Revisitando las fuentes ideológicas del desarrollismo:
Rogelio Frigerio y el marxismo argentino
Revisiting the ideological
sources of the Developmentalism: Rogelio Frigerio and the Argentine Marxism
Angel Cerra
Universidad de Buenos Aires, (Argentina)
mensajeroengriego@yahoo.com.ar
Resumen
El
artículo se propone investigar los elementos constitutivos del desarrollismo
argentino utilizando la metodología de la Historia de las Ideas. Se discutirán,
en primer lugar, distintas explicaciones alternativas sobre su gestación y el
papel que en ella juegan las ideas previas del presidente Arturo Frondizi, la
teoría del sistema de centro-periferia cepalino y el aparato conceptual de los
denominados “teóricos del desarrollo”. La crítica de estas definiciones nos
permitirá explorar dos vías hermenéuticas distintas que sientan sus raíces en
el espacio intelectual local: el industrialismo de Alejandro Bunge y la
producción de escritores ligados al comunismo argentino, como Ernesto Giudici y
dirigentes de escaso brillo, como Vittorio Codovilla. La combinación de estas
dos tradiciones es la que explicaría la emergencia del desarrollismo bajo el
liderazgo de Rogelio Frigerio. Se
postula que las coincidencias entre las distintas corrientes modernizadoras o
desarrollistas de las décadas de 1950/1960 se deben a la presencia de un tronco
ideológico común, donde tendrían un papel principal, pero no exclusivo, el
leninismo y la experiencia soviética.
Palabras Clave
Ideas; Desarrollismo; Argentina; Frigerio; Marxismo
Abstract
The article aims at exploring the constitutive
elements of the Argentine developmentalism, by using the methodology of the
history of ideas. To begin with, a large number of topics will be discussed:
different alternative explanations about its gestation and the role president
Arturo Frondizi’s ideas play in it, the theory of the system of
Centre-periphery (CEPAL), and the conceptual device introduced by the
“development theorists.” The critique of these definitions will contribute to
examine two distinct hermeneutic ways which stem from the local intellectual
space: Alejandro Bunge’s industrialism
and the production of writers linked to the Argentine communism, such as
Ernesto Giudici, and opaque leaders, such as Vittorio Codovilla. It is the
combination of both traditions that would explain the emergence of the
developmentalism under the leadership of Rogelio Frigerio. It is postulated
that the coincidences among the different modernizing or developmental trends
from the 1950s/1960s grow out of the presence of an ideological common core, in
which they would play a key role, though not an exclusive one, the Leninism and
the soviet experience.
Keywords
Ideas;
Developmentalism; Argentina; Frigerio; Marxism.
Introducción
El propósito del artículo es investigar los
elementos formativos del desarrollismo argentino desde la perspectiva de la
Historia de las Ideas. La discusión sobre esta corriente ideológica, sus
características distintivas y fuentes de inspiración, se renueva cíclicamente
al calor de distintos contextos políticos y académicos. En los últimos tiempos
el interés sobre el desarrollismo se ha reavivado a la luz de las dificultades
que atravesaron y atraviesan las dos vertientes dominantes de la política
económica argentina reciente: el keynesianismo, proclive a un ensanchamiento de
las funciones estatales, y el neoliberalismo, impulsor de la desregulación y
del rol del mercado. A la luz del fracaso de ambas estrategias en la Argentina,
la experiencia del gobierno encabezado por Arturo Frondizi y las ideas que lo
inspiraron, aparecen como una alternativa que permitiría superar esas
insuficiencias. Dejamos sentado que estas preocupaciones inmediatas no son las
que motivan el artículo.
La cuestión desarrollista reconoce un
derrotero anterior envuelto en polémicas y numerosas intervenciones desde el
campo intelectual y la política. Preguntas tales como ¿la versión local del
desarrollismo es elaborada o reelaborada por la dupla integrada por Arturo
Frondizi y Rogelio Frigerio o es patrimonio del último y de los sucesivos think tanks por el coordinados? ¿el desarrollismo argentino forma parte de -o
es simplemente un reflejo- de corrientes coetáneas que enfatizando las
limitaciones del modelo primario exportador proponen la industrialización como
salida exitosa? ¿es el resultado del contexto internacional de despliegue de
las compañías transnacionales europeas y estadounidenses en los países
periféricos? se han sucedido a lo largo de las últimas décadas.
De manera preliminar, expondremos nuestra
posición, que será explicitada en las páginas siguientes: el desarrollismo
argentino es una creación de Rogelio Frigerio imaginada con anterioridad a la
experiencia de gobierno. Reconoce como fuentes principales de inspiración la
obra de Alejandro Bunge y el grupo que lo acompañaba en la Revista de Economía
Argentina y las ideas que circulaban en ámbitos vinculados al comunismo
argentino en las décadas de 1930 y 1940. Las semejanzas entre el desarrollismo
argentino y las corrientes contemporáneas de la época a las que se intenta
subsumirlo, no indicarían una transferencia o copia de esos estímulos externos,
sino la pertenencia de todas esas ideologías a un tronco común.
A los efectos de la exposición, en primer
lugar, presentaremos someramente algunos aspectos metodológicos vinculados con
la Historia de las ideas; en segundo lugar, discutiremos los tópicos señalados
como polémicos. Finalmente, describiremos las influencias que han impactado en
la gestación del ideario desarrollista.
La Historia de las Ideas
La Historia de las ideas ha transitado el
siglo XX y los inicios del siglo XXI de manera zigzagueante, observándose altas
y bajas en su reconocimiento por parte de la comunidad científica
Así, muchos historiadores no solo han zanjado
la compleja polémica entre Aristóteles y Platón sobre los modos del
conocimiento y el carácter de la realidad: desconocen la importancia de las
ideas en la vida social y política. Es particularmente acertada la crítica
realizada por John Maynard Keynes a aquellos que subestiman el grado de
autonomía de los intelectuales y de las ideas: todo estadista es esclavo, sin
saberlo, de las concepciones de algún economista o filósofo político ya
fallecido[1].
El devenir de la
Historia de las Ideas en el siglo XX presenta la tensión entre dos polos para
su estudio. Por un lado, hallamos a aquéllos que sostienen la autonomía
completa de las ideas, tal como ha sido postulada por Arthur Lovejoy. En este
caso, la historia de Occidente estaría cruzada por una serie de ideas-fuerza
que traspasan los siglos. Las ideas no solo resultan autónomas de su contexto
socio-económico, sino también de los propios intelectuales que las generan. Por
otro lado, encontramos a aquellos estudiosos que enfatizan la importancia del
contexto de gestación de las ideas. No lo relacionan mecánicamente al modo del
marxismo vulgar, sino exaltando las distintas interacciones que llevarían a la conformación
de un cierto ideario. En este punto resulta especialmente relevante la noción
de sociabilidad de Georg Simmel, quién enfatiza la posibilidad de autonomía por
parte del intelectual de su posición social mediante un espacio público en el
que comparte – y debate – con sus pares. La posición de Simmel, siempre que no
se la lleve al extremo de negar los condicionamientos que sufre toda producción
intelectual, resulta útil para remarcar el carácter no determinado de la
historia en general y de las ideas en particular
Desde mi perspectiva, la
metodología de la Historia de las Ideas:
Insistimos en la necesidad de no separar las
dos etapas del análisis de las ideas, pero postulo que el enfoque histórico
debe centrarse en: a) la búsqueda de los elementos formativos de las mismas,
tanto desde el plano de los antecedentes intelectuales como al contexto
socio-cultural de gestación b) el examen de sus mecanismos de transmisión, su
conversión total o parcial en sistemas de creencias y su influencia como
ideologías sobre las sociedades del presente y del futuro.
En cuanto a la metodología a emplear para el
abordaje del objeto de investigación delimitado en el párrafo precedente, la
propuesta involucra dos tareas que se corresponden con los apartados a) y b).
Para la búsqueda de los elementos formativos, consideramos que el camino
elegido por Nisbet es el más adecuado, si bien introduciría algunas
modificaciones en su propuesta metodológica. El eminente sociólogo
estadounidense postula tres perspectivas para encarar la Historia de las Ideas.
La primera de ellas involucra los elementos biográficos de los autores
estudiados, “lo que permite comprender
las fuerzas motivadoras de la evolución intelectual, esas percepciones,
intuiciones profundas y descubrimientos que proceden únicamente de seres
individuales”
La segunda perspectiva estudia las escuelas,
los sistemas, los ismos. La riqueza de este enfoque es que permite
captar la globalidad y coherencia de los conjuntos de ideas, pero también
contabiliza en el Debe un cierto reduccionismo y mutilación tanto de sus
elementos básicos –las ideas– como de las contradicciones existentes entre los
distintos autores que integran la corriente de pensamiento.
