La juventud argentina durante la Segunda Guerra Mundial. Una
mirada desde periódicos nacionalistas
Argentine Youth During the Second World
War. A Look From Nationalist Newspapers
Laura
Monacci
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
lauramonacci@gmail.com
Resumen
La Segunda Guerra Mundial se caracterizó por
ser un enfrentamiento en que primó el aspecto ideológico a la hora de conformar
los bandos que se enfrentaron así como de construir al enemigo. Esto condujo a
que adoptara características propias de choque en el plano internacional tanto
como dentro de las fronteras de un mismo país afectando a la totalidad de la
población, que se vio de una u otra manera involucrada, confrontando -cuando no
directamente en el frente de batalla- por la familia ideológica que defendían.
Argentina no estuvo exenta de dicho
enfrentamiento ideológico, del que tomó partido gran parte de la sociedad y en
que participó activamente un grupo que fue cobrando mayor visibilidad desde
comienzos del siglo XX y a medida que la postura por un bando u otro se
radicalizaba. Este grupo estaba compuesto por los jóvenes, que hacían sentir su
voz en la arena política local, representando a sus movimientos y confrontando
de igual a igual con sectores de la política anteriormente detentados
exclusivamente por sus mayores.
Este trabajo pretende brindar luz sobre este
colectivo heterogéneo en un periodo en que la juventud no siempre fue
interpretada como un actor social autónomo.
Palabras
clave
Juventud argentina; Segunda Guerra Mundial; nacionalismo;
filo-fascismo; periódicos nacionalistas.
Abstract
The Second World War was a confrontation in which the ideological aspect prevailed when it came to shaping the sides that faced each other as well as building the enemy. This led to build particular characteristics at the international level as well as within the borders of the same country affecting the entire population, which was in one way or another involved, confronting –whether or not on the battle front- for the ideological family defended.
Argentina was not exempt from this ideological confrontation, from which a large part of society took part and in which a group that was gaining more visibility since the beginning of the 20th century actively participated, as the position by one side or the other became radicalized. This group was made up of young people, who raised their voice in the local political arena representing their movements and confronting on an equal footing with sectors of politics formerly held exclusively by their elders.
This work aims to shed light on this heterogeneous group in a period when Youth was not always interpreted as an autonomous social actor.
Keywords
Argentine Youth; Second World War; Nationalism; Filo-fascism; Nationalist Newspapers
Introducción: los jóvenes y el
escenario global
Si queremos
analizar el fenómeno de la Juventud en el siglo XX, encontraremos que la
mayoría de estudios sobre este colectivo se centran durante la segunda
posguerra, reconociéndolo recién entonces como un actor social autónomo,
emergente al calor de las transformaciones socioculturales de la época. En este
nuevo contexto, los cambios por los que atravesaron “los jóvenes de las
modernas sociedades postindustriales”[1] estarían ligados al surgimiento del Estado
de Bienestar; la crisis de la autoridad patriarcal; el nacimiento de un mercado
de consumo específicamente juvenil; la internacionalización de la cultura
juvenil ligada a los mass media; la
erosión de una moral puritana, sustituida por una moral consumista[2]. Estos cambios conducirían a su vez, según
Eric Hobsbawm, a un ultra subjetivismo producto de la búsqueda por la
realización del deseo individual -que impregnaría la lucha juvenil de este
período- convirtiéndolo en su principal motor. A través de slogans del tipo "Cuando pienso en la revolución, me entran
ganas de hacer el amor", se ponía dentro de un mismo plano la liberación
personal y la liberación social, como mismos móviles del accionar político[3].
Este autor,
como Sergio Pujol -para el caso argentino- analiza a la juventud desde una
perspectiva cultural-antropológica. Sería durante este periodo de “revolución
social” y “revolución cultural” que los adolescentes se habrían transformado en
un actor social consciente, reconocido gustosamente por los fabricantes de
bienes de consumo y no tan entusiastamente por sus mayores, con quienes se
sentirían cada vez menos identificados, ahondando la brecha intergeneracional[4]. Asimismo, para Pujol la existencia de este
colectivo fuerte y nuevo estaría ligada a la apropiación simbólica y material
de bienes culturales, construyéndose como un heterogéneo sujeto de consumo[5].
Sin embargo, al poner el énfasis
en la autonomía lograda por los jóvenes de la nueva sociedad de consumo y su
masiva participación en los movimientos estudiantiles de la segunda posguerra,
corremos el riesgo de no ver el rol distintivo jugado por la juventud en un
periodo previo, impregnado por otras luchas relacionadas con el enfrentamiento
ideológico propio de la época.
Nos resultan más enriquecedoras
las lecturas que analizan a los jóvenes como un actor social autónomo producto
de procesos previos, más extensos, que rastrean sus orígenes en el surgimiento
y las transformaciones de la sociedad capitalista, obteniendo hacia fines del
siglo XIX un rol diferenciado y reconocido dentro de sus sociedades. Para
Philippe Ariès, ya hacia el 1900 surgen interrogantes sobre “qué pensarán los
jóvenes”, y comienzan a publicarse investigaciones al respecto: “La juventud
aparece como detentora de valores nuevos susceptibles de vivificar la anticuada
y estancada sociedad”[6]. Siguiendo la misma línea, Carles Feixa,
tomando como referente a John Gillis, agrega que el concepto que el autor
denomina "era de la adolescencia" se había limitado hasta entonces a
los varones de la burguesía. Recién a comienzos de siglo XX este concepto se
democratiza extendiéndose a otros colectivos como las mujeres, los obreros, los
jóvenes de las zonas rurales y de los países no occidentales[7]. En el mismo sentido, Sandra Souto Kustrin
retoma esta línea, pero atendiendo a las particularidades de cada grupo de
jóvenes en cada época y región:
Los jóvenes por consideraciones
de edad no han formado nunca un todo homogéneo sino que han reflejado las
divisiones económicas, sociales y políticas existentes en la sociedad. Además,
el fenómeno que conocemos como modernización tuvo diferente ritmo y cronología
en los distintos países. Todo esto hizo que el proceso de configuración de la
juventud como grupo social tuviese también un ritmo distinto, no sólo en cada
país, sino dentro de éstos, en el mundo urbano y en el rural, en las diferentes
clases sociales y los géneros: la juventud surgió en primer lugar como un
fenómeno urbano, masculino y de clases altas y medias[8].
En el estudio histórico-cultural que realizan
Carlos Reina Rodríguez y Fernanda Cortez Navarro se propone el estudio de “las
juventudes" -en plural- ya que entienden que no hubo una sola en un
periodo determinado -sino varias, conviviendo simultáneamente, con sus
similitudes y contradicciones- y que ésto queda en manifiesto cuando se realiza
un abordaje histórico de las mismas[9].
