Opiniones y actitudes de los jóvenes en los años 1960. Una inmensa minoría en una encuesta realizada por José Enrique Miguens

 

 

Opinions and attitudes of young people in the 1960s.

A huge minority in a survey conducted by José Enrique Miguens

 

 

 

Bettina Alejandra Favero

Universidad Nacional de Mar del Plata

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina

bettinafavero@gmail.com

 

 

 

 

Resumen

A lo largo de los años sesenta del siglo XX se realizaron en la Argentina una importante cantidad de encuestas de opinión pública. El fin de las mismas era conocer la opinión de la gente corriente sobre distintos temas de actualidad como las elecciones, la marcha de la economía, el rol de las fuerzas armadas, el papel de los sindicatos, entre otras.

En este artículo, se analizará una de ellas: “Opiniones y actitudes de la población urbana frente a las elecciones de julio de 1963” realizada en junio de 1963 por el grupo encabezado por José Enrique Miguens.

Específicamente se observarán los datos sesgados de la misma y cuáles fueron las respuestas de los jóvenes ante las distintas preguntas.

 

Palabras clave

venes; opinión publica; actitudes; elecciones; encuestas

 

 

Abstract

Throughout the sixties of the twentieth century, a large number of public opinion surveys were conducted in Argentina. The purpose of these was to know the opinion of ordinary people on various current issues such as elections, the progress of the economy, the role of the armed forces, the role of unions, among others.

In this paper, one of them will be analyzed: "Opinions and attitudes of the urban population facing the elections of July 1963" held in June 1963 by the group headed by José Enrique Miguens.

Specifically, the biased data of the same will be observed and what were the answers of the young people to the different questions.

 

Keywords

young people; public opinion; attitudes; elections; surveys

Introducción

 

El objetivo de este artículo es analizar los datos arrojados por una encuesta “Opiniones y actitudes de la población urbana frente a las elecciones de julio de 1963” realizada en el mes de junio de 1963 por el Centro de Investigaciones Motivaciones y Sociales (CIMS) dirigido por José Enrique Miguens. Específicamente, se profundizará el análisis en las actitudes de la población ante las elecciones, el espíritu con que se encaraban posibles salidas electorales y las posiciones políticas democráticas y autoritarias ahondando en las opiniones de los jóvenes, sector identificado por la encuesta como los menores de 30 años.

Era una tendencia por aquellos años la realización de encuestas de opinión pública que permitían medir y sondear el termómetro político y social e informar sobre los cambios políticos, sociales y culturales a través de revistas de circulación masiva. Panorama y Siete Días fieles reflejos de revistas estadounidenses inspiradas en un periodismo moderno, concitaban la atención de buena parte de los sectores medios argentinos[1]. Así, para enriquecer este análisis, se cruzará la información relevada con una encuesta realizada por Gallup[2] Argentina y publicada en la revista Panorama en junio de 1963. Bajo el título Radiografía de la opinión pública en vísperas de los comicios”, el semanario presentaba este trabajo realizado por treinta y ocho encuestadores durante veintiún días a miles de personas. La misma buscaba “esclarecer el confuso horizonte político” del país sondeando sobre los problemas más graves que se afrontaban, el papel de los políticos y los candidatos preferidos por la mayoría de la población, entre otros.

Las fuentes con las que trabajaré se presentan como instantáneas del pasado, radiografías de un tiempo que responden a intereses diversos. Así, se pondrán en contexto los resultados de los sondeos como también se intentará conocer la finalidad y el origen de los mismos, es decir para quienes y para qué fueron hechas. Parafreaseando a Jacques Ozouf, el historiador debe “apartar el sondeo de su finalidad corriente. E, incluso, tal vez, modificarlo (…) ya que el mismo proporciona indicaciones sobre el estado de la opinión en un momento preciso”[3].

También es necesario considerar que las encuestas son la voz de los “sin opinión” del pasado ya que en las mismas se puede conocer el parecer de aquellos que hasta ese momento no habían sido tomados en consideración en los estudios históricos o sociológicos[4]. Similar a aquello que sucede cuando se utilizan entrevistas orales, el producto final de estos sondeos refleja la opinión sobre determinados problemas que suceden en ese momento y que incumben a “un número representativo de personas de un mismo país, en una misma época y en una misma sociedad”[5]. En este caso, si bien la encuesta trabajada recorta su universo en la población urbana de diversas ciudades de la provincia de Buenos Aires (Capital Federal, Gran Buenos Aires, Bahía Blanca y Mar del Plata) en un amplio abanico de edades y situaciones socio-económicas, el interés se centrará en un subgrupo específico: los jóvenes menores de 30 años.

 

 

José Enrique Miguens: breve trayectoria de vida

 

José Enrique Miguens (1918 - 2011) fue abogado y sociólogo[6]. Realizó sus estudios en Derecho en la Universidad Nacional de Buenos Aires. En 1944 es becado a los Estados Unidos, donde toma contacto con Talcott Parsons y participa del curso de su Sociología Económica y empieza a vincularse con la sociología. En su regreso al país, continuará su práctica como sociólogo en el ámbito universitario participando de las cátedras e institutos de sociología de las facultades de Ciencias Económicas entre 1947 y 1955 y la de Derecho y Ciencias Sociales entre 1948 y 1953, ambas dependientes de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Con la caída del peronismo y los cambios generados en las cátedras de la universidad sobre todo en el ámbito de la sociología en la que perfilaba la figura de Gino Germani, Miguens se alejó del sector estatal.[7]

A partir de 1958, reordenó su vida académica y profesional. Así, fundó la segunda carrera de Sociología de la Argentina en la Universidad Católica Argentina (UCA) y estuvo al frente del Departamento de Sociología entre 1959 y 1966. En el ámbito privado, fue uno de los pioneros en desarrollar las investigaciones de mercado y de opinión pública. Fundó el Centro de Investigaciones Motivacionales y Sociales (CIMS) que funcionó entre 1959 y 1963. El Centro se dedicaba a la realización de estudios centrados en un abanico de temas: las actitudes con respecto a las privatizaciones; las imágenes de los partidos políticos, de las fuerzas armadas, de la Iglesia Católica; las percepciones sobre los conflictos internacionales que afectaban a Argentina, con especial atención en las disputas limítrofes. El CIMS trabajó para empresas privadas, sindicatos, la iglesia católica, partidos políticos, o el mismo Estado, nacional o provincial. Durante estos años, el trabajo de Miguens se centró en analizar los vínculos entre el poder económico y el poder político como también el “militarismo político” es decir un “doble proceso de politización de las Fuerzas Armadas y de militarización de los actores políticos[8].

Miguens interactuó intensamente con la Iglesia Católica y con las Fuerzas Armadas en aquellos años. En relación al ámbito católico, formó parte del proyecto fundador de la UCA invitado por Monseñor Octavio Derisi en 1958[9]. También participo en Criterio y en la revista de la institución jesuita Centro de Investigación y Acción Social (CIAS), además de publicar libros en editoriales de corte católico como Ciudad y Espíritu y Plus Ultra[10]. Su vinculación con las Fuerzas Armadas se dio desde 1958 cuando fue profesor de Sociología en la Escuela Superior de Guerra. A ello se sumó su participación en 1962 como asesor en el conflicto entre “Azules y Colorados”[11] en el que se unió al bando “legalista o azul” y participó de la “Sección de Acción Psicológica”, dirigida por el coronel José María Díaz en Campo de Mayo. Fue el encargado de redactar los 149 comunicados que se difundían cada media hora por las radios de la ciudad y que buscaban crear consenso entre la población.

