Libertad Vigilada: experiencias, estigmas y vecinos. Durazno, 1972-1985

 

 

Probation: experiences, stigma and neighbors. Durazno, 1972-1985".

 

 

 

Javier Correa Morales

Departamento de Historia Americana

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación

Servicio Central de Extensión y Actividades en el Medio

(Universidad de la República), Uruguay

javitocorrea@yahoo.com.ar

 

 

Resumen

A través del análisis de una serie de entrevistas con presos por motivos políticos que quedaron “libres” durante la dictadura y vivieron en la ciudad de Durazno, se abordan desde la perspectiva de los sujetos, diversos aspectos de la vida cotidiana, en las que el miedo a volver a estar preso (en un país que tuvo el índice de presos por motivos políticos más alto del continente), a perder el trabajo y sentirse perseguido son una especie de hilo conductor.

 

Palabras clave

Memorias; Vida cotidiana; Libertad Vigilada; Dictadura

 

Abstract

Through analysis of a series of interviews with political prisoners who were released during the dictatorship and continued living in the city of Durazno, there are addressed various aspects of daily life, in which the fear of being imprisoned again (in a country that had the rate of prisoners continent's highest political reasons), losing their jobs and feeling persecuted were common factor.

 

Keywords

Memory; daily life; probation; dictatorship

 

 

 

 

 

 

Introducción

 

En el artículo trabajaré[1], en base a diversas entrevistas, sobre “la vida cotidiana” de una serie de personas detenidas por “motivos políticos” en la ciudad de Durazno[2] antes de la dictadura y que volvieron a vivir allí cuando salieron de la cárcel; en plena dictadura. El análisis de Michael Pollak (2006) me aportó, entre otras cosas, distintas herramientas analíticas para estudiar esas experiencias, esos recuerdos, sobre todo los del período “post-cárcel”: un contexto nuevo[3] en el que estas personas por su experiencia carcelaria y sobre todo por los controles estatales que sufrían, tuvieron que redefinir sus identidades y construir nuevas relaciones sociales.

Tratar de entender el derrotero de estas personas que volvieron a vivir en su ciudad -un “pueblo chico” del interior del país- después de haber estado presas por “subversivos” (la mayoría vinculados al MLN) en momentos que la dictadura cívico-militar pretendía “refundar el Uruguay” e intentaba polarizar las diferencias entre Montevideo y el interior, creo que enriquece los abordajes hechos ya que permite ver, desde perspectivas distintas, aspectos cotidianos del régimen cívico militar.

Sobre el MLN, hay que tener presente que creció en todo el país desde principios de la década de 1970. Sus integrantes, en distintas “columnas”, cumplían variadas funciones (políticas, militares o de servicio). Así, surgieron en Montevideo y las ciudades del interior los Comandos de Apoyo Tupamaro (CAT). Según Clara Aldrighi, sus funciones eran obtener información, difundir proclamas y volantes, y realizar actividades de propaganda (2001: 115-116)[4]. Los estudiantes (liceales, terciarios y universitarios) fueron uno de los colectivos con mayor participación dentro de la organización en el período 1970-72.

En la ciudad de Durazno el clima de enfrentamiento con el gobierno se vivió con gran intensidad en la educación. Asambleas conflictivas, marchas, enfrentamientos entre estudiantes, entre profesores y autoridades, profesores detenidos, ocupación del liceo por los “padres demócratas” y una presencia constante en los medios locales de las demandas de cada “sector”, marcaron los años del autoritarismo[5].

Con la puesta en práctica del Plan Tatú, llegaron a Durazno dirigentes de peso del MLN. Su puesta en marcha, a mediados de 1971, no solo promovió la participación de personas que vivían en el interior; también hizo que dirigentes históricos del movimiento dejaran Montevideo y se instalaran en esas zonas. Ambos factores produjeron una mayor participación y también una mayor atención hacia el interior por parte de las fuerzas represivas (uno de los objetivos del plan).

El primer hecho público en la ciudad fue un enfrentamiento entre integrantes del sector militar del MLN de la zona con las Fuerzas Conjuntas el 7 de mayo de 1972. Terminó con la detención de varios tupamaros en la localidad de Santa Bernardina, a tres quilómetros del casco urbano de la ciudad. Esa noche comenzaron las detenciones.

Fueron alrededor de 100 las personas que estuvieron detenidas desde esa fecha en cuarteles y que en setiembre fueron juzgadas por tribunales militares al amparo de la Ley de Seguridad del Estado. Algunos de ellos recuperaron la libertad al no “probarse” su vinculación o colaboración con el MLN; el resto siguió preso: los hombres fueron derivados -en su mayoría- al penal de la ciudad de Libertad, en San José; las mujeres fueron trasladadas a distintos cuarteles del interior, al cuartel-penal de Paso de los Toros y, desde 1976, al penal de “Punta de Rieles” en Montevideo.

Entre los que fueron procesados en setiembre, la mayoría tuvo penas relativamente menores si se comparan con los que siguieron presos hasta 1985. La presencia del MLN en Durazno era más política que militar; por eso se pueden entender las características periféricas de la militancia de la mayoría de las personas que fueron detenidas y el impacto que generó el primer enfrentamiento para quienes vivían en la ciudad, ya que a partir de ese momento para muchos el MLN también existía en Durazno.

Hay que tener en cuenta, además, la campaña de estigmatización que lanzó el gobierno hacia los detenidos. Los medios de comunicación (locales y nacionales) allegados a sus políticas, y una cadena de radio y televisión diaria difundían imágenes con datos personales de los detenidos. Considero necesario resaltar nuevamente que su participación en el MLN no era pública ni conocida, pero a los pocos días la sociedad, o buena parte de ella, se enteró no solo que sus “vecinos” estaban presos, si no que eran “peligrosos sediciosos”.

Las detenciones en la ciudad y su difusión fueron de tal magnitud en ese mes que debe haber sido imposible no enterarse. Entre los detenidos por “vínculos” con el MLN estaba el candidato a intendente del Frente Amplio en 1971 (un reconocido médico) y los dos ediles que tenía el partido en esos momentos. Esa coincidencia entre representantes del Frente Amplio y tupamaros fue utilizada por los medios más cercanos al gobierno para profundizar el “anticomunismo” y extenderlo por igual contra frenteamplistas, tupamaros y “terroristas”.

 

Los presos por motivos políticos y la dictadura

 

Los detenidos por “motivos políticos” que quedaron libres, además de soportar el peso de los estigmas promovidos desde el gobierno y desde la mayoría de la prensa, eran sometidos por el Estado al régimen de “Libertad Vigilada”. En los hechos, era similar a la prisión domiciliaria. Algunas de las restricciones que tenían, según Serpaj, quienes cumplían su condena eran: no poder alejarse de su domicilio por un período mayor de 24 horas sin autorización de la unidad militar; tampoco podían salir al exterior sin comunicarlo; en caso de cambiar de domicilio, de estado civil o trabajo, debían notificarlo. Las personas “vigiladas” tenían que revistar periódicamente, generalmente cada 15 días, en la unidad militar. Los mandos militares se reservaban la facultad, totalmente discrecional, de otorgar la libertad o de someter a la persona a una continuación de la privación de la libertad por las vías de las Medidas Prontas de Seguridad.

