Las
modulaciones de una posición “al margen”. Aproximaciones a las experiencias y
percepciones de los bahienses “corrientes” sobre la política y la violencia
durante el tercer gobierno peronista (1973-1976)
Modulations of a position "on the
sidelines". Approaches to the experiences and perceptions of “ordinary”
people of Bahía Blanca on politics and violence in the third Peronist
government (1973-1976)
Ana Inés Seitz
Universidad Nacional de La Plata/Universidad
Nacional del Sur
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Resumen
Este trabajo se enmarca en aquellas investigaciones que, en los
últimos años, y dentro del campo de la Historia Reciente, procuran dar
fundamento empírico a un abordaje complejo y situado de las relaciones entre
sociedad civil y régimen militar. En él, nos proponemos explorar dos
dimensiones centrales de la experiencia histórica de la gente “común y
corriente” en Bahía Blanca durante el período 1973-1976: las de la vida
política y de la violencia –en tanto noción de los propios actores-.
Concretamente, abordamos sus vivencias, representaciones y evaluaciones de, por
una parte, los procesos de movilización política y social, y por otra, los de
avance de la violencia política revolucionaria y de la represión estatal y
paraestatal. Nos proponemos examinar esta problemática desde una escala
microanalítica, centrándonos en el estudio de un espacio institucional
específico: la Escuela Nacional de Educación Técnica N° 1 de Bahía Blanca.
Nuestro objetivo es analizar los modos en que un conjunto de alumnos de la escuela
en aquellos años experimentaron e interpretaron el proceso estudiantil de
ocupación del colegio que tuvo lugar en junio de 1973. Ello, en el marco más
amplio de sus vivencias, percepciones y lecturas sobre la política y la
violencia en la ciudad durante el tercer gobierno peronista.
Palabras Clave
Historia Reciente; Activación Política; Violencia Represiva;
Experiencias; Percepciones; Bahía Blanca
Abstract
This work is framed
in those investigations that, in recent years, and in the field of Recent
History, seek to provide empirical basis for a complex and situated approach of
relations between civil society and the military regime. In it, we propose to
explore two central dimensions of the historical experience of the
"ordinary" people in Bahia Blanca during the period 1973-1976: the
political life and the violence –as notion of the actors themselves-.
Specifically, we address their experiences, representations and evaluations, on
the one hand, of the processes of political and social mobilization, and on the
other, of the advance of revolutionary political violence and state and
parastatal repression. We propose to examine this issue from a micro scale analysis,
focusing on the study of a specific institutional space: the National School of
Technical Education N° 1 of Bahia Blanca. We aim to analyze the ways in which a
set of students in those years experienced and interpreted the process of
occupation of school in June 1973. This, in the broader context of their
experiences, perceptions and lectures on politics and violence in the city
between 1973 and 1976.
Keywords
Recent History;
Political Activation; Repressive Violence; Experiences; Perceptions; Bahía
Blanca
Introducción
Si bien la problemática de las actitudes y
comportamientos de la gente “común y corriente”[1] durante la última dictadura militar viene siendo tema de atención
de los cientistas sociales desde los primeros tiempos de la transición
democrática y ha formado parte del debate público en nuestro país como parte de
las luchas por las memorias del pasado dictatorial, sólo en los últimos años ha
sido abordada de manera sistemática en las investigaciones dentro del campo de
estudios de la Historia Reciente[2].
En la indagación de esta cuestión, una
preocupación fundamental es la de poder calibrar cuáles fueron los principales
factores que motivaron y/o condicionaron las actitudes y comportamientos de la
gente “común y corriente” bajo el autodenominado “Proceso de Reorganización
Nacional”. Sostenemos aquí que fueron muy especialmente los modos en que
amplios sectores sociales vivieron y evaluaron los procesos de activación
social, cultural y política, así como los ciclos de avance represivo y la
situación económica y política en los años inmediatamente previos (1973-1976)
los elementos que definieron, en gran medida, sus comportamientos frente al
golpe militar del 24 de marzo, y a la instauración y permanencia de la
dictadura[3].
Dentro de este conjunto de vivencias y
percepciones de dichos segmentos sociales en aquellos años, en este trabajo nos
centraremos en indagar, concretamente, en las que se ligaron a la vida política
y a la violencia[4]; ello en tanto consideramos que éstas fueron dos dimensiones
centrales en sus experiencias[5]. Específicamente, nos interrogaremos sobre los modos en que los
bahienses “corrientes” [6] vivieron e interpretaron, por un lado, la movilización política y
social -y los procesos de radicalización de determinados sectores juveniles- a
fines de la dictadura de la “Revolución Argentina” y comienzos del período
democrático[7]; y por otro, el avance de la violencia revolucionaria y de la
represión paraestatal y estatal durante el tercer gobierno peronista.
Nos proponemos examinar esta problemática
desde una escala microanalítica, centrándonos en el estudio de un espacio
institucional específico: la Escuela Nacional de Educación Técnica N° 1 “Ing.
César Cipolletti” (ENET) de Bahía Blanca[8]. El punto de partida de este trabajo lo constituye un hecho de
movilización política y social que protagonizó la comunidad educativa de la
escuela en junio de 1973: la ocupación de la institución por parte de sus
alumnos, con el objetivo de desplazar a su directora del cargo. Nos proponemos
analizar los modos en que un conjunto de alumnos de la escuela en aquellos años
experimentaron e interpretaron este proceso de ocupación, en el marco más
amplio de sus vivencias, percepciones y lecturas sobre la política y la
violencia entre 1973 y 1976 en Bahía Blanca. Nuestra indagación se fundamenta
en una serie de entrevistas orales semiestructuradas a estudiantes de la ENET
de la década del setenta[9].
Militancia y
radicalización política y social. Experiencias y sentidos en torno de la toma
de la ENET en 1973
En este primer apartado nuestro objetivo es
abordar los modos en que la militancia y los procesos de creciente movilización
social y política, y de radicalización de determinados sectores, fueron
vivenciados e interpretados por los estudiantes de la ENET.
El grado en que la simpatía y la adhesión
hacia las corrientes de izquierda y hacia el proceso de radicalización social y
política se había extendido en amplios sectores sociales a comienzos de los
años setenta, es una cuestión que ha sido objeto de debate en los últimos años
en el campo de la Historia Reciente. Por una parte, algunos autores han
señalado que tanto las organizaciones armadas como el recurso a la violencia
política se enmarcaron en un clima de consentimiento y aceptación de parte de
franjas importantes de distintos sectores políticos y sociales. Este apoyo
social se habría extendido, en la perspectiva de estos investigadores, en los
años que abarcan desde el Cordobazo, en 1969, hasta mediados o fines de 1973[10]. En particular, Tortti ha señalado que la serie de tomas que tuvo
lugar en los primeros meses de aquel año constituye la culminación del ciclo de
radicalización de la “Nueva Izquierda”[11].
