Imago Mundi: un acercamiento al
internacionalismo intelectual[1]
Imago Mundi: an approach to intellectual
internationalism
Mariana Fernández Talavera
Universidad Nacional de Tres de Febrero
marianaft85@gmail.com
Abstract
En las páginas de la revista Imago Mundi (1953-1956) publicada en
Buenos Aires, nos encontramos con una gran cantidad de artículos que se
refieren a conocimiento que está produciéndose fuera de la Argentina. En este
trabajo, vinculamos esta característica a cierto diagnóstico de poca y pobre producción
intelectual nacional durante los años del gobierno peronista. En este sentido,
analizamos aquí los vínculos o redes que se dan a través de la revista con lo
que está produciendo en Europa y cómo esto configura el ideal cultural al que
esta revista aspira así como también una representación de la labor intelectual
durante esos años.
Palabras clave
Revistas, intelectuales,
internacionalismo, universidad, peronismo
Abstract
In the pages of the journal Imago Mundi
(1953-1956) published in Buenos Aires, we can find a big amount of articles in
reference to the knwoledge that it is produced outside from Argentina. In this
work, we try to connect this aspect of the journal with the diagnosis of a
scanty intellectual national production during the years of the peronist
goverment. As a result we analize the
connections between the journal and what it is producing in Europe and how this
configured the cultural ideal of this journal and the representation of the
intellectual role in those years.
Key words
Journals, intellectuals,
internacionalism, university, peronism
Introducción
El interés por la revista Imago
Mundi, surge algunos años atrás cuando me encontraba leyendo la revista Centro, revista realizada por el Centro
de Estudiantes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos
Aires en la década de 1950. En esta publicación había una sección dedicada a
reseñar revistas de la época y fue allí, en esa recensión, que leí lo
siguiente: “Lo que más interesa destacar [de Imago Mundi] es que el acto de darle vida quiere ser afirmativo,
aun a costa de todas las dificultades”[2]. En este caso, se
refiere justamente al objeto de estudio de Imago
Mundi, que se plantea como una revista de “historia de la cultura”. Lo que
ven aquí los jóvenes intelectuales de Centro
es un gesto por sí destacable: dedicar tiempo y esfuerzo a hacer una revista
aun cuando no parezca haber destinatarios para ella. Esto se debe a que, para
quienes participan de Centro, los
años de gobierno peronista son años de abulia intelectual y no ven que haya
incentivo para la producción cultural. Es por ello que rescatan el gesto de
quienes hacen Imago Mundi como un
modo de rescatar también su propio trabajo. De hecho, muchos de los que
participaron en Imago Mundi, eran
docentes que habían perdido su lugar en la universidad por cuestiones
político-ideológicas. No obstante, los estudiantes nucleados en el Centro de
Estudiantes de la Facultad seguirán considerándolos como referentes. Esto
plantea un vínculo entre aquellos que están dentro de la universidad y aquellos
que no se encuentran trabajando en este espacio. Ese fue el puntapié inicial
para acercarme a las páginas de Imago
Mundi.
Una vez que uno comienza a leer la revista nota inmediatamente la poca
cantidad de referencias a la realidad nacional. En la revista predominan los
artículos sobre autores extranjeros, al igual que las reseñas de congresos y de
libros de autores extranjeros. Recordé entonces el diagnóstico hecho por Centro: poca o casi nula producción
intelectual nacional. Y me pareció que la relación entre ambas publicaciones
podía permitirnos pensar respecto de la actividad intelectual de esos años.
Es por ello que en el presente trabajo nos proponemos examinar las
páginas de la revista Imago Mundi con
el fin de analizar allí la mirada hacia el exterior y en función de ello ver
qué idea de intelectual se está pensando desde esta revista, prestando especial
atención a la presencia de lo internacional en sus páginas. Para esto será
importante analizar los vínculos entre intelectuales a través de la noción de
“redes intelectuales” de Devés Valdés. Es importante tener en cuenta también
algunos rasgos de la universidad en esos años y los espacios alternativos a
ella que surgieron como modo de producción intelectual. Lo que nos proponemos
en estas páginas es analizar el contenido de la revista Imago Mundi y a partir de allí ver con qué tipo de intelectualidad
se propugna de ese modo.
