Typography
and its clues: the case of a seditious pasquín in San Juan- Argentina (1866). A
proposal to approach public sphere from the use of judicial files
Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes,
Universidad Nacional de San Juan
(Argentina)
ruedamines@gmail.com
Resumen
A lo largo del siglo XIX, los espacios de debate público en San
Juan fueron restringidos: la poca tolerancia al disenso y los controles que la
elite dirigente ejerció sobre la opinión, llevaron a que las críticas y los
desacuerdos circularan por medios ajenos a la prensa escrita. En este artículo
nos proponemos examinar la forma en que esas opiniones contestatarias fueron
producidas y puestas en circulación. Para ello, rescataremos el caso de un
pasquín sedicioso, impreso de forma clandestina en la provincia, en el año
1866. Las evidencias incluidas en la causa judicial emprendida contra sus
presuntos autores nos servirán para reconstruir las condiciones en las que la
hoja fue compuesta y exteriorizada de forma pública. Asimismo, por las
características del objeto de estudio en cuestión - fragmentario, escurridizo-
trabajaremos desde el enfoque propuesto por el paradigma indiciario.
Palabras Clave
espacio público; pasquín; opiniones contestatarias; causas
judiciales; Siglo XIX.
Abstract
Throughout the 19th
century, the spaces for public debate in San Juan were restricted: the low
tolerance for dissent and the controls that the ruling elite exercised over
opinion led to criticism and disagreements circulating through media outside
the press. In this article, we propose to examine the way in which these
controversial opinions were produced and circulated. To do this, we will rescue
the case of a seditious pasquín printed clandestinely in the province in 1866.
The evidence included in the legal case against its alleged authors will help
us to reconstruct the conditions in which the sheet was composed and
externalized by public form. Likewise, due to the characteristics of the object
of study in question - fragmentary, elusive - we will work from the approach
proposed by the index paradigm.
Keywords
public sphere; lampoons; Contentious opinions; legal causes; XIX century.
Introducción
En América
Latina los procesos revolucionarios de emancipación produjeron importantes modificaciones
en la vida política. Uno de esos cambios estuvo dado por la constitución de
espacios públicos[1] destinados a la discusión e
intercambio de opiniones. En cafés, tertulias y
asociaciones, en la calle o en la plaza; la lectura de la prensa y otros
escritos sirvió para entablar debates que, en muchos casos, se volvieron
fuente de legitimación política (Guerra &
Lempérière, 1998; Palti, 2007; Goldman, 2009; Molina, 2009; Pas, 2010). La
emergencia de estos ámbitos de deliberación y su separación de la esfera
estatal fue un proceso que presentó innumerables limitaciones. De hecho, una
situación que se dio con frecuencia en algunas ciudades, es que muchos de los
periódicos que se publicaron a lo largo del siglo XIX fueron iniciativas de los
mismos gobiernos de turno[2] y no acciones que provenían
de sectores que actuaran fuera del poder y en oposición a este (Bernaldo
González de Quirós, 1999, 2001; Guerra & Lempérière, 1998).
En San Juan, específicamente, la
administración de la imprenta gubernamental estuvo supeditada a los constantes
traspasos de poder que se dieron entre los grupos políticos en pugna. Esto
condujo a que, durante gran parte del siglo XIX, varios periódicos aparecieran
y desaparecieran al ritmo de los cambios de gobierno[3].
La inexistencia de otras imprentas y la ausencia de marcos regulatorios locales
que garantizaran la libertad de expresión, cercenaron durante varias décadas
las posibilidades de que existiera un ámbito estable de discusión pública,
desligado de la esfera estatal.
Usualmente,
los periódicos de San Juan entablaban controversias con publicaciones que eran
producidas en otras provincias; es decir, que no tenían como interlocutores a
otros periódicos locales. El debate público pudo ser enriquecido
-excepcionalmente- con la concurrencia de al menos dos posturas divergentes,
cuando además de la imprenta estatal, funcionó otro taller tipográfico de
iniciativa privada[4]. Pese a ello, los espacios
de disidencia (Ayrolo, 2005) continuaron siendo restrictivos, y algunas
opiniones - por su carácter crítico y contestatario- quedaron relegadas al
ámbito privado, o emergieron en el espacio público de forma clandestina y
anónima, por medio de la circulación de pasquines, libelos y rumores.
En el
presente artículo, reconstruiremos la manera en que un pasquín sedicioso fue
producido y exteriorizado en el espacio público sanjuanino en noviembre de
1866, momento de gran agitación en la provincia. El gobierno liberal de Camilo
Rojo - al que se enfrentaban grupos federales, ahora relegados del poder- y la participación
de San Juan en la Guerra del Paraguay, fueron el caldo de cultivo de una serie
de disidencias que sólo podrían tomar estado público, por medio de la
publicidad clandestina.
El carácter
singular y fragmentario de nuestro objeto de estudio nos conduce a trabajar
desde el paradigma indiciario (Guinzburg, 1999), enfoque de corte cualitativo que propone, entre otras cosas, un estudio intensivo de lo micro social. Las investigaciones de este tipo, suelen abordar sujetos,
prácticas y significaciones difíciles de detectar, debido al escaso
registro que han dejado en documentos y testimonios escritos. La búsqueda de indicios y la construcción de conjeturas son dos de los
principales postulados de este paradigma, que orientarán este trabajo.
Asimismo,
los expedientes judiciales[5], documentos que testimonian
la judicialización de los presuntos autores o “circuladores” de pasquines y
libelos, constituyen una vía insustituible para localizar estas “formas
contestatarias de opinión”[6]. Estas fuentes poseen una
singularidad que otros documentos no tienen, y es que en la mayoría de los
casos, se trata de investigaciones que buscan determinar la autoría de un
determinado delito. De manera que, la lógica conjetural e indiciaria también
está presente en sus fojas. En otros términos, investigamos a partir de los
datos expuestos en otra pesquisa. Esta complejidad supone que, en muchos casos,
atendamos a los indicios o conjeturas que guiaron el accionar del agente
judicial, o que por el contrario, encontremos nuevos elementos que habrían
pasado desapercibidos durante el proceso.
Por otro
lado, es necesario advertir que las voces de quienes son interrogados en los
procesos judiciales, se encuentran atravesadas por una serie de mediaciones que
hacen imposible ver en esos documentos una huella directa del pasado (Gallucci,
2010). Parte de esas mediaciones está constituida por la actuación de los
funcionarios judiciales, el proceso de conformación de pruebas o evidencias,
los modismos propios del discurso legal (Barreneche, 2015) y el contexto en el
que se dio el proceso judicial. Pero también, por las intervenciones que los
mismos investigadores ejercen en la construcción de esa fuente. Recordemos que,
un expediente judicial deviene en fuente histórica, cuando es sometido a
preguntas de investigación. Estas dependerán del contexto, la formación
académica, y el enfoque teórico al que adscriba quien investiga.
