Traducción
Radical y
feminista: africana de otra manera[1] [2]
Being Radical and Feminist: Belonging to Africa in New Ways
Patricia McFadden
Introducción por Mónica Cejas
Patricia McFadden
presidiendo el panel Histories of Embodied Entanglements el 5
de septiembre de 2019 en la Universidad de Witwatersrand
(Johannesburgo, Sudáfrica). Imagen: https://fr.wikipedia.org/wiki/Patricia_McFadden#/media/Fichier:Afems2019_HistoriesOfEmbodiedEntanglements_011.jpg |
Patricia McFadden es una feminista radical, socióloga, escritora y
educadora africana nacida en Eswatini (Suazilandia),
con un activo feminismo en el continente y fuera de él. Fue directora del
prometedor Centro de Estudios Feministas de Harare, Zimbabue fundado
en 1995 y editora de la revista SAFERE
(Southen African Feminist Review) que
alimentaba un intenso debate entre feministas de la región. Ambos espacios,
sufrieron los embates de un gobierno que promovía un proyecto nacionalista
patriarcal y androcéntrico donde la palabra feminista no podía, por definición,
encontrar cabida. El primero de ellos fue cerrado argumentando problemas en su
registro, y la publicación, después de cuatro exitosas ediciones en 1995 y
1996, se quedó sin recursos. McFadden, con sus incisivas reflexiones desde un
feminismo radical, que abreva en el mismo pensamiento africano en diálogo con
el feminismo afroestadounidense y sus propias experiencias como mujer negra
africana académica y activista, ha producido y produce un pensamiento propio
sobre las diversas manifestaciones del feminismo en el continente, sobre sus
alcances y limitaciones.
Actualmente
vive en su país de nacimiento, allí cultiva su propio alimento trabajando el
campo por las mañanas y escribiendo sus agudas reflexiones por las tardes. La
visité en junio de 2019 y durante diez días conviví con ella acompañando su
cotidianeidad. Fue un tiempo compartido de diálogo y escucha junto al trabajo
en el campo y la elaboración y goce de alimentos, de bellos atardeceres desde
la cima de la antigua montaña donde está su hogar cerca de Siteki. Diez días de
intensivo aprendizaje sobre un feminismo que hunde sus raíces en la lucha anti
colonial (anti apartheid en la región), en una visión panafricana de la
historia que incluye la diáspora, y donde lo personal que es político abraza al
vínculo con la naturaleza como economía política de vida y a la sanación como
un saber revolucionario de las mujeres en comunidad.
A
continuación, y con la autorización de Patricia, presentamos la traducción de
su conferencia magistral en la 62th Conferencia anual de la Asociación Estadounidense de Estudios
Africanos (The African
Studies Association,
ASA por sus siglas en inglés) con el tema: “Ser, pertenecer y devenir en
África” (Being, belonging
and becoming in Africa).
Cabe destacar que el título de su conferencia “Radical
y feminista: africana de otra manera”, es en sí una declaración al respecto.
Radical y feminista: africana de otra manera
Cuando Maha[3]
y sus colegas me invitaron a compartir estos momentos con ustedes hoy, me sentí
favorecida por el privilegio y la alegría de que comunicar mi pensamiento en
comunidad, me permitiría ser parte de ustedes. Toda mi vida feminista -y hace
medio siglo que di el primer paso para ser una mujer radical- pensar, resistir
y celebrar con mis hermanas ha sido una fuente muy importante de fortaleza y
felicidad para mí.
La comunidad feminista no siempre ha sido el lugar más
seguro, dado lo porosos que son sus límites y las vulnerabilidades de los
esencialismos que a menudo nos dejan desnudas ante intrigas y luchas por el
poder -malos hábitos que hemos aprendido durante milenios de proximidad al
patriarcado. No obstante, como el pequeño pájaro que intencional y
decididamente construye su nido ante una tormenta que se avecina y lo termina
antes de que el trueno golpee los cielos, yo también he llegado a saber que la
colectiva es mi hogar, mi lugar de pertenencia donde encuentro amor,
intuiciones, sabiduría y amistad con mis hermanas en la lucha por recuperar
nuestra Libertad. Por eso, gracias.
