Reseñas bibliográficas
Ferreyra, S.
(2018). El peronismo denunciado. Antiperonismo,
corrupción y comisiones investigadoras durante el golpe de 1955. Eudem-Grupo Editor Universitario: Mar del Plata, 118
páginas.
Este libro de Silvana Ferreyra, historiadora especializada en los
estudios sobre el antiperonismo, integra la colección
La Argentina Peronista, dirigida por Gustavo Contreras y publicada por Eudem y Grupo Editor Universitario. La obra que aquí se
reseña constituye una excelente iniciativa para difundir los planteos novedosos
de la autora en un texto ameno y cautivante, así como también una apuesta
valiosa por presentar, a un público amplio, interpretaciones que ponen en jaque
elementos del sentido común y develan la vitalidad de las discusiones historiográficas
sobre el primer peronismo. En este caso, el estudio de la autora se inicia
cuando concluye dicha experiencia política y se impone el proyecto “desperonizador” de la autodenominada Revolución
Libertadora. Ya ha sido demostrada la relevancia de considerar las facetas
represiva y pedagógica que desplegó esta dictadura, pero hasta ahora no se
había puesto en evidencia cómo la segunda de esas facetas fue exitosa en cuanto
a la construcción de representaciones que circulan hasta la actualidad en los
imaginarios políticos, con gran aquiescencia en sectores antiperonistas. Este
es uno de los aportes de El peronismo denunciado, especialmente, porque permite
acercarse al tema a través de una mirilla original: la heterogénea y compleja
experiencia de las comisiones investigadoras, las personas que las integraban,
sus lógicas de funcionamiento y las perspectivas de los actores sobre
diferentes aspectos, que van de la definición de lo corrupto a la delación en
un contexto dictatorial.
Desde la Introducción, la autora traza de manera aguda las continuidades
entre el proceso histórico analizado y el debate público contemporáneo, pero no
a fin de habilitar una lectura cíclica sino de mostrar en qué medida las
acusaciones sobre corrupción son un elemento central en la conformación de la
identidad antiperonista. Para ello, no solo ofrece referencias vinculadas con
la historia del archivo explorado, por ende de las
huellas (como las llamaba Marc Bloch) que sustentan su planteo, sino que además
da cuenta de la existencia de múltiples antiperonismos.
No es casual que en el primer capítulo se aboque, justamente, a desarticular la
idea de dos bloques antagónicos y estancos. Para lograrlo, se apoya en la
literatura existente y coloca el acento en su carácter plural e inestable; al
mismo tiempo, enfatiza en un momento que considera clave: los años de la
“libertadora”, ya que allí se cristalizaron ciertas representaciones sobre el
peronismo que aún conservan vigencia en algunos sectores políticos.
En el segundo capítulo, la lente enfoca a las comisiones investigadoras,
como si fueran (en conjunto) la estación obligada de un sendero iniciado en las
páginas previas. En efecto, el lector de inmediato advierte que la propuesta
que hace la autora no es azarosa: el objetivo principal de la Comisión Nacional
de Investigaciones, creada por un decreto de Eduardo Lonardi, era examinar las
supuestas irregularidades del llamado “régimen depuesto”. De ese modo, los
rumores que los antiperonistas habían hecho correr en los años anteriores se
convertían en política oficial que habilitaba las pesquisas. En esta parte del
libro no solo brinda información precisa para aproximarse a dichas comisiones,
conocer cómo (y dónde) funcionaban y revisar la dispersión espacial que tenían,
sino que además reconstruye quiénes eran sus integrantes, qué tiempo dedicaban
a esa actividad y cuál era la significación que tenía para los actores de la
época la intervención en tales comisiones. Mediante la evidencia ofrecida, se
observa que eran espacios de poder que solían disputarse, que algunas eran
integradas por militares pero en otras primaba el
componente civil y las filiaciones políticas eran diversas, así como también la
marcada descentralización que tuvieron, tal como puede verse a partir de los
datos cuantitativos de las diversas provincias. Para ejemplificar, puede
mencionarse que la autora recabó información de 600 comisiones y subcomisiones
desperdigadas por todo el país, pero de acuerdo con sus estimaciones el número
real debía ser más abultado. Ahora bien, ¿horas y horas de arduo trabajo,
ingentes recursos económicos, miles de interrogatorios e innumerables kilos de
papel generados a través de trámites administrativos al final quedaban en la
nada? Pese a que los contemporáneos plantearon quejas por el cierre repentino
de la tarea investigadora y, además, a que un acotado porcentaje de las
pesquisas realizadas terminaron efectivamente en la justicia, de acuerdo con la
opinión de esta historiadora, la empresa no fue en vano. Por el contrario, a
partir de esa breve coyuntura histórica las representaciones que proliferaron
en torno a los “peronistas corruptos” se mantienen incólumes entre sus
opositores.
El tercer capítulo comienza con un comentario sobre qué se entiende por
corrupción, y luego se ensaya una original genealogía enfocada en explorar las
acusaciones por corrupción en Argentina, que va desde fines del siglo XIX hasta
la actualidad. Pero el foco está puesto en desentrañar las concepciones nativas
de los actores que intervinieron al promediar el siglo XX. De acuerdo con el
material documental revisado, en la época asociaban al peronismo con el caos,
el desorden y la desviación, elementos que lo connotaban como el enemigo por
excelencia del sistema democrático y que estuvieron presentes, a criterio de la
autora, desde los momentos iniciales de la dictadura. Sin embargo, la palabra
corrupción no era entonces la más común entre los “libertadores” para describir
la situación de deterioro institucional que pretendían demostrar. En cambio,
los actores empleaban frecuentemente palabras como irregularidades, negociados
o dilapidaciones. La supuesta utilización de recursos y cargos del Estado era
la acusación más usual, pero, a su vez, lo fueron los aparentes gestos
“totalitarios”, que iban desde el pago de cenas en homenaje a Perón al alquiler
de locales de unidades básicas con fondos públicos. A dichas irregularidades se
añadían las vinculadas con la corrupción moral, en cuya génesis el conflicto
entre Perón y la Iglesia católica tuvo un peso decisivo. Las imputaciones,
entonces, podían ser el culto al líder como reemplazo de la adoración a Dios (o
a la Nación), las relaciones extramatrimoniales de dirigentes peronistas, el
adoctrinamiento que los niños experimentaban en la escuela primaria o el empleo
del dinero público para fines ostentosos. Los “negociados” de los empresarios
identificados con el peronismo también fueron investigados; sin embargo,
existieron presiones que provenían de sectores conservadores y operaron como
vallas de contención en ese plano.
