La acción
propagandística a favor del Franquismo durante la Guerra Civil Española: la
actuación de Juan Pablo Lojendio en Buenos Aires (1936-1939)
Propagandistic
action in favor of Franco regime during the Spanish Civil War : the actions of
Juan Pablo Lojendio in Buenos Aires (1936-1939)
Alejandra Noemí Ferreyra*
Universidad de Buenos Aires
Centro de Estudios Sociales de América Latina
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Técnicas, Argentina
alejandranoemif@yahoo.com.ar
Resumen
La fractura
político-ideológica que se produjo en España ante el inicio de la Guerra Civil
en 1936 se trasladó también al seno de la representación diplomática española
en la ciudad de Buenos Aires. Ello generó la dimisión a su cargo de algunos
miembros de la carrera diplomática en la embajada hispana y a su vez, la
progresiva conformación de una sede diplomática paralela que actuaría bajo las
órdenes del Gobierno de Burgos en España. En el presente trabajo nos proponemos
seguir con detenimiento el derrotero propagandístico y la actuación diplomática
del representante oficioso enviado por el General Francisco Franco a la
Argentina, Juan Pablo de Lojendio, prestando especial atención a los vínculos
que en su accionar fue generando con destacados miembros de la comunidad
hispana en Buenos Aires.
Palabras Claves
Representación
diplomática, Juan Pablo de Lojendio,
Buenos Aires, Guerra Civil española, Propaganda
Abstract
The
political ideological fracture that occurred in Spain before the start
of the Civil War in 1936 also went to the heart of the Spanish
diplomatic representation in Buenos Aires. This caused the resignation
from their position as members of the diplomatic service in the
Hispanic embassy and in turn, the gradual formation of a parallel
embassy would act under the orders of the Burgo’s Government in
Spain. In this paper we propose to follow closely the propaganda course
and the unofficial diplomatic action of the representative sent by
Francisco Franco to Argentina, Juan Pablo de Lojendio, whit special
attention to the links that his action was generated with prominent
members of the Hispanic community in Buenos Aires.
Keywords
Diplomatic representation, Juan Pablo de Lojendio, Buenos Aires, Spanish Civil War, Propaganda
Es bien sabido que el conflicto
bélico que se inició en España en julio de 1936 impactó
profundamente tanto a la numerosa comunidad española residente en la Argentina,[1] como a la sociedad local.[2] A
los pocos días de conocido el alzamiento militar en contra de la II República,
la movilización política y social de distintos sectores nacionales y
extranjeros en apoyo a uno y otro bando fue en aumento, al mismo tiempo que proliferaron en los medios de comunicación gráfica todo tipo de
informaciones, opiniones y juicios relacionados con lo que acontecía en España.[3]
Del mismo modo, la fractura político-ideológica que se produjo en
la península ante el inicio de la contienda se trasladó también al seno de la
representación diplomática española en la ciudad de Buenos Aires. Ello generó
la dimisión a su cargo de algunos miembros de la carrera diplomática en la
embajada hispana, y a su vez, la progresiva conformación de una suerte de
embajada paralela que actuaría bajo las órdenes de los sediciosos en España.
Este proceso fue reforzado desde la zona bajo control rebelde con el envío de
un representante oficioso que arribó a estas costas en diciembre de 1936 e
inició una activa campaña de solidaridad y apoyo ideológico a favor del
alzamiento, el cual también pretendía irradiarse hacia el resto de América del
Sur.
En este trabajo, nos proponemos seguir con detenimiento el
derrotero propagandístico y la actuación diplomática oficiosa del representante
de Francisco Franco en la Argentina, Juan Pablo de Lojendio, desde su llegada
al país en 1936 hasta su regreso a España una vez concluidas sus funciones como
Encargado de Negocios en diciembre de 1939, prestando especial atención a los vínculos
que en su accionar fue generando con la comunidad hispana local que adhería al
levantamiento.[4]
El inicio de
la Guerra Civil y la representación diplomática española en Argentina
El inicio de la Guerra Civil en España situó al personal de las
representaciones diplomáticas hispanas en el extranjero en una situación muy
delicada. La división que se materializaba en la tierra de origen también tuvo
su correlato en los espacios diplomáticos, por lo que pronto se hizo necesaria
la implementación de algún sistema de depuración de los funcionarios que fueran
desafectos al régimen republicano y no mostraran la lealtad necesaria para
continuar ejerciendo sus cargos de representación oficial. El 22 de julio de
1936 el gobierno republicano promulgó un Decreto por el cual dictaminaba el
cese inmediato de aquellos empleados estatales que hubiesen participado o
simpatizado con el alzamiento.[5] Al mismo tiempo, numerosos miembros de la carrera diplomática
habían dimitido voluntariamente y ofrecido sus servicios a los rebeldes,
pasando a formar parte de la diplomacia paralela que comenzó a actuar de manera
oficiosa a su favor. Producto de este traspase de personal, y a solo un mes de
iniciada la contienda civil, más de cien personas se habían separado de sus
funciones, número que iría acrecentándose con el correr de los meses y la
aplicación de los respectivos mecanismos de depuración.[6]
De las Embajadas españolas existentes en América[7] solo las representaciones de Paraguay, Centroamérica y Perú se
manifestaron favorables al levantamiento rebelde,[8] lo que coincidió en algunos casos con la escasa adhesión pro
republicana de las colectividades hispanas radicadas en dichos países.[9] En la Embajada instalada en la Argentina la situación fue
diferente, ya que la profunda división que se vivía en la península se replicó
también en el seno de su representación diplomática. El inicio de la guerra en
España sorprendió al Embajador Enrique Diez-Canedo en pleno proceso de
adaptación a su nuevo cargo, puesto que había arribado y presentado sus
credenciales apenas unas semanas antes en Buenos Aires.[10] Con las noticias del alzamiento muchos miembros de la Embajada
dimitieron a su cargo y la oficina debió actuar con un mínimo de personal
disponible a tal punto que el propio hijo del Embajador debió ayudar en las
tareas a su padre, según su propio testimonio.[11] Lo cierto es que el Ministerio de Estado envió una Circular a la
Embajada española en Buenos Aires con fecha del 27 de julio de 1936 con el
objeto de conocer: “con que funcionarios cuenta incondicionalmente (…) en la
representación del extragero (sic)”.[12] Esto involucraba también a la representación Consular y Vice
Consular en la Argentina, por lo tanto, el Cónsul General en Buenos Aires,
Manuel Blasco Garzón, debió elaborar una detallada lista de los funcionarios
que mantenían su lealtad a la II República y otra de aquellos que habían
renunciado a su cargo. Aunque la respuesta no fue del todo positiva, ya que 20
dignatarios habían dimitido prontamente, se aseguraba que la gran mayoría de
los dependientes consulares en el interior del país permanecían fieles al
gobierno republicano.[13]
Muchos de los desafectos a la Embajada republicana comenzaron a
actuar de manera espontánea como representantes oficiosos del movimiento
rebelde. Uno de los primeros en manifestar su solidaridad con el alzamiento fue
el Agregado Militar, Emilio Fernández Martos, quien rápidamente se contactó con
las autoridades sediciosas para enviar dinero a la península.[14] Otro destacado representante diplomático que procedió del mismo
modo fue el Primer Secretario, Francisco de Amat, quien continuaría con iguales
funciones pero esta vez bajo las órdenes directas de Juan Pablo de Lojendio, el
representante enviado por el General Francisco Franco a la Argentina en
diciembre de 1936.