En esta
oportunidad, emplearemos como principal corpus documental una causa del Fondo
Penal del Archivo del Poder Judicial y Registro Inmobiliario de la Provincia de
San Juan. La misma[7] presenta dos ejemplares
originales del pasquín como evidencia de la acusación realizada. Esto es muy
valioso, no sólo porque este tipo de literatura es muy escasa en comparación a
otros escritos públicos como la prensa, sino porque además nos permite tomar
conocimiento de la materialidad del texto en cuestión. Así, el tipo y tamaño de
papel, el formato en el que es presentado al lector (impreso o manuscrito), la
tipografía y tintas empleadas, son elementos que nos aproximan a las
condiciones (culturales, tecnológicas, políticas, sociales) en las que fue
producido y leído un determinado texto (Chartier, 1993). De allí que trabajemos
en línea con algunos postulados de este enfoque culturalista y materialista.
Un
pasquín “sedicioso y alarmante” en San Juan (1866). La causa judicial contra
Juan de Dios Lejas y Ambrosio Burgoa
En San Juan
-al igual que en otros sitios de Latinoamérica- la elaboración y difusión de
libelos y pasquines eran prácticas que se remontaban al periodo colonial, pero
que, por diversos motivos, continuaron existiendo durante todo el siglo XIX. La
instalación de la imprenta no implicó la desaparición de estas formas de
comunicación que coexistieron, interactuaron y en algunos casos, rivalizaron
con la información provista por la prensa escrita.
En general,
aunque no siempre, eran composiciones breves que posibilitaban una rápida
lectura de su contenido. En comparación a otros escritos públicos como las cedulillas
–panfletos u hojas volantes que se arrojaban en lugares públicos- los pasquines
eran fijados en muros y puertas, por medio de cera, engrudo o pequeñas tachuelas. Esto suponía una
debilidad para este tipo de escritos (Guerra, 2002), que al ser arrancados por
autoridades o personas afectadas por el contenido de la publicación, perdían -
en cierta forma- potencial de circulación. Usualmente eran distribuidos de
noche (Ruiz Astiz, 2016), a fin de evitar la vigilancia de las autoridades y
así preservar la identidad de sus divulgadores. A diferencia del libelo,
definido por Revilla Orías (2009) como “un escrito breve e infamante contra
alguien o algo”, el pasquín es:
Un libelo de contenido
contestatario, satírico-político, que plantea una queja contra una situación o
persona concreta, frecuentemente una autoridad. Se trata de un texto singular a
nivel del discurso. Su(s) autor(es) hablan de o desde un colectivo. No estamos
únicamente ante un texto de denuncia. Su contenido hace explícito o deja
entrever un proyecto de cambio, así como los medios que se usarán para forzar
el pedido en el futuro inmediato. (p. 34)
Si bien
Revilla Orías (2009) habla de los pasquines y libelos producidos en Charcas en
el periodo tardo colonial, muchos de sus elementos se aproximan a la naturaleza
de los escritos clandestinos que circularon en San Juan a lo largo del siglo
XIX.
Es necesario
aclarar, por otra parte, que aunque los archivos judiciales contengan pocos
registros o casos referidos a este tipo de textos –como podemos observar en el
cuadro-, la divulgación de pasquines y libelos fue una práctica recurrente a
nivel local[8]. Recordemos que, no toda
producción de escritos clandestinos terminó en un proceso judicial, puesto que,
como señalan Revilla Orías (2009) y Ruiz Astiz (2016), para las autoridades era
muy difícil localizar a sus presuntos autores.
Procesos judiciales que abordan los
delitos de injurias, calumnias y sedición en periódicos, pasquines y libelos en
San Juan (1862-1872) [9] |
||||||||||||
Año Delito y Soporte |
1862 |
1863 |
1864 |
1865 |
1866 |
1867 |
1868 |
1869 |
1870 |
1871 |
1872 |
Total |
Injurias y calumnias en la prensa |
- |
- |
1 |
- |
4 |
1 |
3 |
2 |
1 |
4 |
- |
16 |
Injurias, calumnias y sedición en
pasquines y libelos |
2 |
- |
- |
- |
1 |
- |
2 |
- |
- |
- |
- |
5 |
Fuente: elaboración propia a partir del relevamiento efectuado en el Archivo del Poder judicial y Registro Inmobiliario de la Provincia de San Juan
De hecho, de
la triangulación con otras fuentes, encontramos casos que no están registrados
en ningún proceso judicial. Esto puede ser porque, efectivamente, no se labró
una causa o porque el expediente fue sustraído del archivo en algún momento.
Gracias al análisis de correspondencia privada, sin embargo, pudimos detectar
pasquines que buscaban amedrentar o amenazar a alguna autoridad –esto le
sucedió en 1855 a Nicasio Marín, Presidente de la Cámara de Justicia
sanjuanina”[10]- o libelos que habían sido
escritos en Buenos Aires en 1858, pero que circulaban en San Juan con el
objetivo de difamar al entonces presidente de la Confederación Argentina, Justo
José de Urquiza[11]. En casos como este último,
los textos se infiltraban en el espacio público local por medio de
correspondencia privada. No era extraño entonces, que en su afán de controlar
los circuitos de opinión, las autoridades públicas interceptaran estos
documentos.
La aparición
de esta literatura clandestina suscitaba la intervención inmediata del
inspector de policía y del funcionariado judicial, que arbitraban todos los
medios disponibles para descubrir - si es que podían hacerlo- a sus presuntos
autores. La mayor parte de ellos eran varones, aunque también se ha localizado
de manera excepcional el caso de una mujer acusada de ser la presunta autora de
un pasquín[12].
Los
pasquines solían aparecer en momentos de crisis y disconformidad, haciendo
públicas ciertas “insatisfacciones coyunturales” (Revilla Orias, 2009). Así
sucedió en San Juan en noviembre de 1866, momento en el que se vivía un clima
de inestabilidad política. El gobernador Camilo Rojo- aliado del gobierno
nacional- debió enfrentarse a los embates de ciertos grupos locales relegados
del poder, que aprovecharon la coyuntura política, para desestabilizar el
orden. Las resistencias ocasionadas por la Guerra del Paraguay (1865-1870) -
debido a las contribuciones impositivas y al reclutamiento de hombres- y la
acción insurgente de antiguos referentes federales en varias provincias del
oeste argentino, se inscribieron dentro de esta coyuntura.
El 22 de octubre de 1866, unas semanas
antes de que apareciera el pasquín, el gobierno sanjuanino descubría y
desbarataba una conspiración, que reconocía entre sus cómplices a antiguos
referentes federales, entre los que se encontraban Napoleón y Carlos Burgoa,
Manuel Benigno Zelada, Juan Quiroga, Ignacio Benavides y Benjamín Aguiar. La
instigación del hecho correspondió a Emilio Castro Boedo[13],
sacerdote salteño, que actuó en colaboración
con el diputado provincial José Ignacio Flores (Peñaloza
de Varesse & Arias, 1966). El clima de conspiración se extendió a la
vecina provincia de Mendoza y el 9 de noviembre de 1866 estalló una insurrección
que culminaría con el triunfo de los llamados “Colorados”[14].
