“El Cuarto Pilar de la Revolución”: del
internacionalismo proletario a la solidaridad internacional, las
transformaciones discursivas del Partido Revolucionario de los Trabajadores en
el exilio
The Fourth
Pillar of the Revolution: from proletarian internationalism to international
solidarity, the discursive transformations of the Revolutionary Workers Party
in exile
Leandro Inchauspe
Escuela de Historia;
Facultad de Filosofía y
Humanidades;
Centro de Estudios Avanzados,
Facultad de Ciencias Sociales;
Universidad Nacional de Córdoba
(Argentina)
Resumen
Desde su formación el PRT
incluyó la perspectiva del “internacionalismo proletario” reconfigurado a
partir de la experiencia vietnamita: la creación del ERP respondía, tras el
Cordobazo, al inicio de la “guerra civil revolucionaria” (contra la burguesía y
el ejército opresor) que pasaría a “guerra civil antiimperialista” (también
contra un enemigo invasor). Esta perspectiva definía a la solidaridad
internacional como el “Cuarto Pilar de la Revolución”, junto al partido,
ejército y frente de liberación. A partir de la intensificación del accionar
represivo luego del golpe, con el exilio de la militancia sobreviviente, el
Cuarto Pilar adquirió más relevancia, dentro de la limitada posibilidad de su
accionar. En este artículo analizaremos las definiciones teóricas con que el
PRT en el exilio intentó adecuar sus estrategias al nuevo contexto represivo.
Tomando aspectos del concepto de “redes transnacionales de defensa”, a manera
de hipótesis, sostenemos que estas definiciones articularon internacionalismo
clásico (que suponía acercamiento al Movimiento Comunista Internacional
liderado por la URSS, aun rompiendo definitivamente con su origen trotskista)
con la experiencia vietnamita (que hizo un estratégico uso de la denuncia de la
represión en foros internacionales y dentro del llamado “movimiento por la Paz
Mundial” en países capitalistas).
Palabras
Clave
PRT-ERP; Internacionalismo;
Exilio; Solidaridad Internacional
Abstract
From
its formation the PRT included the perspective of “proletarian
internationalism” reconfigured from the Vietnamese experience: the creation of
the ERP responded, after Cordobazo, at the beginning of the “revolutionary
civil war” (against the bourgeoisie and the oppressing army) that it would go
on to "anti-imperialist civil war" (also against an invading enemy).
This perspective defined international solidarity as the "Fourth Pillar of
the Revolution", together with the party, army and liberation front. From
the intensification of the repressive action after the coup, with the exile of
the surviving militancy, the Fourth Pillar acquired more relevance, within the
limited possibility of its action. In this article we will analyse the
theoretical definitions with which the PRT in exile tried to adapt its
strategies to the new repressive context. Taking aspects of the concept of
“transnational networks of defence”, as a hypothesis, we maintain that these
definitions articulated classic internationalism (which supposed an approach to
the International Communist Movement led by the USSR, even definitively
breaking with its Trotskyist origin) with the Vietnamese experience (which made
a strategic use of the denunciation of repression in international forums and within
the so-called "movement for World Peace" in capitalist countries).
Keywords
PRT-ERP;
Internationalism; Exile; International Solidarity
Introducción
El PRT se conformó por la fusión del grupo trotskista
“Palabra Obrera” (PO) con el “Frente Revolucionario Indoamericano Popular”
(FRIP), que reivindicaba los postulados del APRA peruano y de Mariátegui,
sosteniendo una perspectiva latinoamericana del proceso revolucionario: “ha quedado
demostrado que las luchas aisladas en
cada país son fácilmente cercadas por el imperialismo”[1]. Por su
parte, PO aportó la concepción del internacionalismo proletario, cuyo abandono
por el comunismo soviético era una clásica crítica trotskista. Hacia 1962 editaba un
“boletín periódico... semanal en el cual resumiremos las noticias
internacionales” (Boletín Interno Internacional n°1, circa 1964)[2] que da cuenta sucintamente
de luchas políticas y sindicales en diferentes países. Si bien no
profundizaremos, podemos afirmar que el latinoamericanismo del FRIP fue
fundamentalmente principista, en tanto el internacionalismo de PO se expresó,
como sostiene Mangiantini, en forma “teórica ... y, por otro práctica”
(2018:67)[3]: participación de delegados
“fraternales” de “partidos hermanos” en congresos partidarios, solidaridad ante
represión sobre militantes trotskistas en el extranjero, también participación
militar en Perú y formación en Cuba. Esta atención a la dimensión
internacional, particularmente latinoamericana, constituirá una marca de origen
de la organización.
Los primeros años: del trotskismo
al guevarismo
Como hemos señalado (2018) en
las batallas ideológicas perretianas se recurrió a la tradición teórica
marxista y a las experiencias revolucionarias, en las que lo internacional era
central. Analizando la situación nacional desde ese bagaje, la organización
consideró que el
Cordobazo significaba la extensión de la “Guerra
Revolucionaria” que ya se había
iniciado en Tucumán[4].
Dicha guerra “tendrá consignas antiimperialistas, dado el carácter de
semicolonia de nuestro país ... se irá transformando en guerra civil
antiimperialista ... porque lucharemos contra la burguesía y contra un enemigo
invasor” (Resoluciones del IV Congreso, De
Santis, 2000: 34). Su desarrollo trazaba las políticas de
alianzas:
“En ese momento [guerra civil antiimperialista,
contra un enemigo invasor] nuestras consignas [deberán sumar] a sectores de las
capas superiores de la pequeña burguesía y mediana burguesía e incluso sectores
de las fuerzas represivas ... contra la burguesía y el imperialismo” (2000:
34).
La experiencia revolucionaria que la
organización identificaba como más próxima no era la insurrección popular
estilo Comuna de París de 1871 (lo que lo diferenciaba de las corrientes
“espontaneístas”), ni la “la toma del Palacio de Invierno” (lo diferenciaba de
las concepciones “etapistas” del comunismo soviético), ni la “guerra popular prolongada”
del “campo a las ciudades” (lo diferenciaba del maoísmo y del foquismo
guevarista) si no el modelo vietnamita: a la etapa de guerra civil
revolucionaria le seguiría una intervención estadounidense, consecuentemente
una guerra patriótica sumando a sectores pequeño y mediano burgueses e incluso
de las fuerzas armadas. Este imaginario es recurrente, marcado por una fuerte
atención a lo internacional.
En las “Resoluciones” del IV y
V congresos partidarios - febrero de 1968 y Julio de 1970, respectivamente -
documentos claves de la organización, en contextos decisivos; la discusión se
centraba en las estrategias y tácticas apropiadas, el debate se dirimía a
partir de la teoría marxista, la situación nacional, latinoamericana (a pesar
de los fracasos de la “teoría del foco guerrillero” propuesta por el “Che” Guevara, el influjo cubano mantenía el
alza continental de las izquierdas) y mundial (con la referencia clave de
Vietnam y las luchas anticoloniales, también en auge). En el primer caso, en el
marco de disputas de facciones respecto a la “corrección” del inicio de la
lucha armada, entre “santuchistas” (que
lo apoyaban) y “morenistas” (que consideraban debía retrasarse)[5];
se abordaba la situación interna del partido; la inserción en los “frentes de
masas”; las características de la “guerra revolucionaria”; las decisiones
políticas y organizativas y extensas consideraciones sobre el “movimiento
revolucionario internacional”. Por otra parte, si bien ambos documentos son
firmados con seudónimos, dada la condición clandestina de la organización, la
tradición oral ubica en ambos a Santucho, bajo diversos alias. Es decir, son
textos de quien en esos años iría construyendo una posición de liderazgo que se
consolidó indiscutiblemente en los 70’, cuando llegaría a “Secretario General
del PRT y Comandante del ERP.
