto inaugural del
modernismo brasileño. Como despliegue en la Semana,
surgieron dos movimientos modernistas, el Pau-Brasil/ y el Verde-Amarelo.
Cassiano, Picchia, Candido, junto al futuro integralista Plinio Salgado, fueron
los principales representantes del movimiento verde-amarelo. En mayo de 1929, el grupo publicó el Manifesto do Verde-Amarelo, donde
expusieron los objetivos del movimiento artístico: “tenemos que construir esta
gran nación, integrando la Patria Común a todas las expresiones históricas,
étnicas, sociales, religiosas y políticas. Por la fuerza centrípeta del
elemento tupi”.[16]
Podemos trazar, por lo tanto, el camino que llevó a este conjunto de
intelectuales modernistas a estrechar sus relaciones y a conformar una red.
Desde luego, a través de esta red de camaradería y de compañerismo
ideológico-artístico, estos actores sociales aprovecharon la estructura
burocrática estatal, de acuerdo a sus objetivos materiales o de seguridad,
siendo absorbidos por el régimen varguista. Por otro lado, tal y como señala
Williams (2001), al absorber el régimen de Vargas a los artistas modernistas,
también absorbió su proyecto modernista. Es
decir, Vargas utilizó un conjunto de fundamentos pertenecientes a los verde-amarelos (como la visión
chauvinista, su idea de nación y el concepto de brasilidad) y, por consiguiente, los intelectuales modernistas
pasaron a ser considerados como los individuos más capacitados para reconocer
la verdadera cultura nacional de Brasil.
El dipeano Cassiano Ricardo, por
ejemplo, fue, además de director general del DEIP paulista, censor–jefe –cargo otorgado a través de la ley 12.486–. Su sueldo anual era de
16.800$000 cruceros,[17]
valor bastante alto si se lo compara, por ejemplo, con la labor de un revisor
en una empresa periodística, que ganaba cerca de 7.200$000 cruceros durante los
años cuarenta.[18]
Considerando estas condiciones, es evidente que los verde-amarelos gozaran de bastante prestigio y supieron ejercer su
influencia dentro del Estado varguista.
Durante la década de los años treinta el grupo verde-amarelo se bifurcó en dos movimientos distintos. Plinio
Salgado fue quien rompió con el grupo original al idear la construcción de un
movimiento más radical y de pretensiones fascistas, la Acción Integralista
Brasileña (en adelante AIB). Por otro lado, cabe señalar que Plinio mantuvo una
relación muy estrecha con Vargas, tal y como se manifiesta a través de la
intensa correspondencia entre ellos. En
términos de principios doctrinales, el Integralismo y el poder central
compartían muchas propuestas comunes (como el énfasis otorgado al culto a la
Patria, a las prácticas cívicas y a las políticas de nacionalismo exacerbado,
el rechazo al liberalismo y al sufragio universal, la identificación con un
Estado fuerte y corporativista, la restricción a las autonomías estatales y la
necesidad de una regulación de la cultura). De hecho, el 7 de septiembre de
1941, Plinio Salgado señalaba en una carta a los integralistas que los
fundamentos ideológicos de la doctrina del Movimiento eran los mismos que
habían inspirado a la Constitución de 1937, afirmando que “jamás hubo divergencias respecto a las bases doctrinarias
entre los integralistas y el régimen”.[19]
Sin embargo, esta relación no gozaba de mucha
estabilidad. Plinio estaba convencido de que Vargas transformaría el
Integralismo en la base doctrinaria del nuevo régimen y que le otorgaría la
dirección del Ministerio de Educación. Pero fue todo lo contrario. Para
encubrir la inminente ruptura, Getulio negoció, tras
la extinción de las formaciones políticas, la transformación de la AIB en
Asociación Cultural (con el nombre de Associação
Brasileira de Cultura), garantizando la supervivencia y el apoyo del
movimiento. No obstante ello, poco después canceló el registro de la
Asociación, y prohibió cualquier manifestación o publicación integralista. Ello
llevó a que la ruptura entre el ejecutivo y los fascistas caboclos fuese inminente, culminando en un intento de
golpe de Estado en mayo de 1938. Tras el putsch, diversos
integrantes integralistas fueron detenidos, y Plinio se exilió en Portugal.
