Precarización y formas de supervivencia en la sociedad portuguesa – de
proletarios agrícolas a desempleados y mal empleados
Precarization and forms of survival in
Portuguese society - from agricultural proletarians to unemployed and poorly
employed
Inês Fonseca
Faculdade de
Ciências Sociais e Humanas
da Universidade
NOVA de Lisboa, Portugal
Resumen
El presente texto constituye una
reflexión sobre el fenómeno de precarización en la sociedad portuguesa y la
situación actual de la población de una localidad de los alrededores de Lisboa
que, desde los años 80, atraviesa un proceso de desindustrialización –tema de
una investigación sobre los efectos de estos fenómenos en la organización y en
las estrategias familiares y redes sociales.
Palabras Clave
Precarización; supervivencia; sociedad portuguesa; proletarios agrícolas; desempleados; mal empleados
Abstract
This text is a reflection on
the phenomenon of precarization in Portuguese society and the current situation
of the population of a locality around Lisbon that, since the 80s, is going
through a process of deindustrialization - a topic of research on the effects
of these phenomena in the organization and in family strategies and social
networks.
Keywords
Precarization; survival; Portuguese society; agricultural proletarians; unemployed; poorly employed
La transformación de la
economía mundial, en el último cuarto del siglo XX, produjo importantes
transformaciones en el mundo del trabajo. En Europa, la desindustrialización
(derivada, en parte, del progreso tecnológico) acompañó la terciarización del
tejido productivo y la deslocalización de la producción. En las llamadas
economías emergentes, se observó un proceso de industrialización y el
surgimiento de nuevas clases obreras. Por todas partes se instaló la
flexibilización de la economía y los mercados de trabajo.
Simultáneamente, en los
discursos políticos y de los medios de comunicación social, empiezan a surgir
referencias recurrentes a las situaciones de pobreza / exclusión / precariedad
de los individuos y los pobres / excluidos / trabajadores precarios pasan a ser
objeto de la atención y las buenas intenciones de todos. La preocupación con el
desempleo y la precariedad pasa a formar parte de la vida cotidiana de los
ciudadanos.
Como estas categorías
remiten a diferentes perspectivas y análisis teóricos que convergen sobre el
mismo fenómeno, se impone una clarificación. ¿A qué nos referimos al hablar de
precarización social?
1.1. Precarización
social
La emergencia de la
temática de la precariedad en las ciencias sociales surge, precisamente, en el
momento en que progresa el crecimiento de las tasas de desempleo y se imponen
formas atípicas de empleo a consecuencia de las condiciones de producción en
las sociedades contemporáneas.
En las últimas décadas
(en los países de Europa) hemos asistido al cuestionamiento del modelo de
estabilidad que significaba la existencia de “un empleo de por vida”, con
contrato fijo y a tiempo completo, en empresas que incentivaban a los
trabajadores a planificar largas carreras en su seno. Progresivamente, a esta
situación que permitía la aspiración a una movilidad social ascendente a la
mayoría de los trabajadores, se le contrapone otra caracterizada por la
exigencia creciente de flexibilidad y movilidad a los trabajadores, cada vez
menos protegidos en sus derechos sociales que proceden de la condición
salarial.
La situación descrita
podría hacer que nos dejáramos seducir por la imagen de un mundo del trabajo
dividido y que funciona a dos velocidades: el centro (estabilizado) y los
márgenes (inestables) –que reflejaría la existencia de dos condiciones
diferentes en relación a la posición de los trabajadores en el mercado de
trabajo. Por un lado, un grupo de trabajadores integrados en la condición
salarial (cubiertos por un contrato de trabajo a tiempo indeterminado y los
derechos sociales inherentes) y, por otro, un grupo de trabajadores marginales
cuya situación laboral es precaria (con contratos de trabajo de media o corta
duración y sin los derechos sociales de la condición de trabajador asalariado).
No obstante, si con
frecuencia la precariedad laboral obliga a los individuos a someterse a
situaciones al margen de la condición salarial, este fenómeno no puede ser
considerado como exterior a la propia sociedad salarial.
En realidad, desde el
punto de vista de las entidades patronales, la precariedad de los trabajadores
(o de una parte de estos) resulta complementaria a la condición laboral
estable. Si ambas situaciones generan condiciones diversas, ellas coexisten y
son interdependientes, constituyendo las dos caras de una misma moneda, que es
la gestión de la mano de obra y de los mercados de trabajo. A través de
dispositivos existentes, con matices, en los diferentes códigos del trabajo
nacionales (que establecen y regulan el recurso a empleos atípicos), es
posible: por un lado, gestionar los flujos de efectivos necesarios para las
empresas en función de los objetivos de rentabilidad y, por otro, practicar
políticas de bajos salarios y obtener los niveles de productividad deseados (al
introducir un elemento de competencia entre los trabajadores –estables y
precarios– en la lucha por un empleo).
