Historiografía y jóvenes: la conversión de la juventud en objeto de estudio historiográfico[1]

 

Historiography and young people: the transformation of youth in an historiographical topic

 

 

Sandra Souto Kustrín

Departamento de Historia Moderna y Contemporánea,

Instituto de Historia,

Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Madrid).

sandra.souto@cchs.csic.es

 

Resumen

El objetivo de este artículo es analizar los diferentes hitos en la evolución de la historia de los jóvenes, su vinculación con los sucesos históricos internacionales y con el desarrollo de la historiografía entendida como “la ciencia que estudia la historia”. Se tratan las influencias de las diferentes corrientes historiográficas que se desarrollaron en el siglo XX, mostrando que el crecimiento de las investigaciones sobre la historia de la juventud no ha estado solo vinculado a la propia historia de los jóvenes sino también, y de forma muy importante, a los cambios en la misma historiografía. Finalmente, se destaca el auge actual de la historia sobre la juventud, la importancia de la comparación como metodología adecuada para el estudio de las temáticas relacionadas con aquella, y el papel que pueden tener estas investigaciones en una historiografía que defiende volver a la “vieja” idea de Eric Hobsbawm de definir la historia social como historia de la sociedad.

 

Palabras clave

Juventud; historiografía; método comparativo; historia social; historia de la juventud

 

Abstract

The aim of this article is to analyse the several milestones in the evolution of the history of youth. Its relation to historic international events and to the development of the historiography, understood as “the science that studies history”, are considered. The article addresses the influence of the various historiographical schools developed during the 20th century. It shows that the increase in the investigations on the history of youth has not only been linked to young people’s own history, but also, and very significantly, to the changes in the historiography itself. Finally, it outlines the current boom in the history of youth, the importance of the comparison as an appropriate methodology for the study of the subjects related with that history, and the role these researches can have in a historiography that defends the return to the "old" Eric Hobsbawm's idea of defining social history as the history of society.

 

Keywords

Youth; historiography; comparative method; social history; youth history

Introducción: jóvenes y ciencias sociales

 

La conformación de la juventud como grupo social fue un proceso socio-cultural e histórico que hunde sus raíces en la modernización producida desde finales del siglo XVIII en el mundo occidental y, posteriormente, en otros ámbitos geográficos. Influyeron en su desarrollo, entre otros factores, la concentración de la población en las ciudades, la regulación del acceso al mercado laboral y de las condiciones de trabajo de niños y adolescentes, el establecimiento de la educación obligatoria, la formación de “ejércitos nacionales” a través del servicio militar obligatorio, la regulación del derecho de voto, la creación de sistemas judiciales específicos para los jóvenes delincuentes o los diversos cambios culturales provocados por la modernización. El desarrollo de la juventud como sujeto autónomo llevó, especialmente desde el siglo XIX, a la formación de organizaciones y movimientos juveniles tanto de forma autónoma como creados por los adultos, dado que la interrelación entre ambos grupos de edad es compleja. Sin embargo, la conformación de la juventud como grupo social no se produjo de forma homogénea no solo en los distintos países, sino tampoco entre los diversos sectores sociales: fue en primer lugar un fenómeno occidental, de clases medias y altas, urbano y masculino. Todo esto explica que, especialmente desde mediados del siglo XIX, se produjeran reflexiones “académicas” sobre la juventud, que alcanzaron un gran desarrollo en el periodo comprendido entre las dos guerras mundiales. Aparecieron nuevos conceptos como “delincuencia juvenil” o “adolescencia”, iniciándose la distinción entre adolescentes y jóvenes adultos y pronto se empezó a hablar de “conflicto generacional” y “cuestión juvenil”.[2]

Estos estudios, elaborados por pedagogos, sociólogos, psicólogos o trabajadores sociales, no tenían carácter historiográfico sino que buscaban hacer frente a los nuevos problemas presentes en la sociedad, mientras que, bajo la influencia del positivismo historicista, representado por Leopold von Ranke, la escuela metódico documental estableció durante el siglo XIX unas reglas y preceptos metodológicos que fijaron la ortodoxia historiográfica dominante, al menos, hasta la Primera Guerra Mundial. Era una historiografía -entendida como disciplina que estudia la historia- que ponía el énfasis en la individualidad y singularidad de los fenómenos históricos y se centraba en los acontecimientos, la actividad de los gobiernos y las grandes personalidades: una historia política, narrativa que rechazaba las generalizaciones pero que aportó un cambio metodológico que destacaba por la utilización rigurosa de métodos críticos para interpretar los documentos.[3]

La Primera Guerra Mundial creó una generación nueva en Europa. El mismo concepto de generación se popularizó a partir del final de la Gran Guerra, cuando en Alemania la idea de generación se equiparó a la de juventud y se produjo la primera gran oleada de movilización juvenil de la historia europea.[4] Hubo en ese periodo algunos intentos de definiciones socio-culturales de la juventud,[5] pero predominó una visión psicológica que había tenido su primer exponente en la obra de Stanley Hall, quien introdujo el concepto de adolescencia en el ámbito académico. Así, la juventud se definió principalmente en función de procesos biológicos y como un periodo de la vida caracterizado por un estado de confusión interna e incertidumbre, comúnmente expresado en conductas egoístas, crueles o criminales.[6]

Los estudios sobre la cada vez más importante problemática juvenil se hicieron más abundantes a lo largo del periodo de entreguerras y en muchos casos fueron encargados por gobiernos e instituciones académicas y políticas nacionales e internacionales.[7] En 1934, la Asociación de Sociología de Estados Unidos organizó una conferencia en la Universidad de Yale para analizar la investigación sobre la juventud, considerando que ésta última estaba creando en dicho país una cultura propia. En 1937 el mismo gobierno norteamericano encargó y publicó un estudio sobre la juventud en el mundo.[8] Hubo también un interés creciente por el asociacionismo juvenil, que aumentó con la aparición de formas de encuadramiento de la juventud por parte del Estado, como las que se llevaron a cabo en la Italia fascista, la Rusia soviética y la Alemania nazi.[9]  La Segunda Guerra Mundial y los primeros años de la posguerra mostraron que la principal preocupación eran los jóvenes alemanes, probablemente porque Alemania era uno de los países europeos en que el asociacionismo juvenil había alcanzado un mayor desarrollo en el periodo de entreguerras, porque los jóvenes habían sido socializados en las organizaciones nazis más tiempo que los italianos en sus equivalentes juveniles fascistas y por la mayor importancia política y militar de Alemania.[10] En este contexto, surgieron los que quizá podamos considerar primeros estudios historiográficos sobre los movimientos juveniles.[11] Y quizá también por esta importancia del asociacionismo juvenil y de la participación política de los jóvenes en Alemania, una de las primeras obras historiográficas que realizaba un amplio análisis de la juventud se centró en este país.[12]