Eso les generaba innumerables dificultades para conseguir un empleo ya que debían ausentarse, en ciertas ocasiones, durante todo el día. Además, una vez al año debían dejar nuevas fotos en la unidad militar y eran sometidas a rigurosos interrogatorios. En algunos casos, recibían la visita de oficiales en sus domicilios, quienes realizaban una “inspección completa”. Hubo casos en los que se comunicó este régimen a personas que nunca habían sido condenadas ni penadas, haciéndoles saber que no podían salir del país sin previo aviso a la autoridad. La duración de este régimen no tenía plazo. Se notificaba su finalización sin expresión de motivos y podía ser reimplantado de mismo modo[6].

Los fragmentos que se analizarán en el siguiente apartado corresponden a personas que estuvieron presas y volvieron a vivir a Durazno tras quedar en “libertad”. Sus períodos de detención fueron desde 15 días a cuatro años aproximadamente. La mayoría, como tantas otras personas, vivió intensamente los años más conflictivos de la educación (1968-1973). Esas tensiones invitaban a participar en la discusión y, sobre todo, en la “vida” gremial, que era un verdadero lugar de disputa, donde distintas corrientes intentaban imponer sus ideas (básicamente en las elecciones gremiales, que fueron legales incluso después de la primera intervención a la enseñanza Secundaria en febrero de 1970).

Ninguno habló de quiénes fueron sus compañeros, incluso, se llegaron a dar situaciones en las que los dos sabíamos (el entrevistado y el entrevistador) de quién se estaba hablando, pero preferían no decir el nombre, al menos, con la “grabadora” encendida. Este punto no es menor y nos advierte de las condiciones del habla y las legitimidades para dar cierta “información”.

Tampoco me detallaron sus actividades los “tupamaros conocidos”[7] de Durazno que pude entrevistar. Una explicación a ese silencio o no-dicho puede ser que ya hay libros (escritos por o sobre los líderes tupamaros) que abordan el tema y que funcionan, para hablar con Pollak, como “guardianes de esa memoria”. De todos modos, incluso uno de “esos tupamaros”, Ariel Poloni, que en mayo de 1972 fue detenido por las FFCC y estuvo casi 13 años preso, tampoco “dice nada” en los dos libros que escribió.

En uno, escrito con su hijo Hernán[8] y que está dedicado a dos tupamaros duraznenses asesinados en 1973 y 1974 por fuerzas estatales, aparece un relato sobre la detención, los padecimientos y los maltratos recibidos. No hay en ninguna parte del libro mención a los motivos de la detención, a qué hacía él en el MLN, o por qué estuvo tanto tiempo preso en el Penal de Libertad al que llama “Campo de Concentración”, como la mayoría de los militantes de la Asociación de ex-presos CRYSOL (relato “encuadrado”).

En el otro libro escrito con Reyes[9] (profesor de Dibujo y miembro activo del Partido Nacional  hasta 1971, cuando se integró al Frente Amplio; estuvo varias veces detenido, pero nunca se le probaron vínculos con el MLN), recrean las décadas de 1960, 70 y 80. Sin embargo, tampoco aparecen datos, anécdotas o relatos sobre la participación de Poloni en el MLN. Es un libro largo que abunda en detalles, en la prisión, las torturas, etc. pero hay un no-dicho notorio sobre su participación en el MLN, por más que se reconozca como tupamaro.

 

Experiencias en Libertad Vigilada: estigmas y vecinos[10]

 

Como sostiene Álvaro Rico, el carácter “excepcional” de las medidas aplicadas por el Estado se relaciona con el escarmiento “ejemplarizante” que comporta su aplicación; en particular, los “castigos estatales” que violan el derecho a la vida, la libertad e integridad física y psíquica de quienes declara “enemigos internos”. Esas formas de castigo desproporcionadas, según el autor, permitieron elevar el umbral de la intolerancia estatal para ejercerlos y, al mismo tiempo, bajar el nivel de protesta de la población[11].

A Darwin[12] lo detuvieron en la ciudad de Durazno el 25 de julio de 1973, tenía 23 años. Era miembro activo del gremio estudiantil del Liceo Rubino de Durazno. Estuvo 15 días preso en la Base Aérea y sin proceso alguno un capitán lo llamó y le avisó que sería liberado, porque:

 

D. “una vez comprobado que usted no está en ninguna organización subversiva nosotros vamos a extender una carta como que usted va a volver a la sociedad y la sociedad lo va a recibir nuevamente”

                  J. ¿Cómo te recibió la sociedad?

D. Mirá ya quedás marcado: te largaban pelado […]. Ya eso una cosa; y que fui a la casa donde vivía y tenían el bolso pronto era otra; y que me presenté donde era que estaba trabajando, el Centro Comercial y me dijeron “venga mañana que hay un problema con lo suyo” y cuando fui al día siguiente me recibió una directiva y dice “no, este, usted ya está despedido”, no sé cuánto, “y ¿por qué?” “y bueno no tenemos por qué darle las razones” me dijo. Y ta, me pagaron un despido ahí y chau.

 

El de Darwin es un ejemplo del alcance de las políticas represivas implementadas por el gobierno durante el autoritarismo. Sin “méritos” si quiera para pasarlo a un juez militar, su liberación lo encontró con 23 años, sin casa y sin trabajo. Lo primero que hizo fue ir a La Paloma[13] para ver cómo estaban sus padres que lo recibieron bien, mejor que lo que esperaba. Así como hubo gente a la que su “pinta de comunista” lo asustó, hubo a otros que no les causó lo mismo: el padre de un amigo lo invitó a vivir en la pensión que tenía, le dijo que no había problemas por el pago y le consiguió trabajo con un vecino.

El miedo y la desconfianza tuvieron una importancia significativa en las personas que salían de la cárcel, aunque no solo en ellas. Se sentían “marcadas” y hubo quienes los rechazaron por miedo o convicción. En todas las entrevistas que he realizado a personas con estas experiencias se habla de los estigmas, el miedo y el aislamiento. Las políticas diseñadas por el Estado hacia los presos que quedaban “libres” apuntaban en esa dirección, a través de la “Libertad Vigilada”.

Miguel[14] vivía en Durazno, era abogado, edil por el Frente Amplio, estaba casado y tenía cuatro hijos cuando lo detuvieron el 10 de junio de 1972. Tenía 39 años. En realidad, como habían detenido a dos de sus hermanos y él estaba en Montevideo cuando fueron a allanar su casa, llegó a Durazno y fue al cuartel donde quedó detenido (además, le “confiscaron” su auto). Estuvo preso allí y luego en el Penal de Libertad hasta el 20 de julio de 1973 cuando fue puesto en libertad y regresó a Durazno.

