La sangre, la furia y la memoria:
Ramona Parra en el martirologio comunista de la postguerra (Chile
1946-1947)[1]
Blood, fury and memory: Ramona Parra in the
communist martyrology of the postwar period
(Chile 1946-1947)
Viviana Bravo Vargas
Universidad
Academia de Humanismo Cristiano, Chile
vivianabravo@gmail. com
Resumen
Este artículo explora los sentidos
ideológicos-políticos con que el Partido Comunista de Chile interpretó la
masacre de la Plaza Bulnes y la muerte de Ramona Parra ocurrida el 28 de enero
de 1946. Postulando que interiorizarse en la ceremonialización de la muerte, a través de la identificación y
reconstrucción de hechos considerados claves, como los homenajes y rituales
fúnebres; las campañas de reclutamiento; y la movilización por la elección
presidencial y defensa del programa durante el gobierno de Gabriel González
Videla, permite comprender los desafíos, relaciones y tensiones que enfrentaba
el partido durante el gobierno
interino de Alfredo Duhalde y la primera etapa de la administración de González
Videla. Para este fin se utilizan principalmente documentos partidarios,
el sumario por el suceso de la Plaza Bulnes y publicaciones periódicas de la
época.
Palabras Clave
Masacre
obrera; Ramona Parra; Martirologio; Postguerra; Comunistas; Chile
Abstract
The following paper aims at exploring the ideological and political
sense of how the Chilean Communist Party has interpreted the historical event
known as The Massacre of Bulnes Square and the resulting death of Ramona Parra,
a party leader, on January 28th 1946. We state that facts such as getting
acquainted with the aftermath through the process of identifying and
reconstructing key historical facts, such as tributes, mourning rituals of the
time, enrolling campaigns and the drive to the presidential election and
defense of the governmental program during Gabriel Gonzàlez Videla lead to an
understanding of the challenges, relations and tensions faced by the Communist
Party during the interim government of Alfredo Duhalde and the period ruled by
Gonzalez Videla. For collecting information on the aforementioned historical
facts, we used documents issued by the Communist Party in Chile, the records of
the trial on the issues of Bulnes Square and also by reviewing journalistic
material of the time.
Keywords
Massacre; Ramona Parra; Martyrology; Postwar; Communists; Chile
El 28 de
febrero de 1946, mientras participaban en una manifestación autorizada en el
centro de la ciudad de Santiago, más de 50 obreros fueron heridos de bala y
seis resultaron muertos, entre ellos Ramona Parra militante de las Juventudes
Comunistas (JJCC). El hecho que fue conocido como la masacre de la Plaza Bulnes
impactó profundamente en la opinión pública de la época, y gatilló una crisis
política que propició entre otras cosas, el exitoso Paro Nacional del 30 de
enero.
A un año
de los sucesos, Cesar Godoy Urrutia, entonces diputado del Partido Comunista de
Chile (PCCH) escribía: “En lo que todos tendrán que coincidir es que el 28 de
enero de 1946 constituye una fecha incorporada al martirologio de nuestro
pueblo, desde cuyo día, negros y pesados nubarrones cubrieron el cielo de
nuestra patria”. Su texto se titulaba “La historia se escribe con sangre”[2]. Conmovidos por la
muerte, Pablo Neruda y Violeta Parra, escritores de la Generación Literaria del
38 y ciudadanos desconocidos, dedicaron textos y poemas; le cantaron, pintaron,
inmortalizaron. Fue una fecha y un nombre que trascendería a través de diversas
generaciones que los convirtieron en una bandera de lucha.
¿Pero cómo fue experimentada y
significada la masacre y la muerte de Ramona por el PCCH? ¿cómo operó la
construcción de un sentido orgánico y político asociado a esta muerte? ¿Qué
memoria colectiva afloró en el momento político en que se situaban los
militantes comunistas, al calor de las relaciones sociales que se confrontaban
dentro del campo de batalla hegemónico? Consideramos que las respuestas a estas
preguntas nos pueden dar indicios sobre los desafíos, relaciones y tensiones
que enfrentaba el partido en el contexto de la postguerra, del que sabemos
realmente poco. En efecto, llama la atención que los estudios sobre el
comunismo chileno se concentren principalmente en las primeras décadas del
siglo XX y que posteriormente salten en cuantioso caudal hacia la comprensión
del período que cubre el proceso de la Unidad Popular hasta la actualidad[3]. De esta manera, la década de 1940 ha
quedado relativamente descuidada, a excepción de trabajos –aunque escasos-
fundamentales. Uno de ellos es el realizado por Andrew Barnard, que se
concentra en reconstruir detalladamente la historia partidaria desde el aporte
del partido a los procesos de democratización nacional desarrollados en el
camino institucional[4]. Otro aporte a destacar es el de Jody
Pavilack, quien analiza desde la perspectiva de la historia local el conflicto
de los mineros del carbón en la zona sur del país.[5]
Desde la ciencia política resulta
importante el texto de Carlos Huneeus sobre “La Guerra Fría en Chile”, donde
transparenta los dispositivos jurídicos normativos que durante el gobierno de
Gabriel González Videla afectaron a los comunistas y sus consecuencias en el
sistema político chileno[6]. En
específico sobre la matanza de la Plaza Bulnes se han desarrollado dos
artículos desde la composición social de la protesta y el encadenamiento de
luchas obreras que experimentó el período. Además de una tesis sobre el
conflicto comunista-socialista manifiesta en el área sindical.[7]
A partir de esta constatación, el
presente trabajo busca aportar al conocimiento del periodo en general y del
PCCH en particular, desde los sentidos ideológicos-políticos con que se
experimenta la muerte y elabora simbólicamente el martirologio partidario.
Planteamos que seguir los espacios y formas de la rememoración nos puede
aportar importantes luces para identificar no solo las estructuras de sentimiento que propuso Raymond Williams[8], para acentuar los
significados y valores tal como son vividos y sentidos activamente, sino que
además identificar las formas y discursos movilizadores que ideó el PCCH en
aras de fortalecer la organización y enfrentar un complejo momento político,
marcado por las políticas antiobreras del gobierno interino de Alfredo Duhalde
y la primera etapa de la administración de González Videla.
“El sufrimiento en común une más que el gozo
(…) los duelos valen más que los triunfos; porque imponen deberes; piden el
esfuerzo en común”, escribió Ernest Renan en 1882, interesado en encontrar los
hilos subjetivos que conforman el tejido nacional.[9] Y
si el estado-nación rememora sus héroes nombrando calles, irguiendo monumentos, la memoria subalterna
también pondrá marcas en su memoria histórica a través de ritos y rituales para
honrar a los caídos e inscribirlos en el tiempo largo de las luchas sociales.
