“Atención, atención….. ¿los villeros se preparan para la revolución?”. Convergencias y divergencias entre el Movimiento Villero Peronista y Montoneros

 

 

Atención, atención….. ¿los villeros se preparan para la revolución?”.  Convergences and divergences between the Movimiento Villero Peronista and Montoneros

 

 

 

Eva Camelli

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas;

 Instituto del Conurbano;

Universidad Nacional de General Sarmiento (Argentina)

evacamelli@yahoo.com.ar

 

 

 

 

Resumen

El artículo busca problematizar la vinculación establecida entre la organización Montoneros y las organizaciones villeras del Área Metropolitana de Buenos Aires. Dicha articulación estaba dada por militantes que actuaban como intermediarios que tenían como tarea trabajar la política en el territorio y vincularla a las cúpulas de la organización. Ese trabajo político se acoplaba y se nutría sobre una larga práctica política previa propia de las villas y en el ensamblaje entre esta experiencia y los postulados programáticos y estratégicos dictaminados por Montoneros, se alcanzó una experiencia encabezada por el Movimiento Villero Peronista que presenta acuerdos y distancias frente a las estrategias generales de la organización político militar. De este modo, se busca explorar en las experiencias territoriales desplegadas en las villas, dimensiones de la praxis política que, aun reconociéndose parte de Montoneros, no denotan pleno acuerdo de la lucha armada esgrimida por la cúpula de la organización. Un abordaje en esta dirección nos permitirá poner en relieve las voces disidentes provenientes de sectores poco presentes en la historiografía, como es el caso de los habitantes de las villas, y dar a conocer experiencias políticas sumamente innovadoras y disruptivas durante los años setenta al margen de la reconocida estrategia armada.

 

Palabras Clave

Villas; militancia territorial; Movimiento Villero Peronista; Montoneros; lucha armada.

 

 

 

Abstract

The article seeks to problematize the link established between Montoneros and the shanty towns organizations of Buenos Aires Metropolitan Area. This articulation was given by militants who acted as intermediaries between the politics in the neighbourhoods and the organization's leaders. That political work was coupled and nurtured by a long prior political practice typical of the shanty towns and in the union between this experience and the programmatic and strategic postulates ruled by Montoneros, an experience led by the Movimiento Villero Peronista was reached, which presents agreements and distances in front of the general strategies of the military political organization. In this way, it seeks to explore in the territorial experiences unfolded in the shanty towns, dimensions of political praxis that, although recognizing themselves part of Montoneros, do not denote full agreement of the armed struggle wielded by the organization's leadership. An approach in this direction will allow us to highlight the dissenting voices coming from sectors not very present in historiography, such as the case of the shanty town inhabitants, and to present highly innovative and disruptive political experiences during the 1970s on the margins of the recognized armed strategy.

 

Keywords

shanty towns; territorial militancy; Movimiento Villero Peronista; Montoneros; armed struggle

 

 

 

 

Introducción

 

 

 

“Es macana que éramos todos Montoneros. La Tendencia se funda por confluencia de distintas agrupaciones de JP, de la Coordinadora, éramos montones de grupos y otros compañeros; todos no nos encuadramos en Montoneros. Obviamente nos pusieron un responsable que sí era de la organización armada”

Patricia Astelarra[1]

 

 

Si es macana que eran todos Montoneros, ¿cómo comprender aquella canción coreada en masa de “atención, atención, los villeros se preparan para la revolución”? ¿Cómo reconocer la organicidad política de los militantes de base en las villas en un contexto tan agitado como los intensos años setenta en argentina? El presente artículo tiene por objetivo problematizar la articulación entre Montoneros y, lo que esta organización dio a llamar, los frentes de masas, efectuada a través de militantes que actuaban como intermediarios o enlaces, que, en el caso de las villas, tenían como tarea trabajar la política en el territorio y vincularla a las cúpulas de la organización. La disposición a lograr la adhesión de la población villera a Montoneros fue una tarea novedosa en el campo de las organizaciones político militares y estuvo cargada de un gran entusiasmo por parte de los militantes a cargo de la militancia territorial.

Lejos de establecerse como un ejercicio inaugural, aquel trabajo político se acopló sobre y se nutrió de una larga e interesantísima práctica política previa propia de las villas, que tuvo como ejes principales la gestión de servicios urbanos mediante la organización colectiva y el enfrentamiento a los desalojos específicos y planes de erradicación generales (Ratier, 1973; Ziccardi, 1977; Pastrana, 1980; Snitcofsky, 2016; Camelli, 2017-a y b, entre otros). La politicidad villera[2] define que la organización colectiva en base al territorio es una práctica intrínseca en las villas desde los inicios de este modo de hábitat popular (Camelli, 2017-a: 89). La instalación de viviendas (muy precarias en un comienzo y mejoradas con los años) en terrenos sin servicios urbanos, requirió del trabajo de sus pobladores para auto proveerse infraestructura urbana básica. Esas actividades fueron el puntapié inicial a una larga experiencia organizativa en las villas. En el ensamblaje entre esta genealogía política villera y los postulados programáticos y estratégicos dictaminados por Montoneros, se alcanzó una experiencia encabezada por el Movimiento Villero Peronista, que maduró y potenció demandas del sector de larga data, al tiempo que adhirió, pero también presentó distancias, a las estrategias generales de la organización político militar.

Realizando una mirada sobre la bibliografía especializada sobre la experiencia de Montoneros desde abordajes generales (Gillespie, 1998; Calveiro, 2008; Salas, 2013; Gasparini, 2008; Giussani, 1984; entre otros), puede observarse una tendencia a enfatizar en sus investigaciones la práctica de la lucha armada como estrategia política sobre otras aristas muy relevantes en su experiencia organizativa. Por su parte, la bibliografía sobre historia reciente en el país ha trabajado muy excepcionalmente la vinculación entre Montoneros y las organizaciones nucleadas en torno al territorio de residencia, como las villas, las cuales han quedado por fuera del universo de análisis.[3] De este modo, el presente escrito busca explorar cómo funcionaron las experiencias territoriales en las villas, prestando especial atención a las figuras de enlaces dispuestos por Montoneros, como así también establecer una aproximación a dimensiones de la praxis política villera que expresan distancias con la estrategia armada esgrimida por la cúpula de la organización. Un abordaje en esta dirección nos permitirá por un lado, especificar los modos en que la militancia setentista se expresó en las villas poniendo en relieve las voces provenientes de sectores poco presentes en la historiografía, como puede reconocerse en el caso de los habitantes de las villas, y por otro lado, rescatar y dar a conocer experiencias políticas durante los años setenta al margen de la reconocida estrategia armada.

El trabajo se sitúa en la ciudad de Buenos Aires y se nutre de fuentes orales mediante entrevistas a militantes villeros, a militantes que actuaron de enlaces entre el Movimiento Villero Peronista y Montoneros y a militantes profesionales con trabajo en las villas. Asimismo se trabajará con fuentes escritas, como prensas de Montoneros y documentos de organizaciones villeras.

 

 

 

Escenario organizativo en las villas para comienzos de la década de 1970

 

“Yo era chica, pero para mí el impacto de tener que hacer cola para una canilla de agua fue muy fuerte, me chocaba … no teníamos luz, estudiaba a velas. Los incendios se producían por las velas. Los lugares que tenían luz eran porque había un motor de un vecino que estaba un poquito mejor, que por ahí tenía un almacencito y se proveía de luz con un motor y ese cobraba a otros para que tuvieran luz en determinados horarios. Esas eran las condiciones”

Fátima Cabrera[4]

 

Imaginar las condiciones de habitabilidad de las villas porteñas de antaño, exige desnaturalizar las imágenes que evocamos al pensar en una villa de la ciudad en la actualidad. Viviendas sin agua y sin luz describe el pasaje arriba citado. Casas precarias sin baño, con pisos de tierra, inexistencia de veredas ni de planificación espacial. Ausencia de calles, de recolección de residuos, de iluminación pública y presencia de basurales en las cercanías. La necesidad de domesticar el espacio (Duhau y Giglia, 2008) de los migrantes pobres al asentarse en terrenos de la ciudad carentes de servicios urbanos instituyó una característica central en estas poblaciones: la organización colectiva como modo de vida en estos territorios. La politicidad villera presente en la cotidianeidad de cada villa de la ciudad.

