El apoyo a la guerra contra
Paraguay en el debate público argentino (1865-1870)
The support for the
Paraguayan War in the public debate in Argentina (1865-1870)
María Victoria Baratta
Instituto
de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani”
Universidad
de Buenos Aires,
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)
victoriabaratta@gmail.com
Resumen
La Guerra del Paraguay (1865-1870) constituyó un elemento
clave en el proceso de formación del estado nacional en Argentina. La
resistencia a la guerra en Argentina ha sido ya estudiada en varios trabajos.
Sin embargo, una guerra de escala inédita que duró cinco años nos interroga
tanto por sus resistencias como por sus apoyos. Este artículo analiza el
desarrollo y articulación de la defensa de la guerra contra Paraguay en el
debate público argentino. Transita diferentes momentos del debate, del fervor
inicial a las críticas a la alianza y la prolongación del conflicto. La
permanencia de una visión negativa sobre el enemigo y su accionar durante toda
la guerra fue un factor clave para explicar la participación argentina y la
duración y consecuencias del conflicto armado.
Palabras clave
Guerra; Paraguay; Argentina; debate; apoyos
Abstract
The Paraguayan War (1865-1870) was a key element in
the process of formation of the national state in Argentina. The resistance to
the war within the country has already been studied in several works. However,
in a war of unprecedented scale that lasted five years we should not only
discuss the resistance but also the support. This article analyzes the
development and articulation of the defense of the war against Paraguay in the
Argentine public debate. It goes through different moments of the debate, from
the initial fervor to the criticisms of the alliance and the prolongation of
the conflict. The permanence of a negative view of the enemy and its actions
throughout the war was a key factor in explaining Argentina's participation and
the duration and consequences of the armed conflict.
Keywords
War; Paraguay; Argentina; debate; supports
Los cuatro países que conformaron inicialmente el Mercosur se vieron
envueltos en una guerra de enormes dimensiones hace más de 150 años. El Imperio
de Brasil en alianza con la República Argentina y Uruguay se enfrentaron a
Paraguay en una cruenta lucha que solo finalizó, luego de más de cinco años de
conflicto, cuando se terminó con la vida del presidente paraguayo Francisco
Solano López el 1° de marzo de 1870. Paraguay quedó devastado demográfica y
económicamente y, además, fue ocupado durante siete años por los ejércitos de
Brasil y de Argentina.
La contienda
constituyó un elemento clave en el proceso de formación del estado nacional en
Argentina. La resistencia a la guerra en Argentina ha sido ya estudiada en
varios trabajos (Alabart , 2015; Baratta, 2012 a, 2012 b; De La Fuente, 2008;
entre otros). Los desbandes militares, los levantamientos en armas de las montoneras
federales, los testimonios de deserción y el debate público dieron varias
muestras de este fenómeno. Una revisión latinoamericanista de la historia de la
guerra que comenzó a mediados del siglo pasado y que aún mantiene vigentes sus
postulados básicos en el mercado editorial y el inconsciente colectivo -la corriente denominada como revisionismo
histórico- ha llevado a absolutizar esta
oposición y resistencia a la guerra (Pomer, 1986;
Rosa, 1986; Galasso, 1975; entre otros). Este escrito
no pretende negar ni silenciar esas resistencias ni mucho menos justificar o
apoyar la guerra.
Una guerra que duró
más de cinco años, y una ocupación que duró siete, nos interrogan tanto por sus
resistencias como por sus apoyos. El máximo líder federal de Argentina Justo
José de Urquiza prestó su apoyo a la contienda. Entre 24.000 y 30.000 soldados
provenientes de todas las provincias participaron del ejército argentino en esa
guerra, una cifra totalmente inédita hasta ese momento y en la historia
posterior del país (Doratioto, 2002; Garavaglia y Fradkin, 2006). ¿Cómo pudo
ser posible una guerra tan larga y sangrienta entre estos cuatro países
americanos? ¿Quiénes fueron sus defensores en Argentina? ¿Cómo argumentaron su
postura a lo largo de los diferentes momentos de la guerra? ¿Qué diferencias
había entre quienes defendieron la guerra? Hay múltiples metodologías para
acercarse a algunas respuestas, pero en este caso nos limitaremos a hacer un
trabajo sobre el debate político público.
El objetivo de este
artículo es reconstruir el debate público nacional en tanto la circulación de
discursos políticos que esgrimieron una defensa de la guerra contra Paraguay en
Argentina entre 1865 y 1870. La prensa (con sus editoriales, sus reproducciones
de correspondencia y fuentes oficiales)[1],
los escritos publicados en esos años y las discusiones en el Congreso de la
Nación son las fuentes elegidas. El discurso no es un ente deslindado de la
historia social, sino que se nutre de ella y a su vez la moldea. Estudiaremos
los procesos que se suceden dentro, pero con atención a lo que también pasa por
fuera del lenguaje. En las fisuras y límites de esos discursos intentaremos
interpretar también los silencios de los actores. Sabemos que las
representaciones de los sectores populares tuvieron incidencia. Las acotaciones
metodológicas de nuestro estudio al análisis del discurso de las elites no las
niegan, sino que las complementan. En definitiva, no se trata de desconocer o
reemplazar perspectivas sino de sumar para una mejor comprensión de la guerra.
En primer lugar,
relevamos la prensa argentina y sus movimientos durante el inicio de la
contienda: la lógica de defensa más extendida y encendida de la guerra guardó
franca relación con los bríos de su comienzo, la firma del tratado aliado en
Buenos Aires y el rol del presidente argentino como jefe de un ejército de tres
países. Luego, abordamos la prensa al promediar la guerra, cuando las críticas
a la contienda estaban extendidas, pero aun así presentaron sus límites.
Analizamos finalmente el discurso de los principales líderes políticos, del
Congreso y los escritos que circularon hacia el final.