La universidad, las revistas y las
redes intelectuales
Imago Mundi se publica entre 1953 y 1955, años de conflicto político en nuestro
país, conflicto que no permanece ajeno a los sectores intelectuales. De hecho
el nivel de conflictividad entre el gobierno y los intelectuales es bastante
alto. Esto en parte tiene que ver con la intervención de la Universidad de
Buenos Aires en 1946 que se extendió hasta 1950[3]. Esta intervención
implicó cesantías de docentes, jubilaciones anticipadas y cierre de locales de
algunos centros de estudiantes. Se implementó una nueva ley universitaria -la ley 13031- que no contemplaba el
principio de la autonomía universitaria y limitaba la participación estudiantil
en los órganos de gobierno de las universidades. Esta ley establecía que el
Rector de la facultad sería designado por el Poder Ejecutivo. Este gesto era
para los intelectuales, una amenaza directa a la autonomía universitaria y con
ella a los ideales de la Reforma de 1918.
Esta situación ponía de manifiesto una concepción no liberal de la educación
por parte del gobierno de Juan Domingo Perón, concepción que se encontraba en
una línea opuesta a la de un gran número de intelectuales. Esta inclinación
hacia el liberalismo generó que muchos de ellos se nuclearan en el
antiperonismo. Es interesante mencionar que en estos sectores sucedía lo
contrario que en el resto de la sociedad: mientras que en esta última la
mayoría eran peronistas, en los sectores intelectuales sólo una minoría
simpatizaba con el gobierno[4].
Esto contribuyó a generar que, durante los años del gobierno peronista,
prolifere la vida intelectual fuera de las instituciones oficiales. El Colegio
Libre de Estudios Superiores y el Instituto Libre de Segunda Enseñanza,
funcionaron como centros de estudio alternativos en los cuales se dictaban
cursos de distintas asignaturas. Asimismo, durante estos años, prolifero la
producción de revistas culturales, literarias y artísticas. Estas revistas y
las instituciones antes mencionadas conformaron espacios de producción y
difusión de trabajos así como también instancias de legitimación y de
sociabilidad fuera de las instituciones oficiales. Dentro de las publicaciones
periódicas alternativas podemos ubicar entonces a la revista Imago Mundi que es la que nos interesa
abordar.
Para pensar respecto de la noción de intelectuales y cuál es el tipo de
representación que hay del rol detrás de su praxis, tomaremos como referencia
la noción de “redes intelectuales” de Eduardo Devés Valdés. En principio este
autor indica que la noción de “intelectual” tiene que ver con quienes “ejercen
la investigación y la docencia a nivel superior, incluyéndose también en
numerosas oportunidades a escritores, políticos, diplomáticos, profesionales
liberales y líderes sociales que, por su trabajo, son reconocidos como pares al
interior del campo”[5].
Sobre la base de esta noción, entiende que las “redes intelectuales” son “un
conjunto de personas ocupadas en la producción y difusión del conocimiento, que
se comunican en razón de su actividad profesional, a lo largo de los años”[6].
Debido a que nos interesa justamente el vínculo de los intelectuales y es por
ello que nos interesa pensar a partir de la noción de “redes intelectuales” es
que tomaremos lo que señala el autor respecto de la comunicación de los intelectuales
entre sí: “Los encuentros cara a cara, la correspondencia a través de diversos
soportes y los contactos telefónicos dan lugar a congresos, campañas,
publicaciones, comentarios o reseñas de
libros, citaciones recíprocas y otras tantas formas en que se establecen
articulaciones en el mundo intelectual. No es menos cierto que estas mismas dan
origen o se superponen con otros tipos de relaciones: afectivas, familiares,
políticas o religiosas, etc.”[7].
Dado que esta noción incorpora otras dimensiones además de la
propiamente laboral, nos permite pensar en la estrecha relación que encontramos
entre política y cultura durante este periodo. Ya que, en muchos casos, las
diferencias políticas con el gobierno de Perón llevó a ciertos intelectuales a
rechazar de plano también el proyecto cultural de este gobierno. En este
sentido, la idea de redes nos permitirá comprender las relaciones de estos
intelectuales más allá de las instituciones a las que pertenecen,
permitiéndonos incorporar en el análisis la dimensión de la sociabilidad.
En este contexto también es importante mencionar que desde 1910 hasta
este periodo, el mercado de las revistas en general fue en aumento y esto
permitió que adquirieran características especiales en función de un público
cada vez más específico. En el caso particular de las revistas culturales, como
es el caso de Imago Mundi, pueden
caracterizarse como espacios de sociabilidad, legitimación y consagración
paralelos o independientes de las instituciones académicas[8]. Alejandro Eujanian
también menciona que en las revistas literarias lectores y escritores
pertenecen a un mismo ámbito y que, además compiten por el reconocimiento en
ese mismo ámbito. Es por ello que, para este autor, las revistas se constituyen
en un espacio que permite la conformación de un grupo y la difusión de sus
ideas y de sus obras. Asimismo, muchas veces se inscriben en una línea
antagónica o al menos paralela al mundo académico y al Estado instalando un
espacio diferente de legitimación de la labor intelectual. Por ello, quienes
participan en ellas con sus colaboraciones no buscan necesariamente un rédito
económico, sino más bien simbólico: buscan instalarse en ese ámbito
intelectual. En este sentido también estas revistas ofrecen a sus lectores una
biblioteca que ellos mismos forman a partir de ciertas cuestiones estéticas o
ideológicas.
