La forja de la izquierda peronista como cultura política a través
de la trayectoria de John W. Cooke
The forging of the Peronist left as a
political culture through the trajectory of John W. Cooke
Valeria A. Caruso
Instituto
de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”,
Facultad
de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires,
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina
Resumen
La crisis
política abierta por el golpe de estado perpetrado por las Fuerzas Armadas en
septiembre de 1955, y profundizada por los gobiernos semidemocráticos y
dictatoriales que se sucedieron en el poder del estado hasta 1973, alteró
sustancialmente el marco de representaciones y acción en la escena política
local. En ese contexto se gestaron ideas y símbolos que incidieron en la
reelaboración de distintas tradiciones políticas.
En este
trabajo se analiza el proceso de articulación de la Izquierda peronista (IP)
como cultura política a través del examen de la trayectoria política e
intelectual de John William Cooke. A través de las prescripciones conceptuales
elaboradas por Jean François Sirinelli para el estudio de las culturas
políticas, y de la propuesta de abordaje de las fuentes escritas elaborada por
Simona Cerutti, se examinan las núcleos políticos-conceptuales del pensamiento
de Cooke que incidieron en la resignificación de las representaciones sobre el
peronismo durante el periodo de la proscripción.
Palabras Clave
cultura política; izquierda peronista; John William Cooke;
peronismo
Abstract
The political crisis caused by the coup d'état
perpetrated by the Armed Forces in September 1955, deepened by the
semi-democratic and dictatorial governments that succeeded the state until
1973, substantially altered the framework of representations and actions on the
local Argentinian? political scene. In this context, ideas and symbols were
born influencing the re-elaboration of different political traditions.
This paper analyzes the process of articulation
of the Peronist Left (IP) as a political culture through the examination of
John William Cooke’s political and intellectual trajectory. Through the
conceptual prescriptions elaborated by Jean François Sirinelli for the study of
political cultures, and the proposed approach of written sources elaborated by
Simona Cerutti, we examine the political-conceptual nuclei of Cooke’s thought
that influenced the resignification of representations on Peronism during the proscription
period.
Keywords
political
culture; Peronist
Left; John
William Cooke; Peronism
Introducción
El golpe de estado perpetrado por
las Fuerzas Armadas en septiembre de 1955 hizo estallar el sistema de
representaciones políticas por entonces vigentes. El peronismo fuera del poder
del Estado inicio un proceso de reformulación política forzado por la expulsión,
persecución e inhibición “legal” de sus referentes, de sus organizaciones y de
su simbología.
En este artículo se analiza cómo
en el devenir de ese proceso político y, en relación con la coyuntura
internacional, se fueron articulando paulatinamente nuevas prácticas, discursos
y representaciones sobre el movimiento proscripto que posibilitaron la
emergencia de la izquierda peronista (IP) como una cultura política, y la
incidencia de la trayectoria política e intelectual de John William Cooke en su
articulación.[1] Por cultura política nos referimos a “un
conjunto de representaciones que cohesionan a un grupo humano en el plano
político, es decir una visión del mundo compartida, una lectura común del
pasado, una proyección hacia el futuro, vivida en grupo. Esto desemboca, dentro
del combate político cotidiano, en la aspiración a tal o cual forma de régimen
político y de organización socioeconómica, al mismo tiempo que sobre normas,
creencias y valores compartidos.”[2]
Una mirada
atenta a las instancias formativas de la IP permite evaluar una serie de
elementos que están presentes desde sus comienzos y que, además de
diferenciarla de otras izquierdas,[3] fueron
resignificados por distintos actores retrospectivamente, interpelados por la
necesidad de intervenir en la coyuntura política local para transformarla.
Durante ese proceso se fueron gestando prácticas, símbolos e ideas que dieron
forma a un peronismo de nuevo tipo, cimentando una activa comunidad de sentido
que nutrió los contenidos y las formas de la IP como cultura política.
Al respecto, Serge Berstein ha
planteado que el surgimiento de las culturas políticas está asociado a grandes
traumatismos políticos que “en la medida en que cuestionan las identidades,
provocaron efectivamente la mutación, el abandono de culturas políticas
sólidamente instaladas o la adhesión a nuevas formas de culturas políticas.”[4] Es decir, una cultura política emerge como
un “conjunto de representaciones de carácter normativo” en un contexto de
crisis política en el que se busca generar opciones con vista a recomponer o
transformar el orden político en un momento determinado. Asimismo, ha advertido
su carácter evolutivo y relacional con otras culturas políticas, en tanto éstas
no pueden transformarse “si no es chocando de frente con las tradiciones de las
cuales obtienen precisamente una parte importante de su fuerza”.[5] Otro aspecto señalado por el autor refiere a
la doble dimensión de toda cultura política, en tanto “es al mismo tiempo un
fenómeno individual, interiorizado por el ser humano, y un fenómeno colectivo
compartido por grupos numerosos”.[6]
Es en ese intersticio entre lo
individual y lo colectivo que resulta relevante recuperar la trayectoria de
John William Cooke en el primigenio entramado de la IP como cultura política.
Nos referimos a la paulatina configuración de una “comunidad de sentido” en
permanente construcción atravesada por los avatares de la contingencia política
argentina. De allí la necesidad de recurrir a referencias desde las cuales
fundamentar/legitimar prácticas, discursos y representaciones sobre los
significados del peronismo en un contexto interpelado por la incidencia de la
revolución cubana, las luchas de “liberación nacional” del “tercer mundo”, y el
despliegue de la “guerra fría” a escala planetaria. Realizar esta operación, habilita considerar a la IP en la contingencia de su
devenir en tanto tal, y observarla como una cultura política en gestación
permanente, aunque estructurada en torno a ciertos principios políticos e
ideológicos que se irán condensando y rearticulando en el desarrollo de una
coyuntura política situada. De hecho, ésta comienza a gestarse como “una
respuesta subversiva ante el desplazamiento del peronismo del poder estatal.”[7] Esta
consideración permite recuperar tanto su dimensión contingente como la
heterogeneidad de una cultura política porosa y conflictiva, signada por las
desavenencias de su vértice político que siempre es Perón. Pero aun cuando éste desautorice -o en el
peor de los casos- denosté o expulse a sus huestes, éstas persistirán en su
adhesión al líder exilado, elaborando distintas prácticas y argumentos que
permitirán la cohesión de distintos grupos políticos en el entendimiento de que
sin peronismo no hay revolución social posible en la Argentina. Y es en el plano
del “rechazo”, de la exclusión o de la desautorización en donde, en distintas
ocasiones, se ponen en escena iniciativas creativas para seguir concibiendo al
peronismo como una doctrina de liberación nacional.
Cooke y la
forja de una cultura política.
En el entramado de esos nuevos
sentidos que estructuran la IP, la incidencia de John William Cooke es
fundamental para comprender la reformulación ideológica y política que fue
adquiriendo un sector del peronismo durante el periodo de la proscripción. Varios
autores han abordado su trayectoria política-intelectual rescatando distintos
aspectos. Richard Gillespie analizó el devenir insurreccional del primer
delegado de Perón, mientras que autores como Ernesto Goldar, Horacio Gonzalez,
y Aritz Recalde abordaron su vínculo con el ex presidente exilado a través del
examen de su intercambio epistolar.[8] Ernesto Salas ha analizado el rol de Cooke
en el entramado de la resistencia Peronista, mientras que German Gil ha
realizado un abordaje del tipo fenomenológico de la izquierda peronista en el
que el director de semanario De Frente tendría
un rol destacado tanto en sus potencialidades revolucionarias como en sus
déficits.[9] En los trabajos de Miguel Mazzeo predomina
la intención de intelectualizar el pensamiento del primer delegado de Perón en
relación a diferentes teóricos de la tradición marxista como Gramsci o Luckás
para resituar distintas dimensiones del legado político de Cooke en las
discusiones contemporáneas de las izquierdas locales.[10]
No obstante, aquí se ensayará una
perspectiva metodológica concerniente a examinar las prácticas desplegadas por
Cooke, partiendo del entendimiento de que esas acciones fueron fundantes de
nuevos entramados de experiencia, y que en el devenir de las mismas se fueron
tramando nuevas formas de concebir el peronismo. Para lo cual, recuperamos las
prescripciones realizadas por Simona Cerutti en relación al tratamiento de las
fuentes en tanto constitutivas de una dimensión esencial de la experiencia de
los actores, de sus formas de “afirmar sus derechos, de asentar sus
pretensiones y finalmente de legitimar su conducta y obtener su
reconocimiento.”[11] Es decir, proponemos aproximarnos a las
instancias de producción de las mismas, y describir tanto las intenciones
inscriptas en ellas como los contextos que crean. Intentaremos vincular los
textos de Cooke con los usos y prácticas que desarrolló en torno a ellos, en
tanto entendemos que su legado contribuyó a resignificar los fines y alcances
del movimiento peronista, e incluso señaló el rumbo político de generaciones
posteriores que buscaron inscribirse en esa cultura política que colaboró a
cimentar.[12] Al respecto, resulta relevante no perder de
vista el carácter generacional que las culturas políticas precisan para su
consolidación en tanto tales.[13]
En lo que
sigue, se pondrá en relieve esos lugares de disputa por el sentido del
peronismo proscripto que comienzan a vislumbrarse en las prácticas desplegadas
por Cooke, y se describirán las novedades ideológicas y políticas que expresan
sus acciones a partir del examen de entrevistas, cartas a distintos referentes
políticos y documentos políticos elaborados por el ex delegado de Perón. Se
abordarán tres periodos significativos de su trayectoria política e
intelectual. El primero de ellos abarca desde sus funciones como diputado
durante el primer peronismo hasta su desplazamiento como representante personal
de Perón en Argentina (1945-1958). El segundo, comprende desde 1959 hasta el
final de su exilio en Cuba. En el tercero, se inicia con su retorno a la
Argentina en diciembre de 1963, y finaliza con su fallecimiento en septiembre
de 1968.
