Las juventudes en la historia Colombiana del siglo XIX y XX
The youths in the Colombian
history of the 19th and 20th century
Carlos Arturo Reina Rodríguez
Universidad Distrital “Francisco José de Caldas” (Bogotá, Colombia)
Resumen
Los estudios
sobre la historia de la juventud en la historia colombiana son escasos. Existe
un aparente desinterés por revisar el pasado de los sectores jóvenes, que
contrasta con los abundantes estudios que desde la sociología y la antropología
y en general las Ciencias Sociales, han hecho sobre las juventudes
contemporáneas, que vinculan temas como las manifestaciones culturales urbanas,
violencia y delincuencia juvenil, desempleo y migración. Este ensayo, tiene
como primer objetivo, mostrar la presencia efectiva de los jóvenes en la
historia colombiana. En segundo lugar,
evidenciar su papel protagónico en la vida social, cultural y política del
país, a través de una línea cronológica que divide el texto entre algunos
referentes en el siglo XIX y otros que se han tomado en el siglo XX. Se trata de mostrar que, en el caso
colombiano, como posiblemente en otros en la región, la presencia de los
jóvenes ha sido importante y que es posible construir una historia cultural y
social a su alrededor.
Palabras clave
Historia; Juventud; Colombia.
Abstract
Studies on the history of youth
in Colombian history are scarce. There is an apparent lack of interest in
reviewing the past of young sectors, which contrasts with the abundant studies
that from sociology and anthropology and in general the Social Sciences have
done on contemporary youth, which link issues such as urban cultural
manifestations, violence and juvenile delinquency, unemployment and migration.
This essay has as its first objective, to show the effective presence of young
people in Colombian history. Secondly, to demonstrate its leading role in the
social, cultural and political life of the country, through a chronological
line that divides the text between some referents in the 19th century and
others that have been taken in the 20th century. It is to show that, in the
case of Colombia, as possibly in others in the region, the presence of young
people has been important and that it is possible to build a cultural and
social history around them.
Keywords
History; Youth; Colombia.
Presentación
Podemos hallar rastros sobre los jóvenes en los
estudios que tienen que ver con aspectos como familia, y población. Sabemos que
estos aportan elementos importantes a la configuración de una historia de los
jóvenes, pero la sola mención no basta para constituirse en una “historia”,
pues no constituyen su objeto de investigación. A esto se suma la dificultad
para ubicar a los jóvenes, sus denominaciones en el tiempo y la forma como
hicieron presencia en la historia del país. Algunas huellas se encuentran en biografías
y autobiografías donde la juventud es señalada como parte importante de las
élites locales o de los partidos políticos. En estos casos, hacemos referencia
a una historia oficial, desde arriba, que revela la existencia una juventud
política, vital y con expectativas de renovación y relevo generacional como en
el caso de los estudiantes hasta mitad del siglo XX. Los otros jóvenes, los de
abajo, no aparecen relacionados más que en historias de la delincuencia, los
datos de los integrantes de los ejércitos en las contiendas o los desocupados.
Esta aproximación general se apoya en la investigación previa y continua
realizada por el autor del texto.[1]
Rastros
de la Juventud en la historia colombiana. El inestable siglo XIX.
El siglo XIX en Colombia se puede dividir conforme
a su organización política, la cual nos sirve como marco referencial para
encontrar esas huellas de la juventud:
Periodo |
Denominación |
Característica
política |
1739-1810 |
Virreinato de la
Nueva Granada. |
Colonia española |
1811-1816 |
Provincias
Unidas de la Nueva Granada |
Centralismo –
Federalismo |
1816-1819 |
Virreinato de la
Nueva Granada |
Colonia española |
1819-1830 |
Gran Colombia |
Unión de
Venezuela, Quito y Nueva granada |
1831-1858 |
Estado de la
Nueva Granada |
Estado centralista |
1858-1863 |
Confederación
Granadina |
Estado Federal |
1863-1886 |
Estados Unidos
de Colombia |
Estado Federal |
1886 en adelante |
República de
Colombia. |
República
Centralista. |
Cuadro No 1. Elaboración del Autor.
Así como cambió varias veces el nombre del país,
también lo hicieron sus referentes geográficos y culturales. La manera como se
vieron así mismas las poblaciones difiere de un momento a otro y esos marcos
políticos y territoriales sirvieron para construir referentes de nación y de
sus ciudadanos. El punto de partida lo
hallamos en el proceso de emancipación que tuvo como preludio a fines del siglo
XVIIII, en las reuniones de varios grupos literarios y sociedades de jóvenes,
hombres y algunas mujeres que se proclamaron como libres, en ciudades como
Tunja y Bogotá. Unos eran peninsulares, otros criollos educados en Europa, y
con acceso a la literatura europea no española, de tal manera que podían
discutir, traducir y divulgar las ideas liberales y revolucionarias derivadas
de las revoluciones francesa y estadounidense.
Gracias a la imprenta, Antonio Nariño hizo la traducción de los Derechos
Universales del Hombre en 1793, la cual inspiró a los jóvenes criollos, a la
búsqueda de mejores condiciones políticas por parte de la metrópoli española.
Estos son los jóvenes a los que el historiador Renán Silva denomina como
“juventud noble del reino”, precursores de la independencia nacional[2].
Como adultos jóvenes, participaron en la
declaración de independencia del 20 de Julio de 1810, así como en la primera
guerra civil entre 1811 y 1814, conocida en la historia del país como “Patria
Boba”. La mayor parte de ellos murieron en esa contienda, motivo por el que
algunos aciertan en denominar a aquellos mártires como pertenecientes a una “generación trágica”. Los demás, fueron
fusilados o condenados a las mazmorras al momento de la reconquista española en
1816: Camilo Torres, Francisco José de Caldas, Antonio Nariño, Francisco
Antonio Zea, Policarpa Salavarrieta. Eran líderes inexpertos en el arte de la
guerra tanto como en el de la política, pero tuvieron el ánimo y la vitalidad
para enfrentar a los españoles y aprovechar las condiciones que se dieron
mientras España era ocupada por los franceses.
Los Ilustrados, formaron parte de ese caudal juvenil que pasó la mayor
parte de su vida en la zozobra al ser declarados insurgentes y enemigos del
gobierno español. No valieron las súplicas ni el reconocimiento de su gran
valor como científicos y pensadores, pues durante la reconquista, algunos
fueron fusilados por órdenes del Virrey Juan Sámano. La guerra se consumó el 7
de agosto de 1819 con el triunfo patriota en la batalla de Boyacá, de tal
manera que el venezolano Simón Bolívar fue nombrado presidente mientras que su
segundo al mando, Francisco de Paula Santander, asumió como vicepresidente a la
edad de 27 años.
