Reseñas
bibliográficas
Claudia SALOMÓN TARQUINI y María LANZILLOTTA, Redes
intelectuales, itinerarios e identidades regionales en la Argentina, Prohistoria
- EDULPam, Rosario, 2016, 260 páginas.
El presente libro contiene
estudios que reconstruyen redes y tramas de sociabilidad, durante el siglo XX y
principios del siglo XXI, en diferentes ámbitos culturales que muchas veces
quedan relegados por pertenecer a la “periferia” de los grandes centros de
producción intelectual.
Desde su inicio el lector es
guiado inmediatamente, a través de las palabras preliminares a cargo de Salomón
Tarquini y Lanzillotta que exponen las líneas generales que orientan la obra:
“una serie de trabajos referidos a distintos espacios culturales de Argentina a
lo largo del siglo XX, con particular referencia a su rol en la elaboración de
discursos identitarios para caracterizar los ámbitos regionales y sus actores”[1].
Desde el punto de vista
metodológico dichas autoras destacan la productividad de la perspectiva
microanalítica y el concepto de red para la reconstrucción de las redes de
relaciones y de los espacios de sociabilidad. En particular, consideran que las
redes intelectuales son relevantes para el estudio de la emergencia y la
caracterización de la producción intelectual en espacios abiertos, heterónomos
y diferenciados y para comprender los matices, los alcances y las condiciones
de posibilidad de emergencia de la producción intelectual.
Ana Teresa Martínez, en el
prólogo, continúa desarrollando la línea metodológica y destaca los esfuerzos
realizados por los grupos de investigación en estos estudios, que buscan salir
de centros de producción intelectual vinculados a Buenos Aires y descubrir
otras perspectivas, a la vez que ponen en duda el carácter “nacional” de ese
centro cultural, pensando en las regiones como contextos, como tramas en
movimiento, según el juego de relaciones que las constituyen. Se pueden
observar múltiples, pequeños y mediados centros que constituyen tramas de
producción y circulación, así también, la densidad de lo que ocurre en los
distintos puntos de la red centrada en Buenos Aires y la diversidad de tramas
trasversales .
La obra está organizada en tres
partes. La primera parte titulada “Espacios de Sociabilidad y redes
intelectuales en la primera mitad del siglo XX”, y está constituida por cuatro
capítulos, que analizan en diversos espacios, formas de construcción de tramas
de sociabilidad.
Soledad Martínez Zuccardi
analiza los discursos del grupo conocido como “generación del centenario” o
“generación de la universidad” que tenía entre sus objetivos convertir a la provincia de Tucumán
en el centro de la región del Noroeste argentino, representándola como una
provincia moderna articulada fuertemente a la industria azucarera y en un
importante polo económico y cultural a nivel nacional.
Ana Clarisa Agüero y Carolina
Romano exploran espacios de sociabilidad en Córdoba mediante los cuales se
apropiaron las ideas de la Reforma Universitaria de 1918, los agentes
diferenciados, los debates y espacios de la vanguardia artística. Agüero
propone una aproximación inicial al modo en que el reformismo y liberalismo se
expresaron en diversas escalas espaciales como la plaza del barrio, las calles
del centro, el lugar de las estaciones o las escuelas normales, en cambio el
trabajo de Romano se centra sobre todo en la obra artística de Horacio Juárez y
espacios de la vanguardia artística a través de las cuales se articulan de
figuras intelectuales, ideas y debates.
Y por último, Ma. de los Ángeles Lanzillotta explora en el espacio pampeano,
reconstruye tramas y redes entre inspectores de escuela y otros funcionarios
del Consejo Nacional de Educación que fueron figuras centrales e impulsaron las
primeras agrupaciones y espacios de sociabilidad cultural, en aquel territorio
nacional entre 1907-1930.
La segunda parte, “Instituciones
y espacios de sociabilidad intelectual en las nuevas provincias”, cuenta con
tres capítulos dedicados al espacio pampeano y otro al espacio patagónico para
la reconstrucción de redes donde se hace presente el
proceso de las provincializaciones de los antiguos territorios nacionales.
Claudia Salomón Tarquini aborda
diferentes agrupaciones poco estudiadas como: Joven Poesía Pampeana, el Grupo
Cultural Raíces, el Grupo Alpataco y Voces de la Patria Baya que posteriormente
desembocaron en una institución estable, la Asociación Pampeana de Escritores.
