Reseñas
bibliográficas
Ghirardi, M. (ed.) (2019). Esclavos: una subjetividad
negada. Estudio interdisciplinario en territorios periféricos de la antigua
Monarquía hispánica: siglos XVII a mediados del XIX. Báez Ediciones: Córdoba,
577 páginas.
Los estudios sobre esclavitud se han dinamizado
desde hace algunas décadas en nuestro país, afirmándose como un área
insoslayable para pensar el pasado de la región. El libro “Esclavos. Una subjetividad
negada…”, editado por la historiadora Mónica Ghirardi,
parte de la convicción de visibilizar y resignificar la presencia de la
población esclavizada en territorios periféricos de la Monarquía Hispánica.
La obra se compone de trece capítulos a cargo de
diferentes autores y equipos de investigación. La mayoría se ocupa del
territorio cordobés, tanto de sus espacios rurales como urbanos, fruto de una
ardua labor enmarcada en un proyecto de investigación. Los apartados finales se
refieren, en cambio, a las sociedades santafesina y correntina. El marco
temporal desde el siglo XVII a mediados del XIX permite pensar el fenómeno de
la esclavitud en un largo plazo a través el abordaje de problemáticas diversas
tanto de la sociedad colonial como del período posrevolucionario, a partir de
un paradigma interpretativo común: ver a las personas esclavizadas como sujetos
activos y no simples mercancías.
Esta obra de carácter colectivo exhibe la riqueza
de la labor interdisciplinaria que se expresa en una historia social en diálogo
con la demografía, la arqueología patrimonial, la antropología, la museología y
la genética. Dicho diálogo trasciende el registro verbal con reproducciones de
magníficas obras del artista plástico cordobés, Álvaro Izurieta. Sus
ilustraciones evocan recreaciones de la vida cotidiana que maridan con cada apartado
y alientan a los lectores a pensar en escenarios posibles. Pirámides, gráficos
y mapas a color realzan la edición de la publicación.
En el primer capítulo, Mónica Ghirardi
ofrece una revisión de debates historiográficos y una síntesis de diversos aspectos
de la vida cotidiana de la población esclavizada en el espacio rioplatense. La
autora demuestra que el territorio cordobés contaba con población esclavizada
de dimensiones considerables que cumplía un rol productivo fundamental. La
abundancia y variedad de archivos para el territorio le permite construir
análisis sociodemográficos de segmentos temporales extensos. Gracias a un
trabajo hermenéutico exhaustivo, que sigue los pasos señeros de Emiliano Endrek, Aníbal Arcondo y Dora Celton pero enfocado en la población africana y afrodescendiente,
la autora sistematiza información y, a partir de la interrelación de múltiples
categorías, da cuenta de sus experiencias.
En el capítulo siguiente, Ghirardi
continúa dando cuenta de su experticia en demografía histórica al ocuparse de
los planteles de esclavos en las haciendas jesuíticas de Alta Gracia, Caroya,
La Candelaria, Jesús María, Santa Catalina y San Ignacio. Su examen comparativo
pone de manifiesto dos cuestiones entrelazadas. Por un lado, el rol del clero
regular: el control de la Orden sobre la natalidad y los matrimonios entre
esclavizados africanos y afrodescendientes con el objetivo de garantizar el
arraigo de unidades familiares con mano de obra permanentemente disponible. Por
otro lado, la capacidad productiva de niños y adultos esclavizados demuestra su
rol fundamental para el crecimiento de las economías regionales
pero, al mismo tiempo, su capacidad de estrechar y sostener vínculos familiares
a pesar de su condición jurídica. Su pormenorizado trabajo se complementa con
tablas, mapas y gráficos que permiten visualizar la morfología poblacional en
el tiempo.