A partir de fines del siglo XIX este modo de hábitat popular se fue asomando tímidamente para consolidarse en la trama urbana a partir de la década de 1940, acompañando la demanda de fuerza laboral promovida por la aceleración del modelo de industrialización por sustitución de importaciones. La actividad de las organizaciones territoriales que lograron los servicios urbanos de manera autogestionada y precaria y la encendida participación de los pobladores en las mismas, se encuentran relatadas y analizadas en numerosos trabajos (Ratier, 1973; Ziccardi, 1977; Cronista Mayor de Buenos Aires, 1999, 2000, 2001, 2002-a y b; entre otros). Asimismo, las huellas que dejaron estas organizaciones territoriales en la memoria de los habitantes podemos encontrarlas en el siguiente pasaje de una entrevista realizada a un ex residente de la Villa 20 de la Capital Federal, relatando la actividad de la comisión vecinal a principios de la década de 1960:[5]

 

“No teníamos agua … La comisión vecinal era tan activa que fue a Aguas Argentinas[6] y conseguimos el agua, 6 canillas, a las casas no podíamos entrar el agua porque no tenía fuerza. Falta la luz. Empezó a trabajar la comisión. Conseguimos la luz. Después empezamos a hacer los pasillos, habíamos dejado la medida para que entre una ambulancia, por si teníamos esa necesidad. Todo estaba bien diagramado. Se empezó a hablar con los vecinos para que las casas se hicieran de material, para que no sean tan grandes los incendios. Trabajábamos sábado, domingo” (Ricardo Coronel).

 

Fue trabajo; trabajo colectivo y voluntario, motivado por las ganas de mejorar las condiciones de vida. Trabajo que sin lugar a dudas estuvo atravesado por dificultades como la expresada por un dirigente de la Villa del Bajo Belgrano de la Capital Federal:[7]

 

“a fines de los ´50 había organización bastante primaria, porque teníamos la luz en comunidad, venía un cable grueso que pasaba la villa y de ese cable nos lanzábamos todos y había una salida de la vereda de SEGBA, ahí había tres tapones que los teníamos que arreglar a cada rato porque se quemaban, se recalentaban y teníamos que andar reparando nosotros … era bastante estresante ser parte de la comisión, tenía que hacer todo el trabajo sin apoyo de la población …. Hasta que nos dimos cuenta que teníamos que formar delegados por pasillo para que la gente tuviese más participación, no llamar a una asamblea de todo el barrio sino organizarse pasillo por pasillo” (Vidal Giménez).

 

Este pequeño ejemplo nos permite reconocer las marchas y contramarchas puestas en juego para hacer, por un lado, de la villa un espacio vivible y, por otro lado, los ejercicios organizativos que experimentaron estas poblaciones desde su conformación. Detectar la necesidad organizarse por pasillo (antes que en asambleas generales) resulta elocuente y remite a aquella vieja premisa que afirma la necesidad de habilitar la participación activa de las bases para lograr organizaciones políticas con respaldo genuino.[8]

Las tareas de domesticación del espacio fueron resueltas en un primer momento por las Comisiones Vecinales, pero al poco tiempo estas organizaciones también incorporaron demandas a los diferentes gobiernos de turno, demandas que en gran parte se sostienen, en diferente estado y magnitud, hasta nuestros días.[9] Las vinculaciones con las dependencias públicas entrenaron a los delegados de las Comisiones Vecinales en la redacción de cartas solicitando material de construcción, servicios, etc, aprendiendo, de este modo, el léxico necesario para lidiar con los procesos administrativos del Estado. Los dirigentes que venían conduciendo las tareas organizativas en el territorio fueron adquiriendo asimismo cierta destreza en las demandas y negociaciones ante el Estado.[10]

Mediando la década de 1960, estas Comisiones recibieron apoyos de actores externos que modificaron y potenciaron su capacidad de acción. Como expresa una entrevista, se pasó de la ayuda “de las señoras gordas” a la militancia conjunta con jóvenes estudiantes universitarios:

 

“En la villa del Bajo Belgrano había una escuela grande, manejada por una parroquia … por lo que nosotros llamábamos las señoras gordas, gente de la burguesía, que venía a dar a los villeros lo que nos faltaba … nosotros nos apropiamos de ese lugar y comenzamos a recibir apoyo de estudiantes; en esa época, ´63, ´64, había un cura jesuita de apellido Llorens que organizaba campamentos de trabajo con estudiantes universitarios; se llamaban CUT, Campamentos Universitarios de Trabajo. A los estudiantes los llevaba al Chaco para que tuvieran una experiencia de contacto con la gente pobre …. Esa gente vino apareciendo por la villa desde el ´64 y empezamos a trabajar juntos: formamos una cooperativa de ahorro, crédito y vivienda, de nombre “4 de abril”. Nos organizamos para hacer compras comunitarias. Algunos de los estudiantes nos prestaban camionetas para hacer las compras y repartir. Logramos abaratar un poco la canasta familiar …. En ese período llegaron muchos estudiantes y ya empezamos a politizarnos” (Vidal Giménez).

 

En un principio la politización vino de la mano de un sector de la iglesia católica y al poco tiempo fue acercando a los militantes villeros a la participación política partidaria. El contexto histórico de la década de 1960 explica esta predisposición de jóvenes estudiantes universitarios a la participación política. La era de la juventud (Manzano, 2017) había comenzado hacia mediados de la década de 1950, muy marcada por el golpe de Estado que derrocó el gobierno democrático de Juan Domingo Perón y que proscribió al peronismo. Estas prohibiciones tuvieron un efecto inverso y generaron una intensificación de la identidad peronista por oposición a las agresiones recibidas por un gobierno que desplegó muchísimas estrategias de ataque en términos directos como simbólicos hacia quienes se sentían parte del movimiento popular. Asimismo, la juventud movilizada había sido fuertemente influenciada por la utopía de la Revolución Cubana (1959) y se vio densificada durante los años del gobierno de facto de Juan Carlos Onganía (1966- 1970), desafiando el carácter autoritario de esta dictadura. Los jóvenes se politizaron y radicalizaron inscribiendo sus luchas en el pueblo (Manzano, 2017). Esta militancia  juvenil se observó en la vida cotidiana de las villas, que encontraron en este actor externo un punto de apoyo más para continuar fortaleciendo sus organizaciones, precisando sus demandas y relacionándose con actores políticos por fuera de las villas.

Las primeras Comisiones Vecinales mostraron que ante la ausencia de políticas públicas urbanas en los territorios más castigados, los pobladores respondieron con organización colectiva y trabajo comunitario; ante las políticas públicas de desalojo, los pobladores respondieron con repudio y resistencia organizada. La constancia de acción de estas Comisiones otorgó una experiencia política que para la década de 1960 resultó muy atractiva para una camada de jóvenes universitarios que ingresaban a la militancia. La forma que fue adquiriendo esa trama política en el territorio es tema del próximo apartado.

 

 

Cambio de época: de las Comisiones Vecinales al Movimiento Villero Peronista

 

 A todo lo que nosotros veníamos haciendo le agregamos la impronta política, ya pertenecer a una organización, tener una Unidad Básica, empezar a participar activamente en la campaña del tío Cámpora”

Alfredo Ayala[11]

 

 “Y en esta lucha de trabajadores hemos encontrado la solidaridad que venía de los jóvenes estudiantes que también estaban en la misma lucha de la liberación. Después se creó la Juventud Trabajadora Peronista, y nosotros a través de estas luchas de las Comisiones Vecinales hemos decidido crear el Movimiento Villero Peronista”

Carmelo Sardinas[12]

 

En las villas, la disposición a participar en organizaciones colectivas se constituyó como un modo de sociabilidad que tomó cuerpo en las Comisiones Vecinales. Por su parte, el entusiasmo que despertó la militancia política durante las décadas del sesenta y setenta excedieron los límites geográficos y contagiaron modelos y consignas que se expandieron velozmente por diferentes latitudes. La experiencia local fue un fiel representante de este clima de época, donde la incorporación a la participación política de vastos sectores sociales caracterizó el período. Las villas también se hicieron eco de la pregnancia política circundante, que se tradujo en un aumento de participantes en las Comisiones Vecinales, en relaciones de las Comisiones con partidos políticos y en la incorporación de jóvenes militantes externos a la villa a las organizaciones territoriales.   

Tal como relatan las entrevistas, las vinculaciones con organizaciones políticas estuvieron presentes más allá del peronismo. En relación al Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), en la Villa del Bajo Belgrano,

 

“hubo una experiencia bastante engorrosa, tuvimos contacto con dos tendencias del PRT, que luego se dividirían y se convertirían en El Combatiente y La Verdad. En el momento de la división ellos estaban en mi villa, en el momento de la pelea, y nosotros éramos un poco los chanchitos de la india de los dos grupos. Ellos eran un grupo de intelectuales pero querían tener referencia en las bases, y nosotros éramos un poco las bases … yo en el ´68 ya estaba inclinado en organizaciones peronistas, en las FAP (Fuerzas Armadas Peronistas)” (Vidal Giménez).

