Buenos Aires
en carnaval: los corsos del barrio de Villa Devoto en la década de 1930[1]
Buenos Aires in carnival:
corsos in Villa Devoto neighborhood in the 1930s
Erica Cubilla
Universidad Nacional de General Sarmiento (Argentina)
ericaecubilla@gmail.com
Resumen
Este artículo indaga las celebraciones de
carnaval en la Buenos Aires de los años treinta, tomando como caso de estudio
los corsos realizados en el barrio de Villa Devoto. Examinamos, por un lado, la
morfología de las celebraciones y el papel de las asociaciones barriales en su
organización y analizamos, por otro lado, las negociaciones que se libraron
entre la Municipalidad, las asociaciones vecinales y los habitantes de Villa
Devoto para llevar a cabo dicho festejo.
Palabras
clave
Sociabilidad; carnavales; Buenos Aires; espacio
público; década de 1930
Abstract
This article inquires into the carnival celebrations in the 1930s Buenos Aires, taking as a case study the corsos wich were carried out in Villa Devoto neighborhood. We examined, on the one hand, the morphology of the celebrations and the role of the neighbour associations in their organization. On the other hand, we analyze the negotiations held between the Municipality, the neighbour associations and the inhabitants from Villa Devoto to carry out these celebrations.
Keywords
Sociability; carnivals; Buenos Aires; public space;1930s decade
En el verano de 1930 Emilio Gauna,
un joven de 21 años que vivía en el barrio de Saavedra en Capital Federal,
había ganado mil pesos en una carrera de caballos y se disponía a gastarlos
junto a sus amigos en una aventura que se extendería durante las tres noches
del carnaval porteño. Gauna, Larsen, Maidana, Antúnez, Pegoraro, Massantonio y
el doctor Valerga iniciaron el recorrido en Villa Devoto. Viajaron hasta allí
en tren y al descender se encontraron con el bullicio típico de estos festejos,
las personas disfrazadas caminaban por las calles del barrio y las máscaras
corrían asustando a los transeúntes. Estuvieron en el corso, compraron bebidas
en un almacén y recorrieron la Plaza Arenales. En el camino, Emilio y sus
compañeros, se cruzaron con una bulliciosa y alegre murga que animaba a los
vecinos con bombos, tambores y platillos. Más adelante, algunos jóvenes se
lanzaban serpentina y se vaciaban entre sí sus pomos con espuma. Cuando el
grupo se cansó de este ruidoso y alborotado espectáculo, ingresaron a un club a
beber unas copas. Luego, al retirarse del lugar, se subieron a una victoria
tirada por dos caballos y continuaron su aventura por los corsos de Avenida
Rivadavia, Villa Luro, Flores y Nueva Pompeya. Durante los tres días de
carnaval vieron un sinnúmero de máscaras y disfraces, y visitaron clubes,
bares, almacenes y cabarets, en donde consumieron comida y alcohol.
Evidentemente, los corsos barriales de la década del treinta representaban una
alternativa tentadora de diversión para muchos porteños en esas calurosas
semanas de verano.
Esta anécdota pertenece al relato
ficcional de Adolfo Bioy Casares en “El
sueño de los héroes”.[2] Allí el
escritor rememora las vivencias de siete amigos durante tres noches de
carnaval. En dicha novela se vislumbra un festejo concurrido, fresco, variado y
divertido. Esta narración literaria nos muestra algunas pinceladas del
desarrollo de los corsos barriales durante los años treinta en la Capital
Federal. Por su parte, los documentos de la época nos describen la fiesta en la
plaza central, el desfile de murgas, orfeones y centros gauchescos, las
familias disfrazadas que posaban en palcos caracterizados con algún motivo
pintoresco, los bailes en los clubes y cines, y la febril actividad del
comercio barrial puesta al servicio de quienes festejaban hasta las primeras
horas de la madrugada.
En este artículo nos proponemos
indagar las celebraciones de carnaval durante la década de 1930 en aquel barrio
de la ciudad donde Emilio Gauna y sus amigos comenzaron su aventura, Villa
Devoto. Nos preguntamos ¿en qué consistían los carnavales barriales? ¿Cómo y
dónde se realizaban? ¿Quiénes participaban de los festejos y quiénes eran sus
organizadores? ¿Es posible detectar alguna modificación en esta celebración
pública a lo largo de la década? ¿Qué nos dicen esas fiestas sobre la relación
entre algunas asociaciones barriales y el Estado municipal? Argumentaré, en
primer lugar, que los festejos de carnaval en los años treinta involucraban a
buena parte de los habitantes del barrio ya fuera como parte del público que disfrutaba
las celebraciones y/o como organizadores comprometidos con el éxito de las
diferentes actividades planificadas para tal fin. En relación con esto último,
procuro demostrar, en segundo lugar, que la organización del carnaval
representó una instancia de negociación entre ciertos habitantes de Villa
Devoto y la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. De hecho, como se verá,
los carnavales constituyeron una coyuntura favorable para que las asociaciones
vecinales pudieran erigirse como representantes del conjunto de vecinos del
barrio frente a las autoridades municipales.
Cabe recordar que en la década de
1930, la Capital Federal estaba organizada como una municipalidad y subdividida
en 26 circunscripciones. La comuna era gobernada por un intendente nombrado por
el presidente de la nación con acuerdo del Senado. Asimismo, funcionaba un
Concejo Deliberante compuesto por 30 miembros, elegidos, a través del sufragio
obligatorio y secreto de todos los varones nativos y, a través del sufragio
secreto y optativo de todos los extranjeros.[3]
El intendente designado por Agustín P. Justo entre 1932 y 1938, fue Mariano de
Vedia y Mitre. En el noroeste de la ciudad y en el límite con la provincia de
Buenos Aires, Villa Devoto conformaba la circunscripción 15. Su territorio se
había anexado a la metrópoli luego de la Ley de Federalización de 1880 y el
primer loteo de terrenos se realizó en 1889, año a partir del cual comenzó un
lento pero sostenido proceso de desarrollo edilicio.
A inicios de los años treinta los
límites de aquel loteo inicial se habían desdibujado. En Villa Devoto, las
edificaciones se habían multiplicado y la población creció de 48.381 habitantes
en
Al calor del desarrollo de las
industrias culturales, se habían instalado en Villa Devoto 7 cines, de los
cuales 4 también funcionaban como salas de teatro y salones de bailes o
fiestas. La prensa barrial adquirió un rol fundamental para la proyección y circulación
de ideales de respetabilidad, distinción social y costumbres familiares que se
estimaban decentes. Específicamente, en 1930 comenzó a publicarse el Boletín de la Asociación de Fomento de Villa
Devoto y en 1932 el periódico semanal Noticias
Devotenses (ND). Este último, bajo la dirección de Lorenzo Blanco y Jorge
Figueroa, se distribuía semanalmente por correo a quienes pagaran una
suscripción mensual de $1. Ambos directores pertenecían a familias reconocidas
de Villa Devoto y estaban emparentados con personas destacadas -como Altube y
Buschiazzo- por ser algunos de los primeros habitantes de la zona. En su primer
número el periódico enunciaba sus principales objetivos: acompañar y dar a
conocer el crecimiento y la cultura del barrio. La prensa local pretendió
contribuir así a dotar al barrio de un perfil propio, en sus páginas se iba
articulando una auto-representación por cierto elogiosa: un barrio que se
preciaba de su prosperidad, del esfuerzo y trabajo de sus residentes, que se
convertía en un mundo laboral propicio para profesionales y comerciantes, capaz
de ofrecer espacios de participación pública y brindar alternativas de
entretenimiento familiares. ND constituye,
junto con la Memoria del Departamento
Ejecutivo de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires (MDEMCBA), el corpus documental principal
de este artículo.