Mientras estuvo preso, del escritorio se encargaron dos colegas y su esposa. Cuando salió, empezó a trabajar inmediatamente, aunque debía presentarse al cuartel todos los sábados a las ocho de la mañana, durante diez años, como dijo en la entrevista: “fue algo insólito, porque estuve un año preso y diez de Libertad Vigilada”. Para él era claro el objetivo del régimen que se le imponía:

 

Lo que buscan cuando te llevan preso es aislarte, que la sociedad te repudie, es lo que buscan con eso, ponerte un sayo como a los judíos en tiempos del nazismo. Pero creo que a mí la gente no me rechazó, al contrario, hubo mucha solidaridad. Mucho mayor cuando salí que cuando caí preso.

 

Lo interesante del relato es su punto de vista (seguramente no generalizable para todos los ex presos) sobre el alcance real de las políticas de control que se les aplicaban. Sin embargo, a pesar que en el ámbito laboral no percibió rechazos, hay una anécdota que puede ilustrar el peso de los controles, sobre él y su entorno:

 

                  J. ¿En qué ibas a presentarte al cuartel?

M. A mí me dejaron sin auto. Primero me llevaba un amigo, que era pachequista, después al amigo este lo llamaron (del cuartel) para decirle que porqué me llevaba. Él ocupaba un cargo público, sabía que estaba sujeto a que lo pudieran echar. Cuando me enteré que lo habían interrogado me empezó a dejar a dos cuadras y después le dije “no, no yo me arreglo solo, o voy a pie”, me conseguí una bicicleta y empecé a ir en bicicleta, después me compré una moto, fui progresando. Estuve diez años para comprar auto.

 

Antonio[15] había sido bancario y era propietario de una tienda familiar (en la que sigue trabajando). Fue detenido en Durazno el 11 de junio de 1972, tenía 33 años. Estuvo preso en el cuartel de Durazno y en el Penal de Libertad. Fue el primero de los entrevistados que quedó “libre”, el 11 de mayo de 1973. En Durazno no tuvo problemas laborales ya que, antes de ser detenido, trabajaba en la tienda. Sin embargo, en la vida cotidiana encontró ciertas dificultades:

 

Me invitaron para ir a un grupo de gimnasia en el Liceo y ahí es donde notaba que la situación estaba difícil, porque hubo personas que me conocían de toda la vida que se dieron cuenta que había hecho gimnasia toda la noche con ellos, en el vestuario, cuando nos estábamos cambiando y me saludaron y dijeron “hola Antonio”, eras vos”, no tenían más remedio, porque estábamos para irnos en una pieza y bueno, cara a cara, y a las tres o cuatro sesiones yo no pude ir a gimnasia, no me acuerdo porque no pude ir esa noche, y apareció un camión del cuartel y cargó con todos (…) terminaron en el Casino pidiéndoles perdón. Pero el profesor de gimnasia, muy demócrata él, me pidió que no fuera más (…) La gente tenía miedo y otra gente, se subía al carro (…) lo que buscaban es que uno quedará aislado.

 

Con este relato se puede notar cómo el propio Estado, a través de los militares en este caso, se encargaba de “marcar” el terreno, atemorizar, ejemplarizar y, por qué no, hacer pagar con detenciones o persecuciones a quienes compartían una actividad, en este caso lúdica, con un “sedicioso” que terminó expulsado de las clases de gimnasia. Mientras tanto, para otros entrevistados la Libertad Vigilada también significó un peso importante en las relaciones sociales, pero sobre todo en las laborales.

Hugo[16] había militado en el gremio estudiantil de Durazno hasta que en 1972 se fue a trabajar a Montevideo. En Durazno participó de algunas “reuniones” del MLN y en Montevideo empezó a participar en el PCR. Fue detenido a fines de mayo de 1972 en Durazno, tenía 19 años (no recuerda la fecha). En realidad él –como Miguel- se presentó al cuartel porque habían allanado la casa de sus padres el día anterior. Estuvo en el cuartel de la ciudad y en el Penal de Libertad hasta el 18 de diciembre de 1973. Al tiempo de salir se casó y (años después) tuvo dos hijos. Él también decidió volver a Durazno, donde vivían sus padres. Recuerda de la Libertad Vigilada:

 

Que permiso, explicar dónde iba, llegar allá, ir a firmar a un cuartel, acá semanalmente tenía que presentarme a firmar, y después sentirme vigilado permanentemente. La gente iba siendo liberada sentía, yo no lo sentí porque no lo intenté, pero sentía la persecución sí de que si conseguían un empleo iban a ir a hablar con el patrón para que fuera despedido. Yo corté camino: me dediqué al trabajo independiente; empecé haciendo changas de una señora viuda que quería que le colgaran un clavo en el tendido de ropa, cosas así, muy elementales, arreglar una portátil, instalaciones eléctricas.

 

Cuando salió del Penal tuvo que ser internado por tres meses en el Hospital Saint Bois de Montevideo por un derrame pleural. Para él fue una “segunda prisión”, con un entorno de mucho miedo: “había espías en cada sala, me lo comentaban los propios enfermeros”. Salió con una pensión que entregaba un organismo independiente para-estatal de lucha anti-tuberculosa. Con el dinero compró pinceles y pinturas: “empiezo a hacer actividad por mi cuenta digamos en lo que había siempre una facilidad, para el dibujo, un poco desarrollada adentro [en la cárcel] también”.

Seguramente para aquellas personas que no tenían un “trabajo familiar” la necesidad de conseguirlo y las “complicaciones” generadas fueron los escollos más difíciles de resolver. Sin embargo, ser de “la ciudad” les dio posibilidades que seguramente en otro lugar no hubieran tenido. Darwin sostiene:

 

no era fácil conseguir trabajo, una era que para el dueño de un empleo era como quemarse meter a una persona que había estado presa o, incluso yo me presenté en un concurso del Banco República y después me avisaron que no podía darlo, después un concurso que había muy lindo en la Casa de Asignaciones Familiares, me anoté ahí y cuando fui a buscar las bases, había quedado afuera; tampoco me dejaron. No sé si en el cuartel de acá o dónde pero ya te tachaban: fulano no puede dar el concurso. Te tenías que mover dentro de las empresas privadas y dentro de las empresas privadas con gente conocida o medio abierta, si no tampoco. Era muy difícil.

