Reseñas bibliográficas

 

 

Roberto DI STEFANO y José ZANCA (Comps.), Fronteras disputadas: religión, secularización y anticlericalismo en la Argentina (siglos XIX y XX), Buenos Aires, Imago Mundi, 2016, 259 páginas. 

 

 

Un prolífico debate, que lleva más de cuatro décadas entre investigadores europeos y norteamericanos, ha cuestionado la utilidad de las tesis clásicas sobre la secularización que estructuralmente vinculaban la modernidad con  la decadencia religiosa como sí hubiese entre ellas una correspondencia directa. Si bien este debate tuvo una recepción más reciente en el ámbito local, “Fronteras disputadas…” constituye una expresión de su maduración. El presente libro es obra colectiva que ha sido el producto de un diálogo prolongado entre seis historiadores argentinos, especialistas en distintos periodos históricos de la historia nacional y provenientes de diferentes universidades, respecto a la relación histórica entre Estado, religión y sociedad en la Argentina durante el siglo XIX y la mayor parte del XX.

Los trabajos comparten una preocupación temática por explicar los alcances de los procesos de secularización, laicización del estado, romanización del clero y el surgimiento de corrientes clericales y anticlericales, y cómo estas cuestiones se articularon con procesos más generales como la formación de los estados nacionales, centralización internacional de la Iglesia Católica,  la difusión del pensamiento decimonónico europeo, la inmigración, sus variaciones y repercusiones, la formación de una identidad nacional, la crisis de la modernidad, etc. La propuesta de la publicación está centrada en analizar las características del fenómeno religioso en el desarrollo y crisis de la modernidad argentina. Teniendo en cuenta que estos espacios fueron objeto de disputa esto implica definir en cada momento el lugar ocupado por lo religioso en las prácticas sociales, en el ámbito estatal y en las identidades.

El volúmen no es un relato continuado de lo sucedido desde la disolución del régimen colonial hasta comienzos de la década 1970. Cada trabajo utiliza una escala geográfica y temporalmente distinta a los otros, poniendo de relieve las especificidades regionales o locales que el fenómeno tuvo. De conjunto, los cinco trabajos están sólidamente asentados en el terreno de la comprobación empírica, atenta a los matices y sostenida por una base documental abundante y heterógena que incluye prensa nacional y local, debates parlamentarios, legislación, estadísticas y censos, folletos, revistas, informes de la DIPBA, etc.

Actualmente la secularización es entendida como un proceso no lineal y complejo, que puede ser descompuesto analíticamente en una serie de aspectos tales como la decadencia de las prácticas y creencias religiosas, la privatización o relocalización de la religión, diferenciación de esferas seculares. Como afirman Roberto Di Stéfano y José Zanca en la introducción, “el mundo académico –y el argentino no constituye una excepción- ha desarrollado una sensibilidad para <descubrir> las formas que adquiere lo religioso en la sociedad moderna, cada vez más distante de miradas generalistas y teleológicas, lo que ha permitido descubrir matices y texturas antes ignoradas”(XII). En esta línea, se invita a los lectores a pensar el proceso de secularización como una relación cambiante entre cultura y religión, y a preguntarse por sus atributos,  esferas de acción y representantes legítimos en cada momento.

En comparación con los modelos de laicidad francesa o secularización estaunidense, la separación de la iglesia y Estado en Argentina nunca se concretó. La experiencia argentina también se ubica del lado del “debe” en comparación con otros casos latinoamericanos, como el mexicano, el brasilero o el uruguayo. El libro reconstruye el vínculo entre el Estado argentino y la Iglesia Católica, abandonando la perspectiva de que se trató de un proceso inconcluso y que los episodios conflictivos hubiesen sido obstáculos para su concreción. Así, la “tibieza” del proceso de laicización argentino se explica a partir de las características que asumió la formación paralela de las dos instituciones en la cual intervinieron múltiples actores cuya reconstrucción es minuciosa. Como se puntualiza, el objetivo político de “civilizar la barbarie” no colocaba a la Iglesia entre los enemigos a combatir, y contrariamente en su idea de civilización “la religión y la educación no dejaron nunca de constituir elementos primordiales” (XVIII). No sin dificultades y con la oposición de sectores minoritarios, finalmente se forjó una alianza -o pacto- entre ambos poderes que se revalidó con la emergencia de la cuestión social y nacional, observó cambios a partir de los treinta y se resquebrajó en los sesenta.

