María Estela Martínez de Perón y las representaciones peronistas de “Evita”, 1962-1966

 

María Estela Martínez de Perón and the Peronist representations of “Evita”, 1962-1966

 

Andrés N. Funes

Centro de Estudios Sociopolíticos, Escuela de Altos Estudios Sociales,

Universidad Nacional de San Martín,

 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Argentina)

funes.andres.n@gmail.com

 

Resumen

El artículo examina la figura de María Estela Martínez que construyeron diversas voces peronistas entre 1962 y 1966. Se interroga el lugar que ocupó en esa construcción la imagen de Eva Duarte, apelando a publicaciones político-partidarias (Compañero, Descartes, De Pie y Retorno), periódicos (Democracia, El Mundo, La Nación y La Razón) y revistas de tirada nacional (Confirmado y Primera Plana), y documentos (Fondo Alicia Eguren-John William Cooke y Fondo Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires) de los primeros años sesenta argentinos. Los actores individuales y organizativos considerados hicieron de "Evita" un modelo mediante el cual retratar a Martínez, tanto para intensificar su cercanía como su distancia con ella. Su presunta devoción católica, su obediencia y su misión de unidad se utilizaron para configurar la disputa política. En el periodo examinado, el levantamiento de algunos de los controles que impedían al peronismo acceder a puestos gubernamentales convivió con una oposición al retorno de Juan Domingo Perón al país y al poder. Ante intensos conflictos en su movimiento, Perón reservó a Martínez una función principal: mermar el desafío a su autoridad que supuso Augusto Timoteo Vandor. El "fantasma" de "Evita" rondó el cometido legado.

 

Palabras Clave

María Estela Martínez; Eva Duarte; representaciones; peronismo; años sesenta.

 

Abstract

The article examines the figure of María Estela Martínez de Perón built by various Peronist voices between 1962 and 1966.The place of the image of Eva Duarte in this representation is examined, through an analysis of political-party publications (Compañero, Descartes, De Pie y Retorno), newspapers (Democracia, El Mundo, La Nación y La Razón) and magazines of national circulation (Confirmado y Primera Plana), and archive documents (Fondo Alicia Eguren-John William Cooke, y Fondo Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires) of the first Argentine sixties. The different individual and organizational actors considered made "Evita" a model from which to portray Martínez, both to intensify his closeness and distance from her. Her alleged Catholic devotion, his obedience and his mission of unity were used to configure the political dispute. In the period under review, the ended of some of the controls that prevented Peronism from accessing government positions coexisted with fierce opposition to the return of Juan Domingo Perón to the country and to power. Faced with the intense conflicts in his movement, Perón reserved Martínez a main role: lessen the challenge posed by Augusto Timoteo Vandor. The "ghosts" of "Evita" haunted the legacy assignment.

 

Keywords

María Estela Martínez; Eva Duarte; representations; peronism; sixties.

 

 

Introducción[1]

 

Este artículo se interroga por los modos a través de los cuales fue pensada y figurada por diversas voces peronistas del periodo 1962-1966 María Estela Martínez. En las caracterizaciones elaboradas de “Isabel” fue fundamental las imágenes construidas (alrededor) de “Evita”, como podrá observarse a partir de un análisis de publicaciones político-partidarias (vinculadas a líneas gremiales y políticas del peronismo como Compañero (1963-1965), De Pie! (1966), Descartes (1962) y Retorno (1964-1966)), periódicos y revistas de tirada nacional (diarios Democracia, El Mundo, La Nación y La Razón, y semanarios Confirmado y Primera Plana), y un conjunto de archivos (documentos del Fondo Alicia Eguren-John William Cooke y de la ex Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires) a comienzos de los años sesenta. Eva Duarte fue utilizada como un modelo a partir del cual retratar a María Estela Martínez, sea para intensificar su distancia o su cercanía con ella.

Los años considerados se caracterizaron para el peronismo por una intensificación de la lucha en su interior. Los caminos electorales abiertos para los llamados partidos “neoperonistas”[2] por los presidentes Arturo Frondizi (1958-1962) y Arturo Illia (1963-1966)[3] significaron un cambio para las estrategias y tácticas que Perón venía desarrollando desde que partió al exilio tras el golpe de Estado de 1955. La “abstención revolucionaria” y el “votoblanquismo” se desmoronaron frente a la disolución de algunos de los controles que impedían al “neoperonismo” participar en elecciones. Uno de los actores que tomó nota de este cambio de circunstancias fue el líder de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM), Augusto Timoteo Vandor. Tras las elecciones internas peronistas de 1964 y las legislativas nacionales del 14 de marzo de 1965, consideró que el peronismo estaba listo para darse un nuevo liderazgo. A su entender, la autoridad de Perón se hallaba menguada. Este fue el comienzo de una pugna al interior del movimiento que tomó mayor intensidad entre finales del ‘65 y principios del ‘66. En esta disputa intestina María Estela Martínez tuvo un papel protagónico. Fue la enviada por Perón para reorganizar su movimiento y ponerle coto al influjo de Vandor.

Por una parte, este artículo se pregunta por la presencia de ciertos “ecos” teológico-políticos en las caracterizaciones que actores individuales y organizativos hicieron de Eva Duarte en los años considerados. Como ha marcado Lefort (1988), la separación entre lo político y lo religioso no es tan clara –ni invariable- como el cimbronazo revolucionario de 1789 tiende a hacer creer. Precisamente, los problemas comienzan cuando se da cuenta de que las dos esferas comparten ciertos elementos o, mejor dicho, ciertas formas de anudar temas y problemas. Lo político y lo religioso, según Lefort, permiten al pensamiento acceder al mundo, en tanto lo ponen cara a cara con lo simbólico. Bajo este aspecto, lo teológico-político involucra, entonces, la conservación de lo religioso bajo nuevas creencias y representaciones, retornando a la superficie del campo de lo político cuando los conflictos son lo bastante agudos como para poner en jaque la supervivencia del grupo. El ejemplo clásico de esta pervivencia de lo teológico-político en la modernidad está dado por la ilusión de corporeidad de fenómenos como el comunismo, el fascismo y el nazismo en el siglo XX. Sin embargo, allende estos ejemplos extremos para darle “cuerpo” a la desincorporación del poder y de la ley producto del quiebre de 1789, ciertos ecos de lo teológico-político pueden hallarse presentes en otras experiencias. Por caso, ciertas representaciones del cuerpo biológico y el político de Eva Duarte, que tuvieron influencias en los modos en que se conmemoró su fallecimiento y su natalicio. La primera sección se interroga, precisamente, por esos ecos.

Y, por la otra, el artículo busca subrayar la vinculación estrecha que existe entre la autoridad y el reconocimiento. Al decir de Greco (2007), la “autoridad solo existe en la medida en que es reconocida por quien la recibe” (pp. 40 y 41). Concebida como relación, la autoridad solo es tal si goza de reconocimiento. Existe, en este aspecto, un nexo entre quien “tiene” la autoridad y quien/es la recibe/n. En lo que refiere al tema aquí trabajado, si bien la autoridad de Perón estaba siendo disputada por Vandor, aún gozaba de reconocimiento. Para que la empresa del hombre fuerte de la UOM no prosperara, el viejo caudillo encomendó a María Estela Martínez su llegada al país y la organización de sus tropas locales. Tanto en sus apologistas como en sus críticos, el fantasma de “Evita” recorría la Argentina de la primera mitad de los años sesenta. La segunda sección del artículo aborda de qué manera ese espectro impactó en la representación que los peronistas de los primeros años sesenta hicieron de “Isabel” y de la tarea encomendada por Perón.

