Entre
la intervención política y la construcción de un ethos profesional. La red de
revistas estudiantiles independientes de medicina en la década del veinte [1]
In between political intervention and the construction of a professional
ethos. The network of independent medicine student’s journals in the twenties
Luciana Carreño
Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas,
Centro de Estudios en Historia,
Cultura y Memoria, Departamento de Ciencias
Sociales,
Universidad Nacional de Quilmes (Argentina)
lcarreno1@uvq.edu.ar
Resumen
El desarrollo de la Reforma
Universitaria dio lugar a la emergencia de distintas revistas que actuaron como
emprendimientos de intervención política cultural de los estudiantes
identificados con ese movimiento. En el artículo se adoptó un abordaje sobre las
revistas en el que se analizaron dichas prácticas de intervención intelectual
de los estudiantes considerando también la vida universitaria en la cual se
enmarcaban las publicaciones. Para ello se estudiaron los cambios sociales en
la matrícula universitaria y los intereses profesionales de los alumnos como
aspectos involucrados en la constitución de una red de revistas independientes
de medicina que conectó a agrupaciones estudiantiles de las universidades
nacionales de Buenos Aires y Córdoba, entre 1918 y 1926. Se sostiene que la red
de publicaciones analizada expresó un nuevo tipo de periodismo estudiantil que
surgió como consecuencia del proceso de democratización y organización que
implicó la Reforma dentro del movimiento estudiantil. Asimismo, se afirma que
este tipo de periodismo reformista estuvo singularizado por un especifico ethos
estudiantil disciplinar y profesional, vinculado a la carrera de medicina, que
no solo diferenció a estas publicaciones de las demás revistas del periodo,
sino que también distinguió a las prácticas de intervención política-cultural
del reformismo de medicina.
Palabras clave
Reforma Universitaria; Revistas;
Medicina; Estudiantado; Profesión.
Abstract
The development
of the University Reform gave way to the emergence of different reviews that
acted as undertakings of political-cultural intervention for the students who
identified with this movement. This article adopted an approach towards these
reviews by which the student’s practices of intellectual intervention were
analyzed, while also considering the universitary life in which these reviews
were framed. In order to achieve this, social changes in universitary
enrollment and alumni’s profesional interests were studied as aspects involved
in the formation of an independent network of medicine school reviews that
connected student organizations from Buenos Aires and Córdoba between 1918 and
1926. This research asserts that the network of publications that were analyzed
expressed a new type of student’s journalism that emerged as a consequence of
the process of democratization and organization that the Universitary Reform
entailed within the student movement. This study also affirms that this type of
reformist journalism was differentiated by a specific student, disciplinary and
professional ethos linked to medicine studies, which not only set apart these
publications from others in this period, it distinguished the practices of
political-cultural intervention in medicine school reformism.
Keywords
University Reform;
Reviews; Medicine school; Student body; Profession.
Introducción
En paralelo al desarrollo del movimiento reformista, iniciado en 1918
por los estudiantes cordobeses, aparecieron una serie de revistas que se
proponían renovar el periodismo y la vida estudiantil más allá de las
cuestiones gremiales que predominaban en los centros y entidades organizativas
estudiantiles. El movimiento de la Reforma no solamente impactaba en las
estructuras académicas de las universidades del país, sino que también
interpelaba un nuevo tipo de intervención intelectual por parte de los estudiantes.
En las últimas décadas, diferentes autores han dado cuenta del papel de las revistas como emprendimientos de intervención
política cultural del reformismo. Estos estudios contribuyeron, entre otros
aspectos, a reconstruir y contextualizar la circulación de ideas de la Reforma
(conocida hasta entonces a través de compendios documentales realizados por sus
protagonistas) dentro de una trama más amplia de polémicas, proyectos
editoriales y redes intelectuales de carácter trasnacional que posibilitaron a
los estudiantes una activa participación en la vida
pública.[2]
Desde otra perspectiva, el presente
artículo propone un abordaje sobre las revistas en el que se analizan las
prácticas de intervención político-cultural de los estudiantes considerando
también la vida estudiantil en la cual se enmarcaban. Los cambios sociales en
la institución y en la población universitaria; la conformación de ciertos habitus
de trabajo intelectual que singularizaban las carreras universitarias y la
definición de un determinado ethos disciplinar-
profesional en relación al perfil de los egresados, constituyen puntos de
análisis desde los cuales se busca aportar en la compresión de las revistas y
del estudiantado del periodo.
Para ello, en el artículo se toma como objeto de
estudio un corpus de revistas
estudiantiles que aparecieron en distintas universidades a partir del
desarrollo del movimiento reformista. La vinculación de estas
revistas (mediante canjes, saludos editoriales y la publicación compartida de
artículos y colaboradores) permite la reconstrucción de una red y habilita el
estudio comparativo de los puntos de análisis señalados en relación a las
ciudades universitarias en las cuales estos proyectos editoriales se ubicaban.
A partir de estas cuestiones, en el artículo se reconstruye una red conformada
por las revistas La Cureta y El Cocobacilo (de la ciudad de
Buenos Aires) y El Bisturí (de Córdoba).
La particularidad que define a estas publicaciones se relaciona con la
especificidad disciplinar asociada a la carrera de medicina y por el abordaje
de problemas propios de la vida estudiantil- universitaria. A su vez, estas
revistas se distinguieron por el carácter independiente que adoptaron en
relación a las publicaciones de los centros de estudiantes, por el cual se perfilaron
como órganos de agrupaciones emergentes que buscaban renovar la vida asociativa
estudiantil en sintonía con los postulados reformistas. A partir de estas
cuestiones se sostiene que la red de publicaciones que
reconstruimos expresó un nuevo tipo de periodismo estudiantil que surgió como
consecuencia del proceso de democratización y organización que implicó la
Reforma dentro del movimiento estudiantil. Asimismo, se afirma que este tipo de
periodismo reformista estuvo singularizado por un específico ethos estudiantil
disciplinar y profesional, vinculado a la carrera de medicina, que no solo
diferenció a estas publicaciones de las demás revistas del periodo, sino que
también distinguió a las prácticas de intervención política-cultural del
reformismo de medicina. A partir de estas cuestiones, en el artículo se
reconstruyen una serie de articulaciones, no exentas de tensiones y particularidades
según los casos de estudio considerados dentro de la red, entre las formas de
intervención política a la que alentaban estas publicaciones a través del
reformismo y la construcción de un ethos profesional vinculado a la carrera de
medicina.
La red de revistas independientes de medicina dentro de la trama del
periodismo estudiantil
Los
orígenes del periodismo estudiantil en el siglo XIX se ubican en estrecha
relación con el desarrollo del movimiento asociativo en la segunda mitad de ese
siglo, dentro del cual las revistas actuaron como órganos de prensa de las
entidades culturales, profesionales y políticas vinculadas a la universidad. En el ámbito de la medicina, según
ha estudiado González Leandri para el caso de Buenos Aires, la aparición de
revistas se desarrolló en paralelo al surgimiento de sociedades médicas que
buscaban comunicar específicas estrategias de legitimación frente a la elite de
notables que gobernaba las instituciones universitarias, provinciales y
estatales relativas al “arte de curar” (1999a). Sin embargo, al igual que otras
asociaciones culturales que también se desarrollaron de modo paralelo en el
ámbito universitario porteño y cordobés, el perfil estudiantil de estas
publicaciones resultaba aun poco definido tanto por la heterogeneidad de los
redactores y temas abordados como por la convocatoria no limitada a un público
universitario.[3]
En las primeras décadas del siglo
XX, la definición de un perfil netamente estudiantil se concretó junto con la
organización de los centros de estudiantes, los cuales, a diferencia del
asociacionismo anterior, implicaron la creación de entidades específicas dentro
de las distintas escuelas y facultades. En líneas generales, el tipo de
publicación que acompañó la organización gremial de los estudiantes se
caracterizó por la reproducción de apuntes correlativos a los programas de
estudio, artículos de interés científico de las diferentes carreras y notas
breves sobre distintos aspectos de la “vida estudiantil” o “universitaria”
(turnos de exámenes, normativas, eventos sociales, etc.).[4]
El movimiento de
la Reforma y, previamente, el impacto causado por la Primera Guerra Mundial y
la Revolución rusa, implicaron la aparición de un nuevo tipo de periodismo
claramente diferenciado del formato y de las cuestiones gremiales que
predominaban en los centros. Tal como ha analizado Bustelo, a mediados de la segunda década,
comenzaron a desarrollarse nuevas redes asociativas y editoriales, en las
cuales surgió una identidad estudiantil en torno a distintas afinidades
culturales y políticas. Según reconstruyó esta autora, esta transformación de
la prensa universitaria no solo se expresó a través de una serie de revistas
culturales que renovaban sus secciones, contenidos e intereses a tono con una
nueva identidad estudiantil no referenciada en lo gremial, sino también en el
surgimiento, a partir de 1919, de un periodismo político estudiantil que saludó
el advenimiento de la Revolución rusa y que buscó convocar a un público de
estudiantes y obreros (2015).
