La
segregación urbana desde el tiempo y el espacio.
Una aproximación en una ciudad patagónica
(Neuquén, 1904-2010)[1]
Urban segregation from time and space.
An approximation to a Patagonian city
(Neuquén, 1904-2010)
Joaquín Perrén
Universidad Nacional del Comahue;
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(Argentina)
Germán Pérez
Instituto
Patagónico de Estudios de Humanidades y Ciencias Sociales
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(Argentina)
germanp80@gmail.com
Resumen
La diferenciación espacial ha sido unos de los rasgos más
duraderos de la vida urbana y su estudio ha sido un foco de interés para las
ciencias sociales. Con todo, el grueso de la literatura especializada ha tenido
a las áreas metropolitanas como escenarios dilectos de sus indagaciones, algo
que se recrudece en el caso de América Latina debido a su secular tendencia a
la macrocefalia. Además de focalizarse en las grandes ciudades, al punto de
asimilar el estudio de una parte con el todo, los trabajos interesados en el
estudio de la segregación residencial se han detenido mayormente en el
presente. Un rápido repaso de la producción reciente sobre esta temática nos
alertaría sobre la existencia de una más que evidente asimetría: la abundancia
de estudios sociológicos, antropológicos y geográficos contrasta con la escasez
de trabajos elaborados dentro de los límites de la historia. El presente
artículo nace de la voluntad de colaborar en la cobertura de las dos lagunas de
conocimiento que se desprenden del balance que acabamos de realizar. En lugar
de centrar nuestra atención en una de las muchas áreas metropolitanas de la
región, nos detendremos en una aglomeración de tamaño intermedio: Neuquén, en
la Norpatagonia argentina. Al mismo tiempo, y con el
propósito de morigerar el sesgo presentista que ha atravesado la literatura
sobre la segregación, privilegiamos una aproximación al siglo XX, recorriendo
tres etapas claramente delimitadas: el “Neuquén territoriano”
(1904-1955), “el Neuquén desarrollista” (1955-1990) y el “Neuquén neoliberal”
(1990-2010). En cada una de estas etapas veremos los principios que modelaron
la estructura urbana neuquina y los patrones de segregación que emergieron de
la misma. En términos metodológicos, el trabajo se nutre de una amplia gama de
fuentes, desde documentación nominativa hasta datos censales, sistematizada y
organizada mediante el uso intensivo de Sistemas de Información Geográfica.
Palabras clave
Segregación; Desigualdad; Estudios Urbanos; Historia Regional; SIG
Abstract
Spatial differentiation has been one of
the most lasting features of urban life and its study has been a focus of
interest for the social sciences. After all, most of the specialized literature
has had the metropolitan areas as attractive scenarios for its investigations,
something that is exacerbated in the case of Latin America due to a secular
tendency towards macrocephaly. In addition to focusing on large cities, to the
point of assimilating the study of a part with the whole, the works interested
in the study of residential segregation have mostly stopped in the present. A
quick review of recent production on this subject would alert us to the
existence of a more than obvious asymmetry: the abundance of sociological,
anthropological and geographical studies contrasts with the scarcity of works
produced within the limits of history. This article is born from the desire to
collaborate in the coverage of the two knowledge gaps that arise from the
balance that we have just made. Instead of focusing our attention on one of the
many metropolitan areas of the region, we will stop at an intermediate-sized
agglomeration: Neuquén, in the northern part of Argentine Patagonia. At the
same time, and with the purpose of mitigating the presentist
turn that the literature on segregation has gone through, we privileged an
approximation to the 20th century, going through three clearly delimited
stages: "Territorial Neuquén" (1904-1960), "Developmentalist
Neuquén"(1960-1990) and "Neoliberal Neuquén" (1990-2010). In
each of these stages we will see the principles that modeled the urban
structure of Neuquén and the patterns of segregation that emerged from it. In
methodological terms, the work draws from a wide range of sources, from
nominative documentation to census data, systematized and organized through the
intensive use of Geographic Information Systems.
Keywords
Segregation; Inequality;
Urban Studies; Regional History; GIS
Introducción
Hace ya diez años, Ananya
Roy publicaba un artículo que hizo las veces de revulsivo dentro del campo de
los estudios urbanos. Con una pluma incisiva y una enorme erudición, la
urbanista de origen indio llamaba la atención sobre la insuficiencia de
“estudiar las ciudades del Sur global como interesantes casos empíricos
anómalos, diferentes y esotéricos” (Roy, 2009 [2012]: 151). Este tipo de
enfoques no habían hecho más que interpretar a “las ciudades del Tercer Mundo
como el corazón de las tinieblas, lo Otro” (Roy, 2009 [2012]: 151). Para
revertir esa tendencia era necesario un dislocamiento que permitiese una
“calibración de las geografías del conocimiento autorizado” y la producción de
“una nueva serie de conceptos en el crisol de un nuevo repertorio de ciudades”
(Roy, 2009 [2012]: 152). De esta manera podrían lograrse un conjunto de
reflexiones que fuesen, a la vez, localizadas y deslocalizadas. Localizadas
porque tienen que “ser producidas en lugares (e importa dónde se producen)” y
deslocalizadas porque “luego éstas pueden ser objeto de apropiación, préstamo y
reasignación” (Roy, 2009 [2012]: 152). Así, las experiencias distintivas de las
ciudades de los países del Sur global pueden generar marcos teóricos
productivos y provocadores para todas las ciudades.
Estos consejos pueden aplicarse sin problemas
al estudio de la diferenciación socioespacial, en general, y al de los patrones
de segregación, en particular. Llevando al extremo la propuesta de Roy, el
presente trabajo podría pensarse como un ejercicio de triple dislocamiento. El
primer desplazamiento es el que parece más obvio: tomando distancia de las
ciudades globales clásicas, tan bien estudiadas por Saskia Sassen
(1991), proponemos una mirada que atienda a las particularidades que asumió la
urbanización en América Latina. El segundo corrimiento va en el sentido de
ampliar la gama de urbes a estudiar. En lugar de centrar nuestra atención en
una de las muchas áreas metropolitanas de la región, nos detendremos en una
aglomeración de tamaño intermedio localizada al sur del Sur global: Neuquén, en
la Norpatagonia argentina. La tercera frontera que
esperamos ensanchar es la que corresponde a la dimensión temporal. Con el
propósito de morigerar el sesgo presentista que ha atravesado la literatura
sobre la segregación, privilegiamos navegar por las profundas aguas de la larga
duración, parafraseando a Fernand Braudel (1970: 64).
Volveremos operativo este triple
dislocamiento a partir del estudio de tres etapas claramente delimitadas, a
saber: a) el “Neuquén territoriano” (1904-1955), b)
“el Neuquén desarrollista” (1955-1990), y c) el “Neuquén neoliberal”
(1990-2010). En cada una de estas fases veremos los principios que modelaron la
estructura urbana neuquina y los patrones de segregación que emergieron de la
misma. Partimos de dos hipótesis que son – a la vez- localizadas y
deslocalizadas. La primera de ellas podría sintetizarse en una frase: las
ciudades intermedias, muchas veces pensadas desde el prisma de la igualdad,
fueron asiento de fenómenos de segregación multiformes y variables en el
tiempo. La segunda nos conduce al campo de la producción de ciudad: las urbes
de medio rango no necesariamente presentan un carácter compacto, sino que, en
ocasiones, exhiben un crecimiento extensivo que intensifica las desigualdades
urbanas. Para poner a prueba estos supuestos echaremos mano de una amplia gama
de fuentes, entre ellas informes técnicos, artículos periodísticos,
documentación nominativa, información censal y cartografías temáticas
elaboradas con Sistemas de Información Geográfica.
La
segregación bajo la lupa. Un repaso de la literatura enfocada al estudio de las
desigualdades urbanas
La segregación remite a “las formas de
desigual distribución de grupos de población en el territorio” (Levy y Brun,
2002). De todos modos, y tomando distancia de la tradición ecológica
norteamericana, creemos que descubrir estos grados de distancia no es un fin en
sí mismo, sino un medio para acceder a una relación social de poder. Desde esta
perspectiva, la segregación solo opera como desigualdad cuando es
resultado de una restricción a la localización impuesta por un grupo por sobre
otros. Este tipo de limitaciones eran evidentes a simple vista en aquellas
sociedades en las que la discriminación étnica poseía un estatuto legal. Con la
desaparición del apartheid, los caminos por los que se abrió paso la
segregación se volvieron mucho más sutiles. Las limitaciones a la localización
dejaron de estar relacionadas con el color de la piel y se vincularon -directa
o indirectamente- a la capacidad adquisitiva de las personas. Los individuos
tienen que adaptar sus preferencias a las posibilidades de localización en la
ciudad, ya sea adquiriendo (o alquilando) una vivienda que se ajuste a sus
ingresos o bien accediendo a la misma por medio de políticas públicas.
Un repaso de la producción dedicada al
estudio de la segregación residencial para el caso argentino nos mostraría una
indisimulable macrocefalia: el grueso de la literatura disponible posó su
mirada en la ciudad de Buenos Aires y su área metropolitana (Torres, 1975; Scobie, 1986; Moya, 2003; Rodríguez, 2008 y Marcos y Mera,
2009). En buena medida tributarios de las tempranas reflexiones de Torres,
estos trabajos demostraron la existencia de una configuración en la que se
distinguía claramente el contraste entre un centro “rico”, que no había sufrido
el proceso de deterioro de otras metrópolis latinoamericanas, y una periferia
persistentemente “pobre” conformada por una amplia gama de opciones
habitacionales, desde barrios obreros planificados hasta asentamientos
informales. Gracias a estos estudios, algunos de ellos escritos en clave
histórica o geográfica y otros elaborados en los límites de la sociología o la
antropología, pudimos saber que ese esquema dual hundía sus raíces en los
tiempos dorados del modelo agroexportador, pero también que había experimentado
muy interesantes transformaciones al calor de la globalización y del desembarco
del neoliberalismo. Entre los trabajos que se focalizaron en el estudio de las
novedades que irrumpieron en el área metropolitana bonaerense en los últimos
años, podemos mencionar aquellos que se detuvieron en la multiplicación de los
espacios residenciales cerrados (Svampa, 2001; Lacarrieu, 2002; Carballo, 2002; Girola, 2008; y Vidal Koppmann, 2007), en la densificación y verticalización del
centro tradicional (Ciccolella y Mignaqui,
2009), en la aparición de nuevas centralidades alrededor de sitios de consumo u
ocio (por caso, shopping centers,
hipermercados o complejos de cines)(Ciccolella y Vecslir, 2012), así como en el reforzamiento de enclaves
étnicos en el corazón de la ciudad(Sassone, 2009; Sassone y Mera, 2009).