 

Mirta[17] empezó su vínculo con el MLN a fines de 1970, estudiaba magisterio. Se recibió de maestra y en 1972 se fue a Montevideo a hacer una especialización. Fue detenida en Durazno el 14 de noviembre de 1972, tenía 32 años. Estuvo presa en los cuarteles de Durazno, Flores, Colonia, Mercedes y en el Penal de Paso de los Toros. Salió de allí el 25 de junio de 1976 con 36 años. A su salida se fue a vivir a la ciudad de Durazno, donde se casó y vive actualmente. No tuvo hijos. Su experiencia ilustra las dificultades mayores que tenían aquellas personas que trabajaban o estudiaban en dependencias estatales:

 

M. Bueno la etapa esa era de Libertad Vigilada: había que presentarse en el cuartel todas las semanas (…) Mis padres estaban en Montevideo. Durazno para mí siempre fue mi lugar, tal vez eso, y acá una de mis hermanas con su marido, que también había estado preso y había salido, fui a vivir con ellos, después el problema de cómo uno vive, el encontrar trabajo, yo de lo que sabía trabajar, de lo que me había preparado para trabajar, no podía trabajar, y bueno anduve ahí hasta que conseguí un trabajito, pero también, tenía que ser un trabajo que me dieran la posibilidad de ir, porque igual te tenían toda la mañana esperando para firmar, que era lo que había que hacer

J. O sea que, además de que era un trabajo para el cual no estabas preparada y podría decirse que no te gustaba, tenía que ser alguien que te permitiera

M. Salir si, una vez a la semana, sin hora, vos tenías que estar allí temprano pero no sabías la hora que ellos te hacían firmar

                  J. ¿Cómo conseguiste el trabajo?   

M. Bueno, más bien a través de gente conocida también (…) con gente relacionada con una compañera.

 

En el caso de Mirta, se nota que las políticas diseñadas hacia los ex presos surtían –en varias personas- los efectos previstos; sin embargo, los vínculos familiares propios o con las familias de quienes habían estado o seguían presos, funcionaban como un lazo o red, una posibilidad cierta, no solo para conseguir trabajo, también para que les “permitieran” ausencias que podían durar todo el día, durante todas las semanas, por larguísimos (según ellos) años.

Carmelo en 1968 se fue a vivir a Montevideo para estudiar medicina. Se integró al MLN en 1969 e integró los GAF (Grupos de Acción en Formación), fue detenido el 25 de mayo de 1972 en Montevideo, en la farmacia en la que trabajaba como parte de sus tareas dentro del MLN. Tenía 28 años, su compañera estaba embarazada y dio a luz en agosto de ese año; casi al mes la detuvieron en Durazno a ella y a su bebe (estuvo con la madre hasta los dos años en el cuartel de Durazno y en el Instituto Militar de Estudios Superiores)[18]. Su hijo tenía cuatro años y su mujer aún estaba detenida en Punta de Rieles cuando -el 16 de setiembre de 1976, a los 32 años- quedó “libre”. En el Penal aprendió mecánica dental y a eso se dedica hasta hoy. El caso de él puede servir para entender cómo la familia, los “compañeros” detenidos y sus vínculos incidieron en la decisión de volver y quedarse en la ciudad:

 

Cuando volvimos a Durazno ya el viejo nos ayudó a alquilar una casita, a mantenerla mientras yo empezaba a trabajar (…) fue Durazno porque de entrada nomás Antonio cuando salió se fue a hablar con [un dentista de Durazno]  y le dijo: “mira que ahora viene Carmelo y hay que darle laburo”, así, comprometiéndolo, y el loco le dijo: “Si, decile si, que no hay ningún problema” o sea que cuando yo salí tenía ya la promesa de trabajo, que era una cosa importante. (…) Él conmigo fue excelente y es una de las cosas de la cual tengo que estar eternamente agradecido desde el punto de vista laboral, que no es poca cosa, porque cualquier cosa que vos emprendas, si vos querés reconstruir una familia, armar todo eso que había quedado desarmado, educar los hijos, tener algún hijo más, este, si no tenés laburo y no tenés finanzas no hay tu tía.

 

Tener un trabajo seguro, en todos los sentidos, pareció ser de las puntos más importantes a tener en cuenta a la hora elegir su ciudad. Igualmente, esas redes de las que he hablado ya, formadas entre familias, amistades y otros vínculos, resultaron decisivas para conseguir un trabajo estable y, en cierta forma, permisivo.

Clarita fue detenida el 8 de mayo de 1972, su esposo Julio[19] era un miembro de peso del MLN que “cayó” horas antes que ella. Estuvo presa hasta noviembre de ese año, tenía 32 años. Volvió a Durazno y vivió con su madre y sus tres hijos. Para ellos no fueron sencillos esos años ya que ella antes de estar presa cuidaba a sus hijos y cuando salió necesitaba dinero para solventar los gastos. Al contrario de lo que podría esperarse en un análisis lineal su experiencia muestra que más allá del peso de los estigmas y de las políticas estatales, hubo gente, vecinos, a quienes esos “mensajes” parecieron no llegarle del todo:

 

Yo, un trabajo así ¿cómo te voy a decir? Estable, no tenía. Tenía los tres gurises chicos y no trabajaba, pero cuando salí empecé a dar clases de piano otra vez y acá la verdad es que la gente me recibió bien, incluso mis alumnos eran casi todos hijos de gente de derecha, nunca tuve ningún problema. Acá hay gente que de derecha-derecha que a mí me dieron una mano, habiendo estado presa y estando mi marido preso, como que no incidió, no incidió, incluso, viste, cuando yo trabajé que cuidé a un viejito, era una gente que, bueno, eran de re derecha, conmigo fueron muy bien y por suerte tuve ese trabajo y pude mantener bien los gurises e ir a verlo a mi marido, pero digo, acá en general, la gente no nos rechazó, no hubo una cosa así notoria, no.

 

En 1972, Alicia estudiaba magisterio y militaba en el gremio estudiantil. Fue detenida el 9 de junio, cuando tenía 19 años, en Durazno. Estuvo en los cuarteles de Durazno, Flores, Colonia y Mercedes. Salió el 1º de noviembre del año siguiente. Meses antes de caer presa, se puso de novia con Luis[20]. Según ella el comandante del cuartel de Flores era muy “moralista” y no permitía visitas a los novios:

 

Tenías que ser casado (…) Entonces Luís me plantea de hacer un casamiento por poder, y bueno, lo hacemos: acá una escribana amiga hizo los papeles y él se casa con mi hermana Pamela, en el Juzgado. Me llevan los papeles, yo firmo y hacíamos una visita, que era una red, otra red, milicos caminando de un lado y del otro y yo en el medio, entonces a Luis lo dejan entrar y ahí me empieza a visitar, después me empieza a visitar en Colonia, en Mercedes, hasta que yo salgo.

 

Doy cuenta de este testimonio porque me pareció interesante conocer cómo el contexto y las medidas “moralistas” podían ser esquivadas, y dar lugar (o fomentar) “nuevas” relaciones. Cuando ella quedó “libre” Luis la esperaba con un amigo. Ya en Durazno y entre besos de bienvenida, Alicia cayó en la cuenta que tenía 20 años, estaba “libre” y casada. En la entrevista dijo que gracias a las influencias de su padre lograron ir al balneario La Floresta de luna de miel por un mes: un “privilegio” no menor si se tienen en cuenta las restricciones que imponía la Libertad Vigilada (más allá de eso, un par de veces fueron militares a revisar la casa y a hacerles preguntas de rutina).