En contraposición, recientemente Sebastián
Carassai ha argumentado, a partir del análisis de encuestas de opinión y de los
resultados de las elecciones presidenciales de marzo de 1973, que dichos datos
permiten “cuestionar la idea de que las guerrillas contaban en sus inicios con
altos porcentajes de simpatía en la población y específicamente en las clases
medias”[12]. Asimismo, este autor, basándose en el análisis de prensa,
entrevistas y programas de televisión de la época, discute la idea de que las
clases medias hayan adherido al proceso de radicalización política y social
durante los primeros años de la década del setenta. Carassai plantea que dicha
aceptación tenía su núcleo, principalmente, en los segmentos juveniles
universitarios, en tanto que la percepción de los sectores que estaban por
fuera de dichos espacios institucionales se caracterizó por una actitud de
ajenidad respecto de la violencia social y la militancia política[13].
Un punto central de su argumento es, por
tanto, el señalamiento de que la mayor parte de la actividad política de los
jóvenes se centró en el espacio universitario, al que asistía sólo una minoría,
que si bien tenía gran visibilidad, constituía un porcentaje reducido dentro de
los sectores juveniles del país. El autor afirma que “el entusiasmo por las
corrientes de izquierda, por tanto, lejos de ser mayoritario, se concentró en
una franja de la población bastante específica: los jóvenes –fundamentalmente,
universitarios- de ‘clase media superior’ y de ‘clase alta’. Sin embargo, aun
en esos segmentos esas simpatías fueron minoritarias”[14]. Asimismo, subraya que “los jóvenes universitarios, de hecho,
eran una minoría social. Hacia mitad de la década del setenta, el total de los
estudiantes de la Universidad de Buenos Aires representaba el 1% de la
población del país, y el de todas las universidades nacionales alcanzaba el 2%.
Estos datos ayudan a mensurar la gravitación que tenían las juventudes
militantes de clase media”[15].
Es en el marco de este debate que nos interesa pensar los modos en que
la militancia y los procesos de radicalización política y social se expresaron
en la ENET bahiense; en particular, en un episodio de conflicto y movilización
como fue la toma del colegio en junio de 1973. Este hecho constituyó el
principal proceso de activación política que vivió el “Industrial” en la década
de los setenta, enmarcado en el ciclo de ocupaciones que se produjeron, en los
inicios del gobierno de Cámpora, en numerosos y diversos espacios en todo el
país –entre ellos, decenas de escuelas secundarias. La ENET fue ocupada
por sus alumnos entre el 12 y el 19 de junio, con el objetivo principal –junto
a otros reclamos gremiales- de reemplazar a la directora del colegio, la ingeniera
Fenil Echarren. La toma contó, al menos en sus comienzos, con la participación
de gran cantidad de estudiantes de los últimos años, con el aval de muchos de
los profesores de la escuela, y con el acuerdo de buena parte de los padres.
Luego de una sucesión de interventores que fueron proponiendo los jóvenes[16] y renunciando, Héctor Herrero quedó designado
definitivamente como nuevo director[17].
En el contexto de la primavera
camporista, y con este cambio de autoridades, en el colegio comenzó a haber
espacio para el debate, la participación y la militancia política[18]. Poco antes de la ocupación de la ENET, los alumnos habían
conformado una “Coordinadora”[19] que, luego de este proceso, fue reconocida por las nuevas
autoridades del colegio, y atendidos sus planteos y reclamos[20]. Estas demandas, así como las actividades que desarrollaba esta
agrupación, parecen haber estado centradas principalmente en problemas y
cuestiones propias de la ENET, es decir, en reclamos gremiales. NO recuerda que
“en general se hablaban de cosas relacionadas con la escuela, con el
funcionamiento de la escuela. Alguna vez yo tengo idea de que se juntó plata o
cosas para llevar a alguna villa, o alguna vez yo tengo idea de que hubo alguna
colecta de cosas así, alimentos perecederos y eso para llevar a algún lado, que
había organizado el centro de estudiantes”[21].
La “Coordinadora” estaba
integrada tanto por delegados de curso que tenían distintos tipos de
adscripciones políticas, como por otros que no tenían ninguna pertenencia. Sin
embargo, en gran parte, “tenía participación de gente que tenía vínculo
político en otro lado, pero era multipartidario […] participaba quien quería
[…] Yo lo que me acuerdo que había gente de la UES[22], uno del Partido Comunista, y no sé si habría de otro lado,
porque prácticamente radicales no sé si habría alguno, bueno, un par había”
(JS). Sin embargo, era claro el predominio que tenía en ella la agrupación
peronista: “[el centro de estudiantes] estaba hegemonizado claramente por la
UES, que ganó la conducción [en 1973]” (VS[23]).
En esos años, por tanto, asistían
al “Industrial” un grupo de alumnos que integraban la UES a nivel local, eran
reconocidos en el colegio como militantes de esta agrupación, y constituían el
grupo que mayor peso político tenía en el activismo estudiantil dentro de la
escuela. VS señala que en la ENET “no había claramente agrupaciones
estudiantiles, como ahora o en los ochenta; en el colegio había militantes
aislados de partidos de izquierda, recuerdo algunos de la Fede[24] y el PCR. No recuerdo a nadie del PRT. Había sí un grupo numeroso
de la UES que actuaba como un colectivo. Sus dirigentes provenían de la
Juventud Católica y del Scoutismo”. En el mismo sentido, JS recuerda que en la
escuela “había gente del partido comunista también, y no sé si habría de otra
[agrupación] más. Pero, digamos, lo que más peso tenía ahí adentro
políticamente era la UES”. Si bien esta agrupación no formó parte de la
ocupación de la ENET de junio de 1973 públicamente en cuanto tal, como un
colectivo con intereses propios y visibles, sin embargo estos militantes
participaron en la medida de manera destacada.
A pesar del proceso de avance
represivo de aquellos años, las actividades y reuniones de la “Coordinadora”
continuaron hasta 1975. En agosto de aquel año, dos alumnos de la escuela
fueron apresados por la Policía Bonaerense, y luego condenados por infracción a
la ley 20840. Como consecuencia de la detención, en esos días gran parte de los
alumnos de la ENET que militaban en la UES dejaron de asistir al colegio.
Nos preguntamos, entonces, ¿cuáles fueron las
percepciones de los alumnos de la ENET sobre estos ciclos de activación y
militancia política y social, tanto los de dentro como aquellos que sucedían
por fuera de la escuela?, y, de manera más amplia, ¿en qué modos estos procesos
concretos que tuvieron lugar en la ENET, así como los modos en que los
integrantes de su comunidad educativa los experimentaron e interpretaron, nos
permiten indagar en sus actitudes frente a los ciclos de radicalización
política y social de aquellos años?
En las entrevistas realizadas
encontramos, por un lado, relatos que expresan el interés y la adhesión que
existía entre los estudiantes de la escuela a las propuestas de las
agrupaciones de izquierda. GK señala que en esos años “todos teníamos cierta
simpatía por ciertas organizaciones, no en cuanto a la violencia pero sí en
cuanto a lo que proponían como el posible mundo mejor y ciertas utopías que uno
maneja cuando tiene esa edad”[25]. En el mismo sentido, EC remarca que “generalmente, en ese
entonces, o sos socialista o te tirás para el lado de izquierda. Sí, la mayoría
[de los estudiantes de la ENET que tenían participación política] eran
militantes de algún partido de esos”[26]. Desde una perspectiva distinta, otros entrevistados se ubican en
una posición al margen de las agrupaciones políticas estudiantiles y de su
accionar. LV, por ejemplo, señala que “yo en política nunca participé, ni ahí
[en el ‘73] ni después”[27]; o EM: “y a mí me habían elegido también de delegado en el
segundo año. Y yo no podía ir porque a mí se me complicaba ir”[28].