La llegada
de Juan Pablo de Lojendio y su vinculación con la comunidad española pro
nacionalista
El 31 de diciembre de 1936 llegó a Buenos Aires a bordo del
trasatlántico Conte Biancamano, Juan
Pablo de Lojendio, en calidad de representante oficial de Francisco Franco.[15] Su arribo generó muchas expectativas en el seno de aquellos
espacios en gran medida comprometidos con el alzamiento contrario a la II
República en España. Desde el inicio de la guerra diversas entidades,
agrupaciones y personalidades del ámbito hispano habían comenzado a movilizarse
a favor del bando rebelde generando una activa campaña de recolección de
dinero, víveres, joyas, ropa, etc. para ser enviados a las zonas dominadas por
el ejército sedicioso, así como también, se había iniciado una batalla
propagandística para dar a conocer los fundamentos del levantamiento y tratar
de paliar el predominio republicano en ese campo.[16] De esta forma, instituciones preexistentes a la guerra, tales
como: el Centro Acción Española, la Agrupación Monárquica Tradicionalista y la
Agrupación Monárquica Española, a las que se sumaron luego entidades creadas
con el objeto de contribuir en el esfuerzo bélico, tales como: los Legionarios
Civiles de Franco, la Asociación Acción Gallega Cruzados de Santiago y la
Falange Española, fueron conformando el núcleo central de apoyo tanto material
como simbólico, que desde Buenos Aires se solidarizaba con el bando
nacionalista en la península.[17]
La llegada de
Juan Pablo de Lojendio a Buenos Aires fue saludada con entusiasmo en estos
ámbitos en donde su sola presencia representaba el reconocimiento del General
Franco a la labor que desarrollaban las comunidades de inmigrantes españoles en
América del Sur por la causa nacional:
[…] La colectividad española nacionalista,
numerosa y selecta por su pensamiento y por su acción ha encontrado méritos
ante el jefe de Estado español, General Franco, y por eso nos envía un
personaje de la talla de este nuevo embajador que ya está a nuestro lado.[18]
Aunque la carrera diplomática de J. P. de Lojendio no fuera
extensa (había ingresado en 1930) había transitado por diversos puestos y
destinos: se había desempeñado como Secretario en la Embajada española de
Santiago de Chile y de Marruecos, y como Cónsul en la ciudad de Córdoba y en
Niza, lugar en donde se encontraba al momento de iniciarse la Guerra Civil.[19] A pesar de ser un diplomático de segunda línea, la prensa
nacionalista ensalzó sus cualidades personales, expresando una positiva primera
impresión del representante:
[…] La importancia del diplomático Sr.
Lojendio –aparte de sus dotes intelectuales y de cultura- radica precisamente
en una jovialidad exenta de protocolos que inspira respeto, simpatía y
confianza al mismo tiempo (…) Nuestro joven y culto diplomático, sin dudas ha
de granjearse las simpatías, no solamente de nuestros compatriotas, sino
también la de los argentinos, por su poder de captación noblemente inspirada.[20]
En las primeras semanas de su
estadía en América del Sur se encontró muy ocupado conociendo y entablando
relaciones con aquellos grupos adeptos al alzamiento. En este marco realizó una
visita al edificio situado en la calle Bernardo de Irigoyen 483 en el cual
tenían su sede los organismos más destacados en la movilización pro
nacionalista de Buenos Aires: el Centro Acción Española, la Agrupación
Tradicionalista Monárquica, la Asociación Gallega de Cruzados de Santiago y la
Falange Española,[21] en compañía del ex Secretario de la Embajada española, Francisco
de Amat, y de Monseñor Gustavo Franceschi.[22] En estos primeros momentos, el núcleo español adherente al
Movimiento Nacional mantenía una evidente confianza sobre la labor
propagandística del enviado del General Franco y en virtud de ello, fue objeto
de las más diversas celebraciones y homenajes que requerían su presencia
constantemente, llegando incluso a concretarse la realización de un “Plato
Único”[23] para rendirle tributo (Imagen N° 1).[24] Esta fue una de las únicas ocasiones en las que se congregaron la
mayoría de las instituciones favorables al alzamiento para apoyar a la causa de
manera conjunta.[25] Este evento fue considerado un verdadero éxito para la “cruzada”
nacional, ya que además de una concurrencia por demás satisfactoria, se
hallaban presentes el Senador argentino Matías Sánchez Sorondo, un reconocido
simpatizante del alzamiento, Felipe García Ontiveros, el ex Embajador español
en Paraguay, y los presidentes de todas las instituciones organizadoras. Todos
ellos tuvieron el espacio para emitir sus discursos exhortando a la solidaridad
para con el movimiento rebelde, los cuales a su vez, fueron retrasmitidos por
Radio Cultura.[26]
Además de su asistencia a estos
actos proselitistas, el representante del General Franco viajó frecuentemente
con fines propagandísticos, sobre todo durante su primer año como agente
oficioso, participó de diversos actos y visitó entidades afines, desde Juntas
Nacionalistas hasta locales de Falange Española, tanto en el interior del país
(Rosario, Mendoza, Jujuy, Tucumán, Córdoba, Santiago del Estero) como en el
exterior (Chile y Uruguay). El núcleo nacionalista español veía en él a un
auténtico y encendido orador, por ello, en las fechas conmemorativas más
importantes su presencia y discursos eran solicitados.[27]
Imagen N° 1
Fuente: “El
homenaje que ayer se ofreció al representante del general Franco, don Juan
Pablo de Lojendio, revistió inusitadas proporciones”. El Diario Español; Buenos Aires, 22/02/1937; p. 2.
Epígrafe:
“La cabecera de la mesa durante un banquete que fue ofrecido al representante
del General Franco, don Juan Pablo de Lojendio: Dr. Sánchez Sorondo, senador
nacional; don Felipe García Ontiveros, embajador de España en Paraguay; Dr.
Oller, delegado Tradicionalista en Buenos Aires; Francisco Quintana,
representante de la Falange Española; Dr. Burillo, presidente de Agrupación
Monárquica; don Emilio Poblet, representante de Acción Española y otros
delegados de entidades españolas en la República.”
