El pasado de Palestina en disputa:
Arqueología y religión en el conflicto palestino-israelí
Disputing Palestine’s Past:
Archaeology and Religion in the
Palestinian-Israeli Conflict
Emanuel Pfoh
Universidad Nacional de La
Plata
Instituto Multidisciplinario de Historia y
Ciencias Humanas
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
epfoh@conicet.gov.ar
Resumen
El presente artículo aborda
temáticas centrales acerca de la composición cultural e histórica del moderno
conflicto palestino-israelí, en particular la relevancia del pasado más antiguo
de la región de Palestina para distintos actores a través del tiempo.
Cuestiones relativas a la identidad cultural de Occidente en relación con
Palestina, a la arqueología bíblica, a la aparición del sionismo como
movimiento nacionalista, al rol de la arqueología en el Estado de Israel y al
desarrollo de una arqueología palestina de la región son tratados, si bien
sumariamente, en su interrelación para comprender las variadas raíces del
conflicto desde una perspectiva histórica.
Palabras Clave
Israel; Palestina; conflicto; arqueología;
Biblia; sionismo
Abstract
This paper addresses
key thematic issues relating to cultural and historical aspects of the modern
Palestinian-Israeli conflict, especially in regard to the relevance of
Palestine’s ancient past for different historical actors. Questions related to
the cultural identity of the West and Palestine, biblical archaeology, Zionism
and nationalism, the role of archaeology in the State of Israel and the
development of a Palestinian archaeology are concisely treated in their
interrelationship in order to expose an historical understanding of the
conflict.
Keywords
Israel;
Palestine; conflict; archaeology; Bible; Zionism
Palestina y la identidad cultural del Occidente
cristiano
El territorio de Palestina—entendido en
términos generales como el espacio geográfico que se encuentra entre el río
Litani y los Altos del Golán al norte, el río Jordán al este y el desierto del
Sinaí al sudoeste, aunque sus fronteras y límites han variado de diverso modo a
lo largo de los siglos—ha tenido durante dos milenios un rol de considerable
importancia para el mundo occidental por ser el escenario, primeramente, de los
relatos de la Biblia Hebrea (o del Antiguo Testamento), y luego, de los inicios
mismos del cristianismo; instancias inaugurales, junto con los componentes
culturales de Grecia y Roma, de la civilización de Occidente. En efecto, ya los
Padres de la Iglesia concibieron a Palestina como terra sancta, como un
espacio de singular importancia ontológica, puesto que fue allí mismo, y no en
otro lugar de la tierra, que se produjo la revelación, el ministerio y la
resurrección de Jesucristo[1].
Esta comprensión de Palestina como lugar
fundacional durante los primeros siglos del cristianismo bien podría entenderse
como una primera apropiación simbólica del territorio–no obstante el imaginario
de las poblaciones nativas– desde centros políticos y culturales externos. Tal
apropiación, refrendada especialmente por la conversión al cristianismo del emperador
Constantino I El Grande (324-337), junto con su manifestación material, no hizo
sino engrosar una serie de instancias consecutivas de apropiación del Levante
meridional por parte de fuerzas invasoras que se remonta hasta mediados del
segundo milenio a.C.[2]La
ocupación del imperio bizantino fue sucedida por la conquista por parte de los
ejércitos islámicos del califa Umar ibn al-Khattab (634-644) en 636-638.Las
cruzadas europeas a Tierra Santa recuperaron el territorio de Siria-Palestina
para el cristianismo por casi dos siglos (1099-1291)[3],
hasta que nuevamente su posesión se repartió entre distintos poderes externos
islámicos: los ayubíes, desde la conquista de Jerusalén por Saladino en
1187hasta 1260;los mongoles, en distintas incursiones en el Levante durante las
segunda mitad del siglo XIII; los mamelucos de Egipto, hasta 1516 y,
finalmente, en ese mismo año, los otomanos, hasta 1918, en el contexto de la
Primera Guerra Mundial (1914-1918). La corona británica se haría luego cargo
del control militar y de la administración formal de Palestina hasta las
vísperas de la proclamación del Estado de Israel en 1948[4].
En plena ocupación otomana del territorio,
durante la célebre expedición de Napoleón Bonaparte a Egipto de 1798-1801 y
siete siglos después de la Primera Cruzada, Europa habría de incursionar
nuevamente en Palestina en 1799. Este año, en verdad, puede considerarse como
el hito que marca el redescubrimiento de Palestina por parte del Occidente
cristiano, pero, a partir de ahora, esencialmente bajo coordenadas de
exploración científica. Esta nueva apropiación simbólica del paisaje histórico,
estaba conducida por una visión racional, representada por disciplinas como la
topografía, la geología, la arqueología, etc.; no obstante, un impulso sociocultural
cristiano (notablemente, evangélico-protestante) y el deseo por recuperar
paisajes bíblicos hicieron las veces de primer motor detrás de varias de estas
investigaciones[5].
