“Atención, atención….. ¿los villeros se preparan para la revolución?”. Convergencias
y divergencias entre el Movimiento Villero Peronista y Montoneros
“Atención, atención….. ¿los villeros se preparan para la revolución?”. Convergences and divergences between the Movimiento Villero Peronista and Montoneros
Eva Camelli
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas;
Instituto del Conurbano;
Universidad
Nacional de General Sarmiento (Argentina)
Resumen
El artículo busca problematizar la vinculación establecida entre
la organización Montoneros y las organizaciones villeras del Área Metropolitana
de Buenos Aires. Dicha articulación estaba dada por militantes que actuaban
como intermediarios que tenían como tarea trabajar la política en el territorio
y vincularla a las cúpulas de la organización. Ese trabajo político se acoplaba
y se nutría sobre una larga práctica política previa propia de las villas y en
el ensamblaje entre esta experiencia y los postulados programáticos y
estratégicos dictaminados por Montoneros, se alcanzó una experiencia encabezada
por el Movimiento Villero Peronista que presenta acuerdos y distancias frente a
las estrategias generales de la organización político militar. De este modo, se
busca explorar en las experiencias territoriales desplegadas en las villas,
dimensiones de la praxis política que, aun reconociéndose parte de Montoneros,
no denotan pleno acuerdo de la lucha armada esgrimida por la cúpula de la
organización. Un abordaje en esta dirección nos permitirá poner en relieve las
voces disidentes provenientes de sectores poco presentes en la historiografía,
como es el caso de los habitantes de las villas, y dar a conocer experiencias
políticas sumamente innovadoras y disruptivas durante los años setenta al
margen de la reconocida estrategia armada.
Palabras Clave
Villas; militancia
territorial; Movimiento Villero Peronista; Montoneros; lucha armada.
Abstract
The article seeks to
problematize the link established between Montoneros
and the shanty towns organizations of Buenos Aires Metropolitan Area. This
articulation was given by militants who acted as intermediaries between the
politics in the neighbourhoods and the organization's leaders. That political
work was coupled and nurtured by a long prior political practice typical of the
shanty towns and in the union between this experience and the programmatic and
strategic postulates ruled by Montoneros, an
experience led by the Movimiento Villero
Peronista was reached, which presents agreements and
distances in front of the general strategies of the military political
organization. In this way, it seeks to explore in the territorial experiences
unfolded in the shanty towns, dimensions of political praxis that, although
recognizing themselves part of Montoneros, do not
denote full agreement of the armed struggle wielded by the organization's leadership.
An approach in this direction will allow us to highlight the dissenting voices
coming from sectors not very present in historiography, such as the case of the
shanty town inhabitants, and to present highly innovative and disruptive
political experiences during the 1970s on the margins of the recognized armed
strategy.
Keywords
shanty towns; territorial militancy; Movimiento
Villero Peronista; Montoneros; armed struggle
Introducción
“Es
macana que éramos todos Montoneros. La Tendencia se funda por confluencia de
distintas agrupaciones de JP, de la Coordinadora, éramos montones de grupos y
otros compañeros; todos no nos encuadramos en Montoneros. Obviamente nos
pusieron un responsable que sí era de la organización armada”
Patricia Astelarra[1]
Si es macana que eran todos Montoneros, ¿cómo comprender aquella canción
coreada en masa de “atención, atención, los villeros se preparan para la
revolución”? ¿Cómo reconocer la organicidad política de los militantes de base
en las villas en un contexto tan agitado como los intensos años setenta en
argentina? El presente artículo tiene por objetivo problematizar la
articulación entre Montoneros y, lo que esta organización dio a llamar, los frentes de masas, efectuada a través de
militantes que actuaban como intermediarios o enlaces, que, en el caso de las villas, tenían como tarea trabajar
la política en el territorio y vincularla a las cúpulas de la organización. La
disposición a lograr la adhesión de la población villera a Montoneros fue una
tarea novedosa en el campo de las organizaciones político militares y estuvo
cargada de un gran entusiasmo por parte de los militantes a cargo de la
militancia territorial.
Lejos de establecerse como un ejercicio inaugural, aquel trabajo
político se acopló sobre y se nutrió de una larga e interesantísima práctica
política previa propia de las villas, que tuvo como ejes principales la gestión
de servicios urbanos mediante la organización colectiva y el enfrentamiento a
los desalojos específicos y planes de erradicación generales (Ratier, 1973; Ziccardi, 1977;
Pastrana, 1980; Snitcofsky, 2016; Camelli,
2017-a y b, entre otros). La politicidad villera[2] define que la
organización colectiva en base al territorio es una práctica intrínseca en las
villas desde los inicios de este modo de hábitat popular (Camelli,
2017-a: 89). La instalación de viviendas (muy precarias en un comienzo y
mejoradas con los años) en terrenos sin servicios urbanos, requirió del trabajo
de sus pobladores para auto proveerse infraestructura urbana básica. Esas
actividades fueron el puntapié inicial a una larga experiencia organizativa en
las villas. En el ensamblaje entre esta genealogía política villera y los
postulados programáticos y estratégicos dictaminados por Montoneros, se alcanzó
una experiencia encabezada por el Movimiento Villero Peronista, que maduró y
potenció demandas del sector de larga data, al tiempo que adhirió, pero también
presentó distancias, a las estrategias generales de la organización político
militar.
Realizando una mirada sobre la bibliografía especializada sobre la
experiencia de Montoneros desde abordajes generales (Gillespie, 1998; Calveiro, 2008; Salas, 2013; Gasparini, 2008; Giussani, 1984; entre otros), puede observarse una
tendencia a enfatizar en sus investigaciones la práctica de la lucha armada
como estrategia política sobre otras aristas muy relevantes en su experiencia
organizativa. Por su parte, la bibliografía sobre historia reciente en el país
ha trabajado muy excepcionalmente la vinculación entre Montoneros y las
organizaciones nucleadas en torno al territorio de residencia, como las villas,
las cuales han quedado por fuera del universo de análisis.[3] De este modo, el presente
escrito busca explorar cómo funcionaron las experiencias territoriales en las
villas, prestando especial atención a las figuras de enlaces dispuestos por
Montoneros, como así también establecer una aproximación a dimensiones de la
praxis política villera que expresan distancias con la estrategia armada
esgrimida por la cúpula de la organización. Un abordaje en esta dirección nos permitirá por un lado, especificar los modos en que la
militancia setentista se expresó en las villas
poniendo en relieve las voces provenientes de sectores poco presentes en la
historiografía, como puede reconocerse en el caso de los habitantes de las
villas, y por otro lado, rescatar y dar a conocer experiencias políticas durante
los años setenta al margen de la reconocida estrategia armada.
El trabajo se sitúa en la ciudad de Buenos Aires y se nutre de fuentes
orales mediante entrevistas a militantes villeros, a militantes que actuaron de
enlaces entre el Movimiento Villero Peronista y Montoneros y a militantes
profesionales con trabajo en las villas. Asimismo se
trabajará con fuentes escritas, como prensas de Montoneros y documentos de
organizaciones villeras.
Escenario organizativo en las villas para comienzos de la década de
1970
“Yo era chica, pero para mí el impacto de
tener que hacer cola para una canilla de agua fue muy fuerte, me chocaba … no
teníamos luz, estudiaba a velas. Los incendios se producían por las velas. Los
lugares que tenían luz eran porque había un motor de un vecino que estaba un
poquito mejor, que por ahí tenía un almacencito y se proveía de luz con un
motor y ese cobraba a otros para que tuvieran luz en determinados horarios.
Esas eran las condiciones”
Fátima Cabrera[4]
Imaginar las condiciones de habitabilidad de las villas porteñas de
antaño, exige desnaturalizar las imágenes que evocamos al pensar en una villa
de la ciudad en la actualidad. Viviendas sin agua y sin luz describe el pasaje
arriba citado. Casas precarias sin baño, con pisos de tierra, inexistencia de
veredas ni de planificación espacial. Ausencia de calles, de recolección de
residuos, de iluminación pública y presencia de basurales en las cercanías. La
necesidad de domesticar el espacio (Duhau
y Giglia, 2008) de los migrantes pobres al asentarse
en terrenos de la ciudad carentes de servicios urbanos instituyó una
característica central en estas poblaciones: la organización colectiva como
modo de vida en estos territorios. La politicidad villera
presente en la cotidianeidad de cada villa de la ciudad.
