Reseñas bibliográficas
Carlos Hernández
de Miguel y Ioannes
Ensis, Deportado 4443, Barcelona,
Ediciones B, 2017, 264 páginas.
Deportado
4443 nos adentra en una realidad trágica, una de las páginas más terribles de
la humanidad, la del Holocausto. En concreto, los más de 10000 españoles y
españolas prisioneros en los campos de concentración del Nazismo. Una realidad,
que en el caso de España es especialmente dolorosa dado que la prolongación de
la dictadura durante décadas silenció el hecho.
El
autor, Carlos Hernández, es sobrino-nieto de un deportado que sobrevivió al
campo de concentración de Mauthausen. Por una parte,
eso facilita que a través de su familiar conozca de manera fehaciente la
situación de los campos, y por otra que ha podido tener más facilidad a la hora
de acceder a otros testimonios de deportados. Fruto de lo uno y lo otro, junto
a una potente labor de investigación y documentación, surge este libro. En
2015, el autor publicó “Los últimos españoles de Mauthausen”,
un libro sobre la temática de la obra reseñada. Sin embargo, Deportado 4443
tiene un formato de cómic. De la lectura de ambos, se deduce a primera vista
que el objetivo del autor ha sido llevar a cómic los contenidos y experiencias
más importantes del libro. Lejos de frivolizar o llevar a perder interés, la
adaptación al formato cómic, que mantiene el rigor histórico, creo que gana en
interés, ya que aumenta potencialmente el número de lectores, para que puedan
acceder a su lectura no solo un público universitario, sino un público más
general, y además incluso que el cómic pueda ser usado como medio pedagógico
por ejemplo en la enseñanza de pre-universitarios.
Esta experiencia de llevar a cómic el mundo de la deportación también se ha realizado
con notable éxito en otros países, como Alemania, Austria, Polonia y la propia
España.
Aunque
el autor es Carlos Hernández, y en cierta manera su tío-abuelo y otros
españoles por la aportación de sus testimonios y con sus experiencias, el autor
de los gráficos es Ioannes Ensis.
El
cómic, de alto contenido histórico y muy real, puede resultar a veces muy duro
y dramático, pero desde luego que ajustado a una realidad histórica que no
exagera. Se puede comparar para ello con los diferentes libros y testimonios de
la deportación, tanto españoles como de otros países.
El
hilo central del cómic es la experiencia del murciano Antonio Hernández,
tío-abuelo del autor. A través de su experiencia, que cuenta en primera
persona, a través de sus palabras, sentimientos, suspiros o incluso sueños, y
de la entrada de otros personajes, el lector va recorriendo el proceso de
deportación y liberación en las viñetas. Presta especial atención al estado
anímico y físico del protagonista y de las personas que tiene alrededor, en lo
cual es de gran ayuda el propio formato de cómic.
El
cómic está relacionado con otros dos proyectos del autor, como la cuenta en
redes sociales “Deportado 4443” que hace un recorrido de la travesía de Antonio
Hernández y de otros prisioneros del Nazismo, y de la página web “deportados”
en la cual se recogen de manera muy actualizada testimonios, fotografías y
documentaciones. Ambos proyectos se ayudan y hacen un uso de las nuevas
tecnologías, sea internet o las propias redes sociales, potenciando las mismas
como recurso educativo y documental de amplia magnitud y agilidad. Y están
directamente relacionados con el cómic, que reúne ambos proyectos y la
información del libro anterior del autor.
El
cómic comienza explicando la participación de los españoles en las Compañías de
Trabajadores Extranjeros (CTE) al servicio del gobierno francés. Allí llegan
tras exiliarse en Francia e ir a parar a los campos de refugiados. Es la
necesidad de mano de obra barata para defenderse del previsible ataque alemán y
también la experiencia militar de los españoles por la Guerra Civil, la que
lleva a que el gobierno francés forme esas CTE y las envíe a la frontera a
preparar las defensas. El cómic explica bien como allí son sorprendidos por el
ataque alemán, siendo muchos capturados por los alemanes. Ahí comienza su ruina
y la aparición de la Gestapo. También la complicad de esta y Hitler con el
régimen Franquista. Como consecuencia se salda con el hecho de que los
españoles empiezan pronto a ser deportados. Nos narra en diferentes viñetas la
situación terrible de los propios vagones de los deportados que anticipan ya
con muchas muertes lo que va a ser la vida, y la muerte, en los campos de
concentración.