Como ha planteado Ricardo Melgar para el caso latinoamericano, la muerte del
luchador comunista o proletario se asocia dentro del colectivo con un valor de
alta densidad política y simbólica en tanto incorpora elementos inherentes de
la cultura política popular resultando un proceso de ceremonialización de la muerte con fuerte contenido subjetivo para
la experiencia militante. En dicho proceso se exalta un patrón de simbolización
vinculado a la cultura de la guerra, con un claro eslabonamiento entre el
sacrifico y el renacer, en que la muerte queda resituada en su dimensión
sacrificial como posibilidad y como deber cargado de positividad.[10]
A partir de esta reflexión, la
hipótesis de este trabajo postula que en el caso de la matanza de la Plaza
Bulnes la ceremonialización del
martirologio que elabora el PCCH recorre tres operaciones bastante nítidas: la
inscripción de la matanza en una tradición de lucha, muerte y sacrificio
(continuidad histórica); la encarnación de atributos militantes en la figura de
Ramona Parra que son los que reivindica, requiere y fomenta el PCCH y que la
levantan a la categoría de heroína (emblema de lucha); y por último, el
desarrollo de un proceso de “renacimiento en el colectivo” que impone desafíos
y tareas concretas a corto y mediano plazo (dimensión proyectual). Por tanto,
utilizando principalmente documentos partidarios, el sumario por los sucesos de
la Plaza Bulnes y publicaciones periódicas de la época, los objetivos de este
artículo se concentrarán en rastrear y reconstruir dichas dinámicas en los
homenajes y rituales fúnebres; las campañas de reclutamiento; y la movilización
por la elección presidencial y defensa del programa que encabezó el PCCH
durante el gobierno de González Videla.
Morir de pie
El comicio de la Plaza Bulnes de
Santiago había sido convocado por la Confederación de Trabajadores de Chile
(CTCH), para expresar su solidaridad con los sindicatos de las oficinas
salitreras de Humberstone y Mapocho, que al calor de una huelga contra los
abusos patronales eran sancionados con la supresión de la personalidad jurídica,
en un contexto de importante agitación obrera. Atendiendo el llamado, desde las
seis de la tarde arribaron las delegaciones de trabajadores, pero el asombro
fue inmediato ante la nutrida disposición de fuerza policial compuesta por 250
carabineros, un número inusual para esta clase de eventos, que solía fluir
entre 70 y 90 efectivos como máximo[11]. Si esto ya podía considerarse una provocación, las disposiciones
de la tropa caldearon más los ánimos, como rodear el escenario o abrir,
ensanchar y resguardar un inexplicable espacio circular en medio de los
manifestantes.[12] Pronto comenzaron las fricciones. Golpes con armas de servicio de
un lado, empujones, chiflidos, lanzamiento de pasto, palos y hasta maceteros
por el otro.
Entonces una ráfaga de disparos
se extendió durante varios minutos. Los asistentes se refugiaron en edificios y
calles aledañas, algunos se tiraron al suelo, mientras otros eran alcanzados
por las balas. Se contabilizaron más de 80 heridos, 50 de ellos con impactos de
bala y seis muertos: Filomeno Chávez, César René Tapia, Manuel López, Adolfo
Lisboa, Alejandro Gutiérrez y Ramona Parra.
La represión
a un comicio autorizado y de carácter pacífico gatilló una conmoción pública y
crisis política en el país. El Ministro de Obras Públicas, Eduardo Frei
renunció a su cargo, y fue reemplazo por el general Manuel Tovarías Arroyo. Por su
parte, el gobierno de Alfredo Duhalde nombró como Ministro del Interior al
almirante Vicente Merino Bielich. Entre sus primeras medidas declaró el Estado
de Sitio, se realizaron arrestos, se dio orden de impedir la difusión de los
sucesos y allanó varios diarios, entre ellos El Siglo, órgano difusor del PCCH. Como respuesta inmediata la CTCH
reforzó la idea del paro nacional para el 30 de enero enmarcado en
los funerales de las víctimas.
“Cobarde masacre” titulaba El Siglo
el día después de la tragedia. Más abajo presentaba fotografías de los
cadáveres de Ramona y René Tapia. Si
bien esto no era una licencia de El Siglo
ya que en la época era cotidiano observar cadáveres en la prensa es importante
considerar el efecto que tenían las imágenes cuando la televisión no era un
medio masivo. La amplia cobertura del suceso hacía eco de la indignación:
Ramona Parra joven obrera de Recalcine, perdió la voz, la vida, cuando
alzando el puño, gritaba su solidaridad con los obreros del Norte y su protesta
contra los gobernantes elegidos por ellos mismos, que ahora han manchado de
ignominia sus hojas de servicio ciudadano… ha pasado a engrosar la lista
incontable de los héroes que rindieron y seguirán rindiendo sus vidas para la
construcción de un Chile mejor y libre de carroña reaccionaria y sanguinaria”.[13]
Ya en
esta primera entrega es notoria la reivindicación combativa, heroica, parte de
una tradición de lucha. Aunque la muchacha estaba desarmada y el evento era
pacífico ella no era un sujeto pasivo que simplemente recibía la agresión de
sus asesinos, sino que estaba apoyando una lucha obrera de la que se sentía
parte. Pero aún más, el proceso de revestimiento como combatiente ejemplar
llevará a integrar en el imaginario la forma en que Ramona enfrentó a la
muerte. Se insistirá en que murió de pie, increpando a los masacradores del
pueblo. Continúa El Siglo: “En la plaza la
vieron. Vibraba ante los disparos rozando las calles y cuando volvió el rostro
la mataron de perfil. Así como ahora. Ramona murió de pie y de perfil, porque
no se atrevieron a asesinarla de frente”.[14]
Al año
siguiente, el periódico de las JJCC, Mundo Nuevo, resurgido a pocos días de la
matanza, conmemoraba el fatídico hecho con una serie de dibujos enmarcados en
viñetas que recreaban la vida, valores y virtudes de Ramona. El fin pedagógico
y orientador es evidente:
RAMONA murió de pie para que nosotros no viviéramos de rodillas. Murió
como había vivido, heroica y valerosamente, murió como saben hacerlo sólo los grandes
patriotas, como lo hacen los militantes de las gloriosas Juventudes Comunistas…
RAMONA PARRA nos alumbrará el camino en la lucha victoriosa por la liberación
nacional en marcha hacia el socialismo.[15]
No obstante, tanto los informes
periciales de balística como las declaraciones que entregó el grupo de
compañeras con las que esa tarde se encontraba Ramona, realizados en el marco
del sumario por los sucesos de la Plaza Bulnes, apuntan a que la muchacha buscó
refugio entre el césped de la plaza. Por ejemplo, Carlota Corday Flores, de 15
años señaló que: “cuando los Carabineros empezaron a disparar, nos tendimos
todas en el suelo, junto a Ramona Parra, que, al levantar un poco la cabeza,
recibió una bala que le atravesó el cráneo.”[16] Testimonio similar entregó Mercedes Fuentes
Cancino de 19 años: “No me quedó más remedio, que tirarme de bruces al pasto de
los prados, lo que también hicieron varias compañeras, entre ellas, la Ramona
(…) trató de incorporarse, para ver lo que ocurría, y recibió de aquellas personas,
sin duda carabineros, varios balazos.”[17]
Bien hubiesen podido acentuar la
victimización resaltando la bárbara injusticia de una joven asesinada por la
espalda o tendida en el suelo, pero era otra la función moral y propagandística
que requería el momento político. Tal como señala Javier Varela al analizar la
muerte del héroe dentro del proceso de conformación identitaria, la muerte en
combate posee un carácter fundador en que opera el “rito de muerte y
renacimiento”. Ramona Parra pasó a ser una bandera: “el emblema vivo así
publicado pretendía ilustrar el poder casi genésico de la muerte, la capacidad
de los despojos de los mártires para servir de cimiento a la vida nueva de una
Patria libre”.[18] Luego
de ingresar al panteón de héroes populares, Ramona renacía en
el colectivo enfrentando de pie a los masacradores y al destino, encarnando los
atributos más altos de lo que se esperaba de una joven comunista.
