La reconstrucción: la
Jota entre la marginalidad y el derecho a soñar (1994-1999)
The reconstruction: the Jota
between the marginality and the right to dream (1994-1999)
Fernando Pairican
Padilla[1]
Universidad de Santiago
de Chile, Chile
fernandopairican@gmail.com
Resumen
El presente artículo aborda la historia de
las Juventudes Comunistas de Chile (JJ.CC)[2], una vez superada “la gran crisis” que vivió
entre 1989 y 1992. Hemos sostenido, que la capacidad de sobrevivencia de esta
organización fue apostando por la defensa de su identidad comunista,
encerrándose en sí misma. Superada esta etapa, la JJ.CC, comenzó un proceso de
reconstrucción a partir de una inserción en el movimiento estudiantil, que no
estuvo exenta de disputas en su interior. ¿Cómo lo hizo? ¿cuáles fueron sus
estrategias utilizadas? ¿cómo una juventud con una retórica de la Guerra Fría
logró convertirse en la principal fuerza estudiantil y cuestionar los pilares
de la educación de mercado? Nuestra hipótesis plantea que, ante la marginalidad
política, la Jota se insertó en los nuevos movimientos sociales que emergieron
como protesta al despliegue del neoliberalismo, llevando a su conglomerado a
rediseñar sus estrategias políticas y brindándoles un nuevo tipo de
experiencia. Aquella dialéctica, entre nuevos movimientos sociales y la
organización juvenil del Partido Comunista, bajo una expansión del
neoliberalismo corregido, generó un aprendizaje en sus miembros, adaptándose a
las nuevas transformaciones estructurales de la sociedad postpinochet. A
nuestro parecer, durante los últimos años del siglo XX, la JJ.CC, transitó
desde una perspectiva testimonial a una propositiva que llamaron Ruptura
Democrática.
Palabras Clave
Juventudes
Comunistas; Partido Comunista; identidad; renovación
Abstract
This
entry broaches the history of the chilean Juventudes Comunistas once beated
“the big crisis” (1989-1992). We have maintained that the survival capacity of
“the Jota” was acchieved by making a bet for they own communist identity,
shutting themselves in. Surpassed this stage, “the Jota” started it’s
reconstruction process, waging for politicize the Superior Education centers. A
bet that wasn’t exempt of controversy inside the own conglomerate. However, in
it’s médium term, that bet gave it’s own products and allowed “the Jota” to
turn into a protagonic actor of the students movement. How “the Jota” did it?
Which were its strategies? How a youth, with a Cold War rhethoric, managed to
become in the students main force and question the mercantil education’s
mainstays? Our hypothesis stands that, facing the political marginalization, “the
Jota” inserted itself in the new social movements that emerged as a protest in
front of the neoliberalism unfolding, taking it’s conglomerate to redesign its
polytical strategies and giving them a new kind of experience. The dialectics
between new social movements and the youth organization of the Partido
Comunista generated a learning in their members, allowing them to traslate from
a testimonial perspective to a propositional one. Its members called this
process: Democratic Rupture.
Keywords
Communist Youth; Communist Party; identity; renewal
La reconstrucción 1994-1996
Prometo educarme en las
concepciones de
Marx, Engels, Lenin, Luis Emilio Recabarren
y de otros pensadores marxistas
y progresistas de América Latina
y del mundo y del internacionalismo proletario.
(Promesa
militante de JJ.CC)
Ernesto “Che” Guevara, fue la
figura que la militancia comunista tomó como eje central para prolongar su
identidad. Sus escritos, su carisma y trayectoria política, fue adaptada por la
Jota como el reflejo de lo que debería ser un verdadero comunista. En una nota
de prensa del órgano oficial del Partido,
se explicaba, a partir de la reedición de El
cuadro, columna vertebral de la Revolución, que este “escrito no intenta
establecer norma alguna atemporal sobre este tema clave para la vida de un
partido revolucionario. Por el contrario, Ernesto Guevara lo aborda sobre las
bases concretas de necesidades que exigía el proceso en curso en Cuba. Sin
embargo, hay en el artículo elementos que el Che analiza y que pueden ser
rescatados y revalorizados hoy”[3].
Pocos meses después, uno de los
intelectuales orgánicos importantes del Partido Comunista y miembro de su
Comité Central, Juan Andrés Lagos, escribió Células
y lucha de masas. En el texto hac un llamado a la militancia comunista a
teorizar sobre los procesos sociales que estaban participando, para poder
realizar mejores diagnósticos como partido. “Reflexionen sobre su propio
quehacer”, decía en abril de 1994,[4] relevando la importancia en la formación de
cuadros, lo que nos hace pensar que la sangría por la pérdida de militantes aún
no cerraba. A tal punto, que durante el IX Congreso de la Jota, uno de los
temas centrales fue “la falta de cuadros (…)” y señalaban: “esto pone al centro
la labor de la educación, desarrollando distintos aspectos de ella”. En este
vacío, Guevara fue interpretado como el cuadro ideal, el sujeto que unió la
práctica y la teoría, prolongando la subjetiva de la PRPM. Aquello no fue algo
particular del comunismo chileno, como ha dicho el principal biógrafo de
Guevara, en los noventa resurgió, luego de un olvido en las dos décadas
anteriores, “como símbolo perdurable de combate intransigente contra un poder
arraigado”[5].
Desde nuestra óptica, rescatar la
figura del Che, simbolizaba para fines del siglo XX, un amplio abanico de
particularidades para la Jota. En primera instancia, el internacionalismo y
latinoamericanismo, la entrega a tiempo completo a la militancia, una ética y
compromiso con la transformación del escenario actual. Adaptado para un
contexto democrático, la lucha armada como método quedaba descartada. Su
figura, para los 90’, fue enarbolado como la mística y el compromiso comunista
con las transformaciones estructurales de la sociedad, en algún sentido, la
conquista de una democracia radical[6].
Desde el imaginario, nos parece
que su figura se vincula con la prolongación de la Política de Rebelión Popular
de Masas. Esta política, elaborada por el comunismo chileno para derrocar a la
dictadura, incorporó la lucha armada como instrumento político. Ello marcó una
renovación política en la historia del comunismo criollo, partido que, desde su
nacimiento en la década del veinte, apostó por una vía electoral como manera de
construir el socialismo sin abandonar las movilizaciones sociales, como las
huelgas y marchas civiles. La cima de esta forma de hacer política fue sin duda
la Vía Chilena al Socialismo encabezada por Salvador Allende[7].
Sin embargo, el golpe de Estado,
el proceso de persecución política contra su militancia, la vida clandestina y
las torturas en los campos de concentración de la dictadura militar, crearon un
“contrapunto” que produjo una nueva subjetividad. Una de ellas, para Álvarez,
fue la legitimidad del componente armado para revertir el proceso de exterminó que
estaba viviendo la militancia comunista[8].
En esa misma óptica, Bravo, lo
refuerza a partir del ascenso de las protestas populares a consecuencia de la
crisis económica de principios de los 80’ en Chile, que mostraron los primeros
síntomas de agotamiento de la dictadura. La masividad que adquirieron las
protestas, reflejó, para algunos, las primeras grietas de la dictadura militar
y, por ende, el componente militar habría tenido el espacio de legitimidad para
derrocar a la dictadura a través de una insurrección popular de masas. Más que
una guerrilla de carácter foquista, el Partido Comunista, analizaba el proceso
como un amplio movimiento social donde el componente armado sería el encargado
de modificar la correlación de fuerza en la lucha contra la dictadura. El
fracaso de la Operación Siglo XX, en algún sentido, selló el destino de la
salida insurreccional, por lo menos para el Partido Comunista de Chile[9].
¿Es viable plantear que la
militancia de las Juventudes Comunistas prolongó en algún sentido la PRPM? A
nuestro parecer en algunos grados si es viable. La militancia comunista, a
partir del plebiscito, descartó la lucha armada como instrumento político,
aquello no significó que otros comunistas no lo creyeran, en ese ámbito radica,
entre otras variables, el quiebre al interior del Frente Patriótico Manuel
Rodríguez a partir de 1987. Desde esa arista, no existe una continuidad.
No obstante, la prolongación está
en el plano de la subjetividad de la militancia. Para los últimos años del
siglo XX, la cantera de militantes de las Juventudes Comunistas de Chile,
siguió siendo una historia familiar, padres, madres, abuelos y abuelas, con
historia comunista. Muchos vivieron los rigores de la dictadura, otros lucharon
en la opción más radical contra la dictadura. Janette Jara, miembro de la
JJ.CC, dice que en su población gran parte de sus amigos fueron miembros del
MIR, Lautaro y sobre todo del FPMR, no era simple romper dichos lazos
barriales. Ella misma reconoce que llegó a la USACH a estudiar bajo esa impronta[10].
En ese ámbito, vemos una
continuidad en la perspectiva del militante, como un actor entregado a la causa
del Partido Comunista, un cuadro para la transformación social y radical, pero
adaptado al contexto democrático. A nuestro parecer, aquello se simbolizó en el
concepto de Revolución Democrática, nombre que adoptó la línea del PC chileno
en la década de 1990. Según los comunistas, esta propiciaría una Ruptura
Democrática a través de la generación de un amplio movimiento social que
tuviera como fin una democracia plena y un Estado garante de derechos
fundamentales. En otras palabras, una democracia radical.
En ese espacio, la figura del Che
lograba reunir una mística, radicalidad y la continuidad de una figura del
comunismo internacional, que, como ha dicho Anderson, respondió a un fenómeno
mundial. Aquello, explicaría la simpatía que tuvo el zapatismo al interior del
Partido Comunista y de sus Juventudes: una lucha armada que nació para
radicalizar la democracia.
¿Cómo hicieron los jóvenes
comunistas para conquistar lo que Francisco Villa -un joven trovador comunista-
llamó como el “derecho a soñar? ¿Qué estrategias utilizaron públicamente para
no aparecer como jóvenes conservadores, con un discurso del siglo XX cuando el
siglo XXI y la globalización se apoderaban de la juventud? Este apartado busca
responder a estas preguntas.
Las Juventudes Comunistas fueron
tal vez uno de los primeros conglomerados juveniles de izquierda en comprender
la dimensión de la derrota política provocada por la dictadura militar. Su
principal diagnóstico se enfocó en la incapacidad del modelo económico de
cumplir las promesas entorno a los derechos fundamentales que el Estado debería
garantizar para su desarrollo. La entrega de los derechos básicos al libre
mercado, por parte de los gobiernos de la Concertación, fue lo que aglutinó a
la juventud comunista y los cohesionó para sobrevivir en una década donde, su
marginalidad política -si la comparamos con su historia previa al derrumbe del
socialismo real-, era evidente. La JJ.CC, en ese aspecto, se aglutinó en torno
a lo que llamaron como “la batalla por
la educación”. Su objetivo: politizar a los jóvenes de la recién recuperada
democracia y, como dijera Francisco Villa, a no dejarse “arrastrar por la
corriente”, “ser digno” y llevar la “frente en alto”[11].
