Propiedad, modelos de negocio y poder en
los albores del periodismo: Centro y periferia en la prensa en lengua(s)
española(s) del siglo XVII
Ownership,
business models and power in the beginning of journalism: Centre and periphery
in the Spanish-language press of the seventeenth century
Javier Díaz Noci
Universidad Pompeu-Fabra (España)
javier.diaz@upf.edu
Carmen Espejo Cala
Departamento
de Periodismo 1;
Facultad de Comunicación;
Universidad de Sevilla (España)
carmenes@us.es
Resumen
Este trabajo pretende explicar qué
modelos de negocio se perfilaron en los inicios del periodismo europeo y
español (siglos XVI-XVII). Recogemos en él los resultados de investigación de nuestros
trabajos previos sobre escenarios locales y casos particulares para intentar, a
partir de ellos, diseñar un marco común de interpretación sobre la estructura
de la propiedad y producción de los medios impresos en la Edad Moderna. El
artículo se estructura en dos partes: en la primera, hacemos una tipología de
los oficios y funciones relacionadas con la recopilación, producción y difusión
de noticias, y su relación con el poder civil y eclesiástico. En la segunda nos
referimos a un caso que podemos destacar como paradigmático, pues da idea de la
notable complejidad que alcanza el periodismo como objeto de comercio ya en sus
primeros siglos de existencia: el caso de Sevilla.
Palabras clave
Historia del Periodismo; gacetas; Edad
Moderna; impresores; editores; gaceteros; poderes locales.
Abstract
This paper aims
to explain what business models were outlined at the beginning of European and
Spanish journalism (XVI-XVII centuries). We gather in it the research results
of our previous works on local scenarios and particular cases to try, from
them, to design a common framework of interpretation on the structure of
property and production of print media in the Modern Age. The article is
structured in two parts: in the first one, we make a typology of the jobs and
functions related to the collection, production and dissemination of news, and
its relationship with the civil and ecclesiastical power. In the second we
refer to a case that we can highlight as paradigmatic, because it gives an idea
of the remarkable complexity of journalism as an object of trade already in its
first centuries of existence: the case of Seville journalism.
Keywords
History of
Journalism; gazettes; Early Modern Europe; printers; editors; local powers.
Introducción
Recientes estudios sobre las diferentes publicaciones
seriadas o periódicas en el siglo XVII, tanto en ámbitos nacionales como
internacionales, han ampliado el conocimiento que tenemos de determinados
aspectos de la prensa informativa en Europa y en el mundo occidental en los
inicios del periodismo (Haffemayer, 2002; Infelise, 2005; Sousa, Pinto & Silva,
2007; Chartier&Espejo-Cala,
2012; Brownlees,
2011; Díaz Noci,
2016b; Ettinghausen,
2015). Uno de los aspectos centrales de la investigación contemporánea es el de
la estructura comercial y de propiedad de esos medios, en la que aparecen,
junto con figuras relativamente bien conocidas —los impresores— otras poco
estudiadas aún, como los editores o incluso los autores materiales de las
noticias —los, por decirlo con terminología moderna, trabajadores—. Disponemos
ya de indicios suficientes para ofrecer un panorama más rico de la
interactuación entre estas diferentes figuras, y de cómo se establecían
relaciones comerciales y de competencia entre ellos.
Por otro lado, los historiadores de la Edad
Moderna han ofrecido a menudo una explicación excesivamente simplista de la
relación entre el poder político y los orígenes de la actividad periodística.
Han asumido acríticamente la existencia de dos Europas, la del centro y Norte
—en la que el periodismo se desarrolla al mismo ritmo que se desenvuelve una
opinión pública crítica—, y la Europa del Sur —en la que se limita a ser cauce
de expresión de la propaganda de las monarquías absolutas—; esta visión
historiográfica reedita por tanto el modelo clásico centro/periferia para explicar las diferentes velocidades con las
que el periodismo se desarrolla en Europa (Espejo-Cala, 2011).