Todo ello, no obstante, no impidió que en el seno de la
red que se construyó en torno a los integralistas y el poder estatal se
delimitase una nueva relación de colaboración. Aunque se presentaron
situaciones de extrema conflictividad y fricciones incómodas, fue posible
reactivar un proceso de negociación, cuya consecuencia fue la incorporación de muchos integralistas a la burocracia estadonovista. Un claro ejemplo es el caso del jurista Miguel Reale
–uno de los principales líderes
e ideólogos integralistas–, quien en 1942 obtuvo el
cargo de Consejero del Departamento Administrativo del Estado de Sao Paulo
(DASP)[20] –función que ejerció hasta 1945–, y cuya oficina pública
poseía “cerca de veinte ex-integralistas,
sendo que os elementos de mais importancia são os senhores Almeida Sales e
Lauro Escorrel”.[21] No se puede negar que se creó
un nudo alrededor de Reale por haber conseguido cargos a diversos protegidos
suyos que le buscaban en virtud de su calidad como Consejero. Esta situación demuestra que existió una verdadera red
de cohesión que, pese a los conflictos que amenazaban dañar los lazos de
solidaridad entre los integralistas y Vargas, viabilizó la reconstrucción de
nuevos lazos que transcendieron los conflictos existentes.
Asimismo otro ejemplo interesante de esta categoría, que podemos llamar red de protección, fue la que surgió en
torno a Candido Mota Filho, quien, según información del Departamento de Orden
Política y Social (en adelante DOPS), buscó rodearse de auxiliares marxistas,
además de recibir frecuentemente a varios intelectuales comunistas militantes
en su despacho, como Rafael Sampaio, Francisco Vampré y Mauricio Goulart.[22]
Éste último, a su vez, trabajó en la Revista
Diretrizes[23], donde nombró director a Samuel Wainer.[24] La revista reunió un grupo de
intelectuales simpatizantes y militantes comunistas, lo que supuso una intensa
vigilancia por los órganos censores (DIP). Goulart,[25]
además, se relacionó con el sociólogo marxista Caio Prado Jr; que a su vez,
gozaba de lazos de identificación con el escritor Dyonelio Machado[26]
y Jorge Amado[27]
(ambos escritores comunistas que participaron de la Alianza Nacional
Libertadora, coalición opositora a Vargas).
Si por un lado la pertenencia a un grupo socialmente
marginado generó un sentimiento de solidaridad entre ellos comportándose como
un grupo más o menos compacto; por el otro, la pertenencia a una red de mayor
poder les ofreció una serie de coberturas y beneficios políticos. Los elementos heterogéneos
dentro de la red demuestran una actitud de apoyo y alianza (sobre todo por
parte de Mota Filho) con otras «comunidades de
intelectuales», pese a que sus posiciones políticas fuesen distintas. En
este sentido, en torno a los intelectuales dipeanos
e integralistas se configuraron complejas redes, cuyos nudos se expandieron
para crear diferentes tipos de relación, como las que se desplegaron en torno a
Reale y Mota Filho. Redes que, por un lado, garantizaron la supervivencia de
integralistas tras el conflicto y ruptura con Vargas, y, por el otro, las
relativas a los intelectuales comunistas, que se valieron de su capital
relacional con Mota para protegerse de la represión estatal.