En el último capítulo se hace un análisis “a ras de suelo”, perspectiva
de enorme potencial para la temática estudiada. Decimos esto porque las fuentes
utilizadas (en especial, los expedientes) le permiten a la autora dimensionar
las particularidades de un proceso que, en definitiva, pretendía restaurar un
orden social que el peronismo había subvertido. Ese registro documental
posibilita el abordaje de las “tensiones horizontales” y la identificación de
aquellos actores que, por diferentes razones, hacían oír sus voces para denunciar.
Esta apuesta coloca en un primer plano las actitudes de la “gente corriente” en
una coyuntura dictatorial: la imagen que ofrecen las evidencias es compleja, ya
que permite identificar denuncias en las que son elocuentes las marcas de clase
como otras donde las cuestiones ideológicas se conjugan con disputas
personales. En tal sentido, había denunciantes que juzgaban grave que alguien
analfabeto haya ocupado un cargo público durante el peronismo, mientras que
otros acusaban a los compañeros por no cumplir sus tareas en la institución
donde trabajaban. El nivel de análisis planteado en el capítulo hace posible la
reconstrucción de las acusaciones en el ámbito escolar, laboral y barrial,
estrategia metodológica que reviste importancia para un estudio de estas
características. Queda claro que la disputa política no siempre era el leit motiv de la denuncia, razón
por la cual se puede plantear que muchas personas “manipularon desde abajo”
este proyecto “desperonizador” con objetivos propios,
situación que, a veces, explicitaban los propios integrantes de las comisiones
investigadoras. La diversidad también se advierte en las opiniones de la época:
aquellos antiperonistas “tolerantes” identificaban lo corrupto entre los
“jerarcas” y las segundas líneas peronistas; y los “radicalizados”, en cambio,
consideraban tibio el accionar de las comisiones e insistían en la necesidad de
llegar hasta el plano de los afiliados. En casos donde ocurrió esto último, los
acusados solían argumentar que las decisiones se tomaban en los cuadros
superiores, con lo cual podían salir airosos pese a que ello lesionara de
alguna manera sus propias concepciones sobre la lealtad.
En síntesis, el libro de Ferreyra resulta valioso por varias razones.
Por un lado, porque explora un tópico que presenta claros hilos de continuidad
con el presente y logra, con argumentos sólidos, hilvanar un relato que se
aleja de las visiones simplistas para poner el foco en los aspectos
problemáticos. Por otro lado, porque en sus páginas le
otorga el mismo potencial explicativo a los sucesos acontecidos (y a las
personas que intervinieron) en las grandes urbes y en los pequeños poblados de
cualquier provincia argentina. De este modo, no solo rescata opiniones de lo
más diversas, sino además arroja claridad sobre el proceso estudiado al develar
la proliferación de comisiones investigadoras a lo largo y ancho del país. Por
último, aunque no menos relevante, cabe señalar que la factura del trabajo
permite captar a un heterogéneo público lector, iniciativa que lamentablemente
no es tan frecuente en el campo historiográfico. Para decirlo de otra manera,
no es necesario especializarse en el tema ni tampoco ser un estudioso de la
Historia para sacarle provecho al libro, hecho que demuestra, a todas luces,
las condiciones de Ferreyra como investigadora y escritora.
Federico Martocci
Instituto
de Estudios Históricos y Sociales de La Pampa;
Universidad Nacional de La Pampa;
Consejo
de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)
fedmartocci@hotmail.com
Astarita,
C. (2019), Revolución en el burgo. Movimientos comunales en la Edad Media.
España y Europa. Akal: Madrid, 1.148
páginas.
No hace mucho tiempo atrás
un Ministro de Ciencia y Tecnología sostuvo que el Conicet no estaba para
solventar investigaciones acerca de la historia medieval.
Carlos Astarita,
respondió en un artículo publicado en Pagina 12 en Febrero
del 2017 (https://www.pagina12.com.ar/22812) en dónde sostuvo: “Aludir a estos
aportes tiene su significado cuando un ministro dice que estos estudios son
innecesarios para el país. Su incultura nos recuerda que el desarrollo
intelectual argentino es un constante enfrentamiento con la barbarie.”
Esta reseña refiere no solamente a un
gran libro de historia medieval sino a un libro que lleva la impronta de haber
sido escrito por un historiador que busca permanentemente establecer lazos
entre el pasado y el presente y que tiene una mirada profunda, académicamente
sólida y políticamente comprometida.
Dividido en cuatro
partes - Cuestiones recibidas; Estructuras, prácticas y subjetividad; Las
luchas; La Iglesia y sus críticos – el autor aborda el surgimiento de las
ciudades y sus agentes desde perspectivas diversas. Con un lenguaje llano,
presenta un amplísimo repertorio bibliográfico y de fuentes primarias y
secundarias para dar cuenta de los diferentes enfoques posibles a cada uno de
los problemas que alude.
En la primera parte
explica su perspectiva de la historia y sostiene que la propuesta es realizar
un análisis de la “totalidad como esencia y aprehensión conceptual del
desarrollo contradictorio del ser, siguiendo la tradición filosófica marcada
por Aristóteles, Hegel y Marx”. Para ello estudia la agitación comunal del S
XII a la que considera como raíz programática del ascenso burgués que daría
lugar a las revoluciones de los siglos XVIII y XIX. Esa agitación comunal es vista desde la
perspectiva de la historia social, entendiendo a esta última como la historia
que le otorga profundidad a la historia política y no como su antagonista.
Escrito para un
público lego en la materia, el autor presenta los aportes de medievalistas no
sólo europeos, sino también argentinos. Así, recupera a José Luis Romero quien
estudió la formación subjetiva de una clase social en “La revolución burguesa
en el mundo feudal” así como también la
polémica surgida en torno al rol de las ciudades y sus agentes en la transición
del feudalismo al capitalismo. Retoma críticamente la concepción liberal
positivista de Pirenne, para adentrarse en los aportes de Maurice Dobb y John Merrington quienes mostraron cuáles eran las actividades que
desempeñaban los habitantes de las ciudades y qué lógicas de acumulación
comenzaban a gestarse y a afianzarse a partir de las mismas. Ambos autores,
cuyos postulados son defendidos y profundizados por Astarita, sostuvieron que
si bien las ciudades – y la actividad mercantil que en ellas se realizaba – no
habían sido la causa del declive del feudalismo habían dado lugar a la creación
de un espacio diferenciado en términos económicos y sociales
así como también políticos y culturales.