Las detenciones que dispuso de forma preventiva el gobernador mendocino Melitón
Arroyo no impidieron, sin embargo, que se produjera la sublevación. La misma se
inició a partir del descontento de la policía por el atraso en el pago de sus
salarios y de 280 soldados de la Guardia Nacional que se negaron a partir rumbo
a la Guerra del Paraguay. Producto de este levantamiento, fueron liberados los
presos de la cárcel y en el lapso de unos días, los amotinados dominaron la
ciudad y destituyeron al gobernador legal (Videla, 1981; Peñaloza de Varesse & Arias, 1966). La “revolución de los Colorados” alertó a
las autoridades gubernamentales de las provincias aledañas, que- acertadamente-
temieron por la propagación de este movimiento. Los sublevados esperaban que
Urquiza apoyara el movimiento, pero esto no sucedió.
En este contexto- dos días después de
que estallara la rebelión en Mendoza- no fue extraño que apareciera un pasquín
en San Juan. Así lo denunciaba Inspector de Policía el domingo 11 de noviembre
de 1866 ante el Juez letrado del Crimen: “hoy han aparecido en circulación y
fijados en algunas esquinas el pasquín sedicioso y alarmante que tengo bien
adjuntar a Ud.”[15]. La causa labrada contra
Juan De Dios Lejas y Ambrosio Burgoa por ser presuntos autores o cómplices en
la aparición de este escrito, daba inicio a un proceso judicial que se
extendería poco menos de un mes.
La
particularidad de este pasquín respecto a otros aparecidos en la provincia, es
su carácter sedicioso. Pues si bien el universo de estos escritos es bastante
heterogéneo – debido a sus diversas motivaciones, los formatos adoptados y los
distintos canales de distribución escogidos- la mayor parte de ellos son
catalogados en los expedientes judiciales, como textos injuriosos. Así
encontramos desde acusaciones personales y amonestaciones públicas dirigidas a
quienes no cumplían con los códigos de comportamiento comunitario, hasta
amenazas y mensajes difamatorios que daban cuenta de rencillas vecinales. El Chismoso[16],
por ejemplo, fue un libelo injurioso puesto en circulación en San Juan en 1862.
El texto era un manuscrito cuyo formato se asemejaba al de un periódico
satírico que difundía entre sus lectores, críticas hacia ciertos miembros del
Club Libertad (grupo político liberal al que pertenecían algunos miembros de la
elite dirigente), autoridades eclesiásticas y algunas personalidades políticas.
Pero a
diferencia de este y otros casos en los que solamente se exponían públicamente
los vicios o conductas reprobables de un ciudadano o un funcionario en particular,
el pasquín que analizamos en esta oportunidad, era un texto que instaba a la
rebelión. El mismo advertía a los sanjuaninos: “Torrentes de sangre argentina
están regando la tierra paraguaya” y Bartolomé Mitre, considerado un “traidor”,
“infame” y “verdugo”, era su “promotor”. La denuncia iba acompañada de una
propuesta de cambio, que implicaba el advenimiento de una revolución tutelada
por Urquiza al que se consideraba el “campeón de las libertades” y el “héroe de
Caseros”. A la acusación y la propuesta formuladas se le sumaba, además, la
referencia a acontecimientos que se daban más allá de las fronteras
provinciales, y que en cierta forma, validaban este llamamiento a la
insubordinación: “… la revolución triunfa en todas partes y nuestros hermanos
de Mendoza nos alientan.” La expresión
hacía alusión al levantamiento que se había producido apenas dos días antes en
la provincia vecina. Si no conocían sus pormenores, es evidente que al menos
estaban al tanto de sus preparativos. El pasquín concluía con una última
afirmación: “Vosotros también pedís venganza, y la alta sociedad grita la caída
de los infames del poder de la casta de Camilo de esos espías de los malvados
de Buenos Aires”[17].
La única
forma de exteriorizar públicamente un mensaje como el citado era por vía de la
clandestinidad. No existían otros canales disponibles. La inclusión en la
prensa escrita de un texto como el referido hubiese significado el
enjuiciamiento de su editor o redactor responsables. Sus autores debieron, por
lo tanto, recurrir a otros recursos comunicativos.
Ejemplar del Pasquín sedicioso. Fuente: Archivo del Poder Judicial y Registro Inmobiliario de San Juan,
Fondo Penal. Causa de oficio labrada contra Juan de Dios Lejas y Ambrosio
Burgoa por considerarlos cómplices en la aparición de un pasquín sedicioso.
1866. Caja 130. Folio 1
Para 1866,
existían dos imprentas en San Juan: la estatal, en la que era editado El Zonda, órgano de publicidad del
gobierno de turno, y la imprenta La Reforma, establecimiento privado en el que
se editaba un periódico que llevaba el mismo nombre, y que se presentaba como
el principal crítico del gobierno local. Si bien rivalizaban entre sí y se
disputaban la opinión pública[18], ambos periódicos adherían
a las políticas desplegadas por el gobierno nacional y apoyaban la causa de la
guerra.
De acuerdo
con las evidencias expuestas en el expediente judicial, las autoridades
determinaron que la tipografía del pasquín pertenecía a la imprenta La Reforma.
¿Cómo era esto posible? Los redactores de este establecimiento no tenían
motivos para componer un impreso de este tipo: su adhesión pública a la guerra
del Paraguay y al gobierno de Mitre había sido manifestada en varias entregas
del periódico. Las sospechas no recayeron entonces, sobre el responsable de la
redacción, al que no se interrogó, sino sobre los cajistas, que eran quienes
tenían acceso a los tipos.
Es
importante recordar que se sabe poco acerca de cómo funcionaban las imprentas
en San Juan. Excepto por las leyes de 1830 y 1846 que regulaban el
funcionamiento de la imprenta estatal (Greco, 2015; Rueda, 2019), no se ha
encontrado más evidencia sobre esta u otras imprentas locales. De manera que
los expedientes que registran procesos judiciales a impresores, se transforman
en una interesante vía para aproximarnos a la manera en que se articulaba el
microcosmos de un taller tipográfico, permitiéndonos conocer, al menos de forma
tentativa, quiénes eran sus actores y bajo qué condiciones trabajaban, y qué
prácticas y significaciones se daban en torno a su labor.
En el caso
de la Imprenta La Reforma, estaban involucrados Valentín Videla[19], dueño de la empresa; Ramón
González[20], director de la redacción;
Guillermo Villegas, encargado de la administración y de “llevar la crónica” y
contratado por el anterior; José Rolando Negrete, Ambrosio Burgoa y Segundo
Desiderio Leé, cajistas[21]. El expediente judicial
menciona además a Félix Baigorría interactuando con los demás empleados de la
imprenta el día 10 de noviembre de 1866, por lo que es muy factible que este
último también fuera un empleado más de La Reforma.
De los
sujetos mencionados, Negrete vivía en la casa en la que se encontraba instalada
la imprenta, junto a su esposa, y otro de los cajistas: Segundo Desiderio Leé,
un niño de 12 años. Por avisos del periódico sabemos, además, que la imprenta
se había trasladado, en el mes de septiembre, a la casa habitación del Sr. D.