Investigaciones en arqueología bíblica
(1865-1948)
Desde tiempos del emperador Constantino,
Palestina no dejó de recibir peregrinos, tanto judíos como cristianos y
posteriormente musulmanes (aunque de manera intermitente, de acuerdo con las
situaciones políticas que atravesaba la región), y de ese modo, especialmente a
partir de tiempos medievales, se fue gestando un acervo de conocimiento y
representación occidental de la geografía sagrada de la región que se mantuvo
hasta los inicios de la era moderna[6].
Con la mencionada expedición napoleónica, al peregrinaje y a la exploración geográfica
y religiosa de Palestina, se integró–decíamos– la intención de comprender
científicamente la historicidad del pasado bíblico, de transitar por caminos y
habitar locaciones anteriormente transitadas y habitadas por personajes
bíblicos, lo cual propició y condujo en gran medida la investigación
sistemática del territorio en sus diversos aspectos, desde la historia natural
hasta la producción cultural de las sociedades que lo ocuparon. Si bien dichas
exploraciones comienzan de manera irregular con las aventuras e incursiones de
algunos individuos notables en las primeras décadas del siglo XIX, la fundación
en Londres del Palestine Exploration Fund en 1865–al que luego se le
sumará en Alemania el Deutscher Verein zur Erforschung Palästinas en
1877–, marca el inicio formal e institucional de esta indagación científica
sobre Palestina, actividad coronada con una serie de relevamientos topográficos
y científicos pioneros: la “Survey of Western Palestine” (1871-1877), la
“Survey of Eastern Palestine” (1883-1884) y la “Survey of the Wilderness of
Zin” (1913)[7].
A la par de la investigación científica,
Palestina fue igualmente comprendida durante este período en claros términos
geopolíticos y de valor estratégico-económico en Medio Oriente por parte del
gobierno británico, y también de otros poderes europeos[8].
Así pues, luego de la caída del imperio otomano en 1918, Gran Bretaña ocupó no
sólo Palestina sino también las regiones de Transjordania e Irak (los
británicos habían ocupado también Egipto en 1882), bajo el esquema de
protectorado a través de un Mandato sobre estos territorios (1920-1948). Dicha
ocupación territorial fue posible, en gran medida, gracias a las actividades de
inteligencia militar llevadas a cabo en conjunto con las exploraciones y
relevamientos científicos inmediatamente anteriores[9].
Ya durante el Mandato británico, las
exploraciones arqueológicas y geográficas de Palestina reproducían la unión
entre el antiguo pasado bíblico y el presente de un Occidente cristiano que
reclamaba el territorio como suyo, no solamente en términos geopolíticos sino
también —como ya indicamos— simbólicos, como parte fundacional de la cultura
occidental. Es, por cierto, durante estas primeras décadas del siglo XX que
dicho reclamo de pertenencia territorial experimentó una transición de agente
principal: del Occidente cristiano al movimiento sionista. En efecto, y de modo
análogo a la imaginación y la representación post-napoleónica del territorio,
el sionismo europeo imaginó a Palestina a partir de la construcción de una
geografía cultural del territorio anclada en una interpretación secular de las
tradiciones bíblicas y en ciertas reivindicaciones sociales y políticas. Los
pobladores árabes palestinos, especialmente los habitantes de aldeas y
campesinos (fellahin) y los beduinos, fueron inicialmente
invisibilizados por esta concepción victoriana compartida por científicos
europeos, colonos evangélicos e ideólogos sionistas; su presencia, durante las
primeras décadas del siglo XX, tampoco fue tomada demasiado en cuenta, excepto
como ejemplo vivo de un pasado bíblico evocado originalmente desde la
religiosidad y la tradición pero ahora superado por el progreso y la
modernización que se arrogaba el sionismo en esa nueva tierra prometida[10].
Sionismo y nacionalismo
El siglo XIX fue el período en el que se
configuraron los nacionalismos modernos en Europa. Y, por cierto, no resulta
extraño que durante la primera mitad de ese siglo autores alemanes de origen
judío, como I.M. Jost (1793-1860), L. Zunz (1794-1886), M. Hess (1812-1875) y
H. Graetz (1817-1891), comenzaran a escribir historias nacionales del pueblo
judío, de manera similar a las historias nacionales del pueblo alemán o del
pueblo francés publicadascontemporáneamente[11].
Es con las obras de estos intelectuales que la idea de “pueblo judío” dejó de
remitir primariamente a una confesión de fey pasó a denotar una categoría
nacional, que incorporaba a aquella fe, pero que emplazaba a su práctica en un
lugar secundario y que la trascendía en tanto que una comunidad nacional, una nación
judía comenzaba a ser imaginada, se profesara la fe o no. Este
protonacionalismo judío de la primera mitad del siglo XIX fue el antecesor
directo del sionismo político que se desarrolló durante la segunda mitad de
dicho siglo[12].
En efecto, Shlomo Sand refiere a este mismo proceso como “la invención del
pueblo judío” a partir de coordenadas seculares y no religiosas[13].
Y también, con la invención nacionalista del pueblo judío, señala Sand, se
produjo una “invención de la tierra de Israel” como territorio nacional: eretz
Israel, un concepto ambiguo en sus alcances territoriales específicos,
empleado en las escrituras bíblicas y rabínicas para referirse grosso modo
a Palestina y, en especial, a Jerusalén y a la zona de Judea como “territorio
espiritual” del judaísmo, adoptó una nueva dimensión hegemónica, con la prédica
y la expansión del sionismo, como territorio nacional[14].