En la Declaración, bajo el
título “Relaciones entre la Revolución Mundial, Continental y Regional”, se
afirmaba que “Desde su nacimiento, el marxismo tomo en cuenta ... el carácter
mundial de la revolución” (Resoluciones del IV Congreso, De Santis, 2004: 181).
La autoridad de los ‘padres fundadores’ de la tradición revolucionaria era
invocada: “Marx, Engels, Lenin y Trotsky consideraban indispensable una
organización revolucionaria internacional ... para impulsar la revolución
mundial” (2004: 182). En su presente, caracterizado por el “imperialismo yanqui
… gendarme de la contrarrevolución mundial” (2004: 182), solo habían adecuado
sus estrategias ‘la dirección castrista” y el “FLN de Vietnam”. Ellos, junto a
la IV Internacional, debían liderar una nueva “Organización Internacional” para
la revolución mundial, cuya consigna era “la creación del segundo o tercer
Vietnam del mundo” (2004: 188).
Como señalamos, si bien el IV
Congreso se saldó con la expulsión de la fracción morenista - que continuaría un tiempo con la denominación
“PRT - La Verdad”, luego Partido Socialista de los Trabajadores - y la adopción
de la lucha armada; numerosas dificultades y debates demorarían su inicio y
llevarían al V Congreso, con lo internacional nuevamente ocupando la atención.
En una “minuta” (en la jerga militante, texto de breve o mediana extensión que
desarrolla una posición política, muchas veces en polémica con otras) firmada
por Santucho, se alude nuevamente a la centralidad del internacionalismo: “Marx
dijo que la revolución socialista es nacional por su forma e internacional por
su contenido y que la lucha del proletariado ... es una lucha internacional” (Minuta sobre Internacional, De Santis 2004: 330). Concretando esa perspectiva,
se construyó la “Asociación Internacional de Trabajadores” y las sucesivas
organizaciones hasta la “Segunda Internacional” de Engels. Esta línea habría
sido seguida por Lenin y los bolcheviques rusos con la fundación de la “Tercera
Internacional” en 1918. En la perspectiva perretiana, todavía fuertemente trotskista, la
Internacional, hasta la muerte de Lenin, “centralizó prácticamente la lucha
revolucionaria del proletariado internacional” (2004:
331) hasta que el estalinismo “degeneró la Internacional, subordinándola a los
intereses nacionales de la Unión Soviética”.
Cuando
el análisis se acercaba al presente, nuevamente se aludía al aporte cubano -
“internacionalismo práctico” denomina a la estrategia guevarista de la
Tricontinental y la OLAS - y de la lucha vietnamita -”lucha revolucionaria con
contenido y forma internacional”- y elaboraba un mapeo de las fuerzas
internacionales. En la “extrema derecha” situaba “el revisionismo acaudillado
por ... la Unión Soviética ... los partidos comunistas de los Estados Obreros
Europeos (con la sola excepción de Albania) y los partidos comunistas línea
Moscú” (2004: 333). La caracterización era lapidaria: “ha abandonado la lucha
revolucionaria contra el capitalismo y el imperialismo”. Por otro lado, se
encuentran “el Partido Comunista chino, el Partido Comunista cubano, el Partido
del Trabajo albanés, el Partido de los Trabajadores de Vietnam, el Partido
Comunista coreano ... vanguardia real del movimiento revolucionario mundial”
(2004: 333-334). Esta debería ser la base de una nueva Internacional, que no se
concretaba por “la expresa posición” de los partidos chino, vietnamita, coreano
y albanés, que la consideraban perjudicial. En tercer lugar, se encontraba el
“movimiento trotskysta (sic) internacional y ... otras corrientes
revolucionarias internacionalistas que ... luchan con las armas en la mano y
... comienzan a rescatar la bandera internacionalista” (2004: 334) entre las
cuales situaba al PRT. En las conclusiones, se explicitaba un intento de
conciliar la tradición trotskista con el más reciente influjo guevarista:
“Ratificamos
nuestra adhesión [a la IV Internacional] para luchar porque ella se oriente a
la formación del nuevo partido revolucionario internacional basado en los
partidos chino, cubano, coreano, vietnamita y albanés y ... las corrientes no
trotskystas (sic) de todo el mundo, especialmente con las organizaciones
combatientes de América Latina” (2004: 337).
En cuanto a prácticas concretas, la articulación internacional que
conformó el PRT-ERP sería la “Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR)”,
creada a comienzos de 1973, junto al MIR chileno, los Tupamaros uruguayos y el
ELN boliviano. La JCR editó la revista “Che Guevara”; llevó adelante una
“escuela de cuadros” para la formación política y militar, que prolongará su
accionar incluso durante el exilio. Instaló una fábrica clandestina de armas en
Argentina (hasta ser desbaratada en momentos de intensificación de la
represión), coordinó actividades y compartió recursos económicos obtenidos por
sus miembros (principalmente por la operatividad del PRT-ERP).
No nos detendremos en extenso en esta experiencia de “internacionalismo
armado”[6] según la expresión de Sujatt
(2016) pero daremos cuenta de algunas de las posiciones de su documento
fundacional, ”A los pueblos de América Latina”, para rastrear las continuidades
con aquellas posiciones iniciales.
Un rasgo notable es la constante referencia al guevarismo. Es evocado en
el nombre mismo, tomado de la propuesta del Che en su ‘Mensaje a la
Tricontinental’. Su autoridad es invocada en el tercer párrafo: “Este
importante paso [la creación de la JCR] es la concreción de una de las
principales ideas del Comandante Che Guevara, héroe, símbolo y precursor de la
revolución socialista continental” (“A los pueblos de América Latina”, De
Santis, 2000: 367). A lo largo de sus
páginas se apela no ya a la tradición revolucionaria clásica (ni siquiera a la
Revolución Bolchevique) sino a las luchas latinoamericanas: las guerras por la
independencia del siglo XIX, el anarquismo, socialismo y comunismo de
principios del XX, Sandino en Nicaragua, las intervenciones del imperialismo
yanqui, el reflujo de los años pre y post Segunda Guerra Mundial, hasta llegar
a la Revolución Cubana. Una sola excepción rompía la continuidad
latinoamericana, Vietnam. De hecho, es el “Guerrillero Heroico” quien enlaza
ambas experiencias: “como
lo vislumbrara el Comandante Guevara, [es necesario] desarrollar una cruenta y
prolongada guerra revolucionaria que hará del continente latinoamericano el
segundo o tercer Vietnam del mundo” (2000: 372).