Entre el Congreso y la
proscripción
Durante este periodo, la
preocupación por la defensa de los intereses nacionales -o de lo “nacional”-
marcó el pulso del pensamiento de Cooke, y señaló el trazo de su trayectoria
política e intelectual, tal como puede apreciarse en su labor parlamentaria entre
1946 y 1952, en su rol como director de la revista De Frente, y en sus funciones como vicepresidente del Instituto de
Investigaciones Históricas Juan Manuel de Rosas en 1954.
Como diputado se opuso desde su
bancada a la ratificación del tratado de Chapultepec y a la carta de las
Naciones Unidas, iniciativas a las que consideraba “una amenaza para la
soberanía argentina.”[14] También impugnó las premisas propuestas en
el Congreso de la productividad de 1955, e incluso su alegato sería citado
décadas más tarde por los diputados peronistas de izquierda para oponerse al
“Pacto social” impulsado por el peronismo gobernante en 1973. Desde el
semanario De Frente, rechazó los
acuerdos en ciernes entre el gobierno de Perón y la Standard Oil, al
considerarlo nocivo para los intereses nacionales.[15] Ya por entonces daba cuenta de sus
conocimientos del marxismo, especialmente, en lo referido a las tesis sobre la
concentración del capital, cuando afirmaba: “Marx se equivocó en muchas cosas,
pero no en el planteamiento del problema de la concentración del capital. La
crisis es inherente al sistema capitalista y la guerra también lo es. Tarde o
temprano el capitalismo deviene en imperialismo.”[16] Aunque no compartía las prescripciones
políticas de la tradición marxista,[17] advertía que esa matriz teórica permitía
comprender en términos estructurales los efectos de la dinámica capitalista
sobre los intereses nacionales.
El golpe de estado de septiembre
de 1955 marcó un momento de quiebre para el peronismo. Durante el período abierto
por la autoproclamada “Revolución Libertadora”, Cooke fue designado como
delegado personal de Perón en noviembre de 1956. Desde Chile, meses después,
organizó el Comando Adelantado y la División de Operaciones de la Resistencia
con el objeto de coordinar los esfuerzos peronistas en pos de la recuperación
del poder, e incidir en la coyuntura política impuesta por el gobierno
dictatorial.
En esa dirección deben
considerarse las directivas de Perón a votar en blanco en los comicios que se
desarrollaron el 28 de julio de 1957 para elegir constituyentes, con los que la
dictadura buscaba legitimar la derogación de la Constitución de 1949. Las
misivas de Perón para sabotear los comicios fueron trasmitidas a través de su
emisario a sus contactos locales. En el semanario De Frente, editado desde la clandestinidad gracias a las gestiones
de Héctor Tristán,[18] Mariano Massilm y Férmín Chávez; como
también por intermedio del Centro de Escritores Intelectuales y Artistas del
Pueblo (CEIPAP), organizado a instancias de José Castiñeira de Dios se
difundieron las directivas de votar en blanco.[19] En la tramitación de esos apoyos, Cooke
también dejó trascender las novedades que la coyuntura de ese entonces creaba
para renovar la dirección del peronismo. En ese sentido, resulta significativa
la carta que dirige a Castiñeira de Dios en respuesta a su felicitación por
haber sido designado como emisario del líder exiliado. En ella, expresaba:
El Jefe comprendió perfectamente
que no podíamos volver a septiembre del ´55, sino iniciar una nueva etapa (…)
los viejos dirigentes hicieron lo que había de esperarse: Pactaron (o
intentaron hacerlo), se desorientaron, fueron apóstatas, débiles, cobardes. La
masa mantuvo una intransigencia absoluta, despreció las soluciones parciales y
frente a la vacancia de viejos cuadros dirigentes, permitió que se abriesen
paso los jóvenes con empuje y convicción doctrinaria.[20]
Se advierte aquí la percepción
acerca del golpe de Estado del ´55 como un factor “depurador” de la antigua
comandancia que en el pasado había inhibido la configuración de “una dirección
unificada”.[21] La etapa inaugurada por la autoproclamada
Revolución Libertadora posibilitaba el surgimiento de nuevos cuadros de
conducción que impidieran la claudicación de los principios doctrinarios del
peronismo, y un recambio generacional acorde con las demandas de la hora,
plasmada en la elección del General en favor de Cooke.
En ese contexto Cooke promovió el
“voto en blanco” a instancias de Perón. Las mayorías que se expidieron en las
elecciones constituyentes por el voto en blanco no dejaron dudas acerca de la
continuidad de la incidencia del peronismo en cualquier convocatoria que
instara al sufragio popular.[22] Esa indicación no pasó desapercibida por el
líder de la UCRI, Arturo Frondizi, quien con vistas a su postulación como
presidente de la República en los comicios del 23 de febrero de 1958, inició
las tratativas a través de Rogelio Frigerio, para lograr un acuerdo con Perón
que le posibilitara el apoyo de los votantes peronistas. Cooke resultó un actor
central en la consumación del pacto, a pesar del rechazo que esta tratativa
generaba en los cuadros de conducción de la resistencia peronista.[23]
Ya en “Informe y Plan de acción”
remitido a Perón a fines de agosto de 1957, Cooke advertía que no estaban dadas
las condiciones para desencadenar un levantamiento insurreccional para la
recuperación del gobierno peronista.[24] Al respecto, Melon Pirro ha advertido sobre
la fragilidad del liderazgo de Cooke y sobre las dificultades de Perón para
controlar, desde el exilio, al conjunto de los actores que conformaban el
heterogéneo movimiento.[25] En relación al pacto con Frondizi, el
historiador marplátense resaltó que la “decisión se tomó teniendo en cuenta,
fundamentalmente, el riesgo de que otros sectores del peronismo acordaran por
separado con ésta u otras fuerzas concursantes” profundizando un proceso de
disgregación del peronismo ante la inminencia de las elecciones.[26] El acuerdo entre la cúpula del peronismo en
el exilio y la dirección de la UCRI se mantuvo en secreto hasta mediados de
1959.