El otro elemento vertebrador de la presente compilación es el movimiento anticlerical cuyas  mutaciones en la primera mitad del siglo XIX acompañaron los ritmos y formas de la ruptura del consenso católico y, más adelante, el pacto laico. Los trabajos indagan en las definiciones y la construcción de identidades, las variaciones en el sentido y en la composición de los distintos alineamientos de los colectivos clerical y anticlerical. En ese sentido, se examinan las fronteras entre unos y otros, la pertinencia del uso de las categorías “católicos” y/o “liberales”; la masoneria y el significado de su expulsión; el uso de la expresión ultraliberal, la repercusión del origen étnico, la adscripción política o del género en estos sujetos colectivos. Estos interrogantes se desarrollan poniendo a prueba las autodefiniciones de los sujetos a partir de su posición entorno a lo religioso y teniendo en cuenta la posible superposición de identidades. En esta perspectiva, resultará auspicioso el diálogo con los estudios sobre las culturas políticas de izquierda y, en particular, con los del socialismo ya que éste fue un actor destacado de la agenda anticlerical.

Los capítulos del libro están ordenados cronológicamente. En el primero, los investigadores rosarinos Ignacio Martínez y Diego Mauro abordan la configuración del Estado e Iglesia Católica y analizan sus relaciones durante el siglo XIX a partir de las posiciones relativas de cada una para imponerse mutuamente espacios y funciones. Los autores hacen una descripción de las distintas posturas existentes entre los actores sociales en torno al ejercicio del patronato por parte de los que dirigían y contruían el Estado, al tipo de vínculo que debía establecerse entre la religión católica y el Estado y por último, sobre el grado de apertura religiosa y la posibilidad que otros cultos hiciesen una práctica pública. A lo largo del siglo hubo momentos conflictivos, de confluencia o otros en los que prevaleció cierta ambigüedad normativa, Mauro y Martínez las engloban en dos etapas: la primera en la cual se desarrolló el declive del régimen de cristiandad (1820-1962) señalando momentos de apertura de la diversidad religiosa y el surgimiento de las posiciones ultramontas en el clero; y la segunda etapa, en la que primaron los conflictos por el ejercicio del patronato (1862-1899), atributo del Estado que aparece asociado a la soberanía y al sostenimiento material de la iglesia.

En el siguiente capítulo, Roberto Di Stéfano dirige su atención al Estado de Buenos Aires durante los diez años en que la provincia estuvo escindida del resto del territorio (1952-1962). En sintonía con la periodización precedente, el especialista en historia de la Iglesia y del anticlericalismo desimonónico analiza la dinámica de las relaciones y conflictos entre clericales y anticlericales que derivaron en el final de la década en la ruptura del consenso católico. El autor aborda las condiciones particulares en que se desenvolvió la vida eclesíastica post-rosista -un florecimiento de la Iglesia católica observable en la construcción de templos, en el aumento de los presupuestos anuales de culto, en creación de un seminario para la formación del clero y el surgimiento del primer periódico confesional- y las concepciones que defineron y enfrentaron a clericales y anticlericales para explicar los cambios en la dinámica una vez que Mariano Escalada se asienta en el obispado porteño. En su opinión, el fortalecimiento y radicalización de un discurso antijesuita decididamente anticatólico, se tradujo en un cambio cualitativo en la relación entre Iglesia y sociedad.

El tercer capítulo está centrado en una serie de protestas y movimientos anticlericales que ocurrieron en el contexto del Centenario. Martin O. Castro quien como estudioso de la historia política argentina ha prestado una atención particular al lugar del catolicismo y sus notables en el escenario político, analiza aquí la dinámica interna y la repercusión nacional de una serie de movilizaciones organizadas en la provincia de Buenos Aires a raiz de episodios de violencia que involucraron a miembros de la iglesia católica de las localidades de San Isidro y Zárate. En una segunda parte, el trabajo aborda la presencia de una corriente de oposición a la presencia de algunos notables católicos en espacios clave del gobierno nacional que se expresó en la prensa y en el terreno parlamentario. El autor sostiene que ambos sectores se enfrentaron en una guerra cultural en la cual los valores y las prácticas colectivas constitutivas de la vida moderna estuvieron en disputa. En su opinión, la acción de anticlericales y católicos tuvo una dinámica propia pero no alteró el encuadre institucional alcanzado entre la iglesia y Estado a fines del siglo XIX.

