El Estado en Paraguay durante el gobierno de Carlos Antonio López. Una propuesta
teórica-histórica
The State in Paraguay during the government of Carlos
Antonio López. A theoretical-historical approach
Magdalena López
Instituto de Investigaciones Gino Germani,
Universidad de Buenos Aires
Grupo de Estudios Sociales sobre Paraguay
del
Instituto de Estudios de América Latina y
el Caribe (Argentina)
magui@sociales.uba.ar
Resumen
El período del primer
López significó un gran despliegue de potencialidades estatales que cubrieron
al mismo tiempo la creación de una constitución, la estructuración de una forma
de gobierno, el desarrollo de una matriz productiva relativamente original, el
intento de formar parte de la región como una unidad soberana autónoma, la patrimonialización mediante adquisición de edificios para
la administración nacional, etc.
La
historiografía paraguaya ha avanzado mucho en la producción de obras rigurosas
respecto a las características políticas, sociales, económicas y regionales del
Gobierno de Carlos Antonio López. Sin embargo, los debates en torno al
surgimiento del Estado nacional en Paraguay han quedado relegados de estos
estudios, pues han sido desarrollados desde otras disciplinas.
Este
artículo no propone una valoración de esta forma de organización, sino una
descripción de su estadio y consolidación. Analizamos el caso paraguayo a
partir del modelo teórico-metodológico de Oscar Oszlak, utilizando cuatro
requisitos de estatidad que nos permitirán sostener que, mientras el gobierno
de Gaspar Rodríguez de Francia no constituyó un Estado nacional, el de Carlos
Antonio López si se acercó a esta figura conceptual.
Palabras Clave
Paraguay;
Teorías del Estado Nacional; Surgimiento del Estado Nacional en América Latina;
Debates históricos conceptuales; Siglo
XIX.
Abstract
The era of the first Lopez meant a great display of
state potentialities that covered at the same time the creation of a
constitution, the structuring of a form of government, the development of a
relatively original productive matrix, the attempt to be part of the region as
an autonomous sovereign unit, the acquisition of buildings for the national
administration, among others.
Paraguayan historiography has advanced a lot in the
production of rigorous literature regarding the political, social, economic and
regional characteristics of the Government of Carlos Antonio López. However,
the debates around the emergence of the national State in Paraguay have been
relegated from these studies, since they have been developed from other
disciplines.
This article does not propose an assessment of this
form of organization, but rather a description of its stage and consolidation.
We analyze the Paraguayan case based on the theoretical-methodological model of
Oscar Oszlak, using four requirements of stateness that will allow us to maintain that while the
government of Gaspar Rodríguez de Francia did not constitute a national State,
the one of Carlos Antonio López approached better this conceptual figure.
Keywords
Paraguay; Theories of the National State; Emergence of
the National State in Latin America; Historical and conceptual debates; 19th
century.
Introducción[1]
En el tiempo de la colonia, el
Estado se caracterizaba por un conjunto de instituciones, procedimientos,
normativas y autoridades derivados de las metrópolis, por la condición colonial
del dominio y la organización del poder.
Luego de la independencia en la
región, los Estados nacionales[2] adquirieron rasgos diferenciales con una
nueva territorialidad, que los obligó a dirimir límites (materiales y
simbólicos) hacia afuera o adentro de los nuevos ejidos de poder. Se
desarrollaron en paralelo procesos de ciudadanización y de territorialización,
al tiempo que se innovaron nuevas formas de organización política, derivadas de
los clivajes y enfrentamientos históricamente presentes en esos espacios.
La historiografía ha
identificado un “Estado Liberal” en Paraguay, como institución con estatidad
“cuantificable” —es decir, portadora de un conjunto de requisitos atribuibles
al Estado— recién a partir de 1870, luego de que el Ejército Aliado se
impusiera sobre el territorio, ocupase y gobernase, sancionando la que se
conoció como “primera Constitución liberal”. Sin embargo, consideramos que el
período existente previo a la Guerra contra la Triple Alianza también debe ser
analizado con intención de identificar qué tipo de Estado existía.
Paraguay declaró su
independencia en 1811 y, al tiempo de renunciar al dominio español, también se
opuso a obedecer los mandatos de Buenos Aires. En 1813, obtuvo el estatus de
República y, de la mano de Gaspar Rodríguez de Francia en 1814, se inició la
Dictadura Suprema, que se convertiría en Perpetua en 1816.
El Doctor Francia gobernó el
Paraguay hasta 1840, año de su muerte. Algunos estudios han posicionado al
gobierno de Francia como uno de los más beneficiosos para el Paraguay, llegando
incluso a conceptualizarlo como socialismo de Estado, dictadura democrática,
entre otros[3].
Para los fines de este artículo,
entendemos que su gobierno fue una dictadura con un monopolio del poder, que no
existió división de poderes y que la mayor preocupación estaba puesta en evitar
una invasión de las potencias vecinas que estaban, al igual que Paraguay,
ejerciendo un poder conflictivo sobre sus territorios y disputando límites
geográficos y administrativos. Sobresalió especialmente la centralidad del
poder, la carencia de un sistema normativo y legal que inaugurase un nuevo
orden estatal y la reproducción de una sustancial cantidad de prácticas y
ejercicios coloniales de la autoridad. A pesar de esto, consideramos que la
experiencia francista fue un intento diferencial de
Estado, porque su intención marcada por conservar la autonomía y la independencia,
señalan un proceso de ruptura del orden previo, a pesar de las múltiples
continuidades.
En
lo económico,
el Estado era el intermediario de las transacciones comerciales y un meticuloso
recaudador de impuestos. Además, su dictadura estuvo caracterizada por el
aislamiento internacional y la baja exportación de productos nacionales.
Organizó un sistema de producción de tierras sostenido en el arrendamiento a
precios económicos a campesinos con la condición de que las utilizasen para
producir comida o como terrenos de pastoreo.
Con el fin de instaurar un orden social determinado, desarticuló el
poder de las familias más poderosas (preferentemente las de origen español) con
algunas estrategias como la desarticulación de algunos espacios de
socialización de la elite, la expropiación de algunos bienes, la ruptura de
algunos privilegios económicos.
En el plano religioso, el poder económico de la Iglesia fue
progresivamente diluido. Su rol prominente en la educación fue reemplazado por
mayor presencia estatal en la temática.
Uno de sus objetivos centrales
fue el de sostener la independencia frente a potencias vecinas, que se
constituían en un potencial peligro inminente (algo que se extendió a los
gobiernos posteriores). Con este fin, perpetuó algunas instituciones del orden
colonial borbónico que coexistieron con los cambios que la independencia trajo
aparejados. El aparato administrativo
estuvo centrado en la Secretaria de Estado, el Ministro de Finanza y Tesoro y,
hasta 1824, en los Cabildos coloniales.
En lo que respecta a la
justicia, las leyes que organizaron el período fueron las coloniales. Esto
cambió recién en la presidencia de Carlos Antonio López (CAL) que se extendió
entre 1844 y 1862.
Tras la muerte del Doctor
Francia, se sucedieron diferentes formas de organización política que
incluyeron presidentes provisionales, el Triunvirato y, tras la reunión del
Congreso, el Consulado. Este último se conformó por Mariano Roque Alonso y
Carlos Antonio López en marzo de 1841 y, para su clausura en marzo de 1844,
López ya había logrado desplazar a su par del centro de la escena decisoria. En
este trabajo, consideraremos el período del Consulado como parte del Gobierno
de Carlos Antonio López, por la preeminencia y relevancia que su figura tuvo en
este órgano gubernativo.
Las trayectorias de los
diferentes Estados surgidos en torno a la independencia se asociaron a los
patrones de desarrollo histórico. Oszlak (2014) explica que, para los procesos
de formación estatal, tuvieron determinantes sociales y que, para saber las
condiciones de existencia de los primeros, necesitamos reconocer el grado de
desarrollo de los segundos (existencia de una idea o sentimiento de nación;
difusión, acatamiento y extensión de relaciones de producción, sistemas de
intercambio económico, concepciones ideológicas predominantes, cristalización
de las clases sociales, entre otros). Además, a medida que el Estado se asocia
a estos estadios de desarrollo social, modifica los mismos, generando un
círculo de retroalimentación.
En este sentido, Bohoslavsky y
Godoy Orellana (Bohoslavsky y Godoy Orellana,
2010:15-34)
sostienen que las decisiones políticas son también el resultado de disputas de
diversas autoridades, de la Iglesia, de burócratas y agencias estatales,
partidos, corporaciones, líderes y población. Al mismo tiempo que la política
busca establecer un orden sobre estos agentes, los agentes modifican la
política que buscaba organizarlos. Las decisiones “no tienen siempre un contenido ideológico previo” (Bohoslavsky y
Godoy Orellana,, 2010: 22) y muchas veces se constituyen en
un ensayo y prueba que fracasa o muta en su proceso.
Al estudiar el surgimiento del
Estado nacional en América Latina, y en nuestro caso específico, en Paraguay,
nos vemos ante un conjunto de desafíos generales y particulares. Uno de estos
es que la teoría del Estado ha surgido en torno a los Estados europeos, por lo
que la reflexión epistemológica debe estar focalizada en evitar la
extrapolación acrítica y descuidada de conceptos, o el exceso de mediaciones
para lograr que dicho encuadre teórico aplique a la realidad latinoamericana.
