Los años de formación de Juan Carlos Tedesco. Su trayectoria
política y académica durante las décadas del 50 y 60
The years of formation of Juan Carlos
Tedesco. His political and academic trajectory during the 50s and 60s
Sebastián Gómez
Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas (Argentina)
sebastianjorgegomez@gmail.com
Resumen
El artículo aborda la trayectoria
política y académica en las décadas de los años 50 y 60 de Juan Carlos Tedesco
(1944-2017). En aquella época, el maestro normal participará activamente de las
tendencias izquierdistas del Partido Socialista y luego de la incipiente
agrupación troskista Política obrera. También en la década del 60 comenzaron
sus estudios en la carrera de Ciencias de la Educación de la Facultad de
Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Atraído por un ambiente
intelectual abocado al estudio empírico y comprometido con las luchas sociales,
Tedesco asumirá al registro científico como decisivo en la indagación e
intervención sobre los problemas educativos. Ante el golpe de Estado de 1966 y
la intervención de la UBA, el maestro normal se apresurará a finalizar sus
estudios universitarios y comenzará a profesionalizar sus prácticas de
investigación desde su ingreso al Instituto Latinoamericano de Relaciones
Internacionales.
Al reconstruir los años de formación del
cientista de la educación, el artículo arroja luz sobre algunas de las
influencias que estructuraron su ya clásico libro Educación y sociedad,
1880-1900 (1970). En tal reconstrucción, se atiende a la condición juvenil del
autor, y se sugiere que su formación permaneció modulada por un proceso híbrido
entre dinámicas de modernización cultural y compromiso político.
Palabras clave
Juan Carlos Tedesco; Juventud;
Formación; Política; Universidad.
Abstract
The article is
about Juan Carlos Tedesco's (1944-2017) political and academic trajectory in
the 50s and 60s. In those years, the normal teacher actively participated in
the leftist tendencies of theSocialist Party and after in the incipient
Troskist political group. Also in the 60s, he began his studies in the career
of Education Sciences at the Faculty of Philosophy and Letters, University of
Buenos Aires. Attracted by an intellectual environment dedicated to empirical
study and committed to social struggles, Tedesco assumed the scientific record
as decisive for investigation and intervention on educational problems. Before
the dictatorship in 1966 and the intervention of UBA, Tedesco hastened to
finish his university studies and begone to professionalize his research
practices when he joined the Latin American Institute of International
Relations.
By
reconstructing the education scientist's years of training, the article sheds
light on some of the influences that structured his classic book Education and
Society, 1880-1900 (1970). In this reconstruction, attention is paid to the
author's youth status and it is suggested that his training remained modulated
by a hybrid process between dynamics of cultural modernization and political
compromiso.
Keywords
Juan Carlos
Tedesco; youth; training; politc; university.
Introducción
En el análisis
de un derrotero intelectual es preciso desprenderse de la noción tradicional de
autor/a. En otras palabras, se trata de evitar las historias biográficas hechas
con acumulaciones lineales que se construyen bajo el prisma de aquello que
Bourdieu (1997) denominó formas de la “ilusión retrospectiva”: una suerte de
abordaje en clave teleológico capaz de atribuirle a los agentes individuales
intenciones y premeditaciones que conducen inexorablemente al acontecimiento
histórico ya conocido. La noción de trayectoria del sociólogo francés fuga de
esta ilusión al reclamar la reconstrucción de la trama y los estados de los
campos que el intelectual atravesó. En definitiva, altera una historia
individualizada a través de “grandes hombres” y, parafraseando a Norbert Elias
(1991) en su trabajo sobre Mozart, invita a colocar la “genialidad” en
configuraciones específicas.
Desde la
historia intelectual, el artículo aborda el itinerario de Juan Carlos Tedesco
(1944-2017) en sus años de formación, esto es, en los años 50 y 60, cuando
realiza sus primeras incursiones políticas y académicas. Para tal fin, el
manuscrito analiza el estado fuerzas de los campos políticos y académicos y,
concretamente, las huellas, marcas y opciones que estos campos ofrecieron al
joven Tedesco. De este modo, se privilegian dos planos de análisis
entrecruzados: el político y el académico. A modo de hipótesis, el manuscrito
sugiere que la trayectoria partidaria y académica del joven Tedesco en los años
50/60, permaneció modulada por un proceso híbrido entre dinámicas de
modernización cultural y compromiso político. En otras palabras, su temprano
itinerario universitario y político estuvo permeado por la expansión de la
matrícula secundaria y universitaria, la movilidad social, la conformación de
novedosos espacios, circuitos y estilos de socialización, la renovación de las
ciencias sociales que se entremezclaron con su voluntad por la transformación
política de la sociedad.
La relevancia
de la indagación de los años formativos de Tedesco se fundamenta no sólo en el
protagonismo del autor en los debates político-educativos locales e
internacionales. También debido a que su derrotero intelectual en esos años no
ha sido abordado. Los agudos perfiles político-intelectuales trazados sobre el
autor (Ruiz, 2015; Amar, 2017; Pulfer, 2017; Dussel, 2018; entre otros) suelen
jerarquizar aquellos años en que la prolífera y versátil obra del cientista de
la educación tuvo lugar, es decir, a partir de la aparición de su primer libro Educación y sociedad en la Argentina,
1880–1900 (1970). En diálogo con estas contribuciones, se busca indagar en
los años formativos en términos políticos y académicos de quien fuera el primer
egresado en Ciencias de la Educación en comandar el Ministerio de Educación de
la Nación (2007 – 2009). En este ejercicio, se
reponen algunas de las múltiples marcas que aquellos años de formación dejaron
en su ya clásico Educación y sociedad….
El manuscrito
expone resultados producidos a través de un enfoque cualitativo, esto es, un
enfoque que buscó reconstruir la trama y sentidos de la trayectoria de Tedesco
entre los años 50 y 60. De ahí que se desplegaron estrategias y técnicas
metodológicas de corte cualitativo. Concretamente, se recolectaron datos
mediante la indagación documental (fundamentalmente, de revistas políticas y
culturales) y entrevistas semi-estructuradas al propio Tedesco (abril 2015), a
su hermano Luis Osvaldo (septiembre 2017) y a su compañera, Nilda León (junio
2018).[1]
La estación política: entre el Partido Socialista y Política
Obrera
Como otros
jóvenes, hacia mediados de los años 50, Luis Osvaldo Tedesco (1941) decidió
sumarse a las filas del Partido Socialista (PS) a través de su centro ubicado
en el barrio de Liniers. Tiempo después, influirá en su hermano menor, Juan
Carlos, que lo acompañará en esta elección. Ambos participarán en las
Juventudes Socialistas, que luego del derrocamiento del peronismo contaban con
una notable expansión. Ingresarán a las filas juveniles a los 14 años; la edad
mínima permitida para la incorporación. Aunque el principal Partido de
izquierda local por entonces era el Comunista, en aquellos años la órbita
soviética atravesaba una severa crisis. Puntualmente, 1956 resultó un año
crítico: en febrero, el XX Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética
arrojó luz sobre las atrocidades del stalinismo y, en el transcurso de ese
mismo año, el régimen reprimió las revueltas populares en Polonia y Hungría.
