Clubes Escuela Republicana y la Sociedad Filotémica.
Expresiones políticas y sociabilidad de las Juventudes en Bogotá
(1849-1867)
Escuela Republicana and Sociedad Filotémica
Clubs. Political expressions and sociability of the Youth in Bogota (1849-1867)
Luisa Fernanda Cortés Navarro
Universidad Distrital “Francisco José de Caldas” (Bogotá,
Colombia)
lfcortesn@udistrital.edu.co
Resumen
Este artículo propone un ejercicio de
reconocimiento a los sectores políticos juveniles organizados en los clubes
Escuela Republicana y Sociedad Filotémica durante las
reformas políticas de mediados del siglo XIX en Bogotá; generando posibilidades
interpretativas no solo frente a su condición de juventud, sino a los móviles y
posibles intereses políticos y de clase que los llevaron a establecer revisiones exhaustivas a los planteamientos ideológicos del
“Socialismo utópico” francés, entre otros referentes. Estos Clubes Políticos, enarbolaron el heraldo de
la juventud como sinónimo de transformación y de idealización de los valores de
la nueva república, haciendo de la juventud una de las metáforas políticas con
mayor trascendencia, tanto en la prensa como en las tribunas.
Palabras claves
Juventud; Clubes políticos; generaciones;
Bogotá; Siglo XIX.
Abstract
This article proposes an exercise
of recognition to the youth political sectors organized in the Clubs Escuela Republicana
and Sociedad Filotémica,
during the political reforms of the mid-nineteenth century in Bogotá;
Generating interpretative possibilities not only in the face of their youth,
but also the motives and possible political and class interests that led them
to establish exhaustive revisions to the ideological approaches of the French
"utopian socialism", among other referents. These Political Clubs,
hoisted the herald of youth as synonymous with transformation and idealization
of the values of the new republic, making youth one of the
political metaphors with greater significance, both in the press and in the
stands.
Keywords
Youth,
political clubs, generations, Bogotá; 19th century.
Introducción
Las transformaciones sociales y
la incesante ebullición de esquemas de pensamiento en Europa, -durante la
segunda mitad del siglo XIX-, tuvieron
un carácter universal tan expansivo, que ni siquiera las recién emancipadas
repúblicas americanas escaparon del influjo de sus ideas y del calor de sus
debates[1], que de la mano de las interpretaciones y
ajustes de la prensa y uno que otro entusiasta traductor local, muy pronto
suscitaron conflictos de orden económico, político, cultural e incluso
religioso. Se encendieron las calderas de una transformación social sin límites
ni fronteras, alimentada por movimientos emergentes que se alzaron ante los
poderes tradicionales y que tras los procesos de independencia, propiciaron una
intensa movilidad social en busca del ascenso a los nuevos cuadros del poder
económico, político y cultural en Bogotá, capital de Colombia (por entonces
denominada Nueva Granada).
A la par de los acontecimientos
políticos en la Nueva Granada obraban los de tipo ideológico. Los jóvenes
granadinos intuían que el pensamiento daba en esos días pasos más largos que de
ordinario, pues cada correo que llegaba de Europa producía estremecimiento. De Sismondi, de Fourier, de Saint-Simón, de Proudhon, o de
cualquiera de los reformadores de la época, de quienes heredarían el interés
por la cuestión social[2].
Sostiene José Luis Romero, que
uno de los aspectos más relevantes para comprender la relación entre ambos
continentes durante el siglo XIX, es entender que “ La palabra Europa significaba, más que un ámbito geográfico, un
ámbito cultural”[3] y que
con el proceso de emancipación latinoamericana, la población empezó a reconocer
“dos Europas”: una, relacionada con las memorias de la conquista y
colonización, junto con las instituciones coloniales que aún prevalecían
(Portugal y España) y una segunda, vinculada con un proceso cultural
civilizatorio mucho más atrayente, en el
que las costumbres políticas y económicas modernas de Francia e Inglaterra, brindaban a las élites latinoamericanas la
posibilidad de observar otros referentes para construir o redefinir una
identidad nacional, que para el caso de la Nueva Granada (Colombia) se debatió
entre varios referentes: el legado hispánico, la potencialidad del pensamiento
ilustrado “criollo” y el atrayente vínculo con el ideario francés,
primordialmente.
Entre las élites Bogotanas, -de segunda mitad
del siglo XIX-, la tendencia estuvo enmarcada en la segunda mirada
de Europa, siendo muy apreciada la amplia producción escrita de origen
británico o francés. Es un lugar común para varios autores de cuadros de
costumbres y memorias decimonónicos, referir al clima cultural de las calles bogotanas
en las que se comercializaban folletines y libros en francés o recientemente
traducidos, se facilitaba la suscripción a periódicos extranjeros y se hacían
cada vez más frecuentes las representaciones de teatro y crítica. Inclusive, se
sostenía que “La educación
verdaderamente aristocrática quedaba incompleta sin un viaje a Europa. La
experiencia de viajar y vivir en Europa resultaba invaluable para el estatus
social y cultural de una persona, y para tal propósito París era haute clase…los viajeros consideraban a
París como el primer centro de la cultura, - de hecho- de la civilización”[4].
Así mismo, la posibilidad de las
élites y las clases emergentes de hacerse con los medios de comunicación y con
los canales culturales de la época, les posibilitó extender sus visiones del
mundo europeo a los sectores populares, aunado a la proliferación de espacios
de socialibilidad como las tertulias o las reuniones
de las asociaciones religiosas, políticas o de oficios[5]. De ahí que “La antipatía de los sectores conservadores
hispanoamericanos provenía de las temáticas supuestamente desfavorables a los
intereses religiosos, a principios como el orden y conservación del sistema,
además, les molestaba profundamente que los periódicos [y otros espacios]
fueran dirigidos muchas veces por jóvenes sin experiencia y sin conocimientos” [6] y que estos se atrevieran a utilizarlos para
expresar el cúmulo de sus inconformidades generacionales.
Las
tertulias de las clases acomodadas eran un poco más sofisticadas. Estas
reuniones de las tardes dominicales en las residencias de moda de Bogotá,
evidenciaban a veces un claro sabor foráneo. Muchos europeos eran invitados y
todos hablaban de la guerra austríaca o de la política de Napoleón III… los
cachacos, nombre que se daba a los jóvenes ricos, libres de preocupaciones y
elegantes de la sociedad colombiana, hablaban también de Byron, Dumas,
Lamartine y Victor Hugo. [7]
El
rápido influjo del ideario Europeo encontró acogida dada la presencia cada vez
más frecuente de los
sectores jóvenes en diversos escenarios, siendo un momento de profunda crisis
generacional, manifiesta en el declive del modelo de autoridad hispánico y de
reproducción generacional de las ideologías de inicios del siglo XIX, combinada a su vez con los cambios
educativos y pedagógicos puestos marcha en los años posteriores a las
revoluciones de independencia en parte del continente americano y en el país en
particular.