En esa batalla se destacó Pedro Pascasio Martínez[3],
quien capturó al comandante de las fuerzas españolas, el general Barreiro, que
al verse acorralado, ofreció al joven una suma de dinero a cambio de su libertad. A pesar de ello, el
soldado lo entregó a las fuerzas patriotas. Gracias a esto fue ascendido a
Sargento. La presencia de menores en la guerra de independencia obedeció a que
las fuerzas revolucionarias echaron mano de todos aquellos que pudieran empuñar
las armas, incluyendo algunas mujeres y negros libertos.
Con la expulsión de los españoles, se dio paso a la
Gran Colombia, que unió a Nueva Granada, Venezuela y Quito. Durante ese periodo (1819-1830), las tropas
granadinas fueron integradas por jóvenes que buscaban una oportunidad para
participar en las gestas libertadoras, y lucharon en los territorios del Perú y
el Alto Perú.
A partir de 1830, apareció una nueva generación de
jóvenes que creció en un país que abandonaba la guerra y se disponía a sanear
sus finanzas para consolidar su unidad. A pesar de ello, el fantasma de la
guerra apareció en 1839 cuando se dio inicio a la llamada “Guerra de los
Supremos”. En ella, los terratenientes de varias regiones del país se opusieron
al gobierno central, cuando este quiso expropiar algunos conventos en el sur
del país. Se presentaron sublevaciones
en todo el territorio, hubo dimisión del presidente José Ignacio Márquez, e
incluso tropas ecuatorianas ingresaron
al país. La guerra terminó en 1842, sin
embargo, una de sus características fue la de emplear como soldados a
campesinos, jornaleros, esclavos y en general, todo hombre, joven y niños
dispuesto a seguir al “Supremo”, o líder regional. Los relatos señalan que
participaron algunas mujeres en ambos bandos, para defender sus posesiones y a
sus hijos. Esta guerra configuró lo que en adelante daría lugar a los partidos
políticos Liberal y Conservador[4].
A su alrededor se constituyeron las llamadas
sociedades democráticas, que, al estilo de otras similares nacidas en países
como Argentina, se fueron constituyendo por todo el país. Fueron, la Sociedad
Filotémica, abiertamente conservadora y la Escuela Republicana, de corte
liberal, las que contuvieron a las juventudes de la época. La mayoría de sus integrantes
eran jóvenes procedentes de sectores aristocráticos, cuyos padres habían
peleado en las guerras de independencia, y aunque los admiraban por tal gesta,
también los consideraban como “viejos” para
administrar los destinos del país.
Afirma Cortés que “Todos ellos, en tiempos del presidente Mosquera
bebieron de las fuentes de la Ilustración y ampliaron su horizonte académico al
conocer los nuevos desarrollos del pensamiento en la Europa decimonónica,
representados en las obras de autores como Lamartine, Blanc, Bentham, Fourier,
Saint-Simon, Comte, Say, Bastiar, Proudhon, Constant, Cabet, y los novelistas
Víctor Hugo y Eugène Sue, entre otros. Una juventud poseedora de una fuerte e
inquieta rebeldía, acompañada de una gran curiosidad por conocer los nuevos
rumbos del pensamiento”[5].
Este proceso se había iniciado gracias a las
reformas educativas impulsadas por
Francisco de Paula Santander en la década de los años 20, cuando
aparecieron las primeras escuelas oficiales y se inició el largo y lento proceso
de alfabetización, que dividió a la
educación en dos grandes niveles: Los que estudiaban en las escuelas y colegios
rurales y los que ingresaban a los grandes colegios de la república, ubicados
generalmente en ciudades como Bogotá. Así apareció una de esas formas a través
de las cuales han sido más visibles los jóvenes: “el estudiante”. Básicamente
se iba a la escuela porque eso daba prestigio, y porque el objetivo era llegar
a los cuadros políticos del país.
Con la
inestabilidad política, y la inauguración de la república federal en 1863, el
país pasó a llamarse “Estados Unidos de Colombia”. Hasta 1885, los liberales
ocuparon el poder, en lo que también se conoce como el periodo del
“Radicalismo”[6].
Entre muchas de sus políticas, iniciaron procesos contra la Iglesia a la cual
expropiaron, expulsando además a los jesuitas del país. Importaron además,
modelos de desarrollo y cambios educativos que llevaron a que en 1876 se
desatara la llamada “Guerra de las Escuelas”, posiblemente la única guerra en el
mundo donde se enfrentaron dos facciones, la mayoría jóvenes estudiantes, por
la implementación de un modelo
pedagógico. Se trataba del modelo pestaloziano, que reemplazaba al de la
pedagogía católica española. La guerra duró dos años.
La guerra inicio en 1876, y enfrentó al gobierno radical de Aquileo
Parra contra el alzamiento en el Estado del Cauca, de tendencia conservadora.
Las causas son múltiples e incluso algunos historiadores las ubican en
políticas o decisiones generadas desde 1850. Durante dos años, se movilizó
buena parte de los hombres en edad para la guerra, e incluso, se vincularon
sectores de jóvenes de colegios prestigiosos, que hasta ese momento se habían
mantenido al margen de las confrontaciones bélicas. Si bien a las Sociedades
Democráticas de mitad del siglo XIX colombiano se habían integrado buen número
de jóvenes, estos pertenecían a las élites políticas y por lo general no se
vinculaban a los conflictos, rara vez tomaban las armas. Lo suyo era la
palabra.
Caso aparte fue la vinculación de manera voluntaria
de buena parte de los jóvenes pertenecientes a los sectores más acomodados, en
la que, posiblemente haya sido su única participación como bloque de clase
social enfrentados políticamente: unos liberales llamados Alcanfores, y otros
conservadores, denominados Mochuelos. Los primeros fueron llamados de esa
manera porque según las crónicas, ―se evaporaban como el alcanfor, al
calor de la batalla[7].
Esta afirmación nace de una descripción mucho más amplia que realizó el
periódico El Alcanfor, después del final de la guerra en el año de 1877 y que
en realidad da cuenta de la muerte de niños y jóvenes, su sacrificio y la gran
pérdida para el país:
La Juventud que ocupaba los claustros de la
Universidad y del Colegio del Rosario, viendo amenazada con aquella revolución
su existencia moral, cerró los libros, voló a los parques en solicitud de
armas, se organizó en Cuerpo, y se presentó en Palacio diciéndole al
Presidente: Aquí estamos: ¡en donde es que se tiene necesidad de nuestro sacrifico!.
El Presidente pudo haberse reído de aquella estudiantada y darles para sus
dulces. Había entre ellos niños de diez años casi del tamaño de la bayoneta de
su Remington. ¡Niños, pichones de héroes! ¡Seguramente aprendieron en el Catón
el secreto de la inmortalidad! …El presidente les dio cuartel y pocos días
después pasó revista de comisario al Batallón ―Libres de Colombia‖.
