Reseñas bibliográficas

 

 

Azzolini, N. (2018). Los tiempos de la democracia. Conceptos, identidades y debates políticos durante el primer peronismo (1943-1955). Eduvim: Villa María, 218 páginas.

 

Debido a su enorme gravitación en la vida política y social argentina, el peronismo fue un tema recurrente en la investigación en ciencias sociales. Desde 1983, con el afianzamiento y profesionalización de la disciplina histórica, los estudios sobre el peronismo no cesaron de ampliar abordajes sobre el fenómeno. Esto no sucedió con la contraparte, el antiperonismo, sino hasta entrados los años dos mil. Fruto de su tesis doctoral, el trabajo de Nicolás Azzolini, Los tiempos de la democracia. Conceptos, identidades y debates políticos durante el primer peronismo (1943-1955) es un importante aporte para el estudio conjunto del peronismo y el antiperonismo, ambos protagonistas de los conflictos políticos desde la segunda mitad del siglo XX en Argentina.

Si bien hay notables antecedentes que tratan a ambos sectores políticos de forma conjunta, como son los trabajos de Pierre Ostiguy y Marcela García Sebastiani, el estudio de Azzolini es un avance en la comprensión de la relación entre prácticas discursivas y constitución de identidades políticas. Mientras en su artículo Ostiguy se ocupó de ofrecer un modelo de diferenciación política y cultural entre peronismo y antiperonismo, Los tiempos… se concentra en plantear una explicación de la producción de esas diferencias a partir del análisis de los discursos de los actores, que son situados en un contexto más amplio que los ámbitos institucional y partidario abordados por García Sebastiani; por ejemplo, en las polémicas y debates públicos suscitados durante las elecciones de 1946, o ante expulsiones partidarias como las de los socialistas Enrique Dickman y Dardo Cúneo.

El objeto del trabajo, es estudiar la formación de las identidades políticas peronista y antiperonista. Para ello el autor recortó su objeto de análisis al concepto de “democracia” y delimitó su período de abordaje a los años 1943 a 1955. Este concepto es abordado, en una propuesta original, desde la combinación de elementos analíticos provenientes de la sociología de las identidades políticas –deudora de los aportes de Ernesto Laclau y Gerardo Aboy Carlés– y de la historia conceptual de Reinhart Koselleck y otros. Es así que en el primer capítulo se esboza el desarrollo semántico del término “democracia” entre 1912 y 1943, en tanto que en los tres siguientes se completa el análisis tratando los debates en torno a conceptos relacionados al de “democracia” como “justicia social” y “pueblo”, junto a otro aspecto en relación estrecha con esos tres: la dimensión formal e institucional.

Sobre este entrelazamiento de perspectivas se apoya la tesis central del libro: las posiciones antitéticas entre peronistas y antiperonistas fueron posibles debido a la existencia de presupuestos comunes. La reconstrucción de los debates permite al autor mostrar estos presupuestos y discutir con buena parte de la producción en ciencias sociales (por ejemplo, con los trabajos de Juan Carlos Torre o los de Daniel James), cuya base común es la idea de una radical oposición entre peronistas y antiperonistas, que el autor denomina como “la tesis de los dos modelos”. A esta tesis, Azzolini opone dos conclusiones. Una primera es que la llamada “cuestión social” no estuvo ausente del discurso antiperonista, sino que esta era parte fundamental de las propuestas y reivindicaciones de los opositores a Perón. Una segunda conclusión es que la preocupación por la dimensión procedimental de la democracia no estuvo ausente de los discursos peronistas. Es decir que estos últimos oscilaron entre ser la encarnación del pueblo y entre justificarse como habilitados para hablar en su nombre. Finalmente, la tercera conclusión, como consecuencia de las dos conclusiones anteriores, es que un lenguaje común a las fuerzas políticas permitió la disputa y el conflicto entre ellas. 