La chispa del conflicto
generacional
La juventud
de la presente época no es la juventud del tiempo de la bárbara dominación de
tres centurias, en que se consideraba crimen el que un sud-americano se
instruyese; no es tampoco la de la aciaga aunque gloriosa época de la
independencia, en que apenas le quedaba tiempo para sacrificarse… esta juventud
ha dado media vuelta i lo que hoy presenta al mundo con más orgullo es la más
lozana mocedad, ataviada con el magnífico ropaje de la ilustración(Sic)[8].
En la Bogotá, a mediados del
siglo XIX, una de las estrategias de más éxito para captar
seguidores y lograr agruparlos en torno a un conjunto de ideas y planteamientos
fue la creación de Clubes Políticos.
Los mismos –de forma muy parecida con las
asociaciones francesas- funcionaron como organizaciones que posibilitaban
la participación de sectores de diferentes clases sociales y “la
interiorización del credo republicano, entrecruzado con idearios cristianos y
socialistas”[9]. Colectivos que tenían en común, ser segregados en los escenarios de la
política tradicional nuclearon los intereses del estudiantado, clubes como “La Escuela Republicana” y la “Sociedad Filotémica”[10], se consolidaron a partir de la participación de jóvenes de élite que
consiguieron a través de las movilizaciones de sus colectivos, influir de forma
importante en la configuración de los cuadros políticos decimonónicos del país,
pese a no tener aún la edad para hacer presencia directa en los comicios.
Plantearon como base del
conflicto generacional la ideología[11], lo cual potenció formas otras de
participación en perspectiva de una mirada mucho más amplia del país y en
relación con las naciones civilizadas de Europa. “De un lado con su esfuerzo
por reorientar la economía y, de otro, retomando los hilos inconclusos de la
Independencia para subrayar defectos y alternativas en la tarea de rehacer la sociedad
con patrones distintos a los coloniales”[12], tuvieron la posibilidad de opinar e influir
en los cambios culturales y políticos, también dada la concurrencia de las
clases populares que les escuchaban y apoyaban atentamente. Estas juventudes
decimonónicas, no vacilaron en adaptar experimentalmente algunos planteamientos
del socialismo francés a su plan
político, lo cual les brindo una nueva identidad –muchas veces contrastante con
el linaje familiar- y que fomentó su reconocimiento en el escenario político
neogranadino, asegurándose también un nuevo lugar de enunciación desde un
inusitado interés por las causas populares y a su vez imprecando los remanentes
políticos hispánicos que aún persistían. Por tanto, “El componente de
aculturación se ligó al contenido de prestigio que tenían las ideas
provenientes de Europa. Estas ideas tenían como vehículo de recepción y
difusión a las élites ilustradas y emplazadas en el mundo urbano
latinoamericano”[13].
Para ahondar en la relevancia de
esta generación y el potencial de esta su presencia en el campo histórico y
político “se hace necesario tratar tanto los factores históricos que
facilitaron que los jóvenes pudieran actuar de forma colectiva como las
características de su movilización, lo que requiere también explicar, siquiera
brevemente, cómo los jóvenes se convirtieron en objeto y sujeto de específico
de la política”[14]. Desde este enfoque, es preciso resaltar que
en el contexto de la Nueva Granada (Colombia) de mediados del siglo XIX, son
justamente los ecos tardíos de movimientos como el Romanticismo o las
revoluciones burguesas europeas, los que favorecen la visibilización
de algunos jóvenes como actores
sociales[15], por reconocer en ellos un accionar
distintivo, una reivindicación constante de su condición de juventud y ciertas
características incipientes de lo que luego serán las organizaciones políticas
juveniles del siglo XX. Aspecto de relevancia, en tanto se tiende a considerar
a la juventud como grupo social definido solo hasta la modernidad, minimizando
la importancia de estas emergencias antes del siglo XX, que también resultan
trascendentales en la consolidación posterior de la Juventud como actor social
Por su parte, Carles Feixa sostiene que los rastros de acción de los jóvenes
previos al siglo XX, se han presentado sobre diversas fachadas, en las que es
posible reconocer cinco modelos de juventud, que en ningún momento indican
modelos unívocos, pero si engloban algunas características de tipo organizativo
a través del tiempo, que resultan ilustrativas para cualquier esfuerzo en
recuperar la presencia de agrupaciones de jóvenes antes del siglo XX. “Los
púberes en las sociedades primitivas sin Estado, los efebos en los Estados antiguos,
los mozos de las sociedades campesinas preindustriales, los muchachos en las
sociedades de principios de la modernidad y los jóvenes de las modernas
sociedades postindustriales”[16].
A nivel colombiano, existen
algunos esfuerzos por contextualizar la presencia de sectores jóvenes desde las
propias particularidades del contexto nacional. El historiador Pablo Rodríguez,
señala que en nuestro contexto, ya se
empleaban diversas designaciones para describir a los jóvenes,
denominaciones que estaban condicionadas por la relación frente al lugar
de origen o a la clase social a la que pertenecían. En el caso de los jóvenes
de las clases menos favorecidas, se utilizaban apelativos despectivos: patán o mozo[17]. “Los mozos
eran los mandaderos, mancebos y lazarillos de todas las casas. Los mozos no
tenían gran entendimiento, pero ejecutaban las innumerables tareas que requería
la sociedad preindustrial. Estos mozos eran nuestros actuales adolescentes.
Sólo que esta adolescencia hoy se desenvuelve en el colegio, gracias a lo cual
se ha extendido en forma inimaginable”[18].
En el caso de los jóvenes de élite existían otras
formas de designación tales como: Cachaco,
pepito (el pedante afrancesado) o cachifo[19].
Otras aparecen reseñadas en escritos autobiográficos como el del entonces
joven, José María Samper en el cual adelanta una descripción de los tipos de
estudiantes en la Nueva Granada durante el siglo XIX.
En la
primera época florecieron el cachifo, el patán y el joven liberal más o menos revolucionario.
En la segunda se formaron en las universidades, particularmente en la de
Bogotá, el cachaco elegante (muy diferente del
primitivo "cachaco" caparrota de Santafé)
el literato imberbe, el poeta romántico a la Zorrilla, el orador impetuoso, el
radical doctrinario, el reformador intrépido.
La tercera época ha producido muchos pedantes afrancesados, la figura almibarada del petit monsieur de la tierra, gastado y sin
entusiasmo a los dieciséis años…El cachifo nunca fue repelente ni odioso; veníale su nombre del que se daba a los primeros estudios
de latinidad (cachifa), y por ampliación se había
extendido a los muchachos de cierta clase que estudiaban idiomas, matemáticas o
filosofía. El cachifo solía ser risible pero jamás ridículo: era, en rigor, un
pilluelo universitario[20]”.