Hasta ese momento, las
expectativas acerca de la derogación de las de las sanciones que aun recaían
sobre el peronismo, condicionan las palabras y los gestos de la hora. Tal como
se evidenció en el reportaje a Cooke realizado por Osiris Troiani para la
revista Mayoría cuando el emisario de
Perón expresaba: “Nosotros nos desplazamos en el ámbito legal si contamos con
garantías para ello, pero si se nos cierra esa vía recurriremos a la política
insurreccional.”[27] Es decir, dejaba claro que la vía
insurreccional era la opción residual que habilitaba el contexto de clausura
institucional para la toma del poder, pero no era per se la elegida por el peronismo. Por otro lado, esa afirmación
pone en tensión aquellas interpretaciones que advierten una especie de
“esencialismo” revolucionario inmanente en Cooke, obviando las torsiones que
demandó la política del movimiento en cada coyuntura. Tampoco está presente una
interpretación del peronismo en términos clasistas cuando planteaba: “no somos
un partido de clase, sino de integración nacional. Pero el peronismo debe ser
un instrumento político de la clase trabajadora para lograr sus
reivindicaciones”,[28] e incluso advertía que la posibilidad de una
nueva convergencia de la burguesía nacional en el movimiento, en tanto “esos
sectores han comprendido su error. Y hoy nos apoyan”.[29] Un año después, esos sectores serían, junto
con los trabajadores, parte del “Frente de liberación nacional” que convocaba a
organizar desde las páginas de la revista Soluciones
- de cuño comunista-, como alternativa al frondizismo gobernante.[30]
Entre la
derrota y la revolución
Hacia fines de 1959 comienzan a
manifestarse una serie de novedades en los escritos de Cooke. Resulta
pertinente no perder de vista un conjunto de factores que pudieron haber
intervenido en ese proceso. En primer término, desde mediados de 1957 su Informe de Situación y Plan de acción
había generado malestar en referentes de la resistencia como Marcos y
Lagomarsino, quienes a partir de entonces se pronunciaron en abierta oposición
al Comando Superior.[31] Por otro lado, meses después de consumado el
pacto con Frondizi, Perón decide desplazar a su antiguo emisario, y
reemplazarlo por el Consejo Coordinador y Supervisor (CCyS) encargado ahora de
la reorganización política del movimiento; una tarea que su primer delegado
parecía, a su juicio, imposibilitado de poder realizar.[32] La evaluación del ex presidente pareció
confirmada luego de la toma del frigorífico Lisandro de la Torre en enero de
1959, evento que a pesar de su épica, había terminado por neutralizar las
posibilidades de negociar con el gobierno frondizista la progresiva
normalización del peronismo. Este diagnóstico era compartido por integrantes
políticos y sindicales del CCyS, quienes juzgaban como irresponsable la
participación de Cooke en la huelga.[33]
En ese contexto, el antiguo
emisario intentó cimentar su posición en el interior del peronismo sirviéndose
de una novedosa conjugación de distintos elementos ideológicos-narrativos que
le permitieran sustentar sus diagnósticos y proyecciones políticas. El primer giro en ese sentido, pueden
advertirse en la exposición que realizó en el “Congreso de la Liberación
Nacional” convocado por la Confederación General del Trabajo en Buenos Aires,
durante el mes de noviembre de 1959.[34] Allí, por primera vez, enunció una formula
discursiva que se repetirá en sus escritos posteriores: “la liberación nacional y la revolución social no son dos asuntos
independientes o paralelos, sino un solo problema indivisible.”[35] Esta formulación, manifiesta un cambio de
posición respecto a las proyecciones del peronismo clásico, en tanto su
programa ya “no puede limitarse a una restauración de esas conquistas, sino que
debe instaurar un nuevo orden social que supere al de la Constitución de 1853 y
también al de la Constitución de 1949”, más aún “el programa revolucionario de
1945 no puede ser el programa revolucionario de 1959”.[36]
Consideraba entonces que el
problema nodal de la coyuntura política local era la lucha de clases existente en la Argentina. Por lo cual, “querer
solucionar los problemas de ella derivados por medio de fórmulas conciliadoras
es creer en la magia negra y ser tan reaccionarios como los que niegan su
existencia.” Las soluciones para alcanzar la liberación argentina ya no podían
plantearse a través de la conciliación de clases propuesta por el peronismo
sino a partir de la eliminación de las formas económicas a través de las cuales
éstas se estructuraban antagónicamente. No obstante, advertía que “el estadio
económico de nuestro país rechaza como utópica la solución de la dictadura del
proletariado,” por lo cual debía de articularse un Frente de Liberación
Nacional policlasista, en el que la clase obrera fuera “el eje sobre el cual se
apoyarán todas las fuerzas nacionales la primera avanzada y el último baluarte
de las reivindicaciones nacionales.”[37]
Durante su estadía en Cuba, Cooke
tramitó una nueva legitimidad que se articuló -en parte- como testigo
participante de la consolidación de un régimen de liberación nacional. Desde
allí, reclutó jóvenes provenientes de distintas tradiciones políticas e
ideológicas para que realizaran entrenamiento revolucionario,[38] al mismo tiempo, que envió distintos
mensajes a sus contactos políticos e intelectuales en Argentina, actuando como
una suerte de traductor de la experiencia cubana de la cual participa. También
intentó convencer a referentes del nacionalismo argentino nucleados en la
Fundación Scalabrini Ortiz[39] y en el Instituto de Investigaciones
Históricas Juan Manuel de Rosas sobre la importancia de Cuba en la lucha contra
el imperialismo.[40] Además intentó convencer a Perón sobre la
relevancia de la gesta cubana para el peronismo.[41]
En esas comunicaciones planteaba
que el triunfo de Castro residió en comprender “que [la] acción de las masas
debía basarse en el abandono de los métodos del pasado y en el desprecio por el
electoralismo.”[42] Cooke estaba convencido, a la luz de la
experiencia cubana, que “cualquier tentativa de realizar una lucha de
liberación nacional dentro de los carriles de la seudo legalidad burguesa es un
contrasentido.”[43] Su apuesta era entonces la formación de un “frente
de liberación nacional” en donde se diera la “unión e incorporación progresiva
de distintos sectores a una lucha por la recuperación integral, es decir, que
incluye la soberanía nacional del país y la revolución social como partes de un
proceso indivisible”[44]
En la correspondencia con el
poeta Vicente Trípoli, le solicita que la Fundación Scalabrini Ortiz se
comprometa en “la obligación de marcar una línea ideológica y de lucha, así
como formar cuadros para la lucha que en este último año ha sufrido vergonzosos
retrocesos”.[45] Los insta a actuar en la formación de
cuadros de revolucionarios para desplazar a los burócratas del peronismo, e
incluso los convoca a “transformarse en vanguardia ideológica del movimiento.”[46] Además, insiste sobre la necesidad de que
los nacionalistas nucleados en torno a la Fundación se solidaricen expresa y
públicamente con Cuba.
Los argumentos esgrimidos para
convencer a su interlocutor intentan resaltar la virtual amenaza que la gesta
cubana representaba para el imperialismo yanqui. Desde su perspectiva, la
revolución antillana daba cuenta de que “el mundo ha dado un vuelco definitivo
a favor de los pueblos. El hecho de que, a pesar de sus esfuerzos concentrados,
los imperialistas norteamericanos sean cada día más impotentes frente a Cuba es
la prueba más irrefutable de ello.”[47] Este juicio, fundado en el fracaso de la
invasión estadounidense a Bahía de Cochinos, parecía indicar el camino para
emprender la liberación continental de las garras del imperialismo. Por ello,
consideraba que estaban dadas las condiciones para el triunfo de la revolución
en la región. Para ese diagnóstico contaba con distintos elementos. A escala
internacional, Estados Unidos no podía avanzar sobre Cuba a raíz del apoyo
brindado por la Unión Soviética. Un avance en esa dirección en plena Guerra
Fría, podía implicar una declaración de guerra indirecta. A escala local,
Argentina contaba con el movimiento obrero más avanzado de toda Latinoamérica.
En su visión, lo que faltaba era la preparación de cuadros revolucionarios que
condujeran el proceso, y una organización estructurada en torno a definiciones
estratégicas que contaran con el beneplácito de Perón. Sin cuadros de
conducción con la debida formación para la tarea de organización del pueblo en
armas, el impulso terminaría frustrado.