Otro matiz en esta versión más guevarista del internacionalismo, casi
latinoamericanismo, que el PRT-ERP transitaba en el marco de la JCR, respecto a
la más trotskista, refiere a las corrientes políticas contra las que se
disputaba. En efecto, más aún que el stalinismo y el revisionismo, se trataba
del “nacionalismo burgués” y el “reformismo”. El primero, es definido en
términos que, para el caso argentino, parecían aludir a la caracterización que
el PRT realizaba del peronismo:
“El
nacionalismo burgués es una corriente apadrinada por el imperialismo ...
variante demagógica para distraer y desviar la lucha de los pueblos... mediante
el truco de presentarse como bomberos del incendio revolucionario, con
influencia popular y capacidad de negociación ante la movilización de las masas
... esgrimen un antiimperialismo verbal e intentan confundir a las masas con su
tesis nacionalista preferida: la tercera posición” (2000: 371) .
Por su parte, el reformismo es
definido con una fisonomía coincidente con la que Santucho refería a Moreno:
“corriente
que anida en el propio seno del pueblo trabajador, reflejando el temor al
enfrentamiento de sectores pequeño burgueses y de la aristocracia obrera ... Se
caracteriza por rechazar cerradamente en los hechos la justa y necesaria
violencia revolucionaria ... difunde entre las masas nocivas ideas pacifistas y
liberales, ... exageran la importancia de la legalidad y el parlamentarismo”
(2000: 371).
Frente a ambos “se alza el polo
armado” como única alternativa, con lo que el documento termina con una muy
clara consigna “Pueblo Latinoamericano: a las armas” (2010: 374).
El desafío de construir el Cuarto Pilar: el PRT en el exilio
Como sabemos, la represión
intensificada con el golpe significó para las organizaciones armadas una
durísima derrota: la Regional Córdoba del PRT-ERP, por caso, fue totalmente
destruida entre abril de 1976 y mayo de 1977. Obturadas casi por completo las
posibilidades en el país, las organizaciones adoptaron el camino del exilio.
Cabe entonces la pregunta respecto a los cambios discursivos a partir de esta
situación. Igualmente, la aplicación parcial de la categoría de “redes
transnacionales de defensa” (en adelante, RTD) de Keck y Sikkink (1999) nos
abre una fecunda vía de aproximación, tomando algunos de sus aspectos[7].
Las definen como “redes …
formadas por activistas [en torno a] valores o principios … En temas como … los
derechos humanos, ponen recursos internacionales a disposición … de las luchas
sociales”. Ellas permiten la posibilidad de “presionar e influir en … gobiernos
muchos más poderosos” (1999: 91). Con el objeto de ampliar sus públicos, atraer
la atención, producir acciones e instalarse en “jurisdicciones institucionales
favorables”, las RTD realizan acciones claves para nuestro análisis: “enmarcar
… esfuerzos estratégicos conscientes realizados por grupos de personas para
conformar visiones compartidas del mundo y de sí mismos que legitimen y motiven
las iniciativas colectivas” (Mc Adam, Mc Carthy y Zald, en Keck y Sikkink, 1999: 91). En esta tarea de enmarque
podemos comprender las derivas del posicionamiento internacional de la
organización en los años dictatoriales. Avanzando en la descripción del
enmarque, Keck y Sikkink señalan que “los grupos de activistas enmarcan los
temas de manera sencilla, en términos de bien y mal, porque su finalidad es persuadir” (1999: 104, itálicas en el
original)[8].
Según Carnovale el “repliegue”
del PRT, que se concretó principalmente en exilio hacia finales de 1976, se
inició con la perspectiva de un corto período de preservación y entrenamiento
de los cuadros partidarios y militares, en la convicción de un pronto retorno a
la lucha cuando se iniciara el “nuevo auge de masas” previsto en torno a un año
después del golpe. Las analogías, en las lecturas que Carnovale realiza de las
memorias militantes de Gorriarán Merlo, uno de los máximos dirigentes luego de
las caídas de las conducciones nacionales, eran nuevamente cubanas: como Fidel
luego del fracaso en el Moncada, la situación que enfrentaba la organización se
asimilaba con el exilio cubano en México como paso previo al retorno triunfal
(Gorriarán Merlo en Carnovale, 2014: 4). Por su parte Mattini, el otro líder
partidario luego de la desaparición y muerte de Santucho y demás dirigentes,
coincidía con las tareas de preparación política militar para el pronto retorno
y le agregaba otra línea sobre la que nos explayaremos: “la labor de
solidaridad internacional denunciando la situación de la población de
Argentina” (Mattini en Carnovale, 2014:5)[9].
El ‘cuarto pilar’ adquiría
entonces mayor centralidad, por la virtual desarticulación de las posibilidades
de accionar para el partido, el ejército y el frente de liberación. Para Carnovale esta tarea suponía “la conformación de organismos de
‘solidaridad con el pueblo argentino’, y el establecimiento de contactos y
vínculos formales con distintas fuerzas” (2014: 5). Sin embargo, las denuncias
sobre las violaciones a los Derechos Humanos (en adelante, DDHH) por parte de
la dictadura argentina en los foros internacionales, pronto encontraría “el
bloqueo de la URSS y del campo socialista en general” (2014: 7). Casola
(2012) ha señalado los votos negativos de la diplomacia soviética, desde 1977 a
1980, contra intentos de condenas de la ONU por las violaciones de los DDHH de
la dictadura.
Paradójicamente, al mismo tiempo el partido en el exilio completaba un profundo
viraje en sus posiciones internacionales, desde el trotskismo inicial, con la
etapa guevarista en el medio, hacia “el alineamiento con la URSS y el campo
socialista” (2014:9), uno de los elementos que precipitaron el cisma partidario
de febrero de 1979. Pensada bajo el prisma de las RTD de Keck y Sikkink, supone un fracaso en el aspecto referido
al objetivo de presionar e influir en gobiernos más poderosos: hasta el
final de la dictadura, la URSS [10]
mantendrá la posición de no condenar al gobierno argentino por violaciones a
los DDHH.
Pero el factor determinante de la ruptura entre la línea orientada hacia
el “eurocomunismo” de Mattini (que se dedicará a las denuncias internacionales
y la formación política de los cuadros en Europa, principalmente) y la que
mantendría la lucha armada de Gorriarán Merlo (que pronto se incorporaría a la
guerrilla sandinista en Nicaragua) no se encuentra tanto en este aspecto de los
reposicionamientos políticos internacionales. Si bien no indagaremos en la
ruptura (que, por cierto, no era ajena a la corta tradición partidaria:
recuérdese la escisión con el grupo morenista en ocasión del IV Congreso y la
de dos facciones internas en el V Congreso a las que hemos aludido, así como la
del PRT-Fracción Roja y el ERP-22 de agosto, hacia 1973; junto a otros
desprendimientos menores), resulta de nuestro interés que una de las variables
que Carnovale señala como intervinientes en el cisma refiere a otra de las
cuestiones de las políticas internacionales en discusión: “latinoamericanismo,
por un lado, y comunismo tradicional, por otro” (2014: 20). Realizaremos entonces una lectura de algunos
documentos partidarios para visibilizar las torsiones de la línea a la que
estamos aludiendo. Aquí, las tareas de enmarque que realizan las RTD, según Keck y Sikkink, resultan
esclarecedoras.