En este sentido, nos
parece de gran utilidad el concepto de precarización social que ha venido
siendo desarrollado por Béatrice Appay y Annie Thébaud-Mony [1], centrado en la cuestión del proceso de
creación de la precariedad como fenómeno estructural y que analiza la transformación
de los modos de producción y de organización del trabajo que contribuyen a la
emergencia del fenómeno.
Se trata, de un proceso
social que afecta a la vida de las personas y no de un estado o de una etapa de
vida – lo que remitiría a una naturalización de la situación de precariedad que
afecta a los individuos y que les atribuiría la responsabilidad por esa misma
situación[2].
1.2. Salariado y precariado
En la actualidad, la precariedad existente en
relación al tipo de empleo (dependiendo de las formas de contratación) y a las
condiciones de trabajo, implica para determinados trabajadores la existencia de
ingresos inciertos con perspectivas de vida a corto plazo, al tiempo que coloca
a los trabajadores titulares de contratos fijos (regulados por convenios
colectivos de trabajo) bajo la amenaza, cada vez más plausible, de poder ser
despedidos de un momento a otro.
Por más que
el salariado continúe siendo la situación dominante entre la población activa y
que las situaciones atípicas de empleo permanezcan minoritarias, se ha
instalado un sentimiento generalizado de inseguridad y de inestabilidad en
relación al futuro. En este sentido, el aumento de la precariedad no representa
el fin progresivo de la condición salarial, sino antes su transformación: la
existencia de más trabajadores precarios contribuye al aumento del fenómeno del
sentimiento de inseguridad de los trabajadores con un empleo estable y a la
existencia de una mano de obra dócil y disponible para aceptar condiciones de
trabajo cada vez peores.
En el
análisis de este fenómeno es fundamental tener en cuenta el hecho de que éste
constituye una consecuencia de la organización capitalista contemporánea, en la
medida en que para las entidades patronales se trata de hacer recaer sobre los
propios trabajadores los riesgos asociados al puesto de trabajo, externalizando
las protecciones sociales, así como las garantías de protección en caso de
pérdida de empleo (seguros de desempleo). Los vínculos entre los asalariados y
las entidades patronales se hacen más frágiles, pasando a ser los propios
trabajadores quienes deban asumir los riesgos asociados, una vez que todo este
proceso, a nivel del mercado de trabajo, viene acompañado por un proceso
correspondiente de desinversión en el marco de protección a los trabajadores
asumido colectivamente por la sociedad[3].
Diferentes
autores apuntan a una generalización de las condiciones de trabajo precarias,
con tendencia a convertirse en estructurales, para las cuales prevén un “bello
futuro” [4].
Esta perspectiva sobre la actualidad del mundo del trabajo sitúa su
problematización en el centro del debate sobre la cuestión social, el Estado de
bienestar y los derechos sociales del salariado. Simultáneamente, surge como
central la problemática de la transformación del valor del trabajo y de las
prácticas laborales de las clases trabajadoras, diferentes en función de que la
condición laboral sea estable o precaria.
2. El “otro” en situación de precariedad o desempleado
A pesar de
las profundas transformaciones sociales que se están produciendo a consecuencia
de las mutaciones en el mundo del trabajo, esta temática ha sido descuidada por
el análisis antropológico[5].
Una explicación posible para esta situación podrá ser el hecho de parecer
existir entre una parte de los investigadores de la disciplina una adhesión
total a las teorías sobre el fin del trabajo y de la clase obrera. Con todo, la
realidad nos muestra que siguen existiendo trabajadores: únicamente han
cambiado sus condiciones de existencia conforme las formas de su explotación
han evolucionado [6].
La cuestión
que actualmente tiene sentido plantear es la siguiente: en un contexto mundial
de generalización del desempleo y del trabajo precario, ¿qué pasa a nivel de la
construcción y reproducción de las identidades de los trabajadores? El
conocimiento producido por la antropología sobre otras situaciones, permitiendo
comparaciones con la actual realidad vivida por los trabajadores, constituye un
importante patrimonio a utilizar. Especialmente, los análisis producidos sobre
la construcción de identidades de los trabajadores de los más variados
sectores, sobre la cultura obrera (su construcción y reproducción), sobre las
relaciones de dominación y subordinación establecidas en contextos laborales,
etc.