Junto a este conjunto de trabajos, podemos
destacar una segunda línea de indagación, de menor importancia relativa, que
intentó testear en urbes de tamaño intermedio distintos modelos que explicaban
la segregación en las áreas metropolitanas. Al interior de esta corriente
debemos situar los intentos de Cervera (1970) de analizar la ecología de la
ciudad de Santa Fe a partir del modelo sectorial de Hoyt
(1939) o los de Reñe (1994) de utilizar la plantilla
de Griffin y Ford para comprender la configuración espacial de Rosario. En
ambos casos, notamos un afán descriptivo que, aunque valioso por su carácter
señero, no dejaba de ser un ejercicio deductivo: partiendo de un modelo
definido a priori, buscaba las
semejanzas que la configuración de aquellas ciudades pampeanas presentaba en
relación con el mismo. Este esquema se trasladó desde lo teórico al campo
metodológico: distinguimos en estos trabajos una sobrevaloración de las
observaciones de campo, dejando de lado el amplio abanico de fuentes a partir
del cual podía reconstruirse el proceso de diferenciación socioespacial, desde
el análisis de testimonios personales hasta el procesamiento de los datos micro
espaciales provistos por los diferentes censos nacionales de población.
En el caso de las localidades de menor
envergadura, problemática mucho más cercana a la que motoriza este artículo, es
necesario mencionar los sugestivos aportes de Howell (1989). Tomando en
consideración tres ciudades del centro de la provincia de Buenos Aires (Tandil,
Azul y Olavarría), este autor llegó a la conclusión que el modelo de Griffin y
Ford, pese a ser satisfactorio para explicar la distribución de la población en
el tablero urbano, presentaba para los casos estudiados algunas
particularidades dignas de ser resaltadas: la residencia de la élite, en lugar
de estar asentada en las proximidades de la columna comercial, se encontraba en
un sector aislado. Al mismo tiempo, Howell descubrió que la transición desde
las áreas de madurez hacia los asentamientos periféricos era mucho menos
abrupta, lo cual parecía indicar una mejor distribución de la riqueza y menores
niveles de segregación residencial. Por último, esta morfología, a diferencia
de la sugerida por Ford, asumió la forma de una malla rectangular, lo cual
habla muy bien del crecimiento gradual y relativamente planificado de este tipo
de ciudades; algo que las diferenciaba tanto de las áreas metropolitanas de la
región como de otras aglomeraciones de tamaño intermedio que experimentaron una
verdadera explosión demográfica durante la segunda mitad del siglo XX.
No menos importantes fueron los aportes
realizados por Buzai(2003). A partir de la aplicación de diversas técnicas de
análisis multivariado y de la obtención de índices de segregación, este
geógrafo trazó una modelización de la estructura socio-habitacional de la
localidad de Luján, en la que resultaban visibles aspectos señalados por Bähr y Mertins (expansión
residencial de la elite), Griffin y Ford (anillos concéntricos y spine), Ford
(división entre centro comercial e histórico, y aparición de centralidades
periféricas) y Borsforf (polarización
socio-habitacional propia de la tercera etapa de la secuencia propuesta por el
autor). Este trabajo sirvió de catalizador a una serie de estudios que, desde
diferentes disciplinas e inquietudes intelectuales, realizaron ejercicios
similares para otras ciudades de la Argentina. Sin ánimo de ser exhaustivos,
podríamos mencionar las exploraciones realizadas para los casos de Tucumán,
Córdoba, Tandil, Bariloche, Mar del Plata, Santa Fe, Puerto Madryn, Bahía
Blanca y Resistencia (Falcón, 2011. Natera Rivas y Gómez, 2007. Ares y
Mikkelsen, 2007. Sánchez, Sassone y Matossian, 2007.
Linares y Lan, 2007. Tecco
y Valdez, 2006. Natera Rivas, 2005).
Sobre la base de esta cada vez más
frondosa literatura, han comenzado a aparecer los primeros -y, por cierto, muy
prometedores- estudios comparativos entre diversas ciudades intermedias
argentinas, iniciando una práctica que tiene una larga tradición en otros
escenarios latinoamericanos y que en la Argentina tenía muy pocos antecedentes[2].
Entre ellos, es justo destacar trabajos que, echando mano de sofisticadas
estrategias cuantitativas, estudiaron la diferenciación socioespacial de
diferentes capitales de provincia (Natera Rivas,
2006), de las mayores ciudades de la Pampa Húmeda (Gómez y Natera Rivas, 2012) o de dos áreas
metropolitanas sudamericanas (Córdoba, en Argentina, y Campinas, en Brasil) (Peláez, González y Pinto da Cunha, 2008). Bastante más
cercano en el tiempo, podemos señalar los estudios de Malizia,
Boldrini y Ruíz Peyré
(2018), quien -generando una interesante sinergia entre historia, sociología y
geografía- han examinado los patrones de segregación de Tucumán y Jujuy, dos
ciudades intermedias localizadas en el Noroeste argentino.
Concentremos ahora nuestra atención en
el joven campo científico norpatagónico. Una revisión
de la producción disponible es suficiente para percibir la escasez y
discontinuidad que caracterizan a sus estudios urbanos. Una referencia
ineludible en esta área son los pioneros estudios de César Vapnarsky
y Edith Pantelides (1983; 1987) sobre el crecimiento
urbano y la expansión de diversas ciudades de las provincias de Rio Negro y
Neuquén. Sus pesquisas buscaron desentrañar la relación entre una economía
regional recostada en la fruticultura y la consolidación de un área
metropolitana sin metrópolis: diferentes ciudades estaban físicamente
separadas, pero funcionaban de forma interrelacionada, cumpliendo en su
conjunto funciones que normalmente aparecían concentradas en urbes de mayor
envergadura. Junto a ello, ambos autores introdujeron en sus investigaciones
una dimensión temporal: lejos de mantenerse incólume con el paso del tiempo,
esta particular configuración experimentó algunos cambios de importancia. Entre
ellos, los estudiosos distinguían una clara tendencia hacia la
“metropolización” de la capital neuquina en tanto nodo principal del sistema
urbano del Alto Valle, rompiendo ese equilibrio entre diversas ciudades que
había prevalecido en las décadas centrales del siglo XX.
El estudio de las transformaciones
urbanas en el ámbito norpatagónico también fue
abordado desde la geografía, sobre todo por aquella vertiente que hizo propios
los planteos de Milton Santos. Al interior de este campo disciplinar,
advertimos, con el final de la última dictadura militar, la puesta en marcha de
diversos proyectos de investigación que avanzaron en dos direcciones que, aunque
diferentes, tuvieron más de un punto en contacto: por un lado, buscaron
realizar un relevamiento de los usos del suelo en la ciudad de Neuquén a fin de
analizar la estructura urbana de la ciudad de Neuquén(Goycochea,
1984); mientras que, por otro,
confeccionaron cartas de ofertas medioambientales para algunas de las
urbes que daban vida al sistema urbano regional (Sinigojet al, 1982, Sinigojet
al, 1984 y Colantuonoet al, 1987).
También al interior de la geografía, pero en clave más bien ensayística, debemos
apuntar los trabajos de Florinda Sznol, especialmente
aquellos que versaron sobre las fracturas espaciales que Neuquén experimentó
bajo los efectos del neoliberalismo y sobre las formas en que se espacializó la protesta social en tiempos de retroceso del
Estado (Sznol, 2007 y
2007a). Con todo, y pese a su carácter multiforme, es posible reprochar
a las producciones geográficas, como oportunamente lo hicieran Padín y Perren, “la carencia de perspectiva temporal y falta de
historicidad a sus abordajes, como la excesiva quietud de los frescos
elaborados, propios de enfoques sincrónicos de las estructuras urbanas” (Padín y Perren, 2015)[3].
El panorama no es mucho más alentador
en el campo de la historia. En un virtual desierto de producción, podemos
destacar un trabajo que, pese a tener algunos años, no muestra todavía señales
de envejecimiento. Nos estamos refiriendo al libro La ciudad del viento…
Historias, Arquitectura y Sociedad en el núcleo urbano de Neuquén Capital, empresa
editorial que nació como desprendimiento de un proyecto de extensión de la
Universidad Nacional del Comahue y cuya autoría corrió por cuenta, entre otros,
de Enrique Mases y Liliana Montes Le Fort (2001). Más allá de ser un texto
aislado, que lamentablemente no funcionó como catalizador de una línea de
investigación dedicada a la historia urbana de la Norpatagonia,
podemos destacar dos méritos. Por un lado, el libro muestra una vocación
interdisciplinaria entre la historia y la arquitectura, dando forma a una
colaboración que no resulta demasiado habitual ni siquiera en los campos
académicos de mayor tradición del país. Por el otro, en el terreno más
empírico, el texto, apoyado en un intenso trabajo de archivo y en la revisión
de los pocos antecedentes disponibles, nos muestra con lujos de detalles la
morfología inicial de la ciudad de Neuquén.
Los festejos por el centenario de la
capitalidad, en 2004, fueron un momento propicio para efectuar miradas que
atendieron simultáneamente a la necesidad de una producción científica
sistemática y al imperativo de transferir conocimiento a la sociedad que sirve
de soporte a la educación superior. De este cruce de lógicas, lamentablemente
no siempre compatibles entre sí, emergió una serie de textos que, aunque
nacidos en el ámbito universitario, tuvieron una repercusión que excedió
holgadamente el siempre estrecho público académico (Mases
et al, 2004; Iuorno, 2004; y Prislei, 2004). Con tiradas cuyos ejemplares se
contaron por miles, estos proyectos dotaron la historia de la ciudad de una densidad
analítica que, hasta allí, no había tenido, sobre todo a partir del deseo de
incluirla en tendencias de mayor alcance espacial. Todo ello, sin perder de
vista la relevancia social de reconstruir las biografías de los personajes
ilustres de la localidad. Así, entre agudos análisis de la realidad urbana,
fotografías inéditas y detalles curiosos de la vida de frontera, se produjo un
salto cualitativo en relación con esa tradición descriptiva, con un fuerte
aroma a crónica, que había prevalecido en la previa al “Centenario” de la
ciudad.