El aporte de Azzolini es verdaderamente significativo y hecha luz sobre la formación de identidades políticas desde la perspectiva del análisis discursivo. La solidez de su análisis del concepto de democracia, con sus variaciones semánticas en relación a la red de contenidos con que se la asoció, muestra que la lógica de las argumentaciones nos puede decir bastante sobre cómo los actores se definieron a sí mismos. Sin embargo, hay dos aspectos del abordaje que propone el autor que pueden señalarse como problemáticos. En principio, uno relativo a la combinación de sociología de las identidades e historia conceptual, seguido de otro respectivo al alcance del modelo interpretativo que se propone.

En cuanto al primer aspecto, la novedad de la propuesta de combinación teórica es sin duda de lo más sugestivo del trabajo. En su trabajo, el uso de los aportes de la historia conceptual suma elementos que enriquecen el análisis de Azzolini. Tomando las propuestas interpretativas del artículo de Reinhart Koselleck “Espacio de Experiencia y Horizonte de Expectativa. Dos categorías históricas”, el autor llega a afirmaciones importantes para la tesis central de libro. Por ejemplo, en el capítulo dos, se afirma que, hacia fines de 1945, “Ese pasado presente tuvo un fuerte impacto sobre la perspectiva futura, por eso la democracia en tanto nombre de una frontera política funcionó como un concepto de movimiento, y el cambio durante aquellos años estuvo ligado al hiato entre experiencia y expectativa (…)” (p101). Otra, ya en la conclusión del libro, es que “los discursos peronistas cerraban el horizonte de expectativas en torno al concepto de democracia; para sus opositores, por el contrario, el hiato entre experiencia y expectativa mantuvo plena vigencia” (p195). Si bien ambas afirmaciones logran captar la dinámica semántica del concepto democracia, el interrogante que surge es si la delimitación del período que cubren logra dar cuenta de la especificidad del cambio en el “tiempo histórico del concepto” (p102). Es decir, un mayor desarrollo de los debates en torno a los problemas de la democratización política desde 1912 pondría al lector en mejor perspectiva de juzgar el nivel de especificad del cambio conceptual ocurrido durante la segunda posguerra. De hecho, una opción de “larga duración” en la delimitación del período parece ser lo que propone Koselleck, en el ensayo citado, para estudiar la diferencia entre experiencia y expectativa en el ejemplo de la idea “moderna” de “progreso”.

El segundo aspecto problemático es el relativo al alcance del modelo interpretativo que surge de dicha combinación teórica. Las fuentes consultadas, fundamentalmente prensa escrita, ensayos políticos y documentos partidarios, pueden brindar una imagen del fenómeno limitado a la Capital Federal y a la provincia de Buenos Aires. Cabe preguntarse si las elites políticas del interior mantuvieron una intensidad similar en la disputa por definir el concepto de democracia.

Sin dudas, el aporte de Azzolini es verdaderamente significativo. Muestra que una perspectiva discursiva y relacional de la producción de las identidades puede ser muy útil para explicar la dinámica política del conflicto que protagonizó la vida pública argentina por muchos años.

 

 

 

Federico Olmos

Universidad Nacional de Tres de Febrero (Argentina)

olmosfede83@hotmail.com

                

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Andújar, A. y L. Lichtmajer (compiladores) (2019). Lo local en debate: abordajes desde la historia social, política y los estudios de género (Argentina, 1900-1960). Teseo: Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 306 páginas.

 

Compilada por Andrea Andújar y Leandro Lichtmajer, esta producción es el resultado de una iniciativa articulada del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (UBA) y el Instituto Superior de Estudios Sociales (UNT/CONICET), a partir del taller “Los estudios locales en perspectiva. Aproximaciones desde la historia social y política, y los estudios de género (Argentina, primera mitad del siglo XX)”, realizado a fines del 2018.

Si bien se especifica un período general y unas temáticas a explorar, el libro está estructurado en torno a la reflexión conceptual sobre la relevancia de los estudios locales y lo específico de esa vertiente historiográfica. Existen diálogos relevantes entre los temas abordados por lxs diverxs autorxs y sus capítulos, pero la clave de la producción reside en ese debate historiográfico, que todxs lxs investigadorxs desarrollan.