Hay que agregar que la muchacha
era parte de una generación de jóvenes que ingresó a militar durante la Segunda
Guerra Mundial, bajo una fuerte mentalidad antifascista que se traducía en lenguajes,
actitudes y se reproducía en las fricciones cotidianas que se desarrollaron en
Chile. Quizás los más visibles fueron los diversos enfrentamientos callejeros
entre jóvenes comunistas y nazis criollos, en cuyas escaramuzas resultó muerta
la joven Eliana Miranda y la propia Ramona, fue detenida y golpeada en diversas
ocasiones. Aportó a la mística militante la actuación triunfante de las tropas soviéticas en la definición
del conflicto bélico. Esta generación se sentía parte del triunfo en tanto eran parte de
una comunidad internacional. Así, las referencias al combate y los
combatientes, la guerra, sus trincheras y necesidades serán parte de la
nomenclatura cotidiana. Por ello se le otorga a la muchacha una serie de
atributos que debía proyectar un combatiente ejemplar de la postguerra.
Presentemos atención a una reseña de su vida elaborada por las juventudes
comunistas, titulada “Dio su vida por la juventud”:
El año 1944 ingresa a las gloriosas Juventudes Comunistas para continuar
así, definitivamente, el puesto que le corresponde en la lucha. Es militante
esforzada, segura en la acción, lo que la hace un ejemplo de rectitud y
precisión de línea. Trabaja en el Laboratorio Recalcine como obrera, y su
escaso tiempo libre lo dedica a la música y a la lectura de sus autores
preferidos, los teóricos del marxismo, Marx y Engels, las obras de Lenin y las
enseñanzas de Stalin.[19]
También
se reivindicará su origen humilde, proletario y deberes autoimpuestos como
estudiar de noche y practicar un deporte, ejemplos de fortaleza y desarrollo
integral propios de la cultura política de la era soviética. Se espera que un
militante de las juventudes destile entusiasmo y una férrea voluntad, capaz de
vencer cualquier prueba. Las referencias a la vida de Ramona en clave
guerrillera son textuales: “Organiza con un grupo de muchachas, cursos de
natación. Desea saber nadar, pues una buena guerrillera debe saberlo y una
joven comunista tiene que ser una buena guerrillera”.[20]
La
inspiración comunista internacional se ensambló con experiencias propias,
nacionales, que constituyeron el denso entramado que caracterizó la espesura
del comunismo popular chileno, cuyos hilos complejizan cualquier análisis
monolítico o dicotómico en torno a su cultura política. Es así como para el PCCH la matanza de Bulnes
se inscribió en una larga tradición de lucha y matanzas obreras, que a su vez
sirvieron de inspiración y ejemplo para continuar el proceso de organización,
educación e intervención política.
Encontramos numerosas referencias a la sangre obrera derramada que no operaban
simplemente como una metáfora, al igual que en otros episodios de esta
naturaleza, los sobrevivientes,
presenciaron la azarosa posibilidad de la muerte en los cuerpos de sus
compañeros. La excepción aquí es que de alguna forma imperaba la idea que los
tiempos de muerte a mansalva a grupos de trabajadores que demandaban derechos
percibidos como legítimos, habían quedado atrás, junto con la década de 1930.
Orlando Millas, por ejemplo, relata en sus memorias la estupefacción entre los
organizadores y asistentes cuando comenzó el tiroteo, incluso muchos pensaron
que se trataba de balas a fogueo. Tan lejos estaba del horizonte de
posibilidades que le pidieron a la gente que no corriera. Pero poco después la
imagen no abandonaría su memoria: “A
través de la plaza había decenas de heridos. La sangre empapaba el pavimento en
muchos sectores”.[21]
Para los presentes, la sangre que
testimoniaba el azar de la muerte, de los heridos, de los sobrevivientes debía
trascender y exhibirse, por ello -seguramente por una práctica que ya conocían-
empaparon sus estandartes, pañuelos y carteles con la sangre de la Plaza Roja
(como comenzaron a llamarle) y desfilaron por las calles céntricas de la ciudad
y diversos medios de comunicación. Algunos grupos de manifestantes expresaron
su furia y rompieron vitrinas, apedrearon automóviles, dieron vuelta una caseta
de carabineros y otros trataron de cortar los cables de los tranvías.[22] Tanta era la sangre que con la finalidad de
borrar los vestigios fue limpiada en horas de la madrugada por voluntarios de
la Compañía de Bomberos. No obstante, en
diversas manifestaciones ocurridas en los meses siguientes los carteles
ensangrentados fueron nuevamente expuestos.
Fue una imagen de alta carga
simbólica que quedó gravada: “El color de la sangre es rojo, tan intensamente
rojo que es imposible olvidarlo” inscribía con grandes letras la portada de Mundo Nuevo del mes de febrero de 1946.[23] Pero lo más potente de la sangre derramada era que no se trataba
de un hecho aislado, la individualidad del crimen trascendía en la experiencia
colectiva y su larga trayectoria. Se ubicaba por tanto en un entrelazamiento de
complicidades históricas que catalizaban en un elemento movilizador, anímico,
propulsor. Los comunistas eran parte de una historia de sacrificios colectivos
que reivindicaban con orgullo.
Una
conciencia que impone deberes y marca la ruta a seguir. En este sentido, fueron diversos los discursos y textos que dirigentes y militantes
hicieron llegar hasta la prensa comunista que se ubican en esta plataforma
interpretativa. Por ejemplo, el poeta Andrés Sabella, integrante de la
combativa Generación Literaria del 38, titulaba un conmovido texto: “Sangre del
pueblo chileno en nuestras plumas”. Y a continuación hacía parte de un
sentimiento que alcanzaba a la militancia: “La sangre es el líquido sagrado que
no se borra jamás (…) he visto las iniciales PC escritas con sangre fresca,
imborrable y santa, como un tatuaje de honor por nuestra hambre por un pan
luminoso en los hogares de Chile”.[24] Sabella emparenta
esta matanza con otros sucesos históricos, entre ellos refiere a Plaza Colón de
Antofagasta, Santa María de Iquique, San Gregorio, La Coruña. Y “fechas que son
banderas” como el 28 y 29 de octubre de 1909 en Santiago y el 12 de mayo de
1903 en Valparaíso.
