Tiempos de
revolución. La Gaceta del Gobierno de Lima y su discurso político contra la
independencia de América, 1810-1816
Times of revolution. The Gazette of the Government of Lima and its
political speech against the independence of America, 1810-1816
Luis Daniel Morán Ramos
Universidad
San Ignacio de Loyola (Perú)
danielmoran2009@gmail.com
https://orcid.org/0000-0002-8244-5390
Jesús Yarango Velásquez
Universidad
Nacional Mayor de San Marcos (Perú)
https://orcid.org/0000-0003-3856-9975
Resumen
En el contexto de la crisis imperial hispánica y el impacto
político doméstico del surgimiento de juntas de gobierno en Hispanoamérica,
surgió La Gaceta del Gobierno de Lima en 1810 como publicación promovida por el
virrey Abascal. El periódico no sólo era un impreso oficial, sino también un
acérrimo defensor de la causa española. En esa perspectiva, esta investigación
analiza el discurso político del diario a partir de cuatro ejes temáticos
centrales: el fidelismo a la Corona y su repulsa a la indepedencia,
la crítica y censura a la revolución de Buenos Aires, la guerra
contrarrevolucionaria en América (especialmente el Alto Perú) y la derrota de
las revoluciones de Tacna (1811 y 1813), Huánuco (1812) y Cusco (1814-1815).
Palabras Clave
Perú; prensa; Gaceta del Gobierno de Lima; Abascal; discurso
fidelista; guerras contrarrevolucionarias.
Abstract
In the context of the
Hispanic imperial crisis and the domestic political impact of the emergence of
government boards in Latin America, La Gaceta del Gobierno de Lima emerged in 1810 as a publication promoted
by Viceroy Abascal. The newspaper was not only an official print, but also a
staunch defender of the Spanish cause. In this perspective, this research analyzes the political discourse of the newspaper based on
four central thematic axes: fidelism to the Crown and
its rejection of independence, criticism and censorship of the Buenos Aires
revolution, the counterrevolutionary war in America (especially Upper Peru) and
the defeat of the revolutions of Tacna (1811 and 1813), Huánuco (1812) and
Cusco (1814-1815).
Keywords
Peru, press;
Gaceta del Gobierno de Lima; Abascal; fidelista speech; counterrevolutionary
wars.
Introducción
Desde 1810
circuló en la ciudad de Lima un periódico oficialista que confrontaría las
ideas revolucionarias de Buenos Aires buscando legitimar la autoridad virreinal
en el Perú. En La Gaceta de Lima se reproducirían documentos importantes
de reconocidas personalidades, como el virrey Abascal y José de Goyeneche,
convirtiéndose en el principal medio de comunicación entre el gobierno, las
elites y también la población; función pedagógica y de difusión que había
recaído previamente en la Minerva Peruana
(1805-1810). Así, La Gaceta del Gobierno
de Lima fue un diario fidelista y leal, que se distribuyó en el virreinato
peruano durante las guerras de independencia hasta 1821 (Martínez, 1985; Morán,
2017b; Peralta, 2010).
Esta
publicación en plena coyuntura de la crisis hispánica permite advertir el
sentir y el discurso político preponderante de ciertos grupos de poder criollos
y españoles limeños, que buscaban mantener el statu quo en medio de un contexto
turbulento que se inició en 1808. En consecuencia, la administración virreinal
decidió utilizar el poder de la pluma y el papel para contrarrestar los ideales
revolucionarios bonaerenses. Esta prédica fidelista rebasó los límites de
virreinato y se propagó por todo el continente americano (Peralta, 2019; Chust
y Frasquet, 2013; Abascal 1944).
La Gaceta del Gobierno de Lima no tuvo como
auditorio sólo a las elites, sino también a la plebe. En sus páginas
encontramos un discurso político dirigido a los sectores populares para
internalizar la fidelidad al monarca, porque, al fin y al cabo, en aquella
etapa de crisis el objetivo era mantener el apoyo a la Corona, sosteniendo los
ideales del amor a la autoridad del rey y no dejarse cegar por los ideales
revolucionarios. Igualmente, este periódico fue financiado por el erario
público, consiguiéndose su impresión en todas las regiones del virreinato, y
pudiendo llegar de manera ex profeso hasta Buenos Aires, uno de los núcleos de
la insurrección, conjuntamente con Caracas; donde obtuvo respuesta en clave de
debate por parte de La Gaceta de Buenos
Aires, el periódico oficial de la revolución rioplatense (Morán, 2019a;
Peralta, 2019; Ternavasio, 2007; Goldman, 2008).
En ese sentido,
nuestra investigación analiza el discurso político de La Gaceta del Gobierno de Lima en medio de la crisis de la
monarquía hispánica, el surgimiento de las juntas de gobierno y la guerra
contrarrevolucionaria en América.[1] De
forma específica, este abordaje parte del estudio de los números del periódico
publicados entre octubre de 1810 y julio de 1816, momento en que se produjo la
salida del virrey Abascal del Perú. Entonces, este trabajo reflexiona, en
primer lugar, sobre la historiografía de la prensa y el contexto donde se
circunscribe La Gaceta, la politización
que genera su discurso político y la circulación que tuvo por los múltiples
espacios y redes de comunicación. Con aquel balance previo, la investigación de
manera puntual se focaliza en cuatro puntos temáticos: el fidelismo a la Corona
y su repulsa a la independencia, la crítica y censura a la revolución de Buenos
Aires, la guerra contrarrevolucionaria en América (especialmente el Alto Perú)
y la victoria hispana en los levantamientos de Tacna, Huánuco y Cuzco.