Tomaremos también las consideraciones sobre las revistas que hace
Beatriz Sarlo. Según esta autora hay dos ideas que suelen acompañar siempre el
surgimiento de una revista cultural: la necesidad y el vacío. Esto quiere decir
que aparece una necesidad de comunicar algo pero no hay un lugar desde el cual
hacerlo. Esto implica, desde ya, un claro impulso hacia el ámbito público que
tiene que ver con el presente. Esto quiere decir que la temporalidad que
suponen las revistas culturales es la del puro presente, a diferencia de los
libros, que tienen una proyección a mediano o a largo plazo. De este modo la
temporalidad de las revistas, permite realizar intervenciones que exige la coyuntura
en un determinado momento. Esto implica también cierta necesidad de
alineamiento, cierto compromiso, ya que la intervención en la coyuntura supone
hacerlo siempre desde una toma de posición. Es por ello que en las revistas hay
una fuerte politización que va desde los problemas que eligen poner en su
centro hasta su orden y paginación. En este sentido, los debates siempre se
llevan adelante en las páginas de las revistas. Otra de las características que
menciona Sarlo y que será importante en el trabajo es la de la pluralidad: las
revistas culturales suelen ser la representación de un colectivo que la
impulsa. Asimismo, otro punto importante que señala Sarlo y que creemos que es
relevante para el análisis tiene que ver con que las revistas tienen una doble
geografía: aquellos espacios por los que efectivamente la revista circula y
aquellos espacios por los que sus integrantes imaginan que circula.
Sarlo también se refiere a las políticas de traducción que las revistas
sostienen y señala algo que es relevante para el caso que analizaremos aquí. Es
en función de ésta política que Sarlo afirma que podemos leer cómo un colectivo
intelectual piensa su intervención en el ámbito público y su inclusión en
determinada tradición cultural. Así también afirma que la mayoría de las
revistas de la época que nos interesa analizar tienen un programa para
modificar el canon. Puntualmente, a la hora de referirse a las revistas de este
período, Sarlo menciona el problema de la relación con la cultura europea. Hay
en esta época un debate respecto de europeísmo sí o europeísmo no. La autora
sostiene que todas las revistas latinoamericanas parten de cierta conciencia de
participar de un campo cultural periférico.
En este contexto que mencionamos y en el que aparece la revista Imago Mundi, veremos cómo las
caracterizaciones de Sarlo y de Eujanian nos sirven para pensar este caso
puntual.
Imago Mundi: Revista de historia de la cultura
La revista Imago Mundi aparece
por primera vez en 1953 y publicará doce números hasta 1956. El primer número
aparece gracias al apoyo económico de Alberto Grimoldi, empresario del calzado,
quien aportó financiamiento para el primer número de la revista y una oficina[9].
Asimismo, la revista tenía muchos avisos y suscriptores que permitieron la continuidad
de la revista aun luego de que el dinero de la inversión inicial se terminara[10].
El consejo de redacción fue integrado por: Luis Aznar, José Babini, Ernesto
Epstein, Vicente Fatone, Roberto Giusti, Alfredo Orgaz, Francisco Romero, Jorge
Romero Brest, José Rovira Armengol, Alberto Salas, Juan Mantovani y León
Dujovne. La secretaría de redacción del número 1 al 9 la ocupó Ramón Alcalde y
desde el 10 al 11-12 Tulio Halperín Donghi. Muchos de los que participaron de
la revista son ex docentes de universidades nacionales y estudiantes, en las
palabras del propio José Luis Romero “la revista se transformó en un centro de
unión de muchos profesores que habían salido de la Universidad en el 46”[11].
Asimismo, Tulio Halperin Donghi menciona en Son
memorias su vínculo con Romero “Fue el ejemplo de José Luis Romero, quien
en esa coyuntura me proporcionó el role
model que en el país donde vivo es considerado indispensable para definir
con éxito la vocación y luego perseverar en ella”[12].