En las últimas décadas, sin embargo, se
descubre la utilidad historiográfica del concepto de poderes, en plural, para explicar las tensiones políticas, sociales
y económicas de la era moderna. Aplicado al ámbito específico de la historia
del periodismo, este cambio de paradigma está en el origen de los numerosos
trabajos y proyectos dedicados al estudio de las redes de noticias (Dooley, 2010; Davies & Fletcher,
2014; Raymond & Moxham,
2016); se postula en ellos que las noticias circularon en un mercado transnacional
—centrado en Europa pero con ramificaciones
ultramarinas— que desafiaba las fronteras estatales que empezaban a
consolidarse. En este nuevo escenario histórico cabe hablar por tanto de
modelos locales diversos, en los que la relación de los periodistas con el
poder y el mercado se articula a través de lógicas propias, pero conectados a
su vez con otros modelos locales en un entramado pan-europeo y transnacional.
La intención de esta propuesta es explicar
qué modelos de negocio se perfilaron en los inicios de la actividad
informativa. En un momento actual en que se discuten cuáles son esos modelos de
negocio futuros con que hacer frente a la crisis del periodismo industrial, nos
ha parecido pertinente referirnos a la formación primera de esos modelos en el
siglo en que el periódico como institución se configura, precisamente: en el
siglo de las gacetas.
El artículo se estructura en dos partes: en
la primera, hacemos una tipología de los oficios y las funciones relacionadas
con la recopilación, producción y difusión de noticias, y su relación con el
poder civil y eclesiástico. Hemos identificado, y así lo dividimos en sendos
epígrafes, al menos las figuras del compilador de noticias, en ocasiones
denominado autor, y que andando los siglos se denominará periodista (las
palabras coetáneas más comunes en castellano son gacetero o relacionero);
la del impresor y librero (a veces reunidas en una misma persona, en ocasiones
negocios separados y contrapuestos); y finalmente, la de editor de noticias. En
la segunda parte, nos referimos a un caso paradigmático, que nos da idea de la
notable complejidad que el periodismo alcanza ya en el siglo en que se
establece la publicación periódica miscelánea informativa como objeto de
comercio: el caso sevillano. Recogemos en este trabajo las conclusiones de
nuestras investigaciones previas, desarrolladas sobre escenarios locales
—particularmente, los inicios del periodismo en Barcelona, San Sebastián,
Sevilla y Valencia— y sobre casos específicos —las relaciones de sucesos y
primeras gacetas seriadas o periódicas publicadas en los siglos XVI y XVII en
la Península Ibérica—[1]. No es objeto de este trabajo, en cambio,
proponer una tipología de impresos —y manuscritos— noticiosos, que ya hacíamos
en otros trabajos (véase, por ejemplo, Díaz Noci,
2016b), y en cualquier caso nos centramos básicamente en las compilaciones
misceláneas, periódicas, seriadas o semiperiódicas,
que denominamos genéricamente gacetas (Espejo-Cala, 2011), más que en
las noticias individuales, generalmente conocidas como relaciones,
magistralmente estudiadas en Ettinghausen (2019),
quien las he denominado en realidad prensa pre-periódica.
Los oficios del periodismo
Compiladores
de noticias
El primer oficio relacionado con lo que luego
se llamará periodismo, y antes gaceterismo, fue el de
compilador de noticias. De forma
recurrente, a lo largo de toda la historia del periodismo hasta nuestros días
este concepto aparecerá ligado al oficio de informador[2]. El origen de la figura del compilador está
en la Roma clásica. Marco Tulio Cicerón se vio obligado a abandonar Roma con
rumbo a Cilicia, territorio de administración romana donde había sido nombrado
procónsul, en el año 58 antes de Cristo. Por no desconectarse de los asuntos de
Roma, solicitó a su editor, Tito Pomponio Ático, y a un amigo suyo, Marco Celio
Rufo, que lo mantuviesen puntualmente informado por cartas de todo lo que
acontecía, y de él se decía, en el foro romano. El segundo, especialmente,
cumplió regularmente su cometido de enviar a su protector cuantas noticias
consideraba de interés, y para ello contrató a quien es hoy el primer
periodista de nombre conocido, un tal Cresto, quien
es mencionado en la carta xxxiii
ad familiares, 2.8. Su actividad la
describe Rufo como "Chresti compilationem".