Las celebraciones que aquí nos
ocupan, los carnavales, han sido indagadas por numerosos especialistas.
Historiadores, sociólogos y antropólogos estudiaron el rol de estas fiestas en
la sociedad, la cultura y la política.[6] Asimismo, el uso de diferentes escalas
geográficas permitió echar luz sobre las particularidades que adquieren estas
expresiones en diversos contextos.[7] Los
corsos que analizamos en este artículo se desenvolvieron en tiempos poco
auspiciosos para estos festejos. Durante los años treinta los gobiernos
conservadores implementaron medidas destinadas a controlar las actividades y
demostraciones que tenían lugar en el espacio público. Por esto, esta
indagación no puede desatender la estrecha relación entre los carnavales y la
política. Algunos estudiosos le dan centralidad a esta temática en distintas
ciudades de Argentina. Por ejemplo, Diego Roldán argumenta que, en Rosario,
entre 1930 y 1932, se agudizó la preocupación en torno a estas fiestas y afirma
que “las fuerzas del orden intentaron controlar las potencialidades revulsivas
de las celebraciones”.[8] A
partir de 1932, según afirma el autor, como consecuencia de la gradual merma en
la concurrencia, las autoridades municipales procuraron recuperar los corsos
barriales prohibidos anteriormente. Para ello dispusieron que se pudiera
festejar en los diferentes vecindarios y “el carnaval se descentralizó
definitivamente en 1933. La intendencia dejó a los vecinos la organización de
los corsos”.[9]
En referencia a estos eventos en
la Provincia de Buenos Aires Andrés Bisso examina, aunque de un modo diferente,
la presencia de la política en los festejos, a partir de un original examen
sobre los disfraces utilizados en los corsos de Chascomús, Lezama, La Plata,
Berisso, Ensenada, Dolores y Berazategui entre 1936 y 1940. Esta exploración de
lo que denomina las “identidades prestadas” a través de la vestimenta y su
análisis sobre el accionar del gobierno de Manuel Fresco, le permiten definir
al carnaval como “una instancia más de negociación
entre los vecinos y los
dirigentes provinciales y municipales, en un registro similar que el de las
conmemoraciones patrias y otras fiestas cívicas”.[10]
Según Bisso, las “discusiones y el rol del Estado pueden perfilarse desde un
observatorio al que hasta ahora se le ha prestado poca atención, como lo es su
relación con el ocio y la sociabilidad”.[11]
Como se observa, durante estos años en Rosario y en la provincia de Buenos
Aires, los carnavales se transformaron en un acontecimiento privilegiado para
indagar las relaciones entre los ciudadanos, funcionarios municipales o
autoridades provinciales. Resta analizar entonces que sucedió a nivel barrial
con estas fiestas que se extendieron en un buen número de ciudades de
Argentina.
Como ya mencionamos, los
carnavales porteños de la década del treinta tuvieron lugar en una ciudad donde
el uso del espacio público era objeto de cuidadosa atención por parte del
gobierno nacional. Marianne González Alemán ha documentado el intento de
Agustín P. Justo de reglamentar y prescribir el juego político callejero a
través de un edicto policial en mayo de 1932. Según la autora, los debates que
se plantearon sobre el uso de la calle y el derecho de reunión expresaban “la convicción
según la cual los ciudadanos no se habían mostrado aptos a la socialización y
que la sociedad se encontraba pervertida desde su interior por elementos
inasimilables”.[12] Si
bien en apariencia el edicto parece dirigido sólo a cuestiones políticas, esta
indagación nos advierte sobre la necesidad de atender a la intervención de las
autoridades en los festejos de carnaval. Dicho de otro modo, exige
interrogarnos sobre el modo en que el Estado, a través de sus medidas y
funcionarios, intentó moldear no sólo las prácticas políticas en las calles
sino también las actividades culturales o de ocio.
Con el fin de desentrañar los
interrogantes planteados sobre las celebraciones de carnaval en Villa Devoto,
sus protagonistas y su relación con la política, este artículo está dividido en
tres apartados. En el primero, reseñamos las particularidades del carnaval en
la Ciudad de Buenos Aires y el surgimiento de los corsos barriales. En el
segundo apartado, examinamos los festejos en Villa Devoto y reconstruimos su morfología,
sus actores y modos de participación. Por último, indagamos la relación y la
interacción entre las asociaciones, los habitantes del barrio y la
municipalidad en el contexto de dichas fiestas.
El carnaval porteño: “del centro a los
barrios”
Desde la década de 1870 los
carnavales de la Ciudad de Buenos Aires se desarrollaban durante varios días,
usualmente en los meses de febrero y marzo e incluían diferentes actividades.
Según sostiene Oscar Chamosa, éstos tuvieron una relevancia y una magnitud
comparables a los festejos de Río de Janeiro e incluso “se puede afirmar que el
carnaval de Buenos Aires reunía una asistencia más numerosa y diversa que su
par carioca”.[13] La
sucesión de juegos con agua, desfiles de comparsas y los bailes en los clubes demostraban,
según sostiene este historiador, el carácter multiclasista y multiétnico del
carnaval porteño. Para O. Chamosa, con la Ley de Federalización primero, y la
expansión urbana después, la fiesta perdió dicho carácter multiclasista[14] ya que
“la estratificación social de los distintos barrios se vio necesariamente
reflejada en los corsos”.[15] Cabe
preguntarse, en consecuencia, ¿Cómo se produjo este proceso? ¿Fue
necesariamente así? ¿Cómo se expresaban esas diferencias y jerarquías en los
carnavales de la ciudad?
En el cambio
del siglo XIX al XX, según afirma
Leandro Losada, el carnaval se convirtió en un evento que propició la
diferenciación social, una arena en que la alta sociedad porteña expresó y
afianzó sus modos de distinción y se constituyó como clase aristocrática. A
partir de 1884, los bailes organizados en el Club El Progreso estuvieron
dotados de un mayor control en la admisión y los sectores más encumbrados
dejaron de participar en los festejos oficiales y se recluyeron en espacios más
alejados de la ciudad como San Isidro, Tigre, Adrogué y, por sobre todo, el
destino de mayor atractivo comenzó a ser Mar del Plata.[16]
Paralelamente, también los carnavales se consolidaron como un festejo de
relevancia para los sectores proletarios. En un estudio en curso, Laura Caruso
examina los vínculos entre la protesta portuaria de 1904 y dichas fiestas,
poniendo el foco en “las formas de organización, despliegue, vínculos y
sentidos del carnaval portuario”. Esto le permite explorar estas celebraciones
como un “factor de disputa por la calle, por el espacio y sus sentidos, con las
autoridades”.[17]
Ya entrado
el siglo XX, uno de los momentos de mayor esplendor de estas celebraciones se
produjo en el marco del centenario de la Revolución de Mayo. En los festejos oficiales
de carnaval en la Avenida de Mayo, desfilaron un gran número de personas
disfrazadas, sociedades, coros, orquestas, carruajes y grupos gauchescos.[18]
Durante la década de 1920 la fiesta oficial siguió desplegándose en el centro
porteño. Lo que nos interesa resaltar aquí es que a partir de estos años se
desarrollaron con mayor intensidad los diferentes corsos vecinales. Al
respecto, Francis Korn documenta sucintamente las características de los
carnavales de La Boca, Mataderos, Vélez Sarsfield y Villa Urquiza. Según afirma
la autora, se realizó un gran número de corsos y el público concurría desde las
primeras horas de la tarde recorriendo las calles en todas direcciones.[19]
El éxito y
el arraigo de estas fiestas en la sociedad porteña permiten explicar la
reacción de los sectores de izquierda que atacaron directamente a dichos
festejos. Los anarquistas, por ejemplo, consideraban que esta diversión popular
era una fiesta liberada “del peso de la razón, que paralizaba el sentido de la
lógica, anulaba la facultad reflexiva del individuo y el sentido moral”.[20] Otras
corrientes, por ejemplo los comunistas emprendieron “una lucha anti
carnavalesca”, ya que estos diferenciaban la cultura obrera de la cultura
popular.[21] Para
contrarrestarlo, les propusieron a los trabajadores otro tipo de reuniones,
celebraciones y festivales propios.
