El movimiento
estudiantil de La Plata en los años ´50: reformismo, peronismo y Guerra Fría a
través de una década
The Student Movement (of La Plata) in the 50s: Reformism, Peronism and
Cold War through a decade
Nayla Pis Diez
Centro de Investigaciones Socio Históricas;
Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias
Sociales;
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas;
Universidad Nacional de La Plata (Argentina)
nayla.pdiez@gmail.com
Resumen
Este artículo
propone una reconstrucción de la historia del movimiento estudiantil de la
Universidad de La Plata, en la década de 1950. Abordaremos los cambios y
rupturas que atravesó el estudiantado reformista de aquella ciudad durante diez
años que contuvieron, sin dudas, dos etapas históricas bien diferenciadas. Por
ello, se busca observar rupturas y continuidades considerando dos planos de
análisis: sus definiciones respecto de la universidad, la Reforma Universitaria
y sus banderas gremiales; y la forma cómo aparecen las coordenadas del debate
político de la década, peronismo/antiperonismo,
también comunismo/anticomunismo y democracia/totalitarismo.
Palabras clave
Reformismo;
Movimiento Estudiantil; La Plata; Peronismo; Guerra Fría.
Abstract
This article reconstructs the history of the Student Movement of the
University of La Plata, in the 1950s. We will address the changes and ruptures
that the Reformist Student of that city went through for ten years that
contained two historical stages. Therefore, our aim is to observe ruptures and
continuities considering two levels of analysis. First, their definitions
regarding the university, the University Reform and their union flags. Second,
how the coordinates of the political discussion of the stage appeared (Peronism
/ anti-Peronism, also communism / anti-communism and democracy /
totalitarianism).
Keywords
Reformism; Student Movement; La Plata city; Peronism; Cold War.
1. Introducción
Este artículo propone una
reconstrucción de la historia del movimiento estudiantil de la Universidad de
La Plata, en la década de 1950. Abordaremos los cambios y rupturas que atravesó
el estudiantado reformista de aquella ciudad durante diez años que contuvieron,
sin dudas, dos etapas históricas bien diferenciadas: los últimos años del
segundo gobierno peronista; y, a partir de 1955, los primeros del posperonismo (el régimen militar de la Revolución
Libertadora y el gobierno del radical Arturo Frondizi). En ambas encontramos,
no solo dos momentos políticos del país casi opuestos, sino también realidades
universitarias completamente distintas, con normativas y un funcionamiento
interno casi excluyentes entre sí
Como sabemos, durante los
primeros años de la década, las posturas de una buena parte de los grupos
estudiantiles identificados con la Reforma Universitaria
fue de oposición al gobierno peronista. Y en este lugar político el reformismo
asumió, primero, los reclamos históricos que lo enfrentaban directamente con el
modelo peronista de universidad: la participación política y el
auto gobierno, en un contexto de prohibición y persecución de la militancia
reformista.
En segundo lugar, otros
elementos propios del período nos hablan también de una politización específica
que el reformismo de la UNLP atravesó por entonces. Así, su sector mayoritario
mantuvo una inscripción en la lucha contra el fascismo, en Argentina y el
mundo; en el anticomunismo, acentuado con el correr de los años ´50; y una
concepción de su tarea opositora como una suerte de batalla nacional, que había
tenido sus primeros capítulos en Mayo de 1810 y la
Batalla de Caseros. Estos elementos pueden pensarse como una cara y otra de una
misma postura inserta en la lógica política e ideológica de la Guerra Fría, que
incluía además una consecuente valorización de la democracia liberal; y, cabe
decirlo, la exclusión de otros actores reformistas como los comunistas. Ahora
bien, mediando la década, y tras un cambio de régimen político dado por la
maniobra militar que derrocó al gobierno de Juan D. Perón, aquellos elementos
comenzaron a moverse.
Nos proponemos realizar una
lectura de largo plazo sobre la politización del actor movimiento
estudiantil, en este caso, el identificado con la Reforma Universitaria y
radicado en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Las fuentes utilizadas son fundamentalmente escritas: los
diarios platenses (El Argentino, en particular) y los documentos elaborados por
la Dirección de Inteligencia de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA), hoy
desclasificados por la Comisión Provincial por la Memoria (CPM). Si bien
el contenido general de estas páginas estará dado por la reconstrucción de
acciones, discursos y posiciones en escenarios determinados, debemos decir que
nos guía también una intención analítica. Repasar una
década entera de nuestra historia argentina, con momentos políticos bien
diferenciados nos permite indagar en, justamente, la relación entre la vida interna
del movimiento estudiantil y ese “contexto”, del cual también fue indudable
protagonista. ¿Cómo explicamos las posiciones estudiantiles en tal o cual etapa
política? ¿Qué nos permite explicar el “adentro” universitario y qué los
sucesos de la vida nacional? Por ejemplo, ¿cómo comprendemos el “antiperonismo” del sector universitario reformista? ¿Y el
posterior abandono de esa postura?
2. La pregunta por la política,
la politización y la universidad
Debe decirse que los
interrogantes arriba planteados no son nuevos en el campo de estudios sobre el
movimiento estudiantil. Durante las décadas de 1950-1970 no fue escaso el
número de producciones dedicadas a un actor que estaba marcando la política de
diversos países del mundo occidental. Algunos trabajos ponderaron el concepto
de “generación”, otros resaltaron la importancia de las estructuras
universitarias del período, sin dudas, atravesadas por fuertes cambios. Desde otras lecturas se entendía que todo aquello debía
ponderarse con el marco social en el cual un movimiento estudiantil coloca sus
demandas, se moviliza y adquiere proyección. Por ejemplo, una propuesta de este
tipo ha sido la elaborada por el argentino Jorge Graciarena, quien parte del
hecho de que no puede pensarse a los movimientos estudiantiles de forma
aislada. Más bien, todo análisis sobre el movimiento estudiantil debe ser
relacional, es decir, debe considerarlo como un actor político más en las
disputas de la sociedad de la que es parte.