En tal sentido, para la segunda
mitad del siglo XIX la juventud en la Nueva Granada[21], pareció significar, más que una designación
de orden etario, una categoría de carácter político y de clase social, al
integrar en sí misma elementos ideológicos y discursivos que designaron unos
actores sociales poseedores de tiempos para el ocio y espacios de sociabilidad,
jóvenes idealizados por algunos, desde la tenencia de ciertas las virtudes y
pasiones que la sociedad de entonces necesitaba para transformarse y avanzar
decididamente hacia la construcción de la nación[22], tal como puede apreciarse en el siguiente
fragmento:
Como el porvenir es una idea, esa
idea es el oriflama de la revolución; ese oriflama orla la frente pudorosa del
joven, que es el hombre de la sociedad futura….al tremendo vaivén de las
columnas del templo de la sociedad, buscad el porvenir i lo veréis brillar
sobre la frente joven[23].
La Influencia europea ¿punto de discordia?
Ser joven y hacer parte de los
clubes políticos Escuela Republicana
(Partido Liberal) y Sociedad Filotémica (Partido Conservador), fue una forma de
decirle al establecimiento que había llegado el momento de las reformas y que
las mismas tenían el toque de una nueva generación, que el medio siglo se
caracterizaría por continuar los embates en contra del modelo colonial, las
prebendas religiosas y todo aquello que mantuviera el status quo tal y como se conocía desde los tiempos de la independencia.
“Hombres que nacieron todos en el momento en el que la estrella de Bolívar
declinaba y éste se veía forzado a asumir la dictadura para preservar su obra…
para expresar su fe republicana no vacilaron en santificar la fecha de la
conjuración y fundaron la Escuela Republicana un 25 de Septiembre[24], sin dejar dudas sobre su identificación con
los tiranicidas” [25].
El accionar de estas generaciones
de jóvenes -muchas veces retratado con
preocupación por la prensa- evidenció el anhelo de brillar bajo una luz
diferente a la que iluminó a sus predecesores, los próceres y mártires de la
independencia y que representaban en sí mismos,
importantes ideales nacionales,
que no obstante necesitaban ser transformados, a fin de dar respuesta a
las actuales necesidades de la Nueva Granada, pues no se podía continuar con
una mirada apologética a los logros del pasado, sin dar una mirada en
perspectiva del porvenir.
Para el caso, la escogencia por
parte de los jóvenes liberales de una fecha de inauguración tan controvertida
como el 25 de septiembre, tuvo un efecto directo en la sociedad y la política
nacional. En el recuerdo de la sociedad aún se encontraba muy presente la
conspiración contra el Libertador Simón Bolívar, perpetrada en tal fecha, con
lo cual, de inmediato se comprendió que esta generación de jóvenes no veía en
la efigie de Simón Bolívar un ejemplo político a seguir, y más que eso, veían
con recelo a los políticos que habían participado de algún modo en la gesta
libertadora o en alguno de los gobiernos militares, por considerar que eran
personas que se habían acostumbrado a dominar por las armas: “la gloriosa generación de los libertadores
se empeña entonces en conservar intacta la herencia de la dominación”[26].
Algunos autores[27], han atribuido las enunciaciones políticas
de las generaciones de medio siglo en toda Hispanoamérica a una expresión
generalizada de la frustración, experimentada en las décadas posteriores a los
procesos de independencia, en las que el monopolio del poder político terminó
siendo ejercido por los hombres de la independencia, -militares en su mayoría-,
con lo cual se restringieron para otros grupos sociales las posibilidades de
ejercer algún cargo debido a sus condiciones económicas, sociales y ante todo etáreas.
Es en este complicado contexto latinoamericano en el que fructificaron algunos
referentes ideológicos europeos. Acogida que se centró de forma especial en
grupos urbanos ilustrados compuestos, de forma preferente, por estudiantes de
élite de las principales ciudades, reunidos con sus congéneres y con la
intención de presentar frentes comunes en contra de las instituciones
representativas de la generación adulta y el legado hispánico, tal es el caso
del ejército y la iglesia:
El hombre de la inteligencia es
apóstol del progreso, el hombre de los combates es apóstol de la destrucción.
La guerra, pues, es un medio útil i necesario cuando es mejor morir que vivir,
esto es, cuando hai esclavitud; i la hai cuando el poder militar y religioso invade los derechos
del ciudadano (sic)[28].
La prensa nacional dedicó
extensos artículos para retratar este conflicto y desde luego, en algunos casos
para manifestar una preocupación ante los impactos que las nuevas ideologías
europeas tenían en los jóvenes estudiantes, quienes optaban por el civilismo,
frente a la férrea tradición de hombres en armas, que habían legado los
próceres de la independencia a quienes se culpaba de haber sido incapaces de
conectar al país con un proyecto de nación moderno. Un artículo publicado en el
diario el Neogranadino, -por entonces uno de los más importantes y con mayor
difusión en el país-, titulaba “La
Juventud y su posición en la Nueva Granada”, en el mismo, el joven escritor
antioqueño Juan De Dios Restrepo[29] señalaba:
En los países republicanos como
el nuestro, en que aun predominan la aristocracia con sus privilegios, y los
pretorianos con su sable ¿quiénes son los que teniendo la fuerza y la
inteligencia están llamados a gobernar la sociedad? La juventud… capaz de
arrastrar sin temor los trances de lo desconocido, caminando hacia adelante con
la vista puesta en lo porvenir, como el águila sube a los cielos mirando
fijamente el sol[30].
Llamado que por supuesto tendría
eco en los jóvenes de Bogotá, entre ellos José María Samper[31], uno de los más eminentes representantes de
ésta generación; que mostraría una postura crítica sugiriendo que la Revolución
de la independencia no había sido una revolución, como quería hacerse creer,
pues “…a partir de ella se había fundado
una República apoyada en los cimientos de un antiguo trono”[32]. Afirmaciones
como estás pronto generaron respuestas en todos los órdenes sociales, al punto
que los políticos de ambos partidos vieron en la nueva generación y sus
posturas políticas, peligrosos principios que excedían incluso los programas de
los partidos políticos establecidos
recientemente.
Sin duda, la agitación propia de
las reformas de medio siglo XIX, de la mano con la consolidación de los
partidos políticos y los fenómenos relacionados con el liberalismo económico
permitieron la emergencia de “La
Generación romántica” del siglo XIX[33], siendo los clubes políticos “Escuela
Republicana” y “Sociedad Filotémica”, los avatares
del cambio político en la naciente República. Al respecto, diría en su momento
Rafael Núñez: “El movimiento político liberal fue en parte producto indirecto
de la revolución que instauró en Francia el sistema republicano. De 1849 en
adelante tuvimos un verdadero alud de utopías y paradojas francesas…para
algunos era el maestro Lamartine, que acababa de publicar la poética leyenda de
los girondinos; para otros los estudios
económicos de Louis Blanc y Proudhon. Otros encontraban gusto en el demagógico
ejemplo de los antiguos jacobinos”[34].