La ultrajante
ofensa
La decisión de Urquiza
de dar su apoyo a Mitre en la guerra contra Paraguay es la clave inicial para
comprender la dimensión inédita que adquirió el conflicto[2].
Aun con los desbandes que sufrió su ejército la postura de no apoyo del líder
federal a las revueltas montoneras y al propio Paraguay atraviesa toda la
contienda. Un consenso entre las elites liberales y parte del federalismo o ex
federalismo fue la base del inicio y desarrollo de la guerra desde Argentina.
La prensa periódica fue el actor destacado del debate político de la época. Los
debates parlamentarios, los escritos sueltos, las noticias del exterior, los
editoriales, algunas fuentes oficiales, casi todo pasaba y se hacía resonante
allí. Aunque una parte importante de la población era analfabeta los periódicos
podían leerse a viva voz en algunos puntos de reunión. La prensa argentina de
la época era una prensa partidaria que representaba las diferentes facciones en
pugna de un estado recientemente unificado. Mitristas
y autonomistas controlaban la mayor parte de los periódicos, aunque persistían
muchos escritos de tendencia federal. Cada provincia tenía al menos un diario
oficialista y luego fueron apareciendo los opositores (Sábato, 2012). En conjunto la prensa se mostró muy favorable a la
entrada de la guerra de Argentina y la formación de la alianza hasta la derrota
aliada en la batalla de Curupayty en 1866. Las
excepciones fueron los periódicos de corte federal que apoyaron la invasión
paraguaya en Corrientes y otros periódicos opositores con intervenciones
breves, el más importante La América
de Buenos Aires. En el caso de la prensa del litoral, el espacio-escenario de
la contienda, las defensas explícitamente “paraguayistas”
aparecieron ligadas al establecimiento del triunvirato en Corrientes, pero no
cubrieron la totalidad de la opinión pública de la provincia (Ramírez Braschi, 2004). En el caso de Entre Ríos la prensa federal se
mostró crítica ante la contienda, pero más como oposición al mitrismo y a la alianza con Brasil que por una defensa
explícita a Paraguay (Baratta, 2011a).
El inicio del
conflicto bélico encontró a prácticamente toda la prensa del país entusiasmada
con la guerra. Para el periódico porteño mitrista La
Nación Argentina dirigido por José María Gutiérrez era claro: a la guerra
se iba en nombre de la nación argentina. La Tribuna de los hermanos
Varela, de tendencia autonomista, enfrentado al mitrismo
del presidente, se mostraba aún más efusivo con el inicio de la guerra, a la
que consideraba la más popular de toda la historia y no cesó de repetir
editoriales en ese sentido durante 1865:
Podemos
decirlo sin temor de ser desmentidos: jamás habrá emprendido el pueblo
Argentino una guerra más popular, que aquella que acaba de retarlo la audacia
del tirano López. Todo hombre de ideas grandes y generosas. Todo aquel que
alguna vez haya sentido latir su corazón por una causa noble y todo el que ame
la libertad y la democracia, sonríe de contento ante las esperanzas que esta
guerra despierta. (…) El Presidente Mitre no deseaba esta guerra. López lo
provoca a ella. En este caso el héroe de Pavón, toma nuevamente su espada y
llamando en torno suyo a las legiones antes vencedoras, se apresta a la lucha
con toda la fe que debe inspirarle el patriotismo de la nación. Adelante! Diga
el General Mitre una palabra y el pueblo Argentino se pone de pie. Lo que
quiere y desea, a lo que aspira, es a formar parte de la cruzada libertadora.
Periódico La Tribuna, 23 de abril de
1865, HUNLP.
Al igual que La Nación Argentina, La Tribuna en un primer momento evitó
mencionar que la guerra se hacía en alianza con el Imperio del Brasil. La
estrategia era contraponer a un Paraguay bárbaro, despótico, tiránico en manos
de un dictador a la Argentina civilizada, liberal y republicana que no hacía
más que ir a liberar al pueblo paraguayo de su yugo. La prensa porteña
compartía a grandes rasgos este entusiasmo inicial que se manifestaba también
en las calles de Buenos Aires y en algunos círculos intelectuales. Los
periódicos porteños más opositores al gobierno mitrista
como El Pueblo, periódico fundado por
Juan Chassaing y en el que participaría el futuro
presidente del país Nicolás Avellaneda, no aportaron grandes críticas al
inicio, se limitaron a desconfiar de la alianza, reprodujeron partes de los
corresponsales de guerra y compartieron conceptos durante la guerra con los
periódicos más afines al mitrismo. Si bien El Pueblo era crítico de la intervención
de Bartolomé Mitre en la Banda Oriental, a la hora de la reacción ante la
invasión paraguaya, se encontró apoyando su causa y tomando nota de los apoyos
por fuera de Buenos Aires[3].
El fervor discursivo
que despertó en su inicio la guerra y la apelación sentimental y cultural a la
identidad nacional por el comienzo de la misma, no se quedaron sólo en la
prensa porteña. Pueden encontrarse prácticamente en todas las provincias en al
menos uno de sus periódicos[4].
La mayoría de esos periódicos tenían sustento y relación con el estado nacional
y aunque en general eran liberales, no todos eran necesariamente mitristas, muchos de ellos seguían la tendencia
autonomista. Algunos replicaron editoriales de los diarios porteños como por
ejemplo El Orden de la provincia
Jujuy que además publicó la proclama del presidente Mitre que convocaba a la
guerra. Por su parte, El Constitucional
de la provincia de Mendoza, el 9 de mayo de 1865 publicó un editorial
denominado: “La voz de la Patria!”, en el cual se denunciaba lo que se
consideraba como un vil y traidor ataque por parte de Paraguay y llamaba
defender los ideales de San Martín y Belgrano en defensa del honor nacional con
la contundente frase “Ante todo somos Argentinos”. Los ejemplos de la apelación
a la nación, a la patria para el llamado de la guerra se repitieron en otras
provincias como en este pasaje de la prensa en Córdoba o en Santiago del
Estero:
Somos,
como el que más, enemigos de la guerra y la efusión de sangre, pero como
argentinos ofendidos por la barbarie de un déspota, deseamos su completa
destrucción, deplorando sinceramente el fanatismo o el temor arrastre al pueblo
paraguayo a caer envuelto en la derrota junto con su Presidente. Por esto nos
felicitamos de que la paz no haya tenido lugar, por esto nos felicitamos de que
las operaciones continúen, pues la guerra se abrevia y creemos que concluya pronto”.