Elaboré el título de mi presentación como una
oportunidad que está en consonancia con el tema más amplio de la conferencia de
la ASA de este año[4],
sin que quede eclipsado por los supuestos
masculinistas y patriarcales subyacentes que infunden las nociones clave de
ser, pertenecer y devenir en relación con África.
No he escuchado mucho feminismo o discurso feminista
desde que llegué aquí, a pesar de encontrarme con muchas mujeres,
predominantemente negras, en los pasillos y salas de conferencia. Algunas de
nosotras probablemente nos estemos haciendo esta pregunta: ¿se ha convertido la
Asamblea de mujeres de la ASA en un lugar de
refugio y exclusión para las mujeres, de modo que los hombres respiren aliviados
de que podamos “desahogarnos” en este pequeño espacio guetoizado, mientras
ellos continúan dominando los problemas académicos reales de la erudición
africana? Desde donde estoy posicionada como una forastera viendo hacia adentro
(ya no trafico en la academia), los hombres parecen tener un lenguaje corporal
relajado que indica un sentido de propiedad y comodidad con el status quo,
pose similar a la de los hombres blancos que dominaron esta Asociación durante
décadas, cediendo terreno de mala gana a los hombres negros después de muchas y
agotadoras batallas por la propiedad de África en sus infinitas sensibilidades.
¿Cuáles son entonces las implicaciones de no hablar de
nuestro feminismo en los espacios centrales de la ASA? ¿No deberíamos
preguntarnos, como mujeres que conocen las verdaderas realidades de la vida en
el terreno existencial africano y plenamente conscientes de la urgencia de
crear nuevas formas de vida y de vivir, cuánto tiempo seremos la audiencia de
los hombres? ¿De discursos parlanchines y a menudo profundamente reaccionarios
y conservadores que reiteran el status quo en todos los lugares donde
los africanos viven y luchan? Espero que tomemos en consideración esta cuestión
y la mencionemos en nuestras conversaciones.
Mi intención deliberada de estar aquí, es cambiar la
aguja en dirección a una energía feminista que hará que los largos viajes que
hemos hecho para llegar a este lugar valgan la pena.
Entonces, hablaré sobre “Ser”, “Radical”, “Feminista”
y “Pertenencia” como mujeres que buscamos la libertad en términos de la
revisión y redefinición de nosotras mismas, nuestras identidades políticas y
personales y el trabajo revolucionario necesario en el que estamos
comprometidas como feministas cualquiera sea el lugar en que nos ubiquemos. Sea
cual sea el trabajo feminista que estemos haciendo, cómo y dónde nos
comprometemos con él y en él, debemos entender que somos parte de una
revolución. Este es un imperativo contemporáneo que debe cumplirse para
responder de manera eficaz a la catastrófica implosión que está arruinando
nuestras vidas en todo el planeta.
El feminismo es un proceso revolucionario. Es un
trabajo político serio. No puede tomarse como una moda o una tendencia.
Requiere de coraje y la continua adquisición de conocimientos sobre las maneras
en que las mujeres han resistido al patriarcado desde sus inicios en el momento
de la creación del excedente. Existe un extenso tesoro escrito, hablado,
documentado, actuado, pintado, cantado y vivido por el feminismo del que toda
mujer radical puede y debe apropiarse para comprender la enormidad y el valor
de ser radical y feminista.
Para mí, el feminismo ha sido un viaje a menudo
asombrosamente difícil y estimulante del que no se puede volver al
conservadurismo y al atraso de la sumisión y deferencia patriarcal; es un viaje
de autodescubrimiento y el aprendizaje de amar aquello de mí que desconocía,
aunque me constituye. Como dijo Audre Lorde de ella misma: “Todavía estoy
aprendiendo: cómo alegrarme de todas las personas que soy, cómo usar todo mi
ser al servicio de lo que creo, cómo aceptar cuando fallo y regocijarme cuando
tengo éxito”. Y es que cuando nos atrevemos a ser libres y hacemos realidad
la sensación de ser libres, nos conectamos con quienes nos rodean.