 

“Evita”. Relatos de vida. Imágenes de muerte[4]

 

Según Sarlo (2003), en Eva Duarte se dio un fenómeno particular en lo que respecta a su cuerpo. Además del propio, el de una mujer de condición humilde nacida en la localidad bonaerense de Junín –o en la zona rural de Los Toldos- en 1919, ostentaba otro: el del régimen peronista. Siguiendo a Ernst Kantorowicz, Sarlo considera que el cuerpo biológico de “Evita” construyó el político. A través de su misma carne se habría producido la artificialidad de la institución estatal peronista. “Evita” le “daba cuerpo a un nuevo tipo de estado, lo que podría llamarse un ‘estado de bienestar a la criolla’” (Sarlo, 2003, p. 93).[5] Piénsese, a este respecto, en el rol central de la Fundación Eva Perón en la centralización estatal de la asistencia social.[6] No solo distribuyó libros, alimentos, máquinas de coser y juguetes. Colocó también el nombre de “Evita” como el símbolo de la política social del peronismo. En este sentido, Eva Duarte no solo representó al régimen peronista de manera propagandística, como manifestaba la oposición. Lo hizo también de forma fáctica, atendiendo a los que acudían a solicitar ayuda y se encontraban próximos culturalmente a ella. A través suyo, en definitiva, el “régimen peronista m[ostró] su consustancialidad con quienes representa[ba]” (Sarlo, 1999, p. 352).

Esta caracterización estaba presente en las representaciones que distintas voces peronistas en el periodo 1962-1966 realizaron de “Evita”. Sin ánimos de exhaustividad, se mencionan las más distintivas. La primera corresponde a la nota final de la serie “El privilegio de la salud” sobre la política sanitaria del gobierno de Illia en el semanario Compañero.[7] En el número diez se señalaba la labor que en términos de salubridad cumplió la Fundación Eva Perón. A lo largo y a lo ancho del país, según esta publicación ligada al peronismo que se denominaba “revolucionario”, “estuvo presente la figura de Evita”, garantizando la mejor atención para los que más la necesitaban. La obligación para empresas y laboratorios de surtir a hospitales y policlínicos que dependían de la Fundación constituían, para Compañero, una “forma directa por la que devolvían parte del trabajo esquilmado al pueblo”.[8]

La segunda de las figuraciones corresponde a una nota en otro semanario político capital del peronismo en estos primeros años sesenta, De Pie!.[9] Interrogándose por el odio que suscitaba “Evita” en algunos sectores, respondían que ello estuvo vinculado al ánimo que habría inspirado su actuar: que los “desheredados” y los “sufrientes” se sintieran “integrantes reales de la comunidad”. En ello habría jugado un papel fundamental la Fundación Eva Perón. A través de ella, dejaron de existir “mesas vacías de los pobres”, “zapatos sin juguetes” y “madres angustiadas”. Y, si aún persistían, “Evita” estaba, señalaban en esta publicación, “pronta al reclamo”. Mediante su obra y su actuar Eva Duarte asemejaba ser, para De Pie!, la encarnación social del “Estado Benefactor” con el que se asociaba al régimen peronista.[10]

Respecto de esta versión idílica, en su trabajo sobre las prácticas de consumo durante los primeros gobiernos de Perón, Milanesio (2014) señala que un componente esencial del imaginario de sus entrevistados lo constituyó el asociar a los años del peronismo con un periodo de buenos salarios y de altos niveles de consumo. Según la autora, esta caracterización se vincula con los serios problemas económicos que muchos entrevistados padecieron en la etapa que siguió al derrocamiento de Perón en 1955. Hizo que “olvidaran” las escaseces y carestías que efectivamente existieron durante los dos gobiernos peronistas.[11] Este mecanismo que identifica Milanesio estaba operando en las notas de Compañero y de De Pie! referenciadas. Allí, Eva Duarte y su intervención eran colocadas como presuntos epítomes de la acción político-social del régimen peronista. El colocar a “Evita” como la encarnación social del gobierno de Perón servía como mecanismo para disputar los sentidos presentes y reconstruir, en un mismo movimiento, el pasado del propio peronismo y sus recuerdos.

Esta forma de pensar la figura de Eva Duarte se vinculaba con aquellos “dos cuerpos” del rey –uno físico y otro simbólico- durante la Edad Media trabajados por Kantorowicz (1957). Si bien es cierto, como reflexionó Lefort (1990), que la revolución democrática del siglo XVIII dio con tierra con esa concepción corporal de la sociedad, resulta pertinente destacar, como se sugirió en la introducción, la pervivencia de determinadas categorías rayanas a lo teológico-político en la modernidad. A este respecto, debe recordarse que la comunidad política imaginada por Perón, y que algunas de sus huestes hicieron suyas, presentaba ciertos ecos de este registro. Una configuración comunitaria reacia al disenso y encarnada en su persona, donde la única voz válida era la suya.[12]

Lo mismo sucede en el caso de “los cuerpos” de Eva Duarte. Por una parte, uno mortal atravesado por una enfermedad abrasiva. Del otro, el “cuerpo político” que, como señala Sarlo aludiendo a Kantorowicz, “coloca a su persona por encima de las contingencias que afectan su cuerpo material” (2003, p. 90). Fenecido éste, el político siguió encarnando la continuidad simbólica del “reino peronista”, estimulado su recuerdo por las distintas vicisitudes económicas, políticas y sociales que los argentinos que se filiaban en el peronismo vivieron en los años posteriores a su muerte.

Como un modo de ahondar en las representaciones mencionadas, es preciso referirse a la muerte de Eva Duarte. Interesa interrogar los sentidos que activó el recuerdo de su fallecimiento en los primeros años sesenta.[13] En relación con esto, Gorza (2016) examinó las prácticas de memoria elaboradas en los homenajes a “Evita” en el lapso 1955-1963.[14] Según ella, las conmemoraciones se “mantuvieron estrechamente vinculadas a lo religioso”. Ello fue así, aduce la autora, como producto de costumbres del pasado que se repetían, aunque reactualizadas, en el presente. Las misas y procesiones fueron “acorde[s] con el marco ideológico que caracterizó a esta etapa” en el peronismo: años en los que primaron “deseos del retorno al orden social y político” que existió hasta 1955 (Gorza, 2016, p. 15).

Sin embargo, habría que matizar estas aserciones. Más que referirse a un reflejo del pasado o a una simple actitud nostálgica, las misas y procesiones en homenaje a “Evita” se relacionan con una característica de los sentidos de la muerte para un grupo: la integración. A este respecto, Gentile (2007) puntualiza que el fascismo ofreció una respuesta al problema de la muerte: exaltó el sentido comunitario que integraba a los individuos al grupo. De ese modo, aquel que moría creyendo en el credo fascista, “ingresaba en su universo mítico y adquiría la inmortalidad en la memoria colectiva” mediante una serie de liturgias relativas a los caídos (Gentile, 2007, p. 112). La muerte intentaba ser desterrada del universo individual, transformándola en una experiencia comunitaria a través de celebraciones litúrgicas. En un sentido similar procede Casquete (2007). El valor integrador de la muerte puede encontrarse, por caso, en el derrotero de los mártires del cristianismo. De forma latente o manifiesta, ellos habrían cumplido la función de reforzar la cohesión grupal en los primeros círculos cristianos. En definitiva, matizando la observación de Gorza (2016), en la intimidad del culto religioso a la muerte de “Evita” los asistentes se reconocían como pertenecientes a un mismo colectivo. Su recuerdo, entonces, daba forma y cohesionaba el sentimiento de pertenencia al peronismo.