En otras de sus producciones,
Oszlak (2011: 115-141) nos presenta el problema de rastrear la evolución de un
proceso, utilizando las categorías analíticas que son el producto histórico
acabado de ese proceso (nación, capitalismo, burocracia, entre otros). Esto nos
conecta con otro desafío, que es la tentación de usar categorías europeas para
terminar arribando a la falsa conclusión de que ningún Estado Latinoamericano
responde a ese modelo, a priori
superior y teleológicamente devenido.
A esto, le sumamos la dificultad
conceptual de definir a ‘Estado’ dando cuenta de las generalizaciones sin dejar
de lado la especificidad. Es decir, lograr una conceptualización tan precisa
que permita explicar aquello que tienen en común el surgimiento del Estado en,
por ejemplo, Chile, Bolivia, Uruguay, Argentina y Paraguay; sin dejar de
remarcar las trayectorias políticas, sociales y económicas que hicieron que
cada Estado adquiera particularidades diferenciadas del resto.
Particularmente para el caso
paraguayo, una de las problemáticas analíticas que encontramos, es que la
historiografía existente ha encontrado en Paraguay un Estado Liberal, como
institución con estatidad “cuantificable” —es decir, portadora de un conjunto
de requisitos atribuibles al Estado—a partir de 1870, luego de que el Ejército
Aliado se impusiera sobre el territorio, ocupase y gobernase, sancionando la
considerada primera Constitución liberal.[4]
Lempérière (2007) sostiene que los historiadores
han quedado excluidos de los avances del conocimiento teórico en torno al
Estado en el contexto hispanoamericano. Para ella, esos aportes los han
elaborado sociólogos y politólogos, sobre lo que, agregamos, se profundizó el
problema de la escisión entre los casos históricos y los modelos teóricos.
Aportando al debate en ambos campos, en este artículo abordaremos el período
con una perspectiva específica: la hibridación de la ciencia política y la
historia. Trataremos de delinear las bases del Estado de Carlos Antonio López,
a partir de una propuesta teórica y conceptual. Sin embargo, reconocemos que
podrán surgir críticas desde ambas disciplinas por la complejidad que implica
aplicar un modelo teórico de análisis a un caso específico, intentando delimitar
generalidades y particularidades.
En este texto, pretendemos
resaltar algunos aspectos del Estado durante el gobierno de Carlos Antonio
López, discutiendo al mismo tiempo con las expresiones nacionalistas de la
historiografía de la primera mitad del Siglo XX y con aquellas tensiones más
contemporáneas que plantean a Paraguay como el país de la excepcionalidad
teórica. En el primer apartado, abordaremos algunos elementos centrales de la
teoría del Estado, a partir de una selección muy acotada de autores. En el
segundo, mapearemos algunos estudios existentes sobre el período y la idea de
Estado que -más o menos explícitamente- estos trabajos exponen. En el tercero,
revisaremos algunos datos históricos del período de Carlos Antonio López, a la
luz del encuadre metodológico-teórico propuesto por Oscar Oszlak. Finalmente,
derivaremos un conjunto de reflexiones que intentarán condensar conclusiones y
disparar nuevas preguntas.
Estado
nacional. Un breve repaso
Rosanvallon (1990) retoma una de las
paradojas de los estudios del Estado en la historia y las ciencias sociales:
existe en la historiografía una práctica habitual de referir al Estado como
institución, actor y eje central de procesos de diversa índole, pero esto no se
acompaña con un desarrollo teórico específicamente dedicado a los problemas del
Estado como centro del análisis, en su caso, aplicado al caso Francés del Siglo
XIX.
Con cinco años de diferencia, Skocpol
plantearía que, a pesar del retorno del Estado como eje analítico y la
proliferación de estudios interesados en él como actor e institución central, “estos estudios diversos no han estado
vinculados por ningún programa de investigación o teoría general explícitamente
compartida”. (Skocpol,1995:3)
Para la autora, la forma de
revertir este problema no es armar una gran teoría restaurada o novedosa del
Estado, sino analizar fundamentada y sólidamente las regularidades causales y
particularidades en las historias de los Estados, las estructuras sociales y
las relaciones transnacionales.
Además, complementa Lempérière, entre los estudios disponibles del Estado,
existe una fragmentación conceptual y metodológica que ha generado, por
ejemplo, que no se logre consensuar una definición de Estado que sea una base
de investigación. Uno de los trabajos que, la autora expresa, logran romper con
estos límites es el de Oscar Oszlak, pues abordó los problemas concretos de la
creación de un Estado en Hispanoamérica, combinado con una propuesta teórica
que pretende darle un matiz analítico más amplio. Es decir, la precisión de un
caso específico con sus tiempos, periodización y problemáticas y la pretensión
de universalidad de un modelo de abordaje.[5]
Kelsen incorporó el elemento de
la temporalidad como un factor importante al momento de analizar la fundación
de los Estados. En su análisis cada organización estatal estaba atada a un
ritmo de tiempo que marcaría su nacimiento e incluso su extinción.
La fórmula de Kelsen, recupera Lempérière (2007: 48) “nos
recuerda simplemente que el Estado y las instituciones tienen su propia
temporalidad, así como también su sistema de referencias y su racionalidad
propia, de tal suerte que estudiarlo impone escoger conceptos, referencias y
categorías de análisis análogas al objeto”.
Hacemos nuestra la definición de
Estado de Guillermo O’Donnell (1978: 1158) “componente específicamente
político de la dominación en una sociedad territorial delimitada. Por
dominación (o poder) entiendo la capacidad, actual y potencial, de imponer
regularmente la voluntad sobre otros, incluso pero no necesariamente contra su
resistencia. Lo político en sentido propio o específico lo entiendo, entonces,
como una parte analítica del fenómeno más general de la dominación: aquella que
se halla respaldada por la marcada supremacía en el control de los medios de
coerción física en un territorio excluyente delimitado”. Para el autor, los recursos
sobre los cuales se solventa la dominación como una dinámica relacional son: 1)
control de medios de coerción física. 2) Control de recursos económicos. 3)
control de recursos de información, incluyendo conocimientos
científicos-tecnológicos. 4) control ideológico que hace que el dominado asuma
como natural y justa la asimetría con el dominante.
En su obra de 1968, Nettl
(1968: 559-592) se preguntó sobre las funciones que desarrolla el estado y
sobre quien las ejecuta cuando éste está ausente. Uno de los elementos
centrales que desarrolla el autor es la existencia de requisitos de estatidad,
concepto que reutilizará Oszlak. La estatidad es un conjunto de propiedades que
definen la existencia de un Estado. Incluye capacidades materiales para
controlar y extraer o redistribuir recursos, como simbólicas para evocar, crear
e imponer identidades y lealtades colectivas entre ciudadanos.
Quizás uno de los problemas
centrales de la propuesta teórica de Nettl es que
está prioritariamente pensada para Estados europeos y, en todo caso, por
extensión, al estadounidense. Esto se debe, entre otras razones, en que la
disciplina de Teoría del Estado surgió en Europa, para analizar a Europa,
siendo luego extendida al resto de los territorios de influencia europea.
Dos intentos más holísticos de
estudiar el inicio, la consolidación y el devenir del Estado en América Latina
lo constituyen los textos de Centeno (2002) y de López-Alves (2003), ambos
provenientes de la academia estadounidense y con la propuesta de analizar
numerosos casos de Estados en perspectiva comparada.
Nos detendremos brevemente en
dos de sus trabajos, antes de presentar la teoría de Oszlak, que utilizaremos
en este trabajo.
En su libro “Blood and Debt. War and the Nation-State in Latin America”, publicado en
2002, Centeno compara los casos de surgimiento del Estado en Latinoamérica con
Europa, para afirmar que la fuerza del Estado en América Latina no puede
medirse en base a su performance como proyector del territorio, pues en esto
mostró, a diferencia de los europeos, un potencial limitado. Para el autor, el
Estado no dominó las sociedades, y aunque presentó rasgos altamente despóticos
fue débil en infraestructura. Lo despótico derivaba de la incapacidad de las
elites de consensuar políticas con la sociedad civil y la debilidad de la
incapacidad institucional del Estado para implementar decisiones.
Al igual que López-Alves, insta
a analizar la relación entre el conflicto político y el desarrollo de la formación
estatal. Su interés es encontrar la conexión probabilística entre guerra y
desarrollo del Estado.
Para el autor, los estados
latinoamericanos se caracterizan por el debilitamiento del poder y no por la
concentración del mismo. Como hipótesis general, sostiene que lo países
latinoamericanos desarrollaron un nivel de militarización comparativamente
menor. Sin embargo, esto no se cumpliría para el caso paraguayo, pues para
Centeno, este Estado bajo dominio de López es una excepción. Para el autor, tanto
Chile como Paraguay se caracterizan por un alto nivel de belicosidad, que le
confirmarían la idea de Estados de gran capacidad y su probabilidad a
participar en guerras. Además, les atribuye a estos dos países la polémica
afirmación de que ambos podían fácilmente definir la nación a la que
representaban, algo que los demás nuevos estados independientes no podían
hacer.