Sin embargo, sus funciones no se
reducían solamente al ejercicio de las relaciones públicas, otra de las grandes
cuestiones que debía resolver era dotar de forma y estructura a esa sede
diplomática paralela a la Embajada republicana que actuaría para brindar un
nexo entre los españoles residentes en la Argentina y los territorios ocupados
por los rebeldes en la península. Con tal objeto, J. P. de Lojendio acompañado
de su secretario Francisco de Amat, y luego de la llegada al país en marzo de
1937, de José Ignacio Ramos como Encargado de Prensa y Propaganda, pusieron en
funcionamiento una oficina que debió erigirse desde la nada. La carencia de
recursos económicos provenientes desde España para hacer frente a la tarea
propagandística en la Argentina fue aminorada por la colaboración de una
“veintena de hombres influyentes de la colectividad, con el Marques de Foronda
y el Conde de Guadalhorce a la cabeza”,[28] que acordaron entregarle una cantidad de dinero mensual y un
vehículo para su movilización. La Cámara Española de Comercio de Buenos Aires
que se había escindido del Gobierno republicano y reconocido al Gobierno de
Burgos,[29] le brindó un espacio en su edificio para que se instalara la
representación oficiosa, aunque luego ésta se trasladaría a la sede del Banco
Galicia situado en la calle Cangallo 439 de la Capital Federal.[30]
Una de las primeras disposiciones
emanadas por esta embajada paralela fue la expedición de nuevos pasaportes, ya
que al desconocer la autoridad del Estado español en todo el territorio ocupado
por los rebeldes dichos documentos carecían de validez, por ende, se ordenó la
autorización de un visado firmado por el propio J. P. Lojendio en el caso de
que alguien pretendiera realizar una viaje a la España nacionalista (Imagen N°
2).[31]
Imagen N° 2
Fuente:
“Para entrar en la España Nacionalista los documentos deben ser visados por el
Representante del General Franco”. Acción
Española; Nº 55, Buenos Aires, 20/05/1937; p. 6.
Otra de las cuestiones, tal vez
de mayor importancia para los españoles residentes en Buenos Aires, era el tema
del envío de correo postal y paquetes para la zona nacional, ya que muchos
inmigrantes requerían algún servicio que pudiera llegar a sus familiares y/o
amigos en ese territorio. Con tal objeto se estableció el llamado “Paquete
Bicolor”, el mismo incluía el envío de bultos de 5 y 10 kilos, los cuales, se
aseguraba, estaban libres del control de aduanas.[32] No obstante, este servicio que permitía una mayor fluidez en los
envíos con la zona dominada por los rebeldes fue organizado recién en octubre
de 1938, previamente, la Representación oficiosa había detallado una lista de
aquellas compañías navieras y aéreas que podrían utilizarse para remitir
elementos a dicho territorio. Para el envío postal se indicaban como preferentes
los vapores de bandera alemana, italiana o inglesa que hicieran escala en
Lisboa o en Gibraltar, para el envío aéreo se sugería utilizar la empresa
“Cóndor” y para el giro de dinero se certificaba que el Banco de Galicia de
Buenos Aires, The First National Bank of Boston y el Banco de la Nación
Argentina “con determinadas formalidades”, realizaban las operaciones con las
mayores seguridades.[33]
Tal como lo advierte María Rosa
Prado Sanz, muchos de los miembros del cuerpo diplomático franquista se caracterizaron
por mantener una postura de fuerte conservadurismo, en algunos casos cercanos
al corporativismo, y un marcado elitismo en función de la tarea que
desempeñaban.[34] Esta parece haber sido la posición del representante de Francisco
Franco en la Argentina quien a poco tiempo de su arribo a la ciudad de Buenos
Aires calificaba a la mayoría de los inmigrantes españoles allí residentes
como:
[...] hombres de acción y de escasa cultura, sin conocer no ya
nuestra Historia sino hasta España, un poco agriados porque ven triunfar a
algunos de nuestros compatriotas a los que juzgan iguales cuando no inferiores,
resentidos en cierto modo con España porque la necesidad les obligó a emigrar,
en un ambiente en que las diferencias de clase social aunque profundas no salen
a la superficie como en España, sin otro alimento espiritual que la lectura de
periódicos que no hacen más que desorientarles, están entregados por completo a
la causa de los marxistas españoles creyéndose muchos de ellos de buena fe que
defienden la democracia. Y ¿cómo no va a agradarles la democracia, tal como
ellos la entienden, si es de la única forma que pueden lograr una igualdad que
nunca podrán conseguir por sus propios méritos?[35]
Estas palabras se adecuaban
perfectamente a las instrucciones que le fueron encomendadas para desarrollar
sus tareas de captación en el país: “(…) Con relación a la colectividad
española, sobre todo la residente en la ciudad de Buenos Aires, la conducta a
seguir será la de atraerse a nuestra causa a los que allí han triunfado, es
decir a los de calidad y riqueza, pues los demás seguirán a estos en la medida
que nuestro Ejército va conquistando territorio, aún en poder de la tiranía
roja.”[36] Esta sería, a grandes rasgos, la línea de acción del
Representante de Franco en la Argentina. En los tres años en los que vivió en
el país su vinculación con la comunidad española allí residente fue
constriñéndose cada vez más, en un primer momento alrededor de los núcleos de
mayor poder adquisitivo, y paulatinamente, fue aislándose producto de su
enemistad irreconciliable con algunos miembros de Falange Española, y como
veremos más adelante, de su escaso tacto para aunar las diversas tendencias
político-ideológicas existentes en el seno de los adherentes al alzamiento en
la península.[37]
Los intentos de centralizar la ayuda pro nacionalista a la
península y las competencias
por la autoridad
Además de su labor
propagandística y sus funciones como Representante oficioso, J. P. de Lojendio
debía encargarse de articular una tarea aún más compleja: la centralización de
las fuerzas afines al bando sublevado en una única organización. Esta
disposición emanada directamente desde el Gobierno de Burgos implicaba reunir
en un solo espacio a elementos tan dispares como el falangismo y el
tradicionalismo carlista, siguiendo la línea de la unificación que se había
impuesto a ambas facciones en abril de 1937 en la zona nacionalista.[38] Sin embargo, la presión ejercida no hizo más que ahondar las
diferencias entre ellos durante el transcurso de la guerra, y sólo el final de
la contienda bélica llegaría a atenuar estas divergencias.[39]
Los esfuerzos de J. P. de
Lojendio para incentivar la unión entre el espectro católico/monárquico y el
falangismo en la Argentina lo llevaron a dedicarle tiempo a una extensa gira
por el país[40] en la que sus alocuciones se focalizaron en la necesidad de
respetar las jerarquías y mantener la obediencia a los mandos superiores.[41] Como era de esperarse por el rol central que ocupaba la Falange
Española en la configuración del Movimiento Nacional luego de la unificación,
la constitución del nuevo partido único fue muy bien recibida por sus miembros
en la Argentina: “(…) Esperábamos ansiosos este paso constructivo y
fortalecedor. La noble rivalidad de falangistas y requetés que se manifestaba
en un enorme afán de superación viril y heroica, ha sido motivo de orgullo para
todos los españoles (…) pero era también motivo de zozobra y de inquietud para
el futuro. (…) la clara visión de nuestro caudillo se anticipó a ello.”[42]
El Centro Acción Española por su
parte, órgano que concentraba la línea de apoyo católica y tradicionalista al
alzamiento no fue tan entusiasta en el recibimiento de esta noticia.[43] Aunque la palabra “unidad” podía generar expectativas positivas,
no olvidaban recordar que se trataba de una unificación urgida por las
peripecias de la guerra y cuya base nunca debía dejar de ser la religión
católica:
[…] Ha sido
el milagro de la palabra unión germinando con generosidad (…) vibraciones de
patriotismo integro. Vibraciones que no significan renunciar a las convicciones
propias, sino que significan unión en la lucha presente para marchar unidos por
los caminos de la gloria (…) Han sido abrazos históricos en la retaguardia de
Sudamérica, porque formamos un ejército numeroso donde no deben sentirse
discrepancias para amar a España aunque cada cual ostente sus ideas, ya que
todas están basadas en los principios de religión que han hecho a España
gloriosa y seguirán haciéndola después de esta epopeya que asombra al mundo.[44]
La intención del Representante
oficioso de centralizar la ayuda que se enviaba al bando nacional en la
península en un solo canal de recaudaciones bajo su estricto control, se
concretó recién en junio de 1937 con la organización de la “Suscripción
Nacionalista Española”.[45] A partir de ese momento todas aquellas colectas que invocaran el
nombre del Movimiento Nacional o el Ejército de España debían estar previamente
autorizadas por la Representación oficiosa del General Franco, de lo contrario,
serían consideradas ilícitas.[46]
En buena medida, la superposición
de potestades y funciones que caracterizaron al ordenamiento del Gobierno
rebelde en el contexto de la guerra ayudó a la creación de situaciones de
confusión y competencias por la autoridad.[47] En este sentido, resulta ejemplar el enfrentamiento que se dio
entre J. P. de Lojendio y Nicolás Quintana, Jefe Territorial de la Falange
Española en Argentina desde su fundación en julio de 1936[48] hasta su posterior desplazamiento, producto de estas
desavenencias, en septiembre de 1937.[49] Tras la unificación, la reorganización del Servicio Exterior de
Falange Española tendría un importante efecto sobre la canalización de la
propaganda del régimen hacia América Latina,[50] y por ello mismo, se generaron situaciones de duplicación de
competencias entre los miembros de la Falange y los representantes oficiosos
del Gobierno de Burgos.[51] Aunque se esperaba que las relaciones entre los agentes
diplomáticos del movimiento rebelde y las organizaciones de la Falange fuera de
cooperación mutua con el objeto de atraerse a la opinión pública a la causa,
sabemos que en la Argentina no se logró ese entendimiento.