También menciona los aportes de Reyna Pastor quien si bien demarcó un
espacio geográfico y temporal de abordaje de estos temas, no tuvo en cuenta la
diferenciación de la economía del artesano –destinada a la producción de bienes
de uso- y la del mercader – destinada a obtener un beneficio a través de bienes
de cambio-. La actividad artesanal de la Edad Media no nació como trabajo libre
sino como trabajo sometido a dependencia señorial y el oficio de artesanos
requería una especialización técnica lo que dió lugar al surgimiento de lo que
Astarita denomina una aristocracia plebeya. ¿Cómo adquiría el artesano el
conocimiento necesario para realizar su trabajo? Frente a la resistencia de los
trabajadores a la innovación, el gremio era un espacio que dejaba al artesano
constreñido por un conjunto de reglas pero a la vez
actuaba como institución que lo alentaba…Sahagún en el S X desplegaba una
importante actividad de mercado, y el monasterio era un centro de consumo al
que se asociaba el burgo. Comercio local, mercado semanal y feria anual- creada
en 1155- resultaban distintas formas que asumían estos intercambios orientados
a consumidores diferenciados en el que participaban mercaderes de regiones más
o menos cercanas, según el caso. Sin embargo, la mayor relevancia estaba dada
por la relación del burgo con su alfoz más que con el comercio de larga
distancia. Ya los estudios de Rodney Hilton mostraron
cómo para este período no podemos establecer una oposición tajante entre ciudad
y campo aunque la primera se configuraba como centro de poder religioso o secular que instalaba un
nuevo ordenamiento político.
Astarita no deja cabos
sueltos, ni escatima explicar los debates historiográficos que han surgido en
relación con los temas que aborda teniendo siempre como eje los conflictos que
tuvieron lugar en las ciudades de diferentes regiones - Vezelay;
Le Mans; Metz; Laon – su
objeto de estudio es la rebelión que tuvo lugar en Sahagún en el S XII. Esta
ciudad nacida a la sombra de un monasterio dedicado a los mártires cristianos
Facundo y Primitivo se convirtió- amparada por el Fuero que dictó el rey
Alfonso VII - en un importante foco, en donde convivían hombres de las más
distintas culturas, comerciantes francos y de otras regiones, con mudéjares y
judíos. Las revueltas burguesas contra el abusivo poder abacial son, junto a
las de Santiago de Compostela, paradigma en el Reino de León, por el ingente
material de fuentes que relatan no sólo el crecimiento de los burgos sino
también los conflictos que tuvieron lugar cuando estos “burgueses” enriquecidos
-mercaderes y artesanos - se levantan para reclamar “libertades” al abad que
para ese entonces – S XII – pertenecía a la abadía de Cluny. Para comprender el
surgimiento de esta ciudad Astarita deja claro que es insuficiente considerar
su origen como un acto fundacional del rey. “Según la crónica de Alfonso VII
(1047-1109) a petición de los religiosos fundó la villa de Sahagún junto al
cenobio, en el lugar donde se habían alojado los monjes con sus servidores y
algún miembro de la nobleza que ocupaba su residencia para los oficios de
cuaresma o adviento”. El relato exterioriza un encuadramiento de población que
aparenta concordar con la tesis de la mutación señorial del hábitat que se
había realizado en distintas regiones europeas. Sin embargo, esta
representación es contrariada por una escritura de 1087 en la que se manifiesta
que el acto de Alfonso VII consistió en otorgar a petición de los monjes un
régimen legal al burgo que ya existía junto al monasterio transformándolo en “bonam villam”. Luego,
considerando que la conflictividad no fue exclusiva de las ciudades del Reino
de León, y que con variaciones, tuvo lugar en otras
ciudades de la Europa medieval, el autor realiza un vasto recorrido comparativo
que está orientado a ir más allá de cada caso particular, para lograr una
reflexión de tipo conceptual y por ende con un carácter abstracto y teórico.
Esta recurrencia a
comparaciones espaciales y temporales es permanente, no sólo para mostrar el
accionar de la “burguesía”- concepto polisémico- en diferentes espacios, sino
que cada categoría y cada problema es puesto en relación con otro momento
histórico e incluso, con la actualidad. La vigencia de los debates que presenta
este libro le imprime vida y sentido no solamente a la historia medieval, sino
a la Historia como Ciencia Social. Así, por ejemplo, al tratar los orígenes y
las condiciones del campesinado no se refiere exclusivamente al campesinado
medieval, sino al campesinado del Tercer mundo en la actualidad. El análisis y
la reflexión científico-académica se presentan ineludiblemente imbricados con
un posicionamiento político, teniendo en cuenta los aportes de distintas
vertientes historiográficas e intelectuales. Se recupera el grupo de
historiadores de los Subaltern Studies que aportan miradas pertinentes para el estudio
de sociedades no capitalistas, especialmente al momento de investigar acerca de
las vidas y los conflictos no proletarios así como de
rescatar comportamientos de otras épocas que pueden resultar ilógicos para
nuestras pautas culturales. También los aportes de los historiadores marxistas
ingleses, especialmente E. P. Thompson y R. Hilton, quienes mostraron que el
campesinado no debía – y no debe- ser pensado como un “no todavía”
proletario.
En
relación con las
formas de religiosidad, comprendidas en su contexto, resulta
interesante la
propuesta del autor que rompe con la perspectiva más tradicional
que sostuvo
que la Edad Media está plagada de religiosidad y el Siglo XVIII
de
secularización, visión que alimenta la idea de un camino
progresivo de
Occidente hacia la racionalidad. Para Astarita, la Alta Edad Media fue
un periodo
en el que el cristianismo primó entre los sectores más
altos quienes hacia
fines de la Edad Moderna fueron abandonando esta convicción.
Para el mismo
período se observa una elevada cristianización popular.
Es decir, “a nivel de
pueblo se avanza del cristianismo a medias en época temprano
medieval al
cristianismo dominante en los SXVIII y XIX “. Varios
interrogantes surgen inmediatamente:
¿Cómo se trasmitió esa devoción a la
población? ¿Qué rol tuvieron los núcleos
urbanos y sus elites intelectuales en este proceso? El autor,
nuevamente,
brinda posibles respuestas desde diferentes perspectivas incluyendo la
sociología weberiana y marxista de la que recupera los conceptos
de alienación
religiosa y enajenación que lo conducen a una reflexión
en torno a un interrogante
más profundo en relación con este tema que es el modo en
que las sociedades
conciben su relación con Dios. La pregunta que lo sintetiza es:
¿Dios creó al Hombre
o el hombre creó a Dios? El autor muestra el papel de los
martirologios como género
literario y el rol que tuvieron como instrumento en el camino hacia la
cristianización, la creación del lugar de devoción
y la transformación de los
antiguos mártires en patronos del lugar. La expansión del
culto como recurso
ideológico hacía que la entrega de excedentes campesinos
al santuario se
transformara en un mecanismo que permitiría la
especialización sacerdotal, rama
primaria esencial de la división social y técnica del
trabajo rural, y le
confería peso y político y social al santuario. El apoyo
de la monarquía fue
decisivo para el crecimiento de Sahagún – inscripto en la
lógica de la
reciprocidad de la clase dominante- así como también en
las luchas contra Al-
Andaluz que fue tan condicionante para las diferencias regionales en la
Península Ibérica.