Finalmente, existe una tercera vía de
análisis, que se sustenta en las ideas, elementos constitutivos de los
sistemas. Permite realizar una búsqueda más ambiciosa a través de la historia,
estableciendo regularidades y modificaciones de un concepto. Si bien es la
preferida por Nisbet, podríamos que su excesiva amplitud temporal atenta contra
el examen del contexto de génesis del concepto y su articulación con otras
ideas. Para expresarlo de otra manera: si la pretensión del estudioso es
examinar los elementos de verdad de un término, seguramente la última vía debe
ser la escogida. Pero, como historiadores que consideramos que la distinción
entre hechos y mentalidades es por lo menos discutible, resulta necesario
rescatar el marco social en que las ideas germinaron para poder seguir la línea
que nos conduce a su reelaboración, síntesis y difusión como sistemas de
creencias.
Además, la práctica de la labor
historiográfica demuestra que finalmente, la biografía, el contexto de
generación, las vinculaciones con otras ideas y con otros autores, son factores
explicativos esenciales y que ninguna perspectiva –ni aún aquella que postula
el estudio independiente de las ideas-elemento– puede soslayarlos.
Procuraremos entonces combinar las dos
primeras propuestas metodológicas: por un lado, bucear en la biografía
intelectual de Rogelio Frigerio; por el otro, relacionar sus ideas con las
corrientes contemporáneas denominadas laxamente como industrialistas,
desarrollistas o modernizadoras.
En los apartados siguientes discutiremos
-nuevamente- la cuestión de la primacía intelectual de Rogelio Frigerio y sus
grupos en la creación del desarrollismo argentino.
La –no-
participación de Arturo Frondizi en la elaboración de las ideas desarrollistas
Arturo Frondizi y Rogelio Frigerio
conformaron un binomio político inseparable durante varias décadas, con mayor o
menor peso en la realidad argentina. Sólo tuvieron acceso al poder en el
período 1958-1962, cuando llevaron a la práctica las ideas conocidas en nuestro
medio como desarrollismo. Su simbiosis era notable, planteándose una división
de tareas: en la faz pública, la figura visible era Frondizi, mientras las
sombras – incluyendo en estas no solo las negociaciones políticas non
sanctas, sino también el armado ideológico – le pertenecían a Frigerio.
A pesar de no encontrarse evidencia acerca de
la participación de Arturo Frondizi en la construcción de la ideología
desarrollista, se la ha reiterado de manera inconmovible. Como detallaremos,
las inconsistencias de esta posición son notorias. Ello no ha sido obstáculo
para continuar enunciándola de manera insistente. Sin ningún argumento, se ha
sostenido la formación de una sociedad ideológica entre el presidente y su
compañero de ruta en la política.
Quizás la popularidad de la versión que
adjudica a Frondizi un rol significativo en la construcción de la ideología
desarrollista se vincule con el prestigio de alguno de sus sostenedores. En un
trabajo clásico sobre el rol de las fuerzas armadas en la política argentina
Alain Rouquié parece atribuir al grupo frigerista la primacía ideológica: “El
frondizismo, término que aparece entonces, se forja en realidad fuera del
partido y sus comités: el programa desarrollista fue elaborado por el brain
trust de Frigerio, integrado por hombres de negocios, jóvenes empresarios y
técnicos modernistas”. Pero luego se desdice parcialmente: “Porque Frondizi y
Frigerio habían descubierto la poción mágica que curaría todos los males del
país: la industrialización a marcha forzada, por cualquier medio y a cualquier
costo”
En un trabajo reciente sobre Juan José Real,
integrante de los think tanks de Frigerio, Aníbal Jáuregui afirma que el corpus
de ideas desarrollistas:
“… fue cimentándose a partir de la Intransigencia Radical
a mediados de la década de 1950 pero se construyó con los materiales que le fue
proporcionando el transcurso de la historia y que definió un lugar para el
grupo desarrollista en el contexto político argentino. Si bien sus ideas
podrían inscribirse en la economía del desarrollo y, por ende, en el
keynesianismo, incorporó algunas singularidades de interés por su ligazón al
pensamiento socialista”
Obsérvese que la filiación se establece a
través de la Intransigencia Radical – es decir, por la corriente política
liderada por Frondizi- y que se considera el resultado de la mezcla de
keynesianismo – en su derivación por la “economía del desarrollo”- con el
socialismo, quizás por resultar un tanto fuerte la utilización de la palabra
comunismo en la propuesta. Figuras como Juan José Real serían las que
aportarían el “socialismo” al desarrollismo.
Por el otro lado, intelectuales de peso como
Carlos Altamirano resaltan el predominio de Frigerio y su grupo en la
formulación del desarrollismo argentino.[2]
¿Por qué decimos que
Rogelio Frigerio y no Arturo Frondizi es el autor del credo desarrollista?
Enunciaremos una serie de ideas-fuerza que caracterizan a esta ideología, tal
como fueron formuladas por el primero en 1959.
A comienzos de la gestión de gobierno Frigerio caracterizaba la
propuesta en sus libros “Las condiciones de la victoria” y “El desarrollo
argentino y la comunidad americana”. Sus tópicos eran:
a) El carácter
científico en la formulación de la política económica como resultado de la
elucidación de las leyes necesarias del desarrollo.
b) La necesidad del
capital extranjero para favorecer el desarrollo de la industria de base
-petróleo, siderurgia, petroquímica-
c) En relación con el
punto anterior, la distinción entre capital extranjero que prolonga la
dependencia y aquel que, por el contrario, permite superar el atraso.
d) La posibilidad de
obtener los fondos necesarios por parte de los Estados Unidos como potencia
hegemónica occidental, en el marco de su competencia con la Unión Soviética.
e) El nacionalismo de fines frente al
nacionalismo de medios como instrumento para conseguir la efectiva – y no
declamada - liberación nacional.
f) La existencia de una
economía internacional atravesada por monopolios. La pequeña industria no puede
convertirse en el motor del desarrollo.
g) La necesidad de
aumentar la producción del campo a través de la industrialización y la
oposición a dividir la tierra mediante una reforma agraria.
h) El impulso de la
integración geográfica para combatir el gigantismo de la región pampeana.
i) Los fenómenos
monetarios y la inflación son el reflejo de la oferta de bienes y por lo tanto,
de la producción.
j) La participación del
capital privado en la generación de riqueza. El estado debe orientar las
actividades económicas y limitar su participación solo en sectores clave
Comparemos estas ideas
con lo sostenido previamente por Arturo Frondizi. Aún en círculos
extraacadémicos se conoce su oposición completa a la participación del capital
extranjero en la industria petrolera expresada en el libro “Petróleo y
Política” de 1954. No es una mención aislada y no es el único elemento
disonante con las ideas desarrollistas. En los documentos emitidos por el
Movimiento de Intransigencia Radical que lideraba Frondizi[3]
- donde tenía intervención principal en su redacción - se expresaba no solo la
oposición cerrada a la participación del capital extranjero; también se
postulaba la nacionalización de todos los servicios públicos, el combate a los
monopolios, el control democrático y popular de la economía, la necesidad de
una reforma agraria “inmediata y profunda”, la integración económica con los
países vecinos, la exaltación del federalismo y el municipalismo. La claridad
con que se expresan estas ideas permite descartar la participación de Frondizi
en la elaboración del ideario desarrollista.
La influencia de
Prebisch y de los teóricos del desarrollo.
Con frecuencia se ha intentado subsumir al
desarrollismo frigerista dentro de la corriente estructuralista liderada por
Prebisch desde la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). En esa
perspectiva, las ideas de Frigerio derivarían de esa usina con alguna
disonancia no muy relevante. Sostendremos que: a) las diferencias entre el
desarrollismo argentino y el estructuralismo que la CEPAL popularizara en las
décadas de 1950 y 1960 son esenciales b) las coincidencias entre ambas
posiciones se deben a la existencia de un tronco común a ellas de matriz
leninista c) en escritos anteriores a la publicación del manifiesto “El
desarrollo de América Latina y sus principales problemas”, Frigerio y su grupo
ya habían expresado buena parte de las ideas-fuerza que fueron reiteradas en
1959 y desarrolladas sistemáticamente después de la gestión de gobierno a
partir de 1962.
