La
construcción de una “nueva” mujer argelina: diario de una guerrillera
For the construction of a “new” Algerian woman: diary of a maquisarde
Julieta Chinchilla
Universidad de Buenos Aires (Argentina)
Resumen
Este artículo busca analizar cómo desde la columna Journal d’une maquisarde (“Diario de una guerrillera”) -que apareció
en el diario “El Moudjahid” durante los meses
de junio y agosto de 1959, órgano oficial del FLN argelino-, se buscó recrear
la imagen de una “nueva” mujer argelina. El hecho de tomar un texto fundacional
elaborado en un contexto de guerra, nos permitirá reflexionar sobre la
construcción de nuevas subjetividades en el corto plazo, ya sea para equilibrar
tensiones y ansiedades generadas por la presencia de mujeres en la guerra, como
para ir sentando las bases que sustentarían el rol de las mujeres luego de la
independencia.
Palabras Clave
Argelia;
Mujeres; Guerra; Nacionalismo; Género.
Abstract
This article seeks to
analyse the construction of a “new” Algerian woman based on the column analysis
Journal d’une maquisarde
(“Diary of a maquisarde”), that appeared between June
and August 1959 in the newspaper “El Moudjahid”
(FLN’s official publication). The decision a foundational text, which was
written in the context of a war, will allow us to reflect on the construction
of a new female subjectivity in the short term, either to balance tensions and
anxieties generated by the presence of women in the war, or to imagine what
might sustain the role of women after independence.
Keywords
Algeria; Women; War; Nationalism; Gender.
La guerra
de independencia de Argelia (1954-1962) fue uno de los conflictos más
emblemáticos del período de la descolonización de Asia y África en la segunda
mitad del siglo XX. Las denuncias de tortura y desaparición forzada de personas
por parte de Francia, fueron parte de la campaña internacional que hizo
conocida la lucha del Frente de Liberación Nacional (FLN) argelino por todo el
mundo. Sin embargo, la presencia de mujeres en las filas del FLN fue algo que
también llamó la atención, y fue aprovechado por el movimiento nacionalista
para ganar simpatías a nivel internacional. En los años de guerra, las
militantes argelinas fueron conocidas por su participación en la “Batalla de
Argel”, a través de los escritos de Frantz Fanon -que fueron traducidos en varios idiomas-, y por las
denuncias de tortura que alcanzaron relevancia internacional, como en los casos
de Djamila Bouhired y Djamila Boupacha.
Ahora,
¿cómo afectó la participación de las mujeres en relación al rol que tenían las
argelinas antes del estallido de la guerra? ¿Cómo se transformó la idea de
“mujer” y “feminidad” durante los años de guerra? Existen varios trabajos que
buscaron responder estas preguntas desde diversos puntos de análisis (Amrane-Minne, 1994; Sambron, 2007;
MacMaster, 2009; Chinchilla, 2014; Vince, 2015), sin
embargo, en este trabajo nos centraremos en estudiar particularmente cómo se
fueron operando cambios en torno a la imagen de la mujer argelina a partir del
análisis de la columna “Journal d’une maquisarde”, publicada durante los meses de junio y
agosto de 1959 por el periódico “El Moudjahid”,
órgano oficial del FLN argelino[1].
La
elección de esta columna se dio por considerarla un texto fundacional, ya que
es la primera vez que el FLN le dio espacio a una mujer para que relate en
primera persona su experiencia en la guerra -además de la historia de sus otras
compañeras, permitiendo construir de esta manera un retrato oficial de la
“nueva” mujer argelina. Por este motivo, es que se aprovecha un texto
fundacional para dar cuenta de la construcción de una nueva subjetividad
femenina a partir de un discurso oficial en un contexto de guerra.
El hecho
de que la columna sea un testimonio de guerra redactado en pleno conflicto,
permite analizar los cambios en los sistemas de valores que se dan en estas
coyunturas, convirtiéndose dicho testimonio en un terreno privilegiado para los
estudios de género. Por esta razón, en el corto plazo del acontecimiento se
pueden notar las tensiones surgidas en la coyuntura del conflicto, a diferencia
de una perspectiva de la larga duración, en donde los conflictos bélicos
aportarían en un proceso de democratización de las mujeres.