Ayer, cuando fui a registrarme, le pedí a la mujer a
cargo que me identificara -en la tarjeta de identificación que portaría durante
el congreso- como “Feminista Autónoma”. Ella se sorprendió, porque el status
quo se establece en el mismo acto de decir quién eres en la referencia [generalmente
institucional] que usas para los días de la conferencia. El supuesto es que
debes ser “ubicada” en una institución de cuyo nombre se extrae “tu identidad”.
Perteneces a ese sitio de gestión y definición académica. Te da la licencia
para estar aquí, y la mayoría de nosotras simplemente aceptamos el borrado
estructural como parte de la supervivencia diaria en este lugar de gran
desolación, especialmente como africanas. Después de una breve conversación
sobre por qué elegí ser identificada como autónoma y feminista, ella dijo
tímidamente que le encantaba la idea, y salí del mostrador con la sensación de
satisfacción de que podría haber abierto una ventana a través de la cual ella
podía vislumbrar nuevas posibilidades para ella misma.
Ésta y una miríada de otras razones hacen que
denominarnos feministas de la manera más radical, sea esencial para la tarea de
liberarnos de los hábitos y restricciones de la sociedad patriarcal, para que
podamos imaginar nuevos mundos y realidades alternativas al caos y fracaso del
patriarcado como son el capitalismo, el racismo, la homofobia, el odio, el
militarismo, la supremacía y todas las exclusiones y negaciones que caracterizan
al milenio pasado y más allá en el tiempo.
Ser consciente y ser humano: ser completo
Permítanme comenzar con el Ser. Después de todo es la
realidad de la que todos emergemos, en los ritmos naturales del universo. En la
naturaleza, el ser está determinado por las dimensiones aparentemente ocultas y
a menudo insondables de la vida, el vivir y la muerte. Como humanos, debemos
haber comenzado a recorrer el planeta asombrados por las innumerables especies
que habitaban todos los sitios que hacen de éste, un lugar asombroso, lleno de
vida. Probablemente estábamos tan deslumbrados por su inmensidad que caminamos
con cautela entre los que vinieron antes que nosotros: los seres sensibles que
luego se convirtieron en cosas para ser cazadas, masacradas, torturadas,
aterrorizadas, encarceladas, pesadas, vendidas y desechadas. Su destrucción y
extinción en muchos casos todavía se justifica a través de los mitos de la
creación supremacista y las mentiras de la providencia divina, vinculadas a la
mercantilización capitalista y la obtención de ganancias, que continúan
haciendo que el genocidio de la mayoría de los demás seres vivos sea
"normal".
Muchos de nosotros nos consideramos civilizados por
consumir sus cuerpos todos los días, como parte del desempeño de nuestro logro
superior como humanos. Durante la primera mitad de mis 67 años, participé en la
domesticación, matanza, preparación y disfrute de cuerpos sensibles. Mis padres
acumularon una gran riqueza como propietarios de carnicerías, y la carne era
una clara declaración social de que nuestra familia lo había logrado -un mayor
estatus-, en términos de clase.
Convertirme en vegana inició uno de los cambios más
poderosos de mi vida, permitiéndome recuperar mi sensibilidad, la capacidad de
sentir, percibir y experimentar la subjetividad, elementos que son
fundamentales para la conciencia y la agencia feministas. Fue entonces cuando
me di cuenta de cuán inmensa se ha vuelto la brecha entre nosotros, los
humanos, que tratamos a otras criaturas vivientes y plantas como cosas
sin sentimientos ni conciencia, y la vida. Permítanme repetir este mensaje
porque es tan fundamental para la conciencia revolucionaria que debemos
adquirir y cultivar para sobrevivir y prosperar como mujeres y como
participantes en un proyecto humanista alternativo:
“Un ser sensible, que incluye a los humanos, puede
sentir, percibir y sentir cosas. Tiene
conciencia del entorno, las sensaciones, los pensamientos y la capacidad de
mostrar capacidad de respuesta. Tener sentido hace que algo sea sensible o
capaz de oler, comunicarse, tocar, ver u oír. Todos los seres sensibles tienen
conciencia de sí mismos. Pueden sentir felicidad, tristeza, dolor y miedo"
(From Nature's Heart)
¿Con qué frecuencia en los últimos tres años se ha
escuchado a alguien expresar su horror al darse cuenta de que el régimen en el
poder “no siente empatía por otros seres humanos” y que Trump es insensible a
cualquier emoción humana (aparte de sentir rabia y desprecio por la mayoría de
la gente)? Cuando la llamada crisis de los inmigrantes estaba en su apogeo, la
gente se preguntaba: "¿cómo pueden hacer esto?, poner a los niños en
jaulas, arrebatar bebés de los brazos de madres aterrorizadas, dispersar a los
niños a lo largo y ancho de este país, perdidos para siempre en muchos casos,
para sus padres y familias; construir y extender muros a lo largo de la
frontera sur de este país, presumiblemente para “mantener fuera a las personas
morenas infestadas de enfermedades”, porque no pertenecen a un espacio que ha
sido marcado como “blanco y masculino”, un espacio robado, ecológica y
socialmente devastado, donde los nativos permanecen escondidos a plena vista.
