Reseñas bibliográficas

 

 

Tarducci, M., Trebisacce, C., Grammático, K. (2019). Cuando el feminismo era mala palabra. Algunas experiencias del feminismo porteño. Espacio Editorial: Buenos Aires, 158 páginas.

Abordar los feminismos y su historicidad se ha convertido en un interés central de corte interdisciplinar. En un trabajo que se posiciona entre la divulgación y la rigurosidad científica, tres autoras historizan las luchas de las mujeres en Argentina. El objetivo del trabajo es visibilizar el feminismo a lo largo de la historia, como una herramienta para las nuevas generaciones. Es un ejercicio de genealogía que aporta a la construcción de la memoria colectiva en torno a un tema muy presente. Reconociendo las continuidades y las rupturas, construyen una historia allí donde el relato oficial no lo incluyó.

El trabajo se centra en la denominada “Segunda Ola” (años sesenta y setenta del siglo XX), cuando el feminismo reaparece en la escena pública ampliando los límites de lo considerado político. La particularidad es que politiza la vida cotidiana y cuestiona lo doméstico y la privacidad del hogar. Esto, sumado a la discusión en torno a la sexualidad, el aborto, las relaciones de poder, la maternidad, entre otras, se expresa de forma clara en la consigna “lo personal es político”. Las autoras analizan este fenómeno en la Ciudad de Buenos Aires.

El trabajo se encuentra dividido en tres secciones que abordan de forma cronológica el recorte temporal. La primera sección, escrita por Trebisacce, analiza las feministas de los años setenta, una etapa fue de profundos cambios. Las agrupaciones porteñas feministas pretendieron enlazar la política con el superfluo mundo de la modernización. Algunas características que resalta la autora de estas agrupaciones son la condición precaria en su hacer, la ausencia de referencias políticas- teóricas y el aislamiento respecto de otras experiencias de lucha. Sin embargo, desarrollaron una experiencia que sentó las bases de los feminismos contemporáneos. Esta sección analiza los dos grandes sectores de organizaciones presentes en el ámbito urbano: las denominadas “puras”, independientes de cualquier organización, partido o tendencia política; y las “políticas”, mujeres que al interior de sus partidos políticos exploraron la militancia feminista.

Las “puras”, vanguardia de la ciudad porteña, se agruparon en la Unión Feminista Argentina y el Movimiento de Liberación Femenina. Rechazaban los partidos políticos y la mayoría no había tenido experiencia partidaria. Aunque apenas alcanzaron la cifra de cincuenta integrantes, eran mujeres destacadas de la cultura, amas de casa, profesionales de clase media y estudiantes, y construyeron los sentidos del feminismo porteño de la primera mitad de los años setenta. Desde sus espacios organizaron reuniones plenarias, volantes y manifiestos propios, pero fue fundamental la concienciación, considerada un “arma radical”. En sus encuentros las mujeres, desde la conversación de lo privado y lo íntimo, buscaron desnaturalizar la división de esferas de lo social y de lo político.

Su militancia se abocó ciertas denuncias como la condena al devenir objeto sexual de la mujer moderna, el rechazo a las operaciones culturales de cosificación, el supuesto avance en los electrodomésticos para “liberar” a la mujer de las tareas domésticas. También se criticaba el mito de la maternidad y el régimen sexual que imponía la “liberación sexual”. Hacia mediados de los años setenta, al inicio del golpe de estado, estas organizaciones perdieron fuerza hasta desaparecer.

Dentro de “las políticas” existieron experiencias de organización de la militancia femenina en las nuevas izquierdas. Por un lado existieron organizaciones que no se consideraban a sí mismas como feministas, como el Frente de Mujeres del PRT y la agrupación Evita de Montoneros. Por otro lado, las organizaciones dentro de partidos que si consideraban afines con el feminismo, como el Partido Socialista de los Trabajadores (PTS) y del Frente de Izquierda Popular (FIP). Estas organizaciones debieron lidiar con las críticas internacionales al feminismo que era caracterizado como perteneciente al mundo burgués. Algunas izquierdas consideraban que denunciar el comportamiento machista o sexista de los varones, incluidos sus compañeros, quebraba la alianza entre los/as oprimidos y los/as revolucionarios.

Tanto el PTS como el FIP crearon espacios específicos- secciones- de militancia feminista como fueron el caso de Muchacha y de Movimiento Feminista Popular, respectivamente. Ambas experiencias tuvieron como punto central de debate y tensión con sus respectivos partidos el punto de independencia respecto de las líneas y direcciones del partido.

En conclusión, este apartado desarrolla a través de numerosas fuentes la experiencia compleja que se dio entre el feminismo y los movimientos de izquierda. Los partidos locales hicieron exploraciones genuinas en torno a la militancia feminista, crearon espacios de trabajo y mantuvieron profundos debates. Tantos las “puras” como las “políticas” vieron afectada su militancia por el golpe del 76. Sin embargo, quienes participaron de esas heterogéneas experiencias feministas se las ingeniaron para construir espacios de encuentro e intervenciones esporádicas. El resurgir del movimiento feminista en los años ochenta retomará la experiencia de los setenta pero también será contestatario de aquel.

La segunda sección escrita por Grammático aborda los años de la última dictadura, en los cuales sociedad se vio atravesada por el poder desaparecedor del Estado, con libertades individuales anuladas y sin canales de expresión. La actividad cultural quedó regida por severos patrones de censura y el discurso oficial puso a la mujer en el hogar, reforzando la maternidad como su función “natural”.

Anteriores investigaciones y memorias de las feministas han construido una imagen de inactividad pública y acciones privadas. Sin desconocer esta imagen, la autora rescata una existencia pública menos opaca y con mayor dinamismo en las feministas porteñas de la época. Si bien la política opresiva y represiva las limitó, el feminismo se desarrolló en las “catacumbas”, término que alude a lugares menos expuestos y disimulados a la mirada del poder y también en la prensa, organizando campañas públicas y jornadas temáticas.

Las feministas porteñas tuvieron un vínculo estrecho y decisivo con los medios masivos de comunicación. La prensa, esquivando la censura, dio lugar en sus páginas al feminismo y su propuesta disruptiva. Un ejemplo de ello lo observó Grammático en el diario La Opinión, fundado por Jacobo Timerman, pero intervenido en 1977 por el Ejército. En la sección “La Opinión de la Mujer” se cuestionó la maternidad resaltando sus aspectos negativos como el sometimiento y la pérdida de autonomía.