 

Las ansias de ganar el apoyo de las organizaciones villeras estuvo presente en más de un partido político, situación que denota la visibilidad que tenía este sector y la potencialidad política que en él evaluaban las dirigencias partidarias. Las Comisiones Vecinales recibieron favorablemente las nuevas relaciones y se enriquecieron de las mismas. Aún en contextos hostiles como puede leerse en el extracto anterior, donde la población villera quedó en medio de una disputa que las excedía, atestiguar el conflicto y evaluar como un experimento lo que el partido venía a realizar con ellos redunda en un aprendizaje categórico. En momentos de constantes definiciones, las Comisiones Vecinales no dudaron que al momento de vincularse a la política partidaria lo harían en nombre del peronismo. Anécdotas en testimonios afirman que existió un proceso de transformación de instituciones barriales a centros políticos, donde, por mencionar algún ejemplo, el cartel de “Juventud de Saldías” se cambió por “JP Saldías”,[13] el cartel del “Club de Madres” se cambió a “Rama Femenina”. Podemos afirmar que las organizaciones que canalizaban las demandas del barrio, ante la posibilidad abierta al peronismo como referente político, comenzaron a cambiar la fachada, evidenciando que lo que aconteció en la Juventud o en el Club durante la proscripción había sido una militancia peronista encubierta (Camelli, 2019-a: 159- 160).[14]

En el año 1972 tuvo lugar una iniciativa de la Juventud Peronista que incidió en la asunción pública del peronismo como referente político en las villas: se trató de la conformación de los Equipos Políticos Técnicos (EPT). Mediante una convocatoria abierta a militantes y simpatizantes profesionales o estudiantes universitarios, se conformaron equipos de trabajo que se fueron radicando en diferentes villas y barrios, con la tarea de colaborar desde sus disciplinas en mejorar la situación de las familias en diferentes aspectos (médicos, arquitectónicos, legales, etc) y propiciar, sin lugar a dudas, la discusión política:

 

“Entre 1972 y 1975 milité en los Equipos Políticos Técnicos de Bajo Flores.[15] Hacíamos fundamentalmente trabajo social, éramos JP, repartir leche, mejorar las condiciones habitacionales con los arquitectos, mejoramiento del barrio, participar de discusiones … trabajábamos con mucho entusiasmo y mucho desinterés; y también con un sentido político fuerte, porque la JP tenía un proyecto político de transformación de la sociedad y qué mejor que hacerlo allí donde estaban las mayores carencias … Había un compromiso de la gente, fueron años de mucho entusiasmo … la idea era qué hacemos nosotros desde donde venimos para mejorar las condiciones de vida de la gente; estaban indocumentados, no había espacio en las viviendas para que los chicos hicieran los deberes, estaban las campañas de vacunación, porque éramos médicos, abogados, ingenieros, arquitectos, sociólogos” (Alicia Ziccardi).

 

Los EPT tuvieron un impacto favorable e inmediato sobre la población villera, que comenzó a contar con atención médica más asidua en la villa, orientación legal para todo tipo de situaciones, apoyo logístico para las obras de mejoramiento barrial que continuaban en manos de las Comisiones Vecinales, relevamientos censales que sirvieron de sustento para las discusiones y demandas con las dependencias estatales con las que trataban las Comisiones, etc. Estas fueron las mejoras en términos instrumentales, lo cual no es en absoluto un dato menor, y fueron acompañadas, simultáneamente, por un aumento de la politización partidaria en el seno de las Comisiones Vecinales y de la villa en su conjunto.

La acción de los EPT fue el antecedente inmediato a la llegada al territorio de militantes vinculados a Montoneros, que actuaron de enlaces[16] entre el frente de masas villero[17] y la organización político militar. Este proceso se enmarca en la salida de la dictadura y el llamado a elecciones democráticas. Recordemos que el gobierno de facto encabezado por Alejandro Agustín Lanusse (1971-1973), tercer y último presidente de la dictadura autodenominada Revolución Argentina, se enfrentó a un ascenso en las luchas sociales y políticas que exigían el retorno de Juan Domingo Perón al país (especialmente en el marco de la campaña “Luche y Vuelve”) y la salida electoral, como así también se enfrentó al auge de una nueva izquierda (Tortti, 2014). Ante la necesidad de encontrar una salida a la situación, en julio de 1971 convocó a un Gran Acuerdo Nacional (GAN) con el objetivo de acordar con diferentes fuerzas sociales el llamado a elecciones. En este marco, Montoneros, luego de intensos debates, decidió participar del proceso eleccionario y apoyar la candidatura presidencial de Héctor Cámpora por el Frente Justicialista de Liberación (FreJuLi), mediante la cual se culminaba con 18 años de proscripción peronista. La esperanza y el entusiasmo que despertó el proceso eleccionario no tenían precedentes. Montoneros diseñó una estructura de diferentes frentes de masas que potenciarían la actividad política legal y de superficie necesaria en este contexto.

El Movimiento Villero Peronista (MVP) fue el frente de masas que se dieron los villeros en esta coyuntura. Surgido de una articulación entre la posibilidad abierta con el fin de la proscripción peronista, que permitió anclar la organización territorial al partido político hasta entonces ilegal, y la estrategia dada por Montoneros de estimular el activismo social en sectores movilizados.

 

“El MVP va naciendo en el ´70, ´71, ´72 de intento organizativo a nivel masivo … Ese MVP chocaba con la otra tendencia más izquierdista, más clasista, representada en el PRT, encabezado por un dirigente paraguayo que iba a los congresos a armar quilombo nada más; nos acusaba de burócratas… nosotros éramos villeros, vivíamos en la villa, trabajábamos de changarines y éramos burócratas, fíjate vos. Esa tendencia tuvo un poco de fuerza en el Bajo Flores. Pero en casi todas las villas se fue agrandando la gente que se definía por el peronismo; al final el MVP llegó a englobar a todas las villas de la Capital y del Gran Buenos Aires y del interior del país. Incluso la villa del Bajo Flores se sumó al MVP” (Vidal Giménez).

 

Este relato ilumina la mirada desde los villeros, voces poco exploradas y prácticamente ausentes al momento de analizar la conformación de los frentes de masas. La intención de conformar una agrupación villera peronista es precedente a la estrategia montonera; se expresa en este pasaje de entrevista como en los epígrafes citados al comienzo del apartado: A todo lo que nosotros veníamos haciendo le agregamos la impronta política, ya pertenecer a una organización, tener una Unidad Básica; relata otro dirigente villero las Comisiones Vecinales hemos decidido crear el Movimiento Villero Peronista. Las Comisiones Vecinales, preexistentes a Montoneros, ya soñaban con poder armar desde el peronismo y la llegada de militantes pertenecientes a la organización político militar colaboró en la concreción de ese deseo propio de las bases villeras. Insisto en retomar y brindar protagonismo a las declaraciones de referentes villeros porque la literatura “consagrada” dentro de los abordajes generales (Otero, 2020: 1495) de los frentes de masas tiende a explicar la conformación de las agrupaciones gracias a Montoneros, sin rescatar esta otra parte del proceso (Gillespie, 1998; Calveiro, 2008). Así como “los estudios de caso resultan especialmente interesantes porque en esta escala de observación es posible contrastar algunas hipótesis generales … así como observar relaciones, dinámicas, matices y contradicciones poco visibles en un abordaje general centrado predominantemente o únicamente en las estructuras o los grandes procesos” (Basualdo y Llorenz, 2012: 131), los estudios centrados en territorios específicos alimentan al campo de estudios en la misma dirección.

Muchos de los jóvenes pertenecientes a la clase media que se incorporaban masivamente a las organizaciones políticas comenzaron a realizar militancia territorial en representación de su organización. Montoneros creció cuantitativamente durante 1972 y dispuso a muchos de los nuevos militantes a trabajar en las villas de Buenos Aires.[18] Las Comisiones Vecinales estaban habituadas a recibir apoyos externos, que se intensificaban o entraban en latencia en diferentes coyunturas. Desde principios de 1972, con la conformación de los EPT, habían trabajado con profesionales de la JP y hacia fines de ese año una nueva oleada de militantes marcó presencia cotidiana en las villas, con un espíritu más político que técnico. La “llegada” de estos enlaces a las villas provocó mucho entusiasmo y facilitó la conformación del MVP:

 

En Güemes ... ya se gana bien en el ´73, … desembarcan en Güemes un grupo bastante grande de militantes de las FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias). Ellos empiezan a dar apoyatura y es cuando Carmelo pasa a ser el presidente, con todo el apoyo de estos militantes de las FAR y la JP. Y ahí en esa época ya sí, todos los barrios respondían a una misma línea” (Patricia Astelarra).[19]

 

Entre las potencias que generó esta nueva vinculación podemos destacar que el apoyo externo permitió tensar la balanza hacia el peronismo de izquierda en aquellas villas donde las Comisiones Vecinales aún contaban con una competencia política contraria a la conformación del MVP. La ayuda proveniente de los militantes externos, en el caso de la Villa 31, permitió completar la mayoría absoluta de Comisiones Vecinales peronistas, antecedente inmediato a la creación del MVP.

