El
Partido Socialista y el movimiento sindical tras la conquista de la
Confederación General del Trabajo (1935-1937)
The Socialist Party and the trade union movement after
the conquest of the General Confederation of Labor (1935-1937)
Diego Ceruso
Universidad de Buenos Aires,
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
diegoceruso@gmail.com
Resumen
Desde sus
orígenes, aunque con fuertes debates, la voluntad oficial, justista digamos,
del Partido Socialista (PS) fue la de escindir el plano político del gremial.
Esta autonomía, materializada en la ‘Declaración de Avellaneda’ del XIV
Congreso Ordinario en 1918, formaba parte de una concepción más amplia sobre la
necesidad de construir una opción partidaria reformista, que buscara la
integración al sistema social y político y que subordinara la conflictividad
entre capital y trabajo a otros elementos más globales, entre otras
características. Este trabajo se propone revisar el proceder del PS en el
movimiento sindical a partir del ‘golpe interno’ ocurrido en la Confederación
General del Trabajo (CGT), a fines de 1935, momento en cual los socialistas se
hacen cargo de la conducción de dicha central obrera, hasta la elección de José
Domenech como secretario general, en junio de 1937. La hipótesis que guía
nuestra investigación es que durante este periodo, la mencionada modulación de
la política oficial ocurrida entre 1930 y 1935 fue desmantelada permitiendo al
PS retomar la senda de la escisión del plano político del gremial expresada en
1918 y presente, de hecho, con anterioridad.
En este
recorrido analizaremos la opinión de los cuadros gremiales, los partidarios y
el rol de la Comisión Socialista de Información Gremial (CSIG). Ello lo haremos
mediante el análisis de fuentes internas del PS, su periódico La Vanguardia, y otras publicaciones de
relevancia como Anuario Socialista, Revista Socialista, entre otros.
Palabras Clave
Partido
Socialista; sindicalismo; Argentina; década de 1930; Confederación General del
Trabajo
Abstract
From its beginnings, although with strong debates, the official will of
the Socialist Party (PS) was to split the political level of the union. This
autonomy, embodied in the Avellaneda Declaration of the XIV Ordinary Congress
in 1918, was part of a broader conception of the need to build a reformist
party option that sought integration into the social and political system and
subordinate the conflict between Capital and labor to other more global
elements, among other characteristics. This paper aims to review the behavior
of the PS in the trade union movement after the 'internal coup' in the General
Confederation of Labor (CGT), at the end of 1935, at which point the Socialists
take over the management of the central Until the election of José Domenech as general
secretary in June 1937. The hypothesis that guides our investigation is that
during this period, the aforementioned modulation of the official policy
between 1930 and 1935 was dismantled allowing the PS to resume the path of the
split of the political plane of the union expressed in 1918 and present, in
fact, before.
In this course we will analyze the opinion of the trade union cadres,
the supporters and the role of the Socialist Commission for Trade Information
(CSIG). This will be done through the analysis of internal sources of the PS,
its newspaper La Vanguardia, and
other relevant publications such as Anuario
Socialista, Revista Socialista,
among others.
Keywords
Socialist Party; syndicalism; Argentina; 1930s; General Confederation of
Labor
En particular, esa experiencia
del PS en la década de 1930 ofrece aún esferas desde donde abordarla dado que
no ha sido una temática recurrente en los estudios académicos. El trabajo de
María Cristina Tortti se erige como una referencia ineludible pues abordó la
práctica gremial del PS en los años treinta, las fricciones motivadas por la
tendencia a la disociación de la herramienta política y el proceder sindical y
los enfrentamientos y rupturas que de esto último se derivaron.[1] Hiroshi Matsushita también encaró la
investigación del desempeño socialista en estos años aunque el enfoque estuvo
en la Confederación General del Trabajo (CGT) y las relaciones que de allí se
desprendían con el Estado y el resto de las corrientes políticas, el sindicalismo primero y el comunismo
después.[2] Asimismo, en un trabajo anterior procuramos
revisar detenidamente el debate interno en el PS acerca del vínculo partidario
con el gremialismo entre 1930 y 1935.[3] Allí pudimos observar un período en el cual
la política consagrada en la ‘Declaración de Avellaneda’ del XIV Congreso
Ordinario en julio de 1918 fue puesta en cuestión. Desde sus orígenes, aunque
con fuertes debates, la voluntad oficial, emanada de la visión de Juan B.
Justo, fue la de escindir el plano político del gremial.[4] Esta autonomía de ámbitos, materializada en
la mencionada ‘Declaración’, era una expresión de una concepción más amplia
sobre la necesidad de construir una opción partidaria reformista, como se ha
señalado: “el problema en el socialismo argentino era más profundo que una mera
desarticulación entre lo sindical y lo político. Lo que existía era una
concepción que subordinaba las contiendas entre el trabajo y el capital a una
faena de reforma e integración social, idealizando la lucha de clases como una
suerte de disputa retórica de proyectos en el terreno neutro de un ágora. El PS
desconfiaba de las prácticas de autodeterminación de las masas y de las
capacidades creadoras de la lucha de clases, la que debía canalizarse para
evitar sus desbordes y el despliegue de su potencialidad barbárica”.[5] Pero esta desarticulación de esferas, que si
se quiere ir más allá fue incluso una disociación con algunos aspectos
centrales de la lucha y la organización obrera, estuvo sujeta a fuertes
tensiones internas y cuestionamientos que buscamos evidenciar en la coyuntura
de la primera mitad de la década de 1930. Durante esos años, el sector
compuesto principalmente por cuadros gremiales y liderados por Francisco Pérez
Leirós pareció tener una política más activa y mayor presencia en las
publicaciones partidarias. A partir de 1930, pero con marcado énfasis desde
1932, aquellos que propiciaban una relación más directa y fluida entre el
Partido y los sindicatos fueron ganando peso en la Comisión Socialista de
Información Gremial (CSIG), representación en los Congresos y visibilidad en los
medios del PS. Prueba de ello son las composiciones de la Comisión Gremial en
donde la mayoría de sus integrantes se enrolaban en las posiciones encabezadas
por el líder de los municipales, la presencia regular de intervenciones
críticas a la dirección del PS en relación al desempeño sindical en la prensa y
otros órganos de difusión editorial y, quizá el punto más sintomático, el
Despacho Gremial del Congreso de Santa Fe en 1934 que contrariaba la postura
tradicional de la ‘Declaración de Avellaneda’.