En este proceso, mientras el
consumo se convertía en una matriz de la sociedad chilena, hechos
internacionales remecieron la subjetividad de la JJ.CC, en particular la
rebelión maya en el Estado de Chiapas, a principios de 1994, la que fue
bautizada por ellos como la primera “Revolución del siglo XXI”[12].
Gladys Marín, una de los
principales referentes del PCCh, vio en el zapatismo la síntesis de la línea
estratégica que se debatía al interior de su partido: variable indígena, conquista
de espacios democráticos, radicalidad, ética política y anti neoliberalismo.
Todos estos factores, además de los propios diagnósticos interiores, nos parece
que influyeron para que Gladys Marín, diera a conocer que la política del
comunismo chileno bajo el gobierno de Eduardo Frei, sería crear “focos de
resistencia al modelo neoliberal”.[13]El EZLN, en algún sentido permitía un nuevo
espacio de maniobra política a nivel internacional.
Para las Juventudes Comunistas de
Chile, la cultura era uno de sus epicentros fundamentales donde se revertiría
el modelo neoliberal. Para lograrlo, se debía crear una síntesis de lo mejor
forjado por el movimiento popular previo al golpe de Estado de 1973. Era una
apuesta nostálgica, pero que buscaba recuperar una tradición comunista,
adaptándose a los cambios culturales en el país. Para tales efectos, recuperar
la nueva canción chilena, las compañías de teatro, la plástica y pintura
popular, al mismo tiempo que se habrían los “brazos y cabezas a la ‘anarquía
organizada’ de lo contestatario del comic y los grafitis”, era un camino clave
para revertir la cultura apolítica del neoliberalismo. Lo importante, decían
las Juventudes Comunistas, era rechazar “la ideología neoliberal implantada por
el fascismo”, y sentar las bases para una Revolución Cultural que fortaleciese
el “jaque mate al sistema”.[14]
En una entrevista a Guillermo
Salinas, secretario general de la organización hacia 1995, se presentaba como
un abstemio, que en contadas ocasiones salía alguna fiesta, nunca había probado
alguna droga, como la marihuana y su música favorita era la Trova Cubana y la
Nueva Canción Chilena. Entre ellos, destacaban Silvio Rodríguez, Pablo Milanés
y Víctor Jara. Políticamente, su admiración se inclinaba por Ernesto Guevara y
Salvador Allende. Cuando la periodista, con algo de sarcasmo, le preguntó si no
se sentían pegados al pasado, el dirigente respondía que eran estereotipos de
una campaña con el fin de mostrarlos como personas ancladas en una “lucha
antigua”. Sin embargo, mientras que en lo cultura podría primar una tradición,
a la hora de la política se presentaba perspectivas de futuro. El secretario de
la JJ.CC, planteaba que sus objetivos eran avanzar en una movilización social
que ayudara a romper las ataduras de la dictadura y de esa manera obtener una
“democracia de verdad”[15].
Daniel Núñez era miembro del
Comité Central de la Jota y activo militante de la célula en la Universidad de
Chile para 1994. La pérdida de militantes para esos años, había mermado las
capacidades de injerencia en la política como actores protagónicos, acabando
por quedar reducidos al mundo universitario en Santiago. De ahí que
reconstruirse como organización y superar la etapa de sobrevivencia, fue una de
las tareas fundamentales de la JJ.CC.
En sus reflexiones, el modelo
económico se presentaba como inmutable, lo que provocaba en ellos una sensación
de “desamparo político”. Había que tener mucha convicción, pues todos sus
planteamientos eran atacados de manera pública. En sus recuerdos, mantiene
nítida la imagen cuando en plena clase de sociología, con el prestigioso Manuel
Antonio Garretón, discutió el concepto de neoliberalismo. “Me atacó de manera
muy fuerte”, recuerda, me dijo: “¡Neoliberalismo: no existe!”. La sola idea de
plantear la prolongación del modelo económico de la dictadura por parte de los
gobiernos post Pinochet, no tan solo era visto como un ataque, sino, como algo
impensable. No obstante, hoy pocos discuten que no exista en materia económica
una prolongación de la revolución económica forjada por el régimen militar, el
mismo Garretón ha dicho que los gobiernos de la Concertación se han
caracterizado por ser neoliberales, aunque, “corregidos”[16].
Los miembros de la Jota recuerdan
una orfandad teórica a inicios del gobierno de Eduardo Frei Ruiz-Tagle. Muchos
de sus intelectuales estaban retirados
desde la crisis de 1992, mientras que otros pensadores de izquierda, eran
firmes defensores de los gobiernos de la Concertación. Núñez dice que fue
recién en 1997, con la publicación del libro de Tomás Moulian Chile actual. Anatomía de un mito, que
sintieron un respaldo a sus dudas ideológicas. En cierto aspecto, este libro se
convirtió en cabecera de la JJ.CC. Años después, Núñez sintetizó su experiencia
política en su tesis para titularse como sociólogo, titulada “El despertar del
movimiento estudiantil”. En ella, señala que el neoliberalismo no debe
reducirse tan solo a una doctrina económica, pues ella se inspira en principios
filosóficos y que “son empleados para orientar transformaciones estructurales en
el ámbito social, político y cultural que llevan a la articulación de un nuevo
orden social”. Aquel orden, para Núñez, estaría dado por la naturalización de
la desigualdad, el estricto orden a las reglas del mercado y la eliminación de
toda función económica y social del Estado”.[17]
Pero uno de los nudos políticos
más trascendentales, estuvo sujeto a la decisión de abandonar momentáneamente
los sectores poblaciones y obreros, para abocarse al mundo universitario. Para
algunos un giro a la “derecha” de la JJ.CC, para otros, realismo político.
Sin embargo, para la militancia
apostada sobre todo en la Universidad de Chile, sería en la educación superior,
donde las ofertas, promesas y capacidad de cumplirlas, acabarían por demostrar
la inviabilidad del modelo y, por lo tanto, los primeros síntomas de las
fracturas del neoliberalismo.
Esta reflexión, se comenzó a
desarrollar colectivamente en el transcurso de los últimos años del siglo XX, y
fue una decisión pragmática. “No teníamos gente”, en voz de Daniel Núñez, por
ende, “debíamos focalizar nuestra militancia en los espacios de oportunidad”.
Era un giro importante para un Partido clasista, donde la impronta subjetiva de
la lucha contra la dictadura estaba justamente en los sectores populares. No
fue hasta las movilizaciones de 1997 que las críticas fueron descendiendo,
momento que la JJ.CC tomó un protagonismo que ni ellos mismos imaginaban.
Una de las militantes que vio de
manera crítica este giro fue Janette Jara. Desde su óptica, apostar
políticamente por un sector de clase media ponía en tensión la propia historia
de “la Jota rebelde de los 80”. No obstante, esa misma experiencia de
politización popular, dice que contribuyó a brindarle a la JJ.CC de la USACH un
aspecto más radical, que permitió abrir espacios de convergencias con la
izquierda de corte más bien mirista. Una de sus primeras acciones en conjunto,
fue crear Asambleas de Izquierda con el fin de discutir problemas o
dificultades como estudiantes, una de ellas, las altas tasas de aranceles. Este
proceso de concentización, como lo llama ella, terminó por crear una lista para
ganar la Federación de Estudiantes de la USACH (FEUSACH), la llamaron
simplemente: “Izquierda”.
En la Universidad de Chile,
también se apostó por efectuar asambleas en torno a proteger el patrimonio de
la Universidad. Poniendo demandas locales, con el fin de articularlas en
procesos más amplios, la militancia comunista fue conquistando adeptos, hasta
lograr encabezar la principal federación de estudiantes, la FECH en 1995, con
el eslogan: “Estudiantes de Izquierda por la defensa de la U”.[18]
Janette Jara dice que existía un
discurso anticomunista muy fuerte de parte de los estudiantes, por ello, al
igual que en la Universidad de Chile, crearon colectivos políticos sin
afiliación partidaria. Esta estrategia les permitió ganar en las elecciones
para gobernar FEUSACH durante el segundo año de retorno democrático, con la
“Lista 91”, el que fue precedido por Héctor Fuentes, acompañada además por dos
miembros más de la JJ.CC: Lucio Cuenca y Luis Acuña[19]. Bajo su conducción, como manera de revertir
los vacíos de la educación de mercado, las Juventudes Comunistas de Chile
crearon un programa de Preuniversitarios. Se pensó para los estudiantes de
menores recursos, para que pudiera incorporarse a la Educación Superior. Fue
una construcción que apuntaba a demostrar los vacíos estatales, y que, en el
camino, se transformó en una estrategia de hegemonía de la política comunista
en la USACH. Sería, a partir de estas políticas sociales, que la JJ.CC, cuestionaría
el neoliberalismo, generaría conciencia y atraería nuevos militantes para su
conglomerado.
Como
“Colectivo 91”, Jara plantea
que en algún momento abrieron la discusión a la comunidad
educativa general en
base a una pregunta: “cómo reconstruir el movimiento
estudiantil desde las
bases”. Dice que llegaron estudiantes de distintas izquierdas,
también personas
no militantes, cerca de 80 o más. “Fue una pequeña
victoria”, rememora Ricardo
Jara, y agrega: “se había logrado vencer al discurso
instalado del no “estoy ni
ahí”. Mientras que Jara aporta con un aspecto subjetivo a
partir de una
historia. Con cariño, recuerda aquel momento en que se reunieron
en un kiosko
bajo los departamentos de la Villa Diego Portales a petición del
encargado de
la célula, quien llegó con una “Fanta” y unos
pancitos, “yo le pregunté ¿qué
onda? Y el compañero me respondió ‘estamos
celebrando’”. La otrora dirigente
juvenil comunista rememora: “era una Jota que venía
golpeada, pero que lograba
de una u otra forma, mantener su subsistencia como juventud
política y celebrar
con ciertos hitos, mantuvo un poco la mística. Y sabes
–enfatiza-, que ese
pequeño acto entre nosotros mismo para mí fue muy
significativo (…) ese acto
nos dio un vínculo importante”[20].
Como Jota, bajo el nombre de
“Colectivo 91”, siguieron trabajando y dieron vida a lo que llamaron “Asambleas
de Izquierda”. Al ir tomando mayor fuerza, decidieron retomar una vieja
práctica estudiantil, importante en la mística comunista: los trabajos
voluntarios. Durante todos los inviernos y veranos, los estudiantes que
quisieran participar de la USACH, podrían viajar a algún lugar a experimentar
el trabajo en sectores populares, como mapuche, campesinos o pescadores.
Reconoce Janette Jara, que este se convirtió en el “semillero” de la nueva
militancia. “Empezamos además a hacer reflexiones sobre lo que era el
movimiento estudiantil, que se necesitaba y que se requería para su
recomposición”[21].