Pedro Aguiar, “cita del Templo de San Agustín, una cuadra al Sud, frente a la
de la Sra. Da. Antonia Videla Lima”[22].
La jornada
laboral se extendía hasta las seis de la tarde, luego de lo cual la habitación
en la que se encontraba la máquina tipográfica se cerraba con llave, hasta el próximo
día. Por anuncios del periódico sabemos que hasta las cinco de la tarde
recibían avisos y solicitadas que podían ser incluidos en el periódico. En la
imprenta, además de este último, se imprimían carteles, hojas sueltas,
diplomas, esquelas para funerales, tarjetas y otras impresiones, por encargo[23].
Ahora bien:
¿Quién o quiénes escribieron el pasquín y cómo lo hicieron? ¿Cuáles fueron las
condiciones en las que fue producido este escrito sedicioso? Si prestamos
atención a la materialidad del texto, advertimos que faltan algunos tipos y que
para compensar esa falta, se utilizaron otros[24].
Por ejemplo, una g fue sustituida por una y en el último párrafo, para expresar el término “grita”; una a por una e invertida, para completar la palabra “malbados”. Otro ejemplo interesante lo constituye el término
“guedra” en el que una r fue
sustituida por una d para expresar la
palabra “guerra”. Estos aparentes errores no son más que indicios que permiten
aproximarnos a la forma en la que fue producido este pasquín.
Si bien en
la época era habitual que los impresos tuvieran errores o faltantes
tipográficos, la cantidad encontrada en este breve texto demuestra que el
trabajo de composición tipográfica se realizó en circunstancias especiales. En
efecto, y como se desprende de los interrogatorios, el robo de la mitad de una
columna de tipos vendría a explicar la situación. De acuerdo con la causa
judicial, Ambrosio Burgoa, uno de los cajistas de la imprenta, habría sido
quien, en complicidad con Juan de Dios Lejas, sustrajo los caracteres con los
que más tarde se elaboraría el pasquín.
El mismo
encargado de la Imprenta, Guillermo Villegas, advirtiendo la situación al día
siguiente del robo, elevaba la denuncia a la Inspección General de Policía,
exponiendo sus sospechas:
...habiendo ido como a la diez del día de hoy a casa de D. Ramón
González tuvo conocimiento por este que el cajista de la Imprenta de La Reforma
José Rolando Negrete se había presentado momentos antes a él a darle
conocimiento de un pasquín sedicioso que aparecía pegado en las esquinas de
algunas calles e impreso con los tipos de dicha imprenta y como el declarante
es encargado de la administración de ella y no había dado orden para tal
impresión procedió a averiguar su origen, de cuya averiguación resultó que a la
oración del día de ayer le había sido sustraída una columna de composición del
mismo tipo que aparecía impreso el referido pasquín y que por las razones
dichas juzgaba que los ladrones de ese tipo fueran autores o al menos cómplices
del pasquín …[25]
Tanto
Guillermo Villegas, como los cajistas Segundo Leé y Rolando Negrete, señalaron
como responsable del hecho a Ambrosio Burgoa. Ninguno de los empleados de la
imprenta quería verse asociado a la producción o distribución del pasquín en
cuestión. Fue Negrete por otro lado, quien proporcionó mayores datos acerca de
la posible complicidad con Lejas: “… porque en la tarde de ese día después de
haber concluido la impresión, Lejas estuvo hablando en secreto con Burgoa en la
puerta de calle”[26].
Producto de
estas acusaciones tanto Burgoa como Lejas fueron interrogados en diversas
oportunidades. En una primera instancia, Ambrosio Burgoa declaró que al horario
de la oración había ido a la casa de su tío Telésforo Salguero, lugar en el que
estuvo hasta las ocho de la noche. Afirmó que de allí se fue a su casa y no
salió por encontrarse enfermo, y que por lo tanto, no vio a Lejas esa noche.
Con esta información, se daba por concluido el primer interrogatorio.
Sin embargo,
en la misma foja de la causa judicial, de forma inmediata, se registra la
siguiente aclaración: “En seguida el Declarante Ambrosio Burgoa solicitó
rectificar la declaración que había dado”[27].
Si bien no lo podemos asegurar, es muy posible que entre una y otra confesión
hayan existido presiones por parte de los funcionarios a cargo del
interrogatorio, para que el cajista admitiera el robo de la columna
tipográfica. En efecto, en esta segunda oportunidad, Burgoa confesó “haberle
prestado” a Lejas “la mitad de una columna de la primera página” y unos tipos
más grandes que decían Al público[28] que le había solicitado
“para hacer una obrita que él lo gratificaría que le guardara el secreto y se
lo llevara a su casa”[29]. Cuatro reales fueron los
que recibió por parte de Lejas en concepto de “gratificación” por los servicios
prestados, con la promesa de que luego le daría otro tanto.
En sus
declaraciones, Burgoa dio detalles de la entrega y explicó que estuvo en la
puerta de casa de Lejas, y que lo vieron la madre, hermana y primas hermanas de
éste. Sin embargo, en los sucesivos interrogatorios todas las mujeres
mencionadas por el cajista, negaron haber visto a Burgoa la noche del 10 de
noviembre. El único que pudo confirmarlo fue un niño llamado Cirilo Burgoa,
quien era primo hermano del acusado.
La pesquisa
también implicó la detención e incomunicación de Lejas[30],
quien confesó que su relación con la imprenta La Reforma se fundaba en tener
“una cuestión de cobro de pesos al Establecimiento por servicios profesionales
prestados a él, ha ido tres veces para seguirlo y que se hiciese efectivo un
mandato de embargo a una parte de tipos por el juez de Sección”[31].
Lejas, a
diferencia de Burgoa, en ningún momento admitió haber tenido en su poder los
tipos de la imprenta La Reforma. Cuando se lo interrogó sobre si tenía algún
conocimiento sobre un pasquín, afirmó que “lo sabía por habérselo oído a
Gabriel Jofré dependiente de D. Trifón Romero”[32].
La declaración de este último, acentúa aún más las sospechas de que Lejas
estuvo involucrado en el robo de los tipos. En su confesión, expuso:
Que ese día domingo once del
presente por la mañana que apareció el pasquín, pasaba por la calle de la casa
donde estaba el exponente Juan de Dios Lejas, lo llamó y le preguntó sino sabia
había aparecido ese pasquín, que le
contestó que no; que entonces por ocurrencia y en razón de conocer que la letra
con que estaba escrita era de la imprenta de La Reforma, de donde había oído
decir había tomado dicho Lejas un cajón de tipos para pagarse de un valor que
esa imprenta le debía; le dijo, que como no había de saber, cuando él debía ser
el autor de dicho pasquín: que Lejas se sonrió y no pasó a más la conversación
… [33]
¿Recibió los
tipos Juan De Dios Lejas? ¿Existió el encuentro con Burgoa en la puerta de su
casa? Los rumores y las suposiciones que circulaban entre algunos habitantes de
la ciudad, parecieran indicar que sí, pero no existen certezas al respecto.