¡La asombrosa arrogancia del patriarcado capitalista blanco!
Estas preguntas son profundas y necesarias porque esta
sociedad ha llegado a su punto más bajo. De aquí en adelante sin un cambio
hacia otra dirección basada en el ser humano, el capitalismo la conducirá al
precipicio. Esto es inevitable para esta sociedad y para cualquier otro lugar
que haya colocado a las ganancias en el centro de su existencia. Alguien me
susurró con complicidad que debería ser cautelosa con la forma en que hablo
mientras estoy aquí porque... y les
pregunté: “entonces, ¿qué significan para ustedes la democracia y la libertad
de expresión? El silencio no te protegerá”… y ser radical implica la valentía
de decirle la verdad al poder.
Como alguien que honra la vida vegana, con frecuencia
me hacen esta molesta pregunta: entonces, ¿qué comes? ¿Por dónde empezar a
responder una pregunta tan ridículamente ignorante? ¿Es posible que tantos
humanos hayan olvidado la inmensa generosidad de la abundancia de plantas y
frutas de la naturaleza y el significado de la comida como alimento y placer en
lugar de como una expresión de privilegio de clase o despojo?
En mi búsqueda de plenitud, de un feminismo que me
permitiera prosperar y continuar creciendo como una mujer mayor que ha tomado
conciencia de su capacidad para conectarse con otras mediante las antiguas
tradiciones de sanación, supe que la conexión entre mujeres y el poder de las
energías naturales había sido declarado desdeñosamente como un signo de
inferioridad e irracionalidad.
Por lo tanto, en la tradición radical de una mujer
inconforme, me propuse recuperar y restablecer mi relación con los demás seres
y con la tierra, elaborando un estilo de vida alternativo basado en el respeto
de todas las formas de vida (irritantes o placenteras). Pronto me di cuenta de
que aquellos seres que habían sobrevivido al ataque humano en las tierras donde
vivo y trabajo, lo habían hecho en gran parte gracias a un asombroso sentido de
resiliencia y a un sentido extremadamente elevado de vigilancia y desconfianza
hacia los humanos. Desde las lagartijas que se escabullían a lo largo del muro
que construí para mantener a las serpientes letales fuera de mi jardín (no
siempre funciona) hasta las aves que revolotean en los árboles autóctonos que
crecen espontáneamente alrededor de mi casita en la cima de una antigua
montaña. Durante la última década y media, poco a poco nos hemos asegurado
mutuamente que “no nos haremos daño”; incluso la mamba[5],
que vive en un matorral cerca de la casa, se aleja cuando me ve (me gusta
pensar en todos estos seres como mujeres... y que formamos una comunidad
feminista muy especial, aunque no me hago ilusiones de que la mamba pueda
matarme diez minutos después de su mordida). Me refiero a ellas en términos
humanos como ba -un prefijo que humaniza en el SiSwati,[6] y a menudo [cuando
así las llamo] descubro expresiones de asombro entre mis vecinos... pero solo
sonrío. Sé lo que estoy haciendo al reconocer el ser de los sintientes en una
sociedad que se ha vuelto fría, brutal, represiva y profundamente cruel con
todos los que no son hombres.
