Nuestro Tiempo, su
sociedad y la revista como producto cultural en los años 50 de la república
burguesa cubana
Nuestro Tiempo, its society and the magazine as a cultural product in the 50s of the
Cuban bourgeois republic
Universidad
de Western (Ontario, Canadá)
yrojasta@uwo.ca
Adrián Ludet Arévalo Salazar
Universidad
de Holguín (Cuba)
Resumen
Durante la República Burguesa en Cuba (1902-1959), cientos de
intelectuales desplegaron su labor en prestigiosas publicaciones e
instituciones culturales como Carteles, Social, Revista de Avance, Orígenes,
Orto, Bohemia y Nuestro Tiempo. Este artículo se acerca a la Sociedad Cultural
Nuestro Tiempo y su revista, como patrimonios culturales de la nación cubana.
El objetivo es describir y analizar la función de la Sociedad y, a su vez, de
la revista como producto cultural; teniendo en cuenta, además, la estructuración
de ambas por secciones de Música, Teatro, Cine y Artes Plásticas. A través de
los métodos de revisión bibliográfica y análisis de contenido de sus ediciones
en la década del ´50, se realiza una aproximación a sus principales
integrantes; inquietudes culturales; sistematicidad de publicaciones y
orientación ideológica. Se concluye que, a pesar de las perentorias condiciones
económicas y persecuciones políticas a que fueron sometidos sus miembros,
lograron trascender y concebir su revista como producto cultural, con un
marcado carácter de izquierda. Al triunfar la Revolución cubana legaron grandes
intelectuales que se insertaron en diversos sectores y las bases para la
fundación del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos (ICAIC).
Palabras Clave
Sociedad Cultural Nuestro Tiempo; Revista Nuestro Tiempo; teatro,
música; cine; artes plásticas.
Abstract
During the Bourgeois
Republic in Cuba (1902-1959), hundreds of intellectuals displayed their work in
prestigious publications and cultural institutions such as Carteles,
Social, Revista de Avance, Orígenes, Orto, Bohemia and Nuestro
Tiempo. This article approaches the Sociedad Cultural
Nuestro Tiempo and its
magazine, as cultural heritage of the Cuban nation. The objective is to
describe and analyze the function of the Society and,
in turn, of the magazine as a cultural product; also taking into account the
structuring of both by sections of Music, Theater,
Cinema and Plastic Arts. Through the methods of bibliographic review and
content analysis of its editions in the 1950s, an approach to its main members
is made; cultural concerns; systematic publication and ideological orientation.
It is concluded that, despite the peremptory economic conditions and political
persecutions to which its members were subjected, they managed to transcend and
conceive of their magazine as a cultural product, with a marked left-wing
character. When the Cuban Revolution triumphed they
bequeathed great intellectuals who were inserted in various sectors and the
bases for the foundation of the Cuban Institute of Cinematographic Art and
Industry (ICAIC).
Keywords
Sociedad Cultural Nuestro Tiempo; Nuestro Tiempo Magazine; theatre;
music; cinema; plastic arts.
Sociedad Cultural Nuestro
Tiempo, la izquierda cultural en acción
Fue la etapa republicana, comprendida entre 1902 y
1959, un espacio ideal para la aparición de cientos de revistas y periódicos de
elogiable calidad. Desde los inicios de este período en Cuba, tales
publicaciones nacieron en medio de una nación que prometía “ser de todos y para
el bien de todos”[1].
Estas palabras martianas fueron tomadas como referencia por los distintos
gobiernos de turno, pero vieron la luz bajo el dominio imperialista, con el sabor
de un país a medias.
Publicaciones impresas como la Revista de Avance[2],
surgida al calor del grupo Minorista en 1927; la revista Orígenes[3],
compuesta por noveles poetas agrupados alrededor de José Lezama Lima; y la
revista Nuestro Tiempo, nacida
de la Sociedad Cultural de igual nombre, por ejemplo, fueron claros exponentes
del accionar de talentosos e inquietos jóvenes ante la situación política que
atravesaba el país.
Este artículo se acerca, en primer lugar, a la
labor desarrollada por la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo y, en segunda
instancia, a su revista, como producto cultural. Atendiendo a las posturas
asumidas por sus miembros y su repercusión social en la etapa republicana, son aún
pocos los acercamientos que investigadores cubanos y foráneos han brindado a
esta publicación de izquierda y de vanguardia.
En la búsqueda de textos alusivos, tanto a la
Sociedad Cultural, como a la revista, se encontraron, entre otros, el trabajo
de diploma La Sociedad Cultural Nuestro Tiempo (1983), de Mayra Cardoso
Madariaga y Tania Parson Peñaranda, perteneciente a
la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana; Revista Nuestro
Tiempo. Compilación de trabajos publicados (1989); Sociedad Cultural Nuestro
Tiempo. Resistencia y acción (2002), ambos del mismo autor, Ricardo Luis
Hernández Otero; así como cerca de 10 artículos digitales, entre los que se
hallan Nuestro Tiempo para el actual municipio Plaza de la Revolución,
publicado el 18 de marzo de 2009 por Avelino V. Couceiro en el sitio CUBARTE; Sociedad
Cultural Nuestro Tiempo, publicado el 26 de junio de 2009, en el sitio
Laberintos; La Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, publicado el 18 de junio de
2013 por Ramón Guerra, en el blog Cultura Cuba y la página web Tres entrevistas
en torno a Nuestro Tiempo, publicada por María del Carmen Mestas y tomada de
Romances, 8/73, pp. 12-14. Recientemente, se encontró el trabajo de diploma, La
Sociedad Cultural Nuestro Tempo. Impronta de una cruzada por la cultura cubana
(1951-1961), escrito en 2019 por César Noel Martínez Hernández.