Un rasgo
común de las investigaciones antropológicas (aquellas que, un poco a contracorriente,
se van realizando) sobre el mundo del trabajo, consiste en la afirmación de la
diversidad del sentido del trabajo[7].
De hecho, ésta es, a nuestro entender, la principal contribución de la
disciplina para el análisis de lo que pasa actualmente en el mundo laboral, la
idea de que la relación de los individuos con el trabajo está íntimamente
asociada a una comunidad de pertenencia y a unos valores compartidos (entre los
cuales se incluye el del trabajo). A través de categorías socialmente construidas
(como trabajo o trabajadores, desempleo o desempleados), los individuos
construyen procesos de identificación, se clasifican a sí mismos y a los demás
y son clasificados por otros.
El
significado atribuido al trabajo por los científicos sociales, por los agentes
de la administración pública (local o central) o por otros grupos de la
sociedad podrá ser (y es, muchas veces) distinto del significado dominante
entre los individuos de un determinado grupo en estudio u objeto de la
intervención de las políticas públicas.
En muchas de
las investigaciones que se ocupan del mundo del trabajo es perceptible la
influencia de la orientación teórica propuesta por Edward P. Thompson en su
obra sobre la formación de la clase obrera inglesa, en que el autor recuerda
que su constitución es, sobre todo, el resultado de un largo proceso de
construcción social, con avances y retrocesos, con fases que se superponen las
unas a las otras, que permanecen y coexisten y que, por encima de todo,
difícilmente se trata de un proceso definitivo o de una condición inmutable.
3. De los campos a la fábrica y de las industrias a las
superficies comerciales
A pesar de asumir algunos elementos innovadores, el proceso de
generalización de la precariedad (ya identificado como un modelo de gestión de
la mano de obra)[8]
constituye una práctica antigua por parte de las entidades patronales. Como ha
sido referido por Thompson y Castel, la historia de la clase obrera se cuenta a
través de múltiples situaciones de precariedad y está repleta de luchas (por
mejores condiciones de trabajo, mejores salarios y más derechos sociales) para
regular la condición salarial (que constituye el modelo ideal). La utilización
de esta forma de gestión de la mano de obra a través del mantenimiento en
situación precaria de una parte de los trabajadores asalariados nunca ha dejado
de existir, se mantiene y asume nuevos formatos a lo largo del tiempo[9].
3.1. El caso portugués
En Portugal,
debido al atraso del desarrollo industrial, no sólo se produjo una
estabilización tardía de la clase obrera (inicialmente circunscrita a pequeños
núcleos de trabajadores empleados en la industria del vidrio, del corcho,
tipográfica, etc.) como también el proceso de desmantelamiento de esta
condición tuvo inicio relativamente antes. Si, de un lado, durante gran parte
del siglo XX (1926-1974), el mercado de trabajo portugués obedeció a la
regulación de inspiración corporativa y esencialmente paternalista, por parte
del estado autoritario; de otro, a partir de 1986 (fecha de la entrada de Portugal
en la Comunidad Económica Europea) tuvo inicio la “modernización” del mercado
laboral y el progresivo desmantelamiento de la condición salarial estable.
El país constituye, así, un ejemplo particular en
la aplicación y evolución de las políticas laborales, caracterizado por
mantener un mercado laboral flexible y una población trabajadora en situación
de inestabilidad por lo que se refiere a sus derechos laborales y sociales. En
este contexto, Baixa da Banheira, por el origen rural de su población
(mayoritariamente formada por proletarios agrícolas y pequeños campesinos
pobres), supone un caso especialmente interesante en la observación de este
fenómeno.
3.2. La población de Baixa da Banheira
Integrada en
la Región Metropolitana de Lisboa, Baixa da Banheira se localiza en el otrora
llamado “cinturón industrial” de Lisboa, en la margen sur del río Tajo (que
incluye diversos municipios como Alcochete, Almada, Barreiro, Moita, Montijo,
Seixal, etc.).
Toda esta
zona conoció, desde la década de 40, un fuerte crecimiento demográfico. Una
gran cantidad de mano de obra, procedente sobre todo del sur del país (de las
regiones rurales y pesqueras de Alentejo y Algarve), aunque también de las
regiones del norte interior del país (Trás-os-Montes y Beira-Baixa), acudió a
trabajar a una región que se industrializaba (con la instalación de varias
unidades de preparación y transformación de corcho, la construcción de las líneas
de ferrocarril del sur y sureste –que transformaron a Barreiro en el eje
central de las comunicaciones norte-sur del país– y la instalación de los
talleres generales de la empresa ferroviaria). Hasta entonces, las principales
actividades desarrolladas estaban relacionadas con el sector de la pesca y de
la industria salinera.