Otra nueva etapa comenzó en esos días. Cuando terminó la luna de miel tuvieron que resolver dónde vivirían (lo hicieron un tiempo en lo de los padres de ella). Mientras aprendía a cocinar y a armar su vida con Luis, empezó a prepararse para conseguir un trabajo: los estudios de magisterio no podía continuarlos, tampoco podía acceder a un empleo público. Quedó embarazada y antes que naciera su hijo se presentó a un llamado de trabajo. Por su condición de ex presa tuvo dificultades: había quedado en el primer lugar, pero llamaron al tercero de la lista:

 

fui a plantear por qué si yo había salvado el concurso no me eligieron. Todos decían: “a no sabemos, no sabemos” y el único que me lo dijo así, a lo bruto, fue el doctor X[21]: “bueno, fuimos a preguntarle al jefe de policía, y fuimos a preguntar al cuartel a ver si había algún problema” y les dije: “¿por qué no me preguntaron antes, no me hubieran hecho dar el concurso”; me miró y me dijo “si ponemos una manzana podrida en un cajón se pudren todas las manzanas” y yo no me acuerdo que le contesté porque yo en ese momento discutí. La cuestión es que papá era una persona muy sociable, tenía muchas vinculaciones, era masón, X también, entonces yo creo que debe haber jugado mucho ese peso, a pesar que papá estaba ya en Montevideo.

 

Si bien pudo concursar por un trabajo privado un año después de ser liberada, conseguir el puesto no fue sencillo. Una vez ratificada en el trabajo, su vida se centró en él y su familia. No se sintió estigmatizada (como otras personas en su misma condición), pero no se preocupó en hacer nuevos vínculos, sobre todo, porque tenía miedo de volver a ser detenida o perder el trabajo. Ese miedo y a esa edad fueron según ella lo más difícil de vivir:

 

en aquel momento era el día a día, vivías eso, ese nervio, y no podías decir nada en el trabajo. Yo perdí un embarazo después de Alejo, y yo creo que lo perdí por vivir esa tensión de perder el trabajo, no dije que estaba embarazada, porque yo sentía que había como una presión de, si yo decía que estaba otra vez embarazada, yo a Alejo casi lo perdí, y al segundo lo perdí ¿me entendés?

           

La persecución y el aislamiento planificado daban resultados y generaban consecuencias. Todos los entrevistados sostuvieron que cuando se encontraban con gente en reuniones familiares o cumpleaños, sospechaban de los desconocidos; por eso decidían juntarse solo con personas de confianza. Sentirse perseguidos y que podían volver a estar presos los aislaba, paralizaba o inhibía; esos eran los objetivos de las políticas que diseñó y aplicó el gobierno. Según Darwin: “del 73 al 80 y pico [viví] siempre con ese temor de encontrarte con otro y charlar medio a las disparadas, medio bajito, vichando a ver si no había nadie, atemorizado, se vivía atemorizado vos sabes”.

El mayor temor para estas personas era que los volvieran a “agarrar”. Como ya se ha dicho, la coerción es usada por el Estado también como una herramienta para conseguir apoyos y, sobre todo, para desinhibir posibles intentos de oposición o rechazo. Antonio y Miguel fueron detenidos nuevamente, junto a otras tres personas de Durazno, tras el asesinato de Ramón Trabal[22]. No fueron los únicos detenidos en el país por ese caso. En ellos y su entorno generó temor y desconfianza, además, tuvieron que “pasar adentro” la navidad y el año nuevo, y según Miguel:

 

Todas las fechas esas que son importantes para los niños y la familia me dejaron adentro. Salí al otro día de reyes; en vez de largarme ese día y decir “como este tiene hijos chicos y eso” no, me largaron el 7 de enero.

 

Ese tipo de medidas no eran para nada azarosas ni descuidadas (lo que dijo Miguel sobre la ocurrencia de dejarlos libres después del día de “reyes”, ilustra con claridad la preocupación por parte de los “carceleros” de aislar, en este caso de su familia, a los ex presos). Por otra parte, generaban en un lugar de dimensiones relativamente pequeñas como Durazno un efecto paralizador. Mirta lo describió con precisión:

 

Acá es un medio chico, este, en lo que me es personal no fue duro la reinserción, pero para otra gente, como que sí, porque viste que, tal vez en el medio en que vos te movías porque la gente a veces no quería ni hablar con vos, yo que sé, tenía miedo, ¿no? Para alguna gente fue difícil, yo no lo sentí así era como que estabas marcado, como que el estar con uno que estuvo preso, los comprometía.

 

Si bien Mirta no recuerda haberse sentido rechazada, reconoce el efecto en otros. Antonia Álvez era maestra y fue destituida en 1978. Si bien su caso no es comparable con los vistos hasta aquí (que habían estado presos por sediciosos), hay algún punto de conexión entre las medidas represivas, las recepciones que tuvieron entre algunos vecinos y las percepciones de los protagonistas:

 

Me quedé en mi casa, cuidando a mis hijos, cosía, pero fui rechazada por muchos de mis compañeros que cuando me veían que iba a buscar a mis hijos al jardín o iba a la San Juan, porque en aquellos tiempos no había supermercado, hacían como que miraban para otro lado, para no saludarme, como que el hecho de haber sido destituida fuera algo, yo que sé, contagioso. Solo una persona me preguntó a mi porqué había sido destituida, de todos mis amigos, nadie me preguntó, yo tampoco lo dije, porque, viste, uno vivía con el temor.

 

Otra de las entrevistadas que no estuvo presa, pero que sintió en carne propia la persecución y los intentos de aislarla a ella y a su familia, fue Cristina; era hermana de Héctor Giordano, duraznense desaparecido en Buenos Aires en junio de 1978, y de Óscar, detenido en Durazno en 1972 por vínculos con el MLN. Ella también estuvo detenida por unas horas, pero nunca le explicaron los motivos:

 

Todos teníamos un temor impresionante, vivíamos con un miedo que... a mí personalmente, me seguían dos policías de investigaciones y los veía. Al principio no me daba cuenta, pero después veía que para todos lados me seguían y yo decía ¿qué pasa? Hasta que un día: “señora nos tiene que acompañar.

 

Ella se sentía marcada de alguna manera (como varios de los entrevistados) y en la entrevista relató que su madre también la pasó mal, sobre todo en las escuelas que trabajaba como maestra. Sin embargo reconoció que recibió apoyos que las hicieron sentirse menos solas:

 

Yo siempre tuve gente que me entendiera, que me comprendiera y que tuviera y que pensara las cosas bien, que comprendiera el por qué de que habían llevado a mi hermano y que el otro había desaparecido. No entendían por eso fue una cosa, un atropello, pero, entendían la situación.

 

Miguel, por su actividad como profesional siguió tejiendo vínculos y trabajando. Pero en 1978 y sin explicaciones, lo suspendieron y por un año no pudo trabajar como abogado. Al igual que cuando estuvo preso, dos colegas y su esposa lo “ayudaron” con su estudio. Él resaltó varias veces el buen relacionamiento que tuvo y que no le faltó trabajo a pesar de todo:

 

Claro, alguno medio ordinario puede haberse abierto, pero muy pocos casos. El verdadero amigo nunca se abre, cualquiera sea la posición de él

J. ¿O sea que esa intención de la dictadura de que lo que querían era aislarlos, no la lograron?

M. Creo que un cierto aislamiento lograron, pero no fue suficiente, eso lo percibía. Yo tenía un amigo que era funcionario del Banco de la República en Montevideo y venía a Durazno a timbear y entonces una vuelta me encontró, nos queríamos mucho, me dijo” mira, yo no te visito porque no quiero que me jodan”. Tenía miedo […] Hay gente que no se te acercaba por el miedo de perder algo, pero eran muy pocos y me lo dijeron. Este fue muy honesto al decírmelo.

