Libertad
Vigilada: experiencias, estigmas y vecinos. Durazno, 1972-1985
Probation: experiences, stigma and neighbors. Durazno, 1972-1985".
Javier Correa Morales
Departamento de Historia Americana
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Servicio Central de Extensión y Actividades en el
Medio
(Universidad
de la República), Uruguay
Resumen
A
través del análisis de una serie de entrevistas con presos por motivos
políticos que quedaron “libres” durante la dictadura y vivieron en la ciudad de
Durazno, se abordan desde la perspectiva de los sujetos, diversos aspectos de
la vida cotidiana, en las que el miedo a volver a estar preso (en un país que
tuvo el índice de presos por motivos políticos más alto del continente), a
perder el trabajo y sentirse perseguido son una especie de hilo conductor.
Palabras
clave
Memorias; Vida cotidiana;
Libertad Vigilada; Dictadura
Abstract
Through analysis of a
series of interviews with political prisoners who were released during the
dictatorship and continued living in the city of Durazno, there are addressed
various aspects of daily life, in which the fear of being imprisoned again (in a
country that had the rate of prisoners continent's highest political reasons),
losing their jobs and feeling persecuted were common factor.
Keywords
Memory; daily
life; probation; dictatorship
Introducción
En el artículo trabajaré[1], en base a diversas entrevistas, sobre “la vida cotidiana” de una
serie de personas detenidas por “motivos políticos” en la ciudad de Durazno[2] antes de la dictadura y que volvieron a vivir allí cuando
salieron de la cárcel; en plena dictadura. El análisis de Michael Pollak (2006) me aportó, entre otras cosas, distintas
herramientas analíticas para estudiar esas experiencias, esos recuerdos, sobre
todo los del período “post-cárcel”: un contexto
nuevo[3] en el que estas personas por su experiencia carcelaria y sobre
todo por los controles estatales que sufrían, tuvieron que redefinir sus
identidades y construir nuevas relaciones sociales.
Tratar de entender el derrotero de estas
personas que volvieron a vivir en su ciudad -un “pueblo chico” del interior del
país- después de haber estado presas por “subversivos” (la mayoría vinculados
al MLN) en momentos que la dictadura cívico-militar pretendía “refundar el
Uruguay” e intentaba polarizar las diferencias entre Montevideo y el interior,
creo que enriquece los abordajes hechos ya que permite ver, desde perspectivas
distintas, aspectos cotidianos del régimen cívico militar.
Sobre
el MLN, hay que tener presente que creció en
todo el país desde principios de la década de 1970. Sus integrantes, en
distintas “columnas”, cumplían variadas funciones (políticas, militares o de
servicio). Así, surgieron en Montevideo y las ciudades del interior los
Comandos de Apoyo Tupamaro (CAT). Según Clara Aldrighi,
sus funciones eran obtener información, difundir proclamas y volantes, y
realizar actividades de propaganda (2001: 115-116)[4].
Los estudiantes (liceales, terciarios y
universitarios) fueron uno de los colectivos con mayor participación dentro de
la organización en el período 1970-72.
En la ciudad de Durazno el clima de
enfrentamiento con el gobierno se vivió con gran intensidad en la educación.
Asambleas conflictivas, marchas, enfrentamientos entre estudiantes, entre
profesores y autoridades, profesores detenidos, ocupación del liceo por los
“padres demócratas” y una presencia constante en los medios locales de las
demandas de cada “sector”, marcaron los años del autoritarismo[5].
Con la puesta en práctica del Plan Tatú, llegaron a Durazno dirigentes de peso
del MLN. Su puesta en marcha, a mediados de 1971, no solo promovió la
participación de personas que vivían en el interior; también hizo que
dirigentes históricos del movimiento dejaran Montevideo y se instalaran en esas
zonas. Ambos factores produjeron una mayor participación y también una mayor
atención hacia el interior por parte de las fuerzas represivas (uno de los
objetivos del plan).
El primer hecho público en la ciudad fue un
enfrentamiento entre integrantes del sector militar del MLN de la zona con las
Fuerzas Conjuntas el 7 de mayo de 1972. Terminó con la detención de varios
tupamaros en la localidad de Santa Bernardina, a tres quilómetros del casco
urbano de la ciudad. Esa noche comenzaron
las detenciones.
Fueron alrededor de 100 las personas que
estuvieron detenidas desde esa fecha en cuarteles y que en setiembre fueron
juzgadas por tribunales militares al amparo de la Ley de Seguridad del Estado.
Algunos de ellos recuperaron la libertad al no “probarse” su vinculación o
colaboración con el MLN; el resto siguió preso: los hombres fueron derivados
-en su mayoría- al penal de la ciudad de Libertad, en San José; las mujeres
fueron trasladadas a distintos cuarteles del interior, al cuartel-penal de Paso
de los Toros y, desde 1976, al penal de “Punta de Rieles” en Montevideo.
Entre los que fueron procesados en setiembre,
la mayoría tuvo penas relativamente menores si se comparan con los que
siguieron presos hasta 1985. La presencia del MLN en Durazno era más política
que militar; por eso se pueden entender las características periféricas de la
militancia de la mayoría de las personas que fueron detenidas y el impacto que
generó el primer enfrentamiento para quienes vivían en la ciudad, ya que a
partir de ese momento para muchos el MLN también
existía en Durazno.
Hay que tener en cuenta, además, la campaña
de estigmatización que lanzó el gobierno hacia los detenidos. Los medios de
comunicación (locales y nacionales) allegados a sus políticas, y una cadena de
radio y televisión diaria difundían imágenes con datos personales de los
detenidos. Considero necesario resaltar nuevamente que su participación en el
MLN no era pública ni conocida, pero a los pocos días la sociedad, o buena
parte de ella, se enteró no solo que sus “vecinos” estaban presos, si no que
eran “peligrosos sediciosos”.
Las detenciones en la ciudad y su difusión
fueron de tal magnitud en ese mes que debe haber sido imposible no enterarse.
Entre los detenidos por “vínculos” con el MLN estaba el candidato a intendente
del Frente Amplio en 1971 (un reconocido médico) y los dos ediles que tenía el
partido en esos momentos. Esa coincidencia
entre representantes del Frente Amplio y tupamaros fue utilizada por los medios
más cercanos al gobierno para profundizar el “anticomunismo” y extenderlo por
igual contra frenteamplistas, tupamaros y “terroristas”.
Los presos por motivos
políticos y la dictadura
Los detenidos por “motivos políticos” que
quedaron libres, además de soportar el peso de los estigmas promovidos desde el
gobierno y desde la mayoría de la prensa, eran sometidos por el Estado al
régimen de “Libertad Vigilada”. En los hechos, era similar a la prisión
domiciliaria. Algunas de las restricciones que tenían, según Serpaj, quienes cumplían su condena eran: no poder alejarse
de su domicilio por un período mayor de 24 horas sin autorización de la unidad
militar; tampoco podían salir al exterior sin comunicarlo; en caso de cambiar
de domicilio, de estado civil o trabajo, debían notificarlo. Las personas
“vigiladas” tenían que revistar periódicamente,
generalmente cada 15 días, en la unidad militar. Los mandos militares se
reservaban la facultad, totalmente discrecional, de otorgar la libertad o de
someter a la persona a una continuación de la privación de la libertad por las
vías de las Medidas Prontas de Seguridad.