Presumiblemente, en esta particular atmósfera, el PS aparecía como una opción
más atractiva para las inquietudes izquierdistas de los jóvenes Tedesco.
En la década
del 50, en sintonía con los procesos acaecidos en los Partidos de izquierda de
Europa occidental, tanto los socialistas como comunistas, experimentaron un
cambio morfológico: nuevos y jóvenes intelectuales universitarios ingresaron a
sus formaciones. Tal ingreso desatará una serie de tensiones con las
direcciones a cargo de la orientación política y cultural. En el caso del
socialismo vernáculo, la dirección político-cultural se encarnaba en Américo
Ghioldi. A diferencia de la generación precedente, forjada en la lucha contra
el fascismo, las/os recién llegadas/os estaban particularmente permeados/as por
la vida universitaria como por los nuevos debates y corrientes que animaban al
marxismo. Paulatinamente, junto al tradicional modelo de intelectual del partido que servía como blasón de
legitimidad de iniciativas partidarias, comenzó a emerger una nueva especie: el
intelectual en el partido, dispuesto
a reclamar un rol específico en la elaboración de la estrategia de la
organización (Petra, 2017). Si bien Luis y Juan Carlos Tedesco no tuvieron un
rol protagónico en los debates de la línea estratégica socialista, siguieron
con particular atención los esfuerzos de estos jóvenes por ocupar un espacio
decisivo en el Partido e inclinarlo hacia la izquierda.
Aunque sin un
caudal electoral relevante, el PS no sólo había participado de la alianza
conservadora que puso fin al gobierno de Perón. También varios de sus cuadros
integraban el gobierno de facto comandado por el General Eduardo Lonardi y,
luego, el General Pedro Aramburu, dispuesto a “desperonizar la vida social”
(Neiburg, 1998). Rápidamente, el régimen transitó un dilema que signarán los
años por venir de la vida nacional, tanto del frondizismo (1958-1962), del
breve interregno de José María Guido (1962-1963), de la débil administración de
Arturo Illia (63-66), como de la autodenominada Revolución Argentina
(1966-1973): el rumbo de la economía y la asimilación política de las masas
peronistas (Altamirano, 2001)[2]. El
marcado cariz antipopular del régimen alejó rápidamente a franjas intelectuales
que lo habían comprendido como una solución a los “excesos” del peronismo.
Comenzarán así un proceso de viraje hacia posiciones antiliberales. A su vez,
la persistente adhesión peronista de las masas será una preocupación medular
entre franjas del comunismo y del socialismo, compelidos a reponer los vínculos
tejidos con el mundo operario que el proscrito movimiento les había arrebatado
(Herrera, 2016).
A diferencia
del Partido Comunista (PC), el socialismo contaba con una estructura más
abierta y un carácter menos doctrinario. Como en otros países, el socialismo
local experimentará, hacia fines de los años 50, abiertas disputas entre
tendencias liberales, renovadoras o izquierdistas. Tedesco, que ingresó al PS
hacia 1958, se formará en estas acaloradas polémicas. Entre 1955 y 1961,
resulta posible establecer dos ciclos de fraccionamientos en el interior del
socialismo (Tortti, 2009). En el primero, desde septiembre de 1955 hasta julio
de 1958, la preeminencia de Ghioldi será paulatinamente impugnada por la
corriente renovadora. De neto perfil antiperonista, el ghioldismo contaba con
un fuerte compromiso con la Revolución Libertadora y la Unión Cívica Radical
del Pueblo (UCRP). La fracción renovadora, que agrupaba a moderados y jóvenes
de izquierda, invertía la ecuación trazada por el ghioldismo: no se trataba de
defender la Revolución Libertadora sino la soberanía de la clase obrera; como
en otras expresiones de izquierda por entonces, esta fracción estaba en
tránsito desde un antiperonismo visceral al rechazo del antiperonismo
gubernamental (Sigal, 1991).
El triunfo de
Arturo Frondizi en las elecciones de febrero de 1958 parecía modificar la
escena política nacional. Alcanzado el gobierno en acuerdo con el peronismo, la
nueva administración había despertado expectativas entre franjas intelectuales de
izquierda. Sin embargo, a los pocos meses de asumir, sus medidas antipopulares
colocaron en crisis las esperanzas del arco progresista (Terán, 1991). Entre
otras medidas, la administración reformó el artículo 28° de la Ley de Educación
en septiembre de 1958 que habilitó a las universidades católicas a expedir
títulos universitarios. La medida desató vertiginosas disputas callejeras entre
quienes defendían el carácter laico de la universidad y aquellos que pretendían
liberar la expedición de títulos del monopolio estatal. Tal vez, la acalorada
contienda, recordada como “la laica contra la libre”, donde el PS defendió
tenazmente la laicidad, haya despertado ciertas perplejidades en la
sensibilidad política del joven Tedesco, formado en una escuela primaria católica.
En el marco de
la “traición frondizista”, la tendencia renovadora redobló sus esfuerzos de
acercamiento a la clase obrera y sus dirigentes peronistas. El ghioldismo
persistió en su cariz liberal y antiperonista. Las opciones divergentes
estallarán en el 44° Congreso del PS: los renovadores que detentaban la
mayoría, decidieron separar del Partido a veteranos dirigentes como Nicolás
Repetto, Jacinto Oddone y al propio Américo Ghioldi, quienes luego darán vida
al Partido Socialista Democrático (PSD). Los renovadores animarán un nuevo
nucleamiento: el Partido Socialista Argentino (PSA). Comenzaba un segundo ciclo
de disputas en el socialismo, pero ahora en el interior del PSA, donde
convivían dos tendencias: moderados e izquierdistas (Tortti, 2009). A
diferencia del ghioldismo, ambas compartían una apertura al peronismo, pero el
grado de acercamiento que la juventud proponía, en términos políticos y
gremiales, era excesivo para el ala moderada. La izquierda socialista, con la
que se alineó Tedesco, imaginaba una inevitable radicalización de la clase
obrera peronista y una salida del tipo insurreccional. Para los moderados, el
horizonte socialista era inescindible de la vía democrática. Además de La Vanguardia, que era conducida por
Alicia Moreau desde 1956, la fracción moderada contaba con el periódico mensual
Sagitario, que reapareció entre junio
de 1958 y 1961 bajo la dirección de Carlos Sánchez Viamonte.
