Argentina, tierra de machos y señoras gordas.
Género, masculinidad y política
en Tacuara
Argentina, land
of macho man and fat ladies.
Gender,
manliness and politics in Tacuara
Esteban Campos
Instituto de Historia Argentina y
Americana Dr. Emilio Ravignani;
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)
Resumen
El propósito
de este artículo es analizar las representaciones sexo-genéricas en la prensa
política del Movimiento Nacionalista Tacuara (MNT), perteneciente al campo de
la derecha nacionalista, y el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara
(MNRT), una escisión del primero que se desplazó a posiciones lindantes con la
izquierda peronista. A partir de la observación de periódicos como Tacuara. Vocero
de la juventud nacionalista y Ofensiva del MNT, Barricada y Tacuara
del manchón del MNRT en los años que van entre 1958 y 1964, planteo que la
construcción de estereotipos de género en la prensa de la Tacuara nacionalista
y la Tacuara revolucionaria es indisociable de su discurso político. Estas
referencias se repiten de manera sistemática hasta convertirse en un tópico
discursivo del MNT, mientras que en los medios gráficos del MNRT ocupan un
lugar marginal. En la insistencia de vincular la política con el género
subyacía una práctica discursiva que exaltaba la virilidad como un atributo
masculino propiamente nacionalista. Del otro lado, la oposición y sus símbolos
eran ridiculizados en términos misóginos y homofóbicos.
Palabras
clave
Estereotipos
de género; Masculinidades; Misoginia; Homofobia; Virilidad; Prensa tacuarista
The purpose of this article is to analyze the sex-gender
representations in the political press of the Nationalist Movement Tacuara (MNT), belonging to the field of the nationalist
right, and the Nationalist Revolutionary Movement Tacuara
(MNRT), a split of the first that moved to positions bordering the Peronist
left. From the observation of magazines like Tacuara.
Spokesman of the nationalist youth and Offensive of the MNT, Barricade
and Tacuara del manchón
of the MNRT in the years between 1958 and 1964, I propose that the
construction of gender stereotypes in the press of the nacionalist
Tacuara and the revolutionary Tacuara
is inseparable from their political discourse. These references are repeated
systematically until they become a discursive topic of the MNT, while in the
graphic media of the MNRT they occupy a marginal place. In the insistence of
linking politics with gender, there was a discursive practice that exalted
virility as a properly nationalist attribute of the males. On the other side,
the opposition and its symbols were ridiculed in misogynistic and homophobic
terms.
Keywords
Gender stereotypes; Masculinities; Misogyny; Homophobia;
Virility; Tacuarist press
“Hubo una revolución feminista.
Se articularon discursos, a pesar del decoro y frente a la hostilidad. Y eso
sigue en marcha. Pero, de momento, nada con respecto a la masculinidad (…) El
sexo que se dice fuerte es precisamente el que hay que proteger sin cesar, el
que hay que confortar, curar y cuidar. Al que hay que proteger contra la
verdad. Las mujeres son tan cabronas como ellos y los hombres tan putos y tan
madres como ellas, todos estamos en medio de la misma confusión. Hay hombres
que están hechos para ocuparse del jardin, de la
decoración interior y para llevar a los niños al parque; y mujeres con un
cuerpo capaz de agujerear la cabeza de un mamut, de hacer ruido y de tender
emboscadas. A cada cual su terreno”
Virginie Despentes, Teoría King Kong (2006)
Historia
reciente y género
En el campo de la historia
argentina reciente del período 1955-1976, la relación entre género y derechas
sigue siendo un área vacante. Si bien existen investigaciones sobre el rol de
las mujeres en las organizaciones nacionalistas de los años '20 y '30, las
coordenadas más frecuentes de los trabajos dedicados a la segunda mitad del
siglo XX giran alrededor de la militancia femenina en organizaciones
guerrilleras y partidos de izquierda, la represión de la última dictadura
militar, y las transformaciones de la familia, la pareja y la vida cotidiana en
los años '60 y '70 (D'Antonio y Viano,
2018).[1] En Europa y Estados Unidos, en cambio, los estudios de género
sobre movimientos fascistas que incorporan como un eje crucial a las
masculinidades, proveen un amplio repertorio de producciones (Pickering-Iazzi 1995; Mosse 1996; Woodley 2010). El propósito
de este artículo es analizar las representaciones sexo-genéricas en la prensa
política del Movimiento Nacionalista Tacuara (MNT), perteneciente al campo de
la derecha nacionalista, y el Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara
(MNRT), una escisión del primero que se desplazó a posiciones lindantes con la
izquierda peronista.[2] A partir de la observación de
periódicos como Tacuara. Vocero de la juventud nacionalista, Ofensiva,
Barricada y Tacuara del manchón en los años que van entre 1958 y
1964, planteo que la construcción de estereotipos de género en la prensa de la
Tacuara nacionalista y la Tacuara revolucionaria es indisociable de su discurso
político. Estas referencias, aunque dispersas en la cartografía de las fuentes
documentales, se repiten de manera sistemática hasta convertirse en un tópico
discursivo del MNT, mientras que en los medios gráficos del MNRT ocupan un
lugar marginal. En la insistencia de vincular la política con el género
subyacía una práctica discursiva que exaltaba la virilidad como un atributo
masculino propiamente nacionalista. Del otro lado, la oposición y sus símbolos
eran ridiculizados en términos misóginos y homofóbicos.
El peso de la masculinidad en la construcción identitaria de
organizaciones políticas como Tacuara, que formaron parte de sistemas
sexo-genéricos históricamente situados, no ha sido tenido en cuenta por ninguna
investigación. Aunque Natalie Zemon-Davies advertía a
mediados de los años '70 que “no deberíamos trabajar solamente con el sexo
oprimido, del mismo modo que un historiador de las clases sociales no puede
centrarse por entero en los campesinos” (Andújar
2012: 97), las masculinidades siguen siendo un interés lateral en la
historiografía con perspectiva de género de la Argentina. Dado que la
masculinidad tacuarista se configuraba
simultáneamente en estructuras de relación que iban más allá del género (Connell 1997:37), dar cuenta de estos elementos permitirá iluminar un ángulo
poco transitado de las representaciones políticas sesentistas.