Como vimos anteriormente, cuando
el Representante del General Franco llegó al país se encargó personalmente de
entablar vínculos con todas las organizaciones afines al alzamiento. La Falange
Española no fue la excepción, y por esa razón durante sus primeras semanas en
el Rio de la Plata, J. P. de Lojendio recibió a una comisión falangista en su
residencia en donde les brindó una cordial entrevista en la que recordó su
cercanía con la agrupación:
[…] tiene
con la Falange y sus fundadores vínculos antiguos y de buena amistad. Al
comenzar la guerra, de Lojendio al presentarse a las autoridades de Pamplona
como teniente de Artillería fue designado por el comando militar para mandar a
los falangistas de Estella que fueron los primeros voluntarios que se
presentaron a militarizarse. Soy – nos dice el Sr. Lojendio -, un soldado de la
primera hora y de la primera fila. Traigo por lo tanto, y quiero no perderlo,
el espíritu de esa vanguardia generosa y heroica que lleva cinco meses
combatiendo por Dios y por España. (…) Ya lo verán ustedes nuestras
colectividades en América serán un buen barómetro de nuestra labor.[52]
El Jefe Territorial de Falange
Española en la Argentina, Nicolás Quintana, acompañó a J. P. de Lojendio en los
primeros eventos que lo tuvieron como protagonista, pero con el correr de los
meses se fueron distanciando. La rivalidad entre el agente oficioso y la cúpula
de la Falange Española se hizo evidente ante la llegada de la denominada
“Misión de la Bandera de Marruecos” en América, compuesta por Juan Antonio
Martin Cotano, Joaquín Arbeloya, Rafael Duyos y Antonio Solano Ruiz, en julio de
1937.[53] Esta fue la primera “Misión Cultural” con fines propagandísticos
y de supervisión enviada por el General Franco al Cono Sur, en colaboración con
el Alto Comisariado de Marruecos.
Al llegar a Buenos Aires, para su sorpresa y
pesar, se encontraron con una colectividad dividida, al intentar entrevistarse
con J. P. de Lojendio, acompañados por su Jefe Nicolás Quintana, el primero se
negó rotundamente a recibirlos. El poeta Rafael Duyos se encargó de describirle
en detalle en una carta confidencial al Jefe de Prensa y Propaganda de Falange
Española en Tetuán, José Aragón Caziñares, todas las peripecias que debieron
sortear los miembros de esta “Misión” en Buenos Aires para poder llevar
adelante sus propósitos.[54] En esta extensa misiva, Duyos puntualizó las muestras claras de
una fuerte interna por la autoridad en el núcleo afín al bando nacionalista
porteño y un desconocimiento total a las directivas de la unificación impuestas
por el General Franco:
[…] Uno a esto una verdadera anarquía entre los 500.000
españoles radicados en Buenos Aires, divididos en: 350.000 rojos exaltados,
moviéndose en un ambiente muy favorable puesto que tienen su gobierno todavía
reconocido, mucho dinero, una gran propaganda, gran numero de diarios afectos y
un medio absolutamente democrático y parlamentarista.- los otros 150.000 se
dividen en: españoles degenerados que perdieron todo su amor a la patria y
adquirieron cualquier otra nacionalidad, diciendo a pulmón lleno que nada deben
a España, que salieron buscando una vida mejor; en españoles agrupados bajo una
bandera monárquica; en españoles agrupados bajo el guión del tradicionalismo;
españoles agrupados en una organización que se llama “Legionarios Civiles de
Franco”; españoles encuadrados en otra que se llama “Cruzada rojo y gualda”, y
por último españoles que están al lado del Embajador de España. Todos ellos
fuera del decreto de fusión que no piensan cumplir ni les interesa. Todos ellos
por consiguiente fuera de Falanges Española Tradicionalista y de las Jons,
único órgano entre el Estado y el pueblo con su doctrina convertida en norma
programática del nuevo estado.- (…) permitiendo la falta de espíritu de
auténtica orientación que se desconozca toda la esencia del Movimiento – ya ves
se piensa aquí que luchamos por una restauración monárquica- (…)[55]
Este panorama de desorganización que dibujó Duyos no pasó
desapercibido para las autoridades rebeldes,[56] ya que en octubre de 1937 se nombró a Augusto Atalaya como
“Inspector General de Falange Española” en América, con jurisdicción en
Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay.[57] El resultado de esta designación fue el casi inmediato
desplazamiento de Nicolás Quintana de la Jefatura Territorial de Falange, la
cual paso luego a manos de Juan A. Martin Cotano, quien fuera miembro de la “Misión”
cultural venida de Marruecos.[58]
De esta manera, la sección Argentina de Falange Española se
encontró intervenida directamente por las autoridades peninsulares con el
objeto de evitar el recrudecimiento de los conflictos internos. No obstante, el
encono de J. P. Lojendio con la Falange Española en Buenos Aires no terminó con
la destitución de N. Quintana, ya que meses después continuaban los conflictos
alrededor de los escasos capitales de los que se disponían para hacer frente a
los gastos de propaganda.[59] Puntualmente, desde el falangismo se cuestionaba la aparición de
nuevas publicaciones tales como Orientación
Española y La Ametralladora
(septiembre de 1937), mientras que el semanario de Falange Española languidecía por la falta de recursos y de
anunciantes, debido a que muchos de ellos retiraban su suscripción para
pasarlas a esos nuevos emprendimientos que contaban con el aval del Agregado de
Prensa y Propaganda y del Representante oficioso del Gobierno de Burgos:
[…] las conocidas tendencias poco falangistas
del agente oficioso del Estado, Sr. Lojendio, hace que los medios acomodados
del país estén en pugna con la obra de Falange, lo que en terreno práctico se
convierte para nuestro periódico en una escasez de anuncios muy en contraste
con la liberalidad que los otorgan a las publicaciones de propaganda del
Estado. Lo que se está haciendo en la Argentina es simplemente el desorientar a
la opinión de los españoles residentes en aquel país y de los simpatizantes
argentinos haciéndoles creer que dentro del Movimiento Nacional existe una
rivalidad”.[60]
Podría decirse que en esta disputa de poder, finalmente J. P. de
Lojendio fue quien salió victorioso ya que logró continuar en su cargo por dos
años más, teniendo además el privilegio de ser reconocido por del Estado
argentino como Encargado de Negocios de España y de ocupar el edificio de la
Embajada española en Buenos Aires luego de la finalización de la Guerra Civil.[61]
No obstante sus éxitos en el plano formal, a nivel interpersonal
no logró crear un vínculo estable con la comunidad española nacionalista