Hacia 1978 (con la lucha interna ya desatada,
pero aún no concretada la ruptura, según Carnovale) se editaba un documento que
establecía la línea partidaria para el cuarto pilar de la revolución, titulado
justamente “Solidaridad Internacional”. Una de las primeras caracterizaciones
en que se basa respecto al plano internacional es definirlo en términos de:
“se
presentan en el mundo dos campos bien definidos: 1-el imperialista-capitalista
con los monopolios norteamericanos a la cabeza 2- el socialista, nutrido por
las tres vertientes de la Revolución Mundial: la comunidad socialista, el
Movimiento Obrero Internacional y los Movimientos de Liberación Nacional”
(“Solidaridad Internacional. Documento aprobado en el III Plenario del Frente
Internacional del PRT”, 1978: 3)[11].
Es notable que el partido se ubicara como
parte del “campo de la clase obrera” y no con los movimientos de liberación
nacional. En la tarea de “enmarque” que estaba realizando, la visión de sí
mismo estaba variando respecto a los años previos. Párrafos más adelante se
reconocía que la lucha por la democracia se consideraba como una etapa para la
mayor conciencia de los intereses de la clase, paso indispensable hacia la
lucha por el socialismo - lo que constituía prácticamente un reconocimiento del
“etapismo” de los partidos comunistas en línea con Moscú-. Y que en cuanto a
las ‘herramientas estratégicas para el triunfo de la revolución”, dadas las
características de la etapa, “hace que demos importancia decisiva a la
Solidaridad Internacional”. En nuestra lectura, el documento coincide con
Carnovale en las torsiones de ciertas tradiciones partidarias que se estaban
produciendo, que podemos resumir tanto en alejamiento del guevarismo, como en
acercamiento al campo socialista y centralidad de las acciones de denuncias
internacionales sobre las violaciones a los DDHH[12].
Explicable en términos del enmarque necesario para ampliar sus públicos e instalarse
en jurisdicciones institucionales favorables.
En el párrafo siguiente el texto daba cuenta
de las complejidades que suponía este acercamiento al campo de la URSS, dada su
política de no condenar a la dictadura argentina. Y que, por el contrario, había
más receptividad en algunos países capitalistas, incluso en sectores del
gobierno y el pueblo de EE. UU[13].
En efecto, se señalaba “el hecho objetivo que
en los Organismos Internacionales contemos con algún apoyo de las democracias
occidentales y aún del gendarme imperialista, mientras el de los países
socialistas es escaso” (1978: 3). Esto era explicado en términos de las
diferencias entre el “golpe fascista preventivo en Brasil”, el “brutal y
sangriento golpe chileno” y la dictadura argentina, que
“se dio
contra un gobierno desprestigiado ... de corte pro-imperialista y donde la
violencia terrorista del Estado había alcanzado grados desconocidos ... los
partidos políticos ... que eran legales a esa fecha no fueron disueltos ...
particularmente no lo fue el Partido Comunista ... tampoco se atacó
frontalmente a los países socialistas” (1978: 4).
En este análisis “ante la falta de
agresividad directa, el campo socialista en su conjunto, mantiene relaciones
diplomáticas y comerciales con Argentina”.
La posición de la administración Carter en
EE.UU., por su parte, era explicada en términos de una serie de variables
internas - “la necesidad de apoyo interno de sectores democráticos de su propio
pueblo” - e internacionales: “el desprestigio internacional de EEUU luego de
las aventuras de Vietnam y Chile ... y por la resistencia de las masas
latinoamericanas a los regímenes autoritarios” (1978: 5). Ello habría obligado
al gobierno estadounidense a una “supuesta defensa de la democracia y los
derechos humanos” que probablemente debe haber tensionado fuertemente, más aún
frente a la contraria actitud soviética, los posicionamientos del PRT. Como
venimos sosteniendo, el “enmarque” como tarea estratégica suponía estas
contradicciones.
A pesar de ello, el documento insistía en
mencionar la experiencia vietnamita, más aún en un momento de retroceso de las
luchas de las masas como el que se desarrollaba, sosteniendo que:
“la victoria
lograda por el heroico pueblo vietnamita ... en treinta años de guerra ... nos enseña
que existe un cuarto pilar necesario para el triunfo de la revolución: la
solidaridad internacional ... con la que el campo socialista y los pueblos
amantes de la paz y de la democracia, rodearon la gesta liberadora de Vietnam
... nos deja algunas enseñanzas más ... es necesaria en la época de ... reflujo
de las masas ” (1978: 4-5).
Aparecía como clave, entonces, romper esa
política contemplativa con la dictadura que en el plano internacional llevaba
adelante el campo socialista.
Para sortear esta contradicción, el documento
recurría, paradójicamente, a las definiciones del Movimiento Comunista
Internacional, liderado por la URSS, que a fines de los sesenta había definido
a la solidaridad internacional como “la unión de la comunidad socialista, la clase
obrera y las fuerzas democráticas de los países capitalistas, los pueblos
liberados y los pueblos oprimidos” (1978: 8) ¿cómo lograrlo? la respuesta
significaba una gran ampliación del esquema de alianzas que históricamente
venía sosteniendo el partido:
“el trabajo
en todos los organismos de masas ... las agrupaciones profesionales o
sectoriales ... los organismos humanitarios ... comunistas ... socialdemócratas
o apolíticos, cristianos o de otras religiones ... los organismos
superestructurales ... los gobiernos” (1978: 9).
Una política tan amplia, que probablemente
era novedosa para una militancia, formada en otras prácticas, era ejemplificada
apelando a distintas formas de ligar la lucha antidictatorial argentina con
luchas nacionales en distintos países:
“Con los
pueblos democráticos nos une la defensa de la democracia. Es el caso de
Venezuela, que hace veinte años derrotó con una formidable movilización la
dictadura de Pérez Jiménez ... En el caso de los Estados Unidos ... debemos
apoyarnos en la vocación democrática de su pueblo ... en cuanto al gobierno [de
EEUU] ... buscando los elementos más liberales de su equipo gobernante ... Con
los pueblos y gobiernos progresistas, nos une la lucha contra el imperialismo”
(1978: 10-11).
Se continuaba mencionando a los países
europeos y su lucha contra el fascismo en la Segunda Guerra Mundial (y en la
guerra civil en el caso español) y la tradición de la gran “revolución
democrática-burguesa” para Francia, entre otros. También se mencionaba, además
de pueblos y gobiernos en particular, a organizaciones supranacionales como las
“las iglesias de todas las confesiones, se unen en la defensa de los derechos
humanos, demostrar su violación masiva será lo determinante de nuestra tarea
con ellas” (1978: 11).
Si esta particularización podía ser pensada
como una dificultad, el documento planteaba que existía una forma de
articulación, señalada en las conclusiones: “la tarea de los revolucionarios
... sobre lo que ocurre en nuestro país, convencer de que nuestro enemigo, es
el enemigo de la humanidad” (1978: 14). Síntesis de la tarea estratégica de
“enmarque” de sus temas, según Keck y Sikkink, para traducirlos de manera sencilla, en
términos de bien y mal, para persuadir en que la dictadura argentina se oponía,
nada menos, que a la humanidad entera.