Es, así, una producción a contramano de esa fracción de la escritura historiográfica que elude la clarificación conceptual y destaca, casi únicamente, la utilización de diversas fuentes y su sistematización. Ese dejar de lado la explicitación del marco teórico, y no evidenciar el proceso de reflexión y reelaboración metodológica que incluye toda investigación, es lo contrario al eje propuesto por esta compilación.

Se analizan las intersecciones de la historia local con la historia social, la historia política y los estudios de género, y sus imbricaciones con otros abordajes escalares, sea a nivel jurisdiccional, regional, nacional o transnacional. Ese cruce con otras perspectivas, que implica el debate con las miradas de la historia regional y la historia global, o entre lo “micro” y lo “macro”, genera productivos análisis.

Lxs autorxs realizan esta tarea en clave de “cocina de la investigación”. La explicitación de los devenires de la reflexión metodológica, las derivas acerca de los errores y fracasos en el uso de aproximaciones metodológicas y conceptuales, las apuestas (muchas veces erradas y luego readecuadas) por diferentes escalas de acercamiento al objeto de estudio, se constituyen en fértiles aportes para el debate historiográfico, de una gran honestidad y generosidad intelectual.

Se reflexiona sobre los vínculos de la historia local con orientaciones metodológicas similares, como la microhistoria, la historia desde abajo, la historia a ras del suelo o, centralmente, la historia regional. En ese abordaje se evidencia el recorrido realizado, ya que las categorías son trabajadas en su devenir y su entrelazamiento con nociones de clase, género, etnia y politicidad, y no como algo impuesto a priori. Esa dimensión es clave: el libro no propone sumar una nueva “etiqueta” a las perspectivas históricas en boga, sino articular diversos enfoques en una dimensión escalar que permita observar aspectos del devenir histórico que otras escalas difícilmente logran destacar.

El libro se compone de una introducción (redactado por ambxs compiladorxs) y diez capítulos, articulados en dos “partes”. Sin embargo, esa diferenciación en dos ejes articuladores de la producción historiográfica, no difumina el eje articulador de la totalidad del libro: esa ya referida, y constante, reflexión acerca del valor y la relevancia de la historia local, y sus articulaciones con otros grados de aproximación.

La primera parte, denominada “Comunidades obreras, territorios y género”, se inicia con el capítulo de Laura Caruso, “Territorialidades portuarias. La experiencia obrera en perspectiva local en el Puerto de Buenos Aires, inicios del siglo XX”. Su trabajo aborda las dos orillas del Riachuelo, entendido como un territorio común conformado en torno a la experiencia de vida obrera. Es interesante que un libro sobre “lo local” comience con el abordaje de un territorio que en mucha historiografía se identifica, linealmente y sin reflexión, con “lo nacional”. Aunque hay tensiones (la autora se refiere al puerto de Buenos Aires como “centro” de Argentina), se trata de una apuesta relevante que debería seguir explorándose. Pensar, por ejemplo, algunas huelgas en Buenos Aires, que siempre se han analizado como hechos “nacionales”, en su carácter y dimensión “local”, sería un aporte a una reflexión historiográfica más elaborada.

El capítulo de Florencia Gutiérrez y Lucía Santos Lepera, “Revisitando un pueblo azucarero desde lo local. Desafíos metodológicos y problemas historiográficos”, revisa diversos conceptos clásicos a partir de la observación localizada de un pueblo azucarero: el de Bella Vista. Allí se operativiza una idea importante: la de pensar ese territorio al modo de un “laboratorio”, donde pueda experimentarse la aplicabilidad de conceptos, hipótesis y apuestas metodológicas. En este caso el abordaje pone en cuestión el uso habitual de la noción de “paternalismo industrial”, especialmente en su dimensión de ser pensada como una praxis orientada “desde arriba” que parece sumir en la inacción a “los de abajo”. Se evidencian disrupciones que complejizan esa mirada, identificando una dinámica social más viva y multidimensional.

Andrea Andújar aporta su “Las huellas locales del internacionalismo rojo. Género, trabajo y militancia comunista en la Patagonia petrolera a comienzos de la década de 1930”. La autora despliega esa articulación entre diversas escalas de abordaje, que van de lo micro a lo macro y viceversa. Se observan los vínculos entre lo local y lo global, las intersecciones donde una historia aparentemente “micro”, vivenciada en una pequeña ciudad de la Patagonia sur, se entrelaza con los grandes acontecimientos a nivel mundial.