Junto con la
huelga en el frigorífico Lisandro de la Torre, durante enero de 1959, de la que
participarán activamente jóvenes del PSA y terminará por colocar en crisis el
pacto entre el frondizismo y el peronismo, otro hecho ocurrido a principios de
aquel mes marcará un ascenso de las filas juveniles: la Revolución Cubana. Los
socialistas argentinos apoyaban la gesta cubana desde mucho antes de su
triunfo, tanto por su cariz antidictatorial y democrático como por su
proyección antiimperialista. A diferencia de la reticencia comunista o la
indiferencia de sectores peronistas, en enero del 59 el PSA adhirió
abiertamente a las proclamas del Movimiento 26 de Julio. De hecho, se convirtió
en el más “cubanista” de los Partidos. Tal identidad, junto con el apoyo a las
crecientes luchas obreras, producirá una segunda afluencia juvenil a sus filas
(Tortti, 2009). Esta atmósfera influirá en la sensibilidad política de Tedesco,
deslumbrado por la primera experiencia socialista en idioma castellano, que
además era comandada por unos jóvenes irreverentes.
En el marco de
esta efervescencia, la corriente de izquierda del PSA no sólo se hará cargo de
la dirección de La Vanguardia a través de David Tieffenberg. Además, construirá
órganos de expresión propios: entre marzo de 1960 y septiembre de 1961 editarán
la revista mensual Situación (nueve
números) que declaraba, en su editorial de apertura, una
afiliación al marxismo “nutrida de la savia nativa”. Clausurada para los
liberales, la publicación asumía explícitamente una perspectiva marxista,
latinoamericana y al servicio de la clase obrera. También mostraba un perfil
claramente antistalinista y solía replicar escritos que aludían a
construcciones políticas díscolas respecto a la órbita soviética: la
experiencia china, yugoslava o cubana. A su vez, entre octubre de 1960 y
noviembre 1961, jóvenes del Partido editaron la revista Che (27 números), que combinó un discurso político claramente de
izquierda con una propuesta cultural y periodística moderna (Tortti, 2014).
En el año 61,
las tensiones políticas en el interior del PSA estallarán: los renovadores
pretenderán expulsar al ala izquierdista, que cada vez era más influyente. La
fracción juvenil enfrentó la maniobra amparándose en el hecho de ser la
“mayoría legítima”, al tiempo que reorganizó la Mesa Ejecutiva del Comité
Nacional con Tieffenberg como Secretario General y rebautizó la publicación
partidaria con el título La Vanguardia “roja”. En los hechos, comenzaron a
funcionar dos Partidos en uno: al poco tiempo, el ala moderada pasará a
denominarse PSA Casa del Pueblo y el ala izquierdista PSA de Vanguardia (PSAV)
(Tortti, 2009). Las juventudes socialistas, donde por entonces militaba
Tedesco, fue el sector que más compactamente se alineó en la nueva Secretaría
Tieffenberg.
Despojado de
los viejos moderados, las/os jóvenes izquierdistas prosiguieron en la
construcción de una identidad propia. El 46° Congreso realizado en Córdoba
entre el 29 de septiembre y el 1° de octubre de 1961, resultó fundacional. Con
un indisimulado orgullo, se autoproclamaron como “la izquierda más joven del
país”, en momentos en que la cuestión generacional era largamente evocada en la
trama político-cultural. Además de redoblar la identificación con el proceso
cubano, el Congreso asumió un linaje disruptivo para la tradición socialista:
el marxismo-leninismo. Tal osadía supuso una operación doble: la desafiliación
de la Internacional Socialista y la reorganización de la trama organizativa
interna. Reorganización que se verá acelerada por el nuevo golpe militar del 29
de marzo de 1962 que desalojó al frondizismo del gobierno, luego del triunfo del
peronismo en las elecciones de marzo de 1962. Aquella estructura demo-liberal y
abierta que permitía a la militancia circular por centros, federaciones o
“tertulias de amigos”, como aseguraba Giussani en La Vanguardia roja (1962, p.
5), debía ceder a una compulsiva centralización. La homogeneización de la
organización, el crecimiento de las actividades clandestinas, las polémicas
sobre el vínculo con el peronismo, llevaron a la deserción de varios militantes
durante 1962 que no comprendían o compartían el rumbo del Partido (Tortti,
2009). Uno de ellos fue Tedesco, que ya en la universidad asumió con
perplejidad el ofrecimiento de formar parte del Consejo Central de las
Juventudes Socialistas.
La primera
estación política de Tedesco significó la apertura a una trama de debates y una
literatura de corte marxista desconocida en su inmediata atmósfera cultural.
Nacido en la localidad porteña de Devoto, al poco tiempo su familia adquirió un
terreno en la calle Larrea 2289 del barrio Lomas del Mirador, perteneciente al
popular partido de La Matanza, donde Tedesco pasará buena parte de su infancia
y años juveniles. Hijo de inmigrantes, su padre llevaba adelante un almacén en
el barrio. Luis, como Juan Carlos, colaboraban sistemáticamente. También hacía
lo propio su madre, Elena Atallah, que además asumía las tareas domésticas. Con
la ayuda de los tíos Onofrio y Nicolás, enrolados en el gremio de la
construcción, la familia Tedesco levantó una casa que siempre parecía
inconclusa. El propio hermano de Juan Carlos ha recreado de modo poético los
contornos de aquel barrio popular y, particularmente, del hogar que en su
persistente indeterminación, sembraba angustias:
“El
dilema constructivo de Lomas del Mirador viene de antaño, acaso de la sucesión
acumulada de planos caseros que proyectaban el final de obra de nuestras casas
nunca terminadas. Los recursos escasos, la ausencia de un arquitecto que
mantuviera incólume la idea original, ese no sé qué que quedaba sin realizar,
como un balbuceo del espacio prometido a la ilusión afectiva, todo ello
crispado por el temporal alucinado de grietas prematuras asolando los cimientos
del origen, y todo ello a su vez inmerso en el discurso amenazante de la
ejecución presupuestaria, produjeron, sin ser nosotros partícipes conscientes
de su gestación y posterior ideario, el fantasma. Toda casa en construcción –y
en Lomas del Mirador todas las casas son en construcción- tiene su fantasma”
(Tedesco, 2006, p. 80).
Prácticamente,
el barrio no contaba con vías de acceso a la cultura letrada, ni en el hogar
circulaban libros. Pero es preciso rehuir de una concepción del espacio barrial
en términos ahistóricos o con delimitaciones rígidas; más bien, resulta un locus poroso a trayectorias heterogéneas
y dinámicas históricas (Van Gelder, et.al.,
2013). En
ese sentido, la escasa presencia de librerías no debe soslayar otros procesos
tales como el crecimiento en las tasas de la matrícula educativa de nuevos
segmentos sociales durante los años 50, que co-constituyeron a la propia
identidad barrial e inaugurarán otras posibilidades. Era el caso de los
hermanos Tedesco, que comenzaron sus estudios en el católico colegio San Rafael
de los Hermanos del Sagrado Corazón en el barrio porteño de Devoto. Luego, Luis
optará por el Colegio Nacional, situado en Liniers, mientras Juan Carlos
proseguirá en el Colegio Normal ubicado en el barrio de San Justo, lindero a
Lomas de Mirador[3].
