Alcides Greca (1889-1956), un hombre de letras y un hombre de
estudio. Apuntes para
la construcción de una biografía escrituraria
Alcides Greca
(1889-1956), a man of letters, a literate
man. Notes to
build a biography of writing
Universidad Católica Argentina,
Universidad Nacional Rosario;
IH- Instituto de estudios
Históricos, Económicos, Sociales e Internacionales;
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)
Resumen
En este artículo, intentamos reconstruir
una semblanza biográfica del multifacético intelectual santafesino Alcides
Greca (1889-1956). De este modo, a partir de sus textos éditos
e inéditos, sus derroteros por la universidad, su frondosa actividad
escrituraria, su pionera incursión en el cine y sus inquietudes sobre
urbanismo, derecho y política, revisitamos su legado como hombre de letras y
como hombre de estudio.
Palabras clave
Alcides Greca; biografía escrituraria;
hombre de letras.
Abstract
In this article
we attempt to rebuild a biographical sketch of the multifaceted intellectual
from the province of Santa Fe Alcides Greca
(1889-1956). Thus, taking into account his published and unpublished texts, his
way along the university, his dense writing activity, his pioneer filmmaker
incursion and his interest in urbanism, law and politics, we revisit his legacy
as a man of letters and as a literate man.
Keywords
Alcides Greca; biography of writing; man
of letters.
La pertinencia de una comunicación dedicada a las coordenadas biográficas del intelectual sanjavierino
Alcides Greca está suscitada por el deseo de darle mayor visibilidad al legado
de un escritor que, por fuera de los circuitos santafesinos, resulta escasamente
conocido. En este sentido, nos interesa poner en circulación estos elementos
que cotejamos con materiales provenientes de la colección documental A. Greca y con documentos
internos, suministrados por la Universidad Nacional del Litoral. De este modo,
bregamos por enumerar el amplio listado de sus obras publicadas –literarias,
sobre urbanismo, sobre temas relativos a la cuestión universitaria, etc.– y
describimos algunas de ellas así como también
repasamos sus textos inéditos. Relevamos, de igual modo, algunas
notas de su producción cinematográfica
y cartografiamos los lineamientos centrales de sus intervenciones en urbanismo
y en ciencias jurídicas.
Aguijoneados por estas inquietudes, intentamos establecer
una semblanza biográfica que apunte a resignificar sus aportes, atendiendo a las
múltiples facetas que lo definían –hombre de letras, hombre de estudio,
comprometido docente universitario, pionero cineasta, militante político– y que
no deben pensarse desgajadas unas de otras, sino conformando una abigarrada
trayectoria. Para tal fin, apuntamos una descripción pormenorizada de
su trayectoria intelectual atendiendo a su capital cultural y a su
reconocimiento social (Ferrary, 1999).
Un Quijote litoraleño de las letras
Alcides Gregorio Greca, hijo
de los inmigrantes Francisco Greca y Magdalena Trucco[1],
nació el 13 de febrero de 1889 en San Javier, pequeña localidad a 140 km de
Santa Fe. El segundo de doce hermanos fue escritor, cineasta, viajero,
jurisconsulto, docente universitario, periodista y militante político[2]. La
variedad de oficios se amalgama en un fortísimo deseo que espoleó su labor: ser
un hombre de letras (Goloboff, 2014), quizás su máxima aspiración.
Las coordenadas de su itinerario
intelectual estuvieron jalonadas por tres inquietudes que se entrelazaron
a lo largo de su vida –la universidad, el urbanismo y la literatura–, aunque
también sobresalió por la representación parlamentaria, dentro de las filas del
radicalismo[3]: fue
diputado provincial (1912-1916) y senador provincial (1920-1923) así como
convencional constituyente entre 1920 y 1921 y diputado nacional entre 1926 y
1930, hasta el golpe de Uriburu. De este modo, la riqueza de su mirada se
sustenta –entre otros aspectos– en su pertenencia a la clase política
santafesina, pero su inclusión en el registro literario, la legitimación de su
acceso y sus usos de la lengua –o su reconocimiento literario– son también
temas complejos para resolver. En efecto, para un intelectual que vivió la
mayor parte de su tiempo en una ciudad del interior, Rosario, y no en la gran
capital, el circuito de reconocimiento debe legitimarse en otros carriles: “mi
manera de producir en literatura no es común entre los hombres de letras, entre
los cuales aspiro a figurar algunas vez” (Greca, 1929,
p. 5). Esta aspiración se fue consumando paulatinamente: son sus
libros los que dan cuenta de este anhelo. Pero, ¿en qué consistía esta
pretensión para Greca?
Podríamos aducir que se es hombre de letras cuando se tiene una actividad escrituraria de cierta consagración, vinculada –claro está– a los pares, es decir, cuando esos nodos de productividad intelectual se cofunden con los entramados de notoriedad en relación a los contemporáneos. Es necesario apuntar entonces que la visibilidad en ciertas condiciones de producción (Cattaruzza y Eujanian, 2003), las cuales establecen un contexto concreto con sus circunstancias específicas de producción, apropiación y circulación de los bienes, se resignifican en un horizonte de expectativa: al paso del deseo, el afán por escribir y publicar, y también por la repercusión y circulación de sus libros, estuvieron presentes en su itinerario intelectual, desde sus comienzos. La escritura se entronca de este modo con ese deseo que motivaba el dar a conocer su producción, hacer circular sus escritos y darlos a publicidad, cimentando así su figura de escritor (Gramuglio, 1992).