Desde
ese momento narra la entrada en el campo y hace hincapié en el conocimiento de
esta terrible realidad de los vecinos de los municipios alemanes o austriacos
de la zona, y muchas veces de su complicidad con el nazismo, pero otras veces,
excepcionalmente, de cómo intentan ayudar a los deportados. Junto a la
progresiva degradación física, vemos un proceso de deshumanización, constante,
sistemático y meditado, filosofía o seña de identidad de la propia existencia
de los campos de concentración y del Nazismo, a través de los guardias SS o de
los Kapos, presos jefes o encargados de
diferentes funciones, incluido castigar a los otros prisioneros. Dicha
deshumanización se ve en el propio hecho de pasar de ser una persona con nombre
a ser un mero número dentro del régimen de campos de concentración y exterminio
del Nazismo. Ambos procesos los vemos en primera persona a través de la voz
narradora, Antonio Hernández, pero también a través de sus sensaciones, y sobre
todo de lo que ve, escucha y puede oler, como el caso de los hornos
crematorios, a su alrededor. También de lo que pueden intuir, como la cámara de
gas.
El
narrador nos hace convivir con la vida y la muerte, y la supervivencia de los
deportados. Explica bien los diferentes trabajos y la alimentación, dependiendo
muchas veces de la propia astucia de los deportados la supervivencia buscando
mejor trabajo o mejor alimentación. Vemos como a veces se activan mecanismos de
solidaridad y ayuda, pero otras veces puede el hambre, el dolor, la
deshumanización o la creencia de que la supervivencia de uno mismo depende de
la no supervivencia de los otros prisioneros.
Narra
también las diferentes maneras de morir o ser ejecutado, y las torturas, muchas
veces ejercidas no por los SS, sus médicos y sus adiestrados perros, sino por
los propios kapos. Y es que tras la liberación no
solo se procesó a los SS, sino también a kapos.
Hay
un aspecto del cómic en el cual se hace hincapié y es la dificultad de
sobrevivir de miembros de las mismas familias, por el propio hecho doloroso de
ver torturado o asesinado a un hermano, padre o hijo. También presenta especial
atención al exterminio en cámara de gas, horca, experimento medico,
entre otras muchas maneras de asesinato.
Va
prestando atención, ya en 1943 y 1944, al momento en el cual Alemania empieza a
perder la guerra. Al estar centrado el cómic en el ámbito interno de Mauthausen y su red de campos y kommandos,
deja de lado que en esos momentos empiezan a deportarse a españolas a otros
campos y como muchos españoles, hombres y mujeres, empiezan a coordinarse con
la Resistencia Francesa. Solo al final del cómic, ya con la liberación, aparecen
las mujeres en varias viñetas.
En
ese momento, 1943-1944, a través del cómic y su protagonista vemos un dilema
interno de los deportados, la creencia de que podrían ser liberados o de que
intentarían eliminarles antes de la liberación para eliminar pruebas. Tanto de
cara a una posible liberación, como a un intento de asesinato, podemos ver a
través de las viñetas cómo los prisioneros empiezan a organizarse internamente,
con los pocos medios que tienen a su alcance, y a veces con la ayuda de
población civil de la zona que siente animadversión por el Nazismo, como la
ayuda para que los españoles pudiesen sacar del campo y guardar fotografías de
los crímenes en el campos, siendo protagonista el
prisionero y fotógrafo Francesc Boix.
Es
interesante cómo a través de los ojos del narrador no solo vemos la vida y la
muerte de los españoles, sino de otros grupos como los franceses, rusos o
judíos.
La
parte final nos muestra las sensaciones que tienen los prisioneros al intuir la
inminente liberación. A través de ellos vemos llegar a los aliados,
sorprendidos con el dantesco aspecto de los campos, donde solo ven cadáveres y
figuras esqueléticas, pero que ahora han tornado sus rostros de una tristeza
crónica a una mueca de felicidad y esperanza. El cómic finaliza con la tristeza
de los españoles y españolas, que a pesar de haber
sobrevivido, debieron permanecer en su mayor parte en el exilio y su testimonio
silenciado.