Como otras
capas trabajadoras, en los años 50 la familia Tedesco obtuvo recursos
necesarios para solventar el acceso de sus hijos a nuevos niveles educativos,
participando así de la creencia colectiva que asociaba las credenciales
educativas con el ingreso a las lábiles clases medias (Adamovsky, 2009). Tal
oportunidad, seguramente haya sido vivida por los jóvenes Tedesco con
particular responsabilidad: en definitiva, encarnaban viejas aspiraciones. El
acceso a los estudios secundarios, inaccesible para sus padres, fomentó el
vínculo con una cultura ilustrada que el PS extenderá considerablemente. Si en
Bourdieu (2011) la transmisión doméstica y la apropiación del capital cultural
objetivo en el seno familiar resulta decisivo al estructurar duraderas disposiciones
y un sentido de los límites, las dinámicas de modernización cultural
suministradas por el ingreso a circuitos educativos inauditos como la
experiencia política en el PS, contribuyeron a la crisis de los parámetros
culturales provenientes de un barrio y una familia obrera. La copiosa
bibliografía marxista que circulaba por el arco socialista, junto con la
prolífera red de revistas (Situación,
Che, etc.), periódicos (Sagitario, Vanguardia, Vanguardia “roja”),
espacios de formación y los acalorados debates del Partido, despertaron en
Tedesco una serie de intereses políticos y teóricos novedosos. Cautivado por
lecturas heterodoxas, vanguardistas y alejadas de los cánones stalinistas del
linaje marxista, el maestro normal siguió con atención los intentos de jóvenes
socialistas por resolver un típico clivaje de aquellos años entre nación y
teoría marxista; entre el convulsionado Tercer Mundo y la literatura
revolucionaria (Georgieff, 2008). Clivaje que también Tedesco intentará dirimir
tiempos más tarde desde una epistemología marxista en el terreno educativo.
Esta primigenia experiencia en las filas socialistas, que articuló el
compromiso político intenso con un prolífero debate teórico marxista, amplió
decididamente los horizontes culturales del joven militante; intelectualidad y
política pasarán a constituir un vínculo tan productivo como inescindible que
será vivido en clave vanguardista y con una intensidad inusitada.
Aun en su
búsqueda del peronista mundo obrero, la influencia principal de la juventud socialista
siguió siendo el ámbito universitario, particularmente, la Facultad de
Filosofía y Letras (FFyL) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Varios
jóvenes socialistas acompañarán al otrora presidente del PS, José Luis Romero,
y al círculo de intelectuales “frondizistas” que lo secundaban, entre ellos
Ismael Viñas y Noé Jitrik, en la creación de nuevas carreras e institutos. Las
iniciativas de Gino Germani en el ámbito sociológico compartían con la Juventud
Socialista una persistente preocupación: comprender el fenómeno peronista desde
un nuevo prisma (Amaral, 2018). Algunas/os de estos jóvenes socialistas serán
Miguel Murmis, Hugo Calello, Ruth Sautu, Juan Carlos Marín, Torcuato Di Tella o
Jorge Graciarena. Los trabajos de estos dos últimos militantes animarán la
reflexión socio-histórica de Tedesco en su libro Educación y Sociedad…[4] En el marco de un ascenso sostenido de la
matrícula de la UBA, que entre 1958 y 1966 creció en un 35.7 por ciento
(Califa, 2014), tal vez la marcada presencia de jóvenes socialistas en la FFyL
haya influido en la sensibilidad académica de los hermanos Tedesco. Ambos
decidieron continuar sus estudios en esta Facultad: Luis, en Letras; Juan
Carlos, en Ciencias de la Educación.
Será
precisamente en esta casa de estudio, tan animada por el activismo y la
participación en las luchas sociales, donde se teja la segunda incursión
militante de Tedesco: Política obrera, organización al que ingresará a mediados
de los años 60. Si, según Gramsci (2003 [1949], p. 30), una revista puede
asumir las funciones de un partido político, la aparición de Política obrera lo certifica: fundada en
marzo 1964, la revista estructuró, al mismo tiempo, al pequeño colectivo
político homónimo de perfil troskista. En el primer número, se señalaba con
claridad una escisión sobre la cual la revista fundaba su propósito: “la
tremenda desvinculación entre el marxismo y el proletariado” (p. 2). De allí su
objetivo doble: primero, difundir las posiciones del marxismo revolucionario,
combatiendo particularmente la ideología peronista y al stalinismo; segundo,
orientar los conflictos operarios.
Política
obrera utilizaba su inserción universitaria para reclutar cuadros políticos,
destinados a animar las luchas obreras. Para tal fin, se valió primero de la
revista mencionada que contó con cuatro números entre marzo de 1964 y marzo de
1965. La publicación frecuentó la polémica con otras tendencias de izquierda.
Así siguió de cerca la crisis del Partido en el que había militado Tedesco:
PSAV[5]. Hacia
1964, la organización comenzó a editar, además, unos suplementos que señalaban
su postura ante diversos temas, tales como el Retorno de Perón (noviembre de
1964); en junio de 1965, empezó la edición de Suplementos periódicos que
también abordaban temas de la realidad nacional e internacional; en rigor,
tales suplementos estaban pensados como parte de las tareas para la creación de
un “periódico revolucionario” que aparecerá hacia mediados de 1966 en forma de
revista-boletín y circulará en forma clandestina. Si se compara con la revista
inicial, es posible concluir que paulatinamente las publicaciones de la
organización adquirieron un tono cada vez más cercano a las luchas fabriles.
A
pesar de sus limitaciones para incorporar operarios, Política Obrera desde su
nacimiento desplegó una actividad sistemática hacia la clase trabajadora:
reparto de folletos en las puertas de las fábricas; intervención en conflictos;
apertura de sus órganos de prensa a listas sindicales (Kohn, 1999). Tedesco
participó activa y comprometidamente de este ejercicio militante, pero entrará
en crisis cuando, ya producido el golpe de Onganía en 1966, el Partido asuma
las “Tesis sobre proletarización” en abril de 1967, que buscaban resolver el
hiato entre intelectualidad revolucionaria y clase obrera (Coggiola, 2006). De
manera compulsiva, la organización promovió y controló que todos sus miembros
universitarios debían ingresar a trabajar en fábricas. Como otras fuerzas de
izquierda de la época, Política Obrera transcurría por una paradoja:
descalificaba con el epíteto “pequeño burgués” a la intelectualidad pero, al
mismo tiempo, le reconocía capacidades políticas superiores respecto a la clase
operaria a la cual debía dirigir. Las directivas fueron resistidas y largamente
discutidas por distintos militantes, que finalmente optaron por alejarse de la
organización. Uno de ellos fue Tedesco, que desistió hacia 1968: de manera
similar a su experiencia socialista, la nueva incursión política finalizaba a
causa de cambios organizativos.
