Dossier Nº 31
" Más allá (y más acá) de Montoneros: actores, experiencias y sentidos
del peronismo revolucionario en el pasado reciente argentino"
Desde hace ya más
de dos décadas que los estudios sobre el pasado reciente argentino,
particularmente el relativo a las militancias políticas, sociales y culturales
de los sesenta y setenta, concitan un fuerte interés. De hecho, han conformado
un campo temático específico que es abordado desde distintas perspectivas
disciplinares, como se evidencia en la proliferación de libros, artículos y
revistas especializadas, jornadas y mesas de ponencias, tesis y proyectos de
investigación. Un campo de estudios cuyo crecimiento, además, dialoga y se
nutre tanto de producciones culturales de lo más diversas, como de la
consolidación de archivos y reservorios documentales de distinto tipo.
Hablamos de una
época -como diría Gilman (2003)- marcada por una
singular experiencia del mundo, de la temporalidad, la subjetividad y la vida
colectiva, que se recorta de la continuidad histórica con una densidad propia.
De una época signada, de modo inusitado, por un intenso interés por la política
y por la convicción de que una transformación radical, en todos los órdenes de
la vida, sobrevendría de modo inminente. En que, para muchos de sus
protagonistas, en particular para las militancias a las que aquí referiremos,
la lógica de la historia parecía ineluctable y la temporalidad se caracterizaba
por la vertiginosidad de los tiempos rápidos. Un período, en fin, signado por
una misma problemática: el reencantamiento del mundo a través de la política y
las expectativas revolucionarias.
Más allá de las
periodizaciones terminadas en cero, a nivel mundial, ese período se abrió con
los procesos de descolonización del tercer mundo (sobre todo en África e
Indochina) y la Revolución Cubana. Culminó a mediados de los setenta en América
Latina, asolada por cruentas dictaduras, y algo antes en los países del primer
mundo, signados por el reflujo de la marea contestataria y la crisis del
petróleo. Por su parte, pensados como época, los “sesenta-setenta” argentinos
hunden sus raíces también en la segunda mitad de la década de los cincuenta,
marcada por la proscripción del peronismo, y se clausuran con la dictadura
militar de 1976, encontrando en el tramo abierto por el Cordobazo un subperíodo
de unos cincos años que representaron un punto de inflexión en términos de la
masividad y la radicalización de la protesta social y política.
Por entonces,
amplios sectores de la clase trabajadora, del campo cultural, la Iglesia y el
movimiento estudiantil protagonizaron un intenso proceso de activación social y
politización que dio lugar a un conjunto de movimientos de oposición de diverso
orden que algunos autores denominaron “nueva izquierda”. Un conjunto de fuerzas
sociales y políticas disímiles que impulsaron un vasto proceso de contestación
generalizada que incluyó desde la revuelta cultural y el activismo social,
hasta la política revolucionaria y el accionar armado. Pese a su diversidad,
los distintos grupos, movimientos y organizaciones que protagonizaron el
fenómeno fueron desplegando una serie de discursos y prácticas políticas que
resultaban convergentes en la manera de oponerse a la dictadura de la
“Revolución Argentina” (1966-1973), así como una multiplicidad de nexos que
contribuyeron a que se percibieran y fueran percibidos como parte de una misma
trama, la del “campo del pueblo” y la “revolución” (Pucciarelli,
1999, Tortti, 1999 y 2015).
Ahora bien, pese
al carácter multifacético del activismo del período; a perspectivas
interpretativas como las mencionadas y a otras que han inspirado numerosos
análisis de caso bien fundados empíricamente, persiste una tendencia propia de
los orígenes de las reflexiones sobre el tema. Nos referimos a la primacía
otorgada a la violencia política como prisma de análisis privilegiado a través
del cual abordar el período, reduciendo a unas pocas variables explicativas
-generalmente deshistorizadas- todas las complejidades
del proceso de movilización de la época (Acha, 2013). Se trata de un enfoque
que fue clave en los estudios propios de la transición democrática, un período asumidamente refundacional cuyo régimen de historicidad se
basó en un corte radical respecto del pasado cercano. Es decir, un presente
cuya afirmación requería la impugnación de su pasado inmediato -los horrores de
la dictadura-, pero que también se desacoplaba de estratos anteriores del
tiempo, en particular de aquellas décadas previas en que la movilización había
excedido con mucho los canales institucionales que ahora debían relegitimarse (Rabotnikof, 2009). Pese al paso de los años, esa
perspectiva analítica, que Oberti y Pittaluga (2006) caracterizaron como “la estrategia
democrática”, sigue teniendo un peso importante tanto en el debate público
-donde las discusiones sobre aquel período no dejan de avivarse-, como en los
estudios académicos.
