“¿Sabe una cosa
don Videla?”
Construcción de
consenso, acción cívica y nacionalismo territorial en la revista Cono Sur,
1978-1982[1]
"Does Don Videla know anything?"
Building consensus, civic action and military discourse in a magazine
from southern Argentina, 1978-1982
Gabriel Carrizo
Universidad
Nacional de la Patagonia San Juan Bosco;
Universidad Nacional de la Patagonia Austral;
Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)
Resumen
En este artículo analizaremos de qué manera la revista Cono Sur
contribuyó a la construcción de consenso social en torno a la dictadura en la
Patagonia. En el contexto del conflicto con Chile por el canal de Beagle surgió
una publicación que, en nombre de la defensa de la soberanía en el sur
argentino, promovió a través de sus páginas una imagen venerable de las Fuerzas
Armadas. El trabajo mostrará que paralelamente a la expulsión y persecución de
pobladores chilenos ordenadas por las autoridades militares, la revista
colaboró en dar visibilidad y exaltar el trabajo territorial que las fuerzas
armadas desarrollaban en la Patagonia, con la finalidad de buscar consensos en
torno a los objetivos del régimen.
Palabras Clave
Consenso; acción cívica; nacionalismo territorial; dictadura;
Patagonia.
Abstract
In this article we
will analyze how the Cono
Sur magazine contributed to building social consensus around the dictatorship
in Patagonia. In the context of the conflict with Chile over the Beagle
Channel, a publication emerged that, in the name of defending sovereignty in
southern Argentina, promoted through its pages a venerable image of the armed
forces. The work will show that in parallel to the expulsion and persecution of
Chilean settlers ordered by the military authorities, the magazine collaborated
in giving visibility and exalting the territorial work that the armed forces carried
out in Patagonia, in order to seek consensus around the objectives of the
regime.
Keywords
Consensus; civic action;
territorial nationalism; dictatorship; Patagonia.
Introducción
En los
últimos años distintos estudios que conforman el campo de la historia reciente en
la Argentina vienen revelando que el régimen dictatorial instaurado en 1976 no
se sostuvo exclusivamente apelando a mecanismos represivos, sino que buscó y
obtuvo importantes niveles de consentimiento por parte de no pocos sectores de
la población (Corradi, 1996; Lvovich, 2007 y 2018; Roldán,
2007; Luciani, 2009; González Canosa, 2011; Águila,
2015, 2019; Seitz, 2015; Catoira, 2018). Inscribiéndonos
en esta serie de trabajos que plantearon la importancia de atender no solamente
la dimensión represiva de la última dictadura militar, sino también conocer las
estrategias que se implementaron para la búsqueda de legitimidad, en este
artículo buscamos dar a conocer un aporte desde un estudio local al análisis de
la construcción social del consenso hacia la Junta Militar, a partir del
abordaje de una prensa regional que se fundó al calor del conflicto con Chile
por el Canal del Beagle en 1978.
Nuestro
objeto de estudio es la revista Cono Sur[2], una publicación concebida
para consolidar la defensa de los derechos argentinos sobre los territorios en
disputa con Chile, reactivando el ideario propio de un nacionalismo territorial[3] que buscaba no solamente cohesionar
a la población, sino también obtener su apoyo. Promovió la adhesión al régimen
desde la región patagónica, dándole una creciente importancia a la voz militar en
sus páginas para hacerla llegar a cada rincón de la región, tratando de captar la
aprobación de la opinión pública a través de una “conveniente” difusión de los
actos de gobierno. Consideramos que la revista se instituyó como un lugar de
enunciación desde el cual se desplegaron una serie de “núcleos de sentido” (Risler, 2019: 183), con la pretensión de moldear las
actitudes, comportamientos y valoraciones que pudieran contribuir a la conformación
de una imagen positiva (Seitz, 2015). Nos enfocaremos en lo que se ha
denominado “proceso de organización del consenso” (Calvo Vicente, 1995), para
conocer de qué manera se buscó construir una base social de apoyo al régimen
militar.
Por otro
lado, la historiografía argentina viene resaltando la importancia de incorporar
abordajes locales de la historia reciente, dado que aportan una complejidad a
partir de una serie de “tramas reticulares conectadas que conforman una
determinada configuración sociohistórica que pueden resultar muy diferentes a
los relatos hegemónicos” (Servetto, 2019: 12). Es en
los diversos estudios de caso en escala local / regional donde se pueden
observar una multiplicidad de actitudes sociales, su variabilidad temporal y
heterogeneidad (Águila, 2015; Lvovich, 2018). De allí
que teniendo en cuenta estos planteos, realizaremos nuestro análisis en el
período comprendido entre el conflicto con Chile por el Canal de Beagle (diciembre
de 1978) y el inicio del conflicto por Malvinas (abril de 1982). Coyuntura en
la cual podemos observar en la revista una mayor sensibilidad ante lo que se
consideraba una débil defensa de la soberanía en un territorio como el
patagónico, el cual históricamente experimentaba la apetencia extranjera. Y por otra parte, el estudio de la prensa regional durante
esos años constituye una vía privilegiada para observar en escala local la
búsqueda de consenso hacia la dictadura en un espacio como el patagónico. Lugar
donde la presencia de las Fuerzas Armadas contaban con
una histórica legitimidad, cuestión que nos puede proporcionar algunos matices
en torno a la comprensión de las actitudes de adhesión al régimen (Luciani, 2009; Lorenz, 2010).
En cuanto
a la contribución específica de esta investigación, podemos mencionar en primer
lugar que nos permitirá obtener conocimiento sobre el posicionamiento que
adoptó cierta prensa regional en aquel contexto. Al respecto, en el año 2001 el
historiador Pablo Lacoste (2001) afirmaba que recién por aquellos años, se
había comenzado a abordar de manera crítica el comportamiento que habían
asumido distintos actores (entre ellos la prensa) con respecto al conflicto con
Chile por el Canal de Beagle. Si bien conocemos la existencia de estudios de los
diarios y revistas más importantes de circulación nacional que en ese período
buscaron obtener el acompañamiento de la población con respecto a los objetivos
del régimen (Franco, 2002; Borrelli, 2011; Máspoli, 2014; Iturralde, 2017), poco se sabe aún de los
medios de comunicación patagónicos en esta particular coyuntura, a excepción de
la investigaciones dedicadas al diario Río
Negro (Azcoitia, 2014), Crónica y
El Patagónico de Comodoro Rivadavia (Olivares,
2015). Asimismo, este análisis de una revista como Cono Sur busca complementar aquellos abordajes que han ampliado los
conocimientos sobre la búsqueda de consenso de la Junta militar durante el
conflicto con Chile por el Canal de Beagle a partir de la consulta de archivos
militares[4].