En esa
coyuntura la prensa de los centros también se transformó en paralelo a una
mayor organización gremial que implicó la Reforma. Este proceso se materializó
en la aparición de periódicos de las nuevas federaciones estudiantiles e
implicó también nuevas secciones y contenidos en las revistas de los centros
que comenzaron a reproducir distintos manifiestos y noticias del movimiento
reformista a nivel latinoamericano. Sin embargo, la función de difusión
científica continuó teniendo un peso gravitante en varias de estas
publicaciones, en las cuales persistía la reproducción de artículos académicos
relativos a las distintas carreras. En contraposición a esta tendencia, algunos
centros comenzaron a publicar, de modo paralelo a las revistas, boletines de
formato tabloide que recurrían a un tono satírico y abordaban solamente
cuestiones propias de la vida universitaria y del movimiento estudiantil.
A partir
de este sucinto recorrido sobre las características de la prensa universitaria,
se puede establecer una primera caracterización de la red de revistas
independientes de medicina. Al igual que las revistas culturales, estas
publicaciones, de formato libro, reprodujeron en sus páginas notas y documentos
que expresaban distintas prácticas de intervención política- cultural y formas
de sociabilidad propias del reformismo (publicación de manifiestos;
reproducción de cartas públicas; reseñas de viajes y mítines político-
intelectuales, etc.). Sin embargo, a
diferencia de estas últimas, se caracterizaron por el tono predominantemente
humorístico y por el lugar que ocuparon en sus páginas las cuestiones relativas
a la vida universitaria en temas también presentes en los boletines y revistas
de los centros como los exámenes, el dictado de las clases o las formas de
promoción dentro de la carrera académica. Asimismo, al igual que las revistas
de los centros de medicina, retomaban aspectos presentes en la prensa
asociativa médica en el abordaje de cuestiones centrales de la práctica
profesional; el aparato publicitario especializado y la convocatoria de un
mismo público universitario.
Pese a
estas similitudes, tal como se advertía en la nota con la que la revista
rosarina El Leucocito saludaba la aparición de su par cordobesa El
Bisturí, el carácter satírico y/o critico tanto frente a la prensa gremial
como a la netamente profesional-corporativa constituyó un rasgo identitario
sobre el cual se articuló la vinculación editorial entre las revistas
independientes de medicina:
Esta clase de publicaciones está llamada a tener
éxito, como lo tiene “La Cureta” de Buenos Aires, como lo tuvo en otro tiempo
“El Glóbulo Rojo” y como lo ha conseguido “El Leucocito” en todo el país y en
el extranjero. Es una natural reacción contra las publicaciones científicas y
pesadas que no logran ni siquiera herir la más pequeña fibra del espíritu,
siendo inútil erudismo en competencia desventajosa con las bibliotecas.
Saludamos muy cordialmente a “El Bisturí”, quedando establecido el canje con
“El Leucocito”.[5]
Esta reseña permite confirmar,
desde una serie de rasgos editoriales a los que aludimos más arriba, la
presencia de una red de revistas independientes de medicina, identificable por
el uso de la nomenclatura médica al que recurrían para la denominación de las
publicaciones.[6]
Junto con estas características genéricas, entre las revistas estudiantiles La Cureta. Órgano de la agrupación
de estudiantes de Medicina Pro Reforma (1918- 1925); El Cocobacilo. Revista satírica
mensual (1918-1924) y El Bisturí. Revista Estudiantil de Medicina
(1923- 1926), resulta posible reconstruir una serie de vinculaciones concretas que conectaron al
estudiantado porteño y cordobés representado en esas publicaciones.
La articulación de una red
entre Buenos Aires y Córdoba se advierte explícitamente a través de un común
elenco de colaboradores. El Cocobacilo, apareció en 1918 y tras un lapso
volvió a editarse en 1920 hasta marzo de 1924. Fue fundada y dirigida por
Jacobo Zimmermann, quien a su vez colaboraba en La Cureta con el
seudónimo Obdulio Hierofonte (hijo). Posteriormente, la publicación quedó
a cargo de José Svibel, conocido también como “Bel-Vis-Age”. Por su parte,
desde su aparición en 1918 La Cureta estuvo a cargo de José Belbey,
presente también en la lista de colaboradores de El Cocobacilo junto con
otros autores que publicaron en las dos revistas: Osvaldo Loudet, Julio Savón y
Mario X. Landó.[7]
Paralelamente, La Cureta reseñó elogiosamente la aparición de El
Cocobacilo[8] y reprodujo un
artículo de El Bisturí.[9]
Finalmente, esas mismas coincidencias se registran en relación a esa última
revista, fundada en Córdoba por Abraham Schellemberg en 1923. En un saludo
editorial, se expresaba la estrecha relación que unía a la revista cordobesa
con El Cocobacilo,[10] de
la cual se reprodujeron varios artículos y caricaturas, a la vez que también
incluyó colaboraciones de José Belbey.
En estas revistas, la reacción
contra la prensa gremial- corporativa médica, que se advertía en El
Leucocito, implicó como contrapartida construcción de un ethos juvenilista
que combinaba al mismo tiempo una identidad estudiantil asociada a una serie de
valores y prácticas de sociabilidad propias del reformismo (en su vertiente
emparentada a posiciones políticas de la izquierda socialista) con la defensa y
construcción de un determinado ideal profesional que retomaba y, a la vez
pretendía reformular, antiguos preceptos ya asentados en la corporación médica.
La construcción de una plataforma reformista en el estudiantado de
medicina
En relación al primer punto,
las vinculaciones de la red de revistas de medicina permiten contrastar una
serie de características que diferenciaron la matrícula y la organización
gremial estudiantil en la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) y en la
Universidad de Buenos Aires (UBA). La diferencia principal en este sentido
deriva de la acusada concentración, en esta última, de la población
universitaria a nivel nacional. Esta característica se advertía especialmente
en la Facultad de Ciencias Médicas porteña (FCM), la cual para 1925 contaba con
una inscripción de 4592 alumnos, que contrastaban con las cifras que
respectivamente registraban las universidades del Litoral (1520), Córdoba (1327)
y La Plata (448) (Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, 1926).
Sin embargo, para el caso de
medicina, más allá del factor poblacional, las diferencias en la organización
gremial entre el estudiantado porteño y cordobés se vinculan con los distintos
procesos de reconocimiento institucional de ambas facultades dentro del sistema
universitario[11] y, tal como profundizaremos
más adelante, por el peso que jugaron en la UBA las asociaciones médicas de
estudiantes y graduados en el proceso de profesionalización de dichas carreras.