Aunque este grupo de trabajos dio una
bocanada de aire fresco a los estudios urbanos de la Norpatagonia,
no podemos dejar de señalar dos aspectos que, aunque operan en planos
diferentes, están íntimamente relacionados. En primer lugar, por una cuestión
de disponibilidad de producción de base, estos libros dieron mayor atención a
la etapa territoriana (1904-1958) que a la provincial
(1958-2004): el detallado análisis del caserío del novecientos, catapultado al
estatus de mito de origen, opacó el estudio de las particularidades que asumió
la urbanización neuquina durante la segunda mitad del siglo XX. Y de este
desequilibrio se desprende el segundo elemento que podemos ubicar en el
casillero del debe: la pronunciada expansión de la ciudad, esa que se dio en la
segunda mitad del siglo XX, fue estudiada de manera superficial. La ciudad
capital, convertida en una metrópolis de más de doscientos mil habitantes, fue
presentada como metáfora espacial de la modernización neuquina. Las formas que
esa expansión asumió, los cambios que la misma imprimió en la estructura urbana
y los crecientes problemas que acompañaron su espasmódico crecimiento no fueron
examinados en toda su complejidad. Este conjunto de lagunas, atendibles en la medida
que se trató de obras de síntesis, complicó enormemente la posibilidad de dar
un paso adelante con respecto a esa mirada que tenía a la expansión urbana tan
solo como consecuencia necesaria del crecimiento económico provincial y del
crecimiento demográfico capitalino.
Llegados a este punto, y en función del
estado actual del conocimiento, algunas preguntas se vuelven obligatorias:
¿Cómo operó el proceso de diferenciación socioespacial en la ciudad de Neuquén
a lo largo del siglo XX? ¿Cuáles fueron los patrones de segregación que
emergieron de las estructuras económicas y demográficas dominantes en cada una
de las etapas que transitó la capital provincial en el periodo de nuestro
interés? ¿Cómo poner en diálogo la literatura que enfocó su mirada en las áreas
metropolitanas con las particularidades de una ciudad intermedia de crecimiento
explosivo?
El Neuquén Territoriano (1904-1955): distancia social, cercanía
espacial y barreras físicas
Comencemos nuestro recorrido echando una
mirada a la Patagonia. Durante los primeros años del siglo XX, apreciamos una
débil ocupación del territorio con enormes espacios deshabitados, interrumpidos
ocasionalmente por alguna infraestructura humana. Aunque los primeros proyectos
de colonización se remontan a los años que siguieron a la mal llamada
“conquista del desierto”, sus resultados fueron extremadamente pobres. Es lo
que Susana Bandieri (2005), con su monumental Historia de la Patagonia, dio en llamar
el fracaso colonizador: el afán especulativo, la escasa presencia oficial y la
concentración de la tierra no permitieron elevar la densidad demográfica de la
franja más austral del territorio argentino. Sus principales actividades
económicas, amén de presentar un dispar grado de desarrollo, no fortalecieron
el perfil urbano de la región. Antes bien, la fruticultura, la ganadería y la
extracción de hidrocarburos le dieron a la Patagonia una apariencia más bien
rural: para una fecha tan avanzada como 1947, solo un tercio de su población
residía en ciudades o pueblos (Recchini de Lattes, 1973).
Es en ese marco donde debemos domiciliar el
caso que nos interesa. Hacia fines del siglo XIX, en las tierras ubicadas en la
margen derecha del río Neuquén, justo antes de converger con el río Limay, se
conformó un caserío que el común de la población conocía como “La Confluencia”.
Ese paraje fue ganando importancia con la llegada de diferentes dependencias
oficiales. El naciente pueblo era un rancherío disperso en que sobresalían las
construcciones de barro y un puñado de comercios. Su importancia en estos
primeros años residía en su carácter de escala obligada en la ruta que unía a
Carmen de Patagones y Bahía Blanca con los asentamientos militares de los
Andes, sobre todo con Chos Malal, capital del joven
territorio de Neuquén. No debemos olvidar que, en el cambio de siglo, el grueso
de la población se asentaba sobre los Andes, especialmente en el norte, donde
una ganadería trashumante, orientada a suplir la demanda de los centros urbanos
chilenos, daba vida a una economía mayormente rural. El censo nacional de 1895
es revelador al respecto: dos terceras partes de la población neuquina residía
en el cuadrante noroccidental del Territorio (Bandieri
y Angelini, 1983).
La llegada del ferrocarril, en 1902, inauguró
una nueva etapa en la Confluencia. Con la instalación de la estación, punta de
rieles del Ferrocarril del Sud, el número de habitantes de lo que algunos
autores denominaron protociudad fue incrementándose
hasta llegar al medio millar (AAVV, 2004: 15). En materia económica, el bramido
de las locomotoras significó una creciente integración de esta comarca con la
pampa húmeda: el duro viaje de carreta desde la Capital Federal, que insumía
cuarenta días, se convirtió en una travesía de poco más de un día. Esta
cercanía, por lo menos en términos temporales, hizo que la actividad comercial
se incrementara y, junto a ella, se comenzara a desarrollar un incipiente
sector secundario. En medio del caserío comenzaron a distinguirse algunos
establecimientos que abastecían a la población de bienes que estaban
naturalmente protegidos de la competencia. Sólo para mencionar los rubros más
repetidos en las guías comerciales de la época deberíamos señalar algunas
herrerías, un horno de ladrillos y una fábrica de gaseosa que funcionaba como
anexo de una casa comercial (Silveira, 1988: 30).
En 1904, el gobierno nacional, gracias a la
intervención del gobernador Bouquet Roldan, decidió
el traslado de la capital desde Chos Malal, al pie de
los Andes, hacia el área de la confluencia, quedando fundada así la ciudad de
Neuquén. Las razones de esta medida no son difíciles de imaginar: los
poseedores de las tierras de lo que luego sería la capital, entre los que
contamos al primer mandatario territoriano, tenían
una importante capacidad de presión y pensaban que a partir de esa medida sus
propiedades se iban a valorizar (Roca, 1981). Esa jugada especulativa fue
justificada por una argumentación ajustada a sus tiempos: la nueva capital,
ubicada en la intersección de dos ríos y comunicada al resto del país por rutas
de hierro, iba a comportarse como una puerta a partir de la cual ingresaría la
“civilización”. El resultado de este proceso de urbanización, alentado más por
el deseo de valorizar los terrenos que de ocuparlos efectivamente, fue un
tejido en el que “grupos de casas comenzaron a surgir diseminadas en el vasto
plano”, mientras que “seguían baldías manzanas enteras que no se ponían en
venta o se pedían precios elevadísimos por sus solares” (Edelman, 1954).
La decisión de trasladar la capital al
oriente territoriano tuvo un duradero impacto
demográfico en la joven ciudad de Neuquén. Gracias a la instalación de las
diferentes reparticiones gubernamentales, se produjo un salto en el número de
habitantes: el medio millar de 1902 se transformó en dos mil quinientos en
1920, alcanzando los siete mil a mediados del siglo XX (Mases y otros, 1994:
9). Pese este considerable avance, la
población neuquina presentaba tasas de crecimiento menores a las del cinturón
industrial bonaerense. Apartada de los proyectos industrialistas que habían
remodelado la arquitectura demográfica argentina, la ciudad de Neuquén crecía
gracias a un incremento vegetativo apenas positivo y a su consolidación como
destino de un creciente contingente de migrantes del interior del territorio. Con
el deterioro de la ganadería que alimentaba a los mercados trasandinos, sujeta
desde los años cuarenta a rigurosos controles fronterizos, el sector oriental
del Territorio Nacional comenzó a ganar espacio frente a los departamentos
recostados sobre los Andes (Perren, 2012).
El crecimiento de la población dio impulso a
una fecunda actividad comercial que incluía, entre otros emprendimientos,
galpones de acopio, comercios de ramos generales, tiendas que ofrecían telas
provenientes de Buenos Aires, casas de iluminación y puestos de revistas. El
sector terciario de la ciudad se completaba con una gama de servicios que iba
desde hoteles de cierta envergadura hasta pequeñas peluquerías. Este tipo de
actividades, que experimentaron un breve impasse
con el traslado de la punta de rieles a Zapala en 1916 (Silveira, 1988: 33-34),
fue acompañado de un sector secundario que, sin alcanzar ni remotamente la
escala de las ciudades de la Pampa Húmeda, agrupaba emprendimientos dedicados a
la producción de bienes de consumo y un puñado de talleres que tenían mucho de
artesanal. Si entre los primeros debemos contar la producción de pan, bebidas,
jabón y la confección de ropa; entre los segundos no podemos dejar de mencionar
algunas carpinterías, talabarterías, talleres de carros, herrerías y fábricas
de ladrillos (Gallucci, 2007: 159).
Mapa 1
Trazado de la ciudad de Neuquén. Etapa
territoriana
Fuente: Vapñasky, 1983.
Pero no todo en la capital neuquina era
intermediación comercial, actividad oficial y un puñado de establecimientos
industriales. Las obras de canalización del río Limay hicieron posible un
paulatino despliegue del sector primario. Alrededor de la capital del
Territorio se establecieron tres colonias agrícolas que conformaban una
superficie cultivable de alrededor de mil ochocientas hectáreas (Mases y otros,
1994: 10). En estas chacras, que asumieron la forma de explotaciones
familiares, el cultivo de la alfalfa con fines ganaderos y de una horticultura
orientada al consumo local fueron la norma en las primera dos décadas del siglo
XX. Luego de 1920 apreciamos una franca expansión de una fruticultura cuyos
productos comenzaron a comercializarse en los grandes mercados de la Pampa
Húmeda. Nuevas iniciativas colonizadoras, como la de los hermanos Plottier y el
propio Ferrocarril del Sud, provocaron la triplicación de la superficie bajo
riego entre 1920 y 1930. Esta
expansión no fue suficiente para que Neuquén perdiera su “carácter
absorbentemente administrativo” (Varpnarsky, 1983:
191), a muchos cuerpos de distancia de la capital productiva de la Patagonia
norte: General Roca, en el vecino Territorio Nacional de Rio Negro.