Este sociólogo e intelectual católico que había adherido al peronismo en sus primeros años, era un comprometido con los proyectos políticos que las Fuerzas Armadas buscaban establecer entre la “Revolución Libertadora” y la “Revolución Argentina” así, puede ser una pieza interesante para entender aquel contexto de los años 1950 y 1960.

 

 

El Archivo “Dr. José Enrique Miguens

 

En la Biblioteca Max von Buch de la Universidad de San Andrés se encuentra el archivo Miguens[12]. Allí existen una serie de estudios basados en las encuestas realizadas por el sociólogo y su grupo de trabajo (Centro de Investigaciones Motivacionales y Sociales - CIMS) desde el año 1957 hasta 1973. Existen 111 estudios centrados en distintos aspectos de la vida política y económica nacional como también en problemáticas específicas. Por ejemplo una serie de estudios sobre opinión pública[13] que sondean el comportamiento económico de la población; la imagen del presidente de turno como también la del ejército o las fuerzas armadas en general; las relaciones con los Estados Unidos; las actitudes frente a las políticas petroleras; la integración económica latinoamericana y la seguridad continental; las actitudes de la población frente al plan económico del gobierno nacional y al papel de las instituciones políticas frente a él, entre otras.[14]

Todos estos estudios e informes se encuentran microfilmados y están clasificados y ordenados por fecha. Los mismos son presentados a través de una carátula en la que se detalla la información que contienen: la fecha, el título, la cantidad de páginas y el autor. A ello se suman las notas que gacen referencia a anotaciones en manuscrito y también están las fichas y tarjetas que llevaban consigo los encuestadores.

A modo de ejemplo, presentamos la carátula del estudio objeto de este análisis.

 

Estudio N° 23

Fecha: [ Junio ] de 1963

Título: Opiniones y actitudes de la población urbana frente a las elecciones generales del 7 de julio de 1963   [O.P 8]

Cantidad de páginas: 115

Autor: José Enrique Miguens y Asociados

 

 

Descripción de la encuesta

 

El estudio nº 23 “Opiniones y actitudes de la población urbana frente a las elecciones de julio de 1963” consta de varias partes que analizan la encuesta realizada[15]. La muestra está formada por un total de 1447 encuestados divididos en 713 varones y 734 mujeres de los cuales el 24,3% reside en Capital Federal, el 20,4% en el Gran Buenos Aires, el 27,6% en Mar del Plata y el 27,6% en Bahía Blanca.

En cuanto a los grupos de edades: el 17,2 % de lo encuestados son menores de 30 años, el 30,2% tienen entre 30 y 39 años, el 28,5% entre 40 y 49 años y el 24,1% más de 50 años. De ellos, el 1,4% no tiene ningún tipo de estudio, el 26,6 % la primaria incompleta y el 38,8% completa, el 16,4% la secundaria incompleta y el 10,1% completa, el 4,4% tiene título universitario y el 2,2% son profesionales. Por último, en relación a las categorías socioeconómicas, están divididas en cuatro sectores A, B, C y D, entendiendo a A como el más alto y D el más bajo[16]. Cabe aclarar que las mismas se refieren a los entrevistados que son cabeza de familia, por lo tanto disminuyen los totales. Así, el universo se reduce a 930 encuestados que son cabeza de familia de los que, el 6,9% se ubican en la categoría A y B, el 8,1% en la C, el 75,1% en la C* y el 9,9% en la D. Si se toman como referencia los porcentajes más altos, podría caracterizarse este universo como de hombres y mujeres que habitaban en grandes ciudades de la zona central del país y que oscilaban entre los 30 y los 50 años con estudios primarios completos y pertenecientes a sectores medios.

El estudio consta de cuatro partes que se detallan a continuación.

Parte I: Actitudes de la población ante las elecciones.

      1)          Vocación electoral.

      2)          Resultados que se esperan de los comicios.

      3)          Limite de resistencia del público.

      4)          Conducción hacia las elecciones por parte de las FF.AA.

Parte II: Estado de espíritu con que se encaran posibles alternativas electorales.

      1)          Candidato radical a la presidencia.

      2)          Lealtad electoral.

      3)          Substitución de candidato en el Colegio Electoral.

      4)          Conducta popular ante anulación de elecciones.

Parte III: Configuración de la opinión sobre la moralidad del país.

      1)          Opinión sobre corrupción generalizada.

      2)          Actitudes polares sobre inmoralidad.

      3)          Tensión entre represión y legalidad.

Parte IV: Delimitación de las posiciones políticas generales: democráticas y autoritarias.

      1)          Confianza en la eficiencia de las instituciones.

      2)          Salida de la crisis.

      3)          Exclusividad de la solución.

      4)          Respeto a la opinión de los otros.

      5)          Autoritarismo.

Parte V: Resumen de la muestra empleada.

Parte VI: Conclusiones generales.

Cada una de estas partes contiene las preguntas realizadas y los opciones de respuesta dadas. Las preguntas no siguen un orden ascendente se han transcripto siguiendo la disposición original. Luego de la presentación de las preguntas se observan las conclusiones de cada una de las partes y los cuadros con los porcentajes de los resultados.

En este artículo se trabajará en profundidad algunos de los resultados presentados en las partes I, II y IV del estudio que tratan los temas que interesan al presente análisis: las actitudes de la población frente a las elecciones, el espíritu ante posibles alternativas electorales y las posiciones democráticas y autoritarias de la población prestando especial atención a los sectores juveniles.

 

 

El contexto histórico[17]

 

Como se menciona en las páginas anteriores, este sondeo se realizó en los meses previos a las elecciones presidenciales de julio de 1963. En aquellos años, la Argentina pasaba por un período signado por la proscripción del peronismo y el protagonismo de las Fuerzas Armadas que contribuían a la inestabilidad política. Así, desde 1955, año en que fue derrocado por un golpe de Estado el presidente Juan Domingo Perón, se intercalaron gobiernos democráticos y militares.

El 16 de septiembre de 1955, Perón era desplazado del poder y se instalaba un gobierno militar con un fuerte apoyo de sectores civiles, encabezado por el general Eduardo Lonardi. La autodenominada “Revolución Libertadora” tenía como uno de sus objetivos principales el retorno a una sociedad “democrática” que parecía perdida desde 1952 con la crisis que sufrió el segundo gobierno de Perón.

La cuestión principal era ¿qué hacer con el peronismo? Las respuestas diferirían dentro de los sectores castrenses. Las intenciones del general Lonardi, cristalizadas en su famoso discurso desde la Casa Rosada donde anunció que no habría “ni vencedores ni vencidos” generó tensiones con los sectores antiperonistas, al punto que dos meses después, Lonardi presentó su renuncia y fue sucedido por la dupla Aramburu - Rojas.