No es sólo el caso de Romero, sino también casos como los del José Babini o
Vicente Fatone, ya formaban parte del ámbito académico del periodo. En este
sentido, los intelectuales que habían quedado fuera de la universidad se
constituyeron en referentes para quienes estaban dentro de ella. Los vínculos
personales, anteriores a la aparición de Imago
Mundi, permitirán ir conformando el grupo. Ramón Alcalde, por ejemplo,
tenía una estrecha vinculación con los hermanos Viñas y son ellos quienes lo
ponen en contacto con José Luis Romero quien buscaba un secretario para la
revista[13].
Al comienzo la revista cuenta con una sección de avisos y publicidad:
algunas de productos comerciales y otras de revistas contemporáneas como Sur o Ver y Estimar. Luego
algunas secciones que se repiten número a número:
“Ensayos”, “Notas”, “Textos y documentos
para la historia de la cultura”,
“Crónica” (donde aparecen crónicas de
Congresos), “Reseñas” y “Bibliografía
para la historia de la cultura”. En estas últimas tres
secciones los textos son
breves y con una tipografía más pequeña que la que
se usa en las dos primeras.
En la sección “Crónica” encontramos una gran
cantidad de descripciones de
congresos, simposios y jornadas internacionales. Este gesto
también se ve en la
sección dedicada a reseñar y a comentar
bibliografía extranjera. De este modo,
la universidad que ha quedado excluida de la universidad oficial
muestra en las
páginas de Imago Mundi ciertas
lecturas que también han quedado fuera de los escenarios oficiales y que
consideran fundamentales.
El subtítulo de la publicación “Revista de historia de la cultura”
requiere una aclaración de qué es lo que se entiende por “cultura”: “[…] el
conjunto de todos los productos de la actividad espiritual del hombre en cuanto
ponen de manifiesto esta actividad”[14]. Indican asimismo
que el contenido de la revista o mejor dicho, los intereses de quienes
participan allí estarán orientados a “la historia política, la historia de las
ideas en general y la historia de las diversas formas de saber y de creación:
filosofía, música, literatura, derecho, ciencias, educación, artes plásticas,
etc.”[15].
Incorpora también el criterio de unión, de coincidencia entre quienes
participan de la revista: “Imago Mundi
quiere ser un territorio de coincidencia”[16]. Aclara desde el
principio y en relación con el tema de las coincidencias: “Imago Mundi destacará una peculiar dimensión de la existencia,
porque quienes se agrupan a su alrededor la perciben intensamente y estiman que
es decisiva. Sin duda quedarán fuera ciertos temas y aspectos de la cultura que
corresponde tratar a otros”[17]. Esta idea del
territorio de coincidencia, también es mencionada por José Luis Romero en el
artículo de este número 1 “Reflexiones sobre la historia de la cultura”.
Artículo en el cual definirá en qué consiste esta disciplina, su objeto, su
método y hasta su relación con la filosofía del siglo XIX. Así, haciendo
hincapié en el aspecto interdisciplinario de la historia de la cultura, Romero
afirma que esta disciplina es “un territorio de coincidencia hacia el que convergen
las investigaciones de cada plano de la vida histórica”[18].
Dará un paso más al afirmar que este territorio de coincidencia “es la vida
histórica misma”[19].
El modo de entender la historia que se propone desde las páginas de la revista,
lo aleja de la concepción de la historia política. Marca así su diferencia con
quienes integraban la Nueva Escuela Histórica, mayoritaria en los claustros
universitarios durante el peronismo, quienes proponían una historia de tinte
político-institucional[20]. El propio José
Luis Romero plantea que no compartía la metodología documentalista de sus
colegas y que por ello Imago Mundi implicó
la defensa de cierto modo de investigar que pretende ir más allá de la mera
historia política[21].
En este sentido, y con la finalidad de trazar este territorio de
coincidencias, es interesante mencionar la reseña al Warburg Institute
perteneciente a la Universidad de Londres, escrita por el propio José Luis
Romero. La reseña que es parte de la sección “Crónica” del número 7 de la
revista rescata los métodos de trabajo de este instituto cuyo objetivo es el de
rastrear “las supervivencias y afloramientos de la cultura de la antigüedad
clásica en la cultura europea”[22]. La metodología de
trabajo de este instituto que se dirige a las totalidades y trabaja desde
distintas disciplinas con la finalidad de poder abarcarlas, es rescatada por
Romero en el artículo así como también las colecciones y revistas que este
instituto produce: Studies of the Warburg
Institute, Corpus Platonicum Medii
Aevi, Journal of the Warburg and
Courtauld Institute y Mediaeval and
Renaissance studies, todos ellos dedicados al estudio de la tradición
clásica europea. Podemos pensar este instituto como un modelo para este grupo
de intelectuales ya que encontramos ciertos
aspectos similares en el modo de trabajo tal como son expresados en el primer
editorial de Imago Mundi en el número
1. Allí también se pone de manifiesto un método que tiene que es propio de la
historia de la cultura y tiene que ver con seleccionar “los hechos en cuanto
encierra una significación para el complejo cultural del cual son efectos
remotos”[23].