El estudio de estas aproximaciones permitió conocer
algunos detalles descriptivos que comprenden los anales, surgimiento y
fundación de la Sociedad y la revista respectivamente; estructuración de ambas
por secciones de Música, Teatro, Cine y Artes Plásticas; sus principales
integrantes; inquietudes culturales y la sistematicidad de publicaciones, a
pesar de las difíciles condiciones económicas a las que se enfrentaban sus
integrantes y la persecución a que eran sometidos. Sin embargo, en ninguna de
ellas se recoge un análisis del papel desempeñado por estos intelectuales en la
defensa de la cultura nacional, ni el impacto que su revista tuviera como uno
de los productos culturales más acabados en su intensa actividad.
En el aula número 8 del Conservatorio Municipal de
La Habana, Cuba, se fundó en enero de 1951, la Sociedad Cultural Nuestro
Tiempo. Con su Presidente, el destacado músico Harold Gramatges[4]
y Juan Blanco[5]
como Secretario quedó conformada su directiva, con la presencia, además, de
Nilo Rodríguez, Edgardo Martín, Argeliers León,
Manuel Duchesne Cuzán,
entre otros intelectuales y artistas cubanos.
Orientada por el Partido Socialista Popular[6],
la Sociedad Cultural tuvo como objetivo nuclear a los intelectuales y artistas
de izquierda, para estudiar las raíces de la cultura cubana y el aprendizaje de
la filosofía marxista, en una sociedad que, según sus preceptos, debía estar
compuesta por intelectuales progresistas, aunados en la renovación del ambiente
cultural en Cuba.
Aun así, sus integrantes se enfrentaron a una dura
realidad social. Fulgencio Batista, militar y político cubano, quien había sido
Presidente de la República de Cuba durante el período
de 1940-1944, tomaría el poder por segunda vez, a través de un golpe de estado,
el 10 de marzo de 1952. Como uno de los títeres del gobierno estadounidense que
se sucedieron en la República Burguesa, no estaba interesado en encontrar
soluciones ni acuerdos en el plano cultural. No obstante, recoge en uno de sus
ensayos, la escritora, Graziella Pogolotti
(2010)[7]
que, años antes, gracias a la iniciativa de otro intelectual prestigioso, Raúl
Roa, se diseñó un verdadero programa cultural coherente, bajo la presidencia de
Carlos Prío Socarrás[8]
y refiere:
¨Por una parte fortaleció el diálogo entre
tradición y modernidad. Incorporó en sus publicaciones el rescate de textos
significativos del siglo XX, tales como las obras de Pablo de la Torriente Brau y, en lo referente
a las artes plásticas, legitimó la vanguardia y la abrió a lecturas renovadoras
que superaban el anquilosado debate con la academia. Mientras José Lezama Lima,
todavía no consagrado por el establishment cultural, acercaba su poética a la
de Arístides Fernández. Fernando Ortiz recorría, con visión antropológica, la
obra de Wifredo Lam. El estímulo a la creación derribaba los límites de una filantropía
paternalista mediante el fortalecimiento de los canales de comunicación con la
sociedad¨.
En medio de esta situación política y con tales
antecedentes culturales nació la Sociedad, con amplias inquietudes y
necesidades de cambio. La inestabilidad e incertidumbre en el escenario
intelectual motivaron a sus integrantes a nuclearse en torno a una idea: la
resistencia desde la cubanidad más autóctona. Según recoge la Editorial
Electrónica Cubaliteraria[9],
Portal del Instituto Cubano del Libro, no fue hasta el 10 de marzo de 1951, la
inauguración oficial de la Sociedad. La actividad fue múltiple: apertura de la
Galería de Artes Plásticas con la exposición "Veinte pintores y ocho
escultores cubanos"; ejecución de un programa musical con canciones cubanas
contemporáneas para coro mixto, bajo la dirección de Edmundo López; y la puesta
en escena de la obra teatral “La más fuerte”, del dramaturgo sueco August Strindberg, dirigida por Francisco Morín.
En una entrevista concedida a María del Carmen
Mestas (2016), Harold Gramatges rememoró los inicios
de este ambicioso y necesario proyecto que enfrentó amenazas y agresiones por
parte del gobierno, en el camino de lograr sus objetivos.
¨Así que, en sus comienzos, surge por la necesidad
de dar impulso a una cultura de raíz nacional, anulando mezquinas y
artificiales diferencias entre distintos sectores artísticos y culturales de
ese momento, llevando a cabo la vinculación de nuestro pueblo con sus artistas.
En aquella primera etapa nuestra consigna fue la de interesar al pueblo frente
a toda creación artística. Para esto nos propusimos un trabajo creativo
constante, con el fin de darle vía a las inquietudes que cada vocación lleva en
sí, de manera que éstas se canalizaran produciendo obras de valor permanente,
enriqueciendo la producción nacional en los distintos aspectos del arte y la
cultura¨.
Este criterio de Gramatges
sintetiza una de las más nobles intenciones de este grupo de intelectuales
preocupados por el destino de la nación cubana. Luego de cuatro décadas de
gobiernos de turno manipulados por los intereses norteamericanos y proyectos nacionales
frustrados como Avance y Orígenes, la Sociedad retomó los
pilares de la necesaria autonomía cubana y se declaró fiel continuadora de
quienes le antecedieron. Sin darse por vencidos, sus integrantes se erigieron
como un frente de resistencia y acción, en circunstancias donde aún se creía en
el poder transformador de la cultura como generadora de cambios sin violencia.