Por su
parte, el novelista Nicomedes Guzmán escribió: “Homenaje a la sangre derramada,
ejemplo de organización y conciencia obrera”, reivindicando la memoria histórica hacia la consecución de luchas
futuras. Un proyecto que se sostiene en el diálogo entre tiempos pretéritos y
futuros:
Así, la sangre derramada en los trágicos minutos del lunes pasado, a
instancias inconscientes de un grupo de hombres armados –pero DESALMADOS-, ha
venido a revivir en los corazones de todo el pueblo chileno una tradición que
es el orgullo de una clase y constituye el alma en el proceso de las conquistas
sociales de esta aporreada y aguerrida tierra.[25]
A un año
de los sucesos, El Siglo dedicó una
edición especial con poemas, grabados, fotografías y columnas de opinión que
reforzaban esta idea: “Porque solo la sangre florece en el estéril cemento,
nació ahí, hace hoy un año, la verdadera unidad obrera. La forjada en el
sacrificio.”[26]
Renacer en el colectivo: “Ramona
nos marca el camino”
Las ideas-fuerzas que hemos analizado se
expresan claramente a través de diversas iniciativas movilizadoras que impulsó
el PCCH para homenajear a los caídos, como el propio funeral de las víctimas. En diversas fotografías publicadas en la
prensa nacional puede observarse a las viudas rodeadas de sus hijos en luto
riguroso y cuantiosos arreglos florales hechos llegar hasta el local de la CTCH
donde fueron velados. Una larga fila de hombres, mujeres y niños observa la
conmovedora escena mientras esperan su turno para acercarse a los féretros.
A la mañana siguiente, un disciplinado contingente de jóvenes en
bicicleta abrió paso entre aproximadamente doscientas mil personas al cortejo
fúnebre que lentamente circuló en su marcha hasta el Cementerio General. Precediendo
a los ataúdes marchaban guardias de honor enarbolando las banderas partidarias
y organizaciones sindicales. Las crónicas se detienen en el fuerte sol de fines
de enero, por ello se reportaron diversos casos de mareo y desmayos, que fueron
mitigados por el apoyo de voluntarios de la Defensa Civil. Los organizadores
solicitaron que no hubiese fuerza pública, y a ello adjudicaron más tarde que
las exequias se desarrollaran en completo orden y tranquilidad.
El contexto en que se producen
las exequias es fundamental destacarlo. Más de un 80% de la ciudad de Santiago
adhería al Paro Nacional dándole un carácter aún más solemne y confrontacional
a la despedida. El diario El Siglo
anunciaba en primera página: “Chile no va hoy a la fábrica. Va al cementerio a
acompañar en una columna interminable, como el destino del pueblo, a esa sangre
de su sangre caudalosa derramada en un crimen sin nombre”[27]. Muchos de los trabajadores junto a los
estandartes de sus organizaciones acompañaron los restos cubiertos por las banderas
del Partido Comunista, Socialista y las Juventudes Comunistas, hasta el
mausoleo del Sindicato Cristalerías de Chile, donde representantes de fuerzas
políticas, estudiantiles, sindicales expresaron su indignación y apoyo al
petitorio presentado ante las autoridades. Continuaba así, entre otros puntos
considerados como apremiantes, la exigencia de reintegrar la personalidad
jurídica a las oficinas salitreras en conflicto, y la preocupación concreta
ante la llegada de uniformados al gabinete. También abordaba un punto que el
PCCH no abandonará en este período: la investigación de los hechos, el castigo
a los responsables e indemnización a los familiares de los muertos y heridos en
la plaza.[28]
Hasta entonces el PCCH tenía la
expectativa de encontrar respuestas favorables y ser solicitado para la
conformación de un gobierno civil progresista que atendiera las demandas
obreras. La prueba de fuerza que dio el exitoso paro nacional y la movilización
de sectores populares parecían respaldar la tesis. Pero a los pocos días el
cuadro político se complejizaría aún más con la fractura de la CTCH debido a la
incorporación del Partido Socialista al gobierno de Alfredo Duhalde con tres importantes
carteras ministeriales y la “bajada” de este sector del nuevo paro nacional
consensuado para el 4 de febrero.[29]
La tensa relación comunista-socialista que ambos
partidos venían maniobrando durante varios años, terminaba por hacerse trisas.
Acusando un complot soviético en el país, la sección de la CTCH hegemonizada
por el comunista Bernardo Araya, mayoritaria por cierto, fue desconocida por el
gobierno, y desalojada de la sede sindical, además de enfrentar varias formas
de hostigamiento que afectaron a organizaciones sindicales. Hasta el verano de
1946 los socialistas parecían ubicarse en posiciones favorables, la CTCH de
Bernardo Ibáñez gozaba de influencia al interior del gobierno y ajustaba
cuentas con su contendor.
En este cuadro Ramona fue una bandera de lucha
presente en diversos
actos que continuaron celebrándose las semanas y meses siguientes. Por ejemplo, el domingo 17 de marzo las JJ.CC realizaron
un cálido homenaje a la mártir de la juventud chilena en el que expresaban:
“Nuestra compañera RAMONA PARRA, caída bajo el fuego asesino en la tarde
sangrienta del 28 de enero”. El lugar elegido fue el Sindicato de CHILECTRA, cuyos trabajadores
continuaban en paro de actividades debido al estancamiento en las
negociaciones. Como muestra solidaria se solicitaba a los asistentes aportar
con un tarro de leche o un kilo de alimentos para ayudar a los huelguistas, y
se anunciaba como atractivo de la jornada la proyección del film soviético
antifascista “El profesor Mamlock”, muy recepcionado en aquellos años.[30]
Además del florecimiento de este tipo de
actividades hay una operación de reintegrar simbólicamente a Ramona al partido.
No sólo se trata de mantenerla presente gracias a operaciones mnemotécnicas,
sino que a través del proceso de “emular, recordar y renacer” que observamos en la
intensa campaña de reclutamiento.
Ciertamente
que desde antes de la matanza el PCCH aumentaba su influencia en la sociedad
chilena con la incorporación de intelectuales, trabajadores y estudiantes. Este
crecimiento se evidenció en la hegemonía que alcanzó en las directivas del cobre, salitre y carbón, que eventualmente le
permitía paralizar las fuentes productoras del 70% o más de las divisas que
Chile necesitaba, y elementos estratégicos para la industria y el transporte[31]; además de tener una representación
parlamentaria de quince escaños. No obstante, después del 28 de enero, la campaña de
reclutamiento cobró nuevos bríos.