En cuanto
a la organización de este artículo, en la primera sección nos ocuparemos de
desarrollar en qué consistió el conflicto con Chile, las derivaciones del mismo
sobre todo en relación al control y posterior expulsión de pobladores chilenos
de Comodoro Rivadavia, y la creación de un medio de comunicación dispuesto a
alinearse a los objetivos del régimen en nombre de la defensa de la soberanía
nacional. En segundo lugar, analizaremos de qué manera la revista implementó
una serie de estrategias discursivas que apuntaban, por un lado, a interpelar a
jóvenes conscriptos y sus madres; y por otro lado, a
visibilizar la acción cívica implementada por las Fuerzas Armadas en la región.
En la tercera parte, abordaremos de qué manera se plasmaron en la revista
distintas referencias al denominado nacionalismo territorial. En la última
sección presentaremos algunas conclusiones del trabajo.
El conflicto del Beagle y el
surgimiento de la revista Cono Sur
Como hemos
adelantado, en esta primera sección caracterizaremos el contexto histórico a
partir del cual surgió la revista Cono
Sur en Comodoro Rivadavia a fines de 1978, y para ello es necesario
presentar previamente las razones que llevaron a la Argentina a un potencial enfrentamiento
bélico con Chile. Esta beligerancia se inició cuando, luego de varios intentos
por solucionar por la vía diplomática los temas pendientes en materia
fronteriza, Chile acudió en 1967 al sistema de arbitraje conforme a las
facultades que le otorgaban los denominados Pactos de Mayo
de 1902. Ese acuerdo rubricado a principios del siglo XX había establecido un
sistema de solución de cuestiones fronterizas pendientes bajo el cual ambos
países se comprometieron a aceptar los fallos, los cuales debían ser
considerados inapelables y obligatorios para las partes. Luego de diferencias y
desacuerdos en materia de política exterior en el transcurso del gobierno de Juan
Carlos Onganía, el 22 de julio de 1971 durante el gobierno de Alejandro Agustín
Lanusse se firmó el tratado por el cual la cuestión del Beagle se sometió a
arbitraje internacional. Una vez conocida la resolución tomada por una Corte
Arbitral conformada por especialistas, la misma fue emitida para las partes el
2 de mayo de 1977 por la Corona Británica mediante un laudo que dictaminó que
las islas en disputa (Picton, Nueva y Lenox) pertenecían a Chile. El 25 de enero de 1978, y tras
varios meses de silencio que contribuyeron al crecimiento de un clima hostil hacia
Chile a partir de diversas manifestaciones difundidas en los medios de prensa,
el Poder Ejecutivo Nacional declaró nulo el laudo arbitral.
A partir
de allí, la defensa de la soberanía (considerada ahora lesionada), se
transformó en un imperativo, a tal punto que la guerra pasó a transformarse en
un hecho posible para los dos países. El historiador chileno Gonzalo Aravena
Hermosilla (2009) rescató las memorias de los soldados que fueron movilizados
por las Fuerzas Armadas chilenas al sur del país, los cuales recibieron
instrucción militar y un discurso nacionalista dada la posibilidad cierta de
entrar en combate. Estos acontecimientos eran vividos por los habitantes de Comodoro
Rivadavia con suma preocupación, sobre todo por la importante migración chilena
que se asentó a lo largo de la historia, siendo punto de encuentro entre
familias que habían sido separadas por motivos económicos, o bien como consecuencia
de la persecución política (Baeza, 2007; Torres, 2008/2009). Los dos períodos
de mayor afluencia de chilenos coinciden con una etapa donde fue necesaria la
llegada de un importante número de trabajadores a la ciudad petrolera: durante
la denominada Gobernación Militar[5] (1944-1955) y el llamado Boom
Petrolero (1958 – 1963), siendo este último movimiento migratorio el que
ameritará la publicación de una serie de alertas acerca del “peligro chileno”[6]. Nos referimos al texto
escrito por Eduardo Gallegos denominado Invasión
por el sur, el cual contribuyó a la solidificación de una perdurable estigmatización
de la migración chilena a principios de los ’70. Dicha publicación emergía con
el objetivo de “estudiar su presencia, controlarla dentro de los límites
aceptables para la tranquilidad y el crecimiento ordenado de nuestra Patagonia
Argentina” (1971: 11). Allí se denunciaba que con el último Boom Petrolero que había
experimentado la ciudad entre 1958 y 1963 (el cual era el resultado de la firma
de 13 contratos petroleros con compañías privadas, una nueva ley de
hidrocarburos y un nuevo estatuto orgánico de YPF) se había incrementado la
llegada de extranjeros en busca de trabajo (Vázquez, 2019). Para Gallegos este período fue el causante de una “invasión
silenciosa” (la chilena) que alteró tanto la estructura como la dinámica de la
comunidad, dado que para el autor se había constatado una explosión demográfica
a partir de la conformación de innumerables asentamientos informales.
Es decir
que cuando la Junta Militar endureció el conflicto con Chile por el canal de
Beagle, pasando a posiciones directamente xenófobas que alertaban acerca del
peligro que significaba la no integración a la comunidad nacional de los
chilenos, no hacía más que reforzar una mirada largamente extendida en la
Patagonia en textos como el de Eduardo Gallegos. De allí que la percepción de
Chile como “país expansionista” y “sustractor de territorio” eran núcleos de
sentido que habían sido construidos y difundidos por referentes del
nacionalismo territorial por lo menos desde la década del ‘30, que en esa
coyuntura fueron amplificados por diversos medios de comunicación, y “como
resultado de este proceso se creó un clima claramente adverso a la aceptación
del laudo arbitral” (Lacoste, 2003: 379). La consecuencia posterior fue que el
conflicto de 1977 y 1978 llevó a la Argentina a ir a contramano de la tradición
de su diplomacia, que se había caracterizado hasta allí por la aceptación del
resultado de los arbitrajes y el pacifismo.
El
conflicto con Chile evidenció una vez más para las autoridades que la Argentina
debía defender su soberanía en territorio patagónico, razón por la cual se
publicaron varios ensayos escritos desde el ámbito castrense que buscaron
fortalecer los argumentos del gobierno argentino. El tono
bélico de las publicaciones quedan de manifiesto en la siguiente
advertencia que se realizaba en 1980, una vez superado el momento de mayor
tensión: “Y si los hechos volvieran a repetirse, si persiste la tozudez
chilena, a la instancia agotada, seguiría una única y trágica opción: imponer
el derecho mediante el diálogo de las armas” (Guglialmelli,
1980: 178). El mismo autor hacía un llamamiento a la población a no aminorar el
clima de beligerancia con el vecino país, dada la vulnerabilidad de la
Patagonia argentina: “De ahí la necesidad de movilizar con premura las energías
morales, espirituales de la Nación; de potenciar sin fisuras sectoriales o
espaciales los cuatro componentes del mencionado poder nacional: político,
económico, militar y psicosocial” (Guglialmelli,
1980: 178).