En agosto de 1961 envía a Trípoli un manual de
discusión política. En el texto se evidencia la percepción de Cooke respecto a
la inminencia de la revolución y a la necesidad de capitalizar el momento de
mayor debilidad del imperialismo yanqui luego de la frustrada invasión de Playa
Girón. Según su visión, la imperiosa clarificación política, ideológica y
doctrinaria era la tarea fundamental del peronismo por distintas razones. La
primera de ellas era la consideración de que “la masa peronista no puede quedar
siempre librada a su intuición y madurez política”, sino que precisaba ser
guiada por la senda revolucionaria.[48] La segunda cuestión, era la problemática
indefinición de la doctrina peronista, que terminaba cercenando “la unidad
partidaria y popular, nos enfrenta con aliados reales y nos hace servir a los
planes del enemigo.”[49] La indefinición política del peronismo
tergiversaba la verdadera sustancia revolucionaria del movimiento, y facilitaba
la emergencia de direcciones burocráticas que manipulaban los mandatos de Perón
en “beneficio propio", desvirtuando el sentir y el hacer de las masas en
su camino hacia la liberación.[50]
Esa última cuestión se expresó
claramente en la correspondencia que mantuvo con Perón en esos años. Tal vez,
la insistencia respecto a la definiciones doctrinarias, acompañada de
cuestionamientos sobre la conducción del peronismo, junto con las urgencias de
la coyuntura local, hayan incidido en la discontinuidad de las respuestas del
ex presidente.[51] En 1962, en los albores de las elecciones
legislativas y de gobernador que habilitaban la presentación de listas
peronistas por primera vez desde 1955, Cooke le demanda al General: “Defina el
movimiento como lo que es, como lo único que puede ser; un movimiento de
liberación nacional, de extrema izquierda.”[52]
Llamativamente, meses después de
la anulación de las elecciones, y en el contexto del congreso sindical
celebrado en la localidad cordobesa de Huerta Grande, fue editado en Córdoba, a
instancias de Peronismo de Acción Revolucionaria, el folleto “El peronismo, movimiento de izquierda?”. No solo
resulta llamativa la similitud del nombre de esta agrupación con aquella que
organizará Cooke a su retorno a la Argentina, sino también, el contenido
político de la publicación. Luego de evocar a Eva Perón, el prólogo avanza
identificando los significados del peronismo como una fuerza de izquierda, en
tanto “sinónimo de popular, de justo, de eliminación de los privilegios, de
liquidación de todas las injusticias, de rompimiento con la penetración
imperialista, de extirpación de la oligarquía, de formas sociales nuevas donde
el trabajador sea un ser digno y no una simple pieza de engranaje de
explotación capitalista.”[53] Esos significados eran los que condensaba el
significante peronismo, por lo cual rechazaban la supuesta izquierdización del movimiento, concluyendo que “el peronismo nunca
estuvo a la derecha -sinónimo de injusticia, de coloniaje, de fraude, de
explotación, de beneficencia humillante, etc.-,” en tanto se exclamaba “EL
PERONISMO ES IZQUIERDA.”[54] En las siguientes páginas del panfleto, se
reproducen fragmentos de distintos discursos de Perón y del texto de Cooke “La
lucha por la liberación nacional” con el objeto de sustentar las afirmaciones
antes esgrimidas. Las últimas páginas son ocupadas por declaraciones de Andrés
Framini, a quien se lo presenta como “Gobernador electo de la provincia de
Buenos Aires y Secretario General de la Asociación Obrera Textil”, seguido del
subtítulo “No hay salida nacional dentro del sistema capitalista”.
Dos cuestiones centrales
iniciadas y difundidas por Cooke crecerán en intensidad y en organicidad a lo
largo de la década del ´60. Por un lado, la introducción del ideario marxista
para redefinir los fines y alcances del movimiento proscripto, habilitó una
diferenciación discursiva respecto del peronismo clásico, a la vez que
posibilitó el despliegue de diversos argumentos para posicionarse frente a
otros sectores en pugna por el liderazgo del movimiento. Asimismo, permitió
recategorizar las críticas hacia la burocracia peronista, ya no en términos
“morales” como ha establecido James en Resistencia
e integración,[55] sino por su carácter de clase. Por otro
lado, luego de ser desplazado como Delegado Nacional del Comando Superior del peronismo,
las acciones de Cooke se dirigieron a crear alternativas críticas a las
emanadas por Perón y a cimentar nuevas redes con referentes de otras fuerzas
políticas. Lo cual implicó la elaboración de nuevas modalidades de intervención
política por fuera de las estructuras formales del movimiento, aunque esto
nunca implicara una renuncia a identificarse con el peronismo ni a actuar en
él.[56]
El análisis de sus prácticas
indica la intención de influir sobre distintos actores, tanto en el interior
como en el exterior del peronismo, que anticiparon modalidades de participación
política que persistirán en el peronismo durante la década siguiente. La
iniciativa forjada por el Movimiento Revolucionario Peronista (MRP) en agosto
de 1964, difundida a través de las páginas de la revista Compañero, es un ejemplo de ello.[57] Sin embargo, consideramos que su proceso
formativo ya estaba en marcha. Basta revisar los contenidos de la publicación
en el contexto de crisis interna del peronismo en relación a la disputa con Vandor
por la conducción del Movimiento para advertir la similitud con los
posicionamientos de Cooke en relación a la caracterización de la burocracia,
pero también respecto a los alcances del peronismo revolucionario que desde ese
semanario se difundieron.[58] Varios de sus miembros habían recibido
entrenamiento militar y político en Cuba por intermediación de Cooke, y sus
textos políticos habían sido difundidos en los círculos militantes de ese
entonces. En ese sentido, las iniciativas impulsadas
por Cooke resultan relevantes en el estudio de la configuración simbólica de la
izquierda peronista como cultura política, en tanto a través de su articulación
se construyeron y actualización identidades en el interior del Movimiento
proscripto que se procesaron de distinta manera durante el periodo.
Las
articulaciones posibles
Muchas de las reformulaciones
sobre el peronismo realizadas por Cooke permitieron el establecimiento de lazos
y líneas de contacto con las interrogaciones de otros actores políticos que no necesariamente
se identificaban con el movimiento proscripto. El ex delegado de Perón intentó
tender puentes comunicantes con tradiciones políticas que hasta hacía poco
tiempo se posicionaban en abierta oposición al peronismo.
La gesta cubana brindó, a su vez,
un nuevo tamiz para evaluar la experiencia peronista y su salida abrupta del
poder. También funcionó como ejemplo a emular, aunque atendiendo a las
particularidades locales. Los gestos políticos de Cooke elaborados desde el
exilio, no pueden escindirse -tal como plantea Campione -, del establecimiento
de un dialogo en dos direcciones: hacia el interior del movimiento peronista,
intentando su radicalización, o al menos, impulsar la estructuración en su seno
de un sector de izquierda que debilite las direcciones “blandas”; y hacia
afuera del movimiento, en dirección hacia otras izquierdas, que podrían actuar
como potenciales aliadas en la revolución por hacer, e interpelándolas por la
disputa de un mismo espacio político.[59] En ese sentido, los planteos esgrimidos por
Cooke con el fin de reelaborar los contenidos revolucionarios del peronismo,
junto con su participación - de cuerpo presente y actuante- en la causa cubana,
posibilitaron la creación de vínculos con sectores de izquierdas que en los
tempranos ´60 atravesaban procesos de reformulación político e ideológico.[60]
Tal como puede observarse en las
revistas Situación y Che, órganos de prensa del Partido
Socialista Argentino de Vanguardia (PSAV). Desde sus páginas, jóvenes
disidentes del Partido Socialista Argentino (PSA) expresaron la necesidad de
articular su programa en vinculación con las reivindicaciones de los
trabajadores argentinos que se identificaban con el peronismo.[61] En ese contexto, la predica de Cooke se
convirtió en una referencia política e intelectual, que permitió fundamentar
los posicionamientos y proyecciones del PSAV en relación con el movimiento
proscripción.[62]
Cooke evaluó la dinámica política
del Partido Comunista de la Argentina (PCA) en relación con su capacidad para
impulsar la insurgencia en el país, en el texto “Aportes
para la crítica del reformismo en la Argentina”, elaborado mediados de 1961
a instancias del gobierno revolucionario cubano.[63]. El núcleo su planteo despliega una crítica
a las direcciones de un partido que, a pesar de autoproclamarse
revolucionarias, no hacen más que converger en frentes electorales que
neutralizan la potencialidad revolucionaria de las masas argentinas. Desde la
perspectiva de Cooke, la conducción del PCA, aferrada a las líneas
programáticas fijadas en el VII Congreso de la Internacional Comunista de 1935,
replicaba constantemente la formación de frente populares con fines electorales
como “táctica permanente que parece servir para todas las circunstancias.”[64] Sin embargo, la inactualidad de esta
dinámica clausuraba la posibilidad de establecer lazos con las fuerzas
populares a las que el partido concebía de manera instrumental.[65]
Desde la óptica de Cooke, el PCA debía
abandonar esa estrategia basada en la supuesta inexistencia de condiciones pre-revolucionares,
en tanto éstas debían crearse a través de acciones concretas.[66] El cuadro de situación en la Argentina
presentaba un marco propicio para hacer estallar las contradicciones en pos de
la revolución a través de la creación de situaciones insurreccionales que
posibilitaran la toma del poder. La propuesta de Cooke para el PCA -como para
el peronismo- era la reactualización de sus posicionamientos estratégicos en
virtud de las urgencias de la hora. Para crear las condiciones desencadenantes
de una situación insurreccional en la Argentina era necesario que las fuerzas
políticas concebidas a sí mismas como revolucionarias -como era el caso del
PCA-, rompieran los encorsetamientos doctrinales adversos a las
resignificaciones impuestas por la praxis de los pueblos en la búsqueda por su
liberación.