El Comité
Central de las JJCC dio orientaciones para difundir y promover el ingreso a la
llamada Promoción Ramona Parra. La
muchacha renacería en una generación con vientos redentores, dispuesta a
enfrentar los desafíos urgentes que imponía el momento político. Si bien las
aspiraciones cuantitativas eran innegables, los criterios de selección debían
ser prioritarios. Se insistía: “Debemos
captar para nuestra organización a los jóvenes más combativos”.[32] En dicha tarea el
periódico de la Juventudes Comunistas, Mundo Nuevo, cumplió un importante
papel. El primer ejemplar era vehemente: “Joven chileno, exhibe el orgullo de
ingresar en nuestras filas en la “PROMOCIÓN RAMONA PARRA”… BAJO LA BANDERA DE
RAMONA PARRA Y EN LAS FILAS DE LA JUVENTUD COMUNISTA, LUCHAREMOS POR LA
LIBERTAD DE NUESTRA PATRIA”.[33]
No sólo
se trataba de sumarse al proyecto político de Ramona sino que recaía la
responsabilidad de ocupar su lugar. Por ello, dos semanas más tarde, junto con
saludar a los nuevos militantes que se
incorporaban (35 en San Miguel, 10 en la Novena Comuna, 9 en la Sexta Comuna, y
12 en la Séptima) se insistía en esto dentro de un ritual de iniciación:
“vienen a ocupar el puesto dejado por nuestra querida Ramona Parra. Nuestros
nuevos afiliados serán recibidos en el gran acto de homenaje a Ramona Parra que
se realizará el 8 de marzo”.[34]
La
portada del tercer ejemplar de Mundo
Nuevo exhibió un dibujo inspirado en la estética del artista plástico José
Venturelli. En él se observa una mujer caída sobre una alfombra roja que podría
ser su propia sangre, más atrás, un grupo de jóvenes observa la escena con el
puño en alto, bajo una gran pancarta de las juventudes comunistas. Se insiste:
“Promoción Ramona Parra. En las filas de las Juventudes Comunistas a luchar por
los derechos de los jóvenes… enarbolando como gloriosa enseña el nombre de
nuestra querida Ramona Parra, abre sus puertas para ofrecer a todos los jóvenes
chilenos un puesto junto a nosotros para forjar con nuestra lucha un porvenir
seguro y alegre para la joven generación”.[35] Ya en el mes de
marzo se anunciaba con regocijo el éxito de la campaña en regiones. Sólo en
Concepción ingresaban 230 jóvenes,[36] en tanto en la
cuarta comuna de Valparaíso, se tributaba su legado y simbolizaba el
renacimiento a través de la conformación de una base con su nombre.[37]
Además de
apoyar el proceso de movilización, la generación Ramona Parra se incorporó en
tareas apremiantes para las JJCC, tanto en las labores de apoyo y solidaridad
con los huelguistas, como en el trabajo territorial contra la especulación y el
alza de los productos de consumo básico a través de los Comités de
Subsistencia, en la formación de
brigadas para recorrer los centros de ocultamiento de mercancías y vigilancia contra los acaparadores[38]. Paralelamente,
después del 20 de julio y el apoyo del partido a la candidatura presidencial
del militante del Partido Radical Gabriel González Videla, las JJCC
protagonizaron un intenso trabajo de campaña electoral, recorrieron el país explicando el programa de
gobierno emanado de la Convención de Partidos y Organizaciones Democráticas y organizaron comités juveniles provinciales
de carácter multisectorial. Más tarde, reivindicarán su trabajo, como motor del
triunfo electoral.
A un año de la masacre: “el
mejor homenaje es el cumplimiento del programa”
El 4 de septiembre de 1946,
González Videla ganó estrechamente las elecciones con Pablo Neruda como jefe de
campaña. Pero el
trabajo no bajó de intensidad. El candidato alcanzó la primer mayoría relativa
con el 40.1% de los sufragios, por lo que la elección quedó en suspenso hasta
su ratificación por el congreso. Diversos sectores se declararon en estado de
alerta ante una posible arremetida de la derecha. Fue un período de marchas,
comicios, asambleas y diversas manifestaciones populares. La CTCH comandada por
el comunista Bernardo Araya convocó a un paro nacional el 24 de octubre, día en
que el parlamento debía pronunciarse. Por su parte las JJCC, alentaron una actitud
más combativa y advertían: “El triunfo
obtenido con tanto sacrificio está en peligro”, y muy en la tónica del
imaginario antifascista llamó a conformar milicias populares, aunque no tenemos
antecedentes sobre su concreción: “Deben ser de una gran amplitud, compuestas
por jóvenes democráticos de todos los sectores sociales y con distintivos
simples y fáciles de adquirir por toda la juventud. Las milicias populares
serán la mejor garantía del régimen democrático y de las libertades públicas,
contando en estas tareas con la ayuda de las fuerzas armadas, que son parte de
nuestro pueblo.”[39]
Después
del intenso despliegue de fuerza orgánica, la consagración del triunfo marcó un
parteaguas para el PCCH. Fue experimentado como una batalla ganada a la cual habían
aportado decisivamente. Entre el 28 de enero y el 4 de septiembre se trazó un
arco de tiempo cómplice, de aliento movilizador, esto se confirma en las
Conferencias Nacionales del PCCH y de las JJCC, realizadas entre octubre y
noviembre respectivamente, a la hora de evaluar el triunfo: “Fue la culminación de todo un período de
luchas que se hizo más intenso especialmente después de la masacre del 28 de
enero”[40]. En esta misma línea se pronunciaban las Juventudes
Comunistas: “Desde el 28
de enero, el proletariado chileno, con entusiasmo y combatividad crecientes, ha
comenzado a desempeñar su papel de vanguardia bajo la dirección política del
Partido Comunista, proceso que se acelera cada día más”.[41]
Las
expectativas eran muchas. Por primera
vez tres comunistas ocuparon posiciones ministeriales: Víctor Contreras Labarca
como Ministro de Obras Públicas; Miguel Concha Quezada en Agricultura y Víctor
Contreras Tapia en Tierras y Colonización. Además de cinco intendencias, entre
ellas Tarapacá y Santiago. Dicha participación, además de su representación
parlamentaria, les permitió solicitar la inscripción legal como partido
político. Recordemos que hasta entonces el PCCH era considerado una asociación
ilícita, debiendo inscribir a sus candidatos en listas de otros partidos o
idear la denominación de Partido Democrático Nacional primero -que también
sería cancelada en 1941- o como Partido Progresista Nacional más tarde.
Solicitud que finalmente obtuvo en enero de 1947. Además, en la práctica el
gobierno ya había otorgado reconocimiento como principal interlocutora a la
CTCH-Araya.
No obstante, existían elementos
adversos en la coyuntura política. La ratificación de González Videla por el senado
había estado condicionada al apoyo del Partido Liberal, que como condición
exigió la participación en el gabinete con igual número de ministros que los
comunistas y –lo que será el tema más conflictivo- la suspensión de la
legislación para concretar la sindicalización campesina, prometida en el
programa de gobierno.[42] Además en los
albores de la Guerra Fría la campaña anticomunista ya se expresaba en diversas
tendencias políticas, incluso dentro del propio Partido Radical.
Pero a
pesar de estas tendencias, el PCCH continuaba sumando adeptos y la campaña de
reclutamiento se evaluaba
exitosamente con la incorporación de tres mil militantes. En tanto se anunciaba una segunda etapa de la Promoción Ramona Parra que se
extendería hasta el 1ero de mayo de 1947.[43] La meta era captar 30 mil militantes. Reforzando los factores subjetivos que
conducían a valientes y abnegados jóvenes a la lucha, la Conferencia Nacional
de las JJCC dedicó un destacado espacio a la memoria de “Ramona Parra, guía y
ejemplo para la juventud chilena”, donde se destacan cualidades que hemos
referido: “Su vida es un continuado ejemplo de firmeza revolucionaria, de
cariño a las Juventudes Comunistas, de afán de superación, de fe ilimitada en
las fuerzas de la juventud obrera y adhesión a la noble causa del Socialismo”.