Un chusco de los muchos que hay entre los enemigos del gobierno, tuvo la
chascada de decir, que al ver desfilar ese Batallón de niños, que se evaporaría
como el alcanfor en el primer momento de peligro. Y la chuscada produjo un
efecto tal, que con el nombre alcanfor se conformaron hasta los mismos soldados
niños que formaban el Batallón candidato para una evaporación próxima. Y el chusco
no fue solamente chusco: fue Profeta; los niños se vaporaron, no ante el
peligro, sino en él: Los cadáveres de más de sesenta de ellos, han quedado en
los páramos de Guasca, en las llanuras de Garrapata, en los bosques de la
Donjuna (sic) y en las cuevas sombrías de Manizales. Los niños enseñaron a
muchos viejos cómo es que se saca provecho de la vida que apenas comenzaban a
conocer: dándola en holocausto a la Patria cuando esta se ve amenazada por los
hombres de las tradiciones, que viven prendidos de un pasado que no tiene ya
derecho a la existencia![8]
Los segundos en contienda, recibieron el nombre de
los Mochuelos, a propósito del nombre de la hacienda donde se reunieron al sur
de Bogotá, aunque en realidad formaron parte del llamado Escuadrón Urdaneta.
Enrique de Narváez describe algunos de esos enfrentamientos, describiendo a los
dos bandos a partir de su gallardía y nobleza, que dista de aquella que
tuvieron los reclutas comunes. Narváez recuerda el vínculo a ese escuadrón con
un tinte de romanticismo y evoca de manera nostálgica algunos momentos de la
vida cotidiana de las juventudes bogotanas al momento de vincularse a las
guerrillas:
De ese modo la juventud de Bogotá, esa ardorosa y
noble juventud que no había tenido hasta entonces otro campo de disputa que la
galantería y la gentileza en los salones de la sociedad; el del ingenio y
espiritualidad en atrayentes círculos sociales; el de la destreza de las
carreras de caballos, en las bulliciosas y alegres cuadrillas con que se
festejaban en las plazas nuestras fiestas patrias, o bien el de la habilidad y
resistencia en la esgrima, la gimnasia, el base ball y otros entretenimientos
análogos, toda esa juventud, repito, participó y se contaminó del entusiasmo
bélico que se había apoderado del país entero, y los que habían sido compañeros
íntimos en esas lides se separaron, sin rencor ni odio, y más bien entre
abrazos de sincero cariño para ir, los unos, a acrecentar las huestes del
gobierno, formando aguerridos batallones, los otros, abandonando ciudad y
hogares, para ir a distantes lugares y en ellos improvisar núcleos de defensa
de la revolución [9].
Durante el siglo XIX, el reclutamiento involucró a
la población joven del país. Al parecer, la mayoría de jóvenes no querían
ingresar a las filas de los ejércitos en contienda, sin embargo eran llevados
en muchos casos, a la fuerza, no contaban con adiestramiento y eran sometidos a
grandes esfuerzos, por lo que el número de desertores era muy alto[10].
Se dice que incluso algunos eran llevados amarrados al combate, mientras otros
eran amenazados con perder a su familia o sus posesiones sino participaban en
las guerras a las que eran convocados. Si existe una forma de ver a la juventud
durante el siglo XIX en Colombia, esta puede ser la de su participación en cualquiera
de las guerras que azotaron su territorio.
La edad fue un aspecto importante. Desde 1819 se
aceptó una edad mínima para el ingreso al ejército nacional de 16 años, pero
esta norma pocas veces se cumplió. Bastaba la firma de los padres para que niños
menores de 10 años se incluyeran en las filas. Ellos prestaban servicio por
cuatro años. El historiador Nelson Ramírez indica que, para el caso del Estado
de Santander ubicado al oriente del país, el Código establecía que serían
vinculados todos los varones mayores de 18 años y hasta los sesenta años.
Comenta que existían dos fuerzas: una que era permanente y otra que era de
reserva. Quedaban excluidos los médicos, los sacerdotes y pastores religiosos,
los practicantes y sirvientes de los establecimientos públicos de beneficencia
y caridad, lo mismo que aquellos que estaban impedidos física o mentalmente,
así como los profesores y empleados públicos entre otros[11].
El gobierno central por lo general manejaba una lista para la incorporación de
reclutas y para eliminar a quienes por cuenta de su fallecimiento o de alguna
incapacidad no debía ser tenido en cuenta. Ante una eventualidad el
reclutamiento forzado era generalizado a pesar de contar con el rechazo de la
población.
En caso de que el reclutamiento operara en un
hombre de una posición reconocida, por lo general, este era nombrado en algún cargo de oficialidad a pesar de carecer
de formación militar. Los grados militares se dieron por los logros reconocidos
en las confrontaciones militares, por órdenes de los altos oficiales, pero no
por el ejercicio de una carrera militar. Apuntó Tomás Rueda Vargas, que ―
“De este año (1860) en adelante la cosecha de Generales ha venido en un aumento
aterrador; cada guerra civil ha dado la suya, siendo de notarse que cada nueva
cosecha es más numerosa y de peor calidad que la anterior”[12]
En algunos casos el ingreso a la vida militar se
hacía gracias a que existía un legado familiar previo. Este es el caso del
general Benjamín Herrera. Él estuvo en contacto desde un principio con la vida
militar dado que su padre también lo había sido. En 1865, a los 15 años de
edad, se presentó voluntariamente a la Guardia Colombiana, nombre con el que el
radicalismo designó al ejército federal. Fue incorporado a la banda del regimiento
y su vocación se expresó en boca de sus compañeros entre ellos Jorge Martínez
Landínez quien señaló que:
Adolescente sentó plaza en la Guardia Colombiana,
en cuyas filas fue muy pronto oficial de guerra, por su valor, espíritu militar
y consagración al estudio del Código Militar, que entonces comprendía todos los
reglamentos de las distintas armas; las Órdenes Generales que sabía de memoria;
y los principios de Derecho de gentes, aprobados por las Convenciones
Internaciones[13].
Jóvenes
y siglo XX
Durante el siglo XX se presentó una transformación demográfica que llevó
a que la población joven aumentara en el país, producto de la disminución de la
mortalidad generada por los distintos procesos de desarrollo, según explica
Parra Sandoval[14]
Coincide además con los estudios que Carmen Elisa Flórez realizó en el año 2000
acerca de las transformaciones sociodemográficas en Colombia durante el siglo
XX, que indican que en 1904 la población de menores de 15 años representaba el
40%, y que esta aumentó a 45% en 1964 y se redujo a 34.5% en 1993. Agrega que
este comportamiento de la población joven implicó una evolución contraria de la
población entre 15 y 64 años cuya participación disminuyó hasta 1964, llegando
a un 52%, y de allí en adelante inició un aumento hasta el 61% en 1993[15].
En el periodo de estudio se observa entonces un ascenso de la población joven
hasta los años 60 y un declive en adelante, que señala que el paso de altos a
bajos niveles de fecundidad y mortalidad ha tenido un impacto demográfico
directo sobre la estructura por edad de la población, la cual tiende a
envejecerla.