A ello se sumaban los sectores civiles que apoyaron la destitución de Perón y que, concretado el golpe de estado, reclamaron el retorno del poder político y la realización de nuevos comicios electorales. Así, en 1958, se convocó a elecciones con la proscripción del peronismo y del comunismo. De esta forma, Arturo Frondizi, candidato por la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), llegó a la presidencia buscando superar la dicotomía “peronismo-antiperonismo” y reordenar el sistema político. Frondizi debió gobernar entre dos factores de poder: los sindicatos peronistas y los militares. Así generó políticas innovadoras que permitieron que su presidencia tuviera aspectos de éxito. No obstante ello, la oposición de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), la relación tirante con los sindicatos y el poder de las Fuerzas Armadas ensombrecieron los logros del proceso de modernización económica e industrialización acelerada.

Luego de las elecciones de marzo de 1962 en las que nueve candidatos justicialistas se alzaron con la victoria, la falta de apoyo de los partidos políticos opositores y de las fuerzas militares al gobierno frondizista era un hecho[18]. Se acordó con José María Guido (presidente del Senado) que asumiera la presidencia hasta el llamado a nuevas elecciones. Durante este interregno, el “problema peronista” siguió sin resolverse y las posibles soluciones al mismo venían de la mano de las armas en menoscabo de la vía electoral.

En este marco, las facciones antiintegracionistas de las FFAA recrudecieron las medidas antiperonistas con atentados perpetrados por grupos armados de extrema derecha. Para revertir esta situación, se encausaron una serie de medidas desde la facción legalista (integracionista) de las fuerzas militares. Así, el general Onganía solicitó la destitución tanto del Comandante en Jefe del Ejército, como del Jefe de Estado Mayor (Lorio y Labayru, respectivamente), actitud que fue respaldada por el comandante de la guarnición de Campo de Mayo, el general Julio Alsogaray. De esta manera, el enfrentamiento entre los rebeldes integracionistas, que pasarían a ser conocidos como los azules y los antiintegracionistas, colorados, se decidió por medio de las armas, imponiéndose los rebeldes luego de cuatro días de “pequeños combates”. Los colorados no habían sido vencidos en forma definitiva, pero las jornadas de septiembre de 1962, habían cambiado en forma radical la cúpula del Ejército. Así como remarca Rouquié, ciento cuarenta oficiales superiores fueron pasados a retiro, purga que fue llevada a cabo por el secretario de Guerra del presidente Guido: el teniente general Benjamín Rattenbach.

Tras la derrota de la facción colorada, Onganía fue designado Comandante en Jefe del Ejército y fue puesto en práctica un plan de “integración subordinada del peronismo”, que conllevo a la legalización de la Unión Popular, sucesos que no agradaron al ex vicepresidente y almirante (R) Rojas, quien preparaba un nuevo golpe, a gestarse el 2 de abril de 1963 que no tuvo gran incidencia en el cronograma eleccionario de ese año.

En este contexto, en el año 1963 se llamó a elecciones presidenciales con el peronismo nuevamente proscripto. Así, el Partido Justicialista y el sindicalismo respondieron a esta medida convocando al voto en blanco. Arturo Illia, candidato de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP) fue elegido presidente de la Nación con el 25% de los votos. Un muy bajo respaldo electoral que se veía reflejado en el porcentaje de votos en blanco (21%) correspondiente al peronismo proscripto.

 

 

Actitudes de la población ante las elecciones

 

En esta primera parte, se indagará sobre las actitudes de la población respecto a las elecciones de julio de 1963. Desde no hace mucho tiempo, historiadores y sociólogos han comenzado a utilizar como categoría de estudio a las actitudes políticas y sociales buscando analizar el consenso o la indiferencia social y política de la llamada “gente corriente” en relación a situaciones dictatoriales[19].  Al respecto, se cuenta con ejemplos de trabajos que partiendo desde el rol de la prensa, el empresariado o los trabajadores intentan estudiar este fenómeno tanto en España como en Argentina pero que no han dado la suficiente luz a la problemática por permanecer sesgados en un sector[20]. Así, se ha podido reconocer la variedad y la complejidad de actitudes posibles como también llegar a conclusiones que demuestran la ambigüedad del fenómeno.

En este caso, el estudio parte con cuatro preguntas que indagan sobre las actitudes de la población encuestada en función de las elecciones que se realizarán en el 7 de julio de 1963[21]. En ellas es posible observar cuestiones que eran muy relevantes para todo el espectro político y que buscaban conocer el consenso de la población en relación a cuestiones de la vida democrática. Con ello me refiero a asuntos que marcaban la agenda política de aquellos años, tales como la proscripción del peronismo o el papel de las Fuerzas Armadas en la transición democrática en este período de la historia argentina[22].

La pregunta nº 1 se basaba en la opinión pública sobre el papel del proceso eleccionario y el rol que le adjudicaba la población al mismo:

“El país dentro de pocos días va a realizar elecciones generales. Nos interesa saber qué importancia da Ud. a ese hecho. Sírvase señalar de estos calificativos cuál es que define mejor su posición ante las elecciones: Contraproducentes - Innecesarias - Convenientes - Imprescindibles - No sabe”[23]

Ante la vocación electoral de la población, la encuesta comprueba una “decidida actitud democrática y ampliamente optimista acerca de los resultados positivos que las elecciones van a traer al país”[24]. Así, el 80,7% de la población estudiada se pronunciaba por la conveniencia de las elecciones; el 8,7% por la inconveniencia de las mismas con un 5,5% que las consideraba innecesarias y un 3,2 contraproducentes. Esto indicaría un ambiente proclive a la elección de autoridades por la vía democrática en un momento político complejo en el que se definían alianzas y candidaturas entre los partidos políticos bajo la mirada de las Fuerzas Armadas. Ese alto porcentaje a favor de las elecciones democráticas es remarcado en el análisis de la encuesta reforzando la idea de que entre diciembre de 1962 y abril de 1963, se habría dado un incremento de esta “posición partidaria de las elecciones” comparándola con los resultados de una encuesta realizada por la Secretaría de Información del Estado que había arrojado un 69% de adhesión a la salida electoral.[25]

En relación a los jóvenes, el estudio refleja que el “sector de los menores de 30 años es el grupo que tiene mayores actitudes positivas con un 86,5% (el 66% considera las elecciones como ‘convenientes’ y el 20,5% como ‘imprescindibles’) y una mayor decisión en la opinión reflejada en el más bajo ‘No sabe” (4,5%)”[26]. Solo el 6,5% las considera ‘innecesarias’ y el 2,5% ‘contraproducentes’. Resultaría que los sectores juveniles estarían mejor predispuestos a adherir a la vía democrática para el futuro del país. Lamentablemente, la encuesta no cruza los datos con posición socio-económica o estudios realizados, elementos que podrían enriquecer el análisis de esta altísima actitud positiva con respecto a las elecciones.

Por su parte y contraponiendo a estos resultados, la encuesta publicada por “Panorama”[27] indicaba que la mayoría de la población había perdido el interés por la política y estaba desinformada sobre el proceso eleccionario, un 35% no conocía la fecha de las elecciones y un 74% desconocía los “principales aspectos de la plataforma del partido por el que votaba desde hace años”[28].