Cooke pensaba que el peronismo y
el comunismo argentino podían compensar -de confluir en la senda
insurreccional-, los déficits políticos que limitaban su potencialidad
revolucionaria. Desde su visión, al peronismo le faltaba lo que al comunismo le
sobraba: organización, y un corpus teórico claro que oriente el accionar de las
masas hacia la revolución. El peronismo contaba con una amplia base de masas
caracterizada por un activismo de tipo espontáneo que, aunque dinamizado por
fuertes sentimientos nacionalistas y antiimperialistas, carecía de una
perspectiva estratégica de transformación revolucionaria. Sin embargo, los
planteos concretos del comunismo argentino, y la traducción de su pensamiento
pretendidamente revolucionario en el terreno de la praxis, resultaban
moderados, reformistas e incapaces de rebasar los límites del campo de batalla
trazado por las clases dominantes. Esa era la razón por la cual el PCA -según
Cooke-, en su situación actual, no podía ampliar su llegada a las masas.
Refugiado en la autosuficiencia de proclamarse vanguardia del proletariado en
base a la posesión de la “ciencia” del marxismo-leninismo, quedaba finalmente
aislado de las gestas populares que se expresaban a través del peronismo. Por
ello, postulaba la necesidad de la complementariedad teórica y práctica entre
el peronismo y las fuerzas políticas que se autoproclaman revolucionarias, como
era el caso del PCA.[67]
La cuestión sobre la relación entre teoría y praxis
revolucionaria fue retomada en el texto “Bases para una política cultural
revolucionaria”,[68] publicado en la Rosa Blindada.[69] La exposición de Cooke se articuló a través
de la relectura de los Manuscritos
económicos filosóficos de 1844 y del concepto de alienación, insumos de los
que se sirvió para criticar las lecturas deterministas y cientificistas de la
obra de Marx impuesta por el dogmatismo stalinista, en detrimento del carácter
humanista del marxismo.[70] Justamente, la escisión del legado de Marx
tenía efectos concretos sobre las proyecciones políticas que realizaban los
actores que se identificaban con esa tradición. El régimen soviético bajo las
órdenes de Stalin, fracturó la unidad entre la teoría y la praxis
revolucionaria, reduciendo la primera al mero consignismo.[71] Para restituir su unidad, “el conocimiento
revolucionario” debía de nutrirse del “conocimiento de la práctica social” en
tanto “guía para la práctica transformadora”.[72] Y ese conocimiento implicaba al mismo tiempo
la advertencia del carácter alienante del orden capitalista sobre la conciencia
humana. De allí la concepción respecto a que toda política revolucionaria debía
expresar un enlazamiento profundo entre teoría y praxis, resultante de “un
desarrollo histórico de la autoconciencia crítica”.
No obstante, la pretendida unidad
entre teoría y praxis planteada por Cooke era discutida por León Rozitchner en
su texto “La izquierda sin sujeto”.[73] En ese ensayo el filósofo argentino
postulaba una respuesta crítica a las proyecciones del texto del delegado, aunque
sin mencionarlo.[74] Aquí cuestionaba la escisión no entre teoría
y praxis, sino entre razón y sensibilidad revolucionaria. También advertía
acerca de los inconvenientes que implicaba afirmar que el peronismo era la
clave para pensar y hacer la revolución socialista. Para Rozitchner, la
subjetividad nacida del peronismo obturaba cualquier proyecto emancipatorio del
capital. Su invocación no conllevaba a la liberación, sino que reproducía las
condiciones de un orden que desde el marxismo se buscaba erradicar. Esa
emergencia popular que celebraba el antiguo emisario de Perón, no podía
reclamar la erradicación del capital, porque su propia existencia dependía de
su reproducción.
Sin embargo, Cooke consideraba
que el peronismo era ese factor aglutinante de la clase obrera sin el cual
ningún proyecto revolucionario podría gestarse. De allí, la necesidad de forjar
las condiciones para que la unidad entre teoría praxis fueran una sola en la
senda hacia el socialismo que sin el movimiento proscripto no podría lograrse.
Tercer
tiempo: el retorno
Un tercer momento de la
trayectoria de Cooke se desarrolla luego de su regreso a la Argentina, tras de
cuatro años de exilio. Durante este periodo se autodefinirá como “ideólogo” del
peronismo, aunque sin intenciones de formar parte de las estructuras de
conducción del partido proscripto en virtud de su diagnóstico sobre la
situación del movimiento: “El drama del país es que el peronismo, de esencia
revolucionaria y antiimperialista, está dirigido por elementos de extrema derecha
que no saben correctamente nada de lo que hay que saber para dirigir un
movimiento popular”.[75] El fracaso del “operativo retorno” en
diciembre de 1964, se presentaba como una prueba más en la larga cadena de
argumentos esgrimidos por Cooke en su denuncia contra las direcciones
burocráticas que dominaban el peronismo.
Para contrarrestar ese estado de
situación y su posición marginal en la órbita del movimiento proscripto,
impulsó en 1964 la organización de Acción Revolucionaria Peronista (ARP). En el
proceso de formación de ARP se puede identificar la confluencia de distintos
grupos. El núcleo de organización y de dirección estuvo constituido por Cooke y
Alicia Eguren, Jorge Gil Solá, Carlos Lafforgue, Norberto Liffchitz, Roberto
Sinigaglia, Héctor Tristán, Manuel Gaggero,[76] entre otros. También estableció contactos
con el grupo proveniente de la FARN, vinculado a Ángel Bengoéchea. Asimismo, la
agrupación de Cooke mantenía buenas relaciones con Juan García Elorrio,
Fernando Abal Medina y Norma Arrostito, vinculados a la revista Cristianismo y Revolución.[77] El riñón sindical del ARP estuvo integrado
por un grupo de militantes de base conformado por Domingo Blajakis, Raimundo y
Rolando Villaflor, Francisco Alonso, Juan Carlos Zalazar y Ángel Taborda. Este
grupo de militantes protagonizó un enfrentamiento con fracciones sindicales
vandoristas en mayo de 1966, en el que fueron asesinados Blajakis, Zalazar, y
el sindicalista Rosendo García.[78]
La intención del ARP era la de
influir en los frentes sindical, político e ideológico en términos
revolucionarios. Algunos de los posicionamientos de Cooke respecto a la
cuestión sindical, pueden observarse en el texto “Acción Revolucionaria
Peronista ante el Plenario de Tucumán”. A través de esta declaración se plasmaba
la posición de su organización ante el “Primer Congreso Nacional de las 62
Organizaciones de Pie junto a Perón” que se desarrolló en marzo de 1966 en la
provincia de Tucumán. Escuchar a las “masas”, afinar el diagnóstico de
situación y elaborar líneas de acción conjunta a través del establecimiento de
definiciones sobre el curso que debía de adoptar el peronismo eran los
requisitos fundamentales para emprender la lucha contra el imperialismo.[79] La lealtad a la impronta revolucionaria de
Perón en su gesta contra el imperialismo debía ser el nexo coordinante de las
fuerzas que convergían en su seno, e imponerse “por encima de los desencuentros
transitorios o de las divergencias tácticas” para desplegar “las corrientes
patrióticas de la revolución peronista” orientada en torno a “la fe en la
acción de las masas.”[80]
Meses después, el apoyo de
distintos referentes políticos y sindicales del peronismo a la dictadura
comandada por el Gral. Onganía recrudecieron sus críticas a las conducciones
del movimiento. El desarrollo explicativo de esas concepciones se condensará en
El peronismo y el golpe de estado.
Informe a las bases (1966), y La
revolución y el peronismo (1967).[81] En estos escritos desplegó un conjunto de
prescripciones ya presentes en sus textos anteriores, aunque ahora
condicionados por el nuevo golpe de estado.
En esos textos planteaba que el
entendimiento sobre el significado fundamental del primer peronismo consistió
en haber posibilitado la vertebración de la nacionalidad en torno a la clase
proletaria. El 17 de octubre de 1945 había significado un vuelco en la política
argentina; desde entonces los trabajadores y trabajadoras argentinas reclamaban
para sí un lugar protagónico en la dirección del Estado, expresándose a través
de Perón.[82] Allí, entonces, residía la importancia del
peronismo para las gestas populares: en su capacidad de aunar voluntades
dispersas y encauzarlas en pos del bienestar colectivo. A la vez, expresaba la
manifestación histórica de un nuevo estadio en su realización como nación. El
pueblo, concebido como alteridad crítica al sistema de dominación impuesto por
las élites extranjerizantes, constituía, en esta clave de pensamiento, la
fuerza activa que a través del peronismo vehiculizaba su misión histórica de
liberar otra vez la patria, estableciendo así un nexo ineludible entre los
descamisados de octubre del ´45 y las fuerzas populares del ayer, aquellas que
habían hecho posible la primera independencia y la Federación decimonónica.
Como en el pasado, la liberación nacional era inescindible de la soberanía
popular que se plasmaba en el peronismo. Por eso planteaba “Perón no sacó de la
galera al proletariado ni inventó las contradicciones: pero las hizo aflorar y
dio formas orgánicas de enfrentamiento con la burguesía.” [83] Asimismo, desde 1955 -siguiendo a Cooke-, ya
no había, lugar para conciliación de clases propuesta por el primer peronismo.