El autor sostiene que ningún
Estado latinoamericano sufrió violentamente por guerras y que no existieron
conflictos internacionales, aunque excluye de esta regla a Paraguay, Colombia y
México.
Centeno concluye que lo
característico del caso chileno y paraguayo es también la centralidad del
Estado en el proceso de modernización, algo que Pastore (1993) rechaza, por
considerar que la hipótesis de modernización liderada estatalmente es errada y
no sólo no se logró en términos económicos, sino que estuvo relegada también en
términos institucionales y de régimen político.
Respecto a la hipótesis de
Centeno de la relevancia del ejército como eje de estabilidad del nuevo Estado,
creemos con Maestri que la característica de este
ejército era su conformación campesina, mucho más que su formación
bélica-militar. Es decir, para entender el concepto de la época de ejército,
resultaría más interesante analizar la producción agraria estatal de estos
sujetos, y como describe Milda Rivarola, su
incorporación como fuerza de trabajo, que su conscripción y rol militar, como
fuerza de choque bélico.
Desde un análisis semejante al
de Centeno, en cuanto a amplitud y metodología, Fernando López-Alves, en “La
formación del Estado y la democracia en América Latina 1830-1910” analiza las
relaciones civiles-militares durante el Siglo XIX en toda la región
latinoamericana. Su interés radica en analizar si la construcción institucional
del Estado influye a largo plazo en la forma de hacer política dentro de este
territorio.
Para el autor es mucho más
importante el ejercicio de la política que las diferencias más tradicionales de
nivel de desarrollo, calidad y formación de las fuerzas de trabajo y productivas y la
disponibilidad de recursos naturales. Para esto, indica revisar a) el rol de
las FFAA en la formación del Estado, su conformación y la proveniencia de sus
miembros (revisar, por ejemplo, la
presencia de sectores urbanos y rurales en las guerras de
independencia); b) Las características
de las coaliciones políticas que sustentan los regímenes políticos que dan
diversidad a los arreglos institucionales; c) el desarrollo económico (cuanto
más desarrollo, regímenes más inclusivos); y d) las formas en las que el
clivaje en torno al sector rural es incorporado a las prácticas políticas y
militares, que cambian los resultados institucionales.
Si bien Paraguay (junto a
Venezuela) no constituye un caso central de la obra de López-Alves, sí es
incorporado como formato alternativo de conformación del Estado y
estructuración de regímenes políticos.
López-Alves afirma que en el
proceso de centralización de poder y el devenir el Estado paraguayo, el aparato
militar fue central para incorporar a las masas pobres (especialmente rurales)
a la guerra (y, a partir de allí, construirlos como un sujeto político) y eso
marcó una tendencia hacia la conformación de regímenes autoritarios.
Respecto a la producción de
López-Alves, Ignacio González Bozzolasco (2017)
elaboró un conjunto de críticas, sostenidas en bibliografía no considerada por
el trabajo original. Además, González remarcó el sesgo de producción
anglosajona que caracteriza a este trabajo, dejando por fuera análisis en otros
idiomas o provenientes de otros circuitos editoriales y académicos
latinoamericanos y paraguayos.
Hacemos nuestras algunas de
estas críticas, reflexionando junto con él que el uso de Paraguay como caso
testigo no representa necesariamente el repertorio histórico del país.
González Bozzolasco
discute con López-Alves sobre
“en primer lugar, el rol determinante
atribuido al ejército para la incorporación de los pobres rurales; en segundo
lugar, la afirmación de que en el Paraguay se desarrolló un sistema de esclavitud
controlada desde el Estado; y, en tercer lugar, la consideración de una
influencia determinante del ejército luego de la Guerra de la Triple Alianza”. (González Bozzolasco,
2017:78)
Para González Bozzolasco la base de apoyo del naciente Estado libre
paraguayo no fue el ejército, como sostiene López-Alves, sino los pequeños y
medianos productores rurales y el campesinado pobre. En esta, se apoya en las
investigaciones de Guerra Vilaboy (1984), White
(1989), Pastore (1993), Campos (2010), entre otros.
En este sentido, la
incorporación de las masas pobres rurales a la política se realizó, afirma
González, a partir de las medidas tomadas por Francia, tendientes a la reforma
agraria. Esta fue la base de consolidación del ejército que según indica Bozzolasco, siguiendo a White, no fue especialmente
numeroso.
La idea de López-Alves de un
Estado fuerte luego de la Guerra contra la Triple Alianza, sostenido por el rol
preponderante del aparato militar, es fuertemente rebatida por numerosos
estudios que plantean que Paraguay debió construir hegemonía a partir de un
Estado debilitado (Galeano, 2009), que Paraguay permaneció por décadas
devastado por las consecuencias de la postguerra (Capdevila, 2010), que las
consecuencias de la guerra afectaron tanto al Estado como a la política, a las
elites y al modelo de desarrollo (Brezzo, 2011).
Además, autores con producciones muy importantes, han señalado que los partidos
políticos tuvieron incluso en las postrimerías de la guerra un factor central
en la reorganización política-estatal y reestructuración del ejercicio del
poder (Chartrain,
2013).
Habiendo repasado estos aportes
y reconociendo la existencia de otros estudios, queremos incorporar elementos
de la teoría de Oszlak. Que tiene el beneficio de intentar pensar el Estado en
América Latina con sus especificidades, pero también con aquello que “arrastró”
de la situación colonial.
“En un sentido ideal-abstracto concibo al
Estado como una relación social, como la instancia política que articula un
sistema de dominación social. Su manifestación material es un conjunto
interdependiente de instituciones que conforman el aparato en el que se
condensa el poder y los recursos de la dominación política. Este doble carácter
del Estado encuentra un cierto paralelismo en el concepto de nación. En efecto,
pese a las ambigüedades y discrepancias que aún rodean su definición, puede
argumentarse que en la idea de nación también se conjugan elementos materiales
e ideales. Los primeros se vinculan con el desarrollo de intereses resultantes
de la diferenciación e integración de la actividad económica dentro de un
espacio territorialmente delimitado” (Oszlak, 2011: 117)
Rescatamos del autor la
conceptualización del surgimiento del Estado nacional como la conformación de
la instancia política de dominación en una sociedad y la materialización de un
conjunto de instituciones que actúan de manera articulada y permiten el
ejercicio de la dominación.
“La existencia del Estado presupone
entonces la presencia de condiciones materiales que posibiliten la expansión e
integración del espacio económico (mercado) y la movilización de agentes
sociales en el sentido de instituir relaciones de producción e intercambio
crecientemente complejas mediante el control y empleo de recursos de dominación.
Esto significa que la formación de una economía capitalista y de un Estado
nacional son aspectos de un proceso único -aunque cronológica y espacialmente
desigual. (…) Pero además implica que esa economía en formación va definiendo
un ámbito territorial, diferenciando estructuras productivas y homogeneizando
intereses de clase que, en tanto fundamento material de la nación, contribuyen
a otorgar al Estado un carácter nacional” (Oszlak, 2011: 117).
Como describimos anteriormente,
Oscar Oszlak (2011) explica que la existencia (o, agregamos, su grado de
desarrollo) de un Estado nacional puede evidenciarse mediante la medición de un
conjunto de requisitos de estatidad (propiedades o “condiciones de ser”
Estado). Resume su propuesta teórica en cuatro propiedades: 1) Capacidad de
externalizar el poder, logrando incorporarse a un sistema de relaciones
interestatales que reconozca al nuevo Estado como una unidad soberana; 2)
Capacidad de institucionalizar la autoridad mediante una estructura de
relaciones de poder que le garantice el monopolio sobre los medios de coacción;
3) Capacidad de diferenciar su control, creando un entramado funcionalmente
diferenciado de instituciones públicas que tengan legitimidad para a) extraer
recursos de la sociedad civil, b) realizar su tarea mediante funcionarios
profesionalizados, y c) centralicen el control de las diferentes actividades
que llevan adelante; y por último, 4) Capacidad de internalizar una identidad
colectiva mediante la emisión de símbolos que profundicen el sentimiento de
pertenencia y habiliten un mayor control ideológico. Evaluaremos estos cuatro
elementos para el período de gobierno de Carlos Antonio López más adelante.
“Se
dice de mi”: retomando algunos escritos sobre el Estado en Paraguay durante el
gobierno de Carlos Antonio López
La historiografía sobre el lopismo en Paraguay puede analizarse, al igual que la
disciplina en otros Estados, según tiempos de producción con características
muy diferentes tanto en la forma de interpretar el pasado, como en la intención
de utilizar esa visión para dialogar con el presente.
En diversos trabajos, Liliana Brezzo (2008) abordó las disputas sociopolíticas existentes
en el contexto contemporáneo de los historiadores y cómo esto modificó su
percepción del pasado. Como describe la autora, el clivaje central en esta
dicotomía historiográfica lo constituyó la figura de Francisco Solano López[6] y su participación en la Guerra
Grande.