Inquietos ante la tarea propuesta, sus integrantes
crearon lo que sería el primer número y único de esa primera etapa, de la
revista Nuestro Tiempo. Consolidada
luego, como el vehículo ideal para comunicar sus postulados, en su primera
entrega se incluyó un “Manifiesto”, que recoge los lineamientos básicos del
trabajo cultural de la Sociedad y sus proyecciones éticas y estéticas. Firmado
por 30 intelectuales y escritores de la época, entre los que destacan Rafaela
Chacón Nardi, Carilda
Oliver Labra, Harold Gramatges, Roberto Fernández
Retamar, Guillermo Cabrera Infante y Tomas Gutiérrez Alea, el Manifiesto expuso:
¨Surgimos para traer el pueblo al arte, acercándolo
a las inquietudes estéticas y culturales de nuestro tiempo, precisamente ahora
en que, intuyendo ya estas realidades, demanda un vehículo que le permita
palparlas y asimilarlas para su más rápida formación y madurez cultural. Para
desarrollar esta labor, mantendremos un centro de arte y cultura permanente,
que ofrecerá teatro, música, cine, ballet, exposiciones de artes plásticas,
conferencias, y editará las manifestaciones literarias, poéticas y filosóficas
que produzca nuestra generación¨. (Gramatges,1951)
Ante estas afirmaciones de sus miembros era
necesario el surgimiento de la Sociedad, en una década convulsa, como lo fue 1950.
Si tenemos en cuenta los anteriores proyectos culturales, como los propuestos
desde los grupos Minorista y de Orígenes, por ejemplo, estos no habían cumplido
el sueño añorado de instaurar una sociedad justa por medio de los valores
culturales, criterio que defienden además varios investigadores, como Graziella Pogolotti.
En este sentido, los intelectuales se replanteaban
el rescate de un proyecto nacional, lastrado por la intervención imperialista.
Superaban el callejón sin salida planteado por Jorge Mañach[10]
en La crisis de la alta cultura en Cuba (1925), donde se expresa que la nación
surgida en 1902 en Cuba es una nación sin soberanía, en la cual se ha perdido
la alta cultura y el ideal nacional. Para recuperarlo se imponía la
restauración de la alta cultura y, por tanto, se debían hacer dos cosas
importantes: estimular a los sectores intelectuales – protagonistas del
rescate- y transmitir esa cultura al pueblo. De esta forma, la cultura se
convertía en el único camino para alcanzar la libertad, en una República que atravesaba
momentos de crisis. En este proceso de concientización y análisis, alentados
por los estudios de Fernando Ortiz, antropólogo, jurista, arqueólogo y
periodista cubano, los miembros de la Sociedad descubrían también el alcance de
las raíces afrocubanas. Para el contexto caribeño, resultaba el equivalente de
la reivindicación indigenista de los mexicanos.
En 1953 se intensificó la actividad del Partido
Socialista Popular (PSP) en la Sociedad Cultural Nuestro Tiempo, lo que hace
que la misma se convierta en uno de los frentes más importantes de la Comisión
para el Trabajo Intelectual (1953), que se crea dentro de la Sociedad y que fue
integrada por Carlos Rafael Rodríguez, Juan Marinello
y Mirta Aguirre. Esta última asume la responsabilidad de atenderla
directamente.
Es en esta etapa, donde se fundaron diferentes secciones
con un carácter independiente y autónomo en el orden artístico, lo que
garantizaba la sistematicidad y diversificación de las actividades culturales.
Esta estructura sería la columna vertebral de sus acciones y así lo plasmarían,
posteriormente, en la revista Nuestro
Tiempo.
La Sección
de Cine-debate fue la primera fundada y dirigida en diferentes
períodos por José Massip, Julio García Espinosa y
Alfredo Guevara. Comenzaron a publicarse boletines de cine que constituyen los
antecedentes de las publicaciones posteriores de la Sociedad, como los “Cuadernos
de Cultura Cinematográfica”.
Como parte de las actividades de esta Sección se
organizaron numerosos ciclos de cine-debate, de aquellas filmografías de escasa
presencia en el país, es decir, cine sueco, japonés, alemán, italiano, inglés,
francés; ciclos de clásicos del cine, así como conferencias, talleres de
actuación y dirección y cursos de apreciación de los aspectos técnicos de este arte.
En este sentido, intensifica su labor en la búsqueda de una cinematografía
nacional que contrarrestara la inundación del mercado nacional con producciones
mediocres provenientes de Estados Unidos, México, Argentina y España, con
especial interés en la divulgación de las experiencias, logros y dificultades
de otras cinematografías foráneas como la italiana, la brasileña, la francesa,
la inglesa, entre otras.
Luego, se funda la Sección de Música, cuya directiva quedó integrada por Manuel Duchesne Cuzán, María Antonieta
Henríquez, Argeliers León, Edgardo Martín, Serafín
Pro y Nilo Rodríguez. Dentro de sus propósitos, comenzaron un proceso de
divulgación de la música culta, clásica y contemporánea cubana. Para ello,
entre otras muchas acciones, rescataron los aportes de músicos como Amadeo
Roldán y Alejandro García Caturla, muy desvalorizados
para esa época y envueltos en escándalos familiares. Promovieron la necesidad
de la creación nacional frente a la penetración norteamericana, a través de la
organización de numerosas audiciones y conciertos de artistas foráneos y nacionales,
de jóvenes creadores como Carlos Fariñas, Leo Brouwer y otros. (Otero, 2002)
Un año más tarde, 1954, fue el momento propicio
para fundar la Sección de Artes
Plásticas por Marta Arjona y Eugenio Rodríguez. El 21 de diciembre,
coincidiendo con la apertura de la nueva sede de Nuestro Tiempo en el Vedado,
tuvo lugar la inauguración de la Galería Permanente de Artes Plásticas. En sus
salones se dio cabida a lo más representativo de la plástica cubana moderna de
las más diversas tendencias y presupuestos estéticos. (Otero, 2002)
Se llevaron a cabo exposiciones colectivas e
individuales, tanto de los grandes maestros del movimiento moderno cubano como
Víctor Manuel, Amelia Peláez, Carlos Enríquez y otros, como de jóvenes
creadores, Raúl Martínez y René Ávila. Al mismo tiempo del montaje de
exposiciones, la Sección organizó numerosas conferencias, cursos sobre artes
plásticas, proyección de documentales de arte, entre otras actividades.