Periódico El Norte de Santiago del
Estero, 8 de octubre de 1866. HUNLP.
El Zonda de la provincia de San Juan se mantuvo más expectante
por la situación en Chile[5],
aunque reprodujo partes del teatro de la guerra de la triple alianza. El apoyo
a la guerra se manifestó con una puesta en primer plano de la identidad
nacional por sobre las provinciales y la partidaria. La apelación al peligro
para la región que supuestamente representaba el gobierno paraguayo fue
invocada con recurrencia durante toda la contienda. Francisco Solano López era
el jefe asesino, asimilable a la figura de Juan Manuel de Rosas (el mismo que
le había denegado el reconocimiento de la independencia al Paraguay), era un
“degollador”. Apelar a la figura de Rosas era un recurso que podía relevarse
efectivo en tres sentidos: en primer lugar, buscaba recordar la alianza con
Brasil para Caseros para empatizar con la actual, en segundo lugar, buscaba un consenso
con varios opositores al mitrismo, que también se
declaraban antirrosistas. Por último se procuraba
representar a López como un peligro para la región. Además de su malicia, para
el mitrismo y sus aliados, el presidente paraguayo
fue torpe, se equivocó en su lectura de la situación regional al describirla
como un equilibrio y buscar su restitución.
Los paraguayos
aparecían representados casi como animales sedientos de carne humana, sin
piedad alguna, bárbaros, salvajes, violentos, villanos. El aislamiento del
país, su falta de desarrollo económico, sus costumbres atrasadas lo convertían
en un lugar más que peyorativo para la gran parte de la opinión pública
argentina, no solo la mitrista. El Paraguay era un
“enano” al lado de Brasil y Argentina y ahora era preciso demostrárselo por la
fuerza a este déspota americano. Por oposición implícita o explícita al país
vecino, la Argentina aparecía como un país civilizado, de ley, libertad y
justicia. El discurso que buscó demonizar al presidente paraguayo, presentar su
avance como un peligro para la nación y estigmatizar a su población fue una
estrategia político-discursiva destinada a dotar de legitimidad a la guerra y a
la necesidad de la alianza con el Brasil. El arraigo de una caracterización
peyorativa pudo ser efectivo en tanto otras representaciones del Paraguay
previas esgrimieron estos calificativos (Brezzo y Baratta, 2018). Las resignificaciones que aludían a la sangre, el
degüello y los asesinatos representaron el grado de virulencia necesaria para la
construcción de la imagen de un enemigo. Si bien durante el transcurso de la
guerra se insistió con que la misma era que contra la tiranía de López y no
contra su pueblo, lo cierto es que se encontraron algunas características
negativas atribuidas a los paraguayos como el fanatismo y la obediencia ciega
por el terror. Los periódicos de varias provincias retomaron los partes de
guerra en donde se referían a Francisco Solano López como “el tirano” aunque no
con tanta persistencia como en Buenos Aires, quizás sí con más indiferencia. En
Córdoba es donde más abordaron la cuestión en periódicos como El Progreso o Provincias Unidas. Periódicos de Jujuy, Santiago del Estero, Salta
o Mendoza afines al mitrismo se hicieron eco de las
noticias contra “el déspota”.
El ensayo de José
Manuel Estrada sobre Paraguay publicado en 1865 proporcionó una interesante
oportunidad de profundizar en lo que la prensa se animaba a decir de manera no
tan frecuente y clara. Estigmatizar no solo a Francisco Solano López sino a su
pueblo como causa de su existencia. Un pueblo servil, atrasado, dócil era el
caldo de cultivo perfecto para que se construyera el poder de un tirano[6].
El Paraguay era un caso anómalo en la América del siglo XIX, defensora de la
libertad. La sociabilidad, la civilización no habían podido desarrollarse.
A los argentinos de corazón
La publicación del
otrora secreto tratado de la triple alianza en mayo de 1866, la estrepitosa
derrota militar en la batalla de Curupayty en
septiembre de ese año, los problemas internos en Argentina y la dificultad de
ejercer un mando efectivo sobre el ejército aliado alejaron a Mitre de su tarea
como comandante en jefe del ejército aliado y dieron paso a las opiniones
negativas de gran parte de la prensa. La
Tribuna abandonó su euforia inicial y comenzó con las críticas a las
estrategias militares, a la prolongación de la guerra, a los gastos y
fundamentalmente a la alianza con Brasil. Esta tendencia pasó a ser la
dominante en la prensa de todo el país. Una guerra civil se sumó a la internacional,
las montoneras federales se levantaron en contra del gobierno de Mitre en 1866
y 1867, aunque fueron desconocidas en su legitimidad por todos los partidos
políticos.[7]
Mientras tanto la guerra contra Paraguay continuaba.
El Liberal de la provincia Tucumán daba cuenta de
las resistencias que comenzaban a repetirse en La Rioja. Mientras tanto, en
Catamarca los periódicos liberales también mostraban su preocupación por las
crecientes disputas internas: “Lo que sucede en Catamarca en este momento, no
es más que la consecuencia funesta de esas rencillas mezquinas que vienen
distinguiendo a los partidos en la República Argentina, toda vez que se separan
de aquella esfera que marean la Constitución y las leyes.” (La Libertad, 6 de junio de 1866). En la
provincia de Córdoba, El Eco atacaba
la resistencia con su lema de “La Patria no está harta de sacrificios” y
evitaba echar culpas a Mitre por Curupayty[8].