Fig. 1 Alcides Greca, con
sombrero. |
En rigor, siendo muy joven, su
carrera literaria se inauguró en 1909 con la publicación de Palabras de pelea, Sinfonía del cielo (himnos en prosa) y Lágrimas negras, estos últimos de 1910. En 1915 escribe Laureles del pantano, un informe de su
labor parlamentaria, que incluye crónicas y discursos. En 1927, publicó su
novela Viento norte. En 1931 editó Cuentos del Comité[4],
un compilado de corrosivos relatos basados en anécdotas humorísticas que no
hacen sino denunciar el fraude electoral, los vicios y las trapisondas de la
clase política santafesina. Detentan un marcado cariz autobiográfico, pues las
anécdotas fueron recogidas entre 1912 y 1930, es decir, desde los comienzos de
su labor política partidaria hasta el golpe de Uriburu. En efecto, “la quiebra del
orden constitucional en el año treinta le impone la necesidad de una personal
revisión cuyo somero análisis aflora en estos relatos” (Santa Cruz, 1981, p.
13). Al revisitar un pasado cercano y vivido en primera persona, en este libro
Greca no solo le da al significante cuento un doble y dinámico espesor: como
relato y, paralelamente, como impostura sino que también
permite vislumbrar, en el intersticio, las elecciones provinciales de 1928 y el
golpe de 1930, donde, por ejemplo, el protagonista del relato “Un experimento”
es casi un exiliado en su propia ciudad.
Además de artículos y reseñas
bibliográficas para la revista Universidad
de la UNL y otras intervenciones en medios gráficos, en 1936 publicó en la
editorial Ercilla de Santiago de Chile quizás su novela más conocida La pampa gringa, bautizada como “novela
del sur santafesino” en contraposición con Viento
norte, “novela del norte santafesino”.
Por su parte, en 1941 los ensayos En torno al hombre fueron editados por
Losada, en la colección Azul y blanco[5].
El volumen contiene diez textos que giran en torno a variopintos temas: el
complejo de inferioridad, la intimidad, lo femenino, la chismografía, etc.
Forma parte de este volumen un curioso escrito titulado “Psicoanálisis del hombre con sombrero”,
el cual contiene singulares disquisiciones sobre los sombreros y los estados
espirituales de los sujetos que los portan ya que: “las aspiraciones o mejor
dicho las debilidades de una persona, pueden juzgarse por los adornos que carga
encima”, según Greca (1941, p.
54). “Al hablar de la psicología del sombrero –sostiene– no pretendemos dotar
de alma a un objeto inanimado, como suele hacerse en ciertas fantasías
literarias. Trataremos solo de que los sombreros nos hablen de las cabezas que
llevan dentro” (Greca, 1941, p. 55).
Ahora bien, a través de este
elemento de uso personal, y siguiendo su razonamiento, podemos aventurar quizás la
imagen con la que Alcides Greca deseaba ingresar en el archivo visual de sus
lectores futuros. Un retrato fotográfico,
una fotografía de
estudio, aquella que mayor divulgación
tuvo, lo encuentra con un sombrero de copa, de mediana ala, forrado, que resalta
su porte varonil y elegante. Levanta la vista, esgrime una mirada fija y posa con aires de seguridad, cruzado de
brazos. Viste un
traje oscuro, camisa blanca, un moño y una capa (Fig. 1).
Es esta quizás su vestimenta
de trabajo, como docente en la UNL, como parlamentario, como jurisconsulto. Su
delgadez lo asimila, al decir del arquitecto y amigo Ángel Guido, a un Quijote
litoraleño.
Retomando sus publicaciones, sin lugar a dudas es La torre de los ingleses (1929),
crónicas de viajes, su libro más original por la mirada performativa con que
imprime los sitios por los cuales pasea (Antequera, 2018; 2019). Solo nos
interesa destacar un rasgo sugestivo de este texto: consta de un apartado final
denominado “Juicios sobre Viento norte”
en donde Greca recopila opiniones de personalidades extranjeras y locales sobre
su anterior novela (la cual data de 1927 pero que bajo los impulsos de Elías
Castelnuovo y el sello de Claridad se volvió a editar en 1938). El espectro
internacional de personalidades citadas en este elemento paratextual abarca a Manoel Gahisto de la
Revue de l´Amerique
Latine (París)[6]; Rufino
Blanco Bombona (Madrid), Emilio De Matteis (Génova)[7]; y en el plano
nacional, podemos destacar los pareceres de los escritores Ricardo Rojas,
Benito Lynch, Roberto Mariani, Arturo Capdevila y Elías Castelnuovo[8].
También rescata los pareceres del historiador Juan Álvarez y del
jurisconsulto Rafael Bielsa, entre otros. De igual modo, se consignan las
opiniones vertidas por la prensa nacional de casi todos los medios gráficos
importantes del período, así como de medios gráficos rosarinos y de las
ciudades de Santa Fe y Gálvez. A nuestro entender, estas funcionan como una
búsqueda de legitimación y como una instancia de autoafirmación ya que un
comentario encomiástico, una dedicatoria, unas líneas en algún periódico, o
mejor, un prólogo, contribuían a catapultar a un
escritor.