De forma
similar a Rafael Núñez, muchos contemporáneos corroboraron la marcada
influencia ideológica del pensamiento francés en la intelectualidad bogotana.
Personalidades como Salvador Camacho Roldán, Miguel Samper, José María Samper,
Felipe Pérez entre otros, dieron cuenta a través de cuadros de costumbres, de
artículos de prensa o de sus propias memorias de la enorme conmoción causada
por la incursión de las ideas del pensamiento romántico y del socialismo
utópico al país, con las divisiones de opinión que estas generaron.
Adaptaciones del pensamiento
francés, la ruptura y la continuidad
Pierre-Luc Abramson,
adelanta un análisis riguroso con relación a los encuadres ideológicos
latinoamericanos durante el siglo XIX y en uno de los apartados de su libro,
hace especial mención de las conexiones ideológicas entre los discursos de las
juventudes del Club Político Liberal Escuela Republicana y el pensamiento
francés[35]. En uno de los ejemplos más representativos
menciona la alusión hecha por el joven José María Samper, al mártir del Gólgota
en uno de sus discursos[36]. Sostiene Abramson
que la directa conexión del tema religioso con los ideales del comunismo
primitivo presente en el discurso de Samper es influencia directa del
socialismo francés de Lammenais, para quién el socialismo que promulgó
Cristo era la culminación de todos los conceptos morales y espirituales de la
humanidad y quién además, se mostró partidario de la separación entre la
iglesia y el Estado[37].
A su vez, el socialismo utópico
de Fourier, sirvió como referente en
los discursos pronunciados en las
tribunas de la Escuela Republicana y la Sociedad Filotémica
sobre la emancipación de la mujer, el
matrimonio civil o el divorcio; los postulados de Louis Blanc, sirvieron en la estimulación del sector artesanal a
través de la figura de los talleres nacionales[38]. y el derecho al trabajo. Por otra parte, Abramson sugiere que Eugéne Sue y su Novela El judío errante, también “alimentó los
agitados debates en las Sociedades Democrático-republicanas de la Nueva
Granada, o clubes de la Revolución que fueron privilegiados en el arte
oratorio, donde a cada paso eran pronunciados los términos Socialismo o
comunismo para designar indistintamente toda aspiración a la justicia social o
incluso simples consideraciones sociales”[39].
Los sectores tradicionales de
ambos partidos, tuvieron una prevención en extremo exagerada, al punto que
cuando los jóvenes liberales o conservadores, referían en sus discursos a la
relación entre ricos y pobres, la riqueza y la pobreza o cualquier exaltación
propia del romanticismo literario, eran tildados de comunistas. Para los
conservadores, “esta generación no tuvo
tiempo de desprenderse de sus fantasmas juveniles y llamada a actuar en la vida
pública del país terminó proyectándolos en su oratoria: Todos se reflejaban en
la imagen ambigua de una cofraternidad universal de
hombres selectos que se codean con las sombras lastimosas que emergen de un
mundo de necesidad, que ellos deben redimir”[40].
Ante los ataques recibidos, los
jóvenes de la Escuela Republicana afirmaron que los principios rectores de sus
discursos reformistas, no buscaban destruir la sociedad como el comunismo, sino
transformarla a partir del socialismo y se esforzaron reiteradamente por
explicar que en el país había una confusión entre comunismo y el socialismo y
que radicaba en la postura que asumían unos y otros frente a la propiedad
privada. Para los jóvenes liberales era importante precisar, que en efecto, el
comunismo desconocía la propiedad privada, pero que el socialismo[41] que ellos impulsaban se proponía la
utilización productiva de esas propiedades.
Todo ello no
importó, pues las generaciones adultas de ambos partidos políticos, vieron con
prevención el giro declamatorio que los jóvenes imprimían en su intervenciones
políticas y lejos de ver en ellos, la simple ingenuidad de las mentes jóvenes,
presentían que todo ello esbozaba una amenaza para el que supiera interpretar
las intenciones detrás de su preocupación por las clases populares, que según
ellos, no era otra cosa que una peligrosa apelación partidista a las masas[42], sin embargo, “con el tiempo se fue
perdiendo el culto a la libertad, muchos jóvenes y muchas jóvenes, herederos
del impulso emancipatorio e individualista aprendido en los poemas de Byron y
Shelley, o en las novelas de Víctor Hugo o Gerard de Nerval, derivaron hacia el
ocultismo, el misticismo o el socialismo utópico”[43].
Lo cierto es que cuando los
primeros ecos de la Revolución de 1848 llegaron a Bogotá, transcurría el año 1849 y la información con
respecto a lo sucedido en Europa era sesgada, de manera que los jóvenes
granadinos no pudieron prever el paradójico desenlace de la revolución y
obstinadamente continuaron ensayando por la misma senda[44]. El socialismo, se fue vertiendo por las
fracturas de la naciente sociedad neogranadina, a través de los clubes
políticos del liberalismo radical y sociedades de artesanos que asemejaban las
formas de acción política y de asociación de países como Francia. Un Socialismo
Utópico y su adaptación en una sociedad sin proletariado industrial, pero si
con un artesanado y unos comerciantes que se interesaban en su propio ascenso
social.
Estos
jóvenes románticos y soñadores, utilizaron argumentos con un profundo contenido
social y económico, pero no como un acto de filantropía o de la pureza y el
candor juveniles. Pronto la velocidad con la que ascendieron al poder –dos años después de la fundación de los
clubes políticos- y lo efímero de su
alianza con la clase artesanal, darían cuenta de un fuerte interés de clase,
que en principio mostró una mano amiga y un discurso fresco y renovador –mediado
por la metáfora de la juventud- pero que finalmente enmascaró bajo las
banderas de un supuesto socialismo, el más puro interés de una clase
comerciante en pleno ascenso social, “Los
jóvenes del golgotismo, al uncir a su carro las
reivindicaciones de otros sectores, alcanzaron un grado elevado de conciencia
de clase”[45].
Una metáfora llamada “juventud”,
clubes políticos y órganos de difusión
Ecsamínense las opiniones que emiten, ya por
medio de la prensa, ya en sus oraciones
en tribuna, i se hallará la verdad de mi aserción. La juventud señores, no está dividida sino
por el velo de un nombre, i ella debe
rasgar o descorrer ese velo, ella está llamada a realizar una empresa difícil i a esa
dificultad es preciso que se opongan la
unidad de la acción i la armonía de las partes (sic)[46].
Será objeto de este apartado,
realizar una aproximación a las formas en las que operó la metáfora de la
Juventud en los escenarios políticos de mediados del siglo XIX en Bogotá,
siendo los órganos de difusión y las tribunas los lugares a privilegiar, por
tratarse de los espacios en los que el principal argumento fue, la condición de
juventud.