Para Omar Acha, por ejemplo, el sexo, el
deseo, la masculinidad y la feminidad son objetos de la investigación histórica
irreductibles al ámbito de la historia de las mujeres y los estudios de género,
ya que participan en la organización de las formas ideológicas. Como señala en
uno de sus trabajos sobre la obra de Juan José Hernández Arregui:
La problematización de la diferencia sexual fue un tópico decisivo,
sobre todo para definir las clasificaciones y los denuestos, enunciados en
general muy rápidamente, pero que tienen la función de establecer una
distinción entre un campo positivo y el otro negativo. Lo viril y penetrador
caracteriza a la clase obrera, a la población nativa del interior, al
nacionalismo popular, y lo femenino o andrógino a la oligarquía, a la
intelectualidad extranjerizante, a la clase media urbana (...) La crítica
sexual del otro había sido utilizada por el peronismo y el antiperonismo.
Desde cada uno de los sectores se procedía a una denuncia pública del
contrario. Ezequiel Martínez Estrada mentaba a los “escritorzuelos” peronistas
como “maricones de la literatura” y Arturo Jauretche le respondía llamándolo
“un manflorón, una especie de marica intelectual”. La
desconfianza hacia la clase media también era simbolizada con rasgos de género,
como en la “Señora Pequeña Burguesía” que denunciaba Rodolfo Puiggrós. Aún
más amplia era la presencia de la representación de la “penetración” extranjera
y la “entrega” al imperialismo, y de la defensa de la integridad sexual por la
clase obrera nativa (Acha 2012: 6, 15-16).
Si la introducción del sexo como una
trama visible del discurso social en la Argentina se remontaba como mínimo a
fines del siglo XIX, lo nuevo del ciclo peronista fue la inclusión de variables
de género como parte de una saga nacional-popular, que unía a las montoneras
federales con el proletariado industrial de origen provinciano. El discurso
genérico del peronismo, que en buena medida compartía Tacuara, presentaba a una
clase obrera nacional y masculina con amplias raíces históricas (Acha 2012: 16). Estos motivos, característicos de las
mutaciones del revisionismo histórico en los años '50 y '60, fueron un punto de
confluencia entre las tradiciones de la derecha nacionalista y la cultura
política de la emergente izquierda peronista.
Tacuara y sus agrupaciones derivadas
Tacuara fue una organización nacionalista y
católica de notable exposición pública entre 1958 y 1964 por sus actividades antisemititas y anticomunistas, cuyos orígenes se remontan
a un puñado de militantes provenientes de la Unión Nacionalista de Estudiantes
Secundarios. Su ideología recorría buena parte del universo cultural de la
derecha argentina y europea de entreguerras: el falangismo de José Antonio
Primo de Rivera, el nacional-sindicalismo de Ramiro Ledesma Ramos, el revisionismo
histórico, teóricos del antisemitismo como el padre Julio Meinvielle,
e intelectuales filo-nazis como el francés Jacques-Marie de Mahieu,
cuya teoría del Estado comunitario criticaba la propiedad privada y la
plusvalía. En la definición de su líder Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu, los tacuaristas no eran de izquierda ni de derecha, sino una
síntesis superadora de ambas corrientes.[3] Los medios
de prensa de la organización que difundían éstas ideas
eran Tacuara. Vocero de la juventud nacionalista, periódico oficial del MNT
dirigido primero por Joe Baxter, y luego por Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu, y
Ofensiva, un boletín de circulación interna que dependía del Departamento de
Formación dirigido por Rodolfo Domínguez.
En 1958, a partir de la intervención en el conflicto conocido como
laica o libre a favor de la legalización de las universidades católicas, el MNT
creció numéricamente y modificó su composición social. El núcleo originario,
vinculado a jóvenes de familias patricias, fue desbordado por la incorporación
de nuevos militantes con un perfil más plebeyo y afinidades peronistas, lo que
tuvo como consecuencia varias rupturas. En octubre de 1960, un grupo cercano al
padre Meinvielle se separó para fundar la Guardia
Restauradora Nacionalista, denunciando que Tacuara había sido conquistada por
“el fidelismo, el trotskismo y el ateísmo” (Bardini,
2002: 44). Por el
contrario, otros activistas que criticaban a Ezcurra Uriburu por no
comprometerse a fondo con el peronismo crearon en 1961 el Movimiento Nueva Argentina,
una escisión que se proclamó abiertamente peronista y se vinculó a los
sindicalistas de la Unión Obrera Metalúrgica. En 1962 tuvo lugar la ruptura del
Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara, a partir de un grupo liderado
por José Luis Nell, Joe Baxter y Alfredo Ossorio, que
se acercó al peronismo con un nacionalismo más permeable a la cultura de
izquierdas. El MNRT reivindicaba los procesos revolucionarios en Cuba y
Argelia, leía a autores provenientes de la izquierda nacional como Jorge Abelardo
Ramos, y practicaba acciones armadas de carácter expropiatorio. Esta mutación
expresaba el pasaje de la ideología nacional-católica del MNT a un nacionalismo
más secularizado, interesado por la emancipación económica y social del Tercer
Mundo. La transformación de la Tacuara revolucionaria se puede rastrear en el
periódico Tacuara. Órgano del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara,
también conocido como Tacuara del Manchón por la mancha impresa sobre las
primeras dos letras de la publicación. El medio de comunicación militante
dirigido por Julio Ríos publicó no menos de siete números casi desconocidos en
los medios académicos.[4]
Al poco tiempo de iniciarse el recorrido del MNRT, Ossorio y sus
seguidores cuestionaron lo que veían como un giro a la izquierda del sector
capitaneado por Baxter y Nell, razón que los llevo a
congregarse en torno al periódico Barricada, con un discurso próximo a las
ideas comunitaristas de De Mahieu.
En agosto de 1963, la fracción izquierdista del MNRT asaltó el Policlínico
Bancario en el barrio porteño de Caballito con un saldo de dos muertos, tres
heridos y un botín de 100.000 dólares, pero al año siguiente una investigación
policial desbarató a la organización. En la cárcel, un grupo de militantes de
la Tacuara revolucionaria se acercó al marxismo, sin abandonar el peronismo
como identidad política. Algunos, como Jorge Caffatti,
Carlos Arbelos y Alfredo Roca, continuaron su
militancia en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). Otros, como Joe Baxter y
José Luis Nell, se vincularon al Ejército
Revolucionario del Pueblo y a Montoneros, respectivamente.