El objetivo de todo este relato es devolver la
subjetividad al feminismo como un recurso crítico en la revisión de nuestras
identidades y discursos políticos. Esto es algo por lo que luchamos arduamente
desde el comienzo de nuestra conceptualización y teorización del feminismo como
una ideología de la libertad y una herramienta política de resistencia y lucha
por la integridad, por las inclusiones sociales, y en la resistencia en
particular a las viciosas culturas feudales excluyentes que impregnan nuestras
comunidades y vidas como mujeres africanas.
Como dijo el tan querido James Baldwin[7]: "El lugar en
el que encajaré no existirá hasta que lo haga".
Ser mujeres completas, vibrantes y libres tiene que
convertirse en un elemento central de la noción del ser africano más allá de
los espacios de la ASA y la academia dentro y fuera del continente. No podemos
empezar a hacer una diferencia real en la calidad y esencia de nuestras vidas
como mujeres radicales a menos que nos volvamos intransigentes respecto a los
derechos de todos los seres vivos a ser tratados con el mismo respeto y
dignidad que exigimos. Tenemos que interrumpir y romper intencionalmente los
sistemas, estructuras, mecanismos y prácticas retóricas y discursivas que se
interponen entre nosotras y nuestra libertad de ser íntegras.
Los lazos que nos unen a la libertad de otros seres se
forjan en los cuerpos ensangrentados y brutalizados de innumerables mujeres en
los paisajes del planeta y de nuestro continente. Silvia Federici (2018) nos
recuerda a través de su valiente trabajo sobre la caza de brujas y el
desenfreno de la misoginia y la impunidad sexual en nuestros mundos, que el
capitalismo y el feudalismo lucharon por el poder y la supervivencia en los
cuerpos y en las vidas de las mujeres. La acumulación primitiva -ese descorche
necesario del genio capitalista llamado fetiche- consistía inevitablemente en
arrear y acorralar a las mujeres y sus capacidades reproductivas y creativas en
sitios de explotación y vigilancia a instancias de los hombres de la clase
dominante, de todos los colores, en las sociedades del planeta.
Como explica Federici, el advenimiento del modo de
producción capitalista dependió de una misoginia viciosa y violenta, al igual
que se basó en el cercamiento de la tierra, la expansión comercial, el
colonialismo y la esclavitud. La misoginia ayudó a dar a luz al mundo moderno y
ese mundo moderno se extendió a África mediante su incorporación al sistema
imperial global del capitalismo.
Ese proyecto, iniciado a través del encuentro colonial
en su “forma moderna'' había comenzado hacía mucho tiempo en las sociedades del
continente africano, donde las jerarquías feudales y las prácticas de
explotación y la construcción cultural misógina del cuerpo femenino como sucio,
peligroso y necesitado del control y la propiedad masculinos -y no confiable
fuera de la mirada masculina-, sirvieron como piedras angulares de un sistema
patriarcal que se coludió y connivió con el patriarcado blanco en el
advenimiento de la incursión colonial, para establecer las sociedades
neocoloniales y feudales de la época actual. Muchos se han molestado por mi
insistencia en que el patriarcado es un cultivo local en todas las sociedades
que sobrevivieron más allá de la etapa de “caza y recolección”, y en que el patriarcado
blanco simplemente reforzó las restricciones y grilletes feudales que ya ataban
a las mujeres a prácticas profundamente desiguales y que a menudo les quitaban
la vida en todas las sociedades africanas.
Entonces, ¿por qué tantas mujeres africanas continúan
defendiendo las prácticas patriarcales feudales e incluso participan de ellas
como expresión de su identidad y sentido de pertenencia a África?
¿Por qué no existe un género feminista crítico de
trabajo teórico y activista sobre la noción y los sistemas del feudalismo
cuando se representan y se exhiben a plena vista? Los jefes y reyes, sentados
en tronos cargados por trabajadores que se humillan y se arrodillan ante estos
semidioses precapitalistas.[8]
¿El orgullo con el que tantos africanos declaran su estatus de
"realeza" y "aristocracia" incluso cuando disfrutan del
botín del saqueo y el pillaje de los recursos nacionales de nuestras
sociedades? ¿Por qué nosotras, que nos llamamos feministas (y a veces como
feministas radicales) hemos tenido tanto miedo de criticar la persistencia del
feudalismo como el pilar de la infraestructura patriarcal que mantiene a la
mayoría de las mujeres africanas esclavizadas y excluidas de los beneficios
mínimos del estado neocolonial? Después
de todo, las mujeres han estado exigiendo los derechos de todas las mujeres
desde el encuentro inicial con el colonialismo y la intrusión racista de los
colonos en nuestro continente.