La prensa y el discurso político en el contexto de la contrarrevolución
y la independencia
La
historiografía política sobre los procesos de independencia en hispanoamérica
está en deuda con las investigaciones de François-Xavier Guerra (1992), quien
planteó analizar la prensa, los impresos y manuscritos no sólo como una fuente
de reflexión, sino también como un objeto de estudio central o actor político
mismo en esta coyuntura; lo que contribuyó a perfilar una nueva entrada a la
historia política. Esta perspectiva innovadora colocó el contexto de las
guerras de independencia en un campo visual nuevo y propicio para el análisis y
comprensión de estas fuentes periódicas quizás no muy valorados por la
historiografía precedente.[2]
Esfuerzos
pioneros por valorar la prensa como fuente histórica los encontramos en los
trabajos de Pablo Macera (1977 y 1956) y Ascensión Martínez (1985 y 1984). A
ellos se han sumado los trabajos de Joelle Chassin (2009, 2003, 1998b y 1998a),
Víctor Peralta (2019, 2012, 2010 y 2002), Daniel Morán (2019, 2017 y 2013), Claudia
Rosas (2006 y 2005) y Luis Miguel Glave (2008, 2004 y 2003), quienes han
insistido en estudiar a la prensa como un actor relevante durante las guerras
de independencia. Sin embargo, mientras Rosas se ha enfocado en la prensa de
fines del siglo XVIII y Glave en la relación de la prensa con la instalación de
la república en el Cuzco y el sur andino, Chassin, Peralta y Morán han
circunscrito sus investigaciones en la coyuntura de la crisis hispánica, las
Cortes de Cádiz y las guerras de independencia. Estos tres autores son los que
más han prestado atención a los periódicos fidelistas que circularon en América
y el Perú.
Peralta dedica
parte de su libro al análisis de la propaganda política fidelista y la retórica
contra la arbitrariedad que se difundió en el Perú por medio de periódicos,
impresos y manuscritos. Una de sus fuentes materia de análisis fue La Gaceta del Gobierno de Lima (Peralta, 2010). Igualmente, Morán ha
observado tanto en las páginas de La
Gaceta del Gobierno de Lima, como en la Minerva Peruana (1805-1810),
la aparición de una opinión pública leal a la Corona y a la administración
virreinal (Morán, 2017b).
De las
investigaciones de Peralta y Morán se infiere la relación de los redactores con
el gobierno virreinal a favor de la Corona y las guerras contra los
revolucionarios de Buenos Aires. No obstante, aún es necesario un análisis más
amplio de la diversidad temática que ofrece el discurso político de La Gaceta del Gobierno de Lima en
aquella coyuntura de guerra y constantes transformaciones de los intereses
políticos y económicos. Asimismo, es oportuno advertir la poca recurrencia en
la historiografía al uso de los periódicos como fuente para construir, por
ejemplo, una cronología de la guerra de independencia, a pesar que contamos con
dos recopilaciones al respecto: una general de la historia del Perú y una
específica de la independencia (Busto, 2006; Guerra, 2016).
El discurso
fidelista de La Gaceta del Gobierno de
Lima es comprensible en la medida
que se tiene en cuenta el contexto en el que surge: la crisis monárquica
imperial española de 1808; su impacto en el vacío de poder en hispanoamérica;
la emergencia de juntas de gobierno en América análogas a las que surgieron en
la metrópoli (entre fidelistas, autonomistas y revolucionarias); además de la
proliferación de un cúmulo de medios escritos al calor de la libertad de
imprenta consagrada por las Cortes de Cádiz; ocasionando colisiones entre el
clima de libertad, la férrea autoridad y la poca simpatía del virrey Abascal
por esta liberalidad (Vargas, 2010; Peralta, 2006; Hamnett, 2002; Nieto Velez,
1960).
Un punto de
inflexión política en América fue la revolución de Mayo y la constitución de la
Junta revolucionaria de Buenos Aires en 1810 (Frandkin, 2008; Di Meglio, 2007;
González, 2001). A los pocos días el furor retórico revolucionario se empezó a
propagar a través de la publicación de La
Gaceta de Buenos Aires (Morán &
Carcelén, 2019). Esta publicación y su discurso político revolucionario estaría
en permanente colisión y debate con la prensa fidelista limeña; incrementándose
el tenor y la intensidad del debate a partir del sofocamiento de la
conspiración realista en Córdoba y los triunfos revolucionarios en la batalla
de Suipacha; que permitió a los revolucionarios el control militar y político
del Alto Perú; y por lo tanto, la extensión de su radio de influencia
propagandística (Wasserman, 2011).
En este
contexto politizado y de ofensiva militar, retórica y de guerra en la prensa
porteña, La Gaceta del Gobierno de Lima aparece
con la clara tendencia de criticar y deslegitimar los proyectos políticos de
los revolucionarios rioplatenses. Es el inicio de una “guerra de propaganda”
entre Lima y Buenos Aires, a la que después se sumaría Santiago de Chile, y
cuyos ecos alcanzarían otras latitudes sudamericanas e incluso
hispanoamericanas (Morán, 2017b; Peralta, 2019).
Al contexto
juntista (autonomista, aunque no separatista), se sumaría el inicio de las
sesiones de las Cortes en Cádiz y la aprobación de la Constitución gaditana de
1812 (Bonilla, 2012). Esta realidad al permitir la libertad de imprenta creó las
bases para la emergencia de lo que se ha denominado una “revolución del
impreso” y posteriormente una “orgía periodística”, debido a la fundación de un
considerable número de publicaciones y la proliferación de un sinnúmero de
impresos, que debatían ardorosamente la coyuntura política. Precisamente,
gracias a este boom impreso y su desenvolvimiento podemos detallar los vaivenes
que la guerra y la revolución ocasionaban en la naciente opinión pública en
todas las regiones de América (Morán & Pérez,
2020; Peralta, 2012; Martínez, 1985).