Así, lo manifestaba en su declaración, Salvador Pérez, un vecino que afirmaba
haber visto a las niñas y a un joven en la puerta de casa de Lejas, pero estaba
oscuro, por lo que no podía distinguir qué personas eran y menos asegurar que
fuera Burgoa, pero que lo suponía porque “esos días atrás y siempre lo ha visto
ir a la casa de Lejas”[34]. Creía que era él además,
por afirmaciones del niño Cirilo Burgoa que afirmaba haberlo visto; y porque
“la voz pública es de que este individuo le ha dado a Lejas el tipo con que se
hizo el pasquín que apareció en once de Noviembre último…” [35]
Es importante
recordar que los rumores son identificados en los interrogatorios de algunas
causas judiciales por medio de expresiones que utilizan los declarantes como:
“he oído”, “me lo dijo”, o como en el último caso, en el que Salvador Pérez
afirma creer que existió la transacción entre Burgoa y Lejas porque “la voz
pública” así lo manifestaba. Desde
luego, estas expresiones orales nutrieron, acompañaron y potenciaron las
posibilidades de circulación de estos soportes clandestinos de opinión. En
tanto prácticas comunicativas que adoptaron el formato de habladurías,
murmuraciones, chismes, especies seductivas y noticias falsas, los rumores
fueron duramente perseguidos por las autoridades “…tanto por el contenido
crítico que las mismas solían poner en circulación, como por su forma misma,
teniendo en cuenta que su naturaleza extraoficial y anónima era en sí misma
percibida como un acto de transgresión social” (Nanni, 2017, pp. 2-3).
Por otro
lado, el proceso judicial incluyó la declaración de José Ignacio Flores, a quien
se le interrogó sobre la manera en la que él creía que habían sido elaborados
los pasquines. Flores no sólo tenía conocimientos de litografía por haber
ejercido la profesión, sino que además, como indicamos con anterioridad, había
sido involucrado en la conspiración abortada por las autoridades, el día 22 de
octubre. El declarante manifestó que los pasquines, posiblemente, habían sido
hechos a mano o en una especie de prensa que pudiera suplir a la imprenta. El
interrogatorio no incluyó otro tipo de preguntas, y Flores tampoco brindó
mayores detalles.
La causa
judicial contó, además, con un informe técnico redactado por Pedro Echagüe[36] en el que se analizaba la
materialidad de los pasquines presentados como evidencia. En el escrito,
Echagüe declaró que era aventurado tratar de determinar cómo había sido impresa
una composición tipográfica, y más aún, teniendo en cuenta que el pasquín
referido era demasiado pequeño. Desde su perspectiva, también dificultaba la
tarea de análisis, la posibilidad de que “al estamparse un pequeño número de
ejemplares por el medio indicado pueden escogerse para darse a circulación
aquellos que hayan salido mejor gravados”[37].
Pese a ello, consideraba que el texto había sido producido por la acción de
prensa de imprenta tanto por la rectitud de los renglones, como por el
interlineado que coincidía con la proporción de los renglones de La Reforma, lo que explicaba a su vez
que el trabajo se había realizado dentro del componedor. Por otra parte,
manifestaba que, por los restos de tinta que había en los bordes del papel, el
trabajo de entintado se había efectuado con cilindro, a consecuencia de haber
tocado este último ciertas piezas de madera.
Un dato
importante es que Pedro Echagüe era el redactor del Zonda, periódico que como ya indicamos, rivalizaba con La Reforma, redactada por Ramón
González. La disputa por la opinión pública, había llevado a los redactores de
ambas publicaciones a prodigarse mutuamente agravios y críticas diversas. En octubre
de 1866, La Reforma decía,
refiriéndose al Zonda: “El colega
como de costumbre, en lugar de discutir nos llena de insultos, inmotivados y
sin objeto, sino es saciar una mala pasión y cubrir su incapacidad de poder
atacar a otro periodista en el terreno de la discusión.” Y más adelante
aseveraba “No es extraño pues nunca lo hemos visto escribir algo de sustancia
aunque sea mal hablado, …se ensaña
en insultar a nosotros y a los DD. De la H.L. para mostrar que es independiente; y entre tanto jamás ha criticado al Poder
Ejecutivo”[38]. Echagüe tenía suficientes
motivos para indicar que el pasquín había sido compuesto al interior del taller
tipográfico rival. De haberse comprobado, esto hubiese puesto en una situación
difícil al dueño de la imprenta, pudiendo ocasionar su clausura por parte de
las autoridades.
De cualquier
forma, las evidencias no fueron suficientes como para determinar cómo y dónde
había sido producido el pasquín y menos aún, quiénes lo habían hecho. Se sabía
que los tipos utilizados en el escrito pertenecían a la imprenta La Reforma; se
confirmó que fue Burgoa quien los sustrajo, pero no pudo demostrarse que estos
hayan sido entregados a Lejas, y menos aún que este último hubiera producido
con ellos, el pasquín. De manera que, ambos fueron sobreseídos y liberados
cuando culminó el proceso. A Burgoa sólo se lo pudo acusar de robo.
Lo sucedido
en este caso da cuenta de lo difícil que podía resultar para las autoridades,
la identificación de quienes recurrían a estas modalidades de comunicación
clandestina. El anonimato y la nocturnidad fueron algunos de los recursos que
emplearon sus autores para sortear los mecanismos de control. Existen en la
causa sobradas evidencias de que el pasquín fue producido y puesto en
circulación en horario nocturno como un modo de resguardar la identidad de los
autores. La reconstrucción del hecho (desde que Burgoa sustrajo la columna de
tipos a las seis de la tarde del día 10 de noviembre de 1866, hasta que el
pasquín es encontrado la mañana siguiente) confirma lo antes expuesto.
Ni en el
informe de Echagüe ni las declaraciones de Flores lo dicen, pero las
sustituciones tipográficas encontradas, son un indicio de que el trabajo de
impresión fue realizado fuera del establecimiento de la imprenta. De acuerdo a
nuestra perspectiva, la disponibilidad de una cantidad limitada de caracteres,
habría conducido a los autores del pasquín, a componer el escrito con los pocos
elementos que tenían a mano. Si la labor se hubiese desarrollado en el interior
del establecimiento tipográfico, es muy probable que las sustituciones
señaladas, no hubiesen existido.
El 12 de
noviembre de 1866 -un día después de que el pasquín fue puesto en circulación-
el gobernador Camilo Rojo decretó diversas medidas en San Juan, atendiendo al
cariz que tomaron los acontecimientos en Mendoza. Para evitar la expansión del
movimiento conspirativo, se suspendieron las comunicaciones con Mendoza, se
cobraron de forma anticipada los impuestos correspondientes al año 1867, se
autorizaron arrestos y extrañamientos para individuos que atentaran contra el
orden público, se nombró comandante en jefe de las fuerzas de San Juan al
Teniente Julio Campos, se solicitó la intervención del gobierno nacional y se
creó un consejo consultivo de gobierno para actuar en estas circunstancias
extraordinarias (Videla, 1981). En enero de 1867, sin embargo, la provincia de
San Juan era invadida por los “Colorados” y el gobierno era depuesto
transitoriamente por un movimiento, que además contaba con el apoyo de las
fuerzas federales de San Luis y La Rioja. El pasquín de las sustituciones
tipográficas, había anticipado lo que sucedería unos meses más tarde.