Eso les generaba innumerables dificultades
para conseguir un empleo ya que debían ausentarse, en ciertas ocasiones,
durante todo el día. Además, una vez al año debían dejar nuevas fotos en la
unidad militar y eran sometidas a rigurosos interrogatorios. En algunos casos,
recibían la visita de oficiales en
sus domicilios, quienes realizaban una “inspección completa”. Hubo casos en los
que se comunicó este régimen a personas que nunca habían sido condenadas ni penadas,
haciéndoles saber que no podían salir del país sin previo aviso a la autoridad.
La duración de este régimen no tenía plazo. Se notificaba su finalización sin
expresión de motivos y podía ser reimplantado de mismo modo[6].
Los fragmentos que se analizarán en el
siguiente apartado corresponden a personas que estuvieron presas y volvieron a
vivir a Durazno tras quedar en “libertad”. Sus períodos de detención fueron
desde 15 días a cuatro años aproximadamente. La mayoría, como tantas otras
personas, vivió intensamente los años más conflictivos de la educación
(1968-1973). Esas tensiones invitaban a participar en la discusión y, sobre
todo, en la “vida” gremial, que era un verdadero lugar de disputa, donde
distintas corrientes intentaban imponer sus ideas (básicamente en las
elecciones gremiales, que fueron legales incluso después de la primera
intervención a la enseñanza Secundaria en febrero de 1970).
Ninguno habló de quiénes fueron sus
compañeros, incluso, se llegaron a dar situaciones en las que los dos sabíamos
(el entrevistado y el entrevistador) de quién se estaba hablando, pero
preferían no decir el nombre, al menos, con la “grabadora” encendida. Este
punto no es menor y nos advierte de las condiciones del habla y las
legitimidades para dar cierta “información”.
Tampoco me
detallaron sus actividades los “tupamaros conocidos”[7]
de Durazno que pude entrevistar. Una explicación a ese silencio o no-dicho
puede ser que ya hay libros (escritos por o sobre los líderes tupamaros) que
abordan el tema y que funcionan, para hablar con Pollak,
como “guardianes de esa memoria”. De
todos modos, incluso uno de “esos tupamaros”, Ariel Poloni,
que en mayo de 1972 fue detenido por las FFCC y estuvo casi 13 años preso,
tampoco “dice nada” en los dos libros que escribió.
En uno, escrito con su hijo Hernán[8] y que está dedicado a dos tupamaros duraznenses asesinados en
1973 y 1974 por fuerzas estatales, aparece un relato sobre la detención, los
padecimientos y los maltratos recibidos. No hay en ninguna parte del libro
mención a los motivos de la detención, a qué hacía él en el MLN, o por qué
estuvo tanto tiempo preso en el Penal de Libertad al que llama “Campo de
Concentración”, como la mayoría de los militantes de la Asociación de ex-presos
CRYSOL (relato “encuadrado”).
En el otro libro escrito con Reyes[9] (profesor de Dibujo y miembro activo del Partido Nacional hasta 1971, cuando se integró al Frente
Amplio; estuvo varias veces detenido, pero nunca se le probaron vínculos con el
MLN), recrean las décadas de 1960, 70 y 80. Sin embargo, tampoco aparecen
datos, anécdotas o relatos sobre la participación de Poloni
en el MLN. Es un libro largo que abunda en detalles, en la prisión, las
torturas, etc. pero hay un no-dicho notorio sobre su participación en el MLN,
por más que se reconozca como tupamaro.
Experiencias
en Libertad Vigilada: estigmas y vecinos[10]
Como sostiene Álvaro Rico, el carácter
“excepcional” de las medidas aplicadas por el Estado se relaciona con el
escarmiento “ejemplarizante” que comporta su aplicación; en particular, los
“castigos estatales” que violan el derecho a la vida, la libertad e integridad
física y psíquica de quienes declara “enemigos internos”. Esas formas de
castigo desproporcionadas, según el autor, permitieron elevar el umbral de la
intolerancia estatal para ejercerlos y, al mismo tiempo, bajar el nivel de
protesta de la población[11].
A Darwin[12]
lo detuvieron en la ciudad de Durazno el 25 de julio de 1973, tenía 23 años.
Era miembro activo del gremio estudiantil del Liceo Rubino
de Durazno. Estuvo 15 días preso en la Base Aérea y sin proceso alguno un
capitán lo llamó y le avisó que sería liberado, porque:
D. “una vez
comprobado que usted no está en ninguna organización subversiva nosotros vamos
a extender una carta como que usted va a volver a la sociedad y la sociedad lo
va a recibir nuevamente”
J. ¿Cómo te recibió la
sociedad?
D. Mirá ya quedás marcado: te
largaban pelado […]. Ya eso
una cosa; y que fui a la
casa donde vivía y tenían el bolso pronto era otra; y que
me presenté donde era
que estaba trabajando, el Centro Comercial y me dijeron “venga
mañana que hay
un problema con lo suyo” y cuando fui al día siguiente me
recibió una directiva
y dice “no, este, usted ya está despedido”, no
sé cuánto, “y ¿por qué?”
“y
bueno no tenemos por qué darle las razones” me dijo. Y ta,
me pagaron un despido ahí y chau.
El de Darwin es un ejemplo del alcance de las
políticas represivas implementadas por el gobierno durante el autoritarismo.
Sin “méritos” si quiera para pasarlo a un juez militar, su liberación lo encontró con 23 años, sin casa y sin
trabajo. Lo primero que hizo fue ir a La Paloma[13]
para ver cómo estaban sus padres que lo recibieron bien, mejor que lo que
esperaba. Así como hubo gente a la que su “pinta de comunista” lo asustó, hubo
a otros que no les causó lo mismo: el padre de un amigo lo invitó a vivir en la
pensión que tenía, le dijo que no había problemas por el pago y le consiguió
trabajo con un vecino.
El miedo y la desconfianza tuvieron una
importancia significativa en las personas que salían de la cárcel, aunque no
solo en ellas. Se sentían “marcadas” y hubo quienes los rechazaron por miedo o
convicción. En todas las entrevistas que he realizado a personas con estas
experiencias se habla de los estigmas, el miedo y el aislamiento. Las políticas
diseñadas por el Estado hacia los presos que quedaban “libres” apuntaban en esa
dirección, a través de la “Libertad Vigilada”.
Miguel[14]
vivía en Durazno, era abogado, edil por el Frente Amplio, estaba casado y tenía
cuatro hijos cuando lo detuvieron el 10 de junio de 1972. Tenía 39 años. En
realidad, como habían detenido a dos de sus hermanos y él estaba en Montevideo
cuando fueron a allanar su casa, llegó a Durazno y fue al cuartel donde quedó
detenido (además, le “confiscaron” su auto). Estuvo preso allí y luego en el
Penal de Libertad hasta el 20 de julio de 1973 cuando fue puesto en libertad y
regresó a Durazno.