El siglo XX, se inició con la contienda de la Guerra de los Mil Días
(1899-1902). El enfrentamiento provocado por los partidos tradicionales, llevó
a que miles de hombres, mujeres y niños fueran sacrificados en pos de las
luchas partidistas. Luego de ello, en 1903, se estableció la Ley 39 que organizó las escuelas y se enfocó en
preparar a los jóvenes para el desarrollo de actividades técnicas, como
estrategia para evitar que se involucraran en futuras contiendas. Al mismo
tiempo se organizó la profesión militar y el gobierno se dio a la tarea de
abrir puestos de trabajo para la reconstrucción del país. La guerra civil provocó entre otras cosas la
pérdida del departamento de Panamá, tras la intervención estadounidense, lo que
creó una conciencia patriótica que no duró mucho.
Este siglo puede ser caracterizado por la presencia de los jóvenes en
varios campos: Como estudiantes, fuerza juvenil dinamizadora de la vida social,
y cultural del país. En 1908, aparecen los primeros movimientos estudiantiles.
En 1909, se convocó al Primer Congreso Gran colombiano de estudiantes, que
vinculó a estudiantes de los antiguos estados que la compusieron: Colombia,
Ecuador y Venezuela. El evento se realizó en 1910, a propósito del primer
centenario de la independencia y de él se desprendió un documento que planteaba
la necesidad de unificar a todos los movimientos estudiantiles del
continente. Se conocieron como la
“Generación del centenario”, criticada por los estudiantes de los años 20,
quienes los consideraban como defensores del legado decimonónico. Estuvo
integrada entre otros por Luis López de Mesa, Tomás Rueda Vargas, José
Eustaquio Rivera, Calixto Torres, Rafael Escallón, Luis Augusto Cuervo, Antonio
Álvarez Lleras, y los futuros pintores Ricardo Gómez Camuzano y Coriolano
Leudo.
Según Agustín Nieto Caballero,
los “centenaristas” tuvieron una influencia francesa y se declararon como una
generación de lectores, formados alrededor de la revista Cultura, la cual solo tuvo curiosamente solo 6 suscriptores[16]. Lo
que los unió fue
En principio la literatura,
porque el eje del grupo fue la revista Cultura, que no se leía o no leíamos
sino nosotros. La revista servía para sacar en limpio lo que escribíamos. Y con
una botella de champaña alcanzó para todos. Los suscriptores eran 6. Pero ahí
proyectamos prácticamente la vida: López de Mesa, sería filósofo, Rivas
historiador, Gustavo Santos, crítico de arte, LENC
(Luis Eduardo Nieto Caballero) periodista y yo educador. [17]
En 1910 se
fundó la Escuela de Bellas Artes de
Medellín. Allí se encontraron
Ricardo Rendón, caricaturista,
Francisco Cano, Félix Mejía Arango, escritor y
caricaturista), Teodomiro Izasa, poeta, pintor
y caricaturista, y Bernardo Martínez Toro, músico y dibujante. En 1913
fueron expulsados de la Escuela de Minas, Jorge Villa Carrasquilla, Escritor,
León de Greiff, escritor y político, Jesús Restrepo Olarte, Poeta, y Gabriel
Uribe Márquez, quien fue excomulgado ese mismo año. Todos se conocieron debido a un
enfrentamiento entre estudiantes simpatizantes del partido liberal y el partido
conservador, en la Plazuela de San Ignacio el 11 de Mayo de 1913 en la ciudad
de Medellín. Los liberales estaban
dirigidos por el joven León de Greiff y los Conservadores por el sacerdote
español Cayetano Sarmiento y por José
Mora Vásquez. Por más de tres horas, los estudiantes se enfrentaron a piedras,
situación que terminó con la
intervención de la policía. Todos tenían en común el hecho de haber sido
expulsados de distintas instituciones educativas, y algunos de haber sido
excomulgados. Declarados lectores de Nietzsche y Baudelaire, la constitución de
su grupo implicó la creación del primer movimiento literario y artístico
modernista de Colombia. De Greiff y Márquez eran colaboradores del periódico
liberal y anticlerical La Fragua.
Afirma Miguel Escobar que:
Otra de las causas de origen del grupo es de orden “geográfico”: a
los estudiantes (o por lo menos muy desaplicados), en vacancia temporal o
permanente, y precoces bohemios metidos en la picaresca local, coinciden en
frecuentar los mismos lugares en busca de copas, tertulia, canciones, billares
y muchachas… de alguna reputación ligera (tanto los lugares como las
muchachas). La lista incluye, el Monserrate, “un centro anexo a la
Universidad”, el Vesubio, junto a la Escuela de Minas, donde ejercía la
virtuosísima la “Guapa”, el Jordán, aun vivisobrante; las sancocherías con
músicos Guanteros y los primeros burdelitos de Lovaina[18].
Con ellos,
se fundó la revista “Panida” en 1915, en Medellín. El grupo
de la revista se había formado un año antes y estuvo conformada en total por 13
jóvenes, límite propuesto por ellos mismos. Tenían entre 18 y 20 años. El 15 de Junio circuló el primer número de la
revista. Las reacciones en Medellín fueron variadas. Unas de júbilo, otras de
crítica y las últimas, por parte del órgano oficial de la curia llamado La Familia Cristiana en el que se vetó
la revista y prohibieron a los jóvenes su lectura. Para Miguel Escobar “los Panidas, más que un grupo, fueron la
primera y lúcida manifestación de una real e historia generación colombiana que
luego se conocería con el nombre de Los Nuevos”[19]. La revista se terminó un año más tarde
debido a que muchos de ellos se radicaron en Bogotá.
“Los
Nuevos” aparecieron a principios de los años 20. Fueron un grupo de
escritores jóvenes, no muy numeroso, que tuvo influencia en los círculos
políticos y culturales de Bogotá y del país. Tres importantes personajes se
vincularon a ellos: León de Greiff, Rafael Maya y Germán Pardo García. Coincidió la irrupción de estas
publicaciones con el desarrollo del movimiento estudiantil, inspirado en el
Movimiento de Córdoba Argentina de 1918 en Argentina. Lideró la formación de la
primera asociación, el estudiante Germán Arciniegas, quien apoyado por el joven
mexicano Carlos Pellicer, dio inicio a las actividades de un estudiantado
organizado a partir de 1920. Escribió Arciniegas que
La juventud o esos raros maestros
que estudiando enseñan. La universidad, como organismo corriente, no estaba
organizada para revisar conceptos: no podía hacer otra cosa que repetir
verdades probadas por el tiempo, ideas antiguas, para llevar la antorcha del
saber de las generaciones pasadas a las que apenas surgían. La universidad
podía lavarse las manos y decir a los Nuevos: lo que viene queda por cuenta de
ustedes. Para revisar conceptos era preciso establecer contactos con la vida:
La universidad no los tenía[20]
La asamblea de estudiantes trató
que la vida estudiantil no se limitara a las clases y a los exámenes, y se
proyectó como una “síntesis de la Patria” de quienes podrían regir el futuro
del país. Aunque fueron criticados, lograron instaurar actividades
extracurriculares y se propusieron abrir cursos gratuitos para los más pobres.