En definitiva, se destaca cómo esos sujetos vivían y ordenaban sus experiencias y decisiones en el territorio local a partir de tensiones político-ideológicas de carácter planetario. Volveremos a observar esta reflexión, que articula las escalas local-regional-nacional-mundial, en el artículo de Carrizo y en el de Ferreyra y Nieto.

Andújar también evidencia cómo poner su lupa en lo local le permite estudiar la historia de la militancia comunista desde una perspectiva descentrada de los “grandes liderazgos”, relevando una miríada de experiencias concretas, disímiles entre sí y, al mismo tiempo, articuladas por múltiples vasos comunicantes.

Parte de estas reflexiones se observan en el capítulo de Gabriel Carrizo, “El sindicalismo petrolero de Comodoro Rivadavia durante el primer peronismo. Balance de una experiencia de investigación local”. Al generarse allí un encadenamiento temático y temporal, hay elementos que se destacan en la narrativa de una historización compleja de Comodoro Rivadavia, como locus de la producción petrolera nacional, y uno de los ejes de la disputa entre el peso del comunismo en los núcleos claves de la clase obrera y su desplazamiento por parte del naciente peronismo.

El artículo de Carrizo resalta por el detallado desarrollo de la “cocina” de su investigación. El autor repasa distintos tópicos claves para quienes realizamos historia de nuestras localidades y regiones desde esos mismos territorios, en un país caracterizado por su extremo centralismo. Esa tarea es de gran complejidad, especialmente para las “nuevas provincias”, que fueron territorios nacionales hasta mediados del siglo pasado, y cuyos archivos locales no albergan una parte sustancial de su historia. Es un capítulo muy relevante para quienes estén pensando en formular sus proyectos de investigación, especialmente si lo pretenden hacer en clave local o regional.

La segunda parte del libro, titulada “Partidos, prácticas e identidades políticas en clave urbana y rural”, comienza con el capítulo de Leandro Lichtmajer: “Las formas locales de la política. Experiencias de investigación en torno al pueblo del ingenio Bella Vista (Tucumán, 1934‑1958)”. En su reflexión el autor revisa las formulaciones de otrxs investigadorxs que han explorado estos problemas: entre ellxs Bandieri, Lepetit, Torre, Pons, Serna, Revel, Fernández, Van Young, Man, Amato, Serrano Álvarez, Bohoslavsky, Levi, Ramírez Bacca, etc.; esos aportes son recuperados en otros capítulos, pero es aquí donde el diálogo entre esas elaboraciones se formula de manera más explícita. Así consigue relacionar la dinámica histórica que él investiga a nivel local, con procesos desarrollados en otras escalas, sean regionales, nacionales o globales. También analiza el complejo vínculo entre la perspectiva de quien investiga y de los sujetos “investigados”.

Adriana Kindgard incorpora su “Cuestión agraria e identidades políticas en clave local. El peronismo y los arrenderos de Yavi (Jujuy)”, una reconstrucción histórica de la actividad desarrollada por los arrenderos de esa gran hacienda. Desde ese enfoque, Kindgard cuestiona algunos supuestos sobre la cultura política de quienes vivían en el altiplano jujeño, destacando cómo permearon la conformación de un sentido común historiográfico acerca del surgimiento del peronismo en diversas regiones de Argentina.

Enfrentando una extendida visión de “pasividad” de esos arrenderos, la autora muestra la historicidad de sus luchas por el derecho a la tierra, y cómo esa experiencia marcó su adhesión al nuevo movimiento político, en clave de actividad propia de “los de abajo” y no de “cooptación desde arriba”. Para ello retoma elementos de la microhistoria italiana, a fines de encontrar las escasas huellas del devenir histórico de estos grupos subalternos.