A lo largo del libro,
aparecen referencias a la metodología de la investigación que supone una
posición teórica y política que debe adecuarse a la los problemas que lo
interpelan y a las fuentes de las que dispone. De allí que recupera
críticamente diferentes perspectivas y señala el amplio repertorio de fuentes
trabajadas dejando en claro la validez de las crónicas como fuentes a condición
de tener en cuenta el momento, el lugar, el autor, sus errores u omisiones.
En un recorrido
temporal que por momentos se remonta al período tardo-antiguo, en donde se
analizan las conductas señoriales respecto a la liberación de esclavos
mostrando diferentes posturas historiográficas que la explican, Astarita
sostiene que el fin de la esclavitud no estuvo ligado directamente con la baja
rentabilidad de la misma y realiza una comparación con la abolición de la
esclavitud a América Latina hacia fines del Siglo XVIII.
Finalmente, el libro
nos muestra que los burgueses del medioevo crearon la política y con ello
dieron lugar a lo que hoy conocemos como sociedad civil. En otras palabras,
mostraron que el subalterno podía cambiar algo o mucho de lo que existía y que la
insurgencia creaba la política entendida como devenir de conflictos.
Mariana
Della Bianca
Universidad
Nacional de Rosario (Argentina)
García Hurtado, M. R.
(2020) Las innovaciones de la Armada en la España del siglo de Jorge Juan.
Consejo Superior de Investigaciones Científicas: Madrid, 618 páginas.
El Consejo Superior de
Investigaciones Científicas acaba de publicar en su colección Biblioteca de
Historia un nuevo volumen, Las innovaciones de la Armada en la España del Siglo
de Jorge Juan bajo la dirección de Manuel-Reyes García Hurtado (ed.), profesor
de Historia Moderna de la Universidad de A Coruña. El libro reúne catorce
trabajos de profesores universitarios e investigadores de diferentes ámbitos y
se ha configurado en tres grandes bloques temáticos: Puertos y ciudades, Naves
y marinos y Arsenales.
Ricardo Franch Benavent
de la Universidad de Valencia, en El crecimiento del tráfico comercial y la
mejora de la infraestructura portuaria en el Mediterráneo español durante el
siglo XVIII, analiza las transformaciones producidas en los puertos comerciales
del frente mediterráneo como consecuencia de la actividad de una burguesía
comercial que generó una demanda de tráfico marítimo que desbordaba, ya en los
albores del siglo XVIII, las instalaciones existentes construidas en la Edad
Media.
Juan José Iglesias
Rodríguez de la Universidad de Sevilla, en Las ciudades portuarias gaditanas en
el siglo de Jorge Juan revisa la
relación del marino de Novelda con la ciudad de Cádiz, centrada en la dirección
de la Escuela de Guardia Marinas, puesta en marcha del Observatorio de la
Armada, creación de la Asamblea Amistosa Literaria y el impulso a las obras del
Real Arsenal de La Carraca, que se completa con una descripción detallada de
las transformaciones demográficas y urbanas de la ciudad y su entorno.
Alfredo Vigo Trasancos de la Universidad de Santiago de Compostela
describe, en Jorge Juan y las reales obras en la villa y arsenal de Ferrol
(1751-1765). Supervisión y diseño de la <<Nona maravilla del
mundo>>, las tres estancias de Jorge Juan en Ferrol a lo largo de la
segunda mitad del siglo XVIII, evidenciando el contenido conceptual de su participación
en las obras y destacando su contribución a las obras hidráulicas y
urbanísticas con particular atención a la construcción de los diques de carenar
y a la reducción de las obras planteadas inicialmente en el arsenal y la nueva
población, sin comprometer su grandeza.
Alfredo Martín García de
la Universidad de León en Marginación y conflictividad social en el Ferrol del
siglo XVIII analiza la generación de la pobreza estructural, pobreza errante,
falsa pobreza y pobreza coyuntural en una ciudad, Ferrol, sometida a un
acelerado proceso demográfico promovido por las obras del arsenal y la nueva
población, lo que originó un fuerte desequilibrio social a lo largo de la
segunda mitad del siglo. Se ponen en contexto los mecanismos de asistencia
emanados del gobierno municipal, la Armada y las instancias religiosas.
Juan Miguel Muñoz
Corbalán en El ingeniero militar de la Corona española y el agua durante el
siglo XVIII. De las inundaciones flamencas a los puertos del Mediterráneo
profundiza en el carácter polifacético de las actividades llevadas a cabo por
los miembros del prestigioso cuerpo de Ingenieros de Ejército a lo largo del
siglo XVIII y etapas anteriores antes de la consolidación del cuerpo, haciendo
un estudio detallado muy documentado de las obras más significativas de su
primer director Jorge Próspero Verboom.
María Baudot Monroy de la
Universidad Nacional de Educación a distancia en El sueño frustrado de Jorge
Juan en 1766; doce quillas en Esteiro, seis en Cádiz
y dos en Génova relata pormenorizadamente la vuelta de Jorge Juan al mundo de
la construcción naval, después de la caída de su protector el Marqués de la
Ensenada, para dirigir el proyecto y la construcción de una serie de navíos a
través de la Secretaría de Hacienda dirigida por su amigo Miguel Musquiz al margen del Secretario de Marina Julián de
Arriaga con quien mantenía importantes diferencias. La autora desvela el proceso
a través de la correspondencia mantenida entre Juan y Musquiz a lo largo del
año 1766 en que avanzó y se frustró esta aventura de quien había sido el máximo
responsable de la construcción naval de la Corona.
Marta García Garralón de la universidad de Exeter, en Echar el punto. Aprendiendo
a navegar en las reales escuelas de náutica de la Armada española del siglo
XVIII detalla la evolución a lo largo de este siglo de las Academias de Guardia
Marinas de Ferrol, Cartagena y Cádiz que junto con las escuelas de náutica
ubicadas en los tres departamentos pusieron las bases para la formación de los
marinos, tanto en el ámbito militar como en el mercante.