También en el periodo de entreguerras se inició una importante renovación historiográfica sobre la base de la metodología prestada por otras ciencias sociales, principalmente la sociología, la economía y la antropología. Esta renovación se consagró en la segunda postguerra, a partir de la escuela francesa de Annales, la historiografía marxista británica y la historia económica cuantitativista norteamericana. Entre 1960 y 1980 se produjo un periodo de expansión y esplendor de una historia social que se caracterizó por el rechazo del acontecimiento, la explicación causal frente a la interpretación, el predominio de la estructura, el centro en los grupos sociales frente a los individuos y el uso de variables fundamentalmente económicas y sociales más que culturales o políticas. Sin embargo, prácticamente ninguna de las tres grandes corrientes de la historia social del periodo - la historiografía analista, la historiografía marxista británica y la historia social norteamericana- tuvieron entre sus objetos de estudio a los jóvenes, a pesar de que la última se caracterizó por analizar los hechos sociales en relación funcional con el equilibrio social, investigando temas variados. Annales priorizó la larga duración, representada por la geohistoria de Fernand Braudel en su El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe II, publicado por primera vez en 1949. Era una historia “inmóvil” en que el cambio y la ruptura no eran importantes, la política pasaba a un muy segundo plano y el papel del sujeto –individual o colectivo- era escaso. La tradición marxista británica, por el contrario, reservó un lugar a la acción humana y no perdió de vista que las relaciones sociales, en cuanto suponen de dominación y subordinación, son siempre políticas. Mantuvo unas premisas teóricas flexibles, sensibles a las complejas interacciones entre lo económico, lo social, lo político y lo cultural, un gusto por el empirismo y un discurso narrativo, pero le costó abandonar el centro marxista en las clases, aunque de sus aledaños surgirían los primeros estudios importantes sobre la juventud desde una perspectiva histórica.[13]

 

Los jóvenes entran en la historiografía académica

 

La movilización juvenil de los años sesenta del siglo XX y los intentos de explicación de ésta, llevaron al desarrollo de análisis históricos sobre la juventud.[14] Con escasas excepciones, estos análisis se relacionaban con las visiones psicológicas existentes en el periodo de entreguerras, retomadas por las teorías funcionalistas dominantes en las ciencias sociales en las décadas centrales del siglo XX, y que conectaban con las teorías psicosociológicas sobre los conflictos sociales en auge: la juventud se consideraba un momento en que las personas están en tensión entre los valores particulares de la familia y los valores universales de la sociedad. Así, su participación en los conflictos solo podía ser producto de la anomia -de una desviación o ruptura de las normas sociales-, o de disfunciones psicológicas de los individuos provocadas por la edad.[15]

Pero los conflictos relacionados con el mayo de 1968 también influyeron, junto con la crisis internacional de los años 70 y el agotamiento del modelo de desarrollo posbélico, en el desarrollo de una crisis de confianza en los modelos deterministas y en el cuestionamiento de muchos de los presupuestos vigentes en la historiografía en las décadas anteriores - lo que, siguiendo a Thomas Kuhn, se llamó crisis de los grandes paradigmas-, y se empezó a situar a los jóvenes en el debate historiográfico. La historia de la juventud como grupo de edad y como grupo social, por tanto, ha pasado a ser sujeto de la investigación historiográfica desde hace relativamente poco tiempo, en lo que ha influido no solo la consolidación de los jóvenes como grupo social y su creciente importancia sociopolítica, sino también el desarrollo de la historiografía.

Las críticas al rechazo de la política en la historia social clásica y el desarrollo de la sociología histórica frente al funcionalismo parsoniano, fundamentalmente ahistórico, hicieron que se iniciase una llamada “nueva historia política”, que se centró en el concepto de poder, buscó insertar los factores políticos en los fenómenos sociales y destacó la importancia de la relación recíproca entre los centros de gobierno y las instituciones y la política del hombre de la calle.[16]

La historia social se volvió cada vez más política y la historia política cada vez más social. Surgieron la historia de la vida cotidiana alemana, los History Workshop británicos, la historia de las mentalidades de la llamada tercera generación de Annales o la microhistoria. Todas estas corrientes ampliaron las perspectivas analíticas, los métodos y los temas de investigación de la historia social, que recuperó al sujeto y desarrolló un especial énfasis en el análisis del sentido y la acción simbólica, abriendo un diálogo variado con otras ciencias sociales y dando lugar a un sinnúmero de parcelas temáticas.  La historia social clásica tendía a las variables sociológicas cuantificables en un ámbito geográfico nacional o plurinacional y a la búsqueda de explicaciones mediante el establecimiento de regularidades causales, mientras que esta nueva historia social prefería las variables culturales y el marco local y explicar interpretando significados. Se intentaba integrar el conjunto de las divisiones presentes en una sociedad lo que, junto con el análisis de sus construcciones y discursos culturales, permitió también interesarse por contradicciones sociales importantes pero orilladas desde la antigua perspectiva de clase del norte industrializado –como las diferencias étnicas, religiosas o de edad- y ha llevado a defender globalizar una historia que se construyó de forma eurocéntrica, provincializando la historia europea.[17]

Siguiendo esta evolución, en un primer momento los análisis sobre la juventud en el periodo anterior a la Segunda Guerra Mundial se centraron en las organizaciones juveniles, e igual que se investigaba a partidos políticos o sindicatos, se analizaba a aquellas desde una perspectiva tradicional, descriptiva e institucional, como muestran el origen de las investigaciones sobre la juventud británica en la organización de los Boy Scouts -estudios que se destacaban ya en los años setenta-, o los primeros análisis franceses sobre las variadas formas de encuadramiento de la juventud en la Francia de Vichy.[18]