En este último
campo, esa tendencia ha solido traducirse en la enorme atracción generada por
el estudio de los “partidos armados” que, especialmente en algunas de sus
formas de abordaje, contribuyó a la invisibilización
de buena parte de los actores -políticos, sindicales, culturales, religiosos-
que dieron densidad al movimiento de protesta del cual aquellos formaron parte.
Sin embargo, a nuestro juicio, y aún si el interés se centra en los grupos
armados, perder de vista la trama mayor en la que se inscribieron -de modo
complejo y a veces tenso-, conlleva el riesgo de volver incomprensible tanto su
emergencia y crecimiento, como las adhesiones que lograron concitar. A esa
tendencia podríamos sumar otra dentro del campo específico de las
organizaciones armadas: la concentración de estudios sobre aquellas que
resultaron hegemónicas, es decir, el PRT-ERP (Partido Revolucionario de los
Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo) y Montoneros. Se trata de otro
recorte que invisibiliza, en este último caso que es el que aquí nos interesa,
la gran heterogeneidad y riqueza del peronismo revolucionario, simplificando su
enorme variedad interna.
En efecto, aquello
que tanto en la época como en posteriores sistematizaciones (Lenci, 1999) se denominó “tendencia revolucionaria” del
peronismo alude a un contingente heterogéneo de fronteras lábiles, que incluye
a las principales organizaciones armadas peronistas de principios de los años
setenta, como las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas), las FAR (Fuerzas Armadas
Revolucionarias), Montoneros y Descamisados, pero que no puede reducirse a
ellas. El término remite también a grupos de menor cuantía donde la violencia
se asoció a estrategias de tipo más bien insurreccional (como el Movimiento
Revolucionario-17 de Octubre liderado por Gustavo
Rearte, por poner un ejemplo), y a numerosas organizaciones de base que
desarrollaron sus actividades en los llamados “frentes de masas”, que se
ligaron de modos variables con los grupos armados (siendo la Juventud Peronista
JP-Regionales la de mayor peso, pero no la única). Incluso se inscribían allí
actores de diversos matices ideológicos y posicionamientos respecto de la lucha
armada, que acompañaron este proceso de izquierdización
y radicalización. Desde núcleos sindicales combativos herederos de la CGT de
los Argentinos, pasando por sectores de las ligas agrarias del noroeste argentino,
hasta una enorme variedad de agrupaciones de activistas en ámbitos barriales,
gremiales, estudiantiles e intelectuales, así como personalidades del mundo de
la cultura que se sentían parte del ala izquierda del movimiento y adherían a
lo que genéricamente designaban como “socialismo nacional”.
Finalmente,
resulta claro que aún si nos centramos en las organizaciones armadas, el
panorama no puede reducirse a Montoneros, ni tampoco suponer a esta última como
una entidad homogénea. Un conjunto de clivajes, como las diferentes
concepciones sobre el movimiento, sus sectores internos y el rol de su líder,
la forma de pensar la contradicción principal y el objetivo final del proceso
revolucionario que debía desencadenarse en el país o la mejor estrategia y táctica
para impulsarlo, dividían aguas entre los denominados “movimientistas”,
“tendencistas” y “alternativistas”.
De hecho, los debates resultaron interminables tanto entre los núcleos
originarios de Montoneros, como entre las distintas organizaciones de existencia
independiente que desde 1972 comenzaron a fusionarse con aquel grupo, como
Descamisados, FAR y -antes y después de esa fecha- sectores de las FAP.
Finalmente, cabe añadir que los clivajes y discusiones mencionadas no se
apaciguaron, sino que sumaron nuevos ribetes al calor de un tempo político
vertiginoso y en constante aceleración, como muestran las diversas escisiones
de Montoneros, ya sea la de los “alternativistas” de
la organización Montoneros-José Sabino Navarro o la de los “movimientistas”
de la Juventud Peronista-Lealtad, ya entre 1973 y 1974.