A nuestro entender, esto no
implicó un cambio de estrategia del PS sino más bien una modulación de la
política oficial. Había, al menos, dos fuertes motivaciones que influyeron en
esta modificación táctica. La primera, la presencia de los sindicalistas en la conducción de la CGT que llevaron al extremo su
perfil negociador, pragmático, moderado y conciliador junto a su discurso
neutralista, de rechazo a las influencias políticas. Esto permitió polarizar al
PS y contraponer a ello una política más activa en el movimiento sindical que
se expresó no solo en la lucha contra el fascismo sino además en las críticas
al cuerpo de ideas tradicional del sindicalismo.[6] La segunda de las causas pareció ser de
índole interna. La existencia de una relanzada ‘izquierda’ partidaria que
fustigaba a la dirección y planteaba una serie de alteraciones programáticas,
estratégicas y estructurales que redefinirían el rumbo, más bien el sentido,
del PS.[7] Proponíamos que no resulta inverosímil que
la conducción partidaria haya propiciado una mayor presencia del grupo
encabezado por Pérez Leirós para mostrarse permeable a las críticas referidas
al rol en el ámbito gremial y así atemperar, parcialmente, la influencia del
sector de Benito Marianetti en la base del PS. Un tercer factor que pudo
influir en esta variación política pudo ser la intención de la dirección del
Partido de atender la creciente incidencia comunista entre los trabajadores
industriales principalmente.[8]
Pero este escenario se desvaneció
durante 1935 por dos motivos fundamentales: el primero, el sector
‘izquierdista’ fue paulatinamente diezmado entre el cónclave de Santa Fe y el
Congreso Extraordinario para la reforma de estatutos de 1935; el segundo, el
núcleo dirigente sindicalista fue
depuesto de la CGT en diciembre de ese mismo año. De este modo, según lo que
señalábamos, las causas principales que habrían motivado aquella modulación en
la estrategia sindical ya no se encontraban presentes ni representaban un
desafío al PS. El interrogante, y objetivo principal de este trabajo, es
examinar si con posterioridad a 1935, y ya en la conducción de la CGT, hasta la
toma de posesión de la secretaría general por parte de José Domenech en junio
de 1937, ese panorama se modificó. ¿Eso permitió a la dirección del PS retomar
la senda de la escisión del plano político del gremial expresada en 1918 y
presente, de hecho, prácticamente desde sus orígenes? ¿Las voces disonantes de
la estrategia oficial quedaron relegadas y la política enarbolada por los
socialistas en la CGT replicó una tendencial pero cada vez más marcada
autonomía de las corrientes políticas? ¿Cuál fue el rol de la CSIG, elemento
más dinámico de aquellas críticas y bastión de quienes profesaban una
modificación en la vinculación entre el Partido y los sindicatos entre 1930 y
1935, durante la segunda mitad de los años treinta? Estas preguntas constituyen
el hilo conductor del trabajo y orientan la investigación en todo su recorrido.
Además,
existen elementos que deben ser señalados para una mejor contextualización del
periodo que abordamos y que atañen a los sujetos que aquí analizamos. En primer
lugar, un aspecto estructural fue la consolidación del crecimiento económico
iniciado unos años antes que repercutió en un descenso de la desocupación.[9] En paralelo, el estancamiento de los
salarios reales, la exigua legislación laboral, las extensas jornadas de
trabajo y las malas condiciones en los sitios de producción estructuraban un
contexto de insatisfacción para la clase obrera. La coyuntura de crecimiento y
demandas obreras insatisfechas construyó una situación en la cual los
conflictos obreros, y el aumento de la influencia sindical en los mismos,
proliferaron. En segundo término, luego de intentar con sucesivos
levantamientos armados, la Unión Cívica Radical declinó dicha opción y levantó
su estrategia de abstencionismo posicionándose como la principal alternativa
electoral a la Concordancia, relegando las aspiraciones de los socialistas y
los demoprogresistas.[10] En tercer lugar, y en el campo de las
izquierdas, dos novedades agitaron el escenario. El Partido Comunista (PC)
abandonó durante 1935 la estrategia de ‘clase contra clase’ y abrazó la del
‘frente popular’ que habilitó acuerdos con las fuerzas obreras ‘reformistas’, e
incluso con los sectores ‘progresistas’ de la burguesía, que posibilitaron la
construcción de alianzas bajo preceptos antiimperialistas y antifascistas.[11] El impacto de este abrupto y polémico viraje
no demoró en percibirse entre los trabajadores. Conviene señalar tres
consecuencias inmediatas: se inició el
proceso de disolución del Comité de Unidad Sindical Clasista, se planteó la
posibilidad de incorporarse a la CGT y se comenzó a discutir acuerdos con las
otras corrientes con la intención de desandar el camino de los sindicatos
‘rojos’, en la práctica exclusivamente comunistas, y aunar fuerzas en
estructuras gremiales conjuntas. Otro de los elementos a destacar estuvo
relacionado con los anarquistas. El Comité Regional de Relaciones Anarquistas
había sido creado en 1932 y, en la práctica, se desempeñaba como una
organización específica de un revitalizado, aunque limitado en sus fuerzas
concretas, anarquismo en el país. Pero durante 1935 se produjo el salto
definitivo hacia la estructura de la Federación Anarco Comunista Argentina.