De particular importancia fue la labor política
desplegada por esta Sección con el fin de promover entre los artistas plásticos
del país, el rechazo a la II Bienal Hispanoamericana de Arte patrocinada por el
franquismo. Como contrapartida numerosos artistas expusieron sus obras en lo
que popularmente se denominó la “Anti-Bienal”, la cual se inauguró en los
salones del Lyceum Lawn Tennis Club. El éxito alcanzado por la “Anti-Bienal” fue un
elemento catalizador que contribuyó a la organización de la Sección a fines de
1954. (Saínz & Hernández, 2003)
La Sección de Teatro se organiza igualmente
a fines de 1954 por Nora Badías y Vicente Revuelta.
Los objetivos de esta Sección se dieron a conocer en el “Primer Cuaderno de
Cultura Teatral”, publicado en enero de 1955. Esta Sección realizó actividades
encaminadas al conocimiento y debate del teatro cubano y universal a través de
la puesta en escena de importantes obras teatrales, de intercambios entre
público y teatristas sobre los problemas de la escena nacional, de lectura por
parte de los autores de piezas aún inéditas, así como de la crítica desde las
páginas de la revista Nuestro Tiempo al estado de esta manifestación
artística en Cuba.
En otras declaraciones a María
del Carmen Mestas (2016), en entrevista realizada a Harold Gramatges,
este destacó que:
¨El primer trabajo de carácter
colectivo fue la creación del Teatro Guiñol en Cuba. Pintores, actores,
músicos, escultores, escenógrafos, atinaron sus esfuerzos con ese objeto. Entre
las obras que se montaron bajo la dirección de Dulce María Farías recuerdo:
“Sonatina”, de Rubén Darío; “No hay que perder la cabeza”, adaptación de Paco
Alfonso; “La Obstinación de las Mujeres”, farsa francesa anónima; “Los Títeres
son Personas”, de Nicolás Guillén, y otras que escapan a la memoria¨.
Sobre estas secciones y su trabajo en el período,
vuelve la ensayista Graziella Pogolotti
(2010) en sus introspecciones, donde recuerda que:
¨El Patronato del Teatro garantizó la continuidad
de estrenos dramáticos y respaldó el trabajo de actores y directores siguiendo
una línea estética que no transgredía las convenciones establecidas. Original
organización femenina, el Lyceum y Lawn Tenis Club consolidó un programa más integral.
Difundió mediante charlas de reconocidos intelectuales cubanos y de otros
países las tendencias contemporáneas del pensamiento y la literatura. Su
galería fue el ámbito destinado al reconocimiento de los artistas de
vanguardia. Ofreció su sala a la zona experimental de la música. Mantuvo una
biblioteca pública circulante. La Hispano-cubana de cultura se debió,
básicamente, a la voluntad aglutinadora de Fernando Ortiz¨.
Estas
iniciativas no fueron más que la concreción de los anhelos de un grupo de
intelectuales y escritores, que confiaban en el carácter transformador de la
cultura en sus más disímiles expresiones, en la búsqueda de ese camino tan
aclamado y necesario como la libertad. Tales objetivos quedaron muy claros en
el Manifiesto publicado en 1951 y a los cuales fueron fieles, pues:
¨El afán creador implícito en el hombre, al tomar
en nuestro medio la suficiente fuerza de presencia, ha motivado que
concentremos nuestros esfuerzos para hacer realidad lo que como nueva
generación cubana creemos deber histórico: la preservación de los valores
logrados y la divulgación de aquellos que apuntan su importancia vital. Nuestra
estética es la de un arte americano, libre de prejuicios políticos o
religiosos, enaltecido por encima de concesiones, que sea síntesis de lo que
estimamos vigente y permanente en América. No nos interesan ni la oscuridad
muerta ni la endeblez académica, sino una estética tan infinita como el hombre
mismo¨. (Gramatges,1951)
Como continuadora del legado
de Avance y Orígenes, esta Sociedad selló su
compromiso con la cultura cubana. Una voz que se había visto amenazada por el
golpe de Batista en 1952, muestra de los ataques a la soberanía nacional y por
ello, la Sociedad tomó otra dimensión política. A través de sus actividades en
las diferentes secciones fue orientando la cultura en un sentido antimperialista,
con la finalidad de impedir la penetración y el colonialismo cultural, que en
esos momentos se intensificaba.
Tal actitud tuvo sus
consecuencias. En una de las anécdotas que Gramatges
compartió en sus declaraciones a María del Carmen Mestas, comenta que fue
invitado por Mr. Jacob Canter, agregado cultural de
la Embajada de Estados Unidos en Cuba, a una entrevista. Allí se le comunicó
que había sido seleccionado para disfrutar de una beca Guggenheim[11],
de composición musical, pero para obtenerla, debía renunciar a la presidencia
de Nuestro Tiempo, así como
tratar de disolver la institución: Esta
oferta para mí resultaba un chantaje, ya que yo no había solicitado dicha beca.
Ya imagina usted cómo le respondí al yanqui. A esto llegaba el cinismo con que
ese señor trataba a los intelectuales cubanos. (Mestas, 2016)
En medio de la compleja
situación política y erigida públicamente como frente de acción ante el
gobierno batistiano, la Sociedad no cedió espacio a las amenazas, cortes de
fluido eléctrico, registros a sus instalaciones o censuras. A pesar de las
vicisitudes y aprovechando las ventajas que le concedían su ubicación en la
capital cubana, Nuestro Tiempo desplegó una intensa labor de rescate y
consagración de lo más autóctono del criollismo cubano. Brindó arte en todas
sus manifestaciones y para todos los niveles culturales, en una Cuba que sufría
de una alta tasa de analfabetismo y frustración. Es por ello que la
masificación y defensa de la cultura nacional cubana en esa convulsa década de los
´50 estuvo a cargo no solo de las actividades que la Sociedad realizó en sus
sedes, sino a través de la revista que crearon como órgano oficial de sus
postulados. Una publicación que por la sistematicidad e impacto de sus
contenidos trascendió la cotidianidad de la sociedad cubana en otro intento de
concientización de la necesaria libertad del país. Tales propósitos permitieron
que a la luz de nuestros días esta publicación sea valorada en este artículo
como un producto cultural de invaluable importancia.