La muchacha era heredera de O´Higgins, Manuel Rodríguez y Recabarren, además de
procesos populares que culminaron en matanzas obreras, pero, “en primer
término, ella conocía y admiraba las proezas de los heroicos jóvenes soviéticos
que con empuje indomable han ido construyendo una nueva sociedad.”[44]
Y a
continuación, se evidencia la temprana tensión que el PCCH mantendrá con la
administración de González Videla respecto a la masacre: “La juventud no puede
aceptar que a diez días de la constitución del actual gobierno todavía
permanezca impune el crimen de la Plaza Bulnes”[45]. Misma postura expresará respecto a la
reorganización del campo y sindicalización campesina, cuestión definida como
prioritaria tanto en el congreso nacional de la CTCH-Araya (diciembre 1946)
como en las conferencias nacionales comunistas. En este sentido, utilizando el
nuevo anclaje ministerial y la inserción territorial de sus militantes,
impulsaron una campaña de denuncia contra el abuso de latifundistas y fomentaron el proceso de organización rural con sus
principales focos en Santiago, Talca, Curicó y Linares. La derecha acusó el
golpe y exigió controlar la labor agitativa del PCCH en el campo a la que
adjudicaron los diversos conflictos suscitados en el verano de 1947.[46] Algunos de sus
titulares eran elocuentes: “Agricultores de zona de Teno y Curicó piden
garantías al Presidente de la República contra agitación comunista”[47]; “Agitador comunista
extraño a fundo de cañete, encabeza huelga abiertamente ilegal”[48]
Y es que si bien el PCCH se comprometía a
cooperar con el gobierno, desde un inicio marcó su raya dentro de una táctica
política que Carlos Huneeus ha definido “de dos caras”[49], actuando dentro y fuera del gobierno, lo
que complicó e irritó al presidente. Efectivamente, si González Videla esperaba
neutralizar las protestas con el ingreso del PCCH al gobierno, la realidad se
manifestaba distinta. Aún más al interior de las bases. Por ejemplo, como ha
detallado la historiadora Jody Pavilack, los mineros del carbón aclararon en
una carta dirigida al presidente que si bien habían respaldado su candidatura
su apoyo no era incondicional: “no sería
dado a expensas de sus propios intereses, sin importar los compromisos hechos
por sus líderes nacionales”[50].
No sería
el único campo en disputa. En enero de 1947 hubo conflictos locales derivados
del alza de los alimentos y de las
tarifas de electricidad, y ya se rumoreaba el alza del transporte público. Además del proceso
inflacionario se denunciaban los abusos patronales en las condiciones del
trabajo (intensificación) y de los especuladores contra el consumo popular
(producción y consumo) [51]. El malestar general
se expresó en un intenso despliegue mediático y callejero que los comunistas, a
la vez que eran parte, esperaban resolver exigiendo que el gobierno cumpliese
la palabra empeñada. Incluso, tiempo antes, el PCCH hizo llegar al ejecutivo un
documento en que resumió las medidas más urgentes a implementar en conformidad
al programa como la reorganización del comisariato para asegurar un efectivo
control de precios, de la especulación y abastecimiento de productos de primera
necesidad; y de vivienda como la prohibición de los llamados lanzamientos o desalojos de viviendas
populares, control y tope máximo de las rentas y construcción de diez mil
viviendas de emergencia.[52]
En este marco, el aniversario de la masacre del 28 de
enero sirvió para aglutinar los
esfuerzos, movilizar el descontento y demostrar mayoría en el espacio
público. Observamos en los preparativos y concreción de este gran homenaje,
como la memoria y ceremonialización de la
muerte opera para potenciar demandas y desafíos que plantea el presente.
Semanas antes la CTCH-Araya llamó a todas sus
instancias a organizar actos preparativos, especificando que “deben tener el
carácter de homenaje a nuestros muertos del 28 de enero del año pasado; y de
movimiento de masas para acelerar el cumplimiento del programa y afianzar el
régimen, amenazado por los reaccionarios incrustados en el Gobierno”.[53]
A nivel local las iniciativas fueron patrocinadas por los Comités de Subsistencias,
que solicitaban el fin al encarecimiento de los arriendos y artículos de
primera necesidad. Por ejemplo, en las poblaciones Recreo y Colón de San Miguel
se celebró un mitin con el propósito de “protestar por la acción de los
especuladores y movilizar a todos los sectores populares al acto del 28 en la
plaza Bulnes”. Desde mediados de enero se registraron concentraciones de este
tenor en San Pablo esquina Manuel Rodríguez, Av. México con Recoleta, en Pedro
Lagos con Nataniel.[54]
En la Plaza Manuel Rodríguez de Puente Alto, en el Teatro del pueblo de
Quilicura, en calle Colombia esquina El Salto de Conchalí y un comicio
relámpago en Plaza Bogotá.
En Rancagua hubo un desfile desde la Estación hasta la Plaza de los Héroes. En tanto la Central Nacional de Defensa de los Consumidores, organizó un acto en la Plaza Artesanos para exigir la reorganización del comisariato, posteriormente desfilaron hasta Plaza Vicuña Mackenna para converger en el acto organizado por el Movimiento pro-Emancipación de la Mujeres Chilenas, donde dos mil personas se manifestaban en contra el reciente fallo de la Contraloría de la República que prohibió a mujeres ocupar cargos públicos, afectando entre ellas a la dirigente comunista María Marchant inicialmente propuesta para Intendente de Santiago.[55] Las JJCC de Coronel rindieron un homenaje a Ramona Parra en el teatro de los obreros de Schwager, también en esta ocasión se insistía: “se pedirá el cumplimiento del programa, el abaratamiento de la vida y se analizará la necesidad de mantenerse alerta y en continua movilización para desbaratar los negros designios de los complotadores”[56].
Foto N°1 Elías Lafertte, Secretario General del
PCCH, deposita ofrenda en honor a Ramona Parra. Disponible en: https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=30353387[Consulta: 03/06/2017].
En la tarde del martes 28 de enero de 1947 cuatro
columnas desfilaron desde puntos neurálgicos de Santiago: Plaza Baquedano,
Estación Central, Avenida Matta con Arturo Prat y Plaza Artesanos, para
converger en Plaza Bulnes.[57]
En tanto, una columna agrupada bajo el estandarte “sobrevivientes” hizo su propio recorrido y fue ovacionada al llegar
a la plaza. Con el primer toque de
silencio se dio paso al acto
artístico. Una descarga al aire
simbolizando la masacre y al calor de los temas evocados por el coro popular
que ensayó desde semanas anteriores, se simuló una gran mancha de sangre
arrojando las flores rojas, que previamente se les solicitó portar a los
asistentes. Posteriormente las directivas de los organismos políticos y
sindicales a las que pertenecieron las víctimas colocaron arreglos florales en
los que se inscribió el nombre de los caídos con flores blancas.
Entonces resonó
la voz del poeta Pablo Neruda: “yo no
vengo a llorar aquí donde cayeron”. Se trataba del poema “Los muertos de la
plaza”, que inmortalizaría en el Canto General, donde relaciona la masacre con
muertes anteriores pero también en las necesidades presentes. Estas ideas
fueron condensadas en el verso a Ramona:
Ramona
Parra, joven
Estrella
iluminada
Ramona
Parra, frágil heroína
Ramona
Parra, flor ensangrentada
Amiga
nuestra, corazón valiente
Niña
ejemplar, guerrillera dorada:
Juramos
en tu nombre continuar esta lucha
Para que
así florezca tu sangre derramada.