Vinculado al anterior, el cuarto capítulo reconstruye las disputas por el espacio público entre católicos y anticlericales en el Territorio Nacional de La Pampa. Oriunda de esa provincia, Ana Maria T. Rodríguez reconstruye dicha confrontación en una sociedad que define como cualitativamente distinta –“nueva” o “en formación”- puesto que por su reciente reocupación había nacido fuera del consenso católico. Allí, la construcción de una sociedad católica constituía un desafío que fue consignado a la congregación salesiana entre 1896 y 1936. La acción misionera salesiana fue contestada por diversos grupos que, a su turno y a su manera, se opusieron a tales pretenciones. El artículo repone las prácticas y discursos de masones, maestros normales, comisiones de festejos, asociaciones de inmigrantes, librepensadores y socialistas para aislar, obstaculizar y desplazar al catolicismo de los espacios públicos y simbólicos. A pesar de las dificultades iniciales, la influencia católica creció a través de la contribución de las autoridades provinciales y sobretodo, de su lugar en la educación de la población.

En el último capitulo José Zanca, especialista en el catolicismo del siglo XX, indaga en los cambios procesados en las creencias y prácticas religiosas durante los años sesenta. El autor analiza las demandas religiosas en una década en la cual el auge científico, tecnológico y de las expectativas desarrollistas coexistió con una alta circulación de ideas que, rechazando el racionalismo modernista y reivindicando lo irracional, primitivo, saberes alternativos, etc., socavaban la legitimidad de la ciencia, del Estado, de las iglesias. Zanca sostiene que la declinación de la autoridad religiosa, no implicó la desaparición de la demanda religiosa sino su modificación. Inicialmente reconstruye estas mutaciones fuera de las Iglesias institucionalizadas a través de las revistas de circulación masiva y en el elevado consumo de publicaciones como Planeta y su competidora Janus, reconstruye las repercusiones  de la visita de Lanza de Vasto y la apropiación de su proyecto contracultural, la emergencia de Silo y el siloismo. Finalmente, analiza las variaciones en la Iglesia Católica, particularmente, la emergencia de distintos modelos de sacerdocio y la tendencia hacia su desacralización.

En síntesis, este libro está inserto en un campo activo que ha venido repensado los cambios de la religión y lo religioso en los entramados sociales. Estas cuestiones son abordadas en contextos concretos y en vinculación a los procesos más generales con los que colisionaron a lo largo del siglo XIX y XX. Debe ser leído también  por aquellos interesados en el variopinto movimiento anticlerical ya que da cuenta de su configuración, características y peso relativo en el largo plazo. Por último, hace su mayor aporte al exhibir la riqueza de la exploración regional, dejando planteada su continuidad e integración a través de estudios articulados en clave comparativa.

 

                                          Sabrina Asquini

Instituto de historia argentina y americana Dr. Emilio Ravignani,

Universidad de Buenos Aires,

 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

Sabrina.asquini@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Adriana VALOBRA y Mercedes YUSTA (eds.), Queridas camaradas. Historias iberoamericanas de mujeres comunistas, Buenos Aires, Miño y Dávila, 2017, 300 páginas.

 

 

Queridas camaradas comprende una serie de artículos que apunta a explicar y comprender la incorporación de las mujeres a la actividad política comunista en algunos países de Iberoamérica durante el siglo XX. El libro cuenta con doce capítulos, de diferentes autoras, que describen los procesos de conformación de los movimientos de mujeres comunistas en sus espacios nacionales y, a su vez, problematizan sobre un cúmulo de cuestiones comunes.

En primer lugar, cabe destacar que estos relatos reflexionan sobre la relación de dependencia (o no) de los movimientos de mujeres con los Partidos Comunistas, en tanto influyen en la estructuración partidaria, al tiempo que son estrategias de los partidos para vehiculizar la capacidad movilizadora de las mujeres. Conjuntamente, los artículos indagan acerca del vínculo de los movimientos de mujeres con el antifascismo, a lo cual se suman interrogantes sobre los aportes transnacionales de los múltiples movimientos de mujeres.

Además, los artículos reflexionan sobre las contradicciones que supone una perspectiva maternalista de estos movimientos de mujeres y analizan sus tensiones respecto del rol tradicional de la mujer y la ampliación de este en función del activismo y la participación política.