Mientras estuvo preso, del escritorio se
encargaron dos colegas y su esposa. Cuando salió, empezó a trabajar
inmediatamente, aunque debía presentarse al cuartel todos los sábados a las
ocho de la mañana, durante diez años, como dijo en la entrevista: “fue algo insólito,
porque estuve un año preso y diez de Libertad Vigilada”. Para él era claro el objetivo del régimen que se le imponía:
Lo que buscan cuando te llevan preso es
aislarte, que la sociedad te repudie, es lo que buscan con eso, ponerte un sayo
como a los judíos en tiempos del nazismo. Pero creo que a mí la gente no me
rechazó, al contrario, hubo mucha solidaridad. Mucho mayor cuando salí que
cuando caí preso.
Lo
interesante del relato es su punto de vista (seguramente no generalizable para
todos los ex presos) sobre el alcance real
de las políticas de control que se les aplicaban. Sin embargo, a pesar que en
el ámbito laboral no percibió rechazos, hay una anécdota que puede ilustrar el
peso de los controles, sobre él y su entorno:
J. ¿En qué ibas a presentarte al cuartel?
M. A mí me dejaron sin auto. Primero me llevaba un
amigo, que era pachequista, después al amigo este lo
llamaron (del cuartel) para decirle que porqué me llevaba. Él ocupaba un cargo
público, sabía que estaba sujeto a que lo pudieran echar. Cuando me enteré que
lo habían interrogado me empezó a dejar a dos cuadras y después le dije “no, no
yo me arreglo solo, o voy a pie”, me conseguí una bicicleta y empecé a ir en
bicicleta, después me compré una moto, fui progresando. Estuve diez años para
comprar auto.
Antonio[15] había sido bancario y era propietario de una tienda familiar (en la que sigue trabajando). Fue detenido en
Durazno el 11 de junio de 1972, tenía 33 años. Estuvo preso en el cuartel de
Durazno y en el Penal de Libertad. Fue el primero de los entrevistados que quedó “libre”, el 11 de mayo de
1973. En Durazno
no tuvo
problemas laborales ya que, antes de ser detenido, trabajaba en la tienda. Sin embargo, en la vida cotidiana encontró ciertas
dificultades:
Me invitaron
para ir a un grupo de gimnasia en el Liceo y ahí es donde notaba que la
situación estaba difícil, porque hubo personas que me conocían de toda la vida
que se dieron cuenta que había hecho gimnasia toda la noche con ellos, en el
vestuario, cuando nos estábamos cambiando y me saludaron y dijeron “hola
Antonio”, eras vos”, no tenían más remedio, porque estábamos para irnos en una
pieza y bueno, cara a cara, y a las tres o cuatro sesiones yo no pude ir a
gimnasia, no me acuerdo porque no pude ir esa noche, y apareció un camión del
cuartel y cargó con todos (…) terminaron en el Casino pidiéndoles perdón. Pero
el profesor de gimnasia, muy demócrata él, me pidió que no fuera más (…) La
gente tenía miedo y otra gente, se subía al carro (…) lo que buscaban es que
uno quedará aislado.
Con este relato se puede notar
cómo el
propio Estado, a través de los militares en
este caso, se encargaba de “marcar” el terreno, atemorizar, ejemplarizar y, por qué no, hacer pagar con detenciones o persecuciones a quienes compartían una
actividad, en este caso lúdica, con un “sedicioso” que terminó expulsado de
las clases de gimnasia. Mientras tanto, para otros entrevistados la Libertad
Vigilada también significó un peso importante en las relaciones sociales, pero
sobre todo en las laborales.
Hugo[16] había militado en el gremio estudiantil de Durazno hasta que en
1972 se fue a trabajar a Montevideo. En Durazno participó de algunas
“reuniones” del MLN y en Montevideo empezó a participar en el PCR. Fue detenido a
fines de mayo de 1972 en Durazno, tenía 19 años (no recuerda la fecha). En
realidad él –como Miguel- se presentó al cuartel porque habían allanado la casa
de sus padres el día anterior. Estuvo en el cuartel de la ciudad y en el Penal de Libertad hasta el 18 de diciembre de 1973. Al tiempo de salir se casó y (años después) tuvo dos hijos. Él también decidió volver a Durazno, donde vivían sus padres. Recuerda de
la Libertad Vigilada:
Que permiso,
explicar dónde iba, llegar allá, ir a firmar a un cuartel, acá semanalmente
tenía que presentarme a firmar, y después sentirme vigilado permanentemente. La
gente iba siendo liberada sentía, yo no lo sentí porque no lo intenté, pero
sentía la persecución sí de que si conseguían un empleo iban a ir a hablar con
el patrón para que fuera despedido. Yo corté camino: me dediqué al trabajo
independiente; empecé haciendo changas de una señora viuda que quería que le
colgaran un clavo en el tendido de ropa, cosas así, muy elementales, arreglar
una portátil, instalaciones eléctricas.
Cuando salió del Penal tuvo que ser internado
por tres meses en el Hospital Saint Bois de Montevideo por un derrame pleural.
Para él fue una “segunda prisión”, con un entorno de mucho miedo: “había espías
en cada sala, me lo comentaban los propios enfermeros”. Salió con una pensión
que entregaba un organismo independiente para-estatal de lucha
anti-tuberculosa. Con el dinero compró pinceles y pinturas: “empiezo a hacer
actividad por mi cuenta digamos en lo que había siempre una facilidad, para el
dibujo, un poco desarrollada adentro [en la cárcel] también”.
Seguramente para aquellas personas que no
tenían un “trabajo familiar” la necesidad de conseguirlo y las “complicaciones”
generadas fueron los escollos más difíciles de resolver. Sin embargo, ser de
“la ciudad” les dio posibilidades que
seguramente en otro lugar no hubieran tenido. Darwin sostiene:
no era fácil
conseguir trabajo, una era que para el dueño de un empleo era como quemarse
meter a una persona que había estado presa o, incluso yo me presenté en un
concurso del Banco República y después me avisaron que no podía darlo, después
un concurso que había muy lindo en la Casa de Asignaciones Familiares, me anoté
ahí y cuando fui a buscar las bases, había quedado afuera; tampoco me dejaron.
No sé si en el cuartel de acá o dónde pero ya te tachaban: fulano no puede dar
el concurso. Te tenías que mover dentro de las empresas privadas y dentro de
las empresas privadas con gente conocida o medio abierta,
si no tampoco. Era muy difícil.
Mirta[17]
empezó su vínculo con el MLN a fines de 1970, estudiaba magisterio. Se recibió
de maestra y en 1972 se fue a Montevideo a hacer una especialización. Fue
detenida en Durazno el 14 de noviembre de 1972, tenía 32 años. Estuvo presa en
los cuarteles de Durazno, Flores, Colonia, Mercedes y en el Penal de Paso de
los Toros. Salió de allí el 25 de junio de 1976 con 36 años. A su salida se fue
a vivir a la ciudad de Durazno, donde se casó y vive actualmente. No tuvo
hijos. Su experiencia ilustra las dificultades mayores que tenían aquellas
personas que trabajaban o estudiaban en dependencias estatales:
M.