Masculinidades
Desde sus inicios,
los jóvenes de colegios secundarios que ingresaban a Tacuara no sólo adoptaban
una ideología política, sino también un conjunto de rituales, una manera de
vestir y una serie de actividades que les permitían distinguirse de sus pares y
del género opuesto. Como graficaba Eduardo Galeano en una nota periodística de
1967, el MNT era un ámbito de socialización predominantemente masculino:
Otros elementos del fetichismo fascista resplandecen
en la naciente leyenda de los muchachos «de la caña», «los
machos», «los que se la juegan»: el saludo con la palma extendida, las grises
camisas grafa que parecen camisas militares, las
ceremonias de la iniciación, la conquista del derecho a la cachiporra -goma,
arena, plomo- y a las armas de fuego (Galeano 2006: 135).
Tacuara irrumpió en el escenario político como una fraternidad de varones que se peinaban hacia atrás con gomina,
vestían camisa y pantalón grises, calzaban mocasiones
con punta de hierro y lucían prendedores con la cruz de Malta en sus solapas (Gutman
2003: 71). Los enfrentamientos con militantes de izquierda y los atentados
antisemitas eran un rito de pasaje que, para los jóvenes tacuaristas,
significaban politizarse en un sentido amplio: formar parte de una organización
política, saltar a la vida adulta y conquistar un reconocimiento en la esfera
pública. Pero no menos importante era que la ética y la estética de poner el
cuerpo en disposición de combate les permitía obtener, a través de la violencia
colectiva, el dividendo patriarcal de una agresividad atribuida a los
auténticos varones.[5] Estas prácticas se correspondían en la prensa del MNT con un
discurso que exaltaba la virilidad como una cualidad masculina que simbolizaba
a la patria misma. Bárbara Spackman (1996) y Daniel
Woodley (2010) sostienen que el discurso fascista realizaba una defensa
exagerada de la masculinidad blanca porque estaba obsesionado con la virilidad
y la fertilidad, elevadas al rango de imperativos políticos para la
preservación de la raza y la nación. Si bien Tacuara había surgido al calor de
la guerra fría y se filiaba con distintas tradiciones ideológicas, era deudora
de las mismas concepciones, como puede verse en este largo pasaje del boletín Ofensiva:
Cuando el
enemigo habla de nuestras “ceremonias secretas”, de las misteriosas “eminencias
grises” que rigen la “conjura nazi” a la que sirve TACUARA, está queriendo
negarnos nuestra espontaneidad, el carácter de viril reacción nacional que
tiene nuestra postura (…) Desde el judío Freud que, buscando la desintegración
de la unidad de la familia, escupe sus asquerosas “motivaciones sexuales” sobre
el amor filial; hasta el no menos judío Jacobo Timmerman
que -por ejemplo- en el primer número de “primera plana”, tras verse obligado a
reconocer que el pueblo argentino desea un gobierno autoritario, “explica” este
deseo afirmando -asesorado por “eminentes” siquiatras y sociólogos- que en
nuestro país más del 80% de la población sufre de paranoia, ezquizofrenia
o por lo menos neurosis... El enemigo busca afanosamente crear una desconfianza
interna en la propia capacidad de reacción. No existe dignidad, no existe amor,
no existe fidelidad, no existe patriotismo: todo se reduce a un par de
instintos simiescos, a varias subconscientes desviaciones sexuales y a un
absoluto materialismo dialéctico. Frente a esta rastrera concepción de vida,
verdadera castración espiritual del ser humano, debemos alzar en toda su
violencia nuestra espontaneidad nacionalista.[6]
Para el “Camarada N.” que firmaba la nota, Tacuara representaba la
virilidad, la humanidad y la nación, mientras que el psicoanálisis freudiano,
el materialismo dialéctico y el judaísmo eran parte de una amenaza multiforme
que pretendía reducir las instituciones básicas de la nacionalidad a pulsiones
animales y desviaciones sexuales. La figura de la castración, para analistas
del fascismo como Klaus Theweleit,
proviene de un primario temor de los varones a perder la identidad de género,
en otras palabras el riesgo a la disolución de la
diferencia sexual y las jerarquías entre varones y mujeres (Woodley, 2010:
218-219). En los propios términos del MNT, la negación de la virilidad era
también una castración política, la posibilidad de que judíos y comunistas
tomen el poder para destruir la familia, la patria, y todo aquello que
distinguía la identidad tacuarista. El tópico de la
virilidad también aparece en la prensa oficial de Tacuara: en un artículo sobre
el nacional-sindicalismo, Adolfo López Portillo sostenía que “Las Fuerzas
Armadas no pueden estar ausentes de la lucha de un país hecho a Cruz y Espada
que se apresta, viril, militarmente, a encarar la batalla final”.[7] En otro
número de Tacuara. Vocero de la Juventud Nacionalista, E. T. Bustamante
le dedicaba un poema a Darwin Passaponti, donde lo
ensalzaba en estos términos “Tu juventud vibrante supo ver el camino / y ya no
eras un soldado de nuestra Patria erguida / viril adolescente que, en heroico
destino / casi sin conocerla supiste dar la vida”.[8]
En el discurso del MNT, la
virilidad como atributo de la nación y los nacionalistas se asociaba a otras
figuras de carácter fálico que, aparte de exaltar la masculinidad, concentraban
“todas las fantasías colectivas de la fuerza fundadora” (Bourdieu 2010:15). La idea de
la “Patria erguida” no era casual ni aislada; en una nota de corte
historiográfico revisionista para el boletín Ofensiva, Mariano Laura se preguntaba que
quedaba del ejemplo soberanista de José de San Martín y Juan Manuel de
Rosas:
¿Qué hay de todo esto en la actualidad? ¿Qué hay de ese
fervor nacionalista que impulsa a San Martín a transponer los Andes? ¿Qué hay
de ese ardiente Nacionalismo que hace el milagro de la Vuelta de Obligado o sea
el triunfo sobre las potencias de la época, cuando apenas la República
Argentina era una decena de aldeas rudimentarias? ¿Qué queda de aquellos
sacudimientos nacionales cuando el gauchaje enardecido ante la presencia del
Caudillo, irrumpía en la Plaza de la Victoria, y arrastraba tirando de las
varas y de las lanzas, el carruaje del Gaucho Rubio, en un delirio