Manuel-Reyes García
Hurtado de la Universidad de A Coruña en La Armada y la Luz del Norte analiza
el proceso de intercambio de información científica con una Europa ilustrada
que permitió a la Real Armada y a sus instituciones disponer de las
publicaciones científicas procedentes de los países más avanzados, sorteando el
control de la Inquisición todavía influyente, agudizado al finalizar el siglo
con la aparición de los aires revolucionarios que comenzaban a llegar de la vecina
Francia. Destaca el estudio inédito, basado en una exhaustiva documentación,
del magno proyecto del brillante oficial de Marina José Mendoza y Ríos para
crear una biblioteca general en el departamento de Cádiz.
José Manuel Vázquez Lijó
de la Universidad de A Coruña en <<Cautivos>> de Su Majestad y
prisioneros del enemigo: las tripulaciones de la Armada borbónica en un mar de
calamidades, muestra la realidad de las tripulaciones de las embarcaciones de
la Armada Real, enfrentadas a un servicio peligroso y míseramente recompensado
que se cobró miles de víctimas entre aquellos individuos incluidos en la
Matricula del Mar, que en el mejor de los casos caían con frecuencia
prisioneros en manos enemigas. El autor sigue el hilo conductor de las cartas
enviadas a sus familiares pontevedreses por los tripulantes del navío San
Agustín, prisioneros de los portugueses en la costa de Rio de Janeiro en 1777.
Agustín Guimerá Ravina del Instituto de
Historia del CSIC en el Navío de línea, una máquina de combate en el Siglo
Ilustrado analiza el comportamiento del navío como una máquina tecnológica
manejada por un microcosmos humano fuertemente categorizado, formando un
organismo sociocultural complejo que desenvolvía su actividad bajo el espíritu
de sacrificio a Dios, al Rey y a la Patria. El trabajo se desarrolla en dos
frentes, los elementos materiales que forman el navío de guerra y los detalles
del plan de combate, documentado en las instrucciones de Cosme Damián Churruca,
comandante del navío Conquistador de 74 cañones.
Juan Torrejón Chaves de
la Universidad de Cádiz, en Jorge Juan y la introducción de la máquina de vapor
en los arsenales de la Marina española del siglo XVIII analiza la utilización
de la máquina de vapor en los arsenales españoles al finalizar el siglo,
siguiendo con cierto retraso los modelos británicos desarrollados por Newcomen
y Watt. El proceso, descrito pormenorizadamente con la documentación original
de las máquinas construidas en los tres arsenales, comenzó con la obtención de
información en Inglaterra, siguió con la contratación de técnicos ajenos a la
propia Armada Real y finalizó con la posterior fabricación y operación de estas
máquinas. Se documenta la intervención de Jorge Juan en la toma de decisión de
la Armada y en la propia construcción de las dos primeras máquinas.
Juan Antonio Rodriguez-Villasante Prieto, miembro de ICONOS en Ciencia e
innovación en la oportunidad de construir la base naval de Ferrol, analiza,
utilizando un novedoso planteamiento integrador la aportación de las ingenierías
y la arquitectura en la creación de las bases navales en sus aspectos
conceptuales y funcionales. Introduce como apoyo al texto, diagramas que
evidencian las interrelaciones del proceso creativo desde la Antigüedad hasta
la Ilustración junto con una interesante aproximación a las proporciones
geométricas del arsenal de Ferrol.
Manuel Díaz-Ordoñez de la
Universidad de Sevilla en El arsenal de Cartagena y Jorge Juan: historia,
proyecto, diques y producción de jarcia para la Real Armada realiza un análisis
de la relación de la ciudad de Cartagena con el entorno mediterráneo a lo largo
de la Historia a través de las diferentes culturas que se asentaron en este
territorio. Se describe la participación de Jorge Juan en el diseño final del
arsenal con especial detalle en el proyecto y construcción de los diques de
carenar y la producción de jarcia y lona, adaptada a las necesidades de la
Armada, incluyendo la elaboración de un Reglamento que uniformizó las fábricas
de jarcia y lona de los tres arsenales.
José Quintero González
del IES de la Bahía (San Fernando) en Jorge Juan y el arsenal de La Carraca
establece que la implicación determinante de José Patiño en la creación del
arsenal del vértice sur de la península, aunque fue bajo la tutela de Ensenada
cuando las obras avanzaron con gran rapidez. Detalla el autor las
interferencias que se produjeron debido a las difíciles relaciones de Jorge
Juan con el Secretario de Marina Julián Arriaga y con
el Director de Construcciones Cipriano Autran,
produciéndose de forma más acusada que en los otros dos arsenales la colisión
entre el novedoso sistema inglés y el sistema de influencia francesa practicado
hasta entonces por Autrán.
Añadiendo a su
interesante contenido una cuidada edición, el libro recoge un conjunto de trabajos
de investigación que se incorporan a la bibliografía de estudios sobre el siglo
XVIII y se suma a la estela de una serie de publicaciones anteriores dirigidas
también por el profesor García Hurtado, fruto de reuniones científicas
mantenidas en el entorno de la universidad de A Coruña, bajo la temática
general de la Ilustración Española.
Universidad de A Coruña (Ex) (España)
jmjuga@gmail.com
Glasman, L. y Rot, G. (Comp.), (2020). Entre la
Revolución y la Tragedia. Fotografías, documentos y miradas sobre la Semana
Trágica. Buenos Aires: El Topo Blindado, 380 páginas.
Entre la Revolución y la
Tragedia es una obra necesaria y superlativa desde la propuesta que la
atraviesa. El libro compilado por Glasman y Rot, en el cual participan reconocidos investigadorxs,
es una propuesta de difusión gratuita con el propósito solidario y altruista de
acercar esta fuente de conocimiento tanto al público académico como al público
en general. Es superlativa en la medida en que moderniza la forma convencional
en que solemos concebir el libro como medio, ya que incorpora un valioso corpus
de documentos e imágenes que acercan a lxs lectorxs a soportes visuales que permiten dimensionar y
adentrarse en el contexto epocal y editorial del
período abarcado por el libro. Solo cabría remarcar como faltante, algo
deseable en la medida que ayuda al lector a introducirse en la problemática general
que atraviesa a la obra, que sería una introducción o prólogo. De esta forma,
el libro nos propone un recorrido novedoso, haciendo de este una experiencia
diferente, transformándolo en una fuente diversa y rica.
El libro se estructura en
torno a acontecimiento que tuvo lugar durante enero de 1919, la Semana Trágica.
La relevancia del abordaje de la Semana Trágica radica en que fue uno de los
episodios más violentos en el cual se vio inmersa la clase trabajadora
argentina, y que se inscribe en un contexto internacional específico: la
inmediata posguerra.