Advertían que el anarquismo debía responder a la nueva coyuntura económica y
política con nuevas prácticas.[12] Por último, otro mojón por repasar es el
aumento en la lucha obrera. Durante 1935, se sucedieron una serie de
importantes conflictos entre los que conviene destacar la huelga de los obreros
madereros entre mayo y julio, la huelga de la construcción de octubre y que se
prolongó por varios meses y la huelga general de enero de 1936.[13] De conjunto, los aspectos marcados
coadyuvaban a delinear un escenario de impulso a la lucha de los trabajadores y
a una mayor presencia de las izquierdas en la organización sindical en los años
iniciales de la segunda mitad de los años treinta.
El cambio de
coyuntura en la CGT
En la primera mitad de la década
del treinta la convivencia de los socialistas y los sindicalistas en la CGT distaba de ser cordial. Las desavenencias
entre ambos sectores se encontraban a la orden del día. El primer grupo
integrado por miembros de la CSIG, socialistas propensos a buscar mayor
presencia orgánica del partido en los gremios y sindicalistas descontentos con la conducción reclamaban una mayor
representación de los sindicatos a los que pertenecían (principalmente
ferroviarios pero también tranviarios, comercio y municipales) en los cargos
directivos aunque no se privaron de anclar su crítica en la prescindencia
política que declamaba la central.[14] El otro sector estaba formado
mayoritariamente por los sindicalistas
que controlaban la CGT. En diciembre de 1935 el clima de enfrentamiento se
exacerbó cuando la Unión Ferroviaria (UF), bajo la secretaría general del
socialista José Domenech, pretendió modificar sus delegados en la central en el
marco del llamado de la dirigencia cegetista al largamente demorado Congreso
Constituyente para marzo de 1936. El 12 de diciembre los eventos se
precipitaron cuando los opositores ingresaron por la fuerza a la sede de la CGT
y declararon depuestas a las autoridades.[15]
El golpe interno provocó la
división y, a partir de allí, existieron dos CGT: la ‘socialista’, con mayor
número de sindicatos y obreros afiliados y cuyo núcleo eran los gremios
ferroviarios (UF y La Fraternidad) junto con los tranviarios, comercio y
municipales; y la ‘sindicalista’,
compuesta por un escaso número de empleados telefónicos y marítimos,
principalmente. La primera central fue reconocida como CGT Independencia,
mientras que la sindicalista como CGT
Catamarca; en ambos casos el nombre se debió a las calles en donde se ubicaban
sus oficinas. Con la toma de las riendas de los socialistas en la CGT
Independencia, los comunistas vieron la posibilidad de sumarse a la central
obrera, en línea con la orientación de ‘frente popular’.
Tras los hechos de diciembre, la
Federación Gráfica Bonaerense (FGB), de larga tradición socialista y
coyunturalmente por aquellos años con presencia relevante de la ‘izquierda’ del
PS en sus cuadros dirigentes, y a quien en octubre de 1935 la dirigencia sindicalista le había negado el
reingreso a la CGT, efectuaba su propio balance de lo sucedido y caracterizaba
a la dirección depuesta: “con el taparrabos de una pretendida ‘prescindencia’
que nunca fue un obstáculo para que se prendieran de los faldones de los
políticos de la burguesía (...)”.[16] Y, aunque sin negar la participación de
socialistas en el golpe de diciembre de 1935, la CSIG desmentía su acción
coordinada: “que la Comisión Socialista de Información Gremial no ha tenido
ninguna participación en los acontecimientos que provocaron la cesantía del
Comité Sindical Nacional, aunque considera este hecho saludable para el
proletariado argentino”.[17] Más allá de la coordinación, la presencia
socialista y de integrantes de la CGIG en los eventos de diciembre resultaba
inocultable. De los 27 integrantes del grupo que tomó la CGT, cuatro eran
miembros de la CSIG.[18] A mediados de 1935, y ya con el nuevo
estatuto que dejaba de lado la elección en asamblea de afiliados, el CE del PS
había designado a los integrantes de la CSIG, cuyo secretario general era
Roberto Testa.[19]
En 1936 la CGT Independencia
realizó su Congreso Constituyente y los comunistas se incorporaron a la
central. De este modo, la tradicional presencia socialista y de los sindicalistas afines junto a la
creciente inserción comunista en la industria afincada en su pericia
organizativa, sentaron las bases de una pujante estructura.[20] Con este ingreso y el de algunos gremios
autónomos, la CGT aglutinaba para mediados de 1936 al 70% de los obreros
sindicalizados. El mapa sindical quedaba con una CGT Independencia compuesta
por 113 organizaciones y agrupando a 263.000 afiliados y su secretario general
era Luis Cerutti.[21] Mientras que su rival con sede en la calle
Catamarca quedaba con 116 sindicatos pero con la magra suma de 25.000
trabajadores, y se encontraba liderada por el también ferroviario Antonio
Tramonti.