Siguiendo con la explotación de esclavizados en
espacios rurales, Analía Signorile se interesa por la
región de Calamuchita y comprueba que su utilización –en complementariedad con
el trabajo indígena- fue constante por parte de los sucesivos propietarios de
grandes unidades productivas. Desde fines del siglo XVI a mediados del XIX las
familias propietarias utilizaron población esclavizada que se vio incrementada
en el período en que las tierras fueron adquiridas por los jesuitas y funcionó
la Estancia San Ignacio. La autora despliega el entramado social y las
características de la organización productiva especialmente durante la
administración jesuita y, aunque no se demora demasiado en este aspecto, es muy
interesante su planteo sobre aquellos en puestos de mando o en ranchos
alejados. Las investigaciones de Claudio Küffer sobre
la población esclavizada del curato de Tulumba nos acercan al conocimiento de
una zona periférica y poco estudiada (quizás por la menor disponibilidad
fuentes): la campaña. Con un claro interés demográfico explora censos entre
1778 y 1813 que complementa con actas bautismales. Su trabajo es pionero y abre
camino a futuras investigaciones sobre la región.
Varias entregas de esta publicación se enfocan en
espacios urbanos. Dos de ellas incorporan al género como perspectiva analítica
cardinal. El trabajo conjunto de Sonia Colantonio,
María del Carmen Ferreyra y Dora Celton se interesa
por la reproducción y la descendencia de las mujeres esclavizadas en la ciudad
de Córdoba. A partir del análisis profundo de más de dos mil actas de bautismo
de hijos de madres esclavas entre 1733 y 1816 las autoras construyen índices de
intervalos intergenésicos. El argumento que proponen es que el tiempo que
mediaba entre los embarazos puede vincularse a una preferencia por el
nacimiento de niñas, quienes podrían haber recibido mayores cuidados debido a
las funciones domésticas que desempeñaban, muy valoradas por la sociedad
colonial. El capítulo de Erika Edwards se ocupa de madres afrodescendientes
en los procesos de manumisión y blanqueamiento. La autora constata que madres,
tías, esposas y abuelas fueron agentes esenciales para manumitir a sus seres
queridos entre 1776 y 1812. Ahorro de dinero y una “economía de la emoción”
granjeada a costa de fidelidad podían culminar, tras años de esfuerzo, en la
liberación de un familiar por compra u obtención de carta de libertad. Los litigios en la justicia fueron otros de
los mecanismos activados. En el siglo XIX denunciar maltratos propiciados por
los propietarios a los hijos o demostrar ascendencia indígena por vía materna
fueron dos estrategias frecuentes para liberar o “blanquear” su descendencia.
Otro de los capítulos del libro se interroga sobre
un problema recurrente en la historiografía contemporánea (aunque no tan
estudiado para el espacio cordobés) desde un estudio de caso. Pablo Arias
Toranzo, interesado en desentrañar su propia raíz familiar, identifica en
Florentino Salgado una experiencia vital de blanqueamiento social. La pléyade de fuentes compulsadas ordenadas cronológicamente
permiten abordar su transformación jurídica, social y económica desde su
nacimiento como liberto después de la Ley de Libertad de Vientres de 1813 a
libre y luego a “don” y “hacendado”. Al tiempo que construye un patrimonio familiar,
proceso con el que el autor enlaza el blanqueamiento, los registros
parroquiales van “desarmando” su adscripción socioétnica
inicial.
El apartado a cargo de Marcos Rubiolo Galíndez
parte de sus investigaciones sobre el artesanado urbano de Córdoba colonial en
la primera mitad del siglo XVII. Gracias al examen intensivo de fuentes
notariales y judiciales de una familia de carpinteros de origen flamenco,
reconstruye las operaciones comerciales que realizaron con mercancía esclava a
pequeña escala para ascender económica y socialmente. El historiador identifica
que la capacidad reproductiva femenina fue un factor importante para definir
sus estrategias comerciales que combinaban una rápida compraventa
(especialmente redituable si eran mujeres jóvenes) con la conservación de una
pareja de esclavos cuya descendencia multiplicó el patrimonio familiar. Si bien
no es el objetivo del texto, creemos que al constatar el autor la formación de
los esclavizados en un oficio estimado en la colonia podría avanzarse en otros
cuestionamientos: contar con estos saberes, ¿les permitió hacerse de un
peculio? ¿Los habilitó a vivir por fuera de la casa del amo?