Es significativo que uno de los primeros intentos de realizar una historia de los jóvenes más amplia estuviera coordinado por uno de los teorizadores de la microhistoria,  Giovanni Levi.[19] La obra que coeditó considera a los jóvenes a partir de criterios biológicos y de los límites actuales de los grupos de edad, aunque algunas de las contribuciones incluidas muestran la falta de un concepto para designar la edad adulta en las primeras etapas de la historia, o que la idea de juventud como etapa de formación solo es aplicable a los miembros de la nobleza en la Edad Media y en gran parte de la Edad Moderna. Otra muestra de la influencia del desarrollo de la historiografía en la investigación sobre la juventud es que uno de los primeros estudios comprensivos sobre ésta fue el que publicó el historiador austríaco Michael Mitterauer al que Georg Iggers incluye, junto con Jürgen Kocka y Hans-Ulrich Wehler, en lo que llama “ciencia social histórica”, en la que la clase ocupa un lugar decisivo, pero se destacan otros elementos como la etnia o la religión y se tienen muy presentes en la delimitación de todos estos grupos sociales la cultura, las formas de vida y los comportamientos. Esta “ciencia social histórica” forma parte de la historia social alemana, que siempre ha permanecido unida al análisis de los sistemas políticos y del poder y a las relaciones de dominación y subordinación, aunque también ha tenido siempre poca influencia académica por la fuerza del historicismo en ese país.[20]

En el ámbito británico, fueron importantes para el desarrollo de los estudios sobre los jóvenes los análisis de las culturas juveniles británicas de la segunda posguerra realizados desde el Centre for Contemporary Cultural Studies (1964-2002), creado por William Hoggart en Birmingham y origen de los estudios culturales. La llamada Escuela de Birmingham destacó por la defensa de la interdisciplinariedad y por una perspectiva gramsciana –dentro de una gran variedad teórica- que rechazaba la dependencia de la infraestructura económica y partía de conceptos como hegemonía, resistencia o dominación. Defendía la necesidad de tener en cuenta, junto al concepto de clase, el género, la raza y la edad, y pasar de un análisis centrado en los intelectuales y/o las culturas nacionales a las culturas de los grupos sociales, especialmente de las clases populares, estudiando cómo estas culturas expresan desde rechazo a adhesión al orden social existente. Conectaba, por tanto, con la perspectiva cultural de la historiografía marxista británica, en concreto con los trabajos de E.P. Thompson, que colaboró en los comienzos de este centro. La Escuela de Birmingham introdujo conceptos como los de subcultura y contracultura juveniles o pánico moral. Aunque sus formulaciones de estos conceptos no han estado exentos de críticas y/o matizaciones, sus “esfuerzos interdisciplinares” llevaron al desarrollo de “la historia de la juventud y la infancia”[21] y, a partir de estas perspectivas, la juventud pasó a ser objeto de estudio historiográfico en primer lugar de manos de una historia social que amplió su campo de estudio a diferentes grupos y movimientos sociales y, después, desde las diferentes perspectivas de la historia socio-cultural o de la nueva historia cultural.

 

La historia de los jóvenes en una historiografía fragmentada

 

Los cambios en la política mundial a partir de 1989 dieron más fuerza a la sensación de crisis de la historiografía, en la que adquirió una gran influencia el llamado pensamiento posmoderno -el postestructuralismo, la teoría crítica o el llamado “giro lingüístico”, representados por la lingüística deconstruccionista de Jacques Derrida o la antropología cultural y simbólica de Clifford Geertz-, que también impregnó a los llamados cultural studies. Esto es especialmente cierto sobre los estudios culturales norteamericanos que se caracterizan por un gran eclecticismo temático, teórico y metodológico. [22]

La “condición postmoderna” se basa en la negación de que el pensamiento racionalista de la modernidad conduzca inevitablemente al progreso humano y en la importancia concedida al lenguaje, y, por tanto, al discurso: el giro lingüístico considera que el lenguaje humano es el definidor de la realidad. El análisis del lenguaje llevó al análisis del discurso y a la consideración de la escritura de la historia como una forma de este último: para el pensamiento posmodernista la realidad no existe más allá del lenguaje. Frente a la documentación, los datos y la misma realidad, se defiende el predominio absoluto de la interpretación. Lo destacable en una obra histórica sería su carácter estético: contar una “buena historia” y contarla bien.[23]

Las limitaciones de los discursos más radicales del postmodernismo parecen claras. Existe una gran diferencia entre “una teoría que niega a la exposición histórica todo derecho a considerarse a sí misma como realista y una historiografía que es plenamente consciente de la complejidad del conocimiento histórico” pero que “parte del supuesto de que los hombres reales tuvieron pensamientos y sentimientos reales, los cuales condujeron a acciones reales que pueden ser reconocidas y expuestas históricamente”: “La historia es un arte que no inventa, sino que organiza objets trouvés”, la materia prima sobre la que se basan los relatos históricos “son hechos verificables, a través de pruebas “materiales” que requieren unos procedimientos metodológicos.[24]

Sin embargo, el reto postmoderno ha favorecido una mayor reflexión sobre la relación entre los textos históricos y el contexto en que se elaboraron: la realidad material influye siempre en los discursos y representaciones y el lenguaje no es una construcción abstracta sino un artefacto histórico-social que sólo adquiere sentido en determinados contextos. Para el tema que nos ocupa, por ejemplo, todavía en el siglo XVI en Francia había solo tres edades del hombre: infancia, juventud y vejez. La juventud significaba la plenitud de la vida, con lo que no había espacio para su concepción actual y menos para la adolescencia. El concepto de infancia incluía a la actual adolescencia y recién a partir del siglo XVII (y solo entre las clases altas) la niñez adquirió su sentido moderno, mientras que la adolescencia se empezó a intuir en el siglo XVIII.[25]

A la vez, el mismo lenguaje juega un papel importante tanto en el mantenimiento de las relaciones sociales y de poder como en los planteamientos de resistencia o de cambio de éstas, como han mostrado, por ejemplo, los estudios sobre las mujeres. El concepto de discurso ha sido también un medio de acercarse más a la compleja realidad histórica, y no precisamente para negarla, como muestra la historia de los conceptos de Reinhart Koselleck.[26]

Así, en las últimas décadas del siglo pasado la historia en general se volvió más cultural, en un llamado giro cultural presente en todas las ciencias sociales. Se desarrolló una historia cultural (ya no social) de la política que estudia las representaciones, símbolos y discursos de la acción y la actividad política, tanto de la elite como de las capas populares, y una historia social que prioriza el mundo de las representaciones, las subjetividades e identidades. Se dejó de lado una historia social de la cultura para adentrarse en otra del simbolismo cultural y de los momentos privados de los individuos, como la sexualidad, los desórdenes mentales, el dolor o el placer, pasando, en palabras de Roger Chartier, de la historia social de la cultura a la historia cultural de lo social.[27] Se ha producido una gran ampliación del concepto de cultura hasta el punto de que se podría decir que no hay más acuerdo sobre lo que constituye la historia cultural que sobre lo que constituye la cultura: arte, cultura material, escrita y oral, mentalidades, valores y actitudes, tradiciones, imaginarios colectivos, memoria… Se destacó, además, su autonomía: la cultura sería capaz de resistir las presiones sociales y hasta de conformar la realidad, con el debate de fondo sobre la primacía de lo cultural o mental frente a lo material o del individuo frente al colectivo.[28]