A partir de entonces la burguesía nacional no podía ser considerada como una
clase progresista en función de su defección ante el imperialismo.[84]
La relectura del contexto abierto
en 1955 ponía en evidencia la falsedad del dilema peronismo-antiperonismo, ya
que detrás de su enmascaramiento político ocultaba la contradicción entre
fuerzas sociales antagónicas. De allí, la consideración sobre la “antinomia
‹‹peronismo- antiperonismo››”, en realidad expresaba “la forma concreta en que
se da la lucha de clases en este periodo de nuestro devenir”,[85] siendo el peronismo “la expresión de la crisis global del sistema burgués argentino,
pues representa a las clases sociales cuyas reivindicaciones no pueden lograrse
en el marco del institucionalismo actual.”[86] Desde esta perspectiva, ningún proyecto
revolucionario por fuera del peronismo podría expresar acabadamente las
contradicciones subyacentes de la sociedad argentina, ya que éstas eran
constitutivas del movimiento proscripto y de su lugar en la historia por la
emancipación de los pueblos.
El planteo del antiguo delegado
de Perón advertía la imposibilidad del retorno del peronismo al poder del
estado dentro del orden político institucional vigente, dado que la coyuntura
actual daba cuenta del agotamiento de las experiencias democráticas burguesas
para resolver los problemas de la hora.[87] Esta convicción obligaba a los peronistas a
elaborar nuevas soluciones políticas. En ese sentido, el diagnóstico sobre la
situación del peronismo y su dirigencia evidenciaba la necesidad de actualizar
los fines y alcances del movimiento lo cual, en la lectura de Cooke, implicaba
abandonar los mojones doctrinales del primer peronismo para evitar el desfasaje
entre la doctrina y las demandas políticas y sociales de las fuerzas sociales
que convergían en su seno. El peligro de la “escoliosis” política era una
amenaza para la representatividad del movimiento en relación con su rol histórico.
La advertencia para el peronismo era entonces, la de no quedar atrapado en los
entreveros institucionalistas que el orden burgués impone para su reproducción,
y reencauzar su potencia revolucionaria para iniciar el camino hacia la
emancipación nacional.
Cooke propone dos soluciones:
redefinir los lineamientos doctrinarios del peronismo para conducir eficazmente
el espontaneísmo hacia la senda revolucionaria; y organizar cuadros de
conducción que permitan realizar las demandas populares por el retorno del
peronismo, y con este, alcanzar la revolución nacional y social.[88] Esas tareas eran las concernientes de ARP,
en su condición de vanguardia revolucionaria de “la izquierda del peronismo”,[89] influyendo sobre las estructuras políticas y
sindicales del Movimiento para direccionarlo en pos del “esfuerzo liberador” en
el que “la juventud con formación intelectual y técnica cumplirá funciones de
valor inapreciables”.[90] No obstante las proyecciones realizadas, la
muerte de Cooke el 20 de septiembre de 1968 señaló el comienzo del ocaso de la
experiencia agitativa y organizativa de ARP,[91] aunque no el fin de la incidencia de sus
iniciativas y prescripciones sobre el peronismo.[92]
Reflexiones finales
El transito ideológico realizado
por Cooke estuvo nutrido por una sedimentación de diversas experiencias: su
actividad parlamentaria durante el primer peronismo, la comandancia del
peronismo local en el periodo inicial de la proscripción, las discrepancias con
Perón acerca del rumbo que debía de adoptar el movimiento prohibido, el exilio
cubano, y la intención de impulsar la opción revolucionaria del peronismo como
movimiento de liberación nacional anticapitalista.
El esfuerzo intelectual y
político de Cooke, desde su estadía en Cuba hasta el fin de sus días, estuvo
dirigido a superar el divorcio entre pensamiento y acción, o al menos a acortar
distancias, y encontrar los medios necesarios para vertebrar al gigante. De allí la urgencia de la imprescindible actualización
doctrinaria del peronismo para evitar su desfasaje respecto de los problemas
que afectaban a la sociedad argentina durante la década del ´60. Pero la
reformulación doctrinaria que promovió el ex delegado de Perón no debía
realizarse en cualquier dirección, sino en aquella alumbrada por los postulados
teóricos del marxismo. La obra de Marx señalaba que el capital y sus reglas
dominan por completo cualquier entendimiento sobre los destinos de las
naciones. También planteaba la imposibilidad de reeditar la experiencia
peronista en los términos del periodo 1945-1955. La alianza
democrática-burguesa ya no alcanzaba para subvertir la amenaza que significaba
para los intereses nacionales el despliegue del capital monopólico en el país.
La defensa de la nación y de las clases populares que se expresaban a través
del peronismo, solo podrían lograrse a través de la lucha insurreccional.
Dicho entendimiento deviene de la
advertencia acerca de la potencialidad revolucionaria del peronismo en tanto
encarnación de la nación y del sentir del pueblo oprimido. Su defensa y su
triunfo demandaba una definición ideológica y estratégica como movimiento de
liberación nacional. La toma del poder en términos revolucionarios sólo se
podría efectuar a través del peronismo proscripto, única fuerza política con
capacidad para movilizar a las masas. El déficit del Movimiento estaba en sus
conducciones, por lo cual también era preciso formar cuadros de conducción
revolucionaria que permitieran superar a las dirigencias burocráticas para
emprender el camino insurreccional.
Observamos que las referencias a
las proyecciones política de Cooke en revistas de militantes jóvenes disidentes
de las izquierdas tradicionales, la convocatoria a publicar en una revista
vinculada con el PC como la Rosa Blindada,
como la respuesta de un intelectual de izquierda como Rozitchner pueden
considerarse como índices de las nuevas redes intelectuales cultivadas por el
delegado desde su exilio cubano. También permiten advertir el lugar de relevancia
que comienza adquirir su prédica respecto a la necesidad de considerar la
izquierda peronista como el vector de la revolución por hacer, y una vía a
través de la cual John William Cooke tramó una nueva legitimidad. Ya no
exclusivamente como dirigente político del movimiento proscripto, sino también
como ideólogo de un sector del peronismo del cual forjó sus contornos, los
cuales permitieron la actualización identidades tanto dentro como fuera del
peronismo que se procesaron de distinta manera durante el periodo.
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Recibido: 01/05/2017
Evaluado: 25/05/2017
Versión Final: 19/07/2017
[1] Si
bien la denominación “Peronismo Revolucionario” fue utilizada por distintos
actores durante el periodo que aborda este trabajo, consideramos que la misma
no da cuenta de la magnitud de las mutaciones ideológicas, políticas y
discursivas que se dieron en el interior del peronismo en las décadas del ´60 y
´70. Más aún si observamos que esta fuerza política se consideraba a si misma
revolucionaria desde el mismo momento de su emergencia, y que incluso durante
las décadas que aborda esta indagación los sectores más ortodoxos del
movimiento ensalzaban el carácter revolucionario del peronismo (véase Juan Luis Besoky. La
derecha peronista. Prácticas políticas y representaciones (1943-1976). La
Plata, Tesis de doctorado, 2015).
Para estos últimos, la gesta por hacer era la de forjar las condiciones
para el retorno de Perón al poder, y así continuar con la transformación
peronista interrumpida por el golpe de Estado de septiembre de 1955. Sin
embargo, desde ese momento, comenzaron a estructurarse nuevas formar de entender
el contenido revolucionario del peronismo, las cuales entablaron un
entendimiento profundo con la realización de un socialismo nacional solo
edificable desde el seno del movimiento proscripto.
[2] Jean François Sirinelli,
“Elogio de lo complejo”, en Jean-Pierre Rioux y Jean-François Sirinelli, Para una historia cultural. México,
Taurus, 1999, p. 462.
[3] En particular, de la denominada
izquierda nacional de los ´60. Es habitual encontrar en la bibliografía
referida a las izquierdas de los ´60 y ´70 la homologación de las
interpretaciones de Jorge Abelardo Ramos con las Cooke, a quienes autores como
Norberto Galasso, los emparentan dentro de la Izquierda Nacional. Sin embargo,
un análisis de sus perspectivas políticas permite diferenciarlas en relación al
lugar de Perón y del peronismo en las proyecciones revolucionarias a emprender.
Véase Norberto Galasso Cooke de Perón al Che. Una biografía política. Buenos Aires,
Ediciones Nuevos Tiempos, 2005.
[4] Serge Berstein, “La cultura política”, en Jean-Pierre Rioux y Jean-François Sirinelli, Para una historia cultural. México, Taurus, 1999,
p. 402.