Gráfico N° 1[28]
Las
redes formadas en torno a Gustavo Capanema
Es imposible hablar de intelectuales, literatura y cultura durante el
Estado Novo sin hacer referencia al ministro de Educación entre 1934 y 1945,
Gustavo Capanema. No obstante, la historia de la construcción de las relaciones
entre intelectuales y el poder político en la gestión Capanema es anterior a la
creación del ministerio.[29]
Se trata por tanto de una nueva generación de escritores y artistas con una
identidad más o menos coherente, que tuvieron como antecedentes la experiencia
y el estrecho vínculo de camaradería y de colaboración profesional desde los
tiempos de sus reuniones en los cafés de la Rua
da Bahía, localizados en la
ciudad de Belo Horizonte. Entre ellos estaba, además de Capanema, Carlos
Drummond, quien sería su futuro jefe de gabinete.
El Estado Novo fue el epicentro de un periodo de reunión de un grupo
diverso de intelectuales que participaron en las trincheras estatales. La generación
modernista fue la que ocupó la gran mayoría de los cargos públicos,
especialmente del ministerio de Capanema. Mario de Andrade, Graciliano Ramos,
Cecilia Meireles, Érico Verissimo, José Lins do Rego, Carlos Drummond de
Andrade o Manuel Bandeira fueron algunas de las personalidades que imprimieron
su palabra y espíritu en
publicaciones y proyectos oficiales, como en las revistas Atlântico[30]
y Cultura Política, así como en
la política pública del libro. Estos escritores fueron capaces de crear una gran red
en torno a Capanema, cuyos discursos fueron finalmente vinculados al régimen
brasileño.
Con la creación del Instituto Nacional del Libro (en adelante INL) en
diciembre de 1937 se dio inicio a una fuerte colaboración entre una rama
bastante diversa de intelectuales. El presidente Getulio Vargas nombró como
director del INL a Augusto Meyer –intelectual consagrado como literato, ensayista y crítico literario–, contando con la colaboración
de los intelectuales que compusieron la llamada «Constelación Capanema»,[31]
es decir, la red encabezada por Capanema. Entre los más cercanos a él podemos
destacar: Mario de Andrade, jefe de la sección del Diccionario y de la
Enciclopedia Brasileña; Sérgio Buarque de Holanda, jefe de la sección de
publicaciones; y Carlos Drummond de Andrade, jefe de gabinete del ministro
Capanema.
Para el ministro Capanema el libro era la más poderosa creación del genio
humano. Su influencia no tenía límites y por ello el Estado debía vigilar que
cumpliera su misión inspiradora de las grandes causas humanas.[32]
Para la consecución de este objetivo, la colaboración de los escritores
modernistas fue esencial. En diciembre de 1938, el ministro instaló la Comisión
Nacional del Libro Didáctico con atribuciones para examinar y seleccionar,
entre otros asuntos, la literatura infantil que iba a ser utilizada en las
escuelas públicas. Para llevar a cabo tal proyecto, se impulsó un pequeño grupo
de escritores, entre los cuales es posible destacar a Manuel Bandeira, José
Lins do Rego y Cecilia Meirelles, bajo la coordinación del poeta católico
Murilo Mendes. Tras la organización de un concurso de libros infantiles y un
intenso debate durante los encuentros del grupo, la comisión definió que la
literatura infantil era aquella que daba pie a la imaginación. De esta forma
crearon una lista de autores que elaborarían las obras infantiles, entre los
que se encontraban José Lins do Rego, Graciliano Ramos y Érico Veríssimo. Todos
estos escritores favorecieron la construcción de una red de intelectuales
profesional, de compañerismo e, incluso, de amistad.
En este sentido, claro está que las redes se cohesionan a
través de lazos estables, como son las de amistad y camaradería. Con estas
características fue construida en torno al Ministro de Educación una red que,
además de ser política, fue también fraterna. En las cartas intercambiadas
entre Mario de Andrade y Capanema o entre el ministro y Carlos Drummond de
Andrade, la relación de amistad surgida en el espacio burocrático estatal fue
evidente. El 23 de febrero de 1939, Mário de Andrade escribió una carta
dirigida al ministro, donde apuntaba que “por mais amizade que lhe tenha e liberdade que tome consigo, sempre é certo
que diante de você não esqueço nunca o ministro, que me assusta, me diminui e
me subalterniza”. También Drummond redactó una
carta dirigida al ministro de similar contenido, en la cual afirmó la
imposibilidad de separar el amigo del
“ministro nem ao governo”. Desde luego,
la cohesión, la camaradería y la reciprocidad que este colectivo de
intelectuales revela la construcción y establecimiento de lazos de confianza.