Otra forma de acción de las feministas en dictadura fue la lucha que dieron a través de la Campaña por la Reforma de la Patria Potestad. Esta fue la acción pública más importante de la época, aunque debieron cuidarse mucho de asociar la campaña al feminismo. Si bien la reforma se logró en 1985, los años anteriores fueron claves para dar a conocer la campaña, reunir adhesiones e instalar la cuestión en el debate público.

También durante la dictadura las feministas salieron al espacio público y formaron grupos, algunos con la intensión de introducir cambios en la legislación y jurisprudencia a favor de las mujeres. Ejemplo de ello fue la agrupación Derechos Iguales para la Mujer Argentina, conocida como DIMA o la Agrupación de Mujeres Argentina- AMA- o la Organización Feminista Argentina- OFA-.

También se manifestaron a través de la escritura y expresiones culturales, como cortometrajes o exposiciones fotográficas que introdujeron múltiples debates. Cuestionaron la sociedad de forma explícita, a través de las críticas diversas: entre ellas las infancias, la sexualidad, la relación entre madres e hijas y los juegos y juguetes. Por último en esos años se desarrollaron jornadas y congresos de gran alcance, organizados algunos por la DIMA, y se mostró la centralidad de la problemática de la mujer.

Todo este movimiento local se vio influenciado de manera fuerte por la Segunda Ola del feminismo y los eventos internacionales. La formación de redes internacionales de mujeres y el rol de los organismos internacionales, como la ONU, elaboraron una agenda global de derechos para las mujeres que fueron de influencia. Algunos de los hitos del período fueron la celebración del Año Internacional de la Mujer (1975) y la I Conferencia Mundial de la Mujer realizada en México. Estos encuentros tuvieron sus ecos en Argentina, formando por ejemplo el Frente de Lucha por la Mujer, con un programa de reclamos que incorporó el aborto legal y gratuito entre sus puntos. También se firmó en 1980 la Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación de la Mujer, aprobado por la ONU un año antes. Otro hecho internacional que se destaca fue el Primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, en Bogotá (1981). Un aporte destacable de estos eventos internacionales es que marcaron un nuevo tipo de lazo que se comenzaba a tejer entre las feministas y el Movimiento de Derechos Humanos.   

En resumen, este apartado muestra como el activismo feminista porteño logró en un período oscuro salir al espacio público para peticionar a las autoridades, firmar solicitadas, realizar jornadas y muestras de arte, publicar libros y hasta formar nuevas agrupaciones. Con el paso de los años, se hizo notar cada vez más y fue ganando nitidez en el comienzo de los años ochenta.

La tercera sección aborda la década de los ochenta y una transición democrática que resultó intensa y novedosa. Con una gran cantidad de fuentes relevadas, Tarducci aborda las formas en las cuales los feminismos transitaron una esa década compleja, de apertura y ebullición. Dentro de los grupos feministas del período, destaca la Asociación de Trabajo y Estudios sobre la Mujer 25 de Noviembre (ATEM). A partir de entrevistas y publicaciones, se despliega su extenso trabajo, que incluyó actividades conmemorativas, homenajes, vínculos con organismos de Derechos Humanos y ex detenidas desaparecidas. También realizaron publicaciones como la revista Brujas y Feminaria, grupos de estudio y formaron parte de un renovado movimiento por la reforma de la Patria Potestad, la Multipartidaria de la Mujer y el Movimiento Feministas creado en 1985.

Un espacio importante en aquellos años fue el Lugar de Mujer, que sirvió como encuentro y reflexión sobre la condición de la mujer. Esta casa se destinó a desarrollar actividades culturales, científicas, artísticas, asistenciales, recreativas, de investigación, difusión e intercambio. Constituida como Asociación Civil, realizó talleres, funciones de cine, charlas, mesas redondas, presentaciones de libro, muestras de fotografía y pintura, y se convirtió en el punto de encuentro para las porteñas. Con el paso de los años, fue perdiendo una heterogeneidad que había conseguido y se dedicó casi en exclusividad a la problemática de la violencia.

También en el período un grupo de mujeres formaron la “Alternativa Feminista”. Opositoras a toda forma de autoritarismo, discriminación y cualquier forma de explotación, crearon grupos de estudio, reflexión y autoayuda, y difundieron ideas feministas por todos los medios y trabajan con mujeres de los sectores populares. Se integraron al Movimiento Feminista (1985) junto a ATEM, CEAS y Lugar de Mujer. Lograron publicar una revista que llevaba su nombre, en la cual criticaron a la revista Humor y a personajes misóginos de la historia. También llamaron la atención sobre las violaciones sexuales llevadas a cabo por los represores, hecho a destacar, y analizaron el poco crecimiento del movimiento feminista en esos años.

Otra publicación que apareció fue Mujeres en Movimiento, conformado por varias mujeres entre quienes se encuentra la autora de esta sección. Además de realizar publicaciones, llevaron a cabo actividades públicas, como el Primer Encuentro de la Mujer Trabajadora (1987) y tenían instancias de concientización denominadas “mambos”. Otro espacio interesante fue el Taller Permanente de la Mujer que logró con apoyo económico de una iglesia protestante del exterior, publicar unas cartillas de educación popular. Trabajaron en Jujuy y en la Ciudad de Buenos Aires, y crearon en los años noventa el Centro Integral de Salud para las Mujeres, “Dra. Julieta Lanteri” y la Librería de la Mujer.

Un aspecto relevante del período es la aparición progresiva de grupos de lesbianas feministas. Aunque surgió de forma tímida en los años ochenta, se visibilizaron a partir de revistas y jornadas de trabajo. Fue el III Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en Brasil, el que permitió un cambio decisivo en la vida de muchas mujeres que luego fueron activistas lesbofeministas. Dos años después (1987) se desarrolló el Primer Encuentro de Lesbianas Feministas Latinoamericanas en Cuernavaca, México.