El capítulo de Rebeca Camaño Semprini, “Pensar la historia política argentina desde lo local. Aportes de una mirada situada”, demuestra la potencialidad de las perspectivas enfocadas en lo local para construir una historia política argentina más compleja. Esa tarea la formula desde una reconstrucción histórica centrada en la ciudad de Río Cuarto, articulando las temáticas del surgimiento y consolidación del peronismo, el rol de la iglesia y la formación y reconfiguración del aparato estatal.

Dialogando con cuestiones observadas por otrxs autorxs, el capítulo evidencia cómo los repositorios documentales disponibles para cada aproximación escalar se demarcan como delimitantes estructurales para las distintas posturas metodológicas y los niveles de acercamiento propuestos.

Silvana Ferreyra y Agustín Nieto incorporan su “La “libertadora” a ras del suelo. Entre las culturas obreras y las identidades políticas”. Al igual que la autora previa, destacan que el nivel escalar del abordaje se relaciona con la información disponible y las fuentes que sean posibles relevar.

La dimensión local funciona como un territorio donde la experimentación historiográfica se hace más viable que en enfoques macro, combinando aproximaciones “a ras del suelo” y la propia autohistoria de quienes analizan(mos) esas dinámicas, especialmente cuando son(mos) parte de la localidad investigada.

Retomando metáforas detectivescas, propias de la microhistoria, lxs autorxs retoman otros aportes teóricos, entre ellos de Thompson, Aguirre Rojas, Quiroga, Garzón Roge, Geertz, Gribaudi, Bertrand, etc. Como en el artículo de Andújar, la relación local-global es evidenciada: se observa cómo en la “aldea” marplatense se vivenciaba una disputa ordenada en torno al contexto de la “guerra fría”, y a las líneas de enfrentamiento que propugnaba el resiliente anarquismo local.

Alejandra Salomón aporta su artículo “Acción colectiva y bienestar rural a mediados del siglo XX. Posibilidades del microanálisis”. Desde un estudio que analiza las redes de sociabilidad conformadas en torno a la construcción de caminos vecinales en el interior de la provincia de Buenos Aires, la autora señala una serie de relevantes elementos a partir de una opción teórico-metodológica centrada en el microanálisis.

Muestra la centralidad de trascender las delimitaciones escalares formales (por ejemplo, la localidad o el departamento), y pensar en “lo local” a partir de los entramados sociales: lo que aquí define la escala son las experiencias de cooperación y autogestión generadas por los habitantes de esos espacios rurales o suburbanos. Se aporta un dato central: en esos territorios los nombres propios se constituyen en una dimensión clave del quehacer historiográfico y de la posibilidad de reconstruir la dinámica procesual.

Cierra el libro la participación de José Marcilese, “Resistencia y organización en el peronismo de los distritos rurales del sudoeste bonaerense (1955‑1965)”. El autor reconstruye las experiencias organizativas del peronismo en esa región de Buenos Aires durante el período 1955-1965. Lo formula desde un enfoque centrado en lo micro, haciendo eje en las nociones de municipio y sección electoral.

Destaca la relevancia de los vínculos personales y las redes de relaciones sociales, tejidos más allá del plano estrictamente institucional y del aparato estatal (algo que también se observa en otros capítulos). Fue a partir de esos tejidos cuasi invisibles para el poder, y muy difíciles de disolver, que se sostuvo la continuidad de esa identidad política, superando los constantes intentos de lograr la ansiada “desperonización”.

Finalmente, el libro cuenta con un actualizado y extenso apartado bibliográfico. Se trata de una producción muy relevante para la renovación y problematización de los estudios históricos en Argentina y América Latina, que deja abiertos diversos interrogantes, no especialmente dirigidos hacia quienes realizaron esta producción, o a sus diversxs autorxs, sino más bien hacia la historiografía de nuestro país…

Por ejemplo… Hay, o parece haber según lo formulado por nuestra historiografía, una historia global, una historia regional, y una historia local… ¿Existe algo a lo que podamos denominar “historia nacional”? ¿La “historia nacional” es la anhelada “síntesis” que tantas veces se declama y pocas veces se realiza? ¿O vamos a seguir dejando que se apropie de ese concepto, por pura imposición de las relaciones de fuerzas puestas en acción, aquellos estudios de las ciudades, provincias o regiones del país que intencionadamente desconocen su carácter local, provincial o regional?