Aquella es la
coyuntura política de la aparición y difusión de La Gaceta del Gobierno de Lima. Surgió como una medida política
para contrarrestar la ofensiva propagandística revolucionaria del Río de la
Plata. Esta “guerra de opinión” perduraría durante toda la guerra de
independencia circulando profusamente una diversidad de impresos que, en el
caso de La Gaceta de Lima,
financiaría la Caja Real de la capital remitiendo dinero al editor Guillermo
del Río para los insumos en la impresión del periódico, su circulación por las
regiones, entre otras cosas necesarias para garantizar su publicación y
difusión en una coyuntura de guerra y lucha por las legitimidades.[3]
El impacto de
la difusión de La Gaceta del Gobierno de
Lima puede observarse en varios aspectos: su difusión continental al
distribuirse en todos los virreinatos españoles; la combativa respuesta de La Gaceta de Buenos Aires; y las listas
de donantes de dinero para financiar las guerras contrarrevolucionarias
(Levanda, 2018; Morán, 2017b). Es importante advertir además que, si bien la
prensa limeña era fidelista y existía censura gubernamental, también circularon
periódicos e impresos extranjeros, no siempre afines al régimen, que fueron
difundidos a través de las tertulias en los cafés, clubes, pulperías, casas
privadas, monasterios y otros espacios públicos de sociabilidad (Morán, 2013,
Holguín Callo, 2013; Chuhue, 2016: 30-46). Del mismo modo, Víctor Peralta
(2010) ha estudiado el debate de estos periódicos en las diversas tertulias
desarrolladas en la capital, partiendo de algunos expedientes de procesos
criminales que demuestran el influjo de la prensa en la sociedad.
Igualmente,
testigos de la época corroboran la circulación de diversos impresos en la
capital, algunos de ellos claramente revolucionarios e independentistas o
sediciosos, según la perspectiva.[4] Así,
la lucha ideológica de la Gaceta no
fue sólo contra los enemigos externos -los rioplatenses- sino también con
aquellos nucleados en El Diario Secreto
de Lima editado de forma manuscrita por Fernando López Aldana. Lo
importante de este último impreso fue su transformación de papel manuscrito a
papel revolucionario difundido y debatido en La Gaceta de Buenos Aires
de 1811(Morán, 2019b; Chassin, 2003). Más aún, el contraste de los discursos
políticos de la prensa en Buenos Aires, Santiago de Chile y los impresos de
espacios tan distantes como Santa Fe de Bogotá, Caracas, Guayaquil, las
regiones del virrenato peruano, entre otros, evidencian la circulación de la
información de La Gaceta de Lima, el
debate y su influjo por gran parte de América (Peralta, 2019; Morán, 2019a;
Carozzi, 2011).
La Gaceta del Gobierno de Lima y su discurso político contra la independencia de América, 1810-1816.
El discurso
fidelista de La Gaceta de Lima puede
observarse en la diversidad temática que presentan sus 535 números publicados
durante la administración del virrey Abascal. La historiografía estudió su
fidelismo y enfrentamiento con diversos periódicos revolucionarios como La Gaceta de Buenos Aires; además de
insistir en el rol del periódico en informar -o malinformar, para ser exactos-
sobre la revolución bonaerense (Morán &
Pérez, 2020). A continuación, nuestra investigación combina el fidelismo del
impreso con las críticas a los revolucionarios porteños, el desarrollo de las
noticias sobre la guerra en hispanoamérica (centrándose en el Alto Perú); y,
finalmente, su posición frente a los intentos revolucionarios en Tacna, Huánuco
y Cuzco.
“Amor al Rey”: Incentivar el fidelismo de los súbditos americanos.
El discurso
político anti revolucionario de la Gaceta
tendió a personalizar sus críticas en las figuras de Juan José Castelli, Manuel
Belgrano, entre otros líderes rioplatenses. El objetivo era minar la
legitimidad de la junta porteña y su autoridad política. En ese sentido, el
discurso de La Gaceta advirtió la
necesidad de volver al poder y la autoriad del rey defendiendo a la monarquía
como la mejor forma de gobierno para América: “Para poneros a cubierto de estos
males hay un solo medio, y ese está en vuestras manos. La conservación de
vuestra quietud, y la de vuestra fidelidad al Rey y a las Potestades legítimas,
es lo único que puede salvaros de los peligros que os amenazan”.[5]
En esa perspectiva,
se entiende el objetivo del editor Guillermo del Río de combatir los ideales
revolucionarios a través de la difusión de discursos y proclamas políticas
leales a la corona y enfrentando las posiciones sediciosas de La Gaceta de Buenos Aires y otras
publicaciones y escritos. En La Gaceta
del Gobierno de Lima, Del Río buscó persuadir constantemente la fidelidad
de los vasallos contra la “espantosa revolución” [6], y, sobre todo, hizo
hincapié en la lealtad de la capital del virreinato peruano, por defender la
justa causa y combatir férreamente a la sediciosa Buenos Aires [7]. También
recalcó la fidelidad del ejército de Lima y el hecho de que sus vecinos
ayudaban al sostenimiento de la guerra.[8]
Igualmente, esta corriente de fidelismo se expandió rápidamente hasta Santiago
de Chile a través de múltiples impresos y en especial de una proclama del
virrey Abascal defendiendo la irrestricta lealtad al monarca (Morán, 2017b; Alvarado,
2020).[9] Ciertamente, los
diversos ejemplares insisten en inculcar la fidelidad al rey, resaltando -e
incluso sobrevalorando- las victorias militares.
Obviamente, Del Río, editor de La Gaceta de Lima, sabía aquilatar la
combinación de retorica política y triunfos militares: “Insurgentes,
hasta ahora todo ha sido inútil para vencer vuestra contumaz resistencia.