La defensa
de la soberanía exigía adoptar acciones ejecutivas por tratarse de un grave problema
geopolítico, las cuales afectaron la vida cotidiana de los habitantes ubicados
en las zonas limítrofes de la Patagonia a partir de la presencia militar. Por
ejemplo, la localidad de Trevelin (noroeste de Chubut),
fue incluida dentro de las denominadas Áreas de Seguridad de Frontera, y se
promovió allí la radicación y asentamiento de pobladores argentinos como una
forma de protección ante el “expansionismo chileno” (Baeza, 2009). En la
localidad de Río Mayo (sudoeste de Chubut), se creó en 1980 el Regimiento 37 de
Infantería a partir de los mismos objetivos. En otros casos se buscó fortalecer
la identidad nacional con la distribución por todo el territorio de las
repetidoras del canal LU 85 ubicado en la capital Río Gallegos[7]. También a través del
desarrollo de políticas culturales, como la concreción de un festival nacional
de folklore en la ciudad de Pico Truncado (provincia de Santa Cruz), evento que
recibió a figuras importantes de la cultura nacional[8].
En el
contexto dictatorial estas acciones se complementaron con otras. A partir de
fuentes poco abordadas, como aquellas provenientes de los servicios de
inteligencia que operaban en la provincia del Chubut
en aquellos años[9], podemos conocer qué medidas
se aplicaron con respecto a la comunidad chilena en Comodoro Rivadavia en el
contexto del conflicto por el Canal del Beagle. Podemos mencionar
por ejemplo, la solicitud de informes sobre estudiantes de nacionalidad chilena
que concurrían a la Universidad como a establecimientos secundarios o listados
de chilenos que trabajaban en servicios considerados esenciales para la
provincia o la expulsión de la ciudad de alrededor de 230 chilenos. En el
contexto del conflicto limítrofe, estos años significaron momentos de extrema
tensión para la comunidad chilena en Comodoro Rivadavia, cuestión que los
obligó a invisibilizar todo tipo de manifestaciones culturales (Torres,
2008/2009).
Retomando
nuestra exposición inicial, lo que queremos señalar es que estas acciones de
coerción ejercidas de forma arbitraria contra todo aquel habitante chileno en
Comodoro Rivadavia (previo proceso de estigmatización como el mostrado a través
de la obra de Gallegos), fueron realizadas de manera simultánea
a la búsqueda de consenso a partir de la publicación de una revista que
estuviera al servicio de la defensa de la soberanía. Es decir, Cono Sur se constituyó en un medio de
comunicación a partir del cual la dictadura promovió una serie de núcleos de
sentido necesarias para construir un marco de legitimidad y apoyo interno
frente a la política exterior en el contexto del conflicto con Chile. Es por
ello que su aparición en diciembre de 1978 coincidió con la puesta en marcha de
la denominada “Operación Soberanía”, mediante la cual se dispuso la
movilización de tropas al sur. Además la revista fue
una estrategia más, que se sumó a otras que fueron implementadas por el régimen
en esa coyuntura, que tuvieron como objetivo consolidar la conciencia territorial
(Rodríguez, 2014). La más importante de ellas sin dudas fue el Operativo
impulsado en 1979 mediante un convenio entre el Ministerio de Cultura y
Educación y la Gendarmería Nacional, que se denominó “¡Argentinos!
marchemos hacia las fronteras”. El mismo tenía por objetivo intervenir en áreas
de frontera consideradas históricamente desatendidas, y caracterizadas por
estar pobladas de extranjeros, con altos índices de pobreza, con falta de
educación y atención sanitaria. El operativo consistió en trasladar a esas
zonas a estudiantes del último año de la secundaria, para realizar tareas de
ayuda a docentes y alumnos. Además se donaban
materiales, se presentaban espectáculos artísticos junto a personalidades
conocidas, y se proyectaban películas nacionales (Rodríguez, 2010).
Si bien no
hemos encontrado documentación que pruebe que Cono Sur fue solventado con recursos estatales, si podemos afirmar
que fue una publicación alentada y celebrada por las autoridades de aquél período. También es posible inferir que se enmarcó en
una serie de acciones comunicacionales que se desarrollaron bajo la promoción de
la Secretaría de Información Pública de Presidencia (SIP), órgano de control
que dispuso la dictadura no sólo para monitorear a los medios de comunicación,
sino también para difundir información y propaganda acorde con sus objetivos. El
denominado Plan Teatro de Operaciones Oeste (TOO) estuvo conformado por
operaciones psicológicas proyectadas entre 1981 y 1982 a partir del conflicto
entre Chile y Argentina por el Canal del Beagle, las cuales eran necesarias
para gestionar toda tensión política y social que se generó ante la inminencia
de la guerra. Este Plan se enmarcó en el denominado “Principal Elemento de
Comunicación Social” (PELCOS), que había sido creado en 1979 por la Junta
Militar, para desplegar un planificado y coordinado sistema de comunicación que
fuera capaz de movilizar a diferentes públicos. Desde su inicio se le otorgó
prioridad a la temática de la soberanía argentina, la cual debía interpelar a
la opinión pública a través de diversos procedimientos comunicacionales. El
Plan, que indicaba una serie de fases a partir de las cuales se desplegaría la
acción psicológica, tenía previsto como uno de sus objetivos el de crear en el
entorno familiar del personal militar la predisposición a la entrega de uno de
sus miembros ante el posible conflicto bélico (Risler
& Shenquer, 2019).
Estos
núcleos de sentido (que analizaremos en la siguiente sección), son los que
poblaron las páginas de Cono Sur, una
publicación novedosa para el ámbito de los medios de comunicación en el sur del
país. Se trataba de una revista editada en Comodoro Rivadavia con salida
mensual que informaba, mediante una cobertura de carácter regional, sobre la
realidad patagónica[10]. Con alrededor de 30
páginas, abundantes fotografías, corresponsales en varios pueblos patagónicos,
y un papel de calidad, Cono Sur se
presentó como una “Revista de Comodoro Rivadavia por la Patagonia y para el
país”. Como se ha indicado en un estudio acerca de su construcción discursiva,
se autodefinió como una publicación nacionalista, contribuyendo a la
conformación de un imaginario social legitimando determinadas tipificaciones y
prejuicios dirigidos sobre todo a la migración limítrofe. No solamente se la
responsabilizaba de las persistentes crisis económicas, sino que además asumía
como hipótesis la apropiación extranjera del territorio a través de diversas
acciones premeditadas, ante la preocupante pasividad del estado nacional
(Bayón, 2012). Ante la falta de reafirmación de la soberanía en el sur, Cono Sur demandó sistemáticamente a la
Junta Militar medidas tendientes a generar conciencia acerca de las diversas
problemáticas de la Patagonia. En particular daba cuenta de las diversas
actividades (políticas, económicas, sociales, culturales, militares) de las
provincias del Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego, buscando generar
conciencia acerca de las diversas problemáticas, a la espera de que “otros
argentinos (…) vengan a reforzar, con su presencia, nuestra frontera sur”[11]. Quien fuera director y
editor de la revista, Emilio José Said, en una entrevista realizada en 2015, se
refirió de esta manera con respecto al contexto en el que surgió la revista:
“era un momento político muy especial, de conflicto por los límites con
Chile. Estaba muy caliente el ambiente, muy peligroso. Quisimos ser una voz más
en apoyo a lo que nos pertenece (…) fuimos a ver al intendente [Mario
Adalberto] Provedo. Le fascinó la idea y nos hizo una
resolución. Empezamos a grabar, a viajar, enseguida todo el mundo nos apoyó”.