En esa misma línea, Marcos
Barraza, recordó en una entrevista a fines de 1997, que partieron por cosas
simples, como organizar la semana de bienvenida a los nuevos estudiantes,
trabajos voluntarios, presentación de obras de teatro y semanas culturales.
Dice que ello generó confianzas, respondiéndoles a un “universo de estudiantes
que andan buscando dónde sentirse representados”[22].
La
propuesta de la Jota en torno al sistema educativo se basaba en revertir
cualquier aspecto que posicionase lo económico por sobre lo social. La tarea
por lo tanto fue derogar los DFL Nº4 creado en 1980 por la dictadura militar, y
que se prolongó bajo los gobiernos de la Concertación. Estos Decretos de Fuerza
de Ley, abrieron las puertas de la injerencia de la banca en materias
competentes del Estado. Para la Jota, además de ser otro cimiento de la
continuidad de la dictadura, puso a discusión la toma de decisiones en el
ámbito universitario. En voz de Daniel Núñez, era urgente un gobierno
universitario para evitar la hegemonía de los tecnócratas de la educación y ser
escuchado como comunidad universitaria. Ambos eslabones, desde la perspectiva
de la Jota, debían cimentarse en un movimiento estudiantil, romper el
aislamiento de que las luchas universitarias son locales y meramente un asunto
económico. Las universidades, sostenía Núñez, debían ser nuevamente consideradas
como una “verdadera creadora de las riquezas espirituales del país”[23].
En este mismo lapso de tiempo, en
Santiago, tenues protestas en la Universidad de Chile y la Universidad
Tecnológica Metropolitana, iniciaron un proceso de movilización por problemáticas
internas que los militantes comunistas se encargaron de politizar
suscribiéndolas a ejes estructurales. Eran las primeras señales de esas
“fracturas” del modelo, como lo llamaban, en torno a la imposibilidad de
cumplir las promesas de educación en base a las lógicas del mercado. Las
razones de la movilización, no eran ideológicas, eran prácticas: las nuevas
formas de abordar los pagos de las carreras al externalizar las deudas a la
banca privada. Lo que antes era una responsabilidad del Estado, a mediados de
los 90, fue asumida por la banca, elevando las tasas de intereses imposibles de
ser abordados por familias de escasos recursos e incipientes clases medias. La
crítica al co-pago motivó a estas dos universidades a manifestarse[24].
En una entrevista de mediados de
1994, Ricardo Jara (USACH) y Daniel Núñez (U.Chile), planteaban sobre la
educación superior que esta, “en vez de ser un bien social –señalaban-, se
convertirá en, prácticamente, un activo de mercado, donde los estudiantes serán
clientes de las instituciones”[25].
A modo de síntesis de este primer
apartado, la reconstrucción de la Jota fue posible por la perpetuación de una
identidad comunista que internacionalmente recuperó a Ernesto Guevara y
nacionalmente perpetuó la subjetividad de la PRPM. En segundo aspecto, en la
apuesta pragmática por abandonar momentáneamente los sectores vulnerados del
modelo, por espacios donde las promesas neoliberales no serían capaces de
cumplirse, mostrando sus primeras “fracturas”. A partir de ello, se hizo un
diagnóstico que fue teorizando tiempo después, no obstante, permitió dar rutas
para llevar adelante el trabajo político. Ello se debió, además por las
convergencias de distintas procedencias sociales e identidades comunistas, las
que acabaron por complementarse y nutrir con sus experiencias este proceso que
hemos llamado de reconstrucción.
Mientras esto sucedía, durante
1994, la agenda comunista estuvo marcada por los congresos que se realizan cada
cuatro años. Ese año, el Partido se volcó hacia los movimientos sociales con el
propósito de generar una Revolución Democrática, en el entendido para el PCCh,
que, a partir de 1990, se habían abierto “espacios democráticos”, pero aún se
estaba lejos de una democracia plena. ¿Cómo se haría? Con una “ruptura
democrática”, que rompiera, en palabras Rolando Álvarez “el legado
pinochetista”. En ese ámbito, sostiene este historiador, se ve una continuidad
con la PRPM porque significaba reconocer la “ilegitimidad del orden político,
económico y social de la postdictadura”. Ahora, ¿cómo se provocaría esa ruptura
democrática? A partir de la inserción en los movimientos sociales contra el
modelo, Volodia Teitelboim, anunciaba esto como el necesario “viraje” para
modificar la situación política[26].
Meses
después, Gladys Marín, señalaba que la tarea era avanzar a una nueva
Constitución, donde la soberanía de está recayera en el pueblo y para ello, lo
prioritario era desmantelar el sistema binominal, ya que este permitía la
representación de las fuerzas que “buscan mantener el actual sistema”.
Acompañado de este cambio político, Marín planteaba que se debía avanzar en una
redistribución de los ingresos con participación de los trabajadores. “Hay que
democratizar la calidad de vida de la gente y asegurar el acceso a los más
elemental que requiere el ser humano, es decir, al acceso a la salud, la
previsión, a la educación y a la vivienda”. De alguna manera, para la
dirigente, Revolución Democrática era reposicionar al Estado como garante de lo
social y subrayaba: “ni siquiera hablamos de una democracia socialista, o una
plena y absoluta, sino de una democracia liberal o burguesa”[27].
Bajo
este clímax, la Jota inauguró su IX congreso el 11 de junio de 1994. Luis
Salinas, Secretario General, fue el principal orador en la jornada. Enfatizó en
la urgencia de unir a los jóvenes detrás de una plataforma que reuniera las
principales demandas de la juventud, las que indudablemente estaban vinculadas
a las consecuencias del modelo económico y político que “posterga a la mayoría
de las personas y busca disminuir el rol y el protagonismo juvenil”. Arengaba a
la militancia, a partir de los ejemplos de la Jota de la Universidad de Chile y
USACH, que había logrado dar pasos importantes con las movilizaciones de abril
y mayo, a superar la tendencia de la juventud a la depresión e inmovilismo
social.[28]
Como
era la tradición comunista, en la convocatoria al IX Congreso, la dirección de
la Jota comenzó por realizar una autocrítica como organización, subrayando en
las primeras páginas del documento las dificultades del periodo 1989-1994. La
principal fue la reconstrucción de la Jota, luego de la crisis derivada del
VIII Congreso y la masiva pérdida de militantes. Planteaban que esos aspectos,
estaban superados, lo que no era cierto para fines de 1994. Retóricamente,
señalaban que la instancia, era para “discutir cómo organizarnos para luchar
más y mejor cada día tras el objetivo de elevar nuestra relación con los
jóvenes”[29].
A
su vez, es posible vislumbrar a partir de su documentación, las tensiones en
los rumbos que la dirección de la Jota por apostar al ámbito universitario en
desmedro del territorio. Para comprender estas disputas, inexorablemente
tenemos que analizar el contexto latinoamericano en que la dirección miraba con
simpatía los procesos guerrilleros de Centroamérica. La derrota del sandinismo,
el proceso de paz en Salvador y Guatemala, para la Jota respondía a la ofensiva
del imperialismo y la crisis del socialismo real. Era el cierre de un período
histórico, y lo que sucedió fue un “proceso de readecuación táctica y, en
algunos casos, estratégica de los movimientos populares y guerrilleros del
mundo”. En ese mismo sentido, el zapatismo desde la óptica oficial de la Jota
era la demostración de la vigencia de las guerrillas y que confirmaba otro
aspecto crucial: “el camino sigue siendo la lucha”[30].
Desde
este análisis, por ende, el giro político en defensa de la Educación
Universitaria y de forzar una ruptura democrática a partir de las mismas
contradicciones del modelo, mostraba la crítica de parte de los militantes
apostados en los barrios populares, que a partir de su experiencia política de
los 80’ y de su admiración a las guerrillas de la misma década, habían
sostenido la base de la PRPM. Ricardo Jara, el encargado estudiantil de la
Jota, sin tapujos recuerda que no eran muy bien vistos, “no lo decían, pero ahí
no les gustó para nada e inclusive a la Dirección del partido. Las dudas de los
compañeros eran los temores de que esta visión pudiera terminar avalando las
políticas del propio gobierno”.[31] Sin embargo, Luis Salinas era explícito: “un
sector que tenemos que privilegiar es el movimiento estudiantil”, tanto por ser
una tradición organizativa como “por los elementos que hay de recomposición”[32].
La dirección, para evitar nuevas
fracturas, hizo un llamado explícito a la unidad y al compañerismo, señalando:
“Todos somos jotosos y una victoria en el frente estudiantil es también una
victoria de los jotosos del territorio, un logro en lo sindical es el triunfo
también de los jotosos de la universidad”. No obstante, a pocos años de
terminarse el siglo XX, la Jota mantenía sus dos almas que, bajo un contexto
democrático, por más que lo considerase insuficiente, eran contradictorias.
Levantar un imaginario armado, para impulsar una acción que fuera desmantelando
los amarres de la dictadura, muestra las complejidades del proceso histórico en
curso en ellos mismos y de lo que llamaron como el “continuismo” con la
administración anterior. Por ende, la tarea fundamental, era “cómo ayudamos a
reponer y profundizar las luchas por las transformaciones democráticas que el
país necesita”[33].
En
paralelo a este proceso en curso, Luis Salinas especificaba frente a los
patriarcas del comunismo chileno en el XVI Congreso, que ser de la Jota no era
por casualidad, era por convicción y confianza. Y señalaba: “hacerse comunista
hoy, así como seguir siéndolo tiene quizás tanto valor como lo tuvo en su
momento para quienes fundaron el Partido. Un joven comunista es un joven que se
le arrebata al sistema y que se suma a las posibilidades de construir una
sociedad distinta”[34].
Para
agosto de 1994, las piezas del tablero de ajedrez al interior del Partido
Comunista estaban ya posicionadas. Gladys Marín triunfó en la interna asumiendo
como flamante Secretaria General en desmedro de Jorge Insunza. Con ella, las
tesis de oposición al modelo neoliberal y al gobierno, de las que la Jota
simpatizaban absolutamente. Aspecto distinto de Insunza, para quien abrirse a
espacios de convergencia con los sectores de izquierda de la Concertación no le
eran contradictorios. Marín, una semana después enterró cualquier espacio a las
dudas sobre esta materia al decir: “Yo no sé si alguien esperaba que en el
partido se eligiera a una persona que al día siguiente declara que el PC entra
a la Concertación. Eso no existe, ni existe el candidato para eso”[35].