A partir
de lo expuesto, nos centraremos en el análisis de la coyuntura del conflicto
para poder delinear las nuevas características que deberían obtener las
argelinas en un nuevo país independiente. Como podremos analizar, este intento
no se hará sin tensiones ni ambigüedades propias de las ansiedades que
provocaron los cambios en una sociedad en plena transformación.
El concepto de “nueva” mujer en el
discurso nacionalista del Norte de África y Medio Oriente
Tras la colonización
de las regiones del Norte de África y Medio Oriente -por parte de las
principales potencias europeas a lo largo del siglo XIX y principios del siglo
XX-, la religión se convirtió en una de las principales trincheras desde donde
se quería preservar la identidad cultural de dichas sociedades colonizadas,
siendo la mujer la principal guardiana de estos valores. En el caso argelino en
particular, el hecho de que la duración y la escala de la colonización hayan
sido mucho más agudas[2], llevó a que la mujer
argelina adquiriera una importancia simbólica aún más profunda en lo que se
refiere al resguardo de la identidad. Esta situación podría explicar el por qué
de las ideas del reformista egipcio Qasim Amin[3] (1863-1908) sobre la
necesidad de educar a una “nueva” mujer para la nación, no permearon entre los
reformistas argelinos -a pesar que las mismas hayan circulado por Argelia a
inicios del siglo XX-, como había sucedido en otros países de la región. De
hecho, no existe ningún equivalente a este intelectual en territorio argelino.
En las
primeras décadas del siglo XX, las ideas de Amin fueron continuadas por otros
intelectuales árabes, como el tunecino Tahar Haddad (1899-1935). Sin embargo,
en Argelia fueron combatidas por uno de los principales referentes de la Nahda argelina,
el fundador de la Asociación de Ulemas[4].
Ben Badis tildaba a las críticas que Haddad tenía
sobre el uso del velo, el matrimonio arreglado, la poligamia y la repudiación
como “anti-islámicas” y occidentalistas. En este
contexto, no es difícil concluir que el debate en torno al rol de la mujer argelina
estaba caracterizado por una visión binaria, que por un lado esencializaba a las “mujeres musulmanas”, y por otro lado
señalaba a la “cultura francesa” como algo contrario y ajeno a la sociedad
argelina[5]. Este binarismo también era
utilizado por el discurso colonialista francés, pero en un sentido inverso, ya
que lo utilizaba para señalar el “oscurantismo” de la sociedad argelina a
partir del lugar que ocupaban las mujeres y así justificar su política colonial
sobre el territorio.
En el
contexto de la guerra de independencia argelina, el debate sobre el rol de
la mujer se convirtió en un punto central en la lucha para ganar “los
corazones y mentes” de la población argelina (Sambron
2007, MacMaster 2009). El FLN surgió con el inicio de
la guerra de independencia en noviembre del año 1954. Este frente estuvo
compuesto por todas las tendencias del nacionalismo argelino, desde las más
conservadoras hasta las más radicales. Sin embargo, fueron las corrientes más
progresistas las que fueron ganando importancia en la conducción del
movimiento, además de encargarse de la política internacional y de las
relaciones exteriores (Byrne, 2016). A este respecto, el surgimiento de un
nuevo nacionalismo radical que conducía la guerra, estuvo influido por los
discursos de modernidad y desarrollo característicos de esos años. Por este
motivo, no es de extrañar que el FLN haya impulsado un discurso sobre la
mujer que no sólo buscaba expresar la sociedad moderna e igualitaria a la
que aspiraba, sino que también pretendía ganarse a la opinión pública
internacional, actor clave para el reconocimiento del derecho a la
autodeterminación del pueblo argelino en la Organización de Naciones Unidas.
