Reseñas
bibliográficas
LOSADA L. (Compilador). (2017), Política y vida pública. Argentina (1930-1943), Imago Mundi, Buenos Aires, 160 páginas.
En 1930 se produjo el primer golpe de Estado en Argentina. La
intervención militar que clausuró la primera experiencia democrática, puso fin
a un ciclo donde la vida política giró en torno a la Unión Cívica Radical
(UCR). Una vez derrocado Hipólito Yrigoyen el panorama político de la Argentina
entró en una etapa novedosa y confusa. La historiografía se dedicó mayormente a
comprender las razones del golpe y ha tendido a abordar el periodo comprendido
entre los años 1930-1943 destacando su unidad analítica. En los últimos años,
las contribuciones sobre estos años fueron guiadas por la diversificación de
las escalas y las herramientas heurísticas. En este sentido, resultan
sobresaliente los trabajos dedicados a la historia cultural de la sociedad de
masas; sobre la participación activa de la sociedad en la vida pública; y las pesquisas
focalizadas en entender el funcionamiento del Estado y sus múltiples esferas.
El libro que compila Leandro Losada se sitúa en esta tradición
historiográfica, con el propósito de reflexionar sobre el espacio temporario
dominado por gobiernos conservadores (1930-1943). Justamente, se propone
recuperar y enriquecer el análisis del periodo a partir de las nuevas
contribuciones de la historia política. Es por ese motivo que los trabajos
congregados en este volumen exploran y reconstruyen la trayectoria específica y
singular de diversos actores y corrientes de la vida política argentina. Para
llevar adelante tal empresa, en la introducción Losada indica ciertos ejes
transversales e hilos conductores que articulan los diversos trabajos. En
primer lugar, resalta que en el periodo, a pesar de la
crisis política e institucional de la época, no se logra atenuar u opacar la
dinámica política partidaria. En segundo lugar, los diferentes capítulos
entrecruzan los pensamientos, ideas y acciones de los actores políticos con los
diferentes debates y sucesos que conformaban el mundo europeo de entreguerras.
Por último, destaca que la intención por relacionar el escenario local con el
internacional no obstaculiza una transposición automática entre ambos. Por el
contrario, cada aporte otorga relevancia a los condicionantes propiamente
nacionales buscando demostrar la inestabilidad política del periodo como un
resultado de las bases políticas construidas durante la formación del país como
Estado-Nación. En definitiva, el libro está constituido por siete contribuciones
originales que buscan articular los tópicos mencionados.
El capítulo inicial a cargo de Sebastián Giménez explora las
transformaciones del radicalismo tras el golpe de 1930. Comienza demostrando
como, durante el primer lustro de la década el radicalismo -bajo la dirección
de Marcelo Torcuato de Alvear- se reorganizó políticamente. Es crucial, en este
sentido, la modificación del partido priorizando un plan político por sobre los
nombres de los dirigentes, democratizando la maquinaria política radical. Este
nuevo radicalismo concibió el final del yrigoyenismo como una crisis pero también como una oportunidad para que, desde
otros métodos, el partido retomara su posición como garante de la democracia y
la constitución nacional. Asimismo, el autor resalta las diferentes estrategias
de accionar político que se discutían en el interior partidario:
abstencionismo, intransigencia y concurrencismo.
Luego, en la segunda mitad de los años 30 examina el desenvolvimiento del
radicalismo en la denominada república del fraude. Así demuestra la forma en
que la UCR se posiciona como alternativa y barrera ante las ideologías
polarizadas de Europa: el comunismo y el fascismo. Por otro lado, el autor
destaca la desaceleración y el estancamiento que sufre el partido a raíz del
contexto democrático fraudulento. A su vez, subraya la incapacidad que tuvo el
partido de apelar a nuevos actores sociales que a raíz del proceso de
industrialización van a tener un rol importante, como así también la
incapacidad de canalizar sus demandas de justicia social y democracia
económica.
