Reseñas
bibliográficas
ESPINOSA, Carlos (2014). Roberto Arlt en la Patagonia.
Sus aguafuertes y andanzas imaginarias. Trelew: Remitente Patagonia, 160
páginas.
En 2012 la obra de Roberto Arlt dejó de estar protegida por derechos de
autor. Es ante todo por este motivo que el decenio 2009-2019 ha sido prolífico
en reediciones de sus clásicos y en primeras ediciones de otros textos que
nunca habían sido recogidos en libro. La principal cantera de inéditos de Arlt
la ha constituido su producción periodística: en formato libro sólo se conocía
una ínfima porción de las más de dos mil notas periodísticas que bajo el rótulo
de “aguafuertes” publicó entre 1928 y 1937 en el diario El Mundo. En estos últimos diez años salieron a la luz sus notas de
política internacional (de 1937-42), reunidas en El paisaje en las nubes (2009); sus crónicas policiales (de
1927-28), compiladas en El facineroso
(2013); y muchas aguafuertes: porteñas, como las de El vagabundo sentimental (2018), pero sobre todo no-porteñas, que
siempre fueron crónicas de viaje: a saber, aguafuertes cariocas, patagónicas,
fluviales, del Delta y de España-Marruecos. Tanto ha sido el interés por las
notas derivadas de las excursiones arltianas que un
mismo grupo de testimonios de viajero ha llegado a ser impreso hasta tres
veces, con distinto título y editor, con meses de diferencia entre un volumen y
otro.
Pero hasta ahora sólo las aguafuertes patagónicas de Roberto Arlt parecen
haber servido de insumo para otro libro, con otro autor a la firma: Roberto Arlt en la Patagonia. Sus
aguafuertes y andanzas imaginarias, del historiador, periodista y novelista
Carlos Espinosa. El autor, oriundo de Carmen de Patagones, profesor de Historia
graduado en la UBA y corresponsal de TELAM en su ciudad durante más de 20 años,
inserta en su propio escrito diez de las veintitrés notas que Arlt despachó a El Mundo y que el matutino porteño
publicó entre el 11 de enero y el 19 de febrero de 1934. Espinosa escoge las
notas de Arlt relacionadas con su ámbito de pertenencia: Patagones, Viedma, San
Antonio Oeste y algunas más (de Bariloche, el Nahuel Huapi, la cordillera), las
primeras del trayecto que en sentido este-oeste realizó el autor de El juguete rabioso. Las crónicas de Arlt
no se mezclan, sino que aparecen intercaladas en el texto de Espinosa: una nouvelle
ambientada en los días que Arlt pasó por esa zona y con Arlt mismo como
personaje central. Sin embargo, cuando Espinosa reproduce textualmente los
escritos periodísticos de Arlt, no lo hace para sumar hojas a su libro parasitando
páginas ajenas sino para poner en diálogo dos miradas, no siempre concordantes,
sobre un mismo territorio. Y cuando imagina las peripecias que le acaecen al
escritor y repórter porteño en su paso por el norte del sur argentino el lector
no siente que se trata de pura ficción sino que eso bien puede haberle sucedido
al Arlt de carne y hueso que efectivamente pasó por allí en esos días ya que
Espinosa exploró archivos públicos y particulares, hemerotecas, bibliotecas y
documentos oficiales, entrevistó ancianos maragatos y, en definitiva, consiguió
una sólida reconstrucción del contexto de surgimiento de las primeras
aguafuertes patagónicas, con lo que la lectura de esas notas arltianas resulta enriquecida: comprendemos mejor qué cosas
prefirió contar Arlt y por qué lo hizo de ese modo y qué calló y por qué. Las
aguafuertes, inmiscuidas en la novela corta, la suspenden, la vuelven una
novela de suspenso. Y la novela breve, insertada entre las aguafuertes, le devuelve a las piezas periodísticas la discontinuidad, la
pausa que caracterizó su lectura en el diario 85 años atrás.