El
balance es que se trata de un libro de historia, adaptado a un atractivo y
moderno formato, acorde con el avance de las tecnologías en el terreno de la
educación y el de la propia divulgación del fenómeno histórico. Fomenta
reflexionar a la vez sobre una de las páginas más dramáticas de la historia de
la humanidad. El hecho de estar publicado en español ayuda a que el
conocimiento de la deportación de españoles y españolas, y en general del
fenómeno de la deportación y los campos de concentración y exterminio del
Nazismo, pueda llegar a los países hispanohablantes. Esto es importante, ya que en los países de Sudamérica, si bien también hubo
prisioneros de estos países en la Alemania Nazi, estos fueron pocos, y por
tanto el conocimiento de la deportación y sus testimonios, son menores a pesar
de la gran importancia de conocer la deportación, tanto los docentes,
investigadores o estudiantes universitarios, como la población en general.
Posiblemente la excepción al respecto es la aportación de testimonios de judíos
emigrantes a estos países.
Juan
Pedro Rodríguez Hernández
Universidad
Nacional de Educación a Distancia, Madrid (España)
jprodriguez@madridsur.uned.es
María
Soledad CATOGGIO, Los desaparecidos de la
Iglesia. El clero contestatario frente a la Iglesia, Siglo XXI, Buenos
Aires, 2016, 286 páginas.
La complicidad más o menos abierta
de algunas iglesias, sobre todo de la Católica, con la
última dictadura militar (1976-1983) y sus relaciones con las Fuerzas Armadas, han
sido frecuentemente mencionada en la historia reciente argentina. Esto derivó,
en parte, en la construcción de una narrativa de tinte condenatoria sobre los
integrantes del mundo religioso y ocluyó las acciones de resistencia que
llevaron a cabo otros actores religiosos comprometidos desde diferentes
lugares. Por otro lado, las producciones que se dedicaron a abordar las
trayectorias de las víctimas lo han hecho desde historias de vida y trabajos
testimoniales o de memoria. La aparición del libro de María Soledad Catoggio significó saldar una deuda con la historia
reciente del mundo católico: la de los religiosos represaliados. Ya que, como
sostiene su autora, la idea de la complicidad es insuficiente para comprender
la relación entre iglesia y dictadura, en una institución que albergó tanto
víctimas como victimarios.
La investigación, resultado de
su tesis doctoral, está orientada a indagar sobre los conflictos que
atravesaron la trama social durante la última dictadura a partir de los casos
de obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seminaristas víctimas del
terrorismo de Estado (asesinados, detenidos-desaparecidos, detenidos,
expulsados y exiliados). Este grupo está formado por un conjunto de casos
heterogéneos que, sin embargo, estuvo atravesado por historias que convergían
en espacios sociales comunes.
En este sentido, el libro
reconoce las raíces de las estrategias de resistencia de muchos religiosos en las
redes para la asistencia a emigrados y refugiados que no era una novedad de los
años sesenta y setenta, sino que recuperaba viejas estrategias y experiencias
de solidaridad propias del mundo religioso. Tampoco fue una novedad la alianza
entre el poder eclesiástico y el poder militar. Por eso, el libro comienza con
los prolegómenos del “catolicismo militante” –como lo denomina la autora- desde
fines del siglo XIX y principios del siglo XX. A partir de ello, Catoggio señala las continuidades aunque
sin dejar de tener en cuenta la singularidad del periodo.
No obstante, la autora resalta
como novedoso el modo trágico que adquirieron las tensiones irresueltas entre
los poderes eclesiástico y militar, para lo cual se pregunta por el sentido de
las acciones que los actores llevaron a cabo en determinadas condiciones
históricas, más allá de sus intenciones o motivaciones, como la exaltación de
la condición de cárcel y el rechazo a los privilegios corporativos. De esta
forma, a partir de los capítulos 2 y 3, el análisis se centra en la segunda
mitad del siglo XX, específicamente a partir de los años sesenta, por la
importancia que tiene esa década para la comprensión del problema. La autora
ubica en este periodo, la reaparición de una figura típica del catolicismo que retomará
a lo largo del libro así como en las conclusiones: la
figura del “mártir”, que incluía la resignación de la propia vida, en pos de la transformación del mundo.