El Filotémico:
Periódico de la juventud, político, literario y noticioso (Sociedad Filotémica)
Atendiendo un llamado al deber, -como reiteradamente señalan en su
periódico-, la sociedad de jóvenes
conservadores, fundó el Semanario El Filotémico
el 17 de Noviembre de 1850, con el propósito
de dar a conocer los principios y doctrinas sostenidas por su club político y
de presentar un frente de oposición a las propuestas de la Escuela Republicana
y -en general- de la administración liberal del Presidente José Hilario López.
Los columnistas del Filotémico
examinaron y publicaron denuncias y cargos presentados por el partido
conservador a los funcionarios públicos, así como artículos defensivos ante los
constantes embates del liberalismo y su correspondiente club político, la
Escuela Republicana.
El
Filotémico, se imprimió bajo el auspicio de la imprenta del diario “El Día”, con el respaldo constante de José Ayarza, su
director. Se trató de una publicación semanal, con un coste de 1 real, o de 10
reales el trimestre. Se podía adquirir con el presidente de la Sociedad Filotémica o en dos tiendas ubicadas en el centro de la
ciudad.
El semanario contaba con cuatro
páginas: en la primera, siempre bajo el extenso
título del semanario aparecía a modo de sentencia un aforismo de Cicerón
“El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que
pretenda hacerse superior a las leyes”, en el cuerpo de la primera página se
presentaba un artículo, que por lo general versaba sobre algún aspecto
discutido al interior del club político, seguido por la crónica de algún evento
cultural importante. En el cuerpo de la segunda página se abordaban las
discusiones políticas e ideológicas más trascendentales de la semana, aclarando
aspectos o atacando a los jóvenes de la Escuela Republicana o a los sectores
más tradicionales del conservatismo. La tercera página se dedicaba a los
asuntos religiosos y morales y la cuarta tenía un espacio para la literatura y
la producción poética, bajo el título de “variedades”, página que finalizaba
con un apartado titulado “colaboradores” y la editorial del Filotémico.
Entre sus múltiples secciones,
tuvo dos con una amplia acogida: La primera fue “Parte moral y religiosa”, dedicada a abogar por los principios
religiosos, con artículos que explicaban de manera concreta algunos de los
debates y consignas del catolicismo mundial, con el propósito de servir de
instrucción a las nuevas generaciones y de atacar las máximas del gobierno
liberal y su socialismo francés, que consideraban heréticas e inmorales.
La segunda, fue el espacio
dedicado a la literatura y las composiciones líricas y poéticas, con la cual,
este modesto semanario logró trascender históricamente, por tratarse del primer
periódico en el cual poetas como Rafael Pombo o Julio Arboleda presentaron sus
primeras composiciones.
En sus páginas se combatió
abiertamente el socialismo y la indiferencia por las tradiciones por parte del
liberalismo. Sin embargo tuvo varios puntos de convergencia con su par
antagónica, en aspectos fundamentales para la Nueva Granada como la abolición
de la esclavitud, la mejora de la educación, el desmonte del militarismo y ante
todo el interés por lograr posicionar a la Juventud como la esperanza y bastión
fundamental en el establecimiento de la nueva nación:
Cuando apareció El Filotémico, esperábamos que la juventud de ambos partidos
se entendiese por sus órganos respectivos…a esa juventud hemos hablado mucho i
siempre con la debida decencia i moderación, como que hablábamos a nuestros
compañeros, a nuestros camaradas i amigos, a la juventud[47].
La Reforma (Escuela Republicana)
Después de cierto tiempo y ante
la insistencia reiterada del otro club político, la Escuela
Republicana fundó el semanario La
reforma, el 20 de Julio de 1851, el nombre escogido pone en evidencia la
fuerte influencia del pensamiento Francés, en tanto que el semanario recibió el
mismo nombre con el que se conoció el periódico revolucionario de Lamartine y
de Ledrú- Rollín: La Reforma, en el que con consignas en
contra del rey Luis Felipe, canalizaban
el grave descontento económico y social.
La
Reforma, -en su
versión colombiana-, se imprimió bajo
el auspicio de la imprenta de El
Neogranadino y con la venia de su director, el liberal Próspero Pereira
Gamba. Una publicación semanal, con
un costo de un real, con lo cual apenas se cubría el costo de impresión y de
distribución. Para superar ésta dificultad, aceptaron en algunos números la
publicación de avisos comerciales, con lo cual ganaban una mayor independencia
en cuanto a la extensión de sus publicaciones y a los contenidos desarrollados
por su programa político, sin preocuparse tanto por los costos.
Cada ejemplar de La Reforma tenía cuatro páginas, de un
formato más pequeño que el de la prensa comercial. Tenía un tiraje no superior
a los quinientos ejemplares, que se vendían en tiendas de revistas, a algunos
espontáneos suscriptores y a todo aquel estudiante del Colegio de San Bartolomé[48] que estuviera interesado en conocer detalles
acerca de las Sesiones Solemnes y demás actividades de la polémica asociación
de estudiantes.
Este semanario se centró en la
difusión, explicación y polémica de los puntos fundamentales de la ideología de
los jóvenes liberales, respuestas a los pronunciamientos por parte de la
oposición y una constante apología a la Juventud y a su deber para con la
naciente república, que según ellos les necesitaba ahora más que en ningún otro
momento de la historia[49].
Hemos querido, al dirijirnos por primera vez al pueblo por medio de un
periódico; al congratularnos por primera vez con él en un día de gloria, haciendo que oiga
nuestra voz robustecida por la prensa , emplearla para recordarle, no
simplemente la pomposa idea de un triunfo, sino el deber que él impone a su
corazón y el culto que debe tributarle con su intelijencia,
no para hacerlo creer con risueñas imajenes que es ya
bastante grande con sus recuerdos solamente, sino para decirle que no lo es
aún, i que dejará de serlo si no edifica, i redobla sus fuerzas para el
porvenir (sic)[50].
Ecos de cambio, potencia de la
Juventud como metáfora
A propósito del ímpetu que
despertaban sus palabras, también conviene revisar qué tantas propuestas
tuvieron un eco efectivo en las transformaciones sociales y políticas; ¿Qué
tantas de estas propuestas lograron franquear la barrera de las tribunas, cuántas
pasaron del verbo a la acción?
El santuario de las reformas se
ha abierto, su sacerdocio está encargado a la juventud; porque si Dios quiere
reformar al ánjel para ensalzarle más, basta que le
reforme el corazón, i el corazón de ese grande ánjel
llamado pueblo, es la juventud (sic)[51]
La primera reforma se fundamentó
en el abandono a las influencias del domino español. Se preocuparon por
concebir una manera diferente de “pueblo”, viéndolo no como la masa amorfa que
está supeditada a la tutela de otros, sino como todo orgánico que aprende y que
se transforma desde abajo, más que con el discurso y la promesa desde arriba.