Amén de los novedosos efectos causados por la yuxtaposición de géneros y
voces de autor, desde el punto de vista de un historiador, la nouvelle, en cuanto tal, puede resultar anecdótica y
superflua. Incluso las mismas notas originales de Arlt es dudoso que convenga
tomarlas como un relato historiográfico plenamente válido, ya que al autor de Los siete locos le cuesta mucho en estos
escritos abandonar un tono sobrador que contamina la mayoría de sus
observaciones y registros: parece interesarle menos narrar lo que ve y oye de
modo fidedigno que retorcer, enchastrar sus vivencias
para acentuar las figuras que de sí mismo y de los demás que quiere presentar
ante sus colegas del diario y sus lectores metropolitanos. Y
sin embargo, vaya paradoja, la principal virtud del libro de Espinosa se sitúa
en los ámbitos de la historiografía y de la crítica literaria. Mediante notas
al pie agregadas a las crónicas de Arlt, aporta datos históricos que no pocas
veces contrarían los dichos del autor porteño. Arlt no sólo deforma: a veces no
sabe, inventa, omite, exagera, se equivoca o interpreta mal.
Así, poniendo a Arlt en evidencia, Espinosa permite, por un lado,
reconsiderar la obra periodística arltiana en
conexión problemática con su obra literaria, como una manifestación más, con
sus particularidades, de su proyecto ficcional, atravesado por la farsa como
clave de lectura y el expresionismo como estilo (éste es su valioso aporte a la
crítica literaria), y por otro lado, señala un sendero
de indagación histórica que él ya ha empezado a recorrer. De aquí en más, otros
historiadores podrán (y deberían) interesarse en poner a prueba las
descripciones, cifras, fechas, nombres, afirmaciones, relatos que alguna vez
hizo, de pasada, sobre sus ciudades y pueblos un tal Roberto Arlt --autor cuya
obra se expande año a año, igual que sus lectores—(y éste es el aporte espinosiano al campo historiográfico).
Curioso, ya que Espinosa no pretende ser un desmitificador. No odia a
Arlt. Al contrario. Lo transcribe, lo festeja... Pero la admiración que le
profesa no le impide al autor de Roberto
Arlt en la Patagonia… impugnar los datos erróneos, las impresiones
antojadizas arrojadas por un cronista que se sabe impune. De entrada, cuando
Arlt empieza la primera aguafuerte patagónica comentando que escribe a 915 km
de Buenos Aires, Espinosa lo rectifica: 961 km por la ruta 3. Arlt se burlará
luego de la precariedad de la arquitectura de Viedma, ante lo cual Espinosa aclarará
que la gran inundación de 1899 no dejó casi ningún edificio en pie en la
capital del por entonces territorio nacional del Río Negro y que la lenta
recuperación de la ciudad se estaba produciendo más por mérito de sus propios
pobladores que por los aportes del gobierno central que trataba estas regiones
como “provincias de segunda” o “colonias internas”. Arlt se mofará de la barba
de una escultura de Adolfo Alsina, que describirá como “pera a la francesa”
(tipo candado, recortada con prolijidad); Espinosa retrucará que la barba de
Alsina era “tupida, casi descuidada”. Arlt describe una Viedma repleta de
abogados ávidos de pleitear por la menor nimiedad; Espinosa, lacónico, verifica
que para 1934 los legistas matriculados en Viedma no eran más de una media
docena. Arlt toma el tren con rumbo a la cordillera y afirma, para dar la
sensación de que transita una cornisa civilizatoria, que “hacia el Sur, hasta
el mismo estrecho de Magallanes, el hombre queda librado a sus propios medios
de locomoción”. Espinosa puntualiza que para aquella época ya había un ramal de
268 km que cruzaba Chubut, otro de 286 km que surcaba Santa Cruz, y que ya
estaba en construcción La Trochita, hasta el día de
hoy un icónico tren que une localidades rionegrinas y chubutenses.
La letra chica de Espinosa –sus notas al pie--, también actúa como lupa
hiperrealista que responde las preguntas que el cronista no contestó.