En la década de 1930, el gobierno
municipal avanzó en la reglamentación de estas festividades populares.
Implementó como medida obligatoria que una comisión vecinal compuesta por asociaciones
y habitantes de los barrios interesados en celebrar corsos solicitaran a través
de un petitorio la autorización de la Municipalidad para llevarlo a cabo. Según
las memorias municipales, por ejemplo, en 1935 “… [El carnaval] se celebró
durante los días 3, 4, 5, 9 y 10 de marzo. Fueron autorizados los siguientes
corsos, sujetos a las disposiciones del Decreto respectivo: Oficial, Flores
(1), Belgrano (2), Boca (3), Villa Devoto (4), Mataderos (5) y Parque de los
Patricios (6)”.[22] De
modo que la ciudad contó con siete corsos en total: uno oficial y los otros
seis en los mencionados barrios:
Mapa 1: Corsos aprobados por la Municipalidad
para 1935
Fuente:
Elaboración propia, a partir de Plano de la Ciudad de Buenos Aires y sus
alrededores, Edición Peuser, 1935.
Disponible en:
<http://trapalanda.bn.gov.ar:8080/jspui/handle/123456789/2303>.
[Consulta: 30-03-2017]
Tal como
observamos en el mapa cuatro corsos barriales (Flores, Belgrano, Villa Devoto y
Mataderos) se celebraban en el territorio que no pertenecía a la Capital
Federal antes de 1880 y cuya urbanización se consolidó en los años veinte y
treinta. En efecto, entre los carnavales de 1870 que describe O. Chamosa y la
información que nos brindan las memorias municipales para los años treinta,
podemos reconocer transformaciones en el desarrollo de dichas celebraciones.
Destacamos que no sólo se modificó la manera en que los porteños festejaban y
se divertían, sino que luego de la ley de Federalización y más entrados los
años veinte y treinta, se descentralizaron
los eventos. Dicho de otro modo, no sólo había un corso en el centro (en
la Avenida Alvear o la Avenida de Mayo) sino que también los habitantes de
algunos de los nuevos barrios podían jactarse de organizar su propio corso. A
continuación, indagamos las principales características que adoptaban estos
eventos barriales.
El corso vecinal: palcos, disfraces y bailes
En el caso de Villa Devoto, cada
año, a partir de la concesión por parte de la Municipalidad del permiso para
efectuar el festejo, todas las reuniones y decisiones tomadas por la comisión
de vecinos fueron publicadas en el periódico local Noticias Devotenses (ND).[23]
Ahora bien, ¿en qué consistían los carnavales en la periferia de la ciudad?
¿Quién se ocupaban de organizar los festejos, dónde se realizaban y quienes
asistían? Anticipemos aquí que decir carnavales significa fundamentalmente
decir corso: disfraces, desfiles de carrozas y presentación de palcos. Pero,
como demostraremos en este apartado, en Villa Devoto también suponían fiestas,
en especial bailes en clubes, cines y residencias particulares.
Semanas antes del inicio de las
celebraciones, ND informaba sobre los
pormenores de la organización. La prensa local detalló la estructura y la
disposición de las actividades. Por ejemplo, la distribución de las guirnaldas
que iluminarían el desfile, el valor de los palcos en las diferentes ubicaciones,
las vías de acceso de los automóviles y los precios fijados para los mismos,
los premios que se entregarían a los ganadores y los jurados para cada
categoría.[24] Los
festejos se realizaban en torno a la Plaza General Arenales, principal espacio
verde del barrio y el recorrido -señalado en el siguiente mapa- comprendía las
calles marcadas con línea punteada: Nueva York (de Esperanza a Mercedes); Av.
Fernández de Enciso (de Nueva York a Asunción), Mercedes (de Nueva York a
Pareja) y Bahía Blanca (de Nueva York a Pareja). De ser necesario por el exceso
de vehículos se extendía el recorrido a las calles marcadas con una línea
doble: Pareja (de Mercedes a Bahía Blanca) y Nueva York (de San Nicolás a
Esperanza). El palco oficial, en el cual se situaba la comisión organizadora
del corso, estaba ubicado en la calle Nueva York sobre la Plaza Arenales de
frente a la calle Chivilcoy:
Mapa 2: Recorrido del Corso Vecinal de Villa
Devoto
Fuente: Elaboración propia a partir de la información publicada en
ND en los meses de enero, febrero y
marzo de 1933, 1935, 1938.
Sobre Nueva
York se encontraban los palcos preferenciales cuyo precio era más elevado que
los situados en las otras calles del recorrido. En cuadro 1 sintetizamos los
distintos precios para los carnavales de 1933, 1935, 1938 y 1939, y los
comparamos con el importe de las entradas de cine del barrio. En el caso de los
palcos el valor indica el abono de cinco noches por familia y para los
vehículos el valor se establece por noche:
Tabla 1: Precios de entradas al corso vecinal
Año/ precio |
Palco preferencial |
Palco |
Auto |
Chata- camión |
Carruaje |
Entrada de cine |
1933 |
$25 |
$20 |
$4 |
$10 |
$25 |
Cine
Devoto: 0,40 |
1935 |
$20 |
$15 |
$4 |
$5 |
$3 |
Cine Gran
Bijou $0.80 Cine
Hollywood $0.40- 0.60 |
1938 |
$20 |
$15 |
|
|
|
Cine
Teatro Gran Bijou $0.40 |
1939 |
|
$15 |
gratis |
|
|
Cine
Teatro Gran Bijou $0.40 |
Fuente: Elaboración propia a partir de los datos publicados en ND en los meses de enero, febrero y
marzo de 1933, 1935, 1938 y 1939.
Como podemos apreciar, la
participación en los corsos vecinales implicaba una inversión de dinero
significativa. Aun teniendo en cuenta que los abonos de los palcos eran por
familia, en 1933 el valor equivalía a un total de 62 entradas de cine, en
Las fiestas se desplegaban
durante cuatro noches, por lo general a partir de las 20 hs. y se extendían
hasta entrada la madrugada. Allí las familias festejaban con humor y realizaban
juegos con serpentina, papel picado y flores naturales. Así lo describía el
periódico barrial para los festejos del 26, 27 y 28 de febrero de 1933: “Fue su
recorrido el escenario de una espléndida fiesta de la población, alegre y
cordial, que bajo guirnaldas luminosas afirmaba su derecho a la sana y
necesaria expansión”.[25] Una
banda musicalizaba la velada: “Instalada en un palco en las calles Nueva York y
Mercedes, el conjunto de la Sociedad Operai Italiani que dirige el maestro
Barbieri, interpretó un variado programa musical, seguido con visible interés
por el público.”[26]
Como ya mencionamos, existían
diferentes maneras de participar del corso. Las familias podían alquilar un
palco o desfilar con sus autos o carruajes.[27]
Las fotografías publicadas en ND nos
muestran a las jóvenes disfrazadas presentando sus palcos adornados con
diferentes motivos, entre otros: castillos encantados, gitanas españolas,
guerreras griegas, damas de corazones, aldeanas rusas, muñecas “Lenci”, tal
como vemos en la siguiente imagen:
Imagen 1: “Muñecas Lenci”
Fuente: ND, 9/3/1935, p.