A partir de fines del siglo XIX este modo de hábitat popular se fue
asomando tímidamente para consolidarse en la trama urbana a partir de la década
de 1940, acompañando la demanda de fuerza laboral promovida por la aceleración
del modelo de industrialización por sustitución de importaciones. La actividad
de las organizaciones territoriales que lograron los servicios urbanos de
manera autogestionada y precaria y la encendida participación de los pobladores
en las mismas, se encuentran relatadas y analizadas en numerosos trabajos (Ratier, 1973; Ziccardi, 1977; Cronista
Mayor de Buenos Aires, 1999, 2000, 2001, 2002-a y b; entre otros). Asimismo,
las huellas que dejaron estas organizaciones territoriales en la memoria de los
habitantes podemos encontrarlas en el siguiente pasaje de una entrevista
realizada a un ex residente de la Villa 20 de la Capital Federal, relatando la
actividad de la comisión vecinal a principios de la década de 1960:[5]
“No teníamos agua … La comisión vecinal era
tan activa que fue a Aguas Argentinas[6] y conseguimos el agua, 6
canillas, a las casas no podíamos entrar el agua porque no tenía fuerza. Falta
la luz. Empezó a trabajar la comisión. Conseguimos la luz. Después empezamos a
hacer los pasillos, habíamos dejado la medida para que
entre una ambulancia, por si teníamos esa necesidad. Todo estaba bien
diagramado. Se empezó a hablar con los vecinos para que las casas se hicieran
de material, para que no sean tan grandes los incendios. Trabajábamos sábado,
domingo” (Ricardo Coronel).
Fue trabajo; trabajo colectivo y voluntario, motivado por las ganas de
mejorar las condiciones de vida. Trabajo que sin lugar a dudas estuvo
atravesado por dificultades como la expresada por un dirigente de la Villa del
Bajo Belgrano de la Capital Federal:[7]
“a fines de los ´50 había organización
bastante primaria, porque teníamos la luz en comunidad, venía un cable grueso
que pasaba la villa y de ese cable nos lanzábamos todos y había una salida de
la vereda de SEGBA, ahí había tres tapones que los teníamos que arreglar a cada
rato porque se quemaban, se recalentaban y teníamos que andar reparando
nosotros … era bastante estresante ser parte de la comisión, tenía que hacer
todo el trabajo sin apoyo de la población …. Hasta que nos dimos cuenta que
teníamos que formar delegados por pasillo para que la gente tuviese más
participación, no llamar a una asamblea de todo el barrio sino organizarse
pasillo por pasillo” (Vidal Giménez).
Este pequeño ejemplo nos permite reconocer las marchas y contramarchas
puestas en juego para hacer, por un lado, de la villa un espacio vivible y, por
otro lado, los ejercicios organizativos que experimentaron estas poblaciones
desde su conformación. Detectar la necesidad organizarse por pasillo (antes que
en asambleas generales) resulta elocuente y remite a aquella vieja premisa que
afirma la necesidad de habilitar la participación activa de las bases para
lograr organizaciones políticas con respaldo genuino.[8]
Las tareas de domesticación del
espacio fueron resueltas en un primer momento por las Comisiones Vecinales,
pero al poco tiempo estas organizaciones también incorporaron demandas a los diferentes
gobiernos de turno, demandas que en gran parte se sostienen, en diferente
estado y magnitud, hasta nuestros días.[9] Las vinculaciones con las
dependencias públicas entrenaron a los delegados de las Comisiones Vecinales en
la redacción de cartas solicitando material de construcción, servicios, etc, aprendiendo, de este modo, el léxico necesario para
lidiar con los procesos administrativos del Estado. Los dirigentes que venían
conduciendo las tareas organizativas en el territorio fueron adquiriendo
asimismo cierta destreza en las demandas y negociaciones ante el Estado.[10]
Mediando la década de 1960, estas Comisiones recibieron apoyos de
actores externos que modificaron y potenciaron su capacidad de acción. Como
expresa una entrevista, se pasó de la ayuda “de las señoras gordas” a la
militancia conjunta con jóvenes estudiantes universitarios:
“En la villa del Bajo Belgrano había una
escuela grande, manejada por una parroquia … por lo que nosotros llamábamos las
señoras gordas, gente de la burguesía, que venía a dar a los villeros lo que
nos faltaba … nosotros nos apropiamos de ese lugar y comenzamos a recibir apoyo
de estudiantes; en esa época, ´63, ´64, había un cura jesuita de apellido
Llorens que organizaba campamentos de trabajo con estudiantes universitarios;
se llamaban CUT, Campamentos Universitarios de Trabajo. A los estudiantes los
llevaba al Chaco para que tuvieran una experiencia de contacto con la gente
pobre …. Esa gente vino apareciendo por la villa desde el ´64 y empezamos a
trabajar juntos: formamos una cooperativa de ahorro, crédito y vivienda, de
nombre “4 de abril”. Nos organizamos para hacer compras comunitarias. Algunos
de los estudiantes nos prestaban camionetas para hacer las compras y repartir.
Logramos abaratar un poco la canasta familiar …. En ese período llegaron muchos
estudiantes y ya empezamos a politizarnos” (Vidal Giménez).
En
un principio la politización vino de la mano de un sector de la iglesia
católica y al poco tiempo fue acercando a los militantes villeros a la
participación política partidaria. El contexto histórico de la década de 1960
explica esta predisposición de jóvenes estudiantes universitarios a la
participación política. La era de la
juventud (Manzano, 2017) había comenzado hacia mediados de la década de
1950, muy marcada por el golpe de Estado que derrocó el gobierno democrático de
Juan Domingo Perón y que proscribió al peronismo. Estas prohibiciones tuvieron
un efecto inverso y generaron una intensificación de la identidad peronista por
oposición a las agresiones recibidas por un gobierno que desplegó muchísimas
estrategias de ataque en términos directos como simbólicos hacia quienes se
sentían parte del movimiento popular. Asimismo, la juventud movilizada había
sido fuertemente influenciada por la utopía de la Revolución Cubana (1959) y se
vio densificada durante los años del gobierno de facto de Juan Carlos Onganía
(1966- 1970), desafiando el carácter autoritario de esta dictadura. Los jóvenes
se politizaron y radicalizaron inscribiendo sus luchas en el pueblo (Manzano,
2017). Esta militancia
juvenil se observó en la vida cotidiana de las villas, que encontraron
en este actor externo un punto de apoyo más para continuar fortaleciendo sus
organizaciones, precisando sus demandas y relacionándose con actores políticos
por fuera de las villas.
Las primeras Comisiones Vecinales mostraron que
ante la ausencia de políticas públicas urbanas en los territorios más
castigados, los pobladores respondieron con organización colectiva y trabajo
comunitario; ante las políticas públicas de desalojo, los pobladores
respondieron con repudio y resistencia organizada. La constancia de acción de
estas Comisiones otorgó una experiencia política que para la década de 1960
resultó muy atractiva para una camada de jóvenes universitarios que ingresaban
a la militancia. La forma que fue adquiriendo esa trama política en el
territorio es tema del próximo apartado.
Cambio de época: de las Comisiones Vecinales al Movimiento Villero
Peronista
“A todo lo que nosotros veníamos haciendo le agregamos la impronta
política, ya pertenecer a una organización, tener una Unidad Básica, empezar a
participar activamente en la campaña del tío Cámpora”
Alfredo Ayala[11]
“Y en esta lucha de trabajadores hemos
encontrado la solidaridad que venía de los jóvenes estudiantes que también
estaban en la misma lucha de la liberación. Después se creó la Juventud
Trabajadora Peronista, y nosotros a través de estas luchas de las Comisiones
Vecinales hemos decidido crear el Movimiento Villero Peronista”
Carmelo Sardinas[12]
En las villas, la disposición a participar en organizaciones colectivas se
constituyó como un modo de sociabilidad que tomó cuerpo en las Comisiones Vecinales.
Por su parte, el entusiasmo que despertó la militancia política durante las
décadas del sesenta y setenta excedieron los límites geográficos y contagiaron
modelos y consignas que se expandieron velozmente por diferentes latitudes. La experiencia
local fue un fiel representante de este clima de época, donde la incorporación
a la participación política de vastos sectores sociales caracterizó el período.
Las villas también se hicieron eco de la pregnancia política circundante, que
se tradujo en un aumento de participantes en las Comisiones Vecinales, en
relaciones de las Comisiones con partidos políticos y en la incorporación de
jóvenes militantes externos a la villa a las organizaciones territoriales.
Tal como relatan las entrevistas, las vinculaciones con organizaciones
políticas estuvieron presentes más allá del peronismo. En relación al Partido
Revolucionario de los Trabajadores (PRT), en la Villa del Bajo Belgrano,
“hubo una experiencia bastante engorrosa,
tuvimos contacto con dos tendencias del PRT, que luego se dividirían y se
convertirían en El Combatiente y La Verdad. En el momento de la división ellos
estaban en mi villa, en el momento de la pelea, y nosotros éramos un poco los
chanchitos de la india de los dos grupos. Ellos eran un grupo de intelectuales pero querían tener referencia en las bases, y
nosotros éramos un poco las bases … yo en el ´68 ya estaba inclinado en
organizaciones peronistas, en las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas)” (Vidal
Giménez).