 

Las restricciones de la Libertad Vigilada y las oportunidades que aprovechaban las personas identificadas con algunos aspectos del régimen - “los que llevaban cuentos” como definió Hugo- los acompañaron constantemente: él integraba un grupo de música popular que fue a Montevideo a participar en un certamen, pero el grupo no fue permitido porque “había un integrante que tenía Libertad Vigilada”. Hugo había tenido que ir a firmar al cuartel y explicar a qué iba y por qué; no obstante el programa no se emitió. Darwin participaba de un grupo de teatro que estaba por viajar a Montevideo a presentar una obra. Antes de viajar llamaron por teléfono a la directora teatral (supuestamente la Policía) y le dijeron que Darwin no podía ir. Sobre esa experiencia relató:

 

No podía viajar a Montevideo a una obra de teatro! ¿vos te das cuenta? […] Al final fui, capaz que nunca tuvieron pensado no dejarme ir, pero me tenían el dedo metido siempre. […] en el 79 una hermana mía se casó en Montevideo y tuve que ir a avisar al cuartel que iba a ir al casamiento porque, si viajabas a algún lado tenías que avisar. Por eso te digo, no viajaba a ningún lado, menos con esas condiciones, voy a viajar y capaz que me como un plantón, voy a Montevideo por dos días y me como una mañana, era más bien el hecho de molestarte, de tenerte la pata arriba y que vos supieras “te tenemos controlado”.

 

Esa persecución, por momentos inexplicable por lo “detallista”, debieron haber vivido miles de uruguayos en ese período. Por un lado, los agentes del Estado que perseguían, controlaban y hacían saberlo; por otro, las personas que se sentían a gusto con algunas de esas políticas y “aprovechaban”. Por ejemplo Hugo fue expulsado junto a otros dos ex presos del Taller Municipal de Artes Plásticas, donde aprendía cerámica y pintura:

no entendía ni siquiera porque había sido proscrito, parece que una persona que llevaba cuentos se sintió molesta por la familiaridad con la que estos muchachos se comunicaban con la gente en un tiempo que todo eso era pecado, bromear simplemente era, molestaba, todas las que eran nada más que formas humanas de comunicación.

 

No recuerda en qué año fue, cree que alrededor de 1976. Lo paradójico del caso (y que también se puede generalizar a otras experiencias) es que Hugo era, al mismo tiempo, contratado por la Intendencia: le hacía banderines, carteles, etc. Según dijo, “trabajo no me faltó, más bien me sobraba”. O sea que una parte de la Intendencia le negaba la posibilidad de estudiar y otra le daba trabajo. Para cerrar con las paradojas de este caso, Hugo fue docente y es –desde hace más de 10 años- director del Taller que todavía, según él, lo tiene proscrito como estudiante.

Carmelo, en tanto llegó a trabajar como mecánico dental para la Base Aérea de Durazno, uno de los lugares donde trabajaba el odontólogo que le dio trabajo:

 

Trabajé bárbaro, además digo incluso te digo más, yo le trabajé a la Base, habiendo sido un ex preso. En diciembre ese del 77, yo me acuerdo que le hice como 30 cromos a la Base, todo a través del odontólogo; la Base no se comprometía, lo hacían un poco a través de él, pero sabían que el trabajo venía para mí y las órdenes de allí salían a nombre mío.

 

Estas paradojas que son prácticamente invisibles o imposibles de rastrear en las investigaciones “clásicas”, aparecen en las entrevistas. Pero no creo que sea solo por ello, también incide el hecho de que sean testimonios no encuadrados que se gestaron en un marco de confianza, en una relación social entre el entrevistado y el entrevistador; todos elementos que permiten, según mi opinión, aprehender estas experiencias que enriquecen, porque complejizan, el análisis del período.

En 1980 se plebiscitó una nueva Constitución, al contrario de lo esperado triunfó el “NO”. Todos los entrevistados relataron que algo hicieron por el NO. Darwin recordó un episodio del día de la votación que marca claramente el clima de temor que vivió él ese día y, por otro lado, cómo continuó habiendo actividad política, al menos puertas adentro:

 

Se votaba el SI o el NO, nadie decía nada, entonces (nosotros acá hablábamos de esas cosas), fuimos a la esquina a esperar el ómnibus para ir a votar, no sé si a la Intendencia o dónde. El ómnibus iba lleno y Mariana [una de sus hijas, de cinco años] se encuentra con una compañera de escuela y le dice: “adiós María Laura, nosotros vamos para el voto del NO ¿y vos?” y nosotros nos queríamos morir porque, ta, era toda gente de Durazno y todo, pero no sabías lo que podía pasar. Acá [en casa] hacíamos reuniones, se hablaba de política, y de todo, las gurisas iban mamando desde chicas todo.

 

Si bien el triunfo del NO fue importante, para los entrevistados fue recién en 1983 cuando se sintieron un poco más libres. En palabras de Antonio: “pasamos a tener actividad con gente para las que éramos un cuco y empezaron a vernos como a personas normales”. Más allá del año preciso en que se dio ese cambio de contexto, interesa señalar que en los relatos analizados se puede notar una sensación de “alivio” cuando rememoran esos momentos.

Hay en los testimonios una serie de “silencios” sobre ciertos puntos. Esto ha llevado a preguntarme por qué este tipo de experiencias no son públicas, ¿cuánto tienen que ver en esto las características de su militancia, tanto previa como posterior a su detención?, ¿ese silencio no ha sido una opción necesaria para poder comunicarse y seguir conviviendo con el resto de la sociedad, en este caso, la duraznense? Es importante, para este punto, tener en cuenta otras experiencias, como las de aquellas personas que habiendo sido detenidas en la ciudad no volvieron a vivir allí u optaron por irse a otras ciudades o países[23].

 

Reflexiones finales

 

Todos los entrevistados se quedaron a vivir en la ciudad de Durazno cuando salieron de la cárcel (Carmelo se fue al poco tiempo para Colombia). Uno de los principales motivos fue que gracias a algún/os conocido/s (no necesariamente “compañero/s”) pudieron conseguir trabajo a pesar de las dificultades que la Libertad Vigilada ocasionaba. El nivel de detenciones fue tan alto y masivo en todo el país que se generaron “redes de solidaridad” entre sus pobladores, muchas veces invisibles para los investigadores. Esos gestos han sido resaltados por todos mis entrevistados, sin que sea necesario que yo se los pregunte.