residente en la ciudad. A pesar de sus esfuerzos por concretar la unidad entre
los adherentes al bando nacional, no consiguió resolver satisfactoriamente las
discrepancias con el sector falangista y su excesivo elitismo lo terminó
alejando de cualquier posibilidad de atraer una mayor popularidad al bando que
finalmente terminaría ganado la guerra. En una entrevista concedida al Correo de Galicia los primeros días de
enero de 1939, cuando la situación bélica ya se encontraba visiblemente a favor
de los rebeldes, J. P. de Lojendio declaraba: “(…) ¿La mayoría? La mayoría es
indiferente, amorfa, frívola. (…) Porque la única función de la mayoría- en
cualquier régimen con o sin elecciones- no es otra que ser instrumento en manos
de una minoría, llámese Jefe o Comité.”[62]
Una visión despectiva sobre una comunidad española
mayoritariamente popular y cercana al republicanismo, lo llevó a desestimar
cualquier programa propagandístico que intentara acercarse a ella. Esta postura
generó fuertes críticas por parte director del semanario gallego Correo de Galicia, quien a pesar de ser
un profundo admirador y adepto a la causa nacional, no aprobó en ningún momento
la labor diplomática de J. P. de Lojendio:
[…] Los escasos vehículos de propaganda
con que contábamos debieron ser concentrados en un solo esfuerzo (…) En lugar
de ese sano procedimiento, una equivocada
interpretación de la realidad hizo que se procediese en forma completamente
opuesta, estableciendo escisiones y competencias francamente deplorables.
(…) Aquí, y el señor Lojendio lo sabe perfectamente, no se ha conseguido
infiltrar en la opinión de las gentes nacionalistas esas saludables enseñanzas.
No se ha predicado con el ejemplo,
porque nuestros actos públicos han quedado reducidos a un mal oculto pugilato
de vanidosas exhibiciones y banquetes suntuosos con sus correspondientes y
ampulosos discursos de sobremesa, para solaz y recreo de todos los amantes de
estas expansiones gastronómicas y teatrales. Así se ha ido alejando el núcleo nacionalista de españoles emigrados en
este país, la masa popular que le prestaba el calor de sus nobles y ardientes
entusiasmos. (…) Nos ha faltado una
dirección y un guía capaz de imponerse a las influencias de los cenáculos y
camarillas. (…). Y dicho esto, solo resta desear para el señor Lojendio las
más grandes aventuras personales. Por conocer muchas cosas no sería posible
culparle más que de un defecto ¡quien no los tiene! El defecto que señalamos es
el de mirar demasiado hacia arriba. Abajo está, precisamente, el problema
latente de nuestro tiempo. Desconocerlo es vivir dando la espalda a una de las
más grandes realidades contemporáneas.[63]
Como José R. Lence, muchos españoles
adherentes al alzamiento también pudieron sentirse ignorados por quien había
sido enviado especialmente por el General Franco para representarlo durante los
años que duró la contienda bélica. Por ello, la partida de J. P. de Lojendio
favoreció la distención de los conflictos dentro de la comunidad española afín
al bando rebelde, y con la guerra finalizada, las disputas internas fueron
suavizándose en el afán de contribuir en conjunto a la reconstrucción de España
bajo los parámetros del “Nuevo Estado” franquista.
Conclusiones
La llegada de J. P. de Lojendio a la Argentina en diciembre de
1936 generó expectativas positivas en aquellos núcleos de la colonia española
que se manifestaban favorables al alzamiento militar iniciado en contra de la
II República española en julio de 1936. En su carácter de Representante
oficioso del General Francisco Franco, Lojendio se encargó de entablar vínculos
con todas las principales personalidades y entidades hispanas que simpatizaban
con los rebeldes. A su vez, su labor propagandística lo llevó a emprender una
gira por el interior del país, visitando distintas provincias, así como
también, países limítrofes (Chile y Uruguay). Al mismo tiempo, se encargó de
dar forma y estructura a una sede diplomática paralela a la de la Embajada
republicana en Buenos Aires, que cumplió con la función de visar los pasaportes
de quienes pretendieran viajar a la España nacionalista (desconociendo la
validez de los pasaportes republicanos) y de gestionar medios de transporte y
comunicación entre los españoles residentes en la Argentina y la zona ocupada
por los rebeldes en España. Todo ello, gracias al apoyo económico de un grupo
de inmigrantes españoles acomodados que se encargó de entregarle al
Representante una suma de dinero mensual y un automóvil para que pudiera
cumplir con sus funciones.
En líneas generales, podría decirse que si bien el trabajo
propagandístico de Lojendio fue constante, la confianza inicial que depositaron
en su labor los simpatizantes de la causa nacional al momento de su llegada, no
dio los resultados esperados. No sólo no logró organizar una comunidad española
nacionalista unificada para hacer frente a la mayor cantidad de recursos y de
adherentes con los que contaban los republicanos en el país, sino que, al
contrario, las actitudes del Representante oficioso en mucho contribuyeron a la
división y la dispersión de energías dentro del núcleo de los adeptos al
alzamiento. En pocas palabras, en los tres años que Juan Pablo de Lojendio
vivió en la Argentina, no logró generar un vinculo estable con la comunidad
española pro nacionalista residente en Buenos Aires, por un lado, debido a sus
discrepancias irreconciliables con el falangismo, que se tradujeron en una
competencia sin cuartel por la autoridad, lo que concluyó a su vez, en la
intervención de la Falange Española local con enviados especiales desde la
península. Y por otro lado, por el excesivo elitismo del que hacía gala el
Representante oficioso, que lo llevó a distanciarse de los sectores menos
encumbrados de la colonia hispana local, así como también, la desunión
existente entre los elementos católicos, monárquicos y falangistas, pusieron en
evidencia su falta de tacto para propiciar la fusión de fuerzas a la que se
pretendía llegar siguiendo las directivas de la unificación impuesta desde el
Gobierno de Burgos. Por estas razones, la partida de Lojendio en diciembre de
1939 suavizó los ánimos en el núcleo nacionalista español de Buenos Aires y
permitió un mayor acercamiento entre los grupos afines al “Nuevo Estado” franquista,
pero esta vez, en el contexto de la reconstrucción post bélica.
Bibliografía
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Archivos
Archivo
General de la Administración (Alcalá de Henares), Consulado de España en Buenos
Aires.