La distribución espacial de estas economías
se superponía con el mapa social de la ciudad de Neuquén. Como en las ciudades
preindustriales europeas, tan bien retratadas por Sjoberg
(1960), la cercanía con respecto al lugar de trabajo era un principio ordenador
del espacio urbano. No es casual que esa población compuesta de “comerciantes,
empleados y jornaleros de diversos oficios y gente de buen pasar” (AAVV, 2004:
59) se haya distribuido de forma desigual en el territorio. En términos
generales, y apelando a la amplia literatura sobre el tema (Silveira, 1988,
Mases y Montes Le Fort, 2001; y AAVV, 2004), distinguimos un esquema tripartito
que surcó con éxito la primera mitad del siglo XX: un “Alto” rico, un “Bajo”
popular y, entre ambos, un aislado, donde se desarrollaban las actividades
ferroviarias y residía el personal dedicado a esas labores (Mapa 1). Es
interesante cómo el relieve de la ciudad, ubicada en borde de un valle fluvial,
con una parte elevada y otra deprimida, reflejaba en buena medida la estructura
de clases. Esta realidad de segregación era acentuada por la existencia de
barreras físicas que reforzaban las distancias sociales. Hasta la década de
1930, cualquier flujo en sentido sur-norte o norte-sur debía franquear una
tranquera controlada por el personal de Ferrocarriles del Sud. La descripción
que Vapnasky hiciera de la morfología del “Neuquén Territoriano”, aunque elaborada hacia comienzos de los
ochenta, no ha perdido validez:
“Neuquén
adquirió una fisonomía que sólo durante los últimos diez años se comenzó a
desdibujar: la zona norte se tornó un barrio exclusivamente residencial
y administrativo, y allí se fueron construyendo todos los edificios
públicos; al sur de la playa ferroviaria más vasta de toda la línea
entre Bahía Blanca y Zapala, se formó el barrio comercial” (1983: 179)
La persistencia de
esta configuración no debería ocultar un elemento a todas luces novedoso: una
nueva ciudad se estaba construyendo detrás de los bordes de la ciudad
tradicional. Este nuevo espacio se encontraba, en gran medida, desconectado de
la grilla trazada al momento de la fundación. Con calles laberínticas y la
falta de los más básicos servicios públicos, se comportaba como una zona de
frontera al interior de una ciudad que complejizaba su estructura. En parte
resultado del fraccionamiento de chacras no demasiado productivas y en parte de
la ocupación de terrenos fiscales, los vecindarios más retirados funcionaban,
al decir de Gorelik (2004: 259), como avanzadas
domésticas de un campamento provisorio. Los testimonios de la época no dejan
lugar a dudas. En las cercanías del
matadero, en el sureste del trazado urbano, nos topamos con “cuadros para tener
ganado, con pasto y arroyitos (a su disposición)”[4]. Era habitual que
allí la hacienda ingresada a la comuna hiciera su último engorde antes de la
faena. Los servicios en esa zona se reducían a una canilla comunitaria y a la
electricidad que proveía la Cooperativa de Agua, Luz y Fuerza. La falta de gas,
por su parte, era compensada con leña extraída de los bosques que seguían el
curso del río Limay y los desagües a cielo abierto volvían el aire irrespirable[5]. Los campamentos
de gitanos, con sus carpas comunitarias y actividades marginales, además de
preocupar a las autoridades[6], alternaban con
viviendas rudimentarias en un paisaje típicamente suburbano. Esta descripción,
aunque refleja la realidad del barrio Belgrano, sirve para perfilar otras áreas
que se desarrollaron en las décadas de 1940 y 1950 (Villa Farrell, Mariano
Moreno, Villa María, Villa Florencia y La Sirena).
Recapitulemos. El examen de la evidencia
reunida nos permite caracterizar al “Neuquén territoriano”
como una ciudad claramente segregada. La condición social, quizás como ninguna
otra variable, permitía entender la disposición de la población en el tablero
urbano. No apreciamos grandes distancias físicas que separaran pobres de ricos,
pero sí dispositivos, como las tranqueras, que complejizaban la circulación al
interior de la capital neuquina. Las consecuencias de este hecho no son menores
para el análisis de la diferenciación socioespacial: en las primeras décadas
del siglo XX, el fenómeno de la segregación no solo operó sobre los stocks, sino también sobre los flujos.
Al mismo tiempo, es preciso señalar un segundo elemento: la ciudad cargó desde
su propio nacimiento con una baja densidad y un crecimiento claramente
centrífugo. El papel jugado por el capital inmobiliario, especialmente por la Sociedad Nueva España, nos ayuda a
explicar ambos rasgos. Su deseo de valorizar nuevas áreas de la ciudad hizo que
los loteos fueran discontinuos y que, solo cuando llegaran los servicios
básicos, se comercializaran los espacios reservados. Esto fue así al punto que
el propio Vapnasky señalaba que Neuquén era “el caso más notorio en todo el norte de la
Patagonia de dispersión y expansión innecesaria e inadecuada del tejido urbano”
(1983:189).
El Neuquén desarrollista
(1955-1991): distancia social, lejanía espacial y polarización
El “desarrollismo” dio aire fresco a los
periféricos distritos del sur argentino. El intento de desmontar el modelo
agroexportador y de erigir en su lugar una maquinaria industrial diversificada,
impulsó la búsqueda de fuentes energéticas acordes con esta nueva meta. Una
economía que, hasta allí, había mirado “hacia fuera” mostró un creciente
interés por crear “polos de crecimiento”, que irradiarían su influencia al
conjunto nacional. Esta nueva sintonía ideológica, que valorizaba el papel
planificador del Estado, tuvo a la provincia de Neuquén como un escenario
privilegiado. En ese contexto, la construcción de grandes represas para la
producción de energía, articulada con la expansión en la explotación de
hidrocarburos, benefició especialmente a la capital neuquina. Esto gracias a
que diferentes autoridades provinciales propiciaron la radicación en la ciudad
de aquellas empresas a cargo del usufructo de esos recursos, pero también
porque la prestación de servicios a las mismas se concentró en su planta urbana.
De esta forma, la edificación de una matriz estado-céntrica y la demanda de
brazos que ella trajo aparejada fueron de vital importancia en la atracción de
contingentes migratorios de diferentes procedencias, que constituyeron el nuevo
motor de su desarrollo demográfico.
En unos pocos años, esa pequeña localidad se
transformó en una de las urbes de mayor crecimiento durante la segunda mitad
del siglo XX. Entre 1960 y 1991, la población de la ciudad transitó de los
veinticinco mil habitantes a una cifra próxima a los doscientos mil. Las
tradicionales corrientes migratorias, originarias del interior neuquino y de
Chile, comenzaron a convivir con un nuevo flujo que provenía de diferentes
regiones argentinas como el conurbano bonaerense, Córdoba, Rosario y Mendoza.
Bajo el efecto de una demanda laboral que avanzaba a un ritmo hasta entonces
desconocido, Neuquén se consolidó como una área receptora y, como no podía ser
de otra forma, su estructura demográfica experimentó un radical cambio: una
población persistentemente joven y el creciente peso de los migrantes marcaron
los ritmos de una ciudad que abandonaba su perfil parroquiano para convertirse
en un centro de servicios, que atendía a un área urbana dispersalocalizada
en las márgenes de los ríos Neuquén, Limay y Negro.
La creciente importancia económica y
demográfica modeló los límites de una ciudad que avanzaba rauda hacia una
estructura polarizada. Una forma de dar cuenta de este proceso es aplicando el
Índice de disimilitud (ID). Esta herramienta nos avisa sobre cuán semejante es
la distribución de dos subpoblaciones en las unidades espaciales en las que se
divide la ciudad (Massey y Denton, 1988): un valor cercano a 100 nos indicaría
que el grupo en cuestión no comparte las áreas residenciales con miembros del
otro grupo (realidad de segregación); uno próximo a cero nos muestra que la
proporción de ambos grupos para cada una de las áreas estudiadas es idéntica
(realidad de integración). Tomando la ocupación declarada a la hora de contraer
nupcias, calculamos, para la década de 1960, el ID entre quienes se alojaban en
los extremos de la clasificación profesional: por un lado, trabajadores “no
manuales altos” y “profesionales bajos” y “altos”; mientras que, por el otro, a
quienes se desempeñaban en trabajos manuales semicalificados
y en otros que no requerían conocimientos específicos (Perren,
2011). Un ID próximo a 80 revela la escasa mezcla habitacional entre ricos y
pobres. La segregación, ese fenómeno que acompaña a Neuquén desde su propio
nacimiento, no hizo más que reforzarse en las décadas centrales del siglo XX,
tal como han demostrado numerosas investigaciones (Perren,
2009, 2010 y 2011).
Mapa 2
El temprano Neuquén desarrollista
(década de 1960)
Distribución espacial de los estratos inferiores
Fuente: Elaboración propia
Cuando volcamos en el mapa la información
ocupacional no sólo advertimos una significativa segregación, sino también un
esquema análogo al modelo de zonas concéntricas de Burgess (1924), aunque en
una dirección exactamente opuesta. La propuesta de la escuela de Chicago se
esforzaba en demostrar que el nivel social de los habitantes aumentaba conforme
nos alejamos del centro de la ciudad. En Neuquén, hacia mediados del siglo XX,
ese nivel disminuye a medida que realizamos el mismo movimiento (Mapas 2 y 3).
Alejada de la innercity norteamericana, esa
área dilecta de la mala vida y donde abundaban los migrantes de primera
generación, el área central neuquina albergaba los porcentajes más altos de
personas empleadas en los peldaños superiores de la estructura ocupacional y,
al mismo tiempo, una proporción bastante menor de trabajadores semicalificados o sin calificación. El damero original pasaba por un
momento de transición. Es verdad que algunos rubros todavía estaban alineados
con el pasado territoriano. Entre los más visibles
podemos señalar su aspecto abandonado, la falta de higiene o un Estado
municipal mínimo fueron quizás los elementos más visibles. Otros, sin embargo,
estaban sintonizados en una frecuencia completamente diferente. Aunque la
infraestructura urbana estaba a la zaga de la de otras ciudades de mayor
tradición, no menos evidentes fueron las novedades que la surcaron: la ciudad
perdió su carácter de frontera, esa eterna provisionalidad, para desandar un sendero
de complejización edilicia y, por supuesto, social.
Rodeando el centro se levantaba una franja,
al este y al sur del centro, que involucraba una menor proporción de
integrantes de los estratos superiores. Un informe realizado sobre finales de la década
de los setenta ponía a esta zona en un lugar de privilegio. Con comisiones
vecinales funcionando desde muy temprano, contaban -en mayor o menor medida-
con los principales servicios públicos.
Si bien no encontramos allí desagües cloacales, sistemas de alumbrado
potentes o calles asfaltadas, conformaban un cinturón de barrios que no estaban
sumergidos en una situación crítica. En
esa columna encontramos áreas de antiguo poblamiento que sólo algunas décadas
antes estaban totalmente desconectadas del tejido urbano neuquino. En los
barrios Mariano Moreno, Villa Florencia, Villa Farrell, Nuevo
y Belgrano nos topamos con “casas de material con agua y luz” que
albergaban a una población formada por “obreros y empleados de empresas
estatales, privadas y comercio”[7].
Mapa 3
El temprano Neuquén desarrollista
(década de 1960)
Distribución espacial de los
estratos superiores
Fuente: Elaboración propia.