En este sentido, la búsqueda de interlocutores fuera de la Argentina no tiene
solo que ver con un diagnóstico de vacío de proyecto cultural, sino con una
visión de la historia que está en una línea distinta del modo en el cual se
piensa y se hace historia en nuestro país. De este modo, la cuestión también es
metodológica. Esto se ve en la reseña que escribe Javier Malagón en el Nº1 de
la revista. Allí habla sobre el programa de historia de América como un
proyecto en el cual trabaja una comisión de Historia de Instituto Panamericano
de Geografía e Historia con el financiamiento de la Fundación Rockefeller. Este
programa que comenzara a trabajar en La Habana y luego se reunirán en México,
apunta al estudio de “América en su unidad y variedad y como parte de la
historia del mundo”[24].
Esta preeminencia de lo que se produce en el exterior también aparece
en reseñas. En esta sección nos
encontraremos en su mayoría con textos escritos en Europa. El lugar desde el
que se enuncia en Imago Mundi tiene
que ver con reconocer una familiaridad o un interés con lo que se está
produciendo fuera. En el número 5 de la revista nos encontramos con una reseña
de la revista Encouter, revista que
aparece en Londres. La dirección es compartida por intelectuales de renombre
como Karl Jaspers y reciben colaboraciones de intelectuales de todas las
nacionalidades. En el mismo número aparece una reseña de The times literary supplement, particularmente a un número
aparecido en 1953. También se hace referencia a un Congreso de Sociología
realizado en México en ese año y a un Congreso de Psicología realizado en el
mismo país. Así como también un Congreso Internacional de Filosofía realizado
en San Pablo en el mismo año. Si volvemos a lo planteado por Beatriz Sarlo
respecto de que las revistas implican una intervención en el presente e
implican asimismo un alineamiento ideológico-político, vemos cuál es la
intención de este grupo de intelectuales. Sus intereses los ubican más allá de
lo que está sucediendo en el país y hacia allí se dirigen, generando un espacio
de consulta que es alternativo a lo que está circulando en la universidad de
esos años. Hay allí también una propuesta alternativa al canon institucional de
esos años. Todo esto nos permite pensar que las redes que están intentando
trazar este grupo de intelectuales es desde Argentina hacia el mundo,
fundamentalmente hacia Europa.
Estos vínculos que hemos mencionado, estas redes que desde la revista se
trazan con Europa y otros países importantes del mundo, tienen también su
reciprocidad. Así lo comenta José Luis Romero cuando, en ocasión de la visita
del filósofo italiano Michele Federico Sciacca a Buenos Aires, se hizo un
coloquio al que fue invitada lo que Romero llama “universidad oficial” así como
también se invitó a los intelectuales nucleados en Imago Mundi. Otra intervención en la revista que muestra los
vínculos de estos intelectuales con aquellos interlocutores en el exterior es
la crónica “Museo del hombre en Paris” escrita por Paul Rivet para ser
publicada en Imago Mundi. Asimismo,
se ve también en la crónica “Relaciones culturales entre el viejo y el nuevo
mundo” escrita por Juan Mantovani y publicada en el Nº4 de la revista. Allí
Mantovani reseña una actividad de la UNESCO que pretende estudiar las
relaciones entre América y Europa. Encuentra como antecedente de esta actividad
las reuniones “Entretien” que organizo en Instituto Internacional de
Cooperación Intelectual a iniciativa del PEN Club de la Argentina y que se
realizó en 1936 cuyo tema fue Europa-América Latina. En este sentido, también
se acentúa el vínculo que puede establecerse entre lo que se está pensando
fuera del país y lo que se está pensando dentro. También menciona esto en sus
memorias Tulio Halperin Donghi, “Esa inserción en el circuito internacional de
la disciplina, hecha posible con el prestigio en el él había ganado ya Romero,
no habría con todo podido materializarse tan rápidamente si no hubiera tenido a
su servicio toda la tenacidad que el secretario de Imago, Ramón Alcalde, ponía en sus esfuerzos por establecer
acuerdos de intercambio con periódicos de ambos mundos”[25].