Con esta
lógica, no es de extrañar que una buena parte del discurso del Frente de
Liberación Nacional argelino insistía en la idea de que la liberación del
dominio colonial era una precondición para la liberación de la mujer
argelina. De hecho, el presidente del Gobierno Provisional de la Revolución
Argelina (GPRA, por sus siglas en francés), Ferhat
Abbas, había sido uno de los pocos nacionalistas influenciados por las ideas de
Qasim Amin desde la década del 1940.
La nueva mujer argelina
Según la
académica Kumari Jayawardena
(2016), todos los movimientos nacionalistas del Tercer Mundo basaron su
discurso de género en la igualdad de las mujeres en el sistema legal, en la
eliminación de prácticas claramente discriminatorias, el derecho al voto y la
educación extendida. Sin embargo, estos discursos nunca abordaron la
subordinación de las mujeres en el ámbito familiar. Esta tensión es la que
vamos a poder constatar a lo largo de la columna que queremos analizar.
“Journal d’une maquisarde”, es un testimonio escrito por una mujer que
presenta todas las características que señala el historiador Luc Capdevila
(2011) para referirse a las memorias de mujeres en guerra: participación
voluntaria de las mujeres en un espacio que a priori se les estaba prohibido;
no hay retórica de sufrimiento y victimización, sino que existe una exaltación
de la acción, además de alegría y orgullo por participar de la guerra; y se
señala un constante deseo por servir a la causa. Finalmente, y es interesante
señalar, que como otros testimonios de mujeres de la época (década de 1950), no
se hace un análisis desde una perspectiva feminista de la participación de las
mujeres.
“Journal...” es una
columna anónima que apareció con regularidad en el diario El Moudjahid entre junio y agosto de 1959.
La autora dice ser una joven mujer de
clase media urbana que dejó sus estudios para participar del conflicto[6]. Si bien estas
características no son las que representan a la mayoría de las mujeres que
participaron de la guerra de independencia en Argelia (Amrane-Minne,
1994), la maquisarde
o guerrillera, plantea la necesidad de testimoniar por todas las mujeres que
combatieron.
La
cronología de la participación de las mujeres en la guerra que se reconstruye a
través de la columna, se centra en los años en los que su presencia femenina
fue más significativa: desde la huelga estudiantil de mayo de 1956, hasta su
retirada a las fronteras (ante la creciente represión de las fuerzas coloniales
francesas) en 1959. Sin embargo, más allá de analizar esta columna desde una
secuencia de sucesos, resulta interesante analizarla como una genealogía que
busca describir el nacimiento y las características de esta nueva mujer
argelina.
Desde esta
perspectiva, resulta llamativo que este testimonio “bajo supervisión”[7] haya privilegiado rescatar
la figura de una joven de clase media urbana –así se presenta quién escribe la
columna- en detrimento de una mujer del ámbito rural. El discurso oficial del
FLN siempre privilegió la lucha que se desarrollaba en los espacios rurales,
por sobre la lucha urbana, siendo el modelo ideal de combatiente, aquel de la
región de las montañas de los Aurès. Por este motivo,
al momento de querer visibilizar la participación femenina, es interesante
notar que se privilegia a una joven del ámbito urbano en detrimento de las
ciento de miles de mujeres que colaboraban con el maquis en las zonas rurales.[8]
Esta
elección estaría en sintonía con lo desarrollado por lxs
historiadores Nel MacMaster (2009) y Natalya Vince (2015), cuando en su trabajo afirman que
fueron las militantes urbanas las protagonistas como sujetos y agentes de
propaganda. Para ejemplificar esta afirmación, Vince, rescata los casos de las
tres icónicas militantes llamadas “Djamila” (Bouhired, Bouazza y Boupacha), y de cómo sus casos fueron conocidos en la
escena internacional a partir de la publicación de artículos y libros
impulsados por comités de solidaridad con el FLN, en donde se denunciaban las
injusticias y represión del colonialismo francés a partir de los abusos
cometidos contra estas tres militantes[9].
Por su parte, el libro “La mort de mes frères”, escrito desde la cárcel por una de las pocas
dirigentes mujeres del FLN de la zona autónoma de Argel, Zohra Drif, también es rescatado por la autora, ya que presenta
todos los estereotipos clásicos del discurso nacionalista: la participación y
el compromiso de las mujeres siempre aparece relacionado en cuanto a su estatus
de esposas, madres, hermanas (Vince, 2015).