Los barrios nacidos a mediados del siglo XX constituían, sin duda, una
segunda franja de la estructura urbana neuquina. Observamos en ellos una
ausencia total de personas empleadas en el vértice superior de la pirámide
profesional y una significativa participación de los trabajadores menos
calificados. Estas zonas se habían ganado el mote de “villas” o “cordón de emergencia”[8] debido al retraso que evidenciaban en materia de servicios. A bastante
distancia de los barrios más antiguos, estos sectores presentaban viviendas muy
precarias construidas con materiales como abobe, chapas, cantoneras y, en casos
extremos, hasta cartón. Esta descripción, aunque panorámica, funcionaba para
retratar a las áreas conocidas como Bouquet Roldan, Villa María, La Sirena, Sapere
y lo que luego se denominaría Progreso.
A todas ellas debemos sumar los vecindarios que sobrevivían en los márgenes de
las colonias agrícolas Confluencia y Valentina, donde sus habitantes
alternaban el ‘trabajo para otros’ con prácticas de subsistencia.
Poco de este panorama de segregación había
cambiado en las siguientes dos décadas. Ante todo, la distancia entre sectores
acomodados y populares seguía siendo importante. Para sostener este punto basta
con decir que el ID se mantuvo a un nivel muy elevado (cercano a 75). Notamos
también la permanencia de ese esquema de zonas concéntricas que invertía la lógica
sugerida por Burgess: al igual que los sesenta, el nivel social de los
habitantes disminuía a medida que realizamos un movimiento “hacia fuera”. Aquellos criterios que utilizamos para
comprender su distribución de la población tampoco perdieron actualidad: la
proximidad al centro era el mejor indicador para medir la calidad del empleo y
las ventajas de la zona. Los profesionales y quienes se desempeñaban en
empleos no manuales altos alcanzaban su pico en los distritos centrales,
disminuían sensiblemente en un primer anillo y alcanzaban su mínimo en los
asentamientos que se abrían paso en la periferia neuquina. En la vereda opuesta
encontramos a las ocupaciones manuales de menor calificación: su escasa
participación en el centro de la ciudad era compensada por una abundancia en
los espacios de más reciente urbanización.
Mapa 4
El tardío Neuquén desarrollista
(décadas de 1970 y 1980)
Distribución espacial de los
estratos inferiores
Fuente: Elaboración propia
La continuidad de este criterio no debería
confundirse con una estructura urbana inmutable. Por el contrario, el periodo
1970-1991 exhibió interesantes variantes que nos obligan a enriquecer el modelo
de un centro y dos franjas contiguas (Mapa 4 y 5). En principio, no podemos
dejar de señalar la exportación del perfil ocupacional del centro a otros
espacios. La dinámica del mercado inmobiliario nos ofrece algunas pistas al
respecto. Aunque las publicidades de la época ofrecían lujosos departamentos en
el corazón de la zona bancaria, la abundancia de tierras en las cercanías del
casco histórico facilitó la expansión de la ciudad en un sentido horizontal,
reforzando una expansión en un sentido horizontal. Los generosos planes de
pago, una infraestructura extendida y su cercanía respecto al centro sirvieron
de base a una apresurada ocupación de áreas del antiguo primer anillo, así como
también de espacios que hasta entonces eran sólo descampados. Este fenómeno nos
permite comprender el creciente peso de sectores como Villa Farrell, Alta
Barda,Cumelén o Santa
Genoveva.
Mapa 5
El tardío Neuquén desarrollista
(décadas de 1970 y 1980)
Distribución espacial de los
estratos superior
Fuente: Elaboración propia
A continuación de esta suerte de “centro
extendido”, observamos barrios que presentaban una menor cantidad de
profesionales y una mayor proporción de trabajadores manuales. En este rango
encontramos algunos de los distritos más antiguos de la ciudad, totalmente
consolidados desde el punto de vista urbanístico, pero también otros que
aparecían en los sesenta como asentamientos precarios. En la intersección entre
las demandas más articuladas de los vecinos y un Estado dispuesto en invertir
en infraestructura, encontramos un proceso que terminó borrando el límite entre
los barrios y vecindarios que antes formaban el primer y el segundo anillo de
la ecología urbana neuquina. Mientras los espacios más antiguos prosiguieron su
lenta integración al tejido de la ciudad, aquellos más rezagados fueron objeto
de un acelerado proceso de mejoramiento que suavizó esa imagen de “campamento
provisorio”.
Con una insignificante participación de
quienes se empleaban en el vértice superior de la pirámide profesional, los
vecindarios nacidos a mediados de los setenta se comportaban como el segundo
anillo de la arquitectura urbana neuquina. Esta “nueva periferia”, que constituía un verdadero
desierto en materia de servicios públicos, experimentó en los ochenta un crecimiento
extraordinario. A mediados de los ochenta eran más de dos mil las familias que
habitaban en los asentamientos precarios que se abrían paso en la periferia
neuquina, desde el extremo oriente (“La Costa”) hasta en el confín occidental
del ejido municipal (Colonia Valentina Sur)[9]. Los quince
“asentamientos irregulares de viviendas precarias” sumaban doce mil habitantes,
cerca de la mitad de los cuales no habían cumplido aún los doce años. Quienes
habitaban en estos espacios de relegación representaban un décimo de la
población. Una comparación puede que nos ayudea entender
su importancia. Para el período que nos ocupa, distritos que la literatura
académica suele asociar a este particular tipo de enclave de la pobreza -como
Lanús, en el conurbano bonaerense- mostraban una proporción similar de
habitantes residiendo en “villas miseria” (Auyero y Hobert, 2005: 233).
Una última novedad nos conduce a un elemento
que hace a la esencia del periodo: los complejos oficiales. Frente a un severo
desajuste entre oferta y demanda habitacional, no es extraño que el peso de la
construcción de viviendas haya recaído sobre las espaldas del Estado provincial
a través de una agencia fundada para tal fin: el Instituto Provincial de
Vivienda y Urbanismo de Neuquén (IPVUN). El incremento de los recursos llegados
por la liquidación de regalías hidrocarburíferas,
sumados a los aportes extraordinarios del tesoro nacional, permitieron llevar
adelante una activa política en materia de viviendas: cerca de ocho mil
unidades habitacionales fueron construidas en la capital neuquina y sus
alrededores. De todos modos, entre los numerosos complejos habitacionales
inaugurados quedaron atrapadas amplias franjas de tierra desocupada: la
erección de estas auténticas “islas de la periferia”, impulsadas por la
necesidad de edificar planes de vivienda oficiales al menor costo posible,
complicaron enormemente la provisión de los servicios elementales, al tiempo de
reforzar un cuadro de relativo aislamiento espacial.
Antes de avanzar sobre la última etapa,
hagamos una breve síntesis de lo hasta aquí trabajado. No estaría mal si
dijéramos que, en las décadas centrales del siglo XX, se reforzaron las
tendencias que visualizamos en el “Neuquén territoriano”.
En primer lugar, advertimos una realidad de fuerte segregación, aunque con
notorias diferencias con respecto a la etapa anterior. La cercanía espacial
entre ricos y pobres se volvió un lejano recuerdo del pasado. Su lugar fue
ocupado por un patrón claramente polarizado, con áreas centrales habitadas por las
elites y los sectores populares abriéndose paso en dirección a la periferia. La
distancia social comenzó a implicar una mayor distancia física. Esa
“segregación a gran escala” fue resultado de un proceso que podría leerse en
términos de continuidad: el “Neuquén Desarrollista” dio curso a una
urbanización dispersa, escasamente compacta o, usando términos técnicos, de
tipo fuzzy. Mucha importancia tuvo en este
fenómeno el real estate que, en su
búsqueda insaciable por rentas, dosificó la incorporación de lotes al mercado
inmobiliario, esperando que los mismos se valoricen con la llegada con
equipamiento urbano. Pero no podemos dejar de mencionar, y aquí radica un
elemento novedoso, un segundo actor productor de ciudad: el estado provincial. Su intervención
hizo que la explosión de la superficie edificada
conviviera con enormes espacios desconectados del tejido urbano,
colaborando de manera decisiva en el crecimiento extensivo de la ciudad.
El Neuquén
Neoliberal (1991-2010): distancia social, cercanía espacial y fragmentación
A partir de los años noventa, la provincia de
Neuquén experimentó una transición desde una economía desarrollada bajo un
modelo de capitalismo de estado, en el que la explotación de los recursos
naturales estuvo en manos de empresas públicas, hacia un modelo al que
podríamos ubicar en el cuadrante del neoliberalismo. Resultado de este proceso,
condicionado en gran medida por la reorientación de carácter privatista y
desregulatorio del estado nacional, la economía neuquina profundizó su
dependencia en relación con la extracción de hidrocarburos. Como bien señalaron
Domeett, Kopprio y Landriscini, fue recién “a fines de la década del 80 e
inicios del 90 cuando comienza a estructurarse la economía primario-dependiente
tal como se la conoce en la actualidad, signada por la finalización de las
grandes obras hidroeléctricas y la mayor producción hidrocarburífera
ocasionada por la desregulación del sector en los años 1991/1993” (2008).
La revisión de algunos indicadores básicos de
desempeño es suficiente para confirmar el “giro extractivista” que experimentó
la economía neuquina hacia comienzos de los noventa. Por aquellos años, la
explotación de petróleo y gas se convirtió en el rubro que mayor aportación
hizo a la formación del Producto Bruto Geográfico (PBG): entre los años 1993 y
2006, la participación de aquel sector en el total perforó la barrera del 50%,
duplicando el promedio de la década anterior y alcanzando su máximo histórico
en 1998 (una proporción cercana al 70%). Este vuelco, que permitió incrementar
el aporte de la cuenca neuquina en el conjunto nacional, reforzó esa imagen que
tenía a Neuquén como una provincia petrolera, una especie de emirato enclavado
en el corazón de la Patagonia. Esta brusca aceleración del crecimiento no
debería hacernos perder de vista dos elementos que no hicieron más que
intensificarse en las siguientes dos décadas: si, por un lado, la economía
neuquina fue objeto de un severo proceso de concentración; por el otro, notamos
el reforzamiento de una lógica “insular” de funcionamiento.
El proceso acelerado
de urbanización iniciado en la etapa anterior se potenció por estos nuevos
niveles de actividad. Esa ciudad que, en
1991, no alcanzaba los 170 mil habitantes pasó a tener 231 mil ya en 2010. En
veinte años, la capital provincial sumó más de 60 mil nuevos pobladores. En
términos espaciales este crecimiento derivó en una expansión caótica y no
planificada de la planta urbana principalmente hacia la zona noroeste del ejido
municipal y en sectores fiscales que no pudieron ser resguardados por el estado
municipal. Esta expansión demográfica dio curso a un proceso de metropolización
que no respetó los límites de los ejidos municipales cercanos. Se evidencia en
la actualidad un proceso de conurbación avanzado que integraría a las áreas
urbanas de Cipolletti, Centenario, Plottier, Fernandez
Oro, Las Perlas y Cinco Saltos (Pérez, 2018).