Esta operación de divulgar qué dijeron otros escritores
–prestigiosos y con cierta repercusión– (maniobra que llamaríamos vulgarmente
en la actualidad autobombo) se
repitió asimismo al publicar La torre…:
aunque en dicha ocasión, los instrumentos fueron los medios gráficos. De
este modo, en diversas publicaciones de amplia circulación de la
década del veinte, Greca dio a
conocer las opiniones vertidas por sus colegas, hasta el punto de divulgar en
el diario La Capital una carta
personal que le enviara el prestigioso escritor Miguel de Unamuno, rector de
Salamanca, ponderando positivamente La
torre… (Antequera, 2017). Es esta una jugada publicitaria, de autoafirmación y de legitimación, una
apuesta de alto impacto en el contexto de producción. Pero por cierto no es la
única vez en que incurre en estas lides. En una entrevista publicada el 24 de
julio de 1929, frente a la pregunta del periódico Democracia sobre su vocación profesional, Greca relata:
Yo no debí ser político sino escritor. Desgraciadamente
la política me tomó demasiado joven. Fui diputado cuando acababa de cumplir
veintidós años. Pero tampoco hay que lamentarse mucho. La política ha salvado
al mundo de unos cuantos malos libros míos, y me ha permitido escribir en plena
madurez. Estoy en el máximo de mi potencia psíquica.
La
cristalización de su figura pública, como vemos, fue un proceso lento de
maduración, hecho de tentativas, repliegues, dilaciones y, cuando se presentaba
alguna ocasión oportuna como la anteriormente expuesta, pasos adelante. Esta singular entrevista contiene fotografías del
escritor y de su familia: su esposa, Rosa Pierri y su pequeño hijo Alcibíades
Alejandro, quien nació el 2 de abril de 1921. Las preguntas realizadas reclaman
sus dictámenes sobre sucesos de la actualidad política de su tiempo
pero, por sobre todas las cosas, sobre su vida privada. Con motivo de dar a
conocer su reciente libro, Greca fue
entrevistado en su propia casa junto a sus íntimos: entendemos que Greca
intercambia publicidad de su vida privada por publicidad de su último libro.
Como hijo de inmigrante y como intelectual del interior,
en este sentido, la función pública –senador, diputado, convencional
constituyente y cabe agregar también, docente universitario– viene a reforzar
ese rol de legitimación que además está dado por su labor de periodista,
actividad que realizó desde los 18 años. Fue mentor de diversos medios de
comunicación
desde su estadía en La Plata como estudiante
universitario. Ciertamente, fundó y dirigió en San Javier los periódicos El Mocoví (1907) y La pura verdad (1911). El perfil de este último estaba contenido en
la publicidad que anunciaba su aparición en el mercado:
[…] traerá una abundante información política,
caricaturas de actualidad, comentarios sabrosos, notas sociales, impresiones de
arte y pocos, muy pocos chismes. Defenderá las buenas causas, fustigará a los
engreídos nepotes, denunciará los robos y no callará los crímenes y los
fraudes. Intimidades de la vida privada no aparecerán en sus columnas (s/d).
La Universidad Nacional de La Plata fue la institución
donde cursó su carrera: allí se recibió de abogado en 1916. En esa ciudad
publicó con veintitrés años un panfleto titulado Lepra (Panfleto de combate) (1912), cuya tapa contiene la frase del
incansable polemista y periodista francoespañol Luis Bonafoux: “Yo soy yo. No lo que los otros quieren que sea”.
En una suerte de enrolarse en el linaje de los contestatarios, sostuvo desde
las páginas de Lepra una posición de
enfrentamiento en relación al clericalismo (que lo acompañaría siempre) y una
fuerte aversión a la corrupción del periodismo. En este período de juventud se
encontraba más ligado ideológicamente al socialismo (Santa Cruz, 1981). Los
tópicos de Lepra son la vida en Santa Fe –que define
como ciudad conventual en donde se siente como factor eficiente de progreso–, su
incipiente participación política partidaria y su rol como intelectual:
Pensar con libertad, sin que dogmas de ninguna clase
perturben mi cabeza, defender las buenas causas, ser como Quijote, partidario
de los débiles, los pobres, los desamparados, desear para el pueblo una
instrucción vasta y libre, exigir franqueza y honradez en los amigos y energía
y rectitud en los gobiernos. He ahí mis crímenes (1912, p. 9).
Este pequeño opúsculo contiene asimismo cartas ya
publicadas en algunos medios gráficos y diversas exhortaciones al lector.
Resulta interesante que en la contratapa del texto,
Greca incluyera un listado de obras en preparación, denominadas “panfletos”,
conteniendo los siguientes títulos: El
sacristán y su escudero, Apoteosis
del sacristán, Las cloacas máximas
del periodismo. Finalmente, estas obras, que se anunciaban por la sola
lectura de sus títulos como polémicas, no se escribieron (o quizás se
perdieron): el escritor no vuelve a hacer mención a las mismas. Algo similar
aconteció con Rivadavia socialista. Estudio crítico de las leyes agrarias de los
años 1922 y 1826 y Breviario de
belleza, amor y verdad, aunque este último fue publicado fragmentariamente
en Sinfonía del cielo y Lágrimas negras.
Por otra parte, Greca instituyó el periódico El paladín del norte (1914). En 1915 en
Santa Fe, fundó el diario La Palabra,
antecedente directo del actual El Litoral,
en donde trabajó junto a Alejandro Grüning Rosas,
Salvador Caputto, Luis Bonaparte, Horacio Varela, Pablo Vrillaud,
entre otros militantes radicales y reformistas. Este era un diario radical, que
campeaba entre lo literario y lo político. Fue asiduo colaborador en varios
medios gráficos entre los cuales destacamos La
Capital de Rosario. Entendemos que la vigorosa actividad periodística de
Greca no ha sido todavía suficientemente aquilatada: aguarda un estudio detallado
en torno a sus contribuciones en la prensa escrita, sus diatribas en torno a
las características éticas y morales del periodista
así como también a su voluntad fundadora de diversos medios gráficos, sumamente
notable ya que fueron varios los medios por él erigidos.