Seguramente Arlt, que envió por correo sus notas, nunca a lo largo de toda su obra
se manifestó tan deslumbrado por la belleza de una mujer como lo hizo ante la
empleada de la oficina postal patagonesa; Espinosa se
encargó de averiguar el nombre de la señorita, que se casó, que enviudó, que se
volvió a casar y que se mudó. En la segunda crónica de la saga Arlt menciona
una discusión entre vecinos sobre la identidad del homenajeado por una estatua;
la polémica se vuelve dramática, pero ni consultando al intendente de Patagones
llega a resolverse. Arlt les dejó la incógnita a los lectores de El Mundo. Espinosa revela, a los de su
novela, que la estatua corresponde al general Manuel Belgrano y que 80 años
después sigue sin llevar nombre.
El libro de Espinosa no es catalogable como novela histórica: la
expresión “andanzas imaginarias”, del subtítulo, ya nos advierte que no pretende
hacer pasar por cierto, sino por plausible, lo
novelado. Si las crónicas de viaje de Arlt testimonian la crisis del discurso
del viajero moderno decimonónico, omnisciente y realista, el libro de Espinosa
es síntoma de la crisis de la línea narrativa desplegada desde los años 90 del
siglo XX por la novela histórica: aquí la novela va por un lado y la historia
por otro, bien diferenciado.
Marcelo Mangiante
Facultad de Ciencias de la Gestión;
Universidad Autónoma de Entre Ríos
marcelomangiante@gmail.com
Águila,
G., Luciani, L., Seminara,
L. y Viano, C. (Comps.)
(2018). La historia reciente en
Argentina. Balances de una historiografía pionera en América Latina. 1
edición. IMAGO MUNDI: Buenos Aires 304 Páginas.
Toda rememoración del
pasado dista de ser un registro pacífico, inocente, sin sobresaltos, ya que no
se trata simplemente del pasado, sino de las diversas formas, registros y
estrategias a través y mediante las cuales los sujetos sociales edifican un
sentido para dicho “pasado”. El cual
lejos de permanecer inmóvil u obturado en su sentido, se reactualiza en diálogo
con el presente y con un futuro anhelado. Así, la(s) memoria(s), en su devenir
plenamente activo, remite al proceso de reelaboración constante de los actores
sociales en escenarios de disputas y confrontación sobre la dimensión pública
de dicha elucidación. Reyertas que remiten a que todo ejercicio de la memoria
es selectivo por definición: para que ciertos hechos sean evocados y
reconocidos en voz alta, otros deben ser invisibilizados y olvidados.
Justamente, éste es el trasfondo de la batalla por el sentido del quehacer
histórico: la lucha por la determinación sobre qué hechos preservar y cuáles
desterrar de la memoria pública.
Este es el telón de
fondo y marco de comprensión del desarrollo del campo de la historia reciente
en América Latina y, en particular, en Argentina, en tanto país precursor de
esta historiografía. En este marco de abordaje se inscribe el texto colectivo
compilado por Gabriela Águila, Laura Luciani, Luciana
Seminara y Cristina Viano. El punto de partida es categórico: la
necesidad de encarar un trabajo crítico acerca de las especificidades del
desarrollo del campo de la historia reciente, desde una pluralidad de miradas,
variadas tradiciones y pertenencias académicas primigenias. Dicha relevancia y
pertinencia estriba en un diagnóstico cristalino para las autoras: la historia
reciente en Argentina posee una vitalidad, potencia y nivel de
institucionalización que hacen de él un campo consolidado. Caracterización que
trae consigo la necesidad de realizar un balance, una revisión y un debate
sobre la actualidad del campo, en vistas a renovar el propio compromiso de
interrogación, visibilidad y vitalidad de los estudios sobre historia reciente.
Interpelación temporal y políticamente imprescindible en momentos de hegemonía
de perspectivas negacionistas y reivindicativas del pasado dictatorial.
Un abordaje y
direccionalidad como la que se postula hace que prime un lenguaje y modalidad
de escritura de tinte académica, con un tono de divulgación crítica. Este texto
colectivo se compone de 11 apartados escritos por investigadores relevantes al
interior del campo y que, a través de un cúmulo de metodologías, perspectivas
disciplinares y temáticas disímiles, edifican una fructífera amalgama para
escrutar la historiografía reciente.