Ignacio A. López nos interpela con su trabajo a repensar la situación del
partido encargado de perpetuar el Ejecutivo Nacional durante toda la década del
30 y principios del 40: La Concordancia. En este capítulo, a partir del examen
de las plataformas políticas, el autor busca poner en relieve el derrotero
político, ideológico y práctico diferenciando los tres períodos
correspondientes a las distintas presidencias. En primer lugar, al reconstruir
la emergencia y la consolidación del partido desmenuza su conformación
heterogénea, los grados de acción e influencia de cada agrupación que la
conforman y la posición de Agustín P. Justo. Éste se erigió como el líder
articulador y responsable político de consolidar al partido como una plataforma
de alcance federal capaz de hacer frente a la UCR. En segundo lugar, al abordar
la presidencia de Ortiz el autor demuestra las formas que adoptó la
Concordancia para mantenerse en el poder, mediante el fraude electoral, las intervenciones
federales y el apoyo recibido por parte de sectores de las FF. AA. A su vez,
hace mención a las formas en que los sucesos acaecidos en Europa, tanto la
Guerra Civil Española (GCE) cómo la II Guerra Mundial (IIGM), interpelaron a
los políticos del partido. Por último, el trabajo resume el cambio de mando en
la presidencia, donde la enfermedad de Ortiz dio paso al ascenso de Castillo.
Los últimos tres años de la Concordancia en el poder estuvieron marcados por
una reconfiguración de las márgenes de acción de las fuerzas políticas que
formaron el partido; la búsqueda de medios que permitan socavar los logros
obtenidos por la UCR en el plano electoral; las posiciones que tenían los
integrantes del partido sobre qué actitud tomar durante la IIGM; y la
ilegitimidad en ascenso sobre sus acuerdos políticos y el modus operandi en la
arena electoral. Dando lugar a la acción de sectores nacionalistas de las FF.
AA., burocratizados y politizados, que terminaron llevando adelante el golpe de
1943.
Por su parte, José Zanca se concentra en un tema al que ha contribuido en
los últimos años: el catolicismo y su proyección política en el periodo. El
autor demuestra las estrategias del catolicismo para tener un rol influyente
dentro de la arena política. A través de los vínculos entre la Iglesia y la
política hace hincapié en las creaciones de organizaciones católicas que
pretendían llegar a interpelar a la mayor cantidad de “devotos” posibles,
pretendiendo así utilizar tales organizaciones como plataformas de formación
política. Asimismo, la Iglesia católica intentaba erigirse como un campo
político e ideológico particular y autónomo en comparación con las ideologías
pujantes de la Europa entreguerras: el fascismo, el liberalismo y el comunismo.
Los debates y las transformaciones tanto de organización como de proyección del
catolicismo en clave política, a medida que la década del 30 avanzaba, se
indagan de manera reveladora. Del mismo modo, la relación entre el nacionalismo
y el catolicismo es otra de los rasgos indagados por el autor, como así también
la posición del catolicismo local con respecto a la GCE y la IIGM.
El recorrido de la derecha nacionalista se reconstruye en el trabajo de
Olga Echeverría. El estudio parte del momento de su conformación como actor político
y social desde la década del 20 hasta su proyección cultural de la década del
30, atravesando la decepcionante derrota que experimenta luego del golpe de
Estado por parte del sector legalista de las FF.AA. y de los partidos que lo
apoyaron. En este recorrido cronológico, la investigadora evidencia la
formación de agrupaciones nacionalistas que fogonearon
el golpe que derrocó a la UCR, para demostrar cómo sus propósitos de modificar
la estructura política y social del país fueron obstaculizadas.
De esta forma, revela la poca gravitación que tuvieron frente al grupo “legalista”
de las FF. AA, liderados por Justo, quienes pretendían encauzar el régimen
político, sin llevar a cabo reformas estructurales. Echeverría se detiene en
las producciones intelectuales de la derecha nacionalista, considerando esta
instancia como un momento de reestructuración discursiva de métodos y alcance.
Se evidencia la emergencia de un discurso que focaliza la atención en demostrar
las falencias de la dirección liberal conservadora de la administración
pública. Así, divulga ideas políticas que tienden a favorecer los intereses
propios de la oligarquía nacional y la reproducción de su status quo. Su
interpretación destaca un espacio de pensamiento intelectual y político que
contuvo a la derecha nacionalista en el marco de la “década infame”.