Se centra en las características de instancias de sociabilidad de los
escritores, las trayectorias diferenciales de sus miembros, la cartografía de
sus vínculos y las relaciones que establecieron entre sí y los circuitos de
difusión de sus obras.
Ana María Romaniuk aborda el
proceso de la pampeanidad en términos
musicales. Indaga la identificación territorial del folklore pampeano, en
coincidencia con el proceso de constitución de La Pampa como provincia. Por un
lado, diferenciándose del espacio bonaerense, al destacar la lucha por el
reconocimiento y la visibilidad entre su identidad provincial (La Pampa) y la
de Buenos Aires. Y por otro lado, poniendo en juego el rol no sólo del Estado,
sino también de la industria cultural. En cuanto a esta última, señala que
constituye el Folklore como categoría, populariza los repertorios que son
aceptados y respaldados como música nacional, o del folklore nacional, sin
dejar de observar que aunque diferentes músicas rurales se instalaron en dicho
imaginario, no todas las expresiones de la “nación” se encuentran representadas
y que se manifiestan vínculos y tensiones entre las prácticas musicales con el
poder hegemónico de la industria cultural, de manera diversa y desigual.
Florencia Prina aborda la
conformación de redes de artistas plásticos durante el periodo que abarca desde
la provincialización del Instituto Provincial de Bellas Artes hasta la primera agrupación
de artistas plásticos en el Centro Pampeano de Artistas Plásticos en 1984 a
partir de la intensificación de vínculos con el Estado provincial y con
espacios artísticos no locales logrando legitimarse como artistas plásticos
pampeanos.
En cuanto al espacio patagónico
argentino, entre el último cuarto del siglo XX y principios del siglo XXI se
manifiesta en el ámbito regional una importante generación de espacios de
sociabilidad que se constituyeron como lugares de producción, formación,
circulación, recepción y legitimación propios de la literatura escrita en la
Patagonia. El capítulo de Silvia Mellado analiza ámbitos significativos para la
emergencia de una literatura que comienza a relacionarse con el territorio como
lugar de enunciación y a discutir posturas regionalistas, se centra “en el
surgimiento del Centro de Escritores patagónicos (1983) y la relación del mismo
con la primera Fiesta Provincial del Cordero (1977), los Encuentros de
Escritores Patagónicos iniciados hacia 1978 y el Taller Literario de General
Roca originado en 1976”.[2]
Para la autora los debates al interior del Centro de Escritores
patagónicos (CEP) forman parte del proceso en que los escritores sitúan su
práctica en un doble movimiento: por una parte, de descentralización respecto
de los canales hegemónicos nacionales, y por otra parte, de centralización
respecto de la creencia y adscripción a una comunidad literaria.
La tercera parte “Itinerarios y
discursos” conformada por cuatro capítulos que se concentran en los itinerarios
particulares de algunos intelectuales claves en los espacios periféricos del
siglo XX. Federico Martocci analiza las redes intelectuales entre los espacios
culturales de Buenos Aires y el Territorio Nacional de la Pampa en torno al
escritor socialista Solomón Wapnir, durante las décadas del veinte y del
treinta. Para ello identifica vínculos políticos entre Argentina y América
Latina, explora el rol de mediador de dicho autor entre ambos espacios y el
accionar de Wapnir como escritor y editor, analiza sus obras de crítica
literaria entre 1926 -1933 y sus interpretaciones sobre el ideario aprista en
un contexto amplia recepción y discusión del pensamiento de Haya de la Torre en
Argentina.
Flavia Fiorucci presenta una
breve biografía de Julián Ripa figura intelectual de la Patagonia para analizar
las visiones sobre los indígenas que pueblan la Patagonia y su itinerario como
intelectual más allá de las grandes urbes, en espacios sociales poco
diferenciados donde no existen instituciones específicas del mundo
intelectual.
Lionetti analiza la trayectoria
pública del educador, Luis Feldman Josín, quien concretó iniciativas
periodísticas, gremiales y políticas y contribuyo a fortalecer el clima
político e intelectual del espacio patagónico-pampeano. También explora su rol
como mediador cultural, que lo convirtió en una figura controversial.