Esta nueva comprensión de Palestina tuvo su
mayor expresión en la representación misma del territorio. Con el inicio de la
colonización sionista en 1882y una presencia minoritaria de colonos judíos en
términos absolutos, pero que aumentaba a medida pasaban las décadas, se hizo
necesaria una nueva manera de concebir el territorio acorde con el crecimiento
demográfico judío y la ideología política del sionismo, que lo reclamaba como
propio. Las investigaciones topográficas del Palestine Exploration Fund habían
sentado ya las bases para que posteriormente, a partir de 1922 la Jewish
Palestine Exploration Society comenzara a producir mapas de Palestina con
una toponimia desarabizada, reemplazando los nombres en árabe de accidentes
geográficos y de poblados y aldeas con una nomenclatura hebraizada,
“restituyendo”, en palabras de los especialistas sionistas, los nombres
originales (i.e., bíblicos) del paisaje natural y cultural de lo que ahora era
comprendido como la tierra de Israel[15].
Esta reconfiguración cartográfica de Palestina fue posteriormente mantenida y
desarrollada durante las primeras décadas de existencia del Estado de Israel.
El Estado de Israel y la arqueología bíblica
Con el antecedente de la exploración geográfica
de Palestina en el siglo XIX, la investigación arqueológica israelí tuvo su
matriz conceptual en la arqueología bíblica europea y norteamericana. A partir
de la fundación del Estado de Israel en 1948, la arqueología israelí mantuvo
como propias dichas tradiciones científicas dominantes, arribando a
conclusiones con una fuerte impronta nacionalista. La concepción, por ejemplo,
de parte de los arqueólogos israelíes de las primeras dos décadas del Estado,
de la cultura material de la Edad del Bronce (ca. 3300-1200 a.C.) como propia
de un “período cananeo” en la zona, reemplazada luego por la cultura material
de la Edad del Hierro (ca. 1200-600 a.C.), exponiendo un “período israelita” en
la región, pone de relieve el sesgo nacionalista y étnico que dominaba la labor
de interpretación arqueológica, y que expresaba un traspaso de hegemonía
cultural y “nacional” en el registro arqueológico de la Palestina
pre-helenística, reflejando asimismo la transición hacia una hegemonía política
israelí producida a partir de 1948. La interpretación del pasado se ponía así
al servicio del presente para demostrar la legitimidad del Estado de Israel
sobre el territorio que había comenzado a ocupar institucional y militarmente,
y también con la intención de exponer las raíces más antiguas de la presencia
israelita y, por lo tanto, judía en el registro arqueológico de Palestina[16].
La Guerra de los Seis Días en Junio de 1967,
que había tenido como resultado la conquista de Jerusalén oriental por parte de
Israel, además de los territorios ahora formalmente llamados Judea y Samaria
(la Ribera Occidental), entre otros, abrió la oportunidad para expandir
espacialmente la exploración arqueológica. En efecto, a partir de 1967, y en
particular durante las dos décadas siguientes, se llevaron a cabo una serie de
prospecciones arqueológicas de superficie (surveys) que permitieron
componer, eventualmente, una nueva explicación sobre los orígenes “nativos” de
los antiguos israelitas en Palestina hacia fines del segundo milenio a.C.,
contrariamente a lo que podía interpretarse en el texto bíblico[17].
Este desarrollo coincidió, en efecto, con la progresiva profesionalización de
la arqueología israelí, cada vez menos absorbida por sentimientos nacionalistas
y por intenciones de recuperar el pasado bíblico, como en décadas anteriores.
Por otro lado, y especialmente durante los años
’70, el nacionalismo israelí, otrora secular en todas sus manifestaciones, fue
adquiriendo tintes religiosos, inclusive ortodoxos y fundamentalistas, en
ciertos sectores de la sociedad, que reclamaban –y que todavía lo hacen– la
ocupación total del Gran Israel bíblico, el Israel de los reyes David y
Salomón, desde el río Éufrates en Siria hasta la península de Sinaí y algunos
territorios transjordanos[18].
Desde esta última perspectiva fundamentalista, la Biblia se transformaba en un
documento de propiedad de la tierra otorgada por Dios, y todos aquellos que no
estaban incluidos en dicho plan divino –notablemente, los palestinos– debían
ser expulsados de la tierra de Israel. Algunos de estos grupos
fundamentalistas, en particular el Gush Emunim (el “bloque de los
fieles”) en la Ribera Occidental, utilizaron la arqueología y sus resultados
como testimonio material de la presencia milenaria del pueblo judío en
Palestina y como confirmación de sus derechos a recuperar un territorio
concedido por la divinidad y que debía ser redimido de la población no judía
que lo ocupó hasta el momento del retorno del pueblo judío a eretz Israel[19].
Este mismo entendimiento se verifica igualmente en el presente, aunque con
algunas variaciones, en la fundamentación del financiamiento privado de
excavaciones arqueológicas en la sección oriental de Jerusalén[20].