Nada más se sabe del tal Cresto, ni siquiera si era
un esclavo o un hombre libre. Desconocemos si recibía algún tipo de
remuneración por su trabajo o no, aunque podemos aventurar que, en este esquema
en que Marco Tulio Cicerón era el patronus, Ático y Celio Rufo eran clientes y amici,
por definición estas artes liberales no eran remuneradas; pero el trabajador, Cresto, seguramente sí recibía una remuneración económica
por sus servicios, puesto que la recopilación de noticias era considerada un
trabajo manual. Seguramente hubo otros operarii, encargados de llevar a cabo las compilationes (Cic. Fam. ii, 8).
Ya durante la primera Edad Moderna, la rápida
expansión económica de una nueva clase de comerciantes internacionales
contribuyó decisivamente a la profesionalización del negocio de noticias, y eso
causó no pocas fricciones en una sociedad que salía de los esquemas medievales,
como pone de manifiesto la amarga crítica que Ben Jonson hizo de los nuevos gaceteros
en su comedia The Staple of News[3].
Los compiladores son una figura, y una
función, que se mantendrá a lo largo de toda la historia del periodismo. La
encontramos también cuando comienzan las primeras publicaciones misceláneas,
periódicas o seriadas, al principio del siglo XVII. Conocemos al menos un caso
en España, el de un estudiante italiano en Salamanca, Girolamo
di Sommaia, quien en el diario que mantuvo entre 1603
y 1607 hace no menos de setenta referencias al préstamo, copia y traducción
entre el español y el italiano de gacetas y noticias, algunas hoy desconocidas,
como la Gaceta de Roma, Gaceta de Italia,
Gazzetta, et Relatione, Gazeta Spagnuola y Nuoue
di Valladolid e di Salamanca. Mario Infelise
ha documentado exhaustivamente esta actividad para el caso veneciano (Infelise,
2005). Y, desde
luego, conocemos bastante bien la producción de otros recopiladores de
noticias, gaceteros del siglo XVII español como Jerónimo de Pellicer y, sobre
todo, Andrés de Almansa (Ettinghausen y Borrego,
2001), a quienes también se denomina con el nombre de avisadores.
Más allá de estos pocos nombres, es todavía
muy desconocido, aunque crucial, el papel que desempeñaban los periodistas
propiamente dichos, es decir, los encargados de redactar esas gacetas en las
empresas informativas. No disponemos de nombres, pero sí de una mención a ese,
literalmente, autor de las noticias, en un periódico en lengua española
publicado en Bruselas. La referencia es tardía, de 1691, pero sin duda
existieron otros muchos como él: “Por el grave accidente que sobrevino al Autor
el dia 11 de Junio, no se
dieron las Noticias de 15. dias el correo passado, que agora se resumen
brevemente…” (Díaz Noci,
2012b). Se trata de un campo de investigación casi inédito pero que ofrece
resultados promisorios, y para el que serán de gran ayuda —junto a la
investigación de archivo— las técnicas de análisis crítico del discurso, con o
sin soporte informático. Ha de tenerse en cuenta, por otra parte, que el
término autor no indica necesariamente un alto grado de originalidad,
porque formaba parte del oficio de compilador de noticias elaboradas a partir
de otras noticias, traducidas, adaptadas, segregadas o, eventualmente,
redactadas a partir de material recogido de primera mano.
Impresores (y libreros)
La profesión se fue desarrollando, pasando de
ser un empeño individual a un negocio coordinado y colectivo. La figura
jurídica del privilegio apareció
cuando la actividad del impresor comenzó a requerir una considerable inversión
económica y la asunción de riesgos, por lo que los impresores, y
subsidiariamente los autores, empezaron a necesitar algún medio que les
protegiese contra reproducciones no deseadas de sus obras. Durante todo el
siglo xvii,
el privilegio fue el mejor
instrumento para asegurar un monopolio, aunque fuese temporal, sobre la
diseminación de noticias en un espacio geográfico determinado, fuese un reino o
simplemente una ciudad. En términos jurídicos, resulta claro que quien más
interesado estaba en disponer de un derecho oponible erga omnes eran el impresor y/o el editor (ambas figuras no siempre
coincidían), que disponía de los medios de producción para dar a conocer
informaciones de actualidad y que quería que se le asegurase una posibilidad de
beneficio económico. El sistema de privilegios garantizaba una cierta
regulación del mercado (Díaz Noci, 2016a).