Por otro lado, dado que una red se constituye de forma compleja, existen en
ellas fronteras poco delimitadas y llenas de matices. En este caso, Andrade y
Drummond se sentían incómodos en su relación casi impersonal y horizontal con
un político de jerarquía superior, pero a la vez no dejaban de señalar la
importancia de su amistad con el ministro.
Una red de amistad también fue construida entre
Graciliano Ramos y Getulio Vargas. A pesar de haber sido arrestado en 1935
debido a sus posiciones políticas de izquierda, Graciliano también disfrutó de
cargos públicos (trabajó en el DIP y como fiscal de enseñanza). En una carta de
la hija de Getulio, Alzira Vargas do Amaral Peixoto,[33] ella
afirmó que Vargas no conocía al escritor cuando esté fue detenido. Fue José
Olympio,[34]
famoso editor miembro de las tertulias literarias de los años veinte y treinta,
quien intercedió a favor de Graciliano. Años después, éste fue al Palacio do Catete para agradecer su nombramiento
como fiscal de enseñanza, uno de los pocos cargos que el presidente era libre
de elegir.
La afinidad de intereses entre el Ministerio de Educación, el Presidente y
los escritores se organizó, por lo tanto, en forma de red de tal manera que
cada nudo que se formaba entre ellos se convertía a la vez en principio de
nuevos lazos que representaban y transmitían a los miembros implicados en el
anterior. En primer lugar, las que procedían de la relación directa de los
intelectuales con el ministro (resultado de los encuentros en los cafés de Belo
Horizonte) y las que se formaron en torno a importantes escritores (como Carlos
Drummond y Mario de Andrade). En esta relación, los agentes nodales
desempeñaron una función importante para la incorporación de otros
intelectuales, convirtiéndose en parte destacada de la red. En segundo lugar,
se formaron varios nudos que acabaron por prestar apoyo político al ministerio
y expandir su zona de influencia.
Importante, asimismo, fue la cimentación de una red de protección en torno a Gustavo Capanema. En algunos
documentos relacionados con el escritor Agripino Grieco es evidente la
emergencia de un nuevo nudo de auxilio a intelectuales transgresores dentro de la red, cuyo eje central fue Capanema. En
1934, Agripino colaboró con una revista sobre educación nacional editada por el
Ministerio de Educación,[35]
junto a otros intelectuales como Alceu Amoroso Lima, Carlos Drummond y Fernando
Magalhães. En este sentido, la relación entre Agripino y Capanema fue cercana.
En una carta dirigida al “ministro amigo”, Agripino pidió su ayuda para proteger a su
amigo Edison Lins “autor de um magnifico estudo
de poesia brasileira” (la obra Historia
e Crítica da Poesia Brasileira, publicada en 1937).[36]
No obstante, probablemente Agripino también necesitó su ayuda, ya que estuvo
involucrado en algunos episodios contra el gobierno, como la celebración de una
ponencia para intelectuales, literarios y periodistas en la cual el servicio
secreto del DOPS afirmó que Agripino “desviou-se
do assunto da palestra, criticando, de forma evasiva, pessoas de destaque do
governo”[37];
o su participación en manifestaciones organizadas por estudiantes de la
Facultad de Derecho en septiembre de 1944.[38]
Del mismo modo, Mario de Andrade hizo valer su capital relacional cuando en
1944, a través de un telegrama a Vargas, Rui César Camargo formuló una denuncia
contra un escritor y funcionario del DEIP de Sao Paulo, Rossini Camargo
Guarnieri, por haber proferido en una conferencia asuntos comunistas. En esta
ocasión, el escritor Mario de Andrade le defendió de estas acusaciones;[39]
que sin embargo no fueron las únicas contra él. En una investigación para la
Secretaria de Seguridad Pública, Rossini tuvo que defenderse respecto de su
poesía Canto de esperança e louvor de
Stalingrado. Relató que había enviado su obra a diversos críticos
nacionales, incluso al Director del DEIP,[40]
quien le había desaconsejado la publicación en virtud del poema referirse a la
Unión Soviética.[41]
En relación a ello, otros funcionarios deipianos
también se conectaron en forma de red
de protección, resaltando Magno Bosco, Macedo Baeder y Prado Sampaio. Todos
ellos fueron acusados de utilizar las propias máquinas Royal del DEIP para imprimir boletines contra el Gobierno. Macedo
Baeder tenía en el cajón de su escritorio del despacho del DEIP copias de la
poesía Canto de esperança e louvor de
Stalingrado de Rossini, y además había utilizado la propia máquina Royal para realizar diversas copias de
poesías de Berco Udler, un escritor ruso que había inmigrado a Brasil.