Revista Nuestro Tiempo como
producto cultural de la Sociedad
Precisamente fue la revista Nuestro Tiempo, uno de los más
acabados productos culturales de la Sociedad, como canal formal de difusión de
sus posiciones ideológicas en el ámbito de la cultura. Desde sus páginas se
hacía crítica y reseña de la cultura nacional, asumiendo una posición de
defensa de nuestras raíces, del arte y de la literatura en el país.
Fundada en abril de 1954, Nuestro Tiempo, de carácter
bimensual, constituyó el órgano oficial de la Sociedad hasta 1960. Esta
publicación tenía una tirada de entre mil y dos mil ejemplares y se distribuía
gratuitamente a los socios, mientras que una pequeña parte se vendía al precio
de 20 centavos. La dirección de la
revista estuvo a cargo de Harold Gramatges y
administrada por Juan Blanco. Su comisión editora la integraron, regularmente,
Rafaela Chacón Nardi, Fornarina
Fornaris, Amado Palenque, José Massip,
Nilo Rodríguez, Ithiel León, entre otros.
Entre los ilustradores de la
revista podemos mencionar al pintor vanguardista cubano Wifredo Lam, quien
estuvo a cargo de la portada del número inicial de la revista. Asimismo, desde mayo de 1955 se publicaron
poemas y cuentos de prestigiosos escritores nacionales como Nicolás Guillén, Onelio Jorge Cardoso, Manuel Navarro Luna, Regino Pedroso,
Labrador Ruiz, junto a jóvenes creadores como Pablo Armando Fernández, Raúl
Aparicio, Rosario Antuña y Adolfo Martí.
La revista incluía
periódicamente trabajos especializados, reseñas y notas divulgativas sobre el
acontecer cultural de la Sociedad y nacional; así como la sección Microcríticas, destinada exclusivamente al cine en 1954 y
que posteriormente se amplió al teatro, a la música y más tarde, a las artes
plásticas y a la literatura.
La revista fue uno de los mayores logros de la
Sociedad. Si se tiene en cuenta que la misma se hizo eco de las principales
actividades organizadas por la institución, donde confluían además el poder de
la imagen en fotografía y artes plásticas, así como la defensa a ultranza de
las tradiciones cubanas, se puede afirmar que la revista orientaba el tipo de consumo
cultural que debía prevalecer en Cuba.
Para hacer efectivo este consumo es necesario
apuntar que un producto cultural es creado por la industria cultural con
contenidos simbólicos, y destinados finalmente a los mercados de consumo con
una función de reproducción ideológico y social. De esta manera, los productos denominados culturales tienen valores de uso y
de cambio, contribuyen a la reproducción de la sociedad y a veces a la expansión
del capital, pero en ellos los valores simbólicos prevalecen sobre los
utilitarios y mercantiles (García, 1993)
La Sociedad y su revista como parte de la maquinaria
industrial, a pesar de sus intenciones, fueron parte de ese modelo de análisis
con base en la producción, distribución y consumo existente en Cuba en la década
del ´50. No obstante, es admirable el empeño y la responsabilidad que este
grupo de intelectuales sintió hacia su nación. Teniendo conciencia de su poder
como voceros públicos, se apoyaron en la riqueza cultural cubana para hacer
frente a todo el mercado internacional que se introducía en el país, a través
de la música, el teatro, el cine y otras manifestaciones. Su esfuerzo por
contrarrestar el sentimiento de que lo foráneo era mucho más estilizado y de
mejor calidad que la producción nacional fue la batalla contante de Nuestro
Tiempo en el terreno cultural.
Uno de los elementos
identitarios cubanos, sin dudas, es el campesinado. Sus costumbres y
tradiciones son orgullo para el patrimonio. Sin embargo, durante la República
Burguesa fue el sector poblacional más afectado por sus niveles de pobreza,
insalubridad, educación y derechos sobre la tierra. A ellos, Nuestro Tiempo dedicó espacio en sus
páginas, para plasmar el valor de su idiosincrasia. Hizo estudio de su folclore,
con especial interés en ese caudal musical maravilloso que
brota espontáneamente del pueblo y cómo se perdió o modificó por agentes
exteriores.
Para no olvidar la magia de sus cultivadores, la musicóloga
y pedagoga cubana, María Teresa Linares, publicó un artículo en la revista
luego de convocar una Mesa Redonda en la Sociedad Nuestro Tiempo, con la idea
de poner al frente las opiniones más autorizadas en materias de música popular.
De esa manera sus cultivadores opinaron sobre los valores positivos o
negativos, de los aspectos de la música moderna comparándola con la anterior y,
en especial, con la campesina. Este fue uno de los aspectos más destacables:
¨La décima es la forma de texto más generalmente
usada en el punto guajiro y tiene un común denominador en todos los pueblos de
habla hispana en la América. Su localización en los pueblos que todavía lo usan
es siempre rural. Son conocidas las payadas o trovadas de los gauchos
argentinos, que también usan la décima como texto de varios géneros como cifras
y medias cifras, trovadas, estilos, tonos y milongas
en las formas siguientes: décima glosada, décima con estrambote o estribillo,
décimas improvisadas a lo humano y a lo divino y el encadenado, que consiste en
comenzar un cantor con el último verso de su contrincante¨. (Linares, 1954)
Como resultado se expuso que, lejos de estar en
decadencia, sus cultivadores y su público fueron cada vez en aumento, sin que
esto modificara o alterara su verdadera esencia. Este fue uno de los más
loables empeños de la Sociedad, al jugar con un caudal cultural obviado hasta
ese momento y trayéndolo al público en general, como algo que debía ser
atesorado y disfrutado. Fue la oportunidad de poner en existencia otro arte
diferente al mexicano, francés, americano, etc., que ya convivían en Cuba, pero
reconociendo que no eran los únicos. Aquí se evidencia la capacidad ilimitada que posee una publicación para
manipular a las audiencias.