La importancia de los impresores es
innegable. Son, por una parte, los nombres que, por razones legales, más
aparecen en los impresos noticiosos. Muchos de ellos pertenecían a familias con
una cierta tradición, y se aseguraban mediante la impresión y —cuando se podía—
venta de impresos de pocas páginas y reducido precio, un complemento a la más
laboriosa y cara actividad de impresión. Ambas actividades eran desempeñadas
por la misma persona, aunque no siempre.
El caso más claro es el de Barcelona, donde
los gremios de impresores y de libreros pugnan por el control del mercado
informativo local, con Rafael de Figueró al frente
(Camprubí, 2016; Expósito, 2014). Figueró, y su hijo
de igual nombre, acabarán siendo nombrados como los únicos impresores
autorizados a imprimir y vender noticias por el archiduque Carlos de Austria
durante la Guerra de Sucesión española, monopolio que será revocado por Felipe
IV en 1714. Figueró cimentó su oficio en el sector
informativo republicando una gaceta, Noticias Generales
de Europa venidas a Barcelona por el correo de Flandes, que en realidad no era sino la reimpresión de la de igual nombre que
publicaban en Zaragoza —recopilando las noticias en su propio taller— Diego Dormer y
Pedro Argayón, que a su vez dependían del suministro
de noticias desde otros lugares de España, como por ejemplo San Sebastián.
En San Sebastián actuaban como impresores oficiales, y únicos, de la
provincia de Guipúzcoa la familia Huarte (Díaz Noci, Espejo-Cala & Baena-Sánchez, 2018 a y b). Aquí
empieza a verse cómo aparece la figura, anónima para el caso español, del
editor de prensa, es decir, alguien que coordina todo el proceso de recepción
de fuentes diversas, traducción, adaptación y escritura y, finalmente,
impresión y venta, además de servir originales a otras empresas informativas
situadas en otras ciudades.
Es poco lo que conocemos del funcionamiento
de estos talleres. Un caso recientemente estudiado es el del editor de un
periódico semanal en lengua española, la Gazeta
de Amsterdam, publicado en la capital holandesa
por un judío sefardí de origen portugués, David de Castro Tartás
(y sus sucesores) entre 1672 y 1702, quien también publicó otra gaceta en
italiano, Gazzetta d’Amsterdam y se acabó haciendo cargo de otro periódico
en lengua yiddish, Dinstagishe un Freytagishe Kuranten.
David de Castro Tartás era un impresor de iniciativa
privada que operó en Ámsterdam entre 1663 y 1697, para acabar vendiendo su
empresa y su taller de impresión a Moses Mendes
Coutinho el 24 de enero de ese último año. Sabemos que Castro no estaba sólo en
la empresa de traducir, completar, diseñar, imprimir y vender sus periódicos,
ya que contrató a su yerno, Isaac Teixeira Tartas, por su excelente dominio del
holandés y sus dotes como traductor. Es seguro que contrató a otros oficiales y
empleados como el huérfano de origen sefardí Moses Colonel
entre 1683 y 1686, y un buen número de holandeses en 1685 (Fuks-Mansfeld,
2001).
El análisis de la documentación de negocios
jurídicos como este puede arrojar más luz sobre el origen y configuración de
las empresas informativas. Los pocos documentos que se conservan nos hablan de
cuestiones bien interesantes, como por ejemplo las relaciones familiares entre
la viuda y sus hijos, para asegurar la continuidad del negocio y la propiedad
familiar de la empresa informativa. Fueron habituales las prácticas de
matrimonio entre impresores o aprendices y viudas de impresores: era frecuente
que las viudas continuasen el negocio de sus maridos fallecidos. Es, por
ejemplo, el caso de la viuda de Pedro, o Pierre, de Cleyn,
impresor y gacetero bruselense que publicó en español las Noticias
Principales y Verdaderas. Y está bien documentado el caso de los Huarte, es
decir, de la viuda de Martín de Huarte, primer impresor de Guipúzcoa, María de Aculodi y el hijo común de ambos, Bernardo; así como las
disputas y acuerdos con el hijo de Martín —pero no de María— Pedro de Huarte, a
quien se debe la constitución de la primera oficina de noticias del norte de
España (Díaz Noci, Espejo-Cala y Baena-Sánchez, 2018b)[4].