En otro documento que presumimos fue
elaborado por el sector de Mattini (que, según Carnovale, conservó la
denominación partidaria) hacia 1980, se definían los “Objetivos y tareas para
la etapa” a partir de una historización de la actividad partidaria ya
redefinida como sostenida en “la tesis de los cuatro pilares ... Partido
Revolucionario ... Ejército Popular ... Frente de Liberación Nacional y ...
solidaridad internacional” (Objetivos y tareas para la etapa, 1980, El Topo
Blindado. Centro de Documentación de las organizaciones político militares
argentinas, pp. 3)[14].
Párrafos más abajo se observa que, aún sin dejar de lado la lucha armada, las
tareas se definían en términos menos “militaristas” que los que venían siendo
habituales hasta el inicio del exilio: “debemos combinar ... el trabajo legal
con el ilegal, violentos y pacíficos, armados y no armados ... la lucha
política, la lucha económica y la lucha armada” (1980: 6). En las consignas
concretas que expresaban estas luchas se mencionaban libertades políticas,
sindicales, vigencia de los DDHH, fin del “terrorismo de estado”, “aparición
con vida de los detenidos-desaparecidos”, libertad a los presos políticos y
reivindicaciones salariales. No había consignas explícitamente socialistas, ni
antiimperialistas ni anticapitalistas. En forma muy clara, se decía luego que
“la actividad militar ... deberá tener un profundo contenido político” (1980:
9). El carácter transicional de este documento queda en evidencia en esta preocupación
por resaltar el carácter político de la etapa, por sobre el estrictamente
militar. El “enmarque”, nuevamente puede ser pensado para explicar estos giros:
el público internacional al que se interpelaba podía ser pensado como menos
receptivo hacia el predominio de la estrategia de la lucha armada.
Volviendo a nuestro interés principal, en un
apartado titulado “Internacional” se sostiene el “carácter estratégico” del
“cuarto pilar” mostrándose la reciente orientación hacia la aceptación del
“campo socialista” liderado por la URSS que ya hemos señalado, en combinación
con las anteriores apelaciones latinoamericanistas y militares, de cuño
guevarista. En efecto, se sostenía que la política internacional de la
organización
“buscará
tres objetivos: 1- El reconocimiento y el apoyo político y práctico del campo
socialista. 2- el aislamiento de la dictadura por parte de los ... gobiernos no
socialistas ... 3- ... coordinación con las organizaciones revolucionarias de
nuestro continente, en vistas al desarrollo continental de nuestra guerra”
(circa 1980: 9).
Inmediatamente después se definía a la
solidaridad internacional como la tarea de “explicar a los pueblos y gobiernos
amantes de la paz y la democracia, la situación concreta por la que atraviesa
la lucha de resistencia de nuestro pueblo” y la concepción aún de inspiración
vietnamita de la misma: “para que de esta manera se constituya en una verdadera
retaguardia del frente de lucha que es nuestro país”. La ampliación del público
destinatario al que se apelaba, en términos de RTD, nuevamente es posible de
ser señalado en esta estrategia que intenta superar divisiones que previas a la
dictadura fueron claves, casi identitariamente constitutivas.
Otro documento de interés para seguir
observando cómo se reelaboran los posicionamientos de la organización en lo
internacional se titulaba “Situación política mundial”, fechada a inicios de
1982 y realizaba su análisis dividiendo en forma clásica el campo imperialista,
el socialista y “la periferia”. Sobre estos dos últimos fijamos la atención.
En relación al campo socialista, se hace
mención a una crisis económica mundial que lo estaba afectando, con particular
intensidad en Polonia, en la cual produjo una crisis también de tipo política.
A raíz de esta situación, el documento perretiano reconocía que “existen
diferencias al interior del campo socialista en varias concepciones de los
grandes temas de la construcción del Socialismo” (“Situación política mundial”,
1982: 3)[15] que
establecían matices entre “Europa del Este” y “los países que pertenecieron a
la periferia del capitalismo y lograron iniciar la construcción del Socialismo
(África, Asia, A. Latina)”. Según el análisis, eran tres las cuestiones en las
que se concentraban las diferencias aludidas: “el proyecto, la forma de
construcción del socialismo ... la relación entre el Partido y las masas ... la
concepción de la democracia obrera” (1982: 4). Es interesante destacar que en
esta contraposición de bloques de países respecto a temas tan claves, se
evidencia una mayor valoración “tercermundista”, de resonancia guevarista,
respecto a las experiencias en Europa Oriental: “es en la periferia donde se
llevan adelante los procesos más interesantes, más pujantes y qué más cercanos
a nosotros se hallan: Vietnam ... Angola y Mozambique ... Cuba, Nicaragua y
Granada” (1982: 4). Por otra parte, se
percibe en el análisis un intento de legitimar en las experiencias concretas,
estos acercamientos que el PRT estaba realizando hacia las posiciones de la
izquierda tradicional. Por un lado, señalando como desde el campo liderado por
la URSS “la política de los países socialistas hacia el movimiento
revolucionario y de liberación se mantiene en una tendencia al estrechamiento
de vínculos” (1982: 5). Por otra parte, marcando una línea similar desde la
izquierda revolucionaria en América Latina: “tendencia unitaria entre la
izquierda revolucionaria y la tradicional (PC) El Movimiento Revolucionario se
mantiene en un avance ... reafirmando la tendencia a la unidad de este y los
PC´s y otros sectores populares” (1982: 6). Si bien no nos encontramos en
condiciones de medir cuánto de esta afirmación puede ser respaldada
empíricamente y cuánto respondía a una expresión de deseos de la organización,
interesa subrayar esta tendencia a minimizar la complejidad de la relación que
habían mantenido a lo largo de los años previos. Tendencia que coincide con las
lógicas de las RTD que necesitan ampliar sus públicos.
Cerramos este recorrido con los dos números
del “Boletín de la Secretaría Internacional del PRT-ERP”[16].
El número uno fue publicado en junio de 1980[17]
y se abre con un extenso artículo titulado “Argentina: situación del movimiento
obrero”, de las páginas 2 a 7, con numerosos datos históricos, económicos
sociales, de su estructura sindical, sobre los efectos de la represión y con
las perspectivas que se anunciaban de reactivación del activismo obrero. Le
sigue luego una nota sobre la lucha guerrillera en El Salvador; un comunicado
de un “Comité Nicaragüense de Solidaridad con los Pueblos” que repudia ‘las
maniobras imperialistas’ en Centroamérica y el Caribe; y una nota en
conmemoración del Cordobazo.
Por su parte, el Boletín número dos[18]
publicado al mes siguiente, se iniciaba con una nota sobre el triunfo del
sandinista en Nicaragua, llamativamente firmada por Gorriarán Merlo -
recordemos que, tras el cisma partidario, siguiendo a Carnovale, este dirigente
lideraba la facción contraria a la que conservaba el nombre partidario y se
encontraba luchando en el país centroamericano-[19].
Luego le seguían una serie de notas sobre la situación argentina: declaraciones
de dirigentes partidarios peronistas, radicales, intransigentes y de otras
expresiones; otra sobre conflictos sindicales en diversos sectores; una en conmemoración
de la caída en combate de Santucho; una carta de presos políticos a los obispos
argentinos; una nota del diario “Buenos Aires Herald” sobre la situación de los
desaparecidos y efemérides de diversas luchas populares de nuestro país. Las
dos últimas notas referían a la situación, nuevamente, de la lucha guerrillera
en El Salvador y las acciones para la unificación de Corea.