En el campo de los estudios sobre la juventud, la inclusión de los aspectos culturales ha llevado al desarrollo de temáticas más amplias y variadas, como el trabajo, la educación, la familia y la posición de los jóvenes en ésta, las formas de independizarse, la delincuencia o el ocio. Del estudio de la movilización juvenil más estructurada se ha pasado a analizar sus formas más difusas o el papel de las bandas juveniles, mostrando, como se dijo ya en 1986 en el mundo anglosajón, un “saludable pluralismo de aproximaciones e interpretaciones”, desde las psicológicas a las socioculturales, pasando por el estudio de la juventud como transición en el ciclo de la vida y el análisis de las instituciones sociales y las políticas públicas dirigidas a la juventud y a sus problemas, reales o supuestos.[29]

La educación de la juventud y la experiencia juvenil son vistas como centrales para la construccion de las “identidades del siglo xx”, ya sea de género, clase o nación, y para el proceso de crecimiento y maduración. En estos análisis se incluyen la infancia y la juventud como muestra, por una parte, de la lenta y difícil delimitación histórica entre niños y jóvenes – los procesos de definición y delimitación de la niñez y de la juventud estuvieron estrechamente interrelacionados- y, por otra, de la conceptualización del tránsito a la edad adulta en términos de una gran variedad de caminos en función de diferentes elementos demográficos, sociales, económicos, culturales o políticos -es decir, históricos y no solo psicológicos- que afectan a las relaciones entre los jóvenes también en función de variables como la clase, la raza o el género. Más recientemente, se ha añadido la relación entre juventud y sexualidad, como muestran los estudios sobre las campañas de las clases medias para elevar la edad de consentimiento de las mujeres que han analizado las relaciones entre los discursos médicos, legales y populares.[30]

En los orígenes de la historiografía sobre la juventud, las mujeres jóvenes recibieron “una atención insuficiente” y los estudios sobre los jóvenes tendieron a centrarse en los hombres. Fue principalmente desde la historia de las mujeres desde la que se iniciaron los análisis de la situación, muy diferente, de la mujer joven: hasta finales del siglo XIX los conceptos relacionados con los grupos de edad eran distintos según los géneros, los cambios provocados por la transición al trabajo remunerado en las relaciones entre trabajo adolescente y adulto variaron entre hombres y mujeres y las diferencias en el acceso a la educación fueron importantes y se mantuvieron durante un largo periodo. Así, los women studies anglosajones han elaborado una perspectiva propia sobre la juventud, enfatizando la influencia del género, la familia y la sexualidad en las experiencias de los jóvenes, aunque, como en todo fenómeno social, las cuestiones derivadas del género se combinan con otros constreñimientos y oportunidades del momento histórico como la religión o la clase. [31]

En el ámbito europeo se han desarrollado numerosas investigaciones sobre el surgimiento y desarrollo de la juventud como grupo social, sus características socio-culturales o las diferentes culturas juveniles surgidas desde finales del siglo XIX en algunos países y, especialmente en el periodo de entreguerras, en todo el continente, o sus formas de organización y su participación en la conflictividad social y política. Alemania sigue siendo, junto con el Reino Unido, el país sobre el que hay más investigaciones, pero los estudios sobre los jóvenes han alcanzado un gran desarrollo en países como Francia e Italia. En España, la ampliación temática de la historia social no ha llevado, salvo muy escasas excepciones, a incluir la edad en sus estudios, y la temática juvenil sigue todavía muy vinculada al estudio de su participación política, tratan principalmente sobre algunas organizaciones concretas y, en muchos casos, son historias tradicionales que hacen hincapié en su organización y en la evolución de sus posiciones ideológicas y, cuando se analizan aspectos relacionados, como la familia o el género, apenas se trata específicamente la cuestión juvenil, aunque en algunos casos hasta se indique en el título.[32]

Al igual que ha sucedido en el conjunto de la historiografía, la ampliación de temáticas y metodologías sobre la problemática juvenil se ha hecho sin acabar con los temas tradicionales y abundan las obras sobre la Juventud Hitleriana o los Boy Scouts británicos, pero no existen estudios detallados sobre las organizaciones juveniles obreras italianas, los análisis sobre las organizaciones juveniles francesas de la primera mitad del siglo XX se concentran principalmente en la Francia de Vichy o escasean los trabajos sobre la Internacional Juvenil Socialista o la Comunista.

Las nuevas perspectivas de análisis –trabajo, familia, ocio, delincuencia, movilización, protesta…- generalmente no se integran entre sí y faltan obras de síntesis. Los análisis comparativos entre los diferentes países europeos son más que escasos y en los libros colectivos o monográficos publicados en revistas no hay análisis comparativos, sino estudios independientes sobre distintos países.[33]

 

La historia de la sociedad y la historia de los jóvenes

 

En los inicios del siglo XXI se ha producido una reacción contra los “excesos del culturalismo”, incluso desde quienes lo cultivaron, en un ambiente de cansancio de la atención hegemónica a la cultura que parece general a todas las ciencias sociales. Se reconoce que a la disolución de la aspiración totalizadora de la historia social le han seguido las lógicas de totalización de las nuevas formas de historia cultural “que pueden ser igualmente exageradas”. Así, algunos historiadores hablan de que el giro lingüístico ha dado lugar a un giro histórico.[34]

Se ha propuesto un enfoque historiográfico que permita una aproximación entre las perspectivas sociales y culturales y que combine la atención a la estructura y al significado, buscando un nuevo y difícil equilibrio entre estructura y procesos sociales, por una parte, y acciones, experiencias y percepciones– tanto individuales como colectivas-, por otra, entre el cómo y el porqué. Sobre todo, se pretende intentar evitar volver a crear corsés prefabricados que dejen fuera elementos que condicionaron y condicionan la acción de los individuos y colectivos y, por tanto, la historia. [35]

Se tiende a considerar fundamentales para el desarrollo futuro de la historia los conceptos de experiencia, práctica y construcción social de la realidad. Los comportamientos sociales se explicarían por la percepción que los actores tienen de la realidad y de problemas objetivos y por los significados que le atribuyen, en un proceso que se define, siguiendo a Anthony Giddens, como “recursivo”: las prácticas y actividades humanas son continuamente recreadas por los actores sociales a través de los mecanismos mediante los que se expresan, en un proceso de deconstrucción y reconstrucción que deja una cierta libertad al ser humano a través de lo que se define como “acción creativa”.  Geoff Eley defiende reiterar la importancia de la historia social en el sentido principal por el cual Hobsbawm se pronunció en su célebre ensayo de 1971: como historia de la sociedad.[36]

En este contexto, la historia de los jóvenes se presenta como un campo muy prometedor para la historiografía contemporánea no sólo como sujeto de estudio en sí mismo sino como campo de análisis y de explicación de las distintas facetas de la realidad social en su conjunto, que podría analizar, entre otros temas, los siguientes:

- el uso de las categorías sociales de adolescencia y juventud, su aparición y evolución con el significado actual en diferentes idiomas, en relación con la conformación de la juventud como grupo social con sus diferencias temporales, geográficas (incluidas las diferencias entre el mundo urbano y el rural), de clase o género, y que no debe perder de vista la influencia de las otras diferenciaciones presentes en la sociedad.