En particular, es sugerente
considerar los modos en que eran percibidos y valorados los militantes
políticos que asistían a la escuela. CD recuerda que “eran compañeros normalmente muy
aceptados por el resto, no eran ningunos vagos
sino que eran buenos estudiantes, entre los cuales me acuerdo que estaban los
hermanos Paira por ejemplo. Ellos eran realmente gente apreciada dentro de los
compañeros”[29]. En el mismo sentido, VS señala que
“los militantes, la mayoría de la UES, los conocí en el ’73. No
había ninguno en mi curso, eran un poco más grandes que yo. Eran en general
gente muy querida y respetada” (SV).
¿Cómo podemos pensar entonces, a la luz de
sus interpretaciones, las actitudes de estos estudiantes frente a la militancia
y los procesos de radicalización de la época? En primer lugar, es evidente que
los procesos de movilización social y política que se vivieron en la ENET en
aquellos años, así como la militancia de algunos de sus alumnos, ponen en
cuestión el planteo de Carassai de que la activación entre los jóvenes tenía su
epicentro en una minoría, la de aquellos sectores de clase media que asistían a
la universidad. Este autor no tiene en cuenta que la militancia política
juvenil se desarrolló también en alto grado entre los estudiantes secundarios
–como así también en otros sectores sociales y espacios-[30]. Por otra parte, la escolarización secundaria, en contraposición
a lo que sucedía en la universidad, englobaba a un conjunto de jóvenes mucho
más numeroso y diverso en su pertenencia social. Valeria Manzano señala el
incremento que experimentó la matrícula de este nivel a partir del primer
peronismo, resaltando que en 1970 abarcaba aproximadamente al 46 por ciento de
los jóvenes de entre 13 y 18 años. Asimismo, la autora subraya que, en dicha
expansión, no sólo ingresaron a la escuela secundaria los adolescentes que
pertenecían a las clases acomodadas, sino que -en el período señalado- las
ramas que más crecieron fueron la normal, la técnica y el comercial[31].
En segundo lugar, es posible señalar que las
percepciones de los entrevistados sobre las organizaciones de izquierda, la
militancia y la movilización política y social eran complejas y, en gran
medida, ambivalentes. Encontramos que no hay entre estos ex alumnos un rechazo
hacia estas cuestiones. Más aún, incluso en el caso de quienes en sus relatos
se ubican en una posición de marginalidad, sus actitudes no eran de
indiferencia, ni de oposición a los modos en que estas dimensiones se
expresaban en la ENET. Por el contrario, tenían un interés en lo que, en ese
sentido, sucedía en la escuela. Sin embargo, éste no se tradujo en su
incorporación a algún tipo de militancia política, dentro o fuera del colegio.
Esta ambivalencia de gran parte de los
estudiantes de la ENET se manifiesta en el desarrollo de un conjunto de
actitudes que no fueron ni de adhesión total a las propuestas y acciones de las
corrientes de izquierda, ni de ajenidad u oposición y rechazo. Específicamente,
esta complejidad y mixtura que señalamos en sus conductas, quedó expresada en
el proceso de ocupación de la ENET en junio de 1973. Es preciso tener en cuenta el tipo de
medida que estos estudiantes resolvieron llevar adelante. Como señala Nievas,
“una toma es siempre un hecho que vulnera la legalidad”[32]. Aquí los estudiantes decidieron
ocupar el colegio, suspender las clases, expulsar a sus directores y, además,
elegir unos nuevos. La toma, fue, por tanto, una medida de un carácter político
trascendental, de impugnación, en última instancia, del orden social. Y además,
se produjo en un contexto nacional
específico, de
amplia movilización y sucesión de ocupaciones en todo el país[33]. Por tanto, los alumnos que
participaron, incluidos aquellos que no tenían militancia política, se sumaron
a un proceso que era notoriamente disruptivo, tanto dentro de la cotidianeidad
de la escuela, como a nivel nacional.
Lo paradójico
para quienes fueron parte de este episodio de activación política dentro del
“Industrial”, fue que una de las preocupaciones de los alumnos protagonistas de
la medida –contemporáneamente a los hechos- fue la de remarcar que no había
motivaciones político partidarias de ningún tipo ni injerencias políticas
externas que hubieran dado origen a las razones por las que se había ocupado el
colegio[34]. Algunos de los ex alumnos
fundamentan hoy su participación en la medida señalando que los reclamos eran
exclusivamente gremiales, limitados a la comunidad educativa de la escuela y no
derivados de intereses o conflictos políticos ajenos a este espacio. Otros,
plantean que tal caracterización de la toma tenía como finalidad generar el
mayor grado de adhesión posible a la medida entre los estudiantes de la ENET.
Por tanto, es evidente que lo político partidario tenía entre estos alumnos
entrevistados –y entre gran parte de los que participaron en la medida-, de
alguna manera, un sentido negativo[35].
La paradoja,
por tanto, radica en la intervención, por parte de estos alumnos, en un hecho
eminentemente político, y estrechamente ligado a la radicalización social del
momento –incluso, a uno de sus momentos más álgidos-; argumentando al mismo
tiempo que la medida no tenía ningún cariz político, y que se trataban sólo de
demandas gremiales[36]. Sin embargo, no se trata de un
comportamiento paradójico, sino más bien, de uno que expresa la ambivalencia
que, como hemos señalado, encontramos en las actitudes hacia la militancia y la
radicalización políticas de parte de estos actores.
Podemos
señalar, por tanto, que encontramos en las percepciones y conductas de estos
jóvenes entrevistados hacia el ciclo de movilización política y social, hacia
la militancia y hacia las organizaciones de izquierda en aquellos años, un
conjunto de actitudes que no eran de adhesión total, pero tampoco de rechazo y
oposición, ni de indiferencia. Por el contrario, podríamos ubicar sus
comportamientos en un espectro entre la aceptación y el interés -e incluso en
algunos la simpatía-, y, por otro lado, cierto distanciamiento, procurando
“mantenerse al margen”. Si pensamos concretamente en la toma de la escuela, y
específicamente en la estrategia de insistir en su carácter apolítico para
concitar el apoyo y la participación de gran parte de la comunidad educativa,
consideramos que estas actitudes pueden ser, de alguna manera, pensadas para todos
los miembros de la comunidad educativa de la ENET que participaron en, o
adhirieron a y apoyaron, la medida.
Entre “los
Bustos” y “los Ponce”. Lecturas de la violencia política revolucionaria y de la
represión estatal y paraestatal en Bahía Blanca
En este apartado nos proponemos explorar otra
de las dimensiones que consideramos fundamentales en la experiencia histórica
de la gente “común y corriente” durante la década del setenta. Ésta se liga a
los modos en que este sector de la sociedad experimentó y construyó sentidos
sobre la violencia política revolucionaria y la represión estatal y paraestatal
que se desplegó en los años del tercer gobierno peronista.