Relacionado con ese conjunto de problemas y sobre las dificultades de establecer la escala: el libro parece dejar claro qué es lo “local” y lo “global”. Ahora bien… ¿Qué sería lo “no local”? ¿Los estudios comparados o transnacionales? ¿Los nacionales? ¿Los de una provincia?

Gramsci, en sus clásicas reflexiones sobre el análisis de la relación de fuerzas sociales, se refiere a cómo se combinan y entrecruzan las relaciones de fuerzas generales con las locales. Esa parece ser una de las claves que se recuperan en el libro, aunque no sea explicitado. Pero, además de las respuestas parciales… ¿Cómo arribar a la comprensión global acerca de los modos en que se genera(n) esa(s) combinación(es) en Argentina en términos generales (si es que esa “generalidad” puede delimitarse)?

Estos y otros interrogantes surgieron en mi reflexión tras la lectura de esta importante producción, cuya aparición celebro, promoviendo su estudio y difusión.

 

 

Gonzalo Pérez Álvarez

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas,

Universidad Nacional de la Patagonia,

Instituto de Investigaciones Históricas y Sociales.

gperezalvarez@gmail.com

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Queirolo, G. (2020). Mujeres que trabajan. Labores femeninas, Estado y sindicatos (Buenos Aires 1910-1960). Grupo Editor Universitario-EUDEM: Buenos Aires, 179 páginas.

 

El trabajo femenino ha sido un objeto de estudio privilegiado dentro de la historiografía argentina del cual se han ocupado una gran cantidad de investigadoras/es. Entre ellas, Graciela Queirolo ha ocupado un lugar indiscutible, con una prolífica producción sobre las experiencias de las mujeres trabajadoras durante el siglo XX. En sus investigaciones, no sólo dio cuenta de la participación femenina en tareas remuneradas sino que logró evidenciar las singularidades de dicha participación y las desigualdades y jerarquías de género a las que las mujeres estuvieron expuestas desde los inicios de la conformación de un mercado de trabajo moderno y urbano en nuestro país.

Mujeres que trabajan. Labores femeninas, Estado y sindicatos (Buenos Aires 1910-1960) presenta un amplio y actualizado estado de la producción historiográfica en torno a este campo de estudios que solo una autora con la trayectoria de Queirolo podría realizar. Es el sexto volumen de la colección La Argentina Peronista dirigida por Gustavo Contreras, la cual busca acercar los avances más recientes dentro de la investigación histórica a un público amplio, no necesariamente especializado, sobre un período histórico de nuestro país que constituyó un quiebre en términos sociales, económicos, políticos y culturales: el peronismo. En ese sentido, el libro de Queirolo no escapa a esta pretensión. Por un lado, recoge los aportes de una gran cantidad de estudios que, en los últimos años, nos han permitido conocer en profundidad las experiencias de trabajo de las mujeres. Por otro, un lenguaje sencillo y una escritura libre de academicismos –que no pierde su rigurosidad y precisión–, habilita a que cualquier lector/a interesado/a en estas cuestiones pueda leerlo con facilidad.

Como señala su autora, el libro nació al calor de las recientes movilizaciones de los feminismos, los movimientos de mujeres y las disidencias sexuales y recoge los resultados de la notable expansión que, desde la década del ’90, han tenido la Historia de las Mujeres y los Estudios de Género. En ambas esferas, la militante y la académica, las relaciones de género en los mundos del trabajo se erigieron como preocupaciones centrales, en tanto constituyeron una de las bases materiales sobre las que se asentó el orden capitalista y patriarcal.