Este apoyo
que recibió Said lo convirtió en uno de los tantos “comunicadores llave”, es
decir, aquellos periodistas o comunicadores que “actuaron de acuerdo a los
lineamientos planteados por el régimen en lo referente a la difusión de una
elaborada y cuidada información y propaganda” (Risler:
2018: 117). De hecho, en aquella entrevista de 2015 se los presenta de la
siguiente manera: “Elsa y Emilio dedicaron su vida al trabajo con una fuerte
convicción nacionalista”, pues fueron “fieles defensores de la soberanía
nacional”[12]. Definitivamente lo
territorial fue parte de la agenda de Cono
Sur, erigiéndose en defensor de la soberanía ante cualquier amenaza o
agresión. De allí por ejemplo las constantes denuncias acerca de la imposibilidad
de acceder a Tierra del Fuego sin transitar por territorio chileno. Esto
implicaba que no se podía cruzar el estrecho de Magallanes sin pasar por el
control de carabineros, debiendo pagar tarifas de aduana con moneda chilena. Al
respecto publicaba la revista la siguiente reflexión: “Es como si para ir a
otra de nuestras habitaciones debiéramos pedir permiso al vecino para pasar por
su patio”. En la misma nota se denunciaba que autoridades chilenas no permitieron
el paso de camiones argentinos por considerar que trasladaba “material
estratégico”: “con esa acción, se ha visto avasallada una vez más nuestra
soberanía en tierra sureña”[13].
En la
siguiente sección nos detendremos en dos estrategias puestas en práctica por Cono Sur para la construcción de
consenso. En primer lugar, veremos algunas notas representativas de la línea
editorial de la revista que interpelaban tanto a los jóvenes como a las madres
para afrontar las dolorosas consecuencias de un posible enfrentamiento bélico.
En segundo lugar, analizaremos la creciente voz que fueron adquiriendo las
fuerzas armadas en las páginas, dando cuenta de una activa acción cívica en
colaboración con las denominadas fuerzas vivas de la Patagonia.
La dictadura y la búsqueda de consenso a
través de Cono Sur
Cono Sur se
constituyó como un medio de prensa que dio cobertura y visibilizó la acción
cívica desarrollada por las Fuerzas Armadas, aún en los pueblos más recónditos
de la Patagonia. Desde sus páginas subrayaba que la defensa de la soberanía era
un deber ineludible de todo argentino y argentina de bien, interpelando en
distintas ocasiones a las mujeres en tanto madres de conscriptos[14]. Por ejemplo, en una
columna que formaba parte de la estructura permanente de la revista, podemos
advertir las implicancias de estas palabras. En este caso se trataba de una
“carta abierta” dirigida a la madre de un soldado cuyo destino obligado había
sido la ciudad de Río Gallegos. La periodista afirmaba haberla escuchado de
manera casual en la Dirección de Turismo de dicha localidad, en donde
“con gesto despectivo se lamentaba de que su hijo hubiera tenido la
‘mala suerte’ de tener que hacer el servicio militar tan lejos y en un lugar
‘tan feo’. (…) Pero lo que me molesta, señora, es que usted (como madre) no
valore el aporte que hace ese hijo suyo con su presencia en nuestra Patagonia,
región que es (por si no lo sabe) una de las más ricas del país en recursos
naturales”.
No
solamente le recordaba que el gas con el que calefaccionaba su casa provenía de
la Patagonia, al igual que alguna prenda (por ser derivada de la lana), la
nafta e inclusive el quita esmalte (por ser derivados del petróleo); sino que
además le señalaba que su hijo cumplía con su deber de custodiar una región que
estaba siendo amenazada. En este sentido, la revista a través de sus páginas
erigía a los jóvenes conscriptos en verdaderos protagonistas de la coyuntura
que vivía el país. Por ejemplo, se publicaban las felicitaciones que le
dedicaban los militares de alto rango a aquellos soldados “de apenas 18 años que
habían brindado un ejemplo al país y a aquellos que aún no encontraron su
identidad con la verdadera nación”[15].
Por supuesto ese momento histórico sin dudas se refería a la posibilidad de
entrar en combate: “estos gurises de la Patria que,
haciendo honor a las más viejas tradiciones militares argentinas acababan de
pasar rumbo al puesto que la historia les marcó, para que nadie venga a
discutirnos un centímetro más de suelo patrio o a poner en duda nunca más
nuestra soberanía”[16].
En otras
crónicas que se publicaban, como por ejemplo en una de las primeras columnas
publicadas en la revista firmada por “El vago Patagonia”, se invitaba al lector
a manifestar su apoyo a jóvenes conscriptos que desfilaban por el centro de la
ciudad. Las narraciones solían estar cargadas de emotividad, y buscaban la
identificación del lector con los soldados que se alistaban para una posible
guerra, apelando a emociones como “orgullo” y “alegría”. Además
esos jóvenes conscriptos eran retratados como “serios”, “responsables”,
“decididos” y sobre todo “felices”.
También se
buscaba generar unanimidad en la adhesión, de allí que se resaltaba que eran
“muchos los que se paraban y los saludaban”; o “todos nos pusimos de pie y
brindamos por los pibes”; o refiriéndose a Jorge Rafael Videla, “usted siga
como hasta ahora…No les afloje ni un tranco de pollo, que en esta todos estamos
con usted, y, si es necesario, ya sabe dónde encontrarnos, no lo dude un solo
instante”. El texto concluía con una demanda dirigida a Videla, un reclamo que
partía desde un lugar de compromiso e identificación con los objetivos de la
Junta Militar:
“¿sabe una cosa don Videla? (…) cuando todo pase, cuando todo vuelva a
la normalidad, cuando no queden dudas en el mundo, y lo nuestro sea lo nuestro
y niente de piu… chimeneas,
Don Videla; fábricas, escuelas, pueblos y… argentinos… Este vago piensa que es
la mejor forma de hacer que la soberanía no vuelva a ser discutida en este sur
tan olvidado, tan grande, tan rico y tan argentino”[17].
Además de
estas interpelaciones Cono Sur
ofreció sus páginas para la visibilización de las diversas
actividades que las Fuerzas Armadas brindaban a la comunidad. Las mismas se
enmarcaban en lineamientos específicos de la denominada “Acción Cívica” (de
aquí en adelante AC), mediante la cual las Fuerzas Armadas debían presentarse
ante los sectores potencialmente revolucionarios de la población como
interesadas en mejorar las condiciones y la calidad de vida de los habitantes
en los barrios (Divinzenso, 2016 y 2017; Risler, 2018; Zapata, 2018). Este involucramiento con las
comunidades a través de la ejecución de obras prioritarias no era algo nuevo en
la Patagonia, dado que desde principios del siglo XX el Ejército estaba
asociado a su desarrollo. Los planes de AC eran parte de los programas de ayuda
militar que brindaba Estados Unidos a los ejércitos latinoamericanos, y
consistía en el uso de las fuerzas militares locales en proyectos de utilidad
para la población, sobre todo porque se consideraba que el enemigo interno
sería exitoso si lograba el apoyo de la misma (Risler,
2018). Si bien esta renovación doctrinaria de las Fuerzas Armadas en la
Argentina comienza a experimentarse luego de 1955, se formalizará recién en
1963 a través de Programas específicos de Asistencia Militar.