4.
Las fotos publicadas en la prensa
local nos ofrecen algunas pistas para responder quiénes participaban del corso
vecinal. En su mayoría, las imágenes de ND
exponían a los distintos grupos en los palcos, mientras que fueron casi
nulas las fotografías del desfile de carruajes o del público. Al examinarlas,
se destaca la fuerte presencia femenina en los palcos, en menor medida la
presencia de niños y la casi nula aparición de hombres. Por ejemplo, la imagen
2 es la única fotografía que relevamos con presencia netamente masculina:
Imagen 2: “Los piratas de la muerte”
Fuente: ND, 27/2/1937,
p. 3.
Estos retratos nos permiten
inferir que la participación más activa en los palcos y carruajes en cuanto a
disfraces y caracterizaciones era femenina. Es decir, aunque ND publicaba la nómina de familias que
habían alquilado un palco y la temática con la que se habían caracterizado, las
fotografías publicadas aluden mayormente a jóvenes señoritas. Para retratar
estos eventos, la cámara se centra en la figura femenina, mientras que las
fotos de hombres disfrazados no predominan. Notablemente, el rol de las mujeres
se volvía central en una celebración pública cuya principal cualidad era el
juego de caracterizaciones e “identidades prestadas.”[28]
Otras
familias que mostraban sus
atuendos desde sus autos y carruajes circulaban por las calles
demarcadas
previamente. Entre sus disfraces la prensa local destacaba: gitanas
rusas,
marineros, piratas, que se sumaban al desfile de orfeones, murgas y
centros
gauchescos. El periódico local informó la presencia de
agrupaciones que se
reiteraban año a año: “Los riojanos”,
“As de espadas”, “Juventud primaveral”,
“Los baquianos de La Pampa”, “Cómo se canta en
Nápoles”, “Los microbios”, “Los
eléctricos”, “Los revoltosos”. Aquí es
importante resaltar que, a diferencia de
las imágenes que indicamos anteriormente, no aparecían en
ND fotografías de las murgas, orfeones y centros gauchescos
desfilando. Cabe mencionar que se podía participar del corso sin contar con
palco o vehículo adornado. Algunas familias observaban los desfiles desde las
veredas de las calles que conformaban ese circuito principal. Al finalizar las
jornadas de fiesta, se seleccionaban y premiaban las mejores bandas musicales,
carruajes, palcos, grupos humorísticos y máscaras. Posteriormente, ND publicaba la lista de ganadores y
fotografías alusivas.
Durante los dos o tres fines de
semana en los que se desarrollaba el evento, los comercios, por ejemplo las
librerías, no estaban ajenos al carnaval e incluso se veían beneficiados por
los festejos. Así, en las mismas páginas donde se leía información sobre los
corsos, se podía encontrar: “Librería, imprenta y despacho de revistas y
diarios. Serpentinas y artículos de carnaval. Artículos para colegios,
comisiones, servicio mensajero. Obsequios variados a los niños. Selección,
gusto. Precios moderados.”[29]
Como hemos señalado, decir
carnaval significaba decir corso vecinal pero también bailes. Los clubes
aprovechaban para recaudar fondos realizando diversas actividades, se
efectuaban también festejos en algunos cines e inclusive en casas particulares.[30] En el
caso de las fiestas organizadas en clubes o cines, en ocasiones encontramos la
información publicada en el periódico local, y a posteriori, una crónica sobre
las reuniones realizadas y sus respectivas fotografías.[31] Las invitaciones versaban: “Olimpia Lawn
Tennis Club. Gran baile de disfraz y concurso de máscaras”; “Club Villa Devoto.
Baile de disfraz y fantasía”; “Club Social Estudiantes. Con 4 grandes bailes
celebrará las fiestas de carnaval”[32];
“Cine Hollywood. Carnaval
Imagen 3:
“Baile de carnaval en el Club Devoto”
Fuente: ND, 17/2/1934,
p. 5.
Por último, notemos brevemente
las reuniones que se llevaban a cabo en los hogares de los habitantes de Villa
Devoto con motivo de festejar el carnaval. Precisamente, el periódico local
publicaba crónicas, describiendo estos encuentros, detallando el nombre de los
presentes y documentándolos con alguna foto. Así informaba ND sobre un “asalto de máscaras” en 1933:
El asalto de máscaras que se
realizó el domingo pasado a la terminación del corso local en la residencia que
el señor Bernardino Devicente posee en la localidad, motivó una lucida reunión
donde la nota sobresaliente la constituyó la gran alegría de que hicieron
derroche los asistentes. Fue una bonita fiesta en la que la animación no decayó
un solo instante hasta avanzada la madrugada. Anotamos presentes a las familias
de: Ammar, Almeyda, Maspollet, González Santos, Baso, Chaumont, Aramo, Campos,
Couto, Santos, Morales, Porta, Bacarrere, Callejas, Ivaldi. [36]
De igual modo, el 13 de febrero
de 1937 el semanario destacó la realización de diversos “asaltos de máscaras”
en casas particulares: “fue `asaltada´ la casa del señor Ricardo Bertrán por un
grupo de máscaras, bailándose animadamente hasta las primeras horas de la
madrugada del día siguiente.”[37] Estos
ejemplos nos hablan, por un lado, de la existencia de diversas maneras de
celebrar sin estar necesariamente incluidas en los eventos oficiales y abiertos
a toda la comunidad, y por otro, de la relevancia que adquirían los diferentes
círculos de amistades entre los residentes de Villa Devoto y sus familias.
En su conjunto, el corso oficial
en la Plaza Arenales, los festejos en clubes, cines-teatros o residencias familiares
demuestran la vivacidad y plasticidad del carnaval y también los diversos
actores involucrados en su organización y participación. Existía una fiesta
oficial, organizada por las instituciones vecinales y vecinos destacados que
incluían disfraces, desfiles y presentación de palcos, carruajes y agrupaciones
artísticas en la plaza y coexistía con otras tantas celebraciones en diferentes
instituciones como clubes y sociedades de fomento, entre ellos, el Club Devoto,
el Olimpia Lawn Tennis Club, el Cine Hollywood y en residencias particulares. A
continuación, exploramos los procedimientos y reglamentaciones que mediaban
entre el deseo de organizar un corso vecinal y su ejecución.
Las asociaciones y los vecinos ante la
regulación municipal
Como hemos referido,
la década de 1930 signada por el Golpe Militar y marcada por la Restauración
Conservadora, impactó sobre los usos del tiempo libre de la sociedad argentina,
en general y porteña, en particular. El gobierno municipal avanzó en la
reglamentación de las festividades populares. Durante su intendencia, Mariano
de Vedia y Mitre conformó en 1933 la Comisión Permanente de Fiestas Populares
(CPFP). Los empleados municipales encargados de esta comisión tenían como
objetivo principal estimular pero también controlar las diversas
conmemoraciones desarrolladas en el ámbito de la Capital Federal. Según las
memorias municipales, sus tareas radicaban en:
…organizar y dirigir los festejos
populares en las distintas oportunidades determinadas por el calendario, también
en ocasiones extraordinarias, está a cargo de esta comisión, que también
interviene en la prestación de elementos de propiedad de la Comuna, solicitados
para fiestas organizadas por entidades oficiales o particulares, ejerciendo un
eficiente control con el objeto de evitar pérdidas o deterioro.[38]
De esta manera, la Municipalidad
con la creación de CPFP se arrogaba el control y la organización de las
diferentes “Fiestas Populares”. En particular, respecto al carnaval, las
autoridades dispusieron un protocolo a seguir. Este establecía que cada barrio
que deseara efectuar corsos debía solicitar a través de una comisión de vecinos
y asociaciones, una autorización de la CPFP.