El “Neuquén neoliberal” fue un escenario en el
que la segregación resultó un ingrediente fundamental. Podemos aproximarnos a
esta desigual distribución de los grupos sociales en el territorio a través del
ID, aunque introduciendo algunas variantes con respecto a lo realizado en la
sección anterior. En lugar de utilizar a los barrios como unidades de análisis,
trabajaremos con información a escala de radio censal, máximo nivel de
desagregación ofrecido por los censos nacionales de 1991, 2001 y 2010. Al mismo
tiempo, abandonaremos la ocupación declarada a la hora de contraer nupcias y
usaremos una variable que presenta una mayor cobertura y confiabilidad: el
Máximo Nivel de Instrucción (MNI). Puntualmente, prestaremos atención a dos
subpoblaciones: una que abarca a quienes no habían culminado sus estudios
primarios (MNI Bajo); mientras que la otra involucra a quienes ostentaban un
título universitario (MNI Alto). Los datos obtenidos nos muestran la alta correspondencia que existe entre la distribución espacial de
los grupos y las distancias socioeconómicas entre ellos. En los veinte años
estudiados, cerca de dos terceras partes de los miembros del grupo de MNI bajo
debían cambiar su lugar de residencia para obtener una igual distribución
respecto del grupo de MNI alto en todas las áreas de la ciudad. Esta
continuidad nos avisa sobre una tendencia de largo aliento que pareciera
entender poco de coyunturas económicas favorables o desfavorables.
La estructura
socioespacial del “Neuquén neoliberal” es a todas luces más compleja que la
presentada en las etapas anteriores. Basta con echar un vistazo a la
distribución de la población con MNI alto para sostener esta idea (Mapa 6). Al
igual que en la fase “desarrollista”, la centralidad es un primer elemento
que ordena el paisaje urbano. El damero
original de la ciudad, por su accesibilidad y mejor dotación de servicios,
siguió albergando a los miembros más encumbrados de la sociedad, aunque fue
objeto de un proceso de elitización que lo volvió
mucho más homogéneo que en el pasado (Perren, Pérez y
Cabezas, 2018). En segundo término, advertimos una disposición en forma
concéntrica. Tal como desliza la geografía alemana y la norteamericana,
visualizamos una suerte de degradee que va perdiendo brillo conforme avanzamos en
dirección a la periferia (Ford, 1996; Mertins, 2003 y
Bordorf; 2003). En ese tránsito advertimos una
extensa área, coincidente con el sur y el “cercano” oeste de la ciudad, que
disponía de servicios como desagües, pavimento e iluminación. En caso de usar
el modelo de Griffin y Ford (1996) no dudaríamos en pensarla como “zonas
madurez”. Los dos primeros anillos que distinguimos en la temprana etapa
provincial fundieron sus límites y se convirtieron en un espacio compacto que
presentaba un alto grado de consolidación.
Esta
configuración concéntrica convivía con dos elementos sectoriales. Por un lado,
notamos una expansión de las pautas residenciales de las clases más favorecidas
que se extiende de forma lineal, siguiendo las direcciones de tres vías de
comunicación fundamentales (la calle San Martín hacia el oeste, la avenida
Olascoaga hacia el sur y la ruta provincial nº 7
hacia el norte). En cada una de estas cuñas distinguimos con claridad aquello
que Ford (2003) llamó spine, una estrecha área en la que sobresalía
la actividad comercial y alrededor de la cual quedaba delimitado un sector
residencial de elite que se desplegaba en sentido a la periferia. Por el otro,
debemos señalar un área que se extendía, en forma de abanico, hacia los
márgenes, en la que convivían diferentes configuraciones habitacionales, desde
viviendas edificadas por sus propios moradores hasta proyectos oficiales de
construcción. En esta área de “acrecentamiento in situ” (Ford, 1996), resultado
de la acelerada expansión de la ciudad en las décadas de 1980 y 1990, no se
observan carencias materiales significativas, aunque sí comenzaba a insinuarse
un fenómeno de cohabitación.
Mapa 6
Concentración de la población con MNI alta. Neuquén, 2001.
Fuente:
Elaboración propia
Por último, no podemos dejar de notar estructuras
celulares que redondean los límites de una morfología a todas luces compleja.
Al igual que en el “Neuquén desarrollista”, las unidades espaciales que
presentaban una mayor vulnerabilidad social poseían una disposición en forma de
enclaves, solo que, con el desembarco de las recetas neoliberales, no hicieron
más que aumentar en número y en dimensión. En 1984, la capital provincia
albergaba un total de 17 “asentamientos ilegales” que reunían una población
aproximada de doce mil habitantes. Veintinueve años más tarde eran 45 las
“villas de emergencia”, algunas regularizadas y otras en una situación de
incertidumbre, en las cuales residían más de veinte mil personas (TECHO, 2013:
15). En estos espacios de relegación asistimos simultáneamente a “una negación
de infraestructura adecuada y la rutinaria ausencia de protección contra los
riesgos y peligros ambientales”, usando las palabras que usaron Auyero y Burbano para explorar el caso del Gran Buenos
Aires (2012: 14). Este cambio de escala que tuvo la segregación en el Neuquén
neoliberal no hizo más que incrementar su “malignidad”, pues “cuanto mayor es
el tamaño de las áreas homogéneas en pobreza, los problemas urbanos y sociales
para sus residentes se agravan” (Sabatini, 2003: 7).
Pero
estos procesos de encapsulamiento no solo se dieron “por debajo”. En los años
que comprende el “Neuquén neoliberal” notamos un proceso de periferizaciónde
las pautas residenciales de la elite. Este fenómeno privilegió áreas que
poseían un indiscutido atractivo paisajístico, ya sea debido a su cercanía a la
zona ribereña o bien por presentarse como una suerte de oasis verde en el
corazón de un área dedicada a la fruticultura. Lo que en los noventa se resumía
a dos countries,
se volvió una miríada de urbanizaciones cerradas localizadas mayormente en
antiguas áreas rurales. El incremento del valor del suelo de los lotes
céntricos, sumado al interés del estado municipal y de los desarrolladores de
sumar nuevas zonas a la marea urbanizadora, hizo que numerosos propietarios se
desprendieran de sus chacras, provocando una profunda transformación en un
paisaje que, desde comienzos del siglo XX, había sido rural. Fue así como “una
zona ribereña que históricamente era considerada marginal, inundable, con
presencia de reservorios de vivienda social o asentamientos precarios (…)
comenzó a disputarse como territorio para las urbanizaciones de privilegio”
(Romero y Goycochea, 2016).
Resumamos.
El Neuquén neoliberal exhibe un conjunto de permanencias y cambios en relación
con las etapas anteriores. Entre las primeras debemos mencionar una segregación
residencial que pareciera cruzar de manera oblicua el siglo XX. Pero, debajo de
este mar de continuidades, se ocultaba una transformación decisiva: en los noventa se
produjo la génesis de un proceso de fragmentación (Janoschka, 2002 y Portes y Roberts, 2005). Tomando distancia de esa realidad
dual tan cara al desarrollismo, la ciudad tendió a funcionar como una sumatoria
de islas dispersas, permitiendo aquello que, hasta allí, había sido imposible:
la lejanía social comenzó a ser compatible con la cercanía espacial (Cuenya, 2018: 2). Sin anular el clivaje entre centro y
periferia, los extremos de la estructura social habitaban en áreas
extremadamente homogéneas, muy próximas entre sí, aunque con nula interacción.
Esto último era posible gracias a la proliferación de dispositivos de
separación: no se trataba de las tranqueras de la empresa ferroviaria, aquellas
que había dificultado la circulación en la fase territoriana,
sino de alambrados, puestos de vigilancia, cámaras y barreras. En pocas
palabras, la “segregación a gran escala” fue reemplazada por una microsegregación (Sabatini, 2003).
Una
segunda continuidad con cambios es aquella que se refiere al proceso de
urbanización. Al igual que en las dos etapas previas, la lógica extensiva de
ocupación del territorio hizo que la mancha urbana avanzara hasta límites
insospechados, provocando crecientes tensiones entre diferentes usos del suelo.
Esto vale para caracterizar la multiplicación de las gattedcomunities en antiguas
zonas productivas, pero también para explicar la producción de hábitat popular
en áreas cada vez más alejadas, en cercanías de yacimientos hidrocarburíferos.
Sin embargo, no podemos dejar de un mencionar una contrafuerza, un fenómeno que
tuvo como escenario dilecto al centro neuquino: el crecimiento en altura. En el
plano explicativo, podríamos decir que este proceso tuvo como punto de partida
la salida del régimen de convertibilidad en 2002. La devaluación de la moneda,
que multiplicó la rentabilidad de los tenedores de dólares no hizo más que
incrementar el volumen de operaciones inmobiliarias, estimulando la
construcción de torres: durante la segunda mitad de la década de 2000 se
tramitaron 122 proyectos, un tercio de los cuales correspondió a 2010, año que
marca el inicio de un proceso de amesetamiento (Rio
Negro, 27/12/2010). Esta densificación, que fue acompañada de la elitización, dio a Neuquén una apariencia com-fusa: el centro se volvió cada vez más
compacto y homogéneo; mientras que la periferia hizo de la difusión y la
heterogeneidad sus principales características (Abramo,
2012).
A modo de conclusión
Luego
de este itinerario por el siglo XX: ¿Qué reflexiones, a la vez, localizadas y
deslocalizadas podemos hilvanar?
Imagen 1
Síntesis de la estructuración socioespacial
de la ciudad de Neuquén (1904-2010)
Referencias: 01- Neuquén territoriano
(1904-1955); 02-Neuquén Desarrollista I (1955-1970); 03-Neuquén Desarrollista
II (1970-1991); 04-Neuquén Neoliberal (1991-2010)
Fuente: Arq. María Mercedes Martinez (UNRN)
Gracias al ejercicio de “triple dislocamiento” llenamos de
contenido las dos hipótesis que pusimos en juego a lo largo del trabajo. Con el auxilio de una
variada gama de recursos heurísticos, pudimos demostrar la ubicuidad tanto de
la segregación como del carácter expansivo de la urbanización neuquina. Claro
que ambos fenómenos asumieron diferentes modalidades en el arco temporal escogido.