Los pedidos de paz se
repitieron en los periódicos que habían apoyado el inicio de las acciones bélicas.
Y aunque este pedido se hizo presente en varios de sus discursos, la guerra
contra el Paraguay continuó aún por tres años más. El Patriota de Córdoba, periódico político, jocoso y literario que
defendió la candidatura presidencial de Sarmiento, se burlaba de las palabras
de Mitre al comienzo de la contienda. El 2 de noviembre de 1867 publicaba un
editorial titulado “La situación no está definida” que comenzaba con la frase
“En tres días la situación estará definida” en clara alusión a los “En 24 horas
en los cuarteles, en 15 días en campaña, en tres meses en Asunción” de aquellas
palabras de Mitre. El Progreso de
Córdoba por su parte, replicaba la disyuntiva de la prensa porteña opositora a
la prolongación de la guerra. La mayoría de los periódicos pedían por la paz en
el Paraguay, pero no a cualquier precio y además estaban en contra de las
montoneras. Se quejaban de que la Guerra del Paraguay sacaba de la república
argentina armas, hombres e ingresos que podrían estar combatiendo mejor a las
revueltas de Cuyo.
Para 1868 la rebelión
de las montoneras estaba sofocada. Las elecciones presidenciales se
encaminaban. El país volvía a su funcionamiento casi de rutina, puertas
adentro. Sin embargo, el frente externo aún estaba encendido, aunque la suerte
ya estaba decidida en favor de los aliados. La polémica más resonante se
produjo entre La Nación Argentina y La Tribuna. Los periódicos otrora coincidentes
en su postura bifurcaron cada vez más sus líneas de opinión en medio de la
prolongación de la guerra y fundamentalmente, de las elecciones presidenciales
que los encontraban defendiendo candidatos diferentes, mitristas
y autonomistas. El periódico de los Varela había sido muy efusivo a la hora de
exigir la alianza y la guerra al Paraguay. Pero a su vez, era cierto que los
términos del tratado le habían sido desconocidos. Esta fue la obsesión de La Tribuna –y de la mayoría de los
periódicos del país. La soberanía nacional ante Brasil podía verse cercenada y La Nación Argentina era defensora de
esta deshonra. La oposición nacional a Brasil se imponía sobre la confrontación
a Paraguay, ya en los opositores a la guerra como Alberdi y ahora en quienes la
habían impulsado en su momento. En su obsesión de traición, los hermanos Varela
le hablaban “a los argentinos de corazón” y señalaban un “fallido” del diario mitrista[9].
Teñir a La Nación Argentina con
colores brasileños hablaba de una traición de la patria y también en este
contexto de una salvación de un partido. Las acusaciones y las quejas por los
gastos de la guerra de parte de La
Tribuna se entremezclaban con croquis de campos de batalla como el de
Humaitá y tributos en recuerdo y honor a Dominguito Sarmiento y Francisco Paz
que habían fallecido en Curupayty. No existía una
crítica profunda a la guerra en sí ni a su desencadenamiento y mucho menos una
defensa al gobierno de Paraguay, aunque sí una lástima condescendiente por su
pueblo. La crítica fundamental recaía en los efectos de su prolongación para el
país y los términos del tratado con Brasil. En todo el territorio, los
editoriales sobre la guerra menguaron para dejar paso al tema de las elecciones
presidenciales.
Un sello a nuestros labios
En su último mensaje
en la apertura de sesiones del Congreso de 1868 el presidente Mitre anunció que
la guerra estaba llegando a su fin (aunque aún restaban dos años) y aseveró que
la victoria estaba garantizada. No tuvo reparos en demostrar que para él no estaría
finalizada hasta lograr las reivindicaciones territoriales que Argentina
consideraba justas, aun cuando circulaban con fuerza críticas a las condiciones
del tratado en la opinión pública. Vivificados por el desencanto creciente y
por el pronto término de la gestión de Mitre, los legisladores argentinos por
primera vez y a tres años de iniciada la contienda, empezaron a manifestar
públicamente sus críticas a la guerra. El senador por Santa Fe, el liberal
Nicasio Oroño, quien contribuyó a que su provincia se mantuviera en una
relativa calma durante la contienda, presentó en junio de 1868 un Proyecto de
negociaciones de paz[10]. En su
exposición sobre la propuesta, apoyada también por los senadores Dávila y
Navarro, opinaba:
Cuando
nuestro territorio fue invadido por fuerzas extranjeras sin previa declaración
de guerra y sin ningún motivo racional justificado, era natural que el Gobierno
Nacional, que los ciudadanos todos, movidos por un sentimiento de justa
indignación, se lanzasen a repeler la agresión y a vengar el insulto inferido a
la soberanía nacional y al honor de nuestro pabellón. (…) Llevamos tres años en
esta lucha; los fines de la guerra se han alcanzado; la paz está pendiente de
una solución que cada día se hace más remota y problemática; las fuerzas del
país consagradas todas a la guerra, nos han obligado a distraer nuestros
tesoros de su legítima y provechosa aplicación. Nuestra industria se ha
paralizado, nuestros consumos se han aumentado, y disminuido notablemente
nuestra producción. No podemos señor Presidente, ir más allá. El Congreso no
puede dejar de tomar alguna medida o de dirigir sus miradas a la guerra que se
sostiene en el exterior, porque en ella está cifrado el porvenir y la paz
interior de la República.” Nicasio Oroño, Sesión del 30 de junio de 1868, ANH
La crítica de Oroño a
la prolongación era clara. La entrada a la guerra había sido en su opinión
justa, pero su duración, inexplicable y perniciosa para el país. Vidas y
recursos se fueron perdiendo a pasos agigantados. La contienda había implicado
un esfuerzo nacional que ya no tenía sentido. Era hora de que el Congreso
actuara. Sin embargo, el senador Elías contestó: “Yo creía, señor Presidente, que ni los honores de la discusión debía
tener este proyecto.” Seis meses después de presentado, el proyecto de
Oroño fue desestimado. Aparecieron también en el parlamento durante 1868
proposiciones de mediación de paz de Estados Unidos, Chile y Bolivia, pero
ninguna de ellas se concretó.