En nuestro país, durante las
décadas de 1980 y 1990 este debate resurgió de la mano de obras que abordaron
la relación entre la política y ciertos campos específicos de actuación (el
cultural, universitario e intelectual) en los años ´60 y ´70. No fue menor su
aporte, pues estudios como los de Oscar Terán y Silvia Sigal
se constituyeron una suerte de “lente” o punto de partida para pensar aquella
parte de la historia. Sin embargo, hay cuestiones para retomar y revisar. Para Sigal (1991) una de las características de la vida
universitaria argentina habría radicado en su definición cual terreno propio de
conflictos, con reglas específicas y definidos casi exclusivamente en función
de la Reforma. Desde aquí, las diferencias correspondientes al espacio
ideológico nacional (entre, por ejemplo, socialistas, comunistas o radicales)
correspondían a un “afuera” bien separado del “adentro reformista”
(p.71). Estas consideraciones nos otorgan una lectura tanto sobre las
características del movimiento estudiantil argentino, como también una forma de
comprender la historia reciente, pues:
“Lo que había otorgado su
fuerza singular al movimiento estudiantil argentino
fue, precisamente, enunciar una concepción de la sociedad exclusivamente
desde el particularismo
universitario. Durante los años de politización
universitaria, desde mediados de los
60 hasta 1976, ni la institución ni la
Reforma
serán ya productora de identidad, y los partidos se encargarán de canalizar los
conflictos estudiantiles” (Sigal, 1991, p. 71).
Hay algunos elementos a revisar
aquí: primero, basarse sin grises en la idea de “particularismo universitario”
puede llevarnos a desconocer la existencia no solo de debates intra reformistas
muy fuertes sino también la presencia de militancia política y partidaria que
no leía la realidad nacional solo desde su condición de estudiante. Por otra
parte, la politización del estudiantado no solo es anterior al período
que se señala, sino que es un dato constante en la historia del movimiento
universitario argentino. Esto no quiere decir que los debates universitarios o
gremiales, o más aún las elecciones en los Centros de Estudiantes, no hayan
importado. Tampoco que la lógica y definiciones de los partidos fuera
predominante, incluso es falso pensar que las
agrupaciones respondían totalmente a ellas. El punto es que, si no se
consideran las características de esa tensión, hay una parte de la dinámica
estudiantil que no se puede explicar. Así, la delimitación tajante entre
“lo político” y “lo universitario” debe repensarse a la luz de las coyunturas
históricas. Pues, por caso, sí bien es cierto que
durante 1945-1955 encontramos un reformismo más bien unido en su antiperonismo y en las defensas de sus banderas clásicas,
ya a fines de la década de 1950 el reformismo no producirá un “nosotros” ni una
identidad común pues las distancias ideológicas (y también partidarias) lo
atravesarán completamente.
¿Cómo pensamos entonces la
historia del movimiento estudiantil reformista argentino? ¿Qué hace que el
movimiento estudiantil de una misma universidad presente, en distintos momentos
históricos, diferentes objetivos, banderas y acciones? Desde esta óptica, el
concepto de politización nos sirve para pensar aquellas cuestiones, en
tanto alude a un proceso a través del cual las reivindicaciones y las prácticas
de un campo específico (en este caso, el universitario y estudiantil) pasan a
definirse como parte de un proyecto político global, sea del carácter que sea
(reaccionario, liberal, peronista, antiperonista o socialista). De esta manera,
un interés creciente por la lucha política se articula con (o en algunos casos,
acaba subsumiendo) la lucha sectorial o corporativa, con contenidos, discursos
y acciones propias del momento en que esa articulación adquiere forma. En estas
páginas, observaremos rupturas y continuidades considerando dos planos de
análisis: sus definiciones respecto de la universidad, la Reforma Universitaria
y sus banderas; y la forma cómo aparecen las coordenadas del debate político de
la década, peronismo/antiperonismo, también
comunismo/anticomunismo y democracia/totalitarismo. En síntesis, buscaremos
indagar en la politización de aquel actor, ordenando las formas como lograron articular la lucha gremial (corporativa
o estudiantil), la identidad reformista y las posiciones políticas y
adscripciones partidarias.
La política de los
años ´50: peronismo, Guerra Fría y dinámicas internas
Durante los años de
gobiernos peronistas, la postura del movimiento reformista (y aquí podemos
incluir a intelectuales y profesores identificados con él) fue de férrea
oposición. Trabajados abocados a su reconstrucción, nos indican que algunos
elementos que nos permiten comprenderla son de índole internacional, pues nos
encontramos con una escena marcada por la dicotomía democracia/fascismo a
partir de la cual los reformistas (y muchos otros actores, como los partidos
políticos de izquierda y el radicalismo) entendieron al peronismo, ubicándolo
como caso nacional del segundo fenómeno (Graciano, 2005; Califa, 2014; Pis
Diez, 2018). En este marco, todas las políticas universitarias del peronismo
fueron no solo rechazadas por antirreformistas, sino
también directamente identificadas con un modelo autoritario de
universidad. Es que medidas como las intervenciones
universitarias, las designaciones de autoridades antirreformistas
y las ilegalizaciones de organismos estudiantiles, operaron como elementos
concretos que apuntalaron aquella lectura. Tal como ha dicho Graciarena (1971),
durante los años ´40 y hasta 1955, la mayor parte del reformismo universitario
fue un actor político enfrentado al gobierno y una pieza fundamental del bloque
conformado por partidos como la Unión Cívica Radical (UCR) y el Partido
Socialista (PS).
En 1955, con el
derrocamiento del peronismo, se abre una nueva etapa en el país y también en el
mapa estudiantil. Un inicial apoyo al gobierno militar derivó, al año
siguiente, en grietas, debates internos y el posterior surgimiento de un sector
reformista (platense y nacional) crítico de la “Revolución Libertadora” y
“tolerante” respecto del peronismo. Sin dudas, todo ello no se entiende sin
colocar sobre la mesa los intentos oficiales de aprobar una normativa de orden
interno de las universidades, que incluía muchos elementos rechazados por los
reformistas, entre ellos, el famoso Artículo n.º 28. No obstante, la ruptura
nacional de la UCR, los debates internos del Socialismo y los cambios de
posturas en el Partido Comunista (PC) ayudan también a comprender tales
desplazamientos en el reformismo. Ya veremos cómo.