Y es precisamente este dinamismo aquello que nos permitió modelar los límites
de una periodización; una que hizo posible que nos aproximemos a las siempre
complejas interfaces entre estructura social y espacial. En el “Neuquén Territoriano” advertimos una lejanía social que convivía
con una cercanía física, aunque la acción del capital inmobiliario comenzaba a
estirar exageradamente los límites de la mancha urbana. El “Neuquén
Desarrollista” transitó por un camino de creciente polarización: el par centro-periferia
incrementó la distancia espacial entre las clases sociales, al tiempo que la
acción del Estado provincial, con su política de vivienda, reforzó el carácter
centrífugo del crecimiento de la capital. El “Neuquén neoliberal” tuvo a la
fragmentación como su marca indeleble: aunque la brecha social tendió a
incrementarse, la distancia física no pareció comportarse del mismo modo.
Vemos, en todo caso, urbanizaciones cerradas y asentamientos muy próximos en su
localización, aunque separados por fronteras muy difíciles de franquear. Al
mismo tiempo, la tónica del mercado inmobiliario, con precios en alza,
recrudeció los efectos del crecimiento “hacia fuera”, pero también densificó (y
elitizó) el área central, dando forma a una
renovación claramente excluyente. Los rasgos estilizados de cada una de las
etapas pueden encontrarse en la siguiente síntesis gráfica (Figura 1).
Cerremos el texto retomando algunas de
las ideas con las que comenzamos el artículo. Aprovechemos el sugestivo planteo
de Roy para establecer una apuesta a futuro: toda posibilidad de descentrar la
teoría urbana nos obligará a abrir una agenda comparativa, no solo entre las
metrópolis del Sur y del Norte, sino fundamentalmente entre urbes de distinto
porte. Pensando al interior de nuestro campo académico, y volviendo sobre
algunos de los aspectos relevados en la primera sección, esa frontera involucra
inevitablemente a las ciudades de tamaño medio. Y es allí donde adquiere
relevancia el caso neuquino. Las dimensiones y las fases descubiertas en “el
sur del Sur” podrían servir como insumo para llevar adelante lo que Roy define
como un “esencialismo estratégico”, permitiendo “un pensamiento y una
epistemología más dinámicos”. El desafío no reside, entonces, en ver en qué
medida otras aglomeraciones se ajustan o distancian de lo visualizado en
Neuquén. De lo que se trata es de hacer propia una actitud problematizadora que
permita “trazar raíces y rutas más complejas” (Roy, 2013: 175), preparando el
terreno para narrativas que tengan a la heterogeneidad como punto de partida.
Bibliografía
AAVV (2004).
Neuquén. 100 años de Historia. General Roca: Editorial del Diario Rio
Negro.
Abramo, Pedro (2012). La ciudad com-fusa:
mercado y producción de la estructura urbana en las grandes metrópolis
latinoamericanas. EURE. Revista latinoamericana de estudios
urbano-regionales 38(114).
Álvarez De La Torre, G. (2011). Estructura y
temporalidad urbana de las ciudades intermedias en México. Frontera Norte
23 (46).
Ares, S. y Mikkelsen C. (2007). Segregación
espacial de la población en localidades menores del partido de General
Pueyrredón. 2001. Ponencia presentada en XI Conferencia Iberoamericana de
Sistemas de Información Geográfica, Buenos Aires, Argentina.
Auyero, J. y Burbano, A. (2012). Peligro en los
márgenes urbanos. Ethnography, 13(4).
Auyero, J. yHobert, R. (2005). ¿Y esto es Buenos Aires?". Los
contrastes del proceso de urbanización. en D. JAMES (Comp).
Nueva Historia Argentina. Violencia, proscripción y autoritarismo
(1955-1976). Buenos Aires: Sudamericana.
Bandieri, S. (2005). Historia de la Patagonia. Buenos Aires: Sudamericana.
Bandieri, S.yAngelini, M.
(1983). Bases estadísticas para el estudio histórico de la evolución y
distribución de la población neuquina. Ponencia presentada en V Jornadas de Historia Económica Argentina,
San Juan, Argentina.
Borsdorf, A. (2003). Cómo modelar el desarrollo y la
dinámica de la ciudad latinoamericana. EURE. Revista latinoamericana de
estudios urbano-regionales 29 (86).
Braudel, F. (1970). La historia y las
ciencias sociales. Madrid: Alianza.
Burgess, E. (1924).
The Growth of a city: an introduction to a research project.Publications of the American
sociological society,18.
Buzai, G. (2003). Mapas Sociales Urbanos.
Buenos Aires: Del Lugar Editorial.
Carballo, C. (2002). Buenos Aires y las
urbanizaciones cerradas: nuevas formas de apropiación del espacio urbano. En:
L. CABRALES BARAJAS (Comp.), Latinoamérica: países abiertos, ciudades
cerradas. Guadalajara: Universidad de Guadalajara / UNESCO.
Cervera, F. (1970). Ecología de la ciudad
de Santa Fe. Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral.
Ciccolella, P. yI. Mignaqui (2009). Globalización y transformaciones de la
centralidad histórica en Buenos Aires.Centro-h,
Revista de la Organización Latinoamericana y del Caribe de Centros Históricos
(3).
Ciccolella, P. yL. Vecslir (2012). Dinámicas, morfologías y singularidades en
la reestructuración metropolitana de Buenos Aires. RIURB. Revista
Iberoamericana de Urbanismo (8).
Colantuono, R. et al (1987). Cartas de
oferta del medio para la expansión urbana de Neuquén. Neuquén: Departamento
de Geografía, Facultad de Humanidades, UNCo.
Cuenya, B. (2018) Consensos y puntos de debate en
torno a los conceptos de segregación y fragmentación urbanas. Revista Iberoamericana
de Urbanismo (14).
Domeett, G. yKopprio, S. (2007). Análisis de la dinámica del ingreso y
su relación con la pobreza. El caso del Aglomerado Neuquén Plottier, Periodo
1993-2005. Ponencia presentada en IX Jornadas Argentinas de Estudios de Población,
Huerta Grande, Argentina.
Edelman, A.
(1954). Recuerdos territorianos.
Los primeros años de Neuquén Capital. Neuquén.
Falcón, L. (2011). Diferenciación socio
residencial, una aplicación práctica al espacio urbano del gran Resistencia. Revista
Geográfica Digital 8 (15). Recuperada de http://hum.unne.edu.ar/revistas/geoweb/default.htm
1
Ford, L. (1996). A
new improved model of latinamerican city structure. Geographical
Review 86 (3).
Ford, L. (2003). America's
new downtowns: revitalization or reinvention? Baltimore: Johns Hopkins University
Press.
Gallucci, L. (2007). Los trabajadores en un lugar de
la Republica posible. Prácticas electorales y sectores subalternos em Neuquén a
comienzos de la década de 1920”. En E. Mases y L. Gallucci,
L. Historia de los trabajadores em la Patagônia.
Neuquén: EDUCO.
Girola, F. (2008). Modernidad histórica,
modernidad reciente. Procesos urbanos en el Área Metropolitana de Buenos Aires:
los casos del Conjunto Soldati y Nordelta (Tesis doctoral). Universidad
Nacional de Buenos Aires, Buenos Aires.
Goycochea,
A. (Dir.) (1984), Proyecto Contribución
al estudio de la estructura urbana desde el uso del suelo, Facultad de
Humanidades, Universidad Nacional del Comahue.
Gómez, N. y Natera Rivas, J. (2012). Diferenciación
residencial de los aglomerados mayores de la región centro de Argentina. Cuadernos
de Geografía 21(1).
Gorelik, A. (2004). La grilla y el
parque. Espacio público y cultura urbana en Buenos Aires, 1887-1936.Buenos
Aires: UNQ.
Griffin, E. y Ford,
L. (1980). A model Of Latin American City Structure. Geographical Review
7 (4).
Howell, D. (1989). A
model of argentine city structure. Revista Geográfica (109).
Hoyt, H. (1939). The
structure and growth of residential neighborhoods in American cities. Washington DC: Federal Housing Administration.
Iuorno, G. (2004). Un siglo
1904-2004. Neuquén ciudad imaginada… ciudad real. Neuquén: Universidad
Nacional de Comahue-Municipalidad de Neuquén.
Janoschka, M. (2002). Urbanizaciones privadas
en Buenos Aires: ¿hacia un nuevo modelo de ciudad latinoamericana? En L.
Cabrales Baraja. Ciudades cerradas - países abiertos. Guadalajara:
Universidad de Guadalajara/UNESCO.
Kaminker, S. (2015a): “Descentrar el estudio de la
segregación residencial. Cargas, legados y reflexiones para su estudio en
ciudades intermedias de América Latina”, Bifurcaciones. Revista de Estudios
Culturales Urbanos, N° 15, Universidad Católica del
Maule, Talca, Chile.
La Revista de CALF, “Informe especial: Villas
emergencias”, nº 86, año 8, pp. 4-5
Lacarrieu, M. (2002). La comunidad: el mundo
imaginario en las urbanizaciones privadas en Buenos Aires. En L. Cabrales
Barajas(comp.). Latinoamérica: países abiertos,
ciudades cerradas. Guadalajara: Universidad de Guadalajara/UNESCO.
Lévy, J. P., & Brun,
J. (2002). “De la
extensión a la renovación metropolitana: mosaico social y movilidad. En DUREAU,
F. et al. (Comp.), Metrópolis en movimiento: Una comparación
internacional, Bogotá, Instituto de Investigaciones para el Desarrollo.
Linares, S. Y Lan,
D. (2007). Análisis multidimensional de la segregación socioespacial en Tandil
(Argentina) aplicando SIG. Investigaciones Geográfica (44)
Silveira, M. (1988). Estructura urbana de
la ciudad de Neuquén en perspectiva diacrónica (Tesis de Licenciatura).
Departamento de Geografía – UNCo, Neuquén.
Malizia, M., Boldrini, P.
y Ruíz Peyré, F.
(2018). Las ciudades intermedias del noroeste argentino como espejo de
los modelos de desarrollo. Revista Redes, Revista do Desenvolvimento Regional 23 (3).
Mases, Enrique y otros; El mundo del
trabajo, Neuquén, 1884-1930, Neuquén, 1994.
Mases, E. y Montes Le
Fort, L. (2001). La ciudad
del viento… Historias, Arquitectura y Sociedad en el núcleo urbano de Neuquén
Capital. General
Roca: Publifadecs-UNCo.
Mases, E.et al. (2004). Neuquén: 100 años
de Historia. General Roca: Editorial Diario Río Negro.
Massey, D. y Denton, N. (1988). The Dimensions of
Residential Segregation.Social Forces 67 (2).