El real cimbronazo del
poder legislativo en contra de la guerra llegó con el pedido de interpelación
del Ministro de Guerra Juan Andrés Gelly y Obes. La
interpelación se solicitaba para consultarle “cuántos hombres cuánta plata y
cuánto tiempo necesita el Gobierno Nacional para dar concluida la guerra del
Paraguay por medio de la victoria”. Esto ocurrió el 1° de junio de 1868 en la
Cámara de Diputados con la voz del diputado por Buenos Aires, Manuel Quintana,
ligado al autonomismo alsinista. Quintana no objetaba
la causa del comienzo de la guerra y el entusiasmo inicial. La razón que daba
origen al descontento eran los términos del tratado de la alianza que se habían
hecho públicos dos años antes. El Ministro contestó que la paz interna estaba
lograda pero había que ir por el enemigo en su propio territorio para que no
volviese a invadir. La alianza se justificaba porque no quedaba alternativa
para defenderse y por un posible frente de conflicto con el Brasil. El
funcionario se defendió mencionando cifras de hombres en combate que solo produjeron
protestas en el recinto. Las cifras que proporcionaba provocaron incredulidad e
indignación. El presidente de la cámara manifestó que, si seguían los ruidos en
la barra, se desalojaría y la sesión se podría volver secreta. Gelly y Obes prosiguió y quiso demostrar que en ocho días de cólera
se habían perdido más vidas que en dos años de guerra y agregó “Por lo demás,
sucede que en toda guerra solo se sabe cuándo se tira el primer cañonazo; pero
no se sabe cuándo se tirará el último.”
Los diputados
contestaron que el ejército había estado siempre desorganizado y la marina era
nula. Algunos acusaban a Mitre de no haberse preparado mejor ante las amenazas,
de haber perdido tiempo. Quintana prosiguió con su desconfianza en los números
de víctimas y en su crítica a la alianza con el Brasil[11]. Quintana
se indignó porque la Argentina no podía concluir la guerra con un rival tan
menor para él[12].
En la sesión del 24 de julio de 1868 José Mármol defendió el derecho del
Parlamento a conocer los asuntos exteriores de la República. En definitiva,
todas las discusiones revelaban la poca injerencia parlamentaria en la guerra
que llevaba adelante la república desde hacía tres años también por su propio
desdén:
El
Ministro Argentino en Río de Janeiro que se encuentra actualmente en esta
capital, hizo al mismo tiempo que el Ministro Plenipotenciario de la República
Oriental, la gestión de las justas exigencias de ambos Gobiernos aliados ante
el Emperador del Brasil. El Emperador decretó terminantemente que estaba resuelto
a no tratar con López ni con persona alguna de su familia, ni aún en el caso de
una capitulación militar. Desde entonces, señor Presidente, pusimos un sello a
nuestros labios y nos hicimos partidarios de la continuación indefinida de la
guerra: desde entonces también desapareció en el Río de la Plata la política
argentina y oriental, y quedó imperando la política brasilera únicamente. José
Mármol, Cámara de Senadores, 30 de junio de 1868. ANH
El senador Mármol
cerró esta impotente respuesta tardía del Congreso dejando en claro cuál era la
mayor preocupación y mostrando los límites y responsabilidades del accionar del
poder legislativo. El Congreso de la Nación emitió sus críticas a la guerra a
más de tres años de su inicio, con un presidente que había sido el general en
jefe del ejército aliado a punto de dejar su cargo y cuando la suerte de la
contienda estaba casi decidida. La apelación a las ofensas inferidas al pueblo
paraguayo y los aplausos se develarían entre insuficientes y dúplices. En los
mismos discursos aplaudidos de Quintana se dejaba traslucir una visión
condescendiente, paternalista y peyorativa porque se lo consideraba un rival
menor en el que se estaba gastando demasiados recursos.
Hasta el fin
Mitre no logró imponer
un sucesor. El candidato autonomista promovido por La Tribuna Domingo Faustino Sarmiento ganó las elecciones
presidenciales en octubre de 1868. Aunque parte de las tropas emprendieron su
regreso, Sarmiento continuó la guerra. La prensa se mantuvo en la misma
tesitura y en 1869 publicó la polémica epistolar entre Bartolomé Mitre y el
periodista uruguayo Juan Carlos Gómez que también abordó el tema de la
cuestionada alianza con Brasil, pero no puso en duda la entrada en la guerra ni
el carácter tiránico del gobierno de López. El fin de la guerra abrió una
disputa entre los aliados que de alguna manera permitió, junto con la mediación
norte americana, que el Paraguay continuara en el mapa. El ministro de
relaciones exteriores Mariano Varela ya había hecho algunas reclamaciones sobre
los arreglos territoriales al Imperio. Su intervención pasó a la historia como
“la doctrina Varela”. El 21 de diciembre de 1869 el ministro enunció la famosa
frase "la victoria no da derechos a las naciones aliadas para declarar por
sí, límites suyos los que el tratado señaló". El principal fundamento de
la Doctrina Varela sostenía que, si el gobierno argentino había intervenido en
la guerra de la Triple Alianza contra el gobierno de Francisco Solano López, lo
había hecho por haber sido agredida por el dictador paraguayo y no por reclamos
territoriales. En su discurso y accionar Varela demostraba más preocupación por
la posibilidad de que Paraguay se convirtiera en un protectorado brasileño que
por el destino del pueblo paraguayo. Bartolomé Mitre criticó la doctrina Varela
y éste finalmente fue reemplazado en su puesto por Carlos Tejedor.