Pero cabe decir algo
más, central para nuestro análisis. Ya desde fines de 1940, el movimiento
estudiantil estaba marcado por otro tipo de disidencias: aquellas insertas en
la lógica de la Guerra Fría pero atravesadas y resignificadas en función de
importantes elementos locales, como fueran, la Reforma Universitaria, el nacionalismo
y el peronismo/antiperonismo. Como nos indican
estudios recientes (Rey Tristán, 2012; Marchesi, 2017), en el campo de estudios
sobre la Guerra Fría en América Latina ha comenzado a ganar lugar una
perspectiva atenta a los factores internos (políticos, históricos, culturales)
que habrían dado forma a un impacto nacional y particular de aquella contienda
global. Diversas obras proponen volver sobre la polarización peronismo/antiperonismo y su inscripción en la dinámica de la Guerra
Fría y de un anticomunismo con larga historia en nuestro país. Por ejemplo, para Marina Franco (2019) el anticomunismo fue
un componente central de la construcción ideológica inicial del peronismo en
los ´40, junto al nacionalismo y, al antiliberalismo. Pero también, el anticomunismo
fue un componente central de los sectores liberales antiperonistas durante los
años ´50, llegando a marcar a los gobiernos post 1955 así como también,
agregamos, el accionar y los discursos de actores repartidos en diversos
ámbitos (como los partidos políticos y una parte del movimiento estudiantil).
Como veremos en las páginas que
siguen, en los inicios de 1950, un sector mayoritario del reformismo de la UNLP cuajó con el anticomunismo y el
antiperonismo en torno a dos banderas claves: la
defensa de la libertad y la crítica a los totalitarismos. De acuerdo a Valeria
Galván (2018), la asociación del peronismo al mapa de los totalitarismos del
siglo XX, en el que también estaban los comunismos, favoreció el solapamiento entre el antiperonismo
y el anticomunismo. Y, agregamos, hacia fines de los ´50, esto no hizo más que
profundizarse con un evento continental de envergadura como fue la Revolución
Cubana. Pero para entonces, esas posturas dejarían de ser mayoritarias en el
estudiantado.
3. Una reconstrucción desde la
ciudad de La Plata
1. El reformismo en la
oposición: antiperonismo y anticomunismo van de la
mano (1949-1955)
En la Universidad de La Plata, a
comienzos de 1948 asumió como interventor Carlos Rivas, inaugurando un período
que va a extenderse hasta el año 1954, con diversas autoridades
pero con una serie de características comunes que se mantenían en torno a la
consolidación de las políticas universitarias peronistas. Por un lado, con
Rivas, se instaló en la universidad platense un clima de “optimismo”,
normalidad y “compenetración con la Doctrina Peronista” cuya base era más bien
una suerte de derrota del cuerpo universitario opositor, más o menos lograda en
los años anteriores. La Ley Universitaria n.º 13.031 plasmó una serie de transformaciones
institucionales que desarmaron importantes conquistas reformistas (la
participación estudiantil en el gobierno, por ejemplo) en un contexto en que la situación del movimiento
estudiantil reformista era, desde 1946, de desmovilización y aislamiento debido
a la clausura de los centros estudiantiles y la prohibición de las reuniones
políticas. Pero de la misma manera, tuvieron lugar diversas normativas que
hacían a lo que hemos denominado la democratización social de la
universidad: la política de becas y luego, la supresión de los aranceles; en la
UNLP, las creaciones del Comedor Universitario en 1949 y del Departamento de
Acción Social (1948), entre otros.
No obstante, la
oposición del estudiantado reformista hacia la política universitaria peronista
no tenía grises. Buena
parte de los militantes reformistas de la UNLP pertenecían, adherían o
simpatizaban con la UCR, el PS y el PC; luego y en menor medida, con el
anarquismo y el trotskismo. Estas orientaciones nacionales nos marcan dos
corrientes reformistas que de acuerdo a la coyuntura y
a dichas orientaciones, actuaron o no en conjunto. Por un lado, la conformada
por militantes de la Federación Juvenil Comunista (FJC) y adherentes, con
presencia en seis Facultades de un total de ocho y referentes como Otto Vargas
Jorge Braindwaiman y Jaime Gluzmann.
Luego, las agrupaciones constituidas por estudiantes independientes, radicales,
socialistas, anarquistas de la Unión Socialista Libertaria de La Plata y en
menor medida, trotskistas del Grupo Obrero Marxista.
Mayoritario en todas las facultades, este segundo espacio dirigió la FULP
durante toda la década peronista en convivencia con los comunistas. Hasta los
primeros años cincuenta, ambas líneas competían en los Centros y en la FULP. En la ciudad de La Plata, 1949 dio señales
de una incipiente reactivación, pues frente a una serie de conflictos
sindicales, los jóvenes universitarios prestaron su apoyo a quienes aparecían
como eventuales aliados en la oposición, los huelguistas gráficos de 1949, los
marítimos en 1950 o los ferroviarios en 1951.
En junio de 1950, una FULP
presidida por Alfredo Eric Calcagno y Oscar Valdovinos, organizó el típico acto
de homenaje a la Reforma Universitaria. Este, que contó con alrededor de 200
asistentes y la colocación de una simbólica corona fúnebre en homenaje “a los
caídos de la Reforma”, acabó en corridas, enfrentamientos con las fuerzas
policiales y en la detención de dos estudiantes. Pero también encontramos en
este acto indicios de la disputa que va a marcar al movimiento reformista de
estos primeros años cincuenta. Relata Bernardo Kleiner
(1964) que el discurso central, a cargo de la dirigencia de la FULP, tuvo un
marcado tono antiperonista provocando la refutación pública del estudiante
comunista Otto Vargas, quien llamó a la unidad estudiantil con “ese pueblo” que
el otro criticó por su apoyo al presidente Juan Perón (p.101). Por esta
refriega, en la siguiente reunión de la FULP se propuso la expulsión de Vargas.