Editores y
empresas informativas: el caso de Bremundán y Juan
José de Austria
Editor e impresor podían o no reunirse en una sola persona, pero no era
usual mencionar al editor como aquella persona que había tenido la iniciativa
de organizar la empresa de recolectar, hacer imprimir y diseminar noticias.
Hay algunas excepciones notables, por ejemplo
la Gazeta de Madrid de 1661. Quien puso en marcha
la empresa, y puede que incluso sea quien materialmente se encargaba en persona
—o quizás comisionó a otros para hacer ese trabajo, pero no tenemos constancia
de ello— de recopilar, trasladar, adaptar y finalmente redactar en español las
noticias que componían la publicación fue Francisco Fabro Bremundán
—nacido François Faivre Bremondans
en Borgoña hacia 1621—, contratado por Juan José de Austria para que fuese su
secretario, propagandista y periodista, aunque el término es anacrónico. Dos
años antes de la muerte de su patrón, acaecida en 1679, Fabro Bremundán obtuvo el privilegio de ser el primer gacetero
oficial del Reino.
Desde 1683 hasta su muerte en 1698, y una vez solo en su empeño al haber
muerto Juan José de Austria, Bremundán decidió
asociarse con diversos editores e impresores. Trabajar a modo de joint ventures o syndicates
(corporaciones o empresas conjuntas) fue habitual en el negocio de la
información de la época. Bremundán, que disponía del
monopolio de publicar noticias, estableció una relación comercial preferente
con Sebastián de Armendáriz, quien a su vez había estado previamente envuelto
en la publicación de otros papeles noticiosos, serializados o periódicos.
Armendáriz actuó como editor, y ambos a su vez se asociaron con diversos
impresores de Madrid y Zaragoza, como por ejemplo Lucas Antonio de Bedmar y
Valdivia en 1683, o Juan de las Hebas, un antiguo
colaborador, y probablemente el auténtico autor de los textos, un sacerdote que
había mantenido una estrecha relación con la monarquía, escrito algunos
panegíricos para la regencia y dado el visto bueno a algunas aprobaciones para
impresión de libros religiosos.
El privilegio que Juan José de Austria había conseguido para su
colaborador Bremundán se extinguió en 1690, diez años
después de la muerte del Austria. En ese momento, con el nuevo siglo a tocar,
se obligó a Sebastián de Armendáriz a decaer en sus derechos al otorgar la
monarquía un nuevo privilegio al Hospital General de la Corte que sustituía y
anulaba el anterior (lo que, en realidad, encubría un monopolio concedido a
Juan de Goyeneche, un banquero, que lo obtuvo a cambio de 400 ducados). Aun
así, Armendáriz todavía publicó algunos impresos noticiosos hasta 1694,
adoptando la antigua forma de una carta dirigida a un principal y anónimo
noble, en muchas ocasiones un subterfugio para dar a la luz ese tipo de
contenidos[5].
Es en ese momento cuando la profesión de
periodista y de editor de noticias se consolida y adquiere las características
que la van a definir hasta, por lo menos, la llegada de las redes digitales de
información.
El modelo
periodístico de la Edad Moderna en Sevilla: redes transnacionales,
competitividad y poderes políticos
Tan importante como la identificación de los
actores que intervenían en el mercado de las noticias es la descripción de las
relaciones entre ellos y el resto de los agentes sociales que sirvieron al
mantenimiento de los poderes políticos de la época. A tal fin, los enfoques microhistóricos pueden iluminar las complejas redes
clientelares que unían a autores, impresores y editores con los promotores o
mecenas que los protegían. En este trabajo proponemos el caso sevillano como
ejemplo y modelo
de la estructura comunicativa de comienzos de la Edad Moderna, en las ciudades
europeas conectadas al comercio internacional.