A este respecto, durante el periodo 1962-1966 se sucedieron numerosas recordaciones del fallecimiento de Eva Duarte. En el ’62 los actos planificados por los diez años de la muerte de “Evita” eran numerosos.[15] El principal se celebró en el sindicato de los trabajadores del Calzado de la Capital Federal. No fue ni en una iglesia ni estuvo presidida por un sacerdote.[16] En 1963 las diversas misas en recuerdo de Eva Duarte convivieron con el “único acto político en su homenaje… organizado por el candidato a Consejal [sic] metropolitano Manuel Rosatto [en Capital Federal]”.[17] En los siguientes años, los actos de tipo religiosos monopolizaron la escena memorial por “Evita”.[18] En 1964, el Consejo Coordinador y Supervisor del Peronismo (CCS)[19] optó por la iglesia de Nuestra Señora de Monserrat en Buenos Aires. Del mismo modo, las unidades básicas de la Lista Verde “Revolucionaria” de la Asociación Obrera Textil eligieron para el acto central a la parroquia Nuestra Señora de Luján de esa ciudad.[20]

Ese mismo 1964, el semanario Compañero dedicó un recuerdo al fallecimiento de “Evita”. Señalando las distintas celebraciones organizadas, se obviaba mención a los actos religiosos. Especial énfasis se hacía, en cambio, a la represión policial que motivaron los homenajes celebrados en La Plata, Mendoza, Córdoba y Bahía Blanca. Según Compañero, estos episodios se desencadenaron porque el gobierno de Illia habría notado que los peronistas estaban consustanciados con el “contenido revolucionario de las banderas enarboladas” por “Evita”. “Banderas” que, al decir del semanario, instaban al pueblo a luchar. Asimismo, jirones que la “burocracia sindical-política” del peronismo querría esconder. Según Compañero, los sectores sindicales y políticos peronistas no sólo no habían exigido la restitución del cuerpo de Eva Duarte, “desaparecido” con el arribo de la llamada “Revolución Libertadora”.[21] Tampoco declararon al 26 de julio, fecha de su muerte, como el “Día de la Tristeza Nacional”. Para Compañero, más que una simple declaración, urgía “transformar [al 26] en un día de lucha y de combate”.[22] Las misas y procesiones eran concebidas como simples estratagemas de sindicalistas y políticos para encubrir esas supuestas facetas “rebeldes”, “revolucionarias” de “Evita”. Se las asociaba, en definitiva, a una tendencia opuesta al “ánimo de lucha” que debía vivificar a las huestes peronistas. 

En lo que respecta al año siguiente, grescas callejeras caracterizaron algunos de los homenajes religiosos en recuerdo de Eva Duarte. En el barrio de Belgrano de la Capital Federal, asistentes a la misa en Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción quisieron realizar, a su término, una manifestación. La Policía Federal intervino y se produjeron detenciones. Asimismo, efectivos policiales bonaerenses impidieron un homenaje en un altar dedicado a la segunda esposa de Perón en Parque Sarmiento, Avellaneda.[23] En Madrid, por otro lado, el viejo líder celebró una misa en la iglesia de los Padres Mercedarios, en la que compartió el oficio con María Estela Martínez, pronta a partir en su periplo sudamericano.[24]

A distancia de la reticencia de Compañero, el semanario Retorno[25] reservó un lugar principal a los homenajes religiosos a Eva Duarte en 1965. Según esta publicación, se realizaron misas en casi todas las barriadas humildes de la Argentina, permitiendo a la iglesia recoger el “fervor católico del pueblo peronista”. Aducían que no tenía sentido separar al “pueblo” de las “tradiciones morales y religiosas de la argentinidad”. En tanto expresión de la “personalidad nacional”, del “estilo de vida argentino”, el peronismo se habría volcado masivamente, según Retorno, a los “templos a rezar a Dios y rogar” por “Evita”. Cada una de las conmemoraciones demostraban que el peronismo recordaba su lección de “sacrificio y renunciamiento”. El “Pueblo peronista”, al igual que Eva Duarte, habría renunciado a algo: a su bienestar, por mantenerse junto a su líder. Por ello, con “su alma bien limpia y su conciencia tranquila”, pudo llevar adelante, se marcaba desde Retorno, los oficios religiosos.[26] Si, por un lado, las conmemoraciones religiosas tenían un espacio fundamental en la forma de recordación de la segunda esposa de Perón, por el otro, se trataba de equiparar su “sacrificio” con el del peronismo tras 1955. Este parangón permitía al “pueblo peronista” recordar sinceramente a quien fuera su ejemplo. Al igual que “Evita”, aquel debía reconocer y aceptar su lugar dentro de la estructura del movimiento: Perón en la cúspide, luego los dirigentes, y finalmente ellos.

Estas formas polares de conmemorar el fallecimiento de “Evita” en Compañero y Retorno hablan de una cuestión sustancial: su recuerdo estaba vinculado a la disputa política al interior del peronismo. Por caso, el semanario liderado por Valotta acusaba a dirigentes políticos y sindicales de ocultar a través de oficios religiosos las consignas “revolucionarias” de Eva Duarte. Compañero, en su lucha contra sindicalistas y políticos peronistas, decía ser fiel al talante revolucionario que habría manifestado en vida. Retorno, en cambio, destacaba, sobre todo la religiosidad que impregnaban los recuerdos a “Evita” por parte de su pueblo. Incluso, manifestaba como estériles los intentos por escindir las misas y procesiones de las conmemoraciones por su fallecimiento. En tanto semanario ligado a las cúpulas políticas bonaerenses del partido, a Retorno, a diferencia de Compañero, le interesaba particularmente que las recordaciones continúen unidas a manifestaciones religiosas, en tanto significaban, de alguna manera, poca o nula disputa acerca de las características finales del mito “evitista”.

Sin embargo, y esto pasa por alto Gorza (2016),[27] los homenajes a Eva Duarte en estos primeros años sesenta excedieron los meros recuerdos a su fallecimiento. Su natalicio también fue objeto de consideraciones. Esto pone en tensión algunas de las características arquetípicas del “mártir”. Según Casquete (2007), esta figura, a diferencia del “héroe”, refiere a la persona que muere o padece excesivamente por la defensa de sus ideales, negándose a renunciar a ellos. Sin resistencia aparente, “soporta estoicamente el sufrimiento que el destino le depara” (Casquete, 2007, p. 132). En este sentido, si una de sus particularidades es la muerte y su actitud frente a ella, ¿no la matizan las “imágenes de la vida” como, por ejemplo, el nacimiento? No se sugiere con esto que las conmemoraciones del nacimiento de Eva Duarte necesariamente vayan contra el mito del “mártir”. Más bien, se trata de marcar la complejidad de ese procedimiento típico de la religión, como lo entiende Agamben (2005): sustraer cosas del uso común y trasladarlas a una esfera separada.

A este respecto, en 1962 el CCS celebró una misa por los 43 años de Eva Duarte en la iglesia Nuestra Señora de Guadalupe del barrio porteño de Palermo. Entre los 300 asistentes, estuvieron presentes Raúl Matera, Delia Parodi, Andrés Framini, Sebastián Borro y Avelino Fernández.[28] Lejos del acto oficial, en el barrio capitalino de Mataderos, y en las ciudades de Córdoba y La Plata también se celebraron otras misas en homenaje.[29] Ese mismo año, el semanario de las “62 Organizaciones Peronistas”, Descartes,[30] dedicó unas palabras al natalicio de “Evita”. Augurando que en cada hogar trabajador sería recordada, se decía que era menester poner el acento en el transcurso de su vida y no solamente en su epílogo. Debía inspirar más el momento en que “surgió a la vida y actuó, que cuando Dios quiso inmortalizarla”. En el hecho de recordar la vida de Eva Duarte, se argumentaba desde Descartes, de querer “recorrer su sendero de sacrificio y amor”, ocurría su purificación.[31] Aquí el acento estaba puesto menos en la muerte de la “mártir”, que en su trayecto de vida. La narración se centraba en la vida “vivida” de “Evita”. La rememoración de su ejemplaridad permitía al peronismo, según este semanario, depurarse de sus elementos extraños y volver al arquetipo de “amor” y “sacrificio” que emanaba de su figura. 