Anabela Abbona, trabaja en el
contexto de reemergencia indígena y de un nuevo sujeto indígena, reconstruye
las tramas y relaciones establecidas por un referente de los ranqueles, desde
la década del ochenta, Germán Canuhé. Con diferentes ámbitos geográficos e
institucionales. Dichos vínculos habilitaron espacios para poder difundir la
historia de su pueblo, la historia del pueblo ranquel en los términos que lo
entienden sus comunidades. La aparición de estos sectores de la intelectualidad
indígena, es significativa porque “pone en tela de juicio a las narrativas
dominantes y permite abrir el debate acerca del proceso de conformación y
difusión de la memoria y la historia de los pueblos”[3]
Para finalizar sostenemos que
uno de los mayores aportes en esta obra que estudia y explora itinerarios,
grupos e instituciones es la búsqueda constante de otras nuevas perspectivas y
densidades históricas.
Daniela Rosés
Facultad de Humanidades y Artes
(Universidad Nacional de Rosario), Argentina
danielaroses6@gmail.com
Osvaldo GRACIANO y Gabriela
OLIVERA (coordinadores), Agro y política
en Argentina. Tomo II. Actores sociales, partidos políticos, e intervencionismo
estatal durante el peronismo 1943-1955, Buenos Aires, Ciccus, 2015, 476
páginas.
La compilación “Agro y Política”
realizada por el Dr. Osvaldo Graciano[4]
y la Dra. Gabriela Olivera, es el segundo tomo de una colección que dio inicio
en 2012 el cual tiene como principal objetivo, discutir y presentar nuevas
interpretaciones sobre el rol estatal en el agro pampeano durante el siglo XX[5].
Este trabajo tiene el objetivo continuar con una mirada amplia sobre los
distintos procesos históricos que acontecieron durante el primer peronismo,
proponiendo con ello un análisis diverso sobre las políticas públicas que se
realizaron en el mundo agrario, el cual pone al descubierto la necesidad de
continuar analizando realidades agrarias desde una mirada plural. El análisis
de la política pública demanda este tipo de análisis micro a fin de poder
consolidar y construir un entramado sólido de investigaciones en donde se logra
demostrar las tensiones, disputas y oportunidades de los actores rurales
durante el peronismo clásico. La obra se encuentra compuesto por siete
investigaciones, los cuales pueden comprenderse en tres grandes campos: el
político, el económico y el social, demostrando con ello la pluralidad y la
heterogeneidad de los aportes presentados, analizando con ello las distintas
medidas llevadas por el Estado.
Desde el campo político, las
investigaciones desarrollan un análisis completo sobre la realidad agraria
desde distintas vertientes, el cual abarca la construcción discursiva que
construía una visión de mundo mediante las discursividades agrarias
convirtiéndose en trincheras hegemónicas
en donde prevalece por un lado el agrarismo antilatifundista el cual tendrá sus
variantes a partir de las condiciones económicas del país, pasándose luego a un
agrarismo moderado en las distintas publicaciones y discursos políticos que
cierran y significan un cambio para la época, demostrando con esto como la
política agraria no tuvo una posición homogénea sino fluctuante que respondió a
diversos intereses los cuales se irán visibilizando en el escenario[6].
Asimismo el primer peronismo se ha caracterizado por tener una política agraria
tendiente a la distribución y asegurar la posesión de los productores en la
tierra, esto implicó una política que apuntaba a convertir en propietarios a
los arrendatarios y lograr afianzar la colonización, por medio de una
legislación social que atendiera y resolviera la situación de hecho sobre el
campo argentino, por ello la planificación de las medidas tendían a preparar
instrumentos desde el Estado para situaciones conflictivas, se plantea con ello
una reforma agraria tranquila con la finalidad de asegurar la paz social y
lograr los propósitos de la política distributiva por el Estado Benefactor[7].
Sumado a estas políticas agrarias, la izquierda llevo adelante una evaluación
constante en torno a la política agraria realizada por el gobierno nacional,
quien critico a la política peronista desde diversos aspectos con publicaciones
en donde se ponía de manifiesto la postura del socialismo y el comunismo, no encontrando
una posición homogénea en los intelectuales, más bien cada uno analizó desde
distintas teorías, el rol del Estado y el ejercicio del poder en la sociedad[8].