Hacia el fin de la
contienda se editaron en Buenos Aires libros de dos británicos que trabajaron,
vivieron en el Paraguay durante años y que estuvieron junto al ejército de
López. En primer lugar, en 1869 apareció La
Guerra del Paraguay del ingeniero George Thompson y en 1870 se editó Siete años de aventuras en el Paraguay
de George Frederick Mastermann, boticario del
ejército paraguayo. Estos dos personajes históricos estaban desencantados por
el Mariscal y la mayor parte de sus críticas iban hacia él. Thompson
consideraba a López “un monstruo sin paralelo” y era más condescendiente con el
pueblo paraguayo que Masterman. Este pueblo que
Thompson describió con benevolencia sufrió la ferocidad de su líder que hacia
los últimos años de la guerra llevó adelante una política de juicios y
fusilamientos a los sospechosos de traición, mujeres y niños huían
atemorizados. López era un tirano que encontraba en hombres serviles su poder[13].
Thompson y Masterman fueron seductores para los editores y periódicos
porteños porque sintetizaron, legitimaron y ofrecieron una prueba en primera
persona de las representaciones del Paraguay que se desplegaron durante toda la
guerra. Masterman reconoció que no existía un odio de
los argentinos a los paraguayos y que eso lo había demostrado la contienda. Las
obras de Thompson y Masterman, junto con la
publicación de los documentos públicos[14],
encontraron rápida acogida en las editoriales porteñas que buscaron difundir
una idea legitimadora de una guerra ya muy impopular. Se trató de un refuerzo
algo más efectivo de las estigmatizaciones que ya predominaban porque se
basaban en relatos que provenían desde el mismo escenario de la guerra y en la
pluma de ciudadanos de la “civilización” europea. El libro de Thompson fue
reproducido en parte en varios periódicos del país, por ejemplo, en 1869 en el
periódico La Opinión de Mendoza.
A pesar del hartazgo
ante la guerra el ejército argentino continuó en el frente hasta el final,
aunque en un número menor al de Brasil. Ambas fuerzas ocuparon Paraguay hasta
1876 y tuvieron peso en las disputas políticas internas. La presencia del
ejército brasileño en Paraguay y sus negociaciones independientes despertaron
el enojo en Argentina que había respetado a rajatabla un tratado que había
hecho de la guerra un evento impopular. Un conflicto bélico con Brasil se
insinuó, pero no llegó a considerarse seriamente por el estado de ambos países
después de una guerra tan cruenta.
A modo de conclusión
El discurso público en
Argentina se unificó con cierto fervor al comienzo de la guerra contra Paraguay
y reflejó un consenso en las elites políticas liberales, mitristas
y también autonomistas, y en parte del federalismo con Urquiza como líder. Este
fervor se disipó con la prolongación inesperada del conflicto y la publicación
del tratado que reflejaba una alianza con Brasil muy difícil de tolerar para
ciertos sectores políticos. Argentina fue parte de la contienda durante los
cinco años que duró y luego participó con su ejército de la ocupación de
Paraguay durante siete años más. Durante esa ocupación impuso un feriado
nacional, el estilo de la Constitución y ejerció hasta donde pudo su influencia
en el gobierno provisorio.
A contramano de los
enfoques revisionistas que han sostenido que la guerra fue muy impopular por
una suerte de fervor latinoamericano “paraguayista”,
hemos encontrado un panorama muy diferente sobre las representaciones sobre
Paraguay durante la guerra en Argentina. Una visión demonizante
de su presidente y peyorativa de su pueblo más cierta indiferencia hacia su
destino fueron las claves para explicar el porqué de la duración de la guerra
para Argentina. Las resistencias se articularon mucho más en contra de la
alianza con el Imperio del Brasil y contra la hegemonía porteña que sobre una
defensa latinoamericana de Paraguay, tarea que casi exclusivamente llevó
adelante Juan Bautista Alberdi desde el exilio.
La alianza con Brasil
fue más impopular que hacer la guerra contra Paraguay. La guerra de la triple
alianza fue la resistida, la guerra que se hizo contra Paraguay fue celebrada,
luego justificada y más tarde criticada por su prolongación más que por su
causa. La demonización del presidente paraguayo y la estigmatización del pueblo
paraguayo estuvieron presentes en toda la contienda, en la prensa y en el
discurso político y fueron parte también del discurso de los opositores a la
alianza con Brasil. El consenso extendido sobre esta visión negativa de
Paraguay atravesó a los principales espacios políticos liberales, mitristas y autonomistas y también a parte de ex federales
y fue clave para que Argentina permaneciera en el conflicto hasta el final. La
guerra fue defendida por un amplio sector, tolerada por otros y entre los
opositores generó más indiferencia por el pueblo paraguayo que solidaridad y
resistencia por su causa. Los costos económicos derivados del conflicto y las
condiciones de la alianza con Brasil fueron los principales motivos de protesta
y se volvieron explícitos en el Congreso recién tres años después del inicio de
la contienda.
Referencias
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ANH Academia Nacional
de la Historia
HBNMM Hemeroteca de la
Biblioteca Nacional Mariano Moreno
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Recibido: 16/02/2019
Evaluado:20/03/2019
Versión Final: 15/04/2019
[1] Existen
numerosos estudios sobre la prensa de la guerra en los otros países
involucrados en el conflicto, para el caso argentino podemos citar entre otros
a De Marco, 2003, Ramírez Braschi, 2004, Sujatovich, 2018, Navajas, 2009,
Cucchi y Navajas, 2018 y Pérez, 2018.