Si bien no se registraron actos en 1963 y 1964, Compañero dedicó una contratapa a “Evita” en su natalicio número 45. A través de diversas fotografías de su vida “política”,[32] se la definía como un “extraordinario símbolo de lucha, coraje y confianza en el futuro del pueblo”.[33] En los años que siguen, las conmemoraciones continuaron la tendencia marcada: su monopolización por parte de los oficios religiosos. En 1965, la misa central se celebró en la iglesia de la Inmaculada Concepción de Belgrano. Haciendo a un lado al secretario general del Partido Justicialista, Carlos Lascano, no estuvieron presentes otros dirigentes peronistas de renombre.[34]

Para 1966, los recuerdos religiosos por el natalicio de “Evita” se llevaron a cabo en un clima especial dentro del peronismo. Tras el conflicto entre Perón y Vandor de principios de ese año,[35] sucedieron las elecciones a la gobernación de Mendoza.[36] Bajo este marco, se celebraron dos actos religiosos, índices, de alguna manera, de la fractura que atravesaba al peronismo. Uno de ellos, el “oficial”, organizado por María Estela Martínez en la iglesia de la Inmaculada Concepción de Belgrano. Tras la finalización de los oficios religiosos, “Isabel” y su grupo se trasladaron al Cementerio de la Chacarita en Capital Federal. Allí colocaron una placa en homenaje a “Evita”. En su discurso, una representante femenina del Partido Justicialista señaló que todos los peronistas tenían la obligación de cumplir con el mandato de Eva Duarte: “respetar y obedecer al único jefe, en lugar de decir que debemos estar contra Perón para salvar a Perón”.[37] El segundo de los actos corrió por cuenta de la madre y las hermanas de “Evita” en la misma iglesia. En su convocatoria, advertían que la ceremonia era “ajena a toda especulación política”, aun cuando las máximas figuras del sector liderado por Vandor fueron las primeras en confirmar su asistencia.[38] Este grupo, los verdaderos convocantes al acto, pretendieron, al colocar a los familiares de “Evita” en un primer plano, desentrañar un anudamiento que tejió con esmero una porción del peronismo que respondía a las órdenes de Perón: la equiparación entre María Estela Martínez y Eva Duarte, como se ahondará en la próxima sección. 

También recordando su natalicio número 47, el semanario De Pie! dedicó unas palabras. Auguraban que todo el pueblo estaría presente para homenajearla. Sin embargo, “no tendremos –continuaba la nota- sino los templos para orar” y pedir por su reposo. “Contrariamente a lo que puedan creer los enemigos del pueblo”, era desde las distintas iglesias y parroquias que el peronismo estaba más cerca de “Evita”. Ello porque “fue en la práctica de su vida”, en los “ejemplos de sus constantes sacrificios”, una ferviente cristiana, según De Pie!, “partícipe de las enseñanzas de Jesús”.[39] Si el tenor religioso impregnaba la totalidad de la nota, con las iglesias y parroquias sindicadas como los únicos lugares desde donde se podría estar más cerca de Eva Duarte, no menos llamativa es su equiparación con Jesús de Nazaret.[40] Al menos para De Pie!, la prueba de la devoción cristiana que habría tenido “Evita” estaba en los ejemplos de su vida, donde los actos sacrificiales constituían uno más de aquellos. Recordar la “vida” para extraer de allí los modelos de comportamiento que debían guiar a los militantes peronistas. En lugar de ponerse el acento en el trazo final del recorrido biográfico del “mártir”, el sitio principal lo ocupaban las “imágenes de vida”, las que darían cuenta de ese “modelo vivo” que sería “Evita” para el grupo.[41]

Al igual que con las conmemoraciones de su fallecimiento, los recuerdos del natalicio de Eva Duarte se encontraban ligados a disputas de poder de tracción intra peronista, lo que es particularmente claro en el bienio 1965-1966. Empero, sus evocaciones ostentaban un marcado tinte religioso sin disputa, como se desprende de las fuentes consultadas. El conflicto abierto entre Perón y Vandor apeló a las evocaciones de “Evita” para dinamizar la lucha por el control real y simbólico del movimiento peronista en la segunda mitad de los años sesenta. Piénsese, a este respecto, en los dos actos que caracterizaron los recuerdos al nacimiento de Eva Duarte de 1966. De un lado, Martínez de Perón y su grey, y, del otro, la madre y las hermanas de “Evita” apoyadas por Vandor, por sindicalistas y políticos reacios a continuar bajo la sombra del liderazgo de Perón. Quien fuera la segunda esposa del caudillo exiliado, en definitiva, se convirtió en una prenda que grababa el tono de la disputa al interior del peronismo.

“Isabel”, autoridad legada. Del cisma peronista y el heraldo de unidad 

 

El 12 de mayo de 1965 María Estela Martínez –también conocida como “Isabel”-[42] arribó a Paraguay. Retornaba a Sudamérica por primera vez desde que se casó con Perón en noviembre de 1961. Fue entrevistada en Nueva York, su única escala. Ante la pregunta por los motivos de su viaje, contestó con exasperación: “No me interesa la política. No sé nada de política, y no me gusta la política”.[43]

Ya instalada en Asunción, se entrevistó con el cronista del semanario Confirmado, quien la definía como una mujer menuda, baja y un “manojo de nervios”.[44] Agregando, asimismo, que le parecía una persona distante, dura e incomunicable cuando hablaba.[45]Además de preguntarle por la salud de Perón y cómo lo conoció, el cronista realizó dos preguntas interesantes. Le consultó si era peronista antes de conocer al viejo líder. Ella respondió: “Siempre fui peronista. En 1951 y 1954 voté por el Partido Peronista”. Asimismo, el reportero le preguntó si era católica. Indignada, Martínez expresó: “¡Claro que soy católica! ¿Qué quiere que sea?”, rechazando como “puras mentiras” sus vínculos con el espiritismo.[46]

Estas dos impresiones de la prensa sobre “Isabel” constituyen una útil puerta de entrada para reconstruir, por un lado, las figuraciones que algunas voces peronistas del periodo 1962-1966 hicieron de ella. Del otro, permite percibir de qué forma operaba la imagen de “Evita” en ella. En primer lugar, una mensajera que, ajena en partes iguales a las vicisitudes de la lucha política peronista, venía al país a reorganizar a las huestes díscolas. Una delegada de Perón que solo traía su mensaje, misión que tomaba mayores bríos por ser precisamente su esposa. Y, en segundo, en una suerte de emulación del espectro de Eva Duarte, Martínez era definida como una persona religiosa, una ferviente católica. Se la caracterizaba como alguien a quien le tocó una tarea que no parecía coincidir con su fortaleza física, pero que sin embargo demostraba ser, por una presunta dureza de carácter, la indicada.[47]

A partir de aquí, considérese el modo en que el semanario Retorno saludaba la llegada a la Argentina de María Estela Martínez en octubre de 1965.

“Ella es portadora del Mensaje que el Movimiento todo espera con ansiedad, para iniciar una nueva etapa… Ella con su fragilidad femenina está señalando el camino del sacrificio y la lealtad de todos los peronistas… Retorno, Vocero del Peronismo, ve en ella el arquetipo de la mujer argentina, como esposa fiel y valiente compañera”.[48]

“Isabel Martínez de Perón es, a no dudarlo, paradigma de la mujer argentina… Su autoridad no solo descansa en su vibrante personalidad, sino en la confianza absoluta de Perón que la designó su representante directa. Como si esto no fuera poco, el Pueblo Argentino la recibió con los brazos abiertos, correspondiéndole con su fe, su amor y su lealtad. Es que el pueblo confía y obedece a quien ha sido designada mensajera de Perón”.[49]

 

Se argumenta que “Isabel” llegaba al país ungida como portavoz de Perón, quién le depositó su confianza para traer un mensaje. Su autoridad descansaba precisamente en el caudillo. La misión legada no era otra que la de poner coto al creciente influjo que el sector de Vandor ostentaba tras la victoria electoral de marzo y la purga de las “62 Organizaciones” ocurridas a lo largo de 1965.[50] Asimismo, los párrafos apuntan hacia otro lugar: Martínez era el arquetipo de la mujer peronista, un espíritu femenino –y, por eso frágil, según Retorno- pletórico de ánimos de “sacrificio” y de “lealtad”. Estás parecían ser las virtudes cardinales de toda militante peronista femenina.[51] Según este semanario, la función legada fue recibida con alegría por el peronismo. Las huestes trataron de corresponder la “fe”, el “amor” y la “lealtad” que manifestaba “Isabel”. Por ser elegida como la “representante directa” de Perón, el “pueblo” la reconocía, confiaba en ella y la obedecía.