multitudinario, hasta la Casa de Gobierno? ¿Qué queda de aquella Argentina
vertical, dispuesta a jugarse, de aquella Argentina erecta, permanente vigía y
celosa defensora de hispanoamérica?[9]
La figura de la nación erecta se correspondía con la imagen de la
caña como sinécdoque de Tacuara y metáfora de virilidad en cuanto potencia
asociada al género masculino.[10] En el número 7 de Tacuara. Vocero de la Juventud Nacionalista,
una nota sin firma reivindicaba que “todavía existe en Argentina una juventud
dispuesta a dar su sangre por esta tierra, tierra de machos, curtida por el
sudor y la sangre de nuestras generaciones gauchas, soberana a punta de lanza
tacuara”.[11] La masculinidad hegemónica reverberaba en las gestas pasadas y en
las necesidades presentes de la nación argentina, como advertía el “camarada
A.I.E” (Alberto Ignacio Ezcurra) en Ofensiva: “a la Patria no se la
defiende con papeletas, sino con tacuaras, cadenas y cañones viejos, con
piedras o con aceite hirviendo (…) en lugar de tanto palabrerío democrático y
tanta imbecilidad liberal, hace falta la mano fuerte de un hombre macho, de un
caudillo criollo”.[12]
Dado que el
fascismo politizaba la virilidad y la fertilidad, por la misma razón atacaba
cualquier forma de afeminación y homosexualidad como
corruptores de la integridad de la nación y la raza. La homofobia fascista
nacía de una tensión entre la hipermasculinidad que
exaltaba la camaradería del soldado varón alejado de la heterosexualidad
doméstica y la represión a las tendencias homosexuales en la comunidad guerrera
idealizada (Mosse 1996:175; Woodley 2010:212). El discurso del MNT manifestaba aversión
por lo que concebía como desviaciones y desbordes sexuales, que también
aparecían asociados a los extravíos propiamente políticos. En consecuencia, el
reverso de la masculinidad y la virilidad tacuarista
era una retórica cargada de elementos homofóbicos y misóginos que proveían a
Tacuara de contratipos, un grupo de imágenes contrarias que reflejaban la
propia identidad (Mosse 1996:56-57). Los contratipos podían ser utilizados tanto para desacreditar opositores
políticos como con fines político-asociativos, una marca de manada destinada a
proteger la homosocialidad dominante de la
agrupación. Tal como indica Raewyn Connell, la masculinidad
hegemónica opera en “como los hombres difieren entre ellos”, es decir, apunta a
la diferenciación interna de los varones de la misma manera que las prácticas
de la feminidad jerarquizan a las mujeres (Connell, 1997: 17). En el artículo
“Sobre la camaradería”, que procuraba intervenir en la vida cotidiana de la
organización, se argumentaba que todas las derrotas del nacionalismo provenían
de fallas en la solidaridad grupal. La camaradería “es algo más que palmearse
la espalda y preguntarse por la familia, luego de haberse saludado brazo en
alto”, ya que implicaba sacrificio, caballerosidad y entrega al movimiento,
pero sobre todo sinceridad en el compromiso individual y colectivo:
Sinceridad por los camaradas en la vida diaria.
Entre nosotros no caben espíritus cobardes, invertidos espirituales, que hacen
de la calumnia rastrera, de la maledicencia, de la crítica sucia, de la disconformidad
injustificada, sus temas de conversación habituales. Afrontamos al enemigo de
frente, y de frente -por las vías que la disciplina marca- presentamos nuestras
quejas cuando sinceramente creemos que son justificadas. Ejercitamos la
camaradería y repudiamos la “camarilladería”.[13]
La conducta desviada en el seno de Tacuara era
metaforizada con la figura del invertido, por naturaleza cobarde y rastrero. En
cambio, el buen militante nacionalista acometía al enemigo de frente, lo que
desalentaba -filas adentro de la organización- cualquier posibilidad de ofensa
por detrás que pusiera en riesgo las vías rectales simbólicas de los camaradas.
La transgresión sexual, desde luego, también era incluida en la trama densa de
la conspiración opositora. Para Ezcurra Uriburu,
“el materialismo histórico, la economía liberal, el sufragio universal, pueden
ser defendidos por un criminal, un estafador o un invertido sin otra condición
que la elocuencia verbal o escrita”.[14] En palabras del dirigente, el militante ideal era
mitad monje mitad soldado, y debía entregarse de manera desinteresada por
“multitudes que sólo pensaban en la plata, en las mujeres y en el fútbol, para
quienes la patria, el espíritu y su propio sacrificio eran una estupidez”.[15] La
crítica puritana al aburguesamiento de la sociedad argentina era parte de una
cosmovisión donde el desorden sexual se emparentaba al desorden político. Esto puede verse en otra nota firmada por el jefe del
MNT, donde denunciaba a Arturo Frondizi por generar las condiciones para que
las protestas contra su gobierno fueran capitalizadas por el comunismo. El
oficialismo y sus aliados:
Quieren apurar hasta la última copa, quitarle al país la última
gota de sangre y jugo, hasta que el amanecer de la Revolución corte
violentamente esta noche postrera de orgías. Un corte total y a empezar de
nuevo. Con nuevos hombres, nuevas instituciones y nuevas guías. Un Nuevo Orden
frente al viejo caos.[16]
Las
analogías entre sexo y política no eran sólo un capricho de Ezcurra Uriburu. En
el boletín Ofensiva, Pedro Otaño redactó un extenso descargo sobre el
“Diálogo con los jóvenes fascistas” publicado por Rogelio García Lupo, una
investigación periodística que advertía coincidencias entre el tacuarismo y el castrismo. Para el militante de Tacuara la
comparación era falsa, puesto que la Revolución cubana carecía de sentido cristiano
y nacional. Por el contrario, con la llegada de Fidel Castro: “La explotación
capitalista un tanto anárquica, dio una vuelta más al torniquete con la economía
colectivista. El jolgorio de los cabarets y de los prostíbulos halló su
sucedáneo masivo en los campamentos de camaradería y en el amor libre”.[17] Una
vez más, la enunciación de la diferencia sexual y sus ansiedades alrededor de
la desviación y el desborde servían para recortar las identidades políticas,
para señalar la escisión entre un “nosotros” y un “ellos”.