Otros de los cambios
aparentemente cosméticos, fue la fecha de fundación del PCCh. A partir del XVI
Congreso, el comunismo chileno se apoderaba del Partido Obrero Socialista,
fundado por Luis Emilio Recabarren, quien, a su vez, provenía del Partido
Demócrata. Desde nuestra óptica, la decisión estuvo supeditada a una “invención
de la tradición”, posicionar al Partido Comunista en una historia en la larga
duración por abrir los espacios democráticos en la misma historia de Chile,
como era resquebrajar el orden oligárquico heredado del siglo XIX. Así, el
PCCh, de alguna manera reescribía su propia historia, se “desbolchevizaba” y se
incorporaba como los principales artífices de las oberturas democráticas en la
historia de Chile. Así lo miraba por lo demás uno de los personajes más
importantes del Partido Comunista, Luis Corvalán quien señalaría para fines de
1999: “la izquierda ha sido fundamental en la historia de este país en este
siglo que termina. Todos los avances democráticos de este sigo han sido gracias
a la izquierda”[36]. Así, a partir de 1994, lo que comenzó como
XVI Congreso acabó convirtiéndose en el número XX, fundamentando a nuestro
parecer su nueva línea programática: la revolución democrática para el siglo
XXI[37].
En
su primer discurso como Secretaria General, desde las dependencias del ex
Congreso Nacional, Gladys Marín avisaba que, bajo su conducción, el comunismo
chileno se caracterizaría por impulsar una acumulación de fuerzas para generar
una alternativa de izquierda, cuyas características serían la confrontación, la
ruptura y la desobediencia democrática[38]. Podría ser distinto, agregaba en una
entrevista posterior, si la Concertación volvía a retomar el programa original
del conglomerado redactado en 1988[39].
El
domingo 20 de noviembre de 1994, pasada las 19:00 horas, la Jota cerró su IX
Congreso luego de cuatro días de cónclave. El humo blanco dio como resultado
que, a partir de la elección de su Comité Central, las “almas” identitarias de
la Jota seguían en pugna constructivamente. Si Luis Salinas había declarado que
la lucha estudiantil era la prioritaria, las bases de la Jota ponían al debate
dicha concepción, pues el nuevo Secretario General de la entidad fue un obrero:
Guillermo Salinas. No obstante, en una segunda posición quedó el ala
estudiantil, encabezada por Daniel Núñez.
De
los cuarenta integrantes de la Comité Central, nueve fueron mujeres, seis
pertenecían a las regiones y nueve miembros eran secretarios comunales de la
Jota. Mientras que once de sus miembros continuaron en sus puestos. En cifras,
el 64% del nuevo ente directivo de la organzanición fueron hombres y un 36%
mujeres. Mientras que el promedio de edad fue de 23 años.
Los
aspectos simbólicos no quedaron ausentes en la jornada. Gladys Marín y Juan
Andrés Lagos, entregaron al nuevo Comité Central una placa de la década de
1930, encontrada por un grupo de obreros en una demolición. Ellos la entregaron
al Partido Comunista, quienes a su vez se la entregaban a la Jota como “testimonio
de que ya en esos años había jóvenes revolucionarios organizados”. ¿Cuál sería
el comunista que ejemplificaría los cuatro años en adelante? Carlos Contreras,
en su figura esperaba que el militante de la Jota sintiera un referente[40].
La
sobrevivencia: 1997
Prometo
conocer y defender el programa
y la política del Partido Comunista de Chile,
al cual aspiro a integrarme
(Promesa militante)
En la noche del 25 de abril,
Guillermo Salinas dejó su responsabilidad como máximo dirigente de la Jota. Si
meses antes las identidades de la Jota habían logrado equilibrio, aquella
noche, el ala estudiantil decidió dar un golpe de timón al colocar en su lugar
a Daniel Núñez. En un informe al XIV Pleno, argumentaron problemas
principalmente de conducción, “existe –señalaba el informe-, una preocupación
por el insuficiente rol que juega hoy el C.C, pue no ha logrado posicionarse
como dirección nacional del a Jota”[41].
Como es la tradición comunista,
el representante máximo del conglomerado se escogió durante el Congreso Nacional,
vale preguntarse: ¿por qué fue removido Salinas? En una entrevista en El Siglo, Núñez esclarecía este punto:
“pensamos que el desarrollo actual del movimiento social, y en particular en el
campo juvenil, nos impone nuevas exigencias. El desafío de los comunistas es no
quedarnos atrás y menos ser quienes estanquemos la situación”, y agregó:
“nuestro deber es estar a la altura de esas exigencias. Por ello hicimos
cambios”[42].
El
año 1997 es importante en la historia de los gobiernos post Pinochet, ocupando
un concepto emanado desde la JJ.CC. En voz de su nuevo secretario general, se
caracterizó por ser el año en que “se dan los primeros signos de fisuras al
interior del modelo, que parecía una máquina imparable”[43]. Esta crítica tuvo su primer respaldo intelectual,
cuando Tomas Moulian, a mediados de este año publicó un libro que se convirtió
en lectura obligada para el militante de la Jota: Chile actual: anatomía de un mito. En ella, Moulian planteaba que el país era un resultado, “una producción
del Chile Dictatorial”. Sin pelos en la lengua, señalaba que el modelo chileno
había convertido en el paraíso del consumidor, devorándose con ello las ideas
transformadoras de una sociedad, quedándose en un cambio expansivo, liberal,
móvil, pero sin historicidad. Una democracia que garantizaba la reproducción de
un orden social basado en la propiedad y la ganancia privada; en la limitación
de la acción colectiva de los asalariados y la tutela militar en política. En
otras palabras –y aquí su idea central-: la democracia chilena no era tal, era
un mito, ya que estaba protegida por distintos mecanismos heredados de la
dictadura militar que denominó “jaula de hierro[44]”.
Además,
la decisión aquel año del gobierno de Eduardo Frei de cerrar el mineral del
carbón de Lota, provocó importantes manifestaciones de las familias mineras,
muchas de ellas miembros del PCCh, que habría generado lo que Cristina Moyano
llama la segunda renovación ideológica[45]. En ese mismo escenario, en la misma región,
pero arriba en la cordillera, los inicios de la construcción de la represa
hidroeléctrica Ralco, fueron semillas para que se radicalizaran las protestas
del pueblo mapuche, encaminadas gradualmente a partir de Quinto Centenario.
Ellas tendrían un vuelvo total en diciembre, cuando el incendio de los tres
camiones en la comuna de Lumaco, marcaron un punto de ruptura en la historia
del pueblo mapuche en su relación con el Estado chileno[46].
En
mayo, la Universidad de Chile, bastión de la Jota y encabezada por Rodrigo Roco
en la FECH, inició una movilización que se desplegó a lo largo del país. Si
bien fue importante, ha quedado suscrita al recuerdo de sus protagonistas más
que a una coyuntura o hito histórico[47]. Sin embargo, a partir de las continuas
manifestaciones estudiantiles del siglo XXI, ha comenzado a ser resignificada,
a partir de lo que Gabriel Salazar ha llamado como aquella “memoria social
profunda”, es decir, la trasmisión de las luchas y combates por el desarrollo y
la igualdad”[48]. Esto último, ha sido trabajado desde una
perspectiva historiográfica por Víctor Muñoz y Luis Thieleman. El primero desde
una perspectiva generacional, mientras que el segundo, planteándola desde una
perspectiva movimiental, donde los estudiantes se habrían convertido en la
anomalía de la transición democrática[49].
Lo
cierto, es que las movilizaciones de estudiantes de 1997 tomaron un rumbo
inesperado para sus protagonistas. Si bien ecos de movilización se habían
producido a partir de 1994, ésta tomó ribetes que la Jota con algo de
optimismo, llamó como la “rebelión estudiantil contra el neoliberalismo”[50].
En
efecto, dentro de las medidas tecnocráticas llevada adelante por el segundo
gobierno de la Concertación, en el ámbito estudiantil dos reformas fueron
vistas por los estudiantes de izquierda como la privatización del sistema
educacional. Esto, para los jóvenes comunistas, demostraba la prolongación de
la revolución capitalista del régimen de Pinochet. Una de ellas, emanada en
1995, conocida como Ley de Modernización, permitía la venta de bienes universitarios,
con el fin de poder recaudar fondos, algo que era considerado por los
estudiantes como responsabilidad del Estado. Esto último, permitía a las
universidades pedir préstamos a la banca, con endeudamientos a costa de sus
activos, “enajenando patrimonio de todos los chilenos”, como escribió en una
columna Daniel Núñez[51].
La
otra medida, que fue el hito que marcó la movilización de 1997, fue la creación
de un nuevo sistema de créditos para los estudiantes de universitarios. Esta
consistía en una asociación con la desmantelada CORFO, el motor productivo y
económico de la República entre 1930 hasta 1979. Estos créditos, consistieron,
en la posibilidad que los estudiantes de menores recursos, pudieran solicitar
un préstamo bancario, siendo CORFO su aval. De alguna manera, era una bicicleta
financiera, entre fondos privados y públicos. Esto, desde la perspectiva de la
Jota, demostraba empíricamente que los gobiernos de la Concertación buscaban
una “mejor aplicación del mismo modelo neoliberal”[52].
Por
todos estos antecedentes, por los distintos focos de protestas que se generaron
en los movimientos sociales, Núñez planteaba que la batalla por la educación
pública y la democratización de las universidades, no podía quedar suscrito a
un ámbito gremial, era “parte de la lucha del pueblo chileno por democratizar
nuestro país”[53].
La
prensa nacional, a principios de mayo comenzó a publicar noticias sobre el
descontento universitario. El temor era que se iniciase un efecto dominó, como
acabó por ocurrir. Así, de pronto las universidades estatales en Iquique,
Antofagasta, Santiago, Concepción y Temuco, estaban paralizadas, comenzando a
debatir las tomas de los campus en la espera de la cuenta pública del
presidente. Una medida de fuerza que tenía como objetivo que se rechazaran las
dos medidas de “modernización” que impulsaba el gobierno de Frei. Acusados por
parte del Director de Carabineros, Fernando Cordero de terroristas, el
presidente de la FECH, Rodrigo Roco respondía que eran una “organización
estudiantil”[54].
Ante la nula respuesta del
gobierno en la cuenta pública del 21 de mayo, para la semana del 26 del mismo
mes, se inició una “ola de tomas en las universidades” a lo largo del país. En
total, 23 mil estudiantes se encontraban en estado de movilización, convirtiéndose
en la principal fuerza de oposición al gobierno y al modelo económico. A los
gritos de “el que no salta es rector”, el “comezón estudiantil”, tenía una
adherencia de “60 mil universitarios en pie de guerra” para fines de ese mismo
mes[55].
Durante este proceso, la Jota se
reunió en Valparaíso para desarrollar su IX Encuentro Universitario. Llegaron
delegaciones a nivel nacional, las que volverían luego a sus centros de estudio
a influir e impulsar las directrices comunistas el movimiento. La JJ.CC, demostraba
en ese aspecto ser la organización mejor preparada y con capacidad de dotar con
insumos ideológicos la movilización, nutriéndose con ello a la izquierda
universitaria en su conjunto.