Si
se asume por un momento la definición descriptiva del intelectual suministrada
por Bourricaud (1980), esto es, agentes que se apoyan en la posesión de un
saber para legitimar pretensiones de intervención en la esfera social, el
imperativo de la proletarización colocaba en crisis tal pretensión. El perfil
intelectual ofrecía a Tedesco un conjunto de reconocimientos, “honores” y
gratificaciones, es decir, un status en términos weberianos (1944 [1922]). La
renuncia a tal status, suponía la dimisión al acceso a bienes restringidos y a
una estima social que acarrea (real o imaginariamente) el estilo de vida del
colectivo intelectual. Una decisión altamente costosa para una persona
dispuesta a defender el capital cultural trabajosamente alcanzado que le había
permitido tomar distancia del ambiente obrero original.
En
línea con su experiencia socialista, Política Obrera supuso para Tedesco una
reedición de su opción antistalinista, de la firme voluntad por participar en
las luchas obreras y una formación teórica que cultivaba un marxismo en una
clave heterodoxa, vanguardista y sin confianza en las bondades de una burguesía
industrial; en el proletariado, se anidaba la esperanza de un nuevo orden. Pero
también le otorgó una perspectiva especialmente crítica del peronismo, de las
opciones políticas armadas y lo acercó estrechamente al ideario troskista.
Como
corolario de la formación y debates en Política obrera, Tedesco se sintió
atraído por el pensamiento troskista de Milcíades Peña y su revista Fichas (1964-1966), que resultó un
insumo relevante en Educación y Sociedad,
1890-1900. El filón historiográfico del joven Peña estaba animado por una
serie de coordenadas: i) la ausencia en la clase dominante oligárquica de
alguna estrategia de desarrollo nacional a largo plazo o de un proyecto regido
por una lógica de innovación tecnológica o reinversión productiva; ii)
distancia de la perspectiva historiográfica que reducía la oligarquía al
imperialismo, mostrando así los márgenes y opciones que ésta tuvo para sortear
la subordinación del país; iii) la oligarquía, a diferencia de tesis
revisionistas o de la izquierda nacional, no sólo era capitalista sino que
además guardaba una unidad de intereses con la burguesía industrial. En otras
palabras, la configuración de la clase dominante resultaba relativamente
homogénea, por lo que sus disputas se estructuraban alrededor de la
distribución del excedente, sin llegar jamás a cuestionar al propio sistema;
iv) la relativa dominación por parte de la clase dominante en la historia
vernácula (aun en el caso de los movimientos populares como el radicalismo o
peronismo, que aparecen como estructuralmente impotentes para cambiar las bases
del dominio); v) De todos modos, esta unidad de intereses entre burguesía
terrateniente e industrial no implicaba una lisa identidad, por lo que el
Estado permanecía animado y sensible a sus disputas (Tarcus, 1996).
Aunque
excede al artículo detectar la influencia troskista de Peña sobre el filón
historiográfico de Tedesco, es posible advertir aquellas claves
historiográficas en Educación y sociedad...
El joven maestro normal se mostraba reacio a adjudicarle un carácter
progresista a la oligarquía capitalista; (i) pero, simultáneamente, era
sensible a exponer las opciones, debates y proyectos educativos disimiles al
interior de una clase dominante (ii) relativamente homogénea (iii) como
persistente en la dirección del sistema educativo (iv) y de un Estado poroso al
conflicto socio-educativo (v).
La estación académica: la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires
En su libro Nuevas reflexiones sobre la revolución de
nuestro tiempo (1990), Ernesto Laclau realizó una sugestiva dedicatoria: “A
Viamonte 430, donde todo empezó”.
Viamonte 430,
ofició en los años 50 de sede de la FFyL hasta 1962, cuando se trasladó a la
Avenida Independencia 3065, aunque buena parte de sus actividades siguieron
funcionando en el centro porteño. Posiblemente, el mito de origen en que
incurre Laclau se deba a que la FFyL resultó una protagonista estelar del
proyecto modernizador de aquellos años. Más aún, la evocación de la calle,
antes que la propia Facultad, seguramente responda al enclave cosmopolita e
iconoclasta donde se encontraba: además de bares, cines y librerías que
modulaban la sociabilidad estudiantil, funcionaba desde 1958 en la calle
Florida el Instituto di Tella, decisivo en las dinámicas de modernización de la
cultura académica y artística. Al igual que para Laclau, la por entonces efervescente
casa de estudio a la que Tedesco ingresará en julio de 1962, incidirá
profundamente en su formación. Como buena parte de las y los estudiantes, el
maestro normal no formaba parte precisamente de “los herederos” (Bourdieu y
Passeron, 2003 [1964]); más bien integraba las filas de la primera generación
universitaria. Quizás por ello, y como el 66 por ciento del estudiantado de la
Facultad, Tedesco se vio compelido a alternar sus estudios con ocupaciones
remuneradas (UBA, Censo de alumnos, 1964).
La FFyL permaneció signada por dos procesos hacia mediados de los
años 50: la pretendida desperonización y el proyecto modernizador. Tal proyecto
hacia mediados del siglo XX se había estructurado como una cabal respuesta al
fantasma comunista que, en el caso latinoamericano, comenzaba a gravitar con
particular ascendencia luego de la Revolución Cubana: se trataba de establecer
cuáles eran las condiciones para lograr una modernización de las sociedades que
evitase la senda comunista. Este ideario, se entremezcló con el retorno a las
universidades de intelectuales reformistas que habían permanecido alejadas/os
de la academia durante el peronismo y ahora reingresaban, ocupando muchos de
ellos roles de conducción. Propuesto por el régimen de Lonardi, pero apoyado también
por organizaciones estudiantiles, el socialista José Luis Romero asumió el
cargo de Rector interventor de la UBA en octubre de 1955. Entre el 57 y el 62
en la FFyL, se crearon las siguientes carreras: Ciencias de la Educación (mayo
del 57, que reemplazó a la antigua Pedagogía); las pujantes Sociología y
Psicología (noviembre del 57); Ciencias Antropológicas (septiembre de 1958);
Historia de las Artes (a mediados del 62). En octubre de 1957, se dictó un
nuevo plan de estudios para la carrera de Filosofía y al año siguiente para las
carreras de Historia y Ciencias de la Educación. Como parte del espíritu
renovador, la Facultad implementó la departamentalización y promovió la
formación de institutos y centros de investigación. Así, en marzo de 1957, el Consejo
Superior de la UBA aprobó el cambio de nombre del Instituto de Didáctica por
Instituto de Ciencias de la Educación. La mudanza del nombre denotaba un
clivaje entre enseñanza (que pasará a manos del Departamento de Ciencias de la
Educación) e investigación (concentrada en el Instituto) (Carlino, 1993). En
conjunto, las modificaciones apuntadas tendieron a dotar a los estudios de una
impronta especializada y enfatizar el trabajo empírico, rompiendo así con el
modelo antipositivista y ensayista de décadas anteriores (Buchbinder, 1997). Se
asistía, parafraseando a Bachelard, a una suerte de ruptura epistemológica.
En la FFyL, una
figura decisiva en la renovación de los estudios sociales y la fundación de una
sociología pretendidamente científica será el ítalo-argentino Gino Germani.