Hasta alrededor de la década del
1910, la producción intelectual en torno a la construcción del pasado se
asociaba a la crítica estricta a la figura del Mariscal, así como a la
reiteración en los rasgos autoritarios y dictatoriales de los gobiernos
previos. Resume Brezzo (2008: 17) “el resultado feliz del enfrentamiento había
sido la liberación del pueblo paraguayo del sistema bárbaro impuesto por los
gobiernos tiránicos que lo habían mantenido aislado de las naciones
civilizadas”.
Como respuesta a este
lineamiento, surge una lectura alternativa que buscaba recrear el pasado
nacional, exaltando la figura del Mariscal, recuperando el rol de resistencia y
heroísmo del pueblo paraguayo durante la Guerra y reivindicando los gobiernos
previos, por su unicidad y originalidad dentro de la región. Ignacio Pane, Juan O’Leary y Manuel Domínguez fueron centrales en
esta perspectiva.
Nos interesa indagar sobre un
conjunto de obras fuertemente marcadas por este nuevo abordaje, el horror de la
Guerra Grande y la necesidad de rescatar un relato histórico de grandeza,
proyectos políticos y económicos modernizantes y punta de flecha del desarrollo
regional. En esta línea encontramos trabajos continuadores de los intelectuales
mencionados (Pérez Acosta,1948; Chávez, 1955; Pastor Benítez,1990; González, 1935),
como los de Juan Pérez Acosta, Julio César Chávez, Justo Pastor Benítez y
Natalicio González.
Esta literatura tiene un
discurso nacionalista y triunfalista que naturaliza la forma de ejercicio del
poder de López y lo transforma en héroe. Estos trabajos, abordan de manera
exhaustiva un conjunto de medidas tomadas y construyen, a partir de esta
caracterización, una idea de Estado que no está abiertamente especificada. Es
decir, si bien no sostienen qué es lo que considerarán Estado, ni determinan
cuáles características debe tener un sistema de organización social para considerarse
un Estado (en cualquiera de sus formas), enumeran un conjunto de atributos,
bajo el eje de contención del “Estado”. Llenan de contenido un concepto que no
definen ni complejizan, lo que dificulta la teorización sobre el período.
Además, se caracterizan por una intensa y florida adjetivación de los textos,
plagada de calificaciones positivas.
“Es un hijo legítimo de la tierra. Escucha
en guaraní, pero se expresa en español. Sus medidas en el futuro tendrán el
color nacional, porque su diccionario es el país. Sus costumbres son
patriarcales y hasta en sus defectos se revela su carácter de viejo señor
español y campesino guaranizado. Es asunceño de
nacimiento y formación intelectual, pero campesino de espíritu y por lo tanto
tiene más amplios horizontes (…) Es un paraguay rapó
piré (un paraguayo auténtico), un americano de verdad. Observa, estudia y busca
soluciones dictadas por la realidad. El buen sentido es la fuente de su
sabiduría; sencillo y lógico, hasta sus arbitrariedades respondieron siempre al
propósito de someter a los hombres y las cosas a un interés superior, en
beneficio de la colectividad. En ese sentido, es un político realista, pero no
en el sentido de la falta de escrúpulos, pues, la ética cristiana inspira sus
actos” (Pastor
Benítez, 1990:19).
En la misma línea, retomando los
escritos de Carlos Antonio López en La
Emancipación Paraguaya, Juan Natalicio González realiza una presentación de
la obra de López en la que expresa:
“escritor nato, prosador elegante, dueño de un
estilo vario, múltiple, movido y poderoso como el mar, Carlos Antonio López se
destaca por una característica común a los mayores publicistas del Paraguay: no
le impulsa a escribir ningún afán de nombradía o de gloria, sino el gozo de
servir a su pueblo, del que se erige en vocero y defensor (…) Carlos Antonio
López trabajó, infatigablemente, con sabiduría y fértil genio realizador, a
consolidar esa libertar y crear ese poderío. Cuando lo sorprendió la muerte, el
Paraguay era un vasto taller, donde florecían las artes y las industrias, se
movilizaban todas las riquezas potenciales a beneficio exclusivo del pueblo y
donde la cultura se expandía en forma realmente explosiva”. (González, 1942: 27).
En cuanto al concepto de Estado,
llegado el caso, estos autores describían el gobierno de López, pero no el
encuadre estatal en el que el mismo se desarrollaba. Quizás, la cercanía del
modelo de Estado y de política de gobierno de este período, colaboró con que
los autores que lo analizaron posteriormente, no se vieran compelidos a
desarrollar teóricamente el concepto.
Para delinear un ejemplo, podemos
repasar la obra de Pérez Acosta (Pérez Acosta,1948) y analizar que si bien no
describe el Estado, dedica la primera sección de su libro a describir los
aportes en defensa nacional, industria nacional y desarrollo económico del
período (por ejemplo, desarrollando las adquisiciones diversas, el arsenal y
astillero, la fundición de Ybycui, el ferrocarril, el
telégrafo, la reorganización de la Marina de Guerra y la Mercante, los planes
de formación educativa en el exterior); la segunda remite a ciertos episodios
políticos de Carlos Antonio López, y la tercera apunta a los cambios acaecidos
en el arte, la cultura, la educación y la religión. Existe en este panorama,
que se pretende neutral, una idea de Estado que, si bien no está polemizada,
subyace invisible. Elegir mostrar estos “logros” y no otros
marca que hay una idea de Estado en tanto desarrollo y organización de
variables económicas, administrativas, educativas y artísticas.
En estos trabajos existen varios
ejes argumentativos en común, uno de estos es el de justificar la centralidad
del poder en un factor local, autóctono del Paraguay, en su formación
socio-económica y geográfica, localista.
Este “destino esperado” que asocia particularidades
territoriales y sociohistóricas con el desarrollo del Estado y del sistema de
gobierno, también está presente en El
Paraguay eterno y en El Milagro
Americano de Natalicio González (González, 1935, 1983).
A la constitución brava y superior de los indígenas guaraníes, se le sumó la
mezcla española[7]
y la particularidad de ocupación de los jesuitas. Esto dio como resultado una
sociedad que, en cierta forma, parece exigir un Estado férreo que reclama
liderazgos centralistas y unipersonales. Al respecto, acordamos con Telesca (2010:151) en que “su intención será demostrar que la propia naturaleza del paraguayo,
desde su misma raza, rechaza el sistema liberal y convoca un sistema con un
poder ejecutivo fuerte”.
Natalicio González, entonces,
plantea la existencia de una nación brava desarrollada por la mestización de
algunos rasgos esenciales de diferentes razas, que generaron la necesidad de
gobiernos con perfil centralizado, autoritario y omnipresente.
Desde una perspectiva diferente,
rescatamos el trabajo de Creydt (1963), Formación Histórica de la Nación Paraguaya
por su originalidad y su apuesta analítica. En este trabajo, el autor
desacredita los trabajos anteriormente mencionados por considerarlos
reaccionarios, colonialistas o acríticos (Castells,
2011).
Al igual que los historiadores a
los que critica, el autor plantea que su historia es la que realmente sucedió,
y no la reversionada por los falsificadores (lo mismo que los anteriores
hicieron con la historia antilopista previa).
En la obra de Creydt, el etapismo y la
revolución como meta casi teleológica son dos estructuras centrales. Para el
autor, la nación paraguaya se puede periodizar en cuatro tiempos y la del
período que abordamos se corresponde con “la época de la primera revolución
nacional (1811-1870)”. Allí, Creydt marca como sujeto
dinámico de cambio social al campesinado y como agente del control y de la
imposición de diferentes sectores de la elite a Rodríguez de Francia y a López.
Por su carácter progresivo en
cuanto a acumular avances para el desarrollo del capitalismo, desarrollar las
fuerzas productivas y proletarizar a la población campesina, Creydt considera que el gobierno de López también fue
positivo. Lo que guía su lectura es que, una vez alcanzado un estadio de
desarrollo bajo la cabeza de una burguesía nacional, el campesinado y el proletariado
lograrían hacerse del poder político.
Si bien las causas de aceptación
del período del viejo López varía entre estos autores, y su finalidad es
diferente, resulta interesante ver como para todos, el camino que transitó el
Paraguay durante este período fue el del progreso, el desarrollo, el aumento de
ciertas tensiones y contradicciones que el liderazgo de López supo encauzar, la
estabilización, la inserción en un sistema internacional de comercio y
diplomático, todo con una finalidad superior al mero transcurrir político: la
modernidad, la revolución, el liderazgo regional, etc.
Posteriormente, surgió una
numerosa bibliografía que, con mucha rigurosidad y brindando un aporte indiscutido
(Susnik ,1992; Potthast,
1996; Pastore, 1972; Rivarola, 2010; Heyn Schupp, 1982; Cooney y Whigham, 1994; Telesca,
2009; Telesca, 2017;
Caballero Campos; 2009; Chartrain, 2013; Viola, 2004; Areces y González
de Bosio, 2017; Areces, 2010), comenzaron a discutir algunas de las grandes
hipótesis del período. Si bien ninguno analiza teóricamente la cuestión del
Estado, todos brindan elementos para repasar las características del mismo. Por
ejemplo, la cuestión de la proletarización de los ciudadanos en manos del
Estado para las producciones públicas de mercadería comercializable; los
intentos de regular y controlar la dimensión familiar y filial de las mujeres y
varones de la época; las relaciones dinámicas y escurridizas entre la Iglesia
Católica (en Roma y en Paraguay) y la administración pública; los dilemas de la
construcción racial y étnica del relato de la nación paraguaya; la propiedad de
la tierra y su disputa como elemento central de estatidad y defensa a la
propiedad pública o privada; la evolución de la justicia y de los juzgados; el
desarrollo de una política monetaria, entre otros elementos.