El
crecimiento económico y urbano de este cinturón industrial se produjo
especialmente a partir de los años 60, cuando surgen o se consolidan nuevas
industrias: agroquímica (CUF), astilleros navales (Lisnave y Setenave),
siderurgia (Siderurgia Nacional) y diversas fábricas textiles (que ocupaban
mayoritariamente la población femenina). Con la instalación de una mano de obra
recién llegada, atraída por la disponibilidad de trabajo, Baixa da Banheira se
transforma en una barriada dormitorio[10].
Este contingente se sumó a la población obrera industrial, con el objetivo de
alcanzar estabilidad de empleo, mejores salarios y más derechos sociales (algo
que el régimen latifundista, dominante en el sur del país, nunca les había
ofrecido).
En las tres
últimas décadas, toda la región pasa por un fenómeno de desactivación
industrial y de crecimiento del sector terciario (con la llegada masiva de las
grandes superficies comerciales), al tiempo que en el sector secundario, que
todavía existe en pequeña escala, destacan las empresas de pequeña y media
dimensión (en el sector de la construcción civil y de la producción alimentaria
y agroalimentaria). Para comprender la dimensión de la transformación económica
en curso es significativo el hecho de que las mismas instalaciones que otrora
albergaron unidades de producción industriales, acogen ahora los hipermercados.
Esta
modificación del tejido productivo de la región, caracterizada por un trasvase
del sector secundario al terciario, se acompaña no sólo de un crecimiento de la
tasa de desempleo (consiguiente a la disminución de los puestos de trabajo
necesarios a la nueva actividad económica), sino también de una degradación de
las condiciones de empleo y de trabajo y de los derechos sociales asociados.
Una gran
parte de la población se encuentra en situación de desempleo y de precariedad
profesional, económica y social.
3.3. El regreso a la condición precaria
Surgen
nuevas formas de empleo y de trabajo, que implican otras tantas modalidades de
precariedad para esta población que ya había conocido, en la primera generación de emigrantes, una situación similar (en términos
de inestabilidad de vida y de inseguridad en relación al futuro). La conciencia
de esta situación atraviesa sus discursos, que refieren de forma recurrente el
siguiente estribillo: “- Nosotros salimos de nuestra tierra, en busca de una
vida mejor, porque no teníamos un trabajo estable. Y ahora, vemos cómo nuestros
hijos están en una situación peor que la nuestra”.
Esta situación
representa un contratiempo en las expectativas de vida construidas por las
generaciones anteriores y que pueden ser resumidas a través de la línea
progresiva: formación → estabilidad profesional / familiar →
independencia de las generaciones más jóvenes respecto a las anteriores →
cuidados prestados a las generaciones mayores. En los discursos de los
individuos producidos en la actualidad, se insiste en la idea de que se ha
producido un retroceso en los derechos sociales alcanzados anteriormente y, en
muchas familias, son los miembros pertenecientes a las generaciones mayores
(muchos en situación de prejubilación o de desempleo con derecho a subsidio)
quienes deben seguir apoyando a las generaciones más jóvenes de la familia
(generalmente con empleos precarios y mal remunerados, con frecuentes períodos
de desempleo y con problemas en relación a la vivienda, la escolarización /
formación profesional, los cuidados de salud, etc.), lo que consideran un
retorno a una situación de partida en sus vidas.
3.4. Las “armas de los débiles”
El contexto
descrito para Baixa da Banheira nos revela una población en una encrucijada:
ante la evidente imposibilidad de encontrar un “buen empleo” (estable, con un
salario considerado razonable y dotado de los derechos sociales inherentes) y
la necesidad de buscar un trabajo que permita la subsistencia económica y/o el
deber de cumplir las formalidades de la demanda de un empleo (impuesto por la
administración pública). Naturalmente, las personas que se encuentran en este
impasse van a desarrollar estrategias para solucionarlo.
Nuestra
hipótesis es que esas estrategias de vida constituyen la adaptación de antiguas
situaciones ya vividas y, en ese sentido, se cuentan entre ellas la
reproducción de una determinada “economía moral”[11]
y la puesta en práctica de “formas de resistencia cotidiana” [12].
3.3.1. El retorno de la precariedad y el (casi) regreso al pueblo
Durante el
trabajo de campo que llevé a cabo en la aldea de Aivados (en Baixo Alentejo),
tuve oportunidad de conocer a su comunidad de emigrantes residentes en Baixa da
Banheira[13].