A lo largo del texto, Queirolo discute la idea de que la presencia de las mujeres en empleos remunerados es un fenómeno reciente o de la segunda mitad del siglo XX. Muy por el contrario, sostiene y argumenta en función de una gran cantidad de investigaciones, que ellas siempre han trabajado tanto en ocupaciones remuneradas como en tareas domésticas no remuneradas. Entre 1910 y 1960, período de análisis, el trabajo femenino se expandió, lo que supuso su construcción como un problema social que no sólo requería explicaciones sino también intervenciones estatales. De esta manera, aquellos discursos que lo entendieron como excepcional, transitorio, complementario del de los varones, y motivado por la necesidad, dieron lugar a la producción y reproducción de desigualdades e inequidades que afectaron a las mujeres en el mundo del trabajo a lo largo del siglo pasado y que, a pesar de algunas transformaciones, perduran hoy en día.

El libro está compuesto por 9 capítulos de extensión breve que recuperan las investigaciones académicas de los últimos años en torno a distintas temáticas asociadas al trabajo femenino. En el primero, partiendo de la situación actual de las mujeres tanto en el mundo público como privado, la autora “regresa” al pasado para indagar las continuidades y las tensiones entre fenómenos como el Paro Nacional de Mujeres de 2016 y la concentración de trabajadores y trabajadoras en la Plaza de Mayo el 17 de octubre de 1945. A partir de ese ejercicio narrativo, Queirolo da cuenta de ciertas problemáticas que han caracterizado al trabajo femenino durante gran parte del siglo XX y que, en muchos casos, persisten en la actualidad: sus definiciones y resignificaciones, su invisibilización, su papel en la construcción de identidades, las tensiones entre trabajo remunerado y trabajo doméstico, entre otras. Asimismo, da cuenta de los desafíos teóricos y metodológicos que implicó el análisis de dichas experiencias desde una perspectiva de género y el quiebre que supuso la incorporación de dicho enfoque dentro del campo de estudios sobre el Trabajo.

El capítulo 2, recupera los principales aportes conceptuales de aquellas autoras que entendieron que “el género como elemento constitutivo de las relaciones sociales atraviesa el mundo del trabajo” (p. 46). De esta manera, recupera los debates en torno a la propia definición de trabajo, destacando la importancia de la incorporación de su dimensión productiva y reproductiva. La autora remite a aquellos estudios que, desde el feminismo, brindaron explicaciones a la división sexual del trabajo que caracterizó a la sociedad desde la modernidad. En ellas, la noción de contrato sexual, se volvió ineludible. El capítulo, además, recupera ciertos conceptos que resultan centrales para explicar tanto dicha división como la desigual participación de las mujeres en el mercado laboral y la conformación de trabajos femeninos y trabajos masculinos: ideología de la domesticidad, procesos de feminización, segregación horizontal y vertical, techo de cristal, brecha salarial, doble presencia, son algunos de ellos.

El capítulo 3, de corte histórico, analiza la participación de las mujeres en ocupaciones asalariadas. La autora muestra tanto el tipo de actividades que realizaban como datos estadísticos que dan cuenta de su relevancia dentro del mercado de trabajo. Además, recupera diferentes discursos sociales que proliferaron a lo largo del siglo XX en torno al trabajo femenino y que lo entendieron como una experiencia que conduciría a la “degeneración”. Dicha degeneración era entendida en términos raciales como morales. Por un lado, porque el daño que el trabajo generaba en sus cuerpos –sobre todo de aquellas que se desempañaban en fábricas–, afectaría su posibilidad de reproducirse y, por otro, porque era un mundo que podía vincularlas con la prostitución o prácticas sexuales “incorrectas”. En relación a esos discursos, el capítulo cierra haciendo referencia a las experiencias de mujeres que se dedicaron el trabajo sexual y da cuenta de que, a pesar de la condena social que recaía sobre el mismo, era una alternativa a la que muchas acudieron en ciertas circunstancias o períodos determinados de sus vidas.