Para comprender el episodio de
junio de 1950, debemos remitirnos a unos años antes. Como bien ha reconstruido
María Estela Spinelli (2005), la posición del comunismo frente al régimen de
1943 fue de radical oposición, caracterizándolo además como una “dictadura
militar nazi fascista” con intereses oligárquicos e imperialistas. La
participación en el frente electoral de 1946 encuentra razones en dicho
diagnóstico, dado por el enfrentamiento de la democracia contra el nazismo,
ubicándose ellos bajo la primera bandera. Pero, a diferencia de otros sectores
antiperonistas, el PC comenzó a elaborar una visión más compleja del fenómeno
que se expresó en el análisis crítico de la derrota electoral de febrero de
1946, el reconocimiento del apoyo obrero hacia Juan D. Perón y en un proceso de
revisión de su línea política. Así las cosas, en el mundo universitario los
comunistas quedaron enfrentados a aquellos núcleos del reformismo que
mantuvieron la línea de oposición intransigente hacia el gobierno. Pero hay
algo más, al factor nacional (las posiciones frente al peronismo) debe sumarse
un contexto internacional ya no sumido en la “guerra mundial” contra el
fascismo sino en la Guerra Fría y el enfrentamiento entre los antes aliados. Además de la
persistente oposición al peronismo y de la cambiante posición comunista, este
elemento internacional nos habla de un novedoso marco ideológico a partir del
cual hacia 1950 socialistas y radicales adoptaron
una postura anticomunista común. Las divergencias entre ambas tendencias del
reformismo se harán insalvables mediando el año 1952.
Ese año, tuvo lugar una maniobra
de acercamiento por parte de los comunistas universitarios hacia la
Confederación General Universitaria (CGU). La CGU había surgido hacia la
segunda mitad del año 1950, con sus respectivas regionales, con importantes
medios materiales a su favor y con un estatuto oficial de espíritu
nacionalista, católico y anticomunista que manifestaba una adhesión plena a la
Doctrina Peronista y una orientación dada por el objetivo de contrarrestar a
una FUA defensora de “valores caducos”, el liberalismo y el reformismo (Acha,
2011, p. 79). El 20 de septiembre de 1950 surgía la Federación Gremial
Universitaria (FGU) de La Plata y en noviembre de 1950 se realizó el
acto de lanzamiento nacional en el Teatro Colón de la ciudad de Buenos Aires.
Las entidades reformistas no
tardaron en manifestar su desprecio hacia la creación de las gremiales
peronistas, entendidas al mismo tiempo como competidoras y como espacios que no
representaban realmente al estudiantado. Con mejores oportunidades políticas y mayor cantidad de recursos, la CGU
era un rival insoslayable que iba desde el campo gremial y político hasta el
terreno de la representación internacional.
Pocas cosas quedaban
por fuera de las coordenadas políticas de entonces y, claro, no eran
exclusivamente los reformistas quienes se ubicaban en ellas. Como ha observado
Claudio Panella (2014), las páginas del periódico
oficial de la organización (Actitud) se encontraban impregnadas de
peronismo, nacionalismo y catolicismo militantes, pero también de un fuerte tono
anticomunista, y muy especialmente los análisis sobre la política
internacional. Esto no quedaba solo en
las páginas de Actitud, sino que se proyectaba a las alianzas y las
construcciones internacionales. Si los reformistas contaban con su Congreso
Panamericano de Estudiantes, los peronistas de la CGU organizaron en 1952 el
Congreso Mundial de la Juventud, del cual surgió la Organización Mundial
Universitaria (OMU). Como encuentra Panella, es en la
arena internacional dominada por la Guerra Fría, donde la CGU
propició la creación de la OMU como entidad tercerista frente a la Unión
Internacional de Estudiantes, de filiación comunista, y al Secretariado
Coordinador de Uniones Nacionales de Estudiantes (CO-SEC), liberal y
anticomunista, al cual estaba adherida la FUA.
Llamativamente, ni las
caracterizaciones que el reformismo sostenía de la CGU, como tampoco el fuerte
anticomunismo de esta, desalentaron a que, en 1952, una dirigencia temporal del
PC ordenara a sus militantes el ingreso a los frentes estudiantiles del
peronismo. De acuerdo a su impronta ideológica descripta, la CGU se negó a
aceptarlos. El episodio finalizó a los pocos meses, cuando desde la dirigencia
partidaria se desarticuló tal política de alianzas. No obstante
su escasa efectividad, la decisión comunista fue duramente criticada por el
resto de los grupos reformistas, quienes la calificaron directamente de
traición. Como ha sido reconstruido (Pis Diez, 2018, p. 89 y ss.), en la UNLP
un episodio particular de enfrentamientos con la CGU acabó en la detención de
quince estudiantes de FULP y la deportación de dos de ellos, oriundos del Perú.
Cuando la FULP acusó a la CGU por una supuesta responsabilidad en la última
medida, los comunistas se posicionaron en favor de los peronistas. Por esto,
algunos integrantes de las organizaciones comunistas de Ingeniería, Medicina y
Química fueron expulsados de la Asamblea General de Centros de la FULP. Puede
haber matizado posiciones el hecho de que, en nuestra ciudad, muchos militantes
comunistas inicialmente se negaron al ingreso, retrasándolo e incluso
impidiendo su concreción.
A partir de aquí, la
relación de los reformistas con los comunistas se tornó irreversiblemente conflictiva,
quedando estos últimos cada vez más aislados y en decrecimiento. Pero al quedar en las direcciones de las Federaciones y
en buena parte de los Centros un reformismo fervientemente antiperonista, una
nueva etapa se abrió.
Desde 1953, la
política estudiantil estuvo dominada por el rechazo a los Cursos de Formación y
Cultura Argentina y la organización de campañas electorales en Córdoba, La
Plata, Buenos Aires y Litoral. Mientras los estudiantes cordobeses denunciaban
su objetivo de “impartir obligatoriamente propaganda política” contraria
a los “tradicionales principios democráticos”, la FULP manifestaba que “el
estudiantado no reconoce a la Doctrina Nacional Peronista como ley nacional”.
La oposición de los grupos reformistas no logró interrumpir el desarrollo
de los Cursos; frente a esto, las acciones opositoras se trasladaron al
interior de las aulas, al debate en torno a los contenidos y las afirmaciones
de los profesores. Según Kleiner (1964, pp. 134 y
ss.) esta campaña fue una experiencia de lucha ideológica clave para el
reformismo de entonces. Las principales disputas eran dadas contra el
revisionismo histórico y la figura de Juan Manuel de Rosas y en defensa de los
acontecimientos de mayo de 1810 y de la Batalla de Caseros. Favorece esta
interpretación la campaña de la FUA contra la repatriación de los restos de
Rosas. Afirmaba aquella en agosto de 1954:
“El
revisionismo, hecho el clima a través de publicaciones y textos escolares,
pretende reivindicar la figura trágica de Rosas y ensombrecer la memoria de
quienes lucharon por el progreso y la organización institucional (…) Rosas es
la antítesis de Mayo. Mayo es la eclosión del espíritu
democrático y liberal (…) Solo pueden justificar a Rosas quienes pretenden
exaltar el espíritu autoritario y liberticida en tiempo presente”.