Bueno la etapa esa era de Libertad Vigilada: había que presentarse en el
cuartel todas las semanas (…) Mis padres estaban en Montevideo. Durazno para mí
siempre fue mi lugar, tal vez eso, y acá una de mis hermanas con su marido, que
también había estado preso y había salido, fui a vivir con ellos, después el
problema de cómo uno vive, el encontrar trabajo, yo de lo que sabía trabajar,
de lo que me había preparado para trabajar, no podía trabajar, y bueno anduve
ahí hasta que conseguí un trabajito, pero también, tenía que ser un trabajo que
me dieran la posibilidad de ir, porque igual te tenían toda la mañana esperando
para firmar, que era lo que había que hacer
J.
O sea que, además de que era un trabajo para el cual no estabas preparada y
podría decirse que no te gustaba, tenía que ser alguien que te permitiera
M.
Salir si, una vez a la semana, sin hora, vos tenías que estar allí temprano
pero no sabías la hora que ellos te hacían firmar
J. ¿Cómo conseguiste el
trabajo?
M.
Bueno, más bien a través de gente conocida también (…) con gente relacionada
con una compañera.
En el caso de Mirta, se nota que las
políticas diseñadas hacia los ex presos surtían –en varias personas- los
efectos previstos; sin embargo, los vínculos familiares propios o con las
familias de quienes habían estado o seguían presos, funcionaban como un lazo o
red, una posibilidad cierta, no solo para conseguir trabajo, también para que
les “permitieran” ausencias que podían durar todo el día, durante todas las
semanas, por larguísimos (según ellos) años.
Carmelo en 1968 se fue a vivir a Montevideo
para estudiar medicina. Se integró al MLN en 1969 e integró los GAF (Grupos de
Acción en Formación), fue detenido el 25 de mayo de 1972 en Montevideo, en la
farmacia en la que trabajaba como parte de sus tareas dentro del MLN. Tenía 28
años, su compañera estaba embarazada y dio a luz en agosto de ese año; casi al
mes la detuvieron en Durazno a ella y a su bebe (estuvo con la madre hasta los
dos años en el cuartel de Durazno y en el Instituto Militar de Estudios
Superiores)[18]. Su hijo
tenía cuatro años y su mujer aún estaba detenida en Punta de Rieles cuando -el
16 de setiembre de 1976, a los 32 años- quedó “libre”. En el Penal aprendió
mecánica dental y a eso se dedica hasta hoy. El caso de él puede servir para
entender cómo la familia, los “compañeros” detenidos y sus vínculos incidieron
en la decisión de volver y quedarse en la ciudad:
Cuando
volvimos a Durazno ya el viejo nos ayudó a alquilar una casita, a mantenerla
mientras yo empezaba a trabajar (…) fue Durazno porque de entrada nomás Antonio
cuando salió se fue a hablar con [un dentista de Durazno] y le dijo: “mira que ahora viene Carmelo y
hay que darle laburo”, así, comprometiéndolo, y el loco le dijo: “Si, decile si, que no hay ningún problema” o sea que cuando yo
salí tenía ya la promesa de trabajo, que era una cosa importante. (…) Él
conmigo fue excelente y es una de las cosas de la cual tengo que estar
eternamente agradecido desde el punto de vista laboral, que no es poca cosa,
porque cualquier cosa que vos emprendas, si vos querés
reconstruir una familia, armar todo eso que había quedado desarmado, educar los
hijos, tener algún hijo más, este, si no tenés laburo
y no tenés finanzas no hay tu tía.
Tener un trabajo seguro, en todos los
sentidos, pareció ser de las puntos más importantes a tener en cuenta a la hora
elegir su ciudad. Igualmente, esas
redes de las que he hablado ya, formadas entre familias, amistades y otros
vínculos, resultaron decisivas para conseguir un trabajo estable y, en cierta
forma, permisivo.
Clarita fue detenida el 8 de mayo de 1972, su
esposo Julio[19] era un
miembro de peso del MLN que “cayó” horas antes que ella. Estuvo presa hasta
noviembre de ese año, tenía 32 años. Volvió a Durazno y vivió con su madre y
sus tres hijos. Para ellos no fueron sencillos esos años ya que ella antes de
estar presa cuidaba a sus hijos y cuando salió necesitaba dinero para solventar
los gastos. Al contrario de lo que podría esperarse en un análisis lineal su
experiencia muestra que más allá del peso de los estigmas y de las políticas
estatales, hubo gente, vecinos, a quienes esos “mensajes” parecieron no
llegarle del todo:
Yo, un
trabajo así ¿cómo te voy a decir? Estable, no tenía. Tenía los tres gurises chicos y no trabajaba, pero cuando salí empecé a
dar clases de piano otra vez y acá la verdad es que la gente me recibió bien,
incluso mis alumnos eran casi todos hijos de gente de derecha, nunca tuve
ningún problema. Acá hay gente que de derecha-derecha que a mí me dieron una
mano, habiendo estado presa y estando mi marido preso, como que no incidió, no
incidió, incluso, viste, cuando yo trabajé que cuidé a un viejito, era una
gente que, bueno, eran de re derecha, conmigo fueron muy bien y por suerte tuve
ese trabajo y pude mantener bien los gurises e ir a
verlo a mi marido, pero digo, acá en general, la gente no nos rechazó, no hubo
una cosa así notoria, no.
En 1972, Alicia estudiaba magisterio y
militaba en el gremio estudiantil. Fue detenida el 9 de junio, cuando tenía 19
años, en Durazno. Estuvo en los cuarteles de Durazno, Flores, Colonia y
Mercedes. Salió el 1º de noviembre del año siguiente. Meses antes de caer presa,
se puso de novia con Luis[20]. Según
ella el comandante del cuartel de Flores era muy “moralista” y no permitía
visitas a los novios:
Tenías que
ser casado (…) Entonces Luís me plantea de hacer un casamiento por poder, y
bueno, lo hacemos: acá una escribana amiga hizo los papeles y él se casa con mi
hermana Pamela, en el Juzgado. Me llevan los papeles, yo firmo y hacíamos una
visita, que era una red, otra red, milicos caminando de un lado y del otro y yo
en el medio, entonces a Luis lo dejan entrar y ahí me empieza a visitar,
después me empieza a visitar en Colonia, en Mercedes, hasta que yo salgo.
Doy cuenta de este testimonio porque me
pareció interesante conocer cómo el contexto y las medidas “moralistas” podían
ser esquivadas, y dar lugar (o fomentar) “nuevas” relaciones. Cuando ella quedó
“libre” Luis la esperaba con un amigo. Ya en Durazno y entre besos de
bienvenida, Alicia cayó en la cuenta que tenía 20 años, estaba “libre” y
casada. En la entrevista dijo que gracias a las influencias de su padre
lograron ir al balneario La Floresta de luna de miel por un mes: un
“privilegio” no menor si se tienen en cuenta las restricciones que imponía la
Libertad Vigilada (más allá de eso, un par de veces fueron militares a revisar
la casa y a hacerles preguntas de rutina).