Ahora,
aunque coincidimos con la autora sobre el hecho de que las mujeres del ámbito
rural permanecieron ajenas a los discursos y propaganda de género nacionalista,
consideramos que aún falta explicar el por qué fueron las mujeres de clase
media urbana las elegidas para ser protagonistas y agentes de dicha propaganda.
Según
nuestro punto de vista, el hecho de elegir a mujeres jóvenes, urbanas y
educadas para la propaganda de género del FLN, se realizó de una manera
consciente y con una intencionalidad política. Por un lado, la utilización de
la imagen de mujeres jóvenes y “modernas” participando en las filas del FLN
tenía como objetivo contrarrestar todo un paquete de medidas que había
dispuesto el gobierno colonial francés para la “emancipación de las mujeres” en
el año 1959, como parte de su estrategia en la guerra psicológica.[10] Por otro lado, el objetivo
de la dirección del FLN en los años de guerra, no era sólo construir un Estado
“moderno” e independiente en oposición a la imagen de retraso y dependencia del
Estado colonial, sino que además buscaba construir de igual manera ciudadanos y
ciudadanas acordes a los nuevos parámetros de modernidad y desarrollo que se
vislumbraban en los discursos de esta fuerza política. Si bien la “originalidad
de la identidad argelina” era algo recurrente en el discurso nacionalista, esta
identidad pareció complementarse con la idea de un nacionalismo revolucionario
que buscaba una transformación social para modernizar el país, y para que los
argelinos y argelinas lograran desarrollar plenamente su identidad acorde a los
nuevos vientos de época (Byrne, 2016). Finalmente, consideramos que privilegiar
la voz de una mujer “moderna” en una columna del principal órgano de prensa del
FLN -mujer joven, urbana y con acceso a estudios-, en lugar de elegir a una
mujer de edad media, casada, con hijos/as y del ámbito rural –perfil de la
mayor cantidad de mujeres que participaron de la guerra de independencia
argelina- servía además como señal para demostrarle a un público internacional
que la guerra y la independencia conducirían a la modernidad de Argelia.
En los
discursos nacionalistas en general -y el argelino no escapó de esta lógica- las
mujeres aparecieron como protectoras privilegiadas de la identidad nacional, de
la tradición y las costumbres nacionales. En este proceso, la mujer era
pensada como la última guardiana de la identidad nacional, ya que los efectos
de la colonización habían provocado una atomización en la sociedad colonizada,
convirtiendo a la familia en el último refugio para los valores y tradiciones
que el sistema colonial había desestructurado (Yuval-Davis,
1997; Chaterjee, 1999; Jawavardena,
2016). Por este motivo, la subversión
del rol de la mujer durante la guerra generó muchas ansiedades y
tensiones en el movimiento nacionalista, por lo que el intento de querer
mantener un equilibrio entre las posiciones más conservadoras y más
modernizantes del movimiento no fue tarea fácil. En este contexto, es que se
podría explicar el perfil de la joven elegida para escribir la columna: una
joven que ya tenía permiso para salir de su casa a estudiar y no estaría
rompiendo tantos tabúes al ausentarse de su hogar para participar de la lucha
por la independencia.
En la
primera entrega de “El Journal...”, una vez inserta en la lucha política, la
joven mujer que escribe la columna de “El Moudjahid”
pareció vivir una síntesis de las experiencias adquiridas por muchas de las
militantes urbanas: se ocupó del transporte de armas y medicamentos, fue
arrestada, sufrió torturas -pero no denunció a sus compañeros- para luego ser
liberada. En esta primera descripción, el discurso pareciera marcar el bautismo
de fuego de todas las militantes para poder acceder al maquis: el martirio de la tortura y el pasaje
a la clandestinidad. A su vez, la clandestinidad sería otra argumentación
importante para justificar la salida de las jóvenes del hogar para unirse al
maquis, ya que debido al riesgo que conllevaba estar en esa situación en la
ciudad, era preferible aceptar la incorporación de las mujeres en el ámbito más
masculino de la guerra. De hecho, la primera observación que hace la autora al
llegar al maquis es señalar que es la única mujer en el lugar y que sólo hay 14
mujeres jóvenes en toda la wilaya[11].