En primer
lugar, mediante la AC se debía mostrar la articulación entre distintos actores
en defensa de la soberanía, reforzando esa unanimidad en la adhesión a los
objetivos de la Junta Militar. Dado que había que consolidar la imagen de las
fuerzas castrenses ante la sociedad, se necesitaba de un medio de prensa que
diera cobertura y visibilice tanto su accionar materializado aún en los pueblos
más recónditos de la Patagonia, como la activa y estrecha colaboración con la
sociedad civil. De allí que a través de la revista podemos observar a la
familia católica comodorense (Vicente, 2018) participando junto a las
autoridades provinciales y municipales en cada acto patrio desarrollado en el
interior de la provincia del Chubut, cuyos miembros
se vinculaban con los funcionarios civiles: las distintas fuerzas armadas, el
Obispo Argimiro Daniel Moure, el Director del Liceo
Militar General Roca, el rector de la Universidad Nacional de la Patagonia San
Juan Bosco presbítero Norberto Sorrentino y la Asociación de Reservistas.
En el caso
de la recientemente creada Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco,
esta institución asumió decididamente un rol importante de defensa de la
soberanía, el cual quedó plasmado en el discurso de su primer rector el
presbítero Norberto Sorrentino[18]. Esto se tradujo en
acciones específicas, como la creación de la cátedra de geopolítica Francisco
P. Moreno en junio de 1980, a partir de una demanda del Círculo de Egresados de
la Escuela de Defensa Nacional (Carrizo, 2019b). El curso, que contó con el
asesoramiento del teniente coronel Justo Eriberto
Aubel y que se presentaba como una formación de posgrado inédita para la
región, se proponía replantear la visión del espacio geopolítico. Este tipo de
formación se vinculaba a los denominados “Cursos Regionales de Defensa
Nacional”, en donde las fuerzas armadas articulaban acciones con las
Universidades (Rodríguez, 2015).
En segundo
lugar, esta AC se caracterizaba por la ejecución de tareas concretas, de las
que pudieran obtenerse resultados rápidos para su posterior difusión en la
revista. De allí que en base a lo mostrado por algunas investigaciones
dedicadas a analizar la AC a través de reglamentaciones y documentos elaborados
por las fuerzas armadas (Divinzenso, 2016 y 2017), se
buscaba que las obras para la comunidad fueran de corta duración. Cono Sur publicaba con detalle de qué se
trataban estas acciones que iban desde la nivelación de calles, construcción de
zanjas y desagües, control sanitario y odontológico, hasta la reparación de escuelas.
En una amplia entrevista realizada al jefe de la unidad militar de la localidad
de Puerto Deseado (Santa Cruz), se afirmaba: “aquí el esfuerzo es realmente
mancomunado entre las autoridades, civiles, militares, fuerzas de seguridad,
clubes, entidades y población en general. Yo diría que donde se está ‘al
servicio’ de algo, y no ‘para servirse’, es el lugar donde pueden sentarse las
bases necesarias para que aquellas zonas privilegiadas se materialicen como
reales polos de desarrollo”[19]. Aquí se expresaba
claramente ese “ethos institucional antipolítico” que tanto caracterizó a la
dictadura y sus cuestionamientos a la política civil, a la cual se le asignaba
estar siempre al servicio de intereses egoístas, la corrupción y la demagogia
(Canelo, 2016).
Por su
parte la Compañía de Comunicaciones 9 asentada en Comodoro Rivadavia realizó un
“operativo de control de población, sanitario y actividades de acción cívica”
en el barrio Laprida, con la participación de 200 efectivos. De las tareas
realizadas en el barrio también participaron efectivos policiales, personal de
la Municipalidad y de Yacimientos Petrolíferos Fiscales. Cono Sur concluía que “al final se sirvió chocolate con facturas a
los niños, y la Banda del Regimiento de Infantería 8 ejecutó la Retreta del
Desierto. Fue un acto más a los que nos tiene acostumbrado el Ejército en la
labor comunitaria que desarrolla en el sur argentino”[20].
En tercer
lugar, esa AC debía mostrar a los militares con rasgos que pudieran generar
cierta empatía. Una de las estrategias implementadas por la prensa afín al
régimen para humanizar a los gobernantes consistía en la publicación de notas
de color que resaltaran un costado poco conocido. Con el objetivo de generar cierta
identificación de la población civil hacia los militares, se visibilizaron muestras
de afecto, las cuales eran muy realzadas, sobre todo aquellas que provenían de
altas autoridades:
“Otro homenaje lo constituye ese gesto de dulzura casi inusual (por lo
menos en público) del Gobernador [sic] del Chubut contraalmirante Ángel Lionel
Martin, que en el acto del 20 aniversario de la escuela provincial n° 21 Lewis Jones de Trelew, y en ese gesto, en esa mirada
del mandatario provincial hay todo un mensaje a la niñez, como pidiéndole la
entereza, patriotismo y arraigo que de ellos necesitará la Patagonia”[21].
Los redactores
de la revista estaban atentos ante cualquier expresión de simpatía, y por más
pequeña que fuera, en algunos casos originó una extensa nota. Otro ejemplo que
podemos aportar en este sentido, fue en ocasión del recibimiento que le ofreció
el gobernador de Chubut al ministro del Interior general Eduardo Albano
Harguindeguy. Al comentar la fotografía que daba cuenta de aquel encuentro, una
periodista escribió que el alto funcionario de la dictadura llegaba a la
provincia “con su amplia sonrisa y ese gesto amistoso tan pocas veces observado
en él”[22].
En cuarto
lugar, la AC se desplegó por el interior profundo del territorio patagónico,
considerando a las instituciones educativas como ámbito privilegiado de
intervención. En este sentido Cono Sur
apeló a realzar acciones que daban cuenta de un Ejército que, además de
colaborar “desinteresadamente” con las distintas comunidades, también podía ser
una institución que bregaba por la inclusión educativa. Además, la
participación de altas autoridades militares en actos escolares eran la ocasión
para incentivar la inserción de los niños en la sociabilidad militar, algo que
no era novedoso en la historia de las Fuerzas Armadas en la Patagonia (Carrizo,
2013). Con motivo de la celebración del Día de la Patagonia el 20 de junio de
1980 en la ciudad de Esquel se afirmaba con respecto a los alumnos: “Ellos
concurrieron a la jura de la bandera con la misma sensación de responsabilidad
que los soldados. Son apenas niños de 4° grado que ese día se sintieron capaces
de defender nuestra enseña hasta morir”[23].