En el último número publicado en 1956 –un número doble-, aparece un
cambio en el contenido de la revista. En lugar de publicar diferentes textos de
distintos temas, abren el número con una pregunta: “¿Existe una crisis
contemporánea?”. Respecto de esta pregunta, se pronuncian distintas
personalidades de la intelectualidad internacional como Walter Goetz
–historiador-, Eduard Spranger y Jean Wahl –ambos filósofos. Y dentro de los
intelectuales nacionales: Francisco Romero, Francisco Ayala, Sebastián Soler,
Gino Germani, Renato Treves, José Babini, Guillermo de Torre, Tulio Halperín
Donghi, Juan Mantovani, Gustavo Beyhaut, Jaime Rest, P. O. Dudgeon, León
Rozitchner y Marcos Victoria. Muchos de ellos, miembros activos de la revista.
En principio aparece una presentación de la problemática que funciona como eje
del número. Luego aparecen los diagnósticos de distintas personalidades de la
intelectualidad internacional y nacional.
En el artículo que escribe Tulio Halperín Donghi “Crisis de la
historiografía y crisis de la cultura”, deja ver que el problema que atraviesa
la disciplina tiene que ver con una falta de acuerdo entre los intelectuales
sobre los temas y los métodos de trabajo. Incluso la crisis alcanza el acuerdo
sobre la propia disciplina: “los historiadores no están ya de acuerdo sobre qué
sea la historia”[26].
Para este autor la crisis de la historiografía es asimismo la crisis de
Occidente: es una crisis social y cultural. También Francisco Romero escribe
sobre el tema y hace un diagnóstico de la crisis. Así como Halperín Donghi,
Francisco Romero opina que la crisis tiene que ver con una falta de visión
compartida del mundo. Para este autor la crisis es profunda a tal punto que
pone en cuestión los pilares más importantes de occidente: individualismo,
intelectualismo y activismo[27]. Son los pilares
de la cultura los que se tambalean. Romero en su diagnóstico de la crisis
menciona: “El planeta se ha unificado por la celeridad de los medios de
comunicación y transporte, la interdependencia traída por el nivel
internacional de la industria y el comercio, y la acción unificante de las dos
grandes guerras; todo él vibra ahora al unísono, lo ocurrido en cada parte
repercute al punto en las demás y todo problema de importancia asume el relieve
de problema mundial”[28]. En líneas
generales los artículos de este número de la revista giran en torno de este
tema: la crisis contemporánea y sus consecuencias. Pensamos que en este
sentido, al leer el último número que sale en 1956, puede hacerse un
diagnóstico retrospectivo. Es decir que a la luz de lo que se plantea en este
último número: el diagnóstico de una crisis de la historia como disciplina a la
vez que de una crisis social y cultural, se puede dotar de sentido a la
publicación. Este último número plantea concretamente el terreno de
coincidencias que se advertía desde el primer número. Un grupo de intelectuales
que ven su disciplina en crisis y que en función de ello, plantean una revista
para pensar esa temática.
No está de más señalar que muchos de los que participan de la revista,
pasarán a tener importantes cargos en la universidad luego de la caída del
gobierno de Juan Domingo Perón. José Luis Romero por caso, será el rector de la
facultad. Esto ocasionará la interrupción en la aparición de la revista. Es por
ello que Terán llama a este grupo “la universidad del relevo”, ya que pasarán a
formar las filas de quienes serán figuras reconocidas de la intelectualidad
porteña hasta 1966.
Tal como señala Omar Acha y como hemos mencionado más arriba, el
antiperonismo permitirá colaboraciones entre distintas publicaciones de la
época[29]. Esto tiene que ver con la noción de “redes
intelectuales”. En este sentido la reseña a Imago
Mundi que hace Centro[30] lo que
hace es trazar entre estas publicaciones una red. Red que supone también una
afinidad ideológica y de visión de la coyuntura. Asimismo en Centro se reseñará otra publicación
contemporánea antiperonista: la revista Contorno
(1953-1959). No está de más
mencionar que los hermanos Viñas participarán activamente en ambas
publicaciones. Asimismo Tulio Halperín Donghi participará en las tres
publicaciones. Podríamos ver aquí cierto gesto similar al que veremos luego en Centro. Frente a cierto diagnóstico de
aislamiento cultural, la publicación asumirá la tarea de vincularse con lo que
se está produciendo fuera de la Argentina. No obstante percibimos una diferencia:
mientras que en Centro se hace un
diagnóstico explícito de la realidad nacional y se actúa en consecuencia, en Imago Mundi este diagnóstico no aparece
explicitado. No obstante, la mencionada cantidad de artículos que refieren a
actividades culturales del extranjero, nos permiten inferir cierto diagnóstico
en común que genera esta mirada hacia el trabajo intelectual fuera del país.