El capítulo inicial a
cargo de Seminara se lanza a un recorrido crítico de
los desarrollos, problemas y ejes de discusión al interior del campo de la
historia reciente sobre la relación entre política y violencia armada de los
años 70s, haciendo hincapié en la necesaria permeabilidad del contexto político
en cada enfoque interpretativo. De esta manera, la autora peregrina desde la
transición con un enfoque condenatorio de la violencia como negación radical de
la democracia, pasando por la teoría de los dos demonios hasta el denominado
boom de la memoria de inicios del siglo XXI con un incremento sustancial del
consumo social de las investigaciones sobre violencia armada. Este mayor
contexto de audibilidad se complementa con políticas públicas específicas que
signaron un cambio de época, estableciendo un terreno propicio para el
desarrollo de estos estudios, no sin áreas importantes de vacancia que la
autora señala con agudeza.
El segundo apartado,
confeccionado por D´Antonio y Viano,
se aboca a problematizar e interpelar las visiones androcéntricas hegemónicas
en la historia reciente, a través del entretejido de este campo con los
estudios de género. Las autoras sopesan esta interdisciplinariedad como una
relectura en franca expansión sobre la base de 3 núcleos temáticos: Las mujeres
y su devenir militante; la violencia de género durante 1976-1983 y, por último,
las transformaciones de la femineidad y masculinidad en la vida cotidiana, a
través de la familia, la pareja y el hogar.
Schneider y Simonassi abordan seguidamente la historiografía sobre la
clase obrera desde su proceso de radicalización en las décadas de los 60s y 70s
hasta la contemporaneidad del Siglo XXI, identificando -para tal fin- 4
momentos: la larga década del 60; la última dictadura cívico-militar, la
democracia alfonsinista y, por último, del menemismo a la posconvertibilidad.
Este recorrido posee un diagnóstico transparente: los estudios sobre les
trabajadores volvieron a cobrar centralidad al interior del campo de la
historia reciente, luego del declive pronunciado acaecido durante la década del
90; en clara relación al propio proceso de cercenamiento y disciplinamiento
social y económico de la clase obrera durante esos años.
El cuarto capítulo,
bajo la autoría en soledad de Águila, se lanza a bucear en la especificidad de
la represión estatal y paraestatal como objeto de estudio; señalando su novedad
como línea investigativa. Suceso fruto de la amalgama de procesos
extra-académicos, tendencias propias del campo y políticas estatales
específicas. Así, la apertura del nuevo siglo trae consigo nuevas condiciones
de posibilidad para su desarrollo: el boom de la memoria; la centralidad de la
historia oral, la apertura de nuevos archivos y fuentes judiciales; nuevos
andamiajes teóricos y un conjunto de procesos de institucionalización del campo
de la historia reciente. La relevancia de los estudios sobre la represión no
estriba meramente en su novedad sino que su irrupción conlleva un ejercicio de
desnaturalización de núcleos de conocimiento sedimentados en el campo de la
historia reciente, tales como: las periodizaciones (debate sobre las
continuidades y rupturas de los golpes de Estado); las escalas de análisis (lo trasnacional,
regional y local); las relaciones entre legalidad e ilegalidad (iluminar la
dimensión legal de la represión) y el abordaje del Estado evitando una visión
monolítica.
Seguidamente Lvovich se adentra en un recorrido crítico a través de otro
de los temas que han emergido en la última década como espacio novedoso de
elucidación: los análisis de las actitudes sociales frente a la última
dictadura cívico-militar. Estos estudios que bucean en la compleja y
multicausal relación entre sociedad y dictadura, ponen en jaque la memoria
social hegemónica que indica polos, donde se caracteriza a la sociedad como
atemorizada y desinformada (y, por ende, desresponsabilizada)
o como unánimemente consciente y resistente. Estos abordajes sobre las
actitudes, relaciones, opiniones, valoraciones, comportamientos y prácticas de
la población “común” en contextos dictatoriales trae consigo la necesidad de
renunciar a explicaciones simplistas, monocausales y
dicotómicas.