Inferimos, a partir de estos documentos, que existió una red de protección
entre los deipianos, cuyo principal
enlace fue Rossini, actor con mayores hilos de contactos y, posiblemente, de
mayor reconocimiento entre sus pares. Ello nos revela que los puntos de
resistencia siempre están presentes dentro de la red de poder. La resistencia
es ella misma coextensiva al poder,[42]
y necesita también estrategias precisas para organizarse y cimentarse en el
campo político. Estos agentes sociales fueron, por lo tanto, capaces de
proponer una resistencia dentro de los propios aparatos estatales. Desde luego,
si no hubiese una complejidad de grupos, movimientos diversos y conflictividad
de intereses, la red Capanema no
habría sido tan diversa.
Gráfico N° 2
Conclusiones
A lo
largo del presente trabajo nos hemos ocupado de describir las redes de
intelectuales, así como sus vínculos personales de amistad y solidaridad. Estos
lazos fueron creados a partir de relaciones entre individuos heterogéneos,
consolidándose en núcleos sólidos con el paso del tiempo que fueron reforzados
por relaciones de amistad, hecho que permitió sustentar las redes. En
este sentido, la teoría de las redes no hace referencia al análisis de un grupo
como un todo integrado por individuos homogéneos, sino más bien del estudio de
los lazos más o menos estables que se construyen a lo largo del tiempo.
Los
diferentes grupos de intelectuales que participaron de la burocracia estatal
colaboraron con el Estado Novo ejerciendo su influencia en el campo cultural y
ayudando a que el régimen sustentara un proyecto ideológico sólido. Si por un
lado, el Estado Novo permitió que muchos intelectuales forjasen su carrera,
obteniendo una forma de promoción social; por el otro, esta burocracia ilustrada se constituyó como pilar básico del
estado, aunque estuvieron obligados a acomodarse dentro de la dinámica de las
competencias estatales. En este sentido, los intelectuales brasileños
reivindicaron su papel de guías de lo nacional, pasando a ejercer su labor poético–literaria
desde los dominios del Estado. Existieron, sin embargo, un amplio y heterogéneo
abanico de relaciones.
Así,
mientras que los deipeanos construyeron lazos más o menos
estables con el poder político disfrutando de altos cargos burocráticos; los
integralistas tuvieron fracturas en su relación con el régimen que, sin
embargo, pudo ser reconstruida a partir de nuevas relaciones de colaboración.
Por otro lado, surgieron nuevos lazos en torno a Candido Mota Filho, hecho que
contribuyó a la instauración de una red de protección que posibilitó la entrada
de «comunistas» en el seno del órgano represor DEIP. Similar a esta red, fue la
que se formó en torno a las figuras de Rossini y Agripino Grieco. Estos dos
escritores usaron su capital relacional para garantizar una actuación
transgresora dentro y fuera de la burocracia estadonovista.