[2] “Mi estimado Presidente
Me ha sorprendido de veras la noticia del ultraje inferido a nuestra patria por
el Gobierno del Paraguay. V.E. ha hecho justicia a mis antecedentes y a la
lealtad de mis declaraciones, señalándome un puesto a su lado. Todas las
órdenes convenientes están expedidas para cumplir las de V.E., preparando los
elementos necesarios para rechazar como se merece la ultrajante ofensa que
bárbaramente nos han inferido. Ha llegado el momento en que las palabras deben
hacer lugar a los hechos. Nos toca combatir juntos de nuevo bajo la bandera que
reunió en Caseros a todos los argentinos. Me congratulo de ello, porque la
felicidad de esta campaña fiada al tino y al patriotismo de V.E., mientras dará
gloria a la República puede dar por resultado seguro extirpar del todo las
disensiones políticas que antes habían dividido al país (…) Entretanto yo deseo
el momento de estrechar a V.E. la mano, poniéndome personalmente a sus
órdenes.” Correspondencia Urquiza-Mitre, 19 de abril de 1865. AM.
[3] “El pueblo de Buenos Aires ha visto con
satisfacción a los dignos hijos de Tucumán. Ellos, después de una travesía de
más de trescientas leguas en que han sufrido toda clase de privaciones vienen a
tomar parte en la cruzada contra el déspota del Paraguay, que han ultrajado la
honra argentina haciendo fuego sobre la bandera de Mayo”. El Pueblo, 10 de octubre de 1865, HUNLP.
[4] Hemos relevado
los siguientes periódicos: Correo del Domingo, Buenos Aires, 1865-1870, El
Aguijón, Salta, 1865, El Centinela
del Norte, Catamarca, 1867, El
Comercio, Entre Ríos, 1867-1870, El
Constitucional, 1864-1870 Mendoza, El Correo de Buenos Aires, Buenos Aires, 1864.El Correo del Norte, Salta, 1866, El Eco de Córdoba, Córdoba, 1866, El Eco de Corrientes, Corrientes, 1866-1868, El Eco de Entre Ríos, Entre Ríos, 1866, El Estudiante, Buenos Aires, 1866-1867, El
Grillo, Buenos Aires, 1865, El Gualeguay, Entre Ríos, 1866-1868, El Imparcial, Corrientes,
1868, El Independiente, Corrientes,
1864-1865, El Liberal, Corrientes,
1868, El Liberal, Tucumán, 1864-1867,
El Mosquito, Buenos Aires, 1864-1870,
El Nacional, Buenos Aires, 1864-1868, El Nacionalista, Corrientes, 1866, El Norte, Santiago del Estero, 1864-1870, El Orden, Jujuy, 1863-1870, El
Paraná, Entre Ríos, 1864-1867, El
Patriota, Córdoba, 1867-1868, El
Porvenir, Salta, 1868, El Porvenir, San
Luis, 1864-1868, El Progreso, Córdoba,
1867, El Progreso, Corrientes,
1864-1865, El Progreso, Entre Ríos,
1866-1867, El Pueblo, Santa Fe, 1868-1869, El Pueblo, Buenos Aires, 1864-1867, El Pueblo, Santiago del Estero, 1863, El Republicano, Entre Ríos, 1865, El Tiempo, Santa Fe, 1865-1867, El Zonda, San Juan, 1864-1870, La Actualidad, Salta, 1864-1869, La
América, Buenos Aires, 1866,
La Capital, Rosario, Santa Fe,
1867-1870, La Discusión, Córdoba, 1865, La Época, Jujuy, 1868-1870, La
Esperanza, Corrientes, 1864-1865, La
Juventud, Tucumán, 1869, La Libertad, Catamarca, 1864, La
Nación Argentina, Buenos Aires,
1864-1870, La Nación, Buenos Aires, 1870, La Opinión, Mendoza, 1870, La Paz, Santa Fe, 1868, La Prensa, Buenos Aires, 1869-1870, La Reforma, La Rioja, 1869, La Reforma, San Juan, 1866, La Regeneración, La Rioja, 1865-1867, La República, Buenos Aires, 1866, La Revista de
Buenos Aires, Buenos Aires, 1864-1870, La Rioja, La Rioja, 1968, La Tribuna, Buenos Aires, 1864-1870, La Unión Americana, Buenos
Aires, 1866-1867, La Unión,
Catamarca, 1867, La Voz de Cuyo, San
Juan, 1867-1870, La Voz de la Patria, Corrientes, 1868-1870, Las Provincias Unidas, Córdoba,
1868, Las Provincias, Córdoba,
1866, Revista Argentina, Buenos
Aires, 1868-1870. A excepción
de El Independiente en Corrientes, La América, La Unión Americana de Buenos
Aires y El Pueblo de Santa Fe (son cerrados) El Porvenir, El Pueblo
Entrerriano, El Eco de Entre Ríos y El Paraná ninguno se sale
del discurso de apoyo a la entrada de la guerra contra Paraguay, incluso cuando
las críticas a la alianza se habían generalizado. HBNMM y HUNLP.
[5] Sobre la
situación en Chile y las identidades puestas en juego durante el conflicto
bélico con España existen estudios recientes como el de Cid, 2018.
[6] “El pueblo paraguayo es una masa sin vida, es
una existencia atrofiada, una víctima que se resigna a todos los refinamientos
de crueldad, con que el verdugo se complace en hacer sentir su mano. No se
levanta una voz, no brota un pensamiento, no se escucha una palabra. El General
López anuncia que tal día vino al mundo para la honra del despotismo, y las
matronas y las doncellas de la Asunción danzan bajo la acción de un sol
abrasador a la puerta de su Palacio, celebrando tan fausto acontecimiento (…)
Hace cincuenta años que el pueblo paraguayo gime bajo los gobiernos personales.
Ellos han muerto el nervio de la opinión pública, y su situación actual
acongoja el alma. El comercio de la República está extinguido. Todas las
producciones naturales del suelo, la madera, el tabaco, la yerba, están
monopolizadas por el Gobierno. (…) El ruido del hacha de la civilización que
engrandece las ciudades de sus vecinos y anula sus soledades, no tiene eco en
el Paraguay.” José Manuel Estrada. Ensayo histórico sobre la revolución de los
comuneros del Paraguay y la guerra de 1865. Buenos Aires, 1865.