- La evolución de la composición, distribución espacial, nivel educativo y participación en el mercado laboral de los jóvenes, los cambios que se produjeron en aquellos y la influencia de las diversas legislaciones que los regularon en algunos casos.

-  Las diferentes ideas y concepciones de la juventud presentes en los distintos sectores sociales, políticos y culturales y la de los mismos jóvenes sobre ellos,  su relación –o no- con la realidad y cómo influyeron en las políticas elaboradas por poderes públicos e instituciones sociales y políticas dirigidas a los jóvenes y el carácter de estas políticas (regulación de sus formas de ocio, su participación en la política, el papel del servicio militar obligatorio o el tratamiento de la delincuencia juvenil), que incluyeron la creación de servicios e instituciones concretos.

-  Los espacios de socialización de la juventud y las diferentes culturas juveniles, las formas y tipos de ocio dirigido hacia los jóvenes y cómo estos podían influir en la generación de consenso o conflicto en torno a diferentes políticas, ideologías o religiones y en la inclusión o exclusión social de la gente joven.

- El surgimiento y desarrollo de las diferentes organizaciones juveniles (estudiantiles, recreativas, culturales, religiosas, políticas…), los objetivos que se planteaban, su papel en la sociedad y las relaciones que se establecieron entre ellas, incluyendo las relaciones entre movimientos juveniles de diferentes países y las desarrolladas en instituciones y actividades internacionales (internacionales juveniles políticas, jamborees de los scouts, asambleas de la juventud católica...), que se iniciaron mucho antes de la llamada globalización.

Un estudio de este carácter requiere de la utilización de una metodología comparativa, especialmente de la comparación que se realiza entre sociedades vecinas y contemporáneas. Como ya defendió Marc Bloch en 1928, la comparación “quizá sea también el futuro de nuestra ciencia”. El historiador francés propuso entonces un programa de historia comparada de las sociedades europeas, partiendo de que hay procesos históricos que tienen un carácter internacional - como el desarrollo de la juventud y de los movimientos juveniles y los mismos factores que lo permitieron- lo que da lugar a similitudes y diferencias entre distintos países.[37]

Esto no implica negar los peligros de la comparación, empezando por las dificultades de un conocimiento concreto de cada uno de los contextos que se comparan, la hipergeneralización a partir de grandes modelos o categorías preestablecidas, la realización de analogías superficiales o el anacronismo. Como ya dijo el mismo Marc Bloch, “la comparación no presenta ningún valor si, de hecho, no se basa en estudios detallados, críticos y sólidamente documentados”, tras una definición clara de lo que es comparable. Para el fundador de la Escuela de Annales, el método comparativo permitiría explicar los fenómenos históricos, revelar los auténticos resortes de las semejanzas, explicar supervivencias, investigar las influencias recíprocas y generalizar fenómenos de fuerte recurrencia histórica y con posibilidades de delimitación suficiente.[38]

El método comparativo ha dado ya importantes frutos en la historiografía contemporaneísta y, como dice Chris Lorenz, el establecimiento de semejanzas y diferencias entre fenómenos similares de distintos países es también un procedimiento adecuado para evitar establecer características particulares nacionales o locales empíricamente injustificadas.[39]

Como conclusión, se puede decir que la historia de la juventud como grupo de edad y, por tanto, como grupo social, ha pasado a ser sujeto de la investigación historiográfica desde hace relativamente poco tiempo. Sin embargo, a pesar de que –o, quizá, a la vez que- esta investigación ha tenido un desarrollo desigual en los distintos países del entorno occidental, se ha conformado en algunos como un ámbito de creciente importancia de la historia social y cultural en sus diversas variantes. Ya en el año 2007 se planteó que el estudio de la juventud y de los conceptos asociados a ella había pasado a ser central en la historia social occidental. Probablemente no se pueda considerar que llevará a “la emergencia de una nueva disciplina”, como se dijo al año siguiente, pero estamos lejos de la época en que se afirmaba que las culturas juveniles habían aparecido, casi súbitamente, a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial y que la primera oleada de movilización juvenil se produjo en torno a los diferentes mayos de 1968. Por el contrario, ahora se dice que “la edad dorada de la juventud, con sus aspectos positivos y negativos, no comenzó en los años cincuenta, sino (…) en los treinta y primeros cuarenta” y terminó durante la crisis económica de los setenta.[40]

 

 

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Recibido: 20/11/2017

Evaluado: 15/12/2018

Versión Final: 20/01/2018

 



[1] Este trabajo ha sido posible gracias al proyecto CSIC 201510I026, Hacia una historia comparada de la juventud en la Edad Contemporánea y al proyecto HAR2015-65115-P, La violencia política de 1936 y el 18 de julio como punto de ruptura. Un análisis micro.

[2] Sandra Souto Kustrín. “Juventud, teoría e historia: la formación de un sujeto social y de un objeto de análisis”. Historia Actual Online, nº. 13. Cádiz, 2007, pp. 171-192. Ejemplos en Mary Carpenter. Juvenile Delinquents: Their Condition and treatment. Londres, W. and F.G. Cash, 1853; Karl Mannheim. “El problema de las generaciones”. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, nº. 62. Madrid, 1993, pp. 193-242 (or. 1928); y Levi D. Gresh. “Britain Tackled the Youth Problem. The Journal of Educational Sociology, vol. 13, nº. 6. 1940, pp. 360-364.

[3] Julio Aróstegui. La investigación histórica. Teoría y método. Barcelona, Crítica, 1995, pp. 23-27 y pp. 98-101.