Janette Jara daba a conocer que
su organización se había planteado ante la coyuntura ocupar todas sus energías
en impedir la consolidación del modelo en la educación superior, en lo que
llamaron como “el año decisivo”, un guiño a la subjetividad de la PRPM, en
referencia al supuesto año en que la dictadura se vendría abajo, en 1986. Como
principal propuesta señalaban la creación de un arancel diferenciado. Este
consistiría, en que los estudiantes de menores ingresos pagasen en base a sus
posibilidades, lo que a su vez descendería las brechas entre los estudiantes
con mayores recursos y los de menores ingresos. Era para Janette Jara “una
propuesta de justicia”[56].
Esta propuesta construida desde
la Jota, fue recepcionada por el movimiento estudiantil, comenzando la
militancia comunista a estudiar su viabilidad a partir de su impacto económico.
Jara planteaba que el Estado tendría que “intervenir en la banda de precios de
las carreras que se imparten”, algo que aparecía como una propuesta muy dacial
para el año en que el modelo no solo se estaba desplegando a nivel nacional, sino
también, a nivel continental. Algunos autores a raíz de esto han llamado a los
diez últimos años del siglo XX, como la “década pérdida”[57].
Con todo, uno de los aspectos
importantes de la movilización de 1997, fue recomponer el tejido organizativo
del movimiento estudiantil. Para la quincena de junio, luego de un encuentro
que aglutinó a cuarenta representantes de las direcciones universitarias a
nivel nacional, se buscaron puntos de convergencia para fortalecer la demanda.
La principal conclusión fue sobre el rol del Estado y su importancia como
garante del derecho a que cualquiera persona pudiera estudiar, sin importar su
condición económica. Comprensiva con los resquemores con estos postulados,
Marisol Prado, secretaria general de la FECH, planteaba “la voluntad de generar
una plataforma común”, reconociendo que el centralismo afectaba las confianzas
con las universidades regionales, sobre todo, la hegemonía de la Universidad de
Chile[58].
Esto último puso en relieve la
incapacidad de la Jota de cruzar la barrera de la lucha gremial a una demanda
universal, pero sobre todo forzar a la contradicción principal: derechos
sociales versus neoliberalismo. En algún sentido, y que sería parte de la
“derrota” de este movimiento estudiantil, fue la incapacidad de superar las
desconfianzas entre las universidades regionales y las de la capital, estas
últimas encabezadas particularmente por los comunistas. A nuestro parecer, el
gobierno actuó a partir de impulsar la división en los estamentos
universitarios, cuando Rodrigo Peñaililo, dirigente de la Universidad de
Concepción, militante del PPD, comenzó a imponer un discurso regional antes que
nacional, promoviendo las diferencias gremiales como principal foco. Aquello,
dentro de otros aspectos, mostró la falta de maduración política de parte del
movimiento estudiantil que acabó por romper la unidad que persistió entre mayo
y junio. Sumado a ello, al interior de los propios campus, la Concertación
movilizó a sus centros de estudiantes para provocar divergencias y forzar el fin
de las movilizaciones. De alguna manera, el mes de julio se caracterizó por ser
la ofensiva del gobierno a nivel nacional y local de sus propias fuerzas en el
ámbito estudiantil[59].
Esto fue acompañado por un cambio
en el lenguaje y las ofertas de parte del gobierno, prometiendo mayores
recursos para el sistema educativo. Se sumaron ante esto rectores y decanos,
quienes propusieron instancias de negociación local para afectar la unidad de
las movilizaciones. En este nuevo escenario, la Jota no tenía la capacidad de
contrarrestar las fuerzas del gobierno, desarrolladas en tres ejes: Estado,
decanatos y centros de estudiantes. Para mediados de julio, la prensa catalogó
a las federaciones con hegemonía de la Jota como “el bando de los duros”,
mientras que los “blandos”, acusaban presión del Partido Comunista, reflotando
en su argumentación el anticomunismo, que era fuerte en el imaginario nacional,
sobre todo en las organizaciones estudiantiles de la zona sur del país. Para
mediados de julio, la CONFECH, entró en un proceso de acelerada ruptura.
Rodrigo Peñailillo, acusaría al “señor Roco y la señorita Janette Jara”, de
desconocer los acuerdos firmados. En este nuevo contexto, el gobierno comenzó
una ofensiva comunicacional, exigiendo el retorno a clases[60].
Fue en Valparaíso, en específico
en la Universidad de Playa Ancha, donde se escribió el capítulo final de esta
historia. Por una votación de 29 votos de un total de 32, ganó la postura de
flexibilizar y comenzar a dialogar con el gobierno bajo sus propuestas, que
estuvieron suscritas a una inyección económica de 14 mil millones de pesos en
un plazo de tres años, en desmedro del piso de 24 mil millones que habían
planteado los estudiantes. Abajo quedaban las políticas y demandas
anti-neoliberales, de forzar al Estado a reconocer su rol como garante de la
educación, la primera gran oleada de movilización estudiantil terminaba con una
salida economicista, lejos de los ideales por los que la Jota trabajo en la
reconstrucción del movimiento estudiantil.
El corolario de esta historia
quedó escrito en la puerta de la federación de la Universidad de Valparaíso:
“muerte a Cristián Cofré”, presidente de la instancia y acusado de haber
negociado con el ala concertacionista de la CONFECH. Así acabó la primera
explosión estudiantil, entre las críticas, atomizaciones y señales de
descomposición en las relaciones humanas. El gobierno, había jugado sus cartas
con tal precisión que la derrota fue aplastante, y para el Partido Comunista
tuvo un doble impacto, cuando este conglomerado rechazó cualquier tipo de
negociación electoral[61].
Desde
otra arista, la Jota había logrado pasar de ser una fuerza política marginal a
ser un actor relevante a nivel nacional en 1997. Aquello sin duda era el
principal logró, se cerraba los tiempos de la reconstrucción y de la
sobrevivencia. En el aspecto ideológico, según Daniel Núñez, la victoria se
suscribió a esclarecer la crítica de la juventud a una sociedad altamente
consumista, individualista y conservadora. Que los obligaba a padecer a la
fuerza el Servicio militar, que no abría los espacios laborales, y si estos se
efectuaban, eran mal remunerados. Un conjunto de derechos humanos elementales,
según el secretario general, se violentaban de parte del Estado. ¿cuál era el
triunfo de estos destellos de rebelión juvenil? “rescatar la actividad política
como expresión de los más nobles valores del ser humano, como son la
solidaridad, la hermandad, la probidad, la entrega desinteresada por el
prójimo, la honestidad y la trasparencia”[62].
Un
año después, en la convocatoria al X Congreso, momento en que la Jota evaluaba
su política y preparaba sus estrategias para un nuevo periodo, se planteaba con
satisfacción haber sido la vanguardia en la reconstrucción del tejido social y,
de posicionar, al movimiento estudiantil como un acto político, “por cuanto las
demandas de la movilización excedían ampliamente la reivindicación
gremial-economicista”. Junto con ello, “al calor de las luchas universitarias
se han desarrollado un importante número de cuadros, como también se ha
fortalecido el rol de dirección de diferentes estructuras”. Uno de los aspectos
sin duda trascendental, fue que el “ala estudiantil” de la Jota podía, en
vísperas del X Congreso, mirar con satisfacción su apuesta y Daniel Núñez,
junto con su camada que había destronado a Guillermo Salinas, tiempo antes,
llegar en una posición de hegemonía, ya que finalmente había contribuido de
manera efectiva a la política general del Partido Comunista de implantar focos
de rebelión al modelo. Dentro de ello, recuperar y dotar de contenidos
ideológicos a la organización estudiantil, “uno de los pilares de los avances
de nuestra política”, señalaban en su Convocatoria.
Cerrado
el capítulo del movimiento estudiantil, la Jota se abocó a preparar el acto
cultural de conmemoración a uno de sus referentes políticos: Ernesto Guevara de
la Serna. En base a su figura, celebraron el 5 de septiembre sus 65 años de la
organización, desfilando por el centro de Santiago bajo la consigna: “Con el
Che construyamos izquierda”[63]. Días después, Daniel Núñez escribía una
verdadera oda al Che. Lo caracterizó como el revolucionario de tiempo completo,
de absoluta convicción que guiaba a la Jota en sus objetivos; de una entrega
desinteresada “en nombre de la dignidad humana”, abandonando las tierras
cálidas de Cuba y la burocracia, “para embarcarse en esta odisea interminable,
que busca hacer más humano al hombre, y que estamos seguro arribaran a buen
puerto”. Guillermo Sherping, dirigente nacional del Partido Comunista, no se
quedaba atrás. En nombre de “los viejos”, destacando su consecuencia y la
vigencia de sus postulados. La tarea del comunismo chileno era “forjar un
pueblo de millones de hombres y mujeres capaces de ser como el Che”[64].
Sin
duda fue un acto multitudionario, con un Estado Nacional repleto de militantes,
simpatizantes y cercanos al PCCh y que reunió a la familia de izquierda. Con
una impronta latinoamericana, destacaron entre los principales artistas Daniel
Viglietti, Silvio Rodríguez y Santiago Feliú, entre otros. Ángel Parra,
cantautor chileno, aclaró apenas entró al escenario que esto no era una fiesta,
sino una conmemoración, para dar inicio a capela su tema “soldadito boliviano”,
para luego dar paso al resto de artistas chilenos, vinculados a la Nueva
Canción Chilena y al Canto Nuevo. Por siempre Che!, como la Jota bautizó
al acto político-cultural, partió con un homenaje a uno de los referentes de
los jóvenes comunista: Víctor Jara, interpretado por el grupo de Danza Espiral,
los que ofrecieron al público dos temas de Jara, Cai Cai Vilu y el Aparecido,
esta última, una de las más reconocidas composiciones del cantautor y
dramaturgo, miembro de la Jota hasta su brutal asesinato en 1973.
A
pesar de la derrota que la Jota tuvo frente al gobierno, fue un buen año. Aquello
se ratificó en el plano de las elecciones universitarias, donde el comunismo
volvió a triunfar en la Universidad de Chile como en la Universidad de Santiago
de Chile, y tal vez, en un hecho inesperado, en base a una coalición denominada
Estudiantes de Izquierda, por cerca de cien votos de diferencia con el
gremialismo, triunfo el estudiante de teología Álvaro Ramis en la Universidad
Católica. Esto era una demostración de confianza de un sector de los
estudiantes a la izquierda, un triunfo de la apuesta de la Jota por politizar
este sector y que le permitiría tener nuevamente representación en la CONFECH,
por ende, poner la agenda comunista durante el año 1998.