Encontramos elementos que nos
hablan sí de una politización específica que el reformismo de la UNLP
atravesó por entonces: su inscripción en la lucha contra el fascismo, en
Argentina y el mundo; el anticomunismo, acentuado con el correr de los años
´50; la concepción de su tarea opositora como una responsabilidad inscripta en
una batalla histórica nacional contra el autoritarismo (representado antes por
Rosas, ahora por Perón). Esto, en un contexto donde las posibilidades de
reunión y de trabajo gremial era, para los Centros de Estudiantes y las
organizaciones reformistas, casi nulo, debido a la prohibición y persecución de
la militancia.
2. El reformismo frente a la “Revolución Libertadora”: antiperonismo y grietas internas (1955-1957)
Finalizando septiembre de 1955,
y en medio del golpe de Estado autodenominado Revolución Libertadora, todas las
universidades fueron ocupadas. En el caso platense, lo fue por el mismo grupo
de reformistas que había marcado el tono político de la UNLP entre las décadas
de 1940 y 1950, y que ahora encontramos orientando su reorganización y
desperonización. Así, un efímero gobierno fue compuesto por, entre otros, el
socialista Emir Salvioli de Ingeniería, Eduardo Schaposnik (militante socialista y vicepresidente de la FUA
en 1945), René Barbich (presidente de la FULP en
1951); y tres profesores, el radical Alfredo Calcagno y los libertarios Carlos
Bianchi y Rafael Grindfeld.
El espíritu general de la universidad era de triunfo y oportunidad, como afirma
la FULP:
“Como hecho
simbólico señalamos que hoy nuestra universidad está en manos del gobierno
estudiantil, provisoriamente. Después de un interregno de doce años de
dictadura tiene hoy esta casa de estudios la oportunidad magnífica de (…)
volver a las normas democráticas de vida, en la vigencia plena de la libertad;
hacer de la cultura una auténtica expresión de la voluntad humana; señalar en
ella los valores inapreciables del pensamiento libre y la conducta cívica
frente a los demás hombres.” (El Argentino, 30/09/1955).
Sin dudas, esta
coyuntura representaba para los reformistas una oportunidad histórica de
regresar a una universidad regida ahora por otros principios. Rápidamente comenzó en las facultades la
“recuperación” de los gremios estudiantiles, es decir, el desmantelamiento de
los organismos adheridos a una CGU y el reinicio de actividades públicas de los
Centros reformistas adheridos a la FULP. Los organismos estudiantiles
participaron además de la “desperonización” académica, que incluyó cesantías, separaciones
o renuncias de al menos 270 docentes de diversa jerarquía (Pis Diez, 2018, p.
105). A la par, fueron realizados numerosos actos en los cuales sobresalieron
declaraciones y posicionamientos sobre los temas del momento: la década pasada,
la Reforma universitaria y la universidad “nueva”. En los discursos de
profesores, viejos militantes y dirigentes sobresalía una posición de corte
liberal democrático, de fuerte énfasis en la defensa de las libertades
políticas y la participación, que bien se amalgamó con la reivindicación de los
principios reformistas, los mismos que vendrían a asegurar aquellas libertades
en el ámbito universitario.
Ahora bien, en el
mapa estudiantil platense de 1955 observaremos no solo corrientes reformistas
sino también cristianas. En cuanto a la composición del reformismo, entre 1955
y 1956 encontramos un mapa estudiantil que se mantenía conducido por la alianza
entre la UCR y grupos socialistas, anarquistas y trotskistas. Lo que la
mantenía unida era tanto su ferviente antiperonismo
como su anticomunismo, traducido este en el propósito
de hacer frente en los Centros de Estudiantes a los grupos ligados al PC,
generalmente minoritarios por causa de los sucesos de 1952. Como en la etapa
previa, la fuerza de aquella alianza se expresaba en Facultades clave como
Derecho, Ingeniería y Medicina, y tanto en la FULP como en la delegación platense
a la FUA. Luego, la primera organización cristiana a considerar es el
Movimiento Humanista. A diferencia de su par porteño, este grupo surgió recién
en noviembre de 1955 con un comunicado donde expresó que participaría de las
elecciones en los Centros adheridos a FULP. Por otro lado, en octubre de 1955 surgió la Federación Universitaria de
Estudiantes Libres (FUEL), mucho más fuerte que el Humanismo y más extrema en
sus posturas. La FUEL vendría a posicionarse como una organización cristiana antirreformista y anticomunista, con dos corrientes en su
seno: una demócrata cristiana (que incluía militantes del Partido Demócrata
Cristiano) y otra nacionalista católica, que acabará predominando con el correr
de la década.
Comenzando el año
1956, tres
hechos comienzan a agrietar aquel escenario: la sanción del
Decreto-Ley nº 6.043/55 y sus consecuencias; los
movimientos político-partidarios en la UCR, espacio de referencia para buena
parte de nuestra militancia reformista; y un contexto
social marcado por la movilización obrera contra las políticas económicas y
represivas del gobierno de Aramburu. El primer suceso realmente cuestionado por
los reformistas fue la
sanción del Decreto-Ley n.º 6.043/55, en particular, su carácter de “inconsulto”
y su Artículo n.º28 que permitía a las universidades
privadas emitir títulos habilitantes para el ejercicio profesional. Durante
mayo de 1956, en lo que fue una suerte de primer episodio del conflicto “Laica
o Libre”, las universidades del país y un buen número de colegios secundarios
protagonizaron un movimiento de protesta contra la normativa. En La Plata, los
estudiantes ocuparon seis colegios secundarios, el Rectorado, ocho facultades y
fue establecida en la UNLP una Junta de Gobierno estudiantil. El conflicto tuvo
como desenlace la no aprobación del Artículo y la renuncia del ministro de
Educación que lo promovió. Pero además, una fuerte
crisis marcó al movimiento universitario platense, pues las protestas contra la
normativa acabaron enfrentando a reformistas entre sí por los métodos
utilizados para definir las acciones de la FULP. Esta cuestión, que hacía al
debate en torno a la democracia interna, provocó renuncias, una intervención de
la FUA por sobre la FULP de 60 días y un proceso eleccionario en todos sus
Centros.