Otra potencia aportada por el trabajo de los enlaces en la conformación del MVP fue la pronta construcción de las consignas políticas. Muchas fueron ideadas conjuntamente entre villeros y éstos jóvenes militantes que en muchos casos tenían formación universitaria en temas relacionados a las problemática específicas que tocaba al MVP y realizaron aportes técnicos a la experiencia cotidiana y política que tenían los villeros:

           

 “Las demandas principales del MVP era que el Estado se hiciera cargo de comprar el terreno, vendernos, y ayudarnos a armar cooperativas de trabajo para que podamos construir nosotros nuestra propia vivienda …. Queríamos vivienda popular construida por cooperativas de trabajo en el mismo lugar donde estábamos asentados. No queríamos saber nada con los traslados por todas las malas experiencias que habíamos tenido. Esta idea se nos ocurrió discutiendo con universitarios que en aquellos años trabajaban con nosotros” (Vidal Giménez).

 

Esta idea nodal en el seno del MVP fue retomada de los curas pertenecientes al Equipo Pastoral de Curas Villeros, pertenecientes al Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, que bajo el lema de “transformar a las villas en barrios obreros” promulgaron una idea similar a la expuesta en la cita.

Asimismo, la construcción conjunta de ideas también se vio expresada en eventos académicos como el Primer Encuentro de Experiencias de Vivienda Popular organizado por la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y la Facultad de Arquitectura y Urbanismo, realizado en noviembre de 1973 en Mar del Plata: “Los temas más salientes fueron los expuestos por los representantes del Movimiento Villero Peronista”.[20] Y en el Primer Congreso Nacional de Vivienda Popular realizado en diciembre de 1973 en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA; allí se trató el problema de la tierra, las políticas habitacionales, la vivienda digna en función social, alquileres y el rol de la universidad. “Los técnicos, profesionales y funcionarios trabajando junto a los representantes de la organizaciones populares como el Movimiento Villero Peronista y el Movimiento de Inquilinos Peronistas, conocieron cabalmente sus necesidades y exigencias del pueblo”.[21]

Pero la llegada de los militantes Montoneros a las villas también provocó rispideces:

 

“Los referentes siempre eran personas de afuera del barrio por una cuestión de formación social, letrada y porque hay vicios organizativos … había cuadros villeros mucho mejores pero no, el responsable era el que aparecía porque le habían designado una consigna. Es lo que pasó, de algún modo, con Montoneros” (Jorge Vargas).

 

“Después se generó toda una discusión ya con Montoneros, filosófica, que llegó hasta harto estrés porque todos los compañeros genuinos empezaron a hacer cuestionamientos a la organización preguntando por qué yo tenía un responsable. Si pertenecía al Movimiento Villero y era miliciano Montonero, había hecho un montón de cosas pero no era el responsable de mi barrio” (Alfredo Ayala).

 

Los dos pasajes expresan la incomodidad de sentirse subestimados por Montoneros al no permitirles asumir responsabilidades políticas que podían realizar. De este modo, el MVP logró realizar el prolongado sueño de conformar una organización villera peronista de alcance nacional, pero al mismo tiempo se les impuso una modalidad de liderazgos territoriales de personas ajenas al barrio. Esta característica no fue totalizante, ya que también existieron dirigentes de las antiguas Comisiones Vecinales que continuaron siendo delegados por el MVP y que se incorporaron orgánicamente a Montoneros,[22] pero en un gran porcentaje de dirigentes del MVP se concretó esta importación de referentes que incomodaron tanto a referentes villeros como a sus vecinos. Esta tensión planteada entre el dirigente villero genuino y los dirigentes externos o importados acompañará a toda la historia del MVP.

Revisemos ahora la mirada de la cúpula montonera en esta coyuntura y específicamente ante este sector. El objetivo de la conducción de Montoneros fue “ordenar” toda la militancia activa que se declaraba simpatizante o se autodefinía como montonera. Se trataba centralmente de la militancia territorial o de sectores estudiantiles que apoyaban las declaraciones y las acciones realizadas por la organización pero que no tenían, hasta el momento, una vinculación formalizada u orgánica. En este proceso también logró incorporar a sus filas a un montón de pequeñas agrupaciones que habían continuado trabajando durante la proscripción peronista y que en el nuevo contexto de legalidad se encontraba en condiciones de representar. Montoneros, en este aspecto, fue la organización peronista que mejor situada quedó para reunir fracciones del peronismo revolucionario bajo su liderazgo. La decisión de avalar y participar del proceso electoral de 1973 fue el elemento central para comprender la masividad que logró la organización durante ese año. El entusiasmo del regreso del peronismo a la escena política legal provocó un incremento de activismo, sumado al propio de la época como mencionamos páginas atrás.

La estructura dispuesta para tener organizada la militancia social y política masiva respondió a la matriz federal, con ocho regionales, tal como venía organizándose Montoneros. En ese marco, se pusieron en consideración los actores políticos de importancia y se decidió convocar a la creación de una agrupación que estuviese incorporada a Montoneros, pero con espacio para la reivindicación de sus intereses concretos. De esta manera se fueron conformando el MVP, la JUP, la Agrupación Evita, la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), entre otros.[23] La concordancia entre las demandas particulares de los villeros y los proyectos políticos (en constante definición) de Montoneros será tema del próximo apartado.

 

 

La política en el territorio: aspiraciones divergentes y organicidades en tensión

 

“En momentos difíciles, cuando no teníamos lugar donde reunirnos, la gente nos prestaba la casa, nos hacía comida y nos dejaba estar dos horas para hacer reuniones. Porque se asociaba la guerrilla de Montoneros con la juventud; la juventud era política, Montoneros era un movimiento político militar. Si bien nosotros éramos adherentes de la política… no sé si decirle de la lucha armada… pero de la revolución que se quería hacer éramos adherentes”

Ricardo Coronel[24]

           

Guerrilla, Montoneros, política, lucha armada y revolución. Tal como se encuentran condensadas todas estas palabras, que denotan estrategias de lucha y procesos de insurrección, el epígrafe invita a interrogarnos: si la juventud era política y Montoneros era un movimiento político militar, ¿en qué lugar se posicionó el MVP en esa distinción?, si eran adherentes a la revolución ¿qué compromiso de acción adquiría esa adherencia en el proceso revolucionario? O dicho en otros términos, estas preguntas conducen a interrogarnos sobre el nivel de aceptación que tuvo la estrategia armada entre los militantes del MVP.

Para desentrañar esta pregunta, comencemos realizando un ejercicio muy simple que se dedique a reponer qué objetivos a largo plazo persiguió Montoneros y cuáles fueron los deseos que impulsaron las demandas llevadas adelante por el MVP. Si bien en el apartado anterior hemos planteado que la conformación del MVP se articula con el lanzamiento de los frentes de masas por parte de Montoneros, permitámonos escindir esta articulación intrínseca por un momento para luego volver a pensar cómo se dio dicha articulación y qué implicó.

Montoneros se constituyó como la organización político militar de mayor importancia en el escenario político argentino durante la década de 1970 que tenía como objetivo alcanzar el socialismo nacional.[25] Entre 1970 y 1972 llevaron adelante la resistencia armada ante la dictadura, estrategia que quedó en un segundo plano ante la decisión de apoyar y participar del proceso electoral abierto a partir del GAN, tal como hemos mencionado. En su análisis encontraba que la principal contradicción en el plano local residía en la dicotomía nacionalismo e imperialismo, razón por la cual proponía una estrategia de lucha a partir de una alianza popular y multiclasista, donde el peronismo tenía un rol central. Consideraban al peronismo como una alternativa revolucionaria que les propiciaría el marco para la construcción política de su anheloso proyecto. Montoneros practicó la lucha armada (guerrilla urbana)[26] y la política legal como método conjunto de lucha por el poder. Ambas estrategias tuvieron diferentes protagonismos adecuándose a las diferentes coyunturas (aunque, como hemos notado al comienzo, los estudios académicos generales sobre Montoneros ponderaron el análisis de la estrategia armada) (Otero, 2020).