El sexto capítulo
hace foco en las investigaciones sobre el exilio argentino a través de una
reconstrucción de sus desarrollos medulares, líneas interpretativas, escalas,
temporalidades y fuentes de parte de la investigadora Silvina Jensen. El
desafío que plantea la autora resulta interesante: reinsertar el abordaje del
exilio dentro del propio proceso histórico que lo propició, sopesando estos
estudios como un campo interdisciplinar por definición y de renovada vitalidad
e institucionalización. Este derrotero histórico posee como punto de partida la
peculiaridad de una estructuración primigenia signada por las reflexiones sobre
el exilio realizadas contemporáneamente a la vigencia dictatorial por parte de
los propios desterrados hasta la actual expansión y renovación del campo, que
también los enfrenta a nuevos caminos interpretativos, fuentes, actores y
escalas.
Dentro del Campo de
Historiografía reciente no puede estar ausente un escrutinio específico sobre
el movimiento de derechos humanos, en este caso de parte de por Luciano Alonso.
El autor parte del reconocimiento del carácter polimorfo y sumamente complejo
de este actor, de su inherente pluralidad y variabilidad, lo cual plantea el
imperativo de huir de la simplificación, el reduccionismo y el estiramiento
conceptual existente en muchas de las narrativas existentes. El desafío es la
renovación de esta matriz comprensiva, a través de ampliaciones de las
dimensiones espaciales y temporales de las investigaciones, así como en las
agendas y temas específicos de indagación.
Emilio Crenzel dedica el octavo capítulo a la memoria social y el
análisis de las iniciativas de verdad y justicia desplegadas en los últimos 40
años. El punto de partida es el actual retroceso de las políticas de memoria,
verdad y justicia, ejemplificado cabalmente con el fallo de la Corte Suprema de
la Nación que validaba la aplicación del 2x1 a Luis Muiña,
condenado por crímenes de lesa humanidad. Este hecho específico sirve como
signo para que el autor se adentre en el análisis histórico de estas
iniciativas, a través de la identificación de 4 momentos o períodos: un primer
momento “alfonsinista” con eje en la conformación de la CONADEP, el Juicio a
las Juntas, las leyes de Punto Final y Obediencia Debida; posteriormente una
etapa de eclipse de la memoria (1990-1994), con intentos de reconciliación
nacional en base a los indultos. El tercer período se inaugura en 1995 con las
declaraciones de Adolfo Scilingo sobre los vuelos de
la muerte, la conformación de la agrupación H.I.J.O.S, el destino de la ESMA
como museo de la memoria y la creación del Parque de la Memoria. Finalmente, en
2003, Crenzel indica que se contempla un proceso de
estatalización de la memoria, con mojones como la anulación de las leyes de
punto final y obediencia debida, la reanudación de los juicios, la reedición
del Informe Nunca Más, la creación de lugares de la memoria y la instauración
del feriado del 24 de Marzo como el día Nacional de la
Memoria por la Verdad y la Justicia.
La memoria como
objeto consolidado de análisis y estudio académico es el tema medular del apartado
desarrollado por Flier y Kahan.
Aquí los autores elucidan los modos en los que se tematizó la memoria de la
experiencia del terrorismo de Estado en Argentina. Abordaje que responde a
contextos sociales, políticos y culturales específicos de legitimación o
deslegitimación. Politicidad inherente que emerge del
hecho que el imperativo de memoria en Argentina nace como una forma de
resistencia frente al carácter clandestino de la acción criminal estatal. Así,
la resistencia como lucha por la verdad y la información. Esto dota de
inteligibilidad a la demanda, primero, por verdad; luego el reclamo por la
justicia y, finalmente, el imperativo de memoria, como batalla contra las
formas históricas e institucionales del olvido. Los autores, por último, pasan revista
de las variadas e innumerables formas que evidencian un contexto creciente de
legitimación e institucionalización de la memoria, como ser: núcleos de
estudios, revistas, congresos, jornadas, coloquios, encuentros, seminarios,
programas de estudios, entre otras.
La dimensión
comparativista latinoamericana del campo de la historia reciente se encuentra
representado por el texto de Marina Franco, donde –a modo de corolario del
desarrollo precedente- se encara un balance de la evolución del campo en cuatro
países de América Latina: Argentina, Brasil, Chile y Uruguay. Este diagnóstico
descansa sobre la presunción de que se trata de un campo de estudios de
carácter regional, de allí la relevancia de los problemas y líneas
interpretativas comunes. En este sentido, Franco nos induce a recalcar las
similitudes compartidas, aunque indicando el resguardo metodológico que cada
historiografía reciente nacional se explica por marcas y procesos específicos.