La segunda parte del parte del libro
(tres capítulos) está destinada a la última dictadura militar, pero poniendo el
foco en la represión sufrida por religiosos desde 1974. El capítulo 4 aborda
los conflictos jurisdiccionales y doctrinales que ocurrieron entre varios
obispos y el vicariato castrense, como máxima expresión de los enfrentamientos
entre el poder católico y el militar. Aquí aparecen los problemas de la
vigilancia sobre el catolicismo y luego las sanciones eclesiásticas y las detenciones.
Sobre una interesante base documental de diferentes archivos y documentos de
los servicios de inteligencia, la autora arriba a la conclusión de que sus
agentes elaboraron una definición teológica-política que homologaba herejía y
subversión, definición que convivía, al mismo tiempo, con elaboraciones de otros
servicios que minimizaban al “enemigo tercermundista”. Por otro parte,
preocupada una vez más por establecer continuidades y rupturas, Catoggio sostiene que el rol legitimador de la dictadura
adoptado por diversos sectores del catolicismo no fue una novedad del golpe de
1976, sino una reedición de una función desempañada por la Iglesia Católica desde
el primer gobierno militar de 1930, con algunas variaciones. La novedad, para
la autora, fue el alto grado de compromiso de ciertos sectores del clero con la
legitimación de la llamada “lucha contra la subversión” y con el ejercicio
mismo de la represión, lo que derivó en una coordinación entre disciplinamiento institucional y represión estatal.
El capítulo 5 desarrolla una
caracterización de la represión estatal llevada a cabo sobre el clero,
introduciendo la categoría de “víctima religiosa” y analizando los perfiles de
los represaliados. El sexto capítulo aborda las estrategias del clero frente a
la represión, conformadas por diversas prácticas ante los casos de detención y
desaparición de religiosos y religiosas, similares a las llevadas a cabo por
otros actores o grupos en situaciones análogas, atravesando desde la denuncia
pública hasta la adopción de gestiones privadas. Lo que caracterizó el fenómeno fue la
heterogeneidad de los resultados conseguidos, que fueron desde la aparición y
liberación de los detenidos hasta la imposibilidad de conocer sus destinos.
Dentro de estas estrategias también se empleó el exilio, como una medida
preventiva para los individuos o grupos amenazados por la dictadura. Para los
religiosos, la red trasnacional de la Iglesia Católica hacía del exilio una
opción muy factible, ya que facilitaba transferirlos a otros lugares.
El último capítulo está dedicado
a los sobrevivientes, donde la autora aborda el complejo tema de la figura del
traidor, que se convirtió en un lugar ineludible para la comprensión de la
trama de la dictadura. Aunque Catoggio estima que
esta condena no se dio en el caso de los religiosos, sobre todo en aquellos que
habían tenido un rol de liderazgo sacerdotal que les permitió asumir roles de
liderazgo en otros ámbitos. De ellos distingue dos grupos. Un primer grupo de
esos actores abandonó el servicio clerical y se profesionalizó en organismos de
derechos humanos, organizaciones no gubernamentales, ámbitos académicos y
espacios de memoria. Algunos de ellos incluso habían elegido este camino antes
de la última dictadura militar. Y otro grupo se volcó al campo de los derechos
humanos desde su vinculación institucional. Incluyó sacerdotes, religiosas y
obispos. Sus exponentes más claros son los obispos Jorge Novak, Miguel Hesayne y Jaime de Nevares con su participación en
organismos como la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos y el Movimiento
Ecuménico por Derechos Humanos.
La imagen de dos iglesias, una
perseguida y otra cómplice, recorre la trama del libro, que se propone
desentrañar esta imagen, problematizando sus alcances, límites e implicancias
para profundizar la comprensión del mundo religioso. Otro objetivo de la
investigación es dilucidar ciertos mecanismos de la represión utilizados
durante la última dictadura militar para contribuir, desde un grupo específico
de represaliados, al conocimiento de ese pasado. Estos desafíos se retoman y
desarrollan de manera acabada en las conclusiones, convirtiendo a este libro en
un interesante aporte para los estudios de la última dictadura en particular y
la historia reciente argentina en general.
Marianela Scocco
Universidad Nacional
de Rosario,
Investigaciones
Socio-histórico Regionales,
Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas, Argentina