Claudia García se ocupa de africanos y
afrodescendientes milicianos y soldados, rol que desempeñaron especialmente en
las Guerras de Independencia y en los enfrentamientos entre unitarios y
federales a partir de las conscripciones forzosas. Lo atrayente de este
capítulo es que a través de fuentes no convencionales aporta a los debates en
torno a la supuesta “desaparición” de afrodescendientes en nuestro país muertos
en combate. La historiadora recorre libros de ingresos y egresos de pacientes
del Hospital San Roque entre 1825 y 1833 a partir de los que reconstruye la
participación de soldados afro esclavizados y libres. El glosario de dolencias
es un rico insumo para pensar cómo se interpretaban las dolencias y los
conocimientos disponibles para la sanación del cuerpo.
Dos contribuciones introducen los aportes de la
etnohistoria y la arqueología. Alfonso Uribe se ocupa de la cultura afro
preservada en museos cordobeses. El autor evidencia el arraigo de un modelo
teórico predominantemente hispano-indígena que ha obstruido la posibilidad de
pensar en africanos y afrodescendientes como productores de cultura material
portadora de sentidos. La exposición de objetos sobre los que no se reconoce
factura africana continúa nutriendo un paradigma de negación de la experiencia
esclavista. Por otra parte, Alejandra Funes y Nuria Cervantes, desde la
antropología patrimonial, reconstruyen las rancherías de la estancia jesuítica
Nuestra Señora de la Candelaria. Complementando fuentes materiales y escritas,
el poder visual de su relato permite recorrer espacios productivos y de
descanso habitados. Ambos trabajos advierten sobre la urgencia de gestionar
nuevas formas de organizar y preservar el patrimonio material considerando a la
esclavitud como parte del pulso cotidiano del siglo XVIII, urgencia que por
fortuna han retomado recientemente otras instituciones dentro y fuera de
Córdoba.
Los dos últimos capítulos son contribuciones sobre
otros espacios rioplatenses. Fátima Valenzuela se ocupa de la experiencia
esclavista urbana en la ciudad de Corrientes. Con una periodización extensa
(1750-1850) la historiadora expone un minucioso trabajo de archivo a partir de
fuentes parroquiales, censales y notariales. Su estudio tiene la virtud de
vincular consideraciones demográficas con el funcionamiento del mercado de
esclavos y la economía local dedicada a la exportación de cueros. Esto le permite
confirmar que dada la preeminencia de la actividad
ganadera, los hacendados concentraban la mayor cantidad de esclavizados. El
capítulo final es fruto de un trabajo en equipo coordinado por Magdalena Candioti para otra ciudad litoraleña, Santa Fe. A partir de
un padrón confeccionado entre 1816 y 1817 –fuente sumamente relevante y la
primera en su tipo para la ciudad- los autores componen una fotografía
demográfica y social de esclavizados, libres y libertos en una coyuntura
marcada por tensiones políticas y militares entre las autoridades capitalinas
locales y las de Buenos Aires. Del análisis sistemático de los cuarteles
conservados destacamos su aporte respecto a la cantidad y distribución
territorial de dicha población ya que permite por un lado revisar hipótesis
previas -especialmente sobre el barrio San Antonio conocido como “barrio de
negros”- y, por otro, emitir comparaciones sugestivas con otros espacios
rioplatenses en lo que respecta a taxonomías registradas y al predominio de
población “no blanca” en Santa Fe.
En suma, la diversidad de fuentes, periodización,
metodología y enfoques reunidos en los capítulos de este volumen constituyen un
aporte significativo a los estudios sobre esclavitud. De principio a fin,
subyace un posicionamiento común a tono con las interpretaciones
historiográficas más recientes: pensar a varones y mujeres esclavizados como
sujetos históricos activos, capaces de ofrecer resistencias y generar sentidos,
vínculos y bienes materiales. Los trabajos pensados desde la demografía
histórica visibilizan y caracterizan a un grupo social excluido por lo que son
imprescindibles para futuras problematizaciones. Más allá de los innegables
aportes académicos, el libro, a tono con su título, ayuda a desmantelar la aún
arraigada negación de la esclavitud y de la afrodescendencia,
promoviendo discusiones perentorias que requieren la participación de
instituciones culturales, elencos gubernamentales y la sociedad en su conjunto.