Las ansias de ganar el apoyo de las
organizaciones villeras estuvo presente en más de
un partido político, situación que denota la visibilidad que tenía este sector
y la potencialidad política que en él evaluaban las dirigencias partidarias.
Las Comisiones Vecinales recibieron favorablemente las nuevas relaciones y se
enriquecieron de las mismas. Aún en contextos hostiles como puede leerse en el
extracto anterior, donde la población villera quedó en medio de una disputa que
las excedía, atestiguar el conflicto y evaluar como un experimento lo que el
partido venía a realizar con ellos redunda en un aprendizaje categórico. En
momentos de constantes definiciones, las Comisiones Vecinales no dudaron que al
momento de vincularse a la política partidaria lo harían en nombre del
peronismo. Anécdotas en testimonios afirman que existió un proceso de
transformación de instituciones barriales a centros políticos, donde, por
mencionar algún ejemplo, el cartel de “Juventud de Saldías” se cambió por “JP
Saldías”,[13] el
cartel del “Club de Madres” se cambió a “Rama
Femenina”. Podemos afirmar que las organizaciones que canalizaban las
demandas del barrio, ante la posibilidad abierta al peronismo como referente
político, comenzaron a cambiar la fachada, evidenciando que lo que aconteció en
la Juventud o en el Club durante la proscripción había sido una militancia peronista
encubierta (Camelli, 2019-a: 159- 160).[14]
En el año 1972 tuvo lugar una iniciativa de la Juventud Peronista que incidió
en la asunción pública del peronismo como referente político en las villas: se
trató de la conformación de los Equipos Políticos Técnicos (EPT). Mediante una
convocatoria abierta a militantes y simpatizantes profesionales o estudiantes
universitarios, se conformaron equipos de trabajo que se fueron radicando en
diferentes villas y barrios, con la tarea de colaborar desde sus disciplinas en
mejorar la situación de las familias en diferentes aspectos (médicos,
arquitectónicos, legales, etc) y propiciar, sin lugar
a dudas, la discusión política:
“Entre 1972 y 1975 milité en los Equipos
Políticos Técnicos de Bajo Flores.[15]
Hacíamos fundamentalmente trabajo social, éramos JP, repartir leche, mejorar
las condiciones habitacionales con los arquitectos, mejoramiento del barrio,
participar de discusiones … trabajábamos con mucho entusiasmo y mucho
desinterés; y también con un sentido político fuerte, porque la JP tenía un
proyecto político de transformación de la sociedad y qué mejor que hacerlo allí
donde estaban las mayores carencias … Había un compromiso de la gente, fueron
años de mucho entusiasmo … la idea era qué hacemos nosotros desde donde venimos
para mejorar las condiciones de vida de la gente; estaban indocumentados, no
había espacio en las viviendas para que los chicos hicieran los deberes,
estaban las campañas de vacunación, porque éramos médicos, abogados,
ingenieros, arquitectos, sociólogos” (Alicia Ziccardi).
Los EPT tuvieron un impacto favorable e inmediato sobre la población
villera, que comenzó a contar con atención médica más asidua en la villa,
orientación legal para todo tipo de situaciones, apoyo logístico para las obras
de mejoramiento barrial que continuaban en manos de las Comisiones Vecinales, relevamientos
censales que sirvieron de sustento para las discusiones y demandas con las
dependencias estatales con las que trataban las Comisiones, etc. Estas fueron
las mejoras en términos instrumentales, lo cual no es en absoluto un dato
menor, y fueron acompañadas, simultáneamente, por un aumento de la politización
partidaria en el seno de las Comisiones Vecinales y de la villa en su conjunto.
La acción de los EPT fue el antecedente inmediato a la llegada al territorio
de militantes vinculados a Montoneros, que actuaron de enlaces[16] entre el frente de masas villero[17]
y la organización político militar. Este proceso se enmarca en la salida de la
dictadura y el llamado a elecciones democráticas. Recordemos que el gobierno de
facto encabezado por Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973), tercer y último
presidente de la dictadura autodenominada Revolución Argentina, se enfrentó a
un ascenso en las luchas sociales y políticas que exigían el retorno de Juan
Domingo Perón al país (especialmente en el marco de la campaña “Luche y
Vuelve”) y la salida electoral, como así también se enfrentó al auge de una nueva izquierda (Tortti,
2014). Ante la necesidad de encontrar una salida a la situación, en julio de
1971 convocó a un Gran Acuerdo Nacional (GAN) con el objetivo de acordar con
diferentes fuerzas sociales el llamado a elecciones. En este marco, Montoneros,
luego de intensos debates, decidió participar del proceso eleccionario y apoyar
la candidatura presidencial de Héctor Cámpora por el Frente Justicialista de Liberación
(FreJuLi), mediante la cual se culminaba con 18 años
de proscripción peronista. La esperanza y el entusiasmo que despertó el proceso
eleccionario no tenían precedentes. Montoneros diseñó una estructura de
diferentes frentes de masas que
potenciarían la actividad política legal y de superficie necesaria en este
contexto.
El Movimiento Villero Peronista (MVP) fue el frente de masas que se dieron los villeros en esta coyuntura.
Surgido de una articulación entre la posibilidad abierta con el fin de la
proscripción peronista, que permitió anclar la organización territorial al
partido político hasta entonces ilegal, y la estrategia dada por Montoneros de
estimular el activismo social en sectores movilizados.
“El MVP va naciendo en el ´70, ´71, ´72 de
intento organizativo a nivel masivo … Ese MVP chocaba con la otra tendencia más
izquierdista, más clasista, representada en el PRT, encabezado por un dirigente
paraguayo que iba a los congresos a armar quilombo nada más; nos acusaba de
burócratas… nosotros éramos villeros, vivíamos en la villa, trabajábamos de
changarines y éramos burócratas, fíjate vos. Esa tendencia tuvo un poco de
fuerza en el Bajo Flores. Pero en casi todas las villas se fue agrandando la
gente que se definía por el peronismo; al final el MVP llegó a englobar a todas
las villas de la Capital y del Gran Buenos Aires y del interior del país.
Incluso la villa del Bajo Flores se sumó al MVP” (Vidal Giménez).
Este relato ilumina la mirada desde los villeros, voces poco exploradas
y prácticamente ausentes al momento de analizar la conformación de los frentes de masas. La intención de
conformar una agrupación villera peronista es precedente a la estrategia
montonera; se expresa en este pasaje de entrevista como en los epígrafes citados
al comienzo del apartado: A todo lo que
nosotros veníamos haciendo le agregamos la impronta política, ya pertenecer a
una organización, tener una Unidad Básica; relata otro dirigente villero las Comisiones Vecinales hemos decidido
crear el Movimiento Villero Peronista. Las Comisiones Vecinales, preexistentes
a Montoneros, ya soñaban con poder armar desde el peronismo y la llegada de
militantes pertenecientes a la organización político militar colaboró en la
concreción de ese deseo propio de las bases villeras. Insisto en retomar y
brindar protagonismo a las declaraciones de referentes villeros porque la
literatura “consagrada” dentro de los abordajes generales (Otero, 2020: 1495)
de los frentes de masas tiende a
explicar la conformación de las agrupaciones gracias a Montoneros, sin rescatar esta otra parte del proceso (Gillespie,
1998; Calveiro, 2008). Así como “los
estudios de caso resultan especialmente interesantes porque en esta escala de observación
es posible contrastar algunas hipótesis generales … así como observar
relaciones, dinámicas, matices y contradicciones poco visibles en un abordaje
general centrado predominantemente o únicamente en las estructuras o los
grandes procesos” (Basualdo y Llorenz, 2012: 131),
los estudios centrados en territorios específicos alimentan al campo de
estudios en la misma dirección.
Muchos de los jóvenes pertenecientes a la clase media que se
incorporaban masivamente a las organizaciones políticas comenzaron a realizar
militancia territorial en representación de su organización. Montoneros creció
cuantitativamente durante 1972 y dispuso a muchos de los nuevos militantes a trabajar
en las villas de Buenos Aires.[18] Las
Comisiones Vecinales estaban habituadas a recibir apoyos externos, que se
intensificaban o entraban en latencia en diferentes coyunturas. Desde
principios de 1972, con la conformación de los EPT, habían trabajado con
profesionales de la JP y hacia fines de ese año una nueva oleada de militantes
marcó presencia cotidiana en las villas, con un espíritu más político que
técnico. La “llegada” de estos enlaces
a las villas provocó mucho entusiasmo y facilitó la conformación del MVP:
“En Güemes ... ya se
gana bien en el ´73, … desembarcan en Güemes un grupo bastante grande de
militantes de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias). Ellos empiezan a dar
apoyatura y es cuando Carmelo pasa a ser el presidente, con todo el apoyo de
estos militantes de las FAR y la JP. Y ahí en esa época ya sí, todos los
barrios respondían a una misma línea” (Patricia Astelarra).[19]
Entre las potencias que generó esta nueva vinculación podemos destacar
que el apoyo externo permitió tensar la balanza hacia el peronismo de izquierda
en aquellas villas donde las Comisiones Vecinales aún contaban con una
competencia política contraria a la conformación del MVP. La ayuda proveniente
de los militantes externos, en el caso de la Villa 31, permitió completar la
mayoría absoluta de Comisiones Vecinales peronistas, antecedente inmediato a la
creación del MVP.