No se tiene mayores datos de Ambrosio Burgoa y Juan de Dios Lejas. De este último se sabe que, el 27 de diciembre de 1866, cuando el escribano fue a su domicilio para notificarlo respecto el pago de costas del proceso judicial, ya se había marchado a Chile.
Consideraciones finales
Como pudimos
ver, en noviembre de 1866, la composición de un pasquín impreso permitió que
ingresaran al espacio público sanjuanino, las voces y aspiraciones de sujetos
que no estaban autorizados a opinar. Su vinculación a los sectores federales-
ahora desplazados del poder - los inhabilitaba como posibles partícipes del
debate público. Este último era celosamente vigilado y más aún, en una
coyuntura signada por un clima de crisis política y conspiración interna.
En estas
condiciones, quienes se animaron a disentir de forma pública, debieron recurrir
a la publicidad clandestina. Pues, no existía en la provincia un órgano
periodístico que nucleara a estos grupos disidentes. Es cierto que la
incorporación de la imprenta privada La Reforma supuso la diversificación de la
opinión impresa en el espacio público local, ya que comenzaron a registrarse de
manera sostenida, debates entre dos periódicos locales. Sin embargo, como vimos
a partir del pasquín estudiado, aún existían opiniones, que por su carácter
crítico y disidente, quedaban relegadas al ámbito privado, se manifestaban en
circuitos clandestinos o emergían en el espacio público bajo el formato de
papeles difamatorios o sediciosos.
El pasquín
analizado posee algunas particularidades que lo distinguen de otros ejemplares
similares que circularon en San Juan: en primer lugar, se trata de un texto
sedicioso, y no un escrito injurioso. El mismo no sólo critica la
administración local y nacional y la causa de la Guerra del Paraguay, sino que,
promueve entre los sanjuaninos, una rebelión cuyas conexiones trascienden los
límites provinciales y reconocen como líder - aunque este último no accediera-
a Urquiza.
El carácter
contestatario y disruptivo del escrito se refleja, además, en el modo en el que
fue producido: a partir del robo de una columna de tipos. Las declaraciones
registradas en la causa judicial y la tipografía del escrito confirman esto
último. Es difícil determinar si los mismos sujetos que robaron los caracteres,
fueron los autores del pasquín; o si por
el contrario, fue la acción de un tercero. Lo que sí podemos advertir, gracias
al análisis de las sustituciones tipográficas, es que el texto fue compuesto de
manera precaria fuera del taller. Sus autores lograron, a partir de los escasos
recursos disponibles, completar un mensaje breve y de rápida lectura, propicio
para ser leído por un público heterogéneo y circunstancial, compuesto por
transeúntes y curiosos. ¿Habría sido pensado, además, como una advertencia para
el gobierno de turno?
Sin dudas, los
rumores nutrieron estas modalidades de comunicación, que eran informales,
anónimas y colectivas. Pues, como vimos en algunos interrogatorios expuestos en
la causa judicial, el caso del pasquín tomó estado público en la comunidad,
gracias a la propagación de comentarios y conversaciones de los mismos vecinos.
La reconstrucción del caso, nos permitió por otra parte, determinar que fue en
horario nocturno el momento en el que el pasquín fue compuesto, reproducido y
distribuido. Esta es una característica que, en general, compartían los
pasquines, pues era el modo de resguardar la identidad de sus denunciantes.
Todos estos
elementos pudieron ser reconstruidos, gracias a las evidencias expuestas en una
causa judicial, fuente histórica que debe ser puesta en valor, por la cantidad
de indicios que ofrece sobre un objeto de estudio tan poco explorado como son
los pasquines y libelos.
Bibliografía
Ayrolo,
V. (2005). Noticias sobre la opinión y la prensa periódica en la Provincia
autónoma de Córdoba: 1820-1852. Quinto Sol, Núm. 9-10.
Barreneche,
O. (2015). Del “expediente judicial” a las disposiciones “estrictamente
secretas y confidenciales”: Itinerarios historiográficos sobre los archivos y
fuentes históricas de la justicia y las instituciones de seguridad y del
castigo en la Argentina. Revista
Electrónica de Fuentes y Archivos del Centro de Estudios Históricos Prof.
Carlos Segreti. Núm. 6. Recuperado de http://hdl.handle.net/11336/52312.
Chartier,
R. (1993). Libros, lectores y lecturas en
la Edad Moderna. Madrid: Alianza Universidad.
Costa,
M. (2009). De la imprenta al lector. Reseña histórica de la edición de libros y
publicaciones periódicas en Buenos Aires (1810-1900). Question, 1(23).
Recuperado de https://perio.unlp.edu.ar/ojs/index.php/question/article/view/822.
Davio, M. (2011). Rumores, difamaciones
y canales de comunicación de los sectores populares durante el proceso de
militarización en Tucumán (1812-1854).
Prohistoria, vol.15.
Davio, M. (2019). La lucha por la
patria atraviesa fronteras: pasquines sediciosos y difusión de ideas
revolucionarias en Cerro de Pasco, Perú (1812). Tempo. Vol 25. N°1.
Recuperado de https://doi.org/10.1590/tem-1980-542x2018v250104
Ferrá de Bartol, M. et al. (2007) Archivo
del Brigadier General José Nazario Benavides (1855-1858) T. V. San Juan: UNSJ
Gallucci, L. (2010). Las fuentes judiciales y el estudio de los
sectores subalternos. Desafíos y posibilidades de su relación en la
investigación historiográfica. Revista
Electrónica de Fuentes y Archivos del Centro de Estudios Históricos Prof.
Carlos Segreti. Núm. 1. Recuperado de https://refa.org.ar/file.php?tipo=Contenido&id=51.
García, A. et al (2015). Historia de la prensa escrita en San Juan: sus
orígenes (1825-1852). San Juan: UNSJ-FFHA
Goldman, N. (2009). Legitimidad y
deliberación: el concepto de opinión pública en Iberoamérica, 1750-1850” en
Fernández Sebastian, Javier (Dir.) Diccionario
político y social del mundo iberoamericano. La era de las revoluciones
1750-1850. Madrid: Fundación Carolina. Sociedad Estatal de Conmemoraciones
Culturales, Centro de Estudios Políticos y Constitucionales.
González Bernaldo de Quirós, P. (1999).
Literatura injuriosa y opinión pública en Santiago de Chile durante la primera
mitad del Siglo XIX. Estudios Públicos. N°76.
González Bernaldo de Quirós, P. (2001). Civilidad y política en los orígenes de la
nación argentina. Las sociabilidades en buenos aires, 1829 –1862.
Argentina: Fondo de Cultura Económica.
Guerra, F. & Lempérière, A. et al
(1998). Los espacios públicos en
Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX. México: Fondo de
Cultura Económica.
Guerra, F. (2002). «Voces del pueblo».
Redes de comunicación y orígenes de la opinión en el mundo hispánico
(1808-1814) Revista de Indias vol.