Sin embargo, rápidamente señala la moral de las poblaciones cercanas, sobre
todo la de las mujeres, que a pesar de ser el principal blanco de la represión,
ni si quiera “se detienen a llorar a sus muertos” (El Moudjahid
N°45; 1959).
Hacia una “nueva” mujer... bajo tutela
Al final
de la primera columna, la autora menciona a dos personajes que recorrerán las
siguientes publicaciones y servirán como modelos a seguir. Por un lado, Malika, enfermera diplomada que supo luchar con arma en
mano hasta su último suspiro para defender a sus pacientes, modelo para el
resto de las combatientes por su entrega y heroísmo. La vida de Malika fue contada por el coronel Amirouche
en una reunión con las mujeres del maquis y otras colaboradoras de las
poblaciones cercanas (El Moudjahid N°44,
1959).
La figura
de Amirouche también es resaltada en otras entregas.
El coronel aparece como un referente, como aquel que le dio un espacio a las
mujeres para participar en la guerra, el que les indica los modelos a seguir en
ese nuevo contexto (como el ejemplo de heroísmo y entrega de Malika) y el que finalmente impulsa a la autora a escribir
la columna para dar a conocer la experiencia de cientos de mujeres[12]. Si bien es cierto que, Amirouche
fue uno de los pocos líderes del FLN que promovió la participación de las
mujeres en el maquis, también es cierto que la mirada que tenía de sus
compañeras no rompía del todo con la mirada más tradicional sobre el rol de la
mujer. Amirouche, caracterizaba a las mujeres
como “lo más puro de la revolución”, por lo que las enviaba a organizar grupos
de formación y atender al pueblo ya que “las mujeres son las que hacen mejor
esta tarea” (El Moudjahid N°46, 1959).
En
resumen, desde la primera columna tenemos una figura masculina, fuente de
autoridad para el resto de las mujeres, que permite mantener cierto equilibrio
-frente a la subversión que implica la presencia de mujeres en el maquis-, ya que la figura de este hombre
pareciera representar la de un padre que ofrece protección a las mujeres y
cuida de ellas otorgándoles actividades que no
rompan de una manera tajante con los roles tradicionales que les fueron
conferidos, es decir, actividades de cuidado y educativas.
Además de
contar, en cada entrega, diferentes experiencias personales y de otras mujeres
en el maquis, los relatos que más abundan son los de heroísmo. A pesar que la
autora señala que prefiere que las llamen “simplemente argelinas” en vez de
heroínas, porque lo que intenta hacer es testimoniar sobre lo que es y será la
argelina en un país independiente, lo cierto es que a través de este tipo
de relatos se busca legitimar el rol de la mujer en la futura Argelia
independiente (El Moudjahid N°48, 1959). Por
otro lado, en estos relatos donde se destaca la entrega de las mujeres sin
buscar ningún reconocimiento a cambio, se resalta que su principal objetivo es
mantenerse cerca de sus “hermanos” (El Moudjahid
N°45, 1959). En otras palabras, en diversos momentos del relato de la maquisarde, se puede observar que la figura de la
mujer aparece siempre bajo la protección de una figura masculina o la
justificación de la presencia de las mujeres en espacios que no son los
tradicionales para ellas, es para estar cerca de los hombres y “ayudarlos”.