Desde lo económico el primer
peronismo planteó desafíos a partir de la planificación y ejecución de medidas
tendientes a la concentración y distribución de recursos. La institución más
representativa para la economía peronista y sobre todo para el mundo agrario
fue el Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI), para lograr
entender y evidenciar la importancia de este organismo se propone una
indagación desde sus inicios hasta 1955, investigación novedosa que visibiliza
las tensiones de los distintos sectores económicos, por las medidas tomadas,
con la finalidad de lograr una mejora en las condiciones de comercialización en
distintos rubros y de trabajo, generando apoyo y tensiones, con sectores rural
e industrial[9].
Cabe señalar que las corporaciones agrarias, fueron claves para el primer
peronismo, en especial las cooperativas agrícolas, la finalidad fue
descomprimir el conflicto social, para ello el Estado brindo la asistencia
técnica y económica teniendo durante el II Plan Quinquenal, para comprender
esta situación plantea el estudio de distintas cooperativas, el accionar de la
Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA) en diversos sectores y el rol de
los gremios rurales como intermediarios, críticos y promotores de políticas
públicas. El primer peronismo canalizó a partir del tercer sector la política
agraria, pero encontrando en estos grupos distintas respuestas ante las medidas
sancionadas en el terreno[10].
Desde lo social, los aportes
describen las relaciones de poder con los trabajadores, presentando los
conflictos y las negociaciones alcanzadas durante este periodo, la legislación
junto con un aparato institucional que tenían como principal propósito lograr
que los obreros pudieran encontrarse resguardados ante la ley. La conformación
de un Estado arbitral con la creación de la Comisión Nacional de Trabajo Rural
(CNTR), perseguía lograr las aspiraciones de regular y favorecer a la clase
obrera argentina, aunque este entre el plan original y la sanción de la misma
existieron múltiples inconvenientes para optimizar las relaciones laborales en
el mundo agrario[11].
A la par de esto, también encontramos un gran aporte sobre el estudio de la
familia rural pampeana, para ello se tiene en cuenta como estaban compuestas y
los distintos roles que cada una ocupaba. La investigación demuestra como los
distintos miembros de la familia, en especial las mujeres y niños llevaron el
trabajo de campo, permitiendo comprender a escala micro como estaba compuesto y
cuáles eran las distintas estrategias que realizaron las familias. El análisis
permite identificar las políticas públicas que llevadas por el gobierno
nacional, para promover una mejora en las condiciones de vida de los chacareros
pampeanos[12].
De esta forma, la obra presenta
de manera crítica y novedosa, diversas realidades que se han dado en la región
pampeana durante el primer peronismo, posibilitando con ello tener una nueva
aproximación teórica e interpretativa sobre el pasado. Sumado a los aportes, la
obra contiene un DVD con fuentes documentales, en este corpus prevalece
discursos presidenciales, memorias, artículos periodísticos y de revistas de la
época. La compilación documental tal como el primer tomo agrega y brinda
originalidad a la obra. En síntesis, la segunda parte de esta colección se
convierte en un valioso aporte para los estudios rurales, dejando un nuevo
camino para llevar adelante futuras investigaciones con distintos enfoques los
cuales permiten encontrar nuevos rostros del peronismo y nuevas caminos para
abordar el pasado agrario.
Adrián
Alejandro Almirón
Instituto de Investigaciones
Geohistóricas,
Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
almiron.historia@gmail.com
Loris ZANATTA, El
populismo, Madrid, Katz, 2014, 286 páginas.
En tiempos recientes, el
populismo se ha convertido en un objeto de renovada atención. Los primeros años
del siglo XXI han sido testigos de una revitalización de concepciones
plebiscitarias y movilizacionistas de la democracia que muchos habían creído
definitivamente confinadas a ámbitos marginales de la vida política. Pero bajo
formas y nombres nuevos, viejos problemas de la política moderna han vuelto a
cobrar relevancia, al menos en la mirada de quienes, más cautos ante una muy
generalizada propensión por descubrir cada día las “nuevas formas” de la
política, han podido identificar ciertas continuidades sin las cuales resulta
imposible reconocer los cambios. Entre esos problemas perennes de la
democracia, avivados por la inflamada retórica de ciertos líderes y movimientos
políticos contemporáneos, el de la representación del pueblo ocupa sin duda un
lugar de primer orden. La pretensión de esos líderes y movimientos de
presentarse como los representantes únicos del pueblo, ha reactualizado el
fenómeno del populismo y los debates acerca de su carácter. Sin ser la única
región que experimentó tal reverdecimiento, la América latina de los últimos
años ha ofrecido numerosas y bien nítidas expresiones de esas concepciones
exclusivistas de la representación popular.