Tras la ruptura con el sector
tradicional de la corriente sindicalista,
la CGT parecía estar dispuesta a establecer una mayor ligazón con las
corrientes políticas. Aunque se veían incapacitados de votar, los dirigentes
comunistas se expresaron críticamente sobre la prescindencia y el proceder de
la CGT hasta diciembre de 1935 y, de este modo, fortalecieron la línea de
aquellos que propiciaban estrechar lazos con los partidos políticos.[22] Pero ello pronto se demostró un diagnóstico
incorrecto o apresurado. Raudamente quedaron representados dos bandos. El
primero, compuesto por socialistas, algunos sindicalistas
todavía existentes y los líderes ferroviarios, menos tendiente a
involucrarse en cuestiones políticas y partidarias. Allí revistaban Domenech y
Camilo Almarza, entre los dirigentes más importantes. El segundo, formado por
los socialistas más ligados a la estructura del PS y los comunistas, más
propensos a dirimir cuestiones a través de la política y los partidos, entre
quienes estaban Pérez Leirós, Ángel Borlenghi y los comunistas Guido Fioravanti
y Pedro Chiarante. Nuevamente, como en el período 1930-1935, la división
parecía recortarse sobre la relación que debía establecerse con los partidos
políticos.[23] Aunque en el Congreso Constituyente, los
estatutos sancionados mencionaban la necesidad de intervenir en los problemas
nacionales (artículo 5) y se había eliminado la incompatibilidad del cargo
político y el gremial, resultaba evidente que el mantenimiento del artículo 4
acerca de la independencia de los partidos políticos o agrupaciones ideológicas
comenzaba a arrojar luces sobre la línea de acción futura de la CGT. La
permanencia del artículo 4, que estaba presente desde la fundación de la CGT,
estuvo probablemente anclada en le necesidad de despejar las dudas sobre el rol
de la CSIG, atender el todavía relevante sector sindicalista de la UF y armonizar la coexistencia entre socialistas
y comunistas en la nueva central.[24]
El nuevo
viraje del PS
Durante 1935, el PS comenzó a
materializar una serie de modificaciones que implicaban un mayor control de la
dirección sobre la esfera gremial del partido. El Congreso Extraordinario de
mayo de 1935 fue el escenario en donde el CE del PS asestó otro duro golpe al
‘ala izquierda’. Uno de los puntos a los cuales se oponía la ‘izquierda’ era una
propuesta de reformas de estatutos que otorgaba a la dirección mayor poder e
injerencia en las designaciones de la estructura partidaria. En este escenario,
la CSIG volvió a manifestarse en acuerdo con el sector opositor y se opuso a la
propuesta que la Comisión fuera designada por el CE del PS y no por los
afiliados en asamblea, como había sido hasta entonces.[25] Cabe preguntarse si el intento de
centralización no se correspondía con el retroceso de las posiciones de la
izquierda y el mayor control del CE que ya había obtenido un resultado
favorable en el Congreso de 1934, reunido en Santa Fe. Como consecuencia de
estos cambios en el estatuto, las comisiones de oficio fueron desmanteladas,
las comisiones de coordinación impulsadas en la Circular N° 4 de la Comisión
fueron incorporadas pero sin un peso objetivo dentro del PS y, como dijimos,
los integrantes de la CSIG de allí en más serían elegidos por el CE y ya no por
los afiliados en asamblea: “habían perdido, además, el derecho a elegir a los
miembros de la Comisión Gremial, y con ello la posibilidad de incidir en la
elaboración de la política del partido para la clase obrera. La nueva fórmula
estatutaria establecía que ‘El Comité Ejecutivo designará una Comisión de
Información Gremial, que tendrá por función estimular y coordinar la acción
gremial de los afiliados, quienes deberán constituirse en grupo y obrar en
forma paralela y concordante con el partido. La Comisión estará integrada por
quince afiliados que, siendo posible, ocupen cargos en las comisiones
administrativa de la diversa organizaciones obreras, y un miembro del Comité
Ejecutivo’. De esta manera, el partido preparaba mecanismos de control ante la
creciente ‘politización’ de sus cuadros sindicales, con el fin de evitar que
traspusieran los límites de ‘su ámbito específico’ y avanzaran sobre un terreno
que considerado propio del organismo político. El recorte de su espacio dentro
de la estructura partidaria era parte del ajuste de cuentas con la ‘izquierda’
partidaria, que no en vano acababa de ser derrotada”.[26] En consecuencia, tras esta variación
estatutaria, resultaba imposible que la CSIG expresara algún tipo de disidencia
respecto de la línea de la dirección partidaria.
Como mencionamos, el PS durante la primera mitad de la década de
1930 estuvo signado por las discusiones internas y por la aparición de un
sector ‘izquierdista’ que tuvo un crecimiento por aquellos años y que entabló
su enfrentamiento con la dirección en el XXII Congreso Ordinario reunido en
mayo de 1934 en la ciudad de Santa Fe.[27] Tras ese Congreso, el CE se encargó de
restar posiciones a los opositores que se agrupaban principalmente entre la
juventud, la revista Izquierdas y la
Federación Socialista Mendocina. La pugna se replicó en el Congreso
Extraordinario de mayo de 1935 en donde el ‘ala izquierda’ fue nuevamente
derrotada. La disputa interna se acrecentó con sucesos como la suspensión de la
publicación de Izquierdas, en
diciembre de 1935, y la expulsión del concejal capitalino Fortunato Zabala
Vicondo, en octubre de 1936.[28] Finalmente, los opositores a la conducción
partidaria formaron la Comisión pro Unidad del Partido Socialista que en mayo
de 1937 permitió la creación del Partido Socialista Obrero.
En paralelo a este retroceso y
posterior expulsión del sector ‘izquierdista’, el PS comenzó a expresar una
nueva modulación de su dinámica en el mundo gremial. Si la presencia de voces
disonantes a la política oficial sobre la escisión entre el plano político y el
gremial entre 1930 y 1935 fue una constante, ese escenario se modificó
sustancialmente. La CSIG, en esos primeros años treinta fue una herramienta
central para cuestionar la política oficial de la dirección, aunque años
después, el cuadro gremial textil y socialista Lucio Bonilla expresara una idea
disímil sobre su rol: “la Comisión de Información Gremial del Partido
Socialista nunca orientó desde su seno las directivas que había que impartir a
un sindicato, porque el afiliado socialista está educado para no aceptar eso.