En términos regionales, se subrayan 4 semejanzas centrales: Desarrollos
iniciales contemporáneos a la vigencia dictatorial; análisis sociológicos y
politológicos hegemónicos durante los 80s y 90s; los años 2000 abren la
preeminencia de una mirada específicamente anclada en el campo de la historia;
y, por último, el predominio actual de estudios que hacen foco en la dimensión
política de los regímenes autoritarios. Estos desarrollos compartidos poseen su
reverso en limitaciones y vacíos comunes: los propios estudios comparativos; el
papel de las herencias dictatoriales en democracia; la falta de escalas ante la
centralidad de las grandes urbes, y la ausencia de abordajes de la cuestión
rural y sus actores característicos.
Por último, este
esfuerzo colectivo concluye con una tonalidad novedosa: el texto de Laura Luciana
donde –debido a la propia pertenencia y participación de dicho espacio
institucional- se adentra en el análisis de las Jornadas de Trabajo sobre
Historia Reciente. A través de este prisma, la autora quiere graficar y
explicar el propio derrotero del campo en pos de su institucionalización y
consolidación progresiva, del cual estas jornadas representan el espacio de
circulación historiográfica por antonomasia. Así, Luciani
bucea desde las iniciales Jornadas Interescuelas
hasta las temáticas abordadas y cantidad de mesas y paneles de las Jornadas de
Trabajo sobre Historia Reciente para subrayar los cambios de preocupaciones y
ejes a medida que cobra institucionalidad dicho campo en Argentina.
El recorrido
conceptual que nos propone este abordaje colectivo se trata de una labor no
exenta de complejidad: retratar la polifonía constitutiva del campo de la
historia reciente y encarar un balance sobre el derrotero de las diversas
aristas de dicho campo historiográfico, entendiéndolo como un espacio
institucionalizado y consolidado. Toda pretensión de completud
en un recorrido como el que se ensaya es infructuoso, más tratándose de un
campo tan prolífico, multidimensional y ramificado como el abordado. Sin
embargo, justamente quizás aquí radique una de las mayores riquezas del texto
al mostrar al campo en constante dinamismo e interpelado por múltiples
problemáticas y limitaciones, así como surcado por numerosas tensiones propias
del carácter inherentemente conflictivo de las luchas por la memoria pública,
de la sensibilidad propia de las demandas que acoge y vehiculiza y de su politicidad constitutiva.
Rara vez un texto de
índole colectivo logra amalgamar y explicitar una reflexión sobre la propia
práctica investigativa sobre la base de trayectorias, abordajes y bagajes
conceptuales diversos. En este sentido, este trabajo colectivo posee las
fortalezas y debilidades propias de todo ensayo bibliográfico de compilación.
Si bien hay un esfuerzo tácito por sostener un hilo conductor claro y conciso,
la amplitud y diversidad de la convocatoria, en algunos casos, conspira contra
la unidad y homogeneidad del abordaje. Sin embargo, por otro lado, esta
indicación posee su reverso: Un abordaje multidisciplinario, con variados
lenguajes, fundamentaciones, fuentes y áreas de interés, sin duda enriquece y
amplía la aproximación al campo de la historia reciente. Haciendo gala de esta
amplitud y variedad, así como de un profundo conocimiento documental y rigor
analítico, el libro La historia reciente
en Argentina. Balances de una historiografía pionera en América Latina es
una contribución necesaria e indispensable en el campo de los estudios sobre la
Historia Reciente, no sólo para aprehender en toda su dimensión e importancia a
dicho campo, sino también para la propia discusión y revitalización sobre la
memoria, verdad y justicia en mares tempestuosos como los que la realidad
argentina y latinoamericana están enfrentando.
Ignacio Moretti
Facultad
de Ciencias Sociales;
Universidad
de Buenos Aires
lic_moretti@yahoo.com.ar
FERRER,
Julio (2018). Gregorio Selser. Una leyenda del periodismo latinoamericano, Buenos
Aires: EPC-EDULP, 462 páginas.