[4] Olivier Galland. Sociologie de la jeunesse. L’entrée dans la vie. París, Armand Colin, 2007, p. 104; Sandra Souto Kustrín. “<<El mundo ha llegado a ser consciente de su juventud como nunca antes>>: Juventud y movilización política en la Europa de entreguerras”. Mélanges de la Casa de Velázquez. vol. 34-1. Madrid, 2004, pp. 179-215; y “Jóvenes, marxistas y revolucionarios” en Manuel Álvarez Tardío y Fernando del Rey Reguillo, (dirs.). Políticas del odio. Violencia y crisis de las democracias en el mundo de entreguerras. Madrid, Tecnos, 2017, pp. 115-165.

[5] Margaret Mead. Coming of age in Samoa. A psychological study of primitive youth for western civilisation. Nueva York, W. Morrow & Company, 1928 y Eduard Spranger. Psicología de la edad juvenil. Madrid, Revista de Occidente, 1929.

[6] G. Stanley Hall. Adolescence: its psychology and its relations to physiology, anthropology, sociology, sex, crime, religion and education. Londres, Sidney Appleton, 1904.

[7] Véase, por ejemplo, Frederic M. Thrasher. The Gang: a study of 1313 gangs in Chicago. Chicago, The University of Chicago Press, 1927; Vv. Aa. Bildung und freizeit. Berichte und bilder aus der deutschen jugendpfledge und jugendbewegung/Education and leisure. Reports and pictures of German Youth Welfare and the Youth Movement. Berlín, Reichsausschuss der Deutschen Jugendverbände, 1929; Bureau International d’Education. Les periódiques pour la Jeunesse. Ginebra, 1936; Société des Nations. Commission consultative des questions sociales. Le cinema recreatif et la jeunesse. Ginebra, 1938; Oficina Internacional del Trabajo. La Organización Internacional del Trabajo y los Problemas de la Juventud. Ginebra, 1938; Arthur E. Morgan. The Needs of Youth: a Report Made to King George's Jubilee Trust Fund. Londres-Nueva York-Toronto, Oxford University Press, 1939; Xavier de Lignac. La France attend sa jeunesse. Enquête sur la France qui vient. París, Plon, 1938.

[8] Graham Murdock y Robin McCron.  “Youth and Class: The career of a confusion”, en Geoff Mungham y Geoff Pearson, (eds.). Working class youth culture. Londres, Henley-on-Thames y Boston, Routledge y Kegan Paul, 1976, pp. 10-26, p. 11. Walter T. Winslow. Youth. A World Problem. A Study in World Perspective of Youth Conditions, Movements and programs. Washington, Government Printing Office, 1937.

[9] Issac L. Kandel. The Making of Nazis. Nueva York, Teachers College, Columbia University, 1935; Edward J. Kunzer. “The Youth of Nazi German”. The Journal of Educational Sociology, vol. 11, nº. 6. 1938, pp. 342-350.

[10] Vera Franke, (ed.). Youth of Germany. A lost Generation? Nueva York, American Association for a Democratic Germany, 1945; Henry J. Kellermann. The present status of German youth. Washington, U.S. Printing Office, 1946; Henry Berr. Problèmes d’avenir. Le mal de la jeunesse allemande. París, Editions Albin Michel,1946.

[11] Fritz Borinski y Werner Milch. Jugendbewegung: the story of German youth, 1896-1933. Londres, German Educational Reconstruction, 1945; Hans Ebeling. The German youth movement: its past and future. Londres, The New Europe Publishing Co., 1945.

[12] Walter Z. Laqueur. Young Germany. A history of the German Youth Movement. Nueva York, Basic Books, 1962.

[13] Sobre las diferentes formas de historia social “clásicas” se puede ver Santos Juliá. Historia social/sociología histórica. Madrid, Siglo XXI, 1989 o Julián Casanova. La historia social y los historiadores: ¿Cenicienta o princesa? Barcelona, Crítica, 1991; sobre Annales, François Dosse. La historia en migajas. De <<Annales>> a la <<nueva historia>>. Valencia, Alfons El Magnànim, 1988.

[14] Lewis S. Feuer. The Conflict of generations. The Character and Significance of Student Movements. Londres, Heinemann, 1969; Anthony Esler. Bombs, Beards and Barricades. 150 Years of Youth in Revolt. Nueva York, Stein and Day Publishers,1971; John R. Gillis. Youth and History. Tradition and change in European Age Relations 1770-Present. Nueva York-San Francisco-Londres, Academic Press, 1974.

[15] Sigmund Freud. “La metamorfosis de la pubertad”, en Tres ensayos sobre teoría sexual. Madrid, Alianza, 1990, pp. 72-106 (or. 1905); Talcott Parsons. “Age and sex in the Social Structure of the United States”. American Sociological Review. vol. 7, nº. 5. Menasha (Wis), 1942, pp. 604-616; Sandra Souto Kustrín. “El encuentro entre la sociología y la historia: las teorías de los movimientos sociales y la historiografía española”. Trocadero, nº. 17. Cádiz, 2005, pp. 37-55. Ejemplos y desarrollos de estas teorías con relación a la juventud en Shmuel N. Eisenstadt. From Generation to Generation. New Brunswick y Londres, Transaction Publishers, 2003 (or. 1971) y Erik Erikson. Identidad. Juventud y crisis. Madrid, Taurus,1992 (or. 1978).

[16] René Rémond, (dir.). Pour une histoire politique. París, Seuil, 1998.

[17] Natalie Z. Davis. “Las formas de la historia social”. Historia Social, nº 10. Valencia, 1991, pp. 177-182; Peter Burke. “Obertura: la nueva historia, su pasado y su futuro”, en Ídem, (ed.). Formas de hacer historia. Madrid, Alianza, 1993, p. 11-37; Ranahit Guha. La historia en el término de la historia universal. Barcelona, Crítica, 2003.

[18] C. John Sommerville. “Bibliographic Note: Toward a History of Childhood and Youth. The Journal of Interdisciplinary History. vol. 3, nº. 2. Cambridge (Mass), 1972, pp. 439-447, p. 442. Ejemplos en John Springhall. Youth, Empire and Society British Youth Movements, 1883-1940. Londres-Hamden (Conn.), Croom Helm-Archon Books, 1977 y Vv. Aa. “Vichy et la jeunesse”. Revue d'histoire de la deuxième guerre mondiale, nº. 56. París, 1964.