Las coincidencias entre las ideas de Prebisch
y el desarrollismo – no solo argentino, sino también internacional – son
evidentes. La división del mundo en dos bloques, uno dominante -en la
terminología de Prebisch, el centro- industrializado, rico y capaz de generar
su propio desarrollo y otro, dependiente, exportador de materias primas, pobre
e incapaz de realizar su crecimiento sostenido e integrado, es compartida entre
ambas corrientes. Sin embargo, resulta necesario remarcar que buena parte de
esa proposición – quizás no articulada en los mismos términos de Prebisch – es
muy anterior a su formulación en 1949. La desigualdad en el comercio
internacional y la necesidad de promover la industrialización local ya habían
sido formuladas por Friedrich List en 1842. Los proteccionistas estadounidenses
Henry Charles Carey y Simon Nelson Patten, replicaron poco después esos
postulados. En las primeras décadas del siglo XX, el canadiense Harold Innis y
el argentino Alejandro Bunge enfatizaron los efectos nocivos del librecambio
para las economías de las naciones “jóvenes”
Como señala Joseph Love, el rumano Mihail
Mainolescu había sostenido en 1931 que la productividad de la industria era
superior en una proporción de cuatro a uno en relación con la agricultura. Por
lo tanto, era absolutamente necesario impulsar las actividades manufactureras
Por último, -last, but not least–
detrás de las concepciones de la CEPAL y del frigerismo – como en tantas otras
concepciones económicas y políticas- campea la sombra de Lenin. En su obra de
1917, “El imperialismo, fase superior del capitalismo” el revolucionario
bolchevique plantea la división del mundo entre países dominantes, colonias y
semicolonias, estableciendo una clara relación de explotación entre las
potencias capitalistas y el resto del mundo. Este y otros postulados leninistas
informarán a las corrientes “desarrollistas” – incluida la de la CEPAL- de los
años 50’ y 60’.
Las diferencias entre ambas tradiciones son
notables. Mientras la CEPAL recela de la participación del capital extranjero y
trata de limitarlo al mínimo prefiriendo las fuentes públicas y abominando las
privadas, el desarrollismo argentino propicia – no sólo desde la teoría, sino
también desde la práctica – la radicación de empresas extranjeras; en la
corriente de Prebisch se concede gran importancia a la posibilidad de
industrializar a partir del ahorro local, en tanto el frigerismo sostiene la
necesidad de una gran inyección de capital en industria pesada y básica; los
cepalinos insisten en la prioridad de
una reforma agraria a la que taxativamente se opuso el socio de Frondizi y,
finalmente, la CEPAL propiciaba la integración económica regional, mientras
Rogelio Frigerio se oponía explícitamente a ella.
En conclusión: por un lado, las coincidencias
entre las ideas de Prebisch y de Frigerio pueden explicarse por compartir un
tronco común de ideas muy anterior a ambos pensadores. Por otro lado, las
diferencias son tan evidentes que cualquier asimilación genética resulta poco
fundamentada. Si a estas disonancias le agregamos la existencia de textos del
grupo Frigerio anteriores a la publicación del manifiesto cepalino de 1949,
deberíamos abandonar la ligazón vertical entre las ideas de la CEPAL en los
años 50’ y el desarrollismo local.
En trabajos anteriores, hemos sostenido que
el desarrollismo argentino no era tributario de la corriente internacional
englobada en el rótulo “teóricos del desarrollo”. Brevemente expondremos que
existen diferencias ideológicas notables, declaraciones taxativas de los
supuestos influyentes que desestiman cualquier interacción y finalmente – como
en el caso anterior – la presencia de escritos anteriores del frigerismo que
permiten desestimar la influencia de estas ideas.
Los distintos autores que se citan –
generalmente sin discriminar cada uno de sus aportes – muestran diferencias
significativas con el pensamiento de Frigerio. Paul Rosenstein-Rodan, quién en
1943 postuló la necesidad de una gran cantidad de capital para superar el
atraso de los países del Este de Europa, insistía en la necesidad de fraccionar
la inversión entre distintos sectores. En el mismo sentido se manifestó años más
tarde el estonio Ragmar Nurske quién perfeccionó la teoría del “crecimiento
balanceado”. La idea del crecimiento balanceado es completamente ajena al
frigerismo, que insistía en concentrar la inversión en unos pocos sectores
estratégicos y no dispersarla. La dispersión impediría el cambio de las
estructuras productivas y la ruptura con el modelo anterior.
Por esta preferencia hacia la concentración
del capital en unos pocos sectores, otros estudiosos han vinculado al
desarrollismo argentino con Albert Hirschman, autor de la teoría del
“crecimiento desequilibrado”. Sin embargo, esta ligazón es imposible. Un primer
reparo lo encontramos desde el análisis de las ideas. Nada aborrece más el
frigerismo que la innovación a partir del desequilibrio y la apelación a la
energía innovadora del empresario privado. La inversión desarrollista estaría
conducida por un estado que fijaría prioridades y planearía la integración
vertical. Nada quedaría librado a las “fuerzas creadoras” de capitalistas
schumpeterianos; los empresarios, por un lado, contribuirían con el capital y
disciplinarían a la mano de obra; los funcionarios estatales, por el otro,
indicarían los sectores en los que se debe realizar la inversión, el lugar del
país donde se radicaría, pactaría con cada compañía las cantidades de flujo
previstas, los beneficios impositivos e impedirían el ingreso de productos
competitivos desde el exterior
La segunda objeción es más concluyente:
cuando Hirschman publica su libro en 1958, las ideas desarrollistas ya habían
sido formuladas. Según la propia declaración del autor de “La estrategia del
desarrollo económico” es temporalmente imposible que su obra influyera en el
pensamiento de Frigerio
La influencia de
Alejandro Bunge
De formación marxista, empresario,
intelectual, político y con excelentes lazos con la iglesia católica, la figura
de Frigerio es clave para la inteligibilidad de una evolución compleja y sujeta
a tensión. Como intelectual, permanentemente estaba discutiendo y rediscutiendo
sus ideas, con el evidente propósito de obtener el reconocimiento de sus pares.
Pretendía buscar la verdad; es más: creía haberla encontrado y se mostraba
dispuesto a confrontarla en términos científicos. Como ideólogo, debía
estilizar y transformar esas ideas en palancas de acción. La reducción que
implicaba ese proceso significaba sacrificar ciencia por política. Aunque se
encontraba profundamente inclinado al poder, muchas veces Frigerio no pudo o no
quiso simplificar su pensamiento para obtener repercusión popular o mayor
permeabilidad en las clases propietarias. Quizás por ese motivo la ideología
desarrollista quedó circunscripta a algunas élites: sus impulsores no se
mostraron dispuestos a amputarla en su riqueza para convertirla en instrumento
político. La contradicción resulta más evidente porque Rogelio Frigerio y sus
colaboradores pretendían influir sobre los gobiernos o gobernar y contaban con
medios económicos e inteligencia política para lograrlo. Desde el punto de
vista moral, también estaban dispuestos a seguir lo que Max Weber llamó la
“ética de resultados”. Sin embargo, la pulsión por demostrar la superioridad de
todo su andamiaje conceptual dificultó las concreciones políticas.
Habiendo examinado las que consideramos vías muertas en la
explicación del proceso de construcción del desarrollismo argentino – el
frondizismo, el estructuralismo de la CEPAL, los teóricos del desarrollo –
expondremos nuestra propuesta sobre el modo en que se gestó efectivamente esa
ideología.
En trabajos anteriores, hemos postulado una de las influencias más
relevantes en el desarrollismo argentino: el economista Alejandro Bunge (Cerra, 2002, 2003, 2008, 2016, 2018). El
influjo del creador de la Revista de Economía Argentina sobre los frigeristas
se desprende tanto de las propias declaraciones de los integrantes del grupo,
como de las citas que el propio Frigerio realiza aludiendo a la herencia
bungeana. Valoremos aún más esta circunstancia, dada la renuencia del socio de
Frondizi a citar sus fuentes inspiradoras. Normalmente, no mencionaba más que a
Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx y Georg Wilhelm Friedrich Hegel –
suponemos que la mención al legado hegeliano era una estrategia para difuminar
la “peligrosa” herencia marxista-.