En cuanto a la segunda cuestión de la encuesta, conocer cuál era la actitud de la población ante las elecciones, la pregunta nº 3 era planteada así:

“Dejando de lado los posibles candidatos que pudieran resultar electos en los próximos comicios, ¿qué resultados van a traer en general al país?:  Buenos - Malos - Los dos - No sabe”[29].

Sobre los resultados que se esperaban de las elecciones, la encuesta describe que “interesaba conocer las fantasías, expectativas y temores de la población acerca de lo que podría resultar de los Comicios como hecho histórico, prescindiendo de quien pudiera ser elegido en ellos”. A ello se sumaba, la voluntad de detectar “cuáles son los principales puntos de esperanza o de temor de la población”. Estos datos serían fundamentales para una “campaña post electoral de acción psicológica tendiente a robustecer la estabilidad del nuevo gobierno y la confianza de la población en él”[30]. Se percibía un gran optimismo para las elecciones que se veía reflejado en el 69,9% de la población sondeada con solo un 9,2% que era pesimista, un 6,3% que esperaba resultados tanto buenos como malos y un 14,5% que no emitía opinión. El informe destaca que el grueso de éste optimismo se anclaba en los diversos estratos de las clases medias urbanas y que disminuía entre los estratos inferiores por el “no sabe”.

Respecto a los jóvenes, el 71,7% creía que los resultados serían buenos, el 10,2% malos, el 6,3% los dos y el 14,5% no sabe.

En relación a los distintos puntos de apoyo o temor acerca de las consecuencias de las elecciones, el informe aclara que “se formuló una sub-pregunta aclaratoria a los que dieron respuestas positivas”, así el 31,8% esperaba la “estabilidad política”, le sigue el “desarrollo económico” con el 20%, la “honestidad” con el 19,9% y “mejores gobernantes” con un 18,4%. Entre los resultados malos, lo que más se temía era la “inestabilidad política” con un 4,8%. De esta forma, parecía que se esperaban las elecciones con un “gran sentido positivo y constructivo”[31]. 

Al confrontar estos resultados con la encuesta de Panorama, ante la pregunta: “¿cree usted que se llegarán a realizar elecciones en el curso de este año?”[32], el 54% opinó que sí, mientras que un 34% optó por el no. Este segundo porcentaje, es leído por la revista como un “escepticismo colectivo” que se opondría al optimismo planteado por la encuesta de Miguens.

En tercer lugar, y en un contexto histórico marcado por la desperonización, se incursionaba sobre la cuestión proscriptiva del peronismo:

“Se dice que el gobierno está estudiando algunas medidas para prohibir que el peronismo concurra a las próximas elecciones: Estaría Ud. de acuerdo con esta medida? Si - No - No sabe - No responde”[33]

Este punto es interesante observarlo en función de lo que ocurrió durante las elecciones de 1963 ya que se centra en el “grado de tolerancia del público a las medidas gubernamentales de regulación y contralor de las elecciones y hasta donde podrían llegar estas medidas sin empujar a la masa de votantes a una abstención electoral o a una abstención revolucionaria”[34]. La pregunta apuntaba a “hipotéticas medidas de prohibición del peronismo para ver qué proporción de la población las aceptaría y luego determinar en el sector que no las acepta, cuál sería su comportamiento”[35]. Así, hubo un 29,7% de los entrevistados que se mostraron de acuerdo con la medida y un 48,3% en desacuerdo.

En relación a los distritos, las cifras de los partidarios de legalizar el antiperonismo “como era de esperar son mayores en la ciudad de Mar del Plata con el 35,5% de acuerdo”[36] mientras que los partidos suburbanos son quienes detentan el 59,7% de los comicios sin restricciones.

Por su parte los jóvenes, siguieron las pautas de las propias categorías socioeconómicas, es decir que en los sectores más altos primaba el acuerdo de prohibición del peronismo mientras que se diluía entre los sectores más bajos. Lamentablemente, la encuesta no provee mayor información al respecto.

Panorama, también marcaba esta tendencia destacando que la mayoría de la población encuestada no estaba de acuerdo con las proscripciones afirmando con un 73% que todos los partidos políticos debían tener candidatos.[37]

A ello se sumaba otra pregunta a quienes no estaban de acuerdo con la prohibición al peronismo que buscaba saber qué harían en ese caso. El 72,2% contestó que votaría igual. Vale aclarar que el estudio hace hincapié en que las respuestas pueden estar “deformadas por temor y que poca gente se anime a confesar que adoptaría otras posiciones más enérgicas[38]. El informe afirma que al acercarse la fecha de las elecciones, el porcentaje de votos en blanco descendió del 16,5% al 2,1% en la segunda ola y al 0,9% en la tercera.

Por último, se vincula al papel llevado hasta ese momento por las Fuerzas Armadas para la transición democrática. Desde el mes de abril de 1962 la tensión entre distintos sectores militares debida a la cuestión del peronismo, había crecido hasta transformarse en un enfrentamiento de dos facciones: los “azules” y los “colorados”. El resultado fue la victoria de los “azules” y el nombramiento del general Juan Carlos Onganía como Comandante en Jefe del Ejército. Así, se puso en marcha “un esquema de integración subordinado del peronismo, se trataba de una operación a dos puntas: reconocer al peronismo como parte de la realidad política nacional y ofrecer garantías de que éste no tendría en sus manos el control del gobierno siguiente”.[39] En éste ámbito, la encuesta pregunta: “Le parece que las Fuerzas Armadas están haciendo todo lo que deben para que el país llegue a las elecciones? Si - No - No sabe”

El informe relata que hasta el 2 de julio, momento en que se concluyó el trabajo de campo, el público tenía una moderada confianza en la conducción del proceso eleccionario por parte de las Fuerzas Armadas: 36,4% opinaba que las Fuerzas Armadas hacían todo lo que debían, 29,3% que no hacían todo lo que debían y 34,3% no tenían opinión. El informe marca una “indefinición de la población con tendencias a la mayor confianza a medida que se iba aproximando la fecha de los comicios. El total de la población estudiada no estaba emotivamente definida, ni habían tomado decididamente una posición a favor o en contra de la conducción del proceso por parte de las Fuerzas Armadas”[40].

Panorama presenta expectativas similares. En marzo del año 1963, “el 21% consideraba urgente el retorno de las Fuerzas Armadas a sus funciones específicas. En abril, ocurrido el enfrentamiento de los grupos armados, el 30% opinaba que los militares eran los responsables de todos los problemas que sufre la Argentina. Las cifras indican que este sentimiento se da con más fuerza en la clase alta, y que son los hombres y los jóvenes quienes más la comparten. Es decir, los sectores que aparecen más politizados”.[41] Estos últimos porcentajes podrían emparentarse con el 29,3% de los resultados de Miguens que indicaban que las Fuerzas Armadas no hacían todo lo que debían.

 

 

Sobre las alternativas electorales

 

La segunda parte del estudio “Estado del espíritu con que se encaran posibles alternativas electorales” consta de tres preguntas volcadas hacia los candidatos radicales (UCRP y UCRI) como también al juego del Colegio Electoral en la elección del presidente y a probables escenarios en caso de ganar un candidato popular. Nos interesa indagar la última parte de la sección, es decir la aceptación o no de los resultados de las elecciones y su posible anulación como también cuál sería la reacción de la gente ante la victoria de un candidato popular.