En el caso de Buenos Aires, la organización del Centro de Estudiantes de
Medicina (CEM), fundado en 1900, se consolidó tempranamente mediante la fusión,
en 1909, con el Círculo Médico Argentino (CMA). Gracias a esa unión, el CMA-CEM
pasó a adquirir la personería jurídica y heredar una serie de atributos
materiales y simbólicos de una de las principales asociaciones que, en el siglo
anterior, participaron en la construcción del prestigio y la legitimación de la
profesión médica.[12] A partir de esto, en la
década siguiente el CMA-CEM logró destacarse no solo como una de las
principales entidades gremiales del estudiantado porteño, sino también por ser
la primera en impulsar una serie de reformas en sus bases estatutarias que
implicaron una democratización de sus mecanismos electorales en correspondencia
con la reforma que se efectuaba a nivel nacional a través de la ley del
sufragio universal masculino, secreto y obligatorio, sancionada en 1912.
Esa temprana democratización
de las estructuras gremiales en el centro de medicina posibilitó la aparición de nuevos
liderazgos estudiantiles, cuyo prestigio no dependía necesariamente como antes
del capital social y político que se movilizaba en época de elecciones, sino
que también podía legitimarse dentro del variado arco del asociacionismo
juvenil (en la participación cotidiana en distintas agrupaciones o través de la
oratoria en distintos actos públicos) que se desarrolló en el contexto de la
Gran Guerra, la Revolución rusa y la Reforma. A partir de esa coyuntura, el
proceso de democratización de los centros de estudiantes porteños adquirió mayor
complejidad a partir de las diferencias políticas e ideológicas que
posicionaron de distinto modo al alumnado sobre el programa que debía
caracterizar al movimiento reformista. La consecuencia de ese proceso
implicó la aparición de un nuevo tipo de asociacionismo dentro de la vida
universitaria, que se manifestó a través de la multiplicación de agrupaciones que
comenzaron a disputar la conducción gremial e inclusive a competir de modo
paralelo con las funciones de los centros (Carreño, 2020).
La aparición de La Cureta
y El Cocobacilo se enmarcan en ese proceso de democratización que se
profundizó con la Reforma. La trayectoria de José Belbey, director de La
Cureta, es representativa de los nuevos liderazgos estudiantiles que
comenzaron a construirse a través de la experiencia asociativa
extrauniversitaria y la militancia que movilizó la experiencia reformista en la
ciudad. Este estudiante, que llegaría a destacarse como un activo intelectual
del Partido Socialista (Tarcus, 2007: 55), fue integrante del Ateneo
Universitario, asociación que desde su creación en 1914 se caracterizó por promover
instancias de asociación con afanes culturales y por su enfrentamiento a los
males de la universidad (Biagini, 2012: 199). Posteriormente, al iniciarse el
movimiento reformista, participó de los actos callejeros que promovió la
Federación de Asociaciones Culturales, agrupación fundada por Gregorio Bermman
en apoyo a los estudiantes cordobeses que, entre 1918 y 1919, desplegó una
serie de actividades con la adhesión de asociaciones de inscripción socialista
(Bustelo, 2015: 185-193). Junto a estas actividades, su labor frente a La
Cureta, le permitió destacarse en el ambiente estudiantil de medicina y
ocupar la presidencia del CMA-CEM entre 1920-1921. El programa que acompañó a
esa gestión en la conducción del centro y que animó la redacción de la revista,
buscó alentar la reformulación de la entidad gremial mediante la extensión de
sus funciones por fuera del ámbito universitario. Para ello, a tono con la
propuesta de Federación de Asociaciones Culturales, desde la revista se apeló a
seguir el ejemplo de la juventud cordobesa que: “se estrecha en fraternal
abrazo con el proletariado, se une a él convencida que su alma forma parte
integrante del pueblo que sufre y que trabaja y rompiendo con los
convencionalismos anticuados, con las tradiciones ridículas no vacila un solo
instante en marchar en pos de la bandera roja…”.[13]
Por su parte, si bien en El
Cocobacilo no se registran este tipo de posicionamientos políticos de
izquierda, esta
revista saludó los emprendimientos editoriales de esa filiación como Bases,
Clarín, representantes del periodismo político afín al Partido Socialista
Internacional, y a las cordobesas Mente y La Gaceta
universitaria (Bustelo & Domínguez, 2017). Asimismo, al igual que La
Cureta, actuó como plataforma para promoción de fórmulas electorales que
pretendían ampliar las funciones del centro por fuera de los asuntos meramente
gremiales que solían ocupar un lugar predominante en la asociación. En 1923, El
Cocobacilo auspició la fórmula Dezeo-Barrera, cuya propuesta tenía entre
sus puntos centrales el afianzamiento de la Reforma Universitaria y en lo que respecta
a las funciones del centro: la “extensión universitaria efectiva; Labor
intensiva del Ateneo. Biblioteca Cultural y creación de un campo de deportes”.[14]
A diferencia del centro
estudiantil porteño, la organización del estudiado cordobés de medicina no solo
se institucionalizó posteriormente,[15] sino que también resultó
profundamente alterada tras la intervención de esa casa de estudios en 1923,
decretada por el Poder Ejecutivo Nacional. Esta situación repercutió en la
disolución de la Federación Universitaria de Córdoba (FUC) y del Centro de
Estudiantes de Medicina, tras una fallida huelga estudiantil en contra de la
medida del gobierno nacional (Schenone, 2009). En ese contexto, si bien El
Bisturí, en contraste con las revistas porteñas, no se constituyó como un
órgano de prensa de una determinada agrupación estudiantil que luchaba por la
conducción gremial, representaba las aspiraciones de una fracción del
estudiantado de medicina emparentado con los principales líderes que impulsaron
el movimiento reformista en 1918.[16] Desde esas páginas, la revista impulsó la
reorganización de las entidades estudiantiles en oposición directa con otras
agrupaciones que había acordado con las autoridades de la intervención asumir
la representación del alumnado.[17] Para ello El Bisturí actuó como hoja de difusión
de los comunicados de la nueva FUC que volvió a constituirse a partir de 1924,
en reclamo de un nuevo estatuto y una nueva finalidad “eminentemente social” para la universidad,
la cual debía posicionarse entre el patrón y el obrero en defensa de la
“justicia que anima los grandes movimientos de emancipación económica, política
y social que anida en el espíritu de la nueva generación”.[18] Pese a esta función de
propaganda la revista no evitó manifestar ciertos recelos frente la
circunstancial organización de las entidades estudiantiles:
…los
propósitos de un Centro de Estudiantes no deben ser tan solo de combate y de
crítica, es indispensable que desarrolle una labor metódica entre el
estudiantado y la población en general, inculcando nociones de índole diversa
entre esta última, en forma de extensión universitaria, y haciendo conciencia
progresista en el primero.
Una
biblioteca, una publicación, conferencias científicas, consultorios gratuitos,
etc. es obra normal de un Centro de Estudiantes.
Buenos Aires
puede darnos un ejemplo magnífico y sorprendente. Las agrupaciones
estudiantiles allí existentes viven una lozanía siempre renovada. Sus
movimientos de lucha contra la reacción universitaria no constituyen un
obstáculo para la realización de una actividad digna de jóvenes universitarios.[19]
A través de estas referencias
mutuas, en la cuales las juventudes cordobesas aparecían destacadas en La Cureta por su compromiso social y las
porteñas, en el comentario de El Bisturí,
por su grado de organización institucional, se observa otro de los puntos de
vinculación entre estas revistas. Las tres publicaciones compartieron una misma
función de crítica hacia las costumbres del estudiantado como principal
obstáculo para la realización del programa reformista dentro y fuera de la
universidad. Estas críticas identificaban negativamente distintas tipologías
estudiantiles (los “olfas”, los “niños bien” o los “patoteros”), cuyas
conductas (obsecuencia, oportunismo, frivolidad, desinterés por los asuntos
universitarios y sociales, xenofobia y violencia, entre otras)[20] no cuadraban con el perfil
estudiantil que los reformistas deseaban sociabilizar. Este perfil no solo se
caracterizaba por el compromiso en la renovación educativa que promovía la
Reforma sino también por la denuncia de las injusticias que sufrían los sectores
sociales menos favorecidos.