Puede percibirse una fuerte presencia de las
luchas latinoamericanas (en particular, las guerrillas en Nicaragua y El Salvador)
y escasa presencia de otras regiones (el campo socialista, los gobiernos
surgidos de los movimientos de liberación nacional), quizás atribuible a que
los contactos partidarios se reducían a las guerrillas centroamericanas. Como
podía esperarse de una publicación internacional de una organización argentina,
la mayor parte de su producción refería a nuestro país. En la cual puede verse
una combinación de referencias que formaron parte del repertorio del partido en
su etapa previa (las luchas del movimiento obrero, la conmemoración de los
mártires partidarios) y la novedad de las denuncias a las violaciones a los
DDHH realizados por la dictadura. Como puede comprenderse; por una parte, no
puede pensarse que sea posible una homologación total entre la discursividad
del PRT en el exilio y las características de las RTD. Y por otra parte, las
tareas de “enmarque” para adecuar los discursos a los nuevos públicos
internacionales se realizan en y desde las tradiciones previas, lo que se
refleja en las mixturas.
Conclusiones
A partir de lo relevado estamos en condiciones de afirmar la existencia
de un itinerario, en el plano de las posiciones públicas y de las destinadas a
la propia militancia, desde el trotskismo inicial hacia un comunismo más
cercano a Moscú, pasando por el guevarismo que funciona tanto como facilitador
de la salida de la tradición de la IV Internacional en los primeros años, como
de tracción hacia posiciones más latinoamericanistas y de continuidad de la
reivindicación de lo militar, en la etapa del exilio.
En efecto, en los inicios mostramos como en los dos afluentes que
constituyeron el partido la dimensión internacional era considerada
constitutiva, sea en clave indoamericana o en la clásica marxista del
internacionalismo proletario. De características más declarativas que prácticas
en la experiencia del FRIP, toda vez que las acciones que conocemos se
redujeron a declaraciones de solidaridad con alguna situación de represión; con un componente
también práctico en el caso de PO que realizó además acciones y formación
militar en países latinoamericanos.
En el plano de los posicionamientos teóricos, observamos tanto las
marcas del trotskismo, en su crítica a la trayectoria de la URSS a partir del
liderazgo de Stalin, como las del guevarismo. Siempre con las secuencias de la
lucha vietnamita como referencia: una etapa de guerra civil inicial,
intervención militar imperialista luego, que derivaría en guerra patriótica
antiimperialista en la etapa final. En ella, aunque en la práctica ejercida tenuemente
en los momentos previos al golpe, la solidaridad internacional como cuarto
pilar de la revolución aparece en el horizonte en el plano discursivo.
La práctica concreta del internacionalismo se realizará con la JCR, a la
que coincidimos con Sujatt en considerar ‘internacionalismo armado’, de fuerte
cuño guevarista. Intentó llevar a la práctica la propuesta de Guevara en su
Mensaje a la Tricontinental, articulando la operatividad militar de las
guerrillas en Argentina, Bolivia, Chile y Uruguay - aun teniendo en cuenta las
importantes diferencias entre las organizaciones que la formaban-. El tono es
fuertemente latinoamericano, casi sin mención a la tradición revolucionaria
clásica, con la sola excepción de Vietnam, que aparecía tanto en el horizonte
del propio Che como en el imaginario perretista.
El arrasamiento en vidas y estructuras que significó la dictadura llevó
a que hacia 1977 la organización en Argentina quedase con una operatividad
prácticamente nula. El camino del exilio fue el que permitió la continuidad de
alguna práctica militante, al tiempo que exigió una fuerte readecuación de las
estrategias. Como esperamos haber demostrado, esto no supuso insertar al
partido en una Red Transnacional de Defensa en términos de Keck y Sikkink, pero
sí que es posible aplicar parcialmente la categoría para arrojar luz sobre
algunas transformaciones, en particular en las tareas de “enmarque” para
conformar visiones del mundo y de sí tendientes a legitimar y motivar acciones
colectivas internacionales de denuncia de la dictadura argentina.
Respecto a ese recorrido del partido en el exilio, coincidimos en parte
con Carnovale en una progresiva orientación hacia el comunismo que reconocía el
liderazgo de la URSS en el campo socialista, que significa un total abandono de
su trotskismo inicial, realizado por el sector de Mattini que conservaría la
denominación partidaria, pero entendida como parte de las tareas de enmarque.
Itinerario que la adhesión al guevarismo, junto al peso de la experiencia
vietnamita, ya había facilitado: el abandono de la IV Internacional fue
realizado en 1973. Por eso sostenemos que es el guevarismo, con el agregado
vietnamita, el que facilita la salida de la tradición de origen. Y también
marca límites al momento de las redefiniciones del exilio y a las tareas de
enmarque. La adhesión al Movimiento
Comunista Internacional se hace desde
un posicionamiento tercermundista, desde los movimientos de liberación
nacional, lo que permitía la continuidad del latinoamericanismo y, más
importante aún, de la corrección de la lucha armada. Por ello encontramos más
efectos del enmarque que rupturas en la línea política. Argentina, sus luchas
populares, sus líderes guerrilleros son principalmente evocados cuando el
partido realiza sus boletines de distribución internacional; junto a las luchas
guerrilleras que por entonces se intensificaban en Nicaragua y El Salvador. Es
en esta perspectiva que el cuarto pilar debía funcionar como retaguardia de la
lucha que se libraría - ya con características muy distintas a las del auge
guerrillero de los años previos, por cierto- en nuestro país, para cubrirla de
solidaridad internacional, con la del campo socialista pero también con la de
las democracias capitalistas occidentales. Esta confluencia puede ser entendida
en términos de RTD, en términos de enmarque para ampliar los públicos
internacionales destinatarios.
Esta particular articulación de
internacionalismo clásico, despojado ya de la crítica trotskista a la URSS,
chocaba con un sólido inconveniente: la negativa de Moscú a condenar a la
dictadura argentina por las violaciones a los DDHH. Un fracaso, comprensible en
cuanto a las tareas que se fijan las RTD de influir en las posiciones
internacionales de los estados nacionales, dadas las particularidades que
definían la política exterior soviética, pero también la de EE.UU. con la
administración Carter. Y frente a eso, la experiencia del cuarto pilar de la
revolución realizada por la lucha vietnamita vuelve a ser la referencia
teórica. Y se postula una enorme ampliación de las articulaciones que
tradicionalmente el PRT llevó adelante en sus experiencias previas, en una gran
tarea estratégica de enmarque de sus tópicos y destinatarios. Vastos sectores
políticos, religiosos, profesionales, gubernamentales son destinatarios de las
denuncias a la dictadura buscando sumarlos a la solidaridad internacional con
la resistencia antidictatorial. Y se lo realiza no en términos de socialismo y
revolución si no con una apelación muchísimo más universalista: “convencer de
que nuestro enemigo, es el enemigo de la humanidad”. Un máximo esfuerzo
persuasivo, simplificador, en términos de bien y mal, tal como lo requieren las
tareas de enmarque.