Si bien cada capítulo posee autora/s diferentes, desde las primeras páginas se evidencia que el material es producto de un trabajo colectivo. Las diferencias metodológicas se presentan en función de los alcances de investigaciones anteriores, puesto que, el desarrollo de la problemática de las mujeres comunistas siempre ha sido marginado por las academias, a excepción de las militantes de España, México y Argentina, quienes han recibido cierta atención. No obstante, todos los trabajos se sustentan en fuentes que podrían dividirse en tres grupos: el primero conformado por  publicaciones que funcionaron como órganos de difusión (periódicos, voceros, revistas y boletines); el segundo consta de los archivos personales: documentos de conferencias, congresos o reuniones de circulación nacional o internacional que, a la vez que explicitan balances, programas y planes de acción, permiten rastrear redes de mujeres comunistas desde una perspectiva transnacional; y el tercer grupo, son las fuentes que proporcionan los textos partidarios: dado que el acceso a periódicos impulsados por mujeres es limitado, algunas autoras recurren a la prensa partidaria y a documentos oficiales de los partidos comunistas, cuyo contenido permite vislumbrar cuál es el lugar que ocupan los problemas de las mujeres en la agenda política de los comunistas.

En el primer artículo, Fransisca de Haan rastrea la presencia de la Federación Democrática Internacional de Mujeres [FDIM] en el contexto de la Guerra Fría y se propone desandar las interpretaciones según las cuales la Federación es una organización controlada por la Unión Soviética que resulta poco trascendente en la lucha por los derechos de la mujer. El estudio se centra en la importancia del activismo de las mujeres latinoamericanas de izquierda y su relación bidireccional con la FDIM. La autora sostiene que el activismo latinoamericano de las mujeres comunistas nace previamente a la fundación del FDIM, pero reconoce un punto de inflexión en la medida en que promovió nuevas experiencias.

Mercedes Yusta, en el segundo capítulo, procura dar cuenta de una historia colectiva que supere el estudio de las acciones de las figuras femeninas reconocidas, como Pasionaria, y lo logra con una periodización que le permite avizorar de los cambios de estrategias y las reconfiguraciones del movimiento de mujeres españolas. La periodización se organiza gracias a la creación del Secretariado Femenino en la década del veinte, la organización del antifascismo y, además, durante el gobierno franquista, el exilio en distintos lugares del globo —principalmente en la Unión Soviética y México— donde se verifica la reorganización y formación de movimientos de mujeres antifascistas en consonancia con la política de la Internacional Comunista.

Los dos siguientes capítulos —el primero de Adriana María Valobra y el segundo de Hildete Pereira de Melo y Cintia Rodrigues— corresponden a las historias de las comunistas de Argentina y Brasil, respectivamente, dando cuenta de la existencia de una agenda propia para los casos nacionales, más allá de los acuerdos programáticos que se alcanzan internacionalmente. Presentan a modo de ejemplo la adopción de estrategias, ya sea para actuar en frente de masas antes del VII Congreso de la Internacional Comunista, como aquellas que se dan a partir de la transnacionalización de las organizaciones de mujeres y los esfuerzos (muchas veces limitados) por desmontar la estructura de género tradicional. Tanto el caso argentino como el brasilero se centran en el análisis de las prácticas políticas en la clandestinidad intermitente; sin embargo, esto no impidió la formación de la Unión de Mujeres de la Argentina y de la Federación de Mujeres de Brasil, cuya existencia no significa necesariamente que las temáticas femeninas tengan un lugar privilegiado en la agenda de los Partidos Comunistas en todo el período. La postergación del tratamiento de los problemas específicos de las mujeres, en función de aquello que las direcciones partidarias consideraban más urgente, son objeto de ambos capítulos.

En el quinto artículo se relata la trayectoria de la Unión Femenina del Paraguay durante los años treinta. Su autora, Lorena Soler, le otorga centralidad al contexto nacionalista de la Guerra del Chaco y reconstruye el protagonismo de las mujeres en el marco de movilización popular que confirió una presencia más marcada del sujeto femenino comunista. El capítulo abarca un período breve analizando el vocero Por la Mujer, a partir del cual aporta algunas reflexiones sobre las premisas morales y las contradicciones que supone la proyección de una imagen de la mujer hegemonizada por su vínculo con la familia y la maternidad.