Otro punto
interesante de estas crónicas, es el hecho que la autora menciona que los jefes
reunían a las militantes en cada ocasión que podían para que pudieran debatir
sobre “el rol de la mujer en la lucha por la liberación nacional” (El Moudjahid N°45, 1959). Este fue el caso de la reunión
que se realizó en 1957 en Palestro, una de las reuniones más importantes que
recuerda la columnista, a pesar que ninguna militante había pedido esa reunión
expresamente. Allí, la autora nos cuenta que pudo encontrarse con mujeres de
todo el país y de todas las extracciones sociales, en donde pudieron intercambiar
experiencias. Resulta interesante observar que al momento de relatar esta
reunión, la autora hace hincapié sobre los elementos que impulsaron a las
mujeres a entrar en la lucha por la independencia. Allí todas coincidieron en
que decidieron pasar a la acción al tomar conciencia de las injusticias del
colonialismo y de la opresión extranjera. Es decir, nada de lo que impulsó la
participación femenina en la guerra de independencia se relacionaba a su
situación en tanto mujeres dentro de la sociedad colonial.
Conclusiones
A partir
de los puntos señalados de la columna “Journal d’une maquisarde”, podríamos
concluir, en primer lugar, que los relatos de heroísmo y entrega de las mujeres
reseñadas buscan darle legitimidad a la participación de las mujeres en la
lucha por la independencia de Argelia, en un contexto en el que la presencia de
mujeres en el maquis u otras células revolucionarias en la ciudad generaban
tensiones y ansiedades. Por otro lado, el hecho de que el diario de
comunicación oficial del FLN fuera el que le diera ese espacio a la
participación de mujeres, construía legitimidad para la formulación de un nuevo
estatus de las mismas en la etapa independiente (Chaulet,
2012). El heroísmo -como característica generalizada de todas las combatientes-,
no entraría en contradicción con la idea de “mujer guardiana de la
identidad nacional”, ya que las combatientes, luchando por la independencia y
cuidando a sus “hermanos”, estaban llevando hasta las últimas consecuencias ese
mandato de género.
Si bien la
columna fue escrita desde la frontera tunecina con Argelia -como se mencionó-,
la publicación da cuenta de los cambios de valores que se dieron en cuanto al
rol de la mujer en la sociedad argelina durante la guerra, no sin
tensiones. Por un lado, se buscó la voz en primera persona de una mujer joven
urbana con estudios, para evitar romper por un lado con tabúes impuestos a las
mujeres del ámbito rural que hubieran sido muy difíciles de ser aceptados por
el conjunto del movimiento que integraba las filas del FLN. Por otro lado, el
perfil de la columnista también responde a la idea de una mujer/Argelia moderna
que se busca construir tras la obtención de la independencia. Por último, el
hecho mismo de darle un espacio a la mujer en el principal órgano de
comunicación del FLN, también respondería a una manera de presentar al FLN como
una fuerza política modernizadora, en consonancia con la mirada que también
describía uno de los principales intelectuales de la revolución argelina, Frantz Fanon. Este autor, en su
artículo “Año V de la Revolución”, desarrolló una visión optimista sobre el rol
de la mujer en la nueva sociedad a partir de señalar la masiva
participación de las mujeres en la guerra y analizar la rápida capacidad que
tuvieron en adaptare al nuevo contexto y enfrentar los diferentes peligros (Fanon, 1971).
Finalmente,
este lugar privilegiado de la mujer como forma de destacar el objetivo
modernizante de la futura Argelia (sobre todo de cara a la opinión pública
internacional), no debe dejar escapar que no se hizo sin tensiones ni
resguardos. En primer lugar, no habría que dejar de tener en cuenta que las
columnas fueron editadas bajo la supervisión masculina de los “jefes”. También
es importante subrayar que la ruptura que implicaba la participación de las
mujeres en la guerra de independencia se trató de moderar a través del
discurso. La referencia constante a los “jefes” como modelos a seguir –particularmente
la figura del coronel Amirouche- pero también como
protectores y guardianes de las mujeres es constante a lo largo de las entregas
del “Journal...”.
En
síntesis, a través de esta columna se pueden rastrear los cambios de valores en
cuanto a las relaciones de género en el corto plazo, y a partir de ello
vislumbrar la génesis de una nueva subjetividad femenina y política. En este
testimonio podemos ver cómo este conflicto impulsó la participación de las
mujeres en la política y en la guerra, rompiendo con tradiciones que las
retenían dentro del ámbito de su hogar, además de crear espacios mixtos.