En la perspectiva antropológica de Carles
Feixa, la juventud aparece como una "construcción cultural",
relacionada con una serie de condiciones sociales y de imágenes culturales que
dependen a su vez del tejido estructural social en general, que engloba en sí
las instituciones políticas, las relaciones entre los distintos grupos, las
formas de subsistencia, y las cosmovisiones ideológicas, propias de cada
sociedad. De esta manera existen para este autor cinco grandes modelos de
juventud correspondientes a diferentes formas de organización social:
los ‘púberes’ de las sociedades
primitivas sin Estado; los ‘efebos’ de los Estados antiguos; los ‘mozos’ de las
sociedades campesinas preindustriales; los ‘muchachos’ de la primera
industrialización; y los ‘jóvenes’ de las modernas sociedades postindustriales.
No se trata de modelos unívocos, sino más bien de ‘tipos ideales’ que sirven
para ordenar la heterogeneidad de los datos etnográficos e históricos. En cada
caso deben combinarse con otras estratificaciones internas (como las
geográficas, históricas, étnicas, sociales y de género)[10].
Siguiendo este esquema de larga
duración, que consideramos pertinente para el análisis de los jóvenes que
actuaron durante el periodo de entreguerras y la Segunda Guerra Mundial, en
este trabajo nos encontramos con “los muchachos de la primera
industrialización”. Estos jóvenes fueron parte y producto de la experiencia
surgida tras el largo proceso de transición del feudalismo al capitalismo,
periodo en que se dio forma a ciertas instituciones emblemáticas -dentro del
nuevo contexto de la Modernidad-, definitorias de las principales
características de estos grupos. Las instituciones arquetípicas a las cuales se
hace referencia fueron la nueva familia burguesa; el trabajo, en el contexto de
las nuevas relaciones de producción capitalista; la escuela y el ejército, como
instituciones fundantes de la identidad nacional extendida -en el marco de los
nuevos estados surgidos al calor de las transformaciones que trajo consigo la
Revolución francesa- encargadas de formar a los nuevos ciudadanos que habitaban
dentro de sus fronteras[11].
Hacia fines
del siglo XIX, con el desarrollo urbano e industrial y la mundialización de la
economía, tuvo lugar un avance democrático que permitió a las masas una mayor
participación en la arena política, generando movimientos radicalizados desde
la nueva derecha nacionalista antisemita y desde la izquierda, a partir del
creciente movimiento obrero, y que encontraron mayores vías de difusión gracias
a las nuevas y mejores vías de comunicación a nivel global[12]. Con el estallido de la Primera Guerra
Mundial se inauguró una nueva forma de enfrentamiento caracterizada por el
esfuerzo de guerra total, que requería aplicar todos los recursos humanos y
materiales al esfuerzo bélico, dando lugar a lo que Furet denominó “guerra
industrial” y “guerra democrática”[13]. Esto implicó una nueva y mayor
participación de las masas en el conflicto, involucrándolas no solo como
protagonistas en el frente de batalla, sino como la mano de obra que sostenía y
reproducía el desarrollo material de la guerra. El involucramiento desde todos
estos ámbitos y el sacrificio realizado por la sociedad civil condujo a un
punto sin retorno en que el pueblo se sintió con derecho a reclamar su activa
participación en la toma de decisiones políticas. La Revolución rusa y los
levantamientos de posguerra vinieron a dar cuenta de lo que las masas eran
capaces de provocar al ser desoídas.
Para los
jóvenes, la participación en la guerra significó una liberación de la opresión
familiar y de la jerarquía patriarcal, que los convirtió, a su vez, en
protagonistas de la historia en tanto artífices del devenir colectivo por su
rol en el campo de batalla o en los estallidos revolucionarios que se
suscitaron durante y después del conflicto. Sus reclamos comenzaron a cobrar
mayor visibilidad como consecuencia de una mayor organización de las bases y
mediante la planificación sociocultural de los nuevos gobiernos emergentes en
la primera posguerra. Según Sandra Souto Kustrín:
Fue en el
periodo comprendido entre las dos guerras llamadas mundiales cuando los jóvenes
se convirtieron en un problema social y político, pero también fueron
considerados el origen del futuro, los transformadores de la sociedad, como no
lo habían sido antes[14].
A lo largo de los 21 años que
transcurrieron entre la finalización de la Primera y el comienzo de la Segunda
Guerra Mundial podía observarse que la forma que adoptaría un nuevo
enfrentamiento no sería entre estados, como lo había sido durante la Gran
Guerra, sino que se desarrollaría como una guerra civil nacional e
internacional que implicaría a dos familias ideológicas en el conflicto:
"por un lado los herederos de la Ilustración del siglo XVIII y de las
grandes revoluciones, incluida, naturalmente, la revolución rusa; por el otro,
sus oponentes" y se disputaría tanto internacionalmente como hacia el
interior de las fronteras de los estados nacionales, que vieron en sus
sociedades una creciente toma de partido por uno u otro campo[15].
Esta nueva forma de
enfrentamiento implicó una mayor radicalización de la violencia -tanto
explícita como discursiva- ejecutada por las nuevas y múltiples agrupaciones
que, a uno y otro lado del Atlántico, componían el abanico ideológico que iba
de la extrema derecha a la extrema izquierda.
A lo largo de estos años de
enfrentamiento, y a medida que éste se recrudecía, fue cobrando mayor visibilidad
un nuevo colectivo político conformado por jóvenes, que participaban
activamente en los diversos bandos que componían las nuevas familias
ideológicas, y que se diferenciaban de sus pares y de otros grupos etarios
tanto por su accionar como por su organización programática. Argentina no sólo
no estuvo exenta de este conflicto, sino que hacia el interior de sus fronteras
cobró unas dimensiones inusitadas, atravesadas por el desarrollo de sus
problemáticas locales particulares que adquirían a su vez un nuevo cariz de la
mano del gran flujo de inmigrantes provenientes de Europa, que desde finales
del siglo XIX complejizaban el escenario ideológico nacional.
Una de las
primeras instituciones en ver la potencialidad movilizadora de la juventud fue
la Iglesia Católica, que encauzó hacia sus filas ingentes masas de jóvenes a
partir de la creación de las Juventudes Católicas u otros movimientos afines
especializados, como la Juventud Obrera Cristiana[16]. Asimismo, tanto en los partidos fascistas
como en el programa de los bolcheviques en la URSS, los jóvenes ocuparon un
lugar central, distinguido de otros grupos, a la hora de pensarlos como un
actor político autónomo dentro de estos movimientos[17].