En este sentido,
puede pensarse que dentro de la “tendencia revolucionaria" del peronismo
las operaciones de reducción a las que nos referimos funcionan a varios
niveles. Por un lado, la inclinación a reducir el amplio repertorio de
prácticas desplegadas a las prácticas políticas armadas; así como la variedad
de agrupaciones de activistas que proliferaron por entonces a sus expresiones
político-militares. Por el otro, la referencia casi exclusiva a Montoneros al
hablar de las organizaciones armadas peronistas de los setenta.
El presente
dossier reúne un conjunto de trabajos de investigadoras e investigadores que,
más allá de la hegemonía adquirida por Montoneros en el período, han indagado o
bien en el heterogéneo espectro de las organizaciones armadas del peronismo
revolucionario, o bien en diversas agrupaciones de activistas que se ligaron de
distintos modos con ellas. En este sentido, los artículos aquí reunidos
desafían explícita o implícitamente las operaciones de reducción arriba
señaladas y constituyen una invitación a explorar tanto los nexos entre
protesta social y política radical, como la variedad de prácticas no armadas
desplegadas por los propios grupos político-militares y por otras agrupaciones
de la “tendencia”.
En cuanto a las
organizaciones armadas del peronismo, el dossier permite pensar la
heterogeneidad mencionada de dos modos. Tanto de manera sincrónica, es decir,
situándose en los primeros setenta y analizando de modo comparado las
principales expresiones del activismo armado de la época; como de manera
diacrónica, en este caso centrándose en las disidencias de Montoneros
-vinculadas con las formas de pensar la violencia política, la relación con las
masas y la conjugación de prácticas políticas armadas y no armadas- a lo largo
de casi diez años. Lo cual, constituye también una vía privilegiada para
mostrar la heterogeneidad interna que siempre caracterizó a esta última
organización.
En cuanto a las
agrupaciones de activistas que se ligaron con Montoneros o se inscribieron en
la “tendencia”, incluimos investigaciones capaces de pensar la naturaleza y
modalidades de esos vínculos a través de una mirada especialmente atenta a la
agencia de las propias agrupaciones, considerando tanto sus acuerdos y
expectativas, como las tensiones y conflictos mantenidos. Como podrá verse en
varios artículos, metodológica y conceptualmente ello implica situar la mirada
en la propia historicidad y dinámica de esas agrupaciones que, en algún momento
de sus trayectorias y de acuerdo a sus propias formas de politicidad,
decidieron ligarse a alguna organización armada, reconvirtiendo sus formas
aprendidas de militancia en un saber-hacer aprovechable en las nuevas
circunstancias.
En la misma clave,
incluimos trabajos que permiten pensar las prácticas no armadas de las
organizaciones armadas y agrupaciones de la “tendencia” en general, en
particular en áreas de gestión institucional, ya sea a nivel universitario como
en la administración pública provincial y municipal. Se trata de reponer un
amplio repertorio de prácticas que, así como no pueden reducirse a la lógica
político-militar, tampoco dejaron de encontrar su lugar y su sentido -no
siempre sin tensiones- en el marco de una estrategia más general cuyo horizonte
de expectativas era la liberación nacional -o “nacional y social”-, con toda la
polisemia que ambas fórmulas conllevaban.
Como se verá,
tanto cuando el foco está puesto en determinadas agrupaciones de activistas
como en ámbitos específicos de prácticas, varios artículos muestran la
productividad de reducir la escala de análisis, un recurso que permite captar
de modo denso mecanismos, conflictos y resistencias que a nivel macro resultan
imperceptibles (Levi, 2003; Serna y Pons, 2001). Como, también, evitar miradas
de supuesto alcance nacional -generalmente perspectivas “porteño-céntricas”-
que, en realidad, generalizan dinámicas propias de ciertos centros urbanos,
soslayando lo acaecido en otros espacios regionales o locales (Águila, 2015).