La mayoría salió de la aldea en los años 60, en busca de trabajo. Y recalaron
en Baixa da Banheira por el clásico sistema de construcción de redes de trabajadores
emigrantes, en que parientes / vecinos / amigos emigrados llaman a otros para
que se instalen en la misma región de destino – donde encuentran trabajo.
En 1995,
muchas de aquellas familias sufrían las consecuencias del proceso de
desindustrialización y de la crisis de desempleo. En la generación de los
mayores (aquellos que emigraron de la aldea), muchos hombres habían estado o
estaban recibiendo el subsidio de desempleo. Encontrar un nuevo empleo era una
tarea difícil por el obstáculo de la edad (cuya media rondaba los 55 años). Las
mujeres, por su parte, habían sido las primeras en quedarse sin trabajo, siendo
inmediatamente relegadas a la esfera del trabajo doméstico y de las actividades
informales (que ya habían desempeñado en el inicio de sus vidas). La generación
más joven (los hijos de quienes emigraron), a su vez, se debatía con
dificultades en su entrada y permanencia en el mercado de trabajo: saltaban de
cursillo de formación en cursillo de formación (de los más variados tipos) y
alternaban empleos temporales con períodos de desempleo.
Todos
estaban empezando a buscar la mejor manera de adaptarse a la situación de
crisis, con el regreso al desempleo y al empleo precario en una trayectoria de
vida que habían imaginado más estable. En el primer contacto, rápidamente quedó
claro que, ante la realidad con que se deparaban, las estrategias seguidas
variaban, según los individuos y las familias.
En el caso
de una de las familias, inmediatamente fue expresado el deseo de regreso a la
tierra natal. Se trataba de una pareja emigrante (con 54 y 58 años), con una
hija adulta ya nacida en Baixa da Banheira (recientemente salida de un período
de desempleo y de un divorcio) y con dos nietos (la chica, de 13 años, en
proceso de abandono escolar precoz, y el chaval, de 8 años).
Único
obstáculo al proyecto de regreso al pueblo: proletarios agrícolas que habían
sido antes de salir de Alentejo (sin casa ni tierra propia y sin herencia
recibida), no tenían un sitio al cual volver. Por eso, la materialización del proyecto
tendría que pasar por la compra de un pequeño terreno con una casa, destinando
a ese fin el dinero de la indemnización recibida por el despido del marido.
Pero la incertidumbre era grande: si, por un lado, el regreso al pueblo les
permitiría reducir los gastos cotidianos (pues el coste de la vida es menor
allí), por otro, la salida de Baixa da Banheira, donde las perspectivas de
empleo (a pesar de escasas) siempre parecían más probables, implicaba una
opción arriesgada.
Finalmente,
toman la decisión e incluso consiguen algunos resultados en relación al
trabajo: ella continúa “haciendo costura para fuera” y él obtiene un empleo en
una pequeña industria de extracción de piedra, cerca de Aivados. La nieta, que
entre tanto abandonó la escuela, quedó a cargo de los abuelos en la aldea
(donde todos consideraron que estaba más protegida).
Sin embargo,
esta situación nunca representó un verdadero regreso al pueblo, sino antes una
estrategia asumida colectivamente por toda la familia, destinada a prevenir la inestabilidad
futura (que era previsible). Si la pareja mayor regresó al pueblo, lo hizo sólo
parcialmente: las clientas de los trabajos de costura seguían siendo en su gran
mayoría de la zona de Baixa da Banheira, el marido continuaba inscrito en el Centro
de Empleo como candidato a un trabajo (acudiendo a todas las entrevistas a
las que era convocado) y ambos continuaban utilizando el Centro de Salud
de Baixa da Banheira (considerado mejor). Esta situación implicó idas y venidas
constantes, sólo posibles gracias al hecho de conservar la casa de Baixa da
Banheira, donde se quedó el resto de la familia: la hija (cocinera en un
comedor escolar) y el nieto (estudiante en la escuela preparatoria).
Resumiendo,
para hacer frente a una situación de adversidad, esta familia dinamizó su red
social para comprar una casa en su aldea natal y obtener un empleo para el jefe
de familia. Con todo, siempre estuvo presente la idea de que, más tarde o más
temprano (cuando terminase el trabajo en la cantera), tendrían que regresar a
Baixa da Banheira, con la cual conservaban lazos importantes (la casa y la
familia que se había quedado allí, pero también la protección social –en la
salud y en la búsqueda de empleo). Por otro lado, recurrieron al trabajo en
actividades del sector informal para solucionar el problema de la subsistencia
económica, hasta alcanzar la edad de la jubilación (pudiendo, de nuevo, obtener
unos ingresos mensuales que, aunque reducidos, son seguros).