Dentro de este panorama, el
libro de Zanatta, originalmente publicado en italiano en 2013, representa una invitación
a pensar el fenómeno del populismo desde perspectivas diferentes, por un lado,
a aquellas que lo retratan como la negación de la democracia, pero también, por
el otro, a las posiciones populistas que, como la de Ernesto Laclau, lo
consideran la expresión más acabada de la democracia. El ensayo de Zanatta
ofrece, en cambio, un enfoque histórico que no aspira a la construcción de
clasificaciones tipológicas ni a la formulación de una teoría sobre el
populismo, sino a entenderlo como producto de los modos en que, dentro de un
determinado universo cultural, se lleva adelante la representación del pueblo.
La premisa principal de la que
parte el historiador italiano es la consideración del populismo como una
“visión del mundo”, esto es, como algo mucho más amplio que un cierto estilo,
discurso o régimen, para emplear algunos de los términos usualmente empleados
para calificar al fenómeno. Según Zanatta, el populismo deriva de una visión
del mundo que tiene antiguas raíces y que se caracteriza por sustentar una
imagen orgánica, homogénea y armónica de la sociedad, que aspira a englobar a
todos los individuos y a todas las dimensiones de la vida colectiva. Es decir,
una “comunidad holística”, como la denomina el autor. Se trata, según Zanatta,
de un modo de imaginar la sociedad que cuenta con una trayectoria multisecular
que ha tenido en el catolicismo una de sus fuentes más vigorosas y duraderas.
Por esta razón, el populismo tendría un terreno especialmente fértil en
aquellas sociedades donde el catolicismo ha ejercido una poderosa influencia en
la formación de los imaginarios políticos. “Mundo latino”, “cultura latina” o
“civilización latina” son algunos de los nombres con los que Zanatta busca
precisar el universo que entiende más profundamente marcado por la persistencia
de una imagen orgánica de la sociedad de la que se nutre el populismo. Éste
tendría entonces una “naturaleza remota y recóndita”, cultivada en un cierto
molde religioso, que no habría que ignorar si se busca una adecuada comprensión
del fenómeno.
Sin embargo, el populismo no
constituye una intacta supervivencia de algo arcaico. Más bien, como intenta
aclarar Zanatta, el populismo representaría la manifestación, no directa pero
no por eso menos identificable, de una visión del mundo de origen antiguo en la
época moderna. O de otro modo, el populismo daría cuenta de la vigencia de un
imaginario antiguo y de cuño religioso, sin embargo obligado a expresarse en el
lenguaje secular de la democracia, es decir, a apelar al pueblo como fuente
exclusiva de la legitimidad. Todo esto significa que en la apelación populista
el pueblo es imaginado como una entidad orgánica, indivisa y, sobre todo,
esencialmente virtuosa. El populismo entraña entonces una persistente
aspiración regeneracionista, en la que una “pulsión incluyente” de aquello que
se estima marginado o excluido, va indisociablemente ligada a una “vocación
autoritaria” que se considera indispensable para asegurar la restitución al
pueblo de su originaria plenitud y armonía.