El desarrollo de una arqueología palestina y la
“nueva arqueología bíblica”
A partir de la segunda mitad del siglo XX,
cuando el nacionalismo palestino se hubo constituido formalmente ya como un
elemento de incidencia en la política y la sociedad israelíes[21],
una arqueología propiamente palestina comenzó a desarrollarse de manera
concreta. Al respecto, se debe tener en cuenta, por ejemplo, el notable
antecedente en los estudios sobre el folklore y la etnografía palestinos que
significó la obra de Tawfīq Canaan (1882-1964) durante las primeras cuatro
décadas del siglo XX[22].Sin
embargo, la arqueología científica de Palestina por parte de palestinos inicia
recién en los años ’70, especialmente en la Universidad de Birzeit y bajo la
dirección de Albert Glock, arqueólogo norteamericano instalado desde entonces
en Israel/Palestina. Esta primera fase, de organización y formación de recursos
humanos especializados, se extendió hasta principios de los años ’90,
coincidentemente con la muerte bajo circunstancias extrañas de Glock en 1992. A
partir de ese momento, y si bien en 1994 la flamante Autoridad Nacional
Palestina constituyó el Departamento Palestino de Antigüedades y Patrimonio
Cultural, la arqueología de Palestina hecha por palestinos estuvo jalonada por
disputas internas en diversos ámbitos políticos del movimiento nacionalista
palestino,algunos de cuyos miembros, por ejemplo, intentaban demostrar la
antigüedad de los palestinos en la región a través de la creación (o la
exposición) de vínculos con los antiguos cananeos de la Edad del Bronce. Ésta
era, en rigor, una estrategia similar a aquella utilizada por los arqueólogos
israelíes durante las primeras décadas del Estado, apelando a la cultura
material de los antiguos israelitas. Dicha politización de la arqueología
palestina no ayudó en nada a su sustanciación como disciplina profesional[23].
Finalmente, y ante la situación política en Israel/Palestina y los obstáculos
que la ocupación israelí de la Ribera Occidental generaba para el flujo normal
de recursos materiales y humanos, el Departamento de Arqueología de la
Universidad de Birzeit cerró sus puertas en 2003, aunque actualmente la
actividad se ha renovado y existe un programa de educación de grado (B.A.) en
arqueología en el ahora llamado Departamento de Historia y Arqueología de dicha
universidad[24].
Del lado occidental de la cuestión (Europa,
EE.UU., Israel), la ya anticuada arqueología bíblica intentó modernizarse,
especialmente durante las últimas tres décadas, apelando a nuevos métodos y
horizontes de investigación, teniendo en cuenta en particular los debates y
desarrollos historiográficos de la década de los ’90. No obstante, dicha new
biblical archaeology–como se la conoce, para diferenciarla de la
arqueología bíblica del período 1920-1970– representa, en rigor, más una
actualización de nombre que un cambio real de epistemología histórica. La
matriz religiosa, o mejor dicho confesional, especialmente en el ámbito
norteamericano, sigue dictando en gran medida la investigación y los modos de
“reconstruir” la historia de Israel[25].
En efecto, en el ámbito de los estudios bíblicos –donde dicha nueva arqueología
bíblica tiene su mayor expresión–, la “historia de Israel” continúa siendo el
marco general de investigación sobre el pasado de la Palestina antigua, tanto
desde enfoques explícitamente conservadores[26]
como desde aquellos un tanto más críticos[27].
Como contraparte de estos desarrollos
preponderantes en la academia occidental, debe mencionarse la reciente
constitución del Palestine’s History and Heritage Project, iniciado en
2014 y dirigido por Thomas L. Thompson, Ingrid Hjelm y Mahmoud Issa de la
Facultad de Teología de la Universidad de Copenhague en Dinamarca. La
organización de este proyecto colectivo contempla la publicación de una
historia general y comprensiva de Palestina, desde tiempos prehistóricos hasta
la actualidad, en varios volúmenes y a cargo de diferentes especialistas
internacionales, incluyendo entre ellos a investigadores israelíes y
palestinos. Dicho esfuerzo plantea, en verdad, una versión alternativa sobre la
manera en que se ha narrado tradicionalmente la historia antigua de Palestina
desde Occidente, vale decir, con una preponderancia de la historia de Israel y
del registro bíblico por sobre las diferentes realidades históricas que
constituyen el pasado de la región, realidades que pueden ser recuperadas de
mejor manera a partir de aportes no confesionales ni políticos de la
arqueología, la geografía, la antropología y los estudios culturales, para dar
cuenta de los desarrollos locales e ininterrumpidos durante más de cinco
milenios de historia[28].
Consideraciones finales
El repaso general y sintético de los temas
expuestos aquí tiene como principal objetivo generar una actitud crítica y
reflexiva frente a los usos políticos del pasado, tanto del pasado como
producto académico e historiográfico como del pasado imaginado colectivamente
en la sociedad por parte de distintos actores. La limpieza étnica de Palestina,
producida por los enfrentamientos bélicos de 1947 y por la creación del Estado
de Israel en 1948, ha sido estudiada y expuesta por varios especialistas, entre
otros, recientemente y de manera contundente, por Ilan Pappe[29].