Nombrado profesor titular de la Cátedra de Sociología General en 1955, dos años
más tarde ocupará el cargo de Director de la carrera de Sociología y del
Instituto de Sociología de la UBA. Preocupado por sortear las derivas totalitarias
fascistas o comunistas, Germani instó al estudio empírico predominantemente
cuantitativo, interdisciplinario y a gran escala de la sociedad argentina. Su
monumental obra Estructura Social de la
Argentina (1955), que constituyó la primera pesquisa local basada en los
datos aportados por los primeros cuatro censos generales de población entre
1869 y 1947, “demostraba” las dinámicas modernizadoras en el país. A partir de
la ilación de una descomunal labor entre investigación, traducción, docencia y edición,
Germani se constituyó en maestro de toda una camada de académicas/os (Blanco,
2006). Entre otros, del propio Tedesco, que en su libro Educación y sociedad... no sólo reparará continuamente en las
investigaciones germanianas. Además, a contramano de las perspectivas
predominantes en la historia de la educación, comulgará con el afán por
fundamentar empíricamente sus análisis. De todos modos, si bien Germani había
colocado en estos años en un lugar central la cuestión de las clases sociales,
la misma había permanecido desgajada de la problemática marxista. El asunto
será impugnado por distintos jóvenes, muchos de ellos cercanos al propio
Germani (Sarlo, 2001; Murmis, 2010). Un gesto que también se divisará,
implícitamente, en el libro del joven Tedesco, tan permeado por la
epistemología marxista.
Estudios
recientes sobre la UBA en los años 50 han señalado, a contrapelo de una
extendida perspectiva historiográfica, ciertas continuidades entre las
políticas durante el peronismo (1946-1955) y los denominados “años dorados”
(1955-1966) (Riccono, 2016). Este enfoque permite arrojar luz sobre posiciones
residuales en la propia FFyL. Tal vez, en el ámbito educativo una figura
representativa sea la de Juan Mantovani, que se desempeñó como titular en
diversas materias desde 1955, y en 1957 resultó el primer director de la
carrera y del Instituto de Ciencias de la Educación hasta que la muerte lo
sorprendió a fines de 1961 en Alemania. Influenciado por el liberalismo
espiritualista y, más concretamente, por el idealismo neokantiano, rechazaba
cualquier afán científico o positivista para abordar el problema educativo (Cao
& Gagliano, 2006). En 1962, cuando Tedesco ingresó en la carrera de
Ciencias de la Educación, Mantovani será sustituido en la dirección del Departamento
por una docente vinculada a las iniciativas de Gino Germani: Gilda Romero
Brest, quien hacia fines de 1965 también se hará cargo del vicedecanato de la
Facultad. La sustitución era mucho más que una danza de nombres: expresaba un
proyecto que, anclado en un optimismo desmesurado en torno a la ciencia,
buscaba transformar la carrera en clave científica y profesional. En línea con
los preceptos germanianos, se asumía que el mundo educativo reclamaba la
intervención del especialista; los estudios de los problemas educativos
concretos debían extenderse hacia una intervención tendiente a la modernización
de la sociedad y del propio sistema educativo.
Germani
encontrará un socio en la renovación de los estudios sociales en el decano de
la Facultad entre 1962 y 1965: José Luis Romero, alejado del socialismo a
principios de 1962. Compartían el optimismo modernizador. Este historiador,
conocido por Tedesco en sus años socialistas, será otra de las influencias
decisivas en Educación y sociedad….
En 1958 se crearon la cátedra Historia Social General y el Centro de Estudios
de Historia Social General en la FFyL, ambos dirigidos por Romero que renovarán
la perspectiva historiográfica al develar la trama profunda y social de la vida
histórica (Acha, 2005). En torno al proyecto romerista de inaugurar una
historia social desde la FFyL, se reunirá una camada de intelectuales, muchos
de ellos jóvenes varones, con los que Tedesco también establecerá diálogos
conceptuales en su libro: Tulio
Halperin Donghi, Ezequiel
Gallo, Sergio Bagú, Roberto Cortés Conde y José Carlos Chiaramonte.
Animado por la renovación de las flamantes ciencias
sociales y la perspectiva historiográfica, Tedesco estructurará un novedoso
linaje para dirimir la historia de la educación (Ruiz, 2015; Pulfer, 2017; Dussel,
2018). En Educación y Sociedad… se vislumbra un
debate historiográfico fundamentalmente con dos actores gravitantes en el campo
educativo y, particularmente, en la carrera de Ciencias de la Educación de la
FFyL-UBA en los años 60: Manuel Solari y Gustavo Cirigliano. Luego del golpe de
1966, el primero había permanecido en la academia y se desempeñaba como Titular
de Historia de la Educación Argentina en la FFyL. En sintonía con la visión
espiritualista de Mantovani, Solari (1949) modulaba una historiografía
educativa eminentemente político-institucional y a partir del papel de
reconocidos pedagogos. A esta historiografía de corte liberal y espiritualista
que desgajaba la historia de los procesos sociales, Tedesco opondrá un nuevo
enfoque relacional entre sociedad y educación. Quizás este enfoque
historiográfico diverso haya llevado a Tedesco a subestimar la memorización de
ciertos hechos político-institucionales al momento de rendir la asignatura a
cargo de Solari en agosto de 1967, por lo que obtuvo la módica calificación de
“bueno” (Archivo, FFyL-UBA).
El segundo oponente será Gustavo Cirigliano. Proveniente
de ambientes católicos, el autor no sólo se había insertado en el Departamento
de Ciencias de la Educación con posterioridad al golpe de Estado en 1966;
también participaba, desde junio de 1969, en la cartera educativa de la
administración comandada por Onganía. Uno de los Ministros de Educación de esta
administración, José Astigueta, promovió una serie de iniciativas educativas
hacia 1968 que constituían la segunda ofensiva de sectores católicos sobre el
sistema educativo luego de la reforma de la Ley de Educación durante el
frondizismo. Entre otros aspectos, los proyectos del Ministro buscaban
introducir la escuela intermedia lo que, simultáneamente, abría posibilidades
de extender la oferta educativa del ámbito privado. Se trataba de una escuela
intermedia de cuatro años con perfil técnico, destinada a la mayoría de la
población de entre 11 y 14 años que no estaba en condiciones de continuar los
estudios y podía así obtener una rápida inserción al mundo laboral. (Rodríguez,
2013). Los trabajos de Cirigliano (1967; 1969) oficiaban como una defensa de
esta reforma (Suasnabar, 2004). Ya alejado de la vertiente espiritualista, el
pedagogo se mostraba cercano al ideario del desarrollismo y revalorizaba la
perspectiva positivista. Aún sin base empírica original, en sus trabajos
Cirigliano estableció una identidad entre las necesidades del modelo
agroexportador y los orígenes del sistema educativo; en otras palabras, la
fundación de este último había respondido a las exigencias técnicas del
primero. Sin embargo, se había operado un desacople cuando la oligarquía
liberal se aferró al espiritualismo, por lo que el intento del positivismo
científico-experimental quedó inconcluso. El ejemplo típico de este hiato
Cirigliano lo encontraba en el fracaso de la reforma Saavedra Lamas en
1916.