Destacable fue, además, la
posición asumida por Nuestro Tiempo
ante la organización en Cuba de la II Bienal Hispanoamericana. Este acto, programado
para el 28 de enero de 1954, sería el encargado de clausurar de manera oficial
el primer centenario del natalicio de José Martí. Como certamen de arte
contemporáneo fue auspiciado por el régimen franquista y el gobierno batistiano.
Diversas publicaciones se hicieron eco de este acontecimiento, como el Diario de la Marina, vocero principal
de la burguesía, en especial de los comerciantes e intereses españoles en Cuba reservó
varias de sus páginas para plasmar las impresiones de aquel acto.
¨La celebración, en La Habana,
de la Segunda Bienal Hispanoamericana de Arte constituye, sin duda alguna, el
acontecimiento artístico más importante que haya tenido lugar jamás, en Cuba.
Ningún evento mejor para la inauguración del nuevo Palacio de Bellas Artes, uno
de los de mayor capacidad en el mundo, y ningún cierre más apropiado para las
fiestas del Centenario de Martí, que este homenaje internacional, en el que se
juntarán centenares de artistas hispanoamericanos de primerísima categoría¨. (Martínez,1953)
Era de esperar que estas
fueran las opiniones de sus periodistas, pues defendían la presencia española
en Cuba. En este sentido no había motivos para opacar la trascendencia de la
Bienal que traía al país lo más novedoso en el terreno de la cultura. Y, en
cierto modo, a primera instancia, esta era la realidad, incluso valorada desde
nuestros días.
¨Para Cuba, en cambio, la II
Bienal, al igual que la primera para España, marcó en su escena y desarrollo
artístico contemporáneo un innegable hito, un antes y un después que -además de
poner en escena el inicio de la atracción cubana de la mano del grupo Los
Once[12] y la
cohesión entre los artistas para el rechazo de una iniciativa oficial- obligó a
un replanteamiento de su política artística¨. (Cabañas, 2013)
Sin embargo, una mirada más
profunda a este suceso llevó a varios de los miembros de la Sociedad a
reflexionar ante la presencia franquista en la Isla y su alianza con el gobierno
de Batista, el cual había designado un alto presupuesto para la organización de
la misma, cuando pudo haberse realizado desde el país sin injerencias. De esta
manera, reconocidos
artistas de la plástica cubana como Amelia Peláez, Mijares, René Portocarrero,
Marcelo Pogolotti, Mario Carreño, Mariano Rodríguez y
Jorge Arche dirigieron por escrito su desacuerdo a la
Comisión del Centenario.
Primero: Que nos parece absurdo que uno de los festejos
del Centenario de José Martí sea la celebración en La Habana de la II Bienal Hispanoamericana,
dado que dicha Exposición está estructurada con un país extranjero, por
tratarse de una continuación de la I Bienal celebrada en Madrid, y convocada
por el Gobierno español. (Augier, 1954)
Como alternativa, pidieron que
se les dejara organizar una “Exposición Martiana Internacional de Arte”, pero tuvieron
que homenajear a Martí con sus propios medios al ser ignoradas sus peticiones.
Así nació la “Exposición de la Plástica Cubana Contemporánea” en los salones
del Lyceum
y Lawn Tennis Club,
con más de 80 obras representativas de las tendencias dominantes del arte
cubano, firmados, entre otros, por Víctor Manuel, Marcelo Pogolotti,
Jorge Arche, René Portocarrero y Amelia Peláez.
Asimismo, Nuestro Tiempo, como parte del grupo
de artistas anti-bienales respalda la inauguración
del “Primer Festival de Arte” el 17 de mayo de 1954, junto a la Federación
Estudiantil Universitaria (FEU), en los salones de la Escuela de Derecho de la
Universidad de La Habana. La muestra fue calificada como la invasión de la libertad.
El maestro Harold Gramatges, sumado a este
movimiento, ofreció también un concierto de música cubana. Estos fueron claros
ejemplos de la posición y el protagonismo asumidos por los intelectuales y
artistas cubanos en aquella etapa de invasión extranjera en el consumo cultural
del país.
Con la estabilización de la
revista a partir de 1955, se sistematiza la sección de crítica que adoptó el
nombre de Balcón de Nuestro Tiempo. A partir de julio de 1956 la crítica
artística se independizó por manifestaciones: Los Libros, El Cine, El Teatro,
La Música, a cargo de Fornarina Fornaris,
Amado Palenque, Argeliers León, Harold Gramatges, José Massip, Edgardo
Martín, Julio García Espinosa, entre otros.
Se intensificó el perfil divulgativo y crítico de
las diferentes Secciones. Se publican numerosos trabajos especializados que
abordaban aspectos teóricos sobre el cine, música, artes plásticas, teatro;
semblanzas y entrevistas a figuras sobresalientes; se tradujeron artículos de
revistas como Cinema Nuevo, Cinéa-Cine, Cahiers du Cinema,
y se llevó a cabo la denuncia a las condiciones, los intereses y prioridades de
la industria cinematográfica cubana, entre otros asuntos de interés nacional.