Archivo
General Militar de Ávila (Ávila), Cuartel General del Generalísimo-Estado
Mayor.
Archivo del Ministerio de Relaciones
Exteriores, Comercio Internacional y Culto (Argentina).
Periódicos
Acción Española
Falange Española
Correo de Galicia
El Diario Español
Fe Gallega
*Este trabajo forma parte de los
siguientes Proyectos de Investigación: “Los españoles en Buenos Aires: estrategias de
integración socio-cultural y (re)configuraciones identitarias (1914-1960)”,
UBACyT 20020150100063BA, dirigido por la Dra. Nadia De Cristóforis. Y “Redes, poder y
territorialidad en la historia argentina de los siglos XVIII-XX”; Programa de
Incentivos a docentes–investigadores (UNICEN-CESAL), dirigido por la Dra. María
Andrea Reguera.
[1] Se calcula que
entre un millón y medio y dos millones de españoles vivían en la Argentina
(sobre un total de 12 millones de personas de población total). Véase: Raanan
Rein. “Otro escenario de lucha: franquistas y antifranquistas en la argentina
(1936-1949); en Ignacio Klich y Mario Rapoport
(eds). Discriminación y racismo en América Latina. Buenos Aires,
Grupo Editor Latinoamericano, 1997; p. 339.
[2] Numerosas
investigaciones realizadas al respecto nos dan cuenta de la extensa
movilización solidaria que se emprendió en nuestro país a favor de uno y otro
bando en el contexto de esta guerra, citamos aquí algunos de los trabajos más
significativos: Mónica Quijada. Aires de
república, aires de cruzada: la Guerra Civil española en la Argentina,
Barcelona, Sendai, 1991; Silvina Montenegro. La Guerra Civil española y la política argentina. Tesis Doctoral,
Universidad Complutense de Madrid, Madrid, 2002. [Disponible en: http://www.ucm.es/BUCM/tesis/ghi/ucm-t26475.pdf.],
consulta: 3/07/2010; Saúl Luis Casas. “El antifascismo y la lucha política en la argentina
en el contexto de la Guerra Civil Española (1936-1941)”; en Congreso la Guerra Civil Española 1936-1939.
Sociedad Estatal de conmemoraciones culturales, España, 2006. [Disponible
en: http://www.secc.es/media/docs/8_1_sl_casas.pdf], consulta: 27/05/2010; Víctor Trifone y Gustavo Svarzman. La repercusión de la Guerra Civil
española en la Argentina (1936-1939). Buenos Aires, Centro Editor de
América Latina, 1993; entre muchos otros.
[3] Para ampliar, véase: Mónica Quijada. Aires de república…; pp. 209-220.
[4] El interés sobre esta cuestión surge en el marco de una preocupación más
amplia y que se inscribe en el marco de la realización de una tesis doctoral en
Historia en la Universidad de Buenos Aires, la misma tiene como principal
objeto de estudio las acciones de colaboración que desplegaron personas e
instituciones de origen español a favor del alzamiento militar iniciado en
julio de 1936 en contra de la II República en España.
[5] Marina Casanova Gómez. “Depuración de funcionarios diplomáticos
durante la Guerra Civil”, Espacio, Tiempo
y Forma. Serie V, Historia
Contemporánea; Nº 1, 1988, p. 363. [Disponible en: revistas.uned.es/index.php/ETFV/article/download/2653/2514],
consulta: 20/11/2015.
[6] Ídem, pp. 364-365.
[7] La representación española estaba constituida por 5 Embajadas, 12
Legaciones y 27 Consulados.
[8] Rosa María Pardo Sanz. “Hispanoamérica en la política nacionalista,
1936-1939”. Espacio, Tiempo y Forma,
Serie V, Historia Contemporánea; 1992, pp. 211-238. [Disponible en: e-spacio.uned.es/fez/eserv/bibliuned:ETFSerie5.../Documento.pdf],
consulta: 15/07/2015.
[9] Fue emblemático
el caso de Perú, analizado con mayor detalle en: Ascensión Martínez Riaza. “La
lealtad cuestionada. Adscripción política y conflicto de autoridad en la
representación española en el Perú, 1933-1939”. Hispania. Revista Española de Historia; Nº 233, Vol. LXVI, 2006,
pp. 671-695. [Disponible en: www.flacso.andes.edu.ec/internacional_publicade/peru/06ascencion_martinez.pdf], consulta:
30/06/2015.
[10] Aurora Diez-Canedo. “Enrique Diez-Canedo, Buenos Aires, 1936:
selección de cartas recibidas”; en IX
Congreso Argentino de Hispanistas, Asociación Argentina de Hispanistas, La
Plata, 2010; p. 4 [Disponible: http://ixcah.fahce.unlp.edu.ar], consulta: 30/06/2015.
[11] Ibídem.
[12] Archivo General
de la Administración (Alcalá de Henares), Consulado de España en Buenos Aires,
Caja N° 54/06989, Exp. N° 1805, 1936.
[13] Un total de 78
representantes consulares se mantuvieron fieles al gobierno republicano en la
provincia de Buenos Aires y el interior del país, lo que incluía a los
Consulados y Viceconsulados de Santa Fe, Bahía Blanca, Córdoba, Mendoza y La
Plata. Ibídem.
[14] Archivo General
Militar de Ávila (Ávila), Cuartel General del Generalísimo-Estado Mayor, Exp.
s/n, “Donativos. Escritos relativos a donativos procedentes de Argentina”,
21/09/1936.
[15] El 1° de octubre
de 1936, el General Franco había sido investido en Burgos con la máxima
autoridad en la zona rebelde, es decir, como Jefe de Gobierno del Estado. Para
ampliar, véase: Hugh Thomas. La Guerra
Civil Española. España, Ed. Grijalbo, 1981; p. 222.
[16] Luis Velasco Martínez. “La emigración española en Latinoamérica ante
la Guerra Civil y el fascismo español: el caso argentino”. Anuario colombiano de Historia Social y de la Cultura; Vol. 38, Nº
2, jul-dic. 2011; pp. 39-54.
[17] Otras entidades
mantuvieron una actitud ambivalente y de menor compromiso visible ante los
bandos enfrentados en la guerra, situación que se escudaba detrás de una
“neutralidad” aparente que favorecía a los rebeldes, fue el caso del Club
Español, la Asociación Patriótica Española, la Sociedad Española de
Beneficencia y la Sociedad Española de Socorros Muros. Para ampliar, véase:
Mónica Quijada. Aires de república...;
pp. 110-111. En otros casos, la guerra generó importantes disputas en el
interior de instituciones de envergadura, tales como el Centro Gallego o el
Centro Asturiano. Para ampliar, véase: María Silvia Ospital. “El Centro
Asturiano de Buenos Aires y la Guerra Civil española”. Trabajos y comunicaciones (2º época), Nº 26/27, 2000-2001; pp.
123-247; Antonio Fernández García. “Los círculos de emigrantes ante la guerra
de España: la colonia gallega en Buenos Aires”. Quinto Centenario; Nº 16, 1990; pp. 121-134; Nadia De Cristóforis.