Asimismo, este tipo de
críticas, que recalaban en determinadas características, prácticas y consumos
del estudiantado (la ostentación en el vestir, los apellidos ilustres, la
frecuencia a determinados lugares distintivos de recreación) dan cuenta
de una trama material y de ciertos habitus en los cuales se constituían
las diferencias dentro de la universidad.
De este modo, estas revistas expresan un proceso de diversificación de
la matrícula universitaria que se operó en las primeras décadas del siglo,
mediante el ingreso de estudiantes que representaban, en sus trayectorias
familiares, a una primera generación que accedía a los estudios superiores.[21] El caso de Abraham Schellember director de El Bisturí, estudiante judío procedente
del entonces imperio ruso, se ubica en correspondencia con el considerable
porcentaje de estudiantes de origen extranjero que encontramos en la UBA,[22] y que, como se ve en el caso de Schellemberg, se extendía también en la
UNC. Al realizar sus estudios secundarios en Buenos Aires, antes de trasladase
a Córdoba, este estudiante se conectó “estrechamente con compañeros hijos de la
“colectividad” (Schellemberg, 1982) y con los “centros socialistas”, atraído
“no sólo por las conferencias, sino por las lecturas que ofrecían sus
bibliotecas”.[23] En estos contactos es posible advertir otro de los puntos que contribuyó
a vincular la red de revistas de medicina. Por una parte, en las trayectorias
de Belbey y Schellember, se advierte una vinculación compartida dentro de las
formas de sociabilidad letrada en centros obreros y socialistas. Por otra
parte, tanto El Bisturí como El Cocobacilo, contaron con
directores que procedían de familias de inmigrantes judíos, a la vez que en La
Cureta también se identifican colaboradores de ese origen. Asimismo, las dos
primeras promocionaron activamente la revista Vida Nuestra (1917- 1923) una lograda
publicación sobre cultura judía que contó la participación de Jacobo
Zimmermann, director de El Cocobacilo. Este componente inmigratorio se
expresaba también en las tres revistas en el repudio a la “xenofobia
universitaria”, que se operaba en los concursos de la UNC[24] y en los de la asistencia
municipal porteña mediante el requisito de “ser argentino”[25] o en las “inscripciones
insultantes” contra un estudiante de origen judío en el internado médico que
cursaban los estudiantes de la UBA.[26]
Asimismo, la diversificación que
experimentaba la matrícula universitaria, en paralelo a una cierta ampliación
de la oferta escolar en el nivel secundario, se observa en las tres publicaciones
en las alusiones a los costos materiales de los estudios (aunque ello no se
tradujo en una argumentación a favor de la gratuidad de la universidad) y en la
participación en la redacción de varios “estudiantes pobres”, alumnos que
debían a recurrir a exoneraciones de derechos arancelarios para poder realizar
sus estudios.[27] La importancia de los costos
materiales figuró como uno de los factores que contribuyeron a la edición de El
Bisturí. En las memorias de su director se señalaba que el propósito de
crear una revista coincidió con la posibilidad, que tenía su amigo y posterior
colaborador de la revista Jacobo Goodbar, de “conseguir publicidades de
productos médicos, farmacias y laboratorios por sus relaciones con las
droguerías de Buenos Aires”, lo cual permitió no solo lograr una regularidad en
la aparición de la revista sino también “cumplir con [las] escasas necesidades
económicas” que tenía su director durante sus estudios (1982). Este rasgo, que
implicó una marcada presencia de publicidades del rubro médico- farmacológico,
fue compartido por El Cocobacilo y, en menor medida, por La Cureta.
Finalmente, el programa reformista
que desplegaron estas revistas no solo se expresó las disputas por la
conducción y organización de las entidades gremiales y en la “función de hacer
conciencia en la masa estudiantil”[28] sino también mediante la
promoción de ciertas prácticas de intervención intelectual que buscaban
orientar la producción de saber académico en vinculación con las problemáticas
sociales y políticas. Para ello los estudiantes contaban con el modelo que
proveía la extensión universitaria, promovido en las tres revistas, como
práctica adoptada por el reformismo que buscaba divulgar los saberes
específicos de cada disciplina universitaria a través de distintos formatos de
conferencias. Tal como mencionamos, El Cocobacilo auspició la fórmula
Dezeo- Barrera, la cual incluía como primer punto de su agenda reformista la
realización efectiva de la extensión, punto que aludía a la escasa participación
del alumnado en esas actividades. Una vez a cargo de la presidencia del centro,
en el periodo 1923-1924, esa comisión logró destacarse por el número de cursos
de extensión, para lo cual se optó por el formato de las conferencias populares
en locales obreros.[29] Por su parte, desde El Bisturí
se alentaron otras modalidades, para lo cual se instaba a los estudiantes y
profesores a promover campañas de profilaxis social por medio de conferencias
radiotelefónicas[30] y se publicaron las conferencias de extensión a
cargo de Gregorio Bermann, dirigidas a un público universitario y desplegadas
de modo institucional mediante un convenio entre la UBA y la UNC.[31]
Por otra parte, se registra la
promoción de otras iniciativas de intervención pública, vinculadas dentro de
una trama de asociaciones médicas, proyectos institucionales universitarios y
dispositivos de la salud pública, que vehiculizaban medidas provenientes del
movimiento higienista y del entonces novedoso movimiento eugenésico. Estas
alusiones figuraron en la adhesión a las campañas de la Liga contra la
Tuberculosis; en la reseña sobre la constitución de la Asociación Eugénica
Nacional; en los homenajes que se tributaban a destacadas figura del movimiento
higienista[32] o en la institucionalización en
la FCM de la UBA de la extensión universitaria desempeñada de forma conjunta
entre el CMA-CEM y la cátedra y el Instituto de Higiene. A partir de esto,
puede observarse que las modalidades de intervención pública que promovían
estas revistas resultaban en parte tributarias de los preceptos que, de la mano
del movimiento higienista, legitimaban la profesión médica a través de la
figura del médico social, que combinaba los saberes específicos de la ciencia
con una vocación social basada en ideales filantrópicos y humanitarios
(Vezzetti, 1985: 36-42 ; Di Liscia, 2002: 262-264). Sin embargo, estas
referencias aparecían reformuladas desde posiciones críticas que cuestionaban
los márgenes de intervención social- profesional de los médicos dentro de las
injusticias imperantes dentro del régimen social. Así, desde El Cocobacilo
se adhería a la campaña de recaudación de fondos que promovía la Liga Argentina
contra la Tuberculosis en el Día de la Flor. Sin embargo, luego de resaltar los
valores nobles y desinteresados en la obra de su director, el profesor Gregorio
Aráoz Alfaro, advertía sobre:
“el error en que
muchos caen, cuando piensan que la caridad es capaz de resolver las cuestiones
sociales. Apenas si es un paliativo (…) En buena ley, había que ir bien hondo
para desarraigar las causas productoras y subsanarlas a objeto que, en lo
sucesivo, no haya más día de la flor, sino días de una sociedad más armónica y
perfecta capaz de desarrollarse sin dejar atrás de sus pasos las víctimas de su
propio modo de ser”.[33]
A su vez desde La Cureta,
Lázaro Sirlin saludaba la creación de la Sociedad Eugénica Nacional pero, a
diferencia de sus fundadores y otros profesionales dentro del campo médico
(Vallejo, 2018), no recomendaba orientar su acción hacia “medidas prohibitivas y
coercitivas” “propuestas en otros países”, sino combatir los factores
inmediatos de la degradación de la especie humana (la tuberculosis, el
alcoholismo y la sífilis) y su causa profunda, identificada en “la miseria y
todo lo que de ella depende (la alimentación, exceso de trabajo, etc), mediante
una “sabia legislación social”.[34]
Por su parte, en El Bisturí
las críticas se orientaron contra la realización de los Congresos
Universitarios, organizados anualmente desde 1923 en distintas universidades
nacionales bajo la iniciativa del rector de la Universidad Nacional de La
Plata, Benito Nazar Anchorena. Al constituirse como estrategias de intervención
intelectual colectiva en un variado repertorio de asuntos públicos, la
realización de estos congresos coincidía con el propósito de la revista al
promover una función social para la universidad opuesta a la inercia
profesionalista que predominaba en las unidades académicas (Graciano, 2016).