Así como en Centro podíamos trazar una red de sociabilidad
intelectual con revistas de Buenos Aires, en el caso de Imago Mundi, podremos hacerlo con revistas que están en el ámbito
internacional. El caso de Contorno será
también muy diferente tanto al de Centro como
al de Imago Mundi, ya que en ella
encontraremos claras referencias a la realidad nacional. No obstante, esto no
impide las colaboraciones mutuas. Es
interesante mencionar la tensión entre estas revistas que comparten
colaboradores y una fuerte crítica a lo académico en los términos en los que
está planteado en esos años, pero que muestran metodologías distintas para
manifestarlo. No obstante, es posible pensar que una cuestión que aparece en
las tres publicaciones es la relación entre intelectuales y política. Sin
embargo, el modo en que estas publicaciones materializan esta relación es muy
diferente. De modo tal que no es necesario esperar hasta 1955 para ver las
diferencias dentro del bloque de intelectuales anti-peronistas, sino que estas
van delineándose desde estos mismos años.
Algunas consideraciones finales
El trabajo comienza trazando una red: de Centro a Imago Mundi. Esa
red que efectivamente me llevó a las páginas de esta última revista, es la red
con la que -en ese momento- los intelectuales de Centro buscan establecer un vínculo de referencia con los
intelectuales ya consagrados de Imago
Mundi. Con la elaboración de una imagen de poca –o poco interesante-
actividad cultural o intelectual en los años peronistas, estos intelectuales
conforman espacios de elaboración y difusión de ideas. Algunas cuestiones que
hemos mencionado de Imago Mundi nos
permiten plantear el interrogante de si esa actividad intelectual era
efectivamente nula o si era tal que no valía la pena hacer referencia a ella.
En las páginas de Imago Mundi solo
encontramos las reseñas de libros de dos autores argentinos: Roberto Giusti y
Alfredo Palacios. Nos referimos a las diferencias metodológicas que José Luis
Romero tiene respecto de los historiadores de la universidad oficial. En este
contexto, los intelectuales de Imago
Mundi también escriben tomando referentes, solo que estos no están en la
Argentina. La gran cantidad de publicaciones que circulan en esos años por
fuera de la universidad oficial es significativa y nos permite pensar en estos
proyectos como espacios de búsqueda de legitimidad tal como menciona Eujanian.
Legitimidad que ya no encuentran en las academias oficiales.
Cuando desarrollamos el análisis de Beatriz Sarlo, una de las
características de las revistas culturales que mencionamos es la de intervenir
en el presente. A diferencia de los libros que suponen una apuesta a largo
plazo, las revistas tienen un objetivo claro e íntimamente ligado al presente.
Intervienen desde un posicionamiento y lo hacen para cambiar o al menos
cuestionar ese presente. En este sentido, luego de la lectura tanto de Imago Mundi como de otras revistas
contemporáneas, si bien es cierto que hay una cuestión de intervención en el
presente, es un presente diferente de un diario. En este sentido, la revista
parece instalarse en una temporalidad intermedia entre la urgencia del diario y
la temporalidad más amplia que instala el libro. Si bien los artículos de Imago Mundi permiten rastrear lecturas
contemporáneas con la revista, no parece correr a la velocidad del
acontecimiento. No obstante, si encontramos el gesto de incluirse en una
tradición cultural. Tal como lo menciona Sarlo, el canon que se va elaborando
desde las páginas de Imago Mundi nos
permite ver las afinidades tal como mencionamos en el caso de la reseña del
Instituto Warburg en Londres. Asimismo, artículos del tipo “La fisonomía de
Occidente según Crane Brinton” de Victor Massuh en el número 10 de la revista,
o reseñas de libros como Roman der
Archeologie, en el número 3 muestran que la mirada de Imago Mundi se está dirigiendo a otros horizontes de producción.
Sin embargo estas redes no sólo se dirigen hacia fuera de la Argentina,
sino que dentro del país se trazan vínculos con revistas locales a través de
colaboraciones. En algunos casos, los vínculos por compartir espacios de
sociabilidad son anteriores a la existencia de la revista y ésta viene a ser un
espacio más que estrecha esos vínculos. Las publicaciones en estos años se
transformaron en un ámbito en el cual los intelectuales antiperonistas pudieron
compartir y producir ideas buscando una legitimidad alternativa a la de la
universidad oficial. Sin embargo, esta búsqueda tuvo diferentes características
en cada una de ellas. Ya mencionamos cómo Centro
y Contorno establecieron otras
relaciones con el canon y encontraron otra tradición en la cual inscribirse. En
este sentido, ya vemos delinearse desde aquí las diferencias que se
materializaran luego de la Revolución Libertadora cuando, sobretodo el núcleo
de intelectuales de Imago Mundi
acceda a puestos en la universidad.