3.3.2. La “escuela de la cooperativa”
En los
primeros contactos establecidos en el terreno, conocí a un grupo de mujeres
trabajadoras (que ahora ya están jubiladas). Todos los días se encuentran en
una cafetería local donde pasan un rato de convivencia. Se fueron conociendo en
momentos y lugares distintos, pero se hace inmediatamente perceptible un rasgo
común entre ellas, que es esta trayectoria de vida ya descrita. Las referencias
al mundo del trabajo son omnipresentes en las conversaciones, no sólo el
trabajo como operarias fabriles, sino todos los trabajos que han desempeñado a
lo largo de sus vidas.
Estas
mujeres se refieren a sus encuentros en la cafetería como “la escuela de la
cooperativa”[14]
en una comparación con la actividad escolar infantil (que muchas de ellas
apenas conocieron), en que existe una obligatoriedad de asistencia diaria y la
necesidad de justificar las faltas. De esta forma, asimismo, justifican su
ausencia del espacio doméstico, situación ésta aún no demasiado bien aceptada,
excepto cuando existe un motivo válido (¡como podría serlo el hecho de acudir a
la escuela con otras compañeras!).
No deja de
ser curioso que, a pesar de la participación militante de muchas de ellas en el
Movimento Democrático de Mulheres
(MDM)[15]
de Baixa da Banheira, que fue una importante escuela en la defensa de sus derechos
de mujeres trabajadores y que también tiene un espacio de reunión, prefieran
ahora encontrarse en el contexto de un grupo igualmente relacionado con su vida
de trabajo, pero más informal. A fin de cuentas, también sus actividades
laborales dependieron de redes informales de contactos y personas conocidas.
Este es un grupo construido a lo largo del tiempo (diferente de un grupo de
antiguas obreras de una misma fábrica), a medida de los sucesivos encuentros,
simpatías, complicidades y experiencias compartidas.
Antes de la
emigración, residían con sus padres o maridos y no tenían un trabajo
remunerado. Les cabía entonces desempeñar las múltiples tareas domésticas y
también algunas tareas agrícolas, consideradas secundarias en función a los
ingresos que aportaban a la unidad familiar y que, por eso, son entendidas como
auxiliares y no como un verdadero trabajo asalariado. Cuando vienen a la
ciudad, sobre todo las solteras, encuentran trabajo como empleadas domésticas
internas en casas particulares, donde reciben un pequeño salario (complementado
con la alimentación y el alojamiento). En cuanto a las casadas, se instalaron
con sus maridos e hijos y comenzaron por hacer pequeños trabajos en el sector
informal (limpiar en casas particulares, cuidar niños, cocinar para fuera en
ocasiones extraordinarias como fiestas, realizar trabajos de costura para
fuera, etc.), al margen de derechos sociales.
En este
sentido, la entrada en las fábricas textiles constituyó un salto cualitativo en
sus vidas: pasaron a ganar un salario fijo (y más elevado que hasta entonces).
La experiencia como obreras constituyó igualmente un momento importante en la
construcción de su independencia en cuanto que mujeres, alcanzando un nuevo
estatuto: trabajaban fuera de la esfera doméstica, integraban otros grupos de
sociabilidad (con las compañeras de trabajo) y gozaban de los derechos sociales
inherentes a la actividad salarial.
No obstante,
esta situación duró poco tiempo, pues las fábricas textiles de la región fueron
las que primero cerraron. Inmediatamente, estas mujeres quedaron de nuevo
limitadas a la esfera doméstica, volviendo a desempeñar los mismos pequeños
trabajos y constituyendo una verdadera mano de obra clandestina: si,
oficialmente, su estatuto era el de amas de casa que se ocupaban de la familia
y de las tareas del hogar, también desempeñaban otros trabajos, por los que
eran remuneradas, dinamizando e integrando el sector informal en el desempeño
de tareas como niñeras, cocineras, empleadas de limpieza, etc.
De esta
forma, si la mayoría de la población de Baixa da Banheira ha vivido una gran
parte de sus vidas teniendo que hacer frente a la precariedad –al principio,
por su situación de proletarios agrícolas o de pequeños campesinos pobres, y,
más tarde, por la situación de desempleo motivada por la desindustrialización
de la región (tras un período de industrialización tardía, como ya
mencionamos)– son las mujeres quienes constituyen el grupo más afectado por
esta situación.