Aquí se ven expuestos, por una parte, el intento por figurar alrededor de María Estela Martínez una imagen que combinaba lo femenino con la obediencia a Perón. Como se precisó en la sección anterior, algunas voces peronistas del periodo considerado sostenían que Eva Duarte se destacó específicamente su respeto y obediencia hacia los designios de Perón. Una suerte de equiparación entre las esposas de Perón parecía tomar forma aquí.[52] Y, por la otra, en íntima conexión, se quería revalidar el rol de delegado personal de Perón y dotarlo de nuevas energías. Ya no se trataba de un personaje en particular que encarnaba la actual correlación de fuerzas en el peronismo. Desde octubre del ‘65, era la mismísima esposa de Perón la que regresaba a la Argentina para organizar al movimiento acaudillado por su marido. Si la autoridad, como se precisó en las primeras páginas, está íntimamente vinculada al reconocimiento, ¿de qué forma desconocer a “Isabel” si se encontraba ungida directamente por el viejo caudillo? Solo a riesgo de colocar en entredicho la autoridad de Perón. A partir de este mecanismo, parafraseando a Eva Duarte en Historia del peronismo [1951], se quería significar que donde se hallaba “Isabel”, lo hacía el propio líder.

En sintonía con lo examinado, De Pie! dibujó características similares en “Isabel”. Se la definía como: 

“Una figura ágil, dinámica, pletórica de vida, aunque enmarcada en una apariencia fina y débil… Es la Delegada del Comando Superior Peronista en la Argentina… [Además] tiene para nosotros un punto más de proyección que la acerca a nuestros corazones. Es la esposa de nuestro jefe y conductor, Juan Perón… Es una ferviente admiradora de la incomparable Eva Perón. Todo ello nos permite ya tener una imagen cabal y las razones por las que conquistó nuestras simpatías y ganó el sincero aprecio de los peronistas”.[53] 

De forma similar a Retorno, se figuraba una María Estela Martínez “pletórica de vida”. Una mujer fina, pero débil. De Pie! buscaba legitimar el rol de “Isabel” como delegada. Dotarla de autoridad. Existían dos hechos que debían suscitar las “simpatías” y el “aprecio” de las huestes peronistas: era la esposa de Perón y se definía como una “ferviente admiradora” de Eva Duarte. La equiparación entre las “mujeres de Perón” era menos sutil que en Retorno. Para este vocero de las “62 Organizaciones de Pie”, la igualación no sólo estaba en el vínculo conyugal. Se encontraba también en la figuración “material” del cuerpo de “Isabel”: una mujer que aparentaba ser débil, pero dentro de la cual anidaba un fuego pasional.[54]

Sin embargo, aun cuando esta equiparación parecía ser puesta a plena luz, se introducía un “fusible”, tendiente a evitar, por decirlo de alguna manera, “malos entendidos”: María Estela Martínez era una admiradora de la “incomparable Eva Perón”. Para De Pie!, en su admiración, “Isabel” deseaba emular a su objeto –“Evita”-, sin llegar identificarse completamente con él. Incluso, para intensificar esta imposibilidad, se subrayaba el carácter incomparable de quien fuera la segunda esposa de Perón. Así, para este semanario, se legitimaba el papel político y la figura de “Isabel” –la delegada personal y la esposa de Perón- evitando su equiparación con Eva Duarte.

Y esta aclaración no era en vano. En noviembre de 1965, luego de que Martínez comenzara su periplo por las provincias del interior argentino, se reunió secretamente en Avellaneda un plenario peronista de personalidades ligadas a Vandor.[55] El que se denominó “Plenario de Avellaneda” estuvo presidido por el senador Mariano Fernández y contó con la presencia de Alberto Serú García. Los principales blancos de ataque fueron el empresario Jorge Antonio y el secretario general de la UP, Enrique Guerci. En cuanto a María Estela Martínez, se la trató con “sobria cortesía”, como manifestaba el cronista de La Razón. A Eva Duarte, por otro lado, se la definió como “insustituible”.[56]

Más explícitamente, para Adolfo Cavalli, líder del sindicato de los trabajadores petroleros, se debía “hablar con sinceridad” y señalar que el “arribo de la compañera Isabelita se produjo ante el desconocimiento de la conducción oficialista”. Para el diputado Carlos Gallo, los “compañeros fueron burlados” por “Isabelita”, esperando en vano que se informara que concurría a Córdoba.[57] Por su autoridad legada, todo “ataque” a la tercera esposa de Perón no podía ser directo. Como señalaba uno de los asistentes al plenario, el sindicalista Alberto Armesto, las opiniones vertidas por los asambleístas no significaban “nada contra Perón y su señora”.[58] La embestida parecía ser, más bien, diferida. De un lado, anteponiéndole a María Estela Martínez la figura de “Evita”. Marcándole, de alguna forma, que no podría reemplazarla, por más que sea la nueva esposa de Perón y su delegada personal.[59] Y, del otro, colocando el acento en el grupo que la acompañaba.

A este último punto se dirigía la jefatura de la Acción Revolucionaria Peronista (ARP) de John William Cooke y Alicia Eguren[60] en su contestación a la seccional partidaria santafesina por su informe sobre la visita de “Isabel” a la provincia. Si María Estela Martínez era, según esta agrupación, “acreedora a la consideración de nuestros compañeros”,[61] no lo eran sus colaboradores. Por ejemplo, sobre sus custodios –militantes del Comando de Organización y del Movimiento Nueva Argentina-,[62] el informe de la ARP los calificaba como “violentos y reaccionarios”. Acerca de sus dirigentes, se decía que esos “fervorosos partidarios de la ‘línea’ de Isabelita” estaban compuestos por “los clericales y los conectados con grupos militares”.[63] Aquí también, como para los nucleados en Avellaneda, la censura hacia María Estela Martínez se encontraba velada. Estaba tamizada por una dirigida a sus acompañantes. Por ello el señalamiento insistente en la composición del grupo “isabelino” y su caracterización de “reaccionarios” y “violentos”. Si a esta identificación se le agrega la que hizo de sí misma la tercera esposa de Perón de ser una ferviente católica, ¿no se estaba sugiriendo, de forma velada, el carácter “reaccionario” de Martínez y de los que se vinculaban a ella?

Si en las anteriores expresiones las invectivas y las caracterizaciones negativas eran indirectas, singular va a ser la posición, por ejemplo, de las “62 Organizaciones Peronistas”. Disgustados con Perón por el envío de “Isabel” al país, un representante de la Mesa Coordinadora declaraba en noviembre de 1965: “La CGT y las ‘62 Organizaciones’ estaban unidas. A los cincuenta días de hallarse entre nosotros Isabel Martínez de Perón, esa unidad está destrozada ¿Cuál es la misión, entonces, que cumple?”[64] Aseguraba que los “diez años de lucha, de concesiones y asimilaciones” se habían hecho añicos a partir de su arribo.[65] Era sindicada como la culpable de los conflictos que surcaban al gremialismo de filiación peronista. El corolario de ello fue la división del “brazo político del sindicalismo peronista” y el quiebre en la CGT a comienzos de 1966.

Esta acusación, aunado al proceso de crecientes tensiones intra sindicales que generó su presencia en el país, condujo a María Estela Martínez a publicar una solicitada en vespertinos nacionales. Buscaba aclarar qué objetivo guiaba al organismo recientemente formado y que encabezaba, el Comando Superior Delegado. Luego de afirmar que no existían “marchas ni contramarchas” y tampoco decisiones tácticas o estratégicas por “rectificar o corregir”, el nuevo organismo tenía un solo mandato: “Unidad y solidaridad… paz y concordia dentro de la familia argentina”.[66] Vinculado a esto, desde Retorno se presentó el quehacer de “Isabel” como un “trabaj[o] por la unidad del Movimiento Peronista”. Quienes la acusaban de “divisionista”, querían en verdad fragmentar al peronismo. Por ello la “calumnian y vituperan groseramente”. “Su tarea e[ra]… bregar por la Unidad del Movimiento”.[67]

Precisamente, el lema de la pacificación fue esgrimido por “Isabel” en su arribo a la Argentina. Por ello Vandor y otros sindicalistas criticaron el mensaje de “paz y unidad”. Si el objetivo máximo del peronismo era el regreso de su líder, decían aquellos, no se lograría con una pregonada pacificación, sino como “consecuencia natural del triunfo del movimiento”.[68] Poniendo en cuestión la misión que guío su arribo al país, Vandor y su grupo criticaban la propia figura de “Isabel”, desconociendo su autoridad legada por Perón. En otras palabras, ¿para qué anunciaba pacificación si la única forma de lograr el regreso del viejo caudillo era con la victoria de su movimiento? En cambio, ¿no buscaba esa “avanzada femenina”, como la denominaban, horadar el poder del sindicalismo ligado al hombre fuerte de la UOM para inclinar la balanza hacia el lado de Perón? A su juicio, no cabían dudas. “Isabel” era una mera prenda de “división”.