Habéis perdido innumerables combates, habéis padecido las más sangrientas
derrotas, muchos de vosotros sorprendidos, con las armas en la mano, han
perecido en los cadalsos en castigo de su rebeldía”.[10] No
obstante, Del Río era consciente de la influencia que tenían esos
ideales revolucionarios en la población y las funestas consecuencias que
podrían ocasionar en aquella coyuntura de crisis y guerra. Por ello, insistió
constantemente en persuadir a sus lectores de la importancia de la fidelidad a
la corona y el rechazo rontundo a los engaños de los ideales embusteros.[11] Al respecto, y
después de toda una serie de experiencias rebeldes dentro del virreinato
peruano y del establecimiento de juntas en América, indicó en 1815: “Cuando viles intrigantes
con la criminal expectativa de su propio interés, seducen a los pueblos y
fomentan el alboroto y el tumulto, justo es que el sabio, el filósofo, el
hombre virtuoso y el fiel vasallo, opongan sus luces y resistan con sus fuerzas
y arbitrios a las tramas inicuas del engaño y de la rebelión”.[12]
El argumento
central del discurso de La Gaceta era
claro: mantener la fidelidad de la población americana a España y renovar en
esos momentos dificiles la lealtad y el amor al rey, evitando la influencia
seductora y nefasta de la ideología revolucionaria. La respuesta del periódico
oficial estuvo puesta en socabar el posible impacto de los ideales
revolucionarios fomentando la participación de los hombres virtusosos e
ilustrados de Lima en contraposición a los ruidos rebeldes e ilegítimos de la
muchedumbre plebeya.
En ese
contexto, los cambios desarrollados en las Cortes de Cádiz y el
establecimienrto de la Constitución gaditana de 1812, abrian un forado en la
legitmidad española en sus dominios en América que fueron percibidos como
funestos para el mantenimiento de la armonía social y equilibrio del poder
político. Entonces, esta realidad impulsó a las autoridades virreinales a
ralentizar la aplicación de las disposiciones del liberalismo de Cádiz,
controlando la difusión de la información y las diversas variantes de los
discursos políticos que atentaran contra los intereses de España. El virrey
Abascal había recalcado que uno de los baluartes fundamentales en su política
de impedir el influjo juntista y rebelde en el Perú y toda la experiencia de las reformas gaditanas había sido
precisamente la aparición y la intensa circulación de La Gaceta de Lima (Morán, 2013; Peralta, 2019).
En 1814 los vientos cambiaron y los intereses
también, el regreso de Fernando VII al trono, la desaparición de las Cortes y
la abolición de su máxima creación política (la constitución), si bien
reafirmaron el poder de la monarquía en América, fomentaron a su vez posiciones
más radicales de los revolucionarios, descolocando políticamente a quienes
habían defendido reformas sin separatismo. Así,
algunas juntas de gobierno y líderes locales pasaron de la defensa de la
autonomía a la ruptura con España, lo que terminaría reforzando el rol
contrarrevolucionario de Lima (O'Phelan & Lomné, 2013).
Crítica a la revolución de Buenos Aires
Uno de los ejes
temáticos recurrentes de La Gaceta del
Gobierno de Lima fue su crítica al proceso revolucionario en Buenos Aires
(Morán, 2013; Halperín, 2014; Molina, 2009). En este punto exhibió meridiana
claridad: “Pueblos de América que conserváis vuestra lealtad al soberano, y
vuestro respeto a las autoridades legítimas que lo representan, estremeceos al
oír los abominables principios que han adoptado los traidores de Buenos Aires”[13]; en donde, “las pasiones, y los
odios animan a los más delincuentes; el temor y el engaño seduce a los débiles,
y el Pueblo se decide por la novedad y la codicia”.[14]
Esta revolución
fue vista como una amenaza a la autoridad del monarca y al sistema colonial por
enarbolar las banderas de la libertad e independencia. Sin embargo, el
periódico precisa que Buenos Aires no siempre tuvo esa actitud rebelde; sino
que en una época reciente había sido gloriosa y fiel, especialmente en los años
de 1806 y 1807, cuando libraba la guerra contra las invasiones inglesas.[15] A pesar de ello,
ante la invasión napoleónica a la península, Buenos Aires y Caracas, entre
otras ciudades, habían creado juntas de gobierno, frente al vacío de poder
causado por la ausencia del rey, que a la postre algunas de ellas se habían
transformado -radicalizado, para ser exactos- buscando independizarse de España.[16]
Precisamente,
Guillermo del Río expuso en el periódico el influjo que la instalación de la
junta porteña venía ocasionando y los planes sediciosos de los revolucionarios.
Esta situación de guerra ofrecía la oportunidad, según La Gaceta, de advertir los verdaderos intereses de los rebeldes,
quienes a través de los discursos políticos en sus propios impresos construían
hipótesis agudas, suposiciones estudiadas, frases pomposas y una serie de
expresiones filosóficas con un gran artificio retórico para convencer el
razociono de las personas (Peralta, 2010; Carozzi, 2011). Fue evidente que en
aquella coyuntura de guerra la orfandad política de América convenía en la
premisa de los revolucionarios de dotar de una autoridad y legitimidad a las juntas
establecidas, sin embargo, como lo vuelve a reconocer La Gaceta: “Van corridos poco más de tres meses desde la
instalación de la Junta, y ya ejecutado proscripciones de Virreyes, oidores,
obispos, gobernadores, asesores, jefes militares, generales y vecinos de la
primera honradez y distinción”.[17]
La política de
proscripción de autoridades gubernamentales en Buenos Aires, según La Gaceta del Gobierno de Lima, era
evidencia de lo perjudicial de la junta de gobierno para la monarquía, e
incluso la proliferación de voces disidentes en América, que podían replicar en
otras latitudes lo que ocurría en Buenos Aires. Esta crítica a la junta porteña
será sistemáticamente reiterada a lo largo de todos los números de la Gaceta. Este énfasis se manifiesta con
mayor intensidad en los primeros años de la junta; énfasis que ira cobrando
mayor o menor importancia en el desarrollo de los principales eventos de la
guerra contrarrevolucionaria en estos espacios, en otras latitudes y en la
proliferación de los levantamientos internos (Morán &
Carcelén,
2019).