Para medir el “arraigo del verdadero sentimiento democrático en el país y el espíritu de lealtad con que se se va a las elecciones”, el estudio presentó a los encuestados la hipótesis del triunfo de un candidato contrario para ver si “aceptaría el resultado o preferiría recurrir a alguna maniobra, tal como la anulación de los comicios”. [42]

La pregunta 12 indica: “Si en las próximas elecciones fuera elegido presidente de la República por mayoría un candidato contrario a las ideas suyas: ¿aceptaría usted el resultado o preferirían que se anularan las elecciones?: Aceptaría - Anular - No sabe - No responde”.[43]

Los resultados arrojaron que el 83,6% aceptaría los resultados y solo el 8,4% permitiría la anulación de las elecciones lo que indicaba “una alta actitud democrática y una madurez del electorado”.[44]

En cuanto a las edades, el segmento identificado como “jóvenes” (menores de 30 años) es el que ostentaba el porcentaje más alto (87,6%) de lealtad electoral. Por categoría socio económica, las más altas son las más leales con un 95,3% mientras que el porcentaje desciende hasta llegar a un 71,7% en la más baja. A ello se suma una correlación entre instrucción recibida y lealtad electoral, es decir, a mayor instrucción mayor lealtad. Esta correlación se podría comprender en función del acceso de los jóvenes a la educación primaria y secundaria. Si se comparara con sus padres, la posibilidad de concluir los estudios era más alta en los años 1960 que en la década de 1940[45]. Contar con estudios completos podría considerarse como un factor para explicar la mayor importancia dada a la democracia por estos jóvenes.

En sintonía con este análisis, un trabajo que rescata las memorias de la Argentina contemporánea, se detuvo en las percepciones y en el recuerdo de las vivencias de la “gente común” ante los golpes de estado. Es interesante destacar que las intervenciones militares de la década de 1960 (1962 y 1966) son las más rechazadas por los entrevistados. Los presidentes radicales destituidos fueron “quienes merecieron una imagen positiva compartida tanto por peronistas como antiperonistas” bajo la opinión de que “un presidente tiene que terminar con su mandato”. [46]

En sintonía, la sociedad argentina de aquellos años era respetuosa de las decisiones democráticas, sobre todo los sectores juveniles. Probablemente, y en relación con los tiempos que corrían: las proscripciones al peronismo o al comunismo, las intervenciones de provincias y las anulaciones de elecciones realizadas en el año 1962 con la destitución del entonces presidente Frondizi, se puede percibir un fuerte rechazo a este tipo de injerencia que no respetaba el pronunciamiento de los electores en las urnas o la presentación de listas o de candidatos.[47]

En cuanto a las reacciones que podría provocar la anulación de elecciones ganadas por un candidato popular[48], la pregunta 14 interpelaba:

“Si triunfara un candidato popular y las elecciones fueran anuladas, qué cree que haría la gente?: Lo vería con simpatías - Criticaría las FF.AA. - Haría disturbios callejeros - Haría huelgas y sabotajes - Desearía una revolución - Aguantaría”.[49]

Los resultados son contundentes, solo el 1,1% vería con simpatía este tipo de medida y un 25,4% criticaría a las Fuerzas Armadas. A ello se suma un 11,8% que haría disturbios callejeros, un 13,5% huelgas y sabotajes y un 10,1% la revolución. Es interesante destacar el porcentaje relativo a la opción “aguantaría” que asciende a un 38,1% [50] y que es el más alto. Aquí nos encontraríamos con actitudes que podrían situarse entre una aceptación de la realidad que comprendería probablemente la resignación. Lamentablemente, el informe no desagrega esa respuesta por edades pero creo que marca una actitud de la sociedad argentina que era habitual en aquellos años: el “aguantar” lo que sucediera. Esa parte de la sociedad con una postura resignada, probablemente apoyaría los golpes de estado o los consideraría como un recurso válido cuando no estaba de acuerdo con los gobiernos elegidos constitucionalmente. Esta actitud no ha sido estudiada en profundidad, se la ha analizado en algunos trabajos que toman a la gente común como objeto de estudio pero creo que sería enriquecedor estudiarlo para poder comprender aún más a la sociedad sesentista sobre todo si se trata de un porcentaje representativo cercano al 40% de la población que podría definir una elección o consensuar un golpe de estado.[51]

Si se hace una comparación con los resultados arrojados por la encuesta Gallup, se observan resultados similares. Ante la pregunta “¿qué pasará si las elecciones son anuladas nuevamente?” el 63% opinaba que tendría consecuencias negativas para la democracia. Detallando los resultados, los mismos indicaban que:

           el pueblo se levantaría (revolución, guerra civil): 26%

           no pasaría nada: 13%

           no sabe: 13%

           se agravaría la crisis hasta llegar al caos político, económico y social: 10%

           se mantendría la actual situación de inestabilidad: 8%

           habría malestar y disturbios: 6%

           sobrevendría una dictadura: 6%

           las FF. AA. se harían cargo del gobierno: 6%

           otras respuestas: 12%

En este caso, cabe destacar que el 40% de los jóvenes (18 a 25 años) creía que el pueblo se levantaría o se agravaría la crisis acompañada del caos político, económico y social[52].

 

 

Confianza en las instituciones

 

Con el fin de sondear la confianza en la eficacia de las instituciones, el estudio midió este aspecto a partir de cuatro instituciones fundamentales. Así, se presentaba la consulta:

“¿Le parece que el funcionamiento del Congreso o Parlamento puede ser un obstáculo o una ayuda para la tarea de hacer adelantar el país?: Obstáculo - Ayuda - No sabe - No responde.

Y las Fuerzas Armadas - las Universidades - los Partidos políticos - los Sindicatos”[53]

La opinión del público indicaba que el congreso era apto y efectivo para una reconstrucción nacional. Era el que tenía un menor porcentaje de los que lo consideraban un obstáculo (6,8%) y el mayor (después de las universidades) que lo consideraba una ayuda (74,4%). Las universidades eran las instituciones con mayor prestigio de todas las presentadas con un 81,8%. Las Fuerzas Armadas “corren el actual peligro de convertirse en el chivo emisario del resentimiento y la frustración argentinos”[54]. Las cifras negativas superaban a las positivas: obstáculo (38,2%), ayuda (35,5%) y un 17,7%  no sabe.

En cuanto a los partidos políticos un 55,5% pensaba que eran una ayuda para el progreso y un 16,6% un obstáculo. A ello se sumaba un 20% no sabe, señalando un alto sector de indecisos. Por último, los sindicatos si bien tenían un balance positivo con un 61,3%, aparecía un fuerte sector de oposición con un 17,5% que los consideraba un obstáculo.