Sin embargo lo más relevante estuvo en la organización del Carnaval
Estudiantil, a modo de los que se realizaban en el mes de Octubre en otras
capitales de América Latina. Durante una semana las calles de Bogotá y
posteriormente de otras ciudades, se tornaban multicolor, con la algarabía, las
comparsas, los desfiles y las actividades de los estudiantes, lo que
trastornaba la cotidianidad y desencadenaba toda suerte de críticas, como la
que señalaron las directivas del Colegio de San Bartolomé: “El señor Julio
Jaramillo amenaza con la expulsión inmediata a aquel que llegara a disfrazarse.
Aún más; los internos serán llevados a Zipaquirá, so pretexto de una excursión,
para que no puedan ni siquiera ver el paseo de las máscaras”[21]
Junto a Los Nuevos aparecieron
otros jóvenes llamados Los Leopardos, integrado por jóvenes conservadores que
en realidad representaban a los sectores más moderados y moralistas del país.
Unos y otros formarían parte de quienes lideraron al país a partir de 1930
cuando se inició la llamada República Liberal (1830-1845), luego de 44 años de
gobiernos conservadores (1886-1930). Es importante anotar la presencia de
mujeres como María Cano, quien impulsó una protesta por losd erechosd e los
trabajadores y se opuso férreamente al reclutamiento de menores de edad en el
país. A la edad de 26 años, María Cano fue distinguida como “flor del trabajo”
y se hizo conocida por el periódico 888
(ocho horas de estudio, ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso), órgano
a través del cual planteó sus posturas políticas. Ella se convirtió en un
referente de la clase obrera, motivo por el cual estuvo detenida en varias
ocasiones, y hoy es ícono de la lucha por los derechos de las mujeres
colombianas. Fue la voz femenina en un mundo donde apenas eran reconocidas como
reinas estudiantiles, a pesar de que no estudiaban en las universidades ni eran
estudiantes.
Ser estudiante reflejó
admiración, esperanza y prevención. La literatura reflejó la cotidianidad del
encanto de las “muchachadas” en distintos momentos. Hernando Téllez, escribió:
El grupo de muchachas venía a
pie, por la ancha avenida. Traían los cabellos al aire, las cabezas altas,
erguidas, cándidamente desafiadoras. Bajo la tela de los trajes, se percibía
elástica y fina la línea de sus cuerpos, la eréctil poma de los senos, el juego
de los músculos. …La juventud acababa de pasar por la calle, bajo la preciosa y
frágil envoltura carnal de la belleza femenina en perfecta sazón: Esas
muchachas simbolizaban fugazmente el triunfo de la vida sobre las asechanzas
del tiempo, del dolor, de la enfermedad, de la debilidad humana[22].
La ropa, representada en el
pantalón corto en el caso de los varones fue un elemento representativo cuando
no se tenía la mayoría de edad que por entonces era a los 21 años. Cuenta
Carlos Villar Borda en 1938 que
Durante un año utilicé un par de Sneakers, unos pantalones bombachos
que llegaban hasta un poco más arriba del tobillo y que eran el último grito de
la moda juvenil muy comunes en Inglaterra. Cuando nos echábamos largos”, expresión coloquial
para indicar el momento en que uno pasaba a usar pantalones largos, si las
posaderas o los codos comenzaban a brillar demasiado, se mandaban voltear donde
un sastre especializado en esta operación y así se les prolongaba la vida por
lo menos un año. El único inconveniente era que el bolsillo del saco para el
pañuelo venía a quedar a la derecha y todo el mundo lo notaba. También era
frecuente teñirlos para darles una nueva existencia. Para los lutos, se teñían
de negro. Desde luego que nunca estrenábamos traje porque siempre eran
“heredados” de parientes cercanos. Mi madre lograba descuentos o becas en los
colegios donde íbamos a estudiar y lograba conseguir los libros de texto[23]
Para muchos jóvenes, estudiar era
un requisito que se fue haciendo necesario y con el tiempo una obligación, lo
que no fue excusa para que se aprovecharan los llamados “tiempos mozos” en la conquista, los juegos, los bailes, y el café.
Algunos lugares se fueron convirtiendo en las nuevas “salas” para conocer señoritas y los muchachos salidos del colegio o
las universidades buscaban los lugares donde establecer vínculos con las
muchachas de otras instituciones. Moreno narra que era el tranvía uno de los
lugares donde se encontraban los enamorados, antes de la aparición de los
modernos autobuses
Los novios deseaban en los paseos
que se ocultara el sol y viniera la lluvia. Los enamorados se sentaban
generalmente en los asientos traseros, y
en de adelante, de doblar, se acomodaba la suegra o la tía de antiparras y
mirada maliciosa. Cuando venía el chaparrón, la cortina de hule apenas lograba
amparar a la pareja y la vieja soportaba, en medio de rabietas, la grosería de
la lluvia. Y entonces el coche se convertía en una alcancía de escombros,
porque dentro de aquella atmósfera artificialmente tibia que funcionaba bajo la
cortina, cubriendo las extremidades de la pareja enamorada, las manos ansiosas
jugaban una partida de fugas y encontrones, en un dulcísimo lenguaje táctil[24]
Los Cafés fueron los lugares obligados
para los estudiantes y aunque eran públicos, un estudiante no podía sentarse en
cualquier mesa sino solo cuando era invitado pues estas eran como oficinas para
las reconocidas figuras de la sociedad bogotana. Estos fueron importantes hasta
la década de los años 50, cuando el aumento de la población estudiantil fue
dejando de lado aquellos lugares donde se escuchaba tango, se jugaba billar y
se tomaba café.
En la década de los 30
aparecieron grupos de jóvenes que se interesaron por los eventos en España y en
general en Europa. Se destacaron las Juventudes Católicas, las Juventudes
Obreras, las juventudes liberales y las Juventudes conservadoras Alzatistas y
Laureanistas, que seguían de cerca el proceso de la guerra civil española y la
apoyaban. También aparecieron nuevos movimientos culturales, esta vez de carácter literario como las del
grupo de Piedra y Cielo, que tomó el nombre de un libro de Juan Ramón Jiménez
publicado en 1919, tuvo un impacto importante en la juventud colombiana pues
marcó una transición hacia nuevas formas de entender la realidad a partir de la
poesía así como de la prosa. La dinámica de las ciudades y los contrastes con
los campos se vio reflejada en las obras de estos escritores que a su vez
fueron los primeros en usar la radio como medio de difusión de la literatura,
en particular en el caso de Gerardo Valencia. La influencia de los Piedra y
Cielo, llegó hasta el punto que visitaron en 1944 el Liceo de Nacional de
Varones en Zipaquirá donde estaba recién
llegado de Barranquilla, Gabriel García Márquez
de 17 años, quien ya había publicado algunos escritos en la revista Juventud, en el Colegio San José de Barranquilla.