En el caso de Villa Devoto, los
sistemáticos intentos de la Municipalidad por reglamentar los carnavales
barriales a través de la CPFP y de la policía de la Capital Federal, generaron
descontento entre los vecinos. En 1933, ND
se hacía eco de esta insatisfacción, explicando que:
La CPFP había dispuesto en un
principio la no realización del corso vecinal en nuestra localidad, decisión
esta que fue posteriormente modificada ante las gestiones de la Compañía de
Boys Scouts General Arenales. Ante estas gestiones la mencionada comisión,
transó en la realización del corso, pero estas reuniones quedaban subordinadas
a condiciones tan curiosas como irritantes: La Municipalidad no aportará ni con
el más insignificante material para su realización; toda la ganancia que se
produzca se destinará a la Asistencia Pública Central; en caso de que arroje
pérdidas, estas correrán por cuenta de la comisión organizadora.[39]
Este fastidio se relacionaba, por
un lado, con la negativa para la realización del corso vecinal, y por el otro,
luego de conseguir la autorización se criticaba la utilización de los fondos
recaudados a discreción del gobierno municipal. Este descontento con respecto
al uso del dinero demostraba, creemos, cierto sentimiento de pertenencia. En
efecto, la comisión organizadora del evento reclamaba que las ganancias sean
invertidas únicamente en Villa Devoto.
Tal era la centralidad de esta
festividad, que a inicios de 1933 una comisión de vecinos junto a la Compañía
de Boys Scouts “General Arenales” realizó un petitorio a la Municipalidad para
emprender el “Corso Vecinal de Villa Devoto” sin injerencia de la CPFP. La
respuesta fue positiva, según lo publicado en ND:
Tal como lo pedíamos, nuestro
próximo corso estará organizado por una comisión de caracterizados vecinos y su
producto no emigrará de Devoto. Conseguidos tales anhelos, es de esperar ahora,
que el vecindario e instituciones locales, a estas últimas especialmente
hacemos nuestro llamado, cooperen y secunden a la comisión de vecinos que ha de
correr con su organización.[40]
Esta oposición de los vecinos a
la intervención municipal puede ser explicada quizás por la larga tradición
organizativa de los vecinos de Villa Devoto, quienes celebraban fiestas de
carnaval desde 1919 y por la fuerte presencia asociativa en la zona, cuya
primera Asociación de Fomento databa de 1896. Asimismo, ND enfatizaba en las particularidades que tendría una fiesta
dirigida por una comisión conformada por habitantes del barrio: “[el corso]
estará organizado independientemente, vale decir, sin la intervención de las
autoridades edilicias, con lo cual se dará a nuestro corso el sello de
familiaridad, tan característico de las reuniones organizadas por las
comisiones vecinales.”[41] Notablemente, la peculiaridad que se le
pretendía dar al corso de Villa Devoto era la familiaridad, la cual se traducía
en la participación de los vecinos y las asociaciones vecinales en su
preparación.
En 1933, la Municipalidad aceptó
el pedido, sin embargo esta autorización debía solicitarse año a año ante la
CPFP. Es decir, cada barrio que aspiraba a organizar su propio corso por fuera
de la celebración oficial en el centro, debía someterse a este trámite. Este
protocolo nos revela, primero, la presencia de un grupo de vecinos notables que
debía encargase de organizar el evento; en segundo lugar documenta la actitud
de oposición y negociación de cara a los mandatos municipales. Por último, no
deja duda acerca del interés que algunas asociaciones tenían en el desarrollo y
prosperidad del barrio.
Como se observa, las objeciones
planteadas tenían como causa principal la insatisfacción por las reglas
municipales que afectaban al festejo propiamente dicho. Nos referimos a toda
aquella normativa cuyo objetivo radicó en transformar la forma y el contenido
tradicional del evento. En primer lugar, ND
manifestó su descontento por las desigualdades que la Municipalidad demostraba
entre el centro y los demás barrios en la colaboración de la infraestructura
para los carnavales:
La posición oficial siempre es
cómoda y fácil. Cuando los festejos producen alguna perdida, se desentienden
cómodamente, incidiendo aquella sobre el patrimonio particular de los
organizadores. Su actitud cambia fundamentalmente cuando los festejos producen
una ganancia, por ínfima que sea. (…) la negación de los elementos más
indispensables a las comisiones que buscan el apoyo oficial, pone de manifiesto
el menguado propósito de sabotear en toda forma el éxito de los corsos
vecinales. Todos los esfuerzos, todos los elementos y todas las atenciones se
concentran en el corso metropolitano; los corsos vecinales quedan librados a su
propia suerte con la pesada carga de la responsabilidad a que antes nos
referíamos.[42]
En el ejemplo citado, la queja
está directamente relacionada con el nulo interés por parte de la Intendencia.
En numerosas oportunidades, el periódico reflexionó acerca de esta falta de
apoyo o de sostén político para los corsos vecinales, particularmente el de
Villa Devoto.[43] En
este caso, el conflicto entre las comisiones de vecinos encargadas de organizar
el carnaval y la Municipalidad estaba generado por la necesidad de cubrir los
gastos para financiar el festejo en materia de iluminación, artefactos de
sonido, difusión del evento, entre otras.