En la URSS, la creación de la
“personalidad colectiva” a la que apuntaba el partido exigía una nueva
“estructura del alma”[18]. A diferencia de la lectura de los jóvenes
occidentales de la segunda posguerra que hace Hobsbawm[19] -entre otros- como sujetos individualistas y
subjetivistas, lo personal ligado a lo político estaba entonces plenamente
relacionado con el desarrollo del sujeto colectivo soviético, no con un deseo
de realización subjetivo. La educación soviética era pensada como un arma
fundamental para llevar a cabo estos fines. A los niños y niñas soviéticos se
los enrolaba a los diez años en los Pioneros, una organización en la que se les
inculcaba el valor por el trabajo y la disciplina comunista, haciéndolos
experimentar un intenso sentimiento de pertenencia e inclusión social. A los
quince años alrededor de 1/5 de estos jóvenes pasaban a formar parte del
Komsomol, otra organización bolchevique destinada a formar los próximos cuadros
del partido.
Pero especialmente fueron el
fascismo y el nazismo los movimientos que explotaron de manera más eficaz el
encuadramiento político de los jóvenes, encontrando Hitler en las Juventudes
Hitlerianas y Mussolini en los Balilla
y Avanguardisti italianos sus cuadros
más activos y devotos. Es por esto que los Estados fascistas se interesaban
particularmente por la juventud y por monopolizar la formación de los jóvenes,
con el fin de moldear al hombre y a la mujer del futuro (cada uno, desde ya, en
la esfera de participación que le correspondía), “que fuesen al mismo tiempo
combatientes y súbditos dóciles”[20]. Estas medidas implicaban una
reestructuración social y cultural de alto impacto, desarmando antiguas redes
de pertenencia social e ideológica, que sólo podía lograrse mediante una
“revolución del alma”[21].
El nuevo
protagonismo que fueron cobrando estos movimientos y en que se desarrolló la
juventud de primera mitad del siglo XX conduce a Sandra Souto “a considerar
este periodo como el de la primera ‘gran oleada’ de movilización juvenil en el
mundo occidental, en contraposición a la valoración tradicional que destacaba
la ‘novedad’ de los movimientos juveniles de los años sesenta del siglo XX”[22] sobre la cual se hacía mención más arriba.
En este sentido, la búsqueda por
diferenciarse de sus adultos sería un rasgo similar característico tanto de los
jóvenes de la primera mitad del siglo XX como de los de las “sociedades
posindustriales” de la segunda mitad, que los conduciría a la acción política
en uno y otro momento, más allá de que las causas de su accionar proviniera de
distintos móviles. Sin embargo, este aspecto no puede desviarnos del análisis
de la particular coyuntura histórica que implicaba para estos jóvenes en cada
caso asumir riesgos, tomar decisiones y actuar en función de una verdadera
creencia en el programa político-ideológico por el cual, en muchos casos, se
ponía la vida en juego. Un análisis basado exclusivamente en la rebeldía contra
las jerarquías parentales relacionada con la edad nos impide ver el auténtico
rol de sujetos políticos maduros que los jóvenes asumieron a lo largo del siglo
XX, tanto durante la primera como durante la segunda mitad de la centuria. Consideramos que es fundamental historizar a la
juventud, dando cuenta de sus particularidades específicas en cada periodo
histórico con el fin de poder visibilizar la forma en que se interrelacionó con
otros sectores de la sociedad y su accionar político, distinguiéndolos de los
jóvenes de otras épocas.
En este trabajo nos centraremos
específicamente en la juventud del periodo de entreguerras y de la Segunda
Guerra Mundial, en particular. Nuestro objetivo consiste en observar el rol
social y político cumplido por la juventud nacionalista, analizando la
particular coyuntura histórica en Argentina y la forma en que este país se
vinculó al escenario mundial, poniendo el foco sobre cómo los jóvenes tomaron
las riendas de la acción directa, convirtiéndose en el brazo armado de sus
agrupaciones, haciéndose eco y encarnando un proyecto colectivo. Esto los
convirtió en un actor social activo, autónomo, que en Argentina se desarrolló
en tensión con otros sectores afines y con sus homólogos en las antípodas
ideológicas, en un periodo de altísima radicalización social y acción directa
de diversas y numerosas agrupaciones, producto de las transformaciones locales,
en diálogo con el complejo escenario internacional.
Escenario argentino y diarios
nacionalistas
Hacia fines de la década de 1920,
con la nueva elección de Yrigoyen, se instaló una percepción general en los
sectores conservadores de que la crisis sociocultural empeoraba[23]. Esto estimuló el crecimiento de un nuevo
nacionalismo derechista exacerbado, basado en los intelectuales europeos como
Charles Maurras, José Ortega y Gasset, Ramiro de Maeztu. Estos nuevos
nacionalistas “glorificaban el irracionalismo, el vitalismo y la juventud, y
denunciaban de modo explícito a la democracia liberal tanto como a la izquierda
radical”[24].
A ojos vista de estos grupos, la
creciente crisis era producto del escenario socio-político que había permitido
el ingreso de las masas en la arena política a partir de la revolución rusa; en
Argentina de la Ley Sáenz Peña de voto universal, y por causa de la creciente
inmigración que había trastocado el normal devenir de la política y la cultura
local. Tras el golpe de Estado de 1930, que llevó a José Félix Uriburu al
poder, las organizaciones nacionalistas se multiplicaron. A lo largo de la que
Daniel Lvovich llama “la larga década del nacionalismo”, que abarca el período
que transcurre entre 1932 y 1943, se produjo una expansión del movimiento
nacionalista generando la transformación “de un pequeño grupo de intelectuales
convertidos en conspiradores en un movimiento militante de protesta”[25].
Desde las
páginas de los diarios que nos ocupan, el temor a la infiltración de una
amenaza foránea, de los grupos locales que la representan, así como el
enaltecimiento de los jóvenes nacionalistas que defienden los verdaderos
valores de la patria, son continuamente presentados como las dos caras de una
misma moneda. En este trabajo tomamos como fuente, El Pampero y el diario que lo continuó tras su clausura en enero de
1944: El Federal: Soberanía o Muerte.
Ambos estaban dirigidos por el ultranacionalista y antisemita Enrique Osés,
quien además tuvo a su cargo en este período la dirección de otros diarios -La Maroma, Crisol- y a quien se lo vinculaba con la embajada alemana, no sólo
por los fondos para sus periódicos -que ésta aportaba- sino como informante
durante la Segunda Guerra. El Pampero salió a la
luz el 1 de septiembre de 1939, y fue cerrado el 27 de enero de 1944, por motivo de fuertes
críticas al gobierno de Ramírez y su decisión de romper relaciones con los
países del Eje[26].