Haciendo espejo con la otra encuesta de opinión analizada, se obtienen similares resultados. El 61% de los encuestados prefería el sistema democrático mientras que el 3% se definía por una dictadura militar. Debe sumarse la opción del “peronismo con Peron o sin Peron” que alcanzaba el 21%. [55]

En síntesis, nos encontraríamos con una sociedad que respetaba las instituciones democráticas y condenaba el rol de las Fuerzas Armadas realizado hasta ese momento. Si comparáramos estos resultados con los sondeos de opinión publicados luego del golpe de 1966, la imagen cambia considerablemente. Al respecto, una encuesta que tomó Guillermo O’Donnell[56] para su investigación sobre este período indicaba que el 66% de los argentinos aprobaba el golpe de estado de ese año y sólo el 6% se oponía al mismo. Por otro lado, en septiembre de ese mismo año, la revista Panorama informaba que el 37% de los argentinos creía que el país podía ser llevado adelante por los militares y solo el 6% avalaba a los políticos[57].

 

 

Algunas conclusiones

 

Con este trabajo me propuse hacer un análisis de un estudio específico realizado por el sociólogo José Enrique Miguens que pude contraponer con una encuesta realizada por Gallup para la revista Panorama a principios del año 1963 y a pocos meses de las elecciones nacionales que dieron con el triunfo del candidato de la UCRP, Arturo Illia. 

Ambas encuestas de opinión pública concluyen que algunos sectores de la sociedad argentina, buscaban la salida a la crisis a través de las elecciones democráticas considerándolas como una única vía posible ante la situación que se vivía. Se esperaba lograr una estabilidad política que permitiera la organización del país a través de las llamadas instituciones republicanas como el congreso o los partidos políticos. En cuanto a las Fuerzas Armadas, no se las veía como las encargadas de solucionar los problemas del país.

En base a los resultados reflejados, la fotografía de aquella sociedad argentina era pro-democrática, contraria a las proscripciones y a la intervención militar y respetuosa de las instituciones republicanas.

Los sectores juveniles eran los que tenían una mayor responsabilidad democrática, ya que consideraban la necesidad de realizar las elecciones presidenciales, se oponían a la proscripción de algunos partidos políticos y consideraban importante la no injerencia de las Fuerzas Armadas en las cuestiones de la política nacional. A ello se sumaba su preocupación y toma de conciencia ante determinadas situaciones conflictivas tales como la anulación de elecciones. Esta inmensa minoría era quien mayor importancia le daba a la vida democrática y republicana.

Estos sondeos permiten considerar una dimensión parcial de la sociedad de esos años por lo tanto no son representativos pero si son significativos de una experiencia. Conocerlos da cuenta de un momento político en el que “tomar una instantánea” de la sociedad permitiría entender cuáles eran las opiniones de la gente ante determinadas situaciones hipotéticas que podrían sobrevenir. En su momento (y aún hoy lo siguen siendo) fueron una herramienta fundamental para los grupos de poder: políticos, militares, empresarios, sindicalistas se informaban a través de los sondeos y conocían cuáles eran las grandes preocupaciones de los argentinos para planificar acciones a corto plazo. Este instrumento es una fotografía instantánea de aquel momento, por lo tanto favorece el análisis de un período corto o breve, casi acontecimental.

Ante las elecciones ha desarrollarse en el año 1963 y con una fuerte inestabilidad política, resultó interesante rescatar las opiniones de la gente y recuperar e interpretar ese pasado a pesar de que el escenario hubiera matizado algunas de las respuestas.

 

 

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Recibido: 06/11/2017

Evaluado: 30/11/2017

Versión Final: 27/01/2018

 



[1] Los sectores medios se informaban de la actualidad política, económica, social y cultural a través de revistas como Siete Días” y “Panorama”. La revista “Siete Días Ilustrados” tenía  promedios de venta semanal que alcanzaban los 112.366 ejemplares. Datos computados por el Instituto Verificador de Circulaciones. Ver: Siete Dias Ilustrados, octubre de 1968. Por su parte la revista “Panorama”, reflejaba la tipología de la revista estadounidense “Time”. Ver: Eugenia Scarzanella. Abril. Da Perón a Videla: un editore italiano a Buenos Aires. Roma, Nova Delphi, 2013; Miguel Ángel Taroncher. “Renovación, consumo cultural e influencia del “Nuevo Periodismo” en la década del sesenta”, ponencia presentada en el XIII Congreso Nacional y Regional de Historia Argentina, Buenos Aires, 2005; Daniel Muchnik. Aquel periodismo. Política, medios y periodistas en la Argentina (1965 – 2012). Buenos Aires, Edhasa, 2012. 

[2] En 1936, Literary Digest utilizó una muestra significativa de 2.3 millones de votantes, en la cual habían determinado que la población norteamericana tendía a simpatizar con Alf Landon del Partido Republicano. Al mismo tiempo, George Gallup condujo una encuesta mucho más pequeña, pero con mejores bases científicas, utilizando muestras demográficas representativas y predijo la victoria de Roosevelt en 1936 generando el primer hito en la historia de las encuestas de opinión pública. En: Iván Abreu Sojo. “El valor de las encuestas de opinión pública”. Latina. Revista de Comunicación Social. Año 2, nº 15, Tenerife,1999. Disponible en:   <http://ull.es/publicaciones/latina> [Consulta: 6/10/2017].

[3] Jacques Ozouf. “La opinión pública: apología de los sondeos”, en: Jacques Le Goff y Pierre Nora. Hacer la historia. Nuevos Temas. Vol. III. Barcelona, Paidós, 1991, pp. 232 y 233.

[4] Philippe Mechet. “¿Cómo se interpreta una encuesta?”. Cuadernos de información. Pontificia Universidad Católica de Chile, nº 8, Santiago de Chile, 1993, pp. 47 - 53.

[5] Idem, p. 49.

[6] Las referencias a la trayectoria de Miguens fueron tomadas de Leandro Aramburu y Guido Georgi. “Institucionalización y profesionalización de la sociología argentina: revisando la trayectoria de José Enrique Miguens”. madas. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas.m. Especial: América Latina. Madrid, 2013. Disponible en <http://revistas.ucm.es/index.php/NOMA/article/view/42340> [Consulta: 27/9/2016].

[7] Gino Germani es considerado el “fundador” de la sociología científica argentina. En 1957 fue designado Director del Instituto y de la Carrera de Sociología en la UBA y desde ese lugar impulsó una linea de estudios sobre la sociedad y la política argentina que hasta ese momento no se habían desarrollado. Ver: Carolina Mera y Julián Rebón (coordinadores). Gino Germani. La sociedad en cuestión. Antología comentada. Buenos Aires, CLACSO, 2010. Sobre las diferencias académicas entre Germani y Miguens se ha consultado: Leandro Aramburu y Guido Georgi. “Institucionalización y profesionalización… Op. Cit. y Andrés Shoai. “La estratificación social en los orígenes de las encuestas de opinión pública en Argentina”, ponencia presentada en las IX Jornadas de Sociología, UBA, Buenos Aires, 2011.

[8] Leandro Aramburu y Guido Giorgi, Idem, p. 11.