La vehemencia del llamado a las mujeres en tanto madres, es también una preocupación central del sexto capítulo, en el cual Eugenia Rodríguez Sáenz explica la práctica de “maternidad social” de las mujeres del Partido Comunista de Costa Rica, no como un rol conservador asignado a la mujer, sino como la forma por la cual las mujeres se constituyen como sujetos políticos, es decir, desafiando la concepción tradicional de maternidad. En este caso, la historia de las mujeres de Costa Rica —como en la mayoría de los países de Centroamérica—  es la historia de las estrategias para mantener en vigencia sus proyectos y programas en un contexto represivo.

En el capítulo siguiente, Verónica Oikión Solano estudia la ambigüedad del Partido Comunista Mexicano [PCM] respecto de la organización de las mujeres: mientras eran llamadas a organizarse, eran estigmatizadas. Este artículo estudia la influencia que las comunistas tuvieron en el movimiento de mujeres que, en este caso, es independiente del Partido Comunista. Esta singularidad es explicada a partir del contexto de institucionalización de la Revolución Mexicana y las relaciones del PCM con el Partido de la Revolución Mexicana, que cambia hacia la década del cuarenta con la creación del Bloque Nacional de Mujeres Revolucionarias y, luego, de la Unión Democrática de Mujeres Mexicanas. El dilema que se presenta tiene que ver más con las tensiones entre el partido y las demandas propias de las mujeres, que con los discursos maternalistas.

En el artículo dedicado a Guatemala, se evidencia el problema de la escasez de fuentes y la intangibilidad del legado de las primeras comunistas. Para la reconstrucción del relato, Anamaría Cofiño Kepfer realiza un esfuerzo que requiere una particular sensibilidad, logrando recuperar algunos elementos significativos de los procesos en las que las mujeres tienen centralidad: la lucha por los derechos de las mujeres en el caso guatemalteco está emparentado con la lucha por la democracia y la emancipación.

Michelle Chase, cuyo artículo conforma el noveno capítulo de Queridas camaradas, analiza de modo general la organización de mujeres cubanas, miembro de la FDIM, en tanto motorizadoras de la conquista de derechos de las mujeres tras la Revolución de 1959. Asimismo, la autora estudia la Federación Democrática de Mujeres Cubanas en las dos décadas previas al triunfo de la Revolución, con el objetivo de desmontar las hipótesis que apuntan a considerar a 1959 como el origen de la lucha de las mujeres en Cuba.

Ana Laura de Giorgi examina las trayectorias de las mujeres uruguayas entre 1941 y 1973, indagando los límites y oportunidades que, en las diferentes coyunturas, el Partido Comunista de Uruguay propuso a las mujeres y las estrategias que las comunistas uruguayas se dieron frente a estas habilitaciones. Este artículo llega hasta la década del setenta y rastrea los cambios incipientes que se dan dentro de las agendas de los movimientos de mujeres enunciando las tensiones y encuentros que se prolongaron entre las jóvenes feministas y las mujeres comunistas de la FDIM durante los años siguientes.

Laura Balbuena relata cómo las mujeres del Partido Comunista del Perú se ven relegadas de los puestos de liderazgo, al mismo tiempo que la lucha por sus derechos es marginal o inexistente en la agenda política de la organización. En este artículo, la facción del PCP, Sendero Luminoso, se presenta como una excepción puesto que muchas mujeres tuvieron responsabilidades importantes, no obstante, la autora sostiene que las mujeres senderistas no logran introducir un discurso femenino al Partido.

El último capítulo —a cargo de Sandra McGee Deutsch— toma transversalmente los casos nacionales a partir de algunos de los ejes que se han destacado. La preocupación central de artículo es la represión del movimiento de mujeres comunistas en América Latina, pero también se detiene en las relaciones de los movimientos con el antifascismo y el feminismo. Reflexiona, además, sobre las relaciones entre mujeres y hombres, y la reacción de estos últimos frente a los problemas específicos del sector femenino.

Queridas camaradas investiga historias marginadas que, al materializarse en este libro, manifiestan su importancia para el movimiento comunista iberoamericano. El libro logra traspasar las fronteras nacionales y poner en valor la participación de las mujeres otorgando centralidad a las luchas femeninas que han sido sistemáticamente olvidadas por la historiografía androcéntrica. A su vez, la mirada crítica sobre la cultura comunista patriarcal y la subordinación de la agenda de las mujeres, cuya emancipación sería una consecuencia mecánica de la emancipación del proletariado, es un desafío que da lugar a una doble operación de sentido: la resignificación de los sujetos sociales marginados en el pasado y la reflexión sobre su escritura.

 

 

Victoria Bona

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

vickibona@gmail.com