Este
sentimiento triunfalista lo reflejó la presidenta de la FECH, Marisol Prado,
quien subrayaba la construcción de un nuevo movimiento estudiantil a partir de
1995, que había puesto la democratización y el derecho al acceso sin
endeudamiento, como pilares fundamentales de la nueva política universitaria[65]. Álvaro Ramis, si bien independiente pero
que había triunfado con el apoyo de la Jota, planteó que era un hito histórico
y que marcaba el fin de la reconstrucción de la izquierda en la PUC, luego que
la militancia socialista que dirigió la federación en 1993 terminase acusada de
corrupción. A partir de 1998, señalaban que comenzaba una nueva izquierda, la
que tendría por impronta con el gobierno de discusión y confrontación crítica
de ideas[66]. Por su parte, Marcos Barraza, flamante
triunfador en la FEUSACH, anunciaba que su conducción estaría caracterizada por
la profundización de la lucha por los cambios sociales y por generar espacios
de unidad para construir una nueva etapa. Desde su óptica, el triunfo de la
izquierda general en el mundo universitario, respondía a un “fenómeno juvenil
con proyección nacional”[67].
Tal
vez no erraba el dirigente en esto último. En las elecciones parlamentarias de
fines de 1997, la lista “La Izquierda”, encabezada por el Partido Comunista,
había logrado un porcentaje de apoyo de 7,5%, lo que sumado a un 2.9% del Partido
Humanista, elevaba las cifras casi a un 10% de las preferencias. Era la mejor
votación de la izquierda chilena a partir del retorno a la democracia. Para el
PCCh, este porcentaje de apoyo, refutaba a todos los que “habían declarado” al
comunismo chileno en “extinción”[68].
A
modo de síntesis de este apartado, la Jota logró convertirse en la primera
fuerza política a nivel estudiantil y respondiendo en líneas generales a lo que
el Partido Comunista demandó a sus fuerzas: avanzar en una revolución democrática,
a partir de una ruptura democrática como resultados de rebeliones contra el
sistema desde los movimientos sociales. La Jota, desde sus espacios de
influencia, sobre todo en el ámbito estudiantil, lo había logrado a partir de
una reconstrucción orgánica, comprendiendo los cambios, desafíos, y nuevas
realidades de la juventud de mediados de los ’90; perpetuando aspectos
sustanciales de su tradición comunista, forjada en plena Guerra Fría,
desempolvando uno de sus iconos (el Che) y posicionado las ideas políticas del
comunismo en el debate nacional. Posiblemente por todas estas aristas, la
desconfianza que existió en un primer momento por el supuesto “viraje hacia la
derecha”, por apostar por el mundo estudiantil, comenzaron a disiparse y, tal
vez, como forma de reconocimiento, se le ofreció al dirigente máximo de la
Jota, Daniel Núñez, un puesto para competir como diputado por el distrito 22 de
Santiago. Era un reconocimiento desde la cultura comunista.
En
una perspectiva más amplia, posiblemente Gladys Marín podía satisfactoriamente
plantear ante sus críticos al interior del partido, como evaluación general,
que los resultados electores y su hegemonía en el plano de los movimientos
sociales, fue gracias a su apuesta por continuar con proyectar una línea de
radical oposición a los gobiernos de la Concertación. Recordaba en una
conferencia de prensa que por hacerlo, fueron acusados de estar fuera de la
realidad, ser dogmáticos y no entender “que el mundo ha cambiado”. La decisión,
según ella, de escoger el camino más difícil de la derrota absoluta a la
dictadura, “hoy día, a ocho años de gobierno de la Concertación, se ha
demostrado absolutamente justo”[69].
“Mi derecho
a soñar” 1998-1999: reflexiones finales
“En tanto me anime un soplo de aire
Y en tanto me quede amor que entregar
Y en tanto me habite una gota de sangre
Yo defenderé mi derecho a soñar
(Francisco Villa, “Mi derecho a soñar”)
“Los recientes triunfos
consolidan a la izquierda como la primera fuerza dentro del movimiento
estudiantil universitario”, hacía hincapié Daniel Núñez en una entrevista para
evaluar la contingencia a futuro como Jota. Ocho federaciones en manos de su
organización, otras cuatro en poder de izquierda de carácter autonomista,
mientras que la Concertación tenía una hegemonía en nueve, llevaron al
secretario general a evaluar que los años venideros, estarían vinculados a la
búsqueda de convergencia de las fuerzas antineoliberales. Políticamente,
planteó que la hegemonía de las propuestas de la JJ.CC estaban logrando consolidarse,
puesto que, en las campañas electorales de las federaciones, las mismas listas
de la Concertación habían tomado la propuesta del arancel diferenciado como
forma de abordar las diferencias sociales y comenzar a estrechar las
diferencias de las desigualdades entre el estudiante de mayor y menor recursos.
Esta propuesta política para la universidad era a su vez “una propuesta de
país”. ¿Cuál era esa propuesta como enseñanza desde el mundo universitario? la
derrota en el ámbito a las “concepciones neoliberales dentro de los jóvenes”.[70]
A diferencia de los años
anteriores, a partir de la movilización de 1997, emergió nuevamente una
izquierda alternativa al comunismo, herederos de lo que se llamó a partir del
triunfo de la revolución cubana en 1959, como la “nueva izquierda”, que tuvo su
mejor expresión en el MIR durante los sesenta y setenta. En el ámbito
estudiantil, su expresión fue la SURDA, la que unió un discurso rupturista con
una construcción social desde abajo, logrando conquistar la presidencia de la Federación
de la Universidad de Concepción.
Era el comienzo del fin del
reflujo organizativo, luego de la derrota propiciada por los aparatos de
seguridad de la Concertación durante sus primeros cuatro años. La Jota, a
partir de 1998, afrontó por la izquierda a un nuevo “adversario”, organizado en
la ACME y la ETA, la primera en la universidad de Chile y la segunda en USACH.
Daniel Núñez, reconociendo este fenómeno, en sus primeras entrevistas,
seguramente en la búsqueda de alianzas para enfrentar al gobierno durante 1998,
comenzó a hablar de las izquierdas, reconociéndoles su protagonismo y
alejándose de cualquier estereotipos sobre esta nueva corriente, señalando que
la división entre una izquierda tradicional y otra nueva, apuntaba a la
división, “la izquierda es una: es la que pone hoy día, a través de un programa
concreto, cambiar la realidad y propone una estrategia en cómo lograrlo”[71].
Existía un consenso en las JJ.CC,
de que los tiempos de reconstrucción del movimiento estudiantil habían llegado
a su final. Ahora la tarea sería como llevar adelante la hegemonía comunista,
sobre todo ante el brote de otra izquierda al interior de los recintos
universitarios, ya que, para el comunismo, sus principales adversarios, las
Juventudes Socialistas, estaban abiertamente fuera de combate. Por lo menos,
ello demostraba las elecciones a federación, donde la Juventud Socialista había
sido superada por la Democracia Cristiana y el PPD. Marisol Prado, de la FECH,
denominó al año 1998 como de “desafíos”, a lo que el vicepresidente de la FEUC,
agregaba que, de no ser escuchados por el gobierno, enfrentaría un movimiento
estudiantil “igual o más radical”[72].
Sin embargo, entre 1998-1999,
hubo un cambio en el escenario político. En el mes marzo el exdictador asumió
como senador vitalicio y en octubre fue detenido en Londres. Parte del diseño
institucional establecido por la dictadura llegó a su fin a manos de la
justicia internacional. La detención de Pinochet, puso en relieve que el país
estaba “muy lejos de sentirse reconciliado con su pasado”[73].
En paralelo, durante estos dos
años, la crisis asiática complementó el cuadro de dificultades para Eduardo
Frei. La salida a esta recesión económica fue de corte neoliberal:
restricciones sociales y elevando los costos de la vida cotidiana de clases las
medias y bajas. Esto último tuvo una dificultad local, cuando las escasas
lluvias afectaron la energía eléctrica del país, comenzado un proceso de
restricciones, en algo considerado por la población como un bien “básico”[74].
En este contexto, desde abajo, la
emergencia de las movilizaciones sociales, comenzaron a ser articuladas detrás
del antipinochetismo. Posiblemente, esto fue afectando el apoyo social al
Partido Comunista, quienes las encabezaron al crear un Frente Amplio, que
buscaba ser una coordinación política de izquierda, para ser una alternativa a
la Concertación, la que cerraba una etapa de historia en 1999. A partir de ese
año, los gobiernos de la Concertación comenzaría a tratar de “corregir” el
neoliberalismo[75].
No obstante, la irrupción de
Joaquín Lavín, con un discurso despolitizador en lo referido a profundizar un
Estado de derecho, y simplificando las discusiones políticas, fue otro factor
determinante en la pérdida de hegemonía de la izquierda y el apoyo a la
Concertación. Como dice Otano, “Lavín y su entorno fueron los primeros en
entender que su antiguo héroe no proporcionaba ya votos, sino problemas”. El
resultado de ello, fue la despinochetización de Lavín y de la derecha en su
discurso público, lo que le permitió disputar las presidenciales con Ricardo
Lagos de una manera inesperada por los actores políticos. Para el Partido
Comunista, como ha dicho Rolando Álvarez, la candidatura de Gladys Marín, marcó
una esperanza, una ilusión que terminó en un fracaso[76].
A sus 83 años, una de las voces respetadas al interior del
conglomerado, Luis Corvalán, a pesar de su olfato político, no mostró ningún
punto de acercamiento al momento político que estaba sucediendo a fines de
1999. Es más, subrayaba: “lo fundamental es luchar contra el sistema, crear
conciencia y movimiento, crear una alternativa democrática, reconstruir la
izquierda en este país”. El PCCh y sus juventudes, se habían enamorado del
apogeo de 1997.[77].
Con todo, como ha planteado Rolando Álvarez, a partir del XXI
Congreso, efectuado a fines de 1998, representó la consagración de cambios
ideológicos y programáticos que lentamente se venían operando desde principios
de la década. Es decir, tras el aparente renacimiento del estilo político de
los años ochenta, el Partido Comunista consolidó su paulatina transformación
ideológica. De alguna manera, la vocación electoral, la necesidad de ser
pragmático, sin perder la radicalidad de los postulados (lo que no
necesariamente los hacía popular), recuperaba uno de los aspectos sustanciales
de la identidad comunista. Luis Corvalán señalaba: del comunismo “no ha sido
nunca política de los comunistas abstenerse de las luchas electorales. Aunque
sea para ser escuchados”[78]. Y arengaba sobre el diseño político que el PCCh prolongó para el nuevo
milenio, “la Ruptura Democrática”, que, según él, “apuntaba a desmantelar,
aunque fuera de manera muy lenta y gradual, aquellos cerrojos[79].