4. Conclusión
Salvaguardando
las debidas distancias, podríamos considerar que (tal como sugieren Italo Pardo[16]
en relación a las clases populares de la ciudad de Nápoles y Susan Day[17]
respecto a las mujeres prostitutas de la ciudad de Londres) también la
población de Baixa da Banheira constituye la mano de obra ideal en el actual
contexto del mundo del trabajo: flexible y siempre disponible para la
movilidad. Pero, si queremos profundizar el debate, podemos (eso sí) afirmar
que la situación de esta población representa un ejemplo de cómo la
desregulación de los mercados de trabajo viene no sólo a facilitar la
existencia de una mano de obra dócil y disponible, sino que permite también,
una interrelación entre el mundo del trabajo y el desarrollo de un sector
informal de la economía.
Contrariamente
a lo que afirma Appay sobre el sentido positivo de la capacidad movilizadora
del proceso de precarización social
ne génère-t-elle pas des transformations au
sein des familles, une intensification des échanges et des relations, de nouvelles
solidarités, voire de nouvelles formes de résistance? [18]
considerase
que esa dinamización y reactivación de las relaciones sociales y de las
solidaridades puede, también, tener efectos perversos, y que esa resistencia
(en el sentido que le atribuye Scott [1985]) no siempre constituye una
transformación a mejor de la sociedad y puede, incluso, implicar la
conservación de prácticas antiguas.
El caso de
Baixa da Banheira así parece demostrarlo. Para sobrevivir, las personas “hacen
lo que pueden” y como pueden para salvar las dificultades del desempleo y la
precariedad –lo que puede pasar por el recurso a amplia escala a la economía
informal, con todo lo que eso implica (por ejemplo, trabajo familiar o para
amigos y vecinos, impago de impuestos y prestaciones sociales, etc.).
Investigar las prácticas y las conductas de los individuos, así como las
narrativas que estos construyen sobre su vida, en este contexto de adaptación y
resistencia, será el objetivo del trabajo a realizar.
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Recibido: 17/09/2017
Evaluado: 27/10/2017
Versión Final: 26/12/2017
[1] El concepto fue debatido en profundidad en los trabajos llevados
a cabo en el marco de la “Action scientifique fédérative de l’IRESCO”, que
adoptó el trabajo y la salud como indicadores del proceso de precarización
social, y dio como resultado la publicación colectiva titulada “Précarisation
sociale; travail et santé”, bajo la orientación de ambas autoras. Este análisis,
que surgió de la observación de variables que indicaban una aceleración y una
generalización de la precarización económica, suscitando la necesidad de
investigar acerca de sus efectos directos en la vida (laboral y familiar) de
los individuos, ha tenido continuidad en los respectivos trabajos posteriores.
[2] Béatrice Appay et al., Précarisation salariale et
précarisation familiale – rapport finale. París, CNAF-CNRS, 1999
[3] En este sentido, la obra
de Robert Castel (2003) constituye un hito importante en el análisis de la
constitución de la condición salarial y el posterior “effritement de la
condition salariale” (en las palabras de este autor). Este proceso consiste en
una “diversification des formes de contrat de travail qui signifient pour les
salariés une perte des protections et droits attachés au travail” (Beaud y
Cartier, 2006: 567) y trae como consecuencia una segmentación de los
asalariados.
[4] Beaud, Stéphane y Cartier, Marie, “De la précarisation de
l’emploi à la précarisation du travail. La nouvelle condition salariale”; in:
S. Beaud et al., La France invisible. París, La Découverte, 2006,
[5] La mayor parte de los estudios sobre el
reciente fenómeno de la
inmigración hacia los países occidentales se ocupan, sobre todo, del tema de
las identidades culturales y la reconstrucción de identidades, ignorando por
completo la cuestión del trabajo (que siempre es el motivo principal del
desplazamiento de estas personas) Los inmigrantes son vistos por los
antropólogos como minorías étnicas o culturales, y raramente como trabajadores.
[6] Kasmir,
Sharryn y Carbonella, August,
“Dispossession and the anthropology of labor”; in: Critique of
Anthropology, 28 (5), pp. 5-25, 2008. Narotsky , Susana, “The political economy of affects: community,
friendship, and family in the organization of a spanish economic región”; in:
A. Procoli [dir.], Workers and narratives of survival in Europe. The
management of precariousness and the end of the twentieth century, Albany,
State University of New York Press, 2004, pp. 57-79.