En segundo lugar, en repetidas
oportunidades ND se hizo eco de las
prohibiciones y modificaciones que el poder político planteaba a través de la
policía de la Capital Federal para las celebraciones del carnaval.[44] Por
ejemplo, cuando en febrero de 1935 había quedado sin efecto el estado de sitio
imperante a partir del golpe militar, el periódico local celebró que nuevamente
se podrían utilizar máscaras y caretas durante las fiestas.[45]
Una semana después, ND se refirió al
edicto policial sobre el uso de esta indumentaria:
La Jefatura de Policía sorprende
ahora a la población que se aprestaba alegremente a festejar dignamente, con un
edicto prohibiendo el uso de la careta durante los días de carnaval. Los
festejos de carnaval desde hace cuatro años vienen decayendo notablemente; en
gran parte, esa decadencia debe atribuirse a la serie de restricciones y
prohibiciones con que se sujeta a tales festejos. (…) La Jefatura de Policía
por lo tanto, condena a nuestra población a pasar otro carnaval sin uno de los
elementos que más espiritualidad y animación llevaban a esas fiestas.[46]
Como se observa, el periódico
objetó la reglamentación de la policía en tanto alteraba el espíritu de los
festejos. Años después, en 1938 un nuevo edicto policial interfería en el
carnaval porteño y ND volvía a
criticar este tipo de disposiciones: “la Intendencia Municipal dictó la semana
pasada un decreto por el cual se prohíben durante los próximos festejos de
carnaval el uso de disfraces de aspecto trágico o macabro por el temor que
infunden en los menores y la inquietud que provocan aun en los mayores.”[47] Vemos
aquí que los arbitrajes sobre los festejos no se limitaban solamente a
cuestiones materiales, de sonido o iluminación, sino que también las normativas
influían llamativamente en cómo se llevaba a cabo el carnaval. La Municipalidad
y la policía tenían injerencia, o intentaban tenerla, inclusive en los atuendos
utilizados. Claro que es materia pendiente el ponderar el grado de acatamiento
de esta regulación por parte de quienes participaban en los corsos vecinales.[48]
Por último, queremos subrayar que
en los ejemplos seleccionados, a la par de los conflictos con los poderes
políticos y sus restricciones, subyace también la reflexión sobre la decadencia
del carnaval como fiesta popular. Al respecto, luego de los carnavales de 1938,
el periódico local especulaba:
Los que tienen vivo aun el
recuerdo de los corsos que se realizaban en nuestra localidad diez o quince
años atrás, han sufrido el proceso involuntario de una comparación, con los
últimos corsos presenciados en la Plaza Arenales. (…) El hecho observado entre
nosotros se repite en otras zonas de la capital. De poco han valido la entrada
gratuita para carruajes, la donación de palcos y los mil recursos empleados
para reconquistar los prestigios del corso de carnaval. Entre nosotros, la
realidad en una y ella es que nuestro corso ha caído en una decadencia tal, que
difícilmente volveremos a presenciar los desfiles familiares de sus primeros
años. Debemos por ello preguntarnos ¿dejó Devoto de ser un barrio para corso?[49]
Fuera o no a
causa de las restricciones del gobierno conservador, lo cierto es que el
carnaval no suscitaba el interés de antaño y esto era una materia de
preocupación. Empero, al reparar en la autobiografía de un residente de Villa
Devoto, la memoria de esta festividad adquiere un tono más optimista:
Los corsos
constituían uno de los hechos más trascendentes que dieron fama a la Plaza
Arenales y por extensión a toda Villa Devoto. El primer año que se hicieron fue
en 1919, organizados por la Sociedad de Fomento “El Triángulo”. El corso
comenzaba frente a la estación Villa Devoto con un recorrido total de siete a
nueve cuadras[50]
Después del
corso de la Avenida de Mayo el otro que era muy amplio fue el de Palermo, por
las calles de los tradicionales bosques, financiados por fuertes firmas
comerciales; los corsos que más brillaron fueron los últimos días de carnaval
con corsos de flores; la carroza más bonita era la que más flores granjeaba.
Hubo muchos corsos que se armaban en los barrios: los más destacados ya los
mencioné, figurando como cuarta estrella el de Villa Devoto[51]
Como se observa, en la memoria de
Fortunato Nicolás Troisi, los festejos mantienen su atractivo y popularidad y
merecen integrar el ranking de los corsos de los barrios porteños. Esta imagen,
sin desestimar sus sesgos y su afán por edulcorar y engrandecer el pasado
local, documenta –al igual que las otras múltiples evidencias reunidas aquí- la
centralidad del carnaval en los barrios porteños en los años treinta. No
sorprende entonces que la Plaza Arenales haya sido el escenario elegido por A.
Bioy Casares para iniciar la aventura de Emilio Gauna en el verano de 1930.
Al parecer, esa década del
treinta marcaría el punto de máximo apogeo del carnaval en los barrios, momento
a partir del cual se iniciaría un lento declive. Así, por ejemplo, el 7 de
enero de 1939 ND publicaba una nota
que hubiera sido difícil de imaginar diez años antes. En su portada, formuló lo
que parecía una pregunta retórica: ¿Deben realizarse nuevos corsos de carnaval
en Devoto? A decir verdad, se trataba de una encuesta abierta. Pero la novedad
era que no pocos vecinos respondían negativamente. Su desaprobación se fundaba
en varios motivos. Argumentaban que los corsos habían perdido su atracción,
pues no suscitaban el entusiasmo de los habitantes del lugar. También señalaban
que se trataba de un esfuerzo desmesurado pues no se contaba con la
colaboración de la Municipalidad. El Dr. Francisco Guma (Presidente de la comisión
vecinal de 1935) afirmaba: “Devoto ha modificado indudablemente su estructura
social. Las principales familias se retraen de estos actos populares, buscando
ambientes más propicios a sus nuevas costumbres. De ahí su ausencia reiterada
en los últimos corsos realizados”.[52]
En un contexto en el que se extendían el acceso a los viajes por vacaciones y
se multiplicaban los bailes en clubes y salones, no sorprende que mermara la
participación de las familias en estos festejos veraniegos. Quizás buscando atraer
a otras familias es que los corsos de 1939 se trasladaron a otro sector de
Villa Devoto y su recorrido se extendía al sur de la Estación Devoto del
F.C.B.A.P., comprendía la Av. Tres Cruces entre Chivilcoy y Segurola a unas 7
cuadras de la Plaza Gral. Arenales.
Por lo aquí analizado, esa
pérdida de vitalidad pareciera poder atribuirse al impacto negativo del control
municipal, al menos a los ojos de algunos de los actores involucrados, aunque
también, creemos, que cabe inscribir este declive del carnaval en un marco más
amplio de transformaciones sociales y culturales, en particular referidos a los
usos sociales del tiempo libre en la segunda posguerra.
Consideraciones finales
Para los años treinta el barrio
era un escenario fundamental para celebrar y disfrutar el carnaval. Podría
decirse que, en esos años, cristalizó una segmentación entre el centro y los
barrios en términos de infraestructura, acceso a las actividades culturales y
posicionamiento económico. Estas diferenciaciones también se vieron expresadas
en las fiestas pues el barrio se convirtió en un espacio de entretenimiento
alternativo al del centro de la ciudad.
Como documentamos, el carnaval se
podía celebrar de diversas maneras. La realización de los corsos vecinales
requería de una organización planificada consignada a hombres destacados de
Villa Devoto y exigía la participación de distintas entidades barriales y
familias reconocidas. Estas celebraciones se desarrollaban en un marco
familiar, ordenado y sin ostentaciones. Los palcos, la principal atracción,
mostraban a mujeres y niños disfrazados. Al mismo tiempo, se llevaban a cabo
bailes en clubes, cines y en residencias particulares que aumentaban año a año
su concurrencia.
Organizar y festejar los
carnavales suponía ponerse en relación con el poder municipal, una relación que
a juzgar por las evidencias recogidas fue de tensión. Evidentemente organizar
un corso costaba dinero y podía convertirse en un buen negocio para las arcas
municipales y el comercio local, pero también presuponía riesgos. A los ojos de
la comisión vecinal de Villa Devoto, la Municipalidad era poco generosa en su
apoyo a los corsos barriales y dejaba que la aventura de la inversión descansara
en otros hombros y no en los propios. Por eso, encontramos quejas recurrentes
sobre el favoritismo de las autoridades para con el corso oficial en “el
centro” y la marginación de “los barrios”.
En tal sentido, festejos, como
los carnavales, nos ofrecen un punto de mira para comprender la dinámica de las
relaciones –en ocasiones conflictivas- entre la sociedad civil, las
asociaciones y el Estado municipal. En este caso, hemos podido desentrañar las
disputas que surgieron en la década de 1930 en el proceso de realización de
unos festejos cuyo principal objetivo debía ser la distensión, la diversión.
Por tanto, podemos decir que, de manera similar al caso bonaerense, los
carnavales de Villa Devoto funcionaron como instancia de negociación entre los
distintos actores mencionados, y que fueron durante los años treinta el
resultado de una puja constante entre el gobierno y la acción vecinal. El botín
disputado incluía tanto el dinero recaudado como el derecho a decidir a qué
destinar las recaudaciones. En estas instancias de negociación las asociaciones
vecinales se posicionaron como las portavoces del barrio frente a la
Municipalidad y los verdaderos representantes de los intereses de los vecinos.