Esto no equivale a decir que el
populismo constituya el estado permanente de la vida política en ciertas
sociedades y que, por consiguiente, sería posible considerarlo la expresión
esencial de toda una cultura política. Antes bien, Zanatta se ocupa de precisar
que el populismo expresa una reacción frente a las transformaciones sociales
propias de la modernización, a las que se pretende rechazar en nombre de la
restauración de la unidad orgánica del pueblo. Aún cuando el historiador
italiano admite que el populismo se desarrolla en la tensión, inherente a toda
democracia, entre la representación política y el principio de soberanía
popular, no deja de señalar que el fenómeno no se presenta con la misma
frecuencia ni intensidad en todas las democracias. La reacción populista ha sido
especialmente recurrente en ciertas sociedades, señala Zanatta, en particular
en aquellas “culturas donde la visión ilustrada del mundo no se ha arraigado”
(p. 11). Esto sería claro en el orbe latino, donde aquel imaginario religioso
de tipo antiguo “se ha secularizado solo parcialmente” (p. 98), y sobre todo en
América latina, que debido a su más tardía y menos intensa modernización, “ha
sido y todavía es el paraíso del populismo” (p. 210). Éste constituye entonces
un fenómeno recurrente en aquellas democracias caracterizadas por un “arraigo
superficial del liberalismo y su ethos”
(p. 173). Las observaciones de Zanatta se apoyan en la observación de países
que identifica como integrantes de ese orbe latino, cuyos ejemplos de populismos,
tanto clásicos como recientes, ofrecen el objeto sobre el que despliega sus
hipótesis de trabajo. La indudable persistencia que el populismo presenta en
Europa meridional y América latina hace que el esfuerzo de buscar explicaciones
mediante la indagación de rasgos culturales comunes a esas sociedades no
represente una decisión infundada. A partir de esa exploración y a lo largo de
ocho capítulos, Zanatta desarrolla una argumentación que, al menos en lo
fundamental, puede considerarse sintetizada en las propias palabras del autor:
“el populismo es un fenómeno nacido de una visión holística del mundo, que en
el orbe latino tiene profundas raíces y conserva gran vitalidad, sobre todo en
las fases históricas de rápida transformación, en las cuales se hace más aguda
la percepción de la disgregación comunitaria” (pp. 216-217).
Con toda su riqueza, el ensayo
despierta algunos interrogantes en torno a ciertos aspectos que se presentan
como problemáticos con relación al argumento general. Más allá de las
objeciones que otras lecturas podrían plantear acerca de la pertinencia de
algunos de los casos que Zanatta presenta como ejemplos de populismo -casos
que, empero, resultan justificados-, vale la pena detenerse en algunas
dimensiones más generales. En primer lugar, una cuestión relativa al modelo
hermenéutico. En efecto, cabe preguntarse si es apropiado explicar el fenómeno
del populismo como expresión del carácter incompleto, inacabado, insuficiente,
de un cierto proceso histórico universal (modernización, secularización,
ilustración, o cualquiera que sea su nombre). El recurso a la idea de lo
inconcluso implica partir del supuesto de un resultado imaginado como final y
al que se adopta como medida aplicable a los casos que se busca estudiar. De
ningún modo se trata de proponer un relativismo radical, según el cual cada
caso sólo podría explicarse por sí mismo, sino de advertir los riesgos
normativos que entraña esa clase de enfoques.
En segundo lugar, si bien
resulta evidente el carácter antiliberal de los populismos -muy explícitos al
respecto-, es posible preguntarse si de eso se deduce que sean producto de
“culturas donde la visión ilustrada del mundo no se ha arraigado” (p. 11).
¿Ilustración y liberalismo son equivalentes o se suponen de forma mutua? ¿El
vigor del liberalismo se nutriría de las raíces desarrolladas por la
Ilustración? ¿La debilidad de aquél supone la de ésta? Imposible responder a
esos interrogantes en este apretado espacio, pero cabe advertir, por ejemplo,
que el ámbito británico, entendiendo por éste no sólo al Reino Unido sino
también sus prolongaciones transoceánicas, el liberalismo no parece haber
dependido del arraigo de la Ilustración, acaso más débil allí que en la propia
Europa continental. Además, esa ilustración británica no parece haber
encontrado en las visiones religiosas del mundo rivales a vencer, o al menos
nunca tuvo los bríos anticlericales que alcanzó por ejemplo en Francia. Si
entonces sólo fuera posible hablar de ilustraciones diversas, ¿hasta qué punto
la idea de un insuficiente arraigo del iluminismo explicaría la debilidad del
liberalismo y, por consiguiente, la recurrencia del populismo?
De allí que parezca apropiado,
en tercer lugar, reflexionar no tanto acerca de la fortaleza/debilidad o
presencia/ausencia del liberalismo en una determinada cultura política, sino
más bien explorar las modulaciones que esta última impone al primero. En este
sentido, más que señalar un escaso arraigo del liberalismo en el orbe latino,
quizá convendría preguntarse por los caracteres de un liberalismo latino, para
retomar los términos empleados por Zanatta. Si, como fundadamente postula el
historiador italiano, la gravitación del catolicismo inclusive más allá de la
feligresía constituye una de las características más reconocibles del mundo
latino, podría considerarse justificado indagar en torno a las inflexiones que,
dada esa influencia, adoptó allí el liberalismo, en lugar de partir de una
oposición irreductible entre dos cosmovisiones antitéticas.