Noelia Silvestri
Universidad Nacional de Rosario,
Investigaciones Socio-históricas Regionales,
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (Argentina)
noeliacsilvestri@gmail.com
Carbonetti, A.; Rivero, M. D. Argentina en tiempos de
pandemia: la gripe española de 1918-1919. Leer el pasado para comprender el
presente. Editorial de la Universidad Nacional de Córdoba. Córdoba; Año:
2020. 187 páginas.
Argentina en Tiempos
de Pandemia: la gripe española de 1918-1919. Leer el pasado para comprender el
presente es un libro que conduce al lector a través de una historia socio
cultural de la gran pandemia de 1918 y 1919 hacia una reinterpretación de la
misma a la luz de las alarmas encendidas por el contexto epidemiológico actual
alrededor del virus SARS-Cov-2 (COVID-19).
El libro escrito por Adrián Carbonetti y María
Dolores Rivero se inscribe en la literatura historiográfica de principios de
siglo XXI que revisita la transcendencia y envergadura de la, hasta entonces,
olvidada epidemia; una enfermedad de feroz contagiosidad que, se cree, llegó a
cobrarse hasta 50 millones de vidas.
Frente a la que podría
ser la pandemia más letal del corriente siglo, los autores invitan a leer el
pasado de manera multifacética, no lineal, a fines de traducir la relectura de
este suceso histórico en relevancia presente.
Así, el lector encontrará de gran interés la variedad de perspectivas
desde las que se aborda el fenómeno de la mal llamada “gripe española”;
ciertamente, el trabajo enfatiza sobre una mirada prismática, que va más allá
del análisis médico-científico del asunto. Esta entrada a la temática, que
presenta múltiples aristas de un fenómeno epidemiológico, ubica
indiscutidamente a esta obra en los estudios más recientes sobre la historia
social y cultural de la salud. Estos desarrollos, de fuerte arraigo en el campo
latinoamericano, se preocupan por cuestionar las lecturas teleológicas del
proceso de medicalización, así como de elaborar conocimiento situado sobre cómo
las enfermedades fueron vividas, significadas y combatidas y qué rol jugaron
sujetos sociales hegemónicos y no hegemónicos en dichos procesos.
El objetivo integral
del libro es proponer una interpretación no lineal de la relación entre
enfermedad como fenómeno biológico, social y cultural, con la sociedad que la
“recibe” pero también la crea, la tramita y la enfrenta, transformándose ella
misma en el proceso. Una premisa para que esta problematización sea posible es
doble: el citado cuestionamiento de la enfermedad como un fenómeno sólo
biológico y “externo” a la sociedad, por un lado y, por el otro, un
relevamiento territorialmente comprehensivo, en el convencimiento de que una
historia nacional no puede construirse sino a partir de las experiencias
locales y regionales.
Con ese horizonte,
luego de una descripción del contexto económico, social y político argentino,
los autores logran poner en relieve el enorme impacto que representó la
enfermedad en todas las esferas de la vida pública y privada del país. El
estudio del fenómeno de “la dama española” es concretado para el caso de Argentina
a la luz de diferentes variables que han existido a su alrededor: políticas
gubernamentales y de salud pública creadas y aplicadas para superar y
prevenirla por estamentos municipales y provinciales, así como por el gobierno
del partido radical; la relación existente entre la epidemia en el ámbito local
y “su relación con ciertos determinantes sociales” (p33). Del mismo modo, se
atiende con detalle a la singularidad con la que la prensa escrita recogió y
abordó el fenómeno y al uso que se hizo de ello con fines políticos; tanto así
como la comercialización de los productos destinados a mitigar el flagelo
físico producido por la dolencia A su vez, la cuestión es abordada desde un
punto de vista demográfico y de las diferentes reacciones sociales generadas
por la aparición de la influenza, junto con la batería de medidas sanitarias
puestas en marcha para combatirla. Asimismo, se recorren los diferentes
enfoques médicos locales surgidos en torno a la gripe española. Abordajes a las
producciones culturales y visiones religiosas que se nutrieron de la epidemia
son también parte de la materia prima analizada.