Para explicar la pujanza del mercado
periodístico sevillano a lo largo de los siglos XVI y XVII se acude
habitualmente al argumento del desarrollo notable de su imprenta, conectado a
su vez con el vigor de la economía, gracias a la posición central que ocupó su
puerto en las redes comerciales con América. La “fiebre de noticias” que se
desató en la ciudad —a juzgar por la posición que ostenta en la producción de
relaciones de sucesos y otros formatos pre-periódicos
hasta la primera mitad del siglo XVII (Redondo,
2001)— se ha conectado con una supuesta curiosidad por las noticias sobre
América; ciertamente Sevilla monopolizó la entrada de los avisos manuscritos
sobre los acontecimientos en las colonias (Pieper, 2016), pero estas
noticias manuscritas rara vez llegaron a las prensas, a causa del efecto
combinado de la censura monárquica y la dependencia de las redes de noticias
europeas a las que aludíamos antes (González Cruz, 2009; Espejo-Cala, 2019b).
Aún así el modelo sevillano, en el siglo XVI y
las primeras décadas del XVII, es un buen ejemplo de la importancia de la
iniciativa privada —burguesa— en los orígenes del periodismo. A la ciudad
acuden impresores extranjeros o de otras localidades de la península ibérica,
que establecen importantes dinastías locales de tipógrafos. Ante la progresiva
debilidad del mercado español del libro, estos impresores van derivando sus
negocios hacia la publicación de relaciones de sucesos y gacetas (Álvarez,
2007).
El modelo de negocio de la imprenta sevillana
comparte con el resto de los mercados de la península sus elementos básicos.
Para surtir con noticias locales, nacionales o internacionales sus pliegos, los
impresores desarrollan diversas estrategias: asociaciones informales con otros
tipógrafos de la península —fundamentalmente de Madrid y Barcelona— gracias a
las que comparten noticias que copian, reeditan o versionan con reconocimiento
expreso o no en el pie de imprenta; y traducción de noticias extraídas de
gacetas extranjeras (Espejo-Cala & Baena-Sánchez, 2016). Pero, al mismo
tiempo, estos primeros editores de periódicos recurren a las fuentes oficiales
u oficiosas —la administración política y eclesiástica, las órdenes religiosas,
etc. — que les proporcionan noticias y les favorecen en algunos casos con
contratos de privilegio y/o exclusividad. Un ejemplo paradigmático y bien estudiado
es el impresor sevillano Juan Gómez de Blas (1633-1667), que en un memorial
dirigido a las autoridades municipales en 1656 reclama el nombramiento como
Impresor Mayor de la ciudad —también
llegó a serlo de la Catedral, de la Inquisición y los tribunales—, y argumenta
su petición explicando el coste elevado de hacer llegar hasta Sevilla y enviar
a traducir las “gacetas que cada semana se imprimen en
las ciudades más populosas de la Italia, Alemania, Flandes y Francia”, cuyo
porte se paga “en moneda de plata”. Recuerda además al cabildo que a cambio del
privilegio se compromete a hacer llegar a cada uno de sus miembros copias de
sus gacetas para que disfruten “de lo que en los dichos papeles se refiere
mucho antes de que lleguen a publicarse por las plazas y calles de esta dicha
ciudad” (Espejo-Cala, 2008; Gónzález-Fandos, 2018).
El modelo de negocio periodístico en la
Sevilla de la Edad Moderna, por tanto, está a medio camino entre la iniciativa
privada —caracterizada ésta con rasgos propios de la era como la ambición
internacional y la competitividad en el mercado— y el patronazgo de las
autoridades, en una fórmula de compromiso que permitió al periodismo emerger y
sobrevivir en medio de las coerciones políticas del Antiguo Régimen, en la
ciudad andaluza como en el resto de Europa.