Otra potencia aportada por el trabajo de los enlaces en la conformación del MVP fue la pronta construcción de
las consignas políticas. Muchas fueron ideadas conjuntamente entre villeros y éstos jóvenes militantes que en muchos casos tenían
formación universitaria en temas relacionados a las problemática específicas
que tocaba al MVP y realizaron aportes técnicos a la experiencia cotidiana y
política que tenían los villeros:
“Las demandas principales del MVP
era que el Estado se hiciera cargo de comprar el terreno, vendernos, y
ayudarnos a armar cooperativas de trabajo para que podamos construir nosotros
nuestra propia vivienda …. Queríamos vivienda popular construida por
cooperativas de trabajo en el mismo lugar donde estábamos asentados. No
queríamos saber nada con los traslados por todas las malas experiencias que
habíamos tenido. Esta idea se nos ocurrió discutiendo con universitarios que en
aquellos años trabajaban con nosotros” (Vidal Giménez).
Esta idea nodal en el seno del MVP fue retomada de los curas
pertenecientes al Equipo Pastoral de Curas Villeros, pertenecientes al
Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, que bajo el lema de “transformar
a las villas en barrios obreros” promulgaron una idea similar a la expuesta en
la cita.
Asimismo, la construcción conjunta de ideas también se vio expresada en
eventos académicos como el Primer Encuentro de Experiencias de Vivienda Popular
organizado por la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y la Facultad de
Arquitectura y Urbanismo, realizado en noviembre de 1973 en Mar del Plata: “Los
temas más salientes fueron los expuestos por los representantes del Movimiento
Villero Peronista”.[20] Y en el Primer Congreso Nacional de Vivienda Popular
realizado en diciembre de 1973 en la Facultad de Arquitectura, Diseño y
Urbanismo de la UBA; allí se trató el problema de la tierra, las políticas
habitacionales, la vivienda digna en función social, alquileres y el rol de la
universidad. “Los técnicos, profesionales y funcionarios trabajando junto a los
representantes de la organizaciones populares como el
Movimiento Villero Peronista y el Movimiento de Inquilinos Peronistas,
conocieron cabalmente sus necesidades y exigencias del pueblo”.[21]
Pero la llegada de los militantes Montoneros a las villas también
provocó rispideces:
“Los referentes siempre eran personas de afuera del barrio por una
cuestión de formación social, letrada y porque hay vicios organizativos … había
cuadros villeros mucho mejores pero no, el responsable
era el que aparecía porque le habían designado una consigna. Es lo que pasó, de
algún modo, con Montoneros” (Jorge Vargas).
“Después se generó toda una discusión ya con Montoneros, filosófica, que
llegó hasta harto estrés porque todos los compañeros genuinos empezaron a hacer
cuestionamientos a la organización preguntando por qué yo tenía un responsable.
Si pertenecía al Movimiento Villero y era miliciano Montonero, había hecho un
montón de cosas pero no era el responsable de mi
barrio” (Alfredo Ayala).
Los
dos pasajes expresan la incomodidad de sentirse subestimados por Montoneros al
no permitirles asumir responsabilidades políticas que podían realizar. De este
modo, el MVP logró realizar el prolongado sueño de conformar una organización
villera peronista de alcance nacional, pero al mismo tiempo se les impuso una
modalidad de liderazgos territoriales de personas ajenas al barrio. Esta
característica no fue totalizante, ya que también existieron dirigentes de las
antiguas Comisiones Vecinales que continuaron siendo delegados por el MVP y que
se incorporaron orgánicamente a Montoneros,[22]
pero en un gran porcentaje de dirigentes del MVP se concretó esta importación
de referentes que incomodaron tanto a referentes villeros como a sus vecinos.
Esta tensión planteada entre el dirigente
villero genuino y los dirigentes
externos o importados acompañará a toda la historia del MVP.
Revisemos ahora la mirada de la cúpula montonera en esta coyuntura y
específicamente ante este sector. El objetivo de la conducción de Montoneros
fue “ordenar” toda la militancia activa que se declaraba simpatizante o se
autodefinía como montonera. Se trataba centralmente de la militancia
territorial o de sectores estudiantiles que apoyaban las declaraciones y las
acciones realizadas por la organización pero que no tenían, hasta el momento,
una vinculación formalizada u orgánica. En este proceso también logró
incorporar a sus filas a un montón de pequeñas agrupaciones que habían
continuado trabajando durante la proscripción peronista y que en el nuevo
contexto de legalidad se encontraba en condiciones de representar. Montoneros,
en este aspecto, fue la organización peronista que mejor situada quedó para
reunir fracciones del peronismo revolucionario bajo su liderazgo. La decisión
de avalar y participar del proceso electoral de 1973 fue el elemento central
para comprender la masividad que logró la organización durante ese año. El
entusiasmo del regreso del peronismo a la escena política legal provocó un
incremento de activismo, sumado al propio de la época como mencionamos páginas
atrás.
La estructura dispuesta para tener organizada la militancia social y
política masiva respondió a la matriz federal, con ocho regionales, tal como
venía organizándose Montoneros. En ese marco, se pusieron en consideración los
actores políticos de importancia y se decidió convocar a la creación de una
agrupación que estuviese incorporada a Montoneros, pero con espacio para la
reivindicación de sus intereses concretos. De esta manera se fueron conformando
el MVP, la JUP, la Agrupación Evita, la Unión de Estudiantes Secundarios (UES),
la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), entre otros.[23] La concordancia entre las
demandas particulares de los villeros y los proyectos políticos (en constante
definición) de Montoneros será tema del próximo apartado.
La política en el territorio: aspiraciones divergentes y organicidades
en tensión
“En momentos
difíciles, cuando no teníamos lugar donde reunirnos, la gente nos prestaba la
casa, nos hacía comida y nos dejaba estar dos horas para hacer reuniones.
Porque se asociaba la guerrilla de Montoneros con la juventud; la juventud era
política, Montoneros era un movimiento político militar. Si bien nosotros éramos
adherentes de la política… no sé si decirle de la lucha armada… pero de la
revolución que se quería hacer éramos adherentes”
Ricardo Coronel[24]
Guerrilla, Montoneros, política, lucha armada y revolución. Tal como se
encuentran condensadas todas estas palabras, que denotan estrategias de lucha y
procesos de insurrección, el epígrafe invita a interrogarnos: si la juventud
era política y Montoneros era un movimiento político militar, ¿en qué lugar se
posicionó el MVP en esa distinción?, si eran adherentes a la revolución ¿qué
compromiso de acción adquiría esa adherencia en el proceso revolucionario? O dicho en otros términos, estas preguntas conducen a
interrogarnos sobre el nivel de aceptación que tuvo la estrategia armada entre
los militantes del MVP.
Para desentrañar esta pregunta, comencemos realizando un ejercicio muy
simple que se dedique a reponer qué objetivos a largo plazo persiguió
Montoneros y cuáles fueron los deseos que impulsaron las demandas llevadas
adelante por el MVP. Si bien en el apartado anterior hemos planteado que la
conformación del MVP se articula con el lanzamiento de los frentes de masas por parte de Montoneros, permitámonos escindir
esta articulación intrínseca por un momento para luego volver a pensar cómo se
dio dicha articulación y qué implicó.
Montoneros
se constituyó como la organización político militar de mayor importancia en el
escenario político argentino durante la década de 1970 que tenía como objetivo
alcanzar el socialismo nacional.[25] Entre 1970 y 1972 llevaron
adelante la resistencia armada ante la dictadura, estrategia que quedó en un
segundo plano ante la decisión de apoyar y participar del proceso electoral
abierto a partir del GAN, tal como hemos mencionado. En su análisis encontraba que la principal contradicción en el plano
local residía en la dicotomía nacionalismo e imperialismo, razón por la cual proponía
una estrategia de lucha a partir de una alianza popular y multiclasista, donde
el peronismo tenía un rol central. Consideraban al peronismo como una
alternativa revolucionaria que les propiciaría el marco para la construcción
política de su anheloso proyecto. Montoneros practicó la lucha armada
(guerrilla urbana)[26] y la
política legal como método conjunto de lucha por el poder. Ambas estrategias
tuvieron diferentes protagonismos adecuándose a las diferentes coyunturas
(aunque, como hemos notado al comienzo, los estudios académicos generales sobre
Montoneros ponderaron el análisis de la estrategia armada) (Otero, 2020).