Parte de la riqueza
del trabajo reside en el proceso de descripción de la llegada de la enfermedad
a distintos puntos geográficos del país. El análisis del comportamiento del
fenómeno como parte de contextos diferenciales -se trata el caso de las
provincias de Córdoba (centro) y Salta (Noroeste) como así también el de la
región litoral- se presenta como puntapié de un potencial análisis en clave
comparativa, en busca de similitudes y diferencias entre las actuales
condiciones de pandemia imperantes y las acaecidas hace ya más de un siglo. Tanto
las representaciones sociales de la epidemia, particulares a cada región, como
también datos estadísticos de tasas de contagio y letalidad forman parte de la
obra.
Es por esto que el
libro pone en primer plano al archivo –un archivo diverso, nutrido de fuentes
consagradas y otras prácticamente inexploradas hasta el momento- como hacedor
de historia. En este sentido, desde la coyuntura crítica que supone la
pandemia, se vuelve sobre las nociones dominantes socialmente, construidas
sobre la misma: es decir que el análisis histórico hace parte al archivo como
relación de hegemonía. La revisión documental de la prensa escrita del momento
llevada a cabo como parte del tercer capítulo, que aborda primariamente la
prestigiosa revista Caras y Caretas (publicada por primera vez en 1898) pone en
relieve el contexto de circulación de productos destinados al tratamiento,
prevención y cura de la enfermedad en Argentina, en marco de discursos
humorísticos. Este relevamiento considera no sólo los productos ofrecidos, sino
un clima social en el cual el discurso publicitario tomaba una relevancia
inusitada hasta el momento en el espacio y reconocimiento que tenía en los
discursos de alta circulación. Por ello, se suma en esta consideración la
existencia y características de un particular e incipiente mercado terapéutico,
fogoneado por el impulso de miedos y expectativas
frente a la amenzada de la enfermedad. En particular,
esta mirada también invita a replicar el ejercicio para otros contextos
críticos epidémicos, en los cuales las fuentes no-médicas contienen una riqueza
sin la cual no es posible acceder a la realidad social. Así, discursos médicos
y no médicos establecen vínculos dinámicos, que la perspectiva comparativa
permite iluminar.
En el marco del clima
actual, en el que la pandemia del “coronavirus” captura desde miedos
catastróficos hasta fantasías futuristas, el valor del trabajo llevado a cabo
por Carbonetti y Rivero reside en recuperar las
experiencias históricas, en su unicidad a la vez que en su dimensión comparativa;
se trata, en pocas palabras, de un aporte original y necesario, tanto para el
campo historiográfico como para el público general.
Santiago Sedrán
Universidad Nacional del Litoral,
Universidad Autónoma de Entre Ríos (Argentina)
santiagosedran@gmail.com
Jelin, E. y Vinyes, R. (2021).
Cómo será el pasado. Una conversación sobre el giro memorial. Ediciones
NED: Argentina. 124 páginas
¿Qué es la memoria? ¿se
puede hablar de una memoria “colectiva”? ¿existe una memoria democrática? ¿se
han logrado construir sociedades más democráticas en aquellos lugares donde
hubo políticas oficiales de memoria? ¿qué rol cumple la historia como
disciplina en los procesos de memoria? ¿cuáles son los peligros de pensar a la
memoria como un paradigma moral? ¿cuáles son las voces legítimas en el espacio
público para reclamar políticas de memoria? ¿cuáles son los peligros de asociar
derechos humanos a memoria? ¿qué sentido tienen los museos de memoria? Estas
son las principales preguntas que articulan el reciente libro Cómo será el
pasado. Una conversación sobre el giro memorial de la socióloga Elizabeth Jelin y el historiador Ricard Vinyes,
en el que se entrelazan miradas desde el interés académico, pero también desde
el compromiso militante y la experiencia de gestión de políticas públicas.