[5]
Ídem, p. 400.
[6] Ídem, p. 401.
[7] Omar Acha, Historia crítica de la historiografía argentina: las izquierdas en el
siglo XX. Buenos Aires, Prometeo Libros, 2009, p. 305.
[8] Richard
Gillespie, Cooke. El peronismo
alternativo. Buenos Aires, Cántaro, 1989; Ernesto
Goldar John William Cooke y el peronismo
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Horacio González, “La revolución en tinta limón. Recordando a Cooke”. Unidos, N° 11/12, 1986; Aritz Recalde, El
pensamiento de John William Cooke en las cartas a perón 1956-1966. Buenos
Aires, Ediciones Nuevos Tiempos, 2009.
[9] Ernesto Salas,
La resistencia peronista. La toma del
frigorífico Lisandro de la Torre. Buenos Aires, Altamira, 2006; Gemán Gil, La
izquierda peronista (1955-1974). Para una interpretación ideológica. Buenos
Aires, CEAL, 1986, pp.30-36.
[10] Miguel Mazzeo, Cooke, de vuelta. El gran descartado de la historia argentina.
Buenos Aires, La Rosa Blindada, 1999; John
William Cooke, textos traspapelados. Buenos Aires, La Rosa Blindada, 2000; El Hereje. Apuntes sobre John William Cooke.
Buenos Aires, Editorial El Colectivo, 2016.
[11] Simona
Cerutti, “«À rebrousse-poil»: dialogue sur la méthode”. Critique, vol. n° 769-770, 6, 2011, p. 572. Agradezco a Mariana Grazón Rogé las
sugerencias bibliográficas sobre historia pragmática.
[12] Nicolás
Casullo, Peronismo. Militancia y crítica
(1973-2008). Buenos Aires, Ediciones Colihue, 2008.
[13] Serge Berstein. “La cultura política”
…, Op. Cit., pp. 396-398.
[14] Richard Gillespie, Cooke. El peronismo…, Op. Cit., p. 22.
[15] Ídem,
p. 23.
[16] Cooke, discurso parlamentario, Cámara
de Diputados, Diario de Sesiones, 1949, Vol. V, p. 3480; idid., 1950, Vol. 1,
p. 618, Reproducido en Richard Gillespie, Cooke.
El peronismo …, Op. Cit., p. 44.
[17] Por entonces entendía “que para la
realización integral de la revolución nacional sólo queda una vía, que es la
vía de la realización legislativa por medio de los instrumentos jurídicos que
la Constitución nos acuerda”, Cooke, discurso parlamentario, Cámara de
Diputados, Diario de Sesiones, 1946, Vol. 1, p. 300.
[18] Tristán fue un dirigente metalúrgico.
En marzo de 1956 se integró al Comando Nacional Peronista como representante
del sector sindical. En la clandestinidad, consiguió una imprenta en Avellaneda
desde la cual se editaron dos números de la revista. En esta etapa, la
publicación funcionó como canal de difusión del Comando Superior y “órgano
oficial del Movimiento Peronista en el 3er año de ocupación antipatria”.
[19] Este nucleamiento tenía por objeto
expresar la adhesión de intelectuales y artistas con el peronismo resistente.
Castiñeira de Dios fue el impulsor del periódico Línea dura, órgano de prensa del
Comando Táctico y del
delegado de Perón entre 1957 y 1958.
[20] John W. Cooke, Textos traspapelados (1957-1961). Buenos Aires: La Rosa Blindada,
2000 [1957], p. 51.
[21] Esta cuestión fue reiterada semanas
después en “El pueblo salió fortalecido”, publicado en Columnas del Nacionalismo Marxista, N⁰2, 1957 p.29.
[22] En aquella jornada se contabilizaron
2.115.861 votos en blanco, que representaron casi el 25% del padrón electoral,
seguidos por los 2.206.524 votos obtenidos por la UCRP y los 1.847.603, en Julio C. Melon Pirro, El
peronismo después del peronismo. Resistencia, sindicalismo y política luego del
55. Buenos Aires, Siglo XXI editores, 2009.
[23] Raúl Lagomarsino y César Marcos se
pidieron expresamente en contra del acuerdo con Frondizi, pronunciándose a
favor del voto blanco y del desarrollo de acciones insurreccionales. Entonces
planteaban “El Gordo ignora las normas más elementales de la lucha
insurreccional, aunque a vos te parezca lo contrario. Si así no fuera, no
podría colocarse en la absurda postura electoral que ha tomado y que
inexorablemente, ha de hundirlo. (…) Este es un proceso mental que se inicia en
su ignoracia más básica. Lo demás lo hace su formación polítiquera, su excesiva
vanidad personal, y su visión limitada y lastrada,” Carta de Marcos a
Lagomarsino, 12-X-1957, reproducida en Marta Cichero, Cartas peligrosas de Perón. Buenos
Aires, Planeta, 1992, pp. 162-163.
[24] John W. Cooke, Juan D. Perón, Correspondencia Perón- Cooke, Buenos
Aires: Ediciones Papiro 1972 [1957], pp. 307-315.
[25] Y agrega “buena parte de la
correspondencia que mantuvieron Perón y Cooke en esos años constituye el
diálogo epistolar entre un exiliado sin destino fijo y un prisionero o asilado
que disponían de limitadas posibilidades de intervención en el proceso político
argentino y que escribían incluso en una situación de vulnerabilidad personal”,
Julio C. Melón Pirro, El peronismo
después…, Op. Cit., p.
234.
[26] Ídem.
[27] John W. Cooke, Textos traspapelados …, Op. Cit., p. 73.
[28] Ídem, p. 74
[29] Ídem, p. 79.
[30] Ídem, p. 90.
[31] Marta Cichero, Cartas peligrosas..., Op.
Cit., pp.160-178.
[32] Julio
C. Melon Pirro “Después del partido y antes del partido: el Consejo Coordinador
y Supervisor del Peronismo”, en José C. Chiaramonte; Herbert S. Klein (coord.) El exilio de Perón. Buenos Aires,
Sudamericana, 2017, pp.209, 213
[33] Ídem, pp. 219-222. Acerca de los
posicionamientos de Cooke en relación con la huelga véase Roberto Baschetti, Documentos
de la resistencia peronista. Buenos Aires, De la Campana, 1997, pp. 71-80.
[34] La trascripción de la exposición de
Cooke fue publicada en el folleto La
lucha por la Liberación Nacional, Buenos Aires, Fundación Scalabrini
Ortiz, 1960.
[35] Ídem, p. 6, cursivas en original.
[36] Ídem.
[37] Ídem. P. 7.
[38] “Carta al compañero ‹‹Alhaja››”, John W. Cooke, Artículos
periodísticos, reportajes, cartas y documentos: Tomo III de las Obras completas
de John W. Cooke. Buenos Aires, Colihue, 2015 [1961], p. 49-52.
[39] La fundación fue creada en 1959 en
homenaje a Raúl Scalabrini Ortiz, fallecido ese mismo año, a instancias de
Miguel Unamuno, Leopoldo López Frostier, José Maria Rosa, y Vicente Trípoli.
[40] “Carta a Vicente Trípoli”, Ídem, p.
43-44, 53-70; “Carta a Héctor Tristán”, Ídem, p. 45-47, “Carta a Juan José
Hernandez Arregui”, Ídem, p. 90-95.
[41] “Carta a Perón, julio de 1961”,
reproducida en John W. Cooke,
Juan D. Perón, Correspondencia Perón-Cooke: Tomo II. Buenos Aires, Gránica,1973, p. 83.
[42] John W. Cooke, Artículos periodísticos …, Op. Cit., p. 41.
[43] Ídem, p. 42.
[44] Ídem.
[45] Ídem, p. 44.
[46] Ídem, p. 53-54.
[47] Ídem.
[48] Ídem, p. 55.
[49] Ídem, p. 56.
[50] Ídem, p. 57.
[51] El dialogo epistolar entre Perón y
Cooke, recién se restablecerá en agosto de 1964 de manera intermitente.
[52] Correspondencia
Perón-Cooke…, Op. Cit., p. 222.
[53] Peronismo de Acción Revolucionaria, El peronismo, movimiento de izquierda?,
archivo CEDINCI.
[54] Ídem, Mayúsculas en original.
[55] Daniel James, Resistencia e integración: El peronismo y la clase trabajadora
argentina, 1946-1976. Buenos Aires, Sudamericana, 1990.
[56] Esa es la razón por la que se niega a
integrarse al grupo CONDOR (Centros Organizados Nacionales de Orientación
Revolucionaria), en cual participaban Hernandez Arregui, Rodolfo Ortega Peña, Eduardo
L. Duhalde, Ricardo Carpani, Ruben Bortnik, Alberto Belloni, Oscar Balestieri y
Rubén Borello. Eduardo Luis Duhalde; Rodolfo Ortega
Peña, Felipe Vallese: proceso al sistema.