[7] Procoli, Angela [dir.], Workers and narratives of survival in Europe. The
management of precariousness and the end of the twentieth century. Albany,
State University of New York Press, 2004
[8] El fenómeno que se produce actualmente se traduce en una
generalización sistemática de las situaciones de desempleo y de subempleo a
todos los sectores del mercado de trabajo y en la posibilidad de que estas
vengan a hacerse dominantes y (sobre todo en los países occidentales
desarrollados) se extiendan a todas las clases sociales. En este sentido, es
bastante justo el comentario de Evelyn Perrin (2006), sobre el contexto laboral
francés actual, cuando recuerda que se trata de un contexto de desmantelamiento
de derechos sociales existentes y, por lo tanto, de una situación de
degradación de la condición salarial que significa, para unos, la pérdida de
derechos adquiridos y, para otros, la imposibilidad de cualquier forma de
movilidad ascendente e incluso de simple estabilidad laboral.
[9]
Cingolani, Patrick, La Précarité.
París, PUF, 2006
[10] En aquella época, Baixa da
Banheira pertenecía al distrito municipal de Alhos Vedros y era una de las
poblaciones del país con mayor densidad de población, lo que la llevó a ser
designada “barrio Shangai”.
[11] Thompson, Edward P., Costumbres en común. Barcelona, Crítica, 1995. Esta noción introduce, como
refiere el autor, la idea de reposición del equilibrio social: grupos con
derechos y deberes, que colocan a unos en relación de subordinación respecto a
los otros y en que los dominados detentan también algunos derechos frente a los
dominantes. La forma como esos derechos de los dominados son ejercidos depende
de las “negociaciones” establecidas entre ambos grupos. Cuando el desequilibrio
se instala en estas relaciones, aumentando las desigualdades y haciendo aún más
frágil la situación de los dominados, surgen reacciones. Estas pueden estar
fuera del marco legal o de la aceptación dominante de la sociedad. El autor
estudió la sociedad campesina feudal y sus concepciones de justicia social,
derechos y obligaciones, reciprocidades, que se traducían en instituciones
sociales inscritas en la vida cotidiana. Nuestra hipótesis es que el
funcionamiento del Estado de bienestar, en las sociedades democráticas
contemporáneas, genera el mismo tipo de ambiciones y aspiraciones entre los
grupos de subordinados. Aunque en un contexto social diferente, también surgen
reacciones que buscan el reequilibrio, cuando las instituciones (en este caso,
del estado social) no funcionan como se espera.
[12] En su obra Weapons of
the weak, Scott (1985) parte de la noción de “economía moral” de Thompson y
nos muestra cómo grupos dominados hacen sentir su “fuerza” a quienes les
dominan, a través de pequeñas acciones de resistencia, que califica de cotidianas.
Estas formas de resistencia se integran en la propia actividad social de los
individuos y pueden surgir encubiertas en las acciones cotidianas de trabajo,
en las relaciones sociales (parentesco, amistad, vecindad), etc.. No se trata,
por lo tanto, de alterar un orden social establecido, como de acciones
defensivas y de supervivencia y que, en el caso en estudio, pueden pasar por el
trabajo clandestino (sin la debida declaración de la renta y el correspondiente
pago de impuestos y prestaciones sociales) para familiares y amigos u otros.
[13]
Fonseca, Inês, Aivados.
Posse da terra, resistência e memoria no Alentejo. Lisboa,
Dinossauro, 2006
[14] La cafetería se encuentra en el primer piso de un edificio donde
(en los años 50) fue fundada una cooperativa de consumo, que sigue funcionando
en la planta baja. De ahí el nombre por el que suele ser designado (“el café de
la cooperativa”), posteriormente transpuesto y adaptado a la designación del
grupo de convivencia.
[15] El MDM nació en 1969, bajo el impulso del Partido Comunista
Portugués. En el contexto de la celebración de las elecciones parlamentarias de
1969, se formaron varias comisiones electorales femeninas, organizadas por el
partido para canalizar diversas vías de oposición al régimen. Una vez
finalizado el período electoral, se decidió crear el MDM, con el objetivo de
organizar las luchas de las mujeres trabajadoras (apartadas de la organización
partidaria clandestina –predominantemente masculina– y de la organización
sindical libre –que a dictadura prohibía). El movimiento desarrolla un trabajo
de combate por mejores salarios para las mujeres y contra el aumento del coste
de la vida, por la igualdad entre mujeres y hombres, por la defensa de los
derechos de las mujeres (igualdad jurídica, derecho al aborto, protección de la
maternidad, etc.).
[16] Procoli, Angela [dir.], Workers and narratives of survival in Europe. The management of precariousness and the end of the twentieth century. Albany, State University of New York Press, 2004.
[17] Procoli, Angela [dir.], Workers and narratives of survival in Europe. The management
of precariousness and the end of the twentieth century. Albany, State
University of New York Press, 2004
[18] Appay, Béatrice et al., Précarisation salariale
et précarisation familiale – rapport finale. París, CNAF-CNRS, 1999, pp. 2.