Pero de cualquier forma el
ensayo de Zanatta tiene un logro nada despreciable, que es el de avivar el
debate académico en torno a un concepto como el de populismo, que de constituir
antaño un sinónimo de demagogia, se convirtió, también, en objeto de una más
reciente literatura que, en su preocupación por atribuirle cualidades
emancipatorias, conduce a miradas radicalmente ahistóricas, donde la
especificidad del fenómeno se disuelve en estructuras lingüísticas o
psicológicas universales. En cambio, en el libro de Zanatta el populismo cobra
un perfil mucho más nítido y, sobre todo, dotado de una espesura histórica a la
que resulta imprescindible prestar debida cuenta. A un enfoque semejante se
deben dos de los aciertos que, entre otros, ofrece el ensayo. Por un lado,
llamar la atención sobre la vigencia, tanto fenomenológica como metodológica,
de lo teológico-político, algo que acaso sería también posible reconocer más
allá del orbe latino, como lo sugieren las expresiones de evangelismo
democrático desarrolladas en las últimas décadas en algunas de las más modernas
democracias liberales. Por otro lado, y no menos importante, la puesta en
relación del populismo con el totalitarismo, con frecuencia demasiado
caprichosamente dejada de lado por los estudiosos del primero. Claro que no
siempre un populismo concluye en un régimen de carácter totalitario, pero
señalar que esa evolución no siempre se concreta no debería impedir reconocer
que los totalitarismos representan la realización más plena del motivo
populista de un pueblo indiviso, armónico y virtuoso, conducido a su regeneración
por la mano del régimen. De cualquier modo, el ensayo de Zanatta invita a
entender al populismo como una amenaza no siempre manifiesta aunque sí latente,
al tiempo que incita a pensar si el fenómeno obedece a la supervivencia de un
imaginario antiguo en el mundo moderno o si, en cambio, deriva de las tensiones
inherentes a la idea misma de democracia. Un libro que sin duda se ocupa de
problemas importantes y que además dispara múltiples interrogantes en torno a
cuestiones medulares de la representación democrática.
Lisandro Gallucci
Universidad Nacional de San
Martín
Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina lisandrogallucci@gmail.com
[1] Salomón Tarquini, Claudia y Lanzillotta
Ma. de los Ángeles, Redes Intelectuales, itinerarios e identidades regionales
en la argentina (Siglo XX), Ed. Prohistoria, Rosario, 2016, pp. 9.
[2] Ídem, pp. 160
[3] Ídem, pp. 256.
[4] Osvaldo
Graciano es Doctor en Historia, profesor adjunto de Historia Argentina (UNQ) e investigador
adjunto del Conicet. Gabriela Olivera es Doctora en Historia, profesora adjunta
de Historia Argentina Contemporánea (UNC) e investigadora independiente del
CONICET.
[5] La colección de tres tomos, tiene
editado el primero que abarca desde 1930-1943, tiene como “el modelo agrario en
cuestión” (2012). Mientras que el tercer tomo tendrá como periodo 1955-1976
teniendo como título “Desarrollismo, reforma agraria y contrarrevolución”.
[6] Javier
Balsa, “Las discursividades sobre la cuestión agraria durante el peronismo
clásico”, pp. 19-92.
[7] Silvia
Lázzaro, “La política agraria del peronismo. El acceso a la propiedad de la
tierra: arrendamientos y colonización”, pp. 135-195.
[8] Osvaldo
Graciano, “Las izquierdas y la crítica de la economía peronista. Producción de
saber social y práctica política”, pp. 93-134.
[9] Marina
Kabat, “Agro, industria y peronismo. Un análisis de su relación a través del
accionar del IAPI”, pp. 269-321.
[10]
Gabriela Olivera, “Cooperativas y gremios chacareros como piezas claves en la
política agraria peronista”, pp. 197- 268.
[11] Adrián
Ascolani, “Peronismo y nuevo régimen legal del trabajo agrario: derechos en
disputa entre los obreros sindicalizados y los chacareros federados”, pp.
323-401.
[12] Talía
Violeta Gutiérrez, “La familia rural pampeana durante el peronismo, 1943-1955”,
pp.403-448.