Queremos agregar en este
apartado la definición de Pastore (1993) sobre el Estado Lopista, dado que este
autor arriesga un concepto, asegurando que los López proponían un estado
mercantilista y que su interés en aumentar el patrimonio del Estado respondía a
su deseo de que la clase dominante pudiese acceder a tierras y producciones.
Pastore sostiene: “Pensaban los
gobernantes del Paraguay que el interés privado del Estado era el mismo que el
de la nacionalidad y que el interés privado de los habitantes del país debía
estar siempre supeditado al interés privado del Estado” (1993: 159).
Consideramos que este
solapamiento absoluto de intereses privados de la elite con acciones públicas
de Estado no obedece a patrones tan lineales y que, como hemos descripto, las
estructuras sociales también moldean al grupo que ejerce el poder.
¿Fue el de Carlos
Antonio López un Estado Nacional? El Paraguay del Siglo XIX desde la matriz
analítica de Oszlak
El 25 de noviembre de 1842, el Congreso
ratificó la independencia y declaró que la República era una nación libre de
hecho y de derecho, independiente de toda injerencia o poder ajeno; y que nunca
sería patrimonio de una persona o un grupo familiar. Lo primero fue en
respuesta (o casi una transcripción literal) a una solicitud expresa de López
que, tras cerrar su Mensaje del 24 de noviembre de 1842 sostuvo:
“Treinta
y un años llevamos de nuestra existencia política, desde que por nuestros
esfuerzos nos separamos de la metrópoli española y de todo otro poder
extranjero. Este sentimiento, uniforme en toda la República, jamás ha sido
contradicho por acto alguno que pudiera desvirtuarlo. Nuestra independencia de
hecho es la base fundamental de nuestras libertades, y a donde debe sostenerse
para siempre el edificio político de nuestra asociación republicana. Es tiempo
que entre los fastos de nuestra libertad se registre un monumento eterno en que
declaréis explícitamente lo que tantas veces ha manifestado la voluntad general
de la República, de quien hoy sois un órgano indefeciente.
La república entera la aclama con entusiasmo, y es justo satisfacerla,
declarando solemnemente la independencia de nuestra República del Paraguay,
bajo las bases que sean de vuestra soberana aprobación (…)” (López, 1842).
Los gobiernos de ambos López
(Carlos Antonio y su sucesor, Francisco Solano) han sido reconocidos por la
literatura específica como un período de consolidación política en Paraguay,
atribuyéndole al primero de ellos el logro de erigir una economía prolífera, la
independencia económica, y un proyecto social nacionalista propio, además de
haber conquistado avances técnicos y productivos (la primera imprenta, la
fundición, el ferrocarril, el arsenal, el astillero, etc.). En complemento,
también logró que los países vecinos acepten la independencia del Paraguay y
consolidó un sistema de relaciones internacionales sobre la base de enviados y
de intercambio diplomático con otros países.
Brezzo (2008) explica que una parte de
la narrativa histórica que le atribuye al gobierno de López un continuo de
logros y ningún fracaso, sostenidos en su visión de Estado, es una creación
surgida de la necesidad de reconstruir el mito nacional y los héroes que
hicieron posible ese momento mítico.
El período lopista generó un
conjunto de controversias en las formas de análisis tanto de la época (pueden
leerse diarios de viajeros, intervenciones de diplomáticos, reacciones de
gobiernos vecinos, documentos y archivos que esbozan opiniones completamente
disímiles sobre el Gobierno de Carlos Antonio y de su hijo Francisco Solano)
como en los análisis posteriores de historiadores dedicados a este proceso. Por
ejemplo, mientras que Areces (2010) explica que la política de la propiedad
pública de la tierra y otras medidas tendientes a controlar la producción
fueron interrumpidas por la Guerra, otros autores como Pastore (1993), Telesca (2009) y Schvartzman
(1989) plantean que es un rasgo de superficialidad caracterizar al gobierno de
López como un régimen de control absoluto de las tierras puesto que la
tendencia a la privatización ya existía y la explotación laboral era evidente
en las producciones, lo que generó permanencia de regímenes de trabajo esclavo,
semi esclavo y, progresivamente, asalariado, algo que también confirma Rivarola
(2010).
Oszlak remarca el carácter
contradictorio y no lineal del proceso de formación del Estado, lo cual nos
permite pensarlo como un proceso acumulativo pero
también con contracorrientes. En la creación de este Estado nacional, debía
coordinarse un conjunto de instituciones de poder, que organizasen a la
sociedad, previniesen revueltas internas, ayudasen a controlar el descontento
popular, organizasen una matriz económica y se sacasen progresivamente de
encima a los resabios de un sistema colonial que aún perduraba, sobre todo en
el caso paraguayo, del continuador de Francia.
Analizaremos a continuación,
brevemente, cuatro requisitos de estatidad que describimos anteriormente.
1. Externalizar el
poder
En su libro “La formación del
Estado argentino”, Oszlak plantea que el punto de partida de toda construcción
de Estado nacional es la emancipación, es decir, la independencia. Pero, como
bien expresa, esta ruptura no significó una supresión automática del orden
colonial y de sus formas de inserción de las previas colonias dentro del
comercio mundial. Muchos estados nacientes se sostuvieron casi íntegramente
sobre la aceptación externa de su unidad soberana. El caso paraguayo es
diferente, puesto que este reconocimiento llegó décadas después de la
independencia.
En Paraguay, el poder político
a) se erigió de manera centralizada (durante el gobierno de Gaspar Rodríguez de
Francia y de los dos López), b) sufrió modificaciones en cuanto a su ejercicio
con, al menos retóricamente, una mínima separación de poderes (con Carlos
Antonio López), y c) logró el establecimiento de un orden interno relativamente
estable, todo antes de que el nuevo Estado adquiriese el reconocimiento externo
de países vecinos.
En todo caso, en el período de
Gobierno de Carlos Antonio López Paraguay firmó 31 acuerdos, convenciones y
tratados internacionales, de los cuales 5 corresponden al reconocimiento de la
Independencia del Paraguay.[8] Además, incluyen también una
batería de Convenciones firmadas con Estados Unidos de América en 1859[9] y una sentencia de acuerdo por
un pleito que encontró su resolución mediante vías diplomáticas y no bélicas[10].
La consolidación del poder se
desarrolló lentamente hacia afuera, pero se iba construyendo hacia adentro. El
monopolio estatal de la producción de madera y yerba mate (a partir de 1846),
la organización urbana rural del territorio y la articulación incipiente de
actividades, fueron medidas tendientes al desarrollo de un mercado interno, con
vistas a la exportación que, según declaró Carlos Antonio López, estaba
prácticamente anulada por los años de aislamiento durante el gobierno de su
antecesor, que había anulado los vínculos comerciales con Corrientes y Brasil.
Nos interesa recapitular una
experiencia muy particular, la del periódico El Paraguayo Independiente. Esta
obra, publicada entre el 26 de abril de 1845 y el 18 de septiembre de 1852,
contó con 118 ediciones y fue pensado como un periódico del Estado paraguayo,
destinado a la lectura internacional de esa comunidad que, desde 1811, se había
resistido a aceptar su estatus de unidad soberana. Surge más como un órgano
político que como un periódico pues disputaría con la prensa argentina la
independencia del país; y, una vez logrado el reconocimiento de la nación
vecina, daría por cerrado su ciclo, sosteniendo:
“Nuestro papel concluye en este número, y
al cerrarlo tenemos la íntima complacencia de felicitar a nuestros compatriotas
por la consecución de los tres grandes objetos de nuestras tareas: el
reconocimiento de la Independencia de la República, el acuerdo definitivo de
sus límites con la Confederación Argentina, y la libre navegación de nuestro
pabellón por el río Paraná, y sus afluentes”. [11]
Mediante este instrumento,
Paraguay fue también parte de debates que se daban internacionalmente y se
ponía sobre la mesa las opiniones y posturas del gobierno paraguayo. Era una
forma de integrar un concierto del que Paraguay no era aún parte.
Luego de su cierre, el Estado
comenzó a publicar otro emprendimiento editorial ya destinado a dar información
y promover orden y normalización interna.
Todas estas medidas fueron
posibles por el incentivo e inversión en la Imprenta Nacional.
2.
Institucionalizar la autoridad
Este requisito de estatidad da
cuenta de la posibilidad del Estado nacional de centralizar el poder de
coerción, “monopolizar la violencia” en sentido weberiano.
En la teoría de Oszlak el
referente común y homogeneizador de la heterogénea presencia del Estado es la
legítima invocación a su autoridad que presumiblemente encarna el interés
general de la sociedad. Es decir, ante la caída del orden colonial y la
irrupción de peleas internas por hacerse del poder, quien lograse hegemonizar
sus intereses como los de la sociedad entera, sería quien, al mismo tiempo,
lograse el monopolio de la fuerza física pero también conquistase un apoyo
disgregado, de fuerzas sociales no necesariamente unidas.