Por su parte, el MVP alcanzó un alto nivel de convocatoria en las villas
de todo el país y sus reivindicaciones se articularon en torno a la cuestión de
la vivienda y el lugar donde ésta debía emplazarse. El concepto de radicación fue uno de los postulados más
resonantes en relación a las políticas públicas existentes hasta el momento
para con las villas.[27]
Proponía la construcción de barrios obreros en el mismo lugar donde se
asentaban las villas, oponiéndose a las erradicaciones (traslado de población a
viviendas sociales en la periferia de la ciudad o en el conurbano bonaerense,
liberando tierras valiosas para incorporarlas al mercado del suelo) que habían
sido moneda corriente en diferentes gobiernos. Esta idea había nacido entre el
Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, bajo el concepto de barrios
obreros, y el MVP la tomó y la hizo propia logrando una mayor visibilidad y
aceptación. Para concretar la radicación
exigían la expropiación de tierras donde las villas se asentaban y la
construcción de las viviendas mediante cooperativas de trabajo integradas por
los propios habitantes. Construir y madurar estas ideas ocuparon en gran medida
las tareas y acciones que desarrolló el MVP; fueron sueños cargados de
esperanza de transformarse en realidad en el contexto de un gobierno peronista
(Camelli, 2019-a).
Si la premisa motor de Montoneros fue el socialismo
nacional, la radicación ocupó ese
lugar en el MVP. Presentar esta dicotomía no busca simplificar procesos
históricos mucho más complejos sino más bien permitir una puerta de entrada
para comprender el anclaje que logró tener la propuesta de la revolución y la
lucha armada en las villas. El problema de acceso a la vivienda en la ciudad
formal de la población villera era central y al momento de conformar una
organización política que creció rápidamente, ese problema cobró protagonismo y
convocó a muchísimos militantes dispuestos a trabajar en propuestas para
concretar el sueño de la casa propia. En la primera movilización masiva del MVP,
celebrada el 25 de agosto de 1973 en la Federación de Box, se ilustró con
claridad la presencia de la demanda de vivienda. En El Descamisado describen el
evento afirmando que “numerosos compañeros hablaron del problema y señalaron la
necesidad de unir y organizar a las bases, única herramienta del pueblo para
defenderse y obtener las viviendas populares.”[28] Para citar otro ejemplo,
las consignas de una lista para las elecciones convocadas regularmente en el
Barrio Laprida (otros de los barrios que componían la Villa 31) se presentó el
siguiente interrogante “¿Usted quiere entonces que nuestro barrio tenga casas
propias de material, agua en todas las casas, las comodidades que merecemos
como seres humanos?” invitando luego a votarles ante una respuesta afirmativa.[29]
Esta demanda centrada en la propiedad privada, por más que en su
propuesta se presente construida por cooperativas y contrariando intereses de
empresas constructoras, pareciera no condecirse con los principios de un
socialismo nacional. En este sentido, es importante remarcar que los ideales
revolucionarios planteados en la década del setenta en el país adquirieron
sentidos difusos y heterogéneos para los diferentes actores involucrados. En el
imaginario revolucionario de los villeros nucleados en el MVP, la radicación fue el emblema disruptivo y
tendiente al horizonte de cambio estructural. Y en este sentido es necesario
remarcar que realizando un análisis retrospectivo en
torno a las políticas públicas hacia las villas, la idea de radicación proponía un giro radical
respecto a propuesto hasta entonces.[30] En tanto que para los
cuadros jerárquicos de Montoneros probablemente dicho objetivo resultara
insuficiente a los fines del socialismo nacional.[31]
Por su parte, las fuentes históricas expresan que las discusiones más
generales acerca del cambio de estructuras sociales y de las estrategias
defendidas para tal fin ocuparon un lugar muy marginal y sólo se hicieron
presentes en los Congresos Nacionales del MVP. Entre las conclusiones del
Segundo Congreso Nacional se afirma que “el MVP no es un movimiento de masas
sino una organización política definida en un proyecto político peronista
revolucionario” y “como villeros que sufrimos la explotación y la dependencia
estamos interesados en la Liberación … y nos encontramos identificados con la
etapa de Reconstrucción y Liberación y en marcha hacia el Socialismo Nacional”.[32] Es
cierto que el objetivo de los frentes de
masas era conformar agrupaciones que pudiesen demandar por sus
particularidades en el contexto general de la lucha encabezada por Montoneros.
Esa articulación entre lo particular y lo general es lo que presenta distancias
en el MVP, donde el planteamiento y el debate sobre la lucha armada para la
toma del poder quedó poco registrada en las fuentes escritas (exclusivamente en
los Congresos Nacionales donde era mayor la toma de la palabra de aquellos
dirigentes villeros que se habían encuadrado en Montoneros) y cuando se plantea
en las fuentes orales se hace de modo muy general y superficial.
La siguiente cita de una entrevista no nos permite reponer el tono con
que fue presentada, pero tratemos de imaginar irritación en su planteo:
“Las reivindicaciones generales del MVP eran la lucha para la
liberación. Las mismas consignas que el resto de las agrupaciones políticas:
liberación o dependencia, socialismo nacional. Y después venía todo el
tratamiento de la problemática específica que era el tema de las viviendas y
los villeros: la no erradicación, la construcción de viviendas” (Patricia
Astelarra).
Al
referirse a las mismas consignas para todas las agrupaciones remite a
generalidades, importantes en toda organización política, que no lograban
anclar en las realidades específicas y cotidianas de las villas. En ese
proceso, algunos pocos dirigentes villeros de muchos años de liderazgo en el
territorio se fueron alejando cada vez más de las demandas propias de sus
representados para pasar a responder más estrictamente a las obligaciones de un
cuadro de Montoneros. Estos dirigentes sí contaron con formación política,
discutieron lucha armada y tomaron la palabra en los Congresos Nacionales, pero
fueron muy pocos y no representaban al grueso de la militancia del MVP.
Mientras tanto, la mayoría de los dirigentes atravesados por esta tensión (entre
las tareas menos vinculadas al barrio que exigía un encuadramiento orgánico y
las demandas que vivenciaban a diario en sus lugares de residencia) resolvieron
apoyar a Montoneros pero sin abandonar sus tareas
concretas y habituales en la villa al precio de no asumir un compromiso mayor
con la organización. En estos casos es donde Montoneros decidió poner dirigentes externos en detrimento de los
dirigentes genuinos.
El
problema no radicaba en un desacuerdo con las políticas generales, sino en una
dificultad de articulación entre los intereses inmediatos de los villeros y las
premisas revolucionarias de Montoneros. Otra dificultad no menor en este
escenario, estuvo anclada en la pertenencia de clase de los villeros. Estamos
ante un sector de trabajadores, en su mayoría de sumidos en la informalidad
laboral, que no disponían de muchas horas extra para participar de reuniones,
plenarios, discusiones, citas, etc. El ritmo laboral requería amanecer muy
temprano, viajar bastante en transporte público hasta el lugar de trabajo,
cumplir jornadas extensas, regresar a casa no antes de las 18 horas y de ahí en
adelante era el tiempo disponible para la militancia. En ese contexto era
posible participar de las reuniones de la villa pero
muy difícil y sacrificado responder a mayores exigencias presentes en las
dinámicas de Montoneros.[33]
Llegados
a este punto, reflexionar acerca de la organicidad del MVP hacia Montoneros
resulta imprescindible. Por lo desarrollado hasta acá, podemos alegar que si
bien el MVP fue cuantitativamente y cualitativamente una organización con peso
político que adhirió a Montoneros, debemos repensar con qué intensidad se
involucró en aquel proyecto:
“La indignación ante la pobreza es lo que me llevó a las villas … yo no
era una militante orgánica, yo era una militante que llegaba al barrio de la
mano de los profesionales. Tenía toda la inquietud de que se pudiera
transformar, que haya proyectos de mejoramiento … La dureza de lo político
desmanteló todo ese capital humano que podría haber hecho cosas diferentes
articulándolo con una política pública, que es lo que no existió, todo era a
pulmón con muy pocos recursos” (Alicia Ziccardi).[34]
El relato corresponde a una integrante de los EPT, que también se
identificó con la JP y con el MVP. El trabajo que realizó en las villas fue muy
importante y logró plasmar su experiencia en trabajos académicos de vital
importancia para conocer este período; aun así, habiendo trabajado arduamente
en el territorio con un compromiso destacado, no se considera haber sido una
militante orgánica. Por su parte, un militante joven para los ´70 de la Villa
31 dialogaba con quien escribe en estos términos:
“Entrevistadora (A): Por ejemplo cuando se toma
la Comisión Municipal de la Vivienda ahí claramente era un reclamo por querer
participación.
Entrevistado (B): Claro, eso lo sabes vos que lo estudiaste
pero nosotros ni idea.