Pero
este proceso intra reformista hizo de traducción de otro más bien
político-partidario, y por ende nacional, como fue el surgimiento de un ala de
la UCR bajo el liderazgo de Arturo Frondizi y el alineamiento de grupos universitarios
con dicha propuesta. Es que, si para 1955 y comienzos de 1956 encontramos un mapa
estudiantil dominado por una alianza entre grupos compuestos por militantes o
adherentes a la UCR, al socialismo y anarquismo, ya mediando 1956 este esquema
se quiebra. Particularmente, las agrupaciones con militancia radical van a
partirse en dos, emulando las líneas internas que desembocaron en la fractura
del partido entre la UCR Intransigente (UCRI) y la UCR del Pueblo (UCRP). En esta suerte de crisis interna se
observará una divergencia cada vez más clara en el seno del reformismo entre
quienes, van a distanciarse de las posiciones iniciales y quienes no realizarán
revisión de ningún tipo. Estos serán calificados como reformismo “democrático”
o “auténtico”, pues no cuestionaban las posiciones asumidas en 1955 además de
que, proponían una no intromisión de elementos políticos en ellas. Mientras los reformistas ligados a la UCRP van a continuar encabezando
la corriente autodenominada “democrática”, junto a anarquistas y socialistas;
los simpatizantes del frondizismo van a conformar una
coalición con comunistas e independientes de izquierda, que va a dirigir la
política estudiantil platense entre 1956 y 1959/1960. De alguna manera, estamos
frente a un primer episodio de ruptura de consensos, de renovación y
desplazamientos en el seno del reformismo. El año
1957 es el de la consolidación de dicho espacio, en sus acciones públicas y en
sus triunfos electorales, llegando además a conducir la FULP.
Un
episodio clave para observar aquellas divergencias fue el II Congreso
Latinoamericano de Estudiantes, realizado en La Plata, durante los últimos días
de abril de 1957. El Congreso, organizado por la FUA y preparado por una
comisión especial de la FULP, se trató de un encuentro masivo de jóvenes
universitarios del continente y todo un acontecimiento para la ciudad marcando,
especialmente, la rutina de la comunidad universitaria. Encuentra Laura
Rodríguez (2018) que al final del Congreso se resolvió luchar contra las
dictaduras de América Latina (a excepción de la argentina) y el imperialismo
norteamericano; condenar el militarismo; denunciar la acción de la oligarquía y
el clericalismo; protestar contra el Pacto del Atlántico Sur y la Junta Interamericana
de Defensa. En relación al colonialismo, apoyar la lucha por la independencia
de los pueblos de las Guayanas, Jamaica y Puerto Rico; y expresar la más amplia
solidaridad por los movimientos en Malasia, Argelia, Chipre, Madagascar y
África Negra. Sobre la situación en Europa, decidieron condenar la dictadura
franquista en España y la invasión soviética a Hungría. Por último, abrogaron
por sostener una vinculación permanente entre el movimiento estudiantil y el
obrero. Este último punto habría suscitado algunas discrepancias pues suponía
romper con la intransigencia antiperonista del movimiento estudiantil local
(Rodríguez, 2018, p.104). Sin embargo, sus consecuencias no fueron del todo
positivas para el mapa estudiantil platense pues suscitó cuestionamientos
concretos a la gestión de FULP que desnudaba fuertes diferencias intra
reformistas en torno a la politización del movimiento estudiantil y la
universidad.
Ya un día antes
que comience el Congreso, la cristiana FUEL emitió un comunicado repudiando su
realización. Por un lado, denunciaba el apoyo que las autoridades
universitarias prestaron al evento. Para ella, dicha participación comprometía
ideológicamente a la universidad argentina pues (he aquí la segunda crítica) su
carácter “primordialmente político” desvirtuaba la “esencia de todo
sano gremialismo universitario” (El Argentino, 21/04/1957). Las
acusaciones de este organismo deben comprenderse en un marco de Guerra Fría
dado por el hecho de que, como comenta Claudio Arca (2006), buena parte de la
opinión pública del continente acusaba al Congreso de responder a directivas
comunistas. No obstante esto, la denuncia de FUEL no
sería de relevancia si no fuera porque en el seno del reformismo aparecieron
similares discrepancias. Miembros de la Junta
Representativa de FULP (del sector reformista “democrático”) realizaron hacia
la conducción dos tipos de acusaciones: por un lado, se afirmaba que era un
espacio dirigido por partidos políticos; segundo, se achacó a la dirigencia de
la FULP el abandono de la “posición tercerista”, es decir, igualmente
distanciada de los imperialismos norteamericano y comunista, al encontrar que
se habían silenciado críticas a la Unión Soviética. La postura crítica perdió
la votación por el escaso margen de 44 votos a 38, por lo cual la dirigencia de
FULP fue de alguna manera refrendada. Tal como sostiene Rodríguez (2018), nos
sirve este evento para ilustrar cómo la discusión pública,
universitaria y estudiantil, se encontraba atravesada por expresiones y
acusaciones de pertenencia al comunismo, al imperialismo norteamericano, y a
todo tipo de totalitarismos, resultando parte del “sentido común de los
actores” explicitar de qué lado del mundo bipolar se
estaba.
Luego del Congreso
siguieron dos líneas de acción que profundizaron las diferencias: por un lado,
acciones contra el Pacto de Defensa del Atlántico Sur y un paro en repudio al
cubano Fulgencio Batista que finalmente fue suspendido por un no acuerdo en
FULP; por otro, diversas acciones con sectores del
movimiento obrero de la ciudad, entre ellos un acto por el Primero de Mayo de
1957, también con desacuerdos en FULP en torno a su tono partidario y alejado
del plano gremial.
Más
concretamente, podemos decir que el no permanecer en el “adentro” universitario
se convirtió en una de las causas de debate y fragmentación del reformismo
platense. Los cuestionamientos a la “renovada” FULP radicaron justamente en las
acciones, las declaraciones y los procedimientos que se utilizaron en los
primeros meses de 1957 dominados por el antiimperialismo, la solidaridad con el
pueblo cubano y con un movimiento obrero perseguido.