Un elemento idiosincrático de este modelo
local —aunque quizás compartido con los modelos de negocio periodístico de
otras ciudades peninsulares de similar importancia, como Valencia o Zaragoza—
es la manera en que refleja las tensiones entre el poder estatal que intenta
imponer la corona y los viejos poderes que se resisten a la centralización. En
clave histórica general, estas tensiones han sido descritas en fechas recientes
y desde múltiples perspectivas —enfrentamientos entre nobleza y Estado, entre
Iglesia y Estado, entre poderes periféricos y primeros intentos centralistas de
los Austria…—, revelando una estructura política mucho más inestable y plural
de lo que dibujaba la historiografía clásica de la primera Edad Moderna en
España: conceptos como “monarquía compuesta” o “imperio negociado” se abren
paso como imagen de la resistencia activa a la que tuvieron que hacer frente
las aspiraciones absolutistas de los monarcas (Gruzinski,
2010).
Puede recordarse a este respecto que, a
diferencia de lo que ocurrió en otras naciones europeas como Inglaterra o
Francia, en España no hubo una única imprenta en la que se concentrara la
producción periodística: para el siglo XVII, por ejemplo, Barcelona y Sevilla
son localidades en las que la producción de relaciones de sucesos es igual o
incluso superior a la de Madrid (Fernández-Travieso
y Pena-Sueiro 2013). Tampoco es
tan evidente como en otros entornos europeos —Francia de nuevo, Suecia,
Dinamarca…— la condición estatal de la primeras empresas periodísticas: si la Gazette de París o el Ordinariy Post-Tijdender de
Estocolmo son promovidos directamente desde la corte, las primeras gacetas
españolas se publican en varias ciudades portuarias o bien conectadas al correo
terrestre —Valencia, Sevilla, Lisboa, Barcelona, Zaragoza…—; como hemos visto,
hasta 1661 no se publica la Gaceta Nueva
promovida por Juan José de Austria. La tensión o negociación entre centralismo
y periferia explica por tanto que Sevilla conservara durante todo el siglo XVII
un papel protagonista en la producción de periódicos, del que son hitos bien
conocidos la Gazeta romana impresa por Juan Serrano de
Vargas en 1618, la Gazeta Nueva de Juan Gómez de Blas y sus
sucesores (1661-1675) —reedición parcial de la madrileña—, y las numerosas
gacetas publicadas en las tres últimas décadas del siglo XVII.
Otro fenómeno que evidencia que el modelo de
negocio sevillano se benefició de la dispersión de poderes es la vinculación de
determinados periodistas e impresores con las grandes familias nobiliarias de
la ciudad. La poderosa casa de Medina Sidonia utilizó las imprentas sevillanas
—la de Juan de Cabrera, impresor de gacetas seriadas entre 1623 y 1631, por
ejemplo— para difundir noticias favorables a sus intereses; el VIII Duque de
Medina Sidonia y su hermano Alonso Pérez de Guzmán, Patriarca de las Indias,
están muy probablemente tras la publicación de la primera gaceta seriada con
autor conocido del periodismo español, las Cartas
de Andrés de Almansa y Mendoza a quien aludíamos más arriba, que estuvo a
sueldo de la casa nobiliaria andaluza al menos eventualmente. El significado
profundo de esta relación de patronazgo se entiende si recordamos que los
Medina Sidonia —cuyos dominios en tierras y gentes eran tan amplios como para que
se les reconociera como “reyes de Andalucía”— protagonizaron un claro
enfrentamiento con la corona a lo largo de todo el siglo XVII, que se visualizó
en la llamada “conspiración de Andalucía” de 1641 (Espejo-Cala, 2019a).
Puede hablarse entonces de una tendencia a la
oficialización del periodismo en el modelo de negocio sevillano, en el que a
partir de las primeras décadas del siglo XVII la iniciativa privada de los
impresores parece perder protagonismo frente al mecenazgo y tutelaje creciente
del poder político; pero siempre que insistamos en que ese poder político fue
compartido o negociado, al menos, entre la corona y el todavía poderoso
estamento nobiliario.
Conclusiones
En este trabajo hemos intentado poner de
manifiesto la complejidad del negocio informativo y la división de funciones
desde el origen del mismo, entre mediados del siglo XVI y todo el XVII, en
España (y en otros lugares de Europa donde se publicaban periódicos en lengua
española, como Bruselas y Ámsterdam). La recogida y remisión de información de
actualidad desde centros informativos como Amberes, Colonia, Roma o Venecia
—pero también Sevilla, Ámsterdam, Londres o París, y más tarde desde Lisboa,
Barcelona o San Sebastián— condujo a una creciente unificación del estilo —por
decirlo así— periodístico, y a la construcción de prácticas profesionales
comunes; es decir, a la conformación de la profesión periodística.