El Federal surgió como continuación de El Pampero. Con motivo de una cena
aniversario nacionalista, conmemorativa de los 5 años del surgimiento de El Pampero, fue publicado en El
Federal un discurso pronunciado por Osés en esa ocasión. Bajo el título:
“Surgimos para impedir la enajenación de una sola partícula de la soberanía”,
explica que tras la caída del gobierno de Ramírez: “ya estaba de nuevo en las
calles, el eco de aquel diario cuyo retorno en nombre no debía ser, pero cuya
ausencia en espíritu tampoco podía ser” y más adelante prosigue: “al aparecer
el diario El Federal dijimos que esto
era la continuidad de El Pampero”[27]. Se siguió publicando hasta diciembre de 1944, al menos el del 7 de
diciembre es el último ejemplar con que contamos. Uno de los motivos posibles
de por qué se siguió publicando hasta una fecha tan tardía puede haber sido
algún permiso concedido a Osés tras el golpe que llevó a Farrell al poder, ya
que desde estas páginas se brindaba un amplio y manifiesto apoyo a su gobierno.
A partir de su posicionamiento
ideológico, se plasmaron aquí ideas en torno a qué políticas seguir durante y
después de la guerra, presentando a su vez los potenciales riesgos que corría
la tan valorada soberanía nacional en el devenir de la particular coyuntura
mundial, poniendo el acento en la supuesta existencia y crecimiento de un
enemigo externo, que complotaba en el interior del país con agentes locales que
servían a sus fines, constituyéndose como una amenaza directa. Este imaginario
se construía y alimentaba, entre otras cosas, de acuerdo al reflejo de las
fluctuaciones de las potencias del Eje a lo largo de la guerra, su
posicionamiento, avances y retrocesos.
Los fondos
para estas publicaciones procedían de diversos orígenes. Desde Alemania, por
medio de la División de Asuntos Externos del ProMi (Propagandaministerium o Ministerio de Propaganda) de Goebbels y la
DNB (Deutsches Nachrichten Büro u Oficina de Noticias Alemana) que era
la agencia oficial del ProMi. También estaba subordinada al Ministerio de
Propaganda la organización Trans Ocean
(T.O), que era la versión de ultramar de la empresa de noticias Europa Press, y de la cual se hace
reiterada mención en nuestros diarios. El Pampero recibía
directamente desde Berlín 42.000 marcos mensuales[28]. Pero también se financiaban mediante agencias alemanas locales o
mediante entidades oficiales como YPF o el
Banco de la Provincia de Buenos Aires[29].
Si bien la embajada alemana
contribuía, con los fondos que aportaba, al mantenimiento de estos diarios, y
su política en el extranjero estaba orientada a desarrollar una intensa guerra
de propaganda -especialmente contra sus principales rivales comerciales en
Argentina: Estados Unidos e Inglaterra- no pueden desconocerse los genuinos
motivos de identificación político-ideológica que movilizaban a diferentes
sectores de la sociedad, en particular a sectores tan efervescentes como los
jóvenes, que dieron forma a sus movimientos, en muchos casos constituyéndose,
como decíamos anteriormente, en su brazo armado. La enorme participación
filonazi en la celebración con motivo de la anexión de Austria por parte de
Alemania (Anschluss) que se llevó a
cabo en el estadio Luna Park el 10 de abril de 1938 –estimada entre 18.000 y
20.000 asistentes-, da cuenta de lo complejo y masivo de su organización[30].
Una vez comenzada la Segunda
Guerra Mundial, se produjo un endurecimiento en torno al posicionamiento
ideológico y una mayor actitud defensiva por parte de la derecha nacionalista
local ligada al temor que generaba la eventual influencia de ideas radicales,
en el contexto de la guerra, tendientes a minar la soberanía nacional,
considerada uno de los principales baluartes a ser defendidos, implicara lo que
implicara. En este contexto, por su potencial explosivo y por su capacidad
organizativa, la juventud fue vista como un actor social destacado, que podía
representar y diseminar lo peor y lo mejor del escenario ideológico
internacional.
Por un lado existían los grupos
de jóvenes más vulnerables desde donde se podía infiltrar el enemigo externo,
valiéndose de ellos como “títeres” por medio de los cuales ejercer sus
verdaderas intenciones desestabilizantes. Así, los espacios educativos tanto
como recreativos que funcionaban por fuera de la línea de la oficialidad
institucional –especialmente tras el golpe del 4 de junio de 1943- fueron
vistos con desconfianza, como espacios a ser temidos y condenables. En la
siguiente cita vemos cómo los “espíritus incautos”, inadvertidos, eran
potenciales vías del “germen de disolución social”:
“El centro de Estudios Libres de Bahía Blanca
es un temible foco de irradiación comunista”[31] … Desde ellos la idea roja era
infiltrada en los espíritus incautos y el germen de disolución social se
desparramaba a diestra y siniestra con una inconsciencia tremenda. Estudiantes
secundarios, universitarios, con su título bajo el brazo, miembros conspicuos
de colectividades extrañas, dirigentes del proletariado, liberales ingenuos,
democráticos enceguecidos, formaban el auditorio de esas entidades culturales o
de investigaciones (¿) [sic] sociales… En definitiva, el veneno letal que
destruye en los espíritus de los auditorios heterogéneos, ingenuos e incautos
como los que asistían a esas asambleas, toda idea sana de redención nacional,
toda tentativa de argentinización, todo propósito de liberación[32].
Este
párrafo condensa gran parte
del esqueleto del pensamiento nacionalista. El enemigo –difuso en
su
demarcación, aunque enfática su adjetivación-
representado por: “las
colectividades extrañas”; el “proletariado”;
los “liberales ingenuos”;
“democráticos enceguecidos”, poniendo en riesgo los
valores más puros de
“redención nacional”;
“argentinización” y “todo propósito de
liberación”, que
encarnarían los nacionalistas.