Para el caso del movimiento estudiantil, y, por lo tanto,
para uno de los frentes principales de la Jota, los dos últimos años del siglo
XX, estuvieron marcados por la consolidación de una coordinación de
estudiantes, la CONFECH, que, para mediados de 1998, realizó su primer congreso
de carácter programático. No estuvo exentos de disputas, sobre todo cuando la Concertación
intentó quebrar nuevamente la instancia, no obstante, la izquierda no comunista
y la Jota, mantuvieron el buque a flote. Para la dirigente Marisol Prado,
marcaba un momento “refundacional”, era el fin de la división del mundo
universitario decretado por la dictadura militar en 1980, cuando dividió en
pequeñas universidades estatales la educación pública[80].
Es difícil dimensionar si existió un reflujo político, como
afirma Thieleman, pues continuaron las movilizaciones durante los dos últimos
años del siglo XX, si bien mermadas en apoyo de masas, estas crecieron en
intensidad, sobre todo cuando debutó la violencia como instrumento en la medida
que nacieron nuevas organizaciones. Tal vez, el hecho simbólico de esto se dio
en 1999, cuando murió Daniel Menco en la Universidad de Tarapacá por un disparo
de carabineros. A nuestro parecer, se consolidaba gradualmente otra izquierda
en el ámbito universitario.
Si existió un reflujo, ello está a nivel de las propuestas
políticas, los estudiantes no se englobaron por transformaciones profundas,
sino, por medidas a corto plazo, en la inyección de recursos estatales al Fondo
Solidario. En ese aspecto, mientras la propuesta de la Jota de implementar un
arancel diferenciado, continuaba siendo una política acorde al momento político
nacional, las otras izquierdas comenzaron a plantear la idea de gratuidad.
Esto, puso en relieve que efectivamente la Concertación podía desmovilizar al
movimiento estudiantil, pero era incapaz de conducirlo y menos de dotar de
contenidos ideológicos la que efectivamente se mostró como una de las fracturas
del modelo: el acceso y pago al sistema educacional.
A modo de cierre, me parece no se puede reducir la influencia
de un conglomerado político netamente al plano de las ideas, sino, como se
cruzan estos con los episodios nacionales en una perspectiva internacional,
“sobre todo tratándose de una ideología y de un movimiento autodefinido como
internacionalista”[81]. Como ha dicho Sergio Grez para los estudios sobre el comunismo, para
poder historizar este conglomerado, debemos incluir aspectos como el “clima”
cultural y político de la sociedad global en el que han actuado los comunistas,
las tradiciones “heredadas” del movimiento popular, la composición de anhelos
de su base social, la “cultura societaria” de la “familia comunista”. En otras
palabras, “descubrir las condicionantes de la política por lo social y, a la
vez, desentrañar las influencias de la política sobre lo social”[82].
En esta perspectiva, como se ha planteado, efectivamente la
historia del movimiento estudiantil durante la primera década del siglo XXI, no
puede quedar suscrita a la hegemonía del Partido Comunista, como ocurrió en los
últimos cinco años del siglo XX. Y posiblemente, esta “nueva” izquierda, como
dice el autor, comenzó cada vez más a tener pugnas con el Partido Comunista[83].
No obstante, este planteamiento corre el riesgo de reducir
las perspectivas historiográficas. Si analizamos la historia de la Jota y de la
izquierda estudiantil en base a dos temporalidades, es decir, por un lado la
coyuntural, en la esfera de la cotidianeidad de la política y las
efervescencias de los ritmos de la misma, posiblemente es posible apreciarlo de
este modo. Pero si lo analizamos a partir de un marco temporal de más larga
duración, incorporando aquella memoria social profunda como plantea Gabriel
Salazar, se complejiza y complementan las perspectivas historiográficas. De
alguna manera, si combinamos la corta y larga duración para comprender la
trayectoria de la Jota, nos permite comprender la reconstrucción del movimiento
estudiantil y, a su vez, lo paradójico, que para algunos fue el retorno del
comunismo al escenario nacional a partir del 2011.
Desde el tiempo presente, mirando en perspectiva,
efectivamente la Jota al unir una tradición comunista y adaptarla a las
transformaciones del neoliberalismo corregido, les permitió perpetuar un
imaginario de izquierda transformadora, crítica al capitalismo y los vacíos
democráticos. Al ser una militancia si bien coherente entre sí, aunque lejos de
esa imagen de un conglomerado sin pugnas, la Jota logró ser la organización
juvenil mejor preparada para encabezar el movimiento estudiantil y dotar de
contenidos ideológicos las críticas al sistema. Para ello, ocupó distintas
tácticas políticas con el fin de revertir los cerrojos de la transición
democrática, como la negociación, el pragmatismo, las protestas callejeras y
una preparación a su vez teórica. En ese proceso, la movilización de 1997, les
permitió capitalizar políticamente ese momento. Como se ha dicho, la Jota se
convirtió en los fundadores de una cultura política de organización para el
movimiento estudiantil en su conjunto, ya que posicionó la democracia como el
eje central, lo que, visto desde el tiempo presente, fue una política radical.
Ello no era ajeno a la tradición comunista, la que, a
diferencia de otros comunismos, siempre posicionó la democracia como el espacio
de pugnas políticas. Su mejor experiencia, sin duda fue la Unidad Popular, a
partir de ese imaginario, la Jota re-impulsó lo que llamaron como la Revolución
Democrática. ¿por qué perdió esa hegemonía de conducción? Porque efectivamente,
la otra izquierda, heredera de la “nueva izquierda” que se fundó a partir del
triunfo de la Revolución Cubana, terminó su ciclo de reflujo. No obstante, si
miramos la agenda del movimiento estudiantil del 2011, sus brotes de
movimientalidad que la antecedieron (2001 y 2006), de alguna manera fue la
discusión que la Jota posicionó a lo largo de la década de los 90: garantizar
derechos universales y el rol que el Estado debía cumplir como garante de
ellas. Pero más allá, la Jota finalmente contribuyó a fortalecer, algo que
acabaron por plantear a fines de 1999 en su X Congreso: “la contradicción
principal es neoliberalismo v/s democracia”. Aquella postura es justamente la
que hoy se debate en el movimiento estudiantil al interior de Chile. Como ha
planteó la hoy Ministra de SERNAM, Claudia Pascual, “hoy puede aparecer como
algo evidente, pero en aquel tiempo al denunciar la privatización de la educación
y el lucro, te trataban de loco”[84].
Desde nuestra óptica, por lo tanto, nos parece que la
hegemonía no se puede reducir a quien encabeza un movimiento en coyunturas
particulares, sino, en cómo dotas de perspectivas ideológicas a un movimiento
de transformación. En ese aspecto, el aporte central de la Jota fue lo antes
señalado, pero también de encabezar la reconstrucción del movimiento
estudiantil, dotarlos de componentes políticos y mantener nociones centrales
del pensamiento de izquierda, lo que el trovador de la Jota, haciéndose eco de
ese “Necio” que planteó Silvio Rodríguez, planteaba como el “derecho a soñar”.
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Ricardo Jara Enero 2016.
Jeanette Jara Mayo 2016.
Carla Peñaloza Septiembre 2016,
Recibido: 20/06/2017
Evaluado: 23/07/2017
Versión
Final: 20/08/2017
[1] Chileno. Magíster en Historia de
América, Candidato a Doctor en Historia, Universidad de Santiago de Chile. Este
artículo es parte del proyecto FONDECYT no 1150583, titulado “Partido Comunista
de Chile: Cambios y continuidades de su imaginario y cultura política
(1990-2010)”. El autor agradece los comentarios y aportes de los profesores
Raquel Aranguez, Jorge Navarro López y José Ignacio Ponce.
[2] En
adelante Jota o JJ.CC.
[3] El
Siglo, “El cuadro, columna vertebral de la Revolución”. Marzo de 1994. P 10-11.
[4] El
Siglo, “Células y lucha de masas”. Abril de 1994. P 3.
[5] El Siglo, “La Jota camina al IX
Congreso”. Abril de 1994. Jon Lee Anderson, Che
Guevara. Una vida revolucionaria. Anagrama, 2016. P 703.
[6] Ernesto
Laclau y Chanta Mouffe, Hegemonía y
estrategia socialista. Hacia una radicalización de la democracia. Fondo de
la Cultura Económica, 2006.
[7] Para mayor profundización: Jorge Navarro, Parlamentarios y Revolucionarios. La cultura política del Partido Obrero
Socialista. LOM Ediciones, 2017.
[8] Rolando
Álvarez, Desde las sombras. Una historia
de la clandestinidad comunista (1973-1980). Ediciones LOM, 2003.
[9] Viviana
Bravo, ¡Con la Razón y la Fuerza,
Venceremos! La Rebelión Popular y la Subjetividad Comunista en los ’80. Editorial
Ariadna, 2010. La Operación Siglo XX fue el intento de asesinar al dictador en
una emboscada.
[10] Entrevista
a Janette Jara.
[11] Francisco
Villa, “Mi derecho a soñar”. Sello Alerce, 2000. El concepto de la “batalla”
comenzó a ser recurrente en las entrevistas a los miembros de la Jota. Desde
nuestra óptica ello responde a la influencia de la Revolución Cubana, en
particular, los discursos de Fidel Castro bajo el “periodo especial”
(1990-1995). A su vez, era la prolongación del lenguaje político de la PRPM.
Sobre esto, revisar: Bravo Viviana, ¡Con
la razón o la fuerza venceremos! La rebelión popular de masas y la subjetividad
comunista de los 80. Ediciones Ariadna, 2015.
[12] El
Siglo, “La primera revolución del siglo XXI”. 20 de marzo al 1 de abril 1994. P
3. En este mismo número, el artículo de José Ponce, “El internacionalismo
latioamericanista del PC chileno en el mundo postsoviético (1988-1994).
[13] El
Siglo, “”Debemos levantar focos de resistencia al modelo”. Enero de 1994, p 12;
La Época, “Comunistas auguran acentuación de contradicciones en la
Concertación”. 14/02/1994. P14.
[14] “Anteproyecto
del Programa de la Juventud”. Mecanografiado. Este Anteproyecto fue el segundo
punto del IX Congreso de la Jota a efectuarse entre junio y noviembre de 1994.
[15] La Nación, “No tengo cabeza de pistola”. 22/02/1995.
[16] Entrevista
a Daniel Núñez, marzo de 2016; Garretón Manuel, Neoliberalismo corregido y
progresismo limitado. Los gobiernos de la Concertación en Chile, 1990-2010.
Editorial ARCIS/CLACSO, 2012.
[17] Núñez Daniel, “El despertar del movimiento estudiantil y la
crisis de la universidad pública”. Tesis para optar a sociología. Universidad
de Chile, 2003. P 39.
[18] La Nación, “JJ.CC. ganan en la FECH”. 25/10/1995. Para
profundizar: revisar el libro de Víctor Muñoz, Generaciones. Citado.
[19] La
Tercera, “Comunistas ganan en la USACH”. 24/11/1990. P 13 . Fuentes triunfó con
2.090 votos, consigna el diario, compartiendo mesa con el militante demócrata
cristiano Armando Pozo y el militante PPD Marcos Ramírez.