Sin embargo, también deberíamos evitar que la limpieza cultural de
Palestina, de sus memorias y tradiciones, siga produciéndose más de seis
décadas después de 1948, no sólo para empoderar y concientizar a la sociedad
palestina de su rico pasado histórico en la región, sino también porque el
patrimonio cultural y arqueológico de Palestina pertenece a todos–judíos,
cristianos y musulmanes– y no exclusivamente a sectores nacionales o étnicos
particulares. Escribir una historia integral de Palestina, precisamente, debe
atender a esta cuestión para poder superar así, entre otras cosas, la mirada
sesgada que produce una racionalización del relato bíblico como principal
fuente del pasado más antiguo de la región[30].
Es menester aclarar, por cierto, que desde los
años ’70 en adelante la visión nacionalista-religiosa en el Estado de Israel,
que vinculaba mandatos bíblicos con políticas de Estado con respecto a la
población palestina y la hegemonía judía en el territorio, ha sido en general
minoritaria en la sociedad israelí[31].
Sin embargo, si ampliamos nuestra perspectiva a los más de cien años de
conformación del llamado conflicto palestino-israelí, podemos observar en
términos generales, y con mínimas excepciones, que la falta de integración con
la población local por parte de los primeros colonos judíos provenientes de
Europa, y por quienes los siguieron, fue una práctica constante en el
movimiento sionista. Ya sea desde un punto de vista secular como desde uno
religioso, la población palestina nunca fue en realidad pensada como parte
integral del Estado de Israel[32].
Asimismo, no escapa a la ironía el hecho de que la colonización judía y la
progresiva marginalización de la población local tuvieran como resultado la
aceleración del proceso de conformación nacional de los palestinos, proceso
cuyo origen puede rastrearse hasta fines del siglo XIX con la inminente
desarticulación del imperio otomano[33].
Cabría señalar también que la apelación al
pasado bíblico como elemento de legitimación histórica de la política israelí
desde la creación del Estado ya no puede ser sostenida a partir de criterios
formalmente históricos. En las últimas décadas, la historiografía moderna sobre
el llamado “antiguo Israel” ha refutado de manera contundente gran parte de la
asumida historicidad del relato bíblico. Los patriarcas Abraham, Isaac y Jacob
ya no pueden ser comprendidos como personajes realmente históricos. Del éxodo
de los antiguos israelitas desde Egipto, no existen pruebas históricas o
indicios convincentes. Inclusive el gran reino de David y Salomón no puede ser
considerado histórico, a partir de lo que la arqueología ha revelado en las
últimas décadas. En suma, la conclusión que puede obtenerse de este progreso
historiográfico es, en primer lugar, que la Biblia no puede ser leída de manera
literal o en un sentido moderno e histórico, sino que debe interpretarse con
mucho cuidado, como un conjunto complejo de alegorías mítico-teológicas que
apela a eventos del pasado pero sin que ello implique la historicidad necesaria
de estos eventos, y en segundo lugar, que la historia más antigua de la región
debe escribirse apelando a las fuentes primarias (arqueológicas, epigráficas y
textuales) antes que a partir de una racionalización de los relatos bíblicos o
siguiendo políticas nacionalistas modernas[34].
Desde su instauración como Estado judío,
antes que como Estado de todos sus habitantes, y sostenido en una apelación a
una relación histórica del pueblo israelita con Palestina, el Estado de Israel
se ha constituido en una comunidad civil y política en cierta medida exclusiva,
a la cual no pueden pertenecer de manera plena y sin inconvenientes todas
las personas que habitan su territorio o que han nacido en él, sino solamente
una mayoría etnorreligiosa, mayoría que comenzó siendo una minoría y que
alcanzó aquel grado a partir de un proceso de progresivo desplazamiento
territorial de la población palestina[35].
Más aún, ese Estado extiende su potencial pertenencia a individuos extraterritoriales,
vale decir, a ciudadanos de otras naciones, nacidos en otros países, pero que
profesan la fe judía o son descendientes de quienes la profesaban, mientras que
niega a otros individuos nacidos en Nablus, Ramallah o Jerusalén y de fe cristiana
o musulmana la posibilidad de ser ciudadanos en iguales condiciones de derecho
en dicho Estado. Esta desigualdad etnojurídica no puede ser mantenida en el
Estado israelí sin esperarse que genere crónicamente crisis y conflicto
interno. Sin ser categóricos, y sin descartar en absoluto la posibilidad de que
exista en el futuro un Estado Palestino soberano y autónomo sobre su
territorio, podríamos postular también que, tal vez, la clave de la resolución
del llamado conflicto palestino-israelí radique, no en la separación material a
través de muros, no en la exclusión territorial ni en el control físico y
humillante de la población palestina confinada espacial y simbólicamente[36]–medidas
sostenidas a partir de instancias atribuidas a razones de seguridad nacional
pero también fundadas, en cierto modo, en apelaciones a un pasado bíblico
acerca de la propiedad de la tierra–, sino más bien en la valiente y correcta
decisión política de abrir el Estado de Israel a todos sus ciudadanos, no sólo
aquellos que se identifican como judíos, y crear de esa manera una sociedad
israelí verdaderamente democrática e inclusiva.