El pueblo en la república no debe
acatar como inteligente sino al que cuide de explicarle con sinceridad i en
toda su estension lo que ella es; al que le demuestre
la relación íntima de las necesidades jenerales de
progreso para la sociedad con los deberes particulares que él tiene que llenar
como fundamento de un gobierno(sic)[52].
Esta propuesta implicó, aparte de
los procesos de alfabetización que realizaron con el artesanado, una postura
férrea en contra de instituciones como la esclavitud, defendida y justificada
por parte de algunos sectores del clero y de los terratenientes neogranadinos.
Hoy que en el sistema político
estamos más adelantados que nuestros viejos amos ¿Por qué hemos de vacilar en
dar liberad a los hombres de color? La juventud debe representar la sanción
pública…i que la posteridad diga, que la juventud de 1850, fue bastante
arrojada i que cumplió un deber para con la patria y la humanidad (sic)[53].
También es lugar común la
separación de los poderes de la iglesia y el Estado. Que años después
continuaría siendo uno de los máximos estandartes del Liberalismo, en tiempos
de su gobierno en el denominado “Olímpo Radical”[54].
El poder civil i el eclesiástico
deben estar enteramente separados el uno del otro. La política no debe
intervenir en la relijion ni la relijion
en política. La Escuela Republicana acabará de ilustrar estos principios en la
tribuna i por la prensa, i no dudo que los legisladores de mi patria, en sus
mayorías liberales, filantrópicas, exentas de preocupaciones i llamados a
realizar nuestra reforma social, los llevarán a cabo (sic)[55].
Otros puntos del programa
implicaron reformas en el sistema tributario, la Instrucción primaria universal
y gratuita, la libertad de prensa, entre otros igualmente trascendentes, que al
poco tiempo fueron necesarios para acusarles de comunistas.
Cien voces unísonas, tremendas
por el influjo que ejercen sobre algunos jóvenes i sobre una gran parte del
pueblo repitieron al instante un anatema al socialismo; como si la decrepitud
con sus rutinas, tuviera en mi patria la triste virtud de producir, a la voz jenerosa de algunos jóvenes un eco menguado y egoísta…la
misión de la juventud es grande, la indiferencia ahora sería un crimen (sic)[56].
En suma, fuentes como la prensa y
los discursos en las tribunas funcionaron como herramientas de producción y reproducción
cíclica de imágenes sobre la juventud. Desde entonces es posible reconocer
visiones duales con relación a los sectores jóvenes, que por un lado les ven
como Vulnerables y proclives al riesgo y por otra parte les ven como factor
dinámico en la transformación social.
Para el caso particular de estos
Clubes políticos, se construye un vínculo entre la necesidad de una
transformación social y la emergencia de una generación pionera, deseosa de
contribuir en la consolidación del relato de nación independiente y entonces la
palabra juventud trasciende para configurarse como una potente metáfora “ Fue
sin duda la metáfora más poderosa durante la segunda mitad del siglo XIX,
porque del mismo modo en el que la República joven se asume como presa de amenazas
e inexperta, también se representa en el ímpetu, el reconocimiento de una
novedad radical que deslumbra y atemoriza, pero que lleva consigo el poder del
cambio y la transformación”[57].
Al parecer, en Bogotá la palabra
juventud sirvió fundamentalmente y de una forma un tanto excesiva, para nominar
las esperanzas e inquietudes de las clases políticas emergentes, fue el símbolo
de una etapa de transición social de
la lógica aristocrática de los apellidos
y la “limpieza de sangre”, a una que a través de la ilustración permitió la
emergencia de otros sectores, en
virtud de su oficio y posición como hombres letrados.
En
suma, el mérito de la generación de 1850 estuvo en los golpes que le propinaron
a los remanentes de la colonia a nivel económico y social, logrando una
progresiva laicización de la sociedad, en oposición a los sectores partidistas
tradicionales que representaban la adhesión al espíritu español. Las juventudes
liberales “querían la apertura de la
Nueva Granada al mundo moderno sin aduanas para ninguna idea”[58] y la metáfora de la Juventud como principal heraldo político,
materializo este ideal.
“Aquella generación tomó de una y otra
de esas revoluciones, armonizó como pudo sus tendencias dispares a nuestro
contexto y mientras, algunos de sus miembros eran sensibles al espíritu de la
primera revolución francesa, los otros asimilaban atropelladamente el contenido
social de los movimientos que a la sazón se desarrollaban en Europa y las
ideologías novedosas que tenían sus profetas en Saint-Simón, Proudhon y Sismondi”[59].
Fueron jóvenes con la capacidad de conectar –aunque no
muy acertadamente- el pensamiento de la Nueva Granada con las ideologías más
vanguardistas de la época, superando el dilema que era característico durante
la primera mitad del siglo XIX entre la influencia cultural de Europa y el
anhelo de construir un ideal robusto para la nueva patria.
Nosotros hacemos parte de la gran
mayoría de la juventud, el porvenir de la patria ha sido depositado en nuestras
manos por nuestros padres o por el pueblo. ¿Cuál será este porvenir?, es a
nosotros, señores, como encargados de él a quienes toca dar solución a esa
pregunta que el pueblo se hace constantemente (sic)[60].
Bibliografía
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Fuentes primarias
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Acta de Sesión solemne, Sociedad Filotémica.
Bogotá, 28 de octubre de 1850.
Prensa
El charivari Bogotano, “Las tendencias
del siglo y la Nueva Granada”, Bogotá, 08/10/1848.
La Reforma #5, Bogotá,
20/07/1851.
El Filotémico #1,
Periódico de la juventud, político, literario y noticioso. Bogotá, 28/10/1850.
El Filotémico #12, Periódico de la juventud, político, literario
y noticioso. Bogotá, 02/02/1851.
El Neogranadino. Bogotá,
Artículo “La Juventud y su posición en la Nueva Granada”. 15/11/1850
Recibido: 31/10/2017
Evaluado:
11/11/2017
Versión
Final: 16/01/2018
[1] Era común encontrar artículos, en los
cuales se leían exageraciones de todo tipo, como la que se cita a continuación:
“Los franceses han hecho sonar en toda la Europa la terrible trompeta de la
democracia y bien pronto esa causa ha empezado a brillar en todo el
mundo…pronto empezaran los comunistas granadinos a extender también sus mil
brazos por todas partes, metiéndolas en los bolsillos de las gentes de bien,
para que reine la igualdad” (Sic). El
charivari Bogotano, “Las tendencias del siglo y la Nueva Granada”, Bogotá, 08/10/1848.
[2] Gerardo Molina. Las ideas liberales en Colombia. Bogotá, Ediciones Tercer mundo.
1970, p48.
[3] José Luis Romero. Situaciones e ideologías en América Latina. Medellín, Editorial.