En los relatos de los ex estudiantes de la
ENET entrevistados encontramos, por una parte, una lectura de los hechos de
violencia en la que subrayan, actualmente, las dificultades que tenían en
aquellos años para reconocer quiénes eran los protagonistas y responsables de
dichos sucesos. GK recuerda que “los grupos Montoneros, cuando [Perón] los echa
de la plaza, se le vuelve ingobernable, y ya, digamos, se inicia una etapa de,
por un lado la Triple A de López Rega, y por el otro lado los amigos de
Montoneros, ERP y demás, y una época de violencia que vos no sabías, por
ejemplo, Rucci hoy no se sabe quién lo mató”. También, NO señala que “la
militancia en esa época era dura porque si no estaba la Triple A, estaba
Montoneros o el ERP. Era difícil. Había muchas muertes que nadie sabía de dónde
venían”.
No obstante, en el análisis de los episodios
vividos en el ámbito local, se revelan otras dimensiones de dicha construcción
de sentidos en la época sobre los episodios de violencia, por parte de estos
estudiantes. Nos referimos al hecho de que, aunque éstos pueden diferenciar a
los principales protagonistas de dichos sucesos a nivel nacional (como la
“Triple A”, las Fuerzas Armadas, Montoneros, ERP); sin embargo en el espacio
local, y en los acontecimientos concretos que experimentaron, tienen
dificultades para reconocer quiénes eran los actores, en el sentido de
identificar con qué sectores políticos del país se vinculaban. Asimismo,
tampoco pueden diferenciar concretamente cuáles eran las cuestiones en disputa
entre dichos grupos.
Esto nos permite pensar que la distinción
clara de los actores a nivel nacional, se enmarca en lo que circulaba en los
discursos públicos contemporáneos, y, en especial, en lo que los entrevistados
conocieron posteriormente, particularmente a partir de 1983 (es decir, en el
marco de los relatos que sobre la dictadura y la década de los setentas se
articularon a partir de esos años). Sin embargo, a nivel local, frente a la
ausencia de un relato colectivo similar que diferencie a los actores políticos
de Bahía Blanca, las narraciones de los entrevistados ponen de manifiesto las
dificultades que tenían en la época, y que continúan hasta hoy, para reconocer
los espacios políticos, las demandas específicas, y las razones concretas de
los conflictos y enfrentamientos de cada uno de estos actores.
Ello se hace evidente en el caso de EC, quien
recuerda un episodio de violencia durante una asamblea estudiantil en 1975 en
la Facultad Regional Bahía Blanca de la Universidad Tecnológica Nacional (UTN):
“viví eso que nos bajaron del quinto piso y pegándoles culatazos a los más
grandes a la pasada. Acá se hablaba de que eran la gente de Ponce, era como que
la tenían intervenida [a la UTN], lo tengo medio confuso, porque no sé si
estaba la parte de la derecha de los militares, o eran de los subversivos”. En
este caso, EC no puede diferenciar en qué espacio político se ubicaban los
actores de este episodio, tanto los estudiantes que realizaban la asamblea,
como quienes se hacen presentes para expulsarlos de la universidad.
Además, y en particular, este ejemplo nos
revela una cuestión relevante que podemos rastrear en las construcciones de
sentido de parte de estos estudiantes de la ENET sobre los episodios de
violencia ocurridos en Bahía Blanca en aquellos años. Se trata de la
equiparación entre “los Bustos” y la “gente de Ponce” (o simplemente “los Ponce”),
dos grupos de actores que en la década de los setenta eran muy conocidos por la
sociedad local. A pesar de que se ubicaban en espacios políticos distintos,
opuestos y enfrentados, varios episodios de violencia ocurridos en la ciudad en
dicho período son atribuidos indistintamente a estos dos grupos, homologándolos.
Los Bustos conformaban una familia de
nueve hermanos que en la década de 1950 se había radicado en Bahía Blanca.
Integraban la Juventud Peronista, y paulatinamente fueron ganando peso en
distintos sindicatos de la rama de la construcción y en diversas organizaciones
dentro del movimiento peronista. En 1973 algunos de sus miembros accedieron a
puestos en los órganos deliberativos del gobierno local y nacional[37].
Por su parte, Rodolfo Ponce era un dirigente sindical que ejercía como
Secretario General de la Central General de Trabajadores (CGT) local e
integraba la mesa nacional de las 62 organizaciones. En 1973 fue elegido como
Diputado Nacional por el Frente Justicialista de Liberación. Zapata señala que
Ponce “era un peronista ortodoxo que hacía oír su fuerte repudio hacia los
‘extremistas’ o ‘izquierdistas’ que ‘se disfrazan de peronistas’ – haciendo
alusión a los militantes del PRT-ERP, Montoneros y distintas ramas de la
Tendencia peronista”[38].
Cuando los entrevistados refieren a “los Ponce”, aluden tanto al Delegado
Regional de la CGT local como al personal de seguridad que lo custodiaba.
Esta equiparación entre “los Bustos” y “la
gente de Ponce” es visible, concretamente, en los relatos de los estudiantes
entrevistados que recuerdan los intentos, de parte de actores externos, de
“apropiarse” de la toma de la ENET de junio de 1973. Durante la ocupación de la
escuela, se acercaron militantes locales de la Juventud Peronista que, en Bahía
Blanca, se nucleaban en torno de los hermanos Bustos. El objetivo era,
probablemente, poner fin a la ocupación[39]. Sin embargo, en sus relatos varios ex alumnos señalan que
quienes se acercaron fueron “los Ponce”, en tanto otros afirman que se trataba
de estos últimos junto a “los Bustos”. Por ejemplo, EM señala “cuando vinieron
los… que estaban los Bustos, los Ponce”.
Evidentemente, esta equiparación entre dos
grupos de actores tan opuestos en su pertenencia política obedece a razones que
son variadas y complejas. Como señalamos anteriormente, el trabajo de la
memoria, especialmente post ’83, tiene un papel relevante en esta homologación.
Sin embargo, consideramos que en ella también jugaron un rol importante otros
elementos propios de la construcción contemporánea de sentidos sobre la
violencia durante el tercer gobierno peronista.
En este sentido, es relevante considerar el
planteo que hace Franco, quien señala los modos en que los periódicos de la
época en particular, y los discursos públicos de distintos actores sociales en
general, tendieron a una condena de la violencia cada vez más “ritualizada,
banalizada y con ribetes cada vez más violentos”[40], la cual, hacia 1975, ya aparecía en la prensa “desprovista de todo anclaje explicativo o
político y se limitaba a la enumeración de bombas, secuestros y asesinatos como
único fin aparente de la información”[41].
Es posible pensar, entonces, que en el marco
de esta construcción de “una realidad específica, el ‘imperio de la violencia’”[42], estos alumnos de la ENET entrevistados contaron con pocas
herramientas para dar sentido a los episodios de violencia que conocían a nivel
local, así como para distinguir a sus actores, sus posicionamientos, las
razones de los conflictos políticos y sociales, y de los enfrentamientos. En
este contexto, tendieron a una producir una homologación de los hechos que
tenían lugar en la ciudad y en el país, como parte de un “todo indiferenciado”.