Glasman y Rot comprenden
que la Semana Trágica no puede ser pensada en la individualidad argentina, y es
por ello que relevan una gran cantidad de “otras Semanas Trágicas” en Sudamérica
que permiten inscribir a todos estos conflictos en el marco de un liberalismo
que está empezando a demostrar sus límites y que encuentra en la represión una
forma de barrer con todo tipo de freno a la consolidación definitiva de los
tres mercados fundamentales para su desarrollo: mercado de trabajo, capital y
tierra. De esta forma, los Estados configuran una estructura de represión que
ya no se inscribe en la dispersión o limitación del accionar obrero en las
calles, sino que se instituye como represión ejemplar que adquiere
“...dimensiones de grandes matanzas o masacres” (pp. 9).
Argentina, pero también
el conjunto continental, ya se encuentran insertos en un mercado mundial, en un
proceso de mundialización por el cual no sólo circulan mercancías y capitales
sino también personas, ideas y luchas. De esta forma, la gran dependencia al
mercado externo conlleva una sensibilidad económica y política con respecto a
los que sucede fundamentalmente entre sus principales clientes y proveedores.
Es por ello que la Semana Trágica se inscribe en un cuadro mayor que incluye el
fin de la Gran Guerra y su corolario de crisis económica y descenso del precio
de commodities, pero también en el de la Revolución
Rusa y los diversos conflictos que se desarrollaron en Europa.
El libro se compone de
dos áreas: en la primera contamos con la compilación de los trabajos realizados
por lxs investigadorxs, y
en la segunda parte se encuentra el corpus documental comentado, así como
también el apartado fotográfico. Los dos primeros capítulos proponen un recorrido
que sitúa a la Semana Trágica dentro del contexto continental e internacional
dando cuenta de la delicada coyuntura económica en que se encuentra Argentina
como productora primaria.
En el tercer capítulo,
Horacio Silva desarrolla lo que titula como “Postales de Buenos Aires”,
llevando al lector por la realidad urbana de la clase trabajadora, su vida
cotidiana, espacios de sociabilidad y vivienda. Con gran destreza y pluma,
Silva nos adentra por el recorrido que realizó el cortejo fúnebre que acompañó
a los obreros asesinados de los Talleres Vasena desde la fábrica hasta el
cementerio de la Chacarita.
En los siguientes
capítulos, serán Alejandro Belkin, Hernán Díaz, Fernando López Trujillo y
Hernán Camarero quienes se encarguen se complejizar el variopinto arco obrero y
partidario que componía aquel movimiento de lucha, analizando cada uno a un
actor particular. Díaz tratará de dar cuenta de un derrotero del Partido
Socialista (PS) capaz de hacer comprensible su progresivo alejamiento del
movimiento obrero de base y sus dos fracturas internas más importantes: el
Sindicalismo revolucionario y el Partido Socialista Independiente (PSI).
Trujillo analizará el rol
que tuvo el anarquismo en aquella Semana Trágica, remarcando que el gremio de
metalúrgicos que llama a la huelga en los Talleres Vasena estaba federado
dentro de la Federación Obrera Regional Argentina (FORA) del V° Congreso, es decir, anarquista. Se destaca la
participación inmediata y contundente del anarquismo en aquellas duras
jornadas, donde el horizonte dejaba de ser reivindicativo para volverse
revolucionario. A su vez, recorre el proceso de arribo y consolidación del
anarquismo en el país y cómo este se constituyó en el formador del movimiento
obrero.
Belkin, por su parte, se
encarga de estudiar al Sindicalismo revolucionario, que para instancias de 1919
ya es la corriente hegemónica dentro del movimiento obrero nacional,
aglutinando gremios estratégicos y de enorme peso como la Federación Obreros
Marítimos (FOM) y la Federación Obrera Ferrocarrilera (FOF). El autor recorre
las discusiones internas y decisiones que la FORA del IX°
Congreso, de mayoría sindicalista, había adoptado en torno a los sucesos de
Vasena. Destaca su participación directa en los sucesos de enero de 1919,
aunque estos se limitarán a adoptar una posición pragmática, que se encontraba
supeditada a la aceptación de un acuerdo por parte de los obreros de los
Talleres Vasena y la liberación de los trabajadores caídos presos, cuando estos
dos puntos fueran cumplidos, la huelga se daría por finalizada.
Finalmente, Camarero
estudia el surgimiento y desarrollo del Partido Socialista Independiente,
antecesor del comunismo en Argentina. Al aumento de la conflictividad social en
el país desde 1917, producto de la desocupación, se sumaba el factor ideológico
que suponía el triunfo de la Revolución Rusa durante aquel año. En ese contexto
de fervor revolucionario, el Partido Socialista, que ya había sufrido una
crisis hace quince años con el sindicalismo revolucionario como corriente interna,
ahora se enfrentaba a nuevos cuestionamientos producto de su “desviación
parlamentaria” y su “degeneración reformista”, características que la Ley Sáenz
Peña había ayudado a catalizar al inducir al PS hacia un horizonte definitivamente
reformista. Si ante los sucesos de la Semana Trágica, el anarquismo había sido
contundente en sus decisiones y algo prudente y mesurada la de la FORA
sindicalista, la actitud del PSI fue de apoyo a “...la continuidad y profundización
de la lucha obrera, pero no desplego una línea de acción directa y
revolucionaria, en este punto con más cercanía a la del PS y a la de la
dirección mayoritaria de la FORA IX° Congreso” (pp.
82).
En otro orden de
análisis, el libro cuenta con dos capítulos sobre el rol jugado por las fuerzas
represivas, desarrollado por Gabriel Rot y Daniel Mazzei. Éstas fueron tanto oficiales, al mando del General
Dellepiane, como civiles, al mando de quienes se intitulaban como “la juventud
argentina”, y ambas se encargaron conjuntamente de reprimir a lxs obrerxs y al cortejo fúnebre.
El surgimiento se sectores xenófobos, nacionalistas y católicos supusieron un
insumo valioso para las fuerzas represivas ya que eran quienes hacían la “tarea
sucia” al margen de la represión institucional. En tanto a la represión
policial, esta se sumió en una crisis institucional llegando a cambiar cuatro
Jefes de Policía durante aquellas conflictivas jornadas veraniegas.
La obra cuenta también
con un capítulo de Ayelén Burgstaller sobre el rol
jugado por la prensa burguesa, desinformando y operando maniobras para
boicotear la lucha obrera, creando un discurso legitimador sobre la represión a
partir de construir un enemigo interno basado fundamentalmente en la imagen del
extranjero. Lucas Glasman, por su parte, redacta dos
capítulos, uno vinculado a los ecos de la huelga y su rápido alcance nacional,
y otro titulado “Retrato de familia” donde desarrolla la historia familiar de
los Vasena, exponentes de la imagen del self-made man, en boga en aquellos años.