Pese a esta coincidencia, El Bisturí adhirió a la circular de la FUC,
que convocaba a las entidades a no participar en el congreso a celebrarse en la
UNC en 1925,[35] e ironizó sobre los resultados y
el alcance social de esas reuniones científicas que en total “duraron cinco
horas, (…) ocho banquetes y cuatro bailes en los salones más aristocráticos de
nuestra ciudad”.[36]
Finalmente, otra modalidad de
proyección socio cultural a la que apostaron estas publicaciones se orientó a
la reformulación del carácter profesionalista de la universidad, a través de
una apuesta de renovación científica y social de su perfil académico. Ello se
expresaba en La Cureta, en la propuesta de renovación de los planes de
estudio mediante la creación de una cátedra de medicina social,[37] mientras que, en el ámbito
cordobés, El Bisturí apoyó el programa auspiciado por Gregorio Bermann y
Enrique Barros a favor de la creación de institutos y de reformulación de los
planes de estudio a través de la contratación de un conjunto de “reputados
sabios” contactados por el mismo Barros durante su estancia en Alemania.[38] Sin embargo, tal como se
denunciaba en repetidas ocasiones en la revista, los alcances de programa de
renovación institucional quedaron limitados por los efectos de la intervención
de la universidad, decretada en 1923.
De este modo, la difusión del
modelo de universidad científica y social, actuó como otro de los puntos que
vincularon a estas publicaciones y que a la vez las relacionaba con otras
agrupaciones dentro de una red editorial más densa y variada que convocaba al
público universitario reformista.[39] Sin embargo, de modo específico,
en paralelo a la formulación de ese ideal de renovación científica, las tres
publicaciones se orientaron a la discusión de un nuevo ideal profesional que
integrara los postulados reformistas con nuevos desafíos que se planteaban en
el campo de acción de la profesión médica.
La construcción estudiantil de un ideal profesional: mecanismos de
reclutamiento y el ejercicio de la medicina
Tal como señalamos anteriormente, desde el siglo XIX, la publicación de
revistas figuró como una pieza central dentro de las estrategias de determinadas
agrupaciones de estudiantes y graduados en el proceso de profesionalización de
la medicina. En este aspecto, es posible
advertir los vínculos entre la profesionalización, como proceso estructurante
de estratificación de la nueva sociedad del siglo XX, y los cambios dentro del
sistema educativo por los cuales se comenzaron a introducir distintos
requisitos de incorporación que fueron definiendo las características de los
grupos académicos y profesionales, según sus propios objetivos sociales, culturales
y económicos. Asimismo, tanto la implementación de esos requisitos como las
demandas de renovación del sistema educativo se orientaban a otorgar
respetabilidad y prestigio social a los nuevos profesionales cuya legitimación
pasaba a basarse en las calificaciones y los reconocimientos obtenidos en el
campo universitario (González Leandri, 1999b). Junto con los cambios en el
sistema académico, la historia de la legitimación social de las profesiones
está ligada al reconocimiento y las regulaciones estatales, las cuales
contribuyen de modo determinante, junto con la inserción de los especialistas
profesionales dentro de las burocracias técnicas estatales, a la consolidación
de los procesos de profesionalización en sus distintas modalidades.[40]
En el ámbito universitario
porteño, la aparición de estas
revistas, que disputaban los espacios de poder que ostentaba la elite médica al
frente de la universidad, contribuyeron a socializar distintos preceptos y
prácticas profesionales para asegurar mecanismos de reclutamiento y consolidar
el prestigio de la profesión dentro y fuera de la comunidad médica. Se explica
de este modo la defensa de los concursos; la promoción de los estudios libres
y, de la mano del movimiento higienista, la proyección de la figura de médico
como árbitro social, dentro las principales revistas del periodo, los Anales
del Círculo Médico Argentino y la Revista Médico Quirúrgica (González Leandri, 1999a).
En la UNC, pese a la posterior
definición institucional de la Facultad de Medicina (FM), el proceso de profesionalización de
los médicos cordobeses también se desarrolló activamente en relación al
movimiento asociativo médico. En 1894 se constituyó la
Asociación de Médicos y Alumnos, agrupación que puede ser considerada como el
antecedente directo de la creación, en 1910, del Círculo Médico de Córdoba
(Rivero, 2019). Sin embargo, a diferencia del papel impugnador que
desarrollaron las asociaciones porteñas en relación a la universidad, en el ámbito cordobés la FM y el Círculo Médico con su
Revista, funcionaron conjuntamente (Rodríguez, 2007).
Otro punto de contraste,
derivado de la función crítica que asumió el asociacionismo
universitario-profesional en Buenos Aires, se relaciona con el papel que
desempeñaron las asociaciones estudiantiles en promover la reforma de los
estatutos de la UBA en 1906. Si bien, en sus causas inmediatas, los desencadenantes que motivaron este
movimiento se relacionaban con aspectos puntuales que remitían a las estrictas
condiciones de exámenes y los costos de los derechos universitarios, otros
reclamos cuestionaban la legitimidad científica de las autoridades académicas y
demandaban la mejora del profesorado a través de la docencia libre y la
implementación de nuevos mecanismos en su reclutamiento (Bargero, 2002). A
partir de esa reforma, la universidad porteña avanzaba, aunque con muchas
limitaciones, en la creación de premios a la investigación y de instancias de
acceso a la docencia a través de un sistema de méritos.[41]
Más allá de estos contrates, el
movimiento de la Reforma, en su faceta educativa, actuó como un punto común en
la canalización de demandas de renovación de la enseñanza universitaria en
distintos aspectos como la docencia libre, la defensa de los
concursos para la composición de las ternas docentes, el intercambio
científico, etc.
Según ha estudiado Buchbinder estas nuevas reglamentaciones, si bien lograron
limitar considerablemente el peso de los criterios de origen social o
pertenencia política en el acceso a la carrera académica, sustituían esos
criterios por otros más afines a la corporación profesional (2010:140). En esa
dirección, estas revistas
ejercieron una función de vigilancia sobre los
mecanismos de reclutamiento dentro del campo profesional-académico. De modo específico,
el contraste entre las revistas nos permite plantear algunas particularidades
que adoptó ese proceso en las distintas casas de estudio.
En el caso de Córdoba, desde El
Bisturí la defensa de los criterios de probidad profesional en los
nombramientos de la facultad y la de asistencia pública se materializó en una
acusada denuncia contra la injerencia y el favoritismo de la elite médica a
cargo de la FCM y del Círculo Medico local.
Sin embargo, esta función impugnadora no solamente expresaba una disputa
de los nuevos aspirantes por el acceso a los cargos y sus demandas a favor de
nuevos mecanismos de legitimación profesional, sino que, como vimos en el
apartado anterior, también se combinaba con proyectos que buscaban la
renovación de la función científica y social de la universidad como los que
gestionaron los líderes reformistas Gregorio Bermann y Enrique Barros.
Asimismo, la función crítica de El Bisturí se ejercía recurriendo al
contraste con los recursos, mecanismos y disposiciones que se establecían en
paralelo en la UBA en aspectos cruciales de la modernización de la enseñanza,
lo cual no solo expresaba las aludidas diferencias en los procesos
institucionales de reforma de ambas casas de estudio, que en Buenos Aires
habían comenzado con la reforma de 1906, sino que también podía aludir a las
aspiraciones profesionales de estos grupos de validar y posicionar sus
credenciales educativas dentro del sistema educativo que se ampliaba en el
nivel superior con la creación de nuevas universidades.