Por su parte, el MVP alcanzó un alto nivel de convocatoria en las villas de todo el país y sus reivindicaciones se articularon en torno a la cuestión de la vivienda y el lugar donde ésta debía emplazarse. El concepto de radicación fue uno de los postulados más resonantes en relación a las políticas públicas existentes hasta el momento para con las villas.[27] Proponía la construcción de barrios obreros en el mismo lugar donde se asentaban las villas, oponiéndose a las erradicaciones (traslado de población a viviendas sociales en la periferia de la ciudad o en el conurbano bonaerense, liberando tierras valiosas para incorporarlas al mercado del suelo) que habían sido moneda corriente en diferentes gobiernos. Esta idea había nacido entre el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo, bajo el concepto de barrios obreros, y el MVP la tomó y la hizo propia logrando una mayor visibilidad y aceptación. Para concretar la radicación exigían la expropiación de tierras donde las villas se asentaban y la construcción de las viviendas mediante cooperativas de trabajo integradas por los propios habitantes. Construir y madurar estas ideas ocuparon en gran medida las tareas y acciones que desarrolló el MVP; fueron sueños cargados de esperanza de transformarse en realidad en el contexto de un gobierno peronista (Camelli, 2019-a).

Si la premisa motor de Montoneros fue el socialismo nacional, la radicación ocupó ese lugar en el MVP. Presentar esta dicotomía no busca simplificar procesos históricos mucho más complejos sino más bien permitir una puerta de entrada para comprender el anclaje que logró tener la propuesta de la revolución y la lucha armada en las villas. El problema de acceso a la vivienda en la ciudad formal de la población villera era central y al momento de conformar una organización política que creció rápidamente, ese problema cobró protagonismo y convocó a muchísimos militantes dispuestos a trabajar en propuestas para concretar el sueño de la casa propia. En la primera movilización masiva del MVP, celebrada el 25 de agosto de 1973 en la Federación de Box, se ilustró con claridad la presencia de la demanda de vivienda. En El Descamisado describen el evento afirmando que “numerosos compañeros hablaron del problema y señalaron la necesidad de unir y organizar a las bases, única herramienta del pueblo para defenderse y obtener las viviendas populares.”[28] Para citar otro ejemplo, las consignas de una lista para las elecciones convocadas regularmente en el Barrio Laprida (otros de los barrios que componían la Villa 31) se presentó el siguiente interrogante “¿Usted quiere entonces que nuestro barrio tenga casas propias de material, agua en todas las casas, las comodidades que merecemos como seres humanos?” invitando luego a votarles ante una respuesta afirmativa.[29]

Esta demanda centrada en la propiedad privada, por más que en su propuesta se presente construida por cooperativas y contrariando intereses de empresas constructoras, pareciera no condecirse con los principios de un socialismo nacional. En este sentido, es importante remarcar que los ideales revolucionarios planteados en la década del setenta en el país adquirieron sentidos difusos y heterogéneos para los diferentes actores involucrados. En el imaginario revolucionario de los villeros nucleados en el MVP, la radicación fue el emblema disruptivo y tendiente al horizonte de cambio estructural. Y en este sentido es necesario remarcar que realizando un análisis retrospectivo en torno a las políticas públicas hacia las villas, la idea de radicación proponía un giro radical respecto a propuesto hasta entonces.[30] En tanto que para los cuadros jerárquicos de Montoneros probablemente dicho objetivo resultara insuficiente a los fines del socialismo nacional.[31]

Por su parte, las fuentes históricas expresan que las discusiones más generales acerca del cambio de estructuras sociales y de las estrategias defendidas para tal fin ocuparon un lugar muy marginal y sólo se hicieron presentes en los Congresos Nacionales del MVP. Entre las conclusiones del Segundo Congreso Nacional se afirma que “el MVP no es un movimiento de masas sino una organización política definida en un proyecto político peronista revolucionario” y “como villeros que sufrimos la explotación y la dependencia estamos interesados en la Liberación … y nos encontramos identificados con la etapa de Reconstrucción y Liberación y en marcha hacia el Socialismo Nacional”.[32] Es cierto que el objetivo de los frentes de masas era conformar agrupaciones que pudiesen demandar por sus particularidades en el contexto general de la lucha encabezada por Montoneros. Esa articulación entre lo particular y lo general es lo que presenta distancias en el MVP, donde el planteamiento y el debate sobre la lucha armada para la toma del poder quedó poco registrada en las fuentes escritas (exclusivamente en los Congresos Nacionales donde era mayor la toma de la palabra de aquellos dirigentes villeros que se habían encuadrado en Montoneros) y cuando se plantea en las fuentes orales se hace de modo muy general y superficial.

La siguiente cita de una entrevista no nos permite reponer el tono con que fue presentada, pero tratemos de imaginar irritación en su planteo:

 

“Las reivindicaciones generales del MVP eran la lucha para la liberación. Las mismas consignas que el resto de las agrupaciones políticas: liberación o dependencia, socialismo nacional. Y después venía todo el tratamiento de la problemática específica que era el tema de las viviendas y los villeros: la no erradicación, la construcción de viviendas” (Patricia Astelarra).

 

Al referirse a las mismas consignas para todas las agrupaciones remite a generalidades, importantes en toda organización política, que no lograban anclar en las realidades específicas y cotidianas de las villas. En ese proceso, algunos pocos dirigentes villeros de muchos años de liderazgo en el territorio se fueron alejando cada vez más de las demandas propias de sus representados para pasar a responder más estrictamente a las obligaciones de un cuadro de Montoneros. Estos dirigentes sí contaron con formación política, discutieron lucha armada y tomaron la palabra en los Congresos Nacionales, pero fueron muy pocos y no representaban al grueso de la militancia del MVP. Mientras tanto, la mayoría de los dirigentes atravesados por esta tensión (entre las tareas menos vinculadas al barrio que exigía un encuadramiento orgánico y las demandas que vivenciaban a diario en sus lugares de residencia) resolvieron apoyar a Montoneros pero sin abandonar sus tareas concretas y habituales en la villa al precio de no asumir un compromiso mayor con la organización. En estos casos es donde Montoneros decidió poner dirigentes externos en detrimento de los dirigentes genuinos.

El problema no radicaba en un desacuerdo con las políticas generales, sino en una dificultad de articulación entre los intereses inmediatos de los villeros y las premisas revolucionarias de Montoneros. Otra dificultad no menor en este escenario, estuvo anclada en la pertenencia de clase de los villeros. Estamos ante un sector de trabajadores, en su mayoría de sumidos en la informalidad laboral, que no disponían de muchas horas extra para participar de reuniones, plenarios, discusiones, citas, etc. El ritmo laboral requería amanecer muy temprano, viajar bastante en transporte público hasta el lugar de trabajo, cumplir jornadas extensas, regresar a casa no antes de las 18 horas y de ahí en adelante era el tiempo disponible para la militancia. En ese contexto era posible participar de las reuniones de la villa pero muy difícil y sacrificado responder a mayores exigencias presentes en las dinámicas de Montoneros.[33]

Llegados a este punto, reflexionar acerca de la organicidad del MVP hacia Montoneros resulta imprescindible. Por lo desarrollado hasta acá, podemos alegar que si bien el MVP fue cuantitativamente y cualitativamente una organización con peso político que adhirió a Montoneros, debemos repensar con qué intensidad se involucró en aquel proyecto:

 

“La indignación ante la pobreza es lo que me llevó a las villas … yo no era una militante orgánica, yo era una militante que llegaba al barrio de la mano de los profesionales. Tenía toda la inquietud de que se pudiera transformar, que haya proyectos de mejoramiento … La dureza de lo político desmanteló todo ese capital humano que podría haber hecho cosas diferentes articulándolo con una política pública, que es lo que no existió, todo era a pulmón con muy pocos recursos” (Alicia Ziccardi).[34]

 

El relato corresponde a una integrante de los EPT, que también se identificó con la JP y con el MVP. El trabajo que realizó en las villas fue muy importante y logró plasmar su experiencia en trabajos académicos de vital importancia para conocer este período; aun así, habiendo trabajado arduamente en el territorio con un compromiso destacado, no se considera haber sido una militante orgánica. Por su parte, un militante joven para los ´70 de la Villa 31 dialogaba con quien escribe en estos términos:          

 

“Entrevistadora (A): Por ejemplo cuando se toma la Comisión Municipal de la Vivienda ahí claramente era un reclamo por querer participación.

Entrevistado (B): Claro, eso lo sabes vos que lo estudiaste pero nosotros ni idea.