Universidad de Antioquia. 2001, p17.
[4] Jonathan Brown, “La tradición cortes en la cultura colombiana del siglo XIX”.
Traducción de Enrique Hoyos. En The
Américas, Vol. XXXVI, N° 4, Bogotá, 1980, p151.
[5]
Por ejemplo la Sociedad Democrática de Artesanos de Bogotá, en boga
durante1846 con la vinculación de numerosos integrantes del naciente Partido
Liberal, quiénes sin ejercer oficio de artesanos, se vincularon a la sociedad,
primero ofertando clases de aritmética, lectura y escritura, para
posteriormente aprovechar el espacio de las sesiones y la concurrencia de
público, para expresar sus ideas a favor
de la libertad de prensa, la separación de la iglesia y el Estado y la
distribución de la riqueza económica. Ideas que poco tiempo después, fueron
expresadas por algunos de los jóvenes que integrarían la Escuela Republicana en 1849.
[6] Mario Aguilera y Renán Vega. Ideal Democrático y revuelta popular. Bogotá,
Ed. Unibiblos, 1998, p91.
[7]
Jonathan Brown, “La tradición cortes en la cultura…, Op. Cit, p. 447.
[8] Carlos Holguín. Acta de Sesión solemne Sociedad
Filotémica, 28 de octubre de 1850, p11.
[9] Mario Aguilera y Renán Vega. Ideal Democrático y revuelta…, Op. Cit, p.89.
[10] Cada uno de estos clubes políticos,
compuesto por la denominada “Generación Romántica”, hijos de las familias
prestantes y de élite de los partidos tradicionales Liberal y Conservador,
estudiantes de los principales colegios de la capital.
[11] Paul Ricoeur, sostiene que la
ideología tiene un matiz profundamente simbólico orientado a perpetuar y
fortalecer el vínculo social, en tanto la ideología funciona como una forma de
reconocimiento, vinculada a la necesidad
de los grupos o colectivos de darse una imagen de sí mismos, de representarse,
de ponerse en juego y en escena. “Quizá
no exista grupo social sin esta relación indirecta con su ser propio a través
de una representación de sí mismo”. Paul Ricoeur, Ideología y utopía.
Barcelona, Gedisa editorial, 2014, p212.
[12] Mario Aguilera y Renán Vega. Ideal Democrático y revuelta…, Op.
Cit, p101.
[13] José Luis Romero. Situaciones e ideologías en América Latina. Medellín, Editorial
Universidad de Antioquia, 2001, p21.
[14] Sandra Souto. “Juventud y movimientos
juveniles: de la conformidad a la protesta”. Historia, pasado y memoria en el mundo contemporáneo. Zaragoza, Ed.
Instituto de Estudios Turolenses de la Diputación de Teruel, 2014, p38.
[15] Se menciona el condicionante
“algunos”, ya que si bien han existido individuos jóvenes en el sentido
biológico del término, en la Nueva Granada solo podían considerarse
“juventudes” aquellos que hacían parte de las élites económicas y políticas
locales, quienes a diferencia de los otros,
gozaban de una moratoria social que les permitió tener espacios de
sociabilidad y auto reconocimiento más dinámicos.
[16] Carlos Feixa. De jóvenes, bandas y tribus. Barcelona, Editorial Ariel, 1990, p28.
[17] El historiador Pablo Rodríguez,
refiere a la mocedad como una fase inicial de la juventud; sostiene que era la
forma de designar a los jóvenes que se encontraban en la adolescencia (13 a 18
años). Pablo Rodríguez. “Las edades de la vida”. Revista Credencial Historia, nº 129, Bogotá, 2000, p 204.
[18] Ibídem, p204.
[19] Similares documentos, reseñan que
“Otra excentricidad de esos tiempos eran los
apodos que se daban los estudiantes según su procedencia: al de Bogotá se le
llamaba mosca; al de Popayán, tragapulgas; al del Tolima, timanejo; al de Cali, calentano; a los costeños, piringos; al antioqueño, maicero; al de Boyacá, indio; y al de Santander, cotudo”. Jose Maria Cordovez. Reminiscencias de
Santa Fe de Bogotá. Bogotá, Editorial Panamericana. 2000, p32.
[20] José María Samper. Historia
de un alma. Bogotá, 1948, p52.
[21] Para mayores precisiones consultar los
trabajos de: Carlos Reina y Luisa Cortés. Historia,
juventudes y política: de la Escuela Republicana del siglo XIX a las élites y
juventudes políticas en los gobiernos del siglo XX en Colombia. Editorial
Universidad Distrital. 2014; Franz Riveros.
Vicios, virtudes y educación moral en la construcción de la República 1821-1852.
Bogotá, Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales- Uniandes. 2006.
[22] Debe resaltarse que no todo joven
neogranadino hacía parte de la Juventud, ya que la misma tenía por entonces un
carácter de organización política, masculina y de élite, era la juventud, una
forma de representar en ciertas personas todos los ideales patrióticos, que se
creía debía tener cualquier proyecto de República.
[23] Antonio Hernández. Discurso en Acta de sesión
solemne de la Sociedad Filotémica. Bogotá, octubre de 1850, p16.
[24] Al referir a la “Conjuración”, aluden
a la “Noche Septembrina- 25 de Septiembre” en la que se perpetró un intento de
asesinato contra Simón Bolívar, por parte de algunas personalidades políticas
del país, ante el temor de una posible dictadura.
[25] Germán Colmenares. Partidos políticos y clases sociales.
Medellín. La carreta editores. 2008, p121.
[26] Rodolfo Echeverría. Los Gólgotas. Bogotá, Editorial
Mejoras.1944, p 14.
[27] Germán Colmenares. Partidos políticos y clases sociales.
Medellín. La carreta editores. 2008 o el trabajo clásico de Frank Safford. “Acerca de
las interpretaciones socioeconómicas de
la política en la Colombia del siglo XIX”.
Anuario Colombiano de Historia Social y de la cultura. No 13. Bogotá, Años 1985-1986.
[28] Antonio Hernández. Discurso en Acta de sesión solemne…, Op. Cit, p16.
[29] Autor de artículos y cuadros de
costumbres que aparecieron en diarios de amplia circulación por entonces, como El Neogranadino y El Tiempo, de Bogotá,
y en El Pueblo, de Medellín, bajo el
seudónimo Emiro Kastos.
[30] El
Neogranadino, Bogotá, 25/11/1850, p4.
[31] Uno de los principales líderes de las
juventudes liberales decimonónicas de Bogotá, ciudad a la que llegó siendo un
niño. Su activa participación en la prensa, aun siendo estudiante es admirable,
así como su capacidad oratoria que pronto lo consolidó como la cabeza visible,
no sólo de la Escuela Republicana, sino de su generación a la que se denominó,
“Generación Romántica”. Su participación en diversos cargos públicos y en los
cuadros políticos nacionales será constante hasta finales del siglo XIX, cuando
se retira siendo ya un anciano.