A: ¿Y ustedes por qué pensaban que estaban ahí?
B: Porque teníamos que apoyar lo que decía la conducción, la JP. Pensa, nosotros post-adolescentes,
17, 18 años, 20, nosotros seguíamos, vamos para allá, la sede central de la JP
estaba de guardia que le corresponden 3 noches por semana, tenías que estar
toda la noche, íbamos para allá porque todo era como una aventura … nosotros no
entendíamos mucho, no teníamos mucha noción de todo eso que se jugaba. O por
ahí no tengo mucho recuerdo ahora” (Jorge Vargas).
Emerge,
en primer lugar, una crítica al modo de preguntar, dando por supuesto saberes
de una experiencia que el entrevistado, con determinación e inteligencia, se
encarga de evidenciar. En segundo lugar, el extracto muestra el modo en que
algunos militantes de los barrios participaron del MVP. El entusiasmo sumado al
contagio que genera la movilización colectiva, logró atraer a muchos jóvenes
que fueron protagonistas de acciones muy importantes, como la mencionada toma
de la Comisión Municipal de la Vivienda (CMV),[35] aun
desconociendo los motivos concretos. Intuitivamente y con una carga de profunda
solidaridad con los vecinos éstos jóvenes fueron parte
del MVP y en ellos resulta muy lejana la relación que su accionar podía llegar
a tener con Montoneros. Revisar la organicidad nos permite visualizar cómo se
relacionó lo particular (demanda de la agrupación) con lo general (las lógicas
y premisas del proceso político en el cual se incorporó la agrupación). En este
sentido, el MVP en mayor o menor medida (dependiendo las circunstancias
históricas y los particulares conflictos por los cuales estuviesen atravesando)
quedaron poco ensambladas con la matriz general impulsada por Montoneros.
Ahora bien, por su parte, entre los dirigentes villeros que se
incorporaron como cuadros políticos de Montoneros, es decir, que respondieron
con un “tipo ideal” de organicidad para con la organización, los planteos y las
críticas a las estrategias directrices del proyecto revolucionario no estuvieron
ausentes. El cuestionamiento central estuvo anclado en la pertinencia de la
estrategia armada en el contexto de un gobierno democrático. En la organización
Montoneros esta discrepancia ocupó un lugar importante y en el año 1974 tomó
forma en la escisión de la JP Leales a Perón, que planteaba tres errores
centrales hacia la organización: competir el liderazgo con Perón; no respetar
la voluntad popular, intentando imponer los intereses de la dirigencia por
sobre los intereses de los sectores populares; y, por último, continuar con el
uso de armas luego del 25 de mayo de 1973, en el marco de un gobierno
democrático y peronista (Slipak, 2018-b: 150-151). Esta
disidencia, que fue visible e importante en el marco de Montoneros, en las
villas tuvo una repercusión mucho menos importante. Desde el relato de uno de
los dirigentes villeros que rompe con Montoneros los sucesos son relatados del
siguiente modo:
“El MVP conforma el MVP Leales a Perón en el ´74 … acompañábamos la
lucha armada que era para el retorno de Perón pero una
vez que estuvimos en el gobierno, con la asunción del peronismo a partir de ese
momento consideramos que el arma no tenía razón de ser, nosotros peleábamos por
una democracia, ahora teníamos una democracia, entonces no podíamos seguir
operando militarmente, ¿por qué operar contra el mismo gobierno? A partir de
ahí se empezó a dividir, surgió una tendencia interna de discusión sobre si
seguimos con el arma o si parábamos con las armas” (Vidal Giménez).
En la práctica esta escisión del MVP fue muy pequeña, casi podría
circunscribirse a la villa del Bajo Belgrano, villa donde el entrevistado tenía
un fuerte liderazgo. Más aún, la discusión sobre la pertinencia de la lucha
armada quedó reducida a los dirigentes villeros orgánicos que como hemos visto,
fueron muy pocos. Aun así, la división se efectuó pero
la mayoría de los militantes del MVP no tuvieron noticias de la misma. Las
discrepancias y las rupturas en Montoneros también dejan notar que lo que
acontecía en las esferas decisorias de la organización no tenían una traducción
directa ni literal con lo que acontecía en la política territorial.[36]
A esta pequeña división del MVP sucedida entre marzo y abril de 1974,
sobrevino una decisión de Montoneros que en este caso,
efectivamente, tuvo impacto en las villas. Se trató del pase a la
clandestinidad a partir del 6 de septiembre de 1974. Siguiendo a Otero (2020:
1493- 1494), “existe una clave de lectura que … plantea centralmente que, al
pasar a la clandestinidad en septiembre de 1974, la organización Montoneros
inició un proceso de militarización creciente que la condujo a circunscribir su
accionar al enfrentamiento armado y a abandonar las tareas políticas, con el
consecuente aislamiento respecto de las masas”. Ante este diagnóstico, nuevas
lecturas sobre el período revelan que el pase a la clandestinidad no implicó un
abandono de la lucha política legal, sino que, por el contrario, ambas
estrategias se encontraron yuxtapuestas. En las villas, esta reconfiguración
organizativa implicó la retirada del territorio de los enlaces, que en muchos casos actuaban de dirigentes. Ante esta
situación los villeros reemplazaron las dirigencias ausentes e implicó el
retorno a cierta armonía y comodidad entre dirigencia y representados.
Paralelamente a la clandestinización, Montoneros
realizó algunos desplazamientos de cuadros para sostener el trabajo político
(aunque mínimo) en el barrio. Ejemplo de ello es el nombramiento de Eduardo
“Pelado” Astiz como responsable del MVP en el Área Metropolitana de Buenos Aires.
Sin lugar a dudas, existió repliegue de la política legal a partir de la clandestinizacion, pero aun así los esfuerzos por la
construcción política de superficie continuo en pié.[37]
Si bien destacamos el movimiento organizativo en las villas, resulta
evidente que los mayores esfuerzos por sostener el trabajo político no
clandestino estuvieron direccionados hacia la clase obrera organizada a través
de sus gremios en detrimento de la organización territorial. Para tal fin se
coordinaron agrupaciones de base, se impulsaron reclamos laborales a través de
diferentes organizaciones gremiales, se fogonearon
las jornadas de protesta de junio y julio de 1975 contra las medidas económicas
del gobierno, entre otras acciones destinadas a fortalecer la organización de
los trabajadores (Basualdo y Lorenz, 2012; Otero, 2020).
A partir del 24 de marzo de 1976, las propuestas de Montoneros
continuaron circunscriptas a los sindicatos, especialmente con el lanzamiento
del Movimiento Montonero (MM) el cual no presentó registros de trabajo en las
villas. Hacia 1977 sumó la denuncia humanitaria, solicitando la restitución
democrática y criticando al plan económico de la dictadura militar. Y para el
año 1978 puso en marcha la conocida Contraofensiva, poniendo el eje nuevamente
en la clase obrera. En plena dictadura la distancia entre el MVP y Montoneros
resultaba evidente. Los villeros en el mismo período debieron enfrentar la
irrupción de la violencia en el territorio mediante la represión genocida,
potenciada por la imposibilidad del exilio (por impedimentos económicos) y las erradicaciones,
caracterizadas por una virulencia inusitada. Se enfrentaron a los secuestros de
compañeros del MVP y a traslados forzosos fuera de la ciudad de Buenos Aires
sin ofrecimiento de vivienda alternativa y en absoluta soledad: Montoneros ya
no presentaba referentes, ni recursos en las villas de Buenos Aires.
Conclusiones
“Pero tampoco me gustó ser negador de
Perón, yo era muy peronista, muy de Evita, muy de Perón y quería dar el debate
adentro. Una parte de Montoneros decía bueno, con el liderazgo de Perón pero con una patria socialista … Un país socialista
liderado por Perón. Pero el sueño del pueblo era volver a Perón, volver al país
de Perón y vos no tenías ninguna discusión”
Alfredo Ayala
Analizar las acciones políticas ocurridas en la primera mitad de la
década del setenta desde un territorio particular como las villas, otorgando
protagonismo a la mirada de sus habitantes, permitió conocer experiencias poco
visibles en los trabajos de investigación sobre nuestra historia reciente que
toman como objeto de análisis los grandes procesos o las estructuras sociales.
Nuestra estrategia metodológica intentó confrontar con la lectura hegemónica de
los abordajes generales acerca de la conformación de los frentes de masas, en las cuales, al posicionarse desde una lectura
macro de las estrategias políticas dispuestas por Montoneros, desconocen
procesos políticos de larga trayectoria y al margen de dicha organización,
tales como la organización territorial que requirió, por ejemplo, la domesticación del espacio, y que explican
el surgimiento y la fuerza alcanzada por agrupaciones como el MVP.