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Recibido: 08/09/2016
Evaluado: 27/10/2016
Versión Final:
24/11/2016
[1]Véase R.L. Wilken. The Land Called
Holy: Palestine in Christian History & Thought. New Haven, Yale
University Press, 1992; E.H. Tejirian y R. Spector Simon. Conflict, Conquest, and Conversion: Two Thousand Years of Christian Missions
in the Middle East. Nueva York, Columbia University Press, 2012.
[2] Palestina, debido
a su ubicación estratégica entre continentes, fue ocupada por varios poderes a
través de milenios. En primer lugar, por el imperio egipcio durante unos tres
siglos (desde los inicios del siglo XV hasta comienzos del siglo XII a.C.,
aproximadamente). Luego de un período transicional, del cual surgen
organizaciones políticas autónomas (entre otras, el reino de Israel, entre 900
y 722 a.C.), la región fue nuevamente ocupada, con breves lapsos de autonomía
local, por fuerzas asirias, babilónicas, persas, helenísticas y romanas hasta
la llegada de la hegemonía romano-oriental/bizantina a la que referimos.
[3] La presencia
cruzada en Siria-Palestina puede dividirse en dos períodos: 1099-1187, con el
Primer Reino de Jerusalén, y 1192-1291, con el Segundo Reino de Jerusalén o
Reino de Acre; cf. C. Tyerman. God’s War: A New History of the Crusades. Londres,
Penguin Books, 2007, esp. pp. 176-240, 354-374 y 715-822.
[4] Cf. B. Scarcia Amoretti. “La Palestine musulmane”, en A. Giardina, M.
Liverani y B. Scarcia Amoretti.La Palestine: Histoire d’une terre, (Comprendre le
Moyen Orient).París, L’Harmattan, 1990, pp. 117-208; G. Krämer.Historia de Palestina: Desde la conquista otomana hasta la fundación del
Estado de Israel. Madrid, Siglo XXI, 2006 [edición original en alemán,
2002].
[5]Véase P.R.S. Moorey.A Century of
Biblical Archaeology. Cambridge, Lutterworth Press, 1991; J.J. Moscrop.Measuring Jerusalem: The Palestine
Exploration Fund and British Interest in the Holy Land.Leicester, Leicester University Press, 2000; H. Goren.»Zieht und erforscht das Land«. Die deutsche Palästinaforschung im 19.
Jahrhundert. Gotinga, Wallstein, 2003; idem.Dead Sea Level: Science, Exploration and
Imperial Interests in the Near East. Londres, I.B.
Tauris, 2011.Cf. también G. Biger.The
Boundaries of Modern Palestine, 1840-1947.Londres,
RoutledgeCurzon, 2004.
[6]Véase H. Donner.Pilgefahrt ins Heilige
Land: Die ältesten Berichte christlicher Palästinapilger (4.-7. Jh.).
Stuttgart, Verlag Katholisches Bibelwerk 2002; S. Lehmann-Brauns.Jerusalem sehen. Reiseberichte der 12. und
15. Jahrhunderts als empirische Anleitung zur geistigen Pilgefahrt, (Berliner
Kulturwissenschaft, 9). Freiburg im Breisgau, Rombach Verlag, 2010; V. Türck.Christliche Pilgerfahrten nach Jerusalem im
früheren Mittelalter im Spiegel der Pilgerbericht, (ADPV, 40).Wiesbaden, Harrassowitz, 2011; S. Sand.The Invention of the Land of Israel: From Holy Land to Homeland.
Londres, Verso Books, 2012, pp. 119-175.
[7] Cf. Moscrop, Measuring Jerusalem…,
Op. Cit.; Goren, »Zieht und erforscht das
Land«…, Op. Cit., pp. 320-339; Goren, Dead
Sea Level…, Op. Cit., pp. 1-115.
[8]N.A. Silberman. Digging for God and Country: Exploration,
Archaeology, and the Secret Struggle for the Holy Land, 1799-1917.Nueva
York, Doubleday, 1982; H. Goren. “Scientific Organizations as Agents of Change:
The Palestine Exploration Fund, the Deutsche
Verein zur Erforschung Palästinas and Nineteenth-Century Palestine”. Journal of Historical Geography, vol.
27, 2001, pp. 153-165; D. Trimbur y R. Aaronsohn, (editores).De Bonaparte à Balfour: La France, l’Europe
occidentale et la Palestine, 1799-1917.París, CNRS Éditions, 2008 [2001].
[9] J. Barr. A Line in the Sand:
Britain, France and the Struggle that Shaped the Middle East. Londres,
Simon&Schuster, 2011; sobre el mapeo de Palestina en este período, cf. D.
Gavish. A Survey of
Palestine under the British Mandate, 1920-1948. Londres,
RoutledgeCurzon, 2005.