En su trabajo sobre los rusos de San Javier, Virginia Martínez afirma, en base a entrevistas a ex presas/os que volvieron al “pueblo” en distintas etapas (1976 y 1980-81) que el miedo dañó la solidaridad que lo había caracterizado y cita fragmentos en algunos casos muy similares a lo relatado (en parte) por algunos de “mis” entrevistados[24]. Algo parecido sostiene Rico cuando explica que la clausura de los espacios públicos tuvo como uno de sus efectos principales “la restricción de las formas de solidaridad social”, dañadas por los mecanismos represivos que provocaron miedo generalizado y el encierro de las familias y las personas sobre sí[25]. Con ideas similares a estas empecé mis entrevistas y trabajo de campo en la ciudad de Durazno, pero el análisis de las entrevistas me hizo ver otros aspectos que no había tenido en cuenta, como los gestos de solidaridad.

Esto no quiere decir, por supuesto, que el alto nivel represivo haya generado un país plenamente solidario; pero se puede entender, al analizar los relatos trabajados, por qué volvieron a la ciudad donde fueron detenidos, a pesar del entorno represivo y el control social que pesó sobre ellos (seguramente mucho mayor que en una ciudad más grande). Experiencias similares deben haber en todo el país. Sin embargo, se ha trabajado muy poco sobre ellas.

A lo largo del artículo, he dado cuenta de diversas actitudes sociales, sobre todo hacia los ex presos y sus familias, de personas de “derecha” como las han definido ellos. Por eso me parecen esclarecedoras las palabras de Pilar Calveiro para pensar estos casos (pero también otros) cuando dice que los actores sociales fueron extrañas combinaciones de formas de obediencia y formas de rebelión. Nada quedó blanco o negro; todo alcanzó raras tonalidades, a veces incomprensibles”[26].

Para un trabajo como este, hubiese sido fundamental poder complementar y contrastar informaciones con los archivos que están en manos de los organismos de Inteligencia. No solo para combinar fuentes diversas. Esos archivos permitirían conocer mejor las actividades políticas, gremiales-estudiantiles, sobre el MLN y otros grupos políticos o guerrilleros (a la prensa o no le interesaba dar información, o lo tenía prohibido), las diversas actividades consideradas “peligrosas”, como la música popular o el teatro. A la vez, manejar esa información también permitiría ver sus límites, sus errores.

Para cerrar el capítulo, vuelvo a plantear algunas interrogantes que me han surgido mientras analizaba las entrevistas (intentar responderlas llevaría otro capítulo, u otra tesis): Pollak plantea que los vacíos de la memoria o los “olvidos” surgen por una reflexión sobre la utilidad misma de hablar y trasmitir el pasado[27] ¿cuántos silencios o no-dichos hubo por ser yo amigo y casi de la misma edad que la mayoría de los hijos de los entrevistados? ¿Cuántos porque ellos son conocidos, o muy conocidos (amigos) de mis padres? ¿Cuánto ha influido en la condición “subterránea” de este tipo de memorias, las experiencias de “otros” presos que se han hecho públicas, a través de libros con éxitos de ventas, documentales y otros “soportes” (encuadradores) de la memoria?

Finalmente, creo que vale preguntarse hasta dónde la violencia ejercida por el gobierno (y celebrada desde algunos sectores de la sociedad y de la prensa) fragmentó las solidaridades y generó solo temor. Si bien eso sin dudas pasó, los análisis hechos han permitido conocer, por ejemplo, redes de solidaridad generadas entre vecinos (aún entre aquellos que no compartían opiniones políticas) que dan cuenta de la incapacidad del régimen (más allá de sus constantes intenciones) de penetrar íntegramente en la sociedad. Los ejemplos citados de los trabajos de Martínez y Rodríguez enfocados en otros lugares del interior permiten conocer experiencias similares resignificadas de otra forma, sea porque son personas distintas o porque el contexto y los lugares donde vivían tenían características particulares, difíciles de generalizar a “el interior” como un todo.

 

Bibliografía

 

Álvaro Rico (coord.) Investigación histórica sobre la dictadura y el terrorismo de Estado en el Uruguay (1973-1985), tomo dos, Montevideo, Udelar-CSIC-FHCE, 2008

Álvaro Rico. “Sobre el autoritarismo y el golpe de Estado. La dictadura y el dictador” en AAVV. La dictadura Cívico-Militar. Uruguay 1973-1985, Montevideo, EBO, 2010, pp. 179-246

Ariel Poloni y Hernán Poloni. Cuando la palmera se enamoró del viento… y otros cuentos. 1972-1975, Montevideo, Azul Marino, 2007

Ariel Poloni y Hernán Poloni. Usted es culpable: merece morir, Montevideo, Azul Marino, 2009

Clara  Aldrghi. La izquierda armada, Montevideo, Trilce, 2001

Javier Correa Morales. “La dictadura en ciudades, pueblos y villas del interior del país. Un acercamiento al tema” en Memoria, dictadura y derechos humanos, Montevideo, MEC-AEBU, 2009, pp. 25-31

Javier Correa Morales. “Preso en mi ciudad: de vecinos a sediciosos. Experiencias y memorias de presos políticos de la ciudad de Durazno durante el autoritarismo en Uruguay” en Cuadernos de la historia reciente. 1968 Uruguay 1985, Montevideo, EBO, 2008, pp. 71-80

Javier Correa Morales. Lo hicimos ayer, hoy y lo seguiremos haciendo en todos los puestos que nuestra Patria nos necesite. Análisis de las estrategias del gobierno dictatorial uruguayo para ampliar sus bases de apoyo, y sus recepciones periodísticas, políticas y sociales  (1973-1980). Tesis de maestría, La Plata, UNLP, 2015

Lourdes Rodríguez. “Prohibieron el agua pero no la sed. Víctimas de la dictadura cuentan el infierno que les tocó vivir”, en La Diaria, 20/3/2007, pp. 6-8

Ludmila da Silva Catela. “Presentación”, en POLLAK, Michael. Memoria, olvido, silencio, La Plata, Al Margen, 2006, pp. 9-15

Michael Pollak. Memoria, olvido, silencio, La Plata, Al Margen, 2006

Pilar Calveiro. Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina, Buenos Aires, Colihue, 2004

Serpaj Uruguay. Nunca Más. Montevideo, Serpaj, 1989

Virginia Martínez. Los rusos de San Javier. Perseguidos por el zar. Perseguidos por la dictadura uruguaya. De Vasili Lubkov a Vladimir Roslik, Montevideo, EBO, 2013

 

 

Recibido: 28/05/2016

Evaluado: 27/06/2016

Versión Final: 14/08/2016



[1] Este artículo, es una adaptación de uno de los capítulos de mi tesis de Maestría (en Historia y Memoria, UNLP Fue dirigida por Daniel Lvovich y co-dirigida por Aldo Marchesi. La defendí en La Plata el 11/12/2015.

[2] Según los últimos datos, viven 57. 088 personas en todo el departamento y en la ciudad de Durazno 34. 368. Desde las elecciones de 1946 todos los intendentes han pertenecido al Partido Nacional (PN).