Dado que la influencia de Alejandro Bunge en
el desarrollismo argentino ya ha sido extensamente analizada con anterioridad,
presentaremos brevemente los elementos que podrían haber impactado en el frigerismo:
a) Partiendo de los ensayos iniciales
de Friedrich List, Bunge y Frigerio sostienen que el librecambio solo conduce
al predominio de aquellos países que llevan la delantera en el desarrollo
industrial.
b) Derivada del concepto anterior se
postula la necesidad de utilizar el proteccionismo como instrumento de
crecimiento manufacturero.
c) Ambos pensadores no rompen
fundamentalmente con las bases teóricas de la economía clásica. Por distintas
vías se arriba al desprecio de las cuestiones monetarias como explicativas del
proceso económico: Bunge porque prefirió no incorporarlas en su análisis de la
realidad y Frigerio, porque aun conociendo las propuestas del neoclasicismo y
del keynesianismo, eligió refugiarse en los clásicos a los que considera
objetivos.
d) Los dos destacan el rol de las
relaciones económicas en la generación de solidaridades e identidades
nacionales. Sólo un espacio productivo y comercial articulado puede generar
una nación completa. Frigerio remite taxativamente a Bunge al afrontar la
cuestión de la expansión económica en la consolidación de la nación. Es
necesario, para contrarrestar la concentración de la población en la región
pampeana, promover con criterio realista el crecimiento en otras áreas del
país.
e) Tanto Bunge como Frigerio se
muestran decididamente favorables a la participación del capital extranjero.
Los fundamentos ideológicos básicos son distintos, pero la propuesta es común a
los dos. Bunge niega la existencia del imperialismo en forma tácita o
explícita. En el frigerismo, la relación es más compleja. Se reconoce la
presencia del imperialismo, pero se observan intersticios que permitirían a los
países subdesarrollados alcanzar la industrialización autónoma. Si el estado
fija reglas de juego claras y se conduce con firmeza, la inversión extranjera
es un mecanismo adecuado para acelerar el proceso de desarrollo.
f) Finalmente en los dos casos se
sostiene que el estado debe tener un rol relevante en la vida económica, sin
reemplazar a la iniciativa privada ni anular la presencia -si esto fuera
posible- de los mecanismos de mercado. No se puede dejar en manos de los
particulares la asignación de prioridades: el estado tiene en ese sentido un
papel creador de producción y consumo.
El legado marxista
Examinaremos a continuación la vertiente marxista y su impacto en
el desarrollismo argentino. Procederemos retrocediendo en el tiempo desde la
primera enunciación en 1959 del credo frigerista – incompleta, pero conteniendo
sus principales ideas-fuerza- hasta el año 1947. Allí, el grupo Frigerio
publicaba el libro – con autoría de Carlos Hojvat- Geografía
Económico Social Argentina ¿Somos una Nación?[4],
donde se preanuncian los elementos esenciales del desarrollismo argentino
Desde finales de la década de 1930, Frigerio había constituido un
grupo de estudio interesado en el examen de los problemas nacionales a partir
de un análisis marxista ligado a la ortodoxia del Partido Comunista de la Unión
Soviética (PCUS). El frigerismo estaba integrado por outsiders, marginales de los grandes espacios de poder y de la
academia. Participaban en él intelectuales con un grado de formación elevado.
Citemos algunos ejemplos: Ernesto Sábato, posteriormente famoso literato, era
doctor en Física, perfeccionado en París y en el M.I.T.; Arturo Sábato,
ostentaba un doctorado en Química; Jacobo Gringauz, fue un médico pionero de la
homeopatía en la Argentina; Rogelio Frigerio, que no terminó sus estudios de
Derecho, era una persona extremadamente culta. Lo único que posibilitó la
existencia del grupo como verdadero think-tank
era el aporte económico de varios de sus integrantes y amigos, entre ellos el
propio Frigerio, Narciso Machinandiarena y los hermanos Aragón.
Ese grupo es el que publica en 1947. La
influencia del comunismo ruso es profunda, tal como surge de la lectura de
manuales contemporáneos editados por la Academia de Ciencias de la Unión de
Repúblicas Socialistas Soviéticas
Siguiendo la ortodoxia
marxista, la publicación destacaba la necesidad del conocimiento científico de
las leyes que guían la evolución humana:
“Para que nuestra misión histórica se realice con el
menor entorpecimiento posible y la mayor seguridad de éxito, las fuerzas
internas deberán alinear la política, la base social y la economía sobre los
fundamentos que se deducen del análisis crítico y de los cuadros estadísticos.
Las conclusiones del análisis y las cifras que lo fundamentan nos autorizan a
formular las premisas que darán el sentido general de la política nacional”.
Obsérvese la insistencia
en el conocimiento científico para dotar a la acción de gobierno de un rumbo
certero. En fechas posteriores, Rogelio Frigerio sostendría:
“Y así como las leyes económicas son tendenciales, son
también objetivas, esto es, se verifican en la realidad con independencia de la
voluntad humana, voluntad que no puede interferir ante el hecho de que tal
causa producirá tal efecto. Pero son leyes cuyo conocimiento es indispensable
para que esa voluntad ni se frustre navegando contra la corriente ni quede
inerme, esto es, para que sea posible una orientación consciente del proceso
económico”
El economicismo, o sea la derivación de la
realidad social y política de la infraestructura material, tan cara al
pensamiento desarrollista, probablemente tenga origen en el marxismo vulgar a
través de la versión difundida por los manuales soviéticos citados[5].
De la misma manera, el grupo frigerista manejaba hacia 1947 -en clave
leninista- la división entre países desarrollados y subdesarrollados y el
fenómeno de la dependencia[6].
Debemos volver al grupo proto desarrollista inicial para encontrar
otros elementos esenciales en el pensamiento de Frigerio. El primero de ellos
es el papel del capital extranjero como elemento modernizador. Ese fue el rol
que tuvo el capital británico: “Para alcanzar la independencia institucional
que hoy tenemos, estuvimos conminados a aceptar las relaciones económicas
sociales y políticas del siglo XIX. El capitalismo inglés dio nueva batalla al
feudalismo en tierras del Plata”
El desarrollo se produjo con la presencia del
capital extranjero que lo impulsa y/o permite[7].Obsérvese
como aparece aquí una variante de lo que acertadamente Arturo Jauretche
denominó “proceso dialéctico a la
vaselina”
Por supuesto que la participación inglesa
tenía su costo: la dependencia. Sin embargo, es claro el carácter progresivo
del capital extranjero.
La necesidad de apelar a los capitales
extranjeros surge de otro elemento prefigurado en los escritos de 1947. La
economía mundial -en sus versiones, capitalista o comunista- se hallaba
controlada por los monopolios. Las industrias que dominaban a nivel
internacional se encontraban fuertemente concentradas
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, la
coyuntura internacional parecía favorable. La aparición de la Unión Soviética
como contendiente de británicos y estadounidenses abre una brecha auspiciosa. Los
futuros desarrollistas sostenían en la inmediata posguerra que la coexistencia
pacífica entre el bloque occidental y el comunista, exigiría a los Estados
Unidos la realización de esfuerzos para evitar la huida de los estados
semicoloniales al lado soviético
Preanunciase un clásico del desarrollismo. El
escenario internacional abre las posibilidades de jugar con el enfrentamiento
Este–Oeste para lograr la emancipación nacional. Aunque el corazón de los
autores se ubique cercano a la Unión Soviética, le conceden a los Estados
Unidos la revisión de su postura como instrumento adecuado para conservar la
hegemonía en el bloque occidental.
En resumen, en fechas tan tempranas como 1947, se encontraban
claramente explicitados los supuestos constitutivos del desarrollismo
argentino: la existencia de leyes económicas necesarias que guían el proceso
histórico, incluyendo la superestructura política y cultural; la presencia de
una economía mundial monopólica, donde la pequeña producción desaparecería
inevitablemente; el rol del capital extranjero como modernizador y creador de
dependencia, si no se lo conduce de manera adecuada; la división del mundo
entre países industrializados y dependientes -en lenguaje leninista:
semicolonias y colonias- y, por último, la coexistencia pacífica, que demandará
a los Estados Unidos esfuerzos financieros para promover el desarrollo de los
países subordinados y evitar así su fuga hacia el comunismo.
Hemos señalado los antecedentes – muy
anteriores a la sociedad política con Frondizi, a la publicación del manifiesto
de Raúl Prebisch y a la difusión de las ideas de los teóricos del desarrollo –;
permiten establecer una línea clara que une al think tank frigerista de la década de 1940 con la producción
desarrollista de finales de los 50’. A continuación, retrocederemos aún más en
el tiempo, buscando las raíces de esas ideas.
El joven Frigerio
A pesar del tiempo transcurrido desde la
presidencia de Arturo Frondizi y de la desaparición física de los dirigentes
desarrollistas, la temprana participación del joven Frigerio en el comunismo
local aún es admitida a regañadientes por sus biógrafos y disminuida en su
compromiso. Llama la atención esta decisión por parte de intelectuales y
políticos habiendo desaparecido la causa del ocultamiento: el veto de las
Fuerzas Armadas y de los sectores afines al bloque occidental que jaquearon la
gestión desarrollista entre 1958 y 1962 bajo el pretexto de la supuesta
pertenencia comunista de sus principales dirigentes.