A: ¿Y ustedes por qué pensaban que estaban ahí?

B: Porque teníamos que apoyar lo que decía la conducción, la JP. Pensa, nosotros post-adolescentes, 17, 18 años, 20, nosotros seguíamos, vamos para allá, la sede central de la JP estaba de guardia que le corresponden 3 noches por semana, tenías que estar toda la noche, íbamos para allá porque todo era como una aventura … nosotros no entendíamos mucho, no teníamos mucha noción de todo eso que se jugaba. O por ahí no tengo mucho recuerdo ahora” (Jorge Vargas).

 

Emerge, en primer lugar, una crítica al modo de preguntar, dando por supuesto saberes de una experiencia que el entrevistado, con determinación e inteligencia, se encarga de evidenciar. En segundo lugar, el extracto muestra el modo en que algunos militantes de los barrios participaron del MVP. El entusiasmo sumado al contagio que genera la movilización colectiva, logró atraer a muchos jóvenes que fueron protagonistas de acciones muy importantes, como la mencionada toma de la Comisión Municipal de la Vivienda (CMV),[35] aun desconociendo los motivos concretos. Intuitivamente y con una carga de profunda solidaridad con los vecinos éstos jóvenes fueron parte del MVP y en ellos resulta muy lejana la relación que su accionar podía llegar a tener con Montoneros. Revisar la organicidad nos permite visualizar cómo se relacionó lo particular (demanda de la agrupación) con lo general (las lógicas y premisas del proceso político en el cual se incorporó la agrupación). En este sentido, el MVP en mayor o menor medida (dependiendo las circunstancias históricas y los particulares conflictos por los cuales estuviesen atravesando) quedaron poco ensambladas con la matriz general impulsada por Montoneros.

Ahora bien, por su parte, entre los dirigentes villeros que se incorporaron como cuadros políticos de Montoneros, es decir, que respondieron con un “tipo ideal” de organicidad para con la organización, los planteos y las críticas a las estrategias directrices del proyecto revolucionario no estuvieron ausentes. El cuestionamiento central estuvo anclado en la pertinencia de la estrategia armada en el contexto de un gobierno democrático. En la organización Montoneros esta discrepancia ocupó un lugar importante y en el año 1974 tomó forma en la escisión de la JP Leales a Perón, que planteaba tres errores centrales hacia la organización: competir el liderazgo con Perón; no respetar la voluntad popular, intentando imponer los intereses de la dirigencia por sobre los intereses de los sectores populares; y, por último, continuar con el uso de armas luego del 25 de mayo de 1973, en el marco de un gobierno democrático y peronista (Slipak, 2018-b: 150-151). Esta disidencia, que fue visible e importante en el marco de Montoneros, en las villas tuvo una repercusión mucho menos importante. Desde el relato de uno de los dirigentes villeros que rompe con Montoneros los sucesos son relatados del siguiente modo:

 

“El MVP conforma el MVP Leales a Perón en el ´74 … acompañábamos la lucha armada que era para el retorno de Perón pero una vez que estuvimos en el gobierno, con la asunción del peronismo a partir de ese momento consideramos que el arma no tenía razón de ser, nosotros peleábamos por una democracia, ahora teníamos una democracia, entonces no podíamos seguir operando militarmente, ¿por qué operar contra el mismo gobierno? A partir de ahí se empezó a dividir, surgió una tendencia interna de discusión sobre si seguimos con el arma o si parábamos con las armas” (Vidal Giménez).

 

En la práctica esta escisión del MVP fue muy pequeña, casi podría circunscribirse a la villa del Bajo Belgrano, villa donde el entrevistado tenía un fuerte liderazgo. Más aún, la discusión sobre la pertinencia de la lucha armada quedó reducida a los dirigentes villeros orgánicos que como hemos visto, fueron muy pocos. Aun así, la división se efectuó pero la mayoría de los militantes del MVP no tuvieron noticias de la misma. Las discrepancias y las rupturas en Montoneros también dejan notar que lo que acontecía en las esferas decisorias de la organización no tenían una traducción directa ni literal con lo que acontecía en la política territorial.[36] 

A esta pequeña división del MVP sucedida entre marzo y abril de 1974, sobrevino una decisión de Montoneros que en este caso, efectivamente, tuvo impacto en las villas. Se trató del pase a la clandestinidad a partir del 6 de septiembre de 1974. Siguiendo a Otero (2020: 1493- 1494), “existe una clave de lectura que … plantea centralmente que, al pasar a la clandestinidad en septiembre de 1974, la organización Montoneros inició un proceso de militarización creciente que la condujo a circunscribir su accionar al enfrentamiento armado y a abandonar las tareas políticas, con el consecuente aislamiento respecto de las masas”. Ante este diagnóstico, nuevas lecturas sobre el período revelan que el pase a la clandestinidad no implicó un abandono de la lucha política legal, sino que, por el contrario, ambas estrategias se encontraron yuxtapuestas. En las villas, esta reconfiguración organizativa implicó la retirada del territorio de los enlaces, que en muchos casos actuaban de dirigentes. Ante esta situación los villeros reemplazaron las dirigencias ausentes e implicó el retorno a cierta armonía y comodidad entre dirigencia y representados. Paralelamente a la clandestinización, Montoneros realizó algunos desplazamientos de cuadros para sostener el trabajo político (aunque mínimo) en el barrio. Ejemplo de ello es el nombramiento de Eduardo “Pelado” Astiz como responsable del MVP en el Área Metropolitana de Buenos Aires. Sin lugar a dudas, existió repliegue de la política legal a partir de la clandestinizacion, pero aun así los esfuerzos por la construcción política de superficie continuo en pié.[37]

Si bien destacamos el movimiento organizativo en las villas, resulta evidente que los mayores esfuerzos por sostener el trabajo político no clandestino estuvieron direccionados hacia la clase obrera organizada a través de sus gremios en detrimento de la organización territorial. Para tal fin se coordinaron agrupaciones de base, se impulsaron reclamos laborales a través de diferentes organizaciones gremiales, se fogonearon las jornadas de protesta de junio y julio de 1975 contra las medidas económicas del gobierno, entre otras acciones destinadas a fortalecer la organización de los trabajadores (Basualdo y Lorenz, 2012; Otero, 2020).

A partir del 24 de marzo de 1976, las propuestas de Montoneros continuaron circunscriptas a los sindicatos, especialmente con el lanzamiento del Movimiento Montonero (MM) el cual no presentó registros de trabajo en las villas. Hacia 1977 sumó la denuncia humanitaria, solicitando la restitución democrática y criticando al plan económico de la dictadura militar. Y para el año 1978 puso en marcha la conocida Contraofensiva, poniendo el eje nuevamente en la clase obrera. En plena dictadura la distancia entre el MVP y Montoneros resultaba evidente. Los villeros en el mismo período debieron enfrentar la irrupción de la violencia en el territorio mediante la represión genocida, potenciada por la imposibilidad del exilio (por impedimentos económicos) y las erradicaciones, caracterizadas por una virulencia inusitada. Se enfrentaron a los secuestros de compañeros del MVP y a traslados forzosos fuera de la ciudad de Buenos Aires sin ofrecimiento de vivienda alternativa y en absoluta soledad: Montoneros ya no presentaba referentes, ni recursos en las villas de Buenos Aires.

 

 

Conclusiones

 

“Pero tampoco me gustó ser negador de Perón, yo era muy peronista, muy de Evita, muy de Perón y quería dar el debate adentro. Una parte de Montoneros decía bueno, con el liderazgo de Perón pero con una patria socialista … Un país socialista liderado por Perón. Pero el sueño del pueblo era volver a Perón, volver al país de Perón y vos no tenías ninguna discusión”

Alfredo Ayala

 

Analizar las acciones políticas ocurridas en la primera mitad de la década del setenta desde un territorio particular como las villas, otorgando protagonismo a la mirada de sus habitantes, permitió conocer experiencias poco visibles en los trabajos de investigación sobre nuestra historia reciente que toman como objeto de análisis los grandes procesos o las estructuras sociales. Nuestra estrategia metodológica intentó confrontar con la lectura hegemónica de los abordajes generales acerca de la conformación de los frentes de masas, en las cuales, al posicionarse desde una lectura macro de las estrategias políticas dispuestas por Montoneros, desconocen procesos políticos de larga trayectoria y al margen de dicha organización, tales como la organización territorial que requirió, por ejemplo, la domesticación del espacio, y que explican el surgimiento y la fuerza alcanzada por agrupaciones como el MVP.