Marcos, M. y Mera, G. (2009-2010). Pobreza
Estructural y migración limítrofe: aportes para pensar su articulación espacial
en la aglomeración Gran Buenos Aires. Estudios Socioterritoriales
(8).
Mertins, G. (2003). Transformaciones recientes en
las metrópolis Latinoamericanas y repercusiones espaciales. En J. Luzón, C. Stardel y C. Borges (coords.).
Transformaciones regionales y urbanas en Europa y América Latina.
Barcelona: Universitat de Barcelona.
Moya, J. (2003). Primos y extranjeros. La
inmigración española en Buenos Aires, 1850-1930. Buenos Aires: Emecé.
Natera Rivas, J. (2005). Factores de la
diferenciación socio habitacional urbana en San Miguel de Tucumán. Breves
Contribuciones del I.E.G(17).
Natera Rivas, J. (2006). Diferenciación socio
residencial del espacio urbano en las capitales provinciales del Noroeste
Argentino. Málaga: Mimeo.
Natera Rivas, J. y Gómez, N. (2007).
Diferenciación socio residencial en el aglomerado del Gran Santa Fe (Argentina)
a comienzos del siglo XXI. Revista Universitaria de Geografía (1).
Padín, N. y Perren,
J. (2015). Historia, ciudad y sociedad: antecedentes, problemas y trayectorias.
Una mirada desde la Norpatagonia. Coordenadas.
Revista de Historia local y regional 2 (1).
Peláez, E., González, L. y Cunha,
J. (2008). Dimensiones de la segregación residencial en el Gran Córdoba
(Argentina) y comparación con Región Metropolitana de Campinas (Brasil). Carta
Económica Regional 20(100).
Pérez, G. (2018). La conurbación en torno a
la ciudad de Neuquén. Perspectiva
regional y aportes para el ordenamiento territorial (Tesis de Doctorado en
Geografía). La Plata, Universidad Nacional de La Plata.
Perrén, J. (2006). Destino: Neuquén. Migraciones y
patrones residenciales en la Norpatagonia
(1960-1970). Anuario del Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos Segretti, (6).
Perrén, J. (2007), "Migraciones y patrones en
el Neuquén aluvional (1970-1991), Estudios Migratorios Latinoamericanos21
(63)
Perrén, J. (2009). Mercado laboral y migraciones en
el Neuquén aluvional. Una aproximación a partir de fuentes nominativas.
Historia Regional 22 (27).
Perrén, J. (2010). Estructura urbana, mercado
laboral y migraciones. Una aproximación al fenómeno de la segregación en una
ciudad de la Patagonia (Neuquén: 1960-1990). Miradas en Movimiento (4).
Perrén, J.
(2011). Segregación residencial socioeconómica en una ciudad de la
Patagonia. Una aproximación al caso de Neuquén (1991). Estudios Socio-territoriales
(10).
Perrén, J.
(2012). Las migraciones internas en la Argentina moderna. Una mirada
desde la Patagonia (Neuquén, 1960-1991), Buenos Aires, Prometeo.
Perrén,
J, Pérez, G y Cabezas, S. (2019). Crecimiento en altura en una ciudad
intermedia argentina. Neuquén hacia comienzos del siglo XXI. Revista Pilquen. Sección Ciencias Sociales.
Vol 22, N° 3. Recuperado
de: http://revele.uncoma.edu.ar/htdoc/revele/index.php/Sociales/article/view/2403/59087
Portes, A. y Roberts, B. (2005). La Ciudad
Bajo el Libre Mercado. En A. Grimson, Ciudades
latinoamericanas: un análisis comparativo en el umbral del nuevo siglo.
Buenos Aires: Prometeo.
Prieto, M. (2012): “Diferenciación
socio-espacial urbana. El caso de Bahía Blanca, Argentina”, Geografía y
Sistemas de Información Geográfica (GEOSIG), Año 4, N°
4, Universidad Nacional de Luján, pp. 187-214.
Prislei, L. (2004). Neuquén 1904-2004: imágenes
de una ciudad centenaria. Neuquén: EDUCO-Universidad Nacional del Comahue.
Recchinide Lattes, Z. (1973)
El proceso de urbanización en la Argentina: distribución, crecimiento y algunas
características de la población urbana. Desarrollo Económico 12 (48).
Reñe, M. (1994). Estructura interna de Rosario:
aplicación de un modelo. Contribuciones Científicas (1).
Roca, Juan (1981). Acción pública y acción
privada em La urbanización de la nueva capital del territorio del Neuquén. La
sociedad anónima Nueva España.En E. Maida. La
ocupación de La tierra publica em El departamento Confluencia después de la
campaña del Desierto. Neuquén: UNCo.
Rodríguez, G. (2008). Segregación residencial
socioeconómica en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Dimensiones y cambios
entre 1991-2001.Población de Buenos Aires 5(8).
Romero, M. y Goycochea, M. 2016. Tensiones
ambientales, desigualdades e imaginarios en la expansión urbana. El caso
Neuquino. Recuperado de: http://www.trabajosocial.unlp.edu.ar/uploads/docs/romero_goycochea_gt__27.pdf.
Roy, Ananya (2013
[2009]). Las metrópolis del siglo XXI. Nuevas geografías de la teoría. Andamios.
Revista de Investigación Social 10 (22).
Rubalcava, R. y Schteingart,
M. (2012). Ciudades
divididas desigualdad y segregación social en México. México: El Colegio de México.
Sabatini, F. (2003). La segregación social
del espacio en las ciudades de América Latina. Santiago: Instituto de
Estudios Urbanos y Territoriales (PUCC).
Sánchez, D., Sassone, S. y Matossian, B. (2007). “Barrios y áreas sociales de San Carlos de Bariloche: Análisis
geográfico de una ciudad fragmentada”, IX
Jornadas Argentinas de Estudios de Población, Huerta Grande: Asociación de
Estudios de Población de la Argentina.
Sassen, S. (1991). The Global City. New
York, London, Tokyo. Princeton-New Jersey: Princeton University Press.
Sassone, S. (2009). Geografías bolivianas en
la gran ciudad: acerca del lugar y de la identidad cultural de los migrantes.
En P. PÍREZ (ed.). Buenos Aires, la formación del presente. Quito:
OLACCHI.
Sassone, S. y Mera, C. (2009). Barrios de
migrantes en Buenos Aires: Identidad, cultura y cohesión socioterritorial.
En B. FRITSCHY (Comp.). Manual de capacitación docente: Olimpiada de
Geografía de la República Argentina. Santa Fe: Universidad Nacional del
Litoral- Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología de la Nación.
Scobie, J. (1986). Buenos Aires del centro a los
barrios, 1870-1910. Buenos Aires: Solar.
Silveira, M. (1988). Estructura
urbana de la ciudad de Neuquén em La perspectiva diacrónica (Tesis de
Licenciatura), Universidad Nacional del Comahue, Neuquén.
Sinigoj,
N. Et Al (1982). Carta del medio ambiente y su dinámica en Villa Regina. Boletín
Geográfico (11).
Sinigoj,
N Et Al (1984). Carta del medio ambiente y su dinámica de Plottier (provincia
del Neuquén 1983). Boletín Geográfico 14, pp. 9-84.
Sjoberg, G. (1960). “The pre-industrial city”: Past and Present, The Free Press, Glencoe.
Svampa, M. (2001). Los que ganaron. La vida en
los countries y barrios privados. Buenos Aires:
Biblos.
Sznol, F. (2007). Pensar y construir
la ciudad. Reflexiones sobre la producción del espacio urbano de Neuquén. Revista
de la Facultad. Estudios Sociales (13).
Sznol, F. (2007ª). Geografía de la
Resistencia. Protesta social, formas de apropiación y transformación del
espacio urbano en la Argentina (1996-2006). Theomai
(15).
Tecco, C. y Valdés, E. (2006). Segregación
residencial socioeconómica e intervenciones para contrarrestar sus efectos
negativos: Reflexiones a partir de un estudio en la ciudad de Córdoba,
Argentina. Cuadernos de Geografía. Revista anual del Departamento de Geografía,
Bogotá, Universidad Nacional de Colombia.
T. E. C. H. O. Argentina. 2013. Relevamiento de asentamientos
informales 2013. Buenos Aires. Recuperado de: http://www. techo. org/países/argentina.
Torres, H. (1975). Evolución de los procesos
de estructuración espacial urbana. El caso de la ciudad de Buenos Aires. Desarrollo
Económico 58 (15).
Vapnarsky, C. y Pantelaides,
E. (1983). Los pueblos del Norte de la Patagonia 1789-1957. General
Roca: Editorial de la Patagonia.
Vapnarsky, C. y Pantelaides,
E. (1987). La formación de un área metropolitana en la Patagonia. Población
y asentamiento en el Alto Valle. Buenos Aires: CEUR.
Vidal Koppmann, S.
(2007). Transformaciones socioterritoriales de la
Región Metropolitana de Buenos Aires en la última década del siglo XX. La
incidencia de las urbanizaciones privadas en la fragmentación de la periferia
(Tesis de doctorado). Buenos Aires, Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales (FLACSO).
Recibido: 12/06/2019
Evaluado: 22/07/2019
Versión Final: 30/08/2019
[1] El presente trabajo se enmarca
dentro del Proyecto Unidades Ejecutoras (IPEHCS - CONICET- UNCo) titulado
"La (re)producción de las desigualdades en la Patagonia Norte. Un abordaje
multidimensional" (22920180100046CO).
[2] Es el caso de México
que posee una vasta trayectoria en lo que a estudios comparativos se refiere.
Sin ánimos de ser exhaustivos, podríamos señalar los trabajos de Rucalva y Schteingart (2012) y el
Álvarez de la Torre (2011) sobre más de treinta ciudades intermedias.
[3] La excepción en este
sentido es el trabajo de María Silveira (1988), un estudio pionero sobre los
usos del suelo urbano neuquino
[4] Archivo Histórico de
la Provincia de Neuquén (en adelante AHPN), Caja Barrios, Belgrano. La memoria de su gente, Neuquén, 1989, p. 9.
[5] AHPN, Caja Barrios, Belgrano. La memoria de su gente,
Neuquén, 1989, p. 21.
[6] Archivo Histórico de
la Municipalidad de Neuquén (en adelante AHMN), Gestión de Gobierno, Caja 1, nota 384.
[7] AHPN, Neuquén, 75 años de capitalidad, 1979,
p. 127.
[8] AHPN, Neuquén, 75 años de capitalidad, 1979,
p. 127.
[9] La Revista de CALF, “Informe especial: Villas emergencias”, nº 86, año 8, pp. 4-5.