En esta sección la autora hace foco en la conmemoración del 8 de Marzo durante el período alfonsinista. Las mujeres salieron a la calle para conmemorar y tuvo un rol central la Multisectorial de la Mujer creada en 1983. En los distintos 8 de Marzo se destaca la amplia convocatoria, los versos cantados y los reclamos de cada marcha, muchos de ellos aún hoy presentes y sin respuesta. También se destaca el rol de la prensa, como Página 12, La Razón y Crónica, que incorporaron la cobertura de este día, incluyendo las reivindicaciones y las actividades que se realizaban el día anterior y posterior.

Otro aspecto que destaca la autora son las campañas por la consecución de derechos fundamentales. La primera se realizó para la reforma a la Ley de Patria Potestad, que se aprobó en 1985. Para eso se realizaron intensas movilizaciones y la Multisectorial redactó una carta a diputados presionando para el tratamiento de la reforma. Si bien la Iglesia Católica presionó para que no se trate, logró ser aprobada aunque no como lo demandaban las feministas, quienes exigían la Patria Potestad Indistinta.

Otra campaña se hizo a favor del divorcio, de la mano de las mujeres organizadas tanto de la Multisectorial como de grupos feministas, partidarios, de derechos humanos, sindicales y culturales. Tan grande fue la lucha que se constituyó un Movimiento por la Sanción de la Ley de Divorcio Vincular, que redactó gacetillas, repartió volantes, organizó jornadas y recolectó firmas. Con la oposición de la iglesia y una fuerte centralidad en la prensa local, esta ley fue aprobada en agosto de 1986.

También se realizó una campaña a favor del aborto que, aunque no tuvo debate ni aprobación, tuvo una constante militancia a través de la Comisión por el Derecho al Aborto en una época muy hostil a la problemática. A partir de la visibilización en las calles para reunir firmas, la organización de eventos, jornadas y encuentros, junto con publicaciones, se logró instalar en la sociedad algunas consignas que hoy se escuchan en las marchas, se ven en remeras e impulsan los cantos: “Anticonceptivos para no Abortar, Aborto Legal para no Morir”. A ellas les debemos la lucha que hoy sigue encendida. Otro recorrido que se hizo en la época y encuentra su vigencia hoy es la lucha contra la violencia hacia las mujeres, empleando el término “femicidio” y se denunciando la violencia. Fue quizás el caso del asesinato que realizó Carlos Monzón a Alicia Muñiz en 1988, el que visibilizó y convocó a la manifestación. Ese año se creó la Red de Prevención y Asistencia a las Víctimas de la Violencia Familiar y se realizaron actividades a propósito del Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer.

Por último, esta sección releva los Encuentros Nacionales de Mujeres y las Asambleas y Encuentros Feministas. Como espejo de lo que fueron los Encuentros Feministas Latinoamericanos y del Caribe de la década de los ochenta, en 1986 se organizó el primer Encuentro Nacional de Mujeres en Buenos Aires. Ya en este encuentro aparecen características que perduran hasta hoy como la autonomía, el autofinanciamiento y los talleres horizontales. Unos años después (1989) se creó el I Encuentro Feminista Nacional en San Bernardo, dándose a la tarea de pensar el encuentro continental y una discusión “interna”.

Para concluir en esta tercera sección la autora logra una síntesis que incluye una variedad de materiales dispersos, y refleja la ebullición de grupos autodenominados feministas y sus acciones. Sin embargo, reconoce que la lucha por los derechos de las mujeres constituyó un amplio campo discursivo de acción y sus protagonistas fueron varias.

A modo de cierre el trabajo se propone el desafío de hacer una historia del feminismo argentino de la Segunda Ola, entre los años setenta y noventa del siglo XX. Presenta los principales aspectos y actoras de aquellos años, reflejando la experiencia y herencia que construyeron para quienes hoy integran la nueva ola. De lectura amigable, con un trabajo de fuentes riguroso, logran sintetizar y dar a conocer los vaivenes de un movimiento que no ha dejado de crecer, enfrentando autoritarismos, dictaduras y períodos complejos en términos económicos. Al iluminar este pasado reciente del feminismo, nos acercan las continuidades con el presente y aporta al movimiento una mirada más a largo plazo, dejándonos ver que nuestras antecesoras ya reflexionaron y experimentaron varias cuestiones que creemos nuevas.

Wanda Wechsler

Universidad Nacional Arturo Jauretche (Argentina)

wandaprofesora@gmail.com

 

 

Lorenz F. (2017) La Llamada: historia de un rumor de la posguerra de Malvinas. Editorial de la Universidad Nacional de Tucumán: San Miguel de Tucumán, 316 páginas.

 

La Llamada. Historia de un rumor de la posguerra de Malvinas (2017) es una obra del historiador Federico Lorenz sobre los últimos años de la dictadura cívico militar y primeros de la democracia argentina, que son reconstruidos a partir de la indagación histórica sobre un rumor y sus condiciones de emergencia y circulación. El libro es novedoso pues, ubicado en el paradigma de la historia sociocultural de la guerra –campo en el cual es referente–, el autor ofrece una suerte de síntesis de sus aportes y miradas tanto sobre el tema de la guerra del Atlántico Sur como de los años que le siguieron. Desde una perspectiva metodológica distinta a la de sus trabajos anteriores, aquí condensa y articula resultados de investigaciones previas con material y reflexiones inéditas. El objetivo del libro, en este sentido, es explorar a través de la historia de un rumor a la sociedad que recibió a los derrotados en Malvinas, así como sus posibilidades y voluntades de comprensión y acción. El rumor en cuestión, resumidamente, narra que un soldado al regresar de la guerra llama por teléfono a su madre y solicita llevar de regreso a casa a un amigo mutilado durante el conflicto. Ante su negativa, se suicida: el mutilado era él mismo.

El estudio de un rumor y la reflexión sobre su época, así como también el modo en que Lorenz se propone llevar adelante esa tarea, tiene dos grandes inspiraciones teóricas que el autor reconoce en la introducción y retoma en distintas partes del libro. En primer lugar, las reflexiones de Marc Bloch sobre la relevancia de los rumores como fuente de información histórica sobre la sociedad que los vuelve leyenda. En segundo lugar, la microhistoria y las consideraciones de Carlo Ginzburg sobre el denominado paradigma indiciario y la circulación cultural. Siguiendo estas inspiraciones, Lorenz recurre a un vasto corpus documental proveniente tanto de archivos públicos como privados.