¿Por qué, entonces, rehuimos la crítica necesaria del
sistema patriarcal más pernicioso con el que la mayoría de nosotras nos hemos
encontrado y por el que hemos sido brutalizadas -a través de las experiencias
socioculturales humillantes de convertirnos en mujeres a través de la violación
de nuestra integridad sexual y corporal y la odiosa mutilación genital femenina
(FGM por sus siglas en inglés) y otras formas de violación sexual corporal; a
través de prácticas familiares persistentes que nos excluyen y discriminan en
todas las edades de nuestra vida; a través de la impunidad sexual que sustenta
las crecientes tasas de feminicidio y brutalidad y odio misóginos que
encontramos en la calle, en los lugares de trabajo, en las relaciones íntimas,
como personas queer, como discapacitadxs y africanxs no binarios.
¿Por qué hay un silencio tan estridente sobre estas
prácticas escandalosamente inaceptables que han salvaguardado el privilegio y
la acumulación de riqueza de los hombres negros de la clase dominante en todo
nuestro continente, mediante la colusión entre quienes están inmersos en los
sistemas feudales de explotación y la extracción del ser de las mujeres y
aquellos que están situados en el estado neocolonial, permitiendo uno al otro
mantener un status quo brutal e inicuo?
Soy consciente del montículo en nuestro camino que lxs
antropólogxs blancxs y las "especialistas en género" (algunas de las
cuales son negras) han colocado frente a nuestros intentos de "hablar por
nosotras mismas". También soy consciente del control persistente que los
financiadores y donantes tienen (dentro y fuera de la academia) sobre el
contenido y la dirección del trabajo de investigación que muchas académicas
feministas africanas intentan realizar. Y también soy consciente del poder que
las personas que tienen control sobre los recursos -sociales, económicos,
políticos y de otro tipo- pueden ejercer sobre otro ser humano, especialmente
si “jugar seguro y no sacudir la jaula académica” parece ser la única opción
que una tiene -estando tan lejos de un continente que cada vez ofrece menos a
sus ciudadanos.
Sin embargo, hacer reverencias y obedecer sin
cuestionar, nunca ha liberado a nadie. Estar en deuda con alguien porque él
(como jefe de departamento de sexo masculino africano) puede detener la
floreciente carrera académica de ella y convertir su vida en un infierno -de
todas las formas imaginables-, solo sirve para crear una clase de personas
serviles y mediocres, cuyas energías creativas y sueños son estrangulados por
la falta de valor para levantarse y construir una vida digna para ella misma.
Es difícil, muy difícil, mirar de frente al patriarcado y luchar contra su
reacción, que a menudo es rápida y despiadada. Lo sé, y también sé que pude
sobrevivir al odio misógino, a menudo sola, porque había llegado a la
conciencia de que nadie puede apropiarse de mi vida, a menos que yo se lo
permita. Encontrar el lugar donde puedas imaginar, crear y vivir tu feminismo
contemporáneo, y aportar el valor de tu agencia radical para hacer el cambio
hacia una alternativa para la humanidad, es donde está ese lugar (para hacer un
riff de Nina Simone).