Y es en el contexto de esta carencia de herramientas para analizar y comprender
la conflictividad política de la época, en especial a nivel local, que podemos
pensar la equiparación de estos alumnos de la ENET entre dos grupos de actores
opuestos, y enfrentados, como eran “los Bustos” y “la gente de Ponce”.
Por otra parte, en el análisis de las actitudes
de la gente “común y corriente” hacia el golpe militar de 1976 y el régimen
dictatorial que se instala como consecuencia, es fundamental considerar los
efectos que tuvo en ellas una construcción de sentidos sobre la violencia en la
que los responsables de los hechos de represión no podían ser dilucidados con
claridad. Como señalan algunos entrevistados, en los primeros tiempos del
“Proceso de Reorganización Nacional” atribuían los episodios que llegaban a
conocer, principalmente las detenciones ilegales, las desapariciones y los
asesinatos, al accionar de grupos represivos paraestatales, que, en su
evaluación, se prolongaba en esos primeros meses de dictadura, en tanto aún no
habían podido ser “controlados” por las Fuerzas Armadas.
Otros estudiantes, por otra parte, afirman
que en aquellos años no podían deslindar cuál de estos dos grupos de actores
era el responsable de los hechos represivos de los que estaban al tanto. Un
ejemplo en este sentido -si bien se trata del relato de un profesor de la escuela
y no de un alumno- es el recuerdo de BA[43], quien, inscribiendo su narración en lo que sucedía en Bahía
Blanca en el año 1976, señala:
Lo que pasa
es que era terrible, porque no es solamente que estaban los grupos de tareas de
las Fuerzas Armadas. Estaban las Tres A también. Y entonces vos, ya era una
cosa que uno no sabía. Además los matones de las Tres A andaban por acá con los
Torino y con los Falcon, con ametralladoras y escopetas Itacas, a la vista de
todo el mundo […] Y vos nunca sabías quién era. No sabías si eran las Fuerzas
Armadas, si eran las Tres A, si… Después se empezó a saber, ¿no es cierto? Por
supuesto. Pero al principio no.
Por tanto, en la interpretación de los
sucesos de violencia a nivel local protagonizados por las Fuerzas Armadas, y
aquellos otros donde los responsables eran grupos paraestatales, encontramos
que los alumnos de la ENET entrevistados, si bien podían identificar y
diferenciar a estos actores, en la práctica no podían distinguir quiénes eran
los autores de los episodios represivos que llegaban a conocer. Más aún, en su
evaluación de las características del régimen dictatorial que acababa de
instalarse en el país, los eventos de violencia no eran atribuidos a los
actores militares. De esta manera, las Fuerzas Armadas quedaban al margen de
estos, excepto en su capacidad de controlar a sus agentes. Se trata por lo
tanto de un factor que, evidentemente, pudo haber motivado en amplios sectores
sociales actitudes de consentimiento hacia el régimen militar recientemente
instalado. Al menos hasta que estos sectores pudieron reconocer, a partir de un
saber que igualmente era fragmentado, que las propias Fuerzas Armadas eran las
responsables de estos hechos de represión.
Algunas
reflexiones finales
Como punto de partida de este trabajo,
sosteníamos que las experiencias de la gente “común y corriente” durante el
tercer gobierno peronista, así como sus percepciones e interpretaciones de los
procesos sociales y políticos vividos desde fines de la década de los sesenta y
en particular en dicho período democrático, condicionaron de forma singular sus
comportamientos frente al quiebre institucional del 24 de marzo de 1976, y a la
instauración del régimen dictatorial. En este marco, y a través del análisis de
lo que aconteció en esos años democráticos en la ENET N° 1 de Bahía Blanca,
nuestro objetivo fue realizar una primera aproximación a dos dimensiones
centrales dentro de la experiencia histórica de los estudiantes del colegio
durante la década de los setenta; una de ellas referida a sus vivencias,
representaciones y juicios sobre la militancia y los procesos de radicalización
política y social de dichos años; en tanto que la otra, centrada en sus
experiencias y valoraciones sobre la violencia política revolucionaria y la
represión estatal y paraestatal que se desplegó en el período.
A modo de reflexión final, entonces, nos
proponemos explorar sintéticamente la pregunta acerca de los modos en que estas
vivencias y lecturas de los años democráticos previos al golpe de Estado
pudieron haber motivado las actitudes y comportamientos de los estudiantes
entrevistados frente al quiebre institucional y durante los años de dictadura.
En cuanto a la segunda dimensión analizada,
como señalamos, siguiendo a Franco, los modos en que los discursos políticos y
la prensa en general presentaban la conflictividad política, sustituyendo “todo
análisis y explicación [de la misma] por categorías esencializantes y vacías”[44], nos permiten pensar en la forma en que, en las lecturas de los
alumnos de la ENET sobre la violencia, se dificultaba la diferenciación de los
responsables de este tipo de hechos, sus espacios políticos y sus principales
líneas de confrontación. ¿Cuáles fueron algunos de los efectos de esta
construcción de sentidos sobre la violencia?
Franco señala que a través de estos discursos
políticos y periodísticos se generó en la sociedad un “miedo al ‘caos’ y a la
‘violencia’ –y en particular a la subversión- que hizo del recurso a las
Fuerzas Armadas una garantía de ‘solución’ y ‘orden’, a la vez que permitió
aceptar como necesaria la escalada represiva y la supresión de libertades”[45]. Esta lectura, se fusionó con una construcción de sentidos sobre
la violencia de parte de los estudiantes entrevistados, en la que, al menos
durante los primeros tiempos del régimen, los actores militares quedaban al
margen de los episodios represivos.
De este modo, una interpretación en la que el
actor militar aparecía como el adecuado para retornar al “orden” y la
“normalidad”, se fusionó con otra en la que las Fuerzas Armadas no eran
responsables de los episodios represivos, sino, por el contrario, quienes
debían poner freno a estos hechos. Así, esta lectura ciertamente fue uno de los
factores que pudo haber configurado cierto grado de consentimiento de parte de
los alumnos del “Industrial”, tanto hacia el golpe militar como hacia el
régimen que se instauró como consecuencia.
En cuanto a la primera dimensión de análisis,
podemos considerar que hubo un pasaje desde unas actitudes ambiguas de parte de
los jóvenes estudiantes de la ENET hacia la militancia de izquierda y los
ciclos de radicalización política y social de principios del tercer gobierno
peronista, hacia otras caracterizadas por el rechazo de este tipo de
participación y de este tipo de procesos, trayectoria que probablemente haya
tenido lugar a lo largo de 1974 y 1975. Sin embargo, aún desde esta posición de
ajenidad respecto de la militancia política, debemos notar el peso los lazos de
compañerismo, y de cercanía y cotidianeidad, siguieron teniendo en la
percepción de aquellos militantes que no eran parte de una noción “abstracta”
percibida a través de los medios periodísticos y los discursos políticos, sino
de la vida escolar diaria de los estudiantes de la ENET. Estos lazos de
solidaridad conformados a través de la cotidianeidad crearon un vínculo que
atravesó la estigmatización de estos militantes. Queda entonces, como una
pregunta abierta para futuras indagaciones, la consideración de los modos en
que las actitudes ambiguas y complejas, en especial hacia la participación
política de izquierda de parte de estos jóvenes estudiantes de la ENET a
principios del tercer gobierno peronista, se combinaron con estas otras
percepciones positivas sobre sus compañeros militantes, y de qué modo
influyeron en la conformación de las actitudes de estos jóvenes hacia la
dictadura militar instaurada en 1976.