Si bien, a diferencia de la historiográfica asocial de
Solari, los trabajos de Cirigliano establecían un dinámico vínculo entre
educación y sociedad, el modo de tratarlo será fuertemente impugnado por
Tedesco. El oriundo de Lomas del Mirador, propondrá una sugestiva hipótesis en
su libro: la estructuración del sistema educativo, esto es, entre 1880-1900, no
había respondido a las necesidades económicas del modelo económico
agroexportador, tal como sugería Cirigliano, sino a los intereses políticos de
los grupos dirigentes; en su origen, el sistema educativo tuvo una función
política antes que económica. Según Tedesco, ante la creciente demanda de sectores medios por
el acceso a mayores niveles educativos hacia fines del siglo XX, la oligarquía
respondió a través de la expansión y fragmentación del sistema educativo en
varias escuelas técnico-profesionales a fin de autonomizar los trayectos
educativos propios de la élite directiva.
Al fundamentar
tal hipótesis, Tedesco dejaba entrever su afinidad y atención a las novedades
provenientes del marxismo, ya que aludió a un pasaje del libro Intelectuales y organización de la cultura (1960),
donde Gramsci criticaba la reforma educativa fascista en Italia durante los
años 20: la multiplicación de los tipos de escuela profesional otorgaba una
impresión democratizadora pero, en rigor, eternizaba las desigualdades. Es
difícil determinar las vías de acceso de Tedesco al pensamiento gramsciano,
pero además de la atmósfera político-intelectual de los años 60, tan permeable
al debate marxista, tal vez el maestro normal se acercó al comunista italiano
al cursar la materia Sociología Sistemática de la FFyL a cargo de un docente
con quien establecerá asiduos diálogos: Juan Carlos Portantiero. Igualmente,
otro amigo entrañable del sociólogo argentino, el autodidacta “Pancho” Aricó,
se constituirá para Tedesco en un referente intelectual y un decisivo puente
con los debates en la izquierda italiana y el pensamiento gramsciano.
Las influencias
de los nuevos enfoques anidados en la FFyL sobre Tedesco no se reducían al
plano de las ciencias sociales o la historiografía. Incluso el modo epistemológico
de acercarse al objeto de estudio guardaba deudas con aquella casa de estudio.
Producto de las posibilidades del plan de estudios, pero también de la
atmósfera interdisciplinaria de aquellos tiempos, Tedesco cursó dos materias
optativas a cargo de Gregorio Klimosky, pertenecientes al Departamento de
Filosofía: Lógica y Filosofía de la Ciencia. El deslumbramiento fue tal que
Tedesco decidió cursar dos veces estas unidades curriculares y hasta llegó a
evaluar su traspaso a la carrera de Filosofía. Además de tejer perdurables
lazos de amistad con docentes de aquellas asignaturas, como Telma Barreiro y
Oscar Nudler, el maestro normal se llevó una enseñanza que estructuró
epistemológicamente su labor hermeneútica sobre los orígenes del sistema
educativo: la clave de la investigación científica residía en formular y contar
con una hipótesis capaz de explicar una gran cantidad de problemas.
La hipótesis
del cientista de la educación sobre el origen del sistema escolar estaba
destinada a intervenir en una escena política animada por el debate sobre la
reforma educativa. Como otras figuras de su época, Tedesco actuaba como un
intelectual: sus preocupaciones no brotaban de una acotada agenda académica
sino de un modo preciso de comprender y participar de los antagonismos
sociales. La preocupación por impugnar la reforma seguramente haya sido
modulada tanto por sus años de militancia política como por la activa resistencia
de la comunidad educativa con la que Tedesco mantenía fluidos vínculos:
egresado como maestro normal, en los años 60 se desempeñó como docente en el
hogar escuela de Ezeiza y en escuelas secundarias ubicadas en La Matanza,
Mataderos y Liniers; también, aún joven, ofició como docente y vicedirector de
la escuela Domingo Faustino Sarmiento en el barrio de Flores, que dirigía su
antiguo y entrañable docente Juan Ricardo Nervi.
Tal vez por
estas persistentes y comprometidas inquietudes educativas, en 1965 Tedesco
decidió integrarse a las actividades del Departamento de Extensión
Universitaria (DEU) dependiente del Rectorado de la UBA. Fundado en enero de
1956, el DEU constituyó, quizás, la primera estructura institucional de
extensión de esta longeva universidad. Bajo un enfoque interdisciplinario,
propuso articular las actividades de extensión, docencia e investigación a la
luz de problemáticas propias de los sectores populares. La iniciativa respondía
en buena medida a una preocupación epocal de grupos estudiantiles: vincular la
comunidad académica con los sectores populares. El programa más regular y
ambicioso del DEU resultó el Centro de Acción Comunitaria establecido en la
popular Isla Maciel. En homenaje a la Reforma del 18, la fecha de comienzo
formal fue junio de 1956. Se inició a través de la apertura de una escuela
vespertina que aglutinó a jóvenes estudiantes y docentes del Departamento de
Ciencias de la Educación de la FFyL (Brusilovsky, 2000). Precisamente en esta
escuela se integrará Tedesco como parte del personal rentado estable.
El golpe de
Estado en 1966 y la intervención de las universidades en julio de ese año
tuvieron consecuencias graves para la UBA, en particular, para la FFyL, que vio
desmantelado sus equipos y clausurado el DEU. La dictadura pretendía poner fin
a la radicalidad política que se entremezclaba con la actividad académica.
Entre el cuerpo docente, y también entre quienes participaban del proyecto
extensionista en la Isla Maciel, se abrió un debate en torno a las modalidades
de resistencia: buena parte decidió renunciar. Algunos de los cuales, como
Gilda Romero Brest, encontrarán cobijo en el Instituto di Tella. Sus cargos en
la FFyL serán ocupados por sectores provenientes del nacionalismo católico.
Tedesco, en línea con la decisión asumida por su agrupación Política Obrera,
optó por permanecer en la FFyL. Igualmente, se apresuró a rendir en calidad de
libre las materias pendientes, graduándose hacia fines de 1968 como Licenciado
en Cs. de la educación.
Al cerrarse el
DEU, la nueva gestión en manos del interventor Luis Botet decidió trasladar al
por entonces joven estudiante en calidad de trabajador no docente al Centro de
Investigaciones Bibliotecológicas dependiente del rectorado de la UBA. Se le
encomendó la tarea de catalogar fondos esparcidos en la Biblioteca del Centro
de Estudiantes de Medicina, porque allí pasaría a funcionar el Centro de
Estudios Superiores de Arte de la UBA que habían fundado Oscar Massota y César
Janello. Aunque Massota no gravitó en la formación de Tedesco, le permitió
acceder a fuentes documentales desconocidas. La directiva era clara: separar
los libros ligados al arte; el resto de la bibliografía quedaba en libre
disponibilidad. Allí se encontraban los informes periódicos del Consejo
Nacional de Educación que incluían discursos de Ministros, datos estadísticos e
informes de inspectores y directores de escuelas normales. Un copioso material
que no pasará desapercibido por el aún entusiasta estudiante y constituirá la
base empírica de su futuro libro.