En cuanto al resto de los partidos, desde la década del setenta el Partido Colorado (PC) ha perdido respaldo electoral, principalmente a manos del FA. Durante la dictadura en el plebiscito de 1980 votaron en contra del proyecto propuesto por los militares para perpetuarse en el poder (el “NO”) 52. 71 %, y por el SI 47, 29 %. Los resultados nacionales indicaron un 57, 21% para el NO.

Cuatro ciudadanos duraznenses fueron asesinados por fuerzas militares o para-militares en Montevideo y luego velados en Durazno entre 1970 y 1974. El 24 de mayo de 1973 murió, a causa de las torturas recibidas en el cuartel del Regimiento de Caballería Nº 2, Óscar Fernández Mendieta, un joven duraznense militante del PCR acusado por las Fuerzas Conjuntas de pertenecer a la “sedición”.

En 1976, en el marco del gran operativo contra el Partido Comunista del Uruguay, nuevamente hubo detenciones masivas en la ciudad. En tanto, en Buenos Aires dos duraznenses (vinculados al PCR) fueron desaparecidos en el marco del Plan Cóndor en 1978: Célica Gómez, el 3 de enero, y Héctor Giordano, el 9 de junio. Estas y otras prácticas represivas marcaron (con matices) los 13 años de gobierno cívico militar y no solo afectaron a izquierdistas. Javier Correa Morales. Lo hicimos ayer, hoy y lo seguiremos haciendo en todos los puestos que nuestra Patria nos necesite. Análisis de las estrategias del gobierno dictatorial uruguayo para ampliar sus bases de apoyo, y sus recepciones periodísticas, políticas y sociales  (1973-1980). Tesis de maestría. La Plata, UNLP, 2015.

[3]  Ludmila da Silva Catela. “Introducción”, en Michael Pollak, Memoria, olvido, silencio, La Plata, Al Margen, 2006, p. 11.

[4] Clara Aldrighi. La izquierda armada. Montevideo, Trilce, 2001, pp. 115-116.

[5] Javier Correa Morales. “La dictadura en ciudades, pueblos y villas del interior del país. Un acercamiento al tema”, en Memoria, dictadura y derechos humanos, Montevideo, MEC-AEBU, 2009, pp. 25-31.

[6] Serpaj Uruguay. Nunca Más. Montevideo, Serpaj, 1989, pp. 187-188.

[7] Esa puede ser considerada una categoría nativa ya que en más de una oportunidad, cuando les pedía a las personas “que no habían sido nada” una entrevista, me aconsejaban hablar con “fulano, ese sí fue tupamaro”.

[8]Ariel Poloni y Hernán Poloni. Cuando la palmera se enamoró del viento… y otros cuentos. 1972-1975, Montevideo, Azul Marino, 2007.

[9] Ariel Poloni; Juan José Reyes. Usted es culpable: merece morir, Montevideo, Azul Marino, 2009.

[10] Cuatro de las entrevistas que analizo en este apartado fueron utilizadas en un trabajo que publiqué en los Cuadernos de Historia Reciente en 2008.

[11] Álvaro Rico. “Sobre el autoritarismo y el golpe de Estado. La dictadura y el dictador”, en AAVV La dictadura Cívico-Militar. Uruguay 1973-1985, Montevideo, EBO, 2010, p. 202.

[12] La entrevista fue el 19 de julio de 2008 en su casa. El 24 de noviembre de ese año me entregó la versión corregida.

[13] Es un pequeño pueblo del Este de Durazno, a 140 km de la capital. Según el censo de 1963, vivían allí 1539 personas (el de 2011 indicó 1443).

[14] La entrevista fue el 19 de julio de 2008 en su casa de Durazno. Me la entregó corregida el 13 de febrero del año siguiente.

 

[15] La entrevista fue realizada en su casa de Durazno el 17 de enero de 2006.

[16] La entrevista fue realizada en su casa, el 16 de febrero de 2009

[17] Realizamos dos entrevistas una el 17 de enero de 2006 y la otra el 3 de mayo de 2008. Las dos en Durazno, en su casa.

[18] Estuvo preso en distintos batallones y cuarteles de Montevideo. Cuando su esposa salió de la cárcel, en enero de 1977, vivieron en Durazno y al año se fueron a Colombia de donde volvieron (para Durazno) en 1986. La entrevista se realizó en Durazno el 2 y 3 de mayo de 2008.

[19] Se pusieron de novios en 1961. Militaron en el Partido Demócrata Cristiano (PDC) hasta los primeros años de la década de 1970. Julio fue profesor de Física, tenía 33 cuando lo detuvieron. Estuvo preso hasta el 10 de marzo de 1985. La entrevista fue en su casa el 18 de julio de 2008 y corregida por ambos.

Julio murió en Durazno el 21 de octubre de 2013.

[20] Tienen cuatro hijos y cinco nietos. La entrevista fue realizada en su casa el 17 de julio de 2008; el 1º de diciembre me entregó la versión transcripta y corregida.

[21] Cuando corrigió la entrevista, me pidió que sacara los nombres de las personas que nombraba que no eran de su familia, por eso la letra para identificar el apellido del doctor. Trabajó allí hasta que se jubiló, en mayo de 2013.

[22] El coronel Trabal era agregado militar en Gran Bretaña y Francia. Había sido, en Uruguay, director del Servicio de Información y Defensa (SID). Fue asesinado en París el 19 de diciembre de 1974. Si bien no se ha confirmado, es muy probable que a Trabal lo hayan asesinado militares uruguayos.

[23] Lourdes Rodríguez publicó una investigación en La Diaria sobre el caso de 38 jóvenes detenidos en la ciudad de Treinta y Tres en abril de 1975; si bien el caso es muy diferente al trabajado aquí (por la edad de los detenidos, las circunstancias y la campaña de estigmatización que se lanzó sobre ellos a través de medios de prensa afines al gobierno) puede resultar útil la experiencia de tres de esas jóvenes que tras quedar en “libertad” en noviembre de ese año, volvieron a Treinta y Tres pero se fueron casi en seguida porque no podían soportar el control y la persecución que pesaba sobre ellas y su entorno. Una de ellas afirmó: “Hubo quienes se quedaron e hicieron su vida, yo no entiendo cómo pudieron. Nunca más se me ocurrió que pudiera vivir en Treinta y Tres”. Según contaron, les llevó más de 29 años poder hablar de aquellas experiencias públicamente. (“Prohibieron el agua pero no la sed. Víctimas de la dictadura cuentan el infierno que les tocó vivir”, en La Diaria, 20/3/2007, pp. 6-8.

[24] Virginia Martínez. Los rusos de San Javier. Perseguidos por el zar. Perseguidos por la dictadura uruguaya. De Vasili Lubkov a Vladimir Roslik, Montevideo, EBO, 2013, pp. 115 y 145.

[25] Álvaro Rico. Investigación histórica sobre la dictadura y el terrorismo de Estado en el Uruguay (1973-1985), T. II, Montevideo, Udelar-CSIC-FHCE, 2008, p. 422.

[26] Pilar Calveiro. Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina, Buenos Aires, Colihue, 2004, p. 158.

[27] Michael Pollak. Memoria, olvido… Op. Cit, pp. 20 y 31.