Bajo estas
premisas, el dossier se inicia con un artículo de Mora González Canosa y
Mariela Stavale titulado “Peronismo, izquierda y
lucha armada. Balance bibliográfico y perspectivas analíticas sobre las
organizaciones armadas peronistas en clave comparada”. En primer lugar, las
autoras realizan una revisión de la literatura académica sobre las principales
organizaciones político-militares de la “tendencia” durante el primer lustro de
los setenta (FAP, FAR, Descamisados y Montoneros), reponiendo los debates
centrales suscitados en este campo de investigación. A partir de allí, esbozan
una serie de ejes analíticos que, a modo de coordenadas, les permiten trazar
una suerte de cartografía para mirar comparativamente los posicionamientos de
esas organizaciones. Entre esos ejes se encuentran lo que denominan la
“cuestión de los orígenes” o los cauces de radicalización política de cada una
de ellas, la postura asumida frente a tópicos claves del período (como la
caracterización del movimiento peronista, sus diversos sectores y el liderazgo
de Perón, el objetivo final del proceso revolucionario o la estrategia y las
formas de construcción política consideradas más adecuadas para impulsarlo),
así como la forma en que pensaron y pusieron en práctica ligazones con sectores
más amplios del movimiento social. Todo ello como forma de reponer la
heterogeneidad y los tópicos de discusión entre estas organizaciones antes de
la fusión de casi todas ellas en Montoneros. Finalmente, desde el enfoque
analítico propuesto, las autoras ponen en juego un balance de la producción
académica abordada y destacan aportes y desafíos pendientes para una agenda de
investigación sobre el tema.
Por su parte,
desde una perspectiva que también visibiliza la heterogeneidad en este caso
dentro de Montoneros, se ubica el trabajo de Daniela Slipak
“Armas revolucionarias. Discusiones sobre la violencia en los grupos disidentes
de Montoneros en los años setenta”. El artículo examina las representaciones
sobre la violencia revolucionaria desplegadas por las distintas agrupaciones
que rompieron con la organización a lo largo de casi una década (la Columna
José Sabino Navarro en 1972, la Juventud Peronista-Lealtad en 1974, el
Peronismo Montonero Auténtico en 1979, los Montoneros-17 de Octubre
en 1980, así como las críticas de Rodolfo Walsh en 1976-77). A partir del
análisis de los documentos y publicaciones de estas voces disidentes, la autora
visualiza la recurrencia de ciertos tópicos que de manera muy temprana se
hicieron presentes en la crítica sobre las prácticas armadas de la
organización, como la cuestión del “foquismo”, la caída en el “militarismo”, el
creciente “aparatismo” y “vanguardismo”, la falta de
articulación con el trabajo barrial y sindical, la desvinculación con las masas
y la necesidad de desplegar alianzas con otros sectores. Con todo, y más allá
de sus matices y diferentes contextos, Slipak muestra
que ninguna de estas críticas implicó la impugnación absoluta del uso de la
violencia como forma de intervención política -se cuestionaban distintos usos,
no la posibilidad de su apelación en sí-, ni el abandono del horizonte bélico,
elementos que seguirán estando presentes en la configuración identitaria de las
agrupaciones insurgentes de la época.
Ya en el marco de
los artículos que dan cuenta de la variedad de agrupaciones de la “tendencia”
que, desarrollando sus prácticas en distintos ámbitos sociales, se ligaron de
diversos modos con las organizaciones armadas del peronismo, contamos con el
trabajo de Eva Camelli “‘Atención, atención... ¿los
villeros se preparan para la revolución?’. Convergencias y divergencias entre
el Movimiento Villero Peronista y Montoneros”. Allí la autora se adentra en el
mundo de las complejas relaciones entre Montoneros y las agrupaciones de las
villas del Área Metropolitana de Buenos Aires, dando cuenta de la larga
práctica política desplegada en las villas y del ensamblaje -no sin fricciones-
entre esa experiencia y los postulados programáticos y estratégicos de
Montoneros. Así, tal como analiza Camelli, la
experiencia del Movimiento Villero Peronista transcurrió en el cruce de
acuerdos y prácticas político territoriales sumamente productivas como,
también, de distancias, cuestionamientos y particularidades frente a la
estrategia armada de la cúpula de la organización. De este modo, el artículo
logra poner de relieve las voces disidentes provenientes de sectores poco
presentes en la bibliografía sobre el período, así como rescatar experiencias
políticas sumamente disruptivas durante esos años.