El afiliado socialista, a esta altura del sindicato tiene que cuidar mucho,
mucho de su conducta. Nada más. Pero los lineamientos de su acción sindical
deben estar trazados por los compañeros del sindicato. (...) Yo le digo porque
yo he sido miembro de la Comisión de Información Nacional Gremial del Partido
Socialista y he actuado por espacio de dos años con gente que ha sido destacada
en el instante gremial de los distintos gremios del país. Y la orientación es
ésa”.[29] En el mismo sentido, y quizá de modo
peculiar pues se refería al sector de los gráficos en donde existían posturas
encontradas sobre el vínculo entre partido y sindicato se pronunciaba René
Stordeur: “y debo significar que había cierto orgullo de independencia en el
militante sindical con respecto a su actividad como tal; los gráficos particularmente.
Los gráficos no sometían sus decisiones, sus orientaciones y su acción dentro
de la Federación Gráfica Bonaerense a lo que estrictamente, en algún momento,
podía haberle interesado al Partido, sino que cuidaban de defender los
intereses particulares del gremio por encima de todas las cosas”.[30]
A comienzos de 1936, el PS, a
través de La Vanguardia, comenzó a
definir su posición respecto de los incidentes ocurridos en la CGT y a
reconstituir, probablemente, su estrategia en el plano sindical: “cualquiera
que diga que el Partido Socialista se inmiscuye directamente como organismo
político de los trabajadores en los sindicatos, miente a sabiendas. El Partido
estuvo y está al servicio de los trabajadores, pero nunca ha hecho otra cosa
que aconsejarlos, darles normas escritas, asumir su defensa en cuantas
oportunidades fue posible. Jamás fue oficialmente a los sindicatos ni tomó
injerencia alguna en sus cuestiones internas”.[31] A contramano, en el órgano oficial de la CGT
Independencia, el sector más ligado a criticar fuertemente la prescindencia
expresó rápidamente sus posiciones caracterizándola como la: “incapacidad de la
organización para hacer respetar su autonomía, sin necesidad de fundarla en un
compromiso, por sus cabales, por su esencia generatriz de la lucha de clases” y
continuaba: “jamás una organización obrera con pulso vital puede renunciar a su
derecho de intervención, en todas las formas de cometido social de carácter de
izquierda”.[32] Pero las expresiones de la dirección del PS
se redirigían en el sentido opuesto: “las presentes transcripciones dan una
idea precisa acerca de la autonomía sindical, de la acción destructiva de las
tendencias, de la coordinación en los planes, de la manera de vigorizar los
cuadros gremiales y del perjuicio que el embanderamiento ocasiona”.[33]
Las publicaciones del PS no sólo
insistían con los conceptos acerca de reposicionar la idea sobre la separación
de la esfera política y la gremial sino que se pretendía relativizar, más bien
otorgarle un nuevo sentido, a los sucesos ocurridos previamente: “la resolución
del XXII Congreso Nacional celebrado en Santa Fe, hablaba de coordinar los
actos para mayor vigor y eficacia de la acción (...)”.[34] Como dijimos, aquella resolución, más que
proponer una ‘coordinación de actos’, contrariaba de modo explícito la política
gremial de la dirección. Además, no faltaron en aquellos años la publicación de
notas de Justo sobre el tema para dejar claro el sentido que debía tomar el
proceder sindical socialista: “pero el Partido Socialista no debe inmiscuirse
en la organización gremial. Colectivamente sólo puede y debe servirla desde
afuera en cuanto las leyes, el gobierno y la administración pública atañen a la
organización gremial”.[35] La ausencia de posturas contrarias a la
dirección en las publicaciones socialistas en estos meses de 1936 y 1937
contrastaba notablemente con lo observado oportunamente para la primera mitad
de la década.[36]
La llegada a la conducción de la
CGT y el posicionamiento de Domenech como máxima figura en la central obrera,
aunque asumiría la secretaría general a mediados de 1937, permiten suponer un
acople entre la línea del PS y el pensar del líder ferroviario, que años
después dejaba claro: “(...) pero, le voy a decir una cosa, que dentro del
movimiento obrero jamás, jamás, se habló de política, jamás se habló de
política, hasta el año 43, jamás se hablo de política. Yo he sido siempre
apoyado por radicales, conservadores, socialistas, incluso comunistas, incluso
comunistas; jamás se habló de política”. Y en referencia a la Confederación
Obrera Argentina, pero aplicable a la experiencia del PS de modo más global,
planteaba: “no, no, mire, lo que había era esto, la COA naturalmente, en la COA
había gente socialista, pero que el Partido Socialista, influyera en la COA,
no. Pienso que nunca el Partido Socialista, influyó, en ningún sindicato”.[37] En igual sentido recordaba Almarza, ladero
de Domenech en la conducción de la CGT: “ahora, de ahí a embanderar al
sindicalismo en una concepción política es una cosa distinta. Nosotros le
atribuimos a los sindicalistas ser los promotores de la prescindencia sindical
en el país, pero los que en realidad defendieron la prescindencia sindical en
este país fuimos nosotros los socialistas a pesar de figurar como militantes de
un partido político”.[38]
Las diferencias entre los grupos
en el interior de la central obrera se fueron evidenciando frente a numerosos
acontecimientos, por ejemplo en los discursos en torno al acto unitario, tanto
como inusual, del 1º de mayo de 1936 que la CGT organizó y compartió con el PS,
el PC, la Unión Cívica Radical, los demócratas progresistas, estudiantes y
gremios autónomos, entre otros. Así se expresaba Domenech: “el movimiento
gremial debe ser autónomo, neutral en las luchas electorales; vivir
intensamente los problemas netamente sindicales (...)”, (...) “se forma parte
de la organización gremial para tener deberes y lograr derechos; nunca para
defender tendencias políticas o creencias religiosas determinadas” (...) “y