 El libro está dividido, luego de la introducción, en cuatro grandes apartados conformados por varios capítulos breves. Al concluir hay tres anexos documentales entre los cuales destaca el primero, que contiene una amplia cantidad de imágenes a las que el autor alude durante su investigación. El primer apartado, “Marcas”, está compuesto por tres capítulos. Allí el autor, luego de reponer el rumor, reconstruye algunas de las expresiones culturales por las cuales las imágenes de los heridos en general y en particular de los mutilados funcionaron como “condensadoras de sentidos” en Occidente para visibilizar el impacto social y cultural de las guerras en el siglo XX. Para hacerlo, analiza las historias y funciones de distintos mitos y rumores bélicos, así como también tópicos presentes en producciones literarias, pictóricas y audiovisuales fundamentalmente emergentes durante y luego de la Primera Guerra Mundial, señalando que se trata de expresiones que modelaron formas de representación de la guerra a nivel internacional. Asimismo, vincula dicha escala con la nacional –rastreando formas de circulación de esas expresiones– y finalmente sintetiza las principales características y eventos de la Guerra de Malvinas, especialmente atento a las experiencias de quienes la vivieron.

En el segundo y tercer apartado el autor retoma la escala nacional para explorar, respectivamente, “el estado de ánimo social” en que el rumor nació y se propagó y la serie de “acontecimientos fortuitos” que pudieron darle origen y, sobre todo, hacerlo verosímil. “Incertidumbre”, el segundo apartado, está formado por cinco capítulos breves en los que se exploran el contexto de la posguerra y las disputas simbólicas que en el quinquenio posterior a la guerra se dieron por el pasado reciente –en particular, el emergente paradigma victimológico, que tendió a asociar a los jóvenes ex combatientes y a los jóvenes “desaparecidos” con la figura de víctimas, y el modo en que esto se expresó en filmes y novelas– así como también las estrategias de los propios ex combatientes ante sus reclamos desoídos. El autor analiza y señala cómo el contexto de la inmediata posguerra fue terreno fértil para el surgimiento y propagación del rumor que, a su vez, expresaba disputas existentes. A lo largo de los seis capítulos del tercer apartado, “Historias”, Lorenz explora distintas experiencias que pudieron haber sido tanto inspiración para el rumor como así también vehículos para su propagación en distintos contextos, provincias y circunstancias. Al respecto, analiza detalladamente distintas versiones y sus formas de circulación –oral, en prensa, literatura y cine-. Durante este recorrido detecta la presencia de elementos cuyas raíces –de larga duración– sitúa en el repertorio cultural analizado en el primer apartado, un repertorio que habría reemergido en la posguerra como parte de los recursos simbólicos de los que la sociedad disponía para procesar y transmitir la experiencia bélica.

El último apartado del libro, denominado “La Llamada”, se centra en identificar posibles eventos puntuales que hicieron verosímil, en algunos particulares contextos, el rumor. Por ello hace especial énfasis en las experiencias de los propios ex combatientes gravemente heridos y de las enfermeras que los atendieron al retorno de la guerra. Para finalizar, el autor retoma su propuesta inicial y realiza un análisis sobre los años de posguerra en donde el rumor aparece como “el relato del regreso a la patria”, asociado a los modos en que la sociedad argentina se relacionó con su propio pasado reciente: no sólo con la guerra de Malvinas sino, al mismo tiempo, con el del terrorismo de Estado.

El mencionado análisis y propuesta de La Llamada se inscribe en una serie de trabajos del campo de la historia sociocultural de la guerra. Aquí Lorenz se preocupa especialmente por el impacto de la guerra no sólo entre quienes fueron a las islas sino también en la sociedad que la creó, acompañó y luego procesó. Para llevar adelante esta propuesta historiográfica -que actualmente está siendo explorada por distintos autores- dialoga con tres grandes corpus bibliográficos durante todo el libro: por un lado, con las producciones teóricas europeas y estadounidenses sobre la guerra, sus protagonistas, impactos y formas de procesarla, emergentes luego de las Guerras Mundiales y la Guerra de Vietnam. En un segundo nivel, al optar por un análisis interdisciplinar preocupado por las producciones culturales (literatura, fotografías, rumores, programas televisivos, filmes, etc.), se refiere y sirve de trabajos especializados –locales e internacionales–. En tercer lugar, el autor sostiene un variado y múltiple diálogo con los estudios del denominado campo de la historia reciente argentina, particularmente atento a las producciones sobre las formas en que se procesó la guerra en distintas geografías, así como también a las percepciones y debates sobre la caracterización general de los años posteriores a la guerra y, precisamente, sobre el rol de la experiencia bélica en dicho contexto.

En línea con lo anterior y retomando también las reflexiones de Bloch y Ginzburg el autor reconstruye tanto el universo cultural local –y sus relaciones con el repertorio internacional– como así también el contexto social y político. A partir de allí señala elementos que están presentes en el rumor y, por lo tanto, lo hacen verosímil. Para realizar esta tarea recurre al corpus documental antes señalado: un amplio repertorio de testimonios (presentes en prensa u obtenidos en entrevistas y comunicaciones personales del autor), fragmentos de prensa tanto nacional como de distintos lugares de la argentina (obtenidos de la Hemeroteca del Congreso Nacional y archivos provinciales), material proveniente de organizaciones de ex combatientes (folletería, discursos), archivos judiciales de las causas vinculadas a Malvinas (que se encuentran en Memoria Abierta) y archivos de la ex Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (Comisión Provincial por la Memoria). Asimismo, para reponer el universo cultural de la época, se sirve de expresiones tanto nacionales como internacionales: literatura (novelas, cuentos y poesías), fuentes visuales (fotografías, postales, pinturas, propagandas, portadas de diarios, filmes) y audiovisuales (películas, programas televisivos).  

En relación con el objetivo general del libro se pueden encontrar tres ideas fuertes que recorren la investigación. En primer lugar, que las formas en que la sociedad argentina procesó la posguerra estaban enlazadas de manera invisible pero firme –sobre todo en los contextos urbanos– con relatos/memorias visuales sobre las guerras elaboradas en otros escenarios y en décadas anteriores, por lo que es necesario considerar un contexto cultural más amplio que la historia argentina y de más larga duración, relacionado con las formas en que la cultura occidental procesó las experiencias de los grandes conflictos bélicos del siglo XX. En segundo lugar, que la veracidad o falsedad del evento que el rumor narra no es tan importante como la comprensión de la superposición de elementos que lo hicieron posible, cuya investigación le permite elaborar una explicación sobre su origen y circulación vinculada profundamente con aquel repertorio cultural y potenciada por las necesidades políticas de distintos actores de su época. En tercer lugar, que el rumor pudo representar para ciertos actores la posibilidad de mantener vivas sus demandas ante una sociedad poco dispuesta a recibirlos, e incluso de simbolizar un acto de resistencia –del joven que se suicida–.  