Un examen de las fuentes de la época,
específicamente de la revista Claridad, permite observar que la vinculación
entre Frigerio y el comunismo local fue más profunda y menos eventual de lo que
se ha escrito. Y que el enfrentamiento
con las autoridades del PCA y el distanciamiento de sus ámbitos de influencia,
no fue ni tan enérgico, ni tan temprano.
Constatar la prolongada cercanía de Frigerio
a este sector en sus años de formación, nos obliga a profundizar el examen de
la influencia que sobre sus ideas tendrán otros exponentes notables del
marxismo vernáculo, como Ernesto Giudici.
Hay coincidencia entre distintos autores
sobre la vinculación de Rogelio Frigerio con la agrupación estudiantil Insurrexit durante la década de 1930. En
su calidad de alumno de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos
Aires, el creador del desarrollismo ingresó en esa organización y fue su
Secretario General en 1934. Si bien aparentaba independencia respecto del
Partido Comunista Argentino y de la Federación Juvenil Comunista, Insurrexit era una agrupación que
dependía de las directivas de esas agrupaciones.
El modo en que la corriente universitaria
estaba vinculada con el PCA puede esclarecerse por varias vías. Una de ellas se
relaciona con la discusión sobre el significado de la Reforma Universitaria en
el II Congreso de la Federación Universitaria Argentina (1932). Allí, Insurrexit -liderada por Héctor Agosti,
con quién Frigerio consolidará una fuerte amistad, y apadrinada por Aníbal Ponce-
aplicó la tesis de la “lucha clase contra clase” al análisis de la Reforma del
18’. Con ese cristal, calificó al movimiento reformista como “pequeño burgués”
desdeñando su concepción latinoamericanista, tan extendida en la región a
través de los trabajos de Vasconcelos, Mella y Haya de la Torre. Recordemos que
la estrategia “clase contra clase” había sido propuesta en 1928 por el VI
Congreso de la III Internacional y adoptada sumisamente por el PCA. A partir de
esa decisión, se exaltaba la necesidad de luchar contra el liberalismo y el
fascismo y se proclamaba que el socialismo moderado debía ser considerado el
principal enemigo a batir.
Para expresarlo más sencillamente: en sus
etapas formativas juveniles, Frigerio integraba un grupo estudiantil – del que
fue su Secretario General en 1934 – refractario al latino americanismo. La
postura evolucionista y europeizante fue la norma en el PCA, con las
excepciones notables de Rodolfo Puiggrós
Si bien Frigerio reconoció su participación
en Insurrexit, siempre negó haberse afiliado al PCA. Según Isidoro
Gilbert, no fue tan tajante respecto a su pertenencia a la Federación Juvenil
Comunista (FJC)
“Así es como el partido mayoritario, al escamotear a la
masa la verdadera solución popular, deba presentarse a sí misma con fuerzas
capaces de imponer el triunfo. Y mientras la experiencia se empecina en
demostrar lo contrario, el radicalismo fomenta en el pueblo esperanzas malsanas
en un posible regeneramiento (sic) místico de los eternos estafadores de su
voluntad, impidiendo la creación del Frente Democrático´” [que
integrarían junto con los radicales y socialistas, los comunistas, A.C.]
Se observa que en 1937 Frigerio se sentía
plenamente identificado con el Partido. En el mismo artículo, exaltaba la
movilización de 200.000 personas conmovidas por el líder comunista, Orestes
Ghioldi. Finalmente, hacia 1938, repetía su participación en Claridad con una
nota sobre el socialismo utópico de Robert Owen. Exaltaba la coherencia de Marx
y Engels y al socialismo científico, como instrumento para comprender y
transformar la realidad
Observamos entonces que la producción del
“tapir” en Claridad nos hace dudar de su enfrentamiento con el Partido
Comunista, por haberse inclinado tempranamente–según sus propias palabras -
hacia una posición “nacional”. Esa “posición nacional”, contraria a la del
Partido Comunista Argentino, tampoco parecería la de aquellos que acompañaron a
Frigerio en Insurrexit, en su
trayectoria de los grupos de estudio en los años 1930 y 1940 y en la primera
etapa de la revista Qué de 1946-1947. Así, Ernesto y Arturo Sábato, militaron
en la Federación Juvenil Comunista y en Insurrexit[11].
También lo hicieron, en una u otra organización personas muy cercanas a
Frigerio como Baltasar Jaramillo y Narciso Machinandiarena, Bernardo Sofovich,
el empresario Eduardo Aragón, Carlos Hojvat y Jacobo Gringauz
Sin embargo, el propio Frigerio siempre se
ocupó de presentar la ruptura con el PCA como temprana y completa. Y la
adopción de una posición nacional, cercana al peronismo, hacia 1946-47. Su
supuesta simpatía por este movimiento, es lo que habría provocado el prematuro
alejamiento de la revista “Qué sucedió en 7 días”, donde compartía la dirección
con Baltasar Jaramillo
La afirmación es incomprobable – Jaramillo se
suicidó pocos años después y no puede corroborarla – e improbable. Dos
elementos contribuyen a subrayar la improbabilidad del carácter nacional -o
filoperonista- de Frigerio en la década de 1940. En primer lugar, tenemos la
opinión de intelectuales como Arturo Jauretche que conocieron desde su juventud
al creador del desarrollismo argentino. El autor del “Manual de zonceras
argentinas” compartió reuniones sociales con el grupo frigerista desde la
década de 1930. Polemizando con Frigerio, en 1946 lo ubica claramente en la
“otra vereda” junto a la Unión Democrática y el comunismo vernáculo.
En segundo lugar, el citado trabajo
“Geografía Económico-Social Argentina ¿Somos una Nación?” muestra un stalinismo
rústico. Como ya expusimos, el libro anticipó tópicos importantes del
desarrollismo y se muestra fuertemente marcado por la poco sofisticada
ideología del dictador georgiano, tal como era propalada por el PCUS en esos
años.
En conclusión, es imposible establecer en qué
fechas Rogelio Frigerio se aleja del comunismo argentino (al que, según él,
nunca perteneció). Sí podemos afirmar que hasta 1937 era el portavoz de sus
ideas en la Revista Claridad, que testigos de la época lo ubican en la Unión
Democrática hacia 1946 y que la publicación colectiva de 1947 responde casi por
completo a la ideología oficial del Partido Comunista Argentino. En estas
manifestaciones no se vislumbra el componente nacional o filo-peronista.
¿Por qué insistimos en la permanencia de
Frigerio en el “espacio cultural comunista”, aún en la década de 1940? Porque
esa permanencia nos permite incorporar otras influencias que no han sido
analizadas por la historiografía. Específicamente, examinaremos los aportes del
brillante Ernesto Giudici y del opaco Victorio Codovilla en la invención del
desarrollismo argentino.
La revista Claridad, Ernesto Giudici y Rogelio Frigerio
La revista Claridad se consolidó en la década
de 1930 como un medio abierto a distintas expresiones de izquierda de Europa,
Latinoamérica y Europa. Combinaba artículos con un cierto contenido teórico con
otras colaboraciones que tenían un carácter claramente político.
Coincidimos con Ferreira de Cassone en
caracterizar a la publicación como un espacio amplio. Dirigida por el
socialista Antonio Zamora, en sus páginas se encuentra reflejado un amplio
espectro de opiniones de izquierda, incluyendo a socialistas, comunistas,
anarquistas, trotskistas y al aprismo[12]. En algunas
coyunturas, se daba espacio a vertientes democráticas-liberales, como en el
momento de la formación de los frentes populares en América Latina. Claridad se
mostraba alejada de la ortodoxia del Partido Comunista, pero le concedía
espacios para la difusión de sus posiciones y coincidía en su admiración de la
Unión Soviética tanto por su papel como potencia mundial como por su
importancia cultural e ideológica en la consolidación del marxismo. La presencia
precoz de Frigerio en la revista a la edad de 21 años seguramente se debe a su
actuación en Insurrexit y, por lo
tanto, a la intercesión del PCA.
El caso de Ernesto Giudici es muy distinto.
Nacido en 1907, era un estudiante brillante en la Facultad de Medicina de la
Universidad de Buenos Aires que no llegó a recibir el título de médico por su
oposición directa a la dictadura de José Félix Uriburu. Pertenecía
originalmente al Partido Socialista, de donde es expulsado en 1934 por sus
tendencias clasistas. En esa misma fecha, se incorporaba al Partido Comunista.