[19] Sobre la microhistoria, véase Carlo Ginzburg y Carlo Poni. “El nombre y el cómo: intercambio desigual y mercado historiográfico”. Historia Social, nº. 10. Valencia, 1991, pp. 63-70 (or. 1979); Justo Serna y Anaclet Pons. “Formas de hacer microhistoria”, en Miguel Ángel Cabrera y Marie McMahon, (eds.). La situación de la historia. Ensayos de historiografía. La Laguna, Universidad, 2003, pp. 193-214; y Julián Casanova. “Historia local, historia social y microhistoria”, en Ignacio Peiró y Pedro Rújula, (coord.). La historia local en la España contemporánea. Estudios y reflexiones desde Aragón. Barcelona, L’Avenç,1999, pp. 17-28.

[20] Giovanni Levi y Jean-Claude Schmitt, (eds.). Historia de los jóvenes, 2 vol. Madrid, Taurus, 1996; Michael Mitterauer. A history of youth. Oxford, Basil Blackwell, 1992 (or. 1986). Georg Iggers. La Ciencia Histórica en el siglo XX. Las tendencias actuales. Barcelona, Idea Universitaria, 1998, pp. 62-72.

[21] Edward P. Thompson. The making of the English Working Class. Londres, Victor Gollanz, 1963. Estudios sobre la juventud realizados por miembros de la Escuela de Birmingham en Stuart Hall y Tony Jefferson, (eds.). Resistance through Rituals. Youth subcultures in post-war Britain. Londres, Hutchinson & Co. Publishers, 1976; Stanley Cohen. Folk Devils and Moral Panics. The creation of the Mods and Rockers. Oxford, Martin Robertson, 1980 (or. 1972). Dick Hebdige. Subculture: the meaning of style. Londres, Methuen, 1979. Trabajos historiográficos muy influidos por esta escuela a la vez que presentan matizaciones y críticas en Geofrey Pearson. Hooligan: A History of Respectable Fears. Londres y Basingstoke, The Macmillan Press Ltd., 1983; Stephen Humphries. Hooligans or Rebels? An Oral History of Working-Class Childhood and Youth, 1889-1939. Oxford, Basil Blackwell, 1981; John Springhall. Coming of age: adolescence in Britain, 1860-1960. Dublín, Gill and Macmillan, 1986 y Youth, popular culture and moral panics: penny gaffs to gangsta-rap, 1830-1996. Nueva York, St. Martin’s Press, 1998. La cita en Geoff Eley. Una línea torcida. De la historia cultural a la historia de la sociedad. Valencia, PUV, 2008, pp. 85-86.

[22] Véase Armand Mattelart y Érik Neveu. Introducción a los estudios culturales. Barcelona, Paidós, 2004; y Miguel Ángel del Arco Blanco. “Un paso más allá de la historia cultural: los cultural studies”, en Teresa María Ortega López, (ed.). Por una historia global. El debate historiográfico en los últimos tiempos. Granada-Zaragoza, Prensas Universitarias, 2008, pp. 259-289.

[23] Se toma como referencias a Paul Ricoeur. Tiempo y narración. Madrid, Cristiandad, 1987; Hayden White. Metahistoria. La imaginación histórica en la Europa del siglo XIX. México, FCE, 1992; y Hans Gadamer. Verdad y método. Salamanca, Sígueme,1997.

[24] Las citas, en Georg Iggers. La Ciencia Histórica…. Op. Cit., p. 97, y Eric J. Hobsbawm. “El historiador entre la búsqueda de lo universal y la búsqueda de la identidad”. Historia Social, nº. 25. Valencia, 1996, pp. 81-90, p. 86. Véase también Julián Casanova. “Los límites de la objetividad y el desafío posmodernista”, en Carlos Forcadell, (ed.). Razones de historiador. Magisterio y presencia de Juan José Carreras. Zaragoza, Institución Fernando El Católico, 2009, pp. 323-334.

[25] Philippe Ariés. El niño y la vida familiar en el Antiguo Régimen. Madrid, Taurus, 1987 (or. 1973), pp. 46-52. Los problemas de los usos en el pasado de los términos relacionados con la juventud en el inglés, en John Springhall. Coming of age Op.  Cit., pp. 13-14.

[26] Isabel Burdiel y María Cruz Romeo.  Historia y lenguaje: la vuelta al relato dos décadas después. Hispania, vol LVI, nº. 192. Madrid, 1996, pp. 333-346 ; Ciro F. Cardoso. “Combatiendo la arrogancia epistemológica: algunos caminos que se podrían recorrer”. Edad Media, Revista de historia, nº. 9, Valladolid, 2008, pp. 105-128; Reinhart Koselleck. “Historia de los conceptos y conceptos de historia”. Ayer, nº. 53. Madrid, 2004, pp. 27-45. 

[27] Roger Chartier.  “El mundo como representación”. Historia Social, nº. 10. Valencia, 1991, pp. 163-175 (or. 1989) y “De la historia social de la cultura a la historia cultural de lo social”. Historia Social, nº. 17. Valencia, 1993, pp. 97-103; Lynn Hunt, (ed.). The new cultural history. Berkeley, University of California Press, 1989; Donald R. Kelley. “El giro cultural en la investigación histórica”, en Ignacio Olábarri y Francisco Javier Caspistegui, (eds.). La “nueva” historia cultural: la influencia del postestructuralismo y el auge de la interdisciplinariedad. Madrid, Editorial Complutense, 1996, pp. 35-48; Carlos Forcadell. “La historia social, de la “clase” a la “identidad”, en Elena Hernández Sandoica y Alicia Langa, (eds.). Sobre la historia actual. Entre política y cultura, Madrid, Abada, 2005, pp. 15-35; Justo Serna y Anaclet Pons. La historia cultural, Autores, obras, lugares. Madrid, Akal, 2005.

[28] Gabrielle M. Spiegel. “La historia de la práctica: nuevas tendencias en historia tras el giro lingüístico”. Ayer, nº. 62. Madrid, 2006, pp. 19-50. Peter Burke. “La nueva historia socio-cultural”. Historia Social, nº. 17. Valencia, 1993, pp. 105-114.

[29] Harvey J. Graff. “The History of Childhood and Youth: Beyond Infancy”. History of Education Quarterly, vol. 26, nº. 1. Cambridge, 1986, pp. 95-109, p. 95. Ejemplos en John Neubauer. The Fin-de-Siècle Culture of Adolescence. New Haven, Yale University Press, 1992; Elizabeth Harvey. Youth and the welfare state in Weimar Germany. Oxford-Nueva York, Clarendon Press-Oxford University Press,1993; David Fowler. The first teenagers: the lifestyles of young wage-earners in interwar Britain. Londres, Woburn Press,1995; Pamela Cox y Heather Shore, (eds.). Becoming Delinquent: European Youth, 1650-1950. Aldershot, Ashgate Publishing Limited, 2002; Frans Van Poppel, Michel Oris y James Lee. The Road to independence. Leaving Home in Western and Eastern Societes, 16th-20th Century. Berna, Peter Lang, 2004; Denis Pernot. La jeunesse en discours (1880-1925). Discours social et creation littéraire. París, Honoré Champion, 2007.