Esta última línea es troncal en la propuesta de Lorenz pues le permite articular distintos niveles de análisis para pensar los años que siguieron a la guerra de Malvinas: por un lado, como en anteriores trabajos, está atento a la perspectiva de los soldados ex combatientes. Por el otro, se esfuerza por comprender una escala más grande y de duración más larga. En ese sentido, señala que la resistencia política y simbólica que expresa el rumor se inscribe en un contexto que él caracteriza como de doble rechazo: al soldado que regresaba lisiado de la guerra, por un lado, pero también a relacionarse en general con la violencia de las décadas que la precedieron. Al respecto, su hipótesis más general es que

 

La incomprensión, la imposibilidad de comunicación, no se debió entonces al resultado de la guerra de Malvinas (aunque los soldados así lo vivieron), sino a una voluntad de olvido más amplia, a la necesidad de enterrar la historia. No sólo la de la derrota en las islas, sino la de la matanza interna. (Lorenz, 2017)

 

En este punto reaparece la principal propuesta analítica, historiográfica y política del autor acerca de la necesidad de construir otras historias, atentas a la agencia de los actores en sus propios contextos, que en el caso del rumor no son sólo los ex combatientes sino quienes lo tomaron por verdadero e hicieron circular. Porque el rumor, después de todo, no es para el autor más que un vehículo excepcionalmente eficaz para expresar un estado de ánimo social y observar un clima de época (Lorenz, 2017). Por eso estudiarlo le permite aproximarse y reflexionar sobre la sociedad en la que se dispersó, sobre de las sensibilidades de las personas que creyeron en él, lo relataron y lo comentaron una y otra vez.

En La Llamada, en suma, Federico Lorenz revisita su propia trayectoria como historiador –e inclusive su pasado– así como también los trabajos de otros investigadores y vuelve a poner sobre la mesa las múltiples posibilidades de análisis que el abordaje sociocultural de la guerra de Malvinas abre.

Florencia Gandara

Instituto de Altos Estudios Sociales;

 Universidad Nacional de San Martín (Argentina)

florencia.gandara@gmail.com

Bibliografía

Lorenz, F. G. (2017). La llamada: Historia de un rumor de la posguerra de Malvinas. San Miguel de Tucumán: Editorial de la Universidad Nacional de Tucumán.

Soler, L. (2018). Los oficios del sociólogo en Paraguay (1950-1980). FLACSO: Asunción, Paraguay, 238 páginas.

 

En Los oficios del sociólogo en Paraguay (1950-1980), Lorena Soler documenta la inserción de Paraguay en el campo de las ciencias sociales latinoamericanas y su participación en las disputas en dicho ámbito, al tiempo que propone un recorrido sobre la institucionalización y la profesionalización de la sociología en este país. El interrogante fundamental de la obra gira en torno a la consagración de la sociología en Paraguay como un saber legitimado durante la modernización conservadora del stronismo. Para responder a ello, Soler apela al estudio de las condiciones políticas y económicas de Paraguay y de la región, indaga sobre los debates que atravesaron al campo de las ciencias sociales en el período estudiado y el aporte de los intelectuales e investigadores paraguayos. Así es que en el libro se encuentran retratadas las trayectorias individuales de los principales referentes de la época, entrevistados para la ocasión, a la vez que se da cuenta de los cambios estructurales de los años 1960 y 1970. Para recorrer estos procesos sociohistóricos, la socióloga se basará en el análisis del Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos (CPES) como un referente empírico.

Los oficios del sociólogo en Paraguay es un libro de interés para quien estudia América Latina dado que, lejos de ser un estudio sobre Paraguay como un caso aislado, transita un vaivén regional y temporal en el que se repasan períodos y procesos que marcaron la historia de la región, con los contrapuntos necesarios para el análisis de largo plazo que aporta la autora. La obra consta de seis capítulos que a su vez están subdivididos en apartados temáticos, lo cual agiliza la lectura y permite seguir el hilo de la argumentación.

El primer capítulo repone los principales factores históricos que incidieron en las transformaciones del campo cultural paraguayo a la par del proceso de conformación de su Estado-nación. Retoma las narrativas de una etapa de proyectos liberales en ciernes, en donde Soler destaca una recuperación de los elementos nativos y autóctonos típicos de la cultura paraguaya, en contraposición con ideas ajenas al propio país. Es en este marco que comienza a forjarse una ciencia social paraguaya acompañada por actores que emergen en esta nueva etapa: las juventudes, los intelectuales, las mujeres, el movimiento obrero, entre otros. Los recorridos del proyecto liberal y de los partidos políticos no tradicionales, junto con la injerencia de las Fuerzas Armadas en el campo de la política, se verán plasmados en la Constitución de 1940, como destaca la autora; mientras que el papel de Estados Unidos y la Alianza para el Progreso, ya en el período del stronismo, harán lo suyo sobre la modernización económica. Soler identifica una gran diferencia entre el stronismo y las dictaduras del Cono Sur, que radica en la instauración del primero como una “revolución desde arriba”, que conlleva un aparato político e ideológico legitimador de su proyecto.

El segundo capítulo se aboca de lleno a los cambios que atraviesan las ciencias sociales en América Latina a partir de los años 1950, para luego introducirnos en el mundo del Centro Paraguayo de Estudios Sociológicos (CPES). Aquí, Soler busca vincular el clima político que atravesaba la región con la consolidación de los estudios del Tercer Mundo. Así es como emergen instituciones que irán estableciendo redes de intercambio de saberes, de recursos económicos, de líneas de investigación en común, etcétera. Identifica los hitos de este período de las ciencias sociales en instituciones de renombre internacional, como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), encargadas del estudio de problemáticas tales como el desarrollo y las estructuras agrarias. Sin embargo, matiza los roles desempeñados por estas en virtud de su carácter gubernamental o no, sus fuentes y distribución de financiamiento y la circulación de referentes internacionales.