En 1932, en el citado II Congreso de la Federación Universitaria Argentina
defendió la posición que revalorizaba la Reforma del 18’ enfrentando a Insurrexit. A diferencia de Héctor
Agosti, que en los años 30’ debía su influencia a la tutela de Aníbal Ponce –
después sí adquiriría vuelo propio – Giudici era más independiente y poseía
cierto juego autónomo dentro de estructuras partidarias que se caracterizaban
por su rigidez. Su peso derivaba tanto
de su lucha personal, como de su actividad autoral en distintas publicaciones
de izquierda.
La revista Claridad recibía y editaba con
frecuencia sus colaboraciones[13], siendo durante
la década de 1930 uno de sus principales escritores. Esta circunstancia es muy
importante. Al conocimiento hipotético que el joven Rogelio Frigerio tendría de
los escritos de Ernesto Giudici por su pertenencia al “espacio comunista”,
debemos agregar su segura lectura de Claridad. Resulta obvio, dado que el
propio creador del desarrollismo publicaba en la revista.
Durante los años 30’ Ernesto Giudici se
caracterizó por su prédica antinazi desde el marxismo. En 1938, mostraba la
penetración nazi en América con su libro “Hitler conquista América”. Sin
embargo, durante el período de vigencia del pacto Ribbentrop-Molotov publicó una obra donde denuncia la presencia ominosa
del capital inglés en la Argentina: Imperialismo
inglés y liberación nacional-La Argentina y la Guerra. Más allá de cierta
ruptura con la producción anterior que se centraba en la crítica demoledora
hacia el nazismo, la lectura del libro nos permite vislumbrar ciertos elementos
que serán esenciales en la concepción desarrollista. Esos elementos pueden atribuirse
al pensamiento propio de Giudici o a la existencia de tradiciones marxistas que
lo anteceden. Ambos supuestos nos permiten ubicar al desarrollismo fuera de las
corrientes de los teóricos del desarrollo o cepalinas y resaltar su pertenencia
al espacio intelectual argentino.[14]
El capital extranjero
Uno de los puntos
nodales de la ideología desarrollista es la necesidad de recurrir al capital
extranjero para promover el cambio de estructuras de la economía argentina. Por
eso, su propuesta – implementada durante la gestión de gobierno entre 1958 y
1962- de favorecer las inversiones vinculadas con las ramas básicas de la
industria, como el sector petrolero. La idea predominante es que el capital
externo no es bueno o malo per se, sino que su carácter se deriva del
uso que se realiza de él. En 1940, Ernesto Giudici se refería al problema del
capital extranjero en términos similares. Polemizando con los nacionalistas
rosistas sostenía:
“El punto de partida [de los nacionalistas rosistas]
es contrario, inverso, antagónico al nuestro. Nuestra acción -dijimos- es una acción de lo porvenir que arranca
del presente y del presente capitalista
argentino, presente en el cual aún seguimos necesitando de las inversiones del
capital extranjero, aunque el Estado Nacional que debemos formar controle
esas inversiones en todos sus aspectos, para
que inversión capitalista no signifique como hasta aquí, mayor sujeción, sino
creación de industrias y trabajo en el perfil de la Nueva Argentina que
está surgiendo de las entrañas mismas de la Argentina agropecuaria que
Inglaterra modeló en el marco de sus intereses[15]” [negritas
añadidas, A.C.]
La idea es básicamente la misma: el capital
extranjero es un elemento de progreso necesario, siempre que se lo use con un
sentido nacional, es decir, para favorecer el desarrollo industrial argentino.
Al servicio de la Argentina agropecuaria -Giudici- o pastoril -tal como gustaba
denominarla Frigerio en homenaje a Alejandro Bunge-, ese capital conlleva un
aumento de la dependencia.
Llama la atención la coincidencia y nos
debería inclinar a pensar en una filiación genética entre lo expuesto por
Giudici y el desarrollismo argentino. Sin embargo, debemos anotar que el
intelectual comunista no era un exponente aislado de estas ideas. Por la misma
época, el aprismo – cuantitativamente la corriente política más representada en
los artículos de Claridad – proponía un camino similar[16]. Así se expresaba en 1931 el Programa Mínimo
del Partido Aprista Peruano:
“El capital
extranjero representa en nuestro país técnica, porque el capital extranjero es
el que trae máquina. Nosotros no somos pueblo industrial porque
no hemos creado la máquina; solamente manejamos la máquina que nos viene de fuera.
Pues bien, el capitalismo extranjero que es inevitable en países como el
nuestro, cumple su etapa; lo importante es que la cumpla bajo el control de un
Estado que represente verdaderamente a la mayoría de la nación que está
interesada en no ser absorbida” [negritas añadidas, A.C]
Las coincidencias son
significativas. Sin embargo, no deberíamos sorprendernos, porque los tres
autores (Frigerio, Giudici y Haya de la Torre) compartieron una lectura común –
la obra de Lenin - y vivieron intensamente el devenir de la experiencia soviética.
Son innumerables las ocasiones en las que el líder bolchevique remarca la
necesidad de recurrir al capital extranjero, aún en las peores condiciones. Por
ejemplo:
“Todas las posibilidades de la construcción socialista
dependen de que, durante un determinado período de transición, logremos defender nuestra independencia económica
interior, pagando cierto tributo al capital extranjero” [negritas
añadidas, A.C] Citado por
En el discurso del 6 de diciembre
de 1920, Lenin sostenía:
Con anterioridad al Congreso de los Soviets recibirán
ustedes un resumen de 600 páginas: es el plan de electrificación de Rusia. Ha
sido elaborado por los mejores agrónomos e ingenieros. No podemos acelerar su realización sin ayuda de capitales y medios de
producción extranjeros [negritas añadidas, A.C]
Ante el pedido de un
campesino anónimo de “no vender nuestra querida Rusia a los concesionarios” extranjeros,
aseveraba:
Indudablemente prestamos toda la atención a tales
declaraciones, pero debemos decir que no
se trata en absoluto de vender Rusia a los capitalistas, sino de concesiones;
por lo demás en cada tratado sobre concesiones se estipula un determinado
plazo, ciertas condiciones y está rodeado de todas las garantías,(…) Nada
tienen que ver con la venta de Rusia; constituyen cierta concesión económica a
los capitalistas, con el objeto de
lograr la posibilidad de adquirir lo más rápido posible las maquinarias y
locomotoras indispensables, sin las que no podemos realizar la
reconstrucción de nuestra economía [negritas añadidas, A.C]
Para quienes estamos familiarizados con la
narrativa frigerista, es sencillo reconocer ciertos elementos que la informan:
el carácter necesario y progresivo del capital foráneo para cambiar las
estructuras internas, expresado en la transparente frase de Lenin “defender
nuestra independencia económica interior, pagando cierto tributo al capital
extranjero” y la necesidad de apurar los ritmos de crecimiento productivo
mediante la aplicación de inyecciones de capital provenientes del exterior.
Podemos retroceder aún más en el tiempo en
esta aventura intelectual. El propio Marx no tenía dudas sobre la superioridad
del capital inglés y el carácter necesario y progresivo de su intervención. Al
tiempo que sumía en la pobreza a las masas campesinas de la India, preparaba
las condiciones para su liberación:
Inglaterra tiene que cumplir en la India una doble misión
destructora por un lado y regeneradora por otro. Tiene que destruir la vieja
sociedad asiática y sentar las bases materiales de la sociedad occidental en
Asia (…) Todo cuanto se vea obligada a hacer en la India la burguesía inglesa
no emancipará a las masas populares ni mejorará sustancialmente su condición
social, pues tanto lo uno como lo otro, no sólo dependen del desarrollo de las
fuerzas productivas, sino de su apropiación por el pueblo. Pero lo que sí no dejará de hacer la burguesía
es sentar las premisas materiales necesarias para la realización de ambas
empresas. [negritas añadidas, A.C.]
Más allá de profetizar
la segura caída del capitalismo por la exacerbación de las tensiones de clase,
podemos rescatar la estrecha relación entre inversión externa y progreso
material, reiteradas por los cuatro autores citados precedentemente
Relacionada con la
cuestión, vemos anunciada en Giudici la disyuntiva que recogerá el frigerismo
en la oposición entre “nacionalismo de medios” y “nacionalismo de fines”:
“Distingamos siempre, pues, entre apariencia y realidad.
Sepamos ver lo que es nacionalismo opuesto a la liberación nacional, pese a sus
posturas nacionalistas y lo que es liberación nacional efectiva, pese a su
apariencia en contrario.”