Otra nueva etapa comenzó en esos días. Cuando
terminó la luna de miel tuvieron que resolver dónde vivirían (lo hicieron un
tiempo en lo de los padres de ella). Mientras aprendía a cocinar y a armar su
vida con Luis, empezó a prepararse para conseguir un trabajo: los estudios de
magisterio no podía continuarlos, tampoco podía acceder a un empleo público.
Quedó embarazada y antes que naciera su hijo se presentó a un llamado de
trabajo. Por su condición de ex presa tuvo dificultades: había quedado en el
primer lugar, pero llamaron al tercero de la lista:
fui a plantear por qué si yo había
salvado el concurso no me eligieron. Todos decían: “a no sabemos, no sabemos” y
el único que me lo dijo así, a lo bruto, fue el doctor X[21]:
“bueno, fuimos a preguntarle al jefe de policía, y fuimos a preguntar al
cuartel a ver si había algún problema” y les dije: “¿por qué no me preguntaron
antes, no me hubieran hecho dar el concurso”; me miró y me dijo “si ponemos una
manzana podrida en un cajón se pudren todas las manzanas” y yo no me acuerdo
que le contesté porque yo en ese momento discutí. La cuestión es que papá era
una persona muy sociable, tenía muchas vinculaciones, era masón, X también,
entonces yo creo que debe haber jugado mucho ese peso, a pesar que papá estaba
ya en Montevideo.
Si bien pudo concursar por un trabajo privado
un año después de ser liberada, conseguir el puesto no fue sencillo. Una vez
ratificada en el trabajo, su vida se centró en él y su familia. No se sintió
estigmatizada (como otras personas en su misma condición), pero no se preocupó
en hacer nuevos vínculos, sobre todo, porque tenía miedo de volver a ser
detenida o perder el trabajo. Ese miedo y a esa edad fueron según ella lo más
difícil de vivir:
en aquel
momento era el día a día, vivías eso, ese nervio, y no podías decir nada en el
trabajo. Yo perdí un embarazo después de Alejo, y yo creo que lo perdí por
vivir esa tensión de perder el trabajo, no dije que estaba embarazada, porque
yo sentía que había como una presión de, si yo decía que estaba otra vez
embarazada, yo a Alejo casi lo perdí, y al segundo lo perdí ¿me entendés?
La persecución y el aislamiento planificado
daban resultados y generaban consecuencias. Todos los entrevistados sostuvieron
que cuando se encontraban con gente en reuniones familiares o cumpleaños,
sospechaban de los desconocidos; por eso decidían juntarse solo con personas de
confianza. Sentirse perseguidos y que podían volver a estar presos los aislaba,
paralizaba o inhibía; esos eran los objetivos de las políticas que diseñó y
aplicó el gobierno. Según Darwin: “del 73 al 80 y pico [viví] siempre con ese
temor de encontrarte con otro y charlar medio a las disparadas, medio bajito,
vichando a ver si no había nadie, atemorizado, se vivía atemorizado vos sabes”.
El mayor temor para estas personas era que
los volvieran a “agarrar”. Como ya se ha dicho, la coerción es usada por el
Estado también como una herramienta para conseguir apoyos y, sobre todo, para
desinhibir posibles intentos de oposición o rechazo. Antonio y Miguel fueron
detenidos nuevamente, junto a otras tres personas de Durazno, tras el asesinato
de Ramón Trabal[22]. No
fueron los únicos detenidos en el país por ese caso. En ellos y su entorno
generó temor y desconfianza, además, tuvieron que “pasar adentro” la navidad y
el año nuevo, y según Miguel:
Todas las
fechas esas que son importantes para los niños y la familia me dejaron adentro.
Salí al otro día de reyes; en vez de largarme ese día y decir “como este tiene
hijos chicos y eso” no, me largaron el 7 de enero.
Ese
tipo de medidas no eran para nada azarosas ni descuidadas (lo que dijo Miguel
sobre la ocurrencia de dejarlos libres después del día de “reyes”, ilustra con
claridad la preocupación por parte de los “carceleros” de aislar, en este caso
de su familia, a los ex presos). Por otra parte, generaban en un lugar de
dimensiones relativamente pequeñas como Durazno un efecto paralizador. Mirta lo
describió con precisión:
Acá es un
medio chico, este, en lo que me es personal no fue duro la reinserción, pero
para otra gente, como que sí, porque viste que, tal vez en el medio en que vos
te movías porque la gente a veces no quería ni hablar con vos, yo que sé, tenía
miedo, ¿no? Para alguna gente fue difícil, yo no lo sentí así era como que
estabas marcado, como que el estar con uno que estuvo preso, los comprometía.
Si bien Mirta no recuerda haberse sentido
rechazada, reconoce el efecto en otros. Antonia Álvez
era maestra y fue destituida en 1978. Si bien su caso no es comparable con los
vistos hasta aquí (que habían estado presos por sediciosos), hay algún punto de conexión entre las medidas
represivas, las recepciones que tuvieron entre algunos vecinos y las
percepciones de los protagonistas:
Me quedé en mi casa, cuidando a mis hijos, cosía,
pero fui rechazada por muchos de mis compañeros que cuando me veían que iba a
buscar a mis hijos al jardín o iba a la San Juan, porque en aquellos tiempos no
había supermercado, hacían como que miraban para otro lado, para no saludarme,
como que el hecho de haber sido destituida fuera algo, yo que sé, contagioso.
Solo una persona me preguntó a mi porqué había sido destituida, de todos mis
amigos, nadie me preguntó, yo tampoco lo dije, porque, viste, uno vivía con el
temor.
Otra de
las entrevistadas que no estuvo presa, pero que sintió en carne propia la
persecución y los intentos de aislarla a ella y a su familia, fue Cristina; era
hermana de Héctor Giordano, duraznense desaparecido en Buenos Aires en junio de
1978, y de Óscar, detenido en Durazno en 1972 por vínculos con el MLN. Ella
también estuvo detenida por unas horas, pero nunca le explicaron los motivos:
Todos
teníamos un temor impresionante, vivíamos con un miedo que... a mí
personalmente, me seguían dos policías de investigaciones y los veía. Al
principio no me daba cuenta, pero después veía que para todos lados me seguían
y yo decía ¿qué pasa? Hasta que un día: “señora nos tiene que acompañar.
Ella se
sentía marcada de alguna manera (como varios de los entrevistados) y en la
entrevista relató que su madre también la pasó mal, sobre todo en las escuelas
que trabajaba como maestra. Sin embargo reconoció que recibió apoyos que las
hicieron sentirse menos solas:
Yo siempre
tuve gente que me entendiera, que me comprendiera y que tuviera y que pensara
las cosas bien, que comprendiera el por qué de que
habían llevado a mi hermano y que el otro había desaparecido. No entendían por
eso fue una cosa, un atropello, pero, entendían la situación.