Gabriel Rot hará un análisis sobre el rol del gobierno radical ante
el conflicto social, remarcando su política bifronte entre el diálogo y la
conciliación, por un lado, y la represión por el otro. El autor sostiene que en lo esencial, el modelo agroexportador fue escasamente
criticado o modificado por el nuevo gobierno salido de la Ley Sáenz Peña,
destacando como novedad la política de vinculación del gobierno con las clases
menos favorecidas, en las cuales encontró un interlocutor que sirviera de base
de sustentación de su gobierno.
Finalmente, tenemos un
trabajo de Débora D’Antonio analizando el rol de las
mujeres, rescatando y visibilizando su actividad en aquellos largos cuarenta
días desde el inicio del conflicto. La brecha salarial entre hombres y mujeres
era un factor escandaloso, que sumado a las diversas
formas de violencia patriarcal, así como una larga experiencia de conquista
progresiva de espacios de lucha y expresión, la autora retoma para explicar
cómo llega la lucha de las mujeres a instancias de la Semana Trágica, contando
ya con un largo recorrido de luchas previas.
La segunda parte del
libro se compone de un gran acervo fotográfico y documental, en el cual lxs actorxs de aquellas violentas
jornadas cobran vida, incorporando la posibilidad de acercar a lxs lectorxs a aquel conflicto
desde el soporte visual. En un gran trabajo de exhumación documental, se logra
construir una gramática visual que restituye a lxs actorxs tanto de parte del movimiento obrero en las calles
como de las fuerzas represivas.
Como quien mira por el
ojo de la cerradura, este libro nos adentra en todo un clima de época que se
articula a través de capítulos que abarcan el conflicto social, los partidos y
gremios, las fuerzas represivas, el rol del estado y los medios, así como la
restitución necesaria del rol de las mujeres. La segunda parte, lejos de ser un
anexo, constituye un medio fundamental para comprender y profundizar en el
proceso histórico estudiado desde un soporte poco utilizado, pero de un enorme
potencial didáctico y analítico. El libro es un gran aporte para comprender no
sólo el triste episodio de la Semana Trágica, sino para comprender todo un
clima de época.
Carlos Alberto Álvarez
Universidad
Nacional de Rosario (Argentina)
carlosmdp25_@hotmail.com
Babiano, J., Gómez, G., Míguez, A., y
Tébar, J. (2018). Verdugos impunes: el franquismo y la violación sistémica
de los derechos humanos. Pasado & Presente: Barcelona, 285 páginas.
Se
cumplen diez años desde que el 14 de abril de 2010, en el 79.º aniversario de
la proclamación de la Segunda República Española, víctimas de la última
dictadura en España presentasen ante los tribunales de justicia de la República
Argentina[1] una
querella criminal con el propósito de abrir una investigación sobre los
crímenes de lesa humanidad ocurridos durante el régimen de Franco. De esta
forma, perseguían acabar con la impunidad y el silencio que la Ley de Amnistía
de 1977 y la transición, en general, habían impuesto. Cinco años más tarde, en 2015, con el
objetivo de acompañar a futuras querellas, CEAQUA (la Coordinadora estatal de
apoyo a la Querella Argentina contra crímenes del franquismo) encargó a los historiadores
José Babiano, Gutmaro Gómez, Antonio Míguez y Javier
Tébar, autores de la obra objeto de esta reseña, la elaboración de un informe
pericial de contexto sobre la violencia política estatal durante la dictadura. Ese
informe técnico finalmente culminaría en Verdugos impunes: el franquismo y la violación sistémica de
los derechos humanos, una
adaptación del documento previo al formato convencional de un libro.
El trabajo se inserta en el campo de
estudio de los derechos humanos y la memoria, denominado así por la socióloga argentina
Elizabeth Jelin[2]
para referirse a un espacio de investigación interdisciplinario donde el análisis
de la historia (del pasado reciente) entrelaza diferentes disciplinas como la
sociología, la antropología, el derecho o la educación, entre otros. El texto está
estructurado en cinco grandes capítulos, incluyendo también una excelente
introducción y unas imprescindibles conclusiones y reflexiones finales, así
como distintos apartados destinados a las notas, la bibliografía y el índice
alfabético, que contextualizan de manera general y cronológica, principalmente
a través del aparataje legal del régimen, el franquismo y las violaciones de
derechos humanos llevadas a cabo por el estado español desde 1936 hasta el
final de la dictadura y los primeros años de transición a la democracia.
Así, en el primer capítulo: El
franquismo, un régimen dictatorial, los autores argumentan —parece una
broma tener que hacerlo, pero resulta un punto importante— la caracterización
del franquismo como un régimen dictatorial. El régimen franquista se distinguió
por estar fuertemente influenciado por el nazismo y el fascismo italiano. Así
pues, comenzó a trabajar estrechamente con ellos desde antes del golpe de
estado de 1936[3].
Igualmente, desarrolló un sistema de “democracia
orgánica”: una suerte de régimen autoritario con tintes españoles en el cual se
“rechazaba el sufragio universal, el parlamentarismo, la democracia occidental
y la existencia de partidos políticos, a excepción de FET de las JONS” (p. 20).
Esta democracia orgánica, cuyos pilares institucionales eran el ejército, la
falange y la iglesia católica, fue posible a través de dos
instrumentos legales: el Fuero de los Españoles de 17 de julio de 1945 y la Ley
de Bases de Régimen Local de 1945. Este régimen otorgó poderes absolutos al
dictador Francisco Franco gracias a las Leyes del 30 de
enero de 1938 y del 8 de agosto de 1939 que lo proclamaron jefe del Estado, del
Gobierno y del Ejército.
Sin embargo, lo que define claramente (no
de forma exclusiva, por supuesto) al régimen franquista como un estado
dictatorial es la violación ininterrumpida de los derechos humanos y, del mismo
modo, de los derechos civiles, políticos y sociales que eran reconocidos en
otros regímenes democráticos, como, por ejemplo, el derecho de reunión y
asociación, el divorcio, el matrimonio civil, etc.