Esta estrategia da cuenta del esfuerzo
militante de la organización para articular en el plano internacional una
peculiar combinación de guevarismo, latinoamericanismo, experiencia vietnamita,
comunismo tradicional y humanismo que requiere mayores esfuerzos investigativos
a futuro para verificar si pudo ser plasmado en prácticas concretas.
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Recibido: 15/01/2020
Evaluado: 24/02/2020
Versión Final: 25/03/2020
[1] “Lucha de los Pueblos
Indoamericanos – Antiimperialismo e Integración”, Norte Argentino, 1963,
Secretaría Ideológica FRIP, recuperado
en
https://elsudamericano.wordpress.com/2013/09/12/lucha-de-los-pueblos-indoamericanos-antiimperialismo-e-integracion-frip-1963/
[2] Fundación Pluma, Primer período:
del GOM al PST inclusive, Documentos entre 1959 y 1968, recuperado en http://fundacionpluma.info:8080/xmlui/handle/123456789/1557
[3] Si bien Mangiantini analiza la
etapa de la unificación FRIP - PO y la trayectoria posterior del sector que se
mantuvo en el trotskismo (PRT “La Verdad”, PST) señala estas características
tanto en la década de 1940 (participación en el Segundo Congreso de la IV
Internacional) como en dictadura, en la que los vínculos internacionalistas
sirvieron para el exilio y la denuncia (2018: 59-67). Sobre esta etapa:
Mangiantini, M (2017) “Redes militantes y acciones en el exilio. La política
internacionalista del Partido Socialista de los Trabajadores (1976-1982)”, Estudios, núm. 38, pp. 87-104.
[4] Recordemos que el FRIP se
desarrolló en Tucumán, donde la resistencia sindical al cierre de ingenios
azucareros incluyó sabotajes, enfrentamientos y otros episodios de violencia
que fue tomado como indicador de la “disposición” de las masas hacia la “guerra
revolucionaria”. El Cordobazo sería leído en clave de su nacionalización, con
el plus de ser protagonizado por el sujeto histórico privilegiado del marxismo:
el proletariado industrial.
[5] La confluencia de una corriente
indoamericanista y otra trotskista se expresó en los liderazgos de Mario
Roberto Santucho, luego principal dirigente del PRT-ERP, y Nahuel Moreno, quien
continuaría en la línea trotskista luego de la ruptura.
[6] La propia JCR podría ser pensada
como red transnacional, en tanto articulaba exiliados/as de las dictaduras de
Seguridad Nacional que se estaban instalando. No parece apropiado denominar “de
defensa” en tanto se trata de una etapa en la que las organizaciones mantenían
capacidad operativa; aun cuando sufrían fuertes golpes. Marchesi también
caracteriza a la JCR en términos de red, y demuestra una interesante paradoja:
si bien “ayudó a posponer las derrotas y a amplificar los planes militares de
las organizaciones” (2009:66) al mismo tiempo expresó su aislamiento respecto a
las luchas locales, aumentando su debilidad. Para ampliar: Sandoval, M. (2016).
“Un fruto del exilio: La Escuela Internacional de Cuadros de la JCR (Junta de
Coordinación Revolucionaria)” Recuperado en http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/trab_eventos/ev.9330/ev.9330.pdf. Sandoval, M. (2016) “La Junta
de Coordinación Revolucionaria (JCR): el Internacionalismo Proletario del Cono
Sur, 1972-1977”, Tesis para el grado de Maestro en Historia Internacional,
CIDE, México. Recuperado en
http://www.cedema.org/uploads/Sandoval_Mercado-2016.pdf
[7] Somos conscientes que la
aplicación de la categoría RTD al PRT durante el exilio puede resultar
compleja. Principalmente se ha aplicado a la dimensión transnacional del
Movimiento por los DDHH: D’Antonio, D (2018) “Redes de denuncias políticas y
jurídicas por violaciones a los derechos humanos en el plano internacional: el
rol de las Madres de Plaza de Mayo (Argentina, 1976-1983)”, Travesía, Vol. 20,
Nº 2, pp. 15-44. Garza Placencia, J (2017). “Actores y redes del movimiento por
los derechos humanos en América Latina”, Boletín de Antropología, vol. 32, N.º
53, pp. 158 - 179. Laino Sanchis, F (2020) “Salir al mundo en tiempos de
dictadura: Abuelas de Plaza de Mayo y las redes transnacionales de derechos
humanos (1977-1983)”, Quinto Sol, vol. 24, nº1, pp. 1-22. Ya canónica es la
compilación de Jelin, E (2003) Más allá
de la nación: las escalas múltiples de los movimientos sociales, Libros del
Zorzal, Buenos Aires. Enfatizando en el exilio: Ayala, M (2017) “La experiencia
del Comité Venezolano de Solidaridad con el pueblo argentino (Caracas, Mérida,
1976-1983)”, Opción, vol. 33, núm. 83, pp. 12-136 y (2014) “La formación de
comités y redes de lucha contra la dictadura militar de los exiliados
argentinos en Venezuela: interacciones locales, regionales y transnacionales
(1976-1981)”, e-l@tina, vol. 12, núm. 46, pp. 1-21. Lolicato, A (2011)
“Mantenerse en contacto: medios de comunicación y movilidad humana en el
activismo político transnacional. El caso de los colectivos de argentinos en
Barcelona y Roma”, Arxiu d'Etnografia de Catalunya, n.º 11, pp. 95-114 y muchos
otros sobre distintos destinos de exilio. Las redes vinculadas a cultos
religiosos han sido trabajadas por Catoggio, M (2016) “Política contra el
Estado autoritario, religión y derechos humanos. La impronta regional de un
activismo transnacional”, Papeles de Trabajo, 10(17), pp. 184-207. La dimensión
sindical ha sido trabajada en Gordillo, M (2017) “Activismo sindical transnacional en el Cono Sur: Algunas
experiencias”,
Clepsidra, Vol 4, Núm 7, pp. 68-83, desde una categoría similar: “activismo
transnacional” de Tarrow. Una menor atención ha recibido cuando se articulan en
base a partidos políticos: Pedrosa, F (2013) “Redes trasnacionales y partidos
políticos. La Internacional Socialista en América Latina (1951-1991)”,
Iberoamericana, Año 13, No. 49, pp. 25-46. Más ligado a nuestro trabajo: González
Tizón, R (2018) “La denuncia
de la represión clandestina durante la dictadura en Argentina: el caso de los
sobrevivientes de Vanguardia Comunista (1978-1983)”, Izquierdas (43),
pp. 23-51. Desde esta particularidad de RTD “partidarias” nos situamos.
[8] La discursividad de la izquierda
revolucionaria latinoamericana durante el exilio y las transiciones a la
democracia ha sido tematizada en términos de ‘abandono’ de ‘la revolución’ y
pasaje hacia los DDHH, con un papel clave de las RTD. En un trabajo que sentaría
las bases de esta perspectiva, Jelin sostiene: “es a partir de los golpes
militares del Cono Sur que las redes internacionales de activistas y
organizaciones ligadas a los derechos humanos se incorporan como actores
significativos en la protesta contra la represión y el terrorismo de estado
(Keck y Sikkink 1998) ... lo que ocurrió en ese período fue la incorporación
del marco de los derechos humanos en la lucha anti-dictatorial. Antes ...
interpretadas en términos de lucha de clases o de revoluciones nacionales. La
incorporación de la clave "violaciones a los derechos humanos" fue
... una verdadera revolución paradigmática” (2003:5). Sin desconocer esta
tesis, en particular para el discurso de la comunidad intelectual de la
izquierda revolucionaria, creemos que en el caso que nos ocupa no se aplica.