Construcción identitaria
La construcción identitaria del sujeto escritural se
forma, de hecho, a partir de fisuras y superposiciones de funciones en el
espacio social, de acuerdo a dos principios de diferenciación: el capital cultural
(entendido como la variable educativa) y el capital económico, como señala
Bourdieu (2008, p. 69). Greca expone en estos términos su lectura sobre la
inserción en el campo intelectual: “la verdadera élite no se amasa en la
familia, como algunos creen, ni se adquiere con la aparatosidad de modelos y
vestidos. La verdadera, la que no falla nunca, es solo producto de una gran
cultura” (Greca, 1929, p. 24). Por un lado, Greca representa el acceso a los bienes
culturales de la primera generación de hijos de inmigrantes llegados a la
Argentina a fines del siglo XIX en el marco de un diseño de país que contaba
con mecanismos de integración de los inmigrantes al tejido social. Por ende, su
origen debe legitimarse en el campo intelectual ya que no se sustentaba ni en
la portación de un apellido ilustre ni en una fortuna. En efecto, como podemos
apreciar Greca era totalmente consciente de que debía legitimarse y que ese
espacio de legitimación era “la cultura”.
En este sentido, cabría proponer tres núcleos que Greca
transitó y que posibilitaron la emergencia de su singular obra: uno, ligado a
los artistas e intelectuales de Rosario, más precisamente en torno a los
hermanos Guido (Antequera, 2019); otro, relacionado con la UNL en estrecha
cercanía con la denominada Escuela del Litoral cuyo centro era Rafael Bielsa y el
tercero en vinculación con la UCR. En relación con este último, podemos agregar que el
proceso político que acompañó el nacimiento del Partido Radical, lo tuvo a
Greca como uno de sus protagonistas (Persello, 2007;
Macor, 2010). Con el golpe de Uriburu, fue arrestado en dos oportunidades junto
con otros militantes correligionarios como queda sucintamente descripto en La torre… Privado de su libertad durante
varios meses en la isla Martín García por su yrigoyenismo, trasmuta esas
experiencias en un pequeño libro, Tras
los alambrados de Martín García (1934), donde recoge y eslabona sus
vivencias del encierro, aunque sin describir los tormentos sufridos.
Fue la UCR el horizonte político partidario en el que se
inscribió durante toda su vida. A raíz del acceso de los sectores medios a la
participación política y social, intelectuales como Greca encontraron cabida en
este partido y se constituyeron como parlamentarios y profesionales liberales
que producían literatura y no a la inversa, si nos posicionamos desde el punto
de vista de lo remunerativo. Greca emergería entonces formando parte de la
fracción de la pequeña burguesía letrada que encuentra en su paso por la
universidad el ansiado ascenso social o, en términos más amplios, en la cultura su peldaño para legitimar su
lugar.
Incursión en el cine
Los intereses intelectuales de Greca desde su juventud
tuvieron en cuenta las injusticias sociales: se sentía vitalmente comprometido
frente a las iniquidades del proceso inmigratorio –que de manera significativa
representa su novela La pampa gringa–
o sobre las comunidades indígenas, en especial sobre los postergados mocovíes,
comunidad a la que estaba unido también por un fuerte lazo de afecto, como se
puede vislumbrar en la novela Viento
norte, el film El último malón
(1917) y la obra de teatro inédita Ananoc. Tragedia de
la raza nativa (En 5 actos y 7 cuadros)[9] de
1945. En su infancia, transcurrida en San Javier, viejo poblado colonial de
fronteras del norte de la provincia, creció en contacto con estos indígenas
(Greca, 1929). Este interés por los mocovíes fue retomado también, aunque de
modo espasmódico y tangencial, en La
torre… Como vemos, en diversos registros y con variaciones de intensidad,
focalización y trama, Greca fue trabajando esta
temática
que migró en
diferentes registros a lo largo de su vida (Antequera, 2018).
Este hito dentro de la historia santafesina, la rebelión
mocoví, representado por Greca en su film, se vincula con una problemática de
mayor envergadura: el sometimiento de las comunidades indígenas y la
expropiación de sus tierras. Ninguneo, marginación y expolio podrían ser los
términos en que se sometió a la población indígena de San Javier. Trece
años más tarde de acontecida la rebelión, en el año 1917, Greca filma una
recreación de los sucesos de 1904: El
último malón es uno de los primeros largometrajes argentinos en 35 mm y
el más antiguo del interior del país. Este documento fílmico, que se conserva
en la actualidad[10], es
revisitado por la crítica cinematográfica, entre otros motivos, por contar con
la participación de quienes en 1904 habían protagonizado en San Javier la
rebelión mocoví. En efecto, los participantes fueron los propios protagonistas
del levantamiento: por ejemplo, el cacique mocoví Mariano López, líder del
levantamiento. Solamente el papel del cacique rebelde Jesús Salvador y de su
compañera de andanzas Rosa Paiquí fueron
interpretados por los dos únicos actores profesionales del elenco, provenientes
del ámbito teatral. El personaje femenino estuvo a cargo de la actriz Rosa Volpe. El resto de los colaboradores fueron los indios
lugareños, la paisanada local y los familiares y amigos del mismo Greca[11]. Esta
película silente, a caballo entre lo documental y lo ficcional, cuenta con una
particular visión de la rebelión mocoví y fue filmada en locaciones del mismo
San Javier. El estreno tuvo lugar el 4 de abril de 1918 en el Palace Theatre
de Rosario y fue el único film de Greca ya que no volvió a incursionar en este
arte. Él mismo fue quien la financió, mediante el amparo de lo que dio en
llamar la Greca Films, cuya dirección
coincidía con su estudio jurídico: Av. Pellegrini 1655 (Rosario). El ya
citado Ángel Guido elaboró los carteles introductorios cuya
estética podría caracterizarse como tributaria del art nouveau, contrastando con el resto
del film.