“El grado de consenso o coerción implícito
en estos actos de apropiación depende de la particular combinación de fuerzas
sociales que los enmarcan. Pero en todo caso, siempre se hallan respaldados por
alguna forma de legitimidad, derivada del papel que el Estado cumple como
articulador de relaciones sociales, como garante de un orden social que su
actividad tiende a reproducir” (Oszlak, 2011: 124).
El debate en torno a la
conflictividad social en el Paraguay de la época sigue vigente. Las ideas de
“pasividad” del sujeto social paraguayo por la falta de enfrentamientos
explícitos —como los sucedidos en Argentina—sobrevolaron el pensamiento
regional y local. Sin embargo, trabajos sobre los connatos y protestas, la
organización de revueltas, la denuncia constante en organismos judiciales que
detallaron estudios posteriores, dan cuenta de que esta supuesta pasividad fue
más bien un subregistro histórico de las formas y trayectorias de resistencia
social.
Acordamos con Oszlak y con
Bohoslavsky y Godoy Orellana que, en los primeros años de la institución del
Estado nacional, los organismos tendientes a la tarea coercitiva tuvieron una
jerarquía y preponderancia mayor por sobre la construcción de la tarea de
consenso. En este sentido, la exteriorización del Estado se vio acompañada por
la institucionalización y búsqueda de legitimidad de milicias, instituciones
jurídicas, vías estables de comunicación, áreas de confinamiento, normalización
de penas por delitos, etc.
Revisando esta
institucionalización, podemos encontrar que, durante el Consulado, se tomaron
un conjunto de medidas tendientes a dotar de orden interno al Estado nacional.
En 1842 se sancionaron el Estatuto provisorio
de la Administración de la justicia y la Reglamentación de la Policía. En 1843 se institucionalizó el Departamento de Policía de la Capital.
En 1845 se estipuló Servicio Militar
por dos años para todos los varones mayores de 16 años.
En cuanto a la organización
social, en 1842 se declaró la Ley de Libertad de Vientres y en 1848 se ejecutó
la Supresión de pueblos de indios.
Ambas medidas modificaron menos de lo esperado la constitución sociopolítica
del Estado, pero le atribuyó un conjunto de derechos, sobre todo a los
indígenas que serían, al menos declarativamente, considerados ciudadanos, lo
que significaría, también, la obligatoriedad de ingresar al Servicio Militar.
Además de la obligatoriedad de las prestaciones
militares, el Estado realizó, durante el régimen de López, una continuidad de
levas por amenazas internas y externas. Claudio Fuentes Armadans destaca las de
1842, 1845, 1847, 1849, 1854, 1855, 1856 y 1857 (Fuentes Armadans, 2015). En
tiempos de paz, los soldados serían utilizados para otras actividades y
proyectos productivos del Estado. Si bien las conscripciones militares se
extienden desde la colonia y fueron también utilizadas por Gaspar Rodríguez de
Francia, durante el gobierno de Carlos Antonio López fueron normalizadas e
institucionalizadas.
Un actor internacional que fue
normalizado durante el período lopista, es la Iglesia Católica. Esta
institución, que había sido fuertemente desarticulada por Gaspar Rodríguez de
Francia, quedando prácticamente descabezada en el territorio, adquirió nuevamente
estatus de religión de Estado, pero bajo supervisión del mismo.
Algunos elementos que queremos
remarcar y que responden tanto al requisito de institucionalizar el poder como
a diferenciarlo: a lo largo de estos años, el gobierno de Carlos Antonio López
desarrolló una progresiva patrimonialización del
Estado, es decir, fue adquiriendo edificios y terrenos para actividades
administrativas, económicas y burocráticas, que cubriesen un amplio espectro de
tareas públicas. Esto incluyó edificios en la ciudad de Asunción, pero también
el terreno y edificio de la fundición de Ibicuy que fue una transformación de
un espacio carcelario en 1850, los yerbales y bosques estatizados en 1846 y la
toma directa de la explotación de los mismos.
En este sentido, se puede ver
una articulación de intereses rurales-urbanos, que es el centro de la
estrategia de surgimiento y consolidación de los Estados Nacionales.
Enfocando en las variables
económicas, autores como Cardozo y Faletto (1969) y Furtado (1969) remarcan el
rol de la elite terrateniente y su unificación bajo una facción de la misma (y
un líder) para instaurar el Estado, y la acción de la burguesía urbana que
trataría de dinamizar el comercio exterior. Si bien esto no aplica linealmente
para el caso paraguayo, puesto que el aislamiento político y la abrupta caída
comercial de Paraguay en el Gobierno de Rodríguez de Francia, y la posterior
incorporación al mercado regional que se da durante el de López, no marcaron un
gran impacto en las cuentas nacionales, y fueron en gran medida bajo control
estatal. Tampoco se produjo en Paraguay, como sí en el resto de los Estados
vecinos, un endeudamiento con potencias extranjeras (como Gran Bretaña) y la
exportación de productos a estas áreas no era tan relevante. Es decir, efectivamente
la independencia paraguaya y el proceso de surgimiento del Estado fueron
encabezados por miembros de una elite que era letrada, formada, con estudios,
hispanoparlante, y con un pasar económico muy superior a la mayoría de la
población; sin embargo, que hayan logrado imponer sin mediaciones un modelo
capitalista de incorporación al mercado mundial no es evidente ni lineal; de
hecho, hicieron falta muchos estudios pormenorizados de la propiedad de la
tierra y la privatización, para dar cuenta de los procesos de conformación de
una elite económica que se había desarmado durante el francismo.
Además de esta patrimonialización, de los intentos de abrir un mercado con
el Estado como actor interviniente y de modificar algunas bases de organización
social, Carlos Antonio López encabezó otro hecho que sirve para comprender
tanto la institución de una administración como la diferenciación del control:
la incorporación del papel moneda nacional.
Hay muchos estudios que señalan
que la incorporación de una moneda es una señal de estabilidad del Estado, pues
espera que los ciudadanos confíen en la permanencia y durabilidad de ese patrón
de intercambio; pero también una forma de dinamizar las relaciones económicas y
de empezar a cobrar impuestos, es decir, extraer recursos de la sociedad para
reproducción del sistema de gobierno, del aparato burocrático y de las
relaciones socio económicas de producción.
3.
Diferenciar el control
Durante el gobierno
del primer López, elegido por Asamblea del Congreso, se redactó y entró en
vigencia la Ley que establece la Administración Política del Paraguay (1844),
considerada como la primera Constitución del Estado Paraguayo. Esta carta magna
reorganizó el sistema político sobre la base de una nueva elite electoral y sin
garantizar el derecho al sufragio universal. Las libertades individuales no
fueron garantizadas y la causa que justificaba esta decisión, igualmente
expresada en diversos documentos y discursos dados por el Presidente,
era que el pueblo paraguayo “no estaba preparado para las artes de la libertad
y la democracia por su profunda ignorancia”, derivada de tantos años de
oscuridad dictatorial. Esta “pesada herencia” francista,
fue una de las razones por las que Carlos Antonio López insistió en desarrollar
estrategias de educación inicial, aumentar el número de escuelas, enviar
jóvenes a especializarse en diversas materias al exterior y promulgar un
Catecismo propio.
La Constitución de
1844 establecía que el Congreso se reuniría cada cinco años y era el órgano que
controlaba y revisaba las acciones desarrolladas por el Presidente.
Esto se daba más en la norma escrita que en la práctica, dado que el Congreso
más bien refrendaba al Ejecutivo. Además, es importante mencionar que el
Legislativo varió de tamaño, acotándose a medida que pasaba el tiempo de 400
congresales en 1842 a sólo 100 en 1856, además, al tiempo que caía el número,
subían los requisitos, dado que, de la posibilidad de voto general para elegir
a propietarios representantes en 1842, se pasó a voto de propietarios para
elegir a propietarios en 1856.
Esto hizo que
Margarita Durán Estragó (2005:14) considerase que “la presidencia de CAL (1844-1862) continuó con la misma política
autocrática de Francia, restringiendo poco a poco la participación en los
congresos, reabiertos a partir de 1841”.
El
conjunto de medidas establecidas en la Ley y en otros documentos anexos (como
la adopción en 1846 del Código de Comercio español), dividía los poderes y los
estructuraba, organizaba el sistema electivo, planificaba actividades y
garantizaba cierto encuadre a las actividades sociales y al comercio. Esta
normativa, sumada a las destinadas a establecer sanciones a los actos
delictivos y criminales, la institucionalización de un sistema de justicia y la
creación de organismos con relativa independencia del poder centralizado, daban
cuenta de un sistema de diferenciación del poder. Sin embargo, es importante
remarcar que, en instancias de suma importancia, seguiría siendo el Presidente el último eslabón de la cadena de interpretación
de la ley, atribuyéndose, por ejemplo, la decisión final en un proceso
judicial, la condonación de una deuda o la suspensión de la pena capital. Por
esta causa, muchos actores sociales apelaban hasta la última instancia, con la
esperanza de, al llegar a oídos de Francia o de López, fuesen perdonados.[12]
En
cuanto al régimen laboral, la esclavitud no fue abolida y los indígenas
liberados constituyeron mano de obra disponible desposeída de sus tierras. El
trabajo fue una forma de extracción de recursos, dado que el Estado detentaba
la propiedad de la casi totalidad de la tierra de cultivos, de praderas y
bosques (explotándolos de forma directa a partir de “habilitamientos”
a particulares) y tuvo un papel central, a veces incluso de monopolio de
producción y comercialización de bienes.