[9] En el año 1966 se produjo un enfrentamiento entre Derisi y Miguens que reflejaba las diferencias dentro de la iglesia argentina post conciliar. El conflicto se inició con una solicitada firmada por la Asociación de Estudiantes de Sociología de la UCA, el director y un grupo de profesores de la carrera que instaba a los católicos a posicionarse frente al Concilio. Ante esta, Derisi promulgó una ordenanza donde prohibía a estudiantes y docentes realizar declaraciones públicas que involucraran a la UCA. Este clima de tensión se agravó ante los episodios de la “Noche de los Bastones Largos” y la solidaridad de muchos de los docentes de la UCA que apoyaron a los detenidos y repudiaron los actos violentos. Ante la negación de retractarse por parte de los involucrados, Derisi optó por la suspensión de los mismos generando una serie de renuncias de docentes de los departamentos de Psicología y Sociología y del director de este último, Miguens. Ver: José Zanca. Los intelectuales católicos y el fin de la cristiandad. 1955 - 1966. Buenos Aires, FCE, 2006, pp. 197 - 200 y María Julia Ortiz. “La rebelión trunca de la ‘pedagogía democrática’ en el Departamento de Sociología de la UCA. 1966-1967”, ponencia presentada en el Primer Workshop de Discusión sobre Historia de la Juventud.“Juventud, actitudes sociales y emociones políticas en el siglo XX”, Mar del Plata, 2015.

[10] Tanto Criterio fundada en 1928 como la revista del CIAS nacida en 1951, dieron espacio a intelectuales de la época. En el último caso, se relacionó con el nacimiento de la sociología religiosa que generó un campo vinculado a las estructuras y a la acción pastoral del catolicismo argentino tendiendo un puente entre la investigación y la promoción social. Ver: María Soledad Catoggio. “Intelectuales orgánicos del catolicismo frente a la represión en sus filas. El asesinato de Carlos Mugica en Criterio y la revista del CIAS”, ponencia presentada en XXVII Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología. VIII Jornadas de Sociología de la Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, 2006. 

[11] El sector “azul”, compuesto por militares legalistas de extracción nacionalista, concebía la idea de dar cierta participación controlada al peronismo, afianzar la autoridad presidencial como garantía para superar el caos, el alejamiento de las fuerzas armada de la política y el llamado a elecciones. El bando “colorado”, nucleaba al oficialismo antiperonista que buscaba impedir la vuelta del peronismo al poder y de ser necesario intervenir en la vida democrática.

[12] Agradezco a Lucas Genine y a Victor Pegoraro el relevamiento de las fichas y de las encuestas en el archivo.

[13] En 1958 Miguens realizó la Primera Encuesta Nacional de Opinión Pública. Esta sería la primera de una serie de sondeos realizados para la Secretaría de Información del Estado de la Presidencia de la Nación. Se trató de un acontecimiento pionero debido al alcance geográfico alcanzado por el estudio, la diversidad de las preguntas y el objetivo específico de la misma. Información extraída de: Andres Shoai. “La estratificación social en los orígenes… Op. Cit., p. 4.

[14] Disponible en: <http://www.biblioteca.udesa.edu.ar /colección José Enrique Miguens,1958 – 1973>. [Consulta: 20/8/2016].

[15] Las reflexiones de Miguens unos años después de la realización de estas encuestas destacaban a la opinión pública argentina como “moderna, alerta, informada y sensible a cualquier cambio en su circunstancia exterior”. A ello le sumaba la “independencia de la opinión política y económica contra las manipulaciones masivas” del público argentino. José Enrique Miguens. “Morfología y comportamiento de la opinión pública urbana argentina”. En: Juan F. Marsal (compilador) Argentina conflictiva. Seis estudios sobre problemas sociales argentinos. Buenos Aires, Paidós, p. 174. Citado en: Andres Shoai. “La estratificación social en los orígenes… Op. Cit., p. 11.

[16] En referencia a esta categorización socioeconómica, la categoría A alude a la clase dirigencial, la categoría B a la clase media superior, la categoría C a la clase media inferior y la categoría D a la clase obrera, cada una de estas estaba definida por la función que desempeñaba el jefe de hogar. Así, en una familia de clase A el jefe de hogar cumplía una función “dirigencial”; en la clase media superior su función era “ejecutiva”; en la clase media inferior era “subordinada no manual” y en la clase obrera se refería a aquellos jefes de hogar que cumplían la “función de trabajador manual”. Información extraída de: Andrés Shoai. Idem, p. 9.

[17] Para esta breve referencia histórica se han consultado: Robert Potash. El Ejército y la política en la Argentina 1962-1973. Segunda Parte. Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 1994; Alain, Rouquié. Poder militar y sociedad política en la ArgentinaTomo II. Buenos Aires, Hispamérica, 1986; Daniel James. Violencia, proscripción y autoritarismo (1955 - 1976). Buenos Aires, Ed. Sudamericana, 2003.

[18] Tras la exclusión del Partido Justicialista (PJ) de la arena electoral luego de la renovación de las legislaturas provinciales a principios del ’59 y el anuncio de Perón de la “traición de Frondizi”, el poder ejecutivo debió afrontar en las elecciones provinciales de marzo de 1962 a una victoria mayoritaria de la Unión Popular (nombre bajo el que se aglutinaba la mayoría de las fuerzas peronistas por entonces).

[19] Se han consultado algunos estudios recientes al respecto: Gabriela Aguila y Luciano Alonso. Procesos represivos y actitudes sociales. Entre la España franquista y las dictaduras del Cono Sur. Buenos Aires, Prometeo, 2013 y Miguel Ángel del Arco, Carlos Fuertes Muñoz, Claudio Hernández Burgos y Jorge Marco (eds.) No solo miedo. Actitudes políticas y opinión popular bajo la dictadura franquista (1936-1977). Granada, Comares editores, 2013.

[20] En los últimos veinte años se han multiplicado los estudios sobre estos temas. A modo de ejemplo cito algunos trabajos publicados en España y en Argentina: Francisco Sevillano Calero. Ecos de papel. La opinión de los españoles en la época de Franco. Madrid, Biblioteca Nueva, 2000; Pere Ysás y Carme Molinero. “La historia social en la época franquista. Una aproximación”. Historia Social, n°30, Valencia, 1998, pp. 133-154; Marcos Novaro y Vicente Palermo. La dictadura militar (1976 – 1983). Del golpe de Estado a la restauración democrática. Buenos Aires, Paidós, 2003; Alfredo Pucciarelli, (compilador) Empresarios, tecnócratas y militares. La trama corporativa de la última dictadura. Buenos Aires, Siglo XXI, 2004; Hugo Quiroga y César Tcach (compiladores). A veinte años del golpe. Con memoria democrática.  Rosario, Homo Sapiens, 1996.

[21] Los candidatos que se presentaron para las elecciones presidenciales fueron: Oscar Alende por la Unión Cívica Radical Intransigente (UCRI), Arturo Illia por la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), Pedro Aramburu por la Unión del Pueblo Argentino (UDELPA), Horacio Sueldo por la Democracia Cristiana (DC), Alfredo Palacios por el Partido Socialista Argentino (PSA) y Alfredo Orgaz por el Partido Socialista Democrático (PSD). Desde el Ministerio del Interior se vetaron las candidaturas del Frente Nacional y Popular (coalición organizada por Arturo Frondizi y Juan Peron) que llevaba como candidatos a Vicente Solano Lima y Carlos Begnis, ante esto la coalición propuso el voto en blanco. Información extraída de: Miguel Angel Taroncher. Periodistas y prensa semanal en el golpe de estado del 28 de junio de 1966: la caída de Illia y la revolución argentina. Tesis doctoral.  Valencia, 2004, pp. 111-114.