Buenos Aires, Punto Crítico, 2002 [1965], p. 96-101.
[57] Véase Marcelo
Raimundo, “Compañero y los orígenes del Peronismo Revolucionario”. Sociohistórica, Nº8, Universidad Nacional
de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación. Centro de
Investigaciones Socio Históricas, 2000.
[58] Asimismo, varios de sus integrantes,
una vez finalizada la experiencia del MRP mantuvieron vínculos con Acción
Revolucionaria Peronista (ARP).
[59] Daniel
Campione, “‘Los comunistas somos nosotros’: Cooke y el Partido Comunista
Argentino”, en Mazzeo, Miguel (compilador).
Cooke, de vuelta. El gran descartado de la historia argentina, Buenos
Aires, La Rosa Blindada, 1999.
[60] Las vinculaciones entre Cooke y los
jóvenes integrantes del Partido Socialista Argentino de Vanguardia ha sido
analizadas por M. Cristina Tortti en El ‘viejo’ Partido Socialista y los orígenes
de la ‘nueva’ izquierda. Prometeo, Buenos Aires, 2009.
[61] Los nueve números de la revista Situación fueron publicados, entre marzo
de 1960 y septiembre de 1961. Su consejo de redacción estaba integrado por Luis
Bergonzelli, Buenaventura Bueno, Alexis Latendorf y Américo Parrondo. Che publicó 27 números entre octubre de
1960 y noviembre de 1961, bajo la dirección de Pablo Giussani. Su redacción,
integrada por socialista e intelectuales de diversas procedencias políticas:
Susana “Piri” Lugones, Carlos Barbé y Francisco Urondo; entre los socialistas,
además de Giussani: Alexis Latendorf, Julia Constenla y Enrique Hidalgo. Entre
sus colaboradores destacan Rodolfo Walsh y Eduardo Galeano. M. Cristina Tortti “La izquierda socialista, sus revistas
y el “giro” hacia el peronismo (Argentina, 1955-1966)”, en Hernán Camarero y Manuel
Loyola (editores). Política y Cultura en
los sectores populares y de las izquierdas latinoamericanas en el siglo XX, Santiago
de Chile: Ariadna Ediciones, 2016, pp. 123-138.
[62] Pablo Giussani, “El socialismo:
alternativa nacional”, Situación Nº1,
marzo 1960; Enrique Hidalgo, “Hacia una política de izquierda integrada en las
masas. Superar al peronismo, no destruirlo”, Situación Nº7, diciembre 1960; “EL Movimiento de Liberación
Nacional”, Situación Nº9, septiembre
1961.
[63] El texto fue publicado por primera vez
en Pasado y Presente,
N⁰2⁄3 (nueva serie), año IV, julio⁄ diciembre de 1973.
[64] Ídem, p.376.
[65] Ídem, p. 382.
[66] Ídem.
[67] Ídem, p.374.
[68] “Bases para una política cultural
revolucionaria”, La Rosa Blindada,
año I, N⁰ 6, 1965, Reproducido en John W. Cooke, Artículos periodísticos… p., 211-222. Kohan destaca “el lugar privilegiado que
luego los jóvenes editores le conceden - nada menos que en una discusión sobre
la cultura - a John William Cooke, quien, a pesar de tener vínculos con
Hernández Arregui, construyó su lectura del peronismo desde una matriz mucho
más ligada al marxismo historicista y humanista del Che Guevara (y también de
Gramsci, Lefebvre y Lukács) que al ensayo clásico nacional-popular”, Néstor Kohan, La
Rosa Blindada, una pasión de los '60. Buenos Aires, La Rosa Blindada,
p.26.
[69] Esta revista vinculada en sus inicios
al PCA, apostaba a la construcción de una cultura contra-hegemónica. La
inclusión del texto de Cooke “dejaba sin argumentos tanto a los cultores del
frente cultural laico-democrático-cientificista-progresista del stalinismo como
a los del frente nacional-populista”, Ídem, p. 42-41.
[70] “Porque basta tener en cuenta cuál era
la concepción de Marx sobre el conocimiento científico para que los Manuscritos y El Capital no sean los términos de una antinomia, ni siquiera de
una rectificación visual sino expresiones de un pensamiento que se despliega en
momentos que son constitutivos y no negaciones reciprocas”, John William Cooke,
Bases para una política cultural …, Op. Cit., p.
220.
[71] “El conocimiento teórico de la
filosofía marxista suele no originar una práctica revolucionaria sino una
actitud alienada pero con justificaciones prestigiosas”, Ídem.
[72] Ídem, p. 219.
[73] León
Rozitchner “La izquierda sin sujeto”, en Kohan, Néstor, La Rosa Blindada, una pasión de los '60, Buenos Aires: La Rosa
Blindada, 1998 [1965], pp. 295, 296.
[74] “En cuanto al artículo de La Rosa
Blindada -señala Rozitchner- yo lo escribí para demostrarle que desde la
perspectiva de los Manuscritos el peronismo era insostenible. Yo coincidía con
Cooke en el rescate del marxismo humanista y antideterminista pero donde no
podía coincidir era en que él no hubiese aplicado esas categorías al análisis
del peronismo”, Ídem, p.48.
[75] El
Mundo, 27 de diciembre de 1963.
[76] Manuel Gaggero conoció a Cooke en Cuba
en 1962, a donde concurrió para recibir entrenamiento militar. Posteriormente,
Gaggero actuaría como enlace entre ARP y la Juventud Universitaria Peronista.
[77] Esteban
Campos, Cristianismo y Revolución. El
origen de Montoneros. Violencia, política y religión en los 60. Buenos
Aires, Edhasa, 2016, p. 140. En el segundo número de la revista Cristianismo y Revolución se publica el
texto de Cooke “Definiciones”, en el condensa varios de los argumentos que
luego serán centrales en su libro El
peronismo y el golpe de estado. Informe a las bases.
[78] Este episodio fue posteriormente investigado
por Rodolfo Walsh. Los avances de la pesquisa fueron publicados en seis
entregas en el Semanario CGT, entre el 16 de mayo de 1968 y el 27 de
junio de 1968 Alicia Eguren fue quien contactó al periodista con los hermanos
Villaflor, ambos sobrevivientes del enfrentamiento.
[79] John William Cooke, “Acción
Revolucionaria peronista ante el plenario de Tucumán”, marzo de 1966, p. 3.
[80] Ídem.
[81] El primero de estos textos fue editado
por Acción Revolucionaria Peronista. El segundo de los títulos mencionado
circuló en una versión mimeografiada entre los militantes de la agrupación. En
1968 fue publicado como folleto por Ediciones A.R.P.
[82] John William Cooke, Peronismo y
revolución; apuntes para la militancia: la lucha por la liberación nacional/
informe a las bases. Tomo V de las Obras completas de John William Cooke,
Buenos Aires: Colihue, 2014 [1966], p. 78-79.
[83] Ídem, p.80.
[84] Ídem, p. 84
[85] Ídem, p.81.
[86] Ídem, p. 82, cursivas es en original.
[87] John
William Cooke, Artículos
periodísticos,…, Op. Cit. P. 255.
[88] Ídem, p. 58.
[89] Acción Revolucionaria Peronista,
Boletín Interno N⁰1, diciembre de 1966, p. 15, cursivas en original.
[90] Ídem.
[91] Varios de sus integrantes confluyeron
posteriormente en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y en el peronismo de
base.
[92] Peronismo
y socialismo, n⁰1, 1973, pp. 20; José Pablo Feimann “Cooke: peronismo e
historia”. Envido, Año III,
N⁰8, marzo de 1973, pp. 16-24; Horacio González, “Estado planificador,
movilización popular, socialismo nacional”. Envido,
Año II, N⁰5, marzo de 1972, pp. 25-40; “Gorilas,
integracionistas y lanusardos”. Envido,
Año II, N⁰7, octubre de 1972; “La respuesta peronista a las elecciones
trampa”. Envido, Año II, N⁰8,
marzo de 1973 , pp. 6-15. La incidencia del pensamiento de Cooke en
la obra temprana de González también puede apreciarse en “Prólogo.
Para nosotros Antonio Gramsci”, en Gramsci, Antonio: El príncipe moderno y la voluntad nacional-popular. Buenos Aires,
Puentealsina, 1972. Véase también Juan Carlos
Portantiero, “Introducción a texto inédito de Cooke”. Pasado y Presente, N⁰ 2/3 (nueva serie), año IV, 1973, p. 372.