“Liberación nacional no es aislamiento antiextranjero,
sino coincidencia con lo más progresista del mundo contra lo más reaccionario
que, dentro de cada país, halla apoyo en los sectores más retrógrados”
Otra coincidencia notable que debería
hacernos pensar en la influencia de Giudici sobre el pensamiento de Frigerio se
expresa en la caracterización de la Argentina como país capitalista con status
semicolonial. Como el creador del desarrollismo, Giudici se negaba a englobar a
nuestro país en el contexto latinoamericano, remarcaba su originalidad y
cuestionaba la necesidad de realizar una reforma agraria, ya que sus
estructuras no eran feudales, ni semifeudales: eran capitalistas[17].
Son conocidas la clara postura de Frigerio
caracterizando a nuestro país como plenamente capitalista y su oposición a la
reforma agraria. La posición desarrollista en torno a la cuestión de la de la
tierra es adversa a la pequeña propiedad, que resultaría improductiva frente a
la gran explotación agrícola. Lo importante es la modernización del agro y la
incorporación de tecnología en el campo, tal como lo mostraba el experimento
soviético con los koljoses y sovjoses[18]
Directo de Moscú: Vittorio Codovilla
La contracara de Ernesto Giudici dentro del
Partido Comunista fue Vittorio Codovilla. Más allá de hechos oscuros en su
biografía como la eventual participación en el asesinato de Trotsky, su
actuación en el PCA se caracterizó por el verticalismo hacia el PCUS y la
persecución ideológica de aquellos intelectuales y militantes comunistas que se
apartaban un centímetro de la ortodoxia. Su producción escrita, entonces, es la
decodificación literal de las órdenes emanadas por Moscú. Mientras Ernesto
Giudici encarnaba el vuelo intelectual de un pensador relativamente autónomo y
serio, Codovilla expresaba el “sentido común” stalinista.
Será – para Frigerio - otra fuente más de
aceptación del capital extranjero como motor del desarrollo. En la particular
coyuntura del fin de la Segunda Guerra Mundial de 1945, Vittorio Codovilla
propone:
“Mientras nos oponemos tenazmente a la existencia de los
trust y monopolios extranjeros y nacionales, que estrangulan la economía
nacional, no nos oponemos, en cambio, a
que venga el capital extranjero (sobre la base de un interés razonable) al
desarrollo de nuestra industria y de nuestros medios de transporte. Nos
proponemos desarrollar la economía de nuestro país de un modo uniforme y
progresista. Para acelerar ese proceso se necesitan capitales. Sabemos que ninguna nación de relativamente
corta existencia, deseosa de desarrollar rápidamente su industria y
explotar racionalmente su industria, ha
podido prescindir de los capitales extranjeros” [negritas
añadidas, A.C.]
En boca de la ortodoxia
más ligada a Moscú, se vuelve a subrayar la necesidad de impulsar el
crecimiento de nuestros países a partir del concurso del capital extranjero. En
relación con la posibilidad de desarrollarse con la contribución de las
principales potencias occidentales, Codovilla se muestra optimista y anticipa
un tópico desarrollista:
“Las condiciones internacionales de cooperación entre los
grandes países capitalistas y entre éstos y la Unión Soviética para la creación
de un mundo mejor, indican que Estados Unidos e Inglaterra han de llegar a un
acuerdo con respecto a la política económica a seguir en América Latina, a fin
de contribuir al desarrollo económico, político y social de nuestros países en
un sentido progresista. (…) Ese acuerdo
deberá basarse en la cooperación de aquellas grandes potencias con los
gobiernos democráticos y progresistas de América Latina para el cumplimiento de un programa
común que al mismo tiempo que brinde un mercado diez o veinte veces superior al
actual para sus capitales, sus maquinarias y sus productos industriales contribuyan al desarrollo independiente de
la economía de esos países y les permita, en pocos años, liquidar el atraso en
que vienen arrastrándose desde hace décadas” [negritas
añadidas, A.C]
La postura resultó claramente circunstancial
y se explica por la tendencia browderista en América Latina, que pudo
sobrevivir dentro del comunismo internacional durante el corto tiempo en que
funcionó la alianza entre Estados Unidos y la Unión Soviética para derrotar al
nazismo. Esta salvedad no invalida lo
más importante. Es posible construir una línea explicativa perfectamente
coherente que nos permite encontrar el corazón del ideario desarrollista en
fechas tempranas. Esta línea surge del contacto de Frigerio con el comunismo
internacional, a través de sus distintas expresiones locales -Giudici y
Codovilla, entre otras- y de movimientos latinoamericanos coetáneos como el
aprismo. Los antecedentes referencian a los escritos de Lenin en torno a la
necesidad de contar con capitales externos y del propio Marx en cuanto a su
carácter progresivo - aun conllevando el germen de la exacerbación de las
tensiones sociales y la ruina del sistema capitalista-. Por la vía de los
escritos y discursos que informaban el espacio de izquierda en la Argentina de
los años 30’ y 40’ encontramos otros elementos formativos importantes: la
insistencia sobre el carácter capitalista – y no feudal o semifeudal- del campo
argentino y la inconveniencia de realizar una reforma agraria; la posibilidad
de recurrir al auxilio de las potencias occidentales para promover el
desarrollo de nuestro país, tema que Frigerio reiterará durante la gestión de
gobierno 1958-1962.
Estos aportes, como hemos expuesto, son
resignificados por el “Grupo Frigerio” de la década de 1940 y se encuentran
maduros para el momento de la llegada de los desarrollistas al poder en la
década siguiente.
Conclusiones
En las páginas
precedentes hemos investigado los orígenes de la ideología desarrollista en
nuestro país. A través de la indagación hemos mostrado las debilidades de las
interpretaciones que atribuyen a Arturo Frondizi alguna participación
significativa en su gestación, subsumen al desarrollismo argentino a las ideas
de la CEPAL o consideran que su ideario es el resultado de la influencia de la
corriente integrada por los teóricos del desarrollo.
Agotadas esas
vías explicativas proponemos dos fuentes simultáneas –no serían las únicas,
pero sí las principales- para la génesis de la ideología desarrollista: por un
lado, los escritos de Alejandro Bunge, citado explícitamente por Frigerio y
proveedor de una serie de elementos que lo marcarán: necesidad del proteccionismo
para favorecer el crecimiento industrial, utilización de los pioneros de la
economía clásica como marco referencial, rol de las relaciones económicas en la
generación de las solidaridades nacionales, participación del capital
extranjero, papel orientador del estado sobre la actividad privada. Por otro
lado, la vertiente marxista, tal como se expresaba en 1947, introducía al socio
político de Frondizi en la necesidad del estudio de leyes económicas necesarias
que guían el proceso infra y superestructural, señalaba la presencia de una
economía mundial monopólica y del rol modernizador del capital extranjero bajo
la regulación estatal. También se presentaba la división del mundo entre
potencias industriales y países dependientes en lenguaje leninista y
preanunciaba la coexistencia pacífica como circunstancia favorable para pedir
el auxilio económico de los Estados Unidos.
Retrocediendo en
el tiempo, ubicamos al joven Frigerio en ámbitos cercanos al comunismo
argentino desde la década de 1930 para insistir en la posibilidad de esa
influencia. Y mencionamos dos ejemplos concretos – los de Ernesto Giudici y
Vittorio Codovilla– como fuentes de inspiración probable tanto por la
posibilidad de contacto como por la semejanza de las ideas por ellos postuladas.
Así, hacia 1940 Giudici se mostraba favorable a la introducción del capital
extranjero para modernizar las estructuras económicas del país y -anticipando
un leitmotiv frigerista- se oponía a la reforma agraria por considerar que
Argentina era una sociedad capitalista y no feudal. Por su parte, Codovilla
expresaba la doctrina oficial del PCA llamando al capital extranjero y
manteniendo la esperanza de colaboración por parte de las potencias
occidentales vencedoras en la conflagración mundial.
Nuestra propuesta
es realizar un pequeño homenaje a Guillermo de Ockham y preferir esta
explicación sobre los modos de gestación del desarrollismo argentino. Si
existen en nuestro país estos antecedentes comprobables y posibles como fuentes
ideológicas ¿por qué recurrir a atribuir a un expresidente una influencia
imposible de demostrar? ¿por qué insistir en el influjo cepalino, dadas las
diferencias esenciales con el frigerismo y la posibilidad de explicar de manera
razonable sus coincidencias? ¿por qué entronizar a los teóricos del desarrollo
contemporáneos, cuando sus ideas – en la mayoría de los casos- no se
corresponden con el desarrollismo y en otros, simplemente no habían sido
publicadas al momento de elaboración de la doctrina?