[22] Tcach deja constancia de cuatro de ellos: por un lado es posible emplear el término de “semidemocracia”, atribuido al funcionamiento electoral del país a pesar de la proscripción del peronismo; en segundo lugar, se ha usado el calificativo “parlamento negro”, en relación a la forma en que la lógica política se desarrollaba por canales no institucionales (tal es el caso de los planteos militares); en tercer lugar es llamado “empate”, dado el equilibro hegemónico existente entre los distintos actores políticos, allí donde cada uno tenía la capacidad de obstruir el libre desarrollo de los proyectos de los demás, pero carecía de la capacidad de encausar los propios sin el acuerdo con las otras fuerzas; por último, se lo ha llamado “juego imposible”, ya que durante este período las posibilidades de victoria electoral sin el voto del peronismo (por entonces proscrito) se acercaban a la nulidad, así como también se imposibilitaba mantener un gobierno civil sin el visto bueno de las Fuerzas Armadas (FFAA). En: César Tcach. “Golpes, proscripciones y partidos políticos. James, Daniel (director). Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976), Nueva Historia Argentina, Tomo IX. Buenos Aires, Sudamericana, 2007.

[23] “Opiniones y actitudes de la población urbana frente a las elecciones de julio de 1963”, José Enrique Miguens y Asociados, junio de 1963. En: Archivo Dr. José E. Miguens, Biblioteca Max Max von Buch, Universidad de San Andrés. En adelante: EOP.

[24] EOP, p. VI.

[25] En los quince días previos a las elecciones, se realizaron “dos olas más de entrevistas”. Así, las tendencias positivas a favor de las elecciones pasaron del 80,7% al 94,9% hasta el 95,6% en los días anteriores a los comicios del 2 de julio. En: EOP, p. 5.

[26] EOP, p. 1.

[27] Para esta encuesta, Gallup Argentina seleccionó a mil hombres y a mil mujeres distribuidos por partes iguales en Capital Federal y Gran Buenos Aires. El perfil del universo encuestado marca a un/a argentino/a medio/a entre 26 y 35 años con un grado de escolaridad primaria completo. En la revista se informan los datos de la muestra:

-  posición económica: 15% alta, 55% media%, 30% baja

-  edad: 22% de 18 a 25 años; 36% de 26 a 35 años; 31% de 36 a 50 años y 21% de 51 años en adelante

-  instrucción: 11% universitaria; 28% secundaria; 53% primaria completa; 2% primaria incompleta.

En: Panorama, Buenos Aires, junio de 1963, p. 31.

[28] Panorama, Buenos Aires, junio de 1963, p. 31.

[29] EOP, p. VI.

[30] EOP, p. 5.

[31] EOP, p. 10.

[32] Panorama, Buenos Aires, junio de 1963, p. 30.

[33] EOP, p. VII.

[34] EOP, p. 11.

[35] EOP, p. 11.

[36] EOP, p. 12. Esta apreciación se relaciona con un imaginario que vinculaba a la ciudad de Mar del Plata como una ciudad antiperonista en la que no había ganado nunca las elecciones el partido peronista. En los últimos años se han realizado estudios históricos que permiten poner en tensión esta idea. Ver: Nicolás Quiroga. “El Partido Peronista en Mar del Plata: articulación horizontal y articulación vertical, 1945-1955”. Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”, Tercera serie, Nº. 26, segundo semestre 2004, pp. 75-116.

[37] Panorama, Buenos Aires, junio de 1963, p. 34. 

[38] EOP, p. 13.

[39] Cesar Tcach. “Golpes, proscripciones …”. Op. Cit., p. 40 y Alain Rouquie. Poder militar y sociedad política en la Argentina, 1943 - 1973. Buenos Aires, Emecé, 1982, pp. 212 - 215.

[40] EOP, p. 15.

[41] Panorama, Buenos Aires, junio de 1963, p. 31.

[42] EOP, p. 34.

[43] EOP, p. 30 y 31.

[44] EOP, p. 35.

[45] Desde mediados de los años cuarenta hasta mediados de la década del ́70 la expansión de la matrícula secundaria fue constante. En términos absolutos, la población escolarizada del nivel secundario en 1960 alcanzaba a 1.794.123 jóvenes, es decir el 45,3% de los jóvenes en edad teórica de asistir al nivel medio. En: Mariana Mora (coordinadora) La obligatoriedad de la educación secundaria en la Argentina. Deudas pendientes y nuevos desafíos. Buenos Aires, Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, 2007, p.12.

[46] Marcela Ferrari; Lila Ricci y María Estela Spinelli (compiladoras) Memorias de la Argentina contemporánea. 1946 - 2002. La visión de los mayores. Mar del Plata, EUDEM, 2007, pp. 138-140.

[47] En marzo de 1962 se realizaron elecciones para renovar gobernadores provinciales. Las listas justicialistas triunfaron en Buenos Aires, Jujuy, Chaco, Misiones, Neuquén, Rio Negro, Salta, San Juan y Tucumán y obtuvieron la primera mayoría en los comicios con un 32% de los votos. Ante la presión de los militares y sectores empresarios antiperonistas, Frondizi decidió intervenir las provincias donde habían triunfado estos candidatos lo que desembocó en un nuevo golpe de estado que destituyó al presidente unos días más tarde. En: Alain Rouquie. Poder militar y sociedad política … Op. Cit. pp. 187 y 188.

[48] Es importante destacar que en el informe no se define lo “popular”, por lo que estimo que se daba por sentada la interpretación del término en función de los acontecimientos de aquellos años. Al respecto supongo que se refiere a un candidato peronista aunque la fuente nunca lo delimita a un sector partidario.

[49] EOP, pp. 29 y 30.

[50] EOP, pp. 39 y 40.

[51] Sobre los trabajos que han explorado esta actitud, aunque en los mismos no se analice como tal la idea de actitudes desde un marco teórico específico, podemos citar a: Sebastián Carassai. Los años setenta de la gente común. La naturalización de la violencia. Buenos Aires, Siglo XXI, 2013 y Marcela Ferrrari, Lila Ricci y María Estela Spinelli (compiladoras). Memorias de la Argentina contemporánea… Op. Cit.

[52] Panorama, Buenos Aires, junio de 1963, p. 33.

[53] EOP, p. 72.

[54] EOP, p. 75.

[55] Panorama, Buenos Aires, junio de 1963, p. 32.

[56] Guillermo O’Donnell. El estado burocrático-autoritario. Triunfos, derrotas y crisis. Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1982, pp. 62 y 63.

[57] Esta pregunta forma parte de una investigación de opinión pública realizada por la revista a los treinta días de asumir como presidente de facto el general Onganía. La encuesta “Habla el pueblo. ¿Qué espera del gobierno? fue realizada por el Departamento de Investigaciones de Mercado y Sondeos de la Editorial Abril abarcando el área de Gran Buenos Aires y Capital Federal sobre una muestra de 300 casos elegidos al azar según la distribución de la población por estratos económico-sociales. Ver: Panorama, Buenos Aires, septiembre de 1966, pp. 12 y sigs.