Desarrollo de la guerra en América
Si el fidelismo
a la Corona y la crítica a la junta de gobierno de Buenos Aires fueron dos de
los temas fundamentales en La Gaceta del
Gobierno de Lima, la narración de la guerra en el impreso significó además
una alternativa para ganar el apoyo de la población y minar las ideas
revolucionarias por medio de los éxitos militares españoles. El periódico
advierte sobre aquel contexto:
“La guerra tiene sus vicisitudes, pero cuando
la causa es justa, cuando la indignación que la produce es el resultado de los
sentimientos más generosos y de las quejas más bien fundadas, cuando ella está
bien sostenida por un Pueblo que ha jurado vengar sus injurias y conquistar su
independencia, entonces a pesar de la alternativa de los reveses y los sucesos
no puede dudarse del triunfo definitivo”.[18]
La narración de
la guerra en la Gaceta comenzó con la
guerra de propaganda desatada a fines de 1810 por la formación de las juntas de
gobierno en Buenos Aires y Santiago de Chile. Sin embargo, la insistencia en el
discurso político del impreso por las acciones militares se profundizaría con la
guerra en el Alto Perú entre realistas y revolucionarios. Además, de las
informaciones en la prensa de 1811 en donde rememoraban sucesos de la guerra de
1810. Por ejemplo, el periódico se refiere a la batalla de Cotagita,
desarrollada el 27 de octubre de ese año: “Cuando uno momentos de indiscreción
y efervescencia abrieron a los facciosos en Cotagaita las puertas de el Alto
Perú, y dieron ocasión para que inundasen con sus máximas inmorales y
perniciosas las poblaciones de Potosí, Chuquisaca, Cochabamba, Oruro, La Paz y
sus dependencias”.[19] En este conflicto
fue Juan José Castelli quien dirigió a las tropas revolucionarias, por ello, La Gaceta no duda en denostar al
caudillo como: “infame, traidor, cuyo único objetivo no
solo es infundir terror, sino robar y enriquecerse sin medida”.[20]
En esa
perspectiva, La Gaceta vuelve a
resaltar el año de 1811, como el de una serie de triunfos militares para la
causa realista debido a que no sufrieron derrotas en el Alto Perú. La primera
se desarrolló en Guaqui, el 20 de junio de 1811, enfrentándose las fuerzas
realistas lideradas por José Manuel de Goyeneche y las tropas revolucionarias
por Castelli. Sobre aquel triunfo, Goyeneche, en una carta enviada al virrey
Abascal y publicada en la Gaceta,
señaló: “La gran
victoria de Guaqui que el Ejército de mi mando ha obtenido contra el enemigo el
día 20 del presente, es un premio que el Dios de los Ejércitos ha dispensado a
la lealtad del Perú, y a los incesantes desvelos de V. E. por su seguridad y
conservación”.[21] Ese mismo
ímpetu de los realistas y el discurso político de los impresos se dio en la
batalla de Sipe Sipe el 13 de agosto de 1811. Con ambos triunfos el ejército
realista liderado por Goyeneche pudo tener un mayor control y ocupación militar
del Alto Perú, dejando al ejército porteño en posición sumamente vulnerable
(Morán, 2013; Wasserman, 2011; Roca, 2007).
Estas victorias
realistas se vieron ensombrecidas por los triunfos rioplatenses en las batallas
de Tucumán (1812), San Lorenzo y Salta (1813). Líderes históricos como Manuel
Belgrano y José de San Martín participaron de estos sucesos de guerra en donde
los revolucionarios afianzaron su poder haciendo retroceder a los realistas.
Sobre estas batallas La Gaceta de Lima informa de manera rápida
e incluso intenta modificar el impacto de estas derrotas para los españoles
incidiendo en las secuelas negativas y funestas para el equilibrio social y
político de aquellos espacios en conflicto. Pareciera que los realistas
buscaron distraer la opinión pública ocultando información que no les brindaba
reditos políticos.
Este letargo
periodístico se trastocó en octubre y noviembre de 1813 con los triunfos
realistas en la batalla de Vilcapugio y Ayohuma. Sobre Vilcapugio, La Gaceta indicó:
“[…] se declaró a favor de las armas del rey la victoria, que hasta
entonces mantuvo indecisa la superioridad de las fuerzas enemigas y su
tenacidad despechada […] Este triunfo nos ha costado la perdida de algunos
sobresalientes oficiales […] Quisiera poder individualizar a V. E. todas las
circunstancias de la memorable acción de este día, la más formal y sangrienta
que probablemente se haya dado en esta América meridional”.[22]
En esa misma
línea, circula intensamente la información sobre el enfrentamiento de Ayohuma del 14 de noviembre, en donde las tropas realistas
comandadas por el general Joaquín de la Pezuela derrotaron a las fueras
rioplatense: “La victoria del 14 alcanzada en la quebrada de Taquira, ha sido aún más asombrosa y completa que la que
conseguimos en 1 de octubre en los campos de Vilcapugio”.[23]
Estas recurrentes
victorias de las fuerzas realistas sobre los revolucionarios llevaron a la
firma del Tratado de Lircay el 3 de mayo de 1814 en donde los españoles
consiguieron que la Junta del gobierno de Chile reconociera la autoridad real,
apoyaran a España y aceptaran la convocatoria a las Cortes, por su parte, los
realistas reconocerían el gobierno provisional chileno entrando es una especie
de tranquilidad social y política. Sin embargo, el triunfo del general español
Mariano Osorio sobre Bernardo O’Higgins en la batalla de Rancagua en octubre de
1814 dejó de lado el tratado y la ocupación realista de Chile fue inminente. Al
respecto, Guillermo del Río señaló en La
Gaceta: “la gloriosa victoria de nuestras armas
obtenida completamente en la villa de Rancagua contra los ilusos protectores de
la revolución”. [24]
El corolario de
estas acciones de las guerras de independencia en el escenario andino estuvo
inserto además en movimientos sociales al interior del virreinato peruano como
fue la rebelión del Cusco de 1814 y 1815 (que serán analizadas en el próximo
acápite), el regreso del absolutismo de Fernando VII y la inmediata extinción
de las Cortes de Cádiz y la misma Constitución liberal de 1812. Si bien estas
medidas cimentaron el poder español en América, sería con el triunfo realista
en la batalla de Viluma el 29 de noviembre de 1815,
que las fuerzas españolas al mando de Joaquín de la Pezuela consiguieron el
control total del Alto Perú y destruir los planes sediciosos de los
rioplatenses. En carta de Pezuela dirigida al virrey Abascal se indicó:
“Aquellas tres penosas y
brillantes jornadas fueron las precursoras de la para siempre memorable de este
día, en que acaba de ser destruido el segundo ejército que durante mi mando han
opuesto los rebeldes de Buenos Aires a las armas del Rey; y tan completamente,
que me atreviera a afirmar que jamás presentarán otro en el Perú”.[25]
Por esos años en
Buenos Aires se escuchaban voces de fin a la revolución y principio al orden
(Wasserman, 2011), ante las constantes derrotas y además la propia anarquía
política de los grupos rioplatenses que terminarían declarando en Tucumán la
independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata en julio de 1816.