En este sentido el comunismo era
visto como una de las peores y más temibles amenazas que, mediante los más
viles ardides y engaños promulgaba la revolución, el internacionalismo y
ateísmo, contaminando a sectores permeables, por su ingenuidad, desviándolos de
las “sendas correctas” y subvirtiendo todos los valores nacionales. En este
caso, otro de los espacios colonizado por los comunistas, desde donde corroían
a la sociedad y a otros jóvenes, era la universidad. Esta institución aparece
cuestionada continuamente desde estas páginas, como un reducto de la
“antipatria” que actuaba prácticamente como un vórtice por donde se filtraban
las ideas foráneas que atentaban contra la soberanía nacional:
“Los agitadores comunistas no
cejan en su afán de confundir la conciencia del pueblo”… Los hipócritas de la
FUA: Los grupos comunistas de la universidad adoptan una táctica de
enmascaramiento y de hipocresía. Así es como utilizan a la F.U.A. para todas
las gestiones oficiales, en tanto realizan su propaganda con el rótulo de
“núcleo de estudiantes democráticos”[33].
El mensaje, sin embargo, resulta
contradictorio ya que por un lado representan un peligro frente al resto del
estudiantado: “Estos federastas descalificados son los mismos que en lugar de
preocuparse de estudiar, agitan al estudiantado con el cuento de la reforma
universitaria” pero por otro lado son repudiados por éste: “amén de no poseer
en ninguna forma la representación del estudiantado que los repudia, sirven de
pantalla a los desdoblamientos comunistas de la Facultad”[34].
El comunismo representaba además
un enemigo que disputaba para sus filas los mismos sectores que pretendían
sumar los nacionalistas: los jóvenes en general y los obreros (y los jóvenes
obreros) en particular. En estos grupos las actividades de propaganda y
contrapropaganda fueron especialmente intensas. Cuando se hace mención a “la
pantalla comunista a la que sirven” desde las facultades, se está haciendo
referencia a la capacidad de filtrar transversalmente distintos sectores de la
sociedad, potencialmente permeables a la agitación comunista:
Cuando los comunistas se ven
forzados a aceptar un hecho de fuerza que los perjudica acuden a un resorte: la
organización de una huelga general de carácter netamente subversivo, a fin de
desorganizar el poder del Estado. Presumiblemente la actividad comunista se
dirija hoy a lograr esa finalidad, promoviendo agitación en los sindicatos y
entidades obreras y estudiantiles de carácter gremial[35].
Junto al temor comunista convivía
otro de los grandes enemigos del nacionalismo argentino: la democracia liberal,
representada por las potencias Aliadas occidentales. Su rechazo se basaba en un
supuesto cercenamiento de la soberanía. Su principal problema residía en ser un
modelo foráneo, adoptado por los políticos locales, que actuaban mediante este
“régimen” como agentes de intereses extranjeros.
Como se mencionaba con
anterioridad, la Ley Sáenz Peña había representado una amenaza abriendo la
puerta de ingreso a la arena política a un sector de la sociedad anteriormente
vedado. La elección de Hipólito Yrigoyen a la presidencia en 1916, como su
inmediata materialización, significaba para la oligarquía nacional un riesgo a
la exclusividad de clase ya que, por medio del sufragio universal, había
asumido al poder el primer presidente con una actitud democrática hacia las
clases subalternas, tras una larga historia de presidentes conservadores que no
habían trastocado la estabilidad social. El temor al poder de las masas –más
aún si a éstas se las dejaba elegir- fue in
crescendo hasta que el primer golpe militar sufrido en Argentina en
septiembre de 1930 habría devuelto el orden que la democracia electoral había
trastocado.
Para los nacionalistas afines a
Osés, que daban a su discurso un tono de inclusión popular, la Ley Sáenz Peña
resultaba una burla a la soberanía del pueblo argentino, quien no tendría voz
propia para expresarse por medio del sistema electoral. Esto respondería a una
creencia por parte de estos grupos de que las masas eran incapaces de
participar en política, que mejor sería que fueran dirigidas por un verdadero
patriota, o grupo de patriotas, que interpretara su voluntad y velara por sus
necesidades. La participación popular directa en política era ampliamente
temida, fuera tanto por la vía electoral, encarnada por Estados Unidos o
Inglaterra, como por la vía revolucionaria, encarnada por la URSS.
Los jóvenes representantes de
ambos sectores (comunistas y demócratas) son incluidos en un mismo grupo
-representando un peligro aún mayor por su capacidad para complotar
conjuntamente- en la siguiente cita ejemplificadora:
“La camarilla judeo comunista de
Villa María ataca la neutralidad del país” …Llegaron el domingo último, otros
de la comparsa entregadora, un ingeniero con ínfulas de tribuno demócrata,
Cabrera Molina; un tal Reartes de la pandilla socialista; un personaje imberbe
que afirmó hablar en nombre del Congreso de la Juventud Radical, un comunista,
etc., los que se unieron con elementos de Argentine Action[36] de esta ciudad. La gente
sensata, la juventud valiente de Villa María, los obreros honestos, miraron con
desprecio y con indignación la realización del acto que se empeñaron en
consagrar los agentes asalariados de los Soviets rusos en combinación con los
democráticos de toda laya que merodean en esta ciudad[37].
Esta última cita ilustra la tensión
existente entre diferentes grupos de jóvenes, aquellos que encarnaban la
“antipatria” y aquellos “sensatos”, “valientes” y “honestos” que desconfiaban
de tales discursos. Este contrapunto ideológico, maniqueo, se presenta como una
constante desde las páginas de estos diarios. Nos permite ver además, a
diferencia de las otras citas presentadas más arriba, que no todos los jóvenes
son considerados títeres, maleables, vulnerables a ser influenciados por el
entorno desestabilizante, sino que hay un sector de ellos, los jóvenes
nacionalistas, que representan una esperanza a futuro gracias a la firmeza de
sus convicciones.
Sin embargo, más allá del peligro
que los grupos de jóvenes no nacionalistas pudiesen representar, se reconoce en
estas páginas la activa participación en política de la juventud a través de
los movimientos que representan. En este sentido, podemos ver cómo los jóvenes
eran interpretados como un actor autónomo, cuya singularidad no era posible
negar, por más que –según veremos en la siguiente cita- los partidos
tradicionales liberales sí lo intentaban hacer:
Una de las causas de la prematura
decrepitud del radicalismo, según ha apuntado alguno de los más prestigiosos
dirigentes de ese partido, consiste en la forma sistemática en que el partido
cerró sus cuadros a la Juventud. El radicalismo se abroqueló detrás de los
hombres que se atribuyen falsamente la dirección de la revolución del 90 y no
dejó entrar en sus filas a nadie, sino a condición de aceptar integralmente sus
puntos de vista y no discutirlos. La juventud pues, fue excluida del partido.