[20] Entrevistas a Ricardo Jara y Janette Jara. Enero y mayo de 2016.
[21] Ibíd.
[22] El Siglo, “Vamos a profundizar la lucha por los cambios”.
Noviembre de 1997.
[23] El Siglo, ¡A la defensa
de la Universidad! Junio de 1994. P 13.
[24] La Época, “Tomas
indefinidas en U Tecnológica por demandas económicas”. 12/04/1994. P 17; El Siglo, “la movilización surgió desde
las bases”. Abril de 1994. P 12. Mayor profundización sobre las leyes y formas
de pago relacionados con la Educación Superior, Thieleman Luis. Op.Cit.
[25] El Siglo, ¡A la defensa
de la Universidad! Junio de 1994. P 13.
[26] Álvarez Rolando, Ibídem. P 157; El Siglo, Teitelboim Volodia,
“Las responsabilidades del XVI Congreso”.
25/06/1994. P 7
[27] Pluma y Pincel, “Un
liderazgo para la Revolución Democrática”. Nº171. P 4.
[28] El Siglo, “Inician IX Congreso Nacional de la Jota”. Junio de
1994. P 16; “Comenzó el IX Congreso de la JJ.CC”. Junio-Julio 1994. P 13.
[29] “Para crear y creer el futuro a organizar y lucha”. Convocatoria
al IX Congreso de la JJ.CC. Junio-noviembre 1994. P 1-10.
[30] Ibídem.
[31] Entrevista con Ricardo Jara. Citada.
[32] El Siglo, “Hablamos de recuperar los espacios”. Octubre de 1994.
P 14.
[33] “Para crear y creer el futuro a organizar y
lucha”. Convocatoria al IX Congreso de la JJ.CC. Junio-noviembre 1994. P 1-10.
Estas diferencias no se resolvieron. En 1996, Guillermo Salinas, cuadro obrero
de la Jota escogido como Secretario general de la Jota, renuncia a la dirección
para evitar una nueva crisis en el conglomerado. Asume la dirección Daniel
Núñez, quien recuerda. “surge la idea de que hay que hacer cambios dentro de la
dirección de la jota, el propio secretario general que era Guillermo Salinas,
siente que ya cumplió la etapa y ahí comenzó el debate de hacer cambios y eso
tensiona un poco a la dirección del partido porque estaba le temor de que
hubieran fracciones, tendencias estudiantiles, de origen más popular, dentro de
la dirección de la jota, y esa tensión… bueno genera harto intercambio, harto
debate. Finalmente se resuelve aceptando que es un proceso normal y ocurre que
el compañero Guillermo Salinas propone
su salida y yo asumo como secretario general”. Entrevista a Daniel Núñez, marzo
de 2016.
[34] El Siglo, “Saludos de
las juventudes comunistas”. Agosto de 1994. P 11.
[35] La Época, “Gladys
Marín: no somos ni duros ni blanduchos”. 22/08/1994.
[36] La Nación, “Aquí debe producirse un terremoto político”.
1/11/1999. P 10.
[37] La Época, “anoche el PC
inició la etapa final de su 16º Congreso”. 12/08/1994; “El PC sólo admite
matices, pero no formación de ‘tendencias’”. 13/08/1994. Rolando Álvarez
sostiene que respondía a su vez a la urgencia de desvincular sus orígenes a un
proyecto histórico mundial que había terminado con el colapso de la URSS a
comienzo de los noventa”. Citado. P 148.
[38] La Época, “Gladys
Marín, tras ser elegida, reafirmó política rupturista del PC”. 14/08/1994.
[39] La Época, “Gladys
Marín: no somos ni duros ni blanduchos”. 22/08/1994.
[40] Contreras era el encargado universitario de la Jota en la
clandestinidad y fue capturado por el Comando Conjunto en 1976. Luego de las
torturas, los agentes los colocaban en las calles para que identificaran a sus
compañeros. Contreras cumplió todo el rito de los torturadores, pero en el
momento que se iba a juntar con el otro miembro de la dirección clandestina, se
lanzó sobre un microbus y quedó seriamente herido. Alcanzó a gritar su nombre y
denunciar que se encontraba secuestrado por el aparato represivo de la
dictadura. Con esa acción, además de poner en aviso a su compañero y por tanto
al Partido, cortaba el hilo que había permitido la aguda represión que vivía el
PCCh en 1976. Mayor detalle revisar, Álvarez Rolando, Desde las sombras. Citado. El Siglo, “¡Jota jota…Ce…Ce!”. Noviembre
de 1994. P 12
[41] JJ.CC, “Informe de las Juventudes Comunista de Chile. Elaborado
por la Comisión de evaluación”. 15 de marzo de 1997.
[42] El Siglo, “La Jota con nuevo secretario”. Mayo de 1997. P 9.
[43] El Siglo, “Las juventudes deben jugar un mayor rol de
vanguardia”. Mayo de 1997. P 13.
[44] Tomás Moulian, Chile
Actual. Anatomía de un mito. Editorial LOM 1997.
[45] Moyano Cristina, “El Partido Comunista y las representaciones del
carbón: La segunda renovación”. En Revista Tiempo Histórico, UAHC, 2011
[46] Fernando Pairican, Malon.
La rebelión del movimiento mapuche 1990-2013. Pehuen Editores, 2014.
[47] Rodrigo Roco, “La FECH de fines de los 90: relatos de una
historia presente”. Revista Anales de la Universidad, Nº 17, 2005.
[48] Gabriel Salazar, Poder
Popular constituyente (siglo XXI). Ediciones LOM, 2011.
[49] Víctor Muñoz, Generaciones.
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Chile-UNAM 1984-2006). Ediciones
LOM, 2011; Luis Thieleman, La anomalía
social de la transición. Movimiento estudiantil e izquierda universitaria en el
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[50] El Siglo, “Rebelión estudiantil contra el neoliberalismo”. Junio
de 1997. P 3
[51] El Siglo, “Rebelión estudiantil contra el neoliberalismo”. Junio
de 1997. P 3
[52] JJ.CC, “Convocatoria X Congreso Nacional: Rebelarse es lo
justo…rebelarse ahora…”. Diciembre 1998-julio 1999.
[53] El Siglo, “Rebelión estudiantil contra el neoliberalismo”.
[54] La Tercera, “Crece el descontento en las universidades”. 9 de
mayo de 1997; “ola de tomas en universidades”. 26 de mayo de 1997; “avalancha
de tomas en la Universidad de Chile”. 27 de mayo de 1997.
[55] La Tercera, “Masiva y pacífica protesta de universitario”. 31 de
mayo de 1997.
[56] El Siglo, “La plataforma que estamos levantando, la pelearemos y
no se quedaran en palabras”. Abril de 1997.
[57] Carlos Salinas de Gortari, La
década pérdida. Ediciones Debate, 2012.
[58] El Siglo, “Este movimiento no se detendrá hasta lograr una
reforma global del sistema universitario”. Junio de 1997.
[59] La Tercera, “CONFECH resuelve hoy si negocia con el gobierno”. 13
de julio de 1997.
[60] La Tercera, “CONFECH: disidentes plantean frente regional”. 16 de
julio de 1997.
[61] La Tercera, “no hay condiciones para un acuerdo con el PC”.
14/10/1997.
[62] JJ.CC, “Convocatoria”. Citado. P 3-10; El Siglo, “La propuesta de
los jóvenes comunistas para los 90: una nueva forma de entender y hacer
política”. Agosto de 1997. P 3.
[63] El Siglo, “65 años de alegría y lucha”. 11 a 18 de Septiembre de
1997.
[64] El Siglo, “Hagamos que el ejemplo preceda a las palabras”. Julio
de 1997.
[65] El Siglo, “Hoy estamos haciendo historia”. Octubre-Noviembre de
1997.
[66] La Tercera, “Izquierda dura y comunistas ganaron elecciones de la
FEUC”. 21/11/1997. P 20; El Siglo, “En la UC ha triunfado la consecuencia de la
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[67] El Siglo, “vamos a profundizar las luchas por los cambios”.
Noviembre de 1997.
[68] El Siglo, “El resurgimiento de la izquierda”. Diciembre de 1997.
[69] El Siglo, “Gladys Marín: Frutos de la política de rebelión”. 26
de diciembre de 1997.
[70] El Siglo, “En las universidades asistimos a la derrota del
neoliberalismo entre los jóvenes”. Diciembre de 1997.
[71] Ibíd.
[72] La Tercera, “Balance de la
FECH”. 2 de enero de 1998. P 6; “Estudiantes están alertas por alza de
aranceles”. 16 de enero 1998. P 6.
[73] Rafael Otano, Nueva crónica
de la transición. LOM, 1995. P 455.
[74] Álvaro Cobarrubias, “El manejo de la economía chilena frente a la
crisis asiática 1997-2001”. http://www.panorama.utalca.cl/dentro/2002-may/evolucioneconomica%5B1%5D.pdf.
[75] Paul Drake e Iván
Jaksic (comp.) El Modelo chileno. Democracia y desarrollo en los noventa. Editoral LOM, 1999; Camilo Escalona, Una transición de dos caras. LOM Ediciones, 1999; Manuel Antonio
Garretón, Neoliberalismo corregido y
progresismo limitado. Los gobiernos de la Concertación de Chile, 1990-2010. Ediciones
ARCIS/CLACSO, 2012.
[76] Otano, citado. P 457. Sobre la política de Joaquín Lavín, el
artículo de Verónica Valdivia, “La alcaldía de Joaquín Lavín y el lavinismo
político en el chile de los noventa”. http://historiapolitica.com/datos/biblioteca/chile_ortizdezarate.pdf. Rolando Álvarez, citado.
[77] La Nación, “Luis Corvalán
‘aquí debe producirse un terremoto político’”.
1/11/1999. P 10-11
[78] La Nación, citado.
[79] Tomás Moulian, Chile
Actual. Anatomía de un mito. LOM Ediciones, 1997. Sobre el Partido
Comunista en este periodo, el libro de Rolando Álvarez, Los hijos e hijas de la rebelión. Una historia política y social del
Partido Comunista de Chile en postdictadura (1990-2000). Inédito.
[80] El Siglo, “El congreso estudiantil es el mayor hito histórico
desde 1980”. Julio de 1998. P 4-5.
[81] Ibíd.
[82] Sergio Grez, “comunismo chileno e Historiografía: un par de
observaciones”. En Olga Ulianova, Manuel Loyola y Rolando Álvarez, (edit.) El siglo de los comunistas chilenos,
1912-2012. Ediciones IDEA, 2012. P 29.
[83] Luis Thielemann, Hijos de
Recabarren, hijos de la transición: sobre las JCC y la anomalía estudiantil de
los 90. En Un trébol de Cuatro hojas. Citado.
[84] Rolando Álvarez y Manuel Loyola. Citado. P 307.