La represión y la violación de derechos bajo
el franquismo podemos dividirlas en dos etapas que, aunque han sido diferentes
en cuanto a las formas, han operado bajo una misma lógica. La primera etapa, abordada
esencialmente en los capítulos dos y tres: La violencia franquista durante
el golpe, la guerra y la postguerra y La violación masiva de los
derechos humanos tras la victoria, corresponde al periodo comprendido entre
el golpe de estado y las primeras dos décadas de la dictadura. A partir del golpe
de estado de 18 de julio de 1936, los sublevados promulgaron una serie de
bandos que declaraban el estado de guerra y amparaban la violencia cometida en
los primeros compases de la guerra civil. Estos bandos fueron la base para la constitución,
posteriormente, de la Junta de Defensa Nacional que asumió todos los poderes
del Estado y representó al país ante las potencias extranjeras. La Junta de
Defensa Nacional, constituida el 24 de julio de 1936, se mantuvo hasta el
nombramiento de Franco y la creación de la Junta Técnica del Estado. Durante
este periodo inicial también se crearon distintos decretos reservados a la
depuración (purga ideológica, si se quiere) de funcionarios públicos. El
decreto 108 de 13 de septiembre de 1936 mandó la suspensión de los funcionarios
que se consideraban antipatriotas. Este mismo decreto de la Junta de Defensa
Nacional ilegalizó los partidos políticos e incautó sus bienes[4].
Este decreto sería reforzado más tarde por el Decreto-Ley de 5 de diciembre de
1936 de la Junta Técnica del Estado y la Ley de 10 de febrero de 1939. Algunos
colectivos, como el educativo, sufrirían especialmente el sistema de
depuración. Para justificar la violencia cometida sobre amplios sectores de la
población se promulgó la Ley de 1 de marzo de 1940 sobre Represión de la Masonería
y el Comunismo, cuyo fin era perseguir y castigar a masones, judíos y
bolcheviques, a menudo sin pruebas materiales de esos vínculos.
Tras estas primeras medidas, el régimen
instauró las bases jurídicos-policiales que operarían durante todo el periodo
de la dictadura. En primer lugar, la Ley de 8 de marzo de 1941 que reestructuró
los cuerpos de seguridad en dos: el Cuerpo general de la policía y el
Cuerpo de policía armada y de tráfico, profundizando así en la militarización
de las fuerzas policiales. Las fuerzas encargadas de la represión, como la
policía armada, la guardia civil, la policía política y la brigada de
investigación social (más tarde Brigada político social), poseyeron una fuerte
estructura militar. En segundo lugar, la
Ley de Seguridad del Estado de 29 de marzo de 1941 que instauró una
gama de delitos que quedaban bajo la jurisdicción militar e instituía la pena
de muerte como pena única en diversos casos. Por último, el Decreto-Ley de 18
de abril de 1947 que se ocupó de la represión de los delitos de bandidaje y
terrorismo.
Los
autores del libro cuantifican en 150.648 las víctimas hasta 1945. Dos terceras
partes del total fueron asesinadas sin sentencia y enterradas en fosas comunes[5]. La
violencia fue ejercida mediante fusilamientos masivos judiciales y
extrajudiciales, cárcel, torturas, desapariciones forzadas, expropiación e
incautación de bienes privados, violaciones a mujeres, apropiación de niños y
niñas, trabajo esclavo, etc. De igual manera, habría que sumar el exilio impuesto
a miles de españoles republicanos: 9.000 aproximadamente de ellos acabarían en
los campos de concentración nazi[6].
La segunda etapa represiva del franquismo
la encontramos referida en el capítulo cuatro del libro: Represión y
«tardofranquismo»: la institucionalización de un peculiar modelo dual,
abarcando desde aproximadamente 1960 hasta el final de la dictadura. Esta etapa
se caracterizó por la creación de tribunales especiales de carácter civil. Sin
embargo, los tribunales militares se mantuvieron y la policía política,
profundamente militarizada, continuó con sus actividades hasta el final de la
dictadura. El marco legislativo de la represión en esta segunda etapa —la
jurisdicción militar continuó aplicándose para los delitos considerados más
graves— fue efectivo en virtud de la Ley de 30 de julio de 1959 de Orden
Público, el Decreto de Bandidaje y Terrorismo de 1960 y el Tribunal de Orden
Público (TOP) de 1963. El TOP persiguió a la oposición al régimen y fue el
heredero del Tribunal Especial que se creó con la Ley para la Represión de la
Masonería y el Comunismo, antes mencionada. Así, el tardofranquismo reprimió a
la disidencia política utilizando la tortura y eliminando garantías jurídicas con
los estados de excepción. Los estados de excepción se constituyeron como uno de
los instrumentos represivos más utilizados con un total de once entre 1956 y
1975.
Una de las ideas centrales del libro, planteada
substancialmente en el capítulo 5, tiene que ver con el carácter sistémico de
la violencia contra los “enemigos de España”: militantes de los partidos del
Frente Popular, sindicatos obreros, cargos públicos que no se sumaron al golpe,
intelectuales de convicciones republicanas, miembros de la masonería, colectivos
que no se ajustaban a los cánones morales y, en general, ciudadanos por sus
ideas o su identidad. Los autores destierran así la idea defendida por ciertos
sectores conservadores (revisionistas) de que la violencia fue espontánea y,
por ende, no planificada. En definitiva, concluyen: la dictadura fue impuesta
violentamente a los españoles y durante su primera etapa confeccionó el
exterminio de un grupo social amplio de la población española. Transcurridos
los primeros años, las prácticas de violencia continuaron y fueron sistemáticas
a través de ciertas instituciones del estado.
Los historiadores cierran el libro
reflexionando sobre la impunidad que la Ley de Amnistía de 15 de octubre de
1977 instauró. Así, apuestan por la necesidad de establecer un profundo debate sobre
el tema en la sociedad española. El trabajo, en suma, se posiciona como un
referente imprescindible para todos aquellos interesados en el estudio del
franquismo, la memoria histórica y los derechos humanos.
Juan Miguel Martínez Martínez
Universidad de Granada (España)
jmarz@ugr.es
[1] Es
destacable la elección de Argentina para presentar esta querella, a 35 años del
Juicio a las Juntas, es un ejemplo de justicia sobre los crímenes de lesa
humanidad cometidos por el estado.
[2] Véase Jelin, E. (2004). Los
Derechos Humanos y la Memoria de la Violencia Política y la Represión: la
Construcción de un Campo Nuevo en las Ciencias Sociales. Estudios Sociales,
27, p. 91-113.
[3] Así lo refleja en su libro, por ejemplo, Hernández, C.
(2015). Los últimos españoles de Mauthausen. Barcelona: Ediciones B.
[4] Otras
leyes sobre incautaciones: Decreto ley de 10 de enero de 1937 y Ley de Responsabilidades
Políticas de febrero de 1939.
[5] Según
la investigación de los autores, existen algo más de 2.000 fosas comunes en el territorio
español.
[6] El
franquismo tuvo un papel activo en la muerte de miles de republicanos españoles
en campos de concentración nazis. Véase Hernández, C. (2015). Los últimos
españoles de Mauthausen. Barcelona: Ediciones B.