En 1937 apareció el movimiento
artístico llamado Escuela Bachué, fundamental para analizar el cambio cultural
de la perspectiva artística que esta vez miró hacia la representación de lo
local. Integrada por jóvenes llegados de París, se opusieron a la reproducción
del arte europeo y propugnaron por un arte propio. Allí se destacó la pintora
Débora Arango con sus obras de desnudo, que fueron consideradas como
irreverentes para aquella época.
Los periódicos y sobre todo las revistas
funcionaron como puntos de encuentros para los escritores jóvenes en varios
momentos de la historia colombiana del siglo XX. Como se indicó antes, en la
década de los años 20, Luis López de Mesa había fundado con Agustín Nieto Caballero la revista Cultura.
Germán Arciniegas publicó Universidad. León de Greiff Panida,
Alberto Lleras Camargo Los Nuevos, y en los años 30 y 40, la Revista
de Indias dirigida también por León de Greiff; la revista Pan, cuyo
director era Enrique Uribe White en los años 40 y Mito en los años 50
creada por Jorge Gaitán Durán, además de Estrategia de Estanislao Zuleta
y Mario Arrubla. En adelante se abrieron espacios para revistas académicas,
donde su razón de ser, estuvo supeditada
a la vinculación a centros académicos
como las universidades. A través de la
revista Mito, se articularon las generaciones de las décadas del 40 y el 50 con las de los años 60.
Fue allí donde Gonzalo Arango publicó por primera
vez sus escritos. El principal exponente del nadaísmo cerró la última
edición de la revista Mito en 1962, lo cual resultó tener un carácter simbólico
frente a la transición generacional de los nuevos escritores. El movimiento
nadaísta estuvo integrado por Gonzalo Arango, Amílcar Osorio (Amílcar U), Jaime
Jaramillo Escobar (x-504), Eduardo Escobar J. Mario Arbeláez (J. Mario), Elmo
Valencia, Humberto Navarro, Diego León Giraldo, Darío Lemus, Jaime Espinel,
Alberto Escobar, Jorge Orlan y Moisés Melo entre otros. Se fundó a partir de la
publicación del llamando Manifiesto Nadaísta, de Gonzalo Arango en el
año de 1958. El folleto tenía 42 páginas y fue impreso en la tipografía “Amistad”.
Fueron una especie de intelectuales negativos. Gonzalo Arango esgrimía en su
mano derecha una calavera. El primer
título fue Sonata Metafísica para que
Bailen los Muertos escrito por Arango.
Su objetivo fue el de no dejar una fe intacta ni un ídolo en su
sitio. Se tomaron La bastilla, un café
en Medellín, a punta de recitales,
Quemaron la urbanidad de Carreño, la María de Isaac, la Vorágine de José
Eustaquio Rivera y los versos de Silva y Valencia, así como las fórmulas para
alcanza la vida eterna del Padre Gaspar Astete.
Nacieron en Medellín, una ciudad
que era el emblema de la defensa de los valores tradicionales y con elevado
tradicionalismo, aferrada a una historia traída desde el siglo XIX a partir de
la pujanza en tiempos de la colonización antioqueña. El pueblo de esta región
se creyó bendecido por Dios, y por ende, el escudero de sus doctrinas y de la
moral católica. Quizás por eso, Medellín fue en los 60 y principios de los 70,
el campo de confrontación entre los jóvenes y las nuevas manifestaciones
culturales, que resultaron subversivas a la luz de las poblaciones más adultas.
Eran “marihuaneros adelantados a Woodstock. Eran poetas adelantados a su
generación”, señalan José Hernández y Héctor Rincón[25]. Comenta Eduardo Escobar que “en nuestra
infancia, la violencia ya estaba declinando pero era todavía el pan de cada
día. El existencialismo apareció en la postguerra en Europa. El nadaísmo nació
en nuestra post guerra. Claro, los nadaístas tratamos de no tener tema, ritmo, contenido… pero
guardadas las proporciones el nadaísmo fue como un testimonio”[26].
La segunda parte del siglo XX,
había traído a los Nadaistas, pero también, con el ascenso de Gustavo Rojas
Pinilla como dictador en 1953, había permitido formar un Movimiento estudiantil
importante, que antes no tenía capacidad de respuesta. Luego de los hechos del
9 de abril de 1948, cuando fue asesinado Jorge Eliécer Gaitán, en el trágico
“bogotazo”, que dio origen a la Violencia (1949-1953), los estudiantes no
habían logrado consolidar una posición política. Coincidió con el auge y
apertura de nuevas universidades, la mayoría de carácter oficial, lo que
aumentó el caudal de jóvenes en las aulas y la notoria presencia en las calles,
ante el asesinato de algunos de ellos en 1954 y 1957. Fueron los estudiantes
quienes impulsaron la salida del dictador en 1957, y posteriormente impulsaron
las marchas de los años 60 hasta el año de 1971, año en el que se paralizaron
las universidades públicas y privadas por cuenta de las manifestaciones
estudiantiles que pedían participación en los espacios universitarios, en lo
que se considera, el más amplio frente estudiantil de la historia
colombiana.
De la misma manera y como en todo
el continente, cientos de jóvenes inspirados en la revolución cubana, y en las
ideas de izquierda, marcharon a los montes para dar origen a las guerrillas,
buscando la toma del poder a semejanza del modelo cubano. Mientras tanto llegó
el rock and roll, el hipismo, el feminismo y en general toda la parafernalia
contracultural que tocó al mundo occidental. A pesar de que no fueron
movimientos masivos y contaron con amplia resistencia entre los sectores
tradicionales y conservadores del país, incidieron en las costumbres frente al
vestuario y la vida cotidiana. Ancón
(1971), el “Woodstock colombiano”, se constituyó en el referente de aquel
entonces[27] a semejanza de otros en el continente.
Al mismo tiempo otros fenómenos atravesaron al
país. La formación de carteles de
tráfico de drogas ilícitas ocasionó que muchos jóvenes excluidos de las
políticas oficiales de educación y trabajo, se vincularan como mano de obra
barata de estos grupos. Medellín se fue convirtiendo en el eje de este negocio
y con ello la aparición del sicariato que involucró a menores de edad llevó a
que en 1984, un par de jóvenes asesinaran al Ministro de Justicia Rodrigo Lara
Bonilla. Ese fue el momento en el que el país observo como se estaba asistiendo a la materialización de
una generación de “No futuro”, como lo retrató el cineasta Víctor Gaviria,
eslogan que coincidía con el del movimiento punk que se había afincado en
Medellín y que desde luego estaba influenciado por el movimiento inglés.