Feminidades
El Movimiento Nacionalista Tacuara no fue una organización
exclusivamente masculina, si bien las mujeres ocupaban un lugar claramente
minoritario en él. El dirigente Oscar Denovi, por
ejemplo, recuerda que su esposa lo acompañaba a todos los actos de la
agrupación, y además participó como candidata a concejal en 1962 por la Unión
Cívica Nacionalista, un partido político que le permitía a Tacuara
promocionarse electoralmente (Padrón2017:282).
Sin embargo, para comprobar una participación más orgánica de las mujeres hay
que indagar en la prensa del Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara: el
17 de agosto de 1964 se realizó un acto en conmemoración de José de San Martín
en Goya, Corrientes, donde “hicieron uso de la palabra el Cda.
secretario general del Comando 'San Martín' de TACUARA y la Cda.
Jefa de las Brigadas Femeninas del MNRT de dicha localidad”.[18] Hasta ese momento, la política tacuarista
parecía ser cosa de hombres, como se advierte en otro testimonio de Denovi:
Nosotros cuando nos
enfrentábamos a los comunistas, que tuvimos dos en la calle Lavalle, que los comunistas
venían en manifestación, entonces salimos nosotros: “Viva Tacuara” y qué sé yo,
y había mujeres, y me acuerdo que Horacio Bonfanti
dijo: “Las mujeres afuera”, y ahí empezamos a las piñas con los tipos…(Padrón2017:240)
Las mujeres eran excluidas de aquellas prácticas de “poner el
cuerpo” que simbolizaban el compromiso militante del MNT y se vinculaban a una
sociabilidad predominantemente masculina. Una de las formas en que la prensa tacuarista percibía los roles de género se expresaba de
manera tradicional, naturalizando la diferencia sexual y preservando
discrecionalmente las fronteras simbólicas entre lo masculino y lo femenino. En
dicha grilla clasificatoria, un primer fenómeno a señalar es la exaltación de
la maternidad, como puede verse en el poema “Salutación de una esperanza
madre”:
Oh mujer de
la siembra y el rebaño
que por las
azoteas del insomnio
ovillas en
la cuenca de tus horas
nueve lunas
de albricias y de miedo! (…)
Loada sea
madre que proyectas
un cálido
destino en tus entrañas! (…)
Loada sea la
voz que en la semilla
promueve la
erupción del hombre nuevo! (…)
(En pensar
-dime- has dado
qué sería de
ti si en la cosecha
tras el
sopor liviano del banquete
celebrado en
honor del yanqui imbécil
de un sorbo
voluptuoso del grifo asiático
se fumará la
sombra de tu niño?
Pero no
desenvaines dientes y uñas
ni dilate el
terror -mujer del predio-
la lunar
brillazón de tus pupilas
que no te
hostigará tal vituperio
mientras le
arda en la sangre a él una astilla
de la caña
TACUARA de su abuelo
y una antena
de luz -interesando el siglo-
una su pulso
al del cordero.[19]
En los sinuosos versos de Soulé Tonelli,
las mujeres eran valoradas por su lugar en la reproducción de sujetos
revolucionarios, mientras lo público, lo político y la potencia fálica
aparecían asociados al género masculino. Frente a la amenaza conjunta del
capitalismo norteamericano y el comunismo soviético -el “yanqui imbécil” y el
“grifo asiático”- no hacía falta que la madre ejerciera algún tipo de
resistencia. Su prole de hombres nuevos estarían allí
para defenderla, híbridos de tradición (la caña tacuara del abuelo montonero) y
modernidad (la antena de luz como signo poético futurista). Por otra parte, un
rastreo atento de la prensa de Tacuara indica que el otorgamiento de atributos
femeninos era casi siempre negativo:
Somos asimismo espectadores de los chillidos de
señoras de ambos sexos por la magnifica ‘Semana
Social’ de la Iglesia, en un clarísimo intento por escindir al pueblo de la fe
católica y arrojarlo en brazos de las “corrientes democráticas”, que no es en
nuestro caso otra cosa que el materialismo liberal-comunista.[20]
La representación
de la feminidad era empleada como un arma para clasificar y denigrar a
liberales, demócratas e izquierdistas. Pero la práctica discursiva que, al ser
repetida de manera sistemática, se convirtió en un tópico de la prensa tacuarista fue la de feminizar al régimen democrático
liberal. En “Carnaval de entrega”, la
editorial redactada por Ezcurra Uriburu, el principal dirigente del MNT
sostenía que:
La vieja del
gorro frigio, hija de la revolución francesa y señora del país desde Caseros,
está en las últimas: chochea. Y nuestra pobre Patria, nacida para grandes
destinos en frustración constante, corcovea para sacarse de encima a esta gorda
caduca, que con las riendas en la mano le está haciendo hacer piruetas de
locura. Porque esto que estamos presenciando, que son los estertores de un
régimen decadente, la democracia liberal, de instituciones, hombres,
parlamentos y partidos de un régimen de supervivientes, tiene todas las
características de un circo y un sainete.[21]
Si en la misma tapa del periódico donde fue publicado este
fragmento, la patria aparecía retratada como una joven guerrera de casco con
penacho, que portaba una bandera argentina con una cruz de Malta en el centro,
la democracia también tenía cara de mujer, pero era vieja y gorda. En otra nota
se graficaba más la imagen y se añadían nuevos elementos: “No nos importa -lo
repetimos una vez más- la suerte de la democracia (esa señora gorda, mal
vestida y que tiene acento extranjero). Nos importa la patria, nuestra patria,
la que los políticos nos niegan”.[22] En distintos ejemplares de la prensa tacuarista
también se pueden ver diatribas contra “el grotesco general Aramburu, nuevo
Mitre de las señoras gordas” y contra La Nación, “el diario de las señoras
gordas”[23], lo que permite
inferir que el tópico misógino no sólo tenía un contenido político sino también
sociológico, ya que servía para denostar a las clases altas etiquetadas como
oligarcas.
La feminización de los adversarios políticos y sociales también
fue una estrategia retórica visible, aunque en menor medida, en la prensa de la
Tacuara revolucionaria, tanto la del sector que respondía a Alfredo Ossorio
como la fracción vinculada a Joe Baxter y José Luis Nell.