Soler muestra, entonces, un período en el que Paraguay se ve favorecido por su inserción en las redes mencionadas, cuya importancia gravitaba en torno a la posibilidad de modernizar la sociología, en gran medida a partir de su vínculo con la Alianza para el Progreso y los Estados Unidos. La autora dirá que, si bien a nivel regional la sociología ya existía en tanto reflexión y tradición de enseñanza, lo novedoso de la aparición de centros como el CPES donde, en contextos autoritarios, se consolidaba la producción de un conocimiento social científico y legítimo, era que su subsistencia estaba en buena medida garantizada por el aval que brindaban las redes e instituciones internacionales. Señala, además, que el clima de época de los años 1950 y 1960 en América Latina propiciaba este tipo de iniciativas, en tanto y en cuanto la investigación en ciencias sociales era considerada como una necesidad para resolver los problemas regionales.

Así como las instituciones, en el libro de Soler los actores también tienen un papel destacado. En las figuras de Gino Germani en Argentina y Domingo Rivarola en Paraguay, la autora encuentra a dos “organizadores del campo”, intelectuales que marcaron el camino a partir de la construcción de nuevas reglas. En relación con la constitución del nuevo campo, el CPES haría su aporte en tanto que sus investigaciones empíricas, su inserción internacional, los subsidios otorgados por distintas entidades, así como la calidad en la producción de cursos y programas para investigadores y docentes, le permitió transformarse en un lugar de referencia y tener un papel de importancia en las disputas intelectuales y de recursos.

En el tercer capítulo se asume la imbricación entre política e intelectualidad que primó entre fines de los 1960 y comienzos de los 1970 en Paraguay, a pesar de la preponderancia del régimen stronista, atribuida a cuestiones de tipo estructural, como la ampliación de los sectores urbanos de Asunción producto de la modernización conservadora. Desde allí, se puede observar una serie de transformaciones y el estallido de actividades culturales relacionadas con el mundo universitario. El mundo del arte y la apertura de nuevos mercados se ven a su vez revolucionados, la llegada de nuevos canales de televisión y el lanzamiento de distintos proyectos editoriales evidenciaban estos cambios. Las publicaciones marcaban la trayectoria de la juventud asunceña, operando como un "mecanismo de selección social y de politización".

En los capítulos cuarto y quinto la autora se aboca a la configuración y consolidación del campo de las ciencias sociales en Paraguay durante el stronismo, así como también repasa cuestiones clave de la creación de la carrera de Sociología en la Universidad Católica de Asunción, su vínculo inicial con la iglesia y su relación, no exenta de conflictos, con el CPES.

El cuarto capítulo reconstruye las trayectorias personales y profesionales de algunos de los fundadores del CPES. Una de las ideas fuerza tiene que ver con el hecho de que evalúa las condiciones de posibilidad y las opciones de vida que tenían en aquel entonces estos actores. A partir de los testimonios recolectados se sostiene que sus alternativas no pasaban por la militancia partidaria ni universitaria, clausurados por el stronismo, por lo que fueron las ciencias sociales el espacio predilecto para canalizar su compromiso político. En función de ello es que Soler aborda lo que llama los “oficios del sociólogo” como el ámbito en el que se desplegaba la participación política y militante, el “querer cambiar el mundo”. Además, y en paralelo, la autora da cuenta de la alianza estratégica entre la iglesia, los jesuitas y las ciencias sociales que se forjó en aquel marco y que tendría consecuencias en el despliegue de estas instituciones. No obstante, el clima de apertura y revolución de las ciencias sociales se iría clausurando con la llegada de la Doctrina de Seguridad Nacional a la región y la agudización de la represión por parte del régimen stronista.

El quinto capítulo tiene por objeto la institucionalización y la profesionalización de las ciencias sociales, en particular de la sociología, durante los años 1960 y 1970. Allí, Soler considera desde cuestiones formales, como la contratación de docentes especializados para los cursos y seminarios, hasta la consagración de los nuevos institutos y centros de investigación, que implicaban a su vez nuevas formas de hacer ciencia; todo lo cual la autora vincula con la demanda por parte de un Estado que se encontraba ante nuevas problemáticas sociales.

Asimismo, se destaca el papel de las revistas especializadas como los vasos comunicantes de los intelectuales en el campo profesional de la sociología. En este punto, la autora introduce un análisis pormenorizado sobre la Revista Paraguaya de Sociología, sus características editoriales, trayectoria histórica y debates que se daban tanto en el marco interno como los que la revista brindaba hacia sus lectores. Esto le permitió a Soler identificar las agendas hegemónicas del período de estudio y, en especial, las disputas dentro del campo intelectual de las ciencias sociales. En este apartado, además, presenta una comparación entre el devenir de la sociología y de la historia en Paraguay como dos disciplinas que, a partir de sus influencias - la primera vinculada con la agenda internacional y la segunda sometida a los objetos de estudio priorizados por el stronismo- desarrollan sus agendas de investigación y metodologías en sentidos disímiles.

El tramo final del libro está consagrado a las mutaciones de los problemas disciplinares de la sociología en función de los cambios políticos, económicos, culturales y generacionales de América Latina. De este modo es que, hacia los años 1980, la transición impone a la democracia como objeto de estudio. La autora destaca que, a partir de la caída del stronismo y la instauración de la democracia, la sociología paraguaya, y el CPES en particular, sufrieron cambios sobre sus líneas de investigación, los vínculos con el Estado y con las universidades, las formas de financiamiento y la aparición de nuevos actores en escena, como las organizaciones no gubernamentales.

A modo de cierre, destacamos que el libro apela a un público interdisciplinario por lo que, en consonancia con su enfoque desde la sociología histórica de largo y mediano plazo, bien puede ser leído y disfrutado por historiadores, politólogos, antropólogos y todo aquel que habite las ciencias sociales. Incluso para quienes no somos expertos en Paraguay - “paraguayólogos”, como menciona la autora- la lectura transcurre sin dificultades. Los datos fundamentales para el entendimiento de la argumentación son brindados por la propia obra, que a su vez forma parte de una serie de publicaciones de Soler junto con libros como Des (Cartes). Estampas de la derecha paraguaya (2017) y La larga invención del golpe. El stronismo y el orden político paraguayo (2012), entre otros.