A finales de la década de los 80, la violencia tocó
fondo. Tres candidatos presidenciales fueron asesinados, el Cartel de Medellín
puso en jaque al Estado con atentados terroristas, secuestros y asesinatos
selectivos. Por su parte las guerrillas arreciaban en los campos mientras se
consolidaban las fuerzas paramilitares de autodefensas para enfrentarlas,
ocasionando una debacle aún más grande. Cientos de jóvenes y niños fueron
reclutados por los bandos en contienda. Miles murieron en los combates, en los
atentados y en las refriegas donde
también algunos estudiantes cayeron víctimas de la guerra. Paradójicamente, al
mismo tiempo se levantaron voces juveniles contra la situación, desde
escenarios radicales como los del mundo del underground en Medellín y Bogotá.
Metaleros y Punkeros reaccionaron con canciones y letras de denuncia y crítica
a la violencia de todo tipo, mientras que en los sectores menos radicales se impulsó desde la radio la
expansión del “rock en tu idioma”, el “rock en español”, inspirado por las agrupaciones principalmente del sur del continente como
Chile y Argentina. El “Concierto de Conciertos”
realizado en septiembre de 1988, se convirtió en un hito generacional.
En medio de un ambiente enrarecido, en 1990, se inició el proceso de apertura económica
que permitió la llegada de una avalancha de productos, bienes y servicios nunca
antes vistos. Se consolidó el proceso de privatización de algunas empresas del
Estado y se impulsó el consumo. Mientras tanto un grupo de estudiantes de
universidades públicas y privadas, se movilizó para proponer una reforma
constitucional, en las elecciones parlamentarias de ese año. El movimiento
adquirió tal fuerza que se denominó Movimiento de la Séptima Papeleta. La
iniciativa fue votada mayoritariamente y se citó a una Asamblea Nacional
Constituyente que concluyó con el cambio de la constitución de 1886 y proclamó
una nueva, donde se estableció el reconocimiento multicultural y el libre
desarrollo de la personalidad, otorgando
a los niños y los jóvenes, amplios derechos, que debían ser organizados
jurídicamente. El diseño de una política para la infancia y la juventud fue sancionada años más tarde.
A pesar de que la academia dedicó más
investigaciones acerca de los jóvenes, y que se constituyeron nuevas políticas públicas que otorgaron más espacios
para los jóvenes, en la práctica muchos de ellos quedaron por fuera del sistema y el impacto
comparado con la cantidad de estudios e investigaciones es todavía menor. El
estudiantado disminuyó su participación en el último lustro del siglo,
mientras expresiones como los eventos
festivos vinculados a consumos culturales juveniles, fueron en aumento. El
festival “Rock al “Parque”, se convirtió
en un punto referencial para el alcance de las políticas públicas aunque estas
siguieron siendo limitadas. En términos del conflicto interno, el debate
continuó relacionado con el vínculo de los menores de edad tanto en el Ejército
Nacional como en los grupos al margen de la ley. Esto supuso la prohibición de
reclutar a menores de edad en las fuerzas del Estado, y la solicitud a los
demás grupos para que siguieran el mismo camino, cosa que quedó en ciernes.
En suma
Como se advierte, la historia de la juventud
colombiana se ha debatido en varias líneas de evidencia. Una, la que la vincula
con los conflictos internos tanto en el siglo XIX como en el XX. Han sido carne
de cañón de manera frecuente y aunque en el relato se especifica más sobre el
siglo decimonónico, posiblemente el siglo que más sacrificios de jóvenes supuso
fue el último.
Por otro lado, el estudiante ha sido un partícipe
de esos momentos y coyunturas políticas
que se han evidenciado aún más pasados la década de los 50 del siglo XX.
Falta por reconstruir la historia del estudiantado del siglo XIX, no obstante,
su presencia es escasa comparada con la del siglo siguiente, con lo cual se
evidencia, no solo por la investigación sino por el número de trabajos al
respecto, que es la forma más común para referirse a los jóvenes en la historia
del país.
También, aunque han existido otras expresiones
vinculadas al arte, la literatura, la música moderna y el deporte, estas son
expresiones minoritarias o temporales, que, salvo los festivales masivos de
finales del siglo XX, o los carnavales de los años 20 del mismo, apenas si son
conocidas entre los jóvenes.
Así mismo se nota la ausencia de fuentes
comparativas y ejercicios en ese sentido, para contrastar procesos en América
Latina. En ese sentido conviene también la construcción de historias regionales
que permitan tal ejercicio y puedan tejer puentes en común a partir de unidades
que evidencien los lazos, similitudes, convergencias y diferencias entre unos y
otros en el continente.
PERÍODO |
CARACTERÍSTICAS |
MANIFESTACIÓN JUVENIL |
REPRESENTANTES |
Prehispánico y Conquista |
Grupos indígenas diversos. Conquistadores |
Forman parte de una clase, vinculada a
labores económicas y militares. Jóvenes bachilleres y adelantados. |
(Edades de los conquistadores) |
Colonia |
Dominio Español. Influencia de las
revoluciones Francesa y Estadounidense. |
Jóvenes ilustrados. Sociedades Secretas. |
Antonio Nariño, Francisco José de Caldas, Francisco Antonio Zea. |
República 1810-1819 |
Grito de independencia. 1ra guerra civil y
reconquista española. |
Jóvenes Blancos criollos |
Francisco de Paula Santander, José Miguel
Fernández Madrid. |
Gran Colombia 1819-1830 |
Constitución de un Estado formado por Nueva Granada, Venezuela, Quito y Panamá |
Gobernantes Jóvenes. |
|
R. Nueva Granada 1830-1858 |
Nueva Granada y Panamá Gobierno centralista republicano. Varias guerras civiles. Modelo Liberal. Formación de los partidos políticos Liberal
y Conservador. |
Jóvenes hijos de los precursores de la
independencia. Jóvenes educados bajo la doctrina Lancasteriana y el
liberalismo inglés. |
Sociedades Democráticas: Escuela Filotémica
y Sociedad Republicana |
Confederación Granadina 1858-1863 |
Modelo Federalista. |
|
Juventudes liberales y conservadoras |
Estados Unidos de Colombia 1863-1885 |
Modelo Federalista. Proceso de Colonización Antioqueña |
Jóvenes de colegios de élite. |
Guerra de las Escuelas |
República de Colombia (Regeneración y Hegemonía Conservadora) 1886-1930 |
Regreso al modelo centralista. Guerra de los Mil Días. Separación de Panamá. |
Generación del Centenario Pánidas.
Generación de los Nuevos. Los Leopardos. 1er Movimiento estudiantil |
León de Greiff, Germán Arciniegas, Jorge
Eliécer Gaitán, María Cano, Antonio García Nossa, Gonzalo Bravo Pérez. Líder
estudiantil asesinado. |
1ra República Liberal (1930-1945) |
Proceso de industrialización. Guerra con el Perú. 1932. |
Juventudes católicas, juventudes
conservadoras y liberales. Escuela Bachue. |
Gilberto Alzate Avandaño, Laureano Gómez,
Debora Arango, Gabriel García Márquez. |
2da República Conservadora 1945-1953 |
Violencia. Asesinato de Jorge Eliecer
Gaitán. Bogotazo. Formación de las guerrillas de los llanos y el Tolima.