La ocasión también
sirvió para generar recursos. El PCCH editó treinta mil ejemplares de un álbum
con el poema de Neruda e ilustrado con dibujos de José Venturelli:
“íntegramente confeccionado a base de dibujos que dicen relación con los
luctuosos hechos de Plaza Bulnes, los que serán vendidos a $10 el ejemplar. Una
tirada de trescientos ejemplares con firma de los distinguidos artistas será
vendido a $50 ejemplar”.[58]
Con el segundo toque de silencio se dio comienzo al acto
político. Destacadas personalidades hablaron desde un escenario en el que
se esperó en algún minuto que se encontrara González Videla. El núcleo de lo
planteado en que todos los oradores coincidieron podría resumirse en las
palabras de Ricardo Silva, presidente provincial del movimiento falangista: “el
mejor homenaje que podemos rendir a los muertos el 28 de enero, es el
cumplimiento del Programa”.[59]
En este sentido es
interesante el discurso pronunciado por el abogado comunista René Frías Ojeda,
regidor por Santiago, que tuvo a cargo la defensa de las víctimas. Frías en
diversas tonalidades y varias partes de su intervención recordó al presidente
que era deudor del pueblo y su programa: “permanecen vivas en el aire de esta
Plaza Roja las palabras pronunciadas por el militante de ese partido señor
Gabriel González Videla, cuando como presidente electo dijo: Jamás daré la
espalda al pueblo, cumpliré el programa; al pueblo le debo todo lo que soy” [60] e insistía: “en esta
Plaza se congrega ahora el pueblo a fin de recoger fuerzas junto al recuerdo de
sus hechos heroicos, para marchar adelante hacia la realización de su destino;
el programa del 4 de septiembre” [61]
La portada de El Siglo con que se informó el homenaje
también era decidor de las ideas que movilizaba el PCCH: “Cumplimiento del
programa. Chile entero lo pidió ayer”. Y a continuación:
Junto a las flores rojas que portaban los obreros y las dueñas de casa
para depositar en el lugar preciso en que fue asesinado cada uno de los seis
mártires, se alzaban los letreros en lienzos y cartones escritos por manos de
trabajadores y que gritaban en negros caracteres lo que el pueblo pide, lo que
el pueblo quiere del Gobierno… RAPIDO CUMPLIMIENTO DEL PROGRAMA.[62]
En el
Congreso de la República el 28 de enero, en tanto fecha-monumento también
cambió el curso del tiempo burocrático. Para conmemorarlo los personeros
comunistas tomaron la palabra para rendir homenaje. El diputado Andrés Escobar,
sobreviviente de la Plaza Bulnes, no perdió la ocasión para exigir justicia y
recordar la deuda suscrita por González Videla: “sin la abnegación y el
heroísmo de que las masas dieron tantas pruebas desde la tarde sangrienta del
28 de enero, no se habrían creado las condiciones políticas ni objetivas para
el triunfo del 4 de septiembre, ni se habría conseguido la firmeza para
defender la victoria y exaltar al poder al candidato triunfante.”[63]
Después de este homenaje el PCCH
continuó movilizado en razón de las próximas elecciones municipales, para lo cual
se había propuesto crecer exponencialmente. Así el 6 de abril de 1947 el PCCH
-que por primera vez participaba con su nombre real en las elecciones-
triplicaba su votación pasando de 32 mil
votos en 1944 a 91 mil, y porcentajes por sobre el 50% en las conflictivas
zonas del cobre, salitre y carbón.[64] No obstante, este proceso de crecimiento y
movilización fue frenado insospechadamente.
Pocos días más tarde comenzó la
cruzada en contra del comunismo. Como primer paso, González Videla consiguió la
renuncia de los ministros del PCCH acusados de propiciar “una ola de huelgas”.
Entre fines de agosto de 1947 y enero de 1948, con los votos de parlamentarios
radicales, liberales y conservadores, obtuvo facultades extraordinarias que
entre otras prerrogativas le permitieron aprehender a individuos sin orden
judicial y relegarlos a lugares apartados del país. Argumentando que el peligro comunista no se había
neutralizado, en septiembre de 1948 fue
promulgado el proyecto de Ley de Defensa Permanente de la Democracia, conocido
como “ley Maldita”. En razón de ella, al cabo de cien días se eliminó
aproximadamente 30 mil votantes comunistas, hubo numerosas purgas en el
movimiento sindical y diversos dispositivos de espionaje y castigo.
Conclusiones
El martirologio
comunista de la postguerra ensambló la aureola de víctima con la virtud del
héroe. En este
sentido, la
interpretación que hizo el PCCH no sólo se detuvo en el hecho traumático, sino
que éste era resignificado e incluso maniobrado con el fin de servir de
elemento propulsor para enfrentar los desafíos imperantes. Las víctimas de la
Plaza Bulnes no eran entes pasivos, por el contrario, se les atribuyó una
capacidad de agencia que insistió (e incluso exageró) en su perfil combativo.
Ser agente significa conciencia, voluntad, decisión. Así una manifestación
pacífica y autorizada pasó a ocupar un sitial en las diversas batallas de un
proceso largo que se encadena hacia atrás y hacia adelante. Insertarlo en una
historia y en una continuidad de sacrificios lo eximió de la singularidad, en
cuanto no se trataba de un hecho aislado (la memoria de lo puntual que deriva
en la sacralización del hecho) sino que en una generalidad inscrita en un pasado compartido y una
voluntad común en el presente.
Si bien durante el extenso tiempo
en que operó la proscripción del PCCH, el 28 de enero de 1946 como
fecha-monumento no fue nuevamente reivindicado, al menos públicamente, Ramona
Parra continuó siendo una bandera de lucha. Así, a raíz de las necesidades de
la contienda política, en 1968 cuando en el VI Congreso de las JJCC concretó la
idea de conformar destacamentos de propaganda que intervinieran los muros las
llamó Brigadas Ramona Parra (BRP).
La primera aparición pública de la BRP fue
durante la marcha en solidaridad con Vietnam realizada desde Valparaíso a
Santiago en septiembre de 1969. Desde entonces las BRP fueron adquiriendo
masividad y protagonismo, transformándose en un referente estético al que el
nombre de la muchacha quedó indisolublemente ligado. Poco después, en pleno
proceso de la Unidad Popular, en un reportaje dedicado a la brigada titulado
“Ramona Parra, recuerdo que le pena a los momios”, los muchachos se definían
tributarios de una joven heroína obrera capaz de realizar hazañas ejemplares en
el largo camino de combate del pueblo. Y entregaban la versión que escucharon y
seguramente reelaboraron sobre su muerte: “Ramona Parra fue agredida por un
oficial que, de un manotazo la arrojó al suelo. La muchacha se levantó, arrancó
una mata de pasto y se la metió en la boca a su agresor. Enfurecido, éste saco
su revólver y le destrozó la cabeza de dos balazos.”[65]
Ramona también fue el nombre de la revista
que al calor del mismo proceso crearon las Juventudes Comunistas[66]. Ciertamente eran
otros jóvenes, con sus propios tiempos y urgencias, pero sus razones y
sentimientos se enlazaban a un proceso de lucha histórica del cual se sentían
parte y que reivindicaban con orgullo.