[32] José María Samper, citado en Germán
Colmenares. Partidos políticos y clases
sociales. Medellín. La carreta editores. 2008, P46
[33] Denominación con la que Jaime
Jaramillo-Uribe refiere a la generación de 1850 en un artículo titulado “La
controversia Jurídica y filosófica librada en la Nueva Granada en torno a la
Libertad de esclavos”, en donde
dedica un espacio particular a reflexionar el papel de esta Juventud frente a
la Esclavitud. Anuario colombiano de historia social
y de la cultura, no. 4 -
1969. Universidad Nacional de Colombia, pp63-86.
[34] Rafael Núñez, citado en Germán
Colmenares. Partidos políticos y clases
sociales. Medellín. La carreta editores. 2008, p49.
[35] Pierre-Luc
Abramson. Las utopías sociales en América
Latina en el siglo XIX. México, Editorial Fondo de Cultura Económica, 1999.
[36] Alusión por la cual, estas juventudes
empiezan a ser denominadas “Partido Gólgota” por parte de la oposición
conservadora y con la que trascienden en la historia política del siglo XIX,
que dedicó varios apartados a los integrantes del club Escuela Republicana bajo
la denominación de “Gólgotas”.
Inclusive, existe un libro publicado en 1944 por Roberto Echeverría titulado Los Gólgotas, que retrata varios pasajes
de la cotidianidad de las juventudes liberales.
[37]
Idea que también fue adaptada por los jóvenes liberales y que se vería
materializada, años después durante el periodo político denominado Olimpo Radical
[38] En la práctica, el establecimiento de
talleres nacionales, sugerido por Louis Blanc como solución al problema social
del proletariado, tuvo en Colombia no sólo gran resonancia en las Sociedades
Democráticas de Artesanos sino que incluso hubo proyectos del gobierno para
ponerlos en ejecución. Tan es así que el gobierno de José Hilario López
presentó un proyecto para que se estableciesen talleres industriales en la
Universidad y en los colegios oficiales, en el año 1851.
[39] Pierre-Luc
Abramson. Las utopías sociales en América
Latina en el siglo XIX. México, Editorial Fondo de Cultura Económica, 1999,
p84.
[40] Germán Colmenares. Partidos políticos y clases sociales.
Medellín. La carreta editores. 2008, p113.
[41] Entre tanto, el socialismo que más se
ajusta para caracterizar las intervenciones de la Escuela Republicana podría
ser el socialismo de tipo conservador o
burgués (Marx y Engels; 1980) que se caracteriza por buscar el cambio de
las condiciones de explotación mediante reformas administrativas que no
obstante preservan las relaciones de producción opresivas. Esto porque es
importante recordar que estos jóvenes pertenecen a familias de clase emergente -comerciantes y abogados-, a
quienes no les interesa arriesgar su propiedad privada ni sus privilegios.
[42] Romero señala que “Los partidos
policlasistas, románticos apelaban a sentimientos primigenios e indiferenciados
en relación con las clases humildes en particular, con los grupos autóctonos
sometidos a las duras condiciones de trabajo impuestas por el nuevo orden
económico, y como este estaba visiblemente vinculado al capital extranjero,
apelaban también a cierta elemental xenofobia disfrazada de nacionalismo
constructivo “, Op. Cit, p.33.
[43] Jairo Gómez. “El Romanticismo como
mito fundacional de lo joven”. Revista
Latinoamericana de Ciencias Sociales, Niñez y Juventud, Vol. VII, N°
1, Manizales, 2009, p 75.
[44] Durante la Revolución de 1848 la unión con
las clases populares forzó la abdicación del rey Luis Felipe y permitió que se
proclamara una segunda República en la cual se defendía el sufragio universal
(masculino), la libertad de prensa, se prohibía la pena de muerte y se defendía
la libertad de asociación. No obstante, cuando la clase obrera tuvo la
intención de participar de forma más activa y directa, la burguesía la dejó sin
apoyo, lo cual derivo en el fracaso de estos
nuevos vientos de revolución. Sin embargo, con el abandono de la burguesía
francesa a la clase obrera, el enemigo en común que era el absolutismo quedó
atrás y entonces, mientras burgueses y obreros se enfrentaban entre sí, darían
lugar en 1852 a la paradójica inauguración del segundo Imperio Francés, esta
vez en manos de Luis Bonaparte (Napoleón III).
[45] Germán Colmenares. Partidos políticos…, Op. Cit, p.123.
[46] Acta
de sesión solemne de la Sociedad Filotémica. Bogotá, octubre 28 de 1850,
p12.
[47] El
Filotémico #12, Bogotá, 02/02/1851, p1.
[48] Importante institución educativa
Colombiana, que existe desde la Colonia hasta nuestros días y que ha sido la
formadora de un amplio grupo de personalidades del acontecer histórico y
político nacional.
[49]
Las cuatro páginas del semanario se distribuían regularmente bajo las
mismas secciones, a saber: Encabezado apoyando la candidatura presidencial del
General Obando; La editorial de La
Reforma; Una columna titulada “Pronunciamientos”, en la cual se daba
respuesta pública a la correspondencia o a las críticas de la oposición; En la
parte central el artículo más importante de la publicación titulado “Crónica de
la Escuela”; un espacio para la expresión poética o literaria; y en la página
final “Las inserciones” donde se discutían aspectos de orden jurídico de
interés de los estudiantes de la Escuela y finalmente la sección de avisos.
[50] La
Reforma #1, Bogotá, 20/07/1851.
[51] Ramón Gómez, Discurso
en Acta de Sesión Solemne de la Escuela Republicana. Bogotá, 30 de octubre
de 1850, p12.
[52] La
Reforma #3, Bogotá, 03/08/1851, p2.
[53] Manuel Suarez Fortoul, Discurso en Acta de Sesión Solemne de la E. Republicana.
Bogotá, 30 de octubre de 1850, p19.
[54] Mayores
precisiones en Carmen Escobar. La
Revolución Liberal y la protesta del artesanado. Bogotá, Fondo de Publicaciones
Fundación Universitaria Autónoma de Colombia,1990.
[55] La
Reforma #7, Bogotá, 31/08/1851, p3.
[56] Juan Bautista, Discurso en Acta de Sesión Solemne de la E. Republicana.
Bogotá, 30 de octubre de 1850, p51.
[57] Franz Riveros. Vicios, virtudes y educación moral…, Op. Cit, p.91.
[58] Gerardo Molina. Las
ideas liberales en Colombia 1849-1910. Bogotá, Ediciones Tercer mundo.
1970, p19.
[59] Ídem, p19.
[60] Joaquín Vélez. Discurso en Acta de Sesión solemne, Sociedad Filotémica, 28 de
octubre de 1850. p49.