También es
importante tener en cuenta que dentro de esta columna existen todos los
elementos que permanecerán en el discurso nacionalista tras la independencia.
Vemos cómo el modelo de mujer-heroína-mártir
es el que se construye a lo largo de las entregas, donde además se privilegia
la voz de las mujeres que combatieron -o estuvieron cerca de los combatientes-,
por sobre las militantes civiles (moussebilines) que fueron mayoría dentro del movimiento.
Estos cambios en la construcción de nuevas subjetividades no se dieron sin
tensiones, por lo que dentro del testimonio se buscó equilibrar ciertas
innovaciones con costumbres arraigadas sobre el rol de la mujer. En
primer lugar, se eligió a una joven citadina que ya tenía permiso de salir de
su hogar para ir a estudiar, intentando dar cuenta que la militancia de las
mujeres urbanas se dio de “una manera más natural” (El Moudjahid
N°45, 1959), por lo que no rompería con tantos tabúes. También se insistió a lo
largo de las columnas en la presencia de figuras masculinas, con autoridad,
fuerte moral y con características paternalistas que recrearan la dinámica de
un hogar, que a su vez sirvió para atenuar un tipo de relación socialmente
perjudicable (la convivencia entre hombre y mujeres) y traducirla con este
lenguaje como una relación familiar, y por lo tanto aceptable.
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El Moudjahid N° 48,
17/08/1959, p. 10.
El Moudjahid N° 49,
31/08/1959, p. 12.
Recibido: 30/11/2020
Evaluado: 20/01/2021
Versión Final: 26/02/2021
[1] Para el análisis
de la columna, se trabajó con la edición francesa de “El Moudjahid”, impresa en
Yugoslavia durante la guerra de independencia argelina. Esta versión no es
idéntica a la impresa en Túnez. La versión yugoslava fue “adaptada” para ganar
la simpatía de la opinión pública internacional y la columna que busca analizar
el presente artículo debe entenderse como un aporte importante para lograr este
objetivo. La edición de “El Moudjahid” en árabe es –según el historiador
Gilbert Meyner- “más izquierdista y más
secular en comparación El Moudjahid [en francés], ya que los autores no sentían
la necesidad constante de demostrar los orígenes árabo-islámicos de Argelia”
(Meynier G. 2002).
[2] La conquista
colonial de Argelia por parte de Francia comenzó en 1830 cuando, en términos
generales, la era del imperialismo colonial en Asia y África comenzó a fines
del siglo XIX y principios del siglo XX. Por otro lado, Argelia no fue “una
simple colonia”, sino un territorio de poblamiento blanco y jurídicamente fue
considerada como departamento francés, es decir, en términos formales no era
reconocida como una jurisdicción por fuera del hexágono.
[3] Qasim Amin
(1863-1908) fue un intelectual y jurista egipcio. Es considerado uno de los
principales referentes de la corriente del modernismo islámico o Nahda, además de ser reconocido como “el
primer feminista” del mundo árabe, ya que desarrolló toda su obra en torno al rol
de la mujer en la nueva sociedad árabe.
[4] La Asociación de
Ulemas fue fundada por el reformista musulmán Ben Badis (1889-1940) en 1931.
Esta asociación fue una de las corrientes nacionalistas que más influencia tuvo
a mediados del siglo XX. Su lema era: “Una religión, el islam; una lengua, el
árabe; una Nación, Argelia”.
[5] Este debate es
comparable al planteo de Kumari Jayawardena (2016) -y otras intelectuales que
han estudiado el desarrollo del feminismo en el Tercer Mundo-, cuando menciona
que muchas veces el feminismo en el Tercer Mundo fue tomado como una ideología
de la burguesía local alienada, que llevaba a la pérdida de la identidad
cultural, y, por lo tanto, a las responsabilidades familiares de las mujeres
locales.