Ciertamente, en los
últimos años, venimos asistiendo a una proliferación de estudios provenientes
de distintas disciplinas dentro de las ciencias sociales y humanas entorno a
los procesos de memoria. De esta forma, el libro aquí reseñado no presenta
temas novedosos, sino que expone y se inserta dentro de una serie de
preocupaciones ya clásicas y algunas otras más recientes, relativas a lo que se
conoce como “memoria pública”, “memoria social” o “memoria colectiva”. Así,
algunos de los ejes temáticos de Cómo será el pasado son la
institucionalización de la figura de la víctima, la legitimidad de la palabra
basada en el “biologismo” (Vinyes) o “familismo” (Jelin), el cruce de
temporalidades -tiempo histórico, académico y biográfico-, los riesgos del
abuso o saturación de memoria, las expectativas que se depositan en la memoria
en tanto imperativo categórico -recordar para no repetir- y las consecuencias
que eso implica, los vínculos entre luchas por el poder y luchas por la
memoria, la asociación o vínculo con el paradigma occidental de derechos
humanos, las políticas públicas de memoria -en especial la creación de museos-,
la idea de la memoria como un derecho a garantizar, y los peligros de la
creciente tendencia de recorridos “turísticos” en los que se identifica la
memoria con el terror y el dolor -“genotuor”, “dark tourism” o “tanatoturismo”-, sin lugar para otras memorias o para el
recuerdo de luchas y resistencias pasadas.
El libro está construido
como un diálogo entre colegas, sin capítulos ni subtítulos temáticos que
adelanten lo que se leerá. Así, los distintos ejes mencionados se van enlazando
y retomando a medida que avanza la conversación. Si bien este encuentro en
particular tuvo lugar en el año 2018, debe recordarse que los autores han
compartido distintos espacios de debate y publicaciones en los últimos años.
Las explicaciones y
distintos ejemplos que se brindan, se van desarrollando a partir de sus propias
producciones académicas o de las lecturas compartidas de autores provenientes
de distintas disciplinas como Halbwachs, Rousso, Todorov, Levi, Portelli, Spivack,
Robin, y Mink entre otros. Si bien las referencias a
las experiencias que tuvieron lugar en sus países de origen predominan
(Argentina y España), se mencionan distintas vivencias -algunas con más
profundidad que otras- tanto en América (en especial Chile, Brasil, Perú,
Uruguay y Guatemala) como en Europa (fundamentalmente Francia, Alemania,
Holanda, Polonia e Italia), África (básicamente Ruanda) y Asia (en especial
Japón).
La obra sostiene la idea
de la contemporaneidad de la memoria, tema central y ya presente en textos
clásicos como los de Maurice Halbwachs. Así, la
memoria se entiende aquí como una imagen del pasado repleta de contemporaneidad.
Construimos -y reconstruimos- imágenes transmitidas en nuestro presente, según
las necesidades actuales, los intereses en juego, los conflictos y la coyuntura
político-social. Ciertamente, la memoria -compuesta de recuerdos, olvidos y
silencios- es singular, subjetiva, selectiva, cualitativa, no es lineal y está
siempre en transformación desde el presente. En gran medida, la memoria es un
proceso de condensación de pasado, presente y futuro, dado que las luchas en el
presente por imponer la propia memoria del pasado están guiadas por un
horizonte de futuro. De allí el inicio del título del libro: Cómo será el
pasado.
Si bien en la gran
mayoría de los temas abordados hay acuerdo entre la socióloga y el historiador,
hay otros que no, como la posibilidad de hablar de una memoria “colectiva”. En
este caso en particular, aunque se recurre a dicha categoría a lo largo del
texto, Jelin sostiene que, si bien suele utilizarse
indistintamente “memoria social”, “memoria histórica” y “memoria colectiva”, no
está de acuerdo con el uso de este último concepto, dado que, según ella, se
encuentra implícita una idea de consenso que obtura la posibilidad de ver y
analizar las disputas y luchas político-sociales por las interpretaciones del
pasado entre los distintos grupos o sujetos sociales que recuerdan. Por el
contrario, Vinyes sostiene que no conlleva
necesariamente la idea de consenso, sino de algo “compartido” en el que está
presente el conflicto, una vida compartida pero no necesariamente consensuada,
por lo cual, si bien respeta la prevención de la socióloga, no le incomoda
utilizar el concepto de “memoria colectiva”.