Los capítulos 4 a 7 pueden entenderse como un conjunto. Cada uno de ellos focaliza en distintos tipos de ocupaciones que, histórica y socialmente, han sido construidas como femeninas. Su “feminización” no solo radicó en que una gran cantidad de mujeres se concentraron en ellas sino en que implicaban tareas que se asociaron con características y cualidades entendidas como femeninas. Las trabajadoras del servicio doméstico, las obreras de fábricas y talleres, las empleadas (telefonistas, vendedoras y dactilógrafas) y las profesionales del sistema sanitario y educativo, son las protagonistas de cada uno de los capítulos. Basándose en investigaciones propias, así como de reconocidas colegas, Queirolo no solo aborda cuestiones relativas a las condiciones de trabajo, a los saberes implicados, a las jerarquías de clase establecidos entre cada uno de ellos, sino también los complejos procesos sociales que llevaron a su feminización y los efectos que ello tuvo para quienes encontraron en dichas ocupaciones un modo de inserción en el mercado laboral.

El capítulo 8 aborda distintas intervenciones que el Estado ha realizado en materia de regulación del trabajo femenino entre fines del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Así, se concentra en ciertas acciones legislativas que constituyeron hitos dentro de ese proceso. Parte del análisis de las restricciones en términos de derechos civiles a las que estuvieron expuestas las mujeres desde la sanción del Código Civil de 1869 y recorre la legislación que, a lo largo del siglo XX, fue ampliando paulatinamente los derechos de las mujeres asociados al trabajo. Asimismo, la autora recupera los argumentos sobre los que se asentó dicha intervención estatal en los que la figura de la madre trabajadora, a la que había que garantizar protecciones, adquirió centralidad. De esta manera, el Estado, al priorizar la identidad maternal y al entender al trabajo femenino asalariado como una excepción, contribuyó a producir y reproducir desigualdades de género en el mercado de trabajo y a extender determinadas prácticas discriminatorias. La inequidad salarial que caracterizó a las mujeres durante el período de estudio y la sanción de reglamentaciones específicas para ciertos trabajos como el servicio doméstico, son un claro indicio de dichas prácticas discriminatorias.

Por último, el capítulo 9 analiza algunas experiencias que buscaron ponerle fin o, al menos cuestionar, esas exclusiones de las que eran víctimas las mujeres. La autora considera conflictos como la huelga de inquilinos de 1907, la ferroviaria de 1917 o los conflictos petroleros en Comodoro Rivadavia en 1932, para mostrar cómo las mujeres, en el marco de huelgas impulsadas por varones, intervinieron activamente en el espacio público reclamando derechos y justicia, reivindicando su identidad de esposas y madres que velaban por el bienestar de sus familias. Asimismo, el capítulo focaliza en protestas encabezadas por mujeres en tanto asalariadas: lavanderas, planchadoras, costureras, fosforeras, tejedoras, obreras, maestras, entre otras, reclamaron de distintas maneras por mejoras en sus condiciones de trabajo. En relación a ello, Queirolo también analiza la participación de las mujeres en organizaciones sindicales y evidencia que durante largas décadas, si bien tuvieron una participación considerable en las bases, los puestos jerárquicos quedaron reservados para los hombres, inclusive en sindicatos que representaban a ocupaciones altamente feminizadas como el servicio doméstico o el magisterio.

En las conclusiones la autora vuelve al punto de inicio del libro: las desigualdades de género que actualmente persisten en el mercado de trabajo; desigualdades que no solo afectan a mujeres sino que también a todo el colectivo LGBTQI+. En ese sentido, escribiendo al compás de los acontecimientos, Queirolo celebra los movimientos que, tanto a escala nacional, regional como global, han logrado poner en la agenda pública demandas históricas que cuestionan y denuncian las opresiones generadas por el capitalismo patriarcal, demandando formas más equitativas de organización social del trabajo.

De esta manera Mujeres que trabajan… se constituye en una obra de referencia para aquellas/os que se interesen por las relaciones de género en los mundos del trabajo. Para quienes lo hacen desde el campo académico, brinda una inmejorable puesta al día de la producción historiográfica gracias a la incorporación de bibliografía actualizada y organizada temáticamente en un anexo. Para las y los lectores no especializados –o que recién se acercan al tema– ofrece una atractiva vía de entrada ya que la autora explica de modo sencillo procesos históricos y conceptos teórico-metodológicos que revisten gran complejidad.

 

 

Débora Garazi

Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas,

Universidad Nacional de Quilmes,

Universidad Nacional de Mar del Plata

deboragarazi@gmail.com