Palabras finales

 

Este artículo se interrogó por los modos en que fue pensada por diversas voces peronistas capitales de los primeros años sesenta la figura de María Estela Martínez de Perón. En esta figuración ocupó un lugar fundamental la imagen de Eva Duarte. Como una suerte de daguerrotipo, las distintas características que actores individuales y organizativos adosaron a “Evita” en el periodo 1962-1966 fueron utilizadas “a contraluz” para retratar a “Isabel” y reubicar la misión que le encomendó Perón desde su exilio español.

Por esta razón, el artículo comenzó indagando los “cuerpos” de Eva Duarte: el político y el material. A partir de la identificación de algunos ecos teológico-políticos, la mirada se dirigió al modo en que el peronismo de los primeros sesenta conmemoró el fallecimiento y el nacimiento de “Evita”. Si los recuerdos elaborados de su muerte, ligados hondamente a actos religiosos, se vincularon a una apuesta por intensificar la cohesión grupal y el reconocimiento mutuo entre la militancia peronista, las conmemoraciones de su natalicio, esas “imágenes de vida”, pretendían funcionar como un modelo ejemplar. Con estas consideraciones presentes, se examinaron las formas mediante las cuales diversos nucleamientos peronistas del periodo 1962-1966 representaron a “Isabel”. Se trataba, para algunas de las voces examinadas, del arquetipo de la mujer peronista –obediente y devota-, que llevaba a cabo una tarea que parecía exceder sus fuerzas físicas.

Ahora bien, ¿qué elementos de la figuración elaborada de “Evita” permearon la caracterización de María Estela Martínez? ¿Qué sentidos dinamizó esta apuesta política? El punto más claro es su religiosidad católica. Para algunas voces analizadas, las misas permitían considerar el “fervor católico” de las huestes peronistas. Otras consideraban que desde los templos católicos se estaba más cerca de la ejemplaridad de Eva Duarte por haber sido ella una “cristiana devota”. En lo que respecta a “Isabel”, además de su autoidentificación como católica, se la caracterizaba como una mujer profundamente religiosa. Esto conduce al segundo de los elementos a destacar: la obediencia. Algunas voces peronistas enfatizaban en su construcción figurativa de “Evita” la obediencia y el respeto que manifestó en vida hacia Perón. Algo similar sucedía en la presentación que hacían de María Estela Martínez. El mecanismo continuaba operando. Sin embargo, con una intensificación no menor: su carácter simultáneo de esposa y delegada de Perón. Esta doble condición hizo que todo ataque a su figura tuviera que ser diferido. En tanto compañera y representante directa del caudillo en sus “negocios” locales, cualquier intento por criticar su “misión” y sus tareas no podía ser explícito. De otro modo sería tomada como una envestida contra la autoridad de Perón, como parecían entenderlo los que concurrieron al “Plenario de Avellaneda” y los líderes de Acción Revolucionaria Peronista. El tercer y último de los elementos a subrayar refiere a la unidad. Aun en vida, “Evita” se definía como un puente “de amor” entre Perón y su pueblo. En las primeras páginas de este trabajo se sostuvo, considerando particulares inflexiones teológico-políticas, que la doble valencia “corporal” de Eva Duarte hizo que, muerto el cuerpo físico, el político pareciera encarnar la continuidad simbólica del peronismo. Este efecto se precisó al hablar del rasgo integrador y cohesivo de las conmemoraciones religiosas a su fallecimiento. María Estela Martínez intentó operar en un registro similar: su misión estaba allende la “política”. En este aspecto, se mantenía en sintonía con la animadversión que Perón manifestó recurrentemente hacia la actividad política en sus años de gobierno y también después. La de “Isabel” se consideraba una cruzada por la “unidad, la paz, la concordia y la solidaridad”. Cualquier puesta en cuestión de esta campaña y a su autoridad legada era, para algunas voces referenciadas, un ataque contra Perón y su movimiento. Un desconocimiento a su lugar como líder. Otras, en cambio, consideraban errada la insistencia en la “paz y unidad”. Al decir de Vandor y su grupo, el caudillo solo podría retornar al país con una victoria del peronismo. Para ellos, en definitiva, era menester guerra y división. 

Los espectros de “Evita” rondaron los imaginarios políticos argentinos y peronistas previamente a los cruciales años setenta. Incluso, acecharon a María Estela Martínez tiempo antes de convertirse en vicepresidenta a cargo de la presidencia tras el fallecimiento de Perón el 1 de julio de 1974. Para atacar o abonar al rol de delegada de “Isabel” en los primeros sesenta estudiados en este artículo, el espíritu de “Evita” era insistentemente evocado y sus características continuamente reperfiladas. No podría ser de otro modo. La polémica política al interior del peronismo precisaba, en medio del periodo más álgido del exilio de su líder, mojones de reconocimiento. Eslabones que permitieran, de forma simultánea, (re)construir una autoridad lacerada y dar sentido a la confrontación política.

 

 

 

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Recibido: 25/05/2021

Evaluado: 12/07/2021

Versión Final: 09/08/2021



[1] El autor desea agradecer las observaciones y los comentarios de las/los evaluadores. La investigación es un proceso con aciertos y éxitos, pero también con desaciertos y errores. Es por ello que la puesta en común de sus resultados constituye una fase fundamental de su desarrollo. Permite corregir, subsanar y completar las ideas iniciales, dando nacimiento, simultáneamente, a nuevas y más complejas. Parafraseando a Hannah Arendt, la realidad del conocimiento científico radica en la simultánea presencia de otras perspectivas y aspectos que dan forma a un mundo común. Esta presencia enriquece y complejiza el trabajo académico.

[2] Así se denominaron los partidos que disputaron los votos dejados por el peronismo proscripto tras el golpe de Estado de 1955. El primero de ellos fue la Unión Popular (UP), formado por antiguos funcionarios como Rodolfo Tecera del Franco y Atilio Bramuglia. Se sugieren Arias y García Heras (1993), y Melón Pirro (2009) para ahondar.

[3] Distinto fue el caso durante el interregno del sucesor de Frondizi, José María Guido. Durante su año y medio de gobierno, un nuevo estatuto de partidos políticos fue particularmente severo con lo que denominaba “propaganda peronista”. Ni la victoria de los militares legalistas “azules” en el otoño de 1963 cambió su política hacia el peronismo. Sumándose a las directivas del decreto 2.713 que extendía la proscripción al movimiento acaudillado por Perón, los edictos 4.046 y 4.784 prohibieron a la UP participar sola o mediante coaliciones en las elecciones presidenciales del 7 de julio de 1963. Para ampliar, véase Tcach (2007).  

[4] Parafraseo del título de Cortés Rocca y Kohan (1998), Imágenes de vida, relatos de muerte.  Eva Perón: cuerpo y política.

[5] La presunta encarnación del cuerpo político del peronismo en el biológico de Eva Duarte es marcada también por Vezetti (1997).

[6] Sobre la Fundación Eva Perón, se sugiere Barry, Ramacciotti y Valobra (2008).

[7] Semanario de ocho páginas que publicó 79 números entre junio de 1963 y abril de 1965. Fue dirigido por el médico y antiguo militante del reformismo universitario, Mario Valotta. Tras la constitución del Movimiento Revolucionario Peronista, se transformó en su vocero. Funes (2018) examina la publicación. 

[8] Compañero, Buenos Aires, 15/09/1964, núm. 64, p. 4.