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Recibido: 17/06/2017
Evaluado: 27/07/2017
Versión Final: 26/08/2017
[1]Este artículo es parte del proyecto de
postdoctorado FONDECYT N°3160354, titulado “Lucha de calles: voces y
trayectorias de la protesta popular en Santiago de Chile, 1946-1969”
[2] El Siglo, Santiago, 28/01/1947, p 5
[3] Sobre los primeros años del PCCH, Hernán Ramírez, Origen y formación del Partido Comunista de
Chile, Santiago, Progreso, 1984; Sergio Grez, Historia del comunismo en Chile. Los tiempos de Recabarren (1912-1924),
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Emilio Recabarren. Un biografía histórica, Santiago, LOM, 2013. Respecto a
la historia reciente del PC, Viviana Bravo, Con
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2011; Rolando Álvarez, Arriba los pobres
del mundo, Santiago, LOM, 2011
[4] Andrew Barnard, The
Chilean Communist Party: 1922-1947. Ph.D thesis, University of London, 1977
[5]Jody
Pavilack, Mining for the Nation. The Politics of Chile’s Coal Communities from
the Popular front to the Cold War. University Park: The Pennsylvania
State University Press, 2011.
[6] Carlos Huneuus, La
Guerra Fría Chilena. Gabriel González
Videla y La Ley Maldita.
Santiago, Debate, 2009
[7]Alfonso
Salgado, “La familia de Ramona Parra en la Plaza Bulnes: Una aproximación de
género a la militancia política, la protesta social y la violencia estatal en el
Chile del siglo”. Izquierdas N°18,
Santiago de Chile, abril 2014, pp. 128-145; Viviana Bravo Vargas,
“Chile no va hoy a la fábrica: Protesta obrera y represión política en el
verano de 1946”, Izquierdas N°35, Santiago
de Chile, septiembre
2017, pp. 199-232 y Cristian Pozo
Mayorga, Ocaso de la unidad obrera en Chile: confrontación comunista-socialista y
la división de la CTCH (1946-1947). Tesis de Magíster., Santiago, Universidad de Chile, 2013.
[8]
Raymond Williams, Marxismo y
literatura. Las Cuarenta, Buenos Aires, 2009, p 180.
[9]
Ernest
Renan, “¿Qué
es una Nación?”, Conferencia dictada en la Sorbona, París, 11 de marzo de 1982. Disponible en: http://enp4.unam.mx/amc/libro_munioz_cota/libro/cap4/lec01_renanqueesunanacion.pdf, [Consulta:
03/06/2017].
[11] Sumario por sucesos
ocurridos en la Plaza Bulnes, Causa rol Nº 80-1946, Segundo Juzgado Militar
de Santiago, f 306
[12] Una reconstrucción de los hechos en Viviana Bravo, “Chile no va
hoy….”, Op Cit
[13] El Siglo, Santiago, 29/01/ 1946, portada
[14] El Siglo, Santiago, 29/01/ 1946, p 6
[15] Mundo Nuevo, 28/01/1947 p12
[16] Sumario por sucesos … op cit f 644
[17] Ibídem
[18] Javier Varela,“La muerte del héroe”. Historia
Social, N°1, 1988, p22
[19] Mundo Nuevo, Santiago, sep 1946, p6
[20] Mundo Nuevo, Santiago, 28/09/1947 p12
[21] Orlando Millas, En tiempos del
Frente Popular, I volumen, Cesoc Ediciones, Santiago, 1993. p. 461
[22] Sumario sucesos… Op Cit, fs. 309 y 675
[23] Mundo Nuevo, Santiago, febrero de 1946, portada
[24] El Siglo,
Santiago, 30/01/1946, p 2
[25] El Siglo, Santiago, 31/01/1946, portada 2do cuerpo
[26] El Siglo, Santiago, 28/01/1947, p 11
[27] El Siglo, Santiago, 30/01/ 1946, p. 8
[28] El petitorio de la CTCH se
reproduce detalladamente en: Crisóstomo Pizarro, La huelga obrera en Chile, Santiago, SUR, 1986
[29] Sobre el quiebre de la CTCH ver
Cristian Pozo, Ocaso de la unidad obrera… Op Cit
[30] Mundo Nuevo,
3era semana de marzo 1946, portada
[31] Huneeus, La Guerra fría… op cit, p 77
[32] “Realicemos una gran conferencia nacional de Juventudes Comunistas de
Chile” 15, 16 y 17 de noviembre de 1946, p 6y7
[33] Mundo Nuevo, Santiago, febrero 1946, p 4
[34]
Mundo
Nuevo, Santiago, 16/02/1946,p 2
[35]
Mundo
Nuevo, Santiago, 3ª semana de febrero
1946, portada
[36]
Mundo
Nuevo, Santiago, 3ª semana de marzo 1946,
p.4
[37]
Mundo
Nuevo, Santiago, 2ª semana de abril 1946,
p.4
[38] “Conferencia Nacional de las Juventudes Comunistas”, Santiago 15,
16 y 17 de noviembre 1946, p 4
[39] “Realicemos una gran conferencia... Op. Cit. p.5
[40] Ricardo Fonseca, “Defensa del triunfo y cumplimiento del
programa!” Conferencia Nacional del Partido Comunista. Octubre de 1946. p 25
[41] “Realicemos una gran conferencia…”, Íbidem
[42] Huneeus, La Guerra Fría… Op. Cit. p 89
[43] “Realicemos una gran conferencia... Op Cit, pp 6y7
[44] “Tercera Conferencia Nacional de las JJ.CC. Informe del
Secretario General Daniel Palma 1947”, p.4
[45] Ibídem
[46] Ver por ejemplo El Diario Ilustrado, de tendencia
conservadora entre enero y febrero de 1947.
[47] El Diario Ilustrado, Santiago, 24 de
enero de 1947, p.1
[48] El Diario Ilustrado, Santiago, 2 de
febrero de 1947, p.1
[49] Huneeus, La Guerra Fría…
Op Cit. p.38
[50] Pavilack, Mining for
the… Op Cit. p161
[51] Pozo, Ocaso de la unidad… Op.
Cit.
[52] Ricardo Fonseca, “Plan inmediato de gobierno del Partido Comunista”,
Santiago, 1946
[53] El Siglo, Santiago, 25/01/1947 p 5
[54] El Siglo, Santiago, 24/01/1947, p.5
[55] El Siglo, Santiago, 25 /01/1947, portada
[56] El Siglo, Santiago, 25 /01/1947 p 5
[57] El Siglo, Santiago, 24 /01/1947, portada
[58] El Siglo, Santiago,
23/01/1947, p5
[59] El Siglo, Santiago, 29/01/1947, portada
[60] El Siglo, Santiago, 29/01/1947 , portada
[61] El Siglo, Santiago, 29/01/1947, portada
[62] El Siglo, Santiago, 29/01/1947, p 3
[63] El Siglo, Santiago, 29/01/1947, p 2
[64] Huneeus, La Guerra Fría… Op. Cit. pp 109-112
[65] Ahora, Santiago, diciembre 1971, p.24-25
[66] Ver: Carolina Fernández Niño,
“Revista Ramona 1971-1973”. En: Rolando Álvarez; Manuel Loyola (editores) Un trébol de cuatro hojas. Las juventudes
Comunistas de Chile en el Siglo XX. Ariadna-América en Movimiento,
Santiago, 2014