El
sector privado explotó este sistema en forma directa o funcionando como agente
intermediario con el Estado. Esto generó una naciente burguesía rural y
comercial cercana al círculo presidencial.
Rivarola
(2010) demuestra que, en el tiempo de López, la regimentarización
militar del trabajo, los auxilios y el trabajo forzado de convictos se
refuerzan e institucionalizan. La autora explica que, con López, creció el
Estado y se subdividió la sociedad civil, haciendo que el primero deba crecer
más, para satisfacer nuevas demandas. El Estado fue muy eficaz en transformar
una sociedad con otros parámetros de trabajo (lo que Rivarola denomina
población prelaboral) en mano de obra activa, aunque
no pudo atravesar todos los fenómenos necesarios para convertir al campesinado
en trabajador asalariado, pues no privatizó las tierras, no existió una
migración masiva rural-urbana (que se dio progresivamente casi un siglo
después), no se instalaron grandes industrias manufactureras, el sistema productivo
continuó siendo precario, etc.
Seguimos
a Ernesto Bohoslavsky y Milton Godoy Orellana
afirmando
que,
“la igualdad consagrada en los textos constitucionales a las personas
(al menos a los varones), convivía con una realidad en la que la jerarquización
étnica, de género y de clases era la regla: en la manera en que se resolvió ese
dilema entre la promesa nacional-democrática universalista y una práctica
excluyente es que algunos autores han encontrado el motor del Siglo XIX
latinoamericano” (Bohoslavsky y Godoy Orellana, 2010: 19-20).
La
recaudación de impuestos también sufrió modificaciones y fue variando en el
tiempo, uno de los decretos iniciales es el de 19 de julio de 1843 en el que se
sancionaba la falta de pago de impuestos y la falta de titularidad de
propiedades y tierras. Esto sirvió para que el Estado se haga de las mismas,
cuando no se podía mostrar la legítima posesión de éstas.
Tras
la suspensión de los pueblos de origen indio, el poder central sustituyó a los
cabildos, alcaldes y regidores con jueces de paz y jefes de milicias. La
población debería pagar arriendo por las tierras que antes poseía. Esto fue,
para Pastore, “el acto primigenio de fundación del Estado de Carlos Antonio
López. El autor agrega que,
“las tierras que habían sido defendidas por la Corona española como el
último refugio de los nativos del Paraguay y de sus descendientes, pasaron al
patrimonio privado del Estado, tomando nuevas formas los intereses económicos
representados por éstos, incrustados en el Estado mercantilista y paternal,
para librar otra batalla por la posesión de las tierras y las riquezas que
contienen, y por el sometimiento político y económico del pueblo” (Pastore,
1993: 129).
La
ley de 1844 fue complementada por la Reforma
constitucional de 1856 que alteró el sistema y formato de selección,
disminuyendo la edad del potencial presidente y permitiendo que un militar
llegue al cargo, todo indicaría que el viejo López quería dejar a su hijo
Francisco Solano López a cargo del Estado nacional naciente.
Confirmamos junto a
Oszlak que Paraguay, como otros “Estados latinoamericanos, en su etapa
formativa, fueron desarrollando sucesivamente sus aparatos de represión, de
regulación y de acumulación de capital social básico. Sus cristalizaciones institucionales
-en forma de legislación, organismos públicos, mecanismos administrativos y
pautas de asignación de recursos- reflejaron las diversas combinaciones a
través de las cuales el Estado procuró resolver los problemas del “orden” y el
“progreso”. Pero todo esto exigía recursos. Es decir, el Estado debía
desarrollar paralelamente una capacidad extractiva y un aparato de recaudación
y administración financiera que aseguraran su propia reproducción, de modo de
consolidar su poder, legitimarse y continuar sosteniendo las condiciones de
expansión económica” (Oszlak, 2014: 132).
4. Internalizar una identidad colectiva.
Habíamos
adelantado que este requisito de estatidad es, quizás, el más difícil de
rastrear, en primera instancia, porque la conformación de una idea de nación en
América Latina es muy desigual a la europea.
Las
diferentes escuelas de la teoría del Estado suelen asociar el surgimiento o la
consolidación de esta forma de organización política-social a dos elementos
más: el protagonismo del capitalismo como articulador de las relaciones
económicas y la preeminencia de la nación como amalgama invisible de identidad
e imaginarios compartidos.
Los
autores latinoamericanos encontraron un rasgo del imaginario nacional en las
guerras de la independencia o en las conformaciones sociales surgidas en torno
a la dominación colonial, pensando así la identidad como una resistencia
sociocultural étnica.
En
Paraguay, las guerras de la independencia no tuvieron un especial impacto como
tuvieron en otros Estados regionales. Sin embargo, el debate sobre la nación
tomó otros caminos, que incluyeron la especificidad nacional (nación campesina,
nación guaraní, etc.).
En
sus Mensajes, Carlos Antonio López habló a un “pueblo” que, si bien puede
entenderse como un recurso retórico, también da cuenta de una unidad
reconocible a partir de no ser otro también identificable.
En
su trabajo sobre las consecuencias sociodemográficas y territoriales, Ignacio Telesca (2009) explica que la constitución social del
Paraguay no respondía a un conjunto unificado de actores que compartiesen lo
que podríamos llamar un horizonte de solidaridades y representaciones
conjuntas. Eran más bien grupos con uniones locales y organización más
localista.
Si
bien adherimos en parte a esta descripción, consideramos que la sociedad que se
construye en paralelo a la consolidación estatal tiene también una “otredad
incorporada”, es decir, responde también lentamente a la conformación de un
imaginario de pertenencia, a medida que incorpora por una parte el conocimiento
de no ser parte de los vecinos (plasmada en el temor a una invasión o anexamiento muy fuertes hasta mediados de 1850), y por
otra, la pertenencia económica a un enclave de capitalismo que crece.
Acordamos
con Oszlak en que,
“la identificación con la lucha
emancipadora, precario componente idealista de la nacionalidad, fue
insuficiente para producir condiciones estables de integración nacional. La
base material de la nación recién comenzó a conformarse con el surgimiento de
oportunidades para la incorporación de las economías locales al sistema
capitalista mundial y el consecuente desarrollo de intereses diferenciados e
interdependientes generados por tales oportunidades” (Oszlak, 2011:137)
La
condensación de este sentimiento, puede verse un poco más articulada hacia los
albores de la Guerra contra la Triple Alianza, aunque, siguieron existiendo
grupos que no se identificaban con este ideal de unión y que participaron en
los ejércitos por coacción estatal, a cambio de su libertad o por reclutamientos
forzados.
Desde
el exterior, tanto en Argentina como en Uruguay y Brasil, Paraguay era
construido con un relato de un “otro muy diferente”. La sociedad era construida
como bárbara, primitiva y pobre, con poco desarrollo intelectual y económico.
Esta capacidad extractiva se adaptó a la capacidad de cada país y la
disponibilidad.
Esta
construcción de nación, que en palabras de Oszlak presupone un desarrollo del
plano material de relaciones sociales capitalistas, también implica un plano
ideal de creación de símbolos y valores que promuevan sentimientos de
pertenencia, es decir, moneda (1845), sistemas de intercambio establecidos,
rutas, arquitectura comercial, pero también himnos (escrito para Carlos Antonio
López en 1846), bandera (adoptada en 1842), “la
creación de símbolos y valores generadores de sentimientos de pertenencia que -para
usar la feliz imagen de O’Donnell- tienden un arco de solidaridades por encima
de los variados y antagónicos intereses de la sociedad civil enmarcada por la
nación” (Oszlak, 2011: 118).
Un
esfuerzo estructurado por fortalecer este sentimiento lo constituyeron los
catecismos políticos, pensados para distribuirse en escuelas y ser impartidos
por educadores y religiosos. Sin embargo, es imposible medir cuánto de esta
prédica estatista nacionalista llegó a la sociedad paraguaya que era en gran
medida analfabeta y dependía de los intermediadores del saber.
Conclusiones
Este
trabajo intentó complementar un campo de estudio que no ha sido profundizado en
Paraguay, pues quedó en el hiato de al menos dos disciplinas.
Hemos
analizado el período de gobierno de Carlos Antonio López (tanto de cónsul como
de presidente) a partir de una de las propuestas teórico-metodológicas para
analizar el surgimiento y consolidación del Estado Nacional en Latinoamérica.
Arribamos así a la conclusión de que el Estado lopista logró condensar al menos
cuatro requisitos centrales de estatidad.