Solamente un mes después de aquel acontecimiento histórico, el virrey Abascal
sería reemplazado por Joaquín de la Pezuela en la conducción del virreinato
peruano (Busto, 2006: 340).
Finalmente, es necesario
resaltar que en este desarrollo de la guerra en América el foco de atención
estuvo en el Alto Perú, fue aquel el teatro de operaciones en donde las fuerzas
realistas y revolucionarias entraron en conflicto tanto en el terreno militar
como en la lucha por la opinión pública. Esta última como la guerra de
propaganda y de los discursos políticos que fueron utilizados por ambos bandos
para su mejor aprovechamiento en tiempos de revolución y guerra. En este
acápite hemos evidenciado la posición y los intereseses de la prensa realista
de La Gaceta de Lima en el escenario
de la guerra y la circulación de su información sea esta de manera clara como
soterrada.[26]
Victorias hispanas en los levantamientos de Tacna, Huánuco y Cuzco
La incidencia
de visiones localistas y nacionalistas en la historiografía han limitado la
correcta definición de los acontecimientos ocurridos en Tacna (1811 y 1813),
Huánuco (1812) y Cusco (1814 y 1815). Definiciones que más por limitaciones
teóricas o intereses políticos han impedido evaluar críticamente los conceptos,
a partir de una taxonomía para ser catalogados de conspiraciones, revueltas,
protestas, motines, sublevaciones, alzamientos, levantamientos, insurrecciones,
rebeliones, (anti-coloniales o anti-fiscales), revoluciones.[27]
Cualquiera que sea el concepto que utilicemos para caracterizar estos
movimientos sociales, La Gaceta fue
pródiga en adjetivarlos para descalificarlos (Morán, 2017a).
Un antecedente
vinculante a estos movimientos desarrollados en territorio del virreinato
peruano fue la batalla de Suipacha, librada el 7 de noviembre de 1810, en donde
las tropas de Castelli vencieron a las realistas y consiguen apoderarse de
Puno. Este avance porteño, no exento de grandes dificultades logísticas y las
duras condiciones de la naturaleza, fue el preámbulo a los movimientos
políticos desarrollados en el sur andino y que se nutría del circuito económico
interregional del Bajo y Alto Perú.
El
20 de junio de 1811, se produjo en Tacna un movimiento político liderado por
Francisco Antonio de Zela; que fue rápidamente develado con la detención del
caudillo el 27 del mismo mes. Igualmente, el 22 de febrero de 1812, en Huánuco estalló el
movimiento político dirigido por Juan José Crespo y Castillo y el curaca
Norberto Haro (Bazán, 2017). Sobre este suceso el virrey Abascal sostuvo en La Gaceta:
“Por cuanto estoy firmemente persuadido de que las desgracias y
calamidades que se han acarreado los incautos pueblos de las subdelegaciones de
Huánuco, Panatahuas y Huamalíes, que han dado oído a las infernales sugestiones
insidiosas de los enemigos de la tranquilidad pública, les habrán hecho conocer
que el interés particular de algunos mal contentos pretextando promover la
común felicidad, para saciar su ambición y desenfrenadas pasiones, los han
envuelto en un caos de amarguras que no se esperaba en este pacifico suelo,
atrayéndoles la fea y abominable nota de infieles a nuestro legítimo Soberano,
e ingratos a los beneficios que en su real nombre acaba de dispensarles el
supremo gobierno nacional”. [28]
El 4 de marzo
se produjo el primer enfrentamiento militar en la localidad de Ambo, con
resultados adversos para Crespo y Castillo debido a que los panataguas dejaron
de participar en el movimiento. Luego, el 18 de marzo se libró el segundo
combate de Ambo, en la que participó el intendente de Tarma, José González
Prada, con victoria realista (Busto, 2006: 336). Posteriormente, el 21 de marzo
las tropas realistas ingresaron a Huánuco, sofocando la rebelión. El 8 de octubre
fueron ejecutados los líderes del movimiento (Bazán, 2017; Montoya, 2019).