En “Comunismo y cultura política
comunista: El momento antifascista” Ricardo Pasolini
aborda los avatares del Partido Comunista Argentino (PCA) subrayando la
gravitación del contexto antifascista de gran parte de las izquierdas en el
plano internacional. El autor, entonces, se detiene en las relaciones entre el
PCA y las directrices del Comintern; en las estrategias llevadas a cabo en el
ámbito local, tanto en alianzas con diferentes partidos políticos, como las
producciones culturales y de prensa que realizaban; en el rol de las mujeres en
distintos organismos antifascistas; y en las acciones llevadas a cabo por
intelectuales vinculados a ideologías de izquierda. Todas estas aristas se
ponen en relación con la posición que toma el comunismo internacional frente a
los avances del fascismo en Europa, marcados la GCE o por los vaivenes de la
URSS en la IIGM.
En la siguiente contribución, Ricardo Mazzola presenta las diversas
iniciativas, posiciones y discusiones internas del Partido Socialista (PS)
durante el periodo. Al igual que todos los capítulos, en un primer momento el
autor realiza un breve repaso historiográfico sobre el tema. Mazzola menciona
las modificaciones en la concepción política del PS en cuanto al gobierno de
Uriburu, que pasó de un apoyo inicial hacia una postura opuesta a las
pretensiones del gobierno de facto. En este contexto, las discusiones en el
interior del partido con respecto a las estrategias a adoptar socavaron la
organización partidaria generando fracturas. El surgimiento del Partido Socialista
Obrero es el resultado de dicha desintegración, teniendo como eje las disímiles
posturas estratégicas dirigidas a los trabajadores. Siguiendo esta línea, la
cuestión gremial y las discusiones acerca de la politización de los sindicatos
o su autonomía resultan cruciales. Finalmente, el autor destaca las relaciones
del PS con las demás fuerzas “democráticas” para conformar un frente popular
que pudiera disputar en lo electoral con la Concordancia, como así también la
tensa relación que mantenían con la UCR.
El último trabajo, de Leandro Losada, presenta una particularidad con
respecto a los demás. Este capítulo gira en torno a un suceso específico y
desde allí se analiza la política de la argentina a partir de 1940. En el
verano del 40-41 se llevó a cabo una reunión extraoficial entre Federico
Pinedo, Ministro de Hacienda del presidente Castillo, y Alvear. El autor hace
un relevamiento sobre las repercusiones que el hecho suscitó en la prensa y en
los partidos políticos al que pertenecían, PS y UCR respectivamente. A partir
de allí el autor analiza los debates en el interior de ambas fuerzas, las
implicancias del contexto internacional de guerra en el imaginario de ambos
protagonistas y en las dificultades que se presentaron para la llegada a un
acuerdo común. Esta reunión y su posterior fracaso es puesto en escena por el
autor como un espejo de la política argentina de principios de la década de
1940 pero que encuentra sus causas en el tormentoso ciclo político inaugurado
en 1930. La habilidad del autor de situar el panorama y las dificultades de la
política en las mismas tradiciones políticas del país, tal como menciona la
introducción del libro, se cristalizan demostrando así uno de los argumentos
ejes de la compilación.
En suma, el libro se presenta enriquecedor
por dos sentidos. Por un lado, da cuenta de las nuevas perspectivas de análisis
de la historia política de la Argentina durante “la tormenta del mundo” y la
necesidad de repensar los problemas teniendo en cuenta el contexto
internacional y su impacto local; por otro, busca brindar nuevas síntesis que recuperan
las líneas de indagación recientes sobre el periodo reuniendo a destacados
especialistas en sus campos. Cada trabajo revitaliza los estudios de la
historia política y otorga nuevas interpretaciones sobre el margen de acción de
las plataformas políticas del país. A su vez, al ofrecer una mirada de conjunto
brinda nuevas aristas y herramientas, al mismo tiempo que permite ampliar las
líneas de indagación para aquellos con afanes de incursionar en investigaciones
sobre la política argentina de la primera mitad del siglo XX.