“El Centro Gallego de Buenos Aires ante la España dividida: tensiones y
conflictos en una institución señera de la colectividad”; en: ídem (ed.). La inmigración gallega. Su experiencia
asociativa en Buenos Aires (1910-1965). Buenos Aires, Imago Mundi, 2014;
pp. 19-44.
[18] “D. Juan Pablo de
Lojendio saluda a los nacionalistas españoles y españolistas por intermedio de
Acción Española”. Acción Española; N° 46, Buenos Aires, 1/01/1937; p. 12.
[19] Ibídem.
[20] Félix Rangil,
“Breve entrevista con el Embajador del Gobierno de Burgos”. Acción Española; N° 46 Buenos Aires, 1/01/1937; p. 12. También el
órgano oficial de Falange Española se manifestó en términos similares: “Llega a Bs. As. El señor
Juan Pablo de Lojendio. Enviado especial del gobierno del Gral. Franco”. Falange Española; N° 13, Buenos Aires,
3/01/1937; p. 4.
[21] “Don Juan Pablo
de Lojendio visito el Centro Acción Española”. Acción Española; Nº 48, Buenos Aires, 4/02/1937; p. 3.
[22] “La visita del
representante del generalísimo Franco a entidades españolas”. El Diario Español; Buenos Aires, 17/01/1937; p. 5.
[23] Esta idea había
surgido de la Alemania nacionalsocialista e implicaba que se consumía un solo
plato pero se pagaba el menú completo, entregándose la recaudación de la
diferencia del coste para fines benéficos. Se estableció en España por primera
vez el 30 de octubre de 1936. Luis Jerez Riesco. Voluntad de Imperio. La Falange en Argentina. Barcelona, Ediciones
Nueva República, 2007; pp. 243-244
[24] Por ejemplo, el
reconocido periodista católico Félix Ortiz y San Pelayo ofreció un almuerzo en
homenaje a J. P. de Lojendio que sirvió como excusa para presentarlo ante sus
amistades personales y de esa forma tratar de introducirlo en la elite española
y local. Más de cuarenta personas fueron invitadas, entre las que se
encontraban Rafael Benjumea y Burín, Conde de Guadalhorce, el Dr. Gustavo
Martínez de Zuviria (escritor católico conocido por su seudónimo “Hugo Wast”) y
Rafael Vehils, (abogado e industrial que se desempeñó como presidente de la
Cámara Española de Comercio en Buenos Aires desde 1923 hasta 1933), entre
otros. “En honor de don Juan Pablo Lojendio fue servido ayer un almuerzo en el
Plaza Hotel”. El Diario Español;
Buenos Aires, 18/04/1937; p. 4.
[25] Félix Rangil
Alonso, “El día del plato único en Buenos Aires fue un acto de afirmación
Nacionalista”. Acción Española; Nº
50, Buenos Aires, 4/03/1937; pp. 6-7; “El almuerzo de “plato único” ofrecido el
domingo al representante del Gral. Franco”.
Falange Española; Nº 21, Buenos Aires, 27/02/1937; pp. 6-7; “Homenaje a Don
Juan Pablo de Lojendio”. Fe Gallega;
Nº 4, Buenos Aires, febrero 1937; p. 3.
[26] “El homenaje que
ayer se ofreció al representante del general Franco, don Juan Pablo de
Lojendio, revistió inusitadas proporciones”. El Diario Español; Buenos Aires, 22/02/1937; p. 2.
[27] Estas fechas claves eran: el 2 de mayo, en conmemoración a la revuelta
española que en 1808 se desarrollo en contra la ocupación francesa de la
península; el 12 de octubre, como expresión clave del vínculo histórico y
cultural con América y el 18 de julio, por el aniversario del alzamiento.
[28] José Ignacio Ramos. Biografía de
mi entorno. Nostalgias, recuerdos, testimonios. Buenos Aires, Ed. Legasa,
1984; p. 286.
[29] Esta acción motivó la queja de la Embajada republicana y un pedido de
intervención al Ministerio de Relaciones Exteriores argentino para que
impidiera la concreción de la Junta en la que se planeaba la desvinculación de
la Cámara España de Comercio a la II República en España. Desde el Ministerio
se respondió que dicha cuestión debía dirimirse exclusivamente en el ámbito
privado y en relación directa con el gobierno español. Archivo del Ministerio
de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto (Argentina), División
Política - España, Exp. 12, Caja Nº 3835, 1937.
[30] José Ignacio
Ramos. Biografía de mi entorno…; p.
289.
[31] “Para entrar en
la España Nacionalista los documentos deben ser visados por el Representante
del General Franco”. Acción Española; Nº 55, Buenos Aires, 20/05/1937; p. 6.
[32] “Envío de ayuda a
familiares en España”. Falange Española;
Nº 67, Buenos Aires, 14/01/1938; p. 10;
“Encomiendas para la España Nacionalista”. Acción
Española; Nº 78, Buenos Aires,
24/10/1938; p. 3
[33] “Representación
del Gobierno Nacional de España”. Acción
Española; Nº 55, Buenos Aires, 20/05/1937; p. 7.
[34] María Rosa Pardo
Sanz. “Hispanoamérica en la política nacionalista…”; pp. 218- 219.
[35] Archivo del
Ministerio de Asuntos Exteriores (España), J. P. de Lojendio a Duque de Jordana,
Leg. R-1003/0, 2/02/1937. Citado en: María Rosa Pardo Sanz,
“Hispanoamérica en la política nacionalista…”; p. 219. Lamentablemente, no
hemos podido acceder personalmente a la documentación que resguarda el citado
Archivo ya que desde el año 2010 no se encuentra disponible para la consulta
pública por decisión del Estado español.
[36] Archivo
Ministerio de Asuntos Exteriores (España), “Instrucciones reservadas”, Leg.
R-1002/14, 29/09/1938. Citado en: Lorenzo Delgado Gómez- Escalonilla. Imperio de papel. Acción cultural y política
exterior durante el primer franquismo. Madrid, CSIC, 1992; p. 121.
[37] Ello puede
advertirse en el cada vez menor espacio que la prensa nacionalista consultada
para el periodo 1936-1939, esto es: Acción
Española (órgano oficial del Centro Acción Española), Falange Española (órgano oficial de Falange Española), El Diario Español y Fe Gallega (Órgano oficial de los Cruzados de Santiago Apóstol), le
dedican a la cobertura de las acciones de propaganda (discursos, viajes, Platos
Únicos, etc.) en las que se hallaba presente J. P. de Lojendio.
[38] El 19 de abril de
1937 se publicó el Decreto de Unificación que obligaba a la conformación de un
partido único en la España nacionalista, el mismo se nombraba “Falange Española
Tradicionalista y de las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista” y disolvía
todas las organizaciones políticas existentes e integraba en su interior a las
dos principales fuerzas militares y políticas del movimiento rebelde, la
Falange Española y el Tradicionalismo. Para ampliar, véase: Stanley Payne. Falange. Historia del fascismo español.
Madrid, Ed. Sarpe, 1985; p. 174.
[39] Lorenzo Delgado
Gómez-Escalonilla y Marisa González. “La dinámica franquismo/oposición en
Argentina: un ensayo de interpretación (1936-1950)”; en Javier Tusell, Abdón
Mateos y Alicia Alted (coords.). La
oposición al régimen de Franco. Estado de la cuestión y metodología de la
investigación; Tomo I, Vol, 2, Madrid, UNED, 1990; pp. 279-280 y 285;
Eduardo González Calleja. “El Servicio Exterior de Falange y la política
exterior del primer franquismo: consideraciones previas para su organización”. Hispania LIV; Vol. 1, N° 186, 1994; p.