Por el contrario, en las revistas
porteñas la defensa de los criterios profesionales en la enseñanza y en la
selección del profesorado se referenciaba en las medidas sancionadas en la
reforma de 1906 y ampliadas en la Reforma de 1918. En La Cureta ello se
observa por ejemplo en la promoción del proyecto de docencia libre promovido
por el profesor Aráoz Alfaro, quien había sido uno de los principales
impulsores del proceso reformista de principios de siglo.[42] Ese reconocimiento da
cuenta de cierto consenso que vinculó a los estudiantes reformistas con un
sector del profesorado que, pese a no apoyar el principio reformista del
cogobierno, auspiciaban la creación de instancias de investigación y de
mejoramiento de la enseñanza (Calderari & Funes, 1998), en tanto que dicho
profesor se había posicionado en contra de la participación de los estudiantes
en gobierno de la Facultad. Ese mismo consenso se expresó en la defensa que se
hizo desde esa revista, y desde el CMA-CEM, del proyecto, auspiciado por el
cuerpo de profesores, de implementación del examen de ingreso en la Facultad.
Esta medida enfrentó las posiciones de los estudiantes porteños de medicina y
las Federaciones Universitarias de Córdoba (FUC) y del Litoral (FUL), las
cuales se manifestaron en contra del proyecto ante la Federación Universitaria
Argentina (FUA), agravando el distanciamiento entre esta última organización y
la Federación Universitaria de Buenos Aires (FUBA) que defendió la postura del
CMA-CEM.[43]
Más allá de estas diferencias, las
tres revistas coincidieron en otros aspectos en la constitución de un ideal
profesional. Por un lado, un tema que las relacionaba se vincula con la
preocupación sobre las condiciones socio-económicas que acompañaban el
ejercicio de la profesión, lo cual puede relacionarse con el proceso de
diversificación de la matrícula al que aludimos más arriba. Tal como ha
señalado Adamovsky, en su análisis sobre las demandas de los profesionales
universitarios, en el periodo de entreguerras no se registra que la defensa de
los intereses gremiales haya dado lugar al surgimiento de una identidad de
“clase media”. Según este autor, los primeros pasos del asociacionismo de los
diplomados tuvieron que ver más con la necesidad de controlar la administración
y el reconocimiento estatal de cada “ciencia” que, con iniciativas mutuales o
reclamos de tipo económico-gremial, que recién se hicieron camino en la década
del 30, aunque según la profesión se reconocen antecedentes previos (2011). En
este último sentido, se advierte que las revistas de medicina comenzaron a
discutir algunos aspectos económicos-gremiales de la profesión médica que
ganarían protagonismo en la próxima década,[44] cuando se los empezó a
percibir como síntomas de una crisis del ejercicio de la práctica liberal de la
medicina (Belmartino, Bloch, Persello & Carnino, 1988: 15-31).
Por otro lado, en relación a lo
anterior, un tema predominante aludía a una serie de factores (el curanderismo,
la charlatanería, la competencia de productos farmacéuticos sin recetas) que
contribuían agravar esas condiciones de ejercicio profesional. Sin embargo, a
diferencia de otras críticas periodísticas que recalaban en la inacción y falta
de regulación del Estado frente al ejercicio ilegal de la medicina (Rivero,
Carbonetti & Rodríguez, 2017), acorde con el público al que se dirigían,
las críticas de estas revistas apuntaban contra la “moral de algunos médicos” y
estudiantes que recurrían a estas prácticas dentro de un mercado laboral que se
advertía como más competitivo y democrático.[45] Esta apelación moral
también se aplicaba en contra de los estudiantes que recurrían a la adulación,
al uso de influencias personales y al dinero como medios de ascenso dentro de
la universidad. De este modo, estas críticas condensaban un discurso meritocrático
que acusaba sobre el papel que se otorgaba en la universidad al capital social
y político en las distintas trayectorias escolares. En contraposición y desde
una afirmación del capital académico, la sátira de El Cocobacilo
(reproducida posteriormente desde El Bisturí) apuntaba en contra
de los apellidos, las recomendaciones y los parentescos:
“Con motivo del éxito obtenido en
su cuarto examen de histología. Los admiradores de Saturniano Candelejas Unzué
han resuelto obsequiarle una medalla de oro. La medalla tiene… la siguiente
inscripción: “con paciencia y lo demás se tiene éxito”.[46]
- ¿Es Ud. pariente de fulano?
…Cada cual es hijo de sus propias obras… y no asiste ningún derecho al
examinador inquirir antecedentes de familia por cuanto estos no pueden ni deben
influir en su ánimo. ¡Es justicia señores examinadores adulones![47]
Al mismo tiempo, el caso de El
Cocobacilo y El Bisturí no solo es ilustrativo de la legitimación
por medio del capital escolar que hacían estos sectores sociales en ascenso,
sino también de un proceso de emancipación de los judíos (Hobsbawm,
2013:69-82), que se realizaba en este caso a través de las credenciales
educativas en instituciones estatales- laicas y la participación en distintas
asociaciones.[48]
Finalmente, la función moral que
se advierte en estas críticas también apuntó a discutir y asentar mecanismos de
solidaridad gremial dentro del estudiantado en demandas relativas a la práctica
profesional. A tono con otros emprendimientos gremiales que se replicaban en
otras ciudades del país (Adamovsky, 2011), las páginas de El Bisturí dan
cuenta de la discusión de iniciativas a favor de la creación de un sindicalismo
universitario. Para ello la revista ironizaba sobre los excesivos temores que
despertaba ese proyecto, que retomaba los modos de organización del movimiento
obrero, en ambiente cordobés como “expresión neta y nata del orden”.[49]
Al mismo tiempo, la revista saludaba la medida de la huelga de los practicantes
de los hospitales de Buenos Aires, en oposición a la resolución de la
Asistencia Pública municipal de suprimir la institución del internado médico.
Sin embargo, la fallida realización de esa huelga, expresa las tensiones dentro
del estudiantado (que repercutieron incluso dentro de la misma red de revistas)[50]
y las limitaciones que enfrentaban estas publicaciones en su función de
socializar y compatibilizar nuevos principios reformistas de intervención
pública y de ética para el ejercicio profesional.
Conclusiones
El enfoque adoptado en este
estudio apuntó a desarrollar una aproximación a las revistas universitarias, en
la que se rescataron las complejas articulaciones
entre las formas de intervención política-intelectual propias del reformismo y
otras cuestiones centrales de la vida universitaria y de la proyección
profesional de los estudiantes que participaban en estas iniciativas
editoriales. El análisis de los procesos de diversificación de la matrícula; de
profesionalización de las carreras y disciplinas universitarias y de
democratización y organización de las entidades estudiantiles nos permitió
contextualizar la emergencia de la red de publicaciones independientes de
medicina y advertir una serie de tensiones y particularidades en la
construcción de dichas interconexiones entre los ideales de la Reforma y
aquellos propios de la profesionalización.
Por un lado, esa conjunción se advierte en la recuperación de ciertas
modalidades de intervención pública que formaban parte de las estrategias de
legitimación social de la corporación médica desde finales del siglo XIX, de la
mano del higienismo y de la figura del médico social. Sin embargo, el contexto ideológico marcado
por el movimiento reformista y por el impacto de la Gran Guerra y la Revolución
rusa, implicó una reformulación de estas prácticas a través de la realización
de la extensión universitaria y de una función crítica de las injusticias de un
orden social en el que se limitaban las posibilidades de acción los
profesionales. Asimismo, según señalamos en el caso cordobés, la vertiente
profesional también podía conjugarse en estas revistas con el diseño de
proyectos que aspiraban a desarrollar la función social de la universidad, de
la mano del intercambio universitario, la reforma de los planes de estudios y
la creación de institutos.