[30] Louise A. Jackson. “Youth and Modernity”. Journal of Contemporary History, vol. 42/4. Beverly Hills, CA., 2007, pp. 639-647, la cita en p. 644. Harvey J. Graff. “The History of Childhood…”. Op. Cit.

[31] Harvey J. Graff. “The History of Childhood…”. Op. Cit., la cita en p. 103. Ver también Michael Mitterauer. A history of youth. Op. Cit., pp. 87 y 130. Estudios en Mary Jo Maynes, Birgitte Sǿland y Christina Benninghaus, (eds.). Secret gardens, satanic mills: placing girls in European history, 1750-1960. Bloomington, IN., Indiana University Press, 2005; Selina Todd. Young Women, Work and family in England, 1918- 1950. Oxford, Oxford University Press, 2005. Se habla ya de construcción de la identidad juvenil femenina: Penny Tinkler. Constructing Girlhood: Popular Magazines for Girls Growing up in England, 1920-1950. Londres, Taylor and Francis, 1995.

[32] Mark Roseman, (ed.). Generations in conflict. Youth revolt and generation formation in Germany 1770-1968. Nueva York, Cambrige University Press, 1995; Ludivigny Bantigny, (coord.).Les jeunes, sujets et enjeux politiques. France, XXe. Siècle. Histoire@Politique, Politique, culture, societé, nº. 4. París, 2008; Ivan Jablonka y Ludivigny Bantigny. Jeunesse oblige. Histoire des jeunes en France (XIXe-XXIe siècle). París, PUF, 2009; Patrizia Dogliani, (ed.). Giovani e Generazioni nel Mondo Contemporaneo. La Ricerca storica in Italia. Bolonia, Clueb, 2009; Eduardo González Calleja y Sandra Souto Kustrín. “Juventud y política. Orientación bibliográfica”. Ayer, nº. 59. Madrid, 2005, pp. 283-298; Vv.Aa. “Género, Juventud y Compromiso”. Ayer. nº. 100. Madrid, 2015.

[33] Excepciones a la falta de integración de diferentes temáticas se pueden ver en John Springhall. Coming of age . Op.  Cit.; J. Robert Wegs. Growing up working class: continuity and change among Viennese Youth, 1890-1938. University Park y Londres, The Pennsylvania State University Press, 1989; o Patrizia Dogliani. Storia dei Giovani. Milán, Bruno Mondadori, 2003. Obras colectivas que contienen trabajos por países en Dieter Dowe (ed.). Jugendprotest und Generationenkonflikt in Europa im 20. Jahrhundert. Deutschland, England, Frankreich und Italien im Vergleich. Bonn, Verlag Neue Gesellschaft, 1986; Joël Colton et alii. La jeunesse et ses mouvements. Influence sur l’évolution des sociétés aux XIXe et XXe siècles. París, Centre National de la Recherche Scientifique, 1992; Sandra Souto Kustrín, (coord.). “Ser joven en la Europa de entreguerras: política, cultura y movilización”. Hispania, vol. LXVII, nº. 225. Madrid, 2007.

[34] La cita, en Gabrielle M. Spiegel. “La historia de…. Op. Cit., p. 49. Véase también Geoff Eley. Una línea torcida…. Op. Cit. o Christopher Schmidt-Nowara. “Las plantillas rotas de la historia: ¿Qué viene después del giro lingüístico?”. Historia Social. nº. 63. Valencia, 2009, pp. 169-173.

[35] William Sewell Jr. Logics of History. Chicago, University of Chicago Press, 2005; Geoff Eley: Una línea torcida…. Op. Cit.; Vv. Aa. “De la historia cultural a la historia social”. Historia Social, nº. 69. Valencia 2011, debate sobre Una línea torcida.

[36]Juan Sisinio Pérez Garzón. “Cuestiones sobre historia social. En la estela de Tuñón de Lara”. Cuadernos de Historia Contemporánea, vol. 30. Madrid, 2008, pp. 23-41; Gabrielle M.  Spiegel. “Comentarios sobre Una Línea Torcida”, en Vv. Aa. “De la historia cultural a…. Op. Cit., pp. 107-118; Geoff Eley: Una línea torcida…. Op. Cit., p. 283. Eric J. Hobsbawm. “De la historia social a la historia de la sociedad”. Historia Social, nº. 10. Valencia, 1991, pp. 11-25 (or. 1971).

[37] Marc Bloch. “A favor de una historia comparada de las civilizaciones europeas”, en Ídem. Historia e historiadores. Madrid, Akal, 1999, pp. 113-147 (or. 1928), la cita en p. 114.

[38] Marc Bloch. “A favor….”. Op. Cit., p. 143. Véase también Charles Maier, (ed.). “Estudios de Historia Comparada”. Studia Historica. Historia Contemporánea, vol. X-XI. Salamanca, 1992-1993 o Giovani Sartori. “Compare Why and How. Comparing, Miscomparing and the Comparative Method, en Mattei Dogan and Ali Kazancigil, (eds.). Comparing Nations: Concepts, Strategies, Substance. Oxford (UK)-Cambridge(USA), Blackwell, 1994, pp. 14-34. Es una propuesta de comparación totalmente opuesta a la de la antropología que defiende Marcel Detienne. Comparar lo incomparable, Alegato en favor de una ciencia histórica comparada. Barcelona, Península, 2001.

[39] Charles Maier. La refundación de la Europa burguesa: estabilización en Francia, Alemania e Italia en la década posterior a la I Guerra Mundial. Madrid, Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, 1987; Gregory M. Luebbert. Liberalismo, fascismo o socialdemocracia. Clases sociales y orígenes políticos de los regímenes de la Europa de entreguerras. Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 1997; Chris Lorenz. “Comparative Historiography: Problems and Perspectives”. History and Theory, vol. 38/1. Malden, Mass., 1999, pp. 25-39, p. 36.

[40] Louise A. Jackson. “Youth and Modernity”. Op. Cit., p. 639; Oded Heilbronner. “From a Culture for Youth to a Culture of Youth: Recent Trends in the Historiography of Western Youth Cultures”. Contemporary European History, vol. 17, nº. 4. Cambridge-Nueva York, 2008, pp. 575-591, p. 590.