No faltaron, sin embargo, iniciativas en el sentido de darle cabida. Una y otra
vez, de tarde en tarde, la juventud partidaria trató de abrirse camino deseosa
de gravitar en la marcha del partido a que había entregado su entusiasmo. Pero,
invariablemente, en cada una de esas oportunidades los políticos que tenían en
sus manos los puestos de mando se negaron categóricamente a abrir las filas,
empezando por el Dr. Alvear, quien no disimuló jamás la profunda antipatía que
experimentaba hacia los dirigentes juveniles[38].
Además de la crítica abierta al
partido y a uno de sus principales referentes, como era Marcelo T. de Alvear,
la nota pone en relieve el vacío referencial y de participación política en que
son dejados los jóvenes que intentaban iniciarse en sus filas. Esto vendría a
resaltar la divergencia metodológica del movimiento nacionalista en relación a
la juventud, destacando la relevancia que se le brindaba como actor protagónico
dentro de sus filas. En lo que sigue de la nota queda en manifiesto una vez más
la inviabilidad que para ellos representaba la política partidaria democrática,
de la cual se hacía mención más arriba:
Aunque el asunto no interesó más
que fuera de las filas del partido radical, hemos considerado interesante dar a
conocer estos pormenores. Ellos revelan, por si hiciera falta más pruebas, la
matemática imposibilidad de llevar a la práctica ningún intento serio u honesto
dentro del ambiente político. Y esto explica el aparente absurdo de que en la
primera convención de la “juventud radical” se haya intercalado en la lista de
oradores al diputado socialista Pérez Leirós, junto con varios conocidos
militantes comunistas o comunizantes. La política destruye fatalmente todo
cuanto se pone a su alcance. El resultado del intento para organizar por primera
vez la juventud radical lo demuestra irrefutablemente[39].
En este sentido, no se condena la
participación política de los jóvenes en sí. Se cuestiona al partido radical en
tanto representante de las instituciones liberales: “la política destruye
fatalmente todo cuanto se pone a su alcance” y se promueve la participación de
los jóvenes en movimientos por fuera de este circuito, como de hecho sucedió
con la proliferación de agrupaciones juveniles a lo largo de todo el periodo de
entreguerras, entre las que destacaban: Alianza de la Juventud Nacionalista
(AJN) (entre 30.000 y 50.000 miembros)[40]; Unión Nacional de Estudiantes Secundarios;
Comité de la Juventud Argentina; Federación Juvenil Social Argentina;
Federación Obrera Argentina; etc.[41].
Otro aspecto característico de
los nacionalistas criollos, era la defensa y promulgación de la fe cristiana,
otorgando a la Iglesia Católica un rol de agente disciplinador y formador de
valores, fundamental en la cosmovisión nacionalista. En este sentido, la
militancia de los jóvenes, de las nuevas generaciones, renovando los votos de
fe, comprometiéndose a llevar la palabra de Dios, resultaba otro de los puntos
centrales para contraponer el buen ejemplo que encarnaban frente a aquellos
jóvenes que representaban valores contrarios (constituyéndose, por lo tanto, en
una amenaza). La siguiente cita celebra y da cuenta de su accionar:
“La juventud católica rindió hoy su homenaje de adhesión
al Santo Padre”: … tuvo lugar esta mañana en la Iglesia Catedral una misa de
Comunión General organizada por el Consejo Arquidiocesano de la Asociación de
Jóvenes de la Acción Católica Argentina… Asimismo, la Junta de Gobierno de los
Círculos Católicos de Obreros ha resuelto realizar el martes a las 9 una misa
de Comunión General… Las Vanguardias Obreras Católicas, rama juvenil de la
entidad, efectuará el mismo día a las 21 horas en la Iglesia Mater Consolationis,
Cánning 1073, una solemne Hora Santa, la que estará a cargo del P. Rodolfo
Carboni[42].
Para el nacionalismo
argentino ambas instituciones, Iglesia y Ejército, se alzaban como pilares del
orden social y espiritual. En los jóvenes que participaban de ellas se
depositaban las esperanzas a futuro en que se construirían las nuevas bases de
la moral nacional. La imagen de estos jóvenes estaba ligada, a su vez, a una
exaltación del cuerpo atlético y saludable -propia de esta época, (tal como lo
podemos ver especialmente en los afiches de propaganda de las juventudes
hitlerianas)-, al desarrollo colectivo, y al espíritu de camaradería que el
deporte y la actividad física despertarían en los jóvenes. Así es que con
motivo de una competencia en el club River Plate por el día de la Educación
Física se destaca: “El cuadro
magnífico de la concentración realizada en River Plate alcanzó su máxima
intensidad, al paso de la juventud de la Patria”, y en el copete: “Exaltación
ferviente del valor de la cultura física”[43].
La búsqueda de la
perfección física mediante el esfuerzo y el trabajo iba de la mano del heroísmo
que implicaba la destreza en el campo de batalla. Quienes desarrollaran
habilidades físicas se presuponían buenos soldados. Para los nacionalistas, que
veían en el Ejército un garante del orden social, cumplir estos requisitos
resultaba fundamental. En el contexto del levantamiento militar contra
Castillo, que puso en el gobierno a Rawson (por 3 días) y continuó con Ramírez
hasta febrero de 1944, se destaca el
heroísmo de los jóvenes militares que dejaron su vida por la defensa de los
valores nacionales que encarnaba tal “gesta patriótica”:
“Juventud de la Argentina”: Los
19 mártires descansan frente a su pueblo. Su gesto -renovada expresión del
valor marcial de la juventud argentina- se repite en la conmovida expresión de
los camaradas que les rinden honores y los depositan en el camposanto, para
veneración y ejemplo de las generaciones, y para testimonio de la generosidad
de la joven Argentina[44].
Estas líneas nos ilustran un
aspecto central que irá cobrando forma a lo largo del tiempo y a medida que el
entonces Coronel Perón iba ganando mayor popularidad desde sus funciones en el
gobierno de facto de Farrel: la idea de la juventud como depositaria del futuro
nacional:
“Una Argentina sin fraudes, sin
sofismas políticos, debe levantar la juventud, dijo el coronel Perón”… Rindo,
señores, el homenaje de gobernante y de argentina [sic] a esta multitud que se
agrupa en esta plaza 4 de junio. Ella representa la trilogía más hermosa de la
patria: el pueblo, que representa la garantía de su grandeza; el ejército que
representa la garantía de su soberanía y la juventud, que es el porvenir mismo
de la patria… Necesitamos renovar valores. Esta revolución debe ser tomada por
la juventud argentina y ésta debe llevarla adelante para estructurar una nueva
Argentina, que sea más justa, más libre, y de la que estén ausentes el fraude,
la mentira y los sofismas políticos. Anhelamos en primer término entregar a la
juventud de [sic] país un trabajo casi completo, para que ella consiga
afirmarlo y refirmarlo en el porvenir[45].