Desafiar y desmantelar el feudalismo es, para mí, uno
de los imperativos feministas más urgentes que enfrentamos como mujeres
radicales en todo nuestro continente. Tenemos que emprender un proyecto
intelectual y activista para interrogar y exponer las perniciosas relaciones
entre los hombres negros en el Estado y quienes ocupan las estructuras y
sistemas de poder feudales, y exigir su desmantelamiento. Tenemos que exigir
que la sociedad civil se extienda a todos los rincones de nuestros paisajes
sociales, y que aquellos que son pagados con nuestros impuestos rindan cuentas
ante nosotros como ciudadanos de nuestros países. Debemos exigir que las
prácticas vergonzosas y degradantes de arrancar como malas hierbas a las
personas con enfermedades mentales que son tratadas como esclavos y torturadas
sean criminalizadas, y que el Estado sea responsable de esas prácticas
deshumanizadoras. Tenemos que ver los vínculos entre la esclavitud de mujeres
jóvenes en templos y en los hogares de hombres mayores a cambio de una miseria,
como directamente relacionados con la persistencia de los sistemas feudales y
el carácter fraudulento de los regímenes neocoloniales que pretenden que tal
barbarie es “cultura”. Sabemos que estos regímenes neocoloniales sostienen
deliberadamente las infraestructuras feudales porque son un mecanismo muy
efectivo para el control y vigilancia de los trabajadores, especialmente de las
mujeres. Mantienen la conciencia política del pueblo reprimida, haciéndolo
menos amenazante para los regímenes en el poder estatal.
Sólo después de que seamos capaces de romper la
relación armoniosa entre estos dos grupos de élites gobernantes, comenzaremos a
responder a la brutalización generalizada de mujeres de todas las edades; a
trabajar en políticas que extiendan las infraestructuras civiles, tecnológicas
y materiales del Estado a todas las personas, independientemente de dónde se
encuentren, y a posicionar las protecciones legales y civiles que son derechos,
en las realidades vividas de todxs lxs africanxs.
El desafío que acompaña a esta propuesta es la
cuestión de la identidad y nuestra relación como mujeres activistas e
intelectuales con el nacionalismo y el fenómeno de la Nación. Sabemos que
incluso los individuos, organizaciones y grupos feministas están vinculados -de
manera profundamente íntima y visceral, con el nacionalismo y la dinámica del
poder-, a los sentidos de pertenencia y autenticidad como africanxs.
Este año, Ghana está celebrando el año del regreso de
nuestras hermanas y hermanos sustraídos brutalmente del continente durante un período
de 400 años. La mera idea de regresar a "la patria", otra noción
problemática que está vinculada a la nación, la negritud y la autenticidad,
está provocando olas en las comunidades de afroamericanos de este país y
conmoviendo a los africanos de la diáspora. Sí, es un tema importante que debe
ser impugnado, discutido, aceptado o rechazado, como sea.
Pero esta
iniciativa está sucediendo al mismo tiempo que los fundamentalistas religiosos
liderados por blancos, predominantemente de ultraderecha de Estados Unidos, han
ido ganando terreno en las sociedades del continente, alimentando la homofobia
y el odio a las personas queer y aprovechando las oportunidades que han
creado las décadas de ajuste estructural (Structural Adjustmen Programmes,
SAPs por sus siglas en inglés) y de exclusión sociopolítica y económica,
jugando con el cinismo y el desaliento entre la mayoría de lxs africanxs. Este
ataque reaccionario va acompañado de graves retrocesos en cuanto a los derechos
y la protección de las mujeres, especialmente en lo que respecta a las luchas
por la integridad sexual y reproductiva, la identidad sexual y la justicia
reproductiva. Han apuntado a los intentos de proporcionar a lxs jóvenes una
educación sexual integral en las escuelas, y en Sudáfrica, este grupo de
derecha, que está vinculado a la Conferencia Mundial de las Familias, un grupo
rabiosamente conservador que también tiene vínculos con individuos dentro de la
administración Trump.
Por lo tanto, soy consciente de que estoy planteando
un desafío profundamente complejo y enrevesado en un contexto donde las
posibilidades de rechazar las antiguas riendas feudales y construir identidades
contemporáneas, personales y colectivas, parecen un sueño imposible en un lugar
de encarcelamiento. Pero la vida es la fuerza más poderosa que nos otorga la
naturaleza, y el instinto de libertad es nuestro derecho de nacimiento: nadie
puede darnos la capacidad y la habilidad de ser libres. Es innato dentro de
todas y cada una de nosotras. La forma en que alcanzamos y abrazamos su poder
es lo que realmente es el feminismo: la capacidad y determinación para definir
el arco de la propia trayectoria de vida.
Elaborar nuevas identidades más allá de las antiguas,
represivas y reinventadas nociones feudales de los africanos: estas son las
nuevas formas en que las podemos imaginar y articular una pertenencia inclusiva
y digna.