[9] Órgano de las “62 Organizaciones de Pie Junto a Perón”. Contó con 19 números y se editó entre marzo y julio de 1966. Su director fue José Alonso. Para ampliar sobre el semanario, Carman (2015).

[10] De Pie!, Buenos Aires, 03/05/1966, núm. 8, p. 6.

[11] En todo regreso memorial al pasado, sea personal o grupal, sea nacional o regional, existen esos “errores”, mirados desde la “historia”. Uno de los problemas del uso de la historia oral y los relatos memoriales es el de cargar sobre las narraciones juicios por la supuesta inexactitud con el pasado “empírico”. En el caso de Milanesio, la pregunta del por qué debería llevar al interrogante por los efectos que esos desplazamientos producen ¿Qué sentidos reavivan y cómo se introdujeron en la propia configuración imaginaria del pasado? Aun sin explotar completamente las conclusiones que esboza, el trabajo de James (2004) brinda interesantes reflexiones sobre el quehacer historiográfico y sus problemas metodológicos cuando se apela a la historia oral.   

[12] Estas características fueron marcadas por Sigal y Verón (1988), y por Rozitchner [1985] (2012). 

[13] Lo que abona a esa particular relación que la sociedad argentina, según Vezzetti (1997), ha entablado entre política y muerte. Sin embargo, si ello es característico en el caso de “Evita”, no es una invención del peronismo y tampoco es exclusiva del siglo XX argentino. Gayol (2016) argumenta que los usos de la muerte o de algunos cuerpos como vehículos políticos pueden rastrearse desde los albores de la dominación española en tierra americana. Los funerales de Estado típicos del siglo XX buscaron, según esta autora, interpelar el presente y especular sobre el futuro, presentándose como los garantes del orden y de la Nación.

[14] Para examinar las manifestaciones de duelo por el fallecimiento de “Evita” en la provincia de Tucumán en 1952, véase Santos Lepera (2012).

[15] Según registraba la ex Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPPBA), en territorio bonaerense se organizaron actos en Tres de Febrero, Berazategui, Lobos, Berisso, San Nicolás y Las Flores. “Actos y misas de homenaje por el fallecimiento de Eva Perón. Año 1962”. Comisión Provincial por la Memoria, Fondo Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Mesa Referencias, legajo 10778, folios 139-168.

[16] Democracia, Buenos Aires, 25/07/1962, p. 4.

[17] Compañero, Buenos Aires, 30/07/1963, núm. 8, p. 3.

[18] Esta cuestión se puede observar en la grilla que realizó la antigua DIPPBA. Salvo en La Plata, General Paz, Merlo y Lomas de Zamora, los actos bonaerenses se desarrollaron en iglesias y parroquias. “Actos y misas de homenaje por el fallecimiento de Eva Perón. Año 1964”. Comisión Provincial por la Memoria, Fondo Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Mesa Referencias, legajo 10778, folios 27 y 28, y 137-143.

[19] Aparecido en 1958, constituyó la segunda institución creada por Perón para suplir la carencia de organización partidaria propia a nivel local y, simultáneamente, disuadir la aparición y afianzamiento de nuevos liderazgos locales. Para ampliar sobre el CCS, véase Melón Pirro (2017).

[20] El Mundo, Buenos Aires, 27/07/1964, p. 6.

[21] Sus restos embalsamados reposaron desde el 26 de julio de 1952 hasta el golpe de Estado del 16 de septiembre del ‘55 en el edificio de la Confederación General del Trabajo (CGT), Capital Federal. Dos años después se conoció que el cuerpo había sido secuestrado. Desde aquel momento, se tejieron múltiples explicaciones del robo y de los lugares en donde se hallaría, alimentando leyendas y versiones que circularon incluso luego de su repatriación en 1971. Para ampliar sobre ellas, véase Ehrlich y Gayol (2018).

[22] Compañero, Buenos Aires, 04/08/1964, núm. 58, p. 5.

[23] El Mundo, Buenos Aires, 27/07/1965, p. 6.

[24] El Mundo, Buenos Aires, 26/07/1965, p. 6.

[25] Con tres directores en sus 111 números editados entre 1964 y 1966 –José Constantino Barro, Pablo Michelini y Raúl Jassen-, fue una publicación financiada por el empresario Jorge Antonio y ligada al Partido Justicialista de la provincia de Buenos Aires. Se examinan algunos de sus tópicos en Funes (2020).

[26] Retorno, Buenos Aires, 28/07/1965, núm. 55, p. 3.

[27] Lo mismo puede decirse del trabajo de Ehrlich (2016). El recorrido que propone la autora no toma en cuenta que el natalicio de “Evita” también fue objeto de conmemoraciones en el periodo del exilio de Perón.   

[28] La Razón, Buenos Aires, 08/05/1962, p. 12.

[29] La Razón, Buenos Aires, 08/05/1962, p. 8 y Democracia, Buenos Aires, 08/05/1962, p. 5.

[30] Semanario de cuatro páginas editado a lo largo del año 62. Miguel Gazzera fue su director. Contó, entre otros, con Juan José Hernández Arregui, Fermín Chávez y José María Rosa como columnistas. Luego de 18 números, agobiados por problemas financieros y por la persecución del gobierno de Guido, dejó de editarse. Para ampliar, véase Carman (2015).

[31] Descartes, Buenos Aires, 15/05/1962, núm. 8, p. 1.

[32] Se pasan por alto las imágenes de su vida anterior a 1945. Cortés Rocca y Kohan (1998) examinan diversas fotografías de Eva Duarte en esa etapa y reconstruyen los sinuosos caminos de su vida actoral. 

[33] Compañero, Buenos Aires, 05/05/1964, núm. 45, p. 8.

[34] La Razón, Buenos Aires, 08/05/1965, p. 3.

[35] La llegada de María Estela Martínez a la Argentina en 1965 y los intentos organizativos de Perón evidenciaron que el creciente poder de Vandor comenzaba a ser un problema. Entre finales de año y comienzos del siguiente, el conflicto se mostró sin tapujos. La “batalla final” tuvo como marco la provincia de Mendoza en 1966.

[36] El 17 de abril se celebraron elecciones generales en esta provincia. Si bien el candidato oficial del Partido Demócrata resultó electo gobernador, el segundo puesto dirimió el conflicto que azuzaba al peronismo en aquellos años. La fórmula apoyada por Perón, Ernesto Corvalán Nanclares-Alberto Martínez Baca, aventajó por diez puntos a la auspiciada por Vandor –Alberto Serú García y Ventura González-. Tras su derrota, el proyecto vandorista fue perdiendo paulatinamente su esplendor para propios y extraños. Marcilese (2017), sin embargo, es menos taxativo con respecto al carácter definitorio de los comicios cuyanos. Véase Álvarez (2007) para profundizar sobre la elección mendocina y sus ecos posteriores.

[37] El Mundo, Buenos Aires, 08/06/1966, p. 6. Se aludía aquí a una frase endilgada a Vandor. Según Galasso (2016), en la “Asamblea de Avellaneda” de noviembre de 1965 el “vandorismo” acuño una fórmula que periódicos y semanarios de actualidad no cejaron de achacarle al líder de la UOM: “Es necesario, en estas circunstancias, estar contra Perón para defender a Perón”. En otras palabras, que la única manera de ser “fiel” a lo que Perón pensó e hizo era, para Vandor y los suyos, “traicionar” lo que pensaba y hacía en esos primeros años sesenta. Se estaba haciendo referencia a la elección de María Estela Martínez como su delegada personal y encargada de los negocios del partido en el ámbito local. Una copia de la “Declaración de Avellaneda” puede encontrarse en Álvarez (2007).

[38] El Mundo, Buenos Aires, 07/05/1966, p. 6.

[39] De Pie!, Buenos Aires, 03/05/1966, núm. 8, p. 1.

[40] Según Caimari [1994] (2010), en la caracterización de “Evita” durante el gobierno peronista convivieron dos tipos de representaciones. De un lado, se la equiparaba a la Virgen María, dotándola de un aura de sacrificio virginal. Y, del otro, a la imagen de un Jesucristo redentor de los pobres y enemigo de los ricos. La pasividad y la combatividad convivían en estas representaciones.