Batallón Colombia. |
Jóvenes vinculados a las fuerzas militares
y a las guerrillas campesinas. |
Teofilo Chispas, Pedro Antonio Marín,
Guadalupe Salcedo, Soldados en Corea. |
Dictadura Militar 1953-1957 |
Control político militar por parte del
teniente General Gustavo Rojas Pinilla. |
Movimiento Estudiantil. |
Luchas estudiantiles y asesinato de varios de ellos en 1954 y 1957-
|
Frente Nacional (1958-1974) |
Repartición del poder entre liberales y
conservadores, durante 16 años. |
Movimientos Estudiantiles Hippies, Rock and roll, Feminismo. Nadaismo. |
Jóvenes vinculados a las guerrillas.
Aumento de la población estudiantil. Festival de Ancón. (Woodstock colombiano).
Movimiento Estudiantil de 1971.Luis Carlos Galán. |
1974-1990 |
Desarrollo de los Carteles de narcotráfico. Estatuto de Seguridad. Auge de las Guerrillas y creación de las
AUC. Asesinato de Rodrigo Lara Bonilla. 1984 |
Aparición de movimientos Punk, Metal y Hip Hop. |
Construcción de la idea de la generación
del “No Futuro”. Película: Rodrigo D No futuro de Víctor
Gaviria. Libro: Ausencia de futuro. Rodrigo Parra
Sandoval. |
1991 |
Asamblea Constituyente. Nueva Constitución de 1991 |
Movimiento de la séptima papeleta. Reconocimiento del libre desarrollo de la
personalidad. Aumento de las culturas urbanas juveniles. |
Sergio Fajardo |
Cuadro No 2. Elaboración del autor.
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1909. Bogotá. Antares Limitada. Imprenta Fotograbado. 1963.
Recibido: 01/10/2017
Evaluado:
13/12/2017
Versión
Final: 10/01/2018
[1] La Investigación “Historia de los Jóvenes en Colombia:
1903-1991”, fue realizada por el autor en el marco de su tesis doctoral en
historia, terminada en 2012, en la Universidad Nacional de Colombia. A partir
de allí, el autor ha publicado dos libros financiados por la Universidad
Distrital Francisco José de Caldas: Historia, Jóvenes y Política (2014) y
(Jóvenes, reclutas y Desertores 1819-1960 (2017).
[2] Renán Silva. Los ilustrados de Nueva Granada 1760- 1808. Genealogía de una comunidad de
interpretación. Medellín: Fondo Editorial EAFIT Banco de la República 2002.
[3] Se estima que su edad estaba entre los 12 a los 14 años. Es
conocido como el “niño – Soldado” y su nombre lo lleva un batallón del ejército
colombiano.
[4] Estos son los partidos históricos en Colombia. Surgen a finales
de la década de los 40 del siglo XIX.
[5] Luisa F. Cortes. Jóvenes y juventudes durante las reformas de
medio siglo XIX: el caso de la Escuela Republicana. En: Luisa F. Cortés y
Carlos A. Reina. Historia, Juventudes y Política: De la escuela republicana del
siglo XIX a las élites y juventudes políticas de los gobiernos del siglo XX en
Colombia. Bogotá. Universidad Distrital. 2014.
[6] Se conoce como Radicalismo
por los cambios aperturistas y liberales llevados a cabo durante este periodo,
la mayoría imitando las políticas inglesas y estadounidenses, pero con
resultados poco favorables.
[7] Banco de la República. Alberto Urdaneta, vida y Obra. Bogotá.
Biblioteca Luis Ángel Arango. 1992.
[8] El Alcanfor. Bogotá. 1877. Octubre 6. Número 1. P.1.
[9] Enrique De Narváez. Los Mochuelos. Bogotá. Publicaciones del
Ministerio de Educación Nacional. Editorial Minerva. 1936, p. 30.
[10] Carlos Arturo Reina R. Jóvenes, reclutas y Desertores en
Colombia. Siglos XIX y XX. Fondo editorial Universidad Distrital Francisco José
de Caldas. 2017.
[11] Nelson Ramírez. Poder Civil y Ejército: Estado soberano de
Santander 1857-1885. Tesis de Maestría en Historia. Bucaramanga. Universidad Industrial
de Santander. 2010.
[12] Rueda Vargas, Tomás. Escritos.
Agosto 31 de 1909. Bogotá. Antares Limitada. Imprenta Fotograbado. 1963, p.
207.
[13] Gilberto Silva en: Revista Universidad Libre. 3ra época No 4.
1955 p, 81. Citado por Gustavo Humberto Rodríguez. Benjamín Herrera. En la
Guerra y en La Paz. . Bogotá. Universidad Libre 1973.
[14] Rodrigo Parra S. La juventud colombiana. Bogotá. Plaza &
Janes. 1985, pp. 23-28.
[15] Carmen E. Flórez y Regina Méndez.
Las transformaciones sociodemográficas en Colombia durante el siglo XX.
Bogotá. Banco de la República. 2000, p.6.
[16] El número de lectores expresa lo limitado del ejercicio de la
escritura, pero también el de las llamadas “generaciones
literarias” como en el caso de “Los
Nuevos”. Por lo tanto, tampoco fueron movimientos masivos.
[17] Agustín Nieto Caballero. “Centenarista
Clásico” En: El Tiempo 5 febrero 1968 Bogotá, p. 24.
[18] Miguel Escobar Calle. Los Panidas de Medellín, Crónica sobre el
grupo literario y su revista de 1915.
Revista Credencial Historia. Bogotá. Credencial. Agosto 19 de 2004. Versión Digital.
[19] Idem, Escobar.
[20] Germán Arciniegas. Los estudiantes de la mesa redonda. Bogotá.
Edición 1982. p, 143.
[21] La fiesta estudiantil. El Tiempo. Bogotá. Septiembre 17 de 1924. p.3.
[22] Hernando Téllez. Bagatelas. En: Sus mejores prosas. 1er festival
del libro colombiano. Bogotá. Biblioteca Básica de Cultura Colombiana. Bogotá.
1944, 16.
[23] Carlos Villar-Borda. La pasión del periodismo. Bogotá.
Universidad Jorge Tadeo Lozano. 2004,
51.
[24] Idem Villar. p 36
[25] Héctor Rincón y Humberto
Hernández. “De la Nada al Nadaísmo”.
Lecturas Dominicales. El Tiempo. Bogotá 11 de sep. 1988, pp. 6-7.
[26] El ABC del Nadaísmo. En Lecturas Dominicales. El Tiempo. Bogotá
11 de Septiembre 1988, p7.
[27] Reina Carlos (2012) Historia, Jóvenes y Memoria. Secretaría Distrital de Cultura. Bogotá.