Entre las particularidades emergentes de la experiencia montonera en las villas de Buenos Aires, hemos advertido la tensión entre el dirigente villero genuino y el dirigente externo o importado (“enlace”). Los dirigentes externos que tuvieron tareas en los diferentes frentes de masas creados para la campaña electoral de 1973, fueron figuras claves para articular con los sectores políticos legales que realizaban tareas de superficie, ya que debían divulgar la línea política de la organización y lograr la adscripción de nuevos militantes orgánicos. En este sentido, las ideas revolucionarias montoneras y la estrategia de lucha armada fueron acercadas a las villas a través de los enlaces. El recorrido analítico se orientó a revisar los sentidos que para los villeros contuvo la revolución, como así también las experiencias políticas que se desplegaron en las villas más allá de aquel gran postulado. En cuanto al imaginario revolucionario de las villas setentistas, hemos desarrollado que las discusiones sobre táctica y estrategia para arribar al socialismo nacional no lograron anclar en el territorio y, sin embargo, sí se hicieron presentes en los grandes encuentros nacionales que llevó adelante el MVP. En ellos es notorio el protagonismo discursivo de los dirigentes villeros con larga trayectoria y formación política que tuvieron un vínculo orgánico con Montoneros. Estos dirigentes fueron de gran importancia dentro del MVP, pero al mismo tiempo su discurso no era representativo de la mayoría de los militantes de la organización villera.

Asimismo, hemos destacado la visibilidad y extensión en el espacio público de la consigna de radicación como estrategia de intervención en las villas. Esta propuesta, que efectivamente despertó gran interés entre las bases villeras y que fue muy discutida en el territorio, representa la revolución para las villas, condensando la resolución del acceso a la vivienda planteado desde los propios afectados por el déficit habitacional. Sin lugar a dudas, lo que para cada sector involucrado en Montoneros representó la polisémica revolución involucra aspectos tan distantes como la lucha por un socialismo nacional hasta la construcción de barrios obreros en lugares centrales de Buenos Aires.

Atendiendo a las otras aristas políticas que tomaron forma en el MVP, a aquellas que no centraron su atención en grandes proyectos de cambios estructurales, podemos encontrar una suma de novedades organizativas con un potencial nunca antes (ni después) experimentado. El MVP logró conformar una organización villera a nivel nacional de identidad peronista. La masividad y la extensión geográfica de esta experiencia no tuvieron precedentes ni posteriores referencias que se asemejen a aquella organización política potente y unificada que en los años setenta lograron alcanzar. Más allá de las convergencias y divergencias entre el MVP y Montoneros, en la articulación que se dio entre ambas hubo una riqueza política inédita que se expresa en las premisas planteadas por el MVP. Esta experiencia es una marca central en la historia política de las villas, donde la acepción que adquirió la revolución y la aceptación o no de la lucha armada como estrategia política se presentan como un aspecto no fundamental al momento de vislumbrar las riquezas y potencialidades que el desarrollo político de estos años en las villas logró despertar.

Por último, retomando el epígrafe que inicia el cierre del trabajo, cabe imaginarnos acerca del deseo que los villeros persiguieron en estos años, el sueño que alimentaba el imaginario revolucionario que intentamos discernir. La radicación fue el proyecto concreto y tangible que el MVP retomó de los católicos tercermundistas y que propusieron como respuesta a décadas de política urbanas infructuosas. Pero más allá de la vivienda, ¿qué esperanzas movilizaba a los villeros se la década del setenta? Según la entrevista, “el sueño del pueblo era volver a Perón, volver al país de Perón” y es muy posible que así haya sido, revivir los años de los dos primeros gobiernos peronistas, donde existió una armoniosa convivencia entre capital y trabajo, donde se aplicaron políticas redistributivas y donde las conquistas de derechos marcaron a fuego a las clases populares. En el contexto del MVP el deseo del “país de Perón” se encontró complejizado y desafiado por proyectos que apelaban ir un poco más allá.

 

 

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Entrevistas

 

Alicia Ziccardi- Socióloga y militante en la Villa 1-11-14 (Bajo Flores, Ciudad de Buenos Aires) en los ´70. Entrevista realizada junto a Adriana Massidda y Valeria Snitcofsky, 28 de marzo 2018.

Carmelo Sardinas- Residente y militante en la Villa 31 (Retiro, Ciudad de Buenos Aires) en los ´70. Entrevista personal, 10 de octubre 2011.

 

Fátima Cabrera- Residente y militante en la Villa 31 (Retiro, Ciudad de Buenos Aires) en los ´70.  Entrevista colectiva realizada en el seminario de grado de la carrera de Historia (UBA) titulado Las villas de Buenos Aires en perspectiva histórica (1885- 1983), dictado por Eva Camelli, Adriana Massidda y Valeria Snitcofsky, 24 de octubre 2017.

 

Jorge Vargas- Residente y militante en la Villa 31 (Retiro, Ciudad de Buenos Aires) en los ´70. Entrevista personal, 30 de agosto 2017.

 

Alfredo “Mantecol” Ayala- Residente y militante en la Villa Uruguay (San Isidro, Gran Buenos Aires) en los ´70. Entrevista personal, 15 de noviembre de 2018.

 

Patricia Astelarra- Estudiante universitaria y militante en la Villa 31 (Retiro, Ciudad de Buenos Aires) en los ´70. Entrevista personal, 4 de febrero 2011.

 

Ricardo Coronel- Residente y militante en la Villa 20 (Villa Lugano, Ciudad de Buenos Aires) en los ´70.  Entrevista colectiva realizada en el seminario de grado de la carrera de Historia (UBA) titulado Las villas de Buenos Aires en perspectiva histórica (1885- 1983), dictado por Eva Camelli, Adriana Massidda y Valeria Snitcofsky, 24 de octubre 2017.

 

Roberto Perdía- Miembro de la Conducción Nacional de Montoneros. Entrevista personal, 3 de junio 2010.

 

Vidal Giménez- Residente y militante de la Villa del Bajo Belgrano (erradicada totalmente en 1978 de la Ciudad de Buenos Aires). Entrevista personal, 31 de octubre de 2018.

 

Recibido: 17/07/2020

Evaluado: 15/09/2020

Versión Final: 20/11/2020



[1] Patricia Astelarra fue estudiante universitaria y militante en la Villa 31 (Retiro, Ciudad de Buenos Aires) en los años ´70. Entrevista personal, 4 de febrero 2011.

 

[2] Así como Denis Merklen conceptualizó a la politicidad popular en su libro Pobres ciudadanos. Las clases populares en la era democrática (Argentina, 1983-2003), la politicidad villera busca especificar las características políticas propias del actor villero dentro del sector popular.

[3] Entre las excepciones encontramos las investigaciones de Horacio Robles, quien trabajó en profundidad la incidencia de la JP y Montoneros en los barrios populares de la periferia de la Ciudad de La Plata a través de la conformación de Unidades Básicas, y Javier Salcedo, quien a través del estudio de los Montoneros de la localidad de Moreno (Gran Buenos Aires), integrado por obreros provenientes del peronismo, analiza la vinculación entre la militancia de base con los mecanismos de inserción territorial de la organización.

[4] Fátima Cabrera fue residente y militante en la Villa 31 (Retiro, Ciudad de Buenos Aires) en los años ´70.  Entrevista colectiva realizada en el seminario de grado de la carrera de Historia (UBA) titulado Las villas de Buenos Aires en perspectiva histórica (1885- 1983), dictado por Eva Camelli, Adriana Massidda y Valeria Snitcofsky, 24 de octubre 2017.

[5] La Villa 20 se encuentra ubicada en el barrio de Villa Lugano de la Ciudad de Buenos Aires y sus orígenes se remontan a la década de 1940. Fue erradicada durante la última dictadura militar y luego repoblada con el retorno democrático.

[6] Se refiere a Obras Sanitarias de la Nación.

[7] La Villa 29 del Bajo Belgrano estuvo asentada aproximadamente entre las calles Ramsay, La Pampa, Húsares y Echeverría del barrio de Belgrano de la Ciudad de Buenos Aires. Fue totalmente erradicada en el año 1978, antes del mundial de fútbol celebrado en el país.

[8] Esta necesidad fue advertida por el gobierno municipal, el cual decidió intervenir a partir de la década de 1960 mediante la regulación de elecciones representativas para las distintas villas de la Capital Federal. Al respecto puede consultarse Ziccardi (1977).

[9] Este artículo lo escribo en medio de la pandemia mundial causada por el virus Covid 19 que expuso de manera escandalosa la ausencia de servicios básicos, como el agua, en villas que en los últimos años han sido objeto de fuertes intervenciones estatales, como es el caso de la Villa 31-31bis de la Ciudad de Buenos Aires. La falta de agua, central para la higienización que demanda la prevención del virus, sumada a la tardía e ineficiente intervención del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, provocó que la Villa 31- 31bis deviniera en uno de los focos de contagios más importantes de la ciudad.