La historia de América Latina
está signada por intentos de dominación política, económica, militar y cultural
llevados a cabo desde los grandes centros del poder mundial. Durante la mayor
parte del siglo XX y posibilitado por las élites locales, ese poderío fue
ejercido principalmente por los Estados Unidos. Como se demuestra en diversos
trabajos de investigación, existieron relaciones económicas que profundizaron
la dependencia, establecimiento de enclaves (principalmente, en los países del
Caribe), golpes de Estado coordinados por los servicios de inteligencia
norteamericanos y programas de reformas políticas y económicas que ataron a los
Estados latinoamericanos a deudas impagables con los organismos internacionales
de crédito. A través de estos mecanismos, la potencia del Norte fue
consolidando su hegemonía en la región. Con todo, la historia de América Latina
es también una historia de resistencias y luchas por la liberación. Y en lo que
refiere a la búsqueda de autonomía frente a la injerencia de Estados Unidos en
la segunda mitad del siglo XX, los aportes de Gregorio Selser
cobran una gran importancia. Conocido por sus colegas como el Eterno Maestro, Selser fue un historiador nato; periodista apasionado;
juntador de papeles de todo el Continente Americano (Ferrer, 2018: 11);
latinoamericanista, antiimperialista y humanista. Desde
una perspectiva crítica, este periodista supo vincular sucesos periodísticos de
actualidad con sus antecedentes históricos.
Julio Ferrer, autor de este
libro, nació en la ciudad de La Plata, provincia de Buenos Aires, en noviembre
de 1976. Es periodista, escritor y docente. Además de haber colaborado en
revistas, escribió varios libros en los que, a través de entrevistas,
documentos y fotografías, describe la vida de distintos periodistas argentinos
que abonaron a la consolidación de un periodismo contrahegemónico, es decir,
contra una industria de la información concentrada en manos de unos pocos
grupos económicos. Sus trabajos también cumplieron un rol importante en el
estudio de la historia de nuestro país y de la región en su conjunto.
Gregorio Selser. Una leyenda del
periodismo latinoamericano es una biografía que combina fragmentos de la vida de Gregorio Selser (1922-1991) con sucesos históricos nacionales,
regionales e internacionales. De esta manera, Ferrer no sólo nos ubica temporalmente sino que, además, logra resaltar, con mucha
originalidad, la importancia que adquirían las denuncias, investigaciones y
publicaciones de Selser en años en los que las
políticas imperialistas de los Estados Unidos ganaban terreno en los países
latinoamericanos. Con prólogo de de Stella Calloni, el libro se divide en once capítulos. Cada uno de
ellos contiene relatos del propio protagonista extraidos
de entrevistas realizadas por la prensa latinoamericana, testimonios de colegas
y familiares y fotografías que enriquecen la lectura y echan luz sobre los
aportes rigurosamente documentados del periodista latinoamericanista.
En el capítulo
primero, que narra los años de infancia y adolescencia del periodista, Ferrer
da cuenta de la relación que existió entre el despertar político de Selser, la Guerra Civil Española (1933-1936) y la Segunda
Guerra Mundial (1939-1945). Fueron la causa de la República Española y la lucha
contra el fascismo en Europa las que acercaron al joven a ideas socialistas y
antifascistas. Con dieciocho años, se afilió a la Juventud del Partido
Socialista y entabló sus primeros contactos con comunistas argentinos y
exiliados españoles.
En el segundo
capítulo, el autor describe los años de juventud de Selser.
Por un lado, destaca a personas que marcaron tanto su vida como su obra. Alfredo
Palacios, Marta Ventura y Rogelio García Lupo fueron algunas de ellas. Por el
otro, da cuenta de los inicios de Selser en la
profesión del periodismo. En 1944, Selser se exilió
en Uruguay, donde conoció a Palacios, el primer diputado socialista de América
Latina para el que trabajaría una vez de vuelta en Buenos Aires. En 1951,
conoció a Marta Ventura, quien pronto se convertiría en su compañera de vida y
se encargaría de la clasificación y organización de sus documentos y libros. En
lo que a su labor periodística respecta, durante esos años, Selser
envió varios artículos a periódicos como Propósitos,
La Prensa y Marcha. Y, además, cubrió, junto a García Lupo, la Conferencia de
la Organización de los Estados Americanos (OEA) en Punta del Este en 1961, la
cual contó con la asistencia de Ernesto “Che” Guevara.