antes de finalizar estas palabras, quiero recordar a los trabajadores que el
puesto de lucha de ellos se encuentra en el sindicato. No es explicable que en
estos momentos difíciles para el país, y para los proletarios en particular,
haya obreros alejados de la organización por influencias extrañas a la misma o
por razones ideológicas, pues tal actitud importa servir al capitalismo y
traicionar a sus hermanos de clase”.[39] Domenech circunscribía la función sindical a
las reivindicaciones económicas y ligadas al plano gremial aunque, tomando
distancia de la postura más puramente sindicalista,
guardaba cierta valoración en la sanción de leyes obreras en el parlamento y a
ello reservaba el posible vínculo con los partidos políticos. La posible
colaboración propuesta a través de la sanción de leyes en el parlamento se
había convertido en una posibilidad incierta y alejada de la realidad producto
de la ahora disminuida presencia socialista en el Congreso Nacional.[40] En cambio, Pérez Leirós, buscando establecer
puentes con las estructuras partidarias expresaba en el mismo acto: “se rompió
así con casi medio siglo de apoliticismo infecundo, fomentado y estimulado por
los enemigos de la emancipación proletaria, porque en tal forma esterilizaban
su acción”, aunque se expresó en favor del trabajo mancomunado con los partidos
políticos no evitó recordar que debía guardarse lugar a la autonomía entre
ambos ámbitos.[41] Aunque pasados los años, Pérez Leirós
expresara un balance opuesto sobre los valores del gremialismo: “los sindicatos
de vida permanente y que han desarrollado una labor más fructífera en favor de
la clase obrera han evidenciado que el método de la autonomía sindical es el
gran factor de convivencia que une a los hombres y hace eficientes a las
entidades sindicales en la acción específica que les dan razón de ser”.[42] Al año siguiente, en ocasión del acto del 1°
de mayo de 1937, la CGT se opuso a la organización conjunta con los partidos
políticos dando un paso más en su línea de prescindencia. Así, gradual pero
incesantemente, las posturas del PS y de la conducción de la CGT confluían en
mantener autónomas la esfera política y la gremial.
Palabras
finales
Tras la obtención de la
conducción de la CGT, el PS pareció abandonar los debates de la primera mitad
de la década del treinta. El Partido, principalmente su dirección, estructuró
un nuevo ‘retorno a Justo’ y a su estrategia de independencia del plano
político y el gremial. Esta división de esferas tuvo su ejemplificación más
nítida en la virtual desaparición de la Comisión Socialista de Información
Gremial como un organismo con posturas propias y críticas a la conducción
partidaria, como había ocurrido en los años previos. Esta confluencia de la
CSIG con la conducción, representada en su casi evaporación en estos meses,
estuvo habilitada por la reforma de estatutos de 1935 que permitieron al CE
elegir sus integrantes sin mediar la opinión de los afiliados. Dicha Comisión,
durante estos meses de 1936 y 1937, no ejerció un rol de relevancia en el plano
gremial y, al igual que las voces disidentes dentro del PS, no tuvo una
presencia en las publicaciones partidarias que, más bien, se preocuparon por
reponer la idea de la preeminencia de lo político, denunciar el embanderamiento
sindical y destacar la centralidad de la prescindencia. Este panorama se
complementó con las tenues expresiones críticas de Pérez Leirós durante el
período, referente del grupo que propiciaba estrechar lazos entre el Partido y
el movimiento obrero, y la pérdida de centralidad de la temática gremial en los
Congresos partidarios de esos años, ambos elementos que contrastan con el
momento inmediatamente anterior.
La
consumada derrota de la ‘izquierda’ del Partido y el desplazamiento de los sindicalistas de la CGT hacían ya
innecesario un discurso contrario a la prescindencia. Además, la independencia
de esferas servía ahora a los intereses de denunciar el proceder de los
comunistas y su política de ‘tutelaje’ en los cada vez más pujantes sindicatos
industriales, tras la adopción de la estrategia del ‘frente popular’ y su
incorporación a la CGT. Así, la prescindencia socialista funcionaba, también,
como un dique de contención frente al avance gremial del PC y la presión que
éste ejercía.
Tras la separación de la
conducción sindicalista de la CGT, el
PS adoptó nuevamente la prescindencia, entendida como separación de lo político
y lo sindical, como planteo frente al mundo gremial. Aún más, promovió esa
prescindencia y allí pudo confluir con el sector liderado por Domenech. Aunque
ello no implicó las desavenencias en otros aspectos entre el PS y la CGT. Esta
incapacidad y desinterés del PS por estructurar una estrategia firme para
influir en el movimiento obrero habilitó a la CGT, y a su conducción, a
construir una senda autónoma y anclada en reclamos económicos y meramente
sindicales. Hacia adelante, esta tendencial conducta sería cuestionada dentro
de la central obrera, por comunistas y socialistas que propiciaban acercar su
dinámica a los partidos políticos.
En
los años siguientes, dos elementos parecieron confirmarse. Uno, la reafirmación
de la independencia del ámbito político del gremial por parte del PS y,
segundo, la materialización del PC como un actor de fuste en el movimiento
obrero, fundamentalmente industrial. Ambos actores, PS y PC, se manifestarían
conformes con dicho escenario quizá replicando un nuevo “modelo de convivencia”
en donde el interés prioritario electoralista y parlamentarista del PS se
combinara con un énfasis del PC en el mundo sindical.[43] Si a comienzos del siglo XX el PS había
podido estructurar esta suerte de “división del trabajo” producto del
apoliticismo sindicalista, ahora se
debía en mayor medida a la imposibilidad del PC de participar en elecciones
como consecuencia de su status ilegal, primero, y su escasa incidencia en el
plano electoral, luego.