En uno de los primigenios estudios críticos que lee en
paralelo el texto literario Viento norte y
la producción cinematográfica de Greca, el crítico argentino Eduardo Romano
(1991, p. 8) apunta que cabe pensar que, preocupado por la actualidad y el
destino de los indígenas, Greca haya querido mostrar su situación para
movilizar la opinión pública. Sin ánimo de realizar un análisis detallado del
film, solo avanzaremos en destacar que, de alguna forma, El último malón constituye un entrecruzamiento de dos planos
perfectamente diferenciables que hasta casi se repelen, podríamos decir: una
historia amorosa de corte folletinesco junto a otra documental en torno a la
rebelión de los mocovíes (Romano, 1991). Quizás Greca, siempre atento a las
repercusiones de su obra, pensó que la historia de amor folletinesca le
garantizaría al film cierta cantidad de público y de este modo, la anhelada
resonancia mediática. Sin embargo, podemos advertir un fuerte componente de
política partidaria santafesina propia del momento de enunciación que está
también presente[12].
Las miradas antropológicas también se cruzan y, de hecho,
entran en fragrantes tensiones: los roles del blanco, del indígena, de la
comunidad, así como de la clase política y los caciques indígenas no son lineales sino que presentan pliegues y fluctuaciones. Uno de
los primeros carteles, que funciona casi como un prólogo, expresa: “No será la
poesía enfermiza de boulevard importada de París, ni el folletín policial, ni
el novelón por entregas. Será la historia de una raza americana y heroica”. En
rigor, El último malón expone las
tensiones civilización/barbarie, en varias direcciones: por ejemplo, se puede
advertir una oscilación o vaivén entre una posición “civilizadora” y otra de
denuncia de la situación de los mocovíes. Asimismo, están presentes
sincréticamente elementos religiosos y culturales de vertientes que en
principio parecieran inconciliables. También tiene lugar la tensión irresoluta
entre lenguajes cinematográfico y literario, planteando por momentos ciertos
forzamientos en la historia: recordemos que este film luego será una trasposición
hacia la novela Viento norte. Estas
características –entre otras– hacen de la incursión cinematográfica de Greca
una pieza muy destacable e interesante para su estudio (Greca D, 2014; Greca V,
2008; 2009; 2013)[13].
Un
hombre de estudio: la universidad
como espacio de legitimación
La pertenencia a alguna de las pocas instituciones
universitarias que tenían lugar en el momento en que Greca cursó sus estudios:
Univ. de Bs. As., Univ. Nac. de La Plata, Univ. Nac. de Córdoba, Univ. Nac. del
Litoral o Univ. Nac. de Tucumán, se
constituía en objetivo, meta y objeto de deseo para las clases medias (Cfr. Chiroleu, 2000, p. 362), plasmándose en la creciente
irrupción en los claustros de los sectores sociales en ascenso producto de la
inmigración. A este propósito, entendemos que Greca es un “hijo legítimo de la
Reforma del 18”, sin la cual no hubiera podido acceder a este nivel educativo
de tanto peso simbólico y propiciador de acceso económico (Cfr. Macor y Piazzesi 2010; Piazzesi y Bacolla
2014; Macor y Tcatch 2003). La UNL
fue entonces otro de los espacios en donde Greca se desenvolvió y buscó su
legitimación. En realidad, nos referimos específicamente a ciertos núcleos de
esta universidad ligados al derecho administrativo y, dentro de este, al derecho
municipal y sus espacios concomitantes, por ejemplo, el Instituto de
investigaciones jurídico-políticas o la dirección de la Revista de la Fac. de Derecho. El 26 de junio de 1920
comenzó sus funciones como profesor titular del espacio
curricular “Derecho administrativo” en la Fac. de Cs.
Jurídicas y Sociales, según puede constatarse en su legajo académico (nº 748, foja 4)[14].
Análogamente, Greca se desempeñó como profesor de “Derecho municipal comparado”
desde 1931, con el formato de curso libre (Exp. G.
171/931) en sus comienzos y luego con una inserción curricular más estable,
como asignatura obligatoria.
Greca se constituyó en abanderado de la defensa de la
cátedra de “Derecho municipal” y luego, en acérrimo celador de su autonomía
científica[15]. Dicha
cátedra había sido fundada en la UNL en 1921, corriendo el riesgo de
desaparecer en 1944. El sanjavierino sostuvo la
defensa de la misma desde la Revista de Derecho y Administración Municipal
(núm. 173) exponiendo sus conceptos sobre la naturaleza del derecho municipal
como capítulo especializado del derecho administrativo (Hernández, 2003, p. 7)[16]. Otro
punto digno de acentuar es que Greca se desempeñó como profesor adjunto de
Bielsa en la cátedra de “Derecho Administrativo”. Greca y Bielsa se conocían casi
desde el momento en que se fundara la UNL y desde la formación del plantel de
profesores.
A raíz de su prestigio profesional, en múltiples
oportunidades fue convocado a proferir palabras de homenaje frente a auditorios
diversos. La vivacidad de sus performances
oratorias lo convirtió en un gran comunicador y conferencista (Antequera,
2017).