Por otro lado, los diferentes procesos de profesionalización en cada
universidad, permiten considerar las distintas modalidades que adquirían esos
intereses en su interrelación con la universidad. Así, en el caso cordobés, la
función impugnadora que ejerció El Bisturí contribuía a suplir y
contrastar la función de complementariedad que asumió el asociacionismo
corporativo del Círculo Médico en relación con la FM. Por el contrario, el
asociacionismo estudiantil porteño no sólo resultaba heredero de las entidades
médicas que, en el siglo XIX, se opusieron a la elite que controlaba la
facultad y que contribuyeron a instaurar mecanismos de reclutamiento abierto al
juicio de pares, sino que también actuó como una pieza central para movilizar
el desarrollo de una reforma institucional desde 1906. Esas diferencias ayudan
a comprender las particularidades y tensiones en el campo estudiantil, en cual,
por ejemplo, se cita el conflicto que enfrentó a los estudiantes porteños con
sus pares de Córdoba y el Litoral, por la aceptación de los primeros del
proyecto de implementación de los exámenes de ingreso.
Otro punto de contacto, en el cual se articulaba la conexión entre el
reformismo y la construcción de un ideal profesional, puede vincularse con el
proceso de diversificación de la matrícula que se operaba, especialmente en la
universidad porteña, desde principios de siglo. En ese aspecto, el componente
inmigratorio e ideológico que observamos en estas revistas se expresó a través
de la crítica satírica y desde una marcada apelación moral que aspiraba
socializar al mismo tiempo nuevas conductas “de conciencia progresista” entre
los estudiantes (a tono con ciertos postulados del reformismo en su vertiente
extra-institucional) y nuevos preceptos de ética profesional que comenzaban
desde de la misma formación universitaria. En este sentido, la prédica
democratizadora que se observaba en las críticas a los “niños bien” (en la
condena a la movilización del capital social en los exámenes, la obsecuencia o
la falta de rigurosidad en los estudios) se emparentaba con las críticas hacia
los egresados que acusaban de “charlatanismo médico” o de prescribir de
medicamentos indiscriminadamente en acuerdo con las droguerías, que minaban el
prestigio y las condiciones de ejercicio de la vida profesional.
Finalmente, la exclusión de las mujeres (quieres también formaban parte,
por cuestiones de género, del proceso de diversificación de la matrícula) por
fuera de esta prédica meritocrática del ideal profesional, señala otro de los
posibles temas de estudio a profundizar en el análisis de las articulaciones
entre reformismo, profesionalización y cambios sociales en la universidad.
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Recibido: 30/04/2020
Evaluado: 15/06/2020
Versión Final: 29/07/2020
[1] Este trabajo se enmarca en el proyecto
posdoctoral “Sociabilidades
juveniles en torno a la Reforma Universitaria y la experiencia democrática. Los
modos de intervención pública y universitaria del asociacionismo estudiantil de
la Universidad de Buenos Aires (1912-1930)” financiado por el Consejo Nacional de
Investigaciones Científicas y Técnicas. Asimismo, forma parte del proyecto “Universitarios en Argentina. Proyectos
científicos y prácticas académicas, culturales y políticas, entre el siglo XX y
los inicios del XXI”, financiado por el Departamento de Ciencias Sociales de la
Universidad Nacional de Quilmes. Agradezco los
comentarios realizados por los evaluadores anónimos de la revista Páginas.
[2] Dentro de esta línea, el análisis de
las revistas se combina con el estudio de otras prácticas y modalidades de
intervención política vinculadas al reformismo. Véase, entre otros (Bustelo,
2015; Graciano, 2008; Pita González, 2009; Rodríguez, 1999).
[3] Tanto para el
ámbito cordobés como para el porteño en este periodo coexistieron destacadas
revistas y asociaciones culturales cuyo reclutamiento era preminentemente
universitario, junto con otros periódicos estudiantiles de vida efímera y que
abarcaban una heterogeneidad de temas. Para el caso córdobas véase (Valiente,
2016) y para el porteño (Carreño, 2020).
[4] Para 1916 compartían esas características las publicaciones
de los centros de estudiantes por entonces existentes en las universidades de
Buenos Aires, La Plata, Córdoba y Tucumán (Barbich, (jul.
1916). Los estudiantes y el adelanto intelectual del país.
Crónica sobre las Revistas de los Centros de Estudiantes Universitarios de la
República. Revista del Centro de Estudiantes de Ingeniería, XVII (169),
pp. 139-176).
[5] Agradecemos y retribuimos (jul. 1923).
El Bisturí. I (4), p. 13.
[6] A partir de los nombres es posible
identificar la difusión de este periodismo en distintas ciudades
universitarias. Junto con las revistas citadas en Buenos Aires (El Glóbulo
Rojo, La Cureta y El Cocobacilo), Córdoba (El Bisturí)
y Rosario (El Leucocito), se agrega el caso de la revista platense El
Forcep (1925), aunque difiere de las demás al recurrir al formato tabloide
y no contener anuncios específicos de comunidad médica (fármacos, aparatos,
etc.). Sobre esta publicación véase (Celentano, 2014).
[7] Colaboradores
de “El Cocobacilo” (feb.-marzo de 1924). El Cocobacilo, IV (53), pp. 8
-10.
[8] “El Cocobacilo”, (20/05/1919). La
Cureta, II (6), p 30. Ese saludo correspondía a otro anterior publicado en
el primer número de El Cocobacilo, lamentablemente no conservado.
[9] De El Bisturí (abril 1925). La
Cureta, IV (16), p. 333.
[11] A diferencia de la UBA, cuya FCM se
instituyó con la creación de la universidad en 1821, en la UNC la creación de
la Facultad de Medicina se dio en 1877. En 1891 su escasa matriculación fue uno
de los argumentos que se esgrimieron desde un proyecto de la Comisión de
Presupuesto del Congreso Nacional, a favor de cerrar dicha Facultad, lo cual
finalmente no se llevó a cabo (Agüero, 2017: 97).
[12] Gracias a la fusión, el CEM obtuvo su
propio local y heredó la biblioteca del CMA. Esta condición le aportó una importancia
adicional ya que funcionaba al mismo tiempo como lugar de sesión de la
Federación Universitaria de Buenos Aires y de las actividades de otros centros
que eventualmente lo solicitaban.
[13] Vargas, H., Ejemplo de la juventud
Cordobesa (25/09/1918). La Cureta I (5), p. 117.
[14] Manifiesto
(feb. 1923). El Cocobacilo, V (41) p. 11.
[15] La fundación del Centro de Estudiantes
de Medicina de la UNC, se llevó a cabo en 1909.
Sin embargo, antes de esa fecha se registran también asociaciones
estudiantiles y profesionales de medicina, de poca duración (Garzón Maceda,
1916: 537-546).
[16] Las vinculaciones con líderes del 18
(como Gregorio Bermann, Enrique Barros, Gumersindo Sayago, Jorge Orgaz) se
registran en la publicación de documentos, discursos y en el seguimiento de sus
trayectorias profesionales y docentes.
[17] Galeno. Por fin “Ellos” son centro de
medicina (jul. 1923). El Bisturí, I (4), p. 7.
[18] Manifiesto de la F.U. de Córdoba. A la
nueva Generación y a los espíritus libres de América. (en. 1924). El Bisturí, III (32), p. 14.
[19] ¿Y el Centro? (ab. 1925) El Bisturí.
II (25), p. 11.