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Recibido: 14/05/2016
Evaluado: 18/06/2016
Versión Final: 01/08/2016
[1] La categoría de gente “común y corriente” ha
sido objeto, hasta hoy, de un extenso debate sobre su contenido y alcances.
Para un examen de algunas de las formas en que esta noción se ha
conceptualizado en nuestro país, véase: Ana Inés Seitz: “Desafíos metodológicos en el abordaje de las actitudes sociales en
dictadura (Argentina, 1976-1983). Apuntes para un campo de estudio en
construcción”, en: Actas de las Sextas
Jornadas de Historia de la Patagonia,
Neuquén, EDUCO, Universidad Nacional del Comahue, 2015. Coincidimos, en
gran medida, con la definición que da Daniel Lvovich: “personas con o sin
militancia política, no pertenecientes a la dirección de organizaciones
políticas o sociales” (Daniel Lvovich: “Actitudes sociales y dictaduras: las
historiografías española y argentina en perspectiva comparada”, en: Gabriela
Águila y Luciano Alonso (coord.), Procesos
represivos y actitudes sociales. Entre la España franquista y las dictaduras
del Cono Sur. Buenos Aires, Prometeo, 2013).
[2] Véase, entre
otros, los trabajos de: Mariana Caviglia, Dictadura,
vida cotidiana y clases medias. Una sociedad fracturada. Buenos Aires,
Prometeo, 2006; Gabriela Águila, Dictadura,
represión y sociedad en Rosario, 1976/1983. Un estudio sobre la represión y los
comportamientos y actitudes sociales en dictadura. Buenos Aires, Prometeo,
2008, y “Dictadura y sociedad en
Rosario entre 1976 y 1983: actitudes y comportamientos sociales en una
perspectiva de análisis regional”, en: Ernesto Bohoslavsky, Marina
Franco, Mariana Iglesias y Daniel Lvovich (ed.), Problemas de Historia Reciente del Cono Sur. Buenos Aires,
UNGS-UNSaM, 2010; Daniel Lvovich: “Sistema político y actitudes sociales en la
legitimación de la dictadura militar argentina (1976-1983)”, en: Ayer, N° 75, Madrid, 2009, pp. 275-279;
Laura Luciani: “Actitudes y comportamientos sociales durante la última
dictadura militar en Argentina (1976-1983). Algunas consideraciones respecto de
cómo analizar la compleja trama entre régimen y sociedad”, en: Naveg@mérica. Revista electrónica de la
Asociación Española de Americanistas, 3, 2009; Sebastián Carassai, Los años setenta de la gente común. La
naturalización de la violencia. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2013;
Mauro Greco: “Responsabilidad, resistencias y primera persona en el recuerdo de
la última dictadura”, en: Revista de
Ciencias Sociales, segunda época, año 6, Nº 25, Bernal, Editorial de la
Universidad Nacional de Quilmes, otoño de 2014.
[3] De un modo
similar en cuanto a la consideración de las formas en que las vivencias de los
años previos motivaron los comportamientos sociales de la gente “corriente”
bajo regímenes dictatoriales, se ha planteado -para el franquismo- que “la
honda huella dejada por la experiencia de la violencia política de la guerra”
fue uno de los factores –entre otros muchos- que condicionaron las actitudes
sociales de los ciudadanos “de a pie” frente al régimen (Claudio Hernández
Burgos, Carlos Fuertes Muñoz, Miguel Ángel del Arco Blanco y Jorge Marco:
“Introducción”, en: Miguel Ángel del Arco Blanco, Carlos Fuertes Muñoz, Claudio
Hernández Burgos y Jorge Marco (eds.), No
sólo miedo. Actitudes políticas y opinión popular bajo la dictadura franquista
(1936-1977), Granada, Ed. Comares, 2013, p. 5).
[4] No pretendemos en
este trabajo dar una interpretación sobre la violencia en la década de los
setenta, sino únicamente abordarla como una noción de los entrevistados, en la
cual construyen sentidos en los que establecen una continuidad entre la
violencia política revolucionaria y la represión estatal y paraestatal.
Analíticamente, sin embargo, no pueden ser consideradas violencias simétricas
ni equiparables.
[5] Para un análisis
que plantea la importancia de ambas cuestiones para el período véase: Sebastián
Carassai, Los años setenta de la gente
común… Op. Cit., p. 14. Marina Franco, por otra parte, ha señalado la
relevancia que adquirió la dimensión de la violencia en la experiencia
histórica en aquellos años, subrayando -al mismo tiempo- que ésta no fue la
única, y que “no permite explicar cabalmente el período si se excluyen otras
dimensiones cruciales como el profundo problema social y económico de la época
y, de manera más general, el proceso de crisis y colapso del modelo populista”
(Marina Franco, Un enemigo para la nación.
Orden interno, violencia y subversión,
1973-1976. Buenos Aires, Prometeo, 2012, p. 30).
[6] Bahía Blanca, ubicada en la región suroeste
de la provincia de Buenos Aires, en la década de los setenta no superaba los
200 mil habitantes. Se trataba, por tanto, de una localidad de dimensiones
intermedias, con una población significativamente menor a la de otros centros
urbanos del país, como La Plata (que por esos años duplicaba ese número), o
Rosario, que alcanzaba cifras cercanas a los 800 mil habitantes (Lorena Montero
“El rol de la ‘comunidad informativa’ en la represión en Bahía Blanca
(1975-1977): prácticas, acuerdos y disputas”, en: Gabriela Águila, Santiago
Garaño y Pablo Scatizza (comp.), Represión
estatal y violencia paraestatal en la Historia Reciente Argentina. Nuevos
abordajes a 40 años del golpe de Estado. La Plata, FAHCE-UNLP, 2016, p.
370). Sin embargo, dada su ubicación geográfica estratégica -como epicentro de
las comunicaciones terrestres, marítimas y aéreas entre el norte y sur de país-
y su desarrollo económico -como centro industrial, comercial, financiero y de
servicios-, era una ciudad con gran influencia e importancia en la región. Esta
gravitación era tanto económica como política y cultural (Virginia Dominella et al: “Marcas locales de la dictadura en Bahía Blanca”,
ponencia
presentada en: Segundo Seminario Internacional “Políticas de la Memoria”: Vivir en dictadura. La vida de los
argentinos entre 1976 y 1983, Buenos Aires, 2009).