En septiembre de 1964, Barricada denunció al gobierno de Arturo Illia
por clausurar la imprenta y encarcelar al equipo editorial del periódico, en el
marco de la ola de detenciones por el asalto al Policlínico Bancario:
Todos los
resortes y engranajes del sistema se movieron y coincidieron (como siempre)
ante el peligro. Desde el siempre útil Alfredo Palacios y el marxista
Codovilla, que pedían con histeria femenina la “cárcel para los asesinos
fascistas”, hasta los sectores ultra-gorilas del
gobierno que denunciaron la “insurrección nacionalista.[24]
El
desorden mental, que para los editores de Barricada se podía asociar con
naturalidad a la condición femenina, de nuevo era utilizado como atributo
negativo para desacreditar facciones rivales. Esta peculiar variante de
misoginia transferida al campo político-partidario se repite más abajo: “Sepan
el régimen y sus mucamas que la virulencia de sus represiones registran como un
termómetro el final de su dominio”. El trabajo doméstico asalariado ejecutado
por mujeres era una metáfora de la servidumbre, que servía para descalificar a
los sectores señalados por el MNRT-Ossorio como cómplices del gobierno radical.
La continuidad con los modelos retóricos de la Tacuara nacionalista es
palpable: en una editorial para conmemorar el 17 de octubre de 1945, Alberto Redrueyo reivindicaba a “la raza nativa, el 'cabecita negra'”,
y afirmaba que “Los núcleos sudorosos y mugrientos de tierra argentina,
portadores de rebeldía nacional, salpicaban el barro gaucho a los azorados
rostros de las 'gordas de la oligarquía'”.[25] La
clase alta era rebajada a través de la doble mácula de la feminización y la
salpicadura de barro, una degradación grotesca relacionada a lo inferior
corporal de larga data en la historia de la cultura (Bajtín 2003:117). La
prensa del sector Baxter-Nell del MNRT, por último,
consideraba que la persecución policial contra los nacionalistas era una
manifestación de la “impotencia histórica del régimen colonial”, y advertía:
“sabemos que detrás de los aullidos de las Señoras Gordas, está presente la
presión social de los trabajadores”[26] . Aún así, las referencias de género y sexualidades en la prensa del
MNRT son relativamente marginales, si las comparamos a las citas del MNT:
mientras en Tacuara del Manchón hay una sola mención, y en Barricada dos,
entre Tacuara. Vocero de la Juventud Nacionalista y Ofensiva
suman dieciseis intervenciones.
La concurrencia de adversarios políticos, régimen parlamentarista
y clases altas en el tropo de la señora gorda, no era la única forma de enlazar
el género femenino con las prácticas políticas. La democracia también podía ser una mujer malvada, traicionera y
prostibularia, como se puede observar en una editorial de Tacuara. Vocero de
la Juventud Nacionalista. Allí se narraba la historia de un hombre que era engañado por su
esposa, y no podía remediar la situación por más que fijara residencia en
distintos lugares. La moraleja, para la pedagogía tacuarista,
era que había que cambiar de mujer y no de barrio, como ocurría con la política
doméstica:
La anécdota es real, que le vamos a hacer. A
nosotros nos casaron, después de Caseros, con la Democracia. Nos casaron por la
fuerza, y el matrimonio es inválido, y desde hace cien años la democracia nos
viene engañando y estafando, y nos está conduciendo a la ruina. Y nosotros,
como el hombre del cuento, insistimos en mudar de barrio, es decir, saltamos de
un partido a otro, de los radicales a los conservadores, a los socialistas, a
otros radicales, incapaces de una solución concisa y violenta que mande al
diablo de una vez por todas a esta ramera envejecida que en mala hora nos
endilgaron por compañera.[27]
Para la prensa del MNT, la democracia era una prostituta que
engañaba a la patria, imaginada como un varón traicionado e impotente. En otro
número del mismo periódico se empleó una alegoría similar para definir la
asunción de Arturo Illia como presidente de la nación en octubre de 1963: “es como cuando una
mujer de la que uno está enamorado se casó con otro. Uno no puede menos que
desearle buena suerte, aunque en el fondo sabemos que no va a ser así”.[28] La democracia, en
esta ocasión, era una mujer adúltera y la patria un marido maltratado. Si la
nación argentina era exaltada como una “tierra de machos”, aquí es posible
advertir que también podía ser representada como un varón despojado de sus
atributos viriles.
Una nota disonante
en la repetición de tropos misóginos es la “Carta abierta a la dama dragón”,
que apareció en noviembre de 1963 en la prensa de la Tacuara nacionalista. La
nota era un mensaje imaginario dirigido a la “señora de Nhu”,
viuda del dirigente vietnamita Ngo Dinh Nhu y su cuñado Ngo Dinh Diem, presidente
católico de Vietnam del Sur que fue asesinado tras intentar limitar la
presencia norteamericana en la región. Estos acontecimientos habían ocurrido
mientras el personaje, que no aparece citado en la nota con nombre propio, se
encontraba en una gira diplomática por los Estados Unidos. Se trataba, para la
prensa tacuarista, de
“una dura misión para cualquier hombre, y mucho más para una débil mujer”, que
se había comportado de manera ejemplar al criticar en severos términos al
embajador estadounidense de Vietnam del Sur. Por esta razón, era un modelo a
imitar por otras mujeres afines a la ideología que predicaba Tacuara:
Pero no es la única lección que usted, señora de Nhu, ha dado con su conducta. Porque también les ha
enseñado a muchas esposas de pretendidos nacionalistas y católicos y
anticomunistas cómo debe comportarse una mujer cuando las circunstancias lo
exigen. Usted no ha querido “ayudar” a su esposo organizando “fiestas de
beneficencia” o “colaborando con la parroquia de su barrio”. Usted ha salido al
campo de batalla, a ese áspero y cruel campo de batalla de la opinión pública,
a combatir con las armas que estaban a su alcance: con su inteligencia, con su
lealtad, con su belleza también. Porque más digno es usar la belleza como
argumento para defender la verdad, que emplearla haciéndose tomar fotos en
fiestas de sociedad.[29]
Como hemos visto,
el fascismo tenía una obsesión con la virilidad que politizaba las relaciones
de género. Para Bárbara Spackman (1995:108-109; 1996:
17-19), “en el discurso fascista el género y el sexo no se
mezclan ni se emparejan: la virilidad es la propiedad del hombre, y la
feminidad la propiedad de la mujer”. Esta era una respuesta a la crisis de la
masculinidad provocada por la modernidad capitalista de la Belle Époque,
que desde una perspectiva conservadora abolía las fronteras entre los géneros,
las clases sociales y las naciones (Mosse 1997:77-106). Sin embargo, llevado a
su extremo, el discurso hipermasculino de la
virilidad producía efectos paradójicos, ya que podía subvertir los roles fijos
de género atribuidos por la sociedad burguesa. En efecto, para intelectuales
vinculados al fascismo como Gabriele D'Annunzio y Teresa Labriola,
el sujeto de la virilidad podía ser masculino o femenino indistintamente (Spackman 1996:17). Las representaciones tacuaristas de la
“dama dragón” se debatían entre las dos inclinaciones de las virilidades
fascistas: por un lado, el género femenino era naturalmente débil y la “señora
de Nhu” sólo adquiría relevancia en cuanto viuda del
dirigente asesinado. Por el otro, la virilidad era un atributo universal que le
había permitido intervenir en la esfera pública con inteligencia, poniendo su
belleza (la belleza femenina medida por el ojo del varón heterosexual) al
servicio de una causa política.