Sobre estos acontecimientos ocurridos en Huánuco, Panatahuas y Huamalíes, el
virrey Abascal elaboró una proclama publicada en la Gaceta que advertía las secuelas de todo este movimiento insurgente
en la vida cotidiana de los pueblos, además del reclamo de los intereses
oportunistas y criminales de los líderes de la rebelión: “roto el freno de la
sumisión a las leyes, y olvidada la obediencia a las legitimas autoridades, se coinvierten
los más fértiles países en triste terreno de sangre, miseria y devastación”.[29]
El 3 de octubre
de 1813, se produjo en Tacna un nuevo movimiento político liderado por Enrique
Paillardelli y el alcalde Manuel Calderón de la Barca que acabó en derrota. Sin
embargo, en esta ocasión, no fue tan rápido como el de 1811, será recién el 31 de
octubre por la derrota en la batalla de Camiara, donde Enrique Paillardelli
huyó hacia el Alto Perú para unirse a las tropas de Belgrano sosteniendo la
vinculación de este movimiento con el de los revolucionarios rioplatenses. En La Gaceta Guillermo del Río señaló:
“Habiendo el inicuo francés Henrique Paillardelle, de acuerdo con otros
malvados, bajo la dirección del pérfido Belgrano, revolucionado la Villa y
partido de Tacna contra el legítimo gobierno, y en favor del intruso insurgente
de Buenos Aires”, trasladó la insurgencia a Moquegua al norte de Tacna donde
finalmente en la batalla de Camiara los rebeldes entraron en conflicto siendo
derrotados en apenas 30 minutos: “resultando de todo la sujeción de los
infelices seducidos por la protervia de los detestables, que quieren hacer
papel […] de las víctimas que sacrifican, y del desosiego de sus hermanos en
general”.[30]
En esa
perspectiva de los movimientos regionales en los andes peruanos, el 3 de agosto
de 1814, en la ciudad del Cusco se produjo el último intento local por
conseguir su autonomía, y crear una junta de gobierno. Este movimiento fue
encabezado por los hermanos José, Vicente y Mariano Angulo, y el cacique de
Chinchero Mateo García Pumacahua. (O’Phelan & Lomné,
2016). Al poco tiempo del inicio del evento tomaron la ciudad, apresando a los
miembros de la Audiencia y estableciendo una junta de gobierno. Posteriormente,
los días 20 y 24 de setiembre ocuparon Huamanga y La Paz. El 30 de noviembre se
libró la batalla de Huanta, siendo derrotados por el ejército realista.
Previamente, el 1 de octubre los realistas habían triunfado en Rancagua; y el 2
de noviembre habían triunfado en la batalla de Chacaltaya, que permitió a los
realistas ubicados en el Alto Perú y liderados por Joaquín de la Pezuela
recuperar la ciudad de La Paz.
A pesar de
estos reveses patriotas, los cusqueños lograron una victoria el 9 de noviembre
de 1814, en la batalla de la Apacheta, con lo que ocupan la ciudad de Arequipa.
Pocos meses después, el 27 de enero de 1815 se produjo la batalla de Matará,
con derrota cusqueña. Finalmente, el 11 de marzo fuerzas realistas al mando del
brigadier Juan Ramírez derrotaron a los patriotas en la batalla de Umachiri;
para tres días después apresar en Sicuani a Mateo García Pumacahua, y ser
rápidamente procesado y condenado a la horca, siendo efectiva la sentencia el
17 de marzo. Por último, el 21 de aquel mes son apresados José y Vicente
Angulo, junto con Gabriel Béjar, para ser fusilados ocho días después. Culminado
el movimiento, el virrey publicó en la Gaceta
un bando que había hecho circular meses antes tratando de convencer a los
sediciosos de deponer las armas y, como en el caso de Huánuco de 1812, volver a
sus ciudades y regiones siendo indultados del delito de insurgencia, evitando
así un cuadro funesto de derramamiento de sangre: “cuya gracia hago extensiva a
la de Puno y demás que componen el Alto Perú, con tal que en el término de dos
meses… se reduzcan a sus hogares y a sus respectivos ejercicios y ocupaciones
los de este virreinato”.[31]
En el mismo tenor que los indultos pasados,
los líderes no fueron calificados para esta gracia política en tiempos de
guerra. Por el contrario, el fin de la rebelión del Cusco fue difundido
sistemáticamente por la prensa y en diversos espacios públicos con el objetivo
de evitar futuras insurrecciones sociales contra la monarquía: “va serenando la
turbación de estos pueblos… ellos mismos me ponen a la mano las principales
cabezas de la insurrección. Pumacahua, está ya en el otro mundo: a los Ángulos,
Béjar y otros más los despacharé igualmente dentro de tres días”.[32]
De esta realidad de las insurgencias internas
del virreinato peruano podemos advertir algunas premisas clave: la importancia
que La Gaceta de Lima le dio a estos
acontecimientos de guerra evidenciando un discurso político que buscó quitar
legitimidad a las rebeliones y justificar la repulsa de los realistas sobre los
rebeldes; la relación de estos movimientos internos peruanos con los
revolucionarios rioplatenses en una especie de ideario político y geográfico
más amplio; el desarrollo de la guerra y las imágenes que La Gaceta buscó proyectar en la sociedad para justificar la
practica política realista y contrarrevolucionaria; y, finalmente, la
información y el discurso político del impreso en ocasiones sesgadas, imparcial
y la sobrevaloración de los triunfos militares, sus ecos y silencios.
Conclusiones
El surgimiento
de La Gaceta del Gobierno de Lima se
explica por el contexto político de la crisis de la monarquía hispánica, el
establecimiento de las juntas de gobierno en América y los efectos de estos
eventos en el virreinato peruano. En aquella coyuntura los funcionarios
tuvieron la necesidad de impulsar la propaganda contrarrevolucionaria a través
de la Gaceta, y de diversos impresos
y manuscritos para contrarrestar la propaganda revolucionaria de La Gaceta de Buenos Aires. Por ello, la
publicación realista buscó defender la legitimidad de la autoridad monárquica
como principio de orden y gobierno, y responder críticamente a los periódicos y
manuscritos que respaldaban los ideales revolucionarios porteños. Además, en
sus páginas, La Gaceta de Lima
informó de manera parcializada tanto la lucha en el Alto Perú como los avatares
insurgentes en el virreinato peruano. Esta posición realista dejó poco espacio
para la disidencia pública en la ciudad de Lima y contribuyó a mantener, al
menos discursivamente, la cohesión y lealtad de los grupos de poder asentados
en la capital virreinal. Las informaciones publicadas por Guillermo del Río
sobre las juntas de gobierno y la revolución, nos sugiere que el periódico no
simpatizaba ni siquiera con la conformación de las juntas, porque las percibían
como la antesala del separatismo. A ello se suma, su interés por sostener
discursivamente al régimen de Abascal. Razón por la cual, La Gaceta luchaba en dos
frentes: por un lado, la narración de las guerras contrarrevolucionarias (en el
Alto Perú y al interior del virreinato), aunque de manera sesgada; y, por el
otro; libraba una guerra de propaganda contra la junta porteña y su principal
publicación: La Gaceta de Buenos Aires.