Bibliografía
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[1] Agradezco a los comentadores de la primera versión
de este trabajo ya que gracias a sus aportes pude revisar y profundizar algunos
aspectos que enriquecieron la investigación.
[2]Rodolfo Borello.
“Imago Mundi”. Centro. Revista del centro
de estudiantes de la facultad de Filosofía y Letras, número 7, año 3, Buenos Aires, diciembre de 1953, pág. 52.
[3] Cf. Pablo Buchbinder, Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires, EUDEBA, Buenos Aires, 1997, 182-183.
[4] Oscar Terán, Historia
de las ideas en la Argentina. Diez lecciones iniciales, 1810-1980, Siglo XXI
Editores, Buenos Aires, 2008, 257.
[5] Eduardo Devés
Valdés, Hacia la constitución de una
comunidad intelectual, Colección Idea, Universidad de Santiago de Chile,
2007, 30.
[6]Ibídem.
[7]Ibídem. La cursiva
es nuestra.
[8] CF. Alejandro Eujanian, Historia de revistas argentinas (1900-1950). La conquista del público, Asociación
Argentina de Escritores de Revistas, Buenos Aires, 1999, págs. 166-167
[9] Cf. Omar Acha,
“Imago Mundi (1953-1956) en una coyuntura historiográfico política” en Prismas, Revista de historia intelectual, N°3,
1999, pág. 120.
[10] Cf. Félix Luna, Conversaciones
con José Luis Romero sobre una Argentina con historia, política y democracia, Editorial
de Belgrano, págs. 154-155.
[11] Ibíd. Pág. 154.
[12] Tulio Halperin Donghi, Son memorias, Siglo XXI, Buenos Aires, 2008, pág. 182. La cursiva
está en el original.
[13] Cf. Ibíd. Pág. 282
[14]Imago Mundi,
“Presentación”. Imago Mundi. Revista de
historia de la cultura, Número 1, año 1, Buenos Aires, junio de 1953,
pág. 1
[15]Ibídem.
[16]Ibídem.
[17]Ibíd. pág. 2
[18] José Luis Romero, “Reflexiones sobre la historia de
la cultura” en Imago Mundi, Nº1, año
1, junio de 1953, pág. 10.
[19] Ibídem.
[20] Buchbinder,
Pablo, Historia de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, EUDEBA, Buenos Aires,
1997, pág. 184.
[21] Cf. Félix Luna, Conversaciones
con José Luis Romero sobre una Argentina con historia, política y democracia, Editorial
de Belgrano, pág. 153.
[22] José Luis Romero “El Warburg Institute de la
universidad de Londres”, Imago Mundi.
Revista de la historia de la cultura, Buenos Aires, Número 7, Año II, marzo de
1955, pág. 71
[23] Imago Mundi, “Presentación”. Imago Mundi. Revista de historia de la cultura, Número 1, año 1,
Buenos Aires, junio de 1953, pág. 2
[24] Javier Malagón, “Programa de historia de América”, Imago Mundi. Revista de historia de la
cultura, Buenos Aires, Número 1, Año I, junio de 1953, pág. 125
[25] Tulio Halperin Donghi, Son memorias, Siglo XXI, Buenos Aires, 2008, pág. 281.
[26]Tulio Halperin
Donghi, “Crisis de la historiografía y crisis de la cultura”. Imago Mundi, Número 11-12, Año III,
marzo-junio 1956, pág. 96.
[27] Francisco Romero,
“Diagnóstico y pronóstico de la crisis”.
Imago Mundi. Revista de la
historia de la cultura, Buenos Aires, Número 11-12, Año III, marzo-junio
1956, pág. 35.
[28] Ibíd. pág. 36
[29]Cf. Omar Acha,
“Revistas de las afueras del peronismo: Contorno
e Imago Mundi entre la renovación
historiográfica y el proyecto generacional” en El peronismo clásico (1945-1955). Descamisados, gorilas y contreras, Guillermo
Korn (Compilador), Paradiso Ediciones, Buenos Aires, 2007.
[30]Nos referimos a la
reseña mencionada en la “Introducción” del presente trabajo.