Consideraciones
finales
La mañana del 30 de
noviembre de 1962, un grupo de alumnas de la Escuela Normal n.2 de La Plata se
encontraba limpiando el frente del establecimiento educativo, que había sido
cubierto de pintadas por militantes del MNT. El conflicto se desató cuando
llegaron al lugar varios miembros de “la caña”, tiraron los baldes con agua que
utilizaban las chicas y uno de los tacuaristas
agredió a una estudiante. Según cuenta la crónica del diario El Plata,
las jóvenes reaccionaron y “se lanzaron sobre él con baldes y escobas, para
vengar la ofensa. El 'hombre' no encontró otra alternativa que salir corriendo,
perseguido por las chicas, por la diagonal 78”.[30] Una primera
constatación general que permite ilustrar este episodio es que no siempre los
mandatos pueden ser cumplimentados. En consecuencia, las formas del discurso tacuarista sobre las masculinidades y las feminidades que
he tratado de relevar en este trabajo pueden ser vistas como normas sin
codificar, como diseños de una subjetividad política, pero de ninguna manera
como una práctica arraigada y monolítica.
El discurso de
Tacuara y sus agrupaciones derivadas sobre los géneros estaba asociado a la
construcción de masculinidades hegemónicas, ya que su función primordial era
cohesionar a aquella fraternidad de varones de gestos marciales y cabellos
disciplinados por el gel. Así cobraba sentido una faceta del discurso de la
virilidad: obtener el carnet de afiliado al MNT era formar parte de una legión
de militantes nacionalistas que empleaba la violencia como un medio para hacer
política, pero también como un mecanismo de diferenciación entre miembros del
mismo género. En consecuencia, las imágenes fálicas de la caña tacuara, la
patria erguida, la nación erecta y la exaltación de la masculinidad centrada en
la figura del “caudillo macho”, lo mismo que la condena homofóbica al
“invertido espiritual”, servían para cerrar filas, establecer un modelo de
camaradería ejemplar y consolidar una identidad colectiva. Con esto no quiero
decir que estas formas discursivas intervenían exclusivamente en un nivel
organizacional o ideológico, como códigos de comportamiento o valores alejados
de la práctica política. En la prensa tacuarista se
politizaba el género y el sexo, de la misma manera en que la política era
sexualizada a través de los estereotipos de género. La prostitución y el amor
libre se correspondían con el capitalismo y el colectivismo, mientras que lo
percibido como desórdenes y desviaciones sexuales era concomitante a los
desbordes políticos.
La
dimensión política-partidaria de las cuestiones de género en Tacuara se pone de
relieve en su tratamiento de las feminidades. Siguiendo una tradición que
provenía del enfrentamiento entre peronistas y antiperonistas, pero hundía sus
raíces en las preocupaciones decimonónicas alrededor de la urbanización, la
inmigración y la sexualidad, la prensa del MNT y del MNRT empleó tópicos
misóginos como parte de un catálogo de invectivas para diferenciar amigos y
enemigos. Si la nación argentina o la clase obrera reunían todas las cualidades
de la virilidad, por el contrario el régimen
democrático-liberal, la oligarquía y otros sectores políticos fueron
desacreditados a través de su feminización. El vehículo de esta estrategia
retórica fue el tópico de la señora gorda, y la más temida figura de la prostituta/mujer
adúltera, capaz de despojar a la patria de sus imaginarios atributos varoniles.
Por último, en la “Carta abierta a la mujer dragón” podemos ver una
aproximación diferente a la cuestión del género, ya que la construcción
simbólica de la “señora de Nhu” exhibía una tensión
entre los estereotipos tradicionales del género femenino y la reivindicación de
una virilidad universal, que podía ser también el atributo de una mujer.
Como
puede verse, en el discurso tacuarista la
masculinidad y la feminidad no eran compartimentos estancos, ya que “la
exaltación de los valores masculinos tiene su tenebrosa contrapartida en los
miedos y angustias que suscita la feminidad” (Bourdieu
2010:76). Estos valores, como parte de un sistema sexo-genérico históricamente
situado, no eran patrimonio exclusivo de la derecha nacionalista, ni pueden ser
clasificados de manera rígida como antecedentes de un “bloqueo tradicionalista”
que se impondría con el golpe militar de Juan Carlos Onganía (Terán 1993). Por el contrario, formaban parte de los prejuicios que compartía
buena parte de la sociedad argentina a comienzos de la década de 1960. El país,
comparado con las naciones capitalistas más avanzadas, experimentaba en aquella
época una revolución sexual discreta y una emancipación femenina moderada,
procesos que encontraron una férrea resistencia por parte de grupos de presión
conservadores con acceso a las esferas de poder (Cosse
2009; Manzano 2017). El diario El
Plata, que se había burlado de los jóvenes del MNT por emprender la
retirada frente a las estudiantes platenses, definía a los militantes
nacionalistas como “pesados con melenas femeninas y vestimenta con saco de
cuatro tajitos”.[31] Sería imprudente archivar la masculinidad tacuarista
y su discurso de género en un inventario de excepcionalidades militantes, o
segregarla como el producto de una minoría extravagante. Por el contrario, este
pequeño capítulo en la historia de la cultura política de los años '60 nos dice
algo acerca de cómo somos los argentinos.
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Recibido: 14/02/2019
Evaluado: 29/03/2019
Versión Final: 01/04/2019
[1] Para los estudios
de género en las organizaciones nacionalistas Mc
Gee Deutsch 1993; Anchou, 2008.