Miguel,
por su actividad como profesional siguió tejiendo vínculos y trabajando. Pero
en 1978 y sin explicaciones, lo suspendieron y por un año no pudo trabajar como
abogado. Al igual que cuando estuvo preso, dos colegas y su esposa lo
“ayudaron” con su estudio. Él resaltó varias veces el buen relacionamiento que
tuvo y que no le faltó trabajo a pesar de todo:
Claro, alguno medio ordinario puede haberse abierto,
pero muy pocos casos. El verdadero amigo nunca se abre, cualquiera sea la
posición de él
J. ¿O sea que esa intención de la dictadura de que
lo que querían era aislarlos, no la lograron?
M. Creo que un cierto aislamiento lograron,
pero no fue suficiente, eso lo percibía. Yo tenía un amigo que era funcionario
del Banco de la República en Montevideo y venía a Durazno a timbear
y entonces una vuelta me encontró, nos queríamos mucho, me dijo” mira, yo no te
visito porque no quiero que me jodan”. Tenía miedo […] Hay gente que no se te
acercaba por el miedo de perder algo, pero eran muy pocos y me lo dijeron. Este
fue muy honesto al decírmelo.
Las restricciones de la Libertad Vigilada y
las oportunidades que aprovechaban las personas identificadas con algunos
aspectos del régimen - “los que llevaban cuentos” como definió Hugo- los acompañaron constantemente: él integraba
un grupo de música popular que fue a Montevideo a participar en un certamen,
pero el grupo no fue permitido porque “había un integrante que tenía Libertad
Vigilada”. Hugo había tenido que ir a firmar al cuartel y explicar a qué iba y
por qué; no obstante el programa no se emitió. Darwin participaba de un grupo
de teatro que estaba por viajar a Montevideo a presentar una obra. Antes de
viajar llamaron por teléfono a la directora teatral (supuestamente la Policía)
y le dijeron que Darwin no podía ir. Sobre esa experiencia relató:
No podía
viajar a Montevideo a una obra de teatro! ¿vos te das cuenta? […] Al final fui, capaz que nunca
tuvieron pensado no dejarme ir, pero me tenían el dedo metido siempre. […] en
el 79 una hermana mía se casó en Montevideo y tuve que ir a avisar al cuartel
que iba a ir al casamiento porque, si viajabas a algún lado tenías que avisar.
Por eso te digo, no viajaba a ningún lado, menos con esas condiciones, voy a
viajar y capaz que me como un plantón, voy a Montevideo por dos días y me como
una mañana, era más bien el hecho de molestarte, de tenerte la pata arriba y
que vos supieras “te tenemos controlado”.
Esa persecución, por momentos inexplicable
por lo “detallista”, debieron haber vivido miles de uruguayos en ese período.
Por un lado, los agentes del Estado que perseguían, controlaban y hacían
saberlo; por otro, las personas que se sentían a gusto con algunas de esas
políticas y “aprovechaban”. Por ejemplo Hugo fue expulsado junto a otros dos ex
presos del Taller Municipal de Artes Plásticas, donde aprendía cerámica y
pintura:
no entendía ni
siquiera porque había sido proscrito, parece que una persona que llevaba
cuentos se sintió molesta por la familiaridad con la que estos muchachos se
comunicaban con la gente en un tiempo que todo eso era pecado, bromear
simplemente era, molestaba, todas las que eran nada más que formas humanas de
comunicación.
No recuerda en qué año fue, cree que
alrededor de 1976. Lo paradójico del caso (y que también se puede generalizar a
otras experiencias) es que Hugo era, al mismo tiempo, contratado por la
Intendencia: le hacía banderines, carteles, etc. Según dijo, “trabajo no me
faltó, más bien me sobraba”. O sea que una parte
de la Intendencia le negaba la posibilidad de estudiar y otra le daba trabajo. Para cerrar con
las paradojas de este caso, Hugo fue docente y es –desde hace más de 10 años-
director del Taller que todavía, según él, lo tiene proscrito como estudiante.
Carmelo, en tanto llegó a trabajar como
mecánico dental para la Base Aérea de Durazno, uno de los lugares donde
trabajaba el odontólogo que le dio trabajo:
Trabajé
bárbaro, además digo incluso te digo más, yo le trabajé a la Base, habiendo
sido un ex preso. En diciembre ese del 77, yo me acuerdo que le hice como 30
cromos a la Base, todo a través del odontólogo; la Base no se comprometía, lo
hacían un poco a través de él, pero sabían que el trabajo venía para mí y las
órdenes de allí salían a nombre mío.
Estas paradojas que son prácticamente
invisibles o imposibles de rastrear en las investigaciones “clásicas”, aparecen en las entrevistas. Pero no
creo que sea solo por ello, también incide el hecho de que sean testimonios no
encuadrados que se gestaron en un marco de confianza, en una relación social
entre el entrevistado y el entrevistador; todos elementos que permiten, según
mi opinión, aprehender estas experiencias que enriquecen, porque complejizan,
el análisis del período.
En 1980 se plebiscitó una nueva Constitución,
al contrario de lo esperado triunfó el “NO”. Todos los entrevistados relataron
que algo hicieron por el NO. Darwin recordó un episodio del día de la votación
que marca claramente el clima de temor que vivió él ese día y, por otro lado,
cómo continuó habiendo actividad política, al menos puertas adentro:
Se votaba el
SI o el NO, nadie decía nada, entonces (nosotros acá hablábamos de esas cosas),
fuimos a la esquina a esperar el ómnibus para ir a votar, no sé si a la
Intendencia o dónde. El ómnibus iba lleno y Mariana [una de sus hijas, de cinco
años] se encuentra con una compañera de escuela y le dice: “adiós María Laura,
nosotros vamos para el voto del NO ¿y vos?” y nosotros nos queríamos morir
porque, ta, era toda gente de Durazno y todo, pero no
sabías lo que podía pasar. Acá [en casa] hacíamos reuniones, se hablaba de
política, y de todo, las gurisas iban mamando desde chicas todo.
Si bien
el triunfo del NO fue importante, para los entrevistados fue recién en 1983 cuando se sintieron un
poco más libres. En palabras de Antonio: “pasamos a
tener actividad con gente para las que éramos un cuco y empezaron a vernos como
a personas normales”. Más allá del año preciso en que se dio ese cambio de
contexto, interesa señalar que en los relatos analizados se puede notar una
sensación de “alivio” cuando rememoran esos momentos.
Hay en los testimonios una serie de
“silencios” sobre ciertos puntos. Esto ha llevado a preguntarme por qué este
tipo de experiencias no son públicas, ¿cuánto tienen que ver en esto las
características de su militancia, tanto previa como posterior a su detención?,
¿ese silencio no ha sido una opción necesaria para poder comunicarse y seguir
conviviendo con el resto de la sociedad, en este caso, la duraznense? Es
importante, para este punto, tener en cuenta otras experiencias, como las de
aquellas personas que habiendo sido detenidas en la ciudad no volvieron a vivir
allí u optaron por irse a otras ciudades o países[23].