En paralelo a
este trabajo, y fruto del vínculo con Mari Griskan anidado en la Isla Maciel
quien lo contactó con Daniel Rodríguez, Tedesco ingresó al Instituto
Latinoamericano de Relaciones Internacionales (ILARI) en 1968. En Argentina, el
Instituto contaba con la presencia de militantes de una tendencia contra la
cual Tedesco había forjado su identidad política entrados los años 50: el
liberal Partido Socialista Democrático (PSD). Entre otros, el propio Daniel
Rodríguez que dirigía la revista Mundo
Nuevo desde 1968 y fue decisivo en el ingreso de Tedesco al Instituto.
1968 también
será especial para el flamante licenciado por el nacimiento de su hijo
Sebastián hacia el mes de julio que, como en otras trayectorias de militantes,
incidirá en su crisis con la política partidaria y el compromiso por aumentar
las arcas familiares. Precisamente, el ILARI se volvía una atractiva opción:
además de profesionalizar las actividades de investigación, prometía una
inaudita holgura económica. Creado en Ginebra en el año 1966, el ILARI
respondía al proyecto del Congress for Cultural Freedom que se fundó en Berlín
a mediados de 1950 con sede en París. En el marco de la segunda posguerra, el
propósito central de esta institución era compensar, dentro de los conflictivos
enfrentamientos político-ideológicos de la Guerra Fría, las intervenciones del
bloque soviético. El Congreso incursionó en América Latina en 1953 a través de
su revista órgano, Cuadernos (editada
desde París entre 1953 y 1965), versión española de su homónima francesa. Entre
el equipo encargado de propagar la revista en la región se encontraba un
periodista anarquista belga exiliado después de la Guerra civil española: Louis
Mercier Vega, quien residió en Chile durante la Segunda Guerra Mundial pero
también en Argentina. En este sentido, ciertas expresiones locales del CLC se
situaron a su izquierda: un firme anticomunismo pero desde posiciones
tributarias del anarquismo, socialismo, liberalismo, y también troskismo. Como
parte de las acciones del CLC, Vega asumió la orientación del ILARI en 1966 (Janello, 2012).
En nuestro
país, jóvenes camadas se hicieron cargo de las sedes del ILARI. Tal fue el caso
de Tedesco, al frente de la dirección de la sección de Ciencias Sociales del
Instituto en Buenos Aires desde 1968 hasta su cierre en 1973. La confluencia del joven cientista de la educación con la
institución es posible rastrearla en dos razones. Por un lado, la afinidad
política con la opción anti stalinista desde posturas de izquierda. Una opción
que, como se sugirió, había animado sus años de militancia. Por otro, en la
promulgación por parte del Instituto de la emergente sociología científica
entrados los años 60 (Janello, 2013). El ILARI diseminará tal enfoque en
América Latina a través de su red revisteril: las más conocidas fueron Aportes (1966-1972, de perfil
sociológico, editada en español, francés e inglés) y Mundo Nuevo (1966-1971, abocada a la cultura general), pero también
existieron otras como la revista uruguaya Temas
(1965-1968) o la propia Revista de
Ciencias de la Educación (1970-1975), que dirigirá Tedesco.
Como
se decía, el ILARI auspiciará las tareas de investigación de Tedesco que darán
lugar al clásico libro Educación y
Sociedad…, publicado por una pequeña editorial: Pannedille, en la colección
Estudios Históricos y Sociales. La editorial era dirigida por quien había sido
Profesor Titular del Departamento de Ciencias de la Educación (hasta la
intervención en 1966) en Historia de la Educación Argentina e Historia de la
Educación Universal de la FFyL: Gregorio Weinberg, quien además prólogo el
mencionado libro. El prólogo, proveniente de una figura eminentemente reconocida
en el ámbito cultural y educativo, resultó un apoyo decisivo para la rápida
publicación y circulación de un libro destinado a intervenir en los debates
educativos en curso, pero también a renovar radicalmente la manera de vincular
educación y sociedad.
A modo de cierre
Se ha intentado
abordar los años de formación de Juan Carlos Tedesco a través de jerarquizar
sus incursiones políticas y académicas en los años 50 y 60. Al reponer
características de los ámbitos políticos y académicos que modularon su temprana
trayectoria, se buscó además advertir influencias sobre su clásico libro Educación y Sociedad…. Entre otras
aristas, próximas exploraciones del itinerario del cientista de la educación en
los 50 y 60 podrían precisar las características del barrio donde transcurrió
buena parte de sus años infanto-juveniles, la trama política y teórica de la
carrera de Ciencias de la Educación o los vínculos que el autor tejió con
figuras gravitantes en su recorrido, tales como Juan Nervi o Gregorio
Weinberg.
La indagación
efectuada finaliza hacia 1969/70 cuando en el país, al calor también de luchas obreras
y estudiantiles en otras latitudes, se abrirá un nuevo ciclo de protestas.
Además de una renovada articulación de demandas sociales y políticas, en este
ciclo gravitarán considerablemente vanguardias artísticas así como ensayos de
renovación en áreas tales como la salud, la justicia y la ciencia. El ámbito
educativo, que también participará en esta exploración, encontrará en Tedesco
una figura emblemática. Tal gravitación se vuelve inteligible al reponer la
trayectoria del maestro normal en espacios académicos y políticos en los 50 y
60 con una condición común: la presencia de jóvenes en una época en que eran
llamados a modernizar y alterar la trama político-cultural. Tedesco será uno de
estos jóvenes, dispuesto a impugnar el injusto orden y asumir el compromiso por
un cambio social y educativo que seguramente imaginó inminente.
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Regionais, 15(2), 123-137.
Weber, M. (1944
[1922]. Economía y sociedad. Bs. As.: Fondo
de Cultura Económica.
Recibido: 25/04/2020
Evaluado: 21/05/2020
Versión Final: 01/08/2020
[1] La misma fue realizada con Hernán Amar en el marco de las
actividades del Grupo interuniversitario de estudio sobre la obra de Juan
Carlos Tedesco, que tiene sede en la Universidad Nacional Pedagógica (UNIPE).
[2] Aporía también tematizada por los tempranos trabajos de
Portantiero (1973) y O’Donnell (1977).
[3] Allí conocerá a una figura significativa en su
recorrido intelectual: el pedagogo Juan P. Nervi.
[4] Aunque sin la centralidad de estos jóvenes, también en el libro se
verán referencias a figuras emblemáticas de la tradición socialista como
Alejandro Korn, Jacinto Oddone y Américo Ghioldi. Este último se desempeñaba
como docente en la carrera de Pedagogía y luego de Ciencias de la Educación de
la UBA
[5] A propósito, el número doble 2-3 (septiembre de 1964) abrió
con un artículo de Roberto Gramar (p. 9-16).