[7] El período de
análisis recortado debe ser entendido dentro de un ciclo de movilización
política y protesta social que desborda esta cronología, y que se abre en 1969
con el “Cordobazo” y las subsiguientes puebladas (Maristella Svampa: “El
populismo imposible y sus actores, 1973-1976”, en: Daniel James (dir.), Violencia, proscripción y autoritarismo
(1955-1976). Nueva Historia Argentina,
T. IX. Buenos Aires, Sudamericana, 2003). Estas experiencias previas
ciertamente tuvieron efectos en la configuración de las vivencias, percepciones
y lecturas de los bahienses “corrientes” sobre dichos procesos políticos y
sociales en los años que median entre los últimos tiempos de la dictadura de la
“Revolución Argentina” y los del tercer gobierno peronista.
[8] La ENET N° 1 fue creada con el nombre de “Escuela Industrial de Artes y
Oficios de la Nación” el 6 de abril de 1937, y en junio de dicho año comenzó a
funcionar en dependencias del Colegio Nacional de Bahía Blanca. Como
consecuencia de la falta de un edificio propio, el constante aumento de la
matrícula, y de los crecientes requerimientos de espacio adecuado a las
actividades específicas que desarrollaba, la escuela sufrió sucesivos
traslados. En 1938 se mudó a Parchappe 938, y en 1942, al edificio en el que
antiguamente había operado la Barraca “Tellarini”, ubicado en Chiclana 946. El
16 de agosto de 1977 fue inaugurado su edificio propio, en cercanías del Parque
Independencia, en el que permanece hasta la actualidad. Si bien carecemos de
datos específicos sobre la matrícula de cada año, hacia 1978 1280 estudiantes
asistían al “Industrial” –nombre con el que los alumnos denominaban al colegio
en esa época-. Para la misma fecha, 240 personas conformaban su equipo docente,
administrativo y de maestranza ((Véase: La Nueva Provincia, Sesquicentenario de Bahía Blanca. Exposición
histórica, política, social y económica de su evolución. Homenaje de “La Nueva
Provincia” al cumplirse 150 años de su fundación. 1828-11 de abril-1978.
Bahía Blanca, La Nueva Provincia, 1978). Si consideramos que, como señalamos
anteriormente, la población de Bahía Blanca en esos años no alcanzaba los
200.000 habitantes, podemos afirmar que casi el 1% de los habitantes de la
ciudad formaba parte de la comunidad educativa de la ENET. Si incluimos a las
familias de los alumnos, considerando un núcleo estándar de 4 personas, dicho
porcentaje asciende al 2,5%.
[9] Éstas fueron realizadas en Bahía Blanca
recientemente, entre 2011 y 2015, años en los que se llevaron a cabo en la
ciudad los primeros juicios por crímenes de Lesa Humanidad cometidos en el
ámbito del V Cuerpo de Ejército y en el de la Base Naval Puerto Belgrano. Estas
instancias judiciales instalaron con fuerza en el espacio público bahiense el
debate sobre la última dictadura militar, y la década de los setenta en
general; en especial, sobre lo acontecido a nivel local en dichos años.
Nuestro objetivo de reconstruir los modos en que estos estudiantes
de la ENET entrevistados vivieron los ciclos de movilización política y social,
así como los de violencia política revolucionaria y de represión estatal y
paraestatal, no desconoce que dicho estudio está mediado por el tipo de fuente
en que basamos principalmente este trabajo: el análisis de memorias personales
en su formalización oral. Éstas, como es sabido, no son un relato fiel de los
hechos del pasado, sino que en ellas siempre tiene lugar una construcción de
ese pasado, hecha desde el presente de quien relata. Por tanto, están
constantemente expuestas a reelaboraciones y reinterpretaciones en tanto están
atravesadas por el paso del tiempo, y entonces, por las luchas por la memoria
que se dan en el espacio público, así como por los cambios en los escenarios
memoriales y, más ampliamente, en los contextos culturales, sociales y
políticos en que se sitúa el entrevistado. Por esta razón, hemos procurado
focalizar nuestro análisis en las percepciones que se ligaban a episodios
concretos vividos por los entrevistados, principalmente, a la ocupación de la
ENET en 1973. Esto en tanto entendemos, en acuerdo con Jordi Font i Agulló, que
“se deben tomar muchas precauciones frente a los intentos de algunos
informantes de explicar una historia global que ellos no han vivido
personalmente”, y que “en definitiva, la historia oral es especialmente útil para
captar las significaciones y las percepciones que para el informante supuso la
experiencia de su propia vida” (Jordi Font i Agulló: “’Nosotros no nos
cuidábamos de la política’. Fuentes orales y actitudes políticas en el
franquismo. El ejemplo de una zona rural, 1939-1959”, en: Historia Social, N° 49, Valencia, 2004, pp. 51).
[10] Véase: María
Cristina Tortti: “Protesta social y Nueva Izquierda en la Argentina del Gran
Acuerdo Nacional”, en: Alfredo Pucciarelli (ed.), La primacía de la política. Lanusse, Perón y la Nueva Izquierda en
tiempos del GAN. Buenos Aires, EUDEBA, 1999; Vezzetti, Hugo, Pasado y presente. Guerra, dictadura y
sociedad en la Argentina. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2002;
Maristella Svampa: “El populismo imposible y sus actores, 1973-1976”…, Op.
Cit.; Marina Franco, Un enemigo para la
nación…, Op. Cit.
[11] María Cristina
Tortti, “Protesta social y Nueva Izquierda en la Argentina del Gran Acuerdo
Nacional”…, Op. Cit.
[12] Sebastián
Carassai, Los años setenta de la gente
común…, Op. Cit., p. 125.
[13] Ídem, pp. 84 y
120.
[14] Ídem, p. 36.
[15] Ídem, p. 37.
[16] Este mecanismo en el cual quienes ocupaban
la entidad elegían a las nuevas autoridades fue lo usual en la mayoría de las
tomas a nivel local y nacional (Véase: Flavián Nievas: “Cámpora:
Primavera-Otoño. Las tomas”, en: Alfredo Pucciarelli (ed.), La primacía de la política. Lanusse, Perón y
la Nueva Izquierda en tiempos del GAN. Buenos Aires, EUDEBA, 1999, p. 362).
[17] Herrero era un antiguo profesor de la
escuela, que contaba con la confianza de los alumnos. Para un análisis de la ocupación de la ENET,
véase: Ana Inés Seitz: “Sentidos sobre
la política en las memorias sobre la toma de la Escuela Nacional de Educación
Técnica N° 1 en 1973”, en: Question,
vol. 1, N° 49, enero-marzo de 2016.
[18] “Como que hubo
más participación de la gente, de los profesores […] había profesores que
tenían un pensamiento político y entonces lo expresaban mucho más, como que
había una apertura”. (Entrevista a JS, Bahía Blanca, 3 de octubre de 2012.
Ingresó a la ENET N°1 en 1970. En adelante: JS).
[19] La “Coordinadora” estaba integrada por un
cuerpo de delegados de cada curso de la ENET. Tenía además una comisión
directiva. Es importante recordar que el 31 de mayo de 1973 el Ministerio de
Educación había derogado el decreto Jorge
de la Torre, que databa de 1936 y prohibía toda forma de agremiación
estudiantil secundaria (Véase: Valeria Manzano: “Cultura, política y movimiento estudiantil secundario en la Argentina de
la segunda mitad del siglo XX”, en: Propuesta
Educativa, Nº 35, Buenos Aires, FLACSO-Argentina, 2011).