Como vemos, en principio, ninguno de ellos contradice las banderas clásicas de
la Reforma, el punto en debate fue tanto su contundencia como la dirección que
expresaban en el marco de la coyuntura política argentina: cuánto expresar y
comprometer a los gremios en tales empresas, a qué sindicatos acercarse, qué
decir de las dictaduras latinoamericanas (atravesando el país una dictadura
militar), qué decir de los papeles de Estados Unidos y la Unión Soviética en
los conflictos mundiales, aparecieron como puntos de desencuentro y fragmentación
reformista. Era la disputa, en definitiva, en torno a cómo interpretar y cómo
dar concreción a los principios de la Reforma.
3. El reformismo frente al
proyecto de Frondizi: ilusión, traición y nuevas coordenadas (1958-1960)
La llegada a la presidencia de
Arturo Frondizi cierra un episodio para los estudiantes reformistas, al tiempo
que abre otro, más bien marcado por su “traición” y la radicalización de las
posturas de quienes lo habían apoyado. Como han afirmado importantes estudios,
su campaña electoral, primero, y luego su victoria en febrero de 1958,
generaron hondas expectativas en intelectuales, profesionales y estudiantes
cercanos al mundo de la izquierda pero atravesados por
una suerte de crisis política e ideológica. Según los trabajos de Sigal (1991) y Carlos Altamirano (2001) dicha crisis
encontró expresión en una suerte de fractura generacional en los mayores
partidos, que incluyó una “situación revisionista” respecto del fenómeno
peronista, caracterizada tanto por un proceso de “autoculpabilización” como
también por grietas en las posturas antiperonistas de los jóvenes
universitarios, intelectuales y militantes de izquierda y radicales. El frondizismo, expuesto como
frente “nacional y popular”, y su propuesta de “integración” hacia el
movimiento obrero peronista, colaboraron con la resolución política de dicha
crisis. El campo de la militancia estudiantil reformista no quedó exento de
esta reorientación política aunque la atravesó con sus
particularidades. Una expresión concreta de tal proceso se encuentra en el
hecho de que, entre fines de 1956 y comienzos de 1958, el ascenso de
agrupaciones ubicadas en un reformismo “renovado” y de izquierdas, aparece como
dato. Como se adelantó en el apartado anterior, el ascenso de esta corriente
política cristaliza en el seno del mapa estudiantil de la UNLP el primer
episodio de renovación reformista de la etapa posperonista,
dado por un nuevo tipo de discurso, menos antiperonista y crítico de la
Revolución Libertadora. Por un lado, tales críticas se centraban en la pérdida
de derechos sociales y en la política represiva aplicada sobre el movimiento
obrero. Por otro lado, el latinoamericanismo, un
principio clásico del reformismo que, abandonado durante la década anterior frente
a posicionamientos internacionales de corte antifascista, comenzó a adquirir un
contenido concreto antiimperialista y, más concreto aún, crítico hacia la
política estadounidense en la región. Por último, este sector reformista va a
iniciar una suerte de abandono de las posturas más anticomunistas, también
heredadas de la década anterior. Las críticas hacia el gobierno militar, la
expectativa depositada en la figura de Frondizi, las revisiones y la
“tolerancia” respecto del peronismo se exponen como procesos que encontraron a
los jóvenes comunistas con aquellos radicales ahora frondizistas.
El “frondizismo
universitario” se mantuvo y creció en coalición con la militancia comunista y
núcleos independientes, sin filiación partidaria pero
cercanos a la propuesta política del espacio. Los
grupos que encabezaron este proceso tuvieron un peso mayoritario en Derecho,
Ingeniería y Económicas, las facultades con mayor población. Algunos de sus referentes
más importantes, para este año y el siguiente, fueron Alejandro Dabat, Ramón Torres Molina y Julio Godio.
Por su parte, el llamado reformismo “democrático” mostraba una posición cuyos
elementos centrales se entienden casi en espejo con las características de otro
bloque, estas son: una suerte de apoliticismo, con fuertes críticas al otro
bloque por “partidizar” las cuestiones
universitarias, acompañado de un persistente antiperonismo
y posiciones críticas hacia la Unión Soviética.
En
la segunda mitad de 1958, comienzan a cambiar las cosas a partir de los
conflictos suscitados en torno al Artículo n.º28, a la
llamada Batalla del Petróleo y al conjunto de medidas que acabaron conocidas
como parte de la “traición Frondizi”. Tanto en La Plata como en el país, la
oposición a la realización de acuerdos con capitales extranjeros para la
explotación del petróleo, como a la posibilidad de que las universidades
privadas lograran la potestad de emitir títulos habilitantes, crearon un clima
de movilización y oposición que marcó los meses que van de junio a octubre de
1958. Los temas del estudiantado comenzaron a articularse a partir de una
lectura que ubicaba temas propios del campo universitario (el “limitacionismo”, el elitismo o la creación de universidades
privadas) en un contexto más general de oposición a lo que se entendía como la
“entrega del país” y el “avance de fuerzas reaccionarias”, el clero, la
oligarquía y el imperialismo. La voz que principalmente representaba este
discurso era, claro, la de una FULP conducida por el reformismo de izquierdas.
Además de sostener ese discurso, de realizar por casi dos meses acciones
sucesivas y violentas en las calles de la ciudad, la orientación de la FULP
incluyó también un intento de mayor acercamiento al movimiento obrero, sobre
todo a sus dirigencias (peronistas). Con mayor o menor éxito, esto tuvo una
nota de color en octubre de 1958, cuando la dirigencia estudiantil y el
presidente de FULP (Carlos Schiavello) ofrecieron los
jardines de la UNLP para la apertura de un plenario regional de la CGT que
había sido prohibido. El mismo no se realizó pero la
osada propuesta provocó un fuerte enfrentamiento al interior mismo del
reformismo y a raíz de la oposición de algunos “auténticos” de Derecho.