[10] Esta característica se reitera en diferentes épocas del hábitat popular. Por citar un ejemplo de la antropología urbana, encontramos el trabajo de Virginia Manzano quien destaca que en las tomas de tierras en el Gran Buenos Aires de principios de la década de 1980, la organización colectiva y las movilizaciones por la demanda popular de tierra y vivienda se enmarcaron en un lenguaje de legalidad estatal (Manzano, 2020: 30).

[11] Alfredo “Mantecol” Ayala fue residente y militante en la Villa Uruguay (San Isidro, Gran Buenos Aires) en los años ´70. Entrevista personal, 15 de noviembre de 2018.

[12] Carmelo Sardinas fue residente y militante en la Villa 31 (Retiro, Ciudad de Buenos Aires) en los años ´70. Entrevista personal, 10 de octubre 2011.

 

[13] La Villa 31, ubicada en el barrio de Retiro de la Ciudad de Buenos Aires, estaba compuesta por seis barrios: Saldías, Laprida, Comunicaciones, YPF, Güemes e Inmigrantes. Data de la década de 1930 y es la villa más antigua con presencia actual en el entramado urbano de la ciudad. Fue erradicada durante la última dictadura militar y repoblada a comienzos de los años ´80.

[14] En el caso puntual de la Villa 31, la figura del Padre Carlos Mugica en la década de 1960 colaboró tanto en la organización y en la peronización del barrio. Si bien el presente artículo no aborda la incidencia de la iglesia tercermundista en las villas, es importante señalar que el trabajo religioso y político de Mugica en la Villa 31, expresado centralmente en la oposición a las erradicaciones, fueron de gran relevancia y permite comprender el protagonismo de esta villa al momento de conformarse el MVP.

[15] Se refiere a la Villa 1-11-14 que se encuentra ubicada en el barrio de Flores de la Ciudad de Buenos Aires, también conocida como villa del Bajo Flores. Se pobló intensamente durante la década de 1950. Fue erradicada durante la última dictadura y repoblada en la década de 1980.

[16] Se entiende por enlaces la actividad política de militantes en lugares de los cuales no forman parte sino que llegan como manera de difundir la línea política de la organización a la que pertenecen. En este caso, nos referimos a militantes no residentes en villas que actúan políticamente en las mismas.

[17] Se entiende por frente de masas las agrupaciones de superficie que reivindicaban sus necesidades específicas en el marco general del proyecto de Montoneros.

[18] Me refiero a Buenos Aires porque es el área de estudio de este artículo, pero la misma situación se replicó en las villas de las demás ciudades del país donde Montoneros tuvo incidencia.

[19] Güemes es uno de los seis barrios que conformaban la Villa 31 en los ´70 (véase nota al pie número 14);  cada barrio tenía su propia Comisión Vecinal. Por ello expresa que “en esa época ya sí, todos los barrios respondían a una misma línea”. Si bien menciona a FAR y a la JP y no a Montoneros, recordemos que en octubre de 1973 se confirma la fusión definitiva de FAR y Montoneros, que ya venían trabajando conjuntamente para la época que referencia el relato.

[20] “Por una vivienda popular”, en El Descamisado, Año I, 29, 4 de diciembre de 1974, pág. 25

[21] “1° Congreso Nacional de Vivienda Popular. Pueblo, técnicos y funcionarios luchando por viviendas dignas”, en El Descamisado, Año I, 32, 24 de diciembre de 1973, pág. 26- 27.

[22] Aún en estas circunstancias el sentimiento de no ser valorados cabalmente se mantenía vigente: “Lo que hubo allí fue la inserción de compañeros de las villas dentro de lo que fue la organización Montoneros. Yo siempre pienso que nosotros fuimos miembros de una militancia muy consciente y que se nos suele subestimar desde lo intelectual, éramos jóvenes de los barrios con un montón de valores, de herramientas, en ese momento los compañeros que se involucraron, eran cuadros que se formaron políticamente … los sectores populares estábamos organizados” (Fátima Cabrera).

[23] Aun teniendo en cuenta la intención de Montoneros, hemos aclarado que el MVP fue el resultado de la acción concomitante entre el sector villero, organizado y politizado, y la estrategia de Montoneros en el contexto eleccionario.

[24] Ricardo Coronel fue residente y militante en la Villa 20 (Villa Lugano, Ciudad de Buenos Aires) en los años ´70.  Entrevista colectiva realizada en el seminario de grado de la carrera de Historia (UBA) titulado Las villas de Buenos Aires en perspectiva histórica (1885- 1983), dictado por Eva Camelli, Adriana Massidda y Valeria Snitcofsky, 24 de octubre 2017.

[25] Si bien son conocidos los inicios de la organización en 1968, recién el 29 de mayo de 1970 tomaron estado público con el secuestro de Pedro Eugenio Aramburu. Entre 1968 y 1970, Montoneros no realizó trabajo de superficie por los riesgos que podía ocasionar a la estructura clandestina (Lanusse, 2007: 180).

[26] “Nosotros adoptamos el método del más alto nivel posible con la táctica de la guerrilla urbana. De este modo, el Movimiento Nacional Peronista comenzaba a estructurar su estrategia de guerra integral, este es, golpear al enemigo en todo lugar, por todos los medios y en todo momento” (Circular Montoneros, “Aquí están estos son los soldados de Perón”, 1973).

[27] Para profundizar en un proyecto de radicación realizado en la Villa 31 presentado por el MVP a Perón en persona, véase Camelli y Snitcofsky (2016).

[28] “Los villeros denuncian la marginación y se pronuncian por las empresas populares”, en El Descamisado, año I, 16, 4 de septiembre de 1973, pág. 26.

[29] Volante “Compañeros del Barrio Laprida”, junio 1973. Recuérdese que el MVP se constituyó en mayo de ese año.

[30] Para tomar dimensión de lo novedoso de la demanda y, al mismo tiempo, la vigencia que tiene aún hoy véase Camelli 2019-b.

[31] Estos principios de acción se presentaron como objetos de disputa y abren un nudo problemático sobre el cual sería muy interesante que se continúe indagando.

[32] “Lo que se viene”, en El Descamisado, año I, 37, 29 de enero de 1974, pág. 19.

[33] Los desajustes entre la cotidianidad de clase social y la militancia revolucionaria ha sido profusamente abordado en las investigaciones que analizan a la clase obrera formal, entre ellas Schneider (2005), Pozzi (2004), Pozzi y Schneider (2000), Lobbe (2006), Carnovale (2011), Cullen (2009), Basualdo y Lorenz (2012). Asimismo la tensión cotidianidad barrial y militancia revolucionaria está presente en los trabajos ya citados sobre política territorial de Montoneros (Robles, 2011 y Salcedo, 2011).

[34] Si bien no he abordado el tema de los planes estatales para las villas en este período, es necesario aclarar que los mismos quedaron bajo la órbita del Ministerio de Bienestar Social, liderado por José López Rega, referente de la derecha peronista y opositor a la Tendencia Revolucionaria. La articulación del trabajo de los EPT con las políticas públicas se convirtieron en una utopía ante la imposibilidad de congeniar proyectos de sectores enfrentados políticamente.

[35]  La CMV era el organismo público a cargo de las políticas hacia las villas en la ciudad de Buenos Aires. El conflicto que desató la toma del edificio donde funcionaba la CMV fue el nombramiento de tres funcionarios con evidentes conflictos de intereses y con participación en la anterior dictadura militar. La amenaza de continuar con el proyecto de Villa 7 (desde 1972 se estaba realizando una experiencia de construcción de vivienda participativa en Villa 7, barrio de Mataderos) acrecentó la gravedad del conflicto. La defensa de una experiencia modelo para el MVP despertó gran entusiasmo. La toma duró una semana y resultó vencedora. Para mayor detalle del conflicto véase “Las casas peronistas las construyen los villeros”, en El Descamisado, año I, 17, 11 de septiembre de 1973, pág. 19.

[36] Para profundizar en el conflicto puede consultarse “Las villas triunfarán”, en El Descamisado, año I, 43, 12 de marzo de 1974, págs. 12-14.

[37] Resulta importante destacar que los militantes villeros orgánicos a Montoneros muy excepcionalmente fueron incorporados en el proceso de pase a la clandestinidad, no recibiendo de parte de la organización recursos para la autoprotección.

[38] Las fuentes primarias como documentos son incorporadas a lo largo del trabajo en notas al pie de página.