Entre las particularidades emergentes de la experiencia montonera en las
villas de Buenos Aires, hemos advertido la tensión entre el dirigente villero genuino y el dirigente externo o importado
(“enlace”). Los dirigentes externos
que tuvieron tareas en los diferentes frentes de masas creados para la campaña
electoral de 1973, fueron figuras claves para articular con los sectores
políticos legales que realizaban tareas de superficie, ya que debían divulgar
la línea política de la organización y lograr la adscripción de nuevos
militantes orgánicos. En este sentido, las ideas revolucionarias montoneras y
la estrategia de lucha armada fueron acercadas a las villas a través de los
enlaces. El recorrido analítico se orientó a revisar los sentidos que para los
villeros contuvo la revolución, como así también las experiencias políticas que
se desplegaron en las villas más allá de aquel gran postulado. En
cuanto al imaginario revolucionario de las villas setentistas,
hemos desarrollado que las discusiones sobre táctica y estrategia para arribar
al socialismo nacional no lograron anclar en el territorio y, sin embargo, sí
se hicieron presentes en los grandes encuentros nacionales que llevó adelante el
MVP. En ellos es notorio el protagonismo discursivo de los dirigentes villeros
con larga trayectoria y formación política que tuvieron un vínculo orgánico con
Montoneros. Estos dirigentes fueron de gran importancia dentro del MVP, pero al
mismo tiempo su discurso no era representativo de la mayoría de los militantes
de la organización villera.
Asimismo,
hemos destacado la visibilidad y extensión en el espacio público de la consigna
de radicación como estrategia de
intervención en las villas. Esta propuesta, que efectivamente despertó gran
interés entre las bases villeras y que fue muy discutida en el territorio,
representa la revolución para las villas, condensando la resolución del acceso
a la vivienda planteado desde los propios afectados por el déficit
habitacional. Sin lugar a dudas, lo que para cada sector involucrado en
Montoneros representó la polisémica revolución involucra aspectos tan distantes
como la lucha por un socialismo nacional hasta la construcción de barrios
obreros en lugares centrales de Buenos Aires.
Atendiendo a las otras aristas políticas que tomaron forma en el MVP, a
aquellas que no centraron su atención en grandes proyectos de cambios
estructurales, podemos encontrar una suma de novedades organizativas con un
potencial nunca antes (ni después) experimentado. El MVP logró conformar una
organización villera a nivel nacional de identidad peronista. La masividad y la
extensión geográfica de esta experiencia no tuvieron precedentes ni posteriores
referencias que se asemejen a aquella organización política potente y unificada
que en los años setenta lograron alcanzar. Más allá de las convergencias y divergencias entre el MVP y Montoneros, en
la articulación que se dio entre ambas hubo una riqueza política inédita que se
expresa en las premisas planteadas por el MVP. Esta experiencia es una marca
central en la historia política de las villas, donde la acepción que adquirió
la revolución y la aceptación o no de la lucha armada como estrategia política
se presentan como un aspecto no fundamental al momento de vislumbrar las
riquezas y potencialidades que el desarrollo político de estos años en las
villas logró despertar.
Por último, retomando el epígrafe que inicia el cierre del trabajo, cabe
imaginarnos acerca del deseo que los villeros persiguieron en estos años, el sueño
que alimentaba el imaginario revolucionario que intentamos discernir. La radicación fue el proyecto concreto y
tangible que el MVP retomó de los católicos tercermundistas y que propusieron
como respuesta a décadas de política urbanas infructuosas. Pero más allá de la
vivienda, ¿qué esperanzas movilizaba a los villeros se la década del setenta? Según
la entrevista, “el sueño del pueblo era
volver a Perón, volver al país de Perón” y es muy posible que así haya
sido, revivir los años de los dos primeros gobiernos peronistas, donde existió
una armoniosa convivencia entre capital y trabajo, donde se aplicaron políticas
redistributivas y donde las conquistas de derechos marcaron a fuego a las
clases populares. En el contexto del MVP el deseo del “país de Perón” se
encontró complejizado y desafiado por proyectos que apelaban ir un poco más
allá.
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Entrevistas
Alicia Ziccardi- Socióloga y militante en la
Villa 1-11-14 (Bajo Flores, Ciudad de Buenos Aires) en los ´70. Entrevista
realizada junto a Adriana Massidda y Valeria Snitcofsky, 28 de marzo 2018.
Carmelo Sardinas- Residente y militante en la Villa 31 (Retiro, Ciudad
de Buenos Aires) en los ´70. Entrevista personal, 10 de octubre 2011.
Fátima Cabrera- Residente y militante en la Villa 31 (Retiro, Ciudad de
Buenos Aires) en los ´70. Entrevista
colectiva realizada en el seminario de grado de la carrera de Historia (UBA)
titulado Las villas de Buenos Aires en
perspectiva histórica (1885- 1983), dictado por Eva Camelli,
Adriana Massidda y Valeria Snitcofsky,
24 de octubre 2017.
Jorge Vargas- Residente y militante en la Villa 31 (Retiro, Ciudad de
Buenos Aires) en los ´70. Entrevista personal, 30 de agosto 2017.
Alfredo “Mantecol” Ayala- Residente y militante en la Villa Uruguay (San
Isidro, Gran Buenos Aires) en los ´70. Entrevista personal, 15
de noviembre de 2018.
Patricia Astelarra- Estudiante universitaria y militante en la Villa 31
(Retiro, Ciudad de Buenos Aires) en los ´70. Entrevista personal, 4 de febrero
2011.
Ricardo Coronel- Residente y militante en la
Villa 20 (Villa Lugano, Ciudad de Buenos Aires) en los ´70. Entrevista colectiva realizada en el
seminario de grado de la carrera de Historia (UBA) titulado Las villas de Buenos Aires en perspectiva
histórica (1885- 1983), dictado por Eva Camelli,
Adriana Massidda y Valeria Snitcofsky,
24 de octubre 2017.
Roberto Perdía- Miembro de la Conducción Nacional de Montoneros.
Entrevista personal, 3 de junio 2010.
Vidal Giménez- Residente y militante de la Villa del Bajo Belgrano
(erradicada totalmente en 1978 de la Ciudad de Buenos Aires). Entrevista
personal, 31 de octubre de 2018.
Recibido: 17/07/2020
Evaluado: 15/09/2020
Versión Final: 20/11/2020
[1] Patricia Astelarra
fue estudiante universitaria y militante en la Villa 31 (Retiro, Ciudad de
Buenos Aires) en los años ´70. Entrevista personal, 4 de febrero 2011.
[2] Así como Denis Merklen conceptualizó a la politicidad popular en su libro Pobres
ciudadanos. Las clases populares en la era democrática (Argentina, 1983-2003), la politicidad villera busca especificar las
características políticas propias del actor villero dentro del sector popular.
[3] Entre las
excepciones encontramos las investigaciones de Horacio Robles, quien trabajó en
profundidad la incidencia de la JP y Montoneros en los barrios populares de la
periferia de la Ciudad de La Plata a través de la conformación de Unidades
Básicas, y Javier Salcedo, quien a través del estudio de los Montoneros de la
localidad de Moreno (Gran Buenos Aires), integrado por obreros provenientes del
peronismo, analiza la vinculación entre la militancia de base con los
mecanismos de inserción territorial de la organización.
[4] Fátima Cabrera fue
residente y militante en la Villa 31 (Retiro, Ciudad de Buenos Aires) en los años
´70. Entrevista colectiva realizada en
el seminario de grado de la carrera de Historia (UBA) titulado Las villas de
Buenos Aires en perspectiva histórica (1885- 1983), dictado por Eva Camelli, Adriana Massidda y
Valeria Snitcofsky, 24 de octubre 2017.
[5] La Villa 20 se
encuentra ubicada en el barrio de Villa Lugano de la Ciudad de Buenos Aires y
sus orígenes se remontan a la década de 1940. Fue erradicada durante la última
dictadura militar y luego repoblada con el retorno democrático.
[6] Se refiere a Obras Sanitarias de la Nación.
[7] La Villa 29 del
Bajo Belgrano estuvo asentada aproximadamente entre las calles Ramsay, La
Pampa, Húsares y Echeverría del barrio de Belgrano de la Ciudad de Buenos
Aires. Fue totalmente erradicada en el año 1978, antes del mundial de fútbol
celebrado en el país.
[8] Esta necesidad fue advertida por el gobierno
municipal, el cual decidió intervenir a partir de la década de 1960 mediante la
regulación de elecciones representativas para las distintas villas de la
Capital Federal. Al respecto puede consultarse Ziccardi
(1977).
[9] Este artículo lo
escribo en medio de la pandemia mundial causada por el virus Covid 19 que expuso de manera escandalosa la ausencia de
servicios básicos, como el agua, en villas que en los últimos años han sido
objeto de fuertes intervenciones estatales, como es el caso de la Villa
31-31bis de la Ciudad de Buenos Aires. La falta de agua, central para la higienización
que demanda la prevención del virus, sumada a la tardía e ineficiente
intervención del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, provocó que la Villa
31- 31bis deviniera en uno de los focos de contagios más importantes de la
ciudad.