En otras ocasiones lo que se buscaba explícitamente era la adhesión unánime a
los lineamientos del régimen. El gobernador de Santa Cruz Capitán de Fragata
Juan Carlos Favergiotti, al inaugurar el ciclo
lectivo de 1980 en la ciudad de Caleta Olivia (Santa Cruz) afirmó ante la
comunidad educativa:
“Nuestros adolescentes han sido testigos contemporáneos de tiempos
difíciles e inexplicables en un país como el nuestro. No dudamos que este
testimonio tiene el valor de una lección severa que nuestra juventud no debe
olvidar. Por ello, jóvenes, este proceso busca en ustedes legítimos herederos”[24].
Cada uno
de esos actos escolares ofrecía la oportunidad para brindar un mensaje destinado
a la juventud, como por ejemplo, cuando el Director
del Liceo Militar General Roca le recalcó a los nuevos egresados:
“No os dejéis seducir por los que os prometen bienes materiales y por
los que recurren al sexo, la violencia, las drogas, el secuestro, el crimen, el
robo, el sabotaje, la destrucción, el enfrentamiento de sectores sociales en
una supuesta lucha por la paz y la justicia, para enfatizar después: estad
preparados para tomar las armas, si fuera necesario, para luchar y vencer a quienes
ataquen nuestra soberanía, nuestra libertad o pretendan por la fuerza de la
violencia, el temor y la propaganda, imponernos dogmas extraños, liberalistas
(sic) o comunistas, materialistas y ateos”[25].
Otra de
las vías privilegiadas para ganar consenso era a través del apadrinamiento de
instituciones educativas, sobre todo en aquellas localidades más alejadas de
los centros urbanos, las cuales eran destacadas por la revista como
“abandonadas” hasta la llegada de las Fuerzas Armadas. Estos eventos eran la ocasión
especial para que cada fuerza que intervenía inscribiera su propia huella en las
escuelas, haciendo uso de un pasado considerado heroico. Lo que demuestra que
aún en los ámbitos más recónditos de la Patagonia, la dimensión propositiva de
la dictadura para estimular la aceptación del régimen se hacía presente a
través de inscripciones en el territorio de símbolos militares (Shenquer & Cañada, 2020). Por ejemplo, la Policía
Federal impuso su nombre a la escuela n° 71 de Aldea Beleiro (Chubut), luego de haber invitado a los alumnos a
un viaje con destino a Comodoro Rivadavia, en la cual no solamente pasearon sino que además disfrutaron de un festival
artístico y recibieron atención médica de control[26].
Por su parte la Fuerza Aérea apadrinó a la escuela n°
94 de Lago Blanco (pequeño pueblo ubicado en Chubut a 30 kilómetros de la
frontera con Chile), colocándole el nombre de Benjamín Matienzo, aquél militar
considerado pionero de la aviación nacional. Cono Sur, luego de dar cobertura al acto afirmó:
“Allí hay una única escuela, que atiende una también única maestra al
frente de casi cincuenta alumnos. No hace mucho se incendió su puesto
sanitario, que ahora presta servicios en una casa particular con medios tan
precarios, como que los medicamentos existentes apenas son los alcanzados por
la Asociación de Reservistas de Comodoro Rivadavia en una acción cívica
reciente, que todos debieran imitar”[27].
En estos
actos podemos advertir la articulación entre distintos actores, en pos de ofrecer a la comunidad obras que buscaban una
unánime adhesión. Al respecto tomaremos otro ejemplo ilustrativo, a partir de
una nota que llevaba por título: “Alumnos con uniforme de soldado. ¡Por fin
puedo escribirle a mi madre!”. Se trataba de una extensa narración periodística
referida a la escuela n° 140 que funcionaba dentro
del regimiento 25 de infantería de la localidad de Sarmiento, bajo la Dirección
Nacional del Adulto. Cono Sur
entrevistó a los soldados que hacían la conscripción y que concurrían a la
escuela, la mayoría provenientes del interior de la provincia de Córdoba. Uno
de ellos dijo:
“Bueno, me enteré por unos compañeros que venían a la escuela, y le dije
al encargado de batería si me podía mandar. Y aprendí un poquito bastante.
Porque, la verdad, no sabía nada. Ahora sé leer, sumar, restar, multiplicar… Ya
le pude escribir dos cartas a mi madre y una a mi tío, cuando antes tenía que
pedir a mis amigos que escribieran en lugar mío. Y se ve que me entienden lo
que escribo, porque me contestan”.
Cono Sur retomó
estos testimonios para exaltar que el paso de los jóvenes por el servicio
militar permitía reparar de alguna manera cierta desigualdad social y educativa:
“Todos, por un motivo u otro, fueron analfabetos; lo eran a medias, o no
habían terminado la escuela primaria, vaya a saber por qué negligencia, o qué
motivaciones insalvables de la vida. (…) Allí están, ahí conviven… Como los
conscriptos de siempre… Juntos en un año plagado de anécdotas que de ahí en más
contarán hasta el cansancio en la vida civil, como de ésta las relatan ahora.
(…) Y también es posible que varios evoquen alguna vez lo que aquél al que
preguntamos el recuerdo más lindo de su vida militar: ‘Tantos… ¡qué sé yo! Por
ejemplo. El de la escuela: saber leer y escribir’…”[28].
Sin dudas
que esta nota buscaba generar emotividad e identificación con tan loable tarea,
y por ello no podía faltar de la cobertura periodística la finalización de los
estudios de los conscriptos, lo que significaba haber alcanzado la
alfabetización completa. Por ello, previa a la entrega de los certificados
correspondientes, la supervisora provincial de la Dirección Nacional de
Educación del Adulto Norma Lamberti de Portas destacó en la ceremonia una
sentida y lejana ausencia: la madre de cada soldado. El momento de extrema sensibilidad
debía tener un remate acorde: “Si me permiten (dijo) quisiera asumir la
representación de quien en este momento mucho hubiera querido estar acompañando
a cada uno de ustedes, dándoles un beso en nombre de ellas”[29].
En la
siguiente sección mostraremos de qué manera la revista promovió la defensa de
la soberanía, adhiriendo al nacionalismo territorial, en un marco de
legitimidad que otorgaban los estudios geopolíticos que se encontraban en
expansión.
Cono Sur como expresión local del nacionalismo
territorial
Tanto las
efemérides como los símbolos patrios ocupaban un lugar importante en la
revista, realizándose una cobertura especial en cada conmemoración, sobre todo
si se recibía la visita de algún alto funcionario nacional. De esa manera se
constataba el grado de fervor patriótico en la Patagonia, el que siempre era
necesario alentar para reafirmar unanimidad. De allí que la noticia acerca de
un ciudadano argentino, hijo de una familia chilena, que el 9 de julio de 1981
vociferó “vivas al país vecino”, ameritó una extensa nota que llevó por título
“Justicia para el traidor”. Este hecho no hacía más que confirmar las
constantes denuncias de la penetración chilena en la Patagonia argentina, que
ahora se reforzaba a través de la acción de los hijos de chilenos nacidos en
suelo argentino:
“Así permitimos que Chile fuera adentrándose en nuestro territorio no
solamente en la faz material (caso estrecho de Magallanes y el Canal de Beagle por ejemplo) sino con esa peligrosa, invisible pero
detectable actitud de aprovechar al máximo a los compatriotas radicados en
nuestra tierra para tener un perfecto sincronizado y eficaz sistema de
información permanente y gratuito”[30].