El
Estado nacional paraguayo se construyó sobre la base de la coerción y el
consenso, siendo lo primero mucho más importante al inicio del proceso y lo
segundo se fue cercenando progresivamente, con la disminución del número de
Congresales y el agudizamiento de los requisitos para ser elector.
Si
bien el eje centralismo-federalismo no fue central en Paraguay, la disputa en
torno a la producción agraria y la relación del polo urbano con el rural sí lo
fue. Frente a esto, una medida original de López fue la de estatizar los
bosques y yerbales y que fuese el Estado el encargado mayoritario de la
explotación y la comercialización (e, incluso, de subarrendar).
Las
disputas intra-elite se dieron fuertemente durante el
Gobierno de Francia, quien desnutrió los espacios de socialización de la elite,
forzándola a recluirse al ámbito privado. Una vez llegado al gobierno, López
intentó rearticular estos espacios y, junto con el desarrollo de un modelo
económico, gestó un fortalecimiento de un grupo privilegiado.
Existieron
resistencias generales o particulares, pequeñas resistencias, modos de
enfrentamiento al régimen de sectores subordinados que fueron analizados por
trabajos diversos y que mostraron que la construcción del Estado fue un proceso
complejo, con tensiones.
Al
tiempo que López avanzó con una férrea campaña para lograr la aceptación de
Paraguay como unidad soberana por parte de los Estados vecinos, desarrolló un
conjunto de medidas tendientes a extender la presencia del Estado en el
territorio nacional y, con ello, también la presencia del mercado con avances
técnicos, tecnológicos y monetarios. En paralelo, reforzó la construcción de un
“nosotros” que intentaba que impregnase en la población, con un disímil nivel
de interpelación.
Esto
no quiere decir, como han escrito muchos autores, que el período de López fue
de un desarrollo sociopolítico y de un despegue económico únicos en la región,
sino que existió, a pesar de las acusaciones de “barbarie” a la que fue
expuesto Paraguay, un Estado nacional que, con las mismas contradicciones que
los proyecto vecinos, se erigía en el contexto sudamericano.
Los
modelos existentes con prestigio y legitimidad de lo “posible”, las formas de
pensar esta nueva organización político-administrativa y las herramientas
disponibles para hacerlo no surgieron de Carlos Antonio López, como un
visionario de la Patria, sino que eran un conjunto de ideas que circulaban en
el contexto de las elites de la época y respondían a un grupo de conceptos.
Paraguay no quedó fuera de ese circuito.
Las
originalidades del Estado nacional lopista tienen que ver con lo tardío de su
aceptación por parte de otros Estados, la forma productiva estatal-centrada de
algunas de sus ramas económicas y la pronta incorporación de elementos de
división de poderes y sistemas de control al sistema de gobierno (aunque sólo
de forma discursiva-normativa pues, en muchos casos, el Presidente
seguía siendo la autoridad única)
El
Paraguay de la temprana independencia tenía una dependencia comercial de
territorios vecinos que, durante el relativo aislamiento del gobierno de
Francia, se interrumpió, siendo una tarea de López la reconstrucción de estos
lados internacionales, que le significaría tener un ingreso al sistema
capitalista global.
Esta
incorporación se logró mediante la proletarización de actores sociales, que fue
conflictiva y con procesos de mayor y menor alcance. La coexistencia de
producción y comercio privado (tierra, bienes, esclavos) y pública (tierra,
bienes, trabajadores forzados) también solapó estructuras diferentes de orden y
planificación estatal.
Existieron
intentos frustrados de organizar las relaciones maritales y conyugales para
lograr una mayor incorporación al sacramento católico, para dotar a la
población de un sistema de organización familiar-religiosa. Esto fue parte de
una política de conjugar Estado con religión, algo que no sólo hace al orden
político, sino al establecimiento de un rasgo identitario compartido más.
Todas
estas medidas dan cuenta de una relación pujante con sectores marginales y
relegados, una característica que también atañe a las demás sociedades de la
época.
La
incorporación del dinero y la concentración, coordinación y estructuración
tributaria (de la mano del Ministerio de Hacienda y otras instituciones
similares) marcan también un intento de normalizar los intercambios
precapitalistas de una forma financiera más modernizada, recaudar recursos de
la sociedad por parte del Estado y darle credibilidad al Estado como ente capaz
de legitimar y perdurar el acuerdo simbólico del dinero.
Indistinto
del grado de acuerdo o desacuerdo con las medidas antidemocráticas de López o
con la centralización del poder, existen en su período de gobierno rasgos de un
Estado nacional, aunque luego de la Guerra contra la Triple Alianza, se haya
empezado de nuevo, considerando que lo previo era primitivo o inexistente.
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Editor.
Recibido: 04/01/2019
Evaluado:20/02/2019
Versión Final: 10/04/2019
[1] Agradezco los
comentarios de los dos evaluadores que ayudaron a mejorar este artículo.
[2] En este texto,
a partir de esta sección, referiremos a Estado y Estado nacional como
sinónimos, para evitar la reiteración constante.
[3] Un ejemplo de esto es la obra de Richard Alan White y los trabajos de Mário Maestri, centralmente su
obra “Paraguay: la república campesina, 1810-1865” publicada en Asunción
(Intercontinental Editora) en 2016. En esta obra, Maestri
desarrolla la hipótesis de que el Paraguay de 1811 a 1840,
la era francista, fue el escenario de un proceso
único en la región que combinó una revolución democrático popular y consolidó
al Estado moderno, sostenido sobre el pequeño campesinado encolumnado detrás de
la figura centralizada de José Gaspar Rodríguez de Francia. El autor sostiene
también que la era posterior, la lopista, rompió la alianza del Estado con los
campesinos y forjó lazos con los hacendados y chacreros,
con el fin de consagrar un modelo de desarrollo centralmente agroexportador. En
contraposición a estas teorías, Mario Pastore, texto “State-led
“industrialization”; the evidence on Paraguay, 1852-1870”,
publicado por Center for Latin
American Studies, Tulane University,
New Orleans, LA, Latin American Studies
Program, Cornell University
en 1993, critica el gobierno de Carlos Antonio López porque se sostuvo sobre
formas institucionales atrasadas y baja modernización. Respecto a todo el
período de independencia, sostiene “El ‘original’, ‘sui generis’ experimento
del período nacional temprano en el Paraguay no fue sino la prolongación del
militarismo, absolutismo, y mercantilismo coloniales
al período nacional temprano, que acentuó algunas facetas del mercantilismo
colonial y le dio una apariencia particular” (p. 32).
[4] Entre los
autores que consideran el período iniciado en 1870 como el inaugural de la política
liberal en Paraguay –sobre todo por el rasgo liberal de la Constitución
sancionada en este año- podemos nombrar a: (Kleinpenning,
2009; Couchonnal Cancio,
2017;
Abente Brun, 1989; Rivarola, 2010; Otero, 1978; Caballero
Campos, 2013; Fuentes Armadans, 2018).
[5] Existen otros
trabajos que teorizan la cuestión del Estado también a partir de un caso
específico. Un ejemplo de esto es la apuesta teórica de O’Donnell, G. (1978).
“Apuntes para una teoría del Estado”. Revista
Mexicana de Sociología, Vol. 40, Nº 4, pp.
1157-1199. En este trabajo, O’Donnell propone analizar las características de
todo Estado Capitalista para poder definir con claridad el caso del Estado
Burocrático-Autoritario en Argentina y en otros países de Latinoamérica.
[6] Para conocer
más sobre la discusión en torno a la figura de López y una propuesta de
periodización en torno a su rol histórico, recomendamos Herib
Caballero Campos. “Entre el recuerdo y la reivindicación: apoteosis, el álbum
conmemorativo de la inauguración del Panteón Nacional de los Héroes”. Revista Folia Histórica del Nordeste, Nº 24, 2015, pp. 115-130.
[7] En expresión de
González: “los conquistadores clavaron su hogar en el nuevo país dominado, y no
tardaron en mezclar su sangre con la del indígena. De este cruce surgió un
nuevo elemento étnico: el mestizo, inteligente y fuerte, de bella gallarda
apostura”. González, N. (1926). Solano
López y otros ensayos. Paris: Editorial de las Indias.
[8]Bolivia en 17 de
junio de 1843; Brasil en 14 de septiembre de 1844; Uruguay en 14 de junio de
1845, Venezuela en 11 de mayo de 1847, y Argentina en 17 de julio de 1852.
[9] Tratado de Amistad, Comercio y Navegación
con los Estados Unidos de América. Asunción, 4 de febrero de 1859.
Promulgación: 11 de febrero de 1859. Canje: Washington, 7 de marzo de 1860. Convención especial relativa a las
reclamaciones de la “Compañía de Navegación de los Estados Unidos de América y
del Paraguay”. Asunción, 4 de febrero de 1859.
[10] Sentencia de
los Comisarios del Paraguay y de los Estados Unidos de América, en el asunto de
las reclamaciones de la “Compañía de Navegación de los Estados Unidos del
Paraguay”. Washington, 13 de agosto de 1860.
[11] Último Número
de El Paraguayo Independiente.
Asunción, sábado 18 de septiembre de 1852, N° 118.
[12] Abundantes
ejemplos de situaciones como estas son presentados en Potthas
(1996).