Dentro de un marcado interés por los problemas de la
universidad, escribió varios ensayos, entre ellos uno titulado “La Reforma
universitaria. Su significado político y social”, que pronunció el 15 de junio
de 1938 en el anfiteatro de la Fac. de Medicina con
motivo del XX aniversario de la Reforma y que editó el Centro de Estudiantes de
Derecho, filial Rosario. También se destaca: “Tragedia espiritual para los
argentinos que hoy tienen veinte años”, discurso de apertura del año académico
en 1941, pronunciado en el Paraninfo de la UNL.
Podemos recapitular entonces que si la propiedad
territorial –máximo signo de poder económico– era de difícil acceso, el diploma
universitario parecía más próximo y de esta manera eran más asequibles tanto el
logro de una legitimación simbólica como de un mayor progreso económico (Cfr. Chiroleu, 2000, p. 364). Como vemos, la apuesta de Greca en
torno a la legitimación dentro de este contexto universitario es significativo.
Un
hombre de estudio al servicio del bien común: el urbanismo
En su itinerario intelectual, el urbanismo fue entendido
como una ciencia que concentra en sí una multiplicidad de disciplinas: “en el
estudio de los problemas urbanos intervienen el arquitecto, el ingeniero, el
sociólogo, el jurista, el historiador, el economista, el geógrafo, el artista,
el psicólogo y vienen a ser urbanistas todos”, apunta Greca (Cit. en Boasso, 2011, p. 99-101). Esta mirada multidisciplinaria,
amplia e innovadora para el momento de su enunciación, no ejercía la primacía
en los estudios urbanísticos que, en las primeras décadas del siglo
veinte, seguían muy atados a la órbita de la ingeniería y la arquitectura. En la
UNL, las cuestiones relativas a esta área comenzaron a tomar fuerza ligadas a
tres figuras de fuste: el jurista más destacado de Rosario y fundador del
Derecho administrativo en la Argentina y en buena parte de América, el ya
citado Rafael Bielsa; el futuro intendente de Rosario y fundador del Colegio de
abogados de Rosario José Lo Valvo[17]
(Rosario, 1895- Rosario, 1971) y Greca. Estos tres jurisconsultos coincidían en
la importancia de impartir, desde la cátedra universitaria, conocimientos
relativos a esta disciplina para la formación del abogado. La implicancia es
algo más que una estrategia argumentativa, es la marca retórica de un núcleo de
sólidas convicciones que resultaban innovadoras para el momento de su
enunciación.
Bielsa, el intelectual
faro, era el centro de la Escuela del Litoral conformada por Greca, Dana
Montaño y otros, en torno al estudio del derecho administrativo (Hernández,
2003, p. 118).
Esta apuesta multidisciplinar esgrimida resulta
ciertamente novedosa. Más aun teniendo en cuenta que Greca desarrollaba estas
cuestiones articulándolas dentro del espacio curricular Derecho Municipal,
conjugando diversos planos de la función social de la universidad: sus
prácticas transversalizan actores, funciones y saberes –en el sentido que
aportábamos en Antequera et al (2015)–, relacionando la docencia, la
investigación, la gestión y la divulgación del conocimiento en clave de
extensión universitaria. En otros términos, entendemos que Greca aunaba en sus
propias prácticas universitarias estas funciones e intentaba articularlas con miras a
implantar la disciplina en la universidad, contribuyendo a formar a los futuros
abogados. Podríamos decir entonces que estaba fundando la disciplina, en el sentido más estricto del término. De
algún modo, el campo de batalla de la disciplina, batalla por consolidar las
ideas del urbanismo en ciernes y batalla por la legitimación del espacio de la
disciplina, como vemos, también se libraba en el curriculum universitario.
Debemos recordar que, durante los primeros gobiernos
radicales tanto la ciudad como la vivienda fueron una esfera más de
intervención pública (Rigotti, 2001). Efectivamente,
en este período el urbanismo fue ganando adeptos entre los intelectuales: Greca
y el arquitecto e ingeniero Á. Guido, su amigo y propulsor de los planes
urbanísticos de Rosario y de otras ciudades, compartieron estos desvelos por pensar
una ciudad ordenada que, por otra parte, se estaba transformando en un
artefacto sumamente complejo. A propósito, resulta digna de destacar una curiosidad: al
correr del año 1957 y cumplirse un año del fallecimiento del sanjavierino, Guido le dedicó una pincelada necrológica en
un periódico. La idea rectora es la vocación urbanística de Greca, destacada
por Guido por sobre otras facetas, quizás atravesado por sus propios intereses. En
este homenaje póstumo, Guido se permite realizar una notable propuesta: sugiere
designar con el nombre de Greca algún espacio verde e instalar un busto para
dar “prestancia y dignidad espiritual” al lugar elegido. Nótese que el lugar
propuesto por Guido es el mismísimo Monumento a la Bandera que él ideara y que
tanto esfuerzo, contrariedades y tantos años de trabajo –casi tres décadas– le
insumiera. Subyace en este “proyecto práctico y viable”, según Guido, de
homenaje de la ciudad a uno de sus hombres ilustres, una clara intención
didáctica: “para que los jóvenes lo tomen a Greca como ejemplo” (s/d).
Más adelante, Guido apuntaba que los unía “una amistad
sin fronteras” y proseguía: “nadie podrá olvidar su estirada y casi gigantesca
figura desgarbada, siempre desbordante de simpatía –suerte de Quijote
litoraleño–
ya que bien sabemos sus amigos que detrás de ese tono
burlón bien criollo por cierto, escondía un apasionado
corazón romántico, uno de los más líricos de su generación”.