Universidad
Nacional de General Sarmiento (Argentina)
Marchesi, A. (2019). Hacer la revolución. Guerrillas
latinoamericanas, de los años sesenta a la caída del Muro. Siglo Veintiuno
Editores: Buenos Aires, 267 páginas.
La
Revolución Cubana es uno de los grandes hitos de la historia latinoamericana, y
así fue percibido desde el 1º de enero de 1959 por sus contemporáneos: por
primera vez una guerrilla derrotaba a un ejército regular, tomaba el poder y –
unos años después – se declaraba abiertamente socialista. Sus proyectos y
promesas fueron abrazados por una generación de jóvenes interpelados por los
contextos de conflictividad social en América Latina que comenzaron a debatir
las posibilidades de la lucha armada en tramas diferentes de la cubana,
ensayando interpretaciones y formulando nuevos postulados teniendo la
revolución como horizonte.
Desde
estas premisas, Hacer la revolución plantea
que el ciclo de movilizaciones sociales que comienza a fines de los años
cincuenta en países centrales del Cono Sur, con el que empalma el ejemplo de la
Revolución Cubana, junto con los primeros indicios del surgimiento de los
regímenes autoritarios, influyeron fuertemente en la conformación de una
generación de jóvenes que pusieron en tensión las formas tradicionales de hacer
política. A partir de la crítica al legalismo y reformismo de los partidos
tradicionales de izquierda e impulsando nuevas metodologías, más radicales y,
desde su punto de vista, más eficientes para alcanzar el cambio social, se
conformaron grupos que apostaron al debate sobre la lucha armada y la violencia
política. En este sentido, el autor rastrea las formas en que ideas y
movimientos político – sociales hicieron sentido, para lo que se sirve de acontecimientos
críticos de la historia latinoamericana, estableciendo la convergencia,
emergencia y desarrollo que con particularidades configuraron unas unidades de
sentido: una “cultura política transnacional radical de tono revolucionario”
(p. 19).
Teniendo
esta hipótesis como punto de partida, Marchesi brinda un detallado análisis del
surgimiento, desarrollo y fracaso – en términos del autor - de los proyectos
políticos de una red de organizaciones de nueva izquierda en el Cono Sur, en el
clivaje de las décadas del sesenta y setenta, extendiendo el arco temporal
hasta incluir las transiciones democráticas de los ochenta. Agrupa al Movimiento
de Izquierda Revolucionaria (MIR) chileno, el Partido Revolucionario de los Trabajadores
– Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT - ERP) argentino, el Movimiento de Liberación
Nacional Tupamaros (MLNT) uruguayo, el Ejército Liberación Nacional (ELN) boliviano
y grupos de exiliados brasileños bajo el denominador común de haber sido
promotores de la violencia política organizada – siendo la lucha armada su
principal expresión - como único camino para alcanzar el cambio social. Estos
grupos forjaron redes que habilitaron intercambios y ámbitos de formación,
dieron apoyo logístico y facilitaron los sitios del exilio cuando fue
necesario.
Desplazándose
por espacios locales, regionales y trasnacionales – en un intento por eludir la
dicotomía nacional/extranjero -, este libro ofrece elementos que son centrales
en la comprensión de los procesos políticos, culturales y sociales sobre los
que esta generación erigió sus proyectos: los sesenta globales, la nueva
izquierda latinoamericana y el autoritarismo. Uno de los objetivos del autor
con este libro es reconstruir el lugar del Cono Sur en esos sesenta globales, tradicionalmente
abordados desde una perspectiva eurocéntrica o con el foco puesto en los
Estados Unidos. Marchesi vuelve sobre la densidad histórica de los procesos de
nuestro continente y entiende que existieron hechos regionales que tuvieron
impacto global, como la muerte de Ernesto Guevara y su transmutación en ícono
de la revolución.