Resta
saber, trabajo que emprenderemos hacia adelante, el modo en el que este
escenario evolucionó. En los años finales de la década infame, el proceder
gremial del PS todavía presenta aristas a profundizar. El contexto de mayor
enfrentamiento entre los líderes de la CGT y los dirigentes comunistas y
socialistas más ligados al Partido convirtió a la central obrera en una caja de
resonancia y a la experiencia sindical de estos años en la arena en donde se
saldaron múltiples debates en los cuales el PS intervino y delineó su estrategia,
o la ausencia de ella, de cara al movimiento obrero.
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Recibido: 23/05/2017
Evaluado: 01/06/2017
Versión Final: 19/07/2017
[1] María Cristina Tortti. “Estrategia del
Partido Socialista. Reformismo político y reformismo sindical”. Conflictos y Procesos de la Historia
Argentina Contemporánea, Nº 34, Buenos Aires, CEAL, 1989.
[2] Hiroshi Matsushita. Movimiento Obrero Argentino, 1930-1945: Sus
proyecciones en los orígenes del peronismo. Buenos Aires, Hyspamérica,
1986.
[3] Diego Ceruso. “El Partido Socialista y
la cuestión gremial. Debates internos durante la primera mitad de la década
infame”. Archivos de historia del
movimiento obrero y la izquierda, V, 10, Buenos Aires, 2017, pp. 119-139.
[4] Ricardo Martínez Mazzola. “La
neutralidad como problema y como solución. La política gremial del Partido
Socialista después de la ruptura sindicalista”. Identidades, I, 1, Buenos Aires, 2017, pp. 1-20. “El Partido
Socialista no debe inmiscuirse en la organización gremial. Colectivamente sólo
puede servirla desde afuera, en cuanto a las leyes, el gobierno y la
administración pública atañen a la organización gremial”. Juan B. Justo. “La
organización obrera y el Partido Socialista”. Obras de Juan B. Justo, tomo 6, La realización del socialismo.
Buenos Aires, La Vanguardia, 1947.
[5] Hernán Camarero. “Del auge al declive:
las corrientes de izquierda y los trabajadores antes del peronismo. Elementos
para una interpretación teórica e historiográfica global”. Iberoamérica Global, núm. 2, Jerusalém, 2011, pp. 49-79.
[6] Un reciente trabajo analiza el
proceder sindicalista en la
conducción de la CGT entre 1930 y 1935. Leandro García. “En torno al concepto
de “prescindencia”: la corriente sindicalista al frente de la CGT (1930-1935)”.
Archivos de historia del movimiento
obrero y la izquierda, V, 10, Buenos Aires, 2017, pp. 95-115.
[7] Nicolás Iñigo Carrera. “Alternativas
revolucionarias en los ’30: la Alianza Obrera Spartacus y el Partido Socialista
Obrero”. En Hugo Biagini, y Arturo Roig (directores), El pensamiento alternativo en la Argentina del siglo XX. Tomo II.
Obrerismo, vanguardia, justicia social (1930-1960), Buenos Aires, Editorial
Biblos, 2006; Carlos Miguel Herrera. “Corrientes de izquierda en el socialismo
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127-153. Ilana Martínez. Por la vuelta a
Marx. El ala izquierda del Partido Socialista Argentino, 1929-1935. Tesis
de maestría, Buenos Aires, Universidad Nacional de General San Martín 2012.
[8] Hernán Camarero. Comunismo y movimiento obrero en la Argentina, 1914-1943. Tesis de
doctorado, Buenos Aires, Universidad de Buenos Aires, 2008. Diego Ceruso. La izquierda en la fábrica. La militancia
obrera industrial en el lugar de trabajo, 1916-1943. Colección Archivos,
Buenos Aires, Imago Mundi, 2015.
[9] Adolfo Dorfman. Historia de la industria argentina. Buenos Aires, Hyspamérica,
1986.
[10] Un estudio reciente y pormenorizado de
este y otros aspectos del primer quinquenio de la década del treinta en:
Nicolás Iñigo Carrera. La otra estrategia. La voluntad revolucionaria
(1930-1935). Buenos Aires, PIMSA-Imago Mundi, 2016.
[11] Hernán Camarero. A la conquista de la clase obrera. Los comunistas y el mundo del
trabajo en la Argentina, 1920-1935. Buenos Aires, Siglo XXI, 2007.
[12] Resoluciones
adoptadas en el Congreso Constituyente de la Federación Anarco Comunista
Argentina, Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de
Buenos Aires (DIPBA), pp. 13-14.
[13] Nicolás Iñigo Carrera. La estrategia de la clase obrera, 1936
(2000). Buenos Aires, Ediciones Madres de Plaza de Mayo, 2004.
[14] Julio Godio. El movimiento obrero argentino (1930-1943). Socialismo, comunismo y
nacionalismo obrero. Buenos Aires, Legasa, 1989, pp. 125 y ss.
[15] Las dos versiones en Jacinto Oddone. Gremialismo proletario argentino. Buenos
Aires, La Vanguardia, 1949, pp. 332-351 y Sebastián Marotta. El movimiento sindical argentino. Su
génesis y desarrollo. Tomo III. Período 1920-1935. Buenos Aires, Lacio,
1970, pp. 411-433. Además en: “Ayer hizo crisis el conflicto latente en la
central obrera”, La Vanguardia,
10320, 13/12/1935, p. 7; “Cómo se premeditó y cómo se consumó el asalto a la
CGT”, Libertad, diario de la mañana,
(“Órgano oficial del Partido Socialista Independiente”), IX, 2608, 29/12/1935,
p. 1.
[16] “El proletariado se emancipó de la
camarilla que mangoneaba la Confederación General del Trabajo”, El Obrero Gráfico, órgano de la Federación
Gráfica Bonaerense, XXIX, 254, diciembre de 1935 y enero de 1936, p. 8.