Como intentaremos demostrar, se trataría de esfuerzos de enmarque más que de
abandono de una discursividad y pasaje hacia otra.
[9] Sin suponer una continuidad
lineal, del sector Mattini surgiría en 80’ el “Movimiento Democrático Popular
Antiimperialista-MoDePA”, que según Carnovale abandona la lucha armada y adopta
una concepción de ‘revolución por etapas’ al estilo de los partidos comunistas
ortodoxos, con el matiz de sostener el carácter ´popular’ (y no burgués) de la
forma adecuada para la Argentina. La línea de Gorriarán, luego de combatir en
Nicaragua, formará parte del heterogéneo ‘Movimiento Todos por la Patria -
MTP’, cuya fallida incursión en La Tablada en 1989 ha sido considerado por
diversos/as autores/as, Carnovale incluida, como la última acción de la
guerrilla setentista en nuestro país.
[10] Esta conflictiva cuestión ha
sido objeto de numerosos análisis. Aguila sostiene que “las relaciones establecidas entre la Unión Soviética y la Argentina
en los años de la dictadura … incidió en la actitud del régimen militar
respecto del PCA y en la línea política del propio partido hacia el gobierno …
las Fuerzas Armadas visualizaban al PCA como menos amenazante que ... las
organizaciones armadas … Por otra parte, el alineamiento del partido con la
Unión Soviética habría contribuido en la decisión … militar de no ilegalizarlo,
evitando de este modo conflictos con la superpotencia … como ... en Chile ...
de Pinochet” (2008: :60). Más adelante señala cómo las relaciones comerciales
argentino-soviéticas crecieron, con un pico durante el embargo de cereales
impulsado por EE.UU. por la invasión a Afganistán a inicios de los ‘80. Casola
(2012) ha señalado cómo las estrategias internacionales del PCA evitaban una condena
internacional a la dictadura. Por su parte, Morello (2012) ha demostrado la
influencia de un catolicismo “cívico”, moderno, que defendió en EE.UU. la
“laicidad, pluralidad” (2012:78) en el cambio de la política de la
administración Carter respecto a la dictadura argentina. En este más amplio
juego de política internacional y geopolítica, debe entenderse este fracaso de
la línea internacional del PRT, desde la perspectiva de las RTD.
[11]Recuperado en:
http://eltopoblindado.com/opm-marxistas/partido-revolucionario-de-los-trabajadores-prt/prt-exilio/solidaridad-internacional/
[12] Como ha señalado Alonso (2017)
en los ‘80 se construyó como hegemónica una narrativa académica sobre el
Movimiento de los DDHH que, entre otros efectos de oclusión, desconoció “el
papel desempeñado por las izquierdas peronistas y marxistas en la conformación
de las agrupaciones de derechos humanos” (2017: 104). Entre las organizaciones
partidarias que menciona, incluye al PRT. Contribuimos a tensionar esta
tendencia a invisibilizar el papel de los partidos en el campo de los derechos
humanos en este trabajo. Y ello justifica la aplicación de algunos aspectos de
la categoría de RTD de Keck y Sikkink.
[13] Esta particularidad ponía en
tensión cierto aspecto de la lógica binaria propia de la Guerra Fría, y no solo
afectará al PRT. La particular posición del PCA, que venimos señalando
colateralmente, también era interpelada por esta situación. En efecto, sostiene
Casola que, para el PCA “la política exterior de los Estados Unidos centrada en
los derechos humanos era denunciada como una campaña de injerencia del
imperialismo …. estaba fundamentalmente dirigida a denunciar las graves
denuncias que recaían sobre la Unión Soviética. Sin embargo para que fuese
creíble … debió incluir y mostrar preocupación por la situación de los derechos
humanos en los países de su área de influencia” (2012: 1-2). Como veremos
pueden detectarse en este aspecto, notables coincidencias en las lecturas del
PRT y del PCA. Asimismo, suponía no registrar los matices en la opinión pública
norteamericana y su capacidad de influencia en la política exterior de su país,
que destaca Morello (2012) con el rol del catolicismo “cívico”.
[14]Recuperado
en:
http://eltopoblindado.com/opm-marxistas/partido-revolucionario-de-los-trabajadores-prt/prt-exilio/objetivos-y-tareas-para-la-etapa/
[15]Recuperado en:
http://eltopoblindado.com/opm-marxistas/partido-revolucionario-de-los-trabajadores-prt/prt-exilio/situacion-politica-mundial/
[16]
La producción
de la organización en esta etapa excede ampliamente lo aquí trabajado.
Numerosos boletines internos centrados en, o con referencia a, las tareas de
solidaridad internacional del partido, o con su apoyo; volantes, folletines y
otros documentos sobre acciones con organismo de solidaridad argentinos - CADHU,
COSOFAM, “Trabajadores y Sindicalistas Argentinos en el Exilio - TYSAE”,
Comisión de Familiares de Víctimas de la Represión en Argentina, Campaña contra
el Mundial 78, Campaña por la libertad de Piccinini - publicaciones periódicas
como “Denuncia”, “Argentina Hoy, “Boletín Argentina”. Esta profusa producción
da cuenta de una gran tarea militante en el exilio, de la cual este trabajo
constituye una aproximación. Y si bien no constituye el objeto central de
nuestro interés, tarea que se realizó en convergencia con numerosos grupos de
exiliados/as y de un amplio espectro ideológico en los países de acogida, dando
cuenta del aspecto de “red de relaciones” que caracteriza a las RTD. Sin
embargo, no estamos en condiciones de dar cuenta sobre la existencia de redes
de solidaridad internacional fuera de América Latina, en Europa Occidental, de
las hay referencia en alguna literatura testimonial, y en el campo socialista,
respecto al cual existen escasas menciones. Agradecemos las observaciones
realizadas en el referato, en este sentido, aun cuando su respuesta está fuera
de nuestros objetivos.
[17]Recuperado en:
http://eltopoblindado.com/opm-marxistas/partido-revolucionario-de-los-trabajadores-prt/boletin-secretaria-internacional-n-1/
[18]Recuperado
en:
http://eltopoblindado.com/opm-marxistas/partido-revolucionario-de-los-trabajadores-prt/boletin-secretaria-internacional-n-2/
[19] La sorpresa aumenta avanzando en
la nota: una reivindicación de la lucha armada, combinada, eso sí, con la
política, a partir de la victoria sandinista. Y una condena a quienes
“abandonan el camino revolucionario” al abjurar a la estrategia guerrillera,
cuyo destinatario podría ser el sector de Mattini...es probable que las
fronteras marcadas luego del cisma de 1979 hayan sido extremadamente lábiles,
así como que las características de la dispersión en diversos países hayan
dificultado la centralización y control de las publicaciones partidarias por
parte de la Dirección.