Reflexiones
finales
Todos los entrevistados se quedaron a vivir
en la ciudad de Durazno cuando salieron de la cárcel (Carmelo se fue al poco
tiempo para Colombia). Uno de los principales motivos fue que gracias a algún/os
conocido/s (no necesariamente “compañero/s”) pudieron conseguir trabajo a pesar
de las dificultades que la Libertad Vigilada ocasionaba. El nivel de
detenciones fue tan alto y masivo en todo el país que se generaron “redes de
solidaridad” entre sus pobladores, muchas veces invisibles para los
investigadores. Esos gestos han sido resaltados por todos mis entrevistados,
sin que sea necesario que yo se los pregunte.
En su trabajo sobre los rusos de San Javier,
Virginia Martínez afirma, en base a entrevistas a ex presas/os que volvieron al
“pueblo” en distintas etapas (1976 y 1980-81) que el miedo dañó la solidaridad
que lo había caracterizado y cita fragmentos en algunos casos muy similares a
lo relatado (en parte) por algunos de “mis” entrevistados[24]. Algo parecido sostiene Rico cuando explica que la clausura de
los espacios públicos tuvo como uno de sus efectos principales “la restricción
de las formas de solidaridad social”, dañadas por los mecanismos represivos que
provocaron miedo generalizado y el encierro de las familias y las personas
sobre sí[25]. Con ideas similares a estas empecé mis entrevistas y trabajo de
campo en la ciudad de Durazno, pero el análisis de las entrevistas me hizo ver otros aspectos que no había
tenido en cuenta, como los gestos de solidaridad.
Esto no quiere decir, por supuesto, que el
alto nivel represivo haya generado un país plenamente solidario; pero se puede
entender, al analizar los relatos trabajados, por qué volvieron a la ciudad
donde fueron detenidos, a pesar del entorno represivo y el control social que
pesó sobre ellos (seguramente mucho mayor que en una ciudad más grande).
Experiencias similares deben haber en todo el país. Sin embargo, se ha
trabajado muy poco sobre ellas.
A lo largo del artículo, he dado cuenta de
diversas actitudes sociales, sobre todo hacia los ex presos y sus familias, de
personas de “derecha” como las han definido ellos. Por eso me parecen
esclarecedoras las palabras de Pilar Calveiro para
pensar estos casos (pero también otros) cuando dice que los actores sociales
fueron extrañas combinaciones de formas de obediencia y formas de rebelión.
Nada quedó blanco o negro; todo alcanzó raras tonalidades, a veces
incomprensibles”[26].
Para un trabajo como este, hubiese sido
fundamental poder complementar y contrastar informaciones con los archivos que
están en manos de los organismos de Inteligencia. No solo para combinar fuentes
diversas. Esos archivos permitirían conocer mejor las actividades políticas,
gremiales-estudiantiles, sobre el MLN y otros grupos políticos o guerrilleros
(a la prensa o no le interesaba dar información, o lo tenía prohibido), las
diversas actividades consideradas “peligrosas”, como la música popular o el
teatro. A la vez, manejar esa información también permitiría ver sus límites,
sus errores.
Para cerrar el capítulo, vuelvo a plantear
algunas interrogantes que me han surgido mientras analizaba las entrevistas
(intentar responderlas llevaría otro capítulo, u otra tesis): Pollak plantea que los vacíos de la memoria o los “olvidos”
surgen por una reflexión sobre la utilidad misma de hablar y trasmitir el
pasado[27] ¿cuántos silencios o no-dichos hubo por ser yo amigo y casi de la
misma edad que la mayoría de los hijos de los entrevistados? ¿Cuántos porque
ellos son conocidos, o muy conocidos (amigos) de mis padres? ¿Cuánto ha
influido en la condición “subterránea” de este tipo de memorias, las
experiencias de “otros” presos que se han hecho públicas, a través de libros
con éxitos de ventas, documentales y otros “soportes” (encuadradores) de la memoria?
Finalmente, creo que vale preguntarse hasta
dónde la violencia ejercida por el gobierno (y celebrada desde algunos sectores
de la sociedad y de la prensa) fragmentó las solidaridades y generó solo temor.
Si bien eso sin dudas pasó, los análisis hechos han permitido conocer, por
ejemplo, redes de solidaridad generadas entre vecinos (aún entre aquellos que
no compartían opiniones políticas) que dan cuenta de la incapacidad del régimen
(más allá de sus constantes intenciones) de penetrar íntegramente en la
sociedad. Los ejemplos citados de los trabajos de Martínez y Rodríguez
enfocados en otros lugares del interior permiten conocer experiencias similares
resignificadas de otra forma, sea porque son personas distintas o porque el
contexto y los lugares donde vivían tenían características particulares,
difíciles de generalizar a “el interior” como un todo.
Bibliografía
Álvaro
Rico (coord.) Investigación histórica
sobre la dictadura y el terrorismo de Estado en el Uruguay (1973-1985), tomo
dos, Montevideo, Udelar-CSIC-FHCE, 2008
Álvaro Rico. “Sobre el autoritarismo y el golpe de Estado. La dictadura y
el dictador” en AAVV. La dictadura
Cívico-Militar. Uruguay 1973-1985, Montevideo, EBO, 2010, pp. 179-246
Ariel Poloni y Hernán Poloni. Cuando la palmera
se enamoró del viento… y otros cuentos. 1972-1975, Montevideo, Azul Marino,
2007
Ariel Poloni y Hernán Poloni. Usted es
culpable: merece morir, Montevideo, Azul Marino, 2009
Clara Aldrghi.
La izquierda armada, Montevideo, Trilce, 2001
Javier Correa Morales. “La
dictadura en ciudades, pueblos y villas del interior del país. Un acercamiento
al tema” en Memoria, dictadura y derechos
humanos, Montevideo, MEC-AEBU, 2009, pp. 25-31
Javier Correa Morales. “Preso en mi ciudad: de
vecinos a sediciosos. Experiencias y memorias de presos políticos de la ciudad
de Durazno durante el autoritarismo en Uruguay” en Cuadernos de la historia reciente. 1968 Uruguay 1985, Montevideo,
EBO, 2008, pp. 71-80
Javier Correa Morales. Lo hicimos ayer, hoy y lo seguiremos haciendo en todos los puestos que
nuestra Patria nos necesite. Análisis
de las estrategias del gobierno dictatorial uruguayo para ampliar sus bases de
apoyo, y sus recepciones periodísticas, políticas y sociales (1973-1980). Tesis de maestría, La Plata,
UNLP, 2015
Lourdes Rodríguez. “Prohibieron el agua pero no la sed. Víctimas de la
dictadura cuentan el infierno que les tocó vivir”, en La Diaria, 20/3/2007, pp. 6-8
Ludmila da Silva Catela. “Presentación”, en POLLAK, Michael. Memoria,
olvido, silencio, La Plata, Al Margen, 2006, pp. 9-15
Michael Pollak. Memoria, olvido,
silencio, La Plata, Al Margen, 2006
Pilar Calveiro. Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina, Buenos
Aires, Colihue, 2004
Serpaj
Uruguay. Nunca Más. Montevideo, Serpaj, 1989
Virginia Martínez. Los rusos de San Javier. Perseguidos por el
zar. Perseguidos por la dictadura uruguaya. De Vasili Lubkov
a Vladimir Roslik, Montevideo, EBO, 2013
Recibido: 28/05/2016
Evaluado: 27/06/2016
Versión Final: 14/08/2016
[1] Este artículo, es una adaptación de uno de
los capítulos de mi tesis de Maestría (en Historia y Memoria, UNLP Fue dirigida
por Daniel Lvovich y co-dirigida
por Aldo Marchesi. La defendí en La Plata el
11/12/2015.