Es indispensable, para continuar con esta investigación sobre la
estructura empresarial, atender a dimensiones jurídicas, como el sistema de
licencias y privilegios que más tarde dará lugar a la regulación del derecho de
propiedad intelectual, ya en el siglo XVIII, y a la relación de los agentes
informativos implicados en el comercio de noticias, como autores o gaceteros,
avisadores particulares, impresores, editores, inversores y propietarios y
mecenas políticos; también a las redes informativas o syndicates
que se iban tejiendo alrededor de ese sector económico y social que andando el
tiempo daría en llamarse periodismo. En estas pocas líneas hemos intentado
arrojar algo de luz sobre la relación de todas esas figuras entre sí y con el
poder y la manera en que actuaban para, en el fondo, procurarse un sustento. A
través de la descripción de un caso paradigmático, el del mercado periodístico
en Sevilla a comienzos de la Edad Moderna, hemos insistido en la necesidad de
profundizar en la conexión del periodismo con las estructuras de poder
entendidas estas en toda su complejidad histórica; así, por ejemplo, prestando
atención a los poderes locales, tanto nobiliarios como burgueses, dispares y a
menudo refractarios a las coerciones centralistas de los estados modernos.
Bibliografía
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Recibido: 25/10/2019
Evaluado: 30/11/2019
Versión Final: 15/01/2020
[1] Este
trabajo se ha realizado en el marco del proyecto IBEMNEWS (Iberian Early Modern News), un grupo de
trabajo que asocia a académicos de varias universidades españolas y que
pretende aplicar diferentes tecnologías y herramientas digitales al estudio de
la historia del primer periodismo español. Por otro lado, parte del estudio se
ha realizado en el marco del proyecto Biblioteca Digital
Siglo de Oro 5 (BIDISO 5), con referencia:
FFI2015-65779-P, financiado por el Ministerio de Economía y Competitividad
del Gobierno de España y el Fondo Europeo de Desarrollo Regional (FEDER) desde
el 1-01-2016 hasta el 31-12-2019.
[2] Una de
las Fuggerzeitungen o cartas de aviso
que la familia de banqueros Fugger recibió en Hamburgo se refería a los
terribles castigos que los santos pontífices infligían a los compiladores o
gaceteros que publicaban noticias que no eran de su agrado. La carta informa de
la ejecución en Roma de un tal Lupertio y de las torturas infligidas a otro, un
tal Pelliccia, en Friuli. En 1587, Annibale Cappello, menante en Roma, fue condenado a perder su mano derecha, la que
usaba para escribir, y su lengua antes de ser colgado. No le salvó del suplicio
su condición de sacerdote.
[3] Existe traducción castellana de la obra,
Jonson (2002), accesible a través del enlace https://web-argitalpena.adm.ehu.es/pdf/UWLGCI4141.pdf. Una
interesante reflexión y una comparación del naciente oficio retratado por
Jonson y el actual ejercicio del periodismo se halla en el documental del
director brasileño Jorge Furtado (dir.) (2014). O
mercado de noticias. Porto Alegre: Casa de Cultura, https://www.imdb.com/title/tt3661594/.
[4] Véase el interesante documento: Pedro de Huarte,
Bernardo de Huarte y Francisca de Aculodi, curadora de Francisca de Huarte,
cesionaria de Martin de Huarte, vecinos de Huarte-Araquil, contra Maria de
Huarte, viuda de Juan de Irañeta, y Lorenzo de Irañeta y otros, vecinos de
Huarte-Araquil, sobre cumplimiento de sentencias relativas al derecho y
posesion de la herencia de Martin de Huarte, vecino de Huarte-Araquil. Corte Mayor de Navarra, referencia ES/NA/AGN/F146/241069.
[5] Véase
Armendáriz, S. de (1690). Señor mío,
novedad le causarà a v. md. el vèr, que las gazetas no salen por mi mano… [s.l.]:
[s.e.], Biblioteca de la Universidad de Sevilla, A 109/025(30 bis).