La idea de revolución está
presente en este discurso ligada a la defensa de los valores nacionalistas. En
ese sentido nos remite a la “revolución del alma” encarnada por los fascistas,
a la que hace referencia Paxton, que no pone en riesgo las bases materiales de
la estructura social, sino que apunta a sentar las bases de una nueva sociedad
cimentada en nuevos valores[46]. Ellos están basados a su vez en la grandeza
de la creciente nación fundada en el trabajo de los jóvenes, actores
fundamentales en la producción y reproducción de la economía nacional. Así, en El Pampero vemos esta nota destacando la
labor de los jóvenes alemanes para los esfuerzos de guerra y el desarrollo y
sostenimiento del nacionalsocialismo:
Berlín, 5 (T.O.). “Seis millones
de jóvenes alemanes de ambos sexos están trabajando en las empresas del Reich”,
hizo constar el jefe de la Juventud Hitlerista, Arthur Axmann, en un discurso
que pronunciara ante obreros y obreras jóvenes de una gran empresa berlinesa…
“Estos productores –dijo Axmann-
contribuyen con su trabajo a la producción de armamentos alemanes. La juventud
productora de la Gran Alemania comprende con instinto seguro que el objetivo de
esta guerra es la realización de una organización justa socialista. Los jefes
de la juventud hitlerista consideran uno de sus más importantes deberes la
tutela de los miembros productores de la juventud nacionalsocialista[47].
Tanto los nacionalistas reunidos
en torno a Osés como el nacionalsocialismo veían en los jóvenes al actor
revolucionario por excelencia, de la mano de otros dos pilares: el pueblo y el
Ejército. En Argentina, el futuro gobierno de Perón desarrollará programas de
actividades educativas para la juventud, como también brindará una mayor participación
en la organización política partidaria desde la cual los jóvenes cobrarán aún
mayor protagonismo y visibilización.
Conclusión
A la hora de dar comienzo a este
trabajo surgieron varios interrogantes conceptuales en torno a qué lecturas
hacer acerca del grupo de jóvenes, objeto de estudio ¿Podemos hablar de un
actor social autónomo? ¿Eran parte de un colectivo social mayor que los
incluía? ¿Estaban en tensión con otros grupos etarios a partir de su acción y
compromiso político? ¿Creció su participación y visibilización a lo largo del
periodo analizado? Consideramos que lo expuesto anteriormente nos permite dar
una respuesta afirmativa a estas preguntas en relación a cómo estaba
constituido el tejido social e ideológico argentino durante la Segunda Guerra
Mundial. No son en estos diarios reconocidos solamente los jóvenes
nacionalistas, sino que se destacan en su confrontación con otras agrupaciones
juveniles ubicadas en las antípodas ideológicas. La vinculación de las noticias
locales e internacionales con el accionar de los jóvenes que componen cada
movimiento da cuenta de su reconocimiento como actor político autónomo y de su
creciente participación en la agenda política, social y cultural. Esto está
ligado a la entidad que se les otorgaba como garantes del futuro nacional. En
los jóvenes se depositaban muchas veces las esperanzas y los peores fantasmas
en proyección al devenir político, económico, pero fundamentalmente moral de la
nación. De la misma manera que se fomentaban las actividades de los jóvenes
patriotas en tanto futuros dirigentes y ciudadanos adultos responsables, de
igual manera se temía a aquellos que podían poner a la soberanía y a los
valores nacionalistas en riesgo oficiando de agentes del enemigo ideológico
foráneo e interno.
Un aspecto central a destacar a
modo de conclusión es que siempre que hablamos de los jóvenes nacionalistas lo
hacemos refiriéndonos a jóvenes varones. No se hace mención en estas páginas a
la participación política de las mujeres en estas filas. Las mujeres
nacionalistas ocupan el rol doméstico esperable correspondiente al género,
acompañando a sus hombres en cenas de camaradería o cumpliendo funciones de
benefactoras sociales, pero son los hombres quienes ocupan y deciden en el
ámbito público político.
Sin embargo, sí se critica en estos diarios, y
se hace referencia, a las mujeres que participan de otros movimientos o
agrupaciones, como se lee a continuación:
“La policía apaleó a las mujeres”
–dice un diario importante, complicándose en la maniobra judía, que consiste en
mandar rebecas y raqueles miopes y pelirrojas a las manifestaciones. El uso de
las muchachas judías para esos encontrones permite luego dar una nota
sentimental y engañar al público con la falsa información de la tradicional
galantería criolla, eclipsada por la acción de los policías[48].
Esta cita condensa no sólo el
ferviente antisemitismo que los nacionalistas explayaban diariamente en sus
páginas, sino el desprecio hacia la acción política de las mujeres, negando en
la participación de las mismas la posibilidad de un compromiso político
personal y colectivo de lucha. En estas breves líneas su presencia en las
manifestaciones responde a un “uso” que
se está haciendo de ellas, que son “mandadas” para “dar una nota sentimental” y
“engañar al público”. Tanto el antisemitismo nacionalista como el rol de las
mujeres en estas páginas son temas que, por su importancia, deberán ser
desarrollados en extenso, pero que exceden nuestro actual trabajo.
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Recibido: 12/12/2017
Evaluado: 05/01/2017
Versión
Final: 25/01/2018
[1]Carles Feixa. De jóvenes, bandas y tribus. Antropología de la juventud. Barcelona, ed. Ariel, 1998, pp. 41-46.
[2]Ibídem, pp. 43.
[3]Eric Hobsbawm. Historia del siglo XX. Buenos Aires,
Crítica, 2003. pp. 290-345.
[4]Ibídem.
[5]Sergio Pujol. La década
rebelde. Buenos Aires, ed. Emecé, 2002, p. 76.
[6]Philippe Ariès. El niño y la vida familiar
en el antiguo régimen. Madrid, Taurus, 1990, en Carles Feixa. De jóvenes, bandas y
tribus…, Op. Cit, p. 36.
[7]Carles Feixa. De jóvenes, bandas y
tribus…, Op. Cit, p. 39. Es necesario aclarar que las mujeres cobrarán mayor
autonomía, independencia y visibilización durante la segunda mitad del siglo
XX, en función de los cambios de la nueva época a que se hacía referencia
anteriormente.
[8]Sandra Souto Kustrín. “Introducción: juventud e historia”. Hispania. Revista española de Historia.
Vol. LXVII, Nº 225, Madrid, enero-abril 2007, p. 13.