[2] Según los últimos datos, viven 57. 088
personas en todo el departamento y en la ciudad de Durazno 34. 368. Desde las
elecciones de 1946 todos los intendentes han pertenecido al Partido Nacional
(PN).
En cuanto al resto de los partidos, desde la década del setenta el
Partido Colorado (PC) ha perdido respaldo electoral, principalmente a manos del
FA. Durante la dictadura en el plebiscito de 1980 votaron en contra del
proyecto propuesto por los militares para perpetuarse en el poder (el “NO”) 52.
71 %, y por el SI 47, 29 %. Los resultados nacionales indicaron un 57, 21% para
el NO.
Cuatro ciudadanos
duraznenses fueron asesinados por fuerzas militares o para-militares en
Montevideo y luego velados en Durazno entre 1970 y 1974. El 24 de mayo de 1973
murió, a causa de las torturas recibidas en el cuartel del Regimiento de
Caballería Nº 2, Óscar Fernández Mendieta, un joven duraznense militante del
PCR acusado por las Fuerzas Conjuntas de pertenecer a la “sedición”.
En 1976, en el marco del gran operativo contra el
Partido Comunista del Uruguay, nuevamente hubo detenciones masivas en la
ciudad. En tanto, en Buenos Aires dos duraznenses (vinculados al PCR) fueron
desaparecidos en el marco del Plan Cóndor en 1978: Célica Gómez, el 3 de enero,
y Héctor Giordano, el 9 de junio. Estas y otras prácticas represivas marcaron
(con matices) los 13 años de gobierno cívico militar y no solo afectaron
a izquierdistas. Javier
Correa Morales. Lo hicimos ayer, hoy y lo
seguiremos haciendo en todos los puestos que nuestra Patria nos necesite. Análisis de las estrategias del gobierno
dictatorial uruguayo para ampliar sus bases de apoyo, y sus recepciones
periodísticas, políticas y sociales
(1973-1980). Tesis de maestría. La Plata, UNLP, 2015.
[3] Ludmila da Silva
Catela. “Introducción”, en Michael Pollak, Memoria,
olvido, silencio, La Plata, Al Margen, 2006, p. 11.
[5] Javier Correa
Morales. “La dictadura en
ciudades, pueblos y villas del interior del país. Un acercamiento al tema”, en Memoria, dictadura y derechos humanos,
Montevideo, MEC-AEBU, 2009, pp. 25-31.
[6] Serpaj Uruguay.
Nunca Más. Montevideo, Serpaj, 1989, pp. 187-188.
[8]Ariel Poloni y
Hernán Poloni. Cuando
la palmera se enamoró del viento… y otros cuentos. 1972-1975, Montevideo,
Azul Marino, 2007.
[9] Ariel Poloni; Juan
José Reyes. Usted es culpable: merece
morir, Montevideo, Azul Marino, 2009.
[10] Cuatro de las
entrevistas que analizo en este apartado fueron utilizadas en un trabajo que
publiqué en los Cuadernos de Historia
Reciente en 2008.
[11] Álvaro Rico. “Sobre el autoritarismo y el golpe de Estado.
La dictadura y el dictador”, en AAVV La
dictadura Cívico-Militar. Uruguay 1973-1985, Montevideo, EBO, 2010, p. 202.
[12] La entrevista fue el 19 de julio de 2008 en
su casa. El 24 de noviembre de ese año me entregó la versión corregida.
[13] Es un pequeño
pueblo del Este de Durazno, a 140 km de la capital. Según el censo de 1963,
vivían allí 1539 personas (el de 2011 indicó 1443).
[14] La entrevista fue
el 19 de julio de 2008 en su casa de Durazno. Me la entregó corregida el 13 de
febrero del año siguiente.
[16] La entrevista fue
realizada en su casa, el 16 de febrero de 2009
[17] Realizamos dos
entrevistas una el 17 de enero de 2006 y la otra el 3 de mayo de 2008. Las dos
en Durazno, en su casa.
[19] Se pusieron de
novios en 1961. Militaron en el Partido Demócrata Cristiano (PDC) hasta los
primeros años de la década de 1970. Julio fue profesor de Física, tenía 33
cuando lo detuvieron. Estuvo preso hasta el 10 de marzo de 1985. La entrevista
fue en su casa el 18 de julio de 2008 y corregida por ambos.
Julio murió en Durazno el 21 de octubre
de 2013.
[20] Tienen cuatro
hijos y cinco nietos. La entrevista fue realizada en su casa el 17 de julio de
2008; el 1º de diciembre me entregó la versión transcripta y corregida.
[22] El coronel Trabal
era agregado militar en Gran Bretaña y Francia. Había sido, en Uruguay,
director del Servicio de Información y Defensa (SID). Fue asesinado en París el
19 de diciembre de 1974. Si bien no se ha confirmado, es muy probable que a
Trabal lo hayan asesinado militares uruguayos.
[23] Lourdes Rodríguez publicó una investigación
en La Diaria sobre el caso de 38
jóvenes detenidos en la ciudad de Treinta y Tres en abril de 1975; si bien el
caso es muy diferente al trabajado aquí (por la edad de los detenidos, las
circunstancias y la campaña de estigmatización que se lanzó sobre ellos a
través de medios de prensa afines al gobierno) puede resultar útil la
experiencia de tres de esas jóvenes que tras quedar en “libertad” en noviembre
de ese año, volvieron a Treinta y Tres pero se fueron casi en seguida porque no
podían soportar el control y la persecución que pesaba sobre ellas y su
entorno. Una de ellas afirmó: “Hubo quienes se quedaron e hicieron su vida, yo
no entiendo cómo pudieron. Nunca más se me ocurrió que pudiera vivir en Treinta
y Tres”. Según contaron, les llevó más de 29 años poder hablar de aquellas
experiencias públicamente. (“Prohibieron el agua pero no la sed. Víctimas de la
dictadura cuentan el infierno que les tocó vivir”, en La Diaria, 20/3/2007, pp. 6-8.
[24] Virginia
Martínez. Los rusos de
San Javier. Perseguidos por el zar. Perseguidos por la dictadura uruguaya. De
Vasili Lubkov a Vladimir Roslik, Montevideo, EBO, 2013, pp. 115 y 145.
[25] Álvaro Rico. Investigación histórica sobre la dictadura y el terrorismo de Estado
en el Uruguay (1973-1985), T. II, Montevideo, Udelar-CSIC-FHCE, 2008, p. 422.
[26] Pilar Calveiro. Poder y
desaparición. Los campos de concentración en Argentina, Buenos Aires, Colihue, 2004, p. 158.
[27] Michael Pollak. Memoria,
olvido… Op. Cit, pp. 20
y 31.