Una cuestión en la que
están sumamente de acuerdo, es la crítica a algunos sentidos comunes
extendidos, como la asociación inmediata entre derechos humanos y memoria o su
uso indistinto. Sostienen que los derechos humanos, cuyos sentidos son
históricos y políticos, son un recurso para la lucha política y, en ocasiones,
el único al que pueden apelar los grupos subalternos o populares para obtener visibilización y reconocimiento de sus demandas. Pero
existe una gran diferencia entre los derechos humanos y la memoria o las
políticas públicas de memoria, y asociarlas, según los autores, no sirve ni
para llevar adelante las luchas por más derechos ni para la concreción de
políticas públicas de memoria. Señalan que muchos movimientos, en especial en
el Cono Sur, que en verdad reclaman por políticas de memoria, son conocidos
como “de derechos humanos”. Vinyes sostiene que no se
trata de una buena combinación, que esa fusión ha incentivado una
judicialización de la memoria, es decir, a mirarla desde una perspectiva
jurídica, lo cual obstaculiza que la memoria exprese su función de transmisión
de valores y su potencia. Otro elemento negativo que observa en ese vínculo, es
el de focalizar la memoria sólo en traumas y masacres, y poner en el centro de
la escena a la víctima, colaborando a la victimización e idea de pasividad de
los sujetos, silenciando experiencias militantes de sujetos políticos.
Otro punto de acuerdo
sobre el cual intercambian ampliamente, es la crítica que realizan ambos a la
extendida política de museos de memoria. Señalan el problema de querer
“encapsular” la memoria -que es un proceso social en constante transformación-,
y se preguntan por el sentido de lo que califican como un nuevo producto
cultural, del cual ellos mismos son consumidores. Las preguntas claves para
este tipo de iniciativas claramente deben ser qué memoria transmitir o ayudar a
construir, a quiénes, con qué objetivo y qué es lo que efectivamente se recibe.
Dan cuenta de los interés políticos y económicos detrás de la proliferación de
museos, los riesgos de la literalidad y la noción de verdad que se juega. Aquí
entra en escena nuevamente la preocupación de ambos por la difundida idea de la
memoria como deber moral y la discusión sobre una presunta capacidad
“redentora”, “terapéutica” y “profiláctica” -recordar evita repetir- que
atraviesa todo el libro. Contraria a la postura que sostienen frente a los
museos, entre las iniciativas positivas que consideran que permiten que la
ciudadanía realice un trabajo de elaboración del pasado, destacan el trabajo
del Programa “Jóvenes y Memoria” de la Comisión Provincial por la Memoria, con
sede en la ciudad de La Plata.
Si bien Cómo será el
pasado. Una conversación sobre el giro memorial no pretende ser un texto
“académico”, aborda los principales interrogantes que se han planteado tanto
Elizabeth Jelin como Ricard Vinyes
en los últimos veinte años. La obra, leída en diálogo con la producción previa
de la socióloga y el historiador, permite seguir reflexionando, entre otras
cuestiones, sobre el papel que cumplen o deben cumplir las memorias colectivas
en la construcción de un horizonte más democrático y sobre el rol de la
transmisión de valores éticos a las nuevas generaciones. A su vez, permite
pensar en torno a los niveles de audición y legitimidad de determinados relatos
del pasado en el presente, las políticas públicas de memoria y el rol que como
investigadores debemos cumplir. Vale decir que la pregunta más interesante y
provocadora para seguir reflexionando que el libro contiene, y que en un punto
sirve de hilo, es la del vínculo de la memoria con el poder y la democracia, en
otras palabras, si la actual primacía de la víctima y la atención concentrada
en la memoria del horror, el sufrimiento y el trauma, ayuda u obstruye la
aceptación de una concepción amplia de los derechos humanos, la perspectiva de
horizontes más democráticos, y la garantía de no repetición de pasados
violentos.
Paula Zubillaga
Instituto del Desarrollo Humano,
Universidad Nacional de General Sarmiento,
Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas
paulazubillaga@gmail.com