Afirma Yolanda Aguirre, que también tenían una
biblioteca que funcionaba en uno de los locales de 23 y 4, en La Habana. Allí
trataban de no tener libros que pudieran ser “comprometedores”, ya que
frecuentemente la biblioteca era visitada por los agentes del Servicio de
Inteligencia Militar [13]
y el Buró para la Represión de las Actividades Comunistas[14],
y si encontraban una novela de Dostoiewski, escritor
ruso, podían considerarlo subversivo.
Fornarina Fornaris, profesora de la
Universidad de La Habana, participante activa de la Sociedad, se acerca al papel
que ejerció la Sociedad y la revista desde su génesis:
¨Se pueden señalar dos etapas en la historia de la
Sociedad: una primera etapa precaria, inicial. Es la época en que funcionaba en
los salones de la Artística Gallega, en La Habana Vieja, donde en algunas
ocasiones hubo que dar conferencias a la luz de un quinqué. A partir de 1953,
con motivo del giro político que significó el asalto al Cuartel Moncada, se va
a iniciar la segunda etapa de la Sociedad. (…) Hojeando algunos números (…) se
pueden leer artículos, entrevistas, reseñas de libros y críticas de cine,
teatro y música, que vertebran una posición de defensa de nuestra cultura, y
del arte y de la literaturas universales, progresistas y revolucionarios¨. (Mestas, 2016)
Alega, asimismo, Fornaris
que la mujer jugó un papel fundamental en Nuestro Tiempo, pues en la directiva
de la Sociedad estaban, entre otras: María Antonieta Henríquez, que atendía la
sección de música; Marta Arjona, en artes plásticas; Wanda Aguirre, en la
biblioteca; Nora Badía, en teatro; Geisha Borroto y
otras en diferentes vocalías; así como escritoras, pintoras, artistas, etc.,
que colaboraban sistemáticamente.
Con una tradición en el ejercicio de pensamiento y
la crítica, desde las páginas de Nuestro
Tiempo, se privilegió la apertura a nuevos horizontes desde el arte, en
medio de un contexto histórico hostil y violento.
¨En este sentido, la Sociedad Cultural Nuestro
Tiempo y su revista pueden estimarse un estadio superior en la organización de
esa resistencia desde el terreno de la cultura, pero a la vez una manera
distinta de asumir esa resistencia que se convierte, en quienes prohijaron el
proyecto y lo llevaron a vías de realización, en acción militante,
comprometida, a favor del cambio necesario que comenzó a fijarse poco tiempo
después de su nacimiento, y al que la Sociedad, sus directrices y sus miembros
aportarían más tarde la experiencia ganada durante el combate en circunstancias
difíciles, adaptándola a las condiciones y necesidades de la nueva época
histórica abierta en enero de 1959¨. (Saínz &
Hernández, 2003)
Durante su labor en favor de
la cultura cubana, Nuestro Tiempo,
mantuvo como constancia su definición por el hombre, que nunca está en crisis, como
bien declararon en su Manifiesto en 1951, y por su obra, que es su esencia
permanente. Para este, ubicado en el centro de su producción, se erigió el
trabajo sistemático y constructivo, en el que se incentivó la inquietud y la
sensibilidad por lo humano y justo.
Para Ricardo Luis Hernández Otero, en su acercamiento
a la herencia cultural de valiosos grupos como el Minorismo
en torno a la Revista de Avance,
Orígenes y, por último, Nuestro Tiempo, estos hicieron suyas las revistas, como
espacios públicos de debate. Por tanto, se pueden esbozar algunas luces de lo
que representaron para el momento en que salieron a la luz pública.
¨ (…) sí puede considerarse que ellas clasifican, y
no desde la perspectiva actual, entre las más logradas y representativas
muestras en cada uno de esos momentos, y que las tres se van vinculando entre
sí – coincidencias y discrepancias, aceptaciones y rechazos, tanto explícitos
como implícitos mediante, en una línea de continuidad y convergencia que
alcanza su más apropiado cauce integrador con el triunfo de la Revolución en
1959. Son, en conclusión, tres ejemplos paradigmáticos de nuestra evolución
cultural en el siglo XX.¨ (Saínz
& Hernández, 2003)
Al triunfar la Revolución, en enero de 1959, expresó
Gramatges que la Sociedad Nuestro Tiempo, no tenía
razón de ser. Sus miembros más destacados fueron asumiendo cargos dirigentes o
desarrollando al máximo sus aptitudes creativas. Sin embargo, fue escenario de
importantes conferencias, como la impartida por el Comandante
Ernesto Che Guevara con el nombre Proyecciones Sociales del Ejército Rebelde; o
la de Alfredo Guevara sobre La creación del Instituto Cubano del Arte e
Industria Cinematográficos.
El 24 de marzo de 1959 se hizo pública la Ley
No.169 del Consejo de Ministros del Gobierno Revolucionario de la República de
Cuba, que crea el Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos
(ICAIC), cuyo presidente fundador fue Alfredo Guevara, hasta su muerte en 2013.
Como reconocimiento al trabajo de la Sociedad Cultural, esta se convirtió en
referente para organizar el ICAIC, especialmente en el área de cine. La ley No.169
en su artículo primero, definía la finalidad de la Institución de
"organizar, establecer y desarrollar la Industria Cinematográfica,
atendiendo a criterios artísticos enmarcados en la tradición cultural cubana, y
en los fines de la Revolución...".
El marco de libertad creadora del ICAIC en los años
sesenta, propició la formación y consolidación de cineastas y profesionales del
cine. Nombres como el de Tomás Gutiérrez Alea (Titón),
Humberto Solás, Santiago Álvarez y el Noticiero ICAIC
Latinoamericano, entre otros, contribuyeron al prestigio que internacionalmente
alcanzó el ICAIC desde los primeros años de fundado (Cantón & Hurtado,
2006).