[20] “[la relación de
los alumnos con los directivos] era buena, muy buena, porque la apertura que
ellos tenían con respecto al centro de estudiantes […] Se podían hacer cosas,
digamos. El centro, teníamos elecciones, nos consultaban, o sea, era buena, era
buena” (Entrevista a MB. Bahía Blanca, 12 de julio de 2011, realizada por
Virginia Dominella. Ingresó a la ENET N°1 en 1970).
[21] Entrevista a NO
(Bahía Blanca, 18 de agosto de 2015. Ingresa a la ENET N°1 en 1973. En
adelante: NO). En el mismo sentido, JC recuerda que: “en general lo que se
hacía era llevar las inquietudes de los alumnos respecto a temas de
mantenimiento edilicio de la escuela, de mantenimiento de mobiliario, de forma
de dar las clases, de cómo se desarrollaban las actividades en el colegio
tendiendo, digamos, a que fueran más accesibles a la mayoría. Después se había
empezado, en el ’74, a solicitar el tema de un boleto escolar, que obviamente
después cuando viene el gobierno de Isabel Perón se vuelve todo atrás, pero se
había intentado pedir. Lo que no me acuerdo si se logró algo con el tema del
boleto escolar. Pero se habían logrado un montón de mejoras en la parte de
mantenimiento edilicio, y de mantenimiento de mobiliario. Y se había logrado
también mejorar el equipamiento de los talleres y del laboratorio. Un
laboratorio de física y química, que obviamente estaba equipado, como en toda
institución oficial después le faltaba mantenimiento, entonces bueno, después
se había mejorado desde la actividad del centro” (Entrevista a JC. Bahía
Blanca, 26 de junio de 2015. Ingresa a la ENET N°1 en 1972)
[22] Unión de
Estudiantes Secundarios.
[23] Entrevista a VS. Bahía Blanca, 16 de noviembre de 2011. Ingresa a la
ENET N°1 en 1971. En adelante: VS.
[24] Federación
Juvenil Comunista.
[25] Entrevista a GK.
Bahía Blanca, 12 de agosto de 2015. Ingresó a la ENET N° 1 en 1972. En
adelante, GK.
[26] Entrevista a EC.
Bahía Blanca, 14 de agosto de 2015. Ingresó a la ENET N° 1 en 1968. En
adelante, EC.
[27] Entrevista a LV.
Bahía Blanca, 27 de agosto de 2015. Ingresó a la ENET N° 1 en 1968.
[28] Entrevista a EM.
Bahía Blanca, 28 de octubre de 2015. Ingresó a la ENET N° 1 en 1973. En
adelante, EM.
[29] Entrevista a CD. Bahía Blanca, 14 de mayo de 2009. Ingresa a la ENET
N°1 en 1970.
[30] Véase, en este sentido: Santiago Garaño y Werner Pertot, La otra juvenilia:
militancia y represión en el Colegio Nacional de Buenos Aires, 1971-1986. Buenos Aires, Editorial Biblos, 2002; y Valeria Manzano “Cultura, política y movimiento
estudiantil secundario en la Argentina de la segunda mitad del siglo XX”, en Propuesta Educativa, Nº 35, Buenos
Aires, FLACSO-Argentina, 2011.
[31] Valeria Manzano. “Juventud y modernización
sociocultural en la Argentina de los sesenta”, en Desarrollo Económico, Vol. 50, No. 199, octubre-diciembre de 2010,
p. 369.
[32] Flavián Nievas. “Cámpora: Primavera-Otoño.
Las tomas”…, Op. Cit., p. 358.
[33] Al respecto
Maristella Svampa ha señalado que “la movilización alcanzó picos de verdadera
insurrección: así, entre el 4 y 15 de junio se produjeron casi 500 tomas de
distinto tipo en todo el país” (Maristella Svampa. “El populismo imposible y
sus actores, 1973-1976”…, Op. Cit.)
[34] Esta preocupación
de los estudiantes quedó registrada en el periódico local, La Nueva Provincia (LNP), donde se señalaba que: “Alumnos que
mantienen la ocupación de la Escuela Industrial número 1 … manifestaron,
además, que el movimiento de ocupación rechaza toda injerencia política",
“Los alumnos, consultados por ‘La Nueva Provincia’, negaron que la ocupación
tenga matiz político alguno” (LNP, Bahía Blanca, 16/06/1973)
[35] Sentido que,
evidentemente, está atravesado por la lectura que, de esos años, hacen en el
presente (al respecto véase: Ana Inés
Seitz: “Sentidos sobre la política en
las memorias sobre la toma de la Escuela Nacional de Educación Técnica N° 1 en
1973”…, Op. Cit). Sin embargo, la preocupación contemporánea por caracterizar a
la toma de esa manera nos permite pensar que lo político-partidario también
tenía, en alguna medida, un sentido negativo en aquellos años para los
integrantes de la comunidad educativa de la escuela. O al menos, que era una
dimensión de la vida social de la que muchos querían mantenerse al margen.
[36] Sin embargo, los
conflictos políticos de la época, en especial, aquellos que se daban entre
facciones antagónicas dentro del peronismo, de distintas maneras atravesaron el
proceso de ocupación de la ENET (véase: Ana Inés Seitz. “Sentidos sobre la política en las memorias
sobre la toma de la Escuela Nacional de Educación Técnica N° 1 en 1973”…, Op.
Cit)
[37] Véase: Ana Belén
Zapata, Andamios
de experiencias. Conflictividad obrera, vigilancia y represión en Argentina.
Bahía Blanca, 1966-1976. Tesis
doctoral. La Plata, FAHCE-UNLP, 2014.
[38] Ídem, pp.
136-137.
[39] Nievas señala que cuando las tomas comenzaron a extenderse y
multiplicarse en diversos ámbitos, “dirigentes de la Tendencia recorrieron
varios lugares ‘serenando los ánimos’ y pidiendo que se levantaran las tomas a
la brevedad. Probablemente, lo hayan hecho urgidos frente al inminente regreso
de Perón, ante quienes querían mostrase fuertes pero disciplinados” (Flavián
Nievas. “Cámpora: Primavera-Otoño. Las tomas”, en Alfredo Pucciarelli (ed.), La primacía de la política…, Op. Cit.,
p. 369).
[40] Marina Franco, Un enemigo para la nación…, Op. Cit., p.
200
[41] Ídem, p. 198.
[42] Ibídem. Más
adelante, la autora también señala que “la acumulación discursiva analizada
para los años 1973-1976 se produjo mediante un enmascaramiento progresivo de
los intensos procesos de conflictividad política de la época que se ocultaban
cada vez más bajo una totalidad vacía y atemorizante: ‘la violencia’” (ídem, p.
294).
[43] Entrevista a BA.
Bahía Blanca, 20 de octubre de 2015. Profesor de la ENET N° 1.
[44]Marina Franco, Un enemigo para la nación…, p. 281.
[45] Ídem, p. 280.