A comienzos de 1959, las
agrupaciones frondizistas entraron en una suerte de
crisis política y electoral, que se materializó en experiencias, individuales y
grupales, de radicalización hacia la izquierda. Estas se vieron acompañadas de
fuertes críticas a la UCRI gobernante, al reformismo universitario
así como también a las formas de funcionar que la política argentina había
asumido de 1955 en adelante. En concreto, estamos frente a un nuevo episodio de
desplazamientos en el cual las trayectorias de los “decepcionados” se inclinaron
por caminos más radicalizados y pasaron optaron por dos caminos. Por un lado,
el ingreso a la trotskista Palabra Obrera, que al comienzo supuso un abandono
del espacio universitario y la “proletarización” de quienes la integraban; por
otro, el armado en la ciudad del Movimiento de Izquierda Revolucionaria-Praxis,
organización liderada por Silvio Frondizi, hermano del presidente. En este
caso, el grupo sí mantuvo un pie en la UNLP (con presencia en Derecho,
Humanidades y Medicina), al tiempo que ganó cierto espacio en la ciudad, con
algunas decenas de militantes, la referencia de S. Frondizi y diversas
actividades en torno a Cuba.
Este cuadro de
crisis tiene expresión en un ámbito más: el IV Congreso de FUA, el primero después de sucedida la Revolución Libertadora
(el III Congreso data del año 1942). Este iba a realizarse en La Plata
en junio de 1959 sino fuera porque acabó frustrado
por divergencias en la FULP: bajo el argumento de la nulidad de los estatutos
del gremio y el escaso tiempo de convocatoria del evento, un sector del
reformismo platense impugnó la realización del Congreso. Particularmente, el
sector “auténtico” se mostró contrario al acontecimiento frente a un reformismo
de izquierdas ahora, y tras el repliegue del frondizismo,
hegemonizado por el comunismo que conducía la FULP desde marzo de 1959. Cuando
el Congreso logre realizarse, en octubre de 1959 en Córdoba, una fracción de la
delegación platense se retiró del encuentro. De la misma manera lo hicieron los
delegados de Línea Recta de Ingeniería de la UBA, algunos de Litoral y Córdoba
y los Humanistas. En una declaración a posteriori, los grupos platenses van a
denunciar la nulidad de los estatutos y el sistema de reparto de cargos, según
ellos, uno propenso “al copamiento de las minorías, lo que efectivamente
sucedió en Córdoba, donde militantes del PS (secretaría Muñiz), bolches y troskos, en “unión vergonzosa” se aseguraron la mayoría
circunstancial” (El Argentino, 27/10/1959). Sigue a esto la fuerte
pero nada nueva denuncia a aquellas organizaciones por utilizar el movimiento
universitario como “instrumento al servicio de un partido”. Finalmente, el Congreso elaboró un programa fuertemente
antiimperialista, que repudiaba buena parte de las medidas del gobierno de
Frondizi y declaraba su apoyo a la lucha de los trabajadores frente al Plan de
Estabilización del gobierno (Ceballos, 1985, pp. 25 y ss.). En La Plata, las corrientes reformistas existentes van a
ordenarse en dos líneas programáticas: una opositora al programa de la FUA,
encabezada por los grupos del reformismo “auténtico”; una segunda
corriente (llamada “línea FUA”) conformada por las agrupaciones reformistas de
izquierda, es decir, integradas centralmente por comunistas y ex frondizistas, que va a adherir al programa del IV Congreso.
Esta división marcará al movimiento universitario platense hasta, por lo menos,
el año 1966.
Palabras
Finales
En principio, este trabajo se
propuso realizar una lectura atenta y procesual a las formas de relacionarse
con la política de una parte de la sociedad argentina, en un tiempo y lugar
determinados: las organizaciones estudiantiles identificadas como reformistas,
ubicadas en la ciudad de La Plata en la década de 1950. Estamos hablando de
actores colectivos, organizados alrededor de un espacio (la universidad), una
identidad política y una serie de banderas (las reformistas), tan históricas
como cambiante su significado. Es que la heterogeneidad es el otro dato a
resaltar y mucho quedaría por decir de esto si sólo
atendemos a los cambios principales de ese espacio y esa identidad (su
adentro); contrariamente, aquí propusimos una lectura que, considerando esas
dos cuestiones, buscó tensarlas y complementarlas con los elementos políticos y
partidarios que marcaron las coordenadas de la década. Desde aquí, se visualiza que la militancia estudiantil
reformista era también política y partidaria, y no leía la realidad nacional
solo desde su condición de estudiante. La manera como cada una de las
agrupaciones y corrientes resolvía aquella tensión provocó importantes
disidencias y no un “nosotros” reformista sino varios.
Para 1955, el reformismo
mayoritario en la UNLP era, como en buena parte del país, uno profundamente
defensor de aquel “consenso” antiperonista, en buena medida, por una posición
que articuló razones universitarias (el modelo peronista era uno casi opuesto
al reformista), gremiales (la actividad de los Centros estaba realmente
prohibida) y políticas; en este último punto, el antiperonismo
bien empalmó con un discurso anticomunista y opositor a “los totalitarismos”. El año 1955 constituye un punto de inflexión tanto para la política
del país como para la historia del movimiento estudiantil. Si bien hacia el
cierre del año y comienzos del siguiente aún predominaba aquel “consenso”,
mediando 1956 ubicamos
un primer momento de desplazamientos que tuvo como
nota central la ruptura de ese movimiento estudiantil antes contenido en esas
coordenadas ideológicas. Y aquí también se entremezclan factores, pues a la
decisión gubernamental de aprobar una normativa universitaria sin consulta al
estudiantado ocurrió más o menos en simultáneo con la crisis del “consenso
antiperonista” en importantes actores del campo político y social con los
cuales el estudiantado compartía ese consenso, la UCR y sectores del movimiento
obrero. Dicho quiebre no hizo más que evidenciar el surgimiento de un nuevo
espacio y una nueva forma de politización: el “frondizismo
universitario”, que aparecía en correspondencia con las disidencias internas
que atravesaron la UCR. Este, a su vez, se convirtió en cabeza de una suerte de
corriente reformista de izquierdas, que comenzó a actuar en alianza con un
comunismo hasta entonces desprestigiado por su posición “tolerante” respecto
del gobierno peronista. Los grupos que conformaron esta corriente se
posicionaron, sin dudas, en una nueva posición respecto de los pares que
marcaron la década: peronismo/antiperonismo y
comunismo/anticomunismo, redefiniendo como vimos una buena parte de las
banderas reformistas en función de ello.
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Recibido:
25/01/2020
Evaluado: 26/02/2020
Versión Final: 15/03/2020