[9]Fernanda Cortés Navarro y Carlos Reina Rodríguez. Historia, juventudes y política: de la
Escuela Republicana del siglo XIX a las élites y juventudes políticas en los
gobiernos del siglo XX en Colombia. Bogotá, ed. UD, 2014, p. 27.
[10] Carles Feixa. De jóvenes, bandas y
tribus…, Op. Cit, pp. 18-19.
[11]Ídem, p. 36. Para
mayores referencias al rol de estas instituciones durante el surgimiento del
Estado-Nación ver: Josep Fontana. Introducción al estudio de la historia.
Barcelona, Crítica, 1999.
[12]Ma. Dolores Béjar. Historia del siglo
XX; Europa, América, África y Oceanía. Buenos Aires, Siglo XXI, 2011.
[13]François Furet. El pasado de
una ilusión, Ensayo sobre la idea
comunista en el siglo XX. Madrid, FCE, 1996.
[14]Sandra Souto Kustrín. “Introducción: juventud e historia”..., Op.
Cit, p. 14.
[15]Eric Hobsbawm. Historia
del siglo XX…, Op. Cit, p. 150.
[16]Carles Feixa. De jóvenes,
bandas y tribus…, Op. Cit, pp. 40-41.
[17]Vale aclarar que aunque tomemos particularmente estos dos
regímenes y su relación con los jóvenes, no implica que los consideremos
conjunta e indiferenciadamente, englobándolos dentro de una misma categoría
analítica, como se plantea a partir del concepto de “totalitarismo”. Para
analizar las diferencias entre uno y otro sistema y ver los riesgos del uso del
concepto “totalitarismo” ver: Ian Kershaw. “Nazisme et stalinisme. Limites
d’une comparaison”. Le Débat. Vol. II, N° 89, París, marzo-abril 1996, pp.
177-189.
[18]Orlando Figes. Los que susurran. La represión en la Rusia
de Stalin. Buenos Aires, Edhasa, 2009, p. 48.
[19]Eric Hobsbawm. Historia del
siglo XX…, Op. Cit, pp. 322-345.
[20] Robert Paxton. Anatomía del
fascismo. Barcelona, ed. Península, 2004,
p. 168.
[21]Ibídem. p. 166.
[22]Sandra Souto Kustrín. “Introducción: juventud e historia”…, Op.
Cit, p. 14.
[23]El 1 de abril de 1928 Hipólito Yrigoyen fue reelecto por más del
60% de los votos para ejercer su segunda presidencia, en el contexto de una
gran participación popular que involucró al 80% del electorado. Sin embargo su
mandato no llegó a término, ya que el 6 de septiembre de 1930 fue depuesto por
un golpe de Estado liderado por el general José Félix Uriburu.
[24]Ronald Newton. El cuarto lado del
triángulo. La “amenaza nazi” en la Argentina (1931-1947). Buenos Aires, Ed.
Sudamericana, 1995, p. 167.
[25]Daniel Lvovich. Nacionalismo y antisemitismo en la Argentina.
Buenos Aires, ediciones B Argentina S.A., 2003, p. 295.
[26] El 26 de enero de 1944 Argentina rompió relaciones diplomáticas
con los países del Eje tras haberse descubierto una red secreta de espionaje
del Tercer Reich operando en nuestro país. Este hecho, sumado a la continua
presión estadounidense, precipitaron la ruptura que se dio a conocer mediante
un decreto firmado por Pedro Pablo Ramírez, el presidente de facto que el
levantamiento militar del 4 de junio 1943 había puesto en el poder.
[27]“Surgimos para impedir la enajenación
de una sola partícula de la soberanía”.
El Federal, Bs. As., 4/11/1944, p. 3.
[28]Daniel Muchnik. El rechazo
mundial a los judíos. Buenos Aires, Ariel, 2014, pp. 68-70.
[29]Daniel Lvovich. Nacionalismo
y antisemitismo…, Op. Cit, p. 325.
[30] Ibídem, pp. 229-230.
[31] Los títulos en las citas subsiguientes aparecerán entrecomillados.
[32]“El centro de
Estudios Libres de Bahía Blanca es un temible foco de irradiación comunista”. El Pampero, Bs. As., 11/6/1943, p. 6.
[33]“Los agitadores
comunistas no cejan en su afán de confundir la conciencia del pueblo”.
Ibídem, 14/6/1943, p. 4.
[34]Ídem.
[35]Ibídem.
[36]Esta es la manera en que se menciona a “Acción Argentina” desde
las páginas de El Pampero. Esta
agrupación antifascista intentaba promover el apoyo de Argentina a los Aliados
durante la Segunda Guerra. La irónica cita del nombre en inglés respondería a
dicha orientación aliadófila. “Acción Argentina” fue disuelta en 1943 por el
gobierno de facto de Ramírez. Para una profundización sobre “Acción Argentina”
ver: Andrés Bisso. Acción Argentina: un
antifascismo nacional en tiempos de Guerra Nacional: Acción Argentina y las
estrategias de movilización del antifascismo liberal-socialista en torno a la
Segunda Guerra Mundial (1940-1946). Buenos Aires, Prometeo libros, 2005.
[37]“La Camarilla Judeo
Comunista de Villa María Ataca la Neutralidad del país”. El Pampero, Bs. As., 8/12/1941, p. 7.
[38] “El absurdo de la juventud radical”. Ibídem, 26/4/1943, p. 8.
[39]Ídem.
[40]Daniel Lvovich. Nacionalismo y antisemitismo en la Argentina…, Op. Cit, p. 296.
[41] Ronald Newton. El cuarto
lado…, Op. Cit, p. 169.
[42]“La juventud católica rindió hoy su homenaje de adhesión al Santo
Padre”. Ibídem, 27/6/1943, p. 7.
[43]“El cuadro magnífico
de la concentración realizada en River Plate alcanzó su máxima intensidad, al
paso de la juventud de la Patria”. Ídem, 29/10/1944, p. 4.
[44]“Juventud de la
Argentina”. Ibídem, 6/6/1943, p. 7.
[45]“Una Argentina sin
fraudes, sin sofismas políticos, debe levantar la juventud, dijo el coronel
Perón”. El Federal, Bs. As.,
29/10/1944, p. 2.
[46]Robert Paxton. Anatomía del
fascismo…, Op. Cit, p.166.
[47] “Seis millones de jóvenes alemanes trabajan en la industria
germana”. El Pampero, Bs. As.,
5/5/1943, p. 3
[48] “Los judíos en la calle”. Ídem., 9/12/1941, p. 9