De este modo, el análisis de estos espacios de entretenimiento barriales nos
acerca a la cultura de los porteños, su sociabilidad y usos del tiempo libre y,
a la vez, nos permite desentrañar algunas facetas de la relación entre la
cultura y la política en las primeras décadas del siglo XX.
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Noticias Devotenses, 1932-1939, n°
Recibido: 04/07/2018
Evaluado: 01/08/2018
Versión Final: 26/08/2018
[1] Este artículo forma parte de mi tesis
de Maestría realizada en el Posgrado en Ciencias Sociales IDES-UNGS (2018).
Agradezco a los evaluadores anónimos y a quienes leyeron borradores de este
escrito en diferentes grupos de discusión y aportaron sugerencias y comentarios
enriquecedores. La Junta de Estudios Históricos de Villa Devoto y la Biblioteca
“Presidente Roque Saenz Peña” posibilitaron el acceso a documentos y
bibliografía secundaria sobre Villa Devoto.
[2] Adolfo Bioy Casares. El sueño de los héroes. Buenos Aires,
Editorial Losada, 1954.
[3] Según documenta Luciano De
Privitellio, este sistema se desarrolló entre 1917 y 1941 y fue “…el resultado
de la reforma de la Ley Orgánica Municipal aprobada en agosto de 1917. (…) El
período se cierra en 1941 cuando el presidente en ejercicio, Ramón S. Castillo
puso fin a este régimen institucional al intervenir el Poder Legislativo de la
ciudad y reemplazarlo por una Comisión Vecinal elegida por el presidente con
acuerdo del Senado.” Luciano De Privitellio. Vecinos y ciudadanos. Política y sociedad en la Buenos Aires de
entreguerras. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2003, p. 18.
[4] Municipalidad de la Ciudad de Buenos
Aires. Cuarto Censo General de Población.
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires. 22 de octubre de 1936. Tomo I:
"Informe preliminar", p. 100.
[5] En otro trabajo analizo las
representaciones de la prensa barrial y las asociaciones vecinales sobre la
presencia de la Alcaldía en Villa Devoto: Erica Cubilla. “¿Alcaldía de
Contraventores o ‘Cárcel de Villa Devoto?’: representaciones en disputa en
torno a un barrio porteño en los años treinta”, en: Sandra Gayol y Silvana
Palermo (Eds.). Política y cultura de
masas en la Argentina de la primera mitad del siglo XX. Los Polvorines,
Ediciones UNGS, 2018, pp. 125-148.
[6] Mijail Bajtin. La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. Buenos
Aires, Alianza, 1994. Peter Burke. “La traducción de la cultura: el carnaval en
dos o tres mundos”, en Peter Burke (Ed.). Formas
de historia cultural, Madrid, Alianza Editorial, 2000, pp. 191-206. Roberto
DaMatta. Carnavales, malandros y héroes.
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a partir de la triada comunicación, cultura y carnaval”. Palabra Clave, Vol. 13, N°1, 2010, pp. 175-188. Juan Antonio Flores
Martos. “Un continente de carnaval: etnografía crítica de carnavales
americanos”. Anales del Museo de América,
2001, pp. 29-58.
[7] Entre otros: Milita Alfaro. Memorias de la bacanal: vida y milagros del
carnaval montevideano (1850-1950). Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 2008. Andrés Bisso, Sociabilidad, política y movilización. Cuatro recorridos bonaerenses
(1932-1943). Buenos Aires, CEDINCI- Editorial Buenos Libros, 2009. Milton
Godoy Orellana. “Carnaval, disciplinamiento cultural y respuestas populares en
Chile (Norte Chico, 1840-1900), en Ernesto Bohoslavsky y Milton Godoy Orellana,
(Eds.), Construcción estatal, orden
oligárquico y respuestas sociales. Argentina y Chile, 1840-1930, Buenos
Aires, UNGS/Prometeo, 2010, pp. 121-148. Oscar Chamosa. “Lúbolos, Tenorios y Moreiras: reforma
liberal y cultura popular en el carnaval de Buenos Aires de la segunda mitad
del siglo XIX”, en Hilda Sábato y Alberto Lettieri (Comps.), La vida política en la Argentina del siglo
XIX. Armas, votos y voces, Buenos Aires,
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1989. Ricardo Falcón. “Rituales, fiestas y poder (una aproximación
historiográfica a un debate sobre su pasado y presente). Estudios Sociales, Revista universitaria semestral, n° 18, año X,
Santa Fe, 2000, pp. 89-101. Leandro Losada. “Del carnaval al corso de Palermo: los ritos sociales de la
élite porteña en la belle époque (1880-1910)”. Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas, Alemania, Böhlau Verlag,
2007, pp. 259–280. Diego Roldán. “Imágenes, juegos, rituales y espacios.
Las Interacciones socioculturales entre elites y sectores populares durante la
entreguerras. La “incultura en
Rosario (Argentina)”. História, São Paulo, 28, (2), 2009, pp. 683- 714. Diego Roldán. La invención de las masas. Ciudad, corporalidades y culturas. La Plata, Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP), capítulo XI, 2015, pp. 223-237.
[8] Diego Roldán. “Imágenes de un juego social y
simbólico. Los carnavales rosarinos entre 1900 y
[9] Ídem, p. 141.
[10] Andrés Bisso. “¿El de gaucho o
el de Tom Mix? Reflexiones políticas a partir de los horizontes de identidades
prestadas en disfraces y personificaciones lúdicas en la provincia de Buenos
Aires durante los carnavales de la época fresquista, 1936-
[11] Ibídem., p. 115.
[12] Marianne González Alemán. “¿Qué
hacer con la calle? La definición del espacio público porteño y el edicto
policial de
[13] Oscar Chamosa. Lúbolos…, Op. Cit., p. 115.
[14] Una transformación similar
sucedió a fines del siglo XIX con el carnaval uruguayo. Ver un estudio
exhaustivo en: Milita Alfaro. Carnaval.
Una historia social de Montevideo desde la perspectiva de la fiesta, “El
Carnaval heroico” (1800- 1872), Montevideo, Ediciones Trilce, 1991.
[15] Oscar Chamosa, Lúbolos..., Op. Cit., p. 132. Sobre el
proceso de expansión urbana de la Ciudad de Buenos Aires: Adrián Gorelik. La
grilla y el parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires,
1887-1936. Bernal, Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes, 1998. James Scobie. Buenos Aires. Del centro a los barrios 1870-1910. Buenos Aires, Ediciones Solar/ Hachette, 1974.
[16] Leandro Losada. La alta sociedad en la Buenos Aires de la
“Belle Epoque”. Buenos Aires, Siglo XXI Editores, 2008, p. 232-235.
[17] Laura Caruso, "Carnavales proletarios: la
huelga grande del Riachuelo y el carnaval al sur de la ciudad, Buenos Aires
1903-1904", ponencia presentada en el IV
Taller Historia Social, Género y Derechos, Instituto
Interdisciplinario de Estudios de Género, Buenos Aires, 2017.
[18] Micol Seigel.
“Cocoliche´s Romp: Fun with Nationalism at Argentina´s Carnival”. The Drama Review, Vol. 44, nº2, 2000, pp. 56-83.
[19] Francis Korn. Buenos
Aires: los huéspedes del 20. Buenos Aires, Sudamericana, 1974. En especial,
capítulo V: “El Carnaval”, p. 205.