Para Cono Sur tal actitud era incomprensible,
dado que el acusado no solamente era empleado de YPF, sino que además había
jurado lealtad a la bandera durante su paso por la conscripción. Por tales
razones abogaba por hacer justicia frente al “traidor” a la patria, y que el
hecho no quedara impune con intervenciones diplomáticas. Este cuestionamiento a
la diplomacia argentina se debía al posicionamiento que adoptó la Junta Militar
ante la aceptación de la propuesta papal de 1980, que no colmaba la expectativa
de la revista, tal como expresó en una editorial:
“No escapa así a la generalidad que un gobierno de facto tiene la plenipotencialidad de sus actos. Pero sin censurar el haber
supeditado el diferendo limítrofe con un país vecino a su Santidad Juan Pablo
II, vemos hoy que esa situación ha creado el compromiso de acatar lo que no
todos los argentinos comparten, cual es la libertad de los cartógrafos chilenos
detenidos en la ejecución de marcaciones limítrofes dentro de nuestro
territorio”.[31]
En mayo de
1981 Cono Sur expresaba su desencanto
ante la tercera devaluación en lo que iba del año que aumentaba “un
generalizado recelo entre quienes depositaran su confianza en el Proceso de
Reorganización Nacional”. Tanto en el terreno económico como en el ámbito
diplomático, la Junta Militar comenzaba a evidenciar serios problemas que
contribuían a acrecentar todo tipo de dudas: “Lo que la nación invirtió en
armamentos, vidas y luchas, no puede terminar inútilmente, volviendo a
indigencias e inseguridades que sirvan como caldo de cultivo al implacable
azote de la subversión”. Para inicios de 1982 la inflación descontrolada, la
reorganización del frente político y sindical reclamando normalización
institucional y mejora de la situación socioeconómica, agotado ya el discurso
de la amenaza “subversiva” y con un plan económico que sólo satisfacía a un
reducido grupo de empresarios, fueron los principales factores que llevaron a
la Junta Militar a pensar en la posibilidad de reconquistar las Islas Malvinas.
En este sentido Paula Canelo ha sostenido que “el régimen requería la
construcción de un enemigo lo suficientemente poderoso como para justificar una
nueva cruzada nacional que le permitiera encubrir sus cada vez más evidentes
debilidades” (2006: 71). Al respecto, ya desde 1980 la revista hacía referencia
al tema Malvinas en su editorial, dando cuenta de las diversas presentaciones
en los foros internacionales reclamando de manera enérgica por la recuperación
de las islas. Allí se sostenía que
“hace ya tiempo también que el afán de librar esta otra batalla que
falta de la guerra de independencia, convoca en voz alta o baja a los
argentinos de los estratos sociales más diversos, que no quieren quedarse en
las meras palabras o en la pasividad”[32].
Esa “otra
batalla de la guerra de independencia que había que librar” era un horizonte
demarcado que anclaba en aquella historia argentina que señalaba su mito de
origen en el territorio del Virreinato del Río de la Plata, para construir a
partir de allí un relato de sucesivas pérdidas y desmembramientos (Lois, 2012).
La nota concluía afirmando que el viejo imperio británico ya no era el mismo, y
que inclusive estaba en pleno repliegue, dejando un vacío geopolítico que podía
ser aprovechado por otras potencias. En 1981 se publicaba una extensa nota
titulada “Debemos ‘invadir’ las islas Malvinas”[33],
donde se alertaba acerca del profundo desconocimiento de aquel territorio,
instando a medidas que fomentaran una mayor concientización. Ese momento tan
preanunciado llegó finalmente el 2 de abril de 1982:
“debemos felicitarnos que desde hace tiempo haya existido a nivel
nacional una campaña de esclarecimiento en torno al problema, por la cual los
argentinos fueron concientizados y preparados para el momento actualmente
vivido. Gracias a ella es que el pueblo se solidarizó a partir del pasado 2 de
abril, salvando diferencias que hasta pocos días antes parecían insalvables, y
ese clamor está pesando en el orden internacional para revertir algunas
posiciones tomadas por estimación apresurada”[34].
En esa supuesta
toma de conciencia y preparación, sin dudas Cono
Sur había colaborado bastante con cada una de las crónicas periodísticas,
invitando a través de diversos modos de interpelación a que la población
participara activamente en el logro de los objetivos planteados por el régimen
militar.
Conclusiones
Sin dudas
que como han señalado algunos autores, estudios como el que aquí hemos
presentado no alcanzan a satisfacer un conocimiento cabal de la efectividad de
ese consenso social que se buscaba construir. A sabiendas de que todavía
desconocemos el grado de aceptación de ese consenso elaborado “desde arriba”,
pudimos acercarnos a conocer algunos aspectos del proceso de organización del
mismo.
Hemos
visto que en forma paralela a la reorganización en Chubut de la burocracia
represiva en pos de expulsar a los chilenos
considerados ilegales en el contexto del conflicto por el canal del Beagle, se
publicaba desde Comodoro Rivadavia una revista que por sus características
podemos considerarla inédita para el campo periodístico local. Es decir que, de
manera simultánea a la coerción, Cono Sur
era el medio de comunicación de las diversas acciones militares que se
desarrollaban en la Patagonia buscando el consenso, dado que sus páginas
estaban pobladas de referencias de actividades que iban desde ejercicios
militares en la frontera hasta el servicio de chocolate brindado por los
soldados a niños de Puerto Deseado.
Cono Sur emergió en
el campo periodístico local en los años de mayor profundización de la
propaganda dictatorial, contribuyendo a la construcción de una imagen venerable
de las Fuerzas Armadas. Sin dudas las narraciones periodísticas contenidas en
la revista eran vertidas en un campo fértil conformado por lectores que habían
experimentado los beneficios tangibles (sobre todo en diversas obras públicas)
de administraciones militares de antaño. También la revista surgió en un
momento previo al comienzo de la erosión de la legitimidad inicial con que
contaba la dictadura. Al poco tiempo comenzaría a evidenciarse la crisis
interna de la Junta Militar, las denuncias por violaciones a los derechos
humanos que repercutían con fuerza en el exterior, y una crisis económica que empezaría
a mostrarse irreversible.
Cono Sur no
solamente sentó su adhesión al régimen desde una mirada patagónica
sino que además le dio peso a la voz militar. Mostró la estrecha colaboración
entre civiles y militares, reflejada siempre a través de la cobertura
periodística trabajando en las distintas comunidades, sin divisiones en la
concreción de obras “históricamente atrasadas” a causa de la mezquindad de la política
partidaria. En esa heterogeneidad de comportamientos y actitudes sociales de la
sociedad argentina frente a la dictadura, podemos establecer que Cono Sur fue un medio de comunicación
que expresó un consenso activo, y desde ese lugar de adhesión se posicionó de una
manera tal que podía establecer inclusive sus demandas al régimen.