297-299.
[40] En el mes de mayo
de 1937 J. P. de Lojendio inició una gira por distintos puntos del país:
Rosario, Córdoba, Jujuy y Tucumán en compañía del Agregado de Prensa José I.
Ramos y del periodista español Francisco Casares.
[41] Así lo expresaba
en la ciudad de Córdoba: “(…) cumplir con nuestro deber. Deber de disciplina,
la obediencia ciega y hermética a las voces de mando que os van a llegar.”
“Discurso del Exmo sr Lojendio a la Falange Española de Córdoba”. El Diario Español; Buenos Aires,
4/5/1937; p. 2. Sus discursos impresos también hacían hincapié en estos y otros
puntos del programa nacionalista: Juan Pablo de Lojendio. Origen y contenido del Movimiento Nacional español en Montevideo
(Discurso pronunciado en el Teatro Solís en Montevideo el 17 de octubre de
1937). s/d, 1937; ídem. Un gran discurso
de Juan Pablo de Lojendio, (Discurso pronunciado en el acto del 2 de mayo
de 1937). Buenos Aires, Ediciones OPYPRE, 1937.
[42] “Falangistas y
requetés unidos por decreto del caudillo constituyen una agrupación denominada
Falange Española Tradicionalista de las Jons”. Falange Española; Nº 29,
Buenos Aires, 24/04/1937; p. 6.
[43] En junio de 1937,
un artículo aparecido en Falange Española
sostenía que a pesar de la buena voluntad de Falange, un grupo “más o menos
encumbrado” haciendo referencia a miembros del Tradicionalismo y los Requetés
en Buenos Aires, no demostraba intenciones de unificarse hasta no recibir
órdenes oficiales de su líder Manuel Fal Conde, quien se encontraba confinado
en Portugal. “Cómo y por qué se ha fundado en Buenos Aires la Falange Española
y Tradicionalista de las Jons”. Falange
Española; Nº 37, Buenos Aires, 19/06/1937; p. 16.
[44] “Una unión
sellada con abrazos”. Acción Española;
Nº 55, Buenos Aires, 20/05/1937; p. 1.
[45] Esta suscripción
se encontraba bajo la supervisión de un comité de control, compuesto por:
Francisco de Amat en calidad de presidente; el Agregado de Prensa y Propaganda,
José Ignacio Ramos y como secretarios: Juan Manuel Muñoz y Luis Marquina.
“Comunicado de la representación del Estado Español”. Acción Española; Nº 57, Buenos Aires, 18/06/1937; p. 3.
[46] En septiembre de
1937, las únicas entidades autorizadas para continuar con las suscripciones
eran: Legionarios Civiles de Franco, Socorro Blanco Argentino para la
Reconstrucción de España y SALVE (Socorro Argentino a las víctimas de la guerra
en España). Orientación Española. Oficina
de propaganda y prensa de la representación del Gobierno Nacional de España;
Año I, N° 1, Buenos Aires, 1937; p. 21.
[47] María Rosa Pardo Sanz. “Hispanoamérica en la
política nacionalista…”; p. 222.
[48] La Falange
Española en Buenos Aires se constituyó oficialmente el 1 de agosto de 1936,
pero la idea surgió a partir de la iniciativa de una serie de hombres
conmovidos y movilizados ante las noticias del asesinato del diputado de la
derecha española José Calvo Sotelo el 14 de julio de 1936. Para ampliar, véase:
José Luis Riesco. Voluntad de Imperio…;
pp. 66-67.
[49] Lorenzo Delgado
Gómez- Escalonilla. Imperio de papel…;
p. 136.
[50] Esta sección,
creada en febrero de 1937, alcanzó el rango de Delegación Nacional de FET y fue
encomendada para vincularse e incorporar al nuevo Estado a los españoles
residentes en el extranjero. Para ampliar: Eduardo González Calleja. “El
Servicio Exterior de Falange y la política exterior…”; p. 297.
[51] Lorenzo Delgado
Gómez- Escalonilla. Imperio de papel…;
pp. 137-139.
[52] “Llega a Bs. As.
El señor Juan Pablo de Lojendio. Enviado especial del gobierno del Gral.
Franco”. Falange Española; Nº 13,
Buenos Aires, 13/01/1937; p. 4.
[53] “Bienvenidos”. Falange Española; Nº 40, Buenos Aires,
9/07/1937; p. 2.
[54] Esta carta de
carácter confidencial fue enviada “con toda urgencia y discreción” a Tetuán,
pero fue interceptada en Sevilla y redirigida al Cuartel General con el objeto
de analizar las conflictivas relaciones que allí se expresaban entre Falange y
la Representación oficiosa en Argentina. Archivo General Militar de Ávila
(Ávila), Cuartel General del Generalísimo-Estado Mayor, Exp. s/n, “Notas
informativas de relaciones con la Falange Argentina”, 20/08/1937.
[55] Ídem, fols. 4-5.
[56] El mismo
solicitaba la urgente intervención de las autoridades de la península para
resolver estas disputas: “(…) He dado los oportunos avisos a Salamanca para que
envíen un Inspector que normalice estas cosas, destituya, rectifique, nombre o
ratifique en los cargos. Que sea falangista, muy falangista y con facultades
plenas del Secretariado Político y del Generalísimo. Aquí hacen falta hombres
de verdadera talla y de acción. Que sepan aprovechar lo que por fortuna está
latente en el corazón de los criollos, pues NO DEBE OLVIDARSE QUE ESTOS SON LOS
QUE MEJOR AYUDAN AHORA, NOS AYUDARAN LUEGO Y ARRASTRARAN CONSIGO A MUCHOS MILES
DE ESPAÑOLES.” ídem, fol. 5.
Mayúsculas en el original.
[57] Atalaya había
llegado a la Argentina en agosto de ese mismo año en calidad de Jefe de la
“Misión de la Bandera de Marruecos”. “Llegada a Buenos Aires del jefe de
Falange en Marruecos”. Falange Española;
Nº 44, Buenos Aires, 7/08/1937; p. 3.
[58] “Falange Española
Tradicionalista”. Falange Española;
Nº 49, Buenos Aires, 11/09/1937; p. 8.
[59] Archivo General
de la Administración (Alcalá de Henares), Delegación Nacional del Servicio
Exterior de FET-JONS, Exp., s/n: “Situación de rivalidad de la propaganda del
Estado y de la Falange en la Argentina”, 22/12/1937, Caja Nº 51/20923.
[60] Ibídem.
[61] Memoria del Ministerio de Relaciones
Exteriores de la República Argentina. Presentada al Honorable Congreso Nacional,
período 1938-1939, Tomo I; pp. 179-184.
[62] “Palabras del
representante del Gobierno Nacional en la República Argentina”. Correo de Galicia; Buenos Aires,
1/01/1939; p. 1.
[63]José R. Lence, “Al
margen de la partida de Don Juan Pablo de Lojendio”. Correo de Galicia; Buenos Aires, 12/11/1939; p. 1. La cursiva es
nuestra.