Podemos afirmar que al finalizar tendremos un conocimiento más amplio, no sólo de la institucionalización de las ciencias sociales y las particularidades del orden político durante el stronismo y la transición hacia la democracia en Paraguay, sino que habremos revisado los grandes procesos que atravesó la región desde mediados del siglo XX. Centro y periferia, desarrollo, democracia, orden, cambio y conflicto social son conceptos que toman cuerpo en la obra a partir de hechos reconstruidos en función de experiencias colectivas e individuales. A menudo, las producciones más valiosas son aquellas que logran amalgamar la teoría con los procesos históricos, lo cual no necesariamente implica resignar complejidad en los argumentos, como bien muestra Los oficios del sociólogo en Paraguay.

 

Ana Belén Mercado

Universidad de Buenos Aires,

Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe,

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)

mercadoanabelen@gmail.com

Gordillo, M. et. al. (2019). 1969. A cincuenta años: repensando el ciclo de protestas. 1a ed. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: CLACSO; Córdoba: Universidad de Nacional de Córdoba (UNC), 226 páginas.

 

Los 50 años del Cordobazo fueron una ocasión, además de sus actos y más diversas conmemoraciones en todo el país, para volver a reflexionar sobre el período de protestas a fines de los años '60. “1969. A cincuenta años: repensando el ciclo de protestas.” representa un esfuerzo en este sentido.

Comenzando con una introducción a cargo de la compiladora, Mónica Gordillo, se articulan en este trabajo editorial los resultados de investigadores e investigadoras reunidos y expuestos en las "Jornadas a 50 años del Cordobazo. Repensando el ciclo de protestas obreras, rebeliones populares e insurrecciones urbanas" llevadas adelante en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba durante el mes de mayo de 2019.

Podemos deslindar tres objetivos claros del libro que explicita Gordillo en la Introducción: en principio, aportar al ejercicio de reflexión que busca inscribir el Cordobazo en un "ciclo de protestas". Se busca repensar lo que existe de común entre los distintos azos, alcanzando un equilibrio entre debatir contra las visiones esencialistas que destacan la excepcionalidad de estas jornadas, a la vez que se evita caer en reduccionismos que subestimen las especificidades locales. De este modo, se considera al Cordobazo como parte de un período signado por conflictos intensos de rápida difusión, que incluye innovación en las formas de intervención por parte de los sujetos que participan en los enfrentamientos a las autoridades y que abren camino a las reformas o revoluciones. (Tarrow, 1997)

Asimismo, la compilación nos permite revisitar este conocido ciclo de protestas con el objetivo de "observarlo" bajo nuevos enfoques por un lado, y por otro, poniendo la mira en nuevos objetos para reconsiderar la complejidad de este período. ¿Por qué nuevas interpretaciones de lo que “ya conocemos”? Porque estos trabajos apelan a herramientas teóricas y metodológicas que nos posibilitan volver a mirar, pero desde otro lugar, la complejidad y profundidad de los azos. Por otro lado, la segunda parte del libro nos enfrenta a "nuevos" objetos de estudio para la reflexión de este ciclo de protestas, cuyo objetivo es darle visibilidad a sujetos limitadamente estudiados con anterioridad.

Dando inicio a estos trabajos de reflexión y de revisita, en la Primera Parte titulada “Del Cordobazo a la recuperación democrática: abordajes metodológicos e hipótesis explicativas” Mónica Gordillo toma distancia de las primeras interpretaciones del Cordobazo que apuntaron a buscar la excepcionalidad de los acontecimientos bajo distintos paradigmas que van desde el estructuralismo al marxismo, ambos con la mira en la crisis de las estructuras económicas del conglomerado metalmecánico. Paralelamente, se diferencia de un segundo grupo de interpretaciones que apuntan a la excepcionalidad de los sujetos para explicar el Cordobazo: la vanguardia obrera de trabajadores calificados ubicados en posiciones estratégicas, organizada bajo altos niveles de autonomía respecto de los sindicatos centrales. En el marco de este ejercicio de la búsqueda de lo común, la autora recupera los intentos, a 25 años del Cordobazo, realizados por ésta y James Brennan (1996) para insistir en la vigencia de esta preocupación teórica. En este marco, Gordillo apela a la categoría de "acción colectiva contenciosa" de Tilly y Tarrow (2001) para revisitar el “ciclo de protestas”.  Le da relevancia no sólo en las reivindicaciones concretas manifiestas, sino también en los marcos culturales comunes, condiciones de posibilidad y los significados de la violencia colectiva que habilitan a pensar dichas emergencias.

En el segundo capítulo, Cristina Viano nos invita a releer las imágenes de los Rosariazos desde el presente, recuperando las emblemáticas fotografías y construcciones artísticas que se produjeron en la época y los sentidos configurados en los años posteriores. Entendiendo a las imágenes como "acontecimientos" desde la perspectiva de Didi-Huberman (2006) la autora relata las experiencias de las fotografías de Carlos Saldi quien persigue las manifestaciones y de Enrique Macarian, quien fotografía el cuerpo asesinado de Adolfo Bello. Estas fotografías son consideradas no sólo en sus formas y contextos de producción sino también en los procesos de reutilización y resignificación posteriores en periódicos, revistas y publicaciones diversas. Una mención especial merece la recuperación que hace Cristina Viano de las fotografías de "la(s) chica(s) del palo" de Carlos Saldi a través del proceso de construcciones de memorias, poniendo sobre relieve el importante protagonismo de estas fotografías en los debates y conmemoraciones a 50 años de los Rosariazos, en un contexto de emergencia del movimiento feminista.

Emilio Crenzel, por su parte, nos invita a sumergirnos en la profundidad de las jornadas de noviembre de 1970 producidas en Tucumán y el Quintazo de 1972. Al igual que Gordillo, busca ver qué hay de común entre lo local y lo nacional para precisar las interseccionalidades de estas dimensiones. El autor comienza su trabajo con un análisis de las condiciones generales sobre las que se produjeron los procesos de conflictividad tras la crisis y los ataques del gobierno de Onganía a la industria del azúcar. Crenzel considera ésto como el elemento central para situar los hechos particulares y explicar las jornadas del '70 y el '72 en Tucumán. Por otro lado, no pierde de vista la importancia de la intervención del onganiato en las universidades que abrió paso a la resistencia estudiantil. Estos niveles, sumados al proceso de defensa del Comedor Universitario de la Universidad Nacional de Tucumán y la presencia de la "nueva izquierda" son factores que el autor encuentra para pensar la especificidad de las jornadas tucumanas. Los elementos comunes se sitúan en el proceso nacional signado por las protestas contra la dictadura y la demanda de libertades democráticas.