LXII, núm. 225. Recuperado de http://revistadeindias.revistas.csic.es/index.php/revistadeindias/article/view/473
Guinzburg, C. (1999). El queso y los gusanos. El cosmos según un
molinero del siglo XVI. 3° ed. Barcelona: Muchnik editores. (1° edición
1976)
Greco, A. (2015). El periodismo en Cuyo (1820-1852): escenario de enfrentamiento entre dos
cosmovisiones (Tesis de doctorado inédita). Facultad de Filosofía y Letras.
Universidad Nacional de Cuyo. Recuperado de http://bdigital.uncu.edu.ar/objetos_digitales/8262/greco-elperiodismoencuyo.pdf.
Habermas J. (1986). Historia y crítica de la opinión pública. La transformación
estructural de la vida pública, 3°ed.
México: Gustavo Gili. (primera edición 1962)
Megías, A. (1998). Prensa y formación
de la opinión pública. Rosario a mediados del siglo XIX. Cuaderno del Ciesal, 4 (3).
Molina, E. (2009) El poder de la opinión pública. Trayectos y avatares de una nueva
cultura política en el Río de la Plata 1800-1852. Santa Fe: Ed. de la
Universidad Nacional de Santa Fe.
Nanni, F. (2013). “Ese bullicioso grito
de un rumor, que de boca en boca aumenta su vuelo”. Alejandro Heredia frente al
crecimiento de las voces de oposición, Tucumán. (1832-1838). Páginas. Revista digital de la Escuela de
Historia- UNR. Vol. 5 N° 9.
Recuperado de https://revistapaginas.unr.edu.ar/index.php/RevPaginas/article/view/52/52
Nanni, F. (2017). Tras las huellas de
George Lefebvre. Tucumán en las guerras de independencia. Rumores alarmistas,
noticias falsas y temores compartidos. Nuevo
Mundo- Mundos Nuevos, Recuperado
de http://journals.openedition.org/nuevomundo/71423.
Pas, H. (2010) Literatura, prensa
periódica y público lector en los procesos de nacionalización de la cultura en
Argentina y en Chile (1828-1863) [en línea]. Tesis doctoral. Universidad
Nacional de La Plata. Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación. Disponible en: http://www.fuentesmemoria.fahce.unlp.edu.ar/tesis/te.356/te.356.pdf
Palti, E.
(2007). El tiempo de la política. El
siglo XIX reconsiderado. Buenos Aires: Siglo XXI
Peñaloza de Varesse C. & Arias, H. (1966). Historia de San Juan. Mendoza: Spadoni
Puebla, F. (2019). El Grito, Periódico
del pueblo y para el pueblo. En Gnecco et al. Historia de la prensa escrita en San Juan. Publicaciones periódicas
sanjuaninas en tiempos de la Organización Constitucional (1852-1858). San
Juan: UNSJ- FFHA
Revilla Orías, P. (2009). Pasquines
reformistas, pasquines sediciosos: aquellas hojas volanderas en Charcas (siglos
XVIII-XIX). Revista Ciencia y
Cultura, (22-23), 33-43. Recuperado de
http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2077-33232009000200003&lng=es&tlng=es.
Rueda, M. (2019). La conformación del
espacio público en San Juan (1825-1852)
Gnecco et. Al. (2019) Historia de
la Prensa Escrita en San Juan. Publicaciones periódicas sanjuaninas en tiempos
de Organización Constitucional
(1852-1858). San Juan: FFHA.
Ruiz Astiz, J. (2016) «Pasquín
escandalosísimo realmente»: difamación y opinión pública en Navarra
(1801-1833). : Clío & Crímen: Revista del Centro
de Historia del Crimen de Durango, N° 13. Recuperado de https://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=5958583
Tejedor, C. (1860) Curso de Derecho Penal. Buenos Aires: Imprenta Argentina
Videla, H. (1981) Historia de San Juan. Tomo V. Buenos Aires: Academia del Plata
Fuentes
Causa de oficio labrada contra Juan de
Dios Lejas y Ambrosio Burgoa por considerarlos cómplices en la aparición de un
pasquín sedicioso. (1866). Archivo del Poder Judicial y Registro Inmobiliario
de San Juan, Fondo Penal Caja 130
Causa criminal de oficio contra Don
David de Larrondo por libelista famoso (1862). Archivo del Poder Judicial y
Registro Inmobiliario de San Juan Caja 87
Causa
De oficio contra Doña Justina Moreno de Castro por considerársele autora de un
pasquín que apareció el diez y once de julio. (1868). Archivo del Poder
Judicial y Registro Inmobiliario de San Juan Caja 133
La
Reforma. 1866. Año I. N° 4 al 62-. Biblioteca
Pública de La Plata. Salas Museo. Armario 5. Carpeta N°96
Recibido: 17/07/2020
Evaluado: 05/09/2020
Versión Final: 14/10/2020
[1] F. Xavier
Guerra y A. Lempérière (1998) dejan de lado el concepto de “esfera pública”
(Habermas, 1962) por su carácter monista, inmaterial y abstracto, y hablan en
su lugar, de “espacios públicos” en un sentido plural. Para los autores, “El
abstracto espacio público moderno es todavía uno más de los espacios-muy
reducido en muchos casos- en los que se congregan, comunican y actúan los
hombres” (pp.10-11).
[2] Es necesario
aclarar que en el territorio rioplatense, algunas provincias no contaron con
talleres tipográficos durante varias décadas, y otras, tuvieron uno solo que
era propiedad del Estado. A excepción de Buenos Aires
que para mediados del siglo XIX, ya contaba con al menos diez imprentas, once
librerías, dos litografías (Costa, 2009); San Luis, Jujuy, Salta, Catamarca y
Santiago del Estero (Megías, 1997) recién empezaban a imprimir sus primeros
periódicos. Otras provincias como Córdoba- la primera en tener imprenta-, San
Juan, Mendoza, Tucumán, Entre Ríos y Corrientes, si bien contaban con cierta
trayectoria en la impresión de publicaciones periódicas, no tenían el mismo
flujo comunicacional- en lo que a opinión impresa se refiere- que Buenos Aires.
[3] Esto sucedió
con varias publicaciones en San Juan, por ejemplo: El Amigo del Orden (1826), El
Republicano (1829), El constitucional
(1835), entre otros (García et. al., 2015).
[4] En 1857, por
ejemplo, El Grito (de la imprenta
Saillard) y El Porvenir (de la
imprenta estatal) se enfrentaron durante algunos meses (Puebla, 2019). Lo mismo
sucedió en 1866, entre La Reforma y
el órgano oficialista El Zonda.
[5]Existen
varios estudios que acuden a este tipo de documentos para reconstruir ciertos
circuitos y estrategias informales de comunicación constituidas por pasquines,
libelos y rumores. En Argentina uno de los trabajos referentes es el de Marisa
Davio (2011; 2017).
[6]
Facundo Nanni (2013; 2017) ha analizado las manifestaciones contestatarias de
opinión en las primeras décadas independentistas, haciendo hincapié en las
diversas formas de expresión–pasquines, libelos, rumores, chismes y especies
seductivas- que circularon en el espacio público tucumano. Recuperamos de sus
estudios, la noción de “opiniones contestatarias”, por considerar que se adecua
al objeto de estudio del presente artículo.