Las relaciones de amistad también fueron importantes para delimitar el alcance
de las redes, cuyo centro fue el ministro Gustavo Capanema.
Considero
que este estudio nos conduce a una mejor comprensión de cómo se estructuraron
las distintas relaciones entre el poder y sus agentes, y cuáles fueron las
estrategias desarrolladas para que los sujetos se adaptaran a esta nueva
coyuntura política-cultural. De esta forma, a través del estudio de esas redes,
es posible comprender las relaciones en que se vieron inmersos los actores
sociales y la manera en la que penetraron y se sirvieron de las instituciones.
Fuentes
Archivo CPDOC, Fundação Getulio Vargas (Rio de Janeiro).
Archivo Público de Sao Paulo, Fondo DOPS.
Bibliografia
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Recibido: 03/10/2015
Evaluado: 15/11/2015
Versión Final:
06/12/2015
[1] Julien Benda. La traición de los
intelectuales. Argentina, Efece ediciones, 1974.
[2] Para Althusser los aparatos ideológicos del Estado se
diferencian de los aparatos del Estado por funcionar masivamente con la
ideología como forma predominante, capaz de ser un poder represivo simbólico.
Louis Althusser. Ideología y aparatos
ideológicos del estado. Freud y Lacon. Buenos Aires, Nueva Visión, 1988.
[3] Según Böttcher, Hausberger e Ibarra “el concepto de red sirve para
describir la asociación de un grupo de personas basada en relaciones de
confianza y en un intercambio continuo de servicios o favores dentro de un
sistema de reciprocidad. La red se extiende sobre todo, horizontalmente, pero
adquiere también una dimensión vertical, o en otras palabras, una
jerarquización, así que sus relaciones de reciprocidad muchas veces son
asimétricas”. Nilolaus Bottcher, Bernd Hausberger & Antonio Ibarra
(coords.). Redes y negocios globales en
el mundo ibérico, siglos XVI-XVIII. Madrid, Iberoamericana, 2011.
[4] Juan Pan-Montojo (ed.). “Poderes privados y recursos públicos”. Ayer; n°66. Madrid, 2007.
[5] Con el término negociación,
Homi K. Bhabha en O local da cultura,
llama la atención hacia el acto discursivo, en el cual las instancias
contradictorias y antagónicas interactúan, abriendo espacios híbridos y de
lucha sin, para eso, fundamentarse en un discurso redentor.
Es a partir de esta idea que
Bhabha sugiere que siempre existieron estrategias textuales y de representación
que, a menudo, a través de la negociación
con las autoridades políticas, crean espacios por donde circular. Homi Bhabha. O local da cultura. Belo Horizonte,
UFMG, 1998.
[6] Vid al respecto: Tatyana Amaral de Maia.
Os cardeais da cultura nacional. São
Paulo, Itau Cultura, 2012.
[7] Sergio Miceli. Intelectuais à brasileira. São Paulo, Companhia das Letras, 2001; pág.
16.
[8] Vid. al respecto Pierre Bourdieu. A
economía das trocas simbólicas. Sao Paulo, Editora Perspectiva, 1982; págs.183-202.
[9] Pierre
Bourdieu. O poder simbólico. Rio
de Janeiro, Bertrand Brasil, 2010.
[10] Candido ápud
Sergio Miceli. Intelectuais à brasileira.
São Paulo, Companhia das Letras, 2001; pág. 74.
[11] Daryle Williams. “Gustavo Capanema, o ministro da
Cultura”. Angela Maria de Castro Gomes (org.). Capanema: o ministro e seu ministério. Rio de Janeiro, FGV, 2000;
págs. 251-269.
[12] Randal Johnson. “A Dinâmica do Campo Literário
Brasileiro”. Revista USP. São Paulo;
n° 26, junho/agosto, 1995; pág. 161.
[13] Angela Maria
de Castro Gomes. O ministro e sua
correspondência..., Op. Cit, págs.13-48.