En el año 1939, Greca publicó un libro bastante polémico
titulado Problemas de urbanismo en la
República Argentina, surgido de unas conferencias que dictó en Cuba (1938).
Anclado en el campo de la política municipal, como expone en el prólogo,
intentó establecer con este volumen una acción complementaria de su obra
jurídica más importante y con mayor repercusión, Derecho y ciencia de la administración municipal, de 1937. Este fue
su cometido declarado: por el perseverante trabajo en la cátedra universitaria
y “en la observación diaria de las actividades de los municipios […] Existen
problemas urbanos argentinos, propios de nuestra organización económica y
formación social, que reclaman soluciones inmediatas. Las que damos no
pretendemos sean las únicas ni definitivas”. Para más adelante agregar: “Otros
hombres de estudio podrán aceptarlas o rechazarlas, pero
de cualquier manera, entendemos que al abrir debate sobre cuestiones de
trascendencia para la buena organización administrativa y eficaz acción de
nuestras comunas, realizamos obras de bien público” (Greca, 1939, p. 5).
Entendemos que estas líneas condensan también su querer ser hombre de estudio, de mirada honda sobre
las problemáticas de su tiempo, aquellas que aquejaban al bien común.
Asimismo, hacia finales del año 1948 Alcides Greca fue
invitado a Brasil por la Ordem dos Advogados do
Brasil, para disertar e intercambiar ideas sobre derecho municipal y
algunos problemas de urbanismo como por ejemplo, el
proyecto del traslado de la futura capital brasileña y la creación de Brasilia. Fruto
de estas conferencias (Fig. 2) y viajes, escribió dos libros: el relato de
viajes Bahianos y bandeirantes (editándolo en 1950 en español y en 1955 en
portugués, a modo de una separata de la revista Universidad y como
publicación de la Municipalidad de Salvador, respectivamente) (Antequera, 2016)
y Una nueva capital para la Nación
Argentina, donde expuso que el mal que aquejaba a la Rep. Arg.
era el centralismo de Bs. As que va en desmedro de las provincias.
Con miras a concluir este bosquejo, cabe agregar que en 1954, Greca se jubiló como profesor universitario. Se trasladó a la localidad de Oliveros, vecina a Rosario, donde a instancias de haber adquirido una chacra, se dedicó a cultivar su huerta y jardín. La mañana del lunes 16 de abril de 1956 falleció de pancreatitis en una cama del Hospital Italiano Garibaldi[18].
Fig. 2 Alcides Greca en
plena conferencia organizada por la Orden dos advogados
do Brasil. San Salvador de Bahía, noviembre de 1948. Foto: Gentileza
Colección documental Familia Greca. |
Consideraciones finales
Como vemos, su vida fue esencialmente tomar partido:
tanto en la universidad, el periodismo, el urbanismo, la militancia
política, la jurisprudencia, el cine y, por supuesto, la literatura. O mejor
aún, en todos esos frentes pero por sobre todos, en la
literatura, que de algún modo, los transversaliza en el deseo que
aguijoneó todo su itinerario: ser un hombre
de letras y un hombre de estudio. Este
es el motor de su proyecto creador. Compromiso político, cultura letrada, pertenencia a la
Universidad son ítems que se relacionan en su biografía y que delinean esta
semblanza biográfica que quisimos trazar. Para finalizar, queremos incluir unas
pinceladas biográficas, tomadas del prólogo que
escribió Bielsa a la obra póstuma de Greca Régimen
legal de la construcción (1956). Dice Bielsa de Greca:
un trabajador infatigable que
solamente en el trabajo, en la tarea diurna, encontraba reposo. Y esa noble
tarea es expresión de la verdadera vocación jurídica, que reveló a lo largo de
su vida, aun en el período de su intensa actividad política en la legislatura
de Santa Fe y en el Congreso Nacional. Esa actividad, unida a la de la cátedra
y a la del periodismo, contribuye a definir o caracterizar la obra del maestro
desaparecido. Cuando actuó en el periodismo hizo en él, en cuanto pudo, algo
así como una prolongación de su cátedra.
En su juventud la vocación
política lo llevó a la lucha en defensa de ideales y aspiraciones de vida y fue
tan intensa su acción que llegó a ser popular en Santa Fe, su provincia natal.
Con otros hombres de su generación, animados de un fervor cívico y ansias de
cultura, emprendió una cruzada dirigida a la creación de la Universidad
Nacional del Litoral como proyección mayor de la antigua Universidad de Santa
Fe, cruzada que comenzó varios años antes de la reforma de 1918, lo que explica
que bajo el signo de esta se estableciera la Universidad Nacional, en 1920. Fue
entonces cuando conocí a este gran inquieto, pues él y yo fuimos nombrados
profesores titulares.
Con miras a la aquilatada configuración de esta semblanza
biográfica y con la finalidad de comprender más cabalmente su legado, que aún
no ha sido suficientemente atendido, ponemos en consideración este material
biográfico cotejado tanto en el Museo Histórico de la UNL como en el archivo
personal que custodia la familia del escritor.
Referencias
bibliográficas
Fuentes
Greca,
A. (1912). Lepra (Panfleto de
combate). Santa Fe: Éxito.
Greca, A. (1927). Viento norte. Novela del norte santafesino. Rosario: Inca.
Greca, A. (1929). La torre de los ingleses. Buenos Aires: Inca.
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Ercilla.