[2] La categoría de
sistema sexo/genéro como alternativa a los usos más ahistóricos y
transculturales de la noción de Patriarcado es de la antropóloga Gayle Rubin.
Para Rubin, esta clase de sistemas pueden definirse como “el conjunto de las disposiciones por las que una sociedad dada
transforma la sexualidad biológica en productos de la actividad humana, más
allá del modo concreto e histórico en que esas disposiciones se organicen” (Fabbri, L.,
2013: 86).
[3] “Los tacuaristas
no somos asesinos, afirma su jefe”. Diario
Crónica, 04/05/64.
[4] Facuando Carman
cita la existencia de tres ejemplares publicados entre octubre y noviembre de
1963, pero el hallazgo de un número 7 con fecha de febrero de 1964, poco antes
de la dispersión del MNRT, permite
suponer que hay otros números no relevados por ninguna investigación (Carman
2015).
[5] La noción de
dividendo patriarcal se refiere a los beneficios que la totalidad de los
varones obtienen de la masculinidad hegemónica, “sin las tensiones o riesgos de
ser la prmera línea del patriarcado”, o sea, sin necesidad de compartir el
ejercicio de formas de dominación sobre la mujer basadas en la violencia y la
brutalidad (Connell 1997:41-42). Sobre masculinidades (Maristany y Peralta 2017; Viveros Vigoya 1997; Martini 2002)
[6] Cda. N., “Sobre
la espontaneidad y la improvisación”, en Ofensiva n. 12 (diciembre de
1962), p. 2.
[7] López Portillo, Adolfo, “Nacionalsindicalismo”, en Tacuara. Vocero de
la Juventud Nacionalista, año XV, n.9 (1960), p. 2.
[8] E. T. Bustamante, “Darwin Passaponti”, en Tacuara.
Vocero de la Juventud Nacionalista s/n (noviembre de 1963), p.1. Darwin
Passaponti (1927-1945) fue un militante de la Unión Nacionalista de Estudiantes
Secundarios, que murió a causa de un disparo en la cabeza frente al
diario Crítica durante la desconcentración de la manifestación del 17 de
octubre de 1945. Por esta razón, es reivindicado como mártir por nacionalistas
y peronistas.
[9] Mariano Laura,
“San Martín, Rosas y la soberanía”, en Ofensiva n. 11 (noviembre de
1962), pp. 15-17.
[10] Uno de los
símbolos del MNT era una lanza fabricada con el asta de una tacuara, planta de
la familia del bambú que crece en la Argentina y otros países latinoamericanos.
En la narrativa del revisionismo histórico, las tacuaras eran uno de los signos
distintivos de las montoneras federales del siglo XIX.
[11] “Esto es un sainete” (s/f), en Tacuara.
Vocero de la Juventud Nacionalista n.7 (1959), p. 3.
[12]Camarada A.I.E.,
“Soberanía o muerte”, en Ofensiva n. 11 (noviembre de 1962), p. 11.
[13] Camarada N.,
“Sobre la camaradería”, en Ofensiva n. 11 (noviembre de 1962), pp. 1-3.
[14] Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu, “Estilo”, en Tacuara. Vocero
de la Juventud Nacionalista n.9 (1960), p. 2.
[15] Ibidem.
[16] Alberto Ignacio
Ezcurra Uriburu, “Carnaval de entrega”, en Tacuara. Vocero de la Juventud
Nacionalista n.8 (1960), pp. 1-2.
[17] Otaño, Pedro,
“Los jóvenes fascistas”, en Ofensiva n. 9 (agosto de 1962), pp. 1-3
[18]“Reseña de actos”,
Barricada n.8 (c. diciembre 1964) s/p
[19] Héctor Pedro Soulé Tonelli, “Salutación a
una esperanza madre”, en Ofensiva (s/n), p. 3.
[20] Adolfo
Pérez Portillo, “Nacional-sindicalismo”, en Tacuara. Vocero de la juventud
nacionalista. Año XV, n. 9, 1960, pp. 1-2.
[21]
Alberto Ignacio Ezcurra Uriburu, “Carnaval...”, Op. cit., pp. 1-2.
[22] “¿Que queremos
los nacionalistas?” (s/f), en Tacuara. Vocero de
la juventud nacionalista, Año XIV, n.7,
1959, p. 3.
[23]
“Comentarios” (s/f), en Tacuara. Vocero de la juventud nacionalista, Año
XV, n. 9, 1960, p. 2 y Ricardo Aravac, “La Nación insulta al movimiento obrero”, en
Tacuara. Vocero de la juventud nacionalista. Año XVIII, s/n, 1963, p. 2.
[24] “Nuevamente en la
calle” (s/f), Barricada. Órgano del Movimiento Nacionalista Revolucionario
Tacuara, Año II, n.7 (septiembre de 1964), p. 2.
[25] Alberto Redrueyo,
“Lealtad al 17”, en Barricada del nacionalismo revolucionario. Órgano del
Movimiento Nacionalista Revolucionario Tacuara n. 2 (noviembre de 1963), p.
1.
[26] “Represión.
Ricardo Polidoro, víctima de la legislación oligárquica” (s/f), en Tacuara
del manchón (octubre de 1963), p. 1.
[27] “La
democracia no sirve” (s/f), en Tacuara. Vocero de la juventud nacionalista,
Año XVIII, s/n, (c. diciembre de 1963), p.1. La relación entre prostitución,
venalidad y corrupción de la democracia también aparece en una nota de Joe
Baxter en su etapa como lugarteniente de Ezcurra Uriburu en el MNT. Allí
denunciaba la traición de sectores de las Fuerzas Armadas, y les exigía “que se
encierren en un prostíbulo”, v. J. J. Baxter, “Basta!!”, en Tacuara. Vocero
de la juventud nacionalista, Año XV, n. 8 (1960), p. 2.
[28]
“Comenzó la Illiada” (s/f), en Tacuara. Vocero de la Juventud Nacionalista,
Año XVIII, s/n. (noviembre de 1963), p. 1.
[29] “Carta abierta a
la dama dragón” (s/f), en Tacuara. Vocero de la Juventud Nacionalista, Año XVIII, s/n. (noviembre de 1963), p. 2.
[30] “Tacuara en
retirada”, El Plata, 30/11/62, Comisión Provincial por la Memoria, Archivo de
la Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA), folio
238.
[31]“Tacuara en... Op. cit.