En
cuanto a las divisiones al interior de la izquierda, el libro aporta líneas
argumentales para entenderlas al calor de la Guerra Fría, el intervencionismo
estadounidense en América Latina y las crisis económicas de cada país, y no
como meras radicalizaciones ideológicas que alentaron el espiral de violencia
que culminaría en los estados terroristas en plenitud durante la década del
setenta. Tiene en cuenta que la llamada nueva izquierda no convocó únicamente a
quienes comulgaban con la lucha armada - aunque esas organizaciones son las que
este libro estudia – sino que incluyó un su seno perspectivas más heterogéneas
que vemos asomarse en diferentes pasajes de esta obra. Es una misma “estructura
de sentimientos” la que atraviesa a esta generación de jóvenes, y es uno de los
aspectos que Marchesi busca desentrañar a partir del rastreo de acciones,
ideas, sentimientos e interpretaciones.
En
cuanto a la línea histórica procesual que se reconstruirá en los capítulos, en
primer lugar aborda el surgimiento de una cultura
política particular que habilitó el desarrollo de los grupos armados conosureños. Luego, los procesos de exilio regional que
tendieron redes entre los diferentes grupos, haciendo foco en las experiencias
de los “militantes viajeros”. Finalmente, la creación de la Junta de Coordinación
Revolucionaria (JCR), que es entendida como el resultado de la regionalización
de los procesos políticos, cuyo análisis, para Marchesi, echará nuevas luces
para el estudio del surgimiento de los autoritarismos en el Cono Sur.
El
primer capítulo reconstruye los interrogantes iniciales que planteó el proceso
cubano: ¿cómo hacer la revolución sin la Sierra Maestra? La pregunta se abría e
invitaba a cuestionarse por las posibilidades de la formación de focos
guerrilleros rurales en las latitudes del Cono Sur, debates abonados por la
producción teórica de Ernesto Guevara y Régis Debray.
La primera experiencia fruto de estas discusiones fue “el coordinador”, en
Uruguay. Estaba conformado por militantes de diversas extracciones políticas de
izquierda, pero por fuera de sus estructuras orgánicas, en un contexto de
fuerte movilización social habilitado por un proceso inflacionario de
envergadura. “El coordinador” funcionó entre 1963 y 1965; es considerado el
germen del MLNT (1966) que bregaba por la necesidad de implementar una
estrategia revolucionaria en Uruguay, siendo la “lucha urbana” un aspecto
central. En este punto, Marchesi introduce al MIR, al PRT – ERP y a guerrillas
brasileñas (que no son individualizadas) como actores en sintonía con el MLNT,
experiencia que comenzó a irradiar las posibilidades de la guerrilla urbana.
En
el capítulo dos aparecen marcando el pulso del debate la Conferencia
Tricontinental de 1966 y la Conferencia de la Organización Latinoamericana de
Solidaridad (OLAS) en 1967 (ambas celebradas en Cuba). Se destaca como otro
aspecto fundamental de la coyuntura las interpretaciones que cada una de las
agrupaciones arriba mencionadas hacían de los discursos y textos del Che. En
este pasaje del libro, el autor da cuenta de la experiencia de la guerrilla del
Che en Bolivia, el ENL. Comentario aparte merecen los párrafos dedicados a la
muerte del Che: Marchesi aborda este acontecimiento desde el análisis de las
fotografías del cadáver, algunas producciones literarias que inspiró (a las que
denomina “lectura sentimiental”), así como también el
viraje que representó en los debates al interior de las guerrillas (a las que
denomina “lectura política”). Sobre este último punto, el autor destaca las
maneras en las que la muerte del Che fue interpretada como el corolario del
foquismo rural.
El
espectro de Cuba recorre todos los capítulos, como una especie de faro y tutor
de los proyectos revolucionarios que allí se estudian. En el primero, se
destaca Uruguay como escenario, en el segundo Bolivia y en el tercero Chile,
con la experiencia de la Unidad Popular como hilo conductor. Aquí se presenta
el clima particular del proyecto de transición pacífica al socialismo por la
vía electoral, lo que propició que Chile se convirtiese en sitio privilegiado
para la reunión y el exilio, donde académicos e intelectuales jugaron un papel
protagónico. Aquí Marchesi analiza en detalle la experiencia de brasileños,
bolivianos, uruguayos y argentinos que se refugiaron en Chile y las maneras en
las que el proceso de la Unidad Popular habilitó reflexiones acerca de las
otras experiencias nacionales. Este capítulo también recupera los principales
hitos de la producción académica en el exilio chileno, muchos de ellos
fundamentales para el desarrollo de las teorías de la dependencia.