[20] Juan Suriano. Anarquistas. Cultura y política libertaria
en Buenos Aires, 1890-1910. Buenos Aires, Manantial, 2008, p. 154.
[21] Hernán Camarero. A la conquista de la clase obrera. Los
comunistas y el mundo del trabajo en la Argentina, 1920-1935. Buenos Aires,
Siglo XXI Editora Iberoamericana, 2007, pp. 217-283.
[22] Municipalidad de la Ciudad de
Buenos Aires. Memoria del Departamento
Ejecutivo de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, año 1935, 1936,
p. 553.
[23] Ver por ejemplo: “Mañana darán
comienzo las reuniones de corso de carnaval. Prometen alcanzar gran brillo los
desfiles a realizarse los días 3, 4, 5, 9 y 10 del corriente”, “Concurso de
máscaras infantiles”, “Quedó constituida una Comisión Auxiliar de Damas” ND, 21/2/1935, p. 3; “Comenzará mañana
el corso de Villa Devoto” ND,
6/2/1937, p. 2; “Se constituyó la Comisión de Corso para el próximo carnaval” ND, 5/2/1938, p. 1.
[24] Por ejemplo: “Palcos: 3 primeros
premios y 6 segundos premios; carruajes: 2 primeros premios y 4 segundos
premios; orfeones: 1er premio $100 y medalla de oro, 2do premio $60 y medalla
de plata; 3er premio $30 y medalla de plata; grupos humorísticos: primer premio
$50 y medalla de oro; 2do premio $25 y medalla de plata, 3er premio medalla de plata;
grupos gauchescos: primer premio $50 y medalla de oro; 2do premio $25 y medalla
de plata, 3er premio medalla de plata; mascaras sueltas: 1er premio medalla de
oro, 2do premio medalla de plata” ND,
25/2/1933, p. 3.
[25] ND, 4/3/1933, p. 3.
[26] Ibídem.
[27] Por ejemplo, en 1935 los palcos
que resaltaba ND fueron: “Cariocas
[28] Bisso, Andrés. El de gaucho..., Op. Cit., p. 104.
[29] ND, 4-3-1933. El subrayado es nuestro.
[30] “Notas del Club Villa del
Parque. Las fiestas de carnaval”; “Fiestas de disfraces” “Concurso para niños” ND, 25/2/1933, p. 5; “Baile de disfraz y
fantasía del Club Villa Devoto” ND,
25/2/1935, p. 4; “Bailarán en la Asociación de Fomento de Villa Devoto Oeste.
Han anunciado siete bailes de disfraz y fantasía” ND, 6/2/1937, p. 3.
[31] Vale recordar aquí que, durante la década de
1930, varios eran los cines que funcionaban en Villa Devoto y que servían
también como salones para estos bailes. A través de las publicidades en la
prensa barrial y del relato en las memorias de Fortunato Troisi hemos podido
relevar la existencia de 7 cines, cuatro de ellos denominados “cine teatro”.
Generalmente, publicaban sus carteleras en los periódicos locales y describían
allí las distintas funciones, películas y costos de las entradas, estas
oscilaban entre 0,20 y 0,80 centavos. Asimismo, las salas que funcionaban
también como teatro publicitaban las obras de diferentes compañías, las
entradas variaban entre 1 y 5 pesos. Evidentemente, sus empresarios también
aprovechaban los carnavales para organizar festejos y sumarse a la oferta de
entretenimientos de esas noches de verano. Ver: Fortunato Nicolás Troisi. La villa Devoto que vi crecer. CABA,
Edición del autor, 1979. Fortunato Nicolás Troisi. La villa Devoto que vi crecer (segunda parte). CABA, Edición del
autor, 1988.
[32] ND, 25/2/1933, p. 4
[33] ND, 25/2/1935, p. 8
[34] ND, 4/3/1933, p. 1.
[35] ND, 17/2/1934, p. 4.
[36] ND, 4/3/1933, p. 5.
[37] ND, 13/2/1937, p. 4.
[38] MDEMCBA de 1933 y 1934, 1935, p. 490.
[39] ND, 25/2/1933, p. 1.
[40] ND, 25/2/1933, p. 1.
[41] ND, 14/1/1933, p. 2.
[42] ND, 19/2/1938, p. 1
[43] Ver también lo publicado en
vísperas del carnaval de 1934: “Los corsos vecinales malogrados por la
Intendencia Municipal” ND, 10/2/1934,
p. 1. También antes del carnaval de 1935: “Según esta versión, la Intendencia
no autorizaría este año la realización de los corsos vecinales, auspiciando
únicamente un corso único que se realizaría en la Avenida Alvear. Razones para
justificar una lógica protesta no faltarían si se considera el carácter
eminentemente popular que entrañan estas fiestas, máxime en los barrios que,
como el nuestro, se verían de tal modo privados de uno de los mayores
atractivos, con el consiguiente perjuicio para el comercio y vecindario en
general” ND, 2/2/1935, p. 1. Algo
similar alegó el diario para los carnavales de 1937: “… aparte de la ausencia
de todo aliciente en la organización de estos festejos, las comisiones
vecinales se ven necesariamente cohibidas ante las serias responsabilidades que
sobre ellas pesarían en el hipotético caso de un fracaso en sus gestiones. (…)
La intención de sabotear en toda forma a estos corsos surge evidentemente ante
la negativa de proveer de elementos a las comisiones que desinteresadamente
buscan dar cumplimiento a las misiones que les fueran confiadas” “Todos los
esfuerzos oficiales, todos los materiales, todas las atenciones se concentran
en el corso de la calle Corrientes; los corsos vecinales quedan huérfanos de
toda ayuda” en: ND, 30/1/1937, p.1,
haciendo clara referencia a las diferenciaciones que existían entre el centro y
los barrios.
[44] En 1934, el periódico informaba:
“La jefatura de policía ha dictado un edicto prohibiendo, como en años
anteriores, el uso de la careta, antifaces o el uso de pinturas que desfiguren
el rostro. Tal disposición, que se dicta en virtud del estado de sitio,
contiene una excepción en lo que se refiere a las damas y menores que podrán
usar medio antifaz. Asimismo ha sido prohibido el juego con agua y pomos en las
calles de la Capital.” ND, 10/2/1934,
p. 2.
[45] “Se permitirá usar careta
durante las fiestas de carnaval. Numerosos comerciantes y vecinos nos han
solicitado informes sobre la prohibición que rigió en años anteriores sobre el
uso de la careta y el antifaz durante las fiestas de carnaval. La prohibición
de referencia ha desaparecido con el levantamiento del estado de sitio que
rigió en años anteriores exigiéndose cómo único requisito para usar esos
adminículos el permiso que conceden las autoridades policiales. Este permiso no
es indispensable para menores de catorce años” ND, 16/2/1935, p. 2.
[46] ND, 21/2/1935, p. 3. El subrayado es nuestro.
[47] ND, 26/2/1938, p. 1
[48] A. Bisso indaga la aceptación o
el rechazo de los edictos policiales prohibitivos por parte de los vecinos
observando a través de la prensa sus caracterizaciones en los concursos. En:
Andrés Bisso. “¿El de gaucho o el de Tom Mix?... Op. cit.
[49] ND, 5/3/1938, p. 3.
[50] Fortunato
Nicolás Troisi. La villa Devoto… Op.
Cit., 1979, p. 102.
[51] Fortunato
Nicolás Troisi. La villa Devoto... Op.
Cit, 1988, P. 235.
[52] ND, 14/1/1939, p. 1.