[10]Véase en mayor
detalle E. Pfoh.“Geografías imaginadas,
práctica arqueológica y construcción nacional en Israel/Palestina”. Cuadernos
de Antropología Social, vol. 39, 2014, pp. 39-62; y G. Piterberg. The Returns of
Zionism: Myth, Politics and Scholarship in Israel. Londres, Verso Books, 2008, pp. 192-208.
[11]Cf. S. Sand. The Invention of the
Jewish People. Londres, Verso Books, 2009, pp. 87-107.
[12]Adoptamos aquí la
diferenciación entre “sionismo práctico” y “sionismo político” que realiza
Krämer, Historia de Palestina…, Op. Cit., pp. 97-115.
[13]Sand. The Invention of the Jewish
People…, Op. Cit.
[14]Véase Sand.The Invention of the
Land of Israel…,Op. Cit.,pp. 177-253.En particular, sobre Jerusalén, cf. N.
Abu el-Haj.Facts on the Ground: Archaeological Practice and Territorial
Self-Fashioning in Israeli Society. Chicago, The University of Chicago
Press, 2001, pp. 130-238; también M. Hawari. “The Citadel of Jerusalem: A Case
Study in the Appropriation of Archaeology in Palestine”. Present Pasts, vol. 2, 2010, pp. 89-95.
[15]Cf. M. Benvenisti. Sacred Landscape: The Buried History of the Holy
Land since 1948.Berkeley, University of California Press, 2000, pp. 11-54;
M. Azaryahu y A. Golan. “(Re)Naming the Landscape: The Formation of the Hebrew
Map of Israel 1949-1960”.Journal of
Historical Geography, vol. 27, 2001, pp. 178-195; B. Ra‘ad. Hidden Histories: Palestine and the Eastern
Mediterranean. Londres, Pluto Press, 2010, pp. 175-195.
[16]Cf. Abu el-Haj. Facts on the Ground…, Op. Cit., pp. 105-111; R. Arav. “Archaeology in the Service of
Ideology in Israel”, en L.J. Greenspon y R.A. Simkins (eds.), “A Land Flowing with Milk and Honey”:
Visions of Israel from Biblical to Modern Times.Omaha, Creighton University
Press, 2001, pp. 95-104; N.P. Lemche. “History as an Argument for Land
Possession”, en E. Pfoh y K.W. Whitelam, (editores).The Politics of Israel’s Past: The Bible, Archaeology and
Nation-Building, (SWBA, 2/8). Sheffield, Sheffield Phoenix Press, 2013, pp.
102-119.
[17]Véase, principalmente, I. Finkelstein.The Archaeology of the
Israelite Settlement. Jerusalén, Israel Exploration Society, 1988, esp. pp. 34-117. Sobre la
relevancia de las surveys para una
nueva comprensión de la historia pre-helenística de Palestina, cf. T.L. Thompson.
Early History of the
Israelite Peoples: From the Written and Archaeological Sources, (SHANE, 4). Leiden, E.J. Brill, 1992, pp. 127-170.
[18] Cf. N. Masalha. Imperial Israel
and the Palestinians: The Politics of Expansion. Londres, Pluto Press,
2000, pp. 105-162.
[19]Véase R. Kark.“Land-God-Man: Concepts of Land Ownership in Traditional
Cultures in Eretz-Israel”, en A.R.H. Baker y G. Biger, (editores).Ideology and Landscape in Historical
Perspective. Cambridge, Cambridge University Press, 1992, pp. 63-82, esp. 69-78;
M. Feige. “Recovering Authenticity:
West-Bank Settlers and the Second Stage of National Archaeology”, en P.L. Kohl,
M. Kozelsky y N. Ben-Yehuda, (editores).Selective Remembrances: Archaeology
in the Construction, Commemoration, and Consecration of National Pasts.
Chicago, University of Chicago Press, 2007, pp. 277-298. En particular
sobre el fundamentalismo judío, cf. I. Shahak y N. Mezvinsky. Jewish Fundamentalism in Israel.Londres, Pluto Press, 2004; sobre los Gush Emunim, pp. 78-95.
[20] Cf. R. Greenberg. “Extreme Exposure: Archaeology in Jerusalem,
1967-2007”.Conservation and Management of
Archaeological Sites, vol. 11, 2009, pp. 262-281.
[21]Sobre la conformación del
nacionalismo palestino, cf. R. Khalidi. Palestinian Identity:
The Construction of Modern National Consciousness. Nueva
York, Columbia University Press, 1997.
[22] Véase B. Mershen
y U. Hübner. “Tawfīq Canaan and His Contribution to the
Ethnography of Palestine”, en U. Hübner (editor).Palaestina exploranda. Studien zur Erforschung Palästinas
im 19. und 20. Jahrhundert anläßlich des 125jährigen Bestehens des Deutsche
Vereins zur Erforschung Palästinas, (ADPV, 34).Wiesbaden,
Harrassowitz, 2006, pp. 250-264.