También
en este capítulo se deslizan algunas de las grandes contradicciones que tuvo el
gobierno de Salvador Allende cuando Chile se convirtió en la retaguardia de la
revolución latinoamericana. Siendo un gobierno constitucional, dando asilo a
grupos en su mayoría clandestinos en sus países de origen, los conflictos
internacionales se hicieron latentes. El exilio en Chile tiene centralidad
porque es aquí cuando en 1972 el MIR, el MLNT y el PRT – ERP comienzan a
esbozar los apuntes de lo que será la JCR. Marchesi encuentra que la idea
fuerza que “hermanaba” a estas organizaciones era la convicción de que el
conflicto armado era inevitable, ya que las vías civiles para el cambio social
se agotarían en el corto plazo según sus pronósticos. Las tres organizaciones,
por diferentes motivaciones, requerían de una red de contención: en Chile se
percibía la posibilidad de la reacción autoritaria por lo que el MIR entendía
que Argentina era su retaguardia natural; el PRT – ERP se había apartado de la
IV internacional y consideraba imperativa la formación de una organización
regional cercana y con perspectiva guevarista; finalmente, el MLNT necesitaba
reconstituirse. En 1973 se integra el ELN boliviano.
El
golpe de estado al gobierno de la Unidad Popular abonó, en la interpretación de
Marchesi, la convicción de estos grupos de que había llegado la hora de
implementar la estrategia revolucionaria. En el capítulo cuatro se produce un
nuevo cambio de escenario, y es el turno de Buenos Aires. El autor explica que,
no obstante las expectativas de las organizaciones,
Argentina no pudo constituirse en la retaguardia anhelada, en tanto desde 1973
existían grupos de ultraderecha que, bajo el ala del tercer peronismo,
perpetraron ataques, atentados y asesinatos cuyos objetivos eran militantes de
izquierda, sin importar su nacionalidad. El golpe de estado de marzo del 1976
echó por tierra las oportunidades de la JCR en Argentina y el exilio fue
obligado, una vez más. Desde México, Cuba o Europa, la JCR continuó ejercitando
la solidaridad revolucionaria auspiciando causas relacionadas a los derechos
humanos. Sin embargo, el exilio, la fragmentación política y territorial
tuvieron repercusiones al interior de las organizaciones, y para 1977 la JCR dejó
de existir como tal y cada grupo se volvió sobre sí mismo, de cara a las
transiciones a la democracia durante los ochenta, que es el tema central del
último capítulo.
Allí,
Marchesi da cuenta del viraje que se produce al interior de cada organización,
al que conceptualiza entendiéndolo como un tránsito de la lucha armada a la
defensa de los derechos humanos. El telón de fondo de este cambio de horizonte
fue acompañado a su vez por un abandono de la perspectiva regional y
trasnacional para concentrarse en los espacios nacionales. En este sentido, el
autor se ocupa de reconstruir los itinerarios de cada organización en
particular y ya no en sus redes de relaciones.
Hacer la revolución es un libro
que desafía las escalas tradicionales y nos invita a pensar la densidad
histórica de las décadas del sesenta, setenta y ochenta desde la vocación
latinoamericanista de las agrupaciones políticas que entendieron la lucha
armada como un camino válido para alcanzar horizontes de cambio social. Marchesi
propone un recorrido histórico descentrado, apostando por desestructurar los
espacios nacionales y haciendo un esfuerzo de síntesis. Así, invita a pensar
que la conformación de esta cultura política trasnacional de corte radical –
revolucionario posee aristas complejas, que son las que este libro intenta
desentrañar, y aquí radica uno de sus principales aportes.
Agustina Kresic
Centro
Latinoamericano de Investigaciones en Historia Oral y Social,
Universidad
Nacional de Rosario (Argentina)
agus.kresic@gmail.com