[17] Acción
Gremial, editado por la Comisión Socialista de Información Gremial, 41,
enero de 1936. Nota transcripta en XXIII Congreso Ordinario (XXX Congreso Nacional),
Talleres Gráficos La Vanguardia, 1936, p. 53.
[18] Los miembros de la CSIG presentes en
la asonada eran Pérez Leirós, Juan Brennan, Enrique Porto y Francisco Aló.
Hiroshi Matsushita. Movimiento Obrero
Argentino, 1930-1945..., Op. Cit., p. 153.
[19] XXIII Congreso Ordinario (XXX Congreso
Nacional), Talleres Gráficos La Vanguardia, 1936, p. 51.
[20] Hugo del Campo. Sindicalismo y peronismo. Los comienzos de un vínculo perdurable (1983).
Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2005; Joel Horowitz. Los sindicatos, el Estado y el surgimiento
de Perón, 1930-1946. Buenos Aires, Eduntref, 2004; Hernán Camarero. Comunismo y movimiento obrero..., Op.
Cit.
[21] Cerutti fue uno de los blancos de
ataque principales por parte del sector depuesto pues se encontraba en funciones
como secretario general durante el periodo 1930-1935 y fue quien permitió la
entrada a la sede de la calle Independencia el día 12 de diciembre. Hugo del
Campo. Sindicalismo y peronismo...,
Op. Cit., p. 126. Cerutti quedó luego de diciembre al mando de una Junta
Ejecutiva provisoria y ocupó ese cargo hasta junio de 1937 en donde Domenech
asumió como secretario general.
[22] “Impresiones de Guido Fioravanti sobre
el Congreso Constituyente de la CGT”, La Internacional, (Órgano del Partido
Comunista de la Argentina), XIX, 3472, 2° quincena de abril de 1936, p. 11.
[23] Hernán Camarero. “Del auge al declive:
las corrientes de izquierda...”, Op. Cit.
[24] Hiroshi Matsushita. Movimiento Obrero Argentino, 1930-1945...,
Op. Cit., p. 167.
[25] “La reforma de los estatutos y la
Comisión Socialista de Información Gremial”, Acción Gremial, editado por la Comisión Socialista de Información
Gremial, XI, 40, abril de 1935, p. 1. Puede consultarse La Vanguardia de los días 27 y 28 de
mayo de 1935 para dar cuenta de estas resoluciones finales del Congreso.
[26] María Cristina Tortti. “Estrategia del
Partido Socialista...”, Op. Cit.
[27] Carlos Miguel Herrera. “Corrientes de
izquierda en el socialismo argentino...”, Op. Cit., pp. 132 y ss.
[28] Nicolás Iñigo Carrera. “Alternativas
revolucionarias en los ’30...”, Op. Cit., p. 335.
[29] Entrevista a Lucio Bonilla, pp. 69 y
70, Archivo de Historia Oral, Instituto Di Tella.
[30] Entrevista a René Stordeur, p. 171,
Archivo de Historia Oral, Instituto Di Tella.
[31] “En torno a la CGT”, La Vanguardia, XLII, 10377, 9/2/1936, p.
5.
[32] CGT, (“Periódico de la
Confederación General del Trabajo”), II, 99, 6/3/1936, p. 1.
[33] Nicolás Cuello, “Tarea gremial de los
socialistas”, Revista Socialista, VI,
72, mayo de 1936, p. 368.
[34] Nicolás Cuello, “Acción gremial de los
socialistas”, Revista Socialista,
VII, 78, noviembre de 1936, p. 383.
[35] “La organización gremial y el Partido
Socialista”, Revista Socialista,
VIII, 86, julio de 1937, p. 3.
[36] Diego Ceruso. “El Partido Socialista y
la cuestión gremial...”, Op. Cit.
[37] Entrevista a José Domenech, p. 26 y p.
72, Archivo de Historia Oral, Instituto Di Tella.
[38] Entrevista a Camilo Almarza, p. 37.
Archivo de Historia Oral, Instituto Di Tella.
[39] “Discurso del presidente de la CGT,
ciudadano José Domenech”, La Vanguardia,
XLIII, 10460, 3/5/1936, p. 2.
[40] El PS, levantamiento de la abstención
radical mediante, pasó de contar con 43 diputados en 1934, a 25 en 1936 y sólo
5 en 1939. Darío Cantón. Los partidos
políticos argentinos entre 1912 y 1955, Documentos de Trabajo n° 31, Buenos
Aires, Instituto Torcuato Di Tella, 1967, pp. 26-27.
[41] “Podemos mezclarnos sin temor a
confundirnos, ya que cada uno conserva su libertad y autonomía. Expresó Pérez
Leirós”, El Obrero Municipal, XVI,
302, 16/5/1936, p. 2.
[42] Francisco Pérez Leirós. Grandezas y miserias de la lucha obrera.
Buenos Aires, Libera, 1974, p. 59.
[43] Así se describía el mencionado “modelo
de convivencia”: “lo que nosotros sostenemos es que la verdadera cuestión que
subyacía a esta polémica, fue la relación que se debía o se podía establecer
entre sindicato y partido. Los socialistas reformistas venían a postular la
neutralidad y la autonomía entre uno y otro; esto era coherente con su
concepción electoralista según la cual las mejoras que obtendría la clase
trabajadora se conseguirían mediante la legislación y la acción parlamentaria.
Los sindicalistas revolucionarios empalmaban con esta posición; y, en
definitiva, para ellos estaba reservado el control de los gremios. Era una
suerte de ‘división del trabajo’; el reformismo de unos, se articulaba con el
apoliticismo de otros”. Hernán Camarero y Alejandro Schneider. La polémica Penelón-Marotta (marxismo y
sindicalismo soreliano, 1912-1918). Buenos Aires, CEAL, 1991, pp. 60-61.