[14] Otra manera de identificar las conexiones entre Lourival Fontes y estos
intelectuales es a través de las diferentes relaciones anteriores al ingreso de
Cassiano, Picchia o Mota en la burocracia del Estado. Por ejemplo, Cassiano
Ricardo fue designado por Fontes para la elaboración de una revista governista,
Brasil Novo, publicada por primera
vez en 1938. (María José Campos. “Cassiano Ricardo e o “mito da democracia
racial”: uma versão modernista em movimento”. Revista USP. São Paulo, 2005-2006; pág. 153).
[15] Menotti del Picchia fue redactor-jefe del periódico,
donde también trabajó Plinio Salgado y Cassiano Ricardo.
[16] Picchia ápud Jorge
Schwartz. Vanguardas Latino-Americanas:
polêmicas, manifestos e textos críticos. São Paulo, EDUSP, 1995;
pág. 148.
[17] Archivo
Público de Sao Paulo (en adelante APSP), Código 7378.
[18]APSP, Código
20K13523.
[19]Archivo
CPDOC/FGV: FC 38.05.12 tp.
[20] El DASP fue dispuesto en la Constitución de 1937 y creado el 30 de julio
de 1938. Estuvo directamente subordinado a Getulio Vargas, y tenía el objetivo
de profundizar la reforma administrativa destinada a organizar el servicio
público del país.
[21] APSP,
Prontuario 40682.
[22] APSP, Código
30K4020.
[23] La revista fue cerrada a principios de 1945 por orden del DIP.
[24] Samuel Wainer mantuvo durante los años cincuenta estrechas relaciones con
el Presidente Getulio Vargas y fue fundador y editor del periódico Última Hora (1951).
[25] En 1935 se vinculó a la Alianza Nacional de Liberación (ANL). En 1942, fue
llevado a la Prisión Casa de Detenção.
[26] Fue detenido en 1935 por participar de la Alianza Nacional Libertadora
(ANL). APSP, Prontuario 1691.
[27] Jorge Amado fue encarcelado dos veces, en 1936 y 1945. Posteriormente, se
exilió en Uruguay. Fue considerado unos de los más preeminentes intelectuales
comunistas del período. APSP, Código 30K.33.227.
[28] Gráfico de las redes entre Vargas, Lourival, Plinio y otros intelectuales.
Elaboración
propia.
[29] Helena Bomeny (org.). Constelação Capanema: intelectuais e políticas. Rio de Janeiro, Ed.
Fundação Getulio Vargas, 2001; págs. 15-22.
[30] Vid. al respecto: Heloisa Paulo. Estado Novo e propaganda em Portugal e no
Brasil: o SPN/SNI e o DIP. Coimbra, Livraria Minerva, 1994.
[31] Helena Bomeny (org.). Constelação Capanema... ,Op .Cit.
[32] Suely Braga da Silva. O Instituto Nacional do Livro e a institucionalização de organismos
culturais no Estado Novo (1937-1945): planos, ideias e realizações, Dissertação
(Mestrado em Ciências da Informação). Universidade Federal do Rio de Janeiro.
Rio de Janeiro, 1992.
[33] Archivo
CPDOC/FGV: AVAP vpr ea 1978/1979.
[34] En torno a José Olympio, editor que publicó grandes obras de la literatura
brasileña, se crearon estrechos lazos literarios, entre los cuales estaban los
escritores Manuel Bandeira, Carlos Drummond y Mario de Andrade.
[35] Conforme el documento GC g 1934.09.07-1.
[36] Archivo CPDOC/FGV; GCg 1934.09.07-1.
[37] APSP, 20K.65.9
[38] APSP, 20K.71.1
[39] Heloisa Paulo. Estado Novo e
propaganda...,Op. Cit, pág.162.
[40] Deducimos por la información de la documentación analizada que sea Candido
Mota Filho.
[41] APSP,
Prontuario 40746.
[42] Michel Foucault. Microfísica del poder. Madrid, Las ediciones
de la Piqueta, 1992.