[23] A. Glock. “Archaeology as Cultural Survival: The Future of the
Palestinian Past”. Journal of Palestine
Studies, vol. 23, 1994, pp. 70-84; G. Ziadeh-Seely. “An Archaeology of
Palestine: Mourning a Dream”, en P.L. Kohl, M. Kozelsky y N. Ben-Yehuda,
(editores). Selective Remembrances: Archaeology in the Construction,
Commemoration, and Consecration of National Pasts. Chicago; The University
of Chicago Press, 2007, pp. 326-345; H. Taha. “The Current State of Archaeology
in Palestine”.Present Pasts, vol. 2,
2010, pp. 16-25; E. Pfoh.“Some Reflections on
the Politics of Ancient History, Archaeological Practice and Nation-Building in
Israel/Palestine”, en E. Pfoh y K.W. Whitelam, (editores).The Politics of
Israel’s Past: The Bible, Archaeology and Nation-Building, (SWBA, 2/8).
Sheffield, Sheffield Phoenix Press, 2013, pp. 1-17, esp. pp. 11-15.
[24]Véase la página web<http://www.birzeit.edu/departments/history-archaeology> [Consulta: 27/06/2016].
[25] Cf. la reciente síntesis de E.H. Cline.Biblical Archaeology: A Very Short Introduction.Oxford, Oxford
UniversityPress, 2009; y también los ensayos reunidos en T.E. Levy, (editor).Historical Biblical Archaeology and the
Future: The New Pragmatism.Londres, Equinox, 2010.Para una crítica, aunque
algo moderada, y una reconsideración de la “nueva arqueología bíblica”, véase
P.R. Davies.“A New ‘Biblical Archaeology’”, en I. Hjelm y T.L. Thompson,
(editores).Biblical Interpretation beyond
Historicity: Changing Perspectives 7, (CIS).Londres, Routledge, 2016, pp.
15-28.
[26]Véase, por ejemplo, B.T. Arnold y R.S. Hess, (editores).Ancient Israel’s History: An Introduction to
Issues and Sources.Grand Rapids, Baker Academic, 2014.
[27] Véase, por
ejemplo y muy recientemente, C. Frevel. Geschichte Israels, (Kohlhammer
Studienbücher Theologie). Stuttgart, Kohlhammer, 2016; y E.A. Knauf y P.
Guillaume.A History of Biblical Israel:
The Fate of the Tribes and Kingdoms from Merenptah to Bar Kochba,
(WANEM).Sheffield, Equinox, 2016.
[28] Véase más
información en <http://teol.ku.dk/pahh/english/> [Consulta:
27/06/2016].
[29] I. Pappe. La limpieza étnica de Palestina.
Barcelona, Crítica, 2008 [edición original en inglés, 2006].
[30] Cf. T.L. Thompson. “Palestine’s Pre-Islamic History and Cultural
Heritage: A Proposal for Palestinian High-School Curriculum Revision”. Holy Land Studies, vol. 12, 2013, pp.
207-233; K.W. Whitelam. “Shaping the History of Palestine: Nationalism and
Exclusivity”, en E. Pfoh y K.W.
Whitelam, (editores).The Politics of Israel’s Past: The Bible, Archaeology
and Nation-Building, (SWBA, 2/8).Sheffield,
Sheffield Phoenix Press, 2013, pp. 183-211.
[31]En general, sobre
la sociedad israelí, cf. el estudio de B. Kimmerling. The Invention and Decline of Israeliness: State,
Society, and the Military. Berkeley, University of California Press,
2001.
[32] Cf. N. Masalha. Expulsion
of the Palestinians: The Concept of ‘Transfer’ in Zionist Political Thought,
1882-1948.Washington, Institute for Palestine Studies, 1992; I. Pappe. “The
Bible in the Service of Zionism: ‘We do not believe in God, but he nonetheless
promised us Palestine’”, en I. Hjelm y T.L. Thompson, (editores).History, Archaeology and the Bible Forty
Years after “Historicity”: Changing Perspectives 6, (CIS). Londres,
Routledge, 2016, pp. 205-217; pero cf. también Arav. “Archaeology in the
Service of Ideology”, Op. Cit., pp. 100-102.
[33]Cf. Y. Porath, “The Political Awakening of the Palestinian Arabs and
Their Leadership towards the End of the Ottoman Period”, en M. Ma‘oz, (editor).Studies on Palestine during the Ottoman
Period.Jerusalén, TheMagness Press, 1975, pp. 351-381; Khalidi.PalestinianIdentity..., Op. Cit., pp. 93-117.
[34] Al respecto de
estos desarrollos, véase T.L. Thompson. Biblical Narrative and Palestine’s History: Changing
Perspectives 2, (CIS).Sheffield, Equinox, 2013; y N.P. Lemche.
Biblical Studies and the Failure of
History: Changing Perspectives 3, (CIS). Sheffield, Equinox, 2013.
[35]Véase O. Yiftachel. Ethnocracy: Land and Identity Politics in Israel/Palestine.Philadelphia,
University of Pennsylvania Press, 2006, pp. 101-130; también Sand. The Invention of the Jewish
People…, Op. Cit., pp. 250-313.
[36]Véase, en particular,
E. Weizman. Hollow Land: Israel’s Architecture of Occupation.Londres, Verso Books, 2007. Cf. también Yiftachel, Ethnocracy…, Op. Cit.