[7] Para un estudio
del inicio del conflicto en Mendoza ver Bragoni, 2010. Un análisis de las
resistencias a la guerra en todo el país puede encontrarse en Pomer, 1988 y
sobre la situación específica de La Rioja y alrededores en De la Fuente, 2007.
[8] “Hay quienes
creen que las victorias del ejército aliado son derrotas y que sus antipatías
van hasta poner en desacuerdo a los mismos que deben estar unidos hasta el fin
de la campaña contra el tirano López. Tomen ellos nota de los siguientes
párrafos de caras. Sus sueños fantásticos se desvanecen ante el patriotismo de
los soldados de la libertad.” Periódico El
Eco de Córdoba, julio de 1866, HUNLP.
“Es fuera de duda hoy que Tamandaré y
Polidoro no han segundado el plan del Gral. en Jefe en su ataque a Curupaytí y
que por esto ha fracasado una de las operaciones más importantes que haya
emprendido el ejército aliado” Periódico El
Eco de Córdoba, octubre de 1866, HUNLP.
[9] “Hace muy pocos días
La Nación Argentina traía estas textuales palabras: EL BRASIL DE ALIADO PUEDE
CONVERTIRSE EN PRESIDENTE. Por honor de los argentinos pedimos al diario
argentino la Nación que retirara esas palabras indignas de un hijo de estas
Repúblicas. La Nación avergonzada ha exclamado al fin que ella no ha querido
decir: Que el Brasil de aliado pueda convertirse en PRESIDENTE sino en
Prescindente. La salida ha sido ridícula y algo gauchesca la verdad, pero al
menos ya nos muestra que el Dr Elizalde está arrepentido de haber tan temprano,
enseñado al pueblo su programa. Ya que la Nación retira esas palabras inocuas
es preciso también que se declare arrepentida de haber escrito el mismo
artículo estas otras aunque para ello busque otra palabra parecida a Prescindente:
EL PARTIDO LIBERAL ESTA PERDIDO EN EL RIO DE LA PLATA SIN EL APOYO DEL BRASIL.”
Periódico La Tribuna, 18 de marzo de
1868, HUNLP.
[10] “Proyecto de ley de Nicasio Oroño
El Senado y Cámara de Diputados de la Nación
Argentina, resuelve:
Artículo 1 El Poder Ejecutivo Nacional
procederá a la mayor brevedad posible a abrir negociaciones con los poderes
aliados a objeto de poner término a la guerra exterior en que actualmente se
halla empeñada la República Argentina, ya sea aceptando la mediación de una
potencia amiga o entendiéndose directamente por medio de negociaciones con el
Gobierno del Paraguay.
Art 2 Exonérase al Poder Ejecutivo de tomar
los artículos adicionales al tratado de alianza de fecha 1 ro de Mayo de 1865,
registrados en el protocolo o protocolos de la misma fecha, como base o
condiciones a que se refiere el artículo anterior, limitándose estrictamente a
exigir la satisfacción conveniente al honor e intereses de los poderes aliados
y respetando de igual modo la independencia del pueblo y Gobierno del Paraguay.
Bs As, 30 de junio de
[11] “La guerra señor,
no ha venido a nuestro país por causa de la República Argentina; la guerra ha
venido a la República Argentina a consecuencia de las promesas ciertas o falsas
que el representante del Imperio del Brasil había hecho ante el Senado Brasilero.
(…) Si hoy, según su declaración, no existen más de 10 o 12.000 hombres ¿qué se
han hecho de los 16 o 20.000 soldados de que se componía el ejército? ¿Dónde
están los 28.000 argentinos que la Memoria del Ministerio de la Guerra nos daba
como existentes y armados? Nos ha dicho el Sr Ministro, para atenuar un tanto
los estragos de la guerra, que en 8 o 10 días de cólera, han muerto más
argentinos que en la guerra del Paraguay, pero ¿el Sr Ministro ignora que el
cólera es uno de tantos azotes que la misma guerra del Paraguay nos ha traído?
(Aplausos) Manuel Quintana, Cámara de Diputados, 1 ro de junio de 1868. ANH.
[12] “(…) El Sr
Ministro nos ha hablado de las riquezas del Paraguay, de lo repletas que
estaban sus arcas y de lo bien armado de sus soldados. Las entradas del
Paraguay no alcanzaban a un millón de patacones y es con entradas tan exiguas
que no alcanzan a lo que produce en un año la Aduana de Buenos Aires que se
puede sostener semejante tesis. ¿Qué era, Sr Presidente, por otra parte, el
Ejército Paraguayo? (…) El armamento del Paraguay era tan inservible que cuando
la toma de alguno de ellos tuvieron que abandonarlo. Pero sea de esto lo que
fuere, sea que no hayan muerto sino 2000 argentinos, sin embargo que yo he
leído que más de ese número cayó en Curupayty combate tan desdoroso para el que
lo mandó (aplausos). Manuel Quintana, Cámara de Diputados, 1 ro de junio de
1868. ANH.
[13] “En cuanto a su
patriotismo, la guerra misma prueba suficientemente que no conoce siquiera este
sentimiento. Un tirano jamás encontraría una policía más dócil que los mismos
hombres que han peleado por él con tanta abnegación. La inhumana crueldad con
que ejecutaban sus órdenes puede ser atribuida en parte a la ferocidad natural
y en parte al placer que hombres tratados con inusitada severidad, sienten en
pisotear a los que les son superiores en nacimiento o fortuna”. George
Masterman. Siete años de aventuras en
Paraguay. Buenos Aires, Imprenta Americana, 1870, p. 5. La otra obra es la
de George Thompson. La Guerra del
Paraguay. Buenos Aires, Imprenta Americana, 1869.
[14] Durante 1869 se publicó además en Buenos
Aires por orden del Gobierno Nacional “Papeles del tirano del Paraguay tomados
por los aliados en el asalto de 27 de diciembre de