"¿Qué hacer con el Cordobazo?" es la pregunta con la que abren el cuarto capítulo Martín Mangiantini y Hernán Camarero para poner (nuevamente) en debate las posiciones de las izquierdas antes, durante y después del Cordobazo. Se analizan aquí las consideraciones del Partido Comunista, el Partido Comunista Revolucionario, el Partido Revolucionario de Trabajadores-La Verdad, Política Obrera, Vanguardia Comunista y el Partido Revolucionario de Trabajadores- El Combatiente desde 1968 a 1975. ¿Podemos encontrar algún síntoma de "previsión" de los acontecimientos por parte de las izquierdas? ¿Qué interpretaciones inmediatas construyeron al respecto? ¿Qué tipo de situación abrió? ¿Cuáles son las alianzas sociales necesarias para la transformación social? ¿Qué tiene que ver esto con estructura económica y social argentina? ¿Cuáles fueron las tareas que estaban planteadas para la izquierda y el movimiento obrero? Preguntas que se imponen y suscitan el debate reconstruido por Mangiantini y Camarero, 50 años después.

La segunda parte del libro “Nuevos objetos (y sujetos) para una agenda sobre las movilizaciones de finales de los años sesenta” busca darle visibilidad a nuevos objetos (y sujetos). De la mano de Juan Califa y Mariano Millán nos encontramos con una comparación de las experiencias del movimiento estudiantil de la Universidad Nacional de Córdoba y de la Universidad de Buenos Aires entre 1966 y 1975. Para avanzar en este ejercicio analítico, los autores se sitúan desde una interpretación que, junto a Pablo Bonavena, debaten con aquellas posiciones que restan importancia al protagonismo de corrientes reformistas dentro del movimiento estudiantil. Desde este punto de vista, los autores contrastan la cantidad de acciones protagonizadas en ambas universidades, el nivel de apoyo o enfrentamiento a las autoridades, la cantidad de acciones protagonizadas junto a la clase trabajadora, la participación de las diversas corrientes políticas estudiantiles, la radicalización de las protestas y enfrentamientos y tipos de manifestaciones realizadas. Mediante la combinación de metodología cuantitativa e interpretación de los datos construidos, se busca desnaturalizar prenociones que subestiman el peso de las reivindicaciones estrictamente estudiantiles. En el mismo sentido debaten con las interpretaciones que sobredimensionan las posiciones conquistadas por la "nueva izquierda" en los procesos trabajados.

María Elena Barral nos trae a nuevos sujetos para repensar el Cordobazo. En el contexto de intensos debates alrededor del Concilio Vaticano II y el impacto de éste en América Latina, se propone reflexionar sobre la presencia de los sacerdotes tercermundistas en el Cordobazo y las transformación de sus prácticas militantes. Desde el análisis de la revista Cuadernos de Marcha (1969) y otros documentos emitidos en el mismo período, la autora pone de manifiesto el involucramiento en este ciclo de protestas por parte de la Juventud Obrera Católica y de referentes como Alfredo Angelelli que posteriormente ganan importante protagonismo dentro del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Asimismo, revaloriza el lugar de la parroquia como centro de organización política y el contacto con la militancia barrial en un contexto de tensión y conflicto dentro de las instituciones eclesiásticas. Apunta sobre los estrechos lazos también de sacerdotes, laicos y seminaristas con la Universidad Nacional de Córdoba y la aproximación durante la década del '60 de éstos al mundo obrero y sindical.

En el séptimo capítulo Esteban Pontoriero busca demostrar el impacto del Cordobazo en la intervención del ejército en el proceso represivo y los cambios del abordaje de la seguridad interna. Pone en el centro el elemento de la “gradualidad” de la utilización de las fuerzas y el cambio de paradigma que se produce al priorizar la presencia del Ejército para planificar y sofocar la conflictividad en las declaradas “zonas de emergencia”. Nos presenta cómo el Cordobazo significó un acontecimiento de difícil previsión y caracterización para los militares, a la vez que les “exige” una reconfiguración del modo de intervención represiva. Emergen así, las hipótesis de las Fuerzas Armadas sobre las "amenazas" al "orden nacional".

En el último trabajo expuesto, Rubén Kotler, con la mirada puesta en y desde Tucumán, busca mostrar la continuidad de los procesos convulsivos protagonizados por los estudiantes abiertos desde el primer Tucumanazo. Así, rescata una serie de acontecimientos que configuran una concatenación de azos en este territorio en lo que va del '69 al '72, entre los que encontramos dos Tucumanazos y el Quintazo. Para esto, el autor recupera importantes aportes de la historia oral para pensar sobre la organización de base que emerge en el movimiento estudiantil, la importancia del Comedor Universitario, los primeros pasos de coordinación con los trabajadores no-docentes, la confluencia con los azucareros y por otro lado, el importante nivel de radicalidad que se imprime en los enfrentamientos. A su vez, este análisis sirve de marco al autor para explicar el intenso proceso represivo que se instala a mediados de los '70 y que combina represión legal e ilegal.

A lo largo de más de 200 páginas, resulta de relevancia el recorrido que sigue la compilación de Mónica Gordillo para inaugurar un nuevo proceso de discusión en torno a los azos. Transitando distintos escenarios territoriales, temporales y los rostros de sujetos tiene el importante mérito de volver a los azos y el “ciclo de protestas” abierto desde 1969 para  mostrar un recorrido vivo a medio siglo de estos acontecimientos. Es así cómo, lejos de una conmemoración cristalizada de las investigaciones y lecturas realizadas hasta el momento, los autores y autoras nos proponen un nuevo curso de debates interpretativos con nuevas herramientas metodológicas y teóricas para la reflexión de un período de convulsiones que se constituye como una bisagra de ineludible reflexión para la historia reciente. Mayor relevancia reviste esta empresa si consideramos la búsqueda realizada desde un presente marcado por la creciente conflictividad social en el subcontinente.

Julia Tessio

Universidad Nacional de Rosario (Argentina)

julia.tessio@gmail.com