Por su parte, el
artículo de Luciana Mingrone, “La primavera que no
fue: el gobierno de Roberto Heredia en Tres de Febrero, 1973-1975”, reconstruye
los conflictos atravesados por la intendencia peronista de Heredia, que en
memorias posteriores fue asociada con Montoneros, atribuyéndose además su
desplazamiento a esa vinculación. Por el contrario, el análisis pormenorizado
que la autora realiza a escala local permite complejizar esa tendencia a
asimilar la Juventud Peronista y la “tendencia” con Montoneros, dando cuenta de
la existencia previa de numerosas agrupaciones de militantes peronistas que en
la zona emprendieron el camino de la radicalización antes de la formación de la
organización armada. En particular, los casos de la JP y el Movimiento
Revolucionario-17 de Octubre de Tres de Febrero ayudan
a visibilizar la nutrida red de sociabilidad política y activismo fabril y
barrial que se venía desarrollando a nivel local antes de la llegada de
militantes montoneros. Finalmente, en este acercamiento metodológico, se
observan los cruces y bifurcaciones entre Montoneros y el MR-17 a nivel local,
con diferencias programáticas sustanciales y trayectorias diversas, pero
espacios de prácticas políticas compartidas.
Dentro de los
artículos que ponen el foco de atención en las prácticas institucionales se
encuentra el trabajo de Fernanda Tocho, “La revolución desde las instituciones:
la participación de la Tendencia Revolucionaria en la gobernación de Buenos
Aires (1973). Un aporte para el análisis de la política no armada en los años
setenta”. El artículo analiza el proceso de institucionalización de la
militancia revolucionaria peronista en la gobernación de Oscar Bidegain en el
año 1973. A través de la reconstrucción empírica del amplio repertorio de
prácticas legales, partidarias e institucionales que desplegaron los/las
funcionarios/as de la “tendencia” en los ministerios y secretarías bonaerenses,
la autora ilumina aspectos poco conocidos del pasaje de la militancia peronista
inscripta en organizaciones armadas a las estructuras del Estado. Al mismo
tiempo, analiza los sentidos renovados sobre la revolución, la democracia y la
construcción del socialismo nacional que pusieron en juego sus protagonistas,
observando también las diferencias que este proceso despertó entre la
conducción de FAR y Montoneros en función de la preponderancia otorgada a la
vía armada. Más allá de estas tensiones, el enfoque propuesto busca complejizar
el esquema interpretativo binario que desde la literatura académica y
testimonial ha tendido a presentar como lógicas dicotómicas y excluyentes las
prácticas armadas y las iniciativas legales desplegadas por la militancia
revolucionaria de aquellos años.
Finalmente,
profundizando en esta dimensión de las prácticas institucionales, aunque
centrado en este caso en la cuestión universitaria, el trabajo de Sergio Friedemann, “Del ‘gabinete montonero’ a la Universidad
Nacional y Popular de Buenos Aires (1973-1974)”, se centra en la historia del
“organigrama” que la cúpula de FAR y Montoneros le presentaron a Perón en abril
de 1973 para que eligiera de ese listado los funcionarios que ocuparían cargos
centrales en el gabinete de Cámpora. A partir del análisis pormenorizado de
este documento y de los nombres propuestos, el autor reconstruye los entramados
de pertenencia, las redes y los grupos profesionales y político-técnicos que en
la coyuntura electoral de 1973 se vincularon de diversas formas con Montoneros.
El conocimiento de esta historia permite observar que muchas de las personas
sugeridas para asumir ministerios y secretarías del gobierno central fueron las
que finalmente ocuparon espacios de relevancia en la UBA, protagonizando allí
una experiencia de reforma universitaria de avanzada que quedó inconclusa. De
esta forma, el artículo contribuye a examinar la heterogeneidad interna y la
complejidad de las relaciones entre Montoneros y el conjunto más amplio de
actores nucleados en la “tendencia”, aportando también elementos para el
análisis de las tensiones entre la estrategia de la “guerra popular
revolucionaria” planteada por la organización armada y la adecuación coyuntural
a la táctica político-electoral.
Mora
González Canosa
Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias
Sociales;
Universidad Nacional de La Plata;
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas
(Argentina)
gonzalezcanosa@yahoo.com.ar
Fernanda
Tocho
Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales;
Universidad Nacional de La Plata;
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)
fernandatocho@yahoo.com.ar
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