[10] Esta característica se reitera en diferentes épocas
del hábitat popular. Por citar un ejemplo de la antropología urbana,
encontramos el trabajo de Virginia Manzano quien destaca que
en las tomas de tierras en el Gran Buenos Aires de principios de la década de
1980, la organización colectiva y las movilizaciones por la demanda popular de
tierra y vivienda se enmarcaron en un lenguaje de legalidad estatal (Manzano,
2020: 30).
[11] Alfredo “Mantecol”
Ayala fue residente y militante en la Villa Uruguay (San Isidro, Gran Buenos Aires)
en los años ´70. Entrevista personal, 15 de noviembre de 2018.
[12] Carmelo Sardinas
fue residente y militante en la Villa 31 (Retiro, Ciudad de Buenos Aires) en
los años ´70. Entrevista personal, 10 de octubre 2011.
[13] La Villa 31,
ubicada en el barrio de Retiro de la Ciudad de Buenos Aires, estaba compuesta
por seis barrios: Saldías, Laprida, Comunicaciones, YPF, Güemes e Inmigrantes.
Data de la década de 1930 y es la villa más antigua con presencia actual en el
entramado urbano de la ciudad. Fue erradicada durante la última dictadura
militar y repoblada a comienzos de los años ´80.
[14] En el caso
puntual de la Villa 31, la figura del Padre Carlos Mugica
en la década de 1960 colaboró tanto en la organización y en la peronización del barrio. Si bien el presente artículo no
aborda la incidencia de la iglesia tercermundista en las villas, es importante
señalar que el trabajo religioso y político de Mugica
en la Villa 31, expresado centralmente en la oposición a las erradicaciones,
fueron de gran relevancia y permite comprender el protagonismo de esta villa al
momento de conformarse el MVP.
[15] Se refiere a la
Villa 1-11-14 que se encuentra ubicada en el barrio de Flores de la Ciudad de
Buenos Aires, también conocida como villa del Bajo Flores. Se pobló
intensamente durante la década de 1950. Fue erradicada durante la última
dictadura y repoblada en la década de 1980.
[16] Se entiende por enlaces la actividad política de
militantes en lugares de los cuales no forman parte
sino que llegan como manera de difundir la línea política de la organización a
la que pertenecen. En este caso, nos referimos a militantes no residentes en
villas que actúan políticamente en las mismas.
[17] Se entiende por frente de masas las agrupaciones de
superficie que reivindicaban sus necesidades específicas en el marco general
del proyecto de Montoneros.
[18] Me refiero a Buenos
Aires porque es el área de estudio de este artículo, pero la misma situación se
replicó en las villas de las demás ciudades del país donde Montoneros tuvo
incidencia.
[19] Güemes es uno de
los seis barrios que conformaban la Villa 31 en los ´70 (véase nota al pie
número 14); cada
barrio tenía su propia Comisión Vecinal. Por ello expresa que “en esa época ya
sí, todos los barrios respondían a una misma línea”. Si bien menciona a FAR y a
la JP y no a Montoneros, recordemos que en octubre de 1973 se confirma la
fusión definitiva de FAR y Montoneros, que ya venían trabajando conjuntamente
para la época que referencia el relato.
[20] “Por una vivienda
popular”, en El Descamisado, Año I, N° 29, 4 de diciembre de 1974, pág. 25
[21] “1° Congreso
Nacional de Vivienda Popular. Pueblo, técnicos y funcionarios luchando por
viviendas dignas”, en El Descamisado,
Año I, N° 32, 24 de diciembre de 1973, pág. 26- 27.
[22] Aún en estas
circunstancias el sentimiento de no ser valorados cabalmente se mantenía
vigente: “Lo que hubo allí fue la inserción de compañeros de las villas dentro
de lo que fue la organización Montoneros. Yo siempre pienso que nosotros fuimos
miembros de una militancia muy consciente y que se nos suele subestimar desde lo intelectual, éramos jóvenes de los
barrios con un montón de valores, de herramientas, en ese momento los
compañeros que se involucraron, eran cuadros que se formaron políticamente …
los sectores populares estábamos organizados” (Fátima Cabrera).
[23] Aun teniendo en
cuenta la intención de Montoneros, hemos aclarado que el MVP fue el resultado
de la acción concomitante entre el sector villero, organizado y politizado, y
la estrategia de Montoneros en el contexto eleccionario.
[24] Ricardo Coronel fue residente y militante en la Villa 20 (Villa
Lugano, Ciudad de Buenos Aires) en los años ´70. Entrevista colectiva realizada en el
seminario de grado de la carrera de Historia (UBA) titulado Las villas de
Buenos Aires en perspectiva histórica (1885- 1983), dictado por Eva Camelli, Adriana Massidda y
Valeria Snitcofsky, 24 de octubre 2017.
[25] Si bien son
conocidos los inicios de la
organización en 1968, recién el 29 de mayo de 1970 tomaron estado público con
el secuestro de Pedro Eugenio Aramburu. Entre 1968 y 1970, Montoneros no
realizó trabajo de superficie por los riesgos que podía ocasionar a la
estructura clandestina (Lanusse, 2007: 180).
[26] “Nosotros
adoptamos el método del más alto nivel posible con la táctica de la guerrilla
urbana. De este modo, el Movimiento Nacional Peronista comenzaba a estructurar
su estrategia de guerra integral, este es, golpear al enemigo en todo lugar,
por todos los medios y en todo momento” (Circular Montoneros, “Aquí están estos
son los soldados de Perón”, 1973).
[27] Para profundizar
en un proyecto de radicación realizado en la Villa 31 presentado por el MVP a
Perón en persona, véase Camelli y Snitcofsky
(2016).
[28] “Los villeros
denuncian la marginación y se pronuncian por las empresas populares”, en El Descamisado, año I, N° 16, 4 de septiembre de 1973, pág. 26.
[29] Volante
“Compañeros del Barrio Laprida”, junio 1973. Recuérdese que el MVP se
constituyó en mayo de ese año.
[30] Para tomar
dimensión de lo novedoso de la demanda y, al mismo tiempo, la vigencia que
tiene aún hoy véase Camelli 2019-b.
[31] Estos principios
de acción se presentaron como objetos de disputa y abren un nudo problemático
sobre el cual sería muy interesante que se continúe indagando.
[32] “Lo que se
viene”, en El Descamisado, año I, N° 37, 29 de enero de 1974, pág. 19.
[33] Los
desajustes entre la cotidianidad de clase social y la militancia revolucionaria
ha sido profusamente abordado en las investigaciones
que analizan a la clase obrera formal, entre ellas Schneider (2005), Pozzi
(2004), Pozzi y Schneider (2000), Lobbe (2006), Carnovale (2011), Cullen (2009), Basualdo y Lorenz (2012). Asimismo la tensión cotidianidad barrial y militancia
revolucionaria está presente en los trabajos ya citados sobre política
territorial de Montoneros (Robles, 2011 y Salcedo, 2011).
[34] Si bien no he
abordado el tema de los planes estatales para las villas en este período, es
necesario aclarar que los mismos quedaron bajo la órbita del Ministerio de
Bienestar Social, liderado por José López Rega,
referente de la derecha peronista y opositor a la Tendencia Revolucionaria. La articulación del trabajo de los EPT con las políticas públicas
se convirtieron en una utopía ante la imposibilidad de congeniar
proyectos de sectores enfrentados políticamente.
[35] La CMV era el organismo público a cargo de las
políticas hacia las villas en la ciudad de Buenos Aires. El conflicto que
desató la toma del edificio donde funcionaba la CMV fue el nombramiento de tres
funcionarios con evidentes conflictos de intereses y con participación en la
anterior dictadura militar. La amenaza de continuar con el proyecto de Villa 7
(desde 1972 se estaba realizando una experiencia de construcción de vivienda
participativa en Villa 7, barrio de Mataderos) acrecentó la gravedad del
conflicto. La defensa de una experiencia modelo para el MVP despertó gran
entusiasmo. La toma duró una semana y resultó vencedora. Para mayor detalle del
conflicto véase “Las casas peronistas las construyen los villeros”, en El Descamisado, año I, N° 17, 11 de septiembre de 1973, pág. 19.
[36] Para profundizar
en el conflicto puede consultarse “Las villas triunfarán”, en El Descamisado, año I, N° 43, 12 de marzo de 1974, págs. 12-14.
[37] Resulta
importante destacar que los militantes villeros orgánicos a Montoneros muy
excepcionalmente fueron incorporados en el proceso de pase a la clandestinidad,
no recibiendo de parte de la organización recursos para la autoprotección.
[38] Las fuentes primarias
como documentos son incorporadas a lo largo del trabajo en notas al pie de
página.