[20] Las actitudes violentas de los “niños
bien” se referían a la participación de los estudiantes en la represión obrera,
durante la “Semana Trágica”, a partir de la huelga del taller Vasena en enero
de 1919. En El Cocobacilo la crítica a los “niños bien” recogía la
referencia literaria de Arturo Canela, autor del El Cocobacilo de Herrlin
(obra que inspiró el nombre de la revista) y de Una Semana de Holgorio
(diario de un Guardia Blanco), publicada en febrero de 1919. En esa obra
Cancela retrataba por medio de la sátira, los episodios de la Semana Trágica, a
través de los ojos de un niño bien. Estas mismas referencias y colaboraciones
de Cancela también se observan en El Bísturí.
[21] Ese proceso de diversificación también
se efectuó con el ingreso de las mujeres a la educación superior, el cual
comenzó a finales del siglo XIX en el campo de la medicina (Lorenzo, 2016).
[22] Para 1920, el 14 % de los estudiantes
inscriptos de medicina había nacido en el extranjero. Dentro de ese porcentaje se observa una mayoría de estudiantes rusos y de Europa del este, de
origen judío, los cuales habían ingresado al país con sus familias en la
primera década del siglo (Carreño, 2020).
[23] Los 101 años de
Abraham Schellemberg. Eterna y fértil juventud [Entrevista] (27/10/1997). Clarín,
Buenos Aires. La militancia adolescente en el socialismo que recordaba
Schellember en esa entrevista, no figura en sus memorias publicadas en 1982. En
ese libro destacaba también su amistad, a finales de la década del veinte, con
Ramón Cárcano, gobernador de la provincia entre 1925 y 1928.
[24] Xenofobia universitaria (mayo 1924). El
Bisturí, II (14), pp. 7-8.
[25] Viale, A. Artículo 1º: Ser argentino
(25/8/1918). La Cureta, I (3) pp. 53- 54.
[26] E.O. Carta Abierta (marzo 1920). El
Cocobacilo, II (8), p. 1.
[27] La denominación institucional de
“estudiantes pobres” incluía la certificación de carencia de recursos como
requisito para tramitar la exención. Sin embargo, ello no permite reducir estos pedidos a variables socioeconómicas, dado que los mismos
respondían a criterios más complejos, entre los que se cuentan las concepciones
de pobreza propios de esa época (Carreño, 2020).
[28] Nuestro aniversario (mar. 1924) El
Bisturí, II (12), p. 4.
[29] Distintos testimonios señalaban la
escasa participación de los socios en esas actividades. Por el contrario, la
comisión Dezeo-Barrera fue citada posteriormente por el modo ejemplar en la realización
de la extensión, en el dictado de veinte conferencias que contrastaban con las
seis del periodo posterior (Fiori, V. (mayo. 1926). Memoria correspondiente
al periodo 1925- 1926. Revista del CMA-CEM, Tomo XXVI (296), pp.
326-386).
[30] Estación radiofónica de la casa Lutz,
Ferrando y Cía. Campaña de Profilaxis (feb. De 1924). El Bisturí, II
(11), p. 8.
[31] Etiopatogenia de las toxicomanías por
el Dr. Gregorio Bermann (nov. 1925). El Bisturí, III (31), p. 6.
[32] En El Bisturí figuran homenajes
a destacados higienistas como Rawson (Rawson (jun. 1924). El Bisturí, II
(15), p. 4.) y Súnico (Dr. Francisco P. Súnico (mayo 1925). El Bisturí,
II (26), p. 6). A su vez, en el último año de El Cocobacilo se
caracterizó por reproducir artículos de Eduardo Wilde y José Ramos Mejía, a la
vez que incluyó colaboraciones de profesores, como Gregorio Araoz Alfaro,
responsable del Departamento Nacional de Higiene.
[33] El día de la Flor (sep. 1920). El
Cocobacilo, II (14), p. 16.
[34] Sirlin, L. La Sociedad Eugénica
Nacional (25/08/1918). La Cureta, I (3), pp. 56-58.
[35] La circular de la FUC argumentaba que
el congreso era convocado por autoridades afines a la intervención y que no
ofrecía “ningún interés científico, adquiriendo solo los contornos de una mera
reunión burguesa” (El Congreso Universitario y los Estudiantes de Córdoba (sep.
1925). El Bisturí, III (30), p.4).
[36] El Congreso Universitario. Sus
resultados (nov. 1925). El Bisturí, III (31), p. 4.
[37] Rubinstein, A. Medicina Social
(25/07/1918), La Cureta, I (1), pp. 6-8.
[38] Barros, E. La trisecular de las
campanillas [discurso] (ag. 1924). El Bisturí, II (17), pp. 4-6.
[39] En el modelo propuesto para la
universidad, las tres revistas se referenciaron en la obra y la figura de José
Ingenieros. Se citan sus conferencias del Ateneo del CMA-
CEM durante la presidencia de Belbey, sobre “La universidad del porvenir”
(Ingenieros, 1920), en la cual se señalaba la función de las universidades de
“fijar principios, direcciones, ideales que permitan organizar la cultura
superior en servicio de la sociedad” (1922: 2). Según Bustelo, la acción
reformista de Gregorio Bermann fue el enlace entre los reformistas cordobeses e
Ingenieros, quien fue clave en la construcción de una identidad política reformista
ligada al latinoamericanismo antiimperialista (2015: 197). El Bisturí
participó en la construcción de esa identidad, mediante la publicación de
noticias y documentos sobre el movimiento estudiantil latinoamericano y sobre
destacados líderes antimperialistas como el peruano Haya de la Torre y el
cubano Mella.
[40] La intervención del Estado, como
factor político en los procesos de profesionalización, ha sido señalada para
los casos de la Europa continental (en los que el factor estatal resultó
determinante) e inclusive para los angloamericanos típicos del modelo de laizze
-faire (donde la obtención del monopolio del saber para una profesión recae
principalmente en la acción de los mismos profesionales) (Sarfatti Larson,
1989). En el caso argentino, este factor se destacó de modo relevante para todo
el campo profesional (Frederic, Graciano & Soprano, 2010) y de modo
especial para el caso de la medicina (Gutiérrez Leandri, 1999a).
[41] La reforma de 1906 establecía la reglamentación de la docencia libre.
Sin embargo, esa disposición solo se llegó a tratar en la FCM, aunque sin
aplicación práctica hasta su reformulación con la Reforma de 1918. Pese a ello,
sí se llegaron a implementar otras instancias de docencia a partir de la
sanción de la carrera de profesor adscripto (Carreño, 2018).
[42] Salaverry, C.
La docencia Libre (25/09/1918). La Cureta, I (5), 1918, p. 101.
[43] Bosch, R.
Nuestras asociaciones estudiantiles (ab. 1919). Revista del CMA- CEM,
XIX (212), pp. 375- 385.
[44] En La Cureta se criticaba las condiciones de explotación en las
“Sociedades de Socorros Mutuos” que actuaban como verdaderas empresas
capitalistas (La explotación de los profesionales (25/08/1918). La Cureta,
I (3), pp. 53-56.), mientras que en El Cocobacilo se satirizaba sobre
las dificultades en percibir los honorarios médicos (Dr. Veresaietl, Los
honorarios médicos (ab. 1920). El Cocobacilo, II (9) pp. 9-11).
[45] Dolhare, F. La moral de algunos médicos (dic.
1924). El Bisturí, II (24), pp. 14-15.
[46] Sociales (oct.
1920). El Cocobacilo, II (15), p. 8.
[47] Al margen de los exámenes. ¿Es Ud. pariente de fulano? (dic. 1920). El
Cocobacilo, II (17), p. 11.
[48] Sobre ese
proceso de emancipación en relación a la profesión médica véanse: Los Médicos
en la Edad Media y Del Tamud. El médico bueno y liberal (enero 1922). El
Cocobacilo, IV (29), pp. 3-6 y 11.
[50] El Bisturí celebraba también la medida del CMA-CEM de publicar
en su revista una lista de “traidores y perjuros” que rompieron la huelga al
aceptar puestos en la asistencia pública. Dentro de la lista figuró el nombre
del José Svibel, quien actuó por un tiempo como director de El
Cocobacilo.