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Recibido: 26/05/2020
Evaluado: 23/07/2020
Versión Final: 27/07/2020
[1] A Ercilia del
Carmen Ruiz
[2] Un primer
abordaje se publicó en (Carrizo, 2019a). Agradezco los minuciosos comentarios
de los evaluadores externos, que contribuyeron a la re escritura de este
artículo. Este análisis es deudor de las lecturas, comentarios y sugerencias de
Marisa Moroni, Brígida Baeza y Francisco Camino Vela. Este trabajo se enmarca
en las discusiones e intercambios que se desarrollan en la Red de Estudios
Sociohistóricos sobre la Democracia (RESHIDE).
[3] Cuando hablamos
de “nacionalismo territorial” nos referimos a la forma de imaginar la relación
entre territorio y nación, que fue construida por el los nacionalistas a lo
largo del siglo XX. Desde esta concepción se entiende al territorio como
elemento crucial y definitorio de la identidad nacional, al punto tal de
generar una “obsesión territorial” que se manifiesta en una “hiper
sensibilización” de las cuestiones limítrofes, en una expansión cartográfica y
en la elaboración de un enemigo que atenta contra la integridad de la nación.
Ante las dificultades de apelar a elementos culturales para definir una nación
a fines del siglo XIX, los nacionalistas argentinos recurrieron al territorio,
sobre todo luego de la década del ’30, contando con el decidido apoyo de la
corporación castrense. Para un estudio que reconstruye históricamente las
transformaciones del nacionalismo argentino y su percepción del territorio,
véase Bohoslavsky (2006). Durante la última dictadura, la geografía
conservadora argentina consolidó y legitimó el “nacionalismo territorial” como
forma de concientizar acerca de la necesidad de cuidar ciertos espacios para
asegurar y preservar la identidad nacional (Cecchetto,
2016).
[4] A partir de la
consulta de documentos producidos por el Estado Mayor General del Ejército y
Actas de la Secretaría General de la Junta Militar, alojados en el Servicio
Histórico del Ejército se pudo conocer el desarrollo de programas oficiales
destinados a la construcción de consenso (Risler
& Schenquer, 2019).
[5] La Gobernación
Militar de Comodoro Rivadavia fue una jurisdicción creada por el gobierno
nacional en 1944, conformada por la zona norte de Santa Cruz y la zona sur de
Chubut, a lo largo de la cuenca del Golfo San Jorge. El origen de la misma se
debe a la necesidad de controlar militarmente un espacio en la Patagonia
central considerado estratégico en términos geopolíticos, dada la intensa
explotación hidrocarburífera desarrollada en la zona.
Véase Carrizo (2016).
[6] Sebastián Barros
(2019) ha afirmado que a los inmigrantes que han arribado a Comodoro Rivadavia
en distintas oleadas, se los “humilla y festeja a la vez”, para hacer
referencia a una valoración del fenómeno en términos contradictorios: si bien
contribuyen al desarrollo de la ciudad a partir de la mano de obra aportada
fundamentalmente a la construcción de edificios públicos o en el ámbito
petrolero, a la vez son vistos como generadores de innumerables problemas
sociales.
[7] Cono Sur, Comodoro Rivadavia, 01/03/1980,
p. 36.
[8] Los artistas
invitados al evento (Los Cantores del Alba, Zamba Quipildor,
Luis Landriscina, entre otros), coincidían en apoyar
la música nacional, oponiéndose a aquella que provenía del extranjero. En una
entrevista, decía Landriscina: “Lo vergonzoso de todo
esto es que nuestra gente, la juventud principalmente, se la pasa escuchando
discos grabados en lengua extranjera, sin saber lo que están escuchando”. Cono Sur, Comodoro Rivadavia, 01/11/1980,
p. 14.
[9] Caja 1978. Colección SICH APM SDDHH Chubut.
[10] La revista
contaba con una mesa de redacción conformada por siete periodistas, una
administradora, un Departamento Publicitario, y tres reporteros gráficos. Luego
de la tapa se ubicaba la nota editorial donde se expresaba su posición
institucional ante temas generalmente vinculados a la defensa de la soberanía. Para
1982 la revista contaba con corresponsales en Buenos Aires, Trelew, Puerto
Deseado, Río Gallegos, Ushuaia, Río Grande, Los Antiguos, Mar del Plata y Pico
Truncado.
[11] Cono Sur, Comodoro Rivadavia, 01/10/1979,
p. 3
[12] “Elsa” era
Antonia Elsa Zamorín, esposa de Said y formaba parte
de la revista como administradora. Cono
Sur, Comodoro Rivadavia, 01/03-04/2015, p. 8.
[13] Cono Sur, Comodoro Rivadavia,
01/03/1980, p. 35.
[14] Cono Sur, Comodoro Rivadavia, 01/10/1979,
p. 8.
[15] Cono Sur, Comodoro Rivadavia,
01/06/1979, p. 35.
[16] Cono Sur, Comodoro Rivadavia,
01/01/1979, p. 13.
[17] Cono Sur, Comodoro Rivadavia,
01/01/1979, p. 13.
[18] Discurso del Sr.
Rector Rvdo. Padre Lic. Norberto Sorrentino, con motivo de la asunción de su
cargo, Comodoro Rivadavia, 19 de marzo de 1980, Universidad Nacional de la
Patagonia San Juan Bosco, pp. 6-7.
[19] Cono Sur, Comodoro Rivadavia, 01/03/1980,
p. 88.
[20] Cono Sur, Comodoro Rivadavia, 01/10/1979,
p. 36.
[21] Cono Sur, Comodoro Rivadavia,
01/10/1979, p. 3.
[22] Cono Sur, Comodoro Rivadavia,
01/02/1981, p. 7.
[23] Cono Sur, Comodoro Rivadavia, 01/06/1980,
p. 29.
[24] Cono Sur, Comodoro Rivadavia, 01/03/1980,
p. 42.
[25] Cono Sur, Comodoro Rivadavia,
01/10/1979, p. 46.
[26] Cono Sur, Comodoro Rivadavia, 01/07/1980,
p. 52.
[27] Cono Sur, Comodoro Rivadavia, 01/10/1980,
p. 38.
[28] Cono Sur, Comodoro Rivadavia, 01/10/1980,
p. 31.
[29] Cono Sur, Comodoro Rivadavia, 01/11/1980,
p. 22
[30] Cono Sur, Comodoro Rivadavia,
31/07/1981, p. 4.
[31] Cono Sur, Comodoro Rivadavia, 01/05/1981,
p. 3.
[32] Cono Sur, Comodoro Rivadavia, 01/06/1980,
p. 5.
[33] Cono Sur, Comodoro Rivadavia,
01/03/1981, p. 10.
[34] Cono Sur, Comodoro Rivadavia, 20/04/1982,
p. 5.