Queda por
explicar la evidente “coincidencia desarrollista” en el ámbito latinoamericano
y mundial. Con sus diferencias, Helio Jaguaribe en Brasil, Raúl Prebisch en la
CEPAL, los planificadores franceses de posguerra, los desarrollistas españoles
de la década de 1960, los teóricos del desarrollo citados y el propio Frigerio
-entre otros- concuerdan en la necesidad de la industrialización y de romper
con el modelo primario exportador como fuente de dependencia.
Una parte de la
explicación se contesta con una serie de condiciones estructurales, donde la
fase de expansión de las transnacionales estadounidenses y europeas no sería la
menos relevante. Sin embargo, cómo hemos expresado, este tipo de
interpretaciones resultan insuficientes. En este caso, no explicaría por que
las ideologías desarrollistas no acompañaron en todas partes la difusión de las
multinacionales y tampoco podrían dar cuenta de las importantes diferencias
existentes entre ellas
Proponemos más
que la transferencia contemporánea de unas a otras, la existencia de un tronco
común que informó de un modo directo o indirecto cada una de sus ramas. En esa
herencia compartida encontramos la impugnación listiana del librecambio como
vía para el progreso de un país; la
consagración teórica y práctica del proteccionismo en Estados Unidos y Alemania,
la presencia de heréticos periféricos tempranos como Harold Innis en Canadá y
Alejandro Bunge en la Argentina, los escritos de Lenin y la experiencia de
planificación soviética, la ruptura keynesiana y su crítica a la regulación de
las actividades económicas a través de la mano invisible del mercado, entre
otros antecedentes.
Las corrientes
desarrollistas de los años 50’ y 60’ tomaron estos precedentes y los combinaron
de manera distinta, de acuerdo a un contexto socio-cultural específico y respondiendo
a la creatividad de los distintos ideólogos. Por esta vía explicativa, las
ideas devuelven a historia su verdadero carácter, donde se combinan estructuras
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Recibido: 04/04/2019
Evaluado:20/05/2019
Versión Final: 10/08/2019
[1] La cita completa es: “Las ideas de los economistas y de los filósofos
políticos, tanto si tienen razón como si no la tienen, son más poderosas de lo
que se cree comúnmente. Sin duda el mundo está gobernado por poco más que esto.
Los hombres prácticos, que se creen estar completamente al margen de
influencias intelectuales, suelen ser esclavos de algún economista difunto. La
locura que destilan los maniáticos de la autoridad que creen oír voces en el
aire proceden de algún mal escritor académico de años atrás. Estoy seguro de que
el poder de los intereses creados se suele exagerar mucho, comparado con la
fuerza que tiene la introducción gradual de las ideas”
[2] Sin ser taxativa, la opinión de
Altamirano privilegia la figura de Frigerio “Es difícil determinar el papel
respectivo de Frondizi y Frigerio en la elaboración de la amalgama ideológica
que con el tiempo se identificaría con sus nombres y con el término de
desarrollismo, aunque todos los indicios hacen pensar que el primero fue quien
acogió las ideas del segundo. Hasta 1956…Frondizi era, ideológicamente
hablando, el representante político más conspicuo de la conjunción de laborismo
de izquierda -este filón se resumía en la idea de “democracia económica”-
antiimperialismo latinoamericanista y democratismo político que el mismo había
contribuido a definir como bagaje de la llamada Intransigencia Radical”
[3] Nos referimos específicamente a la
Declaración de Avellaneda de 1945, las Bases de Acción Política de 1947 -del
Movimiento de Intransigencia Radical- y la plataforma electoral de 1951 de la
UCR
[4]La vinculación entre
la publicación y el grupo frigerista es postulada por Carlos Altamirano
[5]
Afirma una publicación de
la época: “las relaciones económicas son primarias: existen y se desarrollan
independientemente de la conciencia y la voluntad de los hombres y determinan
su conciencia y su voluntad. Las formas político-jurídicas y las relaciones ideológicas
reflejan las relaciones de producción, que constituyen la base de la sociedad”
[6]“Por su atraso y escasa potencia
industrial y financiera, los países económicamente dependientes pueden ser
clasificados según tres grados de dependencia y atraso económico: 1º Países
económicamente dependientes, pero de relativa independencia institucional y
política. Tal es el caso de nuestro país, Australia, Canadá, Suecia … 2º Países
semicoloniales, con cierto grado de desenvolvimiento político e institucional …
3º Países coloniales, económica, institucional y políticamente dominados … Los
países de gran desarrollo económico, que representan el núcleo esencial de la
etapa monopolista de la economía privada, tienden a la dominación económica y
por consiguiente, presionan sobre las estructuras económico-sociales de los
países atrasados y dependientes, cualquiera sea el grado de dependencia y del
atraso”
[7]“Fuimos un país de ganadería; Inglaterra nos
llevó después hacia la explotación agrícola y salimos hacia el exterior. Esta
salida hacia el exterior nos llevó por el camino de la industrialización.
Cualquiera haya sido la causa –la competencia entre los países más
industrializados o el incremento de las relaciones económicas de las fuerzas
internas– lo cierto es que se crearon en el país formas económicas modernas
aptas para mantener relaciones comerciales y financieras con el resto del
mundo. … Junto a las antiguas formas
económicas surgidas de nuestra dependencia de Inglaterra, se originaron y
crecieron formas modernas que predominan interiormente y mantienen la economía
del país integrando la economía mundial con factores nuevos, capaces de
ulteriores desarrollos”
[8] La primera mención de estas
intervenciones de Frigerio proviene del panfleto “El libro rojo de Rogelio
Frigerio”, compilado de informaciones y rumores inventados por los servicios de
inteligencia de las Fuerzas Armadas y publicado en 1962 en Montevideo. Allí se
mencionan dos participaciones: una en la que exalta el materialismo histórico
en un artículo sobre Robert Owen de 1938 y otra de 1936, donde pide la libertad
de su amigo Héctor Agosti. En el libro de Morando, se transcribe la cita del
año 1938, sin aclarar que proviene de segunda mano, es decir, que es copiada
del panfleto
[9] La amistad de Frigerio con Agosti
sobrevivió a las vicisitudes de la vida política argentina. El primero cuidó de
los ingresos del segundo otorgándole un lugar de colaborador anónimo en el
diario Clarín.
[10] El VII Congreso Mundial de la
Internacional Socialista de agosto de 1935 estableció que era imperioso aliarse
con las fuerzas partidarias pequeño-burguesas para luchar contra el fascismo.
En la Argentina esa alianza incluía a socialistas y radicales.
[11] Frigerio – negando otra vez a la
entrevistadora su pertenencia al comunismo – relata los años de su militancia
en Insurrexit en estos términos: “Era
una vida muy dura; después vinieron cosas peores, aunque también nosotros
conocimos la picana eléctrica, la Sección Especial. Nos perseguían y estábamos
inseguros, mal alimentados. Pero teníamos un increíble fervor, nos consumía el
afán de saber, de capacitarnos para ejercer el poder”
[12] La presencia del aprismo debe destacarse. Además de las numerosas
noticias sobre la evolución del APRA en la vida política del Perú, el
pensamiento de Haya de la Torre fue publicado en veintiocho oportunidades
[13] Giudici aportó veintiún artículos para Claridad, generalmente con
una extensión que triplicaba lo habitual en la revista
[14] También se consolida nuestra idea del carácter temprano de la ideología,
polemizando de ese modo con la interpretación de Celia Szuterman
[15] Obsérvese la presencia del tópico marxista respecto
al modo en que el nuevo orden dominante va gestando las contradicciones que
crecen en su interior y terminarán con él. La idea es repetida en el citado
manifiesto frigerista de 1947 y en escritos muy posteriores del propio Frigerio
[16] La filiación
entre aprismo y desarrollismo fue postulada, entre otros por Marcelo Rougier (Rougier, 2016,
pág. 44).
[17] “La liberación nacional implica en los
países dependientes o semidependientes una revolución fundamentalmente agraria,
pero como dijimos, eso varía, en grado o intensidad, en cada país. En la
Argentina, los problemas del campo deben irse solucionando juntamente con otros
problemas que afectan a la industria y a nuestro desarrollo político, pues la Argentina no es un país semifeudal,
sino un país capitalista sometido financieramente al imperialismo” [negritas añadidas A.C.]
[18] Al producirse la Revolución Soviética,
luego de la etapa conocida como comunismo de guerra, el gobierno de Lenin
promovió la unificación de las pequeñas explotaciones campesinas en granjas
colectivas llamadas koljos, gestionadas en principio por los propios campesinos
con asesoramiento del estado. Posteriormente se crearon las granjas estatales
denominadas sovjos, consideradas preferibles por la posibilidad de aplicar
métodos científicos masivos a la explotación agrícola. Ambas partían del
supuesto de las insuficiencias económicas de la pequeña producción campesina.