Tanto La Gaceta
de Lima como La Gaceta
de Buenos Aires ponen en evidencia una intensa circulación de publicaciones
en América, conjuntamente con otros impresos, manuscritos y libros, que
buscaron sostener la legitimidad de la autoridad monárquica o sencillamente la
de socavarla. En este escenario jugó un rol importante Guillermo del Río en La Gaceta de Lima difundiendo el
discurso político fidelista que se iba solidificando con los aportes y
comentarios en bandos y proclamas de otros españoles. Por ello, sostenemos que La Gaceta del Gobierno de Lima permitió
a los funcionarios virreinales conseguir la legitimidad política de la
monarquía en el Perú y América, socavando de esa forma los ideales
revolucionarios diseminados en el continente. Entonces, en un contexto de
revolución, el desarrollo de la guerra no se dio solamente en el teatro de la
lucha militar, sino que además fue necesaria una guerra de propaganda por el
control de la opinión pública y la legitimidad política.
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Recibido: 10/03/2021
Evaluado: 28//04/2021
Versión Final: 28/05/2021
[1] Es el primer esfuerzo sistemático de
analizar al periódico mismo como actor político y su diversidad temática en una
coyuntura de crisis y guerra. En ese sentido, aquel es el aporte central de
nuestra investigación en relación a la historiografía precedente, enfocada en
trabajar un tema general y recurrir a la Gaceta simplemente como una
fuente más de análisis. Por el contrario, nosotros hacemos una reflexión amplia
del impreso advirtiendo sus conexiones en América.
[2] En esta investigación el examen de La Gaceta de Lima y otras publicaciones
periódicas e impresos diversos debe mucho a los aportes teóricos de Van Dijk
(2000), sobre el análisis del discurso como acción, además de los trabajos de
Darnton (2008) en relación a la circulación de la información, las redes de
comunicación y la opinión pública. Obviamente, los argumentos de
Francois-Xavier Guerra (1992 y 2003) ahondan en nuestro análisis para el caso
específico de hispanoamérica.
[3] Archivo General
de la Nación (Perú), Libros de la Real Hacienda (H3), Libro 1194 (1810). Rubros
gastos administrativos.
[4] Ese era el
talente de Fernando López Aldana, editor de El
Diario Secreto de Lima (1811) y El
Satélite del Peruano (1812), impresos abiertamente contrarios a la política
del virrey Abascal.
[5] La Gaceta del Gobierno de Lima, nº 8, del jueves 22 de noviembre de
1810.
[6] La Gaceta del Gobierno de Lima, nº 10, del sábado 1 de diciembre de 1810.
[7] La Gaceta
del Gobierno de Lima, n° 71, del sábado 22 de junio de 1811.
[8] La Gaceta
del Gobierno de Lima, n° 67, del sábado 29 de agosto de 1812.
[9] La Gaceta del Gobierno de Lima, n° 36, del sábado 12 de noviembre de
1814.
[10] La Gaceta
del Gobierno de Lima, n° 31, del miércoles 22 de abril de 1812.
[11] La Gaceta del Gobierno de Lima, nº 7, del sábado 17 de noviembre de
1810.
[12] La Gaceta del Gobierno de Lima, n° 52,
del miércoles 21 de junio de 1815.
[13] La Gaceta del Gobierno de Lima, nº 21, del
sábado 19 de enero de 1811.
[14] La Gaceta del Gobierno de Lima, n° 2,
del sábado 20 de octubre de 1810.
[15] La Gaceta del Gobierno de Lima, n° 18,
del miércoles 4 de marzo de 1812.
[16] La Gaceta
del Gobierno de Lima, n° 33, del viernes 1 de marzo de 1811.
[17] La Gaceta del Gobierno de Lima, nº 11, del miércoles 5 de diciembre de
1810.
[18] La Gaceta
del Gobierno de Lima, n° 36, del martes 12 de marzo de 1811.
[19] La Gaceta del Gobierno de Lima, n° 107,
del martes 8 de octubre de 1811.
[20] La Gaceta
del Gobierno de Lima, nº 21, del sábado 19 de enero de 1811.
[21] La Gaceta
del Gobierno de Lima, n° 77, del miércoles 10 de julio de 1811.
[22] La Gaceta
del Gobierno de Lima, n° 91, del miércoles 27 de octubre de 1813.
[23] La Gaceta del Gobierno de Lima, n° 105,
del lunes 6 diciembre de 1813.
[24] La Gaceta
del Gobierno de Lima, n° 34, del sábado 5 de noviembre de 1814.
[25] La Gaceta
Extraordinaria del Gobierno de Lima, del sábado 23 de diciembre de 1815.
[26] Para encontrar
información sobre las batallas no descritas por la Gaceta, véase: Busto (2006) y Guerra (2016).
[27] Para mayor
información sobre los conceptos rebelión, revolución y sublevación, se puede
revisar el Diccionario de Autoridades (1739 y 1737), Morán (2017b), Soux
(2018).
[28] La Gaceta del Gobierno de Lima, n° 29,
del miércoles 15 de abril de 1812.
[29] La Gaceta
del Gobierno de Lima, n° 23, del sábado 21 de marzo de 1812.
[30] La Gaceta
del Gobierno de Lima, n° 99, del sábado 20 de noviembre de 1813.
[31] La Gaceta del Gobierno de Lima, n° 30, del sábado 15 de abril de
1815.
[32] La Gaceta del Gobierno de Lima, n° 29, del viernes 14 de abril de
1815.