Alejarnos de los estrechos confines del nacionalismo,
que ciega y ahoga nuestras capacidades creativas, nos permitirá enriquecer
nuestro feminismo desde el profundo acervo de conocimiento feminista que han
aportado las mujeres de todas partes de nuestro planeta a la lucha contra el
patriarcado en todas sus manifestaciones.
Imagínense cómo se verá y se sentirá nuestro feminismo
cuando lo hayamos liberado de los límites intolerantes del nacionalismo como
una ideología y práctica fundamentalmente anti-mujer y patriarcal. Tendremos
que involucrarnos en la tarea de librarnos de las riendas del nacionalismo y
sentir el viento pasar por nuestras bocas y corazones maravillosamente abiertos
y alegres. Entonces no necesitamos limitar nuestra imaginación: puede correr libremente
y alimentar nuestras ideas y sueños de un mundo inclusivo y suficiente. No
tendremos que excluirnos unxs a otrxs como africanxs de la comunidad de humanos
que, independientemente del tono de negrura que portemos, estamos unidos por
siglos de resistencia y resiliencia en la lucha por recuperar nuestra humanidad
del racismo, el elitismo, la explotación de clases, de todas las formas de
exclusión y denigración.
Para concluir, me gustaría compartir una joya de
Edward Said, cuya bella mente y corazón palestino extraño terriblemente.
También echo de menos a Amilcar Cabral, por su genuino amor por los
trabajadores, y su intelecto radical incisivo y profético del que he obtenido
tanta inspiración y placer.
Edward señala, sobre la teoría y su centralidad en la
creación y la vida de todo intelectual, y como respuesta mordaz al
antiintelectualismo y la estrechez de los instintos nacionalistas:
Las personas y las escuelas críticas, las ideas y
teorías viajan, de persona a persona, de situación en situación, de un período
a otro. La vida cultural e intelectual generalmente se nutre y a menudo se
sustenta en esta circulación de ideas, ya sea que adopte la forma de una
influencia reconocida o inconsciente, un préstamo creativo o una apropiación
total, el movimiento de ideas y teorías de un lugar a otro es a la vez un hecho
de vida y una condición útil de la vida intelectual (Said, 1983, 226).
Así que les deseo a todas un presente-futuro
fabulosamente radical; que sumerjan su lengua intelectual en el pozo profundo
del conocimiento feminista de todas las sociedades humanas, y que hagan crecer
la envergadura de sus magníficas alas feministas para que puedan volar más allá
del celoso sol patriarcal y bailar con nuestra madre, la luna, y tener
suficiente plenitud femenina radical. Vivan…
Gracias.
Bibliografía citada
Federici, S. (2018). Witches,
Witch-hunting, and Women. Oakland: MP Press.
Said, E. W. (1983).
Traveling Theory. En E. W. Said, The World, the Text, and the Critic.
Cambridge: Harvard University.
[1] Conferencia magistral -23 de noviembre de
2019- organizada por la Asamblea de Mujeres de la Asociación estadounidense de
estudios de africanos (African Studies Association) en el marco de la
conferencia anual de 2019 celebrada en Boston del 21 al 23 de noviembre. Véase:
https://africanstudies.org/wp-content/uploads/2017/08/2019PreliminaryProgram.pdf
[2] Introducción y traducción a cargo de Mónica
Inés Cejas.
[3] Se refiere a Maha Marouan, académica de
origen marroquí, actualmente profesora de estudios de Mujeres, género y
sexualidades de la Universidad de Pensilvania, Estados Unidos, quien en 2019
fue una de las coordinadoras del encuentro anual de la Asociación
estadounidense de estudios africanos (ASA).
[5] Serpiente
extremadamente venenosa.
[6] El suazi (siSwati en suazi) es una lengua bantú del grupo nguni hablada en Sudáfrica, Suazilandia, Lesoto y Mozambique.
[7] James Arthur Baldwin (1924-1987), fue un novelista, ensayista,
poeta, dramaturgo y activista afroestadounidense por
los derechos civiles.
[8] Aquí se refiere en
particular al régimen de monarquía absoluta en su país, Eswatini.