[7] Todas las causas judiciales que tratan los
delitos de injuria, calumnias y sedición en pasquines, libelos o periódicos
presentan ejemplares originales como evidencia de la acusación efectuada.
[8] De
acuerdo al relevamiento efectuado, la cantidad de procesos judiciales que
abordan a la prensa escrita es mayor respecto a las causas que tratan a
pasquines y libelos. En el caso de la prensa, son litigios que refieren a casos
de calumnias o injurias. Por lo general, las acusaciones iban dirigidas al
redactor o editor del periódico, o al autor del escrito. No se han encontrado
procesos judiciales que vinculen a la prensa con los delitos de sedición. Por
otro lado, en el caso de pasquines y libelos, los procesos judiciales iban
dirigidos usualmente contra los presuntos autores de estos escritos, aunque
también podían ser acusados de cómplices los llamados “circuladores”, es decir, individuos que no
participaron en la elaboración del pasquín o libelo, pero que colaboraron en la
distribución y exposición pública del mismo.
[9] Los procesos judiciales se ampararon en diversos
instrumentos normativos: en casos de sedición, se citaba el artículo 22 de la
Constitución Nacional sancionada en 1853 -que explicitaba que cometía sedición quien se atribuía los
derechos del pueblo y peticionaba a nombre de éste- y el “Curso de Derecho
Penal” de Carlos Tejedor, que incluía a la sedición entre los delitos políticos
contra la seguridad interior al constituir un “ataque contra todo gobierno
establecido” (Tejedor, 1860, T1, p. 128,129). La doctrina Tejedor también fue
citada en las sentencias de los juicios que abordaban los delitos de injurias y
calumnias. Estos últimos eran considerados crímenes contra el pudor y la honra
de las personas. Por otra parte, los libelos, incluidos dentro del delito de
injuria verbal escrita, eran aquellos que atentaban contra la reputación o la
dignidad de la persona. Los mismos formaban parte de los delitos de injurias
graves cuando eran expuestos en lugares públicos y estaban dirigidos a obtener
la deshonra de las autoridades (p. 271-276).
[10]
Comunicación de Nicasio Marín, Presidente de la Cámara de Justicia, al
Gobernador Provisorio. En Ferrá de
Bartol et al. (2007) Archivo del Brigadier General José Nazario
Benavides 1855-1858 T. V. San
Juan: UNSJ. pp. 296-297.
[11] Carta de José Olmo a Urquiza. En Ferrá et al. (2007) ibídem. pp. 258-259.
[12] La causa es
labrada contra Justina Moreno de Castro. El pasquín era un manuscrito en el que
se denunciaba el estado de “desmoralización” en el que vivían algunas mujeres
viudas, casadas y solteras pertenecientes al círculo de “familias distinguidas”
de San Juan. A. P. J. Fondo Penal, Causa De oficio contra
Doña Justina Moreno de Castro por considerársele autora de un pasquín. (1868). Caja 133
[13]
Emilio Castro Boedo actuó como agente de Urquiza. Así lo demuestra una carta
enviada al entrerriano desde Chile, país al que huyó luego de
ser descubierto el complot en San Juan (Peñaloza de Varesse & Arias, 1966).
[14]
Llamados así porque utilizaban un cintillo punzó, distintivo de los federales
(Videla, 1981).
[15] A. P. J. Fondo
Penal. Causa de oficio. 1866. Caja 130.
folio 8
[16] A.
P. J. Fondo Penal, Causa criminal de oficio contra Don David de Larrondo por
libelista famoso (1862). Caja 87
[17] A. P. J. Fondo
Penal. Ibídem. folio 1
[18] La
opinión pública es un término polisémico que ha asumido diversas
significaciones a lo largo del tiempo. Eugenia Molina (2009) plantea que en el
Río de la Plata en los primeros años de independencia -en el marco de la
emergencia de una discusión crítica inédita y en conexión con ello, de una
nueva organización gubernamental- el
término se politiza. La noción de opinión pública “comenzó a aludir no sólo al
juicio que la comunidad elaboraba sobre un vecino sino también a conectarse con
un sentido vinculado al juego político, definiendo un referente que debía
considerarse para mantener la autoridad” (Molina, 2009, p. 20). Recuperamos
esta noción de opinión pública – entendiendo por ella a un actor social
colectivo relevante para la política y fuente de legitimidad- por considerar
que se adecua a las significaciones que circularon en San Juan, en el periodo
referido.
[19] Valentín
Videla fue uno de los representantes por San Juan en la Convención Nacional
reunida en Santa Fe destinada a reformar la Constitución Nacional en 1866. Fue
ministro en el periodo de la gobernación de Sarmiento en San Juan (1862-1864) (Peñaloza de Varesse & Arias, 1966; Videla, 1981).
[20] Era un abogado chileno radicado en San Juan,
conocido por sus trabajos como publicista en varios periódicos locales como El Iris, El Orden y El Zonda – de
este último en su 2° y 3° etapa- (La Reforma, San Juan, 29/10/1866 p.2)
[21]
Dentro de la imprenta, los cajistas eran los encargados de componer
tipográficamente los textos impresos.
[22] La
Reforma, San Juan, 26/09/1866 p.1
[23] La Reforma, San Juan, 02/04/1866, p.4
[24]
Las sustituciones tipográficas han sido marcadas en la imagen con un recuadro
rojo, para su mejor identificación.
[25] A. P. J. Fondo
Penal. Ibídem. folio 2
[26] A. P. J. Fondo
Penal. Ibídem. folio 4
[27] A. P. J. Fondo
Penal. Ibídem. folio 7
[28]
Estos últimos no fueron utilizados en el pasquín.
[29] A. P. J. Fondo
Penal. Ibídem. folio 7
[30]
Tenía 25 años y era litógrafo. De acuerdo a sus declaraciones, expresó que vino de Mendoza y allí planeaba regresar en los
próximos días, por un negocio de aguardiente.
[31] A. P. J. Fondo Penal. Ibídem. folio 5
[32] A. P. J. Fondo
Penal. Ibídem. folio 5
[33] A. P. J. Fondo
Penal. Ibídem. folio 17-18
[34] A. P. J. Fondo
Penal. Ibídem. folio 22
[35] A. P. J. Fondo
Penal. Ibídem. folio 23
[36]
Pedro Echagüe era un “porteño, emigrado unitario y ex soldado del ejército del
General Lavalle” (Videla, 1981, 247). Se radicó en San Juan en la década de
1860 y fue nombrado Inspector General de Escuelas durante la gobernación de
Sarmiento en la provincia. Fue autor de diversos trabajos en el campo de las
letras y uno de los redactores del Zonda.
(Peñaloza de Varesse & Arias, 1966)
[37] A. P. J. Fondo
Penal. Ibídem. folio 19
[38] La Reforma,
29/10/1866, pp. 1-2. Las palabras resaltadas en negritas han sido dispuestas de
esa forma por los autores del periódico.