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Greca, A. (1950). Bahianos y bandeirantes. Santa Fe:
Universidad Nacional del Litoral.
Greca, A (1956). Régimen legal de la construcción. Buenos Aires: Víctor de Zavalía.
La pura
verdad, San Javier, 1911. s/d
Democracia, Santa Fe, 24 de julio de 1929
Textos críticos
Antequera, M. F. (2017). Alcides Greca, viajero.
Apuntes sobre el diálogo en La torre de los ingleses (1929) y materiales
pertenecientes a su archivo privado. Anuario
del Centro de Estudios Históricos Prof. Carlos S. A. Segreti.
(17), 22-39.
Antequera, M. F. (2018). El relato de viajes en la obra de Alcides Greca como formación de una
subjetividad moderna en el campo intelectual argentino. Tesis doctoral.
Universidad Nacional de Cuyo, Mendoza.
Antequera, M. F. (2019). Alcides Greca. El viaje de la escritura y la escritura del viaje.
Mendoza: EdiFFyL, Universidad Nacional de Cuyo. (En
prensa)
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digital de la Escuela de Historia UNR, 6(10).
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de un relato cinematográfico: aproximación a la película El último malón (1917) desde la Antropología y la Historia. Claroscuro, Revista del Centro de
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Recibido: 30/01/2020
Evaluado: 15/03/2020
Versión Final: 01/04/2020
[1] De origen italiano, su padre y francés, su madre.
[2] Esta comunicación retoma aspectos de nuestra tesis doctoral
titulada El relato de viajes en la obra
de Alcides Greca como formación de una subjetividad moderna en el campo
intelectual argentino.
[3] Consideramos que sopesar sus proyectos presentados, calibrar los debates que
libró y evaluar cómo se desenvolvió hacia el interior del radicalismo son ítems
que ameritan un estudio ulterior profundo.
[4] Este último
es el único de sus libros que se reeditó en los últimos años, el emprendimiento
fue llevado a cabo por el Diario La
Capital de Rosario.
[5] Esta colección está conformada por los
siguientes títulos: Un titán de los Andes
de Ricardo Rojas (es decir, el interesantísimo Ollantay de Rojas); Seis figuras del plata
de Juan Pablo Echagüe; Buenos Aires
(Imágenes y semblanzas) de Álvaro Melián Lafinur; Temas existenciales de Homero Guglielmini;
Estudios en tres literaturas de
Rafael Alberto Arrieta; Alma de América de
Ramón Vásquez.
[6] Su
opinión aparece en La torre… en el
idioma original, en francés.
[7] Sus
líneas son recopiladas en italiano.
[8] Con quien, por cierto,
sostiene un interesante intercambio epistolar, que hemos analizado. Ver
Antequera, 2018.
[9] Esta obra inédita fue digitalizada por
Verónica y Daniela Greca, bisnietas del escritor, con nuestra colaboración.
Amerita un estudio crítico literario y lingüístico ya que brega por imitar el
habla indígena, intentando profundizar la verosimilitud y el verismo del
relato.
[10] Fue Fernando
Birri, en los sesenta, quien sacó a este film del
ostracismo en que había caído. Vale decir que también contribuyó la propia
familia Greca y el Cine Club Rosario, fundamentalmente en la figura de Fernando
Vigévano, quien bregó por recuperar técnicamente la
pieza en 1967 y realizó una nueva copia que, por el deterioro del tiempo, quedó
con una duración de 58 minutos, diferente –por cierto– a los 85 minutos de la
pieza original. La película fue coloreada por tramos. La presentación, el
epílogo y cada capítulo estaban virados a un color distinto (verde, sepia,
rojo, etc.). En su traspaso a 16mm se dejó en blanco y negro. En la actualidad
entendemos que erigió en un film de culto.
[11]
http://www.pampagringa.com.ar/BIOGRAFIAS/Greca_Alcides/ultimo_malon.htm
[12] Algunos
críticos sostienen que en 1924 hubo una reescritura por parte de Greca de los
carteles que introducen las escenas, por motivaciones de índole política.
[13] Mucho más se podría decir de la
película. Citamos solamente algunos como referencia; Tompkins,
C. (2014). El último malón de Alcides Greca. Repetición y cine de atracciones. Studies in Latin American
Popular Culture, 32, 2014, pp. 97-119; Rodríguez, A. (2008) La trama, la
historia y la política en El último malón.
Polhis, 8. Benzi, M (2018) La mirada etnográfica de A. Greca en El último malón, Culturas (12). Destacamos los valiosos trabajos de Verónica y
Daniela Greca.
[14]
Agradecemos especialmente al equipo de trabajo del Museo Histórico de la UNL.
Los datos precisos de su desempeño académico en la Universidad Nacional del
Litoral los tomamos de su Legajo académico (nº 748).
[15] Sus
contemporáneos sostenían que Greca, junto a Carmona Romay, profesor de Gobierno
Municipal en la Universidad de La Habana, eran las figuras más destacadas del
municipalismo latinoamericano (Delorenzo Neto, 1952; Carmona Romay, 1953).
[16] Tanto la escritura de jurisprudencia como su labor parlamentaria
demandarían realizar un estudio particular para generar una aproximación más
cabal del itinerario intelectual de este escritor. Su inserción en el ámbito
del derecho municipal como su performance en los cargos legislativos exigirían
una revisión pormenorizada.
[17] José
Lo Valvo fue intendente de Rosario en el breve
período: 06/04/1951 y 09/06/1952. También se desempeñó como decano de Cs.
Jurídicas y Soc. (UNL).
[18] El Litoral del 16 de abril de 1956.