Estos logros fueron, en gran medida, gracias a la
experiencia y profesionalidad que muchos de sus miembros habían obtenido tras
su trabajo como parte de la Sociedad Cultural, en el empeño que los
intelectuales pusieron en cuidar nuestra idiosincrasia, no dejarnos manipular,
ni endulzar.
A modo de conclusiones
La revista Nuestro Tiempo formó parte de las
publicaciones literarias que, en Cuba, ilustran una de las más firmes, sabias,
renovadoras y audaces conductas de la intelectualidad cubana. Sus distintos
números están impregnados de fuertes sentimientos y proyecciones nacionalistas,
donde se destaca su vocación antimperialista, como fiel continuadora de los anteriores
proyectos republicanos.
Páginas llenas de música, cine, teatro y artes
plásticas llegaron con carácter bimensual a la minoría del pueblo que ha
aprendido a leer y a escribir, escritas con la rebeldía de voces que acusan a
un gobierno que recrudece la cultura y privilegia la violencia. Editoriales,
notas, obituarios, informaciones, comentarios, críticas, reportajes y crónicas
se adueñan de la libertad de las palabras que provocan la persecución constante
de sus redactores y la inminente amenaza del cierre de la institución.
El cuestionamiento de la
realidad, la crítica a las decisiones gubernamentales que lesionaban la
integridad de la Cultura nacional, así como la toma de partido ética y estética
en relación con aspectos medulares de la vida intelectual cubana, se dieron a
conocer en los numerosos editoriales que publicó la revista desde su fundación.
Los principales objetivos de la revista fueron la divulgación y evaluación sistemática
del acontecer cultural del momento, a través de sus críticas, reseñas y notas
informativas; la defensa de los más auténticos valores de la cultura cubana
frente a la avalancha mediática norteamericana, así como el enfrentamiento
directo a la política del Instituto Nacional de Cultura, lo que se llevó a cabo
por medio de los enérgicos editoriales y los artículos especializados.
Las valoraciones que hoy se encuentran del accionar
e historia de la Sociedad y la revista Nuestro
Tiempo han permitido una nueva mirada a su legado en la actualidad. Su
función como producto cultural en la década del ´50 en Cuba, se demuestra por
su constante lucha en orientar el tipo de consumo cultural que debía existir en
el país, privilegiando el mercado nacional. La cultura cubana fue un baluarte
que defendieron sus intelectuales como elemento de soberanía y derecho de disfrute
con orgullo por todos los ciudadanos. Es meritorio reconocer que Nuestro Tiempo fue un frente de resistencia contra la penetración
cultural extranjera en Cuba, así como fuente de referentes culturales para la
Revolución cubana.
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Recibido: 06/06/2020
Evaluado: 08/07/2020
Versión Final: 10/08/2020
[1] Frase expresada por José Martí, el Apóstol,
durante un discurso en el Liceo Cubano, en Tampa, Estados Unidos, el 26 de noviembre
de 1891
[2] Revista de Avance. Principal órgano del movimiento vanguardista cubano. De
referencia obligada para estudiar el desarrollo de las artes en Cuba durante la
época republicana. (1927-1930).
[3] Grupo y Revista Orígenes, 1944. Agrupación de intelectuales
en la cultura cubana que se distinguió por la extraordinaria riqueza de sus
aportes y la diversidad de estilos dentro del formidable conjunto de ideas y
búsquedas que le dan unidad.
[4] Harold Gramatges Leyte-Vidal (1918-2008).
Director de orquesta, compositor, pianista y profesor. Considerado uno de los
más importantes representantes de la creación musical cubana del siglo XX. Su
labor pedagógica ha representado un invaluable aporte a la enseñanza musical de
Cuba.
[5] Juan
Pedro Blanco Rodríguez (1919-2008). Destacado compositor de vanguardia. Pionero
de la Música Electroacústica en Cuba. Realizó más de 200 trabajos que incluyen
música para coros, música electroacústica y por computadoras en todas sus
modalidades, espectáculos de multimedia y diferentes ciclos de obras que
comprenden música para la danza, el teatro, el cine y la gimnástica.
[6] Partido Socialista Popular (PSP). Partido político cubano. Sucesor
del primer Partido Comunista de Cuba, el cual existió en la ilegalidad entre
1925 y 1935.
[7] Graziella
Pogolotti Jacobson. Crítica de arte, prestigiosa
ensayista y destacada intelectual cubana, promotora de las Artes Plásticas
Cubanas. Presidenta del Consejo Asesor del Ministro de Cultura, Vicepresidenta de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.
Miembro de la Academia Cubana de la Lengua.
[8] Carlos
Prío Socarrás (1903-1977). Político cubano,
presidente de la República entre 1948 y 1952.
[9] Disponible en: http://www.cubaliteraria.cu/monografia/sociedad_nuestro_tiempo/
Consultado el 11 de noviembre de 2019
[10] Jorge
Mañach Robato (1898-1961).
Eminente intelectual y político cubano. Doctor en Filosofía y Letras y
notabilísimo escritor y periodista.
[11] Beca Guggenheim. Creada en 1925, es un subsidio otorgado por la
John Simon Guggenheim Memorial Foundation
a profesionales avanzados en todos los campos del saber, salvo en las artes
escénicas.
[12] Grupo Los Once. En Cuba se conoce la influencia del movimiento abstracto
norteamericano en los artistas nacionales. Entre las tendencias más destacadas
se encuentran la abstracción informalista y los concretos. Las figuras más
destacadas de esta corriente abstracta se unieron en el grupo Los Once,
como se hicieron llamar por el número inicial de participantes, y en el de los Concretos.
[13] Servicio de Inteligencia Militar (SIM) Institución militar
cubana creada en 1934 y disuelta en 1959.
[14] Buró para la
Represión de las Actividades Comunistas (BRAC). Institución policial creada
Fulgencio Batista luego de los sucesos ocurridos el 26 de julio de 1953 en
Cuba.