[41] En Ehrlich (2012) se trabaja la construcción arquetípica del militante juvenil peronista y sus parecidos de familia ideológicos.

[42] Según Sáenz Quesada (2020), este nombre lo tomó de Isabel Zoila Gómez, esposa de José Cresto. Tras un conflicto familiar, una joven María Estela abandonó su casa paterna para mudarse con el matrimonio Cresto. Sin embargo, la autora no considera una posibilidad que brinda el mismo sufijo diminutivo –ita: la película “Isabelita” de Manuel Romero de 1940. Se cuenta la historia de una muchacha de “buena familia” (Paulina Singerman) que, aburrida de su vida acomodada y rehuyendo de un matrimonio arreglado, comienza a entablar amistades con sectores populares. De la mano de su empleada doméstica (Sofía Bozán), conoce a un músico humilde (Juan Carlos Thorry) del que se enamora. Para no ser descubierta, Isabelita debe confeccionar un personaje: una muchacha humilde que trabaja para una familia rica. Como un background de significados compartidos, una posibilidad cierta es que el nombre “Isabelita” para referir a María Estela Martínez haya bebido de la película de Romero. Una mujer que debía representar un papel “humilde” para cumplir con las tareas encomendadas y sobrevivir al peso (simbólico) de la figura de Eva Duarte.

[43] La Razón, Buenos Aires, 12/05/1965, p. 10.

[44] La propia María Estela Martínez en una carta a Perón de finales de los años sesenta se reconocía como una mujer nerviosa y desconfiada, pero también responsable y leal (Sáenz Quesada, 2020).

[45] No era la misma caracterización que Perón hizo de su esposa. En una misiva a Humberto Sosa Molina fechada el 2 de diciembre de 1965, decía que María Estela Martínez “tiene el tino necesario para obrar bien y está preparada convenientemente para enfrentar estas situaciones [la lucha contra Vandor] con la paciencia y el acierto que se necesita” (Pavón Pereyra, 1983, p. 128). Asimismo, en otra carta de enero de 1966, contaba a José Alonso que “Isabel” era una mujer “muy sensible, por eso hay que tratarla por las buenas y se consigue todo, aunque por las malas no conviene intentar nada porque, nada se consigue” (Pavón Pereyra, 1983, p. 136).

[46] Confirmado, Buenos Aires, 21/05/1965, núm. 3, p. 16. Según Sáenz Quesada (2020), los Cresto eran espiritistas. Ellos habrían introducido a María Estela Martínez en esta práctica. Sin percatarse de sus incompatibilidades, “Isabel” combinó el espiritismo con la religión católica.

[47] Esta caracterización aparece explícita, por caso, en boca del biógrafo de Perón y secretario personal en Madrid, Enrique Pavón Pereyra. En una entrevista, la definía por “su piedad torrencial, practicada sin alifafes ni alharacas”. También por una catolicidad “sustancial, medular, que abreva en acciones piadosas”. Por último, señalaba que estaba desprovista “de todo lo que no se alimenta de lealtad, de abnegación, de entrega sin retaceos a la causa”. Retorno, Buenos Aires, 17/11/1965, núm. 71, p. 4.

[48] Retorno, Buenos Aires, 13/10/65, núm. 66, p. 1.

[49] Retorno, Buenos Aires, 03/11/1965, núm. 69, p. 1.

[50] Tras las elecciones internas para reorganizar el partido de mitad de 1964, el peronismo participó en los comicios legislativos de marzo del año siguiente. Por el veto al Partido Justicialista, se recurrió a la UP. Las elecciones resultaron ser un cimbronazo para el gobierno de Illia. A nivel nacional, el peronismo aventajó por casi 5 puntos al oficialismo, posicionándose como primera minoría. El creciente influjo que adquirió Vandor hizo que Perón enviara al país a su tercera esposa en octubre del ’65, como ya se mencionó. Su llegada intensificó los conflictos entre el líder de los metalúrgicos y el secretario general de la CGT, José Alonso. En febrero de 1966, la Mesa Coordinadora de las “62 Organizaciones” pidió la renuncia de Alonso. Éste, animado por Perón, dimitió y organizó unas “62” paralelas: las “62 Organizaciones de Pie Junto a Perón”.

[51] Para ampliar sobre las representaciones y las prácticas políticas de las “mujeres peronistas” entre 1955 y 1966, véase Gorza (2017). 

[52] Este intento de emulación lejos estaba de ser una particularidad del peronismo. El humorista gráfico Juan Carlos Colombres (a) Landrú, a poco de conocerse que María Estela Martínez viajaría a la Argentina, publicó una viñeta. Un trabajador tachaba en un cartel “La Plata”, para escribir “Ciudad Isabelita”. Al ver esto, otro personaje pregunta: “¿Cómo? ¿Ya llegó Isabelita Martínez?”. El Mundo, Buenos Aires, 03/10/1965, p. 1.

[53] De Pie!, Buenos Aires, 08/03/1966, núm. 1, p. 12.

[54] En su carta a Alonso ya mencionada, Perón establecía una correspondencia entre los caracteres de “Isabel” y de “Evita” (Pavón Pereyra, 1983).

[55] Ver nota 37. 

[56] La Razón, Buenos Aires, 26/10/1965, p. 4.

[57] Ibíd.

[58] Ibíd.

[59] A esto mismo apuntaba el vandorismo a poco de celebrar el natalicio de Eva Duarte en mayo de 1966. Según los informes de la ex DIPPBA, confeccionó un folleto con el título “Isabel Martínez no lo traiciona a Perón, lo abandona”. Luego de la transcripción de un comunicado donde “Isabel” confirmaba que se prolongaba su estancia en el país, el volante definía a Eva Duarte como la “única abanderada del peronismo”. Según el informante policial, este era el comienzo de una gran campaña desde el vandorismo para exaltar la figura de “Evita” y contraponerla a María Estela Martínez. En esta cruzada, decía el informe, el vandorismo proclamaría a “Evita” como el “Símbolo de la Unidad” y como la “Abanderada de los Trabajadores”. Con ello se buscaba destruir políticamente a “Isabel” y dinamitar su autoridad legada. “Actividades de Isabel Martínez de Perón durante los meses de febrero, marzo y abril del año 1966”. Comisión Provincial por la Memoria, Fondo Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, Mesa Referencias, legajo 13511, folios 6 y 7.

[60] Sin hacer aquí un examen del pensamiento de John William Cooke, solo se quiere destacar el modo en que aparecía figurada María Estela Martínez. Para ahondar en él, véase Galasso (2004) y Caruso (2017).

[61] “Con respecto al ‘Informe sobre la visita de Isabel Perón”. Biblioteca Nacional Mariano Moreno, Fondo Alicia Eguren – John William Cooke, Actividades, Carpeta 2, Unidad de Conservación 15, Acción Revolucionaria Peronista, 03/12/1965, p. 5.

[61] El Mundo, Buenos Aires, 16/08/1965, p. 14.

[62] Sobre estas organizaciones, véase Besoky (2016) y Denaday (2016). 

[63] “Con respecto al ‘Informe sobre la visita de Isabel Perón”, op. cit. p. 10.

[64] El humorista gráfico Lino Palacios (a) Flax plasmó la sensación de este sindicalista. En una viñeta, Perón y María Estela Martínez hablan por teléfono. El caudillo pregunta “¿Cómo andan las cosas por allí, querida esposa?, a lo que ella contesta: “¡Fenómeno, Pochito! ¡Cuando llegué había cuatro tendencias en el peronismo y ahora hay cuarenta!”. Primera Plana, Buenos Aires, 16/11/1965, núm. 158, p. 19.

[65] La Nación, Buenos Aires, 26/11/1965, p. 10.

[66] El Mundo, Buenos Aires, 29/01/1966, p. 12.

[67] Retorno, Buenos aires, 25/03/1966, núm. 93, p. 1.

[68] La Nación, Buenos Aires, 26/11/1966, p. 11.