A partir del capítulo tercero,
Ferrer presenta uno de los ejes principales de las investigaciones de Gregorio Selser: los órganos de inteligencia norteamericanos.
Además, el autor da cuenta de la severa metodología de trabajo que caracterizó
al periodista. Esto fue una constante en su vida y se reflejó en sus
investigaciones, cada una de ellas fundamentada a partir de la consulta de
archivos, fuentes documentales y referencias históricas. Como ejemplo, Selser pudo confirmar la participación activa de la CIA en
el derrocamiento del presidente guatemalteco Jacobo Arbenz
en 1954. Se inauguraban así las décadas en las que los Estados Unidos
intentarían asegurar su posición en América Latina a partir de operaciones
coordinadas entre el Departamento de Estado de Estados Unidos, el Pentágono, los organismos de inteligencia y las élites latinoameriacanas.
En el capítulo
cuarto, se muestra cómo se relacionaron Gregorio Selser
y la historia de Nicaragua. En las luchas del líder revolucionario Augusto
Sandino, Selser encontró la esperanza a una salida
posible para el subcontinente americano. Así, en 1955, escribió Sandino, el General de los Hombres Libres,
un libro que posteriormente se convirtió en material de lectura obligatoria
para los militantes del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en
Nicaragua que terminó con la dictadura de Somoza en 1979.
Del capítulo quinto
al décimo, Ferrer describe la vida de Selser
utilizando como eje los gobiernos democráticos y de facto que se sucedieron a
lo largo de la historia en la Argentina. Desde la asunción de Arturo Frondizi
hasta los últimos años del gobierno de Raúl Alfonsín, Selser
continuó su trabajo como periodista de investigación. Durante estos años, puso
su foco de atención en la historia argentina. Los dos tomos de El Onganiato,
publicados en 1973, son prueba de ello. Al mismo tiempo, continuaba
investigando con rigor las operaciones encubiertas del país del Norte en el
resto del continente. En 1975, fue invitado por el Tribunal Russell II a
Bélgica para testimoniar sobre las causas que habían provocado el derrocamiento
del presidente socialista de Chile, Salvador Allende. Denunció a Richard Nixon
y a un comité bajo el mando de Henry Kissinger como principales responsables.
Un mes antes del
inicio de la dictadura cívico-militar más sangrienta de la historia de nuestro
país, el gobierno de María Estela Martínez de Perón ordenó la detención de Selser. De este modo, el periodista latinoamericanista
debió entregarse al exilio. Pasó primero por Panamá para luego instalarse hasta
el fin de sus días en México. Finalmente, en este libro se exhibe cómo es
preservado el Archivo Gregorio y Marta Selser hasta
su llegada al Centro Académico de la Memoria de Nuestra América (CAMeNA) perteneciente al Colegio de Humanidades y Ciencias
Sociales de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM), lugar en el
que se conserva hasta hoy en día.
Uno de los objetivos
de Ferrer -expuesto en la introducción de esta biografía- es reconquistar la
figura de Gregorio Selser para que las distintas
generaciones conozcan la vida y obra de un “imprescindible en la batalla
cultural y de ideas” (Ferrer, 2018: 13). En ese sentido, el autor logra con éxito
echar luz sobre las contribuciones de Gregorio Selser
al estudio de la política imperial de Estados Unidos hacia la región a lo largo
del siglo XX. A partir de una propuesta que incorpora la voz del propio
protagonista, referencias y testimonios de intelectuales latinoamericanos y
fotografías que retratan la vida del periodista, Ferrer acerca a cada lector a
una leyenda en la historia de América Latina.
María
Florencia Delpino
Universidad
de Buenos Aires;
Facultad
de Ciencias Económicas;
Centro
de Investigaciones de Historia Económica;
Social
y de las Relaciones Internacionales
maflorencia.delpino@gmail.com