[6] Aunque no se sabe
con exactitud quién escribió la columna, algunos testimonios afirman que la
verdadera autora de la columna fue la reconocida escritora argelina, Assia
Djebar. También otros autores mencionan que si bien es difícil determinar la
autoría de la columna, sí es seguro que Djebar haya sido su editora. Estas
afirmaciones son verosímiles si tomamos en cuenta que Assia Djebar fue
redactora de “El Moudjahid” en Túnez. Fort Pierre-Louis,
Chaulet-Achour Christiane (2013), La
France et l'Algérie en 1962 - de l'histoire aux représentations textuelles
d'une fin de guerre, París: Karthala, p.106; Chaulet-Achour Christiane
(2012), « Écrits algériennes et guerre d’indépendance. Témoignages et
créations » en Confluences
Méditarranée, N° 81, p. 189 a 203, p. 192 ; Cheurfi Achour (2004), Écrivains algériens: dictionnaire
biographique, Alger : Casbah, p. 147 ; Déjeux Jean (1994), La littérature féminine de langue française
au Maghreb, París : Karthala, p.160, 191
[7] Todos los
artículos publicados por El Moudjahid
en estos años eran discutidos previamente por un comité político editorial. AAVV (2011). El Moudjahid. Un journal
de combat (1956-1962). Rouiba: Éditions ANEP.
[8] A pesar que en el
imaginario colectivo se recuerda a las militantes del FLN como mujeres jóvenes
que participaron en la guerrilla, según el registro del Ministerio de ex
Combatientes de Argelia, de las 10.469 mujeres registradas, el 19% se incorporó
en la estructura del Ejército de Liberación Nacional (ALN por sus siglas en
francés), el resto fueron militantes civiles. Un poco menos de la mitad del
total de militantes registradas era menor de 30 años, y el 78% entre ellas
pertenecía el medio rural. TALEB IBRAHIMI, K. (2012). “Les Algeriénnes et la
guerre de libération nationale. L’émergence des femmes dans l’espace public et
politique au cours de la guerre et l’après-guerre”, en HARBI, M. y STORA, B. La
guerre d’Algérie. Millau: Pluriel.
[9] Estas tres militantes
urbanas fueron arrestadas y torturadas, para luego ser condenadas a muerte al
ser acusadas de poner bombas en diferentes bares de la ciudad de Argel. Además
de numerosos artículos publicados en diferentes periódicos del mundo, vale
destacar los libros “Pour Djamila” de los abogados Georges Arnaud y Jacques
Vergès y “Djamila Boupacha” de Giselle Halimi y Simone Beauvoir. También el
caso de Djamila Bouhired buscó ganar la simpatía del mundo árabe a través del
film egipcio, dirigido por Youssef Chahine, “Gamila, al-Gaza’iriyya” [Yamila,
la argelina] (1958).
[10] Dentro de este “paquete de medidas” podemos
mencionar: el establecimiento del matrimonio civil, el voto universal femenino,
el aumento de la edad mínima para el casamiento. Por otro lado, el gobierno colonial
había lanzado una campaña el año anterior que buscaba realizar movilizaciones
para que las argelinas se quitaran el velo como muestra de apoyo al gobierno
francés. Finalmente, en el marco de la política de contrainsurgencia y guerra
psicológica en el ámbito rural, el ejército francés había desarrollado grupos
especiales (Équipes médico-sociales
itinérants, EMSI), que tenían como objetivo entrar en contacto directo con
mujeres locales como medio de desarrollar una guerra psicológica contra el FLN
(MacMaster, 2009; Vince, 2015).
[11] El término wilaya
se utilizó durante la guerra para señalar las unidades territoriales o regiones
militares del ALN/FLN. En total, el territorio argelino, fue dividido en 6
wilayas, más la zona autónoma de Argel. Posteriormente, al llevar la guerra a
la metrópoli, se sumó la wilaya 7 correspondiente a Francia. Actualmente el
país cuenta con 58 wilayas o departamentos.
[12] La primera
columna de “Journal d’une maquisarde” aparece tres meses después
de la muerte del coronel Amirouche y luego de que la mayoría de